IGUANA DE TINTA - N8 - Abril 2009

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EDITORIAL

Publicación de la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo adscrita a la Dirección de Medios y Publicaciones de la UC Año , Nº 8, 009

Lengua y figura… Hasta la sepultura. Así podría decirse, sin vacilaciones, porque la lengua, casi más que los ojos, es el reflejo del alma. Dime cómo hablas y te diré quién eres. Y esto no es simple juego del refranero popular, sino sabiduría de la más honda. De esa que don Miguel de Cervantes y Saavedra atesoró y acrisoló para fortuna de quienes –a medio milenio de su prodigioso parto literario- descendemos, legítimamente, del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Así consta, aunque no lo exprese de manera textual, en las casi quinientas páginas de su partida de nacimiento original y certificada por la historia; y así se refleja en los miles de miles de obras escritas en la lengua castellana, que también, con entera propiedad, se llama cervantina. Pues ¿qué otra cosa es “Don Quijote…”, sino un registro total de la humanidad hispanoparlante? Un registro que incluso llega a superar las fronteras idiomáticas y servir de gigantesco espejo a los pueblos que hablan otras lenguas. ¿Usted es antropólogo, médico, psiquiatra, curandero, cómico, filósofo, matemático, político… lo que sea? Llame a Cervantes, o mejor dicho, al Quijote (*) y pregúntele lo que quiera sobre su ciencia: él le dará la respuesta precisa… y de gratis, es decir, sin “royalty” alguno. Decía don Marcelino Menéndez y Pelayo que la lengua es como un río. Un río que corre a través del tiempo por un inmenso territorio. Comienza, en sus fuentes, como un arroyuelo que baja de lo alto y va creciendo en volumen, en torrente, en fuerza, hasta convertirse en quebrada: luego, en río joven que a cada tramo aumenta su caudal hasta tornarse embravecido, cuando las lluvias inundan los valles; y finalmente, desemboca en otro río, o en el mar, que es su destino final; para recomenzar en el vapor de agua transformado en nubes que viajan hacia las cumbres de la alta montaña, donde caen en finas gotas de niebla y llovizna, para formar pequeños hilos de agua, arroyos, luego quebradas y nuevamente el río que corre impetuoso… etcétera (algo así como aquello que Andrés Eloy Blanco llamó la parábola de la gota de agua). En el camino, en su tránsito, el río arrastra diversas materias: arriba, en la superficie del agua, van flores, hojas, troncos, basura que llega de cualquier parte; en el vientre

abundoso, andan los peces, devorándose unos a otros; y en lo más profundo, a ras de la tierra, el detritus final, el lodo, la suciedad que anda por el fondo. Así avanza el río, hasta que en el invierno sus aguas se congelan y se transforman en un paisaje estático, con una imagen de pasajera eternidad. En la lengua –decía don Marcelino- esos hielos significan que ésta ha llegado al final de una etapa y parece detenerse por haber alcanzado plena madurez: es la madurez de una época, de un siglo de oro, hitos que todas las lenguas del mundo tienen. La obra de Cervantes, especialmente “El Quijote…”, tiene esa simbología: es el gran hito del llamado Siglo de Oro Español. Y es, por sobre todo, un colosal monumento a la lengua castellana en el cual Cervantes hizo un registro exhaustivo de todas las formas lingüísticas, expresiones, palabras, rasgos sintácticos, proposiciones semánticas; es decir, una representación total de lo que fue, en su momento histórico, nuestra lengua madre. Desde las expresiones más cultas y rebuscadas hasta las más vulgares; vale decir, desde el bachiller Sansón Carrasco y el obispo, hasta las vulgaridades (en todas sus acepciones) de Sancho Panza y de las llamadas mozas del partido. Jamás hubo en obra litera alguna de cualquier idioma, tan inagotable fuente histórica del habla. Hoy, como siempre, el Quijote cabalga. Lengua y figura hasta la sepultura. Una sepultura que jamás existirá, mientras haya alguien que hable castellano.

(*) En Cervantes se cumple, como en ningún otro, el destino de todo gran escritor: dar un hijo (un personaje) que termina por sobrevivir a su creador y hacerse inmortal. Don Miguel de Cervantes murió, por cierto, en la miseria. Don Quijote vive todavía, y vivirá mientras haya alguien, en cualquier idioma del mundo, que lo conozca o que por lo menos tenga alguna referencia suya.


La Iguana de Tinta 23 de abril de 2009

Nuevas exigencias de investigadores Pedro Rivas* *Docente-Investigador. ULA

y editores de revistas académicas virtuales Los contadores electrónicos de los repositorios institucionales

Internet ha generado, de facto, otras formas de certificación y acreditación. ¿Cuánto vale su artículo? sencillo: cuantas veces haya sido consultado.

Transitar la universidad del siglo XXI a través de la globalización del conocimiento, implica nuevos retos y desafíos que deben asumirse con la convicción de que este país no se construye desde fuera sino desde nuestras capacidades creadoras y de adaptación a los requerimientos de un mundo cada vez más contradictorio, más complejo e interdependiente. Nuestras limitaciones no deben considerarse gríngolas ni grillos que aprisionen nuestros pasos hacia una soberanía plena, reconociendo que la tarea no es nada sencilla. En este sentido, me permito hacer cinco consideraciones de muchas que tipifican los nuevos retos del trabajo de difusión académica electrónica:

Divulgar es autonomía universitaria Es importante comenzar un proceso de reconfiguraciones en los planos conceptuales, metodológico y operativo sobre las publicaciones universitarias de acceso abierto y libre para continuar desmitificando la supuesta complejidad e inaccesibilidad a los medios electrónicos de divulgación. El problema estaría en la decisión de los profesores autores-editores para asumir este paradigma de manera comprometida. No hacerlo así en el contexto de la sociedad del conocimiento y de una universidad del siglo XXI, se considera como un delito institucional por omisión e indiferencia que atenta contra el principio de la autonomía universitaria al no cumplirse con la condición de difundir el pensamiento y los saberes consagrados en nuestra universidad en el marco de unos requerimientos epocales que exigen nuevas y sabias maneras de satisfacerlos.

Evaluación rigurosa de lo comunicable Las publicaciones en este formato se obligan a someterse a un exigente y riguroso proceso de auto-evaluación y evaluación externa, no sólo para mantener altos estándares de calidad y práctica humanístico-científica sino para que tengan elevados niveles de comunicabilidad y pertinencia social.

Acceso a la visibilidad y a la certificación Es indispensable que las universidades, los directores y equipos editores de las publicaciones periódicas tengan información oportuna sobre el acceso a los índices, catálogos, bases de datos, directorios, registros, bibliotecas y hemerotecas virtuales donde alojar la producción editorial, para así disfrutar del beneficio de la comunicación, la visibilidad, la certificación y el aval académico sobre la calidad de las mismas. Esta particularidad permite que los autores que escriben para nuestras publicaciones sientan que su obra intelectual es reconocida y, a la vez, transiten hacia otras formas de distinción exigidas en los ascensos académicos, premios y reconocimientos institucionales. No obstante, debe tenerse presente que éste no debe ser el valor más importante. No se publica sólo para ascender, ni se investiga para no comunicar; se escribe y publica para ingresar a nuevas comunidades de pares y nuevos lectores planetarios y producir efectos positivos en la comunidad real.

La desmitificación de una producción electrónica Una publicación electrónica reduce significativamente la tarea editorial, comparada con el formato impreso, puesto que la producción se simplifica a la recepción de materiales, revisión, arbitraje y a una diagramación que será plana y lineal. En los casos de mayor complejidad en su organización discursiva, sólo adicionaría la incorporación de cuadros, ilustraciones, fotografías, diagramas y anexos. Podría afirmarse que después de estos pasos de naturaleza editorial, la tarea de incorporarla a la red queda en manos de los técnicos del servidor o del repositorio de la universidad. En síntesis, la práctica de la elaboración de una revista electrónica lleva directamente a su difusión, manteniéndose intactas sólo las funciones del arbitraje y la corrección de la impresión predigitalizada. En este paradigma desaparecen los conceptos del canje o intercambio de publicaciones, donaciones, almacenaje en anaqueles y ficheros hemero-bibliográficos, impresión, distribución y mercadeo. La edición es sólo virtual, ese es su mayor valor competitivo. La calidad y pertinencia del artículo o de la propuesta intelectual se encargará de convencer y persuadir al lector de su valor y trascendencia.

La publicación digital la asume ahora el escritor bajo una perspectiva diferente a la publicación impresa. En el paradigma tradicional, tenía dificultad para saberse consultado. Ahora, en las publicaciones electrónicas, el autor tiene acceso al contador de consultas de su artículo o producto académico. Por su parte, el director de una publicación electrónica y los equipos editores pueden conocer, el volumen y la magnitud de las consultas de lo publicado, lo que les permite orientar la política editorial hacia determinados campos o áreas que han sido reconocidas por el lector. Asimismo, es posible revisar las propuestas publicadas débilmente demandadas, seguramente por su bajo interés lector, o por la exclusión que generan las tendencias o productos que gozan del privilegio promocional de la moda escritural; y tomar las decisiones editorialmente más convenientes a los intereses del público lector y de la revista en referencia. Las nuevas maneras de concebirse la visibilidad de una publicación académica están determinadas por el acceso rápido y efectivo de la información al público virtual. Las mediciones del impacto sociocultural que ella produce comienzan por descubrir qué nos dicen los contadores electrónicos sobre las estadísticas de consulta de una revista y sus artículos. Esta nueva realidad da paso a un lector virtual ubicado en cualquier punto del planeta, muy diferente a la tradicional sensación que producía la presencia personalísima de un sujeto o la cercanía geográfica donde se encontraba un escritor o un texto. En tiempos de globalización, el lector planetario no tiene espacio ni tiempo definitivo, es un usuario particular que da virtualidad y, a la vez, concreción a la visita, a la consulta o a la descarga del documento de manera libre. Así es como hoy se valida y se acredita un artículo. La prueba de la carga la determina el contador electrónico de visitas que está a la vista del lector y accesible para su comprobación. Ahora Internet ha generado, de facto, otras formas de certificación y acreditación. ¿Cuánto vale su artículo?, sencillo: cuantas veces haya sido consultado. Ya no se pregunta ¿cuántas veces ha sido citado el autor en publicaciones impresas? Para bien o para mal, no lo sabemos, pero la “circulación circular del saber” en las comunidades de fans que se escribían y se citaban incestuosamente, por fortuna empieza a quedarse en el rezago del pasado. La nefasta práctica empotrada en comunidades de amigos que se leían, se citaban y se recomendaban entre ellos, en una suerte de endogamia perversa y esterilizante que desfiguraba el valor universal del conocimiento, está dando paso a una nueva manera de democratizar el saber y de exponerlo para ser sometido a la prueba de un público virtual que es diferentísimo al lector convencional que ayer conocíamos en los módulos enclaustrados de nuestras muy recordadas y altamente apreciadas bibliotecas físicas. Esta particular visión de la escritura y la lectura en el mundo de la virtualidad exige de nuestras máximas Casas de estudio y de quienes divulgan la producción escritural, una mirada diferente que garantice la presencia del saber académico en los estantes digitales de las hemerotecas y bibliotecas electrónicas que ahora podemos encontrar en nuestras casas, oficinas o en el ciber-café de la esquina.


La Iguana de Tinta 23 de abril de 2009

Rectora Jessy Divo de Romero:

Lectura, la transacción del conocimiento Quien lee irá dejando sus propias lecturas al paso de los días, haciéndose más perceptible para sí y para los suyos Aun en la Universidad, espacio privilegiado del saber y ámbito en donde se manifiestan, como en ninguna otra institución, los valores plenos del desarrollo de la personalidad humana y del sentido de su formación intelectual, no siempre hemos sido capaces de descubrir los genuinos atributos de la lectura. Pues producir e interpretar el lenguaje escrito, no es un asunto concluido al ingresar en la educación superior. Por el contrario, en el ámbito universitario, ese desciframiento adquiere niveles de especialización, pues, como institución, la Universidad prescribe y regula formas en que los textos deben ser leídos: estipulando modelos específicos de lectura, conviniendo formas determinadas de acceder al conocimiento, pactando tipos de lenguaje compartido y entablando ciertas reglas de uso y modos de hacer, con los cuales se construyen los significados y condiciones de acceso a esos significados, por parte de quienes se desempeñan como estudiantes en las aulas de la educación universitaria. Contra esta realidad se enfrentan, sobre todo, los nuevos estudiantes universitarios que proceden del nivel inmediatamente anterior de la educación, quienes, al provenir de una cultura académica distinta, se ven retados por una realidad que los obliga a asumir nuevos roles como lectores. He allí, tal vez, el principal obstáculo que hace que prosperen las limitaciones en la comprensión lectora de este sector de la población estudiantil. El nuevo rol del estudiante plantea serios aprietos en virtud de su inexperiencia en las formas de lectura que la universidad exige, y se acentúa porque los conocimientos que le ayudarían a superarlas no suelen ser abordados como contenidos de enseñanza al interior de las asignaturas. En este escenario, surgen múltiples interrogantes cuya precisión es impostergable: ¿a quién le compete la tarea del desarrollo de la comprensión lectora en la Universidad?; ¿los docentes consiguen reconocer en este hábito, además de un objeto de enseñanza, un medio para adquirir conocimientos, útiles para transformar entornos y situaciones?; ¿conocen, realmente, nuestros docentes universitarios de la complejidad de los procesos envueltos en la lectura de un texto académico superior por parte de los estudiantes?; ¿reconocen, acaso, en los estudiantes las deficiencias presentes en la construcción de sentidos al abordar un texto escrito? ¿Cuáles son las causas de esas deficiencias de lectura?; ¿qué preparación deben recibir los profesores para enfrentar el conflicto?; ¿qué mecanismos hay que lograr para que los estudiantes tomen la lectura como una auténtica práctica semiótica, como un efectivo proceso de exégesis y hermenéutica?; ¿qué hacer para influir en el impulso de una estrategia eficaz que permita alcanzar un alto nivel de competencia lectora? Hoy, la débil capacidad de la mayoría de los estudiantes universitarios venezolanos para comprender lo que leen, para criticar los textos que estudian, para descubrir en sus contenidos la estructura argumental y los conceptos claves, es la más evidente demostración de que no reciben, en el nivel anterior, la debida preparación para integrarse, después, a lo que hemos

denominado cultura académica universitaria. Es decir, no hay vínculo entre la educación media y la educación superior. Cada nuevo inicio de año escolar vemos cómo alumnos provenientes de nuestros institutos de secundaria, acceden a la educación universitaria con esquemas de pensamiento que privilegian la memoria por encima del pensar. Son expertos recolectores de información, repetidores mecánicos de datos y fórmulas, que, incapaces en el raciocinio y en el establecimiento de hipótesis, se ven enfrentados a la nueva cultura. A una nueva cultura en la que el docente espera que el alumno sea capaz, de una vez, de leer y extraer de cada texto los conceptos pertinentes, las ideas en torno a la postura de un autor, y las relaciones entre autores y corrientes de pensamiento, asumiendo una posición crítica. Pero olvidamos que los estudiantes que ingresan a la universidad provienen, como he dicho, de una cultura diferente, en donde las prácticas de lectura son otras, como son otros los objetivos, las reglas y las herramientas. Lo anterior compromete a los docentes a trabajar en procura del logro en cuanto a la preparación de una nueva generación de profesionales con capacidad de gestar nuevos conocimientos; y son los libros los laboratorios más próximos, de tal manera que se debe cambiar la actitud frente al texto y empezar a persuadir al estudiante universitario para que reconozca la importancia de la lectura: La lectura como un activo proceso donde texto y lector se involucran en una transacción de significados a través de los cuales se infiere, se valora, se compara, se enjuicia, se informa, se critica y se concluye. La lectura como una experiencia social y como un asunto interactivo y dinámico en el que el lector conversa con un autor a través de un texto. En cuyo proceso interviene, de manera relevante, el contexto en que se lleva a cabo la actividad lectora, el proyecto y las expectativas del lector, así como las diferentes competencias de quien lee, sus conocimientos y experiencia del mundo. La lectura como entrenamiento de comunicación con el otro, pues quien lee irá dejando sus propias lecturas al paso de los días, haciéndose más perceptible para sí y para los suyos; irá decodificando y comprendiendo las huellas de sus antepasados: sus testimonios, sus legados, sus encargos; sus acopios, sus reservas, hasta ir ideando, haciendo más legible su casa, su equipaje, su aldea, su mirada, su ciudad. Ya no existen breviarios sino autores diversos a través de quienes los estudiantes universitarios van construyendo su conocimiento. Hay modos de leer que determinan a la comunidad académica y que el estudiante debe aprender a adoptar. La universidad, entonces, tiene la responsabilidad de formar a los estudiantes dentro de una cultura que comparte un modo de leer e interpretar un corpus de textos. Sobre todo hoy, cuando estamos sometidos por la envergadura y las virtudes de las nuevas maravillas tecnológicas, la lectura se convierte en la llave del conocimiento para entrar a la sociedad de la información. Ese amplio reservorio de datos que ha constituido la sociedad digital, no será nada sin los hombres que lo transiten, completen y digieran. Y esto no será viable sin las pericias y destrezas avanzadas de lectura.

Así se titula la más reciente publicación de la rectora Jessy Divo, editada por la Universidad de Carabobo, y que está integrada por 43 textos compuestos por discursos y ensayos. Son nueve capítulos los que componen la estructura de este libro. Uno de ellos incluye: “Lectura, la transacción del conocimiento”, el cual refleja la realidad y los desafíos a los que se enfrentan las universidades en esta área.

Toda obra tiene una razón de ser La vida de un libro apenas comienza cuando termina de ser editado y, para ellos, no hay distinción de géneros porque todos tienen un objetivo en común: El lector. Unos marcan nuestras vidas; otros, nos ofrecen historias interesantes que espantan hasta el miedo. Para la rectora Jessy Divo de Romero, “toda obra tiene una razón de ser”, y por eso ni los géneros, ni el tiempo, deben ser una limitante en la lectura. He aquí sus apreciaciones como lectora. ¿Qué libros han marcado su vida? El principito (Antoine de Saint Exupéry) y Una vida con propósito (Rick Warren) ¿Qué libro no pudo terminar de leer? Ángeles y Demonios, de Dan Brown ¿Qué libros recomendaría? Una vida con propósito, de Rick Warren Liderazgo, de Rudolph Líderes, no jefes, de John Adair ¿Qué libro no leería? No me niego a ningún tipo de género, toda obra tiene una razón de ser ¿En qué época de su vida ha leído más? En mi adolescencia, muchas veces la curiosidad, la ansiedad y el miedo desaparecían después de leer un buen libro… lo que para mí, a esa edad, representaba una buena lectura ¿En qué tiempo lee una Rectora? Noches y fines de semana… cuando se puede ¿Qué género prefiere leer? Crecimiento personal ¿Qué está leyendo ahora? La Fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa ¿Qué leía cuando era niña? Historias sobre personajes de la vida real, disfrutaba mucho, bajo la tutela de mi padre, conocer a través de la lectura, la vida de hombres y mujeres con historias reales. ¿Algún sitio preferido para leer? En la cama, con la paz y el silencio necesarios para concentrarme en la lectura


La Iguana de Tinta 23 de abril de 2009

La edición universitaria en una encrucijada

Antonio López Ortega Narrador, ensayista

Con consensos, justeza de miras y espíritu renovador, la universidad nacional, vista como un todo, puede ser el gran editor nacional.

Más que del libro universitario, debería hablarse de la edición universitaria. O dicho en otras palabras: no del objeto, producto final, sino de la cadena que está alrededor, antes y después, del producto final. Las nociones comunes, repetidas hasta el hartazgo, tienden a nublar el razonamiento. Y así como hoy tiende a creerse que la vida de un libro termina cuando se edita, muy al contrario hay que sostener que es allí cuando apenas comienza. Digamos, en síntesis, como premisa inicial, que la responsabilidad de la universidad venezolana frente a la agenda editorial pública es aún mayor que la de años atrás. Y lo es porque al estar confiscado buena parte del aparato editorial público en un proyecto ideológico, les toca a las universidades nacionales remendar el entuerto y apostar a lo que, etimológicamente, yace en sus fueros: universitas, esto es, universalidad. Sólo que el salto que deben dar después de años de desidia no es poca cosa: se requiere de una verdadera reingeniería de los dispositivos editoriales universitarios para que éstos cuenten con peso específico en el pensamiento, en la innovación, en la divulgación y también en el mercado o público lector. Modelos como el de las university press americanas o como el de las distribuidoras universitarias colombianas son ejemplos prácticos que están a la vuelta de la esquina y cuya puesta en práctica no debería ser complicada si las funciones editoriales se esclarecen. En los años ’70, o incluso antes, fruto de las autonomías y de la concepción de ciudades universitarias cerradas y autosuficientes, las más importantes universidades públicas montaron dispositivos editoriales completos, cubriendo todas las necesidades de la cadena de producción editorial. Hoy en día esa tecnología es vetusta, pues nadie apostó a su renovación. Pasearse hoy por la Imprenta Universitaria de la UCV, que ocupa los sótanos del Aula Magna, es un viaje en el tiempo: los dinosaurios son en verdad las viejas máquinas de linotipo, que fundían plomo para alinear cada una de las líneas de nuestros viejos libros de texto. Esos dragones mueren el

sueño de los justos, pues si hay un área donde el cambio de paradigma tecnológico ha sido dramático es precisamente en el campo de la edición. Pues a falta de renovación, las oportunidades se pierden. Y si a ello sumamos la falta de distribución, la casi total inexistencia de fondos universitarios en las librerías del país, la escena es ligeramente mortuoria. En verdad, salvo honrosas excepciones, la edición universitaria en Venezuela no existe. Pero ésta no quiere ser una opinión desesperanzada. Muy al contrario, se trata de señalar bien los vacíos para saber cómo ocuparlos y qué beneficio se desprende de acciones que bien concertadas pueden producir cambios cualitativos a muy corto plazo. Para que todo no sea condena, si convenimos en que la edición universitaria es pobre, debemos admitir por otro lado que las universidades vienen jugando un rol importante en la promoción y comercialización de libros. Se diría que al abandonar el primer eslabón de la cadena (producción), se han acomodado en el último (venta), aunque no de fondos propios sino de terceros. El fenómeno de las ferias del libro, una especie que no tiene más de diez años de vida, viene siendo empujado fundamentalmente por universidades. A la FILUC valenciana, promovida por la Universidad de Carabobo, se suma la FILU merideña, auspiciada por la ULA, y ahora también la muy novata

Feria UNICA, organizada en Maracaibo por la Universidad Cecilio Acosta. Estas tribunas, en poco tiempo, se han convertido en espacio más que apetecible para editores nacionales e internacionales, y también en centros de encuentro anual para escritores y lectores. Si las universidades han logrado consolidar estos espacios de promoción y ventas, con amplios públicos de niños, jóvenes y adultos, ¿qué les impide recuperar su rol de editores con proyectos, colecciones y catálogos que fundamentalmente abran los canales de conocimiento en ejes divulgativos? Me parece que la conseja mayor sería no publicar para el claustro universitario, o no principalmente, sino para las grandes y ávidas audiencias nacionales. Los saltos, los nuevos enfoques, deben ser fundamentalmente cualitativos. Rehuir de las trabas burocráticas, de la cortedad de miras, se vuelve propósito inaplazable. Pero, nuevamente, si se logró con las ferias, ¿qué impide que se logre con los fondos universitarios? Los cambios pasan por una realineación de los propósitos editoriales, por fundar una distribuidora única para todos los fondos, por desarrollar temáticas especializadas según las universidades más competentes en cada campo, por tercerizar muchos de los mecanismos de producción que hoy se entraban en la maraña burocrática, por diseños de colecciones ingeniosos y atractivos, por promo-

ciones modernas y adecuadas a los diferentes públicos, por trabajar las estrategias promocionales sin pruritos ni complejos, por salir al mercado como un oferente más pero con capacidad y prestigio mucho mayor que el de la mayoría de los editores. Las puertas están realmente abiertas y la oportunidad es de oro. Si la coyuntura económica de los próximos meses aumentará la carestía del libro importado y el acceso a fondos foráneos, si penalizará la circulación del conocimiento con un penoso IVA sobre los libros nacionales, al menos veamos un sentido de oportunidad en el papel que la edición universitaria puede jugar para no aislarnos del mundo y confiar en nuestros propios productos intelectuales. Las universidades están llamadas a cumplir un rol estelar en detrimento de la ceguera en políticas públicas y del sambenito que quiere ideologizar toda la oferta editorial oficial. Con consensos, justeza de miras y espíritu renovador, la universidad nacional, vista como un todo, puede ser el gran editor nacional. No es poca cosa como objetivo público, no es deleznable como proceso transformador, no es inalcanzable si se piensa en términos de reforzamiento patrimonial. Hemos entendido siempre a la institución universitaria como el signo mayor de la vanguardia social. Y nada como estos comprometedores tiempos que vivimos para probarlo.


La Iguana de Tinta 23 de abril de 2009

Cada libro de nuestro sello es otra forma de reflejarnos A nuestras propuestas tradicionales hemos dado organicidad principalmente mediante colecciones, series y sencillas propuestas gráficas Aunque el llamado de la modernidad sea inevitable, en todo arte y toda técnica la tradición es una huella que puede ser vista a través de la más reciente pátina e incluso debajo de la primera capa. Tanto los libros hechos por las diversas instancias de publicación que en distintas épocas han funcionado al amparo de la hoy denominada Dirección de Medios y Publicaciones de la Universidad de Carabobo, como los que hoy produce el Departamento de Producción Editorial, continúan la tradición del libro universitario y la firme vocación de autores, lectores, impresores, distribuidores, expendedores y, en fin, hombres y mujeres que han hecho del libro y sus procesos una parte sustancial de sus vidas. Independientemente de su factura gráfica, sus modestos materiales o su ropaje conceptual, cada libro de nuestro sello es, además de una óptica particular del autor, otra forma de reflejarnos y de saber cómo nos ven los otros, principalmente si son universitarios. Con cada propuesta editorial materializada en primeras ediciones, reediciones y reimpresiones, ratificamos nuestros invariables compromisos académicos e institucionales. Contra vientos y mareas presupuestarias, la Dirección de Medios y Publicaciones no cesa en su propósito de optimizar su proceso de producción editorial para dar respuestas a las exigencias académicas mediante una dinámica de publicaciones responsable, profesional y conceptual y formalmente equilibrada. Las obras de autores universitarios aparecen entonces bajo nuestro sello fundadas en sus fortalezas

Aportes del Fondo Editorial del Vicerrectorado de Infraestructura y Procesos Industriales de la Unellez Sobre la promoción de la lectura y la escritura en las publicaciones universitarias, se tiene un conjunto de experiencias que provienen del funcionamiento del Fondo Editorial del Vicerrectorado de Infraestructura y Procesos Industriales de la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Centro Occidentales “Ezequiel Zamora” (Unellez), en San Carlos, Cojedes. Se centra en promover producciones escritas significativas para el consumo de un amplio espectro de lectores. Su estructura experimental le permite negociar con los autores su participación, protagonismo y responsabilidad editorial. Las palabras clave en este ejercicio de promoción de la lectura y la escritura, son la diversidad, la inclusión y el compromiso con el saber. El fondo data de marzo de 2004. Está adscrito a la Coordinación de Investigación, con el apoyo del Subprograma Cultura y la Coordinación de Postgrado, siendo sus creadores los profesores Douglas Moreno, Isaías Medina López y el Dr. Juan Fernández Molina. Esa configuración no surge de trazos burocráticos, sino de la plataforma editorial de las revistas Memoralia y Agrollanía, publicaciones periódicas a las que se les atribuye el sostén ideológico e implementación de esta estructura editorial. Sus líneas de promoción de la escritura fluyen en cuatro ejes de ediciones: los textos científicos y libros-texto; las memorias de eventos científicos

Marcos González Coordinador del Departamento de Producción Editorial. Dirección de Medios y Publicaciones de la Universidad de Carabobo.

académicas; de allí el énfasis puesto en los libros que constituyen herramientas de estudio, apoyo didáctico o materiales cuyo contenido divulgativo contribuye a la formación de universitarios críticos, conocedores y conscientes de su tiempo históricocultural. En este sentido, diversificamos los formatos y soportes de las publicaciones y organizamos nuestra producción editorial en colecciones y series, con lo cual logramos la unidad que refleja una política editorial institucional con amplia pertinencia humanística, científica y tecnológica, cuyas obras son principalmente libros de texto y divulgativos, planificados y editados según el interés de estudiantes, profesores e investigadores, considerando sobre todo nuestra índole universitaria. A nuestras propuestas tradicionales hemos dado organicidad principalmente mediante colecciones básicas, según nuestras facultades ucistas y con el denominador común de Bibliotecas: Biblioteca de Ciencias de la Educación, Biblioteca de Ciencias Jurídicas y Políticas, Biblioteca de Ciencias Económicas y Sociales, Biblioteca de Ciencia y Tecnología, Biblioteca de Ciencias de la Salud, Biblioteca de Odontología y Biblioteca de Ingeniería. Diversificamos además nuestra oferta editorial con la creación de nuevas colecciones: Sangre de Imprenta (Series: Para ell@s; Versales del milenio; Doble cara; Ensayo plural; Lengua y media); Nombres propios; Ecourbanismo; Cuadernos monográficos; Sociedad y pensamiento político; Intervalos; Índice; Del libro y sus alrededores; Imagen y memoria. Hojas libres.

¿Imprimir o publicar? Al hablar hoy de publicaciones, inevitablemente entra en discusión una vez más la noción que sobre el formato libro se plantea ya desde la segunda acepción de libro según el DRAE: “Obra científica, literaria o de cualquier otra índole con extensión suficiente para formar volumen, que puede aparecer impresa o en otro soporte”. Las seis últimas palabras muestran las claves renovadas de una vieja discusión en torno al libro universitario en particular, las opciones de publicación ante los cada vez más exiguos presupuestos universitarios: ¿imprimir o publicar?, formato electrónico y libro impreso (ya no opuestos sino alternativos). Actualmente, es absolutamente imperativo, principalmente en el ámbito académico universitario superar las limitaciones que impone el libro en papel, particularmente por los altísimos costos de producción e impresión, y reconocer de una vez por todas que un libro electrónico es también una publicación y, por lo tanto, debe dársele el valor editorial y académico que como soporte alternativo, merece.

Experiencias en la promoción del texto universitario Isaías Medina López Docente-Investigador. Unellez

llano cojedeño. En su pertinencia social, hace acopio y transcribe a la escritura muestras inéditas de los centenarios cantos de décimas en los velorios de Cruz de Mayo, de santos, rogatorios y pagos de promesas. Exhibe más de cuatrocientas creaciones y fotografías de numerosos cultores populares, compiladas por estudiantes universitarios. realizados en el vicerrectorado; las obras literarias y las publicaciones periódicas. Sus estrategias de promoción y distribución comprenden el canje de publicaciones; donaciones a escuelas, bibliotecas y centros de estudios; presentación de textos dentro y fuera del campus universitario y la creación de la Librería Universitaria “Prof. Adelmaro Sierra”. Ha participado en ferias internacionales en Venezuela y Colombia. Además, el fondo es coorganizador de muestras regionales del libro cojedeño e incluye en su inventario textos de otras editoriales que acrecientan la actividad de promover el intercambio de saberes. En fechas recientes ha recibido galardones otorgados por el Centro Nacional del Libro, entre ellos el “Premio Nacional del Libro de la Región CentroOccidental”, en la categoría “Editoriales universitarias”. En 2007, también alcanzó esa prestigiosa distinción con la: Antología de la Décima Popular del Estado Cojedes, en la categoría “Libro como terreno fértil para la inclusión”. Este último compendio partió de una labor de extensión universitaria desarrollada en los campos, caseríos y pueblos del

Otro de sus logros es el registro científico de sus dos publicaciones periódicas arbitradas: Memoralia (Humanidades y Educación) y Agrollanía (Ciencia y Tecnología), las cuales gozan de certificaciones internacionales en Revencyt, Clase (UNAM) y Latindex. Dichas revistas se caracterizan por incluir textos remitidos por profesores o egresados de diversas casas de estudio. La mayor parte de los materiales editados son fruto de trabajos de investigación, de maestría y/o de doctorado, concluidos o en avance. Actualmente, este organismo concluye sus publicaciones del año en curso con dos ediciones especiales: las Memorias de las XVIII Jornadas Técnicas de Investigación y II de Postgrado (septiembre, 2009) y las Memorias de las V Jornadas Regionales de Lectura y Escritura (noviembre, 2009). A la par, se están diseñando la feria del libro, de ambos eventos, en la que se espera la participación de otras editoriales, con el deseo de hacer de la lectura de textos un espacio comunicacional permanente y futurista, diverso y pleno, comprometido con la humana sed del conocimiento.


La Iguana de Tinta 23 de abril de 2009

Elisabel Rubiano Docente-Investigadora. FACE-UC

A la luz de la llama de una vela

El Día Internacional del Libro es un rito, una celebración, un cumpleaños que bajo la sombra de la llama de la vela nos obliga a agradecer a los dioses y a la humanidad la existencia de un libro, que decidimos leer...

Cuando se está ante un libro, se está como frente a la imagen de “La llama de una vela”, de Gastón Bachelard (1975) “Ante una llama, en tanto se sueña, lo que uno percibe al mirar, no es nada en relación con lo que se imagina”. En el acto de lectura es común disertar en este caso sobre el lector quien lee con lo que él mismo es, más que con lo que “sabe”. Al leer se constituye en quien potencia los significados del texto, ya objetivado por su parte gracias a un escritor, quien deposita todos los sentidos contenidos en su cuerpo: sus sensaciones, sus emociones, sus pensamientos… en palabras con el propósito, entre otras cosas, de salvarse y salvar a los otros de la soledad. Así, lector, texto y escritor parecen constituirse en los elementos constitutivos e indispensables de La Lectura. Sin embargo, este proceso, la lectura, tan teorizado, tan destacado en cuanto a su importancia para comprender el mundo o por el contrario adentrarse más en sus misterios, para que el hombre se libere de las determinaciones de sus circunstancias, para que se transforme hacia las máximas posibilidades de sí mismo, para que ejerza plenamente su ciudadanía y derechos sociales, no depende sólo del lector, el texto y el escritor. El resultado de la lectura, en cada lector, tiempo y espacio particular, también depende del libro… la materialización del texto que pasa por un sin fin de procesos editoriales y de imprenta. Todo lo que sucede entre el texto y el libro también participa en el acto de leer, en los significados que elabora el lector y en la influencia que ejercen éstos en su vida. Por esa razón, es un acontecimiento que todo el planeta celebre el mismo día del libro, es una oportunidad para pensar acerca de todo lo que pasa antes de que podamos tener un libro en nuestras manos. Leamos para comenzar la carta que escribiera Miguel de Cervantes Saavedra (1968), cuando hiciera entrega de su obra maestra: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, Al duque de Béjar, marqués de Gibraleón, conde de Benalcázar y Bañares, vizconde de la puebla de Alcocer, señor de las Villas de Capilla, Curiel y Burguillos.

“En fe del buen acogimiento y honra que hace Vuestra Excelencia a toda suerte de libros, como príncipe tan inclinado a favorecer las buenas artes, mayormen-

te las que por su nobleza no se abaten al servicio y granjerías del vulgo, he determinado de sacar a la luz El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha al abrigo del clarísimo nombre de Vuestra Excelencia, a quien, con el acatamiento que debo a tanta grandeza, suplico le reciba agradablemente en su protección, para que a su sombra, aunque desnudo de aquel precioso ornamento de elegancia y erudición de que suelen andar las obras que se componen en las casas de los hombres que saben, ose parecer seguramente en el juicio de algunos que, no conteniéndose en los límites de su ignorancia, suelen condenar con más rigor y menos justicia los trabajos ajenos; que, poniendo los ojos la prudencia de Vuestra Excelencia en mi buen deseo, fío que no desdeñará la cortedad de tan humilde servicio. Miguel de Cervantes Saavedra”. Obsérvese aquí la humildad de tan ilustre escritor y, por otra parte, el poder que siempre desde tiempos tan remotos acompaña a quienes determinan, acogen o rechazan la publicación de una obra. Bien lo ha dicho Chartier (2001; 1999) quien ha sido un estudioso profuso de la historia y la cultura del libro, la lectura y los lectores, así como miembro de diferentes Consejos Editoriales y Ferreiro (2000; 1999) quien también ha hecho una disertación importante respecto a este tópico, desde la inclusión, equidad y democratización de las publicaciones. Ellos nos han mostrado a los que ignorábamos los juegos de poderes que se dan detrás de las cámaras de la escena editorial, y nos han hecho asombrar a los que ingenuamente estudiamos la lectura. Resulta que antes de que el hecho lector se suceda hay un sin fin de alcabalas relacionadas con la materialización de los textos, tales como la selección, edición, trascripción, diseño y diagramación, impresión, etc., que determinan qué se lee, a quién se lee y cómo se lee. La materialización del libro, físico y más recientemente digital, ha determinado las prácticas sociales de la lectura y la democratización de las mismas. Un rápido paseo histórico por la relación, que a lo largo de la historia ha existido, entre los tipos de publica-

ciones manejados por quienes pueden materializarlos y las prácticas sociales de la lectura que éstos generaron, sirve para ver la dimensión del asunto. La tinta, el papiro, la madera y la terracota, originaban lecturas destinadas a élites aristocrática o eclesiástica. El rollo tradicional, luego el códice, más tarde los primeros libros “con páginas”, dieron paso a las bibliotecas, espacios en el que no se ejercía el acceso público a la lectura sino la manifestación de las dinastías de poder, centros de acumulación al servicio de eruditos y hombres de letras. La lectura en la universidad se realizaba en libros que reproducían los copistas y que permanecían encadenados en las bibliotecas para ser leídos en estricto silencio. También se leía y escribía bajo el dictado de lecciones durante las clases. Hasta que la imprenta de Gutenberg permitió la reproducción de textos y la circulación a una velocidad vertiginosa y los escenarios cambiaron, se difunde la alfabetización y variadas prácticas de la lectura, pues ya circulaban algunos textos de consumo. Una revolución similar, en cuanto a masificación se refiere, produce la transmisión electrónica de los textos y las maneras de leer que se suceden, ya no se lee y escribe de la misma manera, los modos de reproducción de textos y la elaboración del libro, han cambiado. Desde este transitar el Día Internacional del Libro es un rito, una celebración, un cumpleaños que bajo la sombra de la llama de la vela nos obliga a agradecer a los dioses y a la humanidad la existencia de un libro, que decidimos leer, dentro de lo que cabe, pensando también en quienes hayan permitido que podamos decidir, y que se mantiene apretado en nuestras manos esperando un espacio de este vertiginoso tiempo en que vivimos para ser leído. Se renueva el sueño en la contemplación de una llama; “todo sueño ante la llama es un sueño de asombro... La llama produce una acentuación del placer de ver más allá de lo siempre visto. Nos obliga a mirar” (Bachelard, 1975:11). Hemos leído la llama, como nos podemos leer a nosotros mismos, al país, al mundo éste que de lejos o de cerca nos pertenece.


La Iguana de Tinta 23 de abril de 2009

La Feria del Libro de la UC: Una oportunidad

pedagógica singular Luisa M. Freites B.*

Lo lúdico predomina en la FILUC, de allí que el tiempo pierda el valor que pudiera tener en otras áreas de estudio. Cada año, en el mes de octubre, se celebra en la Universidad de Carabobo la fiesta de los libros. En esta fiesta concurren diversas manifestaciones del arte, del saber. Libros, escritores, artistas, soportes multimedia, coloquios, talleres, exposiciones, fotografías, personas de todas las edades concurren en un espacio en el cual quienes asisten pierden la noción del tiempo, para dedicarse a encontrarse con otros, físicamente y a través de las obras expuestas. “Leer para comprender el mundo” es el lema que acompaña a la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo que requiere de la contraparte, como dice mi hermano Pablo, de leer el mundo para comprender los libros. Ambas premisas pudieran ser un punto de partida para la reflexión y para reconocer las múltiples opciones pedagógicas que la Feria ofrece. En este sentido, se podría plantear que la Feria se convierte en el aula, de todas las existentes en la Universidad de Carabobo, con mayores oportunidades didácticas, un aula magna. Lo lúdico predomina en la Feria, de allí que el tiempo pierda el valor que pudiera tener en otras áreas de estudio. No hay apuro por salir de la “clase”, ni ésta resulta aburrida. Cada quien se ubica en el ángulo que le es más atractivo. Toma la ma-

teria que le llama la atención. La complementa con otro tema que pudiera parecer que no tiene nada que ver, pero que cobra sentido en el particular curriculum que cada persona construye y que en la Feria puede tener posibilidades de concretar. De allí, que si cada docente ucista hiciera el ejercicio de imaginar cómo trasladar la clase que habitualmente desarrolla en los espacios de formación asignados para tal cometido, probablemente, observaría múltiples opciones para llevarla a cabo en la Feria del Libro. Los docentes y los estudiantes podrían ir juntos a “clase” en la Feria del Libro y, tal vez, descubrirían y se descubrirían, a través de una relación privilegiada con los libros, en un gran salón para aprender y disfrutar. Pudiera ser que surjan conexiones entre temas, materias, personajes, textos, contextos, que no se producen en la cotidianidad de los salones de clases, en los laboratorios, talleres, en los cuales se trabaja el día a día. En tal relación podrían ubicarse pistas pedagógicas para incorporarlas al quehacer habitual, enriqueciéndolo. Si es preciso leer para comprender el mundo y leer el mundo para comprender los libros, valdría la pena “arriesgar” una clase en la Feria del Libro. Pudiera considerarse la oportunidad de encontrar los más variados recursos pedagógicos que ningún docente, por cuenta propia, lograría. Si este intento fuera vano no sería la primera ocasión en la cual el acto pedagógico resulta fallido. La semana siguiente estaría la rutina a la espera. *Centro de Apoyo Comunidad-Universidad (CEA-UC) Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias de la Salud

Maritza Torres Cedeño Docente-Investigadora

¿Cómo formar un niño promotor de lectura? De la familia parten a la escuela esos lectores ya comprometidos, audaces y una vez allí, deberán ser recibidos por un maestro que disfrute la lectura tanto como él. Leer es un acto complejo que requiere del acompañamiento y estímulo de otro que ya esté ganado para hacerlo. Invitar a la lectura de un libro no es importante porque divierta, aporte información o porque nos permita conocer a un determinado autor y su época, sino por algo mucho más significativo: porque gracias a cada una de esas palabras podemos oír la voz del otro, inventar grandes sucesos, expresar nuestros sentimientos, en fin, estar vivos. Todo acto voluntario o no viene acompañado de palabras, las imágenes solas no son suficientes. Por ello, la promoción de la lectura es una actividad que se incorpora cada día más al contexto académico, de manera consciente, como una alternativa para que todos los involucrados en el proceso pedagógico puedan educar o reeducar sus representaciones sociales acerca de la cultura escrita. Ahora bien, ¿cómo formar un niño promotor de lectura? “No existe una fórmula mágica. No hay ningún secreto lo que hay es un ambiente, una ecología cultural en la cual tienden a crecer lectores saludables” (Chambers, 1996: 15). Si nos detenemos a considerar los elementos escondidos en tan hermosa metáfora, ese ambiente, esa ecología la conforman la familia y la escuela. La primera, le proporciona al niño su encuentro inicial con el libro. De la voz de sus mayores, conocerá nanas, plegarias, añejas historias que hablan de mundos extraordinarios, de seres míticos que, luego, hará suyos, y a través de los años recordará con nostalgia.

De la familia parten a la escuela esos lectores ya comprometidos, audaces y una vez allí, deberán ser recibidos por un maestro que disfrute la lectura tanto como él. Será éste quien enriquezca esa labor iniciada en el hogar. Asumirá la tarea de acompañarlo en su formación como lector y continuará propiciando su acercamiento al libro, facilitándole diversos textos que puedan comprender y disfrutar. Y, para hacer más ameno ese camino incorporará en al aula actividades de promoción de lectura, para que el niño no lector o poco lector descubra las bondades del libro y se haga presente en su cotidianidad el entusiasmo por leer. En tal sentido, la escuela deberá plantearse cómo abordar la lectura en ese contexto. A ella le corresponde potenciar los aspectos que fueron ignorados en la escuela tradicional: el propósito de la lectura y la postura del lector frente a lo que lee, porque leer es una transacción entre el lector-texto-autor y no una actividad en solitario, descontextualizada, sin sentido. Por ello, el docente no puede olvidar que será un nuevo modelo de lector para el niño y, por ende, tiene la misión de convertir ese espacio común en un lugar en el que ese lector iniciado en la familia continúe explorando el mundo inconmensurable de la palabra impresa. El aula, en consecuencia, será terreno fértil para el debate de las ideas, el consenso, la fantasía y la consolidación de una sociedad lectora. El maestro-promotor tiene que mostrarse como un lector convencido y no como un hacedor de actividades conexas con la lectura en las cuales su función social se desvanece. En este reconocimiento está la clave para formar lectores autónomos y competentes porque cuando los niños, observan a sus maestros leer, reflexionar y compartir sus experiencias lectoras reciben el claro

mensaje de que acercarse a un buen libro permite conocer y vivenciar un conjunto disímil de códigos éticos, morales y socio-culturales que los hermana con esas voces polifónicas que emergen de cada página. Si bien es cierto, que no existe una pócima mágica para formar un niño promotor de lectura, también lo es que los padres y los maestros tienen la misión de modelar el gusto por ella; resaltar la calidad del texto que se desea promover, sensibilizarlo para que consolide una conciencia lectora y una vez ganado para leer por decisión propia tenga presente que cuando lee y promueve lectura está promoviendo vida, valores, conocimientos y el ejercicio absoluto de la libertad.


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La Iguana de Tinta 23 de abril de 2009

Universidad de Carabobo Rectora Jessy Divo de Romero Vicerrector Académico Ulises Rojas Vicerrector Administrativo José Ángel Ferreira Secretario Pablo Aure

Editor Dirección de Medios y Publicaciones Coordinadión Editorial Ana Verónica Gómez Diseño Gráfico Andrea Hernández Párraga Edición Gráfica y Fotografía Orlando Baquero

Leer el País: Diversidad y Diálogo

Comisión Permanente Presidenta: Rosa María Tovar Ana Mercedes Tortolero Hernán Prado Javier Castrillo Mercedes Álvarez

José Sotillo José Félix Sánchez Elisabel Rubiano Elsy Medina

Orlando Baquero

FILUC 2009: El libro de todos Evolución Permanente Crisis es la palabra de moda. En el ámbito de la publicidad se presenta como un manto de sombra portador de derrumbes, impotencias y frustraciones. Lo sospechoso es la enorme omisión que se hace. La difundida crisis, que es real, nos afecta y a la vez, en nuestras particularidades nacionales, se sobredimensiona, responde a la dinámica de cierto fundamentalismo económico, denunciado hasta la agonía. Bastante hemos reflexionado al respecto, dado que a sus desafíos se suman los nuestros como nación, a los cuales hemos podido afrontar en un ejercicio de ciudadanía y madurez política nutricio. Hemos alcanzado una habilidad y sabiduría para “leer” la realidad y actuar en consecuencia destacable en términos de nuestra historia. Aprendimos que un Estado, una Nación, no se construye de lo macro a lo micro sino de modo contrario y que la herramienta más efectiva para liberar y unir es la solidaridad, como acompañamiento, como intercambio. Dicha concepción pudiera sonar genérica, vaga, para algunos que se dejan llevar por discursos en ese tono, pero quien hace vida en una universidad, sabe que no. La Universidad, en ocasiones expresada como un país chiquito, tiene el enorme privilegio de estar a una distancia inusitada del corazón del país que reproduce. Cuando nos referimos a Universidad, lo hacemos en colectivo, como se expresan las utopías y las familias. Un docente desde el aula, un empleado desde su dependencia, un obrero desde su tarea, puede y tiene tanto que aportar y decir sobre el universo humano que se expande a partir de la Academia como el más erudito. Lo hemos observado, analizado, hurgado, medido, seguido. Por ello, para hablar de la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo sentimos como una obligación contextualizar y puntualizar detalles sustantivos. Hemos aceptado y apoyado, algunas veces, mensajes sobre una supuesta fragmentación nacional. Ojo, reconocemos las características del momento histórico que vivimos y no nos abstraemos del mismo, pero lo concebimos más en términos culturales que nos permite comprender las particularidades de nuestro ser nacional, que en aquellos discursos residuales portadores de miedos.

Rigurosa Emoción ¿Y cómo llegamos a tal definición? Pues, de estudiar a fondo los alcances, impactos e implicaciones de la Feria Internacional del Libro, de largas y agotadoras jornadas de trabajo obtuvimos una evidencia que para nosotros se transformó en categoría política: la felicidad. Nos ha llamado la atención el ánimo festivo de quienes asisten a la FILUC durante cada edición, sea por primera vez o nuevamente. La ciudad de Valencia y sus comunidades hermanas se convocan en este espacio y por una breve, pero significativa semana, sus vecinos atendemos al llamado de los libros y al placer de la palabra impresa en sus entrañas. Porque la palabra es lo que ha sido desde mucho antes de aparecer la lingüística con sus necesarios acuerdos: el sonido audible o mudo, el grafismo en piedra, madera, offset o pantalla líquida, que desprende el mundo desde cada uno de sus elementos, desde cada cosa que se plantó como medida humana y que debimos nombrar para crearnos. No creemos en el divorcio entre ciencias y humanidades, no nos marea la evasión de los hombres hacia las máquinas, miramos de reojo la concepción sistémica de la sociedad, los benditos engranajes que ya develó Chaplin. Una ecuación no contradice un verso. Los números también son palabras, como las notas musicales y representan “idiomas” a ser aprendidos, como si debiéramos aprender inglés o pemón. Lo mismo que el abecedario, la secuencia decimal nos sirve para nombrar, para crear y hasta soñar. Allí nuestro compromiso como feria del libro, organizada y financiada por una universidad pública en medio de grandes retos, allí nuestra confianza.

Norte Real En los orígenes de nuestra feria, cuando acariciábamos el anhelo de darle proyección internacional desde una programación académica, cultural y didáctica sólida y sobre una estructura administrativa eficiente, algunos de buena manera dudaban que llegásemos a completar la asistencia de editoriales, distribuidoras y libreros a FILUC. Eran días aciagos para el libro en nuestro país, una profunda recesión afectaba

al sector. Hoy nos sentimos agraciados, por haber contribuido al resurgir de la edición y la lectura en Venezuela. Hemos sido testigos y actores, comprenderlo nos motiva a fomentar y propiciar un diálogo al respecto. Es evidente. Se ha publicado más, se lee más. Reconocemos y acompañamos al Estado en su política editorial, agradecemos al sector privado el haber entendido el momento y a tantas otras instituciones independientes e individualidades que promueven el libro y la lectura y aportan sus experiencias. Un libro nunca sobra ni molesta, un libro se afronta y se comprende. FILUC 2009 se orienta hacia ese encuentro. En nuestra décima edición trabajamos por propiciar una gran conversación sobre el libro y desde él: su lectura, su escritura y, muy especialmente, sobre el universo que sus páginas iluminan y del que mucho tienen que hablarnos los jóvenes, a quienes convocamos a nuestra feria desde el 31 de octubre hasta el 8 de noviembre. Tomando como referencia la enseñanza que nos han dado nuestros visitantes, trabajamos en servir de oportunidad para todos. “Cada cabeza es un mundo”, reza el refrán popular. Todo mundo implica un paisaje y esa diversidad que nos rodea cabe en un libro en espera de ser leído o en otro a espera de ser escrito. Como no vivimos aislados y todas nuestras acciones tienen consecuencia, soñamos con grandes páginas escritas que testimonien nuestra presencia en la vida, páginas como alas o cobijo. En fin, un libro de todos en el que podamos leernos como país; diverso como sus protagonistas, dialogante como su esencia.


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