Cuadernillo Federico Mayor Zaragoza

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INDICE 1. PRESENTACIÓN. Diálogos de Ciudadanía 2. CURRICULUM. Federico Mayor Zaragoza 3. ARTÍCULOS. Federico Mayor Zaragoza - ¡Basta! - ¿Más de lo mismo? ¡No! Alerta: hay que evitar la “segunda ola” - Cultura de Paz. Ha llegado el momento - De la fuerza a la palabra - De súbditos a ciudadanos, la gran transición - Delito de silencio - El tiempo de la resignación y el silencio ha concluido - Diario “Público”. Declaración Universal de los Derechos Humanos. Miedo, Rebelión, Libertad - Poder Ciudadano

4. POEMAS. Federico Mayor Zaragoza - Las Palabras - Alcemos nuestra voz - La voz - Ha llegado



1.-PRESENTACIÓN La Asociación de Universidades Populares de Extremadura y la Fundación Ciudadanía a través del Proyecto Red Local Solidaria de la Agencia Extremeña de Cooperación Internacional para el Desarrollo se complacen en presentarles: DIÁLOGO DE CIUDADANÍA TENDENCIAS INTERNACIONALES Y CULTURA DE PAZ FEDERICO MAYOR ZARAGOZA PRESIDENTE FUNDACION CULTURA DE PAZ “Diálogos de Ciudadanía”, se enmarcan en la Red Local Solidaria, programa que persigue mantener despierta la preocupación social ante las causas de las grandes desigualdades en el

desarrollo de los pueblos, y sus efectos: el

sufrimiento de las personas. Tener espacios para la reflexión es esencial en cualquier proceso, por lo que es este un espacio donde analizar, y después actuar. Durante el año nos reuniremos para ver los problemas desde diferentes enfoques: económico, social, comunicativo-tecnológico, sociológico, educativo o cultural. “Diálogos de Ciudadanía” pretenden que en cada encuentro se den cita personas con responsabilidad en la toma de posición de instituciones, organizaciones, empresas o grupos de acción, en torno a un ponente invitado para cada diálogo. Esperamos que las reflexiones que se produzcan puedan ser posteriormente difundidas y ayuden en el avance hacia un mundo mejor, porque seguimos empeñados en cambiarlo.


2. CURRICULUM Federico Mayor Zaragoza nació en Barcelona, en 1934. Doctor en Farmacia por la Universidad Complutense de Madrid (1958), en 1963 fue Catedrático de Bioquímica de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Granada y en 1968 llegó a ser Rector de esta institución, cargo que desempeñó hasta 1972. Al año siguiente fue nombrado catedrático de su especialidad en la Universidad Autónoma de Madrid. En estos años puso en marcha el Plan Nacional de Prevención de la Subnormalidad, para evitar, mediante diagnóstico precoz, enfermedades que cursan con grave deterioro mental. Cofundador en 1974 del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, de la Universidad Autónoma de Madrid y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Entre otras responsabilidades políticas, el Profesor Mayor ha desempeñado los cargos de Subsecretario de Educación y Ciencia del Gobierno español (1974-75), Diputado al Parlamento Español (1977-78), Consejero del Presidente del Gobierno (1977-78), Ministro de Educación y Ciencia (1981-82) y Diputado al Parlamento Europeo (1987). En 1978 pasó a ocupar el cargo de Director General Adjunto de la UNESCO y, en 1987, fue elegido Director General de dicha Organización, siendo reelegido en 1993 para un segundo mandato. En 1999, decide no presentarse a un tercer mandato y, a su regreso a España, crea la Fundación para una Cultura de Paz, de la que es Presidente. A lo largo de los doce años que estuvo al frente de la UNESCO (1987-1999) el Profesor Mayor Zaragoza dio un nuevo impulso a la misión de la Organización -"construir los baluartes de la paz en la mente de los hombres"-, al convertirla en una institución al servicio de la paz, la tolerancia, los derechos humanos y la


convivencia pacífica, mediante actividades en sus ámbitos de competencia y siempre fiel a su cometido original. Siguiendo las orientaciones del Profesor Mayor, la UNESCO creó el Programa Cultura de Paz, cuyo trabajo se organizó en cuatro vertientes principales: la educación para la paz, los derechos humanos y la democracia; la lucha contra la exclusión y la pobreza; la defensa del pluralismo cultural y diálogo intercultural; y la prevención de conflictos y consolidación de la paz. En el marco de esta estrategia, se celebraron numerosas reuniones y conferencias internacionales sobre educación para la no violencia, erradicación de la discriminación y fomento del pluralismo y la cooperación internacional. Resultado de todas estas reuniones fue el importante número de Declaraciones -una treintena- en las que se expresa la voluntad de fomentar la educación, la ciencia, la cultura, la investigación o la docencia, así como la justicia y la "solidaridad intelectual y moral", a las que se refiere la Constitución de la UNESCO. El 13 de septiembre de 1999, la Asamblea General de la ONU aprobó la Declaración y Plan de Acción sobre una Cultura de Paz, que constituye, desde le punto de vista conceptual y práctico, la máxima aspiración del Prof. Mayor Zaragoza. Con la Fundación para una Cultura de Paz, constituida en Madrid en marzo de 2000, el Profesor Mayor continúa la labor emprendida como Director General de la UNESCO de impulsar el tránsito de una cultura desde la violencia e imposición a una cultura de paz y tolerancia. Celebra cursos sobre Cultura de Paz -contenidos educativos, orígenes de los conflictos, democracia, derechos humanos- y reuniones y "talleres". En diciembre de 2000 organizó un Encuentro Internacional, al que asistieron grandes personalidades que han destacado en la lucha por la justicia, la libertad y la paz. Al término de dicho encuentro, se aprobó por unanimidad la Declaración de Madrid y se publicó, con las intervenciones habidas, el libro "El Contrato Global".


En el mes de diciembre de 2002, la Presidencia Danesa de la Unión Europea le encomendó la Presidencia del ERCEG (European Research Council Expert Group) para la "economía basada en el conocimiento" cuyo liderazgo debería Europa alcanzar en el año 2010. En 2005 fue designado Co-Presidente del Grupo de Alto Nivel para la Alianza de Civilizaciones, por el el Secretario General de las Naciones Unidas. El Informe del Grupo de Alto Nivel se presentó en Estambul en noviembre de 2006. Presidente de “Initiative for Science in Europe” (ISE) en enero de 2007. En junio de 2008 ha sido nombrado Presidente del Consejo Directivo de la Agencia de Noticias Inter Press Service (IPS). Entre otras actividades de cooperación nacional e internacional, destaca la creación, en la Universidad Politécnica de Cataluña, del Foro Mundial de la Sociedad Civil, "UBUNTU", una Red de Redes para aunar comunicados, posicionamientos y propuestas, que desde 2001 concentra buena parte de su dedicación a la Reforma de las Instituciones Internacionales. Además de sus numerosas publicaciones científicas, el Profesor Federico Mayor ha publicado cuatro poemarios, A contraviento (1985), Aguafuertes (1991), El fuego y la esperanza (1996), Terral (1997), Voz de vida, voz debida (2007), Alzaré mi voz (2007), En pie de paz (2008) y varios libros de ensayos: Un mundo nuevo (en inglés The World Ahead: Our Future in the Making) (1999), Los nudos gordianos (1999), Mañana siempre es tarde (1987), La nueva página (1994), Memoria del futuro (1994), La paix demain? (1995), Science and Power (1995); UNESCO: un idéal en action (1996); "La palabra y la espada" (2002); La fuerza de la palabra (2005) y Un diálogo ibérico: en el marco europeo y mundial (2006); Enfermedades metabólicas (2006) (ed.), Tiempo de acción (2008)…


3. ARTÍCULOS

- ¡Basta! - ¿Más de lo mismo? ¡No! Alerta: hay que evitar la “segunda ola” - Cultura de Paz. Ha llegado el momento - De la fuerza a la palabra - De súbditos a ciudadanos, la gran transición - Delito de silencio - El tiempo de la resignación y el silencio ha concluido - Diario “Público”. Declaración Universal de los Derechos Humanos. Miedo, Rebelión, Libertad - Poder Ciudadano


¡Basta! Ha llegado el momento de plantarse, de decir con serenidad y firmeza que la humanidad no puede seguir padeciendo los inacabables estertores de un sistema que ha desembocado en la gravísima y múltiple crisis actual (social, financiera, alimentaria, medioambiental, política, democrática, ética...). Ha llegado el momento de la movilización ciudadana frente al "gran dominio" (económico, energético, militar, mediático), de tal modo que se inicie sin demora la gran transición desde una economía de especulación y guerra (4.000 millones de dólares al día en armas y gastos militares al tiempo -no me cansaré en insistir en ello- que mueren de hambre más de 70.000 personas), a una economía de desarrollo global sostenible, que reduzca rápidamente los enormes desgarros y asimetrías sociales y el deterioro progresivo (que puede alcanzar límites irreversibles) del entorno ecológico. Ha llegado el momento de impedir y sancionar el acoso que el "mercado", a través de conspicuas agencias de "calificación", ejerce sobre los políticos, "rescatadores" empobrecidos que deben aplicarse, a riesgo de hundimiento financiero, a recortar sus presupuestos. Los que preconizaban "menos Estado y más mercado", asegurando que se autorregularía y que se eliminarían los paraísos fiscales, deben rectificar públicamente y corregir los graves desperfectos ocasionados. Ha llegado el momento de sustituir los grupos "plutocráticos" que iniciaron el Presidente Reagan y la Primer Ministro Tatcher, que han demostrado su total inoperancia, por unas Naciones Unidas fuertes dotadas de los recursos personales, técnicos y financieros que le permitan cumplir su alta misión (de seguridad internacional; de garante de los principios democráticos; de la libertad de expresión y de acceso a una información veraz; de acción


coordinada para reducir el impacto de catástrofes naturales o provocadas; de atención medioambiental; de pautas de desarrollo social y económico oportunamente aplicadas). Ha llegado el momento de pasar de súbditos a ciudadanos plenos; de silenciosos a participativos; de espectadores a actores... ahora que las posibilidades de participación no presencial que ofrecen las modernas tecnologías de la comunicación lo permiten. Ha llegado el momento, sobre todo, a través del ciberespacio de desentumecer nuestros cuerpos amilanados; de despertar en un nuevo día en que las riendas de nuestro destino común ya no estén en las mismas seculares manos. La comunidad académica, científica, artística, intelectual en suma, debe liderar este proceso que permitirá en menos de diez años llevar a cabo el "nuevo comienzo" que la Carta de la Tierra preconiza. Ha llegado el momento de plantarse, de alzarse -como nos pidió José Ángel Valente en su verso-, de no cejar. Ha llegado el momento. Federico Mayor Zaragoza 21 de diciembre de 2010


¿Más de lo mismo? ¡No! Alerta: hay que evitar la “segunda ola” Si se acepta que los financieros se conviertan de nuevo en los amos del mundo, la economía especulativa virtual volverá a hacer estragos. Y llegará la segunda ola más pronto de lo que pensamos. Los paraísos fiscales siguen repletos, inaccesibles, intocables. Les han “rescatado”... sin asegurarse que su “codicia e irresponsabilidad”, en palabras del Presidente Obama, ya no volverán a crear problemas porque los sistemas de vigilancia y regulación lo impedirían. Pero la economía virtual es de tal magnitud y el poder financiero tan fuera de escala, que si no se toman drásticas medidas puede verse gravemente afectado el destino común de la humanidad. Corremos el riesgo de tener más de lo mismo: las mismas fuentes energéticas, los mismos transportes para los mismos consumidores, los mismos productos y bienes para los que habitan en el barrio próspero de la “aldea global”. Parecen no darse cuenta de que se trata de un cambio sistémico y no de ciertas “reparaciones” en el capitalismo que ha desembocado en la gravísima situación actual. Es ridículo que estemos discutiendo días y días para que, por fin, como un gran éxito, la Unión Europea aporte para hacer frente al cambio climático la misma cantidad que se invierte en armas en sólo tres días actualmente. Los Estados Unidos de Norteamérica, en el año 2007, invirtieron más de 800 mil millones de dólares en gastos militares. Luego igual cantidad para el “rescate” de los bancos de economía especulativa... ¿Y cuánto pueden ahora


contribuir para sanar las heridas de la Madre Tierra y dejar a las generaciones venideras un mundo habitable? Es apremiante, pues, que los Estados impongan la supresión de los paraísos fiscales; que, al menos parcialmente, se reduzca la economía especulativa y se amplíe la producción y el consumo en amplios sectores de la población mediante un plan global de desarrollo sostenible, con fuertes inversiones en energías renovables, en producción de alimentos y agua, en salud, en transporte eléctrico, en la protección del medio ambiente, en viviendas ecológicas... Al desarme nuclear, tan bien liderado por el Presidente Obama, deberá unirse la rápida reducción de los arsenales militares (por cierto, se trata de armamento propio de guerras convencionales pretéritas, inadecuado totalmente para las confrontaciones presentes) que hoy, por la extraordinaria magnitud de los gastos que conllevan, representan –no me cansaré de repetirlo- más de 3 mil millones de dólares al día mientras mueren de hambre más de 60 mil personas. Tenemos el conocimiento, la tecnología y los medios para hacer frente a los grandes desafíos. Pero necesitamos un marco ético jurídico a escala supranacional que tenga la autoridad y los recursos para poner orden en tantos desmanes actuales (tráficos de toda índole -¡personas incluidas!-, depredación del medio ambiente...). Unas Naciones Unidas reforzadas deben incluir plenamente a la Organización Mundial del Comercio, al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional, y sustituir a los “globalizadores” de los G-7, G8, G-20... que tantos perjuicios han causado. Exijamos el cambio. Y estemos alerta porque la segunda ola, si les dejamos hacer, podría irrumpir de nuevo en nuestras vidas, aumentando todavía los actuales desgarros sociales.


El momento de la gran movilización virtual y real ha llegado. Es intolerable que un grupo de plutócratas atenten gravemente contra el destino de la humanidad en su conjunto. El momento de la revuelta de la sociedad civil no puede demorarse. Debemos fijar una fecha no lejana para que sean millones los ciudadanos que, a través de los medios informáticos de comunicación, a través de manifestaciones y actos de la más diversa índole, levanten la voz, pacífica pero firmemente. Se cumpliría así el inicio de la Carta de las Naciones Unidas: “Nosotros, los pueblos...”. Federico Mayor Zaragoza 8 de enero de 2010


Cultura de paz. Ha llegado el momento Ha llegado el momento. La cultura de guerra, la economía de guerra, el dominio hegemónico de los globalizadores ha fracasado estrepitosamente, a qué precio de sufrimientos, hambre, pobreza extrema, desgarros sociales... Es preciso un nuevo comienzo, coincidiendo con el nuevo siglo y milenio. Desde siempre han predominado la fuerza y la imposición, la violencia y la confrontación bélica, hasta el punto de que la historia parece reducirse a una sucesión inacabable de batallas y conflictos en los que la paz es un pausa, el intermedio. Y así un siglo y otro siglo, con fugaces intentos de emancipación. Educada para el ejercicio de la fuerza, acostumbrada a acatar la ley del más poderoso, más entrenada en el uso del músculo que de la mente, la humanidad se ha visto arrastrada a las más sangrientas confrontaciones. En lugar de fraternidad, enemistad. El prójimo, próximo o distante, no ha aparecido como hermano con quien compartimos un destino común, sino como el adversario, como el enemigo al que debemos aniquilar. Y así, una cadena interminable de enfrentamientos, de ataques y represalias, de vencedores y vencidos, de rencores y animadversión, de violencia física y espiritual, jalonan nuestro pasado. Hay, por fortuna, una historia paralela invisible, cuyos eslabones han sido forjados día a día por el desprendimiento, la generosidad, la creatividad que son distintivas de la especie humana. Es una densa urdimbre, incomparable, e intransitoria, porque está hecha con el esfuerzo de muchas vidas, tenazmente dedicadas a construir, como quehacer cotidiano principal, los baluartes de la paz. "No hay caminos para la paz; la paz es el camino", nos recordó el Mahatma Ghandi. Un camino guiado por principios y valores. Por la justicia en primer


lugar. La paz es, a la vez, condición y resultado, semilla y fruto. Es necesario identificar las causas de los conflictos para poder prevenirlos. Evitar es la mayor victoria. La Unesco, organización del Sistema de las Naciones Unidas a la que se encomienda explícitamente la tarea de construir la paz mediante la educación, la ciencia, la cultura y la comunicación, recuerda en el preámbulo de su Constitución que son los "principios democráticos" de la justicia, libertad, igualdad y solidaridad los que deben iluminar esta gran transición desde una cultura de violencia y guerra a una cultura de diálogo y conciliación. Fue desde la Unesco donde se inició el gran programa, en la década de los noventa Hacia una cultura de paz. La Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz, aprobada en el mes de septiembre de 1999, establece que la cultura de paz es un conjunto de valores, actitudes y comportamientos que reflejan el respeto a la vida, al ser humano y a su dignidad. En el Plan de Acción se contienen las medidas de índole educativa, de género, de desarrollo, de libertad de expresión... que deben ponerse en práctica para la gran transición de la fuerza a la palabra: fomentar la educación para la paz, los derechos humanos y la democracia, la tolerancia y la comprensión mutua nacional e internacional; luchar contra toda forma de discriminación; promover los principios y las prácticas democráticas en todos los ámbitos de la sociedad, combatir la pobreza y lograr un desarrollo endógeno y sostenible que beneficie a todos y que proporcione a cada persona un marco de vida digno; y movilizar a la sociedad con el fin de forjar en los jóvenes el deseo ferviente de buscar nuevas formas de convivencia basadas en la conciliación, la generosidad y la tolerancia, así como el rechazo a toda forma de opresión y violencia, la justa distribución de la riqueza, el libre flujo informativo y los conocimientos compartidos.


En el Manifiesto 2000 -Año Internacional para una Cultura de Paz- suscrito por más de 110 millones de personas de todo el mundo, se establece "el compromiso, en mi vida cotidiana, en mi familia, en mi trabajo, en mi comunidad, en mi país, en mi región a: respetar todas las vidas; rechazar la violencia; liberar mi generosidad; escuchar para comprenderse; preservar el planeta; y reinventar la solidaridad". De esto se trata, de involucrarnos, de implicarnos personalmente en este proceso que puede conducir, en pocos años, a esclarecer los horizontes hoy tan sombríos y permitir la convivencia pacífica de todos los habitantes de la tierra. Son ya muchos los países, regiones, municipios que han incorporado la cultura de paz a sus Constituciones o Estatutos. Es muy importante que esta inclusión se vaya generalizando, pero es más importante todavía la conciencia popular de que ha llegado el momento de no aceptar más la imposición y la obediencia ciega al poder, porque los ciudadanos están dejando de ser súbditos, están dejando de ser espectadores para ser actores, están abandonando el silencio y el miedo para dejar de ser vasallos y convertirse en agentes de paz. Hoy, la participación no presencial -a través de la telefonía móvil por el SMS, o por internet...- permite ya un cambio radical en lo que constituye el fundamento de toda democracia, la consulta popular. En estos diez años se han llevado a cabo muchas cosas. Pero la inercia de los intereses creados, la resistencia de los más prósperos a compartir mejor, se oponen al advenimiento de la cultura de la paz, de la palabra, de la alianza, de la comprensión. Pero pronto cederán. Ha llegado el momento. Federico Mayor Zaragoza 26 de octubre de 2009


De la fuerza a la palabra De súbditos a ciudadanos. De espectadores a actores que participan y se comprometen con su comportamiento cotidiano a la gran transición desde una cultura secular de imposición, violencia y guerra a una cultura de diálogo, conciliación, alianza y paz. Estos son los elementos fundamentales para hacer posible el cambio radical que es exigible: conocimiento de la realidad a escala global, lo que permite comparar –una de las principales bases éticas- para apreciar lo que tenemos y conocer nuestras carencias y las de los demás; progresivo porcentaje de mujeres en la toma de decisiones (no llega al 7% en la sociedad actual, todavía con un gran predominio de poder masculino); y capacidad de participación no presencial, por primera vez en la historia, gracias a las modernas tecnologías de la comunicación (SMS, Internet). Ya no hay excusas para permanecer callados. El tiempo del silencio ha concluido. El poder ciudadano, bien utilizado, podrá ahora expresarse sin cortapisas y no admitir pasivamente lo inadmisible. De la fuerza a la palabra. De la insoportable levedad

–parafraseando a

Kundera- de muchas

democracias actuales a democracias con amplia y constante implicación ciudadana. De la plutocracia representada por los G7, G8, G20... al multilateralismo eficiente, con el Sistema de las Naciones Unidas refundadas a escala mundial. Los diagnósticos ya están hechos en la mayor parte de los casos. Ahora es tiempo de acción.


Es tiempo de resituar la justicia social y los Derechos Humanos en el centro de las políticas económicas del que fueron erróneamente desplazados por las leyes del mercado, con el lamentable resultado que las crisis actuales – financiera, medioambiental, alimenticia, democrática, ética- reflejan. Es tiempo de transitar urgentemente desde una economía de guerra (3.000.000 de dólares al día, mientras mueren 60.000 personas de hambre) a una economía de desarrollo sostenible global (energías renovables, alimentos, agua, salud, vivienda). Es, en suma, el momento, que no debemos desaprovechar, de un nuevo comienzo. Federico Mayor Zaragoza 29 de junio de 2009


De súbditos a ciudadanos, la gran transición “Escribo sobre un naufragio /... sobre lo que hemos destruido / ante todo en nosotros... . Pero escribo también desde la vida... / de un tiempo venidero”. José Ángel Valente en “Sobre el tiempo presente”. La solución a los gravísimos desafíos que enfrentamos es más democracia, mejor democracia. Y ello exige participación activa y conocimiento profundo de la realidad, que se dan especialmente en los ”educados”, es decir, los que actúan en virtud de sus propias reflexiones y nunca al dictado de nadie. Educación –no me canso de repetir esta inmejorable definición de don Francisco Giner de los Ríos- es “dirigir con sentido la propia vida”. Tener las alas sin lastres, adherencias, adicciones, para volar a contraviento, para plantar cada día, aún en tiempo desapacible, semillas de futuro, para avizorar, vigías del mañana, el porvenir, para procurarlo menos sombrío. El artículo primero de la Constitución de la UNESCO establece que el resultado del proceso educativo deben ser personas “libres y responsables”. Educación para todos a lo largo de toda la vida. Para todos, no para unos cuantos. Y todos es muy peligroso, porque los educados no permanecerán impasibles, resignados, sometidos. No serán espectadores sino actores. No receptores adormecidos, distraídos, atemorizados, sino emisores. No permanecerán silenciosos ni silenciados. Expresarán, con firmeza y perseverancia pero pacíficamente, sus puntos de vista. Con ciudadanos educados ya no habrá dogmatismo, extremismo, fanatismo, ya nada será “indiscutible” ni se obedecerá de forma inexorable. La educación vence la apatía, induce a la acción.


Sí, la educación es la solución. No hay democracia genuina si no se participa, si los gobernantes y parlamentarios no son, de verdad, la “voz del pueblo”. Educación, pues, para la ciudadanía mundial, teniendo siempre presente el artículo 21/3 de la Declaración Universal: “La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público”. Hoy se premia a quien mayor esplendor mediático aporta; se promueve a deportistas, escuderías, etc. con desmesuradas cantidades y deificantes actos de presentación por el más desmesurado todavía retorno audiovisual; se patrocinan

acontecimientos

según

aconsejan

los

cálculos

de

las

compensaciones previsibles..., y los ciudadanos, sin tiempo para pensar y promover sus verdaderas opciones, siguen como espectadores indulgentes los espectáculos que se les presentan. Tan acomodados llegan a sentirse como espectadores y receptores, tan obcecados, que pueden conocer sin inmutarse noticias sobre corrupción, sobre asimetrías intolerables, sobre hambre o niños-soldado. Para movilizarse, para implicarse, para involucrarse es imprescindible tener tiempo para reflexionar. Cada ser humano único, capaz de crear, capacidad distintiva de la especie humana. Capaz de participar, rehusando las ridículas “obligaciones de la pertenencia”, que hacen que muchos apoyen “porque sí” a determinados líderes o ideologías que, bien pensado, no tienen nada que ver con sus preferencias. En el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos se dice que su ejercicio liberará a la humanidad del “miedo y de la miseria”. La historia de la humanidad va unida al temor: temor al poder, temor a los dioses, en lugar de amor. Es preciso vencer al miedo con la palabra.


Es esencial “escuchar” el mundo. Observarlo, que es mucho más que verlo y que mirarlo. Tener esta visión planetaria, esta consciencia del conjunto de la humanidad que es lo que nos permitirá reaccionar sin esperar a tsunamis que nos emocionen, que nos pongan en marcha. Junto a la grave degradación medioambiental, la marginación de valores no sólo ha conducido a la deshumanización sino a una competición en la que todo vale, sin límites, que busca afanosamente, sea cual sea el precio social y las condiciones laborales, la producción menos costosa. China, “la fábrica del mundo”, ha resultado ser, de este modo, el país comunista-capitalista que todos cortejan. Pero 1300 millones de habitantes son muchos millones para imaginar indefinidamente la sumisión. Mejor prevenir... . Los plutócratas (G-6, G-7, G-8,... G-20) han pretendido –y algunos todavía insisten- convertir el mundo en un gran zoco donde todo, empezando por la gente, forma parte de transacciones mercantiles. Los principales responsables de las crisis presentes (social, económica, medioambiental, alimenticia, democrática, ética) pretenderán tomar de nuevo el volante... si es que realmente se ha logrado que lo suelten. Controlan las finanzas, ocupan altas posiciones públicas y manipulan los medios de comunicación. Pero es posible –ojalá consigamos que sea pronto probable- que, como sucede ya en algunos países, la movilización ciudadana, la resistencia por fin manifiesta, lo impidan. Los poderosos, que han ahuyentado desde siempre a los ciudadanos que, con mayor atrevimiento, ocupaban el estrado, no contaban con la “revolución virtual”. La capacidad de participación no presencial (por telefonía móvil. SMS, Internet...) modificará los actuales procedimientos de consulta y elecciones. En síntesis, la democracia. La decepción ciudadana al ver la incapacidad de los Estados para llevar a la práctica unos Objetivos del Milenio ya muy menguados y, más recientemente,


hacer frente a las responsabilidades globales que supone el cambio climático, ha ido acompañada de la perplejidad e indignación que ha producido el “rescate” de las corporaciones financieras, responsables en buena medida de la grave situación que encaramos. ¿Y la gente? ¿Cuándo se “rescatará” a la gente? Es indispensable un multilateralismo eficiente, con instituciones internacionales dotadas de los medios de toda índole que requieren para el ejercicio de su misión. Se terminaría así con los tráficos y mafias que hoy disfrutan de la mayor impunidad gracias a los paraísos fiscales, que deberían ser clausurados de inmediato y sin contemplaciones, ya que a ellos se debe en gran parte la proliferación de corruptos, y de los que son todavía peor, los corruptores, en el espacio supranacional. Un Sistema de Naciones Unidas que no permita la explotación por grandes consorcios multinacionales que siguen empobreciendo a países potencialmente ricos, esquilmando caladeros, yacimientos, minas... Unas Naciones Unidas que favorezcan la rápida interposición de los “Cascos Azules” cuando, como en los casos de Camboya o Ruanda, tienen lugar, al amparo de la “soberanía nacional”, violaciones masivas de los derechos humanos o -Somalia es un buen ejemplo- cuando no existen “interlocutores gubernamentales” y el país se halla en manos de unos cuantos “señores de la guerra”. Y, sobre todo, la acción rápida y coordinada para reducir el impacto de las grandes catástrofes naturales (huracanes, ciclones, inundaciones, incendios, terremotos...) o provocadas, ante las que hoy vemos carencias increíbles, especialmente cuando se trata de países que tienen grandes arsenales bélicos. Y la transición de una economía especulativa, virtual y de guerra (3 mil millones


al día en gastos militares al tiempo que mueren de hambre más de 60 mil personas) a una economía de desarrollo sostenible global, que amplíe progresivamente el número de personas que pueden acceder a los servicios y bienes. Un desarrollo que permita com-partir, partir con los demás aquello de lo que disponemos, incluidos los conocimientos; que aumente la producción de alimentos, de agua, de energía renovable; que cuide y procure la buena salud de los humanos y de la Madre Tierra; que propugne el transporte eléctrico; viviendas ecológicas... El porvenir está por hacer. El futuro debe inventarse venciendo la inercia de quienes se obstinan en querer resolver los problemas del mañana con las recetas de ayer. Muchas cosas deben conservarse. Pero otras deben cambiarse. Hay que atreverse. Las instituciones académicas y científicas, de intelectuales, artistas, creadores en general, están llamadas a liderar el cambio de época, la “rebelión” orteguiana para que sea realidad lo que lúcidamente establece el preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas: “Nosotros, los pueblos”... . Los pueblos no pueden permanecer -teniendo tantos conocimientos y experiencia acumulados, como testigos impasibles. Deben ser faro y vigía. ¡Ahora es el momento de la sociedad civil!. De la fuerza a la palabra, al encuentro, a la conciliación. De súbditos a ciudadanos, la gran transición. Federico Mayor Zaragoza El País, 11 de febrero de 2010


*Delito de silencio Ola a ola. El mar lo sabe todo. Pero olvida. Mario Benedetti En SalobreĂąa, al atardecer, escribĂ­ en agosto de 1994 frente al mar: Delito de silencio. Tenemos que convertirnos en la voz de la gente silenciada. En la voz que denuncia, que proclama que el hombre no estĂĄ en venta, que no forma parte del mercado. En la voz que llegue fuerte y alto a todos los rincones de la tierra. Que nadie que sepa hablar siga callado. Que todos los que puedan se unan a este grito.


Silencio de los silenciados, de los amordazados. Silencio de la ignorancia. Terrible silencio. Pero más terrible, hasta ser delito, el silencio culpable de los silenciosos. De los que pudiendo hablar, callan. De los que sabiendo y debiendo hablar, no lo hacen. Demos la voz. A nuestra propia conciencia, en primer término. Pero, inmediatamente, tenemos el deber de ser la voz de los sin voz. Les debemos la voz: "La voz a ti debida", como en la égloga de Garcilaso, como en el libro de Salinas. La voz debida, sobre todo, a los que llegan a un paso de nosotros, a las generaciones venideras. Sin cesar. Sin cejar. Sin distraernos ni cansarnos. Sin dejarnos conducir por la (s) pantalla (s), espectadores pasivos. Es un deber hablar. No hacerlo es, puede ser, grave insolidaridad, transgresión moral, delito. "Cuando el hombre cansado / ... para, / traiciona al mundo, porque ceja / en el deber supremo, que es seguir" /. Volver a intentarlo. Volver sin detenerse, sin pausa, porque -sigue escribiendo Salinas- "Nos llenará la vida / ese puro volar sin hora quieta"... Voz vigía. Voz que alerte y corrija. Voz que oriente. "La voz debe anteceder al hecho, / prevenirlo. / Después, no sirve para nada. / Es sólo aire estremecido” (verso sobre Camboya, 8 de abril de 1979). La anticipación, la gran victoria. El siglo XXI ha de ser el siglo del pueblo, de la palabra, de la gente. No más la fuerza, la imposición de los pocos sobre los muchos. No más la espada ni la mano alzada. Manos tendidas, manos unidas. Y la voz. A contraviento. Valientemente. Como Quevedo: "No he de callar por más que con el dedo... / silencio avise o amenace miedo".


La voz debida, compartida. Voz que libera a medida que se pronuncia. Voz que puede ser asidero, cura. En 1995, escribí en París: ... "La voz / a veces / no fue voz / por miedo. / La voz / que pudo ser remedio / y no fue nada". José Ángel Valente, en su poema "Sobre el tiempo presente", nos advierte: "Escribo desde un naufragio. Escribo sobre el tiempo presente. Escribo... sobre lo que hemos destruido sobre todo en nosotros. Escribo desde la noche, desde la infinita progresión de la sombra, ... desde el clamor del hombre y del trasmundo, desde el genocidio, desde los niños infinitamente muertos... pero escribo también desde la vida... desde su grito poderoso". Como Garcilaso "que tanto callar ya no podía", alcemos nuestra voz. Voz debida, voz de vida. Delito de silencio. "... Y que se oiga la voz de todos, / solemnemente y clara". Es el mensaje de Miquel Martí i Pol. ¡De todos!. Clamor popular, para que un día no vuelvan hacia atrás su mirada nuestros descendientes y piensen: "Podían y no se atrevieron. Esperábamos su voz, y no llegó". El mar puede guardar silencio. Nosotros, no. Federico Mayor Zaragoza Julio, 2004 *En el libro "Latidos del tiempo", de Ricardo Calero y Gervasio Sánchez. Publicado por los Ayuntamientos de Sevilla y Zaragoza en 2004.


El tiempo de la resignación y el silencio ha concluido Durante siglos la gente ha permanecido ausente de los escenarios del poder. Poder masculino –hoy la toma de decisiones por parte de la mujer no alcanza el 8%- acostumbrado a disponer de la vida de sus vasallos como un supuesto indiscutible. Resignados, silenciados, se les ha convocado, en el mejor de los casos, a comicios electorales. Está muy bien: soy un gran partidario –quizás por haberlo soñado tantos años- de votar siempre. Pero no basta con ser contados de vez en cuando. La democracia –lo he escrito y dicho muchas veces- consiste en contar, en ser tenido en cuenta, no sólo en ser contado. La historia de la humanidad es una historia de sumisión, de aplicación sin paliativos del perverso refrán que dice “si quieres la paz prepara la guerra” que, lógicamente,

ha

originado

esta

retahíla

interminable

de

batallas,

confrontaciones, conflictos. La historia de la humanidad es una historia ensangrentada, llena de héroes, mártires, soldados desconocidos, madres y familias enlutadas... Al término de las dos grandes guerras del siglo XX, se pretendió unir a las naciones en favor de la paz, del diálogo, de la solución pacífica de los conflictos. Pero lo impidieron los grandes consorcios fabricantes de armamento. Y la inercia de las clases dirigentes, para las que la gente sólo formaba parte del poder como brazo armado y no como destinatario y beneficiario de sus esfuerzos. Y, presa del miedo, la ciudadanía callaba y contemplaba los acontecimientos como algo ineluctable. La Declaración Universal de los Derechos Humanos, basada en la igual dignidad de todos, viene a “liberar a la humanidad del temor y la miseria”. Todos “libres e iguales... comportándose entre sí fraternalmente”. Era necesario com-partir, atreverse a cambiar, a llevar a efecto la gran transición


desde súbditos a ciudadanos, de espectadores a actores, de una cultura de fuerza e imposición a una cultura de diálogo y conciliación. Para ello son precisos dos supuestos: conocer la realidad para poder transformarla y atreverse, pacíficamente, a alzar la voz, a hacerse oír, a forzar la escucha. Como escribí hace algún tiempo, “al contemplar la Tierra en su conjunto, nos damos cuenta de la grave irresponsabilidad que supuso transferir al mercado los deberes políticos que, guiados por ideales y principios éticos, podrían conducir a la gobernanza democrática. Al observar la degradación del medio ambiente –del aire, del mar, del suelo-; la uniformización progresiva de las culturas, cuya diversidad es nuestra riqueza (estar unidos por unos valores universales es nuestra fuerza); la erosión de muchos aspectos relevantes del escenario democrático que con denodados esfuerzos construimos... Parece inadmisible la ausencia de reacción de instituciones y personas, la resignación, el distraimiento de tantos”. El silencio de los silenciados es disculpable. El de los silenciosos, no lo es. Es urgente, aprovechando la reacción emotiva de la crisis, hacerse oír tanto a escala personal como, sobre todo, institucional. La comunidad científica, académica, intelectual, creadora... no puede seguir atónita, perpleja, silente. Tiene que estar junto al poder –gobiernos, parlamentos...- y ayudar a construir el mundo democrático que a escala nacional, regional y mundial anhelamos. Que nadie que sepa siga callado. “La voz / que pudo ser remedio / por miedo / no fue nada...” O todavía peor: “será la muerte / de nuevo / el precio del silencio / y de la indiferencia”. Federico Mayor Zaragoza 23 de julio de 2009


Diario “Público” Declaración Universal de los Derechos Humanos MIEDO, REBELIÓN, LIBERTAD “La voz / que pudo ser remedio / y por miedo / no fue nada”. Todos deberíamos leer y releer la Declaración Universal de los Derechos Humanos, para convencernos de que vale la pena seguir luchando en favor de los grandes valores éticos. Para que nos apercibamos de que “estamos dotados de razón” para remediar la tentación de la fuerza. Es apremiante esta “lectura activa” porque no se están rectificando los rumbos. No se está yendo decididamente de la plutocracia al multilateralismo. No se está acabando de una vez con los paraísos fiscales, que hacen posibles los tráficos de toda índole (drogas, armas, personas!...). No se están erradicando ni la especulación ni la economía irresponsable. No se está contrarrestando la excesiva concentración del poder mediático. No se están iniciando los pasos conducentes a un nuevo modelo productivo de desarrollo global sostenible. Como antes de la crisis, lo único importante es negociar, vender... producir lo más barato posible, mediante una deslocalización hacia el Este que no tiene en cuenta cómo viven los “productores” de estos países ni si se observan sus derechos humanos. Las instituciones públicas” como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, así como instituciones privadas de dudosa imparcialidad están – cuando no supieron prever ni prevenir la crisis- actuando de forma interesada en favor de los mismos que originaron la grave situación presente. ¿Y qué hacen las comunidades científica, académica, artística...? En general, son espectadores distraídos, que no reflexionan suficientemente sobre los grandes problemas ni actúan en consecuencia.


Ha llegado el momento de reaccionar frente a quienes pretenden que el mundo sea, simplemente, un inmenso mercado y los habitantes de la tierra tan sólo consumidores. Ha llegado el momento de aplicar el acervo del conocimiento disponible para encarar los desafíos de la naturaleza enfurecida. Hay que sobreponerse a la apatía, al temor. Dice así el primer párrafo del Preámbulo de la Declaración Universal: “...Se ha proclamado, como aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en el que los seres humanos, liberados del miedo y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencia...”. Desde siempre, la existencia humana ha discurrido en espacios muy limitados, territorial y anímicamente, de tal modo que, con la excepción de grandes pensadores capaces de sobrevolar su confinamiento, las personas vivían temerosas de lejanos dioses y señores más próximos a los que debían obedecer sin rechistar y, cuando así lo decidían, ofrecer sus vidas. Se ha hecho

secularmente todo lo posible para que los ciudadanos no pudieran

abandonar su condición de vasallos. La educación se ha limitado siempre – hasta la década de los noventa del siglo pasado- a la alfabetización y formación básica por parte de los países coloniales, y los sistemas autoritarios han propiciado

el

adoctrinamiento,

la

dependencia,

la

pertenencia

sin

discrepancias. La ignorancia –no hay mayor ignorancia que la del hombre cercado y el “pensamiento secuestrado”, en expresión de Susan Georgeconduce a la superstición. Y así se genera el fanatismo, el dogmatismo, la obcecación, el acobardamiento. Cuando por fin hay quienes logran ser “educados”, es decir, “ser ellos mismos”, cuando se está a punto de no ser sólo contado en los comicios electorales sino contar y ser tenidos en cuenta, entonces se despliegan las inmensas alas del


poder mediático que los reduce a espectadores impasibles, a testigos indiferentes a quienes se activa y desactiva como con la famosa campana de Pavlov. Hasta que un día, después de años y años de democracias frágiles y maniobreras, llega, con la moderna tecnología de la

comunicación, la

posibilidad de construir en el ciberespacio lo que hasta ahora se ha podido evitar en la “vida real”. Hoy es ya posible modificar con la telefonía móvil, Internet, etc. la realidad tercamente acuñada, siempre imperturbable; movilizar a los millones de seres humanos que pueden, por fin, unir sus voces y anhelos; y llevar a cabo la revuelta, pacífica pero firme, que los guardianes de la inercia y de los privilegios, de las alacenas del pasado, no nos dejaban ni siquiera esbozar. Y es que desconocían el próximo párrafo del Preámbulo de la Declaración Universal: “Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso a la rebelión contra la tiranía y la opresión...”. Todo aquello que sojuzgue y reduzca a los seres humanos debe de eliminarse para evitar la justa reacción popular de quienes tanto han padecido, tanto padecen. Pero pasar de receptores inocuos a emisores activos era muy difícil y, con frecuencia, arriesgado. Aparte –y no siempre- de las urnas, otras formas de expresión carecían de influencia y se hallaban con frecuencia trucadas. Pero con la participación no presencial, el panorama de la emancipación ciudadana en relación al poder cambiará radicalmente en muy pocos años. De este modo, en menos tiempo del que muchos calculan, el siglo XXI será, por fin, el siglo de la gente, el siglo de la fuerza de la razón y nunca más de la razón de la fuerza, de la historia a la altura de las facultades que distinguen a


todo ser humano único, terminando de este modo la historia descrita por Fukuyama, que tanto ha empañado la dignidad de la humanidad desde el origen de los tiempos. Se llevará a efecto el último “considerando” del preámbulo de la Declaración que he querido comentar en este artículo: “Considerando que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres, y se han declarado resueltos a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad”... . Federico Mayor Zaragoza Marzo 2010.


Poder ciudadano “Nuestras vidas empiezan a acabarse el día en que guardamos silencio sobre las cosas que realmente importan” Martin Luther King, Jr. Oímos con frecuencia decir que se está en profundo desacuerdo con aspectos, a veces esenciales, de la vida política, cultural, económica, social... sin que, frente a acontecimientos, hechos y situaciones que llegan a afectar a las convicciones más sólidas de los ciudadanos, se produzca la reacción, individual o asociada, que sería de esperar en un contexto democrático. Progresivamente, transferimos el papel de actores al de espectadores que piensan que no hay nada que hacer, que todo transcurre lejos del alcance del pueblo, inerme ante lo que sucede, aunque le indigne, preocupe o enerve. Del “sinremedismo” se pasa pronto a la indiferencia, al alejamiento de la participación e interacción que podrían contribuir a resolver muchas cuestiones y enderezar muchas tendencias. Lo que ocurre es que, los árboles no dejan ver el bosque. Inmersos en un vendaval

de

informaciones

irrelevantes,

distraídos

y

confundidos,

desmotivados, desmovilizados, los ciudadanos van abandonando la defensa de sus puntos de vista y hasta de sus principios, cuando la percepción global, que se tiene por vez primera, los medios de comunicación omnipresentes y la capacidad prospectiva disponible permitirían, bien utilizados, contrarrestar las influencian

negativas,

esclarecer

muchas

cuestiones

y

actuar

como

ciudadanos, de tal manera que no sólo se sintieran bien con su conciencia sino que comprobaran que han logrado un número considerable de sus anhelos, que ahora consideran inalcanzables.


De este modo, además, todos se apercibirían de la importancia de la sociedad. El pueblo, pacíficamente, hallaría el lugar que le corresponde en los escenarios nacional e internacional. Y los poderes –público y privado – aprenderían a tenerlo en cuenta, que en esto consiste la democracia, además de contar sus votos en un momento dado. Recuerdo cuando un amanecer, siendo director general de la UNESCO, iniciaba un largo viaje y observé que se estaba colocando un anuncio en lugares muy visibles que, ética y estéticamente, constituía una auténtica afrenta. Dije a uno de mis colaboradores que sugiriera a la presidenta de una asociación de mujeres cuya eficacia conocía, una rápida respuesta en la radio, aconsejando a todas las mujeres rechazar este tipo de publicidad y la adquisición de cualquier producto de la misma firma. A las cuarenta y ocho horas, desapareció como por encanto el anuncio y, a los pocos días, se exponían de manera bien diferente las excelencias de aquel bien de consumo. La sociedad civil debe descubrir su poder. En lugar de conformarse con programas de “tele-basura”, totalmente inapropiados en horas de audiencia infantil, o de información sesgada, advertir, a través de las asociaciones y ONGs oportunas, que no se conectará con este canal y no se adquirirán los productos de las empresas que en él se anuncian. El ciudadano, en lugar de inhibirse, debe descubrir la fuerza que pueden revestir iniciativas de esta naturaleza. Otro ejemplo: cuando los políticos, del gobierno o de la oposición, incumplen de manera ostentosa y sin explicaciones sus promesas electorales, o aplican porcentajes de predominio para hacer progresivamente irrelevante al Parlamento o, como ha sucedido hace bien poco, se admite el transfugismo de quienes, habiendo sido votados en una lista cerrada, cambian luego de parecer, los ciudadanos no deberían permanecer impasibles. Todo el mundo puede rectificar y cambiar de opinión, pero sin alterar la expresión de la voluntad popular manifestada en un momento dado.


Las organizaciones de la sociedad civil podrían contribuir a la adopción de medidas inmediatas si advierten con claridad que, cualquiera que sea su opinión política, la ciudadanía no está dispuesta, por una cuestión de principios, a admitir en el futuro prácticas que ponen en peligro la credibilidad democrática. Y todo ello, expresado en el lenguaje que corresponda: el económico (euros) en unos casos; el político (votos) en otros, a través de intervenciones en acción conjunta con otras instituciones que comparten estos puntos de vista, a través de escritos, declaraciones en los medios, etc., porque no podemos aparecer indefensos y silentes cuando se dirimen, como antes decía, cuestiones de principio, cuando se están conculcando valores –como en el caso de la “guerra preventiva”- o modificando funciones cruciales a escala mundial, como en el caso del sistema de las Naciones Unidas. Quienes callan cuando su conciencia les reclama hablar no sólo están defraudando a quienes confían en ellos sino, lo que es peor todavía, están aplazando – con posibles implicaciones de gran calado y quizás irreversiblesla consolidación de la democracia a escala nacional y mundial, el cumplimiento del artículo primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos para reducir los desgarros en el tejido social de la humanidad en su conjunto, para estrechar las brechas y asimetrías que han conducido a la situación actual y que se tratan de resolver, como siempre, como siempre infructuosamente, por la fuerza. Cuando se pretende utilizar a las Naciones Unidas según convenga a los intereses de los más poderosos, cuando se reduce la ayuda a la cooperación internacional, cuando no se cumplen las previsiones de inversión en educación y ciencia, cuando se soslayan las normas que garantizarían la adecuada conservación del medio ambiente – un patrimonio que corresponde por entero a las generaciones venideras- , cuando se confunden los efectos con las causas, cuando se resucitan los fantasmas del pasado, cuando se divide en lugar de aglutinar... los ciudadanos no pueden ser sólo testigos resignados.


Bien al contrario, deben ser concientes de su poder y estar permanentemente alerta. Las democracias, tan vulnerables cuando carecen de principios universales comúnmente aceptados, tan vulneradas hoy, deben recuperar su piedra angular y edificarse sólidas o consolidarse, sin ceder un ápice a las conveniencias del poder. Democracia es estar a la escucha de la voz del pueblo y respetar siempre, después del voto, la intención que lo guió. De otro modo, se cercenan los cimientos de la convivencia pacífica por intereses inmediatos. Uno de los pilares fundamentales es la independencia de criterio, es la capacidad de elección sin el acoso del omnímodo poder mediático. Siempre se ha vivido en un contexto de violencia e imposición, en el que los péndulos van de un extremo a otro en un círculo vicioso regulado por la fuerza que dimana del poder. El pueblo no ha contado porque no podía acceder a los aledaños de los mandatarios. Ahora que ya dispone de los medios para hacerlo, no debe permitir que se le distraiga, se le ofusque, se le aturda, se le disuada. Han sido necesarias grandes convulsiones a escala global para que el ciudadano

se

apercibiera

de

la

inaplazable

necesidad

de

actuar

planetariamente y, por primera vez, ha irrumpido en el escenario mundial. El día 15 de febrero del año 2003 puede representar una auténtica inflexión a este respecto. A partir de ahora, no tiene que esperar a reaccionar, conmovido, ante provocaciones de tanta envergadura. Ciudadano del mundo, tiene que actuar a escala local y mundial, según su criterio, convencido de que ahora puede ser oído y, probablemente, escuchado. Todos los pueblos, conscientes de su destino común, se están coordinando y organizando. En todas partes, un número creciente de hombres y mujeres se movilizan para defender los derechos humanos, para atender a los más menesterosos, para fomentar la diversidad cultural, para procurar justicia y


desarrollo sostenibles. El poder ciudadano radica en la participaciĂłn, en el compromiso. Otro mundo es posible si los gobiernos saben que, a partir de ahora, sus funciones no deben desempeĂąarse para los ciudadanos sino con los ciudadanos. Es un principio insoslayable de la democracia genuina. Federico Mayor Zaragoza El PaĂ­s, 23 de octubre de 2003


4. POEMAS - Las Palabras - Alcemos nuestra voz - La voz - Ha llegado


Las palabras -como los hombresno existen si no se las pronuncia. Sabemos y por tanto no tenemos excusa. 驴C贸mo podemos conciliar el sue帽o siendo c贸mplices?

Federico Mayor Zaragoza

En: "Aguafuertes"


Alcemos nuestra voz, nuestra fuerza. No venimos con armas ni dinero. Intentarán silenciarnos por la fuerza de las mordazas o de la dádivas y honores. Pero seremos cada vez más numerosos los que diremos alto, bien alto! en la plaza pública, en múltiples lenguas, de forma inteligible, los nuevos versos. Hasta los oídos de los más poderosos se elevará nuestra canción. Y será al fin la palabra la que guiará los pasos del mundo.

Federico Mayor Zaragoza

En: "Aguafuertes"


La voz de los desoídos batirá como ola fuerte sobre la arena, sobre la roca ya herida de agua y espuma, sobre el acantilado la uña imponente del mar airado. Cuando la noche se deshaga en luz al clarear el día la palabra al fin sobre la tierra. La palabra, las alas secas, alzando el vuelo.

Federico Mayor Zaragoza

En: "En pie de paz"


Ha llegado el momento. Ya no más esperas a ver qué pasa, a ver qué dicen, a ver qué hacen... Llegó el momento. Ahora es la gente la que toma en sus manos resueltamente las riendas de su destino.

Federico Mayor Zaragoza

En: "En pie de paz"


NOTAS








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