Dialogo de Ciudadana Pedro Paez

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INDICE 1. PRESENTACIÓN. Diálogos de Ciudadanía 2. CURRICULUM. Pedro Páez Pérez 3. ARTÍCULOS.

“El Fondo Común de Reservas del Sur en el Marco de una Nueva Arquitectura Financiera Regional”. 9-27 pág.

“La Crisis Sistémica del Modelo de Acumulación Capitalista: El Problema de la IED y del Endeudamiento en las Relaciones Norte-Sur y Alternativas de Financiamiento para el Desarrollo de América Latina”. 29-36 pág.

"El Fracaso de Bretton Woods y los Tres Pilares de la Nueva Arquitectura Financiera Regional”. 37-45 pág.

"Nueva Arquitectura Financiera: Propuesta, Estrategias y Proceso. Crisis Alimentaria y Nueva Arquitectura Financiera Internacional: La Situación, sus Causas y las alternativas Posibles”. 47-54 pág.

"Procesos de Participación Social Ligados a la Nueva Arquitectura Financiera Internacional”. 55-70 pág.

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1. PRESENTACIÓN. Diálogos de ciudadanía La Asociación de Universidades Populares de Extremadura y la Fundación Ciudadanía, a través del Proyecto Red Local Solidaria de la Agencia Extremeña de Cooperación Internacional para el Desarrollo, se complacen en invitarles a un nuevo Diálogo de Ciudadanía: LA NUEVA ARQUITECTURA FINANCIERA PARA LA CREACIÓN DEL BANCO DEL SUR PEDRO PÁEZ PÉREZ PRESIDENTE DE LA COMISIÓN TÉCNICA PRESIDENCIAL NAFR - BANCO DEL SUR GOBIERNO DE LA REPÚBLICA DEL ECUADOR “Diálogos de Ciudadanía”, que se enmarca en la Red Local Solidaria, es un programa que persigue mantener despierta la preocupación social ante las causas de las grandes desigualdades en el desarrollo de los pueblos, y sus efectos: el sufrimiento de las personas. Tener espacios para la reflexión es esencial en cualquier proceso, por lo que éste es un espacio donde analizar, y después actuar. Durante el año nos vamos reuniendo para ver los problemas desde diferentes enfoques: económico, social, comunicativo-tecnológico, ambiental, sociológico, educativo o cultural. “Diálogos de Ciudadanía” pretende que en cada encuentro se den cita personas con responsabilidad en la toma de posición de instituciones, organizaciones, empresas o grupos de acción, en torno a un/a especialista invitado/a -hasta el momento hemos contado con Federico Mayor Zaragoza, María Novo Villaverde y Pedro Páez Pérez- para cada diálogo. Esperamos y deseamos que las reflexiones que se producen en estos encuentros sean difundidas y ayuden en el avance hacia un mundo mejor, porque seguimos empeñados en cambiarlo.

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2. CURRICULUM. Pedro Páez Pérez

Pedro Francisco Páez Pérez, quiteño, Economista por la PUCE-Quito, Magister en Desarrollo y Políticas Públicas por la FLACSO sede Ecuador, Master of Sciences (MSc) y PhD en Economía (University of Texas at Austin). Analista económico y técnico del Banco Central desde 1983. Profesor universitario de pre y posgrado en universidades nacionales (FLACSO, San Francisco, ESPOL, Pacífico, etc.) y extranjeras (University of Utah en Salt Lake City y La Sorbona de Paris). Ex Ministro Coordinador de la Política Económica y ex Viceministro de Economía y Finanzas de la República del Ecuador. Miembro de la Comisión de Expertos de las Naciones Unidas sobre la Crisis Financiera, presidida por el profesor Stiglitz a convocatoria del Presidente de la Asamblea General. Actualmente se desempeña como Representante Plenipotenciario del Gobierno del Ecuador en los temas de la Nueva Arquitectura Financiera y es Presidente de la Comisión Técnica Presidencial para el diseño de la Nueva Arquitectura Financiera Internacional (Banco del Sur y SUCRE). Miembro del Grupo de expertos de Paris en Regulación Financiera convocado por el Presidente Sarkozy.

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para el G20,


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3. ARTÍCULOS. •

“El Fondo Común de Reservas del Sur en el Marco de una Nueva Arquitectura Financiera Regional”. 9-27 pág.

“La Crisis Sistémica del Modelo de Acumulación Capitalista: El Problema de la IED y del Endeudamiento en las Relaciones Norte-Sur y Alternativas de Financiamiento para el Desarrollo de América Latina”. 29-36 pág.

"El Fracaso de Bretton Woods y los Tres Pilares de la Nueva Arquitectura Financiera Regional”. 37-45 pág.

"Nueva Arquitectura Financiera: Propuesta, Estrategias y Proceso. Crisis Alimentaria y Nueva Arquitectura Financiera Internacional: La Situación, sus Causas y las alternativas Posibles”. 47-54 pág.

“Procesos de Participación Social Ligados a la Nueva Arquitectura Financiera Internacional”. 55-70 pág.

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“El Fondo Común de Reservas del Sur en el Marco de una Nueva Arquitectura Financiera Regional” CAN . Revista de la Integración. Secretaria General de la Comunidad Andina. Estrategias Económicas, Productivas y Comerciales en la Región Andina. Abril 2011 Nº 7 Documento basado en la exposición que realizó el Dr. Pedro Páez Pérez en la Segunda Reunión de Bancos Centrales el 16 y 17 de agosto de 2010 – Banco Central del Ecuador. INTRODUCCIÓN Quisiera agradecer la invitación saludando la iniciativa que se ha tomado de convocar nuevamente, es la segunda vez en este año, esta reunión de Bancos Centrales y mejor aún porque se lo hace en paralelo con la reunión de Ministros de Economía. En la reunión de febrero inclusive hubo la feliz posibilidad de coordinar eventos conjuntos, e inclusive se tuvo la presencia de la sociedad civil y de la academia, lo cual augura una perspectiva de arreglos institucionales con una participación muy amplia de la sociedad civil, en el marco de lo que sería UNASUR y que va a culminar con la constitución del Consejo de Ministros de Finanzas, Economía y de Bancos Centrales, cuyo estatuto ya está listo al interior del grupo de integración financiera de UNASUR, en espera de que los Presidentes terminen de aprobarlo, luego de un breve período de comentarios y observaciones que van a ser procesados. Así que está por concretarse la instalación de este nuevo cuerpo institucional dentro de UNASUR. Esto sin duda es un desarrollo muy importante que, además, tiene que ser ubicado en el marco de algo que, sobre todo a nuestros amigos que nos visitan de otras latitudes (como las autoridades de la Iniciativa Chiang Mai), debe causar cierta perplejidad: el hecho de que UNASUR en realidad no existe! En los hechos, UNASUR todavía no cuenta con las formalidades legales para formar una entidad de derecho público internacional y, sin embargo, UNASUR se ha mostrado tremendamente eficaz en sus cometidos, no solamente en términos de la eficacia diplomática y operativa

que

no

necesariamente

acostumbra

en

términos

burocráticos

la

existente

institucionalidad de integración en el continente, sino que ha ido mucho más allá con unas propuestas muy firmes, muy dignas en torno a un nuevo horizonte del proceso de integración, incluyendo temas como defensa, políticas sociales, salud y ahora el de economía que marcan definitivamente otro horizonte en los esfuerzos de construcción de la Patria Grande.

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Estos procesos de maduración desiguales, con ritmos un poco sincopáticos inclusive, hacen parte de un fenómeno que va más allá de quienes estamos aquí presentes y de quienes están en los gobiernos y que tiene que ver con una voluntad de los pueblos que ahora sí se manifiesta indetenible. Por eso mismo, quienes estamos como técnicos tenemos una responsabilidad enorme sobre nuestras espaldas: tenemos por un lado que proteger esa voluntad de los pueblos de una manera rigurosa y responsable en el campo de lo técnico y de lo teórico; por otro, tenemos que generar condiciones que resguarden esos procesos, porque lo que estamos viviendo es fruto de al menos 30 años de exploraciones de distintas vías y caminos, pero también es el fruto de muchas frustraciones y de mucha ira acumulada. LA COYUNTURA INTERNACIONAL Y LA RESPONSABILIDAD DE LOS BANCOS CENTRALES Creo que está en juego un proceso histórico con ciertos rasgos de irreversibilidad en lo referente a la legitimación de la vida social en el continente. Hay mucha madurez en la gente: es claro que hay un espacio de expectativa, se ha abierto crédito a los gobiernos, a las instituciones; pero no se puede descuidar el plano de realizaciones sustentables respecto a la tremenda fragilidad del marco de convivencia civilizada que tenemos. Lo digo además desde un país como el Ecuador, que, con todas sus limitaciones y con todo el respeto además para los otros países, se ha dado modos para mantener al menos un siglo de paz social, no basta sino regresar a ver a los países vecinos y reflejarnos en el contraste de experiencias muy dolorosas que es fundamental precautelar y prevenir. La responsabilidad de los técnicos es básica y creo que nadie como los técnicos de los bancos centrales, nadie como las autoridades de los bancos centrales deben tener una alerta muy clara respecto a este tema. En los últimos 30 años América Latina ha sido azotada por todo tipo de ataques especulativos que no solamente han debilitado la situación económica y financiera sino que han alterado los procesos democráticos y han generado lesiones muy serias sobre el tejido social en el continente. Hay ataques especulativos de diversos tipos desde la especulación con alimentos, la generación artificial de escaseces, carestías y procesos inflacionarios; corridas bancarias; ataques contra las monedas, las reservas internacionales, etc., y toda una serie de combinaciones de esos vectores que han afectado a gobiernos de distintas corrientes políticas.

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Obviamente en el marco de los bancos centrales, en el marco de los textos de economía la respuesta normal que se tiene es que no se aplicaron las medidas de política correctas, ustedes pueden revisar por ejemplo en el caso de la llamada “Crisis del tequila”: todos los análisis de los organismos financieros internacionales, incluyendo el Fondo Monetario Internacional, la CEPAL, el Banco Mundial, decían hasta la víspera de que la corrida se produzca, que México era la vitrina del buen comportamiento el ejemplo de las políticas correctas que debían seguirse… y, obviamente, al día siguiente de los ataques especulativos, todos esos analistas salían con el típico “pero si yo sí dije”. Esas son irresponsabilidades que pueden ser muy costosas para nuestros países. Creo que hay una necesidad de abrir un debate técnico, no dogmático, pluralista, de mente abierta frente a una evidencia histórica que está presente. Creo que si a alguno de nosotros le está fallando un poco la memoria, lo que acaba de pasar en Europa es una muestra más que suficiente de la pertinencia de explorar otras vertientes teóricas y de hacer un análisis técnico adecuado de las circunstancias reales en las que se definen las condiciones de vulnerabilidad y de fragilidad de nuestra sustentabilidad macroeconómica y financiera. Aquí, claro, podría hablarse de teoría de la conspiración, pero hay documentación del Wall Street Journal, no de la prensa crítica o heterodoxa, que a finales de febrero dice claramente en tal departamento y a tal hora se reunieron tales directivos de los principales fondos de cobertura para planificar los ataques especulativos sobre el euro a partir de mecanismos como el short selling y desde el aprovechamiento de la situación de economías como la griega. Y lo planeado se cumplió al pié de la letra. BANCA CENTRAL E INTEGRACIÓN LATINOAMERICANA: ESTABILIDAD Y SUSTENTABILIDAD Hay una responsabilidad muy grande de los bancos centrales, de las instituciones de la integración latinoamericana, de los centros de investigación de la academia respecto a lo que está pasando en el continente. Lejos de auto complacernos del desempeño relativamente favorable que ha tenido el continente en la fase anterior de esta crisis, creo que debería llamarnos a un análisis profundo y riguroso, no dogmático, no ideológico, de las condiciones concretas de fragilidad que tiene el continente.

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Con todo el cariño y respeto, no voy a mencionar ningún nombre, pero países que han hecho esfuerzo de décadas por pulir sus recursos humanos tanto en la academia como en los procesos de toma de decisiones, sufrieron en años recientes pérdidas de cerca del 50% de sus fondos pensionales. Tenemos más de medio billón de dólares en reservas monetarias internacionales acumuladas en todo el continente, es decir que más de USD 500 mil millones no han sido utilizados en la inversión productiva y social, en la generación de empleo, y en una cantidad de otras opciones que reflejan las tremendas necesidades de nuestros pueblos. Y obviamente, no han sido aprovechados así por argumentos absolutamente razonables: quien puede negar el riesgo que corren nuestras economías ante los ataques especulativos, ante la turbulencia internacional, la volatilidad de los capitales, la apreciación no sostenible de nuestras monedas o ante lo que nosotros los “bancentralistas” solemos llamar las “fuerzas del mercado” nos pueden hacer. Baste mencionar el caso de una pequeña economía del continente que, haciendo un gran sacrificio, tiene más reservas internacionales que China en proporción al PIB, pero que sumando USD 8.000 millones podría representar el “coffee break” de algunos de los directores de los fondos de cobertura que mencionaba en ese artículo del Wall Street Journal. Con el respeto que ese tipo de duras decisiones implican para todos nosotros, no podemos cegarnos ante la razonable y penosa evidencia de que no podemos garantizar mucho. Cautivos como estamos dentro de un marco conceptual que no nos abre mayores alternativas, creo que tenemos que reflexionar con mucha seriedad frente a una cantidad de posibilidades que están presentes y que tienen que ver con el funcionamiento de la banca central desde el principio de la banca central como tal, desde el Banco de Estocolmo a mediados del siglo XVII, los temas de sistema de pago, cámara de compensación, políticas y mecanismos de liquidez, etc. Obviamente, al explorar la rica historia de la práctica de la banca central, pública o privada, autónoma o no, nadie tiene el monopolio de la verdad ni el monopolio de la iniciativa. Es fundamental y urgente abrir el debate técnico sobre nuestras propias fuentes y nuestra propia pericia. Tenemos que sacudirnos y dejar atrás las certezas venidas desde el dogma del Norte y la actitud de auto-complacencia. No me cabe duda y no es mi intención menospreciar el tremendo esfuerzo que se ha hecho y los importantes logros que hemos tenido individualmente como países y como continente en lo que tiene que ver con el manejo de la política económica y la respuesta que hemos podido dar hasta ahora a la crisis. El propósito no es ese, sino la resaltar la necesidad

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de precautelar la estabilidad no solamente macroeconómica y financiera sino también la estabilidad democrática y el tejido social del continente. Recordemos que en estas épocas de crisis y más en estas crisis estructurales que nos deberían remitir a la historia, a los años 30 y a otros episodios similares, el expediente más fácil, más barato, más rentable para los grandes poderes, ha sido siempre la guerra, la polarización social y el conflicto. Si eso era verdad hace 80 años, ahora que el complejo industrial militar juega un papel tan fundamental en la estructura productiva de los países del norte, de aquellos países que están ahora en graves problemas, no podemos ser ingenuos. Ahora van adoptando una actitud más y más explícita en ese terreno inclusive aquellos países que, por razones históricas políticas, culturales y hasta constitucionales, después de la Segunda Guerra Mundial, no han estado directamente involucrados en la carrera armamentista. Son países poderosos que tienen un problema grave en su sector externo porque su rol fundamental es la producción de bienes de capital, de maquinaria, de tecnología y que no encuentran salida porque esa es una demanda derivada, dependiente de que la actividad económica vaya bien, de que se consoliden expectativas positivas de largo plazo, de reactivación económica sostenible. Hay presiones fortísimas por una rápida reconversión industrial hacia la industria de armamento y la forma cómo funciona la industria de armamento es agotando inventarios. Sigan ustedes con la secuencia: cuál es la forma de agotar inventarios? La paz externa y la paz interna son valores que debemos defender y construir cotidianamente. Se requiere ganar a actores sistémicos concretos a esta apuesta por la paz y el desarrollo. Ese es un proceso fundamental que tiene que irse construyendo desde instituciones concretas, desde una estructura de incentivos que cambie los comportamientos de los agentes y que garantice un círculo virtuoso abriendo otro tipo de sinergias, otras modalidades de comportamiento económico que permitan otro tipo de procesos de desarrollo. LOS PROCESOS HISTÓRICOS DE INTEGRACIÓN Y LA MATRIZ DE DEPENDENCIA Es en esa perspectiva, que yo creo que es fundamental hacer una lectura de la crisis estructural a nivel internacional. Esta no es una crisis financiera que deviene económica y que, concentrada en ciertos países, ya se la va superando. Debemos hacer una lectura de la coyuntura larga que estamos viviendo y del rol que tiene América Latina en ese proceso mundial sin ningún tipo de

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ingenuidades respecto a la participación, las necesidades, las estructuras de los distintos países involucrados. Si la crisis estructural de los años treinta abrió un doloroso proceso de búsqueda de alternativas al pensamiento dominante y al rol asignado desde el Norte a la América Latina, ésta debe llevarnos a aprender las lecciones del pasado y concretar nuevos rumbos también en los planos objetivos y subjetivos que la construcción de la Patria Grande necesita. La matriz histórica de dependencia, de fragmentación y de conflicto nos pesa, sin duda. Hay asimetrías estructurales, lógicas de poder, fuertes intereses locales y foráneos en contra de un verdadero proceso de integración. No obstante, este proceso de construcción nacional de nuevo tipo que nos convoca es un imperativo histórico. Es evidente que entre un gigante como Brasil y países como Ecuador, Bolivia, Paraguay y Uruguay hay una gran diferencia de perspectiva, pero la voluntad de los pueblos, las opciones económicas de ganar-ganar y la urgencia de protegernos frente a la vorágine de la crisis internacional hacen válido el desafío. Partamos de un análisis histórico muy elemental de otras experiencias exitosas que parten de situaciones conflictivas y heterogeneidades desalentadoras como las de la unificación alemana bajo Bismark o el sueño de la Revolución Norteamericana solo resuelto con el triunfo del proyecto industrial antiesclavista del Norte en la Guerra de Secesión y afirmado con el esfuerzo de inversión gigantesco en un Sur por décadas deprimido durante el New Deal. O el propio caso de la experiencia europea anterior a la auto-restricción neoliberal del Tratado de Maastrich: de no haber habido una apuesta por el desarrollo de la periferia europea por parte de las élites francesas y alemanas tras siglos de llevar a sus pueblos a destrozarse mutuamente, Europa jamás hubiese recuperado el estatus de potencia mundial. En contraste, el desafío histórico de la integración latinoamericana ha pasado por muchas frustraciones y reinvenciones conforme los paradigmas de moda y las correlaciones de fuerzas internas y externas. La debilidad de las élites latinomericanas ha quedado de manifiesto repetidamente durante todo ese largo proceso y ahora esa falencia es peor por la crisis identitaria que devino existencial gracias a estas décadas de un neoliberalismo que no solo desmanteló buena parte del aparato productivo sino también las instituciones básicas de ejercicio de la soberanía económica. La ruptura de la dinámica industrializante en vastas regiones del continente se complementó con la erosión de las funciones de la moneda nacional, la apertura radical del sector externo y la desregulación financiera en el marco de durísimos compromisos extrarregionales que reducen al mínimo la capacidad de acción de las políticas cambiarias,

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financiera, comercial y hasta fiscal. La transformación objetiva y subjetiva de las condiciones de reproducción de los diversos grupos sociales condiciona el espectro de acción y decisión política y marca seriamente las posibilidades del actual relanzamiento del proceso de integración. Sin embargo, los pueblos y la historia exigen concreciones continentales y la crisis estructural global define una ventana de oportunidades muy estrecha. El capitalismo del siglo XXI venía estableciendo desde ya retos irreversibles a la viabilidad de los pequeños estado-nación. El despliegue del poder destructor de la actual crisis mundial pone a esos retos en una situación de inminencia que no puede escapar a la atención de las autoridades económicas y sobre todo monetarias y financieras. CRISIS MUNDIAL Y LAS AMENAZAS SOBRE AMÉRICA LATINA La gravedad de la crisis va más allá del plano meramente económico y financiero y debemos insistir que los plazos desde los apremios sociales y políticos pueden ser mucho más perentorios y, más aún, darse en el marco de un proceso de degradación de los valores democráticos domésticos e internacionales. Por eso, América Latina debe buscar opciones que no solo atiendan a la coyuntura sino que sienten las bases de un proceso de desarrollo sostenido. Un proceso de desarrollo de nuevo tipo liberado de la férula reduccionista del crecimiento del PIB y el consumismo y atendiendo otros valores más integrales del ser humano, como los contenidos en la sabiduría andina que recogen las constituciones de Ecuador y Bolivia bajo el criterio del buen vivir, el bien vivir o el vivir en plenitud. No se admiten recetas prefabricadas en este horizonte, pero la posibilidad de precautelar al talento humano y a la naturaleza como vectores fundamentales de una nueva perspectiva de desarrollo es crucial, pero es muy difícil sostener eso en el marco de presiones de esa entelequia del mercado cada vez más carcomida por la especulación mundial que relativiza una lógica de ventajas comparativas definidas en torno a una fijación de precios internacionales, inclusive para productos locales que no se exportan, que no participan de los mercados internacionales. Una fijación de precios internacionales cada vez más dislocada respecto a las estructuras de costos de reproducción por efectos de las inyecciones monumentales de liquidez en los círculos financieros del Norte que provocaron la crisis. La distorsión estructural no solamente pasa por la formación de los precios de los mercados, tanto

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spots como de futuros, de las “commodities” (entre ellas, rubros vitales como los alimentos y la energía) sino también por el desalineamiento generalizado de las divisas, en parte por la persistencia de los desbalances macroeconómicos globales, en parte por el peso creciente de los flujos volátiles de capital que invalidan el papel regulador del tipo de cambio en la balanza de pagos, y, crecientemente también por el desenfreno del “carry trade” fruto de la acción combinada de las estructuras de incentivos de la institucionalidad neoliberal. ¿Cuál es el tipo de cambio de equilibrio entre el euro y el dólar, cuál es el tipo de cambio de equilibrio entre el yen y el dólar? En fin, ¿qué precio de largo plazo debe servir como referencia para la planificación de la especialización productiva y de mercados de las empresas, de las regiones de los países? Cómo operan los mecanismos de evacuación de mercados –si los hayen estas condiciones de distorsión? En el marco de este proceso de crisis, pero también como respuesta a un proceso estructural, a la matriz histórica de dependencia que sufre América Latina que se origina prácticamente con las reformas borbónicas a inicios del siglo XVIII, se define un lugar muy específico del continente en la división internacional del trabajo, que de una u otra manera va arrinconando a nuestros países en estrategias primario extractivistas, que de nuevo, básicamente tienen como estrategia de competitividad no el aumento del valor agregado o el aumento de la productividad, sino manipulaciones macroeconómicas y microeconómicas de diverso tipo que permiten reducir los costos de la fuerza de trabajo y abaratar los costos de la naturaleza que son precisamente los vectores a los que me refería hacia un momento en términos de las reservas morales, las reservas reales que tiene el continente para otra perspectiva de desarrollo. La sustentabilidad del proceso está siendo permanentemente deteriorada por elementos esenciales, por resortes endógenos en el mecanismo de inserción que tiene el continente en la división internacional del trabajo. Sin duda del siglo XVIII para acá “han pasado carros y carretas”, como decimos en Ecuador, pero lastimosamente, inclusive en las economías que han logrado un nivel de diversificación y de densificación productiva muy importante, la piedra de toque fundamental, el “bottom line”, al final del día siempre termina siendo el tema del abaratamiento de los recursos naturales, del abaratamiento de la mano de obra y de las concesiones y exoneraciones fiscales. Las resultantes carreras hacia el fondo en el que nos hemos involucrado los países vecinos con la desesperación para atraer la inversión extranjera y exportar a los mismos mercados con los mismos productos, nos ha hecho no solamente que estemos unos a espaldas de otros, sino que nos pasemos dando

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codazos, por decir lo menos durante estos siglos y es justamente ese corazón del proceso de desarrollo más allá de las voluntades individuales, más allá de las voluntades pasajeras de los gobiernos de turnos, más allá de los signos ideológicos lo que tenemos que ir cambiando. La viabilidad del proceso de integración empieza por apuntalar factores económicos que permitan ejercer la soberanía de los pueblos y decidir el destino del continente más allá de esa matriz histórica de dependencia. El reto que tenemos por delante, como mencionamos ya, se da en el marco de una creciente asimetría en las capacidades de respuesta de los diversos países, de diversas clases de países, entre el Norte y el Sur. No solo que esa realidad desmiente los discursos oficiales de cooperación internacional para salir de la crisis económica, climática, demográfica, energética, alimentaria, etc., sin que empeora las condiciones de causan la crisis. Más aún, esa asimetría es esencial para hacer que el Sur termine pagando la crisis! ASIMETRÍA MACROECONÓMICA Y PROFUNDIZACIÓN DE LA CRISIS ESTRUCTURAL Billones de dólares inyectados masivamente sin contraparte de creación, de generación de crédito productivo y de empleo en esas regiones, que no encuentran otra alternativa de rentabilización que estos episodios de rapiña, sean a través de guerra (en muchos casos ligados al control de rutas o recursos naturales) o de burbujas especulativas. La magnitud de lo que estamos hablando rebasa toda proporcionalidad con la economía real y exacerba la asimetría de las capacidades macroeconómicas y financieras entre países. El rol del sistema global de reservas es fundamental en la preservación de esas dinámicas insostenibles, desestabilizadoras y generadoras de una concentración colosal (social, geográfica y sectorial) de la riqueza. El episodio entre mayo y junio en Europa nos debería llamar la atención al tamaño y la audacia de los buitres que están rondando en los mercados internacionales y al tipo de reto que deberíamos afrontar con responsabilidad y rigor técnico. Las autoridades monetarias han asumido la tarea independientemente de cualquier definición ideológica, países que no tienen ningún tipo de sospecha en términos de pertenecer al “eje del mal” como la coalición conservadora-liberal que gobierna Alemania (al prohibir en mayo mecanismos de short selling y CDS al descubierto, factor determinante en la derrota del ataque especulativo contra el euro) o como Corea del Sur e Indonesia lo han hecho en los últimos meses y lo han hecho en el marco del proceso muy acelerado que han tenido los países de Chang Mai (luego de más de una década de relativa inmovilidad después de las lecciones de 1997) de ir ajustando sus tuercas en términos de

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regulación prudencial, en términos de establecer una red de seguridad financiera regional, que son precisamente las responsabilidades de los Bancos Centrales, en eso tenemos una tarea enorme por delante. No se puede negar que se han hecho cosas importantísimas. Hay un esfuerzo singular muy significativo en el continente, con experiencias individuales de muchos países en América Latina como la propia Argentina del cual podríamos aprender muchísimo, pero lo propio podríamos aprender de otros países grandes como Brasil pero también países pequeños como Uruguay, es justamente uno de los objetos de este tipo de reuniones, o de los logros pasados en Colombia y Chile. Es urgente abrir un diálogo profundo que ojalá en algún momento esté respaldado por el desarrollo de artículos técnicos repartidos con anterioridad para ser sujetos a crítica por parte de los pares de los otros Bancos Centrales en torno a cómo se pueden ir avanzando en estos mecanismos, cómo puede mejorarse el tema de la regulación prudencial, cómo puede regularse el tema de la normativa de supervisión, etc., de manera de generar respuestas continentales que reduzcan la posibilidad de retaliaciones por parte de las “fuerzas del mercado”. Es muy interesante, por ejemplo el caso alemán: el hecho de que sea un país conservador y un gobierno conservador, que además se queda solo por el momento en el contexto europeo y que no solamente que lo hace de manera muy firme con medidas minimalistas (algunas de ellas impulsadas desde esta Comisión en foros internacionales desde hace mucho tiempo y que deberían adoptarse urgentemente a escala planetaria como el caso de la prohibición del “short selling” y los CDS al descubierto ligados a actividades especulativas en mercados de alimentos y de energía), sino que muestra su eficacia operativa: se derrota un ataque especulativo, el euro vuelve a recuperar su valor, la economía alemana tiene signos muy interesantes de recuperación frente a lo que pasa en otras regiones de la propia Europa y en el eje anglosajón. En fin, hay una cantidad de elementos que requieren una serie de estudios específicos adaptando a las necesidades concretas de nuestros países por un lado, hay medidas que tienen que tomarse en casa y mejor si se lo hace en una perspectiva continental. En todos estos temas hay un importante potencial de mejoramiento e innovación institucional en casa sino también de proyección de la voz de Latinoamérica en el contexto mundial. El avance significativo de la presencia de tres países latinoamericanos en el foro del G-20 forma parte de esa posibilidad.

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También es importante ubicar en ese ámbito de estudio que todavía tenemos por delante, una serie de propuestas en otros temas referidas al monopolio internacional que tiene el dólar sobre la liquidez, las transacciones financieras y comerciales, en diverso grado. Las hemos venido impulsando desde esta Comisión en varios foros internacionales, lo hicimos dentro de la Comisión de Expertos convocada por el entonces Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas y presidida por Joe Stiglitz.

Michael Clark que nos acompaña en representación de

UNCTAD ahora, estuvo ahí presente y luego en la negociación del documento final firmado por 192 representantes plenipotenciarios (el G-192!) en la Asamblea General Extraordinaria de la ONU con que culmina esa fase del proceso, que finalmente, por ejemplo, abrió las puertas para el levantamiento del veto de los Estados Unidos a la emisión de los derechos especiales de giro. La gran mayoría de entre los 183 bancos centrales que fueron acreditados automáticamente en el equivalente en DEG de su cuota al FMI, no sabían de dónde habían salido esos recursos, e incluso ahora no saben qué hacer con ellos! La utilización de los derechos especiales de giro, es otro tema que valdría la pena discutirlo en las perspectivas de la integración latinoamericana; de la cooperación Sur-Sur; al interior del cada país; como respaldo a la emisión de DEG regionales, cuyo prototipo podría ser el SUCRE; en la constitución de fondos regionales que permitan liberar parte de las reservas acumuladas como factor disuasivo; en fin, en varias opciones. En algunos otros casos todavía no sabemos cuál es la mejor forma de utilización de esos derechos especiales de giro, pero hay una cantidad enorme de posibilidades de cooperación SurSur, pero también hay un enorme potencial de negociación en bloque con otras regiones del mundo que no tienen problemas de liquidez, me refiero a los países exportadores de petróleo, a pesar de que aquí hay algunos en América Latina, me refiero con mayor certeza a los países árabes, hay otros países con excedentes exportadores, si se presentan propuestas sensatas, técnicamente sustentadas, tendrían las puertas abiertas para la utilización de esos derechos especiales de giro. También debe explorarse el papel de los DEGs en la relación Norte-Sur como lo ha presentado el Presidente Correa como Presidente Pro Tempore de UNASUR en varios foros internacionales, para subsanar las emergencias humanitarias como en el caso de Haití y Chile, para atender desde el fortalecimiento de organismos bloque regionales los problemas de extrema pobreza, hambre y crisis ambiental, etc.

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Quedó totalmente demostrada en el proceso de reunión del G-192 del año pasado, es que hay una responsabilidad asimétrica del Norte en la ruptura o en el deterioro de bienes públicos globales, como son el tema de la estabilidad macroeconómica, inestabilidad financiera, son ellos los que provocaron la crisis y somos nosotros acá en el Sur los que tenemos que sufrirla y es en esa perspectiva que tiene que reclamarse una cooperación internacional para prevenir los efectos que pueden definir catástrofes humanitarias. La FAO ha cambiado las cifras últimamente, pero estamos hablando de alrededor de un millardo de habitantes del planeta que están sufriendo problemas de hambre, eso implica un incremento brutal del número de personas que está sufriendo los efectos más graves de la crisis en el año y medio de explosión de los problemas financieros. Si revisan lo que dicen las revistas Fortune y Forbes con sus listas de billonarios, resulta ser que el peso de la crisis no lo estamos pagando todos por igual: son los mismos agentes especulativos que han provocado la crisis los que han sido beneficiados por el tipo de políticas y no solamente que se mantienen premiados con bonos multibillonarios, sino que han recibido recursos para acrecentar su poder, ellos han estado comprando a otros activos financieros y productivos en otras geografías, esparciendo la contaminación de lógicas empresariales alejadas del manejo adecuado, honesto y competente. Esto nos lleva al muy grave problema mundial de gobernanza, de percepciones de legitimidad, de democracia que están poniendo en riesgo las conquistas civilizatorias tan sangrientamente logradas en los últimos siglos a nivel internacional. La vieja arquitectura institucional internacional se muestra disfuncional e incapaz de garantizar un plano de equidad y legalidad, auspiciando desde la complicidad y la omisión las posibilidades de guerras comerciales-cambiarias, de arbitrajes regulatorios y prudenciales, de libertinaje normativo y hasta contable. América Latina tiene que enfrentar esos problemas y tiene que hacerlo con el arsenal de instrumentos que tiene a mano, pero también sobre la base de una construcción institucional que no necesariamente demanda mayores esfuerzos para empezar. Es en ese sentido lo que hemos venido impulsando una serie de planteamientos desde esta modesta Comisión Presidencial, tanto al interior del país como en el ámbito regional, como en el ámbito internacional, con un mandato explícito -porque así lo dice el decreto que constituye nuestra Comisión, de participar en este proceso con la sociedad civil y con la academia tanto del país como a nivel internacional, dada la doctrina ecuatoriana respecto a la ciudadanía universal que tenemos-.

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Como economistas que somos, sabemos que la estructura de incentivos importa mucho y necesitamos precisamente cambiar los incentivos que enfrentan los distintos actores sociales, tanto los públicos y sobre todo los actores sociales privados para provocar cambios de comportamientos. En ese sentido, crucial ubicar sólo el papel de la empresa privada nacional y extranjera sino ese gran ausente que es la economía popular que involucra masas importantísimas de la población latinoamericana, que incluye a las micro, pequeñas y medianas empresas, a las cooperativas, a las comunas y a otras formas productivas y que no por coincidencia, además, refleja las condiciones de mayor vulnerabilidad, de mayor fragilidad social en el continente. LA PROPUESTA INTEGRAL DE UNA NUEVA ARQUITECTURA FINANCIERA REGIONAL Es en esa perspectiva lo que hemos venido impulsando una propuesta integral de la Nueva Arquitectura Financiera. Como algunos de ustedes me habrán escuchado en otras ocasiones, ubicamos tres pilares básicos, no exclusivos: una banca de desarrollo de nuevo tipo, una moneda común de la región y una alternativa regional al Fondo Monetario Internacional. El diseño es modular, cada uno de estos pilares puede sostenerse por sí solo, pero obviamente el desempeño óptimo va a darse sobre la base de las sinergias que pueden explotarse en el funcionamiento al menos de estos tres pilares en paralelo. Primero, necesitamos una banca de desarrollo de nuevo tipo. El Banco del Sur es una de esas experiencias. Sería magnífico, como en alguna medida ya ha pasado, el que sobre la base de estos planteamientos nuevos la banca de desarrollo ya existente empiece a cambiar su forma de operación. Ha habido un sinnúmero de oportunidades a lo largo de estas décadas que han sido muy limitadamente aprovechadas por la institucionalidad vigente y es necesario asumir rápidamente una serie de tareas desde un inventario crítico. La perspectiva que planteamos con la Nueva Arquitectura Financiera, no implica desplazar a las otras instituciones de desarrollo, sino invitar desde esta otra perspectiva a un proceso de negociación en el que se viabilice el nuevo conjunto de prioridades que estamos planteando: soberanía alimentaria, soberanía energética, soberanía en el cuidado de la salud, el financiamiento de una red de infraestructura que permita reconocernos no solamente como hermanos sino también como vecinos, con las posibilidades de interpenetración y de

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complementación económica, el financiamiento de la economía popular haciendo referencia a las necesidades específicas, idiosincráticas de las distintas lógicas y racionalidades económicas de las unidades productivas que forman parte de las estrategias de sobrevivencia de la gente en el continente, la necesidad de financiar una base continental de ciencia y tecnología, en fin, los elementos que están presentes en el Convenio constitutivo ya firmado por siete Presidentes del continente. Pero no solamente se trata de instalar otras prioridades más cercanas a las necesidades de la vida de la gente. Hay modalidades de operación, condiciones atinentes a la moneda y al carácter del crédito que es necesario cambiar para garantizar la sustentabilidad del proyecto. El mejor de los proyectos hecho con divisas extranjeras, debe pagarse en divisas extranjeras y con creces, pagando también intereses, y la forma de conseguir las divisas extranjeras por la matriz histórica que estábamos refiriendo hace un momento, sigue marcada, de una u otra manera, por la lógica del abaratamiento de la fuerza de trabajo y del abaratamiento de los recursos naturales como recursos de última instancia. En ese sentido, es necesario abrir otras potencialidades que obviamente tienen que ir madurando gradualmente sobre la base de la potencialización no solamente de la producción y los recursos internos sino también de las monedas nacionales y eventualmente de la posibilidad de una moneda común o regional. Sobre esa base es necesario repensar los temas monetarios, los temas de la construcción de un sistema soberano de crédito al interior de nuestros países, pero también en el contexto continental. El segundo pilar hace referencia a los sistemas de compensación de pagos, que entiendo han sido ya tratado en esta reunión y que constituyen iniciativas muy felices, pero en proceso de maduración. El hecho de que hasta ahora para cualquier tipo de transacciones entre países que no utilizan el dólar tenga que recurrirse al dólar y que además el importador deba contactar a su banco local que a su vez pase por los bancos corresponsales en los Estados Unidos utilizando el Swift, llegar a la Reserva Federal de EEUU y de allí al banco corresponsal del país exportador para recién llegar al banco corresponsal privado del exportador, implica un nivel de ineficiencia enorme, costos de transacción elevadísimos y artificiales, totalmente innecesarios. Además, el procedimiento vigente encierra un riesgo de fuga de información muy grave que en estas épocas de inestabilidad y tentaciones especulativas puede constituirse un peligro sustancial

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para la estabilidad macroeconómica de un país, más aún si pueden estar involucradas intencionalidades concretas (UNASUR ha debido bloquear ya unos cuantos proyectos desestabilizadores en la región). Saber cuándo, dónde y cómo golpear puede ser letal para determinada economía, más aún si hay ciertos objetivos políticos de ruptura de la democracia, con diversos signos políticos en la historia reciente de América Latina. Es muy importante que existan iniciativas como la del sistema de monedas locales, el SUCRE, Sistema Unitario de Compensación Regional, que no tiene mayores similitudes con el proceso de construcción del euro. Se trata, por el contrario, de una moneda diseñada desde el principio para convivir con las monedas nacionales e inclusive con la posibilidad de una moneda popular, pero no en términos de una circulación física como algunos pueden plantear o creer, sino que se trata de una tarjeta de crédito virtual, ni siquiera se requiere el plástico, una tarjeta de crédito que se abren recíprocamente los bancos centrales para propiciar la movilización de recursos, la movilización de energías productivas que hoy por hoy, en la espontaneidad del mercado, de los mecanismos de financiamiento existentes tanto públicos como privados, no son posibles. A diferencia del diseño del euro, el SUCRE no solamente que no exige ningún tipo de restricciones para las soberanías nacionales, sino que al contrario, se convierte en una condición de fortalecimiento de los instrumentos tradicionales de política económica e inclusive una posibilidad abierta, una ocasión adicional para la construcción, para la innovación institucional que permita nuevos instrumentos de política económica en el continente. Aparte de todos esos ahorros microeconómicos potenciales a los que estábamos haciendo referencia, con el SUCRE estaríamos eliminando una presión sobre el mercado de cambios regional totalmente artificial que genera perturbaciones en los objetivos de tipo de cambio de la programación macroeconómica y que exigen respuestas con otras medidas de política. El eliminar esa presión artificial sobre los mercados cambiarios permite más grados de libertad en la política del sector externo, de tipo de cambio, en la política comercial, etc. El no necesitar utilizar el tipo de interés para controlar un objetivo cambiario abre nuevas posibilidades, da más oxigeno, más grados de maniobra a la política monetaria y financiera y el hecho de que no sube el tipo de interés ni el tipo de cambio, da más grados de libertar a la política fiscal porque se reduce el peso del servicio de la deuda externa. Por otro lado, la reducción de la variabilidad de lo principales precios de la economía y la reducción de costos financieros liberan recursos de otros

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agentes (hogares, empresas, unidades de la economía popular) que pueden orientarse hacia la inversión productiva, la generación de empleo y el bienestar social. Por último, simplemente subrayo el hecho de que como cualquier tarjeta de crédito individual, uno puede tener varias tarjetas de crédito en el bolsillo. Si no les gusta el nombre SUCRE, podríamos inventarnos cualquier otro sistema de compensación de pagos que permita dar otro contenido a la moneda. Es decir una moneda que no sea sirviente de los intereses y dinámicas especulativas y expoliadoras, sino que valide el trabajo de la gente, que ponga en primer lugar las transacciones reales, tanto grandes como pequeñas, que permita reducir el umbral de costos y de incertidumbre que impide que buena parte de los actores económicos participen en el comercio exterior y sobre todo en el comercio regional. Este tipo de medios de pago alternativos permitirían generar mecanismos de ajuste automático de los desbalances externos, con una corresponsabilidad, obviamente negociada, entre los países deficitarios y los países superavitarios, lo cual define otro horizonte para la integración latinoamericana. Ya existen instituciones al respecto. Magnífico. Hubiera sido bueno ver qué es lo que pasa con esas instituciones, qué es lo que han hecho durante todas estas décadas para dar respuestas al continente. Hemos tenido una crisis brutal de la deuda, tres décadas de ajustes, épocas de vacas gordas y épocas de vacas flacas.

Cuáles son las alternativas, cuáles son las innovaciones

institucionales que se han proyectado. Ahora es necesario avanzar con soluciones. Por ejemplo, la Cámara de Compensación Regional de la ALADI en algún momento a finales de los años 80 llegó a cubrir el 90% de las importaciones intra- latinoamericanas, en 3 años colapsó al 1%, ahora se ha recuperado, pero no llega ni de lejos a cubrir ese nivel de expectativas que se tuvo en su momento. Ha habido un déficit de respuestas e innovaciones institucionales frente a un deterioro que ha durado 20 años. En tercer lugar y complementario a estos otros dos, es necesario articular una alternativa regional al Fondo Monetario Internacional, lo que no excluye ciertos niveles de complementariedad. Este tercer pilar tiene que ver con el mecanismo de defensa monetaria y financiera del continente y es tarea fundamental de los bancos centrales de la región. Es el tema al que intentaba motivarlos en la primera parte de mi exposición: es urgente crear una red de seguridad financiera para América Latina.

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HACIA UNA RED DE SEGURIDAD FINANCIERA CONTINENTAL La idea es que hay una gran cantidad de posibilidades, más o menos inmediatas, de mejorar los servicios que dan los bancos centrales en el continente, sobre la base de la explotación de varias posibilidades logísticas y técnicas que están a disposición en el corto plazo. La mera colaboración de los bancos centrales en un esquema reticular, podría generar una cantidad de ventajas y de sinergias que van más allá de la mera convergencia macroeconómica. Esa convergencia en sí mismo es un paso adelante muy importante y para el cual este tipo de reuniones pueden dar una serie de importantes resultados, pero también la posibilidad de establecer otros mecanismos de relaciones más directas a nivel transaccional. En la primera reunión del 11 de febrero de 2010 aquí mismo, en Quito, conversamos en detalle los temas de los sistemas electrónicos de pagos, con propuestas muy significativas de parte de los Bancos Centrales de Perú y Colombia, muy proactivas respecto inclusive a la posibilidad de brindar el software adecuado para hacer esto realidad en un par de meses. Los sistemas electrónicos de pagos son armonizables en el cortísimo plazo y permitirían una conexión directa sin pasar por el Swift ni por la Reserva Federal de los Estados Unidos, no en términos de exclusividad, sino en términos de una alternativa para quien quiera utilizarlo, lo que permitiría otro tipo de relaciones entre los países, otro tipo de cooperación Sur- Sur inclusive. Uno de los ejemplos cercanos es la posibilidad de armar un mercado virtual de liquidez: un mercado de valores virtual que permita tranzar los títulos valores de los bancos centrales, los títulos del tesoro de todos los países de América Latina. Este es un tema muy importante que está latente, que puede además ser una alternativa de colocación para el sector privado, que hoy por hoy sigue mandando sus recursos afuera y para la propia banca privada que muestra niveles generalizados de sobre-encaje.

Si decíamos que hay más de medio millardo de dólares de

reservas internacionales, al sumar los fondos parafiscales, fondos pensionales, fondos de estabilización y los recursos del sector privado, estamos en un aproximado de USD 3 billones (latinos). Tres millones de millones de dólares del continente que están colocados en papeles financieros en el norte, con rentabilidades nominales menores al 1%, y con un riesgo de que se caigan sus capitales de la noche a la mañana! Hemos tenido varios episodios en los últimos meses con el Dow Jones y con otros indicadores de

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los mercados financieros que muestran que en cuestión de 10 minutos hay caídas espectaculares, como en le “flash crash” de inicios de mayo. No hay refugios seguros, no hay santuarios en esta circunstancia. Inclusive hay rumores sobre el banco central de los bancos centrales por problemas ligados a la especulación con respecto al oro y a los títulos valores del oro y a los mercados “inorgánicos” de futuros del oro. En fin, se los crea o no, parte del problema es precisamente la falta de transparencia sobre asuntos tan cruciales que atañen a la estabilidad de todos nuestros pueblos, que afectan la vida diaria de la gente, y por eso parte de la construcción de la soberanía monetaria y financiera del continente parte de esta necesidad de tomar el destino de nuestros pueblos en nuestras propias manos, pasa por la responsabilidad de los bancos centrales de armar alternativas. Insisto, nadie tiene el monopolio de la verdad, nadie tiene la respuesta completa, nadie tiene el monopolio de la iniciativa. Es claro es el déficit de debate regional. Quien sabe si estamos acostumbrándonos a que nos venga la receta de algún país o institución del norte, para que la cosa venga validada y santificada. Ese es parte del problema. Creo que es fundamental el hecho de desplegar iniciativas con el riesgo a equivocarnos, pero crear el espacio para que esas capacidades institucionales que hemos venido creando en el continente se pongan al servicio con el análisis concreto en los términos más rigurosos posibles. La alternativa del sistema de liquidez continental, el mercado de valores virtual, además permitiría evitar el efecto de estigma -muy estudiado en la literatura del “mainstream”, en la literatura convencional en economía- que ha generado efectos tan graves en lo que tiene que ver con los spreads, los riesgos país y los aprovechamientos políticos coyunturales de manera oportunista. Otra opción lo que están ensayando en el marco de la Iniciativa Chang Mai y que obviamente habría que nacionalizarlo en América Latina, es la posibilidad de una matriz de créditos recíprocos entre bancos centrales, aquí si multilaterales, que permitan tejer una red de alternativas de respuesta frente a dificultades de balanza de pagos e inclusive fiscales. Otra podría estar ligada a la constitución de facilidades de crédito con mecanismos de emergencia para balanza de pagos y caja fiscal, la posibilidad de establecer mecanismos de gestión común de reservas en estas circunstancias de alta incertidumbre, de alto riesgo que requieren además recursos humanos especializados para el seguimiento de los distintos mercados y eventualmente la posibilidad de constituir un fondo común de reservas. Los temas ligados a la construcción de

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alternativas al sistema global de reservas potenciarían estos esquemas pero no son premisa para avanzar desde las fuerzas regionales. El uso de los DEG, el diseño creativo de opciones financieras de los recursos naturales como parte de las reservas internacionales de la región ( con especial referencia a la replicabilidad de la Iniciativa Ecuatoriana sobre el Yasuní), mecanismos de garantía y retrogarantía, inversiones cruzadas entre entidades del sistema de la banca pública, etc., pueden constituir creativos componentes de otro arreglo institucional que permita un reciclaje más eficiente de los ahorros de la región y una gestión del riesgo más eficaz para los diversos actores económicos. Hay una cantidad de opciones técnicas, que sin duda ustedes podrán replicar no solamente corrigiendo este pensamiento, sino con una lista de sus propios reportorios de lo que debería hacerse, el SELA, FLAR, ALADI, CEPAL, BID, CAF, Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional sin duda pueden aportar muchísimo en ese sentido. Las universidades también deben aportar. Lo importante es abrir el debate, generar además un estilo dialogante, tolerante, técnicamente responsable. Creo que con este tipo de redes de seguridad financiera, con este tipo de alternativas institucionales que garanticen cierto nivel de tranquilidad, que reduzcan el nivel de incertidumbre en el continente, cualquier función objetivo dinámica, estocástica con los mismos parámetros de aversión al riesgo y en las mismas condiciones de un escenario de incertidumbre puede definir un tamaño óptimo de reservas individuales mucho menor al actualmente existente. Liberar una parte de esos recursos una vez garantizada la estabilidad macroeconómica y financiera de nuestras naciones podría canalizar una cantidad muy significativa de recursos hacia la inversión productiva, la generación de empleo, la generación de otro tipo de capacidades productivas que nos proyecten de mejor manera en el escenario de un mundo post crisis.

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“La Crisis Sistémica del Modelo de Capitalista: El Problema de la Endeudamiento en las Relaciones Alternativas de Financiamiento para el América Latina”

Acumulación IED y del Norte-Sur y Desarrollo de

Jubileo 2000. Intervención del Dr. Páez. Taller InternacionalGuayaquil, 20 de enero 2011. Es particularmente clave para la acción de la sociedad civil, y los movimientos populares, el poder tener una lectura correcta de la crisis actual. Esta es una crisis estructural, no es una crisis financiera que deviene económica. Es una crisis estructural que proviene de la confluencia de una serie de procesos de larga duración, que por razones de tiempo, podríamos simplemente abreviarlos en dos grandes planos. El plano del modo de producción, y en otro, el plano del modo de vida, que es un concepto todavía más profundo que tiene que ver con el carácter civilizatorio de la encrucijada en la que nos encontramos. En el plano del modo de producción, venimos del agotamiento del régimen de acumulación que resuelve la anterior crisis estructural de los años 30, cuando se desatan una serie de procesos sobre la base del triunfo de las fuerzas antifascistas dando lugar al pacto socialdemócrata en Europa, al New Deal en los Estados Unidos, al establecimiento de un campo de socialismo estatista, al proceso de descolonización en la periferia con avances en la construcción nacional tan significativos como los procesos de industrialización por sustitución de importaciones, sobre todo en América Latina. Es decir, en esa coyuntura larga que abre la crisis de 1929 no estaba solo involucrado un problema meramente técnico o económico, sino un problema político, de correlación de fuerzas. Es un balance de poder dolorosamente logrado el que permite que sean las salidas democráticas, humanistas las que terminen triunfando y configurando el relanzamiento del capital, el relanzamiento de la tasa de ganancia, tras la victoria de las fuerzas antifascistas en la Segunda Guerra Mundial. El periodo que inaugura esa correlación de fuerzas ha sido llamado el de los “años dorados” del capitalismo (en el Norte y en el Sur) tanto en el plano del crecimiento económico como de la posibilidad de una promesa societal de modernidad burguesa construida durante siglos como base de una dirección moral que deviene mundial. Sin embargo, el resultante ascenso de las clases trabajadoras y el incremento de su poder de negociación empieza a afectar el patrón 29


oligárquico de dominación y a comprimir la formación de la ganancia en las condiciones dinámicas de distribución del ingreso, tanto a nivel doméstico en el centro del sistema, como a nivel internacional, y eso marca un impasse en el plano de la sobreproducción tanto de bienes y productos, como la sobreproducción de capitales, desde mediados de los años 60 y, sobre todo, a partir de los años 70. En un primer momento, los procesos de globalización, deslocalización industrial y la sucesiva reproducción de dinámicas de semi- periferia en geografías cada vez más apartadas,

se

convierten en factores que permiten recuperar la tasa de ganancia temporalmente, pero que rápidamente se agotan –fruto de su propio éxito- para convertirse en otro de los elementos que comprimen la formación de la ganancia media por el indetenible abaratamiento de las mercancías y la aceleración de la rotación del capital, dificultando los procesos de rentabilización del capital y de la colocación de (nuevos y crecientes) capitales. Como respuesta a esa compresión de las ganancias a nivel macro que se viene dando desde los años 60s, se desata un proceso de hipertrofia parasitaria del sistema financiero transnacional, que exacerba una ya existente jerarquización de las ganancias, con un tipo de reclamo en el nivel y el cortoplacismo de la tasa interna de retorno sin precedentes en la historia, que están crecientemente reñido con la lógica de la reproducción ampliada de los procesos productivos. La punción efímera pero jugosa sobre el plusvalor que esta poderosa lógica impone en la dinámica global del proceso de acumulación, desde la volatilidad, la ductilidad y la flexibilidad de las innovaciones del capital financiero entra en contradicción con las capacidades potenciales de desplegar otros tipos de producciones, inclusive capitalistas, inclusive muy rentables desde el punto de vista del capital productivo monopólico, simple y llanamente porque no reditúan a niveles superiores al 25% o 30%, y porque no están en el marco del horizonte temporal que ofrecen las nuevas inversiones financieras. De manera que, al interior del modo de producción se establece una relación de dominio de la lógica del capital financiero sobre lo que se podría llamar la economía real, es decir la producción de bienes y servicios. Cualitativamente, vivimos una nueva forma de existir del capital, en la que el proceso de trabajo ya no solo está subsumido al proceso de valorización del capital, sino que ambos operan subsumidos a la lógica de la inversión especulativa. ¿Qué quiere decir esto? Que la relación entre el proceso del trabajo y la valorización de ese

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proceso de trabajo se plantea no solo a nivel de la ganancia, sino que el propio proceso de acumulación capitalista está filtrado, está bloqueado desde el interés y la lógica del capital financiero transnacional en una acelerada reproducción auto-referenciada de capital ficticio. No es sólo la lógica del capital per se la que sirve como eje articulador del sistema, sino la lógica del capital financiero transnacional sobre la base de la multiplicación de deudas de todo tipo que pierden pista de su ineludible vínculo con la economía real. En el plano del modo de producción, entonces, aparece una relación muy compleja entre los problemas y los límites que tiene la inversión de capital con el problema de la sobreproducción que cíclicamente se ha constituido en la fuente de las crisis contemporáneas. Las crisis modernas, internas al capital, no surgen de un problema de escasez, sino de una gran capacidad de producción. Pero no es posible con esta producción generar soluciones para la vida de la gente, simplemente por el tema de la ganancia. Como decía Gandhi: “La Tierra es suficiente para dar de comer a todos, pero no alcanza para la codicia de unos pocos”. Y es ese el problema que vivimos al momento, hay una gran cantidad de desarrollos científicos y tecnológicos que serían absolutamente válidos para responder a los problemas relacionados con el agotamiento de recursos naturales, pero que no pueden ser desplegados porque simple y llanamente no son rentables en los términos que exige la competencia monopolista especulativa. Pero esta dinámica esencial se complica extraordinariamente con múltiples procesos en el plano del modo de vida, que confluyen para configurar los contornos de la presente crisis estructural. El modo de vida hace referencia a las relaciones que establece el hombre con la naturaleza, y consigo mismo. El ámbito de relaciones hombre-naturaleza, nos plantea el problema de cómo la especie humana, la noosfera que organiza, establece un determinado tipo de relación con la biosfera y con los planos abióticos de la materia. La especie humana tiene una capacidad especial, a partir de su creatividad intencional, de revolucionar permanentemente su nicho ecológico, en el intercambio de flujos de energía y de materiales con el resto de la biosfera y del cosmos, y eso plantea un tipo de relación que en términos biológicos podría considerarse como comportamiento de “plaga”. Y a pesar de lo que digan ciertas posiciones ambientalistas, no hay marcha atrás: nuestra responsabilidad con la Pachamama exige una visión holística anti-entrópica inviable desde la concentración del poder real de decidir que ha generado el modo de producción capitalista y que se agudiza no solo con el régimen de acumulación financiarizado sino con la crisis misma y con las vigentes “salidas” que la red oligárquica mundial ha implementado.

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En el nivel de las relaciones del hombre consigo mismo, esta encrucijada histórica se complica por el ya existente problema de que la especie humana en su conjunto aún no desarrolla mecanismos para procesar o resolver democráticamente los conflictos que la atraviesan, es decir, a través de una lógica que principalice la voz y la decisión de los sujetos. Estando en riesgo la existencia de la especie, la constitución del sujeto histórico de la transformación, la emancipación integral del hombre se vuelve no solo inexorable, sino, además, urgente. Un problema gravísimo en el que el número, como abstracción real de la praxis humana, adquiere otras características. Es el salto de lo cuantitativo a lo cualitativo: 7 mil millones de seres humanos planteamos también una nueva dimensión problemática, no solamente de efectos insostenibles de huella ecológica sobre el planeta, sino también un problema de cómo nos entendemos para procesar decisiones vitales. A partir de allí es necesario entender como las crisis alimentaria, energética, demográfica, etc., se agudizan recurrentemente cada vez más por la forma como se toman las decisiones cotidianas por parte no solo de quienes controlan los espacios de decisión mundial en torno a la lógica del capitalismo actual, sino desde la microfísica del poder en cada territorio globalizado. Entonces, se establece una cierta relación entre el plano del modo de vida y el plano del modo de producción, en la que la lógica de la ganancia especulativa se constituye en el motor que orienta la dinámica y el curso de esa relación. Es decir, en las actuales condiciones de operación del proceso de trabajo, la proyección ecológica de reproducción de la vida, aún si se percibe la amenaza, sólo puede darse en la medida en que pase el filtro del modo de producción dominante; es decir, en la medida en la que pasa el filtro de la alta rentabilidad y el cortoplacismo. No es posible, en las actuales condiciones de la correlación de fuerzas mundial, desarrollar otro tipo de salida a la crisis estructural si no se procuran ganancias para la oligarquía transnacional que se ha constituido. Y ese es el punto fundamental que queremos plantear: podrían definirse una gran cantidad de propuestas tecnológicas, científicas, jurídicas, económicas, pero el problema del poder tapona ese tipo de soluciones. El reclamo de cada uno al derecho a la voz y a la decisión se torna, entonces, crucial. Y el potencial está allí, en ese despertar planetario de los pueblos que aflora ineluctablemente desde las frustraciones, desde los escepticismos, desde los desengaños, desde las resistencias…

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Son esos elementos los que van perfilando las condiciones en las que el poder establecido puede dar cabida a nuevas alternativas en plazo paradójicamente cortos. Son esas condiciones las que rompen en estas circunstancias de patentes contradicciones del sistema, los criterios de racionalidad y de razonabilidad a lo que estamos acostumbrados. Nada hay automático, por violentas que sean esas contradicciones. El reto político e ideológico del poder para mantener su dominio es gigantesco, precisamente por la profundidad ontológica del impasse estructural que sufre, al punto que la presente crisis está, en los hechos, desbaratando los principios fundamentales de la propiedad privada. El mercado, artificio civilizatorio anterior al capital, solo ha existido históricamente sobre la definición privativa de la propiedad. No son los comunistas, no son los anarquistas, no son los “talibanes” (por mencionar a un enemigo más de moda) los que han roto con el principio ya milenario de la propiedad privada, es el propio capital financiero transnacional cuando, por ejemplo, se vende un mismo activo al mismo tiempo múltiples veces (en el caso del petróleo, cuando estábamos en el Ministerio de Política Económica, llegamos a documentar que se vendía el mismo barril de petróleo 13 veces simultáneamente, a través de innovaciones financieras) o cuando el rastro de una hipoteca se disgrega en los múltiples propietarios de títulos de deuda sintética estructurados sobre ella. Los procesos fundamentales de la reproducción de la vida de la gente, como la alimentación, están siendo puestos en cuestión por la lógica decadente del capital financiero transnacional, más aún cuando intervienen sofisticados procesos logísticos a escala mundial para garantizar la provisión de alimentos. En el pasado la satisfacción de las necesidades alimenticias se resolvía principalmente a nivel de la comarca, a nivel de la localidad, ahora se deben traer cosas de otros puntos del mercado mundial con el impacto ambiental desmesurado que provoca un comercio de larga distancia solo posible por precios relativos distorsionantes. Esa logística ligada a la reproducción de la vida, también está mediada por las decisiones no sólo de las ganancias, sino de la jerarquización de la ganancia y el cortoplacismo del filtro del capital financiero transnacional, lo que amenaza en última instancia que se desarrollen procesos productivos que puedan satisfacer a nivel planetario las demandas locales de alimentos. Adicionalmente, la fragmentación frenética (geográfica e institucional) de esa cadena logística requiere múltiples pasos mediados por transacciones financieras de diverso tipo, puestas recurrentemente en riesgo por la generalizada crisis de confianza que la explosión de deudas insolventes genera. Millones de gentes cuya vida depende del tamaño del bono que recibirá tal financista por tal decisión.

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La multiplicación de absurdos de alcances letales no para y sin duda genera y cataliza avances en ese despertar de los pueblos que mencionamos. Sin embargo, la crisis no se desarrolla en un plano exclusivamente objetivo, sino también en un plano subjetivo por lo que no se puede hablar exclusivamente de una crisis financiera, de una crisis económica, o una crisis ambiental, sino también de una crisis ética, que ha afectado también a los sectores progresistas, que en la desesperación por aparecer “sensatos”, “razonables”, parte de la corriente y del pensamiento mayoritario, parte de lo que se conoce como el “sentido común” (el cual renuncian a transformar), están sacrificando las posibilidades efectivas de una salida para la humanidad. Insisto, esta no es una crisis financiera, esta es una crisis civilizatoria, en las que las conquistas democráticas, los valores republicanos de la modernidad, de la racionalidad, que habían sido inclusive festejados por autores como Marx y Engels en el Manifiesto Comunista hace 150 años, ahora no son funcionales al poder establecido. Estamos hablando de un proceso final, de una bifurcación histórica, en el que si las fuerzas progresistas triunfan, se podrá ofrecer una salida a todos estos planos de conflicto, de impasse a la reproducción de la vida. Pero si no, lo que vamos a tener es peor de lo mismo. No es posible salir de esta crisis del capitalismo, sin salir del capitalismo en crisis. Pero eso no quiere decir que el capitalismo va a acabarse mañana, al contrario, el capital puede perpetuarse como los vampiros, por siglos, viviendo a costa de la sangre de la gente. Justamente para lo que hemos sido convocados en este taller es para hablar respecto de uno de los mecanismos que utiliza el capital para extraer la sangre de los pueblos: el tema de los abusos de la inversión extranjera y la deuda externa. Desde los marcos de racionalidad y razonabilidad en los que (auto)encerramos nuestra praxis, en lugar de convertirse en instrumentos de una acumulación moderna, impulsora de fuerzas productivas, ambos vectores se convierten sucesivamente en palancas privilegiadas de una acumulación originante, por desposesión, que reproduce las condiciones del atraso y el subdesarrollo en la conexión globalizante a la modernidad. Los ya tortuosos procesos de construcción de nación y de ciudadanía se pervierten y desmantelan en una degradación de la promesa de Occidente aceptada con resignación por individuos y colectividades que interiorizan impotentes el fetiche del “mercado” y de lo “técnico”. En los últimos años se puede evidencia una especie de transición en los mecanismos de sometimiento de pueblos enteros a la lógica del capital financiero transnacional. Vivimos con el

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neoliberalismo más de tres décadas en el que el dogal de la deuda externa se convirtió en una palanca fenomenal para transformar a las sociedades, desmantelando aparatos productivos, instituciones, y transformar en este proceso, a las propias clases sociales, a los agentes históricos; tanto a las burguesías como a los trabajadores. Y ahí, en esa vivencia tan violenta y reciente, se muestra la importancia de dar una respuesta a la crisis ética, de plantear con autenticidad un proceso de compromiso con el futuro de los pueblos latinoamericanos, con el compromiso de los pueblos frente al imperio y a las manipulaciones del poder establecido a nivel internacional. Llega un momento, sobre todo a finales de los años 90 y principios del año 2000, en que este papel tan eficaz de sometimiento por parte de la deuda externa se debilita por una serie de condiciones macroeconómicas que no tenemos tiempo de conversar acá, y empieza a evidenciarse, el papel que cumple la inversión extranjera y sobre todo los chantajes de las sentencias de los tribunales de arbitraje internacional, que desde la opacidad, la falta de rendición de cuentas, la absoluta impunidad en la forma como se establecen los fallos en estas sentencias internacionales, favorecen los intereses de las transnacionales. Es el caso de la Chevron-Texaco, que luego de haber explotado por un cuarto de siglo el petróleo ecuatoriano y contaminado la Amazonía utilizando tecnología que la propia Texaco había prohibido en otras partes del mundo, termina enjuiciando al Estado ecuatoriano por el equivalente a la mitad del PIB. Un tema absolutamente sin ningún tipo de parámetros de racionalidad dentro de los propios cánones de la legislación y de la moral burguesas. Este taller forma parte de un esfuerzo amplio, pluralista, de recuperar las mejores tradiciones de la humanidad, para, desde la autenticidad y el compromiso, articular un nuevo horizonte de vida que de alternativas rigurosas en el plano técnico, en el plano que corresponda a cada una de las disciplinas, pero que garantice lo fundamental: los valores humanos, que hoy por hoy están siendo amenazados por la lógica del poder. En ese impasse a las condiciones de colocación de capital, en ese impasse a las condiciones de reproducción del capital productivo, en ese impasse a las condiciones globales de reproducción del capital, se está jugando la dignidad y la humanidad entera. Son solamente los pueblos, que recogiendo las mejores tradiciones desde el liberalismo republicano, desde las posiciones socialistas, desde las distintas posiciones religiosas, cristianas y no cristianas, pueden construir

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una alternativa que redefina una correlación de fuerzas que permita la articulación de otras lógicas productivas distintas a las del capital. Sobre la base de esa movilización social es viable establecer las condiciones para efectivamente desplegar otro tipo de institucionalidades, como las propuestas por la Nueva Arquitectura Financiera; desplegar otro tipo de políticas económicas que no impliquen regresar a las políticas neoliberales, como paradójicamente y sorpresivamente está sucediendo en todo el mundo, no solamente en Europa; y evitar que se establezcan las condiciones globales de sometimiento todavía mayor, de reducción todavía más brutal a la impotencia de individuos, de colectividades, de naciones enteras, al capital transnacional. En el caso de lo que se ha venido trabajando desde la propuesta de la nueva arquitectura financiera ecuatoriana, regional y mundial, hay una cantidad de iniciativas, incluyendo opciones en torno a los tribunales de arbitraje y la gestión del ahorro doméstico y externo, que podrían establecerse bajo el objetivo de evitar que nuestros países entren nuevamente en la espiral de crisis fiscal y de acumulación de deuda externa que se vivió en los años 80; y que pasan por la construcción de capacidades nacionales, la construcción de un sistema de soberanía en el plano crediticio y en el plano monetario; que pasan por la construcción del Banco del Sur, un Banco de Desarrollo con un nuevo tipo de prioridad, que hagan viable esas necesidades básicas de la vida de la gente, que permitan recuperar desde los territorios, desde las comunidades, en un plano regional, en un plano de integración latinoamericana, esa dislocación de la producción y el consumo provocado por la crisis mundial, y que permitan construir la Patria Grande con un elemento de expresión de los intereses populares. En esa misma perspectiva, otra moneda es posible: no aquella que es vehículo de la explotación, la especulación y la exclusión, sino esta otra, tipificada en la experiencia del SUCRE, que valida el trabajo de la gente y el intercambio entre los pueblos y que puede reproducirse fractalmente para consolidar circuitos de pago local que reciclen los excedentes desde los territorios y las comunidades. Finalmente, necesitamos bloquear la restauración del poder de chantaje del Fondo Monetario Internacional, con una alternativa continental que conecte a los bancos centrales en una red de seguridad financiera que disminuya la vulnerabilidad del proceso latinoamericano frente a los embates financieros y comerciales de un escenario internacional hostil al cambio.

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"El Fracaso de Bretton Woods y los Tres Pilares de la Nueva Arquitectura Financiera Regional” Equipo Técnico Nueva Arquitectura Financiera Regional – Banco del Sur. Ecuador, 22 de septiembre de 2009. 1. EL FONDO MONETARIO INTERNACIONAL Y EL BANCO MUNDIAL: SU FRACASO HISTÓRICO De la cita de Bretton Woods en las postrimeras de la Segunda Guerra Mundial surgen las instituciones llamadas a configurar los pilares del que sería el Nuevo Orden Económico Mundial sobre la base de un claro direccionamiento hacia los intereses particulares de la nación que se erguía con la hegemonía en Occidente. Es así que nace el Fondo Monetario Internacional en el pilar monetario, el Banco Mundial en el pilar del desarrollo y la fallida Organización Internacional del Comercio, que sería sustituida por el proceso GATT – OMC, en el pilar comercial. El FMI se configuró en el objetivo específico de proveer créditos de corto plazo en divisas a los países en situaciones de problemas en sus balanzas de pagos a efectos de que puedan preservar sus niveles de reservas internacionales, y con ello la estabilidad cambiaria de sus monedas. Cabe recordar que esta función del FMI se inscribía en el esquema monetario impuesto por el patrón oro-dólar con los Estados Unidos como emisor primario del dinero del mundo, y los demás países sujetos a un manejo monetario respaldado en sus tenencias en dólares. Este esquema original no pudo sostenerse por la desenfrenada emisión estadounidense que le llevó a este país a un auge económico inusitado en la década de los cincuenta, a expensas de exportar su inflación al mundo volviendo insostenible el fundamento de tipos de cambio fijos. Luego del colapso definitivo del patrón oro-dólar, para los años setenta, la liberalización cambiaria resultante hubiera significado la desaparición del FMI al extinguirse su razón de ser. Pero la capacidad de adaptación de esta entidad y el aprovechamiento de las propias consecuencias del colapso del esquema original, le dieron nueva vida y poder. La crisis económica de los países latinoamericanos en los ochenta, fundamentada en la crisis de su deuda externa, impulsó a que el FMI se convierta en el prestamista obligado para atender las necesidades urgentes de financiamiento de estos países sobre endeudados y con sus canales convencionales de acceso a recursos rotos. Esta coyuntura derivó en un redireccionamiento del 37


papel del FMI, ahora convertido en el puntal del Consenso de Washington para la imposición del modelo neoliberal como opción única de manejo económico a través del condicionamiento de los recursos que esta entidad prestaba a los tan necesitados países de la Región. La paradoja neoliberal impulsada desde el FMI obligó a que dos décadas de recuperación económica de América Latina no hayan podido aprovecharse para mejorar la calidad de vida de los más necesitados a través de un real fortalecimiento de las economías. El creciente ahorro nacional que se iba gestando de un lado gracias al sacrificio de la población, resultó en un proceso de acumulación obligado a título de alcanzar niveles “adecuados” de reservas internacionales como requisito para que por el otro lado, los países puedan recibir recursos del FMI y su aval para otros créditos de la banca multilateral de desarrollo para financiar un supuesto desarrollo económico condicionado por todos lados. Es en esta lógica del financiamiento para el desarrollo en la que se inscribe el Banco Mundial, asimismo, transmutado en su condición desde unos inicios institucionales que bien podrían haberse inscrito en esfuerzos orientados a la canalización de recursos efectivamente para impulsar a las economías más necesitadas. Pero, en el mismo contexto del Consenso de Washington vino a convertirse en otro más de los mecanismos de condicionamiento del manejo económico de los países prestatarios y altamente necesitados de recursos para su desarrollo. En esta línea y con la condicionalidad asociada al cumplimiento de las “recetas” del FMI, el Banco Mundial juega un papel complementario en la imposición de un modelo económico tendiente a perennizar los esquemas vigentes de explotación y beneficio para unos pocos, tanto en la escala global como en la local. Dos décadas de neoliberalismo solo afianzaron las arcaicas estructuras de subyugación económica al Norte. Se exacerbó el esquema vigente en la división internacional del trabajo. Muchas economías de la Región evidenciaron procesos de reprimarización de su producción y de concentración de sus exportaciones en pocos productos con reducido valor agregado y pocos destinos. Asimismo, se afianzó en un círculo vicioso un progresivo deterioro de los términos de intercambio que por el lado comercial exigía cada vez más su compensación por el lado financiero a través del endeudamiento externo. Es en esas circunstancias de desprotección y arrasamiento de las estructuras productivas que la

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Región ahora viene a enfrentar una crisis financiera y económica internacional de escala global en la que nuevamente sus causantes pretenden que el resto pague la factura. Es precisamente en respuesta a este fracaso que se plantea como alternativa efectiva y soberana la configuración de una Nueva Arquitectura Financiera Regional. 2. EL BANCO DEL SUR, GÉNESIS, OPORTUNIDAD HISTÓRICA Y NECESIDAD DE SU CONSOLIDACIÓN EN EL CONTEXTO REGIONAL El día 9 de diciembre de 2007, el Ecuador, junto con otros seis países sudamericanos, Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Venezuela, suscribió el Acta Fundacional del Banco del Sur, entidad consagrada al impulso del desarrollo económico y social desde una nueva perspectiva, acorde con las necesidades particulares de la región. Este esfuerzo ratifica la voluntad de los países de dar soluciones viables a los principales problemas que han postergado mejoras en los niveles de vida de la población y la justicia social. El Banco del Sur surge como el eje articulador de una nueva arquitectura financiera regional (NAFR) dirigida a cubrir las necesidades del desarrollo que no han podido ser atendidas desde los espacios de acción de las entidades y organismos multilaterales que tradicionalmente han asumido ese papel. De esta manera, el Banco del Sur será el pilar de esta redefinición estructural que, junto al Fondo Común de Reservas del Sur, entidad encargada de la estabilización monetaria y cambiaria, y con la creación de una Unidad Monetaria del Sur, configurarán un nuevo esquema financiero en la Región orientado a canalizar sus propios recursos para alcanzar un desarrollo acorde con sus realidades específicas, en un marco de integración. A través de una redefinición del papel convencional de la banca de desarrollo multilateral, el Banco del Sur viene a dar una salida a la paradoja histórica que ha condicionado el desarrollo económico y social de la Región. La configuración de las estructuras financieras vigentes ha propiciado que países en desarrollo como el Ecuador permanentemente hayan destinado ingentes recursos privados y públicos, entre estos últimos, principalmente las inversiones de sus reservas internacionales, hacia entidades e instrumentos financieros de países del Primer Mundo, a la par que las necesidades de financiamiento para su propio desarrollo, especialmente las de los sectores más deprimidos y vulnerables de la sociedad, han sido insuficientemente satisfechas a través de un continuo endeudamiento con los organismos multilaterales tradicionales y, muchas veces, condicionadas a intereses ajenos a los objetivos nacionales y regionales.

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Además, al constituirse el Banco del Sur como una entidad de carácter regional con el aporte de países que comparten intereses y necesidades similares, no solo queda demostrada su capacidad de impulsar su propio desarrollo, sino que se excluye cualquier posibilidad de injerencia de terceros, ahora casi una norma bajo las estructuras vigentes debido a la participación accionaria mayoritaria de países exógenos a la Región en la actual banca de desarrollo multilateral. En esa misma línea, el Banco del Sur no solo circunscribe el financiamiento del desarrollo a los intereses nacionales de sus miembros, sino que su gobernanza se enmarca en un manejo democrático en que la participación de cada país en las decisiones no estará condicionada a la proporción de su aporte en el capital de la entidad. La definición de los criterios sustanciales para el impulso al desarrollo que se dará desde el Banco del Sur se asienta en el planteamiento de nuevas prioridades. Primeramente, la denominada soberanía alimentaria define como un eje fundamental del desarrollo de los países su capacidad de atender las necesidades alimentarias de la población desde su propia producción, privilegiando a los productos autóctonos de la región, sin depender de importaciones, de recursos externos o de condicionamientos exógenos y fuera del control de las acciones de política interna. Asimismo, la soberanía energética, también definida como una condición inobjetable del desarrollo económico, apunta a consolidar la capacidad de los países de aprovechar sus propios recursos energéticos renovables y no renovables sobre la base de sus necesidades y con independencia de otras fuentes externas, respetando al medio ambiente y minimizando el impacto ecológico resultante de su obtención y utilización. De la misma manera, considerando el papel fundamental de salud en el desarrollo de los pueblos, la acción del Banco del Sur se orientará a garantizar a la población de los países de la Región el acceso a medicamentos de marca y genéricos, a costos asequibles y de producción local, que principalmente combatan enfermedades endémicas para las cuales la oferta convencional desde las grandes casas farmacéuticas del mundo desarrollado no atiende adecuadamente por no tratarse de mercados de alta rentabilidad. En este mismo espacio, también se encuentra el apoyo a la investigación sobre prácticas médicas ancestrales, incluyendo a los conocimientos agrícolas y ecológicos de los pueblos nativos. En el conjunto de estas nuevas prioridades, el Banco del Sur también promoverá el desarrollo de

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instrumentos y mercados post Kyoto a efectos de perfeccionar mecanismos financieros dirigidos a precautelar el medio ambiente y a la protección del acervo ecológico de la Región. Las acciones del Banco del Sur se enmarcarán en propiciar una nueva dinámica entre Estado, economía popular y empresas, a efectos de potenciar el desarrollo de los países de la Región sobre una base de inclusión de todos los actores productivos. Por otra parte, si bien décadas atrás, las acciones de la banca multilateral de desarrollo se orientaban hacia el impulso a sectores que bien podían entenderse como dinamizadores del desarrollo económico de los países receptores, desde hace algún tiempo estos esfuerzos más bien se han orientado a financiar la reforma institucional de los Estados nacionales en el marco de políticas específicas originadas en los centros de poder en el mundo sobre las bases de sus propios intereses geoestratégicos. Pero ahora cuando las necesidades de los pueblos demandan nuevos horizontes en una coyuntura que coinciden los gobiernos de varios países enmarcados en una visión divergente de la línea neoliberal prevaleciente en la Región durante más de dos décadas, y más allá todavía, el momento y las condiciones están dados para impulsar una nueva arquitectura financiera. 3. EL FONDO COMÚN DE RESERVAS DEL SUR COMO PILAR DE LA ESTABILIDAD MONETARIA Y CAMBIARIA DE LA REGIÓN En el marco de la redefinición estructural hacia una nueva arquitectura financiera regional, además del Banco del Sur como pilar fundamental a través de su papel de banca de desarrollo, es también indispensable establecer los mecanismos tendientes a propiciar la estabilidad monetaria y cambiaria de los países miembros, en cumplimiento de los condicionantes mínimos que permitan alcanzar el objetivo de la integración a través de la profundización del comercio intrarregional, así como el establecimiento de mecanismos dirigidos a precautelar y apuntalar las reservas monetarias de los países de la Región, en especial, ante los embates de crisis financieras de carácter global. Es en este sentido que se configurará el Fondo Común de Reservas del Sur, como eje articulador de los instrumentos y acciones destinados a precautelar los niveles de reservas internacionales de los países miembros, a través del uso de recursos de la propia Región, en sustitución de los mecanismos convencionales que caracterizaron la dependencia financiera y de las políticas económicas nacionales a los dictados del Fondo Monetario Internacional.

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El Fondo Común de Reservas del Sur incorporará mecanismos dirigidos a que los países miembros puedan mantener sus reservas internacionales en niveles adecuados en caso de enfrentar impactos derivados de crisis financieras locales o externas, así como instrumentos que otorguen las seguridades suficientes para que los bancos centrales puedan enfrentar estos problemas sin requerir del mantenimiento de niveles de reservas muy elevados invertidos en el exterior a costa de que parte de esos recursos puedan canalizarse hacia el financiamiento del desarrollo local. 4. LA UNIDAD DE CUENTA EN EL MARCO DE UN SISTEMA DE PAGOS REGIONAL Asimismo, en el marco de la NAFR se evidencia la necesidad de contar con un sistema de pagos regional, con la utilización de una unidad de cuenta regional con el propósito de favorecer la utilización de las monedas locales de los países miembros para la realización de los pagos internacionales. La unidad de cuenta regional se plantea con el claro propósito de desacoplar al comercio intrarregional de la lógica del dólar en un esfuerzo para reducir los costos cambiarios y de transacciones, a efectos de su potenciación como uno de los elementos sustantivos en los esfuerzos dirigidos hacia la integración. La unidad de cuenta regional es el primer paso dirigido a consolidar en el largo plazo una moneda única regional, de manera consistente con las tendencias mundiales en que se impone la conformación de grandes áreas monetarias, como es el caso actual de Europa con el euro. En este sentido, ya se ha avanzado con la propuesta del Sistema Único de Compensación Regional (SUCRE) en el que la definición del sistema de pagos para el comercio intrarregional se ha establecido en conjunción con las entidades de financiamiento para el desarrollo inscritas en la NAFR. Con ello, el sistema no se limita a un esquema convencional de compensación de pagos internacionales, más bien, abre la posibilidad de incorporar mecanismos tendientes hacia la ampliación del intercambio intrarregional, fundamentado en el aprovechamiento de las complementariedades productivas en procura de convergencia al equilibrio comercial. Para ello, se configurará al “sucre” como la unidad de cuenta regional y se establecerán los mecanismos para la definición de los tipos de cambio bilaterales con las respectivas monedas de los países participantes, que serán los medios de pago locales con los que se realizarán las

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transacciones comerciales internacionales. El sistema de pagos y la unidad de cuenta regional son instrumentos que deberán enmarcarse en un espacio más amplio de políticas comerciales nacionales orientadas hacia los objetivos de integración regional, sobre la base de la redefinición de la división internacional del trabajo, en franca intención de reducir la dependencia comercial bajo el esquema Norte-Sur en el que nuestros países han sido históricos exportadores de materias primas y productos con reducido valor agregado, e importadores de productos industrializados y tecnológicos, con los consecuentes efectos de un deterioro progresivo de los términos de intercambio. Por ello, esta redefinición comercial, asentada en la potenciación de la complementariedad productiva de la Región y viabilizada a través de los instrumentos monetarios regionales, se orientará a reforzar la relación Sur-Sur. 5. CONVENIENCIA DE CREAR UN CENTRO ALTERNATIVO PARA LA SOLUCIÓN DE LAS DIFERENCIAS EN MATERIA DE INVERSIONES (CIADI ALTERNATIVO) En los sesentas el mundo vivía procesos de descolonización por lo que la preocupación central de los inversionistas extranjeros fue la de diseñar mecanismos para defenderse de las expropiaciones y nacionalizaciones confiscatorias. Para resolver esta dificultad, en 1964, el Banco Mundial propuso la creación del Centro de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI). El CIADI nació como una alternativa excepcional, originariamente como un instrumento defensivo para las inversiones extranjeras, pero desde los años noventa, cuando se dio una ola de ajustes estructurales, privatizaciones y una proliferación de tratados bilaterales de inversión, TBIs, el CIADI empezó a utilizarse como un instrumento ofensivo ampliando el concepto de “expropiación indirecta” a la aplicación de normas legales por parte del Estado receptor de la inversión en su territorio. De esta manera se limitó la capacidad regulatoria de los Estados y en suma se redujo los espacios de políticas públicas. El CIADI, en la actualidad, se ha transformado en un instrumento ofensivo, pues asegura grandes réditos para las multinacionales, más allá de que éstas verdaderamente inviertan y generen riqueza y trabajo como reza el discurso neoliberal. De acuerdo a la UNCTAD, en 2007, se estima que al menos 35 nuevos casos (inversionista –

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Estado) fueron presentados en virtud de la suscripción de TBI’s, de los cuales, 27 fueron interpuestos ante el CIADI. De estos 35 casos 17 se presentaron en contra de los países en desarrollo, 7 en contra de los países en transición y 11 contra los países desarrollados. En materia de inversiones, según UNCTAD, se prefiere al foro del CIADI, pues el número de controversias presentados ante el CIADI llegaron a 182, las controversias bajo el arbitraje con normas de la Comisión de las Naciones Unidas sobre el Derecho Mercantil Internacional (CNUDMI) ascendió a 80, la Cámara de Comercio de Estocolmo recibió 14 casos, la Cámara de Comercio Internacional recibió 5 casos, en arbitraje ad-hoc se presentaron 5 controversias, y otros 4 casos fueron presentados ante la Corte Permanente de Arbitraje y el Centro Regional de El Cairo. El CIADI es totalmente dependiente del Banco Mundial, y por lo tanto de los intereses que este Banco representa. El Vicepresidente del Banco Mundial funge como Secretario General del CIADI y el Presidente del Banco, preside el Consejo Administrativo del CIADI, pudiendo designar árbitros conciliadores en los diferendos. Por otro lado, el alto riesgo de conflicto de intereses, en torno al CIADI puede verificarse en la designación de árbitros, quienes suelen ser abogados vinculados con las transnacionales. Los mecanismos de solución de controversias tienen un elevado costo para los países receptores. El principio universal del derecho Non Bis In Idem, según el cuál no se puede juzgar a alguien dos veces por la misma causa, no es respetado por el CIADI, ya que del arbitraje que surge de los TBIs, el doble juzgamiento por la misma causa es posible y sucede. El proceso de resquebrajamiento de la institucionalidad neoliberal, al tiempo de mostrar las graves deficiencias del sistema de administración de justicia del CIADI, genera la necesidad de proponer un sistema de solución de controversias alternativo a este mecanismo. Esta propuesta, asentada en el respecto estricto a los derechos fundamentales y a los principios generales del derecho, fue acogida en el marco de la UNASUR, con la aprobación de su Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores de una resolución por medio de la que se constituyó un Grupo de Trabajo, que tiene como objetivo crear dicho mecanismo.

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Para que este objetivo pueda alcanzarse, el primer paso está en que los países que forman parte de esta iniciativa denuncien el Tratado de Washington que crea el CIADI. Seguidamente, deberán realizar una revisión a fondo de cada uno de los tratados bilaterales que han suscrito y que se encuentran en plena vigencia, y se entre a un proceso de renegociación en los casos que sean necesarios –la principal vía de acceso al CIADI son los TBIs, y las demandas a los Estados se basan en las cláusulas de estos contratos-. El sistema a configurarse no puede reproducir los errores criticados, tanto más cuando la realización de la justicia debe ser su objetivo primordial, por lo que debe considerarse: - El respeto estricto a los derechos fundamentales y a los principios generales del derecho. - Una definición apropiada de inversión. - Que el arbitraje internacional es un mecanismo de solución de controversias de carácter excepcional y alternativo; - Que solo podrá ser activado debido al consentimiento claro y expreso de las partes; - Que el tratamiento adecuado del conflicto de intereses como una estrategia preventiva anticorrupción, es un elemento indispensable. - Que la posibilidad de revisión de los fallos debe existir; - Que la rendición de cuentas debe ser completa; - Que la consecuencia de los actos reprochables de los operadores de justicia deben derivar en responsabilidades administrativas y civiles. Esta propuesta se asienta en el respeto estricto a los derechos fundamentales y a los principios generales del derecho. A partir de aquello, se propone la construcción de un mecanismo de carácter excepcional y alternativo, donde la piedra angular para activarlo sea la voluntad libre y expresa de las partes involucradas; además de la delimitación del verdadero alcance del concepto de inversión; un adecuado tratamiento del conflicto de intereses como una estrategia preventiva anticorrupción, para lo cual se propone el establecimiento de un tribunal permanente que administre justicia con las consecuentes responsabilidades de su actuación, la posibilidad de revisión de sus fallos o laudos a través de un recurso de apelación; un mecanismo accesible por sus costos. En definitiva un sistema alternativo transparente de administración de justicia.

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"Nueva Arquitectura Financiera: Propuesta, Estrategias y Proceso. Crisis Alimentaria y Nueva Arquitectura Financiera Internacional: La Situación, sus Causas y las alternativas Posibles” Entrevista al Dr. Páez por Nelsy Lizarazo. Pressenza International – Press Agency. 3 de diciembre de 2010. En el marco del Seminario Internacional “Soberanía de la Salud y Nueva Arquitectura Financiera Internacional-Banco del Sur”, Pressenza Internacional solicitó una entrevista con Pedro Páez, ecuatoriano, ex-ministro de Economía del gobierno de Rafael Correa, coordinador de la Comisión Técnica Presidencial Nueva Arquitectura Financiera Internacional, Banco del Sur. Pedro Páez nos recibió en su casa y, en una conversación de tono informal, con explicaciones y datos contundentes y un espíritu vibrante, nos entregó los elementos claves de esta propuesta en marcha. Pressenza: ¿Cómo se define la Nueva Arquitectura Financiera Regional? P.P: La metáfora lo dice. Es construir nuevos cimientos, abrir nuevos espacios, crear nuevos corredores por los que puedan circular los los recursos propios de América Latina. Parte fundamental de nuestros problemas tienen que ver con ese mito de que estamos desesperados por atraer la inversión extranjera y por asumir deuda externa, cuando en realidad tenemos una cantidad enorme de recursos acá que no los podemos utilizar. Todavía más, hemos logrado documentar que, debido a las condiciones del sistema financiero y bancario las regiones más pobres de nuestros países están, sistemáticamente, exportando capitales. Pressenza: ¿Podrías explicar esta afirmación? P.P.: Cuando en las zonas más alejadas de nuestros países la gente hace grandes esfuerzos por ahorrar su platita y la pone en una caja de ahorros o en una cooperativa, esta caja o cooperativa la pone en el banco y el banco la manda a las grandes ciudades, en el mejor de los casos. En la mayoría de los casos esa plata termina en Miami o en papeles en Wall Street , es decir, el dinero de una comunidad indígena puede terminar financiando la guerra en Afganistán, por 47


ejemplo. La falta de una arquitectura financiera que permita reciclar estos recursos a nivel local hace que la gente tenga que poner su plata en los bancos, pero esos bancos no utilizan ese dinero para dar préstamos a las comunidades... funciona la ley del embudo, porque esos bancos tienen sus negocios en otros países. Así, el ahorro de la gente sencilla sirve para enriquecer a otros en otras partes del mundo y no sabemos si para negocios turbios. Pressenza: ¿Ante estas situaciones, qué se necesita? P.P.: Necesitamos crear un nuevo tipo de conexión entre el ahorro de la gente y la mejora de las capacidades productivas a través de la inversión. No es cierto, aunque en los manuales de economía se afirme como una verdad, que el ahorro es siempre igual a la inversión. Eso no es cierto. El ahorro puede transformarse en inversión especulativa, en inversión financiera, de ahí pasar a varios multiplicadores en el sistema bancario y una mínima parte pasa a la inversión productiva que, además, está concentrada en un pequeño sector, el de mayor capital y esa es la gente que tiene acceso al crédito . Necesitamos romper con todos esos vicios de la vieja arquitectura financiera para establecer otros canales que permitan una democratización del crédito y que hagan viable una gran cantidad de proyectos productivos, que hagan viable la gran creatividad que tiene la gente que hoy por hoy está bloqueada por la lógica y el filtro del gran capital financiero internacional: el cortoplacismo, las altísimas tasas de interés, etc. Pressenza: ¿Cuáles son los pilares de la nueva construcción financiera? P.P.: Desde la propuesta ecuatoriana estamos impulsando tres pilares básicos, no únicos. El Banco de Desarrollo o Banco del Sur, la Moneda Regional, el Fondo del Sur. Estos tres pilares están diseñados modularmente, para funcionar cada cual por sí mismo, pero adquirirán su mayor capacidad operativa el momento en el que funcionen de manera complementaria. Hemos tenido la suerte de que en 2007 seis gobiernos firmaron en estos términos y luego, en diciembre de ese mismo año, se firmó el acta fundacional del Banco del Sur. La respuesta y compromiso de los países es un síntoma de una exigencia de los pueblos y, en ese sentido, los

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compromisos que se están adquiriendo son compromisos de Estado, no de gobiernos. Falta sí, en un buen número de casos, la aprobación de los parlamentos. Pressenza: ¿En qué momento está el proceso del Banco del Sur? P.P.: Desde Ecuador estamos empeñados en que es posible empezar el Banco del Sur, antes del que el Banco del Sur empiece. Siguiendo el buen ejemplo de los presidentes en la UNASUR, que han logrado que la UNASUR funcione antes de su existencia estrictamente legal. De hecho, estamos ya consiguiendo la instalación del Consejo de Ministerios de Finanzas y de Bancos Centrales y este espacio ya establece un marco de coordinación macro económica que sin duda podrá orientar de manera más fina la integración en este campo. El ímpetu histórico nos obliga a plantear alternativas. Desde Ecuador estamos planteando que es posible iniciar en un par de meses con una figura de fideicomisos en los que puedan participar los países que ya están comprometidos pero también otros países , aunque no estén, no sean de la UNASUR e inclusive, que no sean de la región. Pressenza: ¿En cuánto a la moneda, el segundo pilar, qué avances hay? P.P.: Estamos avanzando con una moneda virtual que convive con las monedas nacionales y las monedas populares. Lamentablemente todavía pocos países y además estigmatizados, porque son básicamente los países del Alba. Cada Banco Central se relaciona con su agente local y se evita toda la cadena de transacciones. Una red que conecta a los Bancos Centrales: es una tarjeta de crédito, el sucre, que se abre recíprocamente entre Bancos Centrales. No hace falta utilizar de manera inmediata el dólar y permite un ahorro enorme de divisas, pues evita todos los costos de todas las transacciones, que son en sí mismas absurdas y muy costosas, no solamente en dinero sino en tiempo, en trabajo de seguimiento, en riesgo de que el dinero se quede un banco que quiebra. Esto se puede replicar a nivel microregional y local, abriendo también tarjetas de crédito recíprocas, porque tienes toda la garantía, transparencia y disciplina del sistema del Banco Central. Y se puede hacer entre comunidades de Ecuador y de Bolivia, pero también entre

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comunidades de Ecuador y de Europa. Pressenza: ¿Finalmente, el tercer pilar, el Fondo del Sur. Qué es el Fondo del Sur? P.P: Es la línea de defensa, la que nos blindaría frente a los ataques especulativos que en muchos casos no son técnicos sino oportunidades que ven los grandes capitales de golpear no solo procesos productivos, sino procesos democráticos. El Fondo del Sur es una alternativa al Fondo Monetario Internacional, precisamente sobre la base de la articulación de los Bancos Centrales. Es un mercado de liquidez que facilite la respuesta a las necesidades de manera regional, establecer mercados de valores ligados a certificados de ahorro estudiantil, a un sistema regional de silos y a muchas otras alternativas similares que podrían ejecutarse de manera inmediata. Para concluir esta primera parte, recuperamos unas líneas en torno al “modo” en el que este proceso se está llevando adelante y anunciando el tema central de la segunda parte de esta entrevista: “Es importante a dónde se quiere llegar, pero es muy importante el camino, cómo y con quién se llega. Y en este cómo es clave que no se definen las cosas entre cuatro paredes y se instala un edificio y ahí se decide todo. Lo importante es que se está llegando a distintos sectores de la sociedad civil, organizaciones sociales y academia, de la región y otras regiones. Es importante lograr masa crítica y decisión política, tener un despliegue muy eficaz en tiempos muy cortos. Esto lo está exigiendo la coyuntura por la gravedad con la que se avecinan situaciones como la crisis alimentaria mundial.” La propuesta de Nueva Arquitectura Financiera Regional, descrita en la primera parte de esta entrevista, concentra sus esfuerzos en torno a tres temas: soberanía de la salud, soberanía energética y soberanía alimentaria. En esta segunda entrega Pedro Páez explica las causas y dimensiones de la crisis alimentaria y las alternativas posibles e inmediatas para dar respuesta a esta crisis inminente. Pressenza: Has mencionado como un tema urgente la crisis alimentaria...

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P.P.: Esta crisis no es una crisis solamente financiera, es una crisis civilizatoria. No se mide con indicadores financieros tradicionales que son bastante confusos y desorientadores. La crisis alimentaria que se anuncia y es inminente, es un problema estructural, su raíz está en el funcionamiento mismo de este sistema. Pressenza: ¿En qué consiste y cuáles son, desde la perspectiva de la NAFR, sus causas y características? P.P: Hay un proceso muy profundo de averías y distorsiones de los mecanismos básicos del funcionamiento de la economía precisamente por la hipertrofia del capital financiero. Lo que al principio, hace cuarenta años, en otros momentos de la crisis estructural del capital, se convertía en un elemento de dinamización y de formación de ganancias, ahora se convierte en lo contrario. Se relocaliza la producción, buscando mano de obra más barata, pero al tiempo que se relocalizaba la producción, se bajaba la capacidad de consumo y así, la rentabilidad se hace mucho menor y aparece la financiarización: para mejorar la rentabilidad de los grandes capitales. Ahí están los dos vectores fundamentales del capitalismo tal como lo conocemos ahorita, en la raíz de la búsqueda de la mayor ganancia por parte del capital financiero transnacional están la globalización y la financiarización y sus correlatos políticos autoritarios, concentradores, represivos. Llega un momento en que el remedio resulta peor que la enfermedad y viene la crisis financiera de los últimos años y la respuesta es inyectar miles de millones a los mismos sectores que generaron la crisis. No hay una “purga”, todas las políticas económicas refuerzan esas prácticas y poderes más concentrados y como no hay salida en el aparato productivo, el desarrollo de tecnología sigue sin ser rentable y la alternativa es insistir nuevamente en burbujas especulativas: fueron las hipotecas, revienta eso y fueron los créditos para la compra de automóviles, revienta eso, y viene una burbuja especulativa contra Europa y luego revienta eso y entonces se construye una burbuja sobre los alimentos. Pressenza: ¿Podrías ilustrar con un ejemplo lo que estás diciendo? P.P.: El precio del arroz, por ejemplo. Aunque en Ecuador, regiones enteras no están dedicadas a

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la exportación de este producto, sí están viendo la evolución de los precios internacionales , tanto de insumos como de producto final. Esto hace que, si el precio internacional no cubre los costos de la producción internos, se deja de sembrar, de producir. Este era el arroz que cubría nuesras necesidades básicas de consumo y comienza a escasear, por tanto, hay que importarlo. Esta situación se agrava con los TLCs y el caso mexicano es el más ilustrativo: el cultivo del maíz se desbarató completamente. Se permitió la entrada del maíz de USA con precios artificialmente más bajos, rompiendo el tejido productivo de regiones enteras. Es tan grave que ha convertido a México que era uno de los países más sólidos de América Latina en un Estado fallido, bajo amenaza desde todos los lados. Esta circunstancia, de burbuja sobre los alimentos, significa que en este momento, el plato de comida diario se “arma” con productos que vienen de diferentes lugares del mundo, obligando a una logística enorme y a un aumento en los costos, conforme a las necesidades del gran capital transnacional. Una logística fragmentada a nivel global y mediada por decisiones financieras. El plato de comida diario ya no se resuelve localmente. Y como todo es financiero, con papeles, el mismo quintal de trigo se puede vender cinco veces... no son los comunistas, ni los socialistas, ni los anarquistas, los que han destruido la propiedad privada, la ha destruido el propio capital financiero, porque si hay varios títulos de propiedad disputando al mismo tiempo el mismo producto, ese conceptos, que está en el corazón mismo de los mercados, se ha distorsionado... y eso se expresa en la distorsión de los precios... En este caso la situación es tremendamente delicada porque por presión y “torcidas de brazo”, el FMI , el BM y sus aliados locales se encargaron de desbaratar todos los sistemas de reservas estratégicas que se tenían en el sur, se privatizaron. Pressenza: ¿Cuál es, desde la perspectiva de la NAFR, la alternativa? P.P: Hay que moverse rápidamente en varios planos. En el plano global es urgente tocar a los intelectuales, los gobiernos, la academia, los movimientos sociales, movilizarse y exigir que haya una regulación global en el tema del mercado de alimentos, debería prohibirse la especulación en el mercado de los alimentos, prohibir vender lo que no se tiene, la venta a futuro, cerrar esa puerta que es la de escape para los especuladores. Aunque parezca difícil, no hay que perder esta

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mirada, y los países “pequeños” juntos, podemos presionar y lograrlo. Así se han logrado varias decisiones importantes en los últimos años en las Naciones Unidas. En el plano local hay un gran cantidad de opciones. Estamos planteando desde la delegación ecuatoriana el fideicomiso, que nos pueda incluir a todos/as, como ya se ha dicho. Con ese fideicomiso atraemos rápidamente a otros bancos de desarrollo, se puede desplegar una red de silos y de mini silos con el asocio de gobiernos locales y regionales, que permita conservar los alimentos y que los productores no estén presas del período de los alimentos, ni de los intermediarios, ni de los usureros y articulados a nivel continental en un sistema de computadoras que controle los inventarios para mantener una reserva estratégica de todos los alimentos básicos, conforme a lo que científicamente se ha recomendado, estableciendo así un control de precios. Con el manejo de los inventarios es posible estabilizar precios y mercado y se dinamizará el crédito de fomento para los pequeños, medianos y grandes productores. Disminuye así la incertidumbre en el mercado y hace posible garantizar que todos los/as ciudadanos/as latinoamericanos/as vamos a tener asegurada la alimentación. Pressenza: ¿Estamos frente a la posibilidad real de un modelo financiero, productivo y comercial nuevo y propio de la región? P.P: Sí. Es posible ir tejiendo de otra manera la relación comercial, con el principio de reciprocidad: yo te compro, tu me compras, nos apoyamos de modo complementario y favorecemos la organización del intercambio en la región. Si yo le compro a otro país estoy garantizando que ese país me compre a mi, esto cambiaría completamente la historia: en lugar de pelearnos y estar de espaldas unos a otros, para competir abaratando mano de obra por presión de los mercados externos, apoyar los propios mercados y posibilidades. La vieja arquitectura financiera construye muros, lo que necesitamos es ventanas, puertas, corredores, que la gente se sienta en casa y que pueda circular, adaptar todo el modelo a la lógica de la economía popular, desbloquear las energías de la creatividad humana y dar condiciones y oportunidades para su desarrollo, reconocernos como hermanos y como vecinos. Necesitamos mercados que permitan la inclusión de la gente, que valoren la cultura, que recuperen el conocimiento ya existente en la región, que valoren la creatividad, la iniciativa de la gente y que lo paguen, que sea viable y sustentable. Romper con la lógica y el filtro del capital financiero internacional.

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Pressenza: ¿Cuáles son los desafíos más urgentes y necesarios para avanzar en esta propuesta? P.P: es necesario fortalecer capacidades. Este modelo nos ha reducido a la impotencia, nos ha hecho creer que nada es posible fuera de él y aquí está una de las mayores dificultades y por tanto, desafíos, derrumbar esa creencia que está instalada en las subjetividades, no importa la ideología. Unos lo ven como una payasada, otros como un asunto del comunismo y otros como un asunto del capitalismo. El modelo está haciendo agua por todos lados y sin embargo estamos convencidos de que no hay otra forma posible, tenemos tan interiorizado que es la única forma de vida posible, que nos impide desplegar la creatividad. Estamos hablando de una nueva cultura política, una nueva promesa de convivencia social, en la que apostemos todos y la integración se va construyendo sobre la marcha. No es un asunto de ideologías: ningún país se va a quedar fuera de la red de ferrocarriles, nadie se va a quedar afuera de políticas de soberanía energética. La NAFR es la posibilidad de incluir a todos Un segundo desafío, que está en el espíritu de este proceso, es la inclusión de todos y todas. Es urgente ampliar la participación de comunidades epistémicas, a los intelectuales, los académicos, los campesinos, las organizaciones sociales, que se apropien del proyecto, en nuestra región y en el planeta, construyendo nuevas solidaridades. Finalmente, es urgente tomar iniciativas ya frente a la crisis alimentaria, movilizarnos frente a este tema. Pressenza: ¿Una invitación final? P.P: No nos derrotemos frente a la supuesta omnipotencia del capital financiero, es posible hacer cambios, es necesario sacudirnos de los viejos paradigmas, encontrar con el aporte de todos una construcción creativa, en el que la gente tenga voz y haga suya las cosas que construya. Nos vamos equivocar mil veces, bueno, equivoquémonos juntos y corrijamos juntos.

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"Procesos de Participación Social Ligados a la Nueva Arquitectura Financiera Internacional ” Fundación Rosa Luxemburg Bruselas. Documentación de la Segunda Conferencia en Bruselas, 27-29 de junio 2010, América Latina en Marcha - ¿y Europa? La Izquierda en el Gobierno – Comparando América Latina y Europa. Lo que voy a presentar trata fundamentalmente de ubicar el problema de la construcción del sujeto histórico en el marco de esta crisis sistémica. Debo empezar enfatizando que ésta no es una crisis solamente financiera. Lo que tenemos ahora es una confluencia de varias crisis localizadas en el marco de una crisis estructural del modo de producción capitalista. Es fundamental en el curso de los eventos el tema de la dirección moral en ese proceso y creo que hay que tener mucho cuidado con el ejercicio de una política defensiva y solamente de balances. La toma de la iniciativa es fundamental en la construcción de un sujeto histórico porque hay elementos objetivos y subjetivos de real incidencia en la política para convertir a ésta en una crisis sistémica. En torno a eso, es crucial el revertir esa concentración de poder que está presente en el proceso de centralización y concentración del capital que, por cierto, ha tenido un ritmo de crecimiento exponencial en los últimos siglos pero que con esta crisis está llegando a niveles verdadera-mente siderales. Justamente ayer salió un artículo sobre la lista de los billonarios que publica la revista Forbes: no solamente que en el último año ha aumentado en un 30% el conteo de la gente que tiene más de un billón de dólares, sino que además esa lista, que no es exhaustiva, refleja que se ha triplicado el control por parte esas personas acaudaladas sobre los activos financieros. En el mismo tiempo, millones de gente han aumentado su condición de desempleados, sobre todo en el Norte, mientras que en el Sur la gran mayoría de gente ni siquiera tiene el privilegio de un trabajo formal, con lo cual no solamente arriesga su em-pleo sino las condiciones de vida desde ya precarias. Pese al desarrollo tan formidable de la ciencia y la tecnología, tenemos millones de gente en una situación de tremenda inseguri-dad alimentaria. Al respecto, la FAO estima cerca de doscientos millones de personas que en este año y medio de explosión financiera de la crisis que se suman a quienes están su-friendo hambre. En este marco acelerado de polarización entonces es necesario ubicar el tema de la crisis como

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un mecanismo de reducción de los individuos, de las colectividades y de las naciones a la impotencia: con la amenaza del hambre las nociones de soberanía nacional y popular adquieren otras dimensiones. Las crisis fiscales, cambiarias y bancarias estructuran en di-versos grados y dimensiones esa impotencia. Parte fundamental de la construcción del sujeto histórico pasa por empoderar a los individuos y en esa tarea la izquierda tiene que recuperar las banderas de la libertad y de la de-cisión individual. Debemos rescatar el papel del individuo en la historia, en su dimensión colectiva de integrante de un sujeto histórico, en el marco de una construcción nacional que ya rebasa el papel del pequeño Estado-Nación y que hace referencia a otra visión de las regiones orientada a la construcción de un mundo multipolar. En ese sentido, es fundamental propiciar una acumulación política desde los territorios y las comunidades. No se restringe al tema del ‚soberanismo‛ como tiende a ser la discusión aquí en Europa, sino que debe tratarse el problema de la recuperación de las capacidades de los Estados en la perspectiva de la construcción de la Patria Grande como en América Latina, pero también en la perspectiva de la reconstrucción del poder desde los territorios y las comunidades o lo que llamaríamos, la soberanía supranacional, la soberanía nacional, la soberanía sub nacional, la soberanía popular, todo como parte de un proceso coherente de acumulación de fuerzas. El reto es construir una dirección nacional del proceso desde la toma de la iniciativa en el corto, mediano y largo plazo, que permita empoderar a las fuer-zas progresistas no desde la vieja geometría política que ve las cosas en términos lineales (que tan cerca estamos de los partidos vecinos del centro). En esa lógica de la geometría lineal de la derecha a la izquierda estaríamos condicionados de antemano por esas vecindades formales en las alianzas. Creo que la crisis abre unas puertas enormes en torno a la formación de otro tipo de coaliciones – no necesariamente electorales sino programáticas- que nos permitirán romper ese tipo de restricciones de las cuales somos prisioneros y definan en lo concreto caminos para bloquear la agenda oligárquica que se está desplegando en la actualidad. Creo que se ha mencionado varias veces -o ha estado presente en las ponencias de manera implícita- el hecho de que esta crisis civilizatoria que vivimos plantea, como sucedió con la crisis de los años treinta, una bifurcación histórica ya que entre los proyectos que se jugaban en ese momento, había un proyecto de regresión social que puede ser que ahora sea mucho más peligroso que en ese entonces por la confluencia de varios tipos de crisis.

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La salida de la crisis estructural de entonces finalmente se resolvió por el triunfo de las fuer-zas antifascistas en su conjunto, con lo cual se abrió una perspectiva que en el Norte se reflejó en los treinta años gloriosos del capitalismo que generó el Pacto Social Demócrata acá en Europa y el New Deal en los Estados Unidos, así como también los procesos nacional populares y de liberación nacional en la Periferia. Detrás de estos acontecimientos hubo temas que en la actualidad también se precisan ubicar. No estamos hablando de un tema solamente político, sino, como lo planteaban Graciela y los compañeros hoy en la inauguración del evento, relacionado con la importancia de la gestión desde una combinación de lo político y lo económico, pero siempre desde una perspectiva de articulación de fuerzas. De allí lo fundamental de contar con una agenda pro-gramática que permita al mismo tiempo tomar la iniciativa y convertir a las fuerzas progresistas en el referente de un proceso de acumulación política diferente que marque ese proceso de construcción popular. Ese proceso de empoderamiento en el corto, mediano y largo plazo, debe permitir el bloqueo del proyecto neo-fascista (el proyecto oscurantista) y sus pretensiones de revertir el avance de conquistas populares. Esto implica, más allá de la buena voluntad -como bien nos señala Michael en su exposición-, un esfuerzo de trabajar concretamente no solamente sobre las fuerzas objetivas sino también sobre las fuerzas subjetivas en las que se mueven los actores sociales. En esta perspectiva creo que es fundamental asumir con responsabilidad y consecuencia una lectura del carácter sistémico de la crisis. Tenemos una exacerbación del fetiche mercantil entendido, según planteaba Marx, como la enajenación: la presencia del mercado como un monstruo que actúa como un agente externo a la voluntad de la gente. La crisis actual que viene de un proceso de concentración y centralización de capitales, también implica centralización del poder nos está reduciendo a los seres humanos a la indefensión y a la impotencia justamente al presentarnos acontecimientos tan masivos y prevenibles, como una circunstancia absolutamente ajena a la voluntad humana, ineludible, inexorable, natural... Es necesario des-fetichizar la crisis desde la acción política cotidiana. Si bien es cierto que varios mecanismos de larga gestación que no corresponde al interés únicamente de un grupo o de otro están presentes en la explosión destructiva que estamos viviendo, hay una lógica de parte de los actores que comandan el poder tanto en la esfera económica como en la esferas política e ideológica para rentabilizar esta crisis.

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Con esto quiero decir que si bien hay que estudiar la crisis del capitalismo en sus regularidades teóricas más profundas, también hay que saber entender el capitalismo de la crisis: cómo está operando el capital en estas circunstancias de difíciles en el plano económico, financiero y político. Parte de la acción política progresista es desplegar la pedagogía social necesaria que devele que el desempleo y el ajuste no son fenómenos naturales que nos afectan a todos por igual sin culpa de nadie, como en el caso de un terremoto o una inundación. Es crucial ubicar responsabilidades en los grupos de poder y denunciar la lógica del capital contra la vida en esta etapa histórica. La ola de ataques especulativos que se están sucediendo aquí en Europa, (que recordaran que lo advertimos con anticipación en la reunión del año pasado), forma parte no solo del condicionamiento técnico del mal manejo de las finanzas públicas sino que también está relacionado con agendas económicas, financieras y políticas específicas en una encarnizada lucha dentro del bloque de poder mundial. Es muy importante ubicar que en la crisis surge un juego muy complejo de nuevas circunstancias e impases que no solamente hacen referencia al corte del ritmo normal de los procesos de producción, de acumulación de bienes, sino que también se pone en cuestión la reproducción de sentidos: la crisis está marcando una oportunidad importantísima para la ruptura de los criterios hasta ahora percibidos como ‚normales‛ de racionalidad y de razonabilidad. Sobre esa perspectiva, considerando las condiciones objetivas y subjetivasde los actores, la izquierda puede ir construyendo una propuesta contra-hegemónica, puede ir armando la dirección moral del proceso y la eventual inauguración de un nuevo bloque histórico. No hay procesos sin sujetos históricos. Es muy importante en ese sentido, sobre todo para América Latina, comprender la dialéctica entre la acumulación originante y la acumulación ordinaria del capital. La acumulación originante (puesto en gerundio) a diferencia de la acumulación originaria -entendida como un hecho en el pasado, congelado en el tiempo- se recrea permanentemente en la Periferia y la Semi-periferia, con la expropiación-reinstalación secuencial en condiciones productivas cada vez más precarias de una fuerza de trabajo sin otra posibilidad de subsistencia. La acumulación originante incluiría además lo que autores como David Harvey plantea como la acumulación por desposesión, operando en condiciones más generalizadas justamente por el proceso de degradación civilizatoria que marca esta crisis en la etapa senil del capitalismo, ya que como señalé anterior-mente, esto no solamente tiene un efecto

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en la economía sino también en la política. La tensión dialéctica de ésta con la acumulación ordinaria define límites estructurales históricos a los procesos de construcción de ciudadanía y a la promesa hegeliana-weberiana de un estado como expresión de la racionalidad. La incapacidad del capital de convertirse en la periferia en forma productiva cuantitativamente predominante (y no solo en modo de producción dominante), marca el horizonte en el plano objetivo y en el subjetivo de la reproducción de los sujetos históricos y establece obstáculos a la capacidad de introyección de la razón del poder. En el marco histórico de un despertar creciente, generalizado y problemático de las poblaciones de la Tierra, la formación de una cultura relativamente planetaria bajo la hegemonía de un Norte global en cuyo seno los cánones de razonabilidad y racionalidad no debieron enfrentar –al menos como promesa- esos límites de la Periferia, establece un horizonte de valores universales que contrasta, incluso como proyecto, con las realidades y las tendencias de la mayoría de seres humanos. Sobre esos límites estructurales de particulares definiciones geográficas en el imaginario de los pueblos, en sus frustraciones y en su deslegitimación, operan con intensidad al menos dos factores claves recientes: Uno, la incidencia cada vez más significativa de la movilidad humana, las migraciones y las familias transnacionales, sobre lo cual no hay aquí oportunidad para detenerme, pero que define una dinámica muy concreta de comparaciones, generalizaciones y expectativas de complejos contenidos; y, Dos, la misma crisis estructural. Las conquistas civilizatorias que ha impulsado el capital y que en el propio Manifiesto Comunista estuvieron ponderadas por Marx y Engels, se empiezan a volver ahora disfuncionales a la lógica de acumulación del capital y a la realidad estructurante de la concentración del poder de la cual estamos siendo testigos y víctimas. Hay una concentración colosal del poder y por tanto, crece en el tiempo y el espacio la incidencia real de las agendas de mafias especulativo-guerreristas que están presentes en la definición del hecho político tanto como están presentes en el impase estructural del capital.

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Por la crisis estructural, hay una necesidad relativamente súbita de cambios en los comportamientos ‚justificables‛, ‚normales‛ del poder, que hace que los mecanismos de legitimación social se resientan. Frente a la crisis de rentabilidad en el seno del capital productivo que se hace manifiesto desde los años sesenta, la financiarización y la globalización generadas como respuestas marcan un cambio en la lógica fundamental de la acumulación hacia la esfera de la circulación y hacia el cortoplacismo que ya planteó retos enormes en el control social. La explosión financiera de hace aproximadamente dos años marca un impase todavía más profundo en esas posibilidades de rentabilización de lo que se da en llamar la ‚economía real‛. Los mecanismos fundamentales de mejorar la tasa de ganancia del gran capital -de las estructuras efectivas del poder ubicadas en la cúspide del sistema- se marcan por epi-sodios específicos de burbujas especulativas, episodios de rapiña y de guerra, que requieren contorsiones mediáticas, operativos de sicología de masas y todo tipo de actos extremos para ser admitidos como lícitos (léase Naomi Klein). Hay prioridades obvias en el accionar político hoy con alcances a la vez tácticos y estratégicos: La guerra siempre es un negocio fácil y rentable y por eso es fundamental organizar la política progresista en torno a bloquear esa agenda del poder hegemónico en torno a esas posibilidades concretas de dinámicas imprevisibles. Los apremios económicos han jugado un rol muy eficaz en el disciplinamiento de las masas y por tanto, la construcción de una cultura contra-hegemónica desde las fuerzas progresistas pasa por dar respuestas inmediatas -y de largo plazo- viables frente a la crisis, como un imperativo civilizatorio que rompa el marco nuevo de las ‚imposibilidades‛ que se vuelven consenso. Es muy importante avanzar en este reto que es teórico y también operativo. A diferencia de las teorías del imperialismo clásico, aquí hay una cantidad de manipulaciones macroeconómicas y financieras que no han sido lo suficientemente estudiadas ni en la economía ni en la literatura crítica o heterodoxa, no digamos en la ortodoxa neoclásica. Tenemos en potencia una crisis sistémica y las alternativas de salida son también sistémicas. Hay

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entrampamientos que se los percibe ineludiblemente en distintos momentos de funcionamiento del sistema. En tiempos ‚normales‛ todos los ‚engranajes‛ del sistema (objetivos y subjetivos) marchan coherentemente y están bien ‚lubricados‛, pero en épocas de crisis sistémicas se tienen bloqueos y atascamientos cada vez más difíciles de resolver, tanto en el plano objetivo como en el subjetivo. Si logramos concentrar la energía social y política en esos puntos neurálgicos, en esos atascamientos del sistema, la posibilidad de generar cambios es mucho mayor a la de la ‚época normal‛. Debemos replantearnos con mucho rigor doctrinario y teórico el estudio del modo de producción capitalista, no solamente como forma productiva (las empresas capitalistas tendrán vida para largo tiempo), sino como criterio de totalidad, como organizador y como regulador sistémico del conjunto de la formación económica mundial. Ese modo de producción está en una etapa senil y buena parte de las reformas que hace treinta o cuarenta años podían ser absorbidas, ahora simplemente no son compatibles con la estructura del poder vigente ni con las nuevas necesidades de explotación. Ni aquí en el Norte, peor en el Sur. Más allá de un poco de incienso que estaba presente en las discusiones sobre el socialismo del siglo XXI, algunas de las reformas que se incluyeron en esa perspectiva son aquellas que plantearon la Alianza para el Progreso, el Banco Mundial en sus inicios, las posiciones desarrollistas de derecha y de centro derecha en los años sesenta en América Latina. No se trata de filtrar dogmáticamente esas posibilidades, sino por el contrario, de ubicar con todo el rigor teórico el potencial de esas opciones –y la exploración de otras- para articular procesos de empoderamiento popular y de construcción de soberanía nacional y supranacional y evitar encasillarnos en un modelo prefabricado de socialismo al que queremos llegar. Ubicarnos en las reformas que permitan, tácticamente, empoderar a la gente y, estratégicamente, abrir condiciones objetivas y subjetivas para luchas sociales superiores, van a permitir avanzar en la construcción del sujeto histórico y rescatar el verdadero papel de la izquierda en los gobiernos vinculados con un proceso de alimentación y construcción del poder popular, orientado desde la recuperación de la capacidad de decidir por parte de los individuos y de las colectividades. En esta perspectiva ya podemos superar los límites que plantea una problemática de medición de la izquierda en el gobierno frente a recetas preestablecidas. No puede ser una exigencia fija, por ejemplo, qué tan lejos estamos o no de las nacionalizaciones. Desde los criterios de la capacidad

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de decisión, debemos buscar luz para otras consideraciones: el análisis concreto de la situación concreta y no dogmas generalizados. Tenemos un problema serio, por decir lo menos, con las soluciones a priori. Por ejemplo, -sin desdeñar la importancia de una banca pública eficaz y con metas estratégicas en el proceso de cambio, y sin desmayar en la exigencia de control público sobre la banca que ha recibido recursos del estado- es muy riesgoso nacionalizar un banco que está en serios problemas (como en Islandia). En algunas circunstancias esa nacionalización significa hacerse cargo de una deuda gigantesca y significa involucrarse en una trampa económica, política e ideológica de muy serias consecuencias en contra de los intereses populares. La tesis de las nacionalizaciones debe estar antecedida de mecanismos de prelación en el pago de deudas, separación de la parte especulativa y protección de bancarrota para el proceso productivo y el empleo. Me parece que es fundamental ubicar que en el marco de esta bifurcación histórica se hace necesario establecer una agenda programática que al mismo tiempo incorpora tareas tácticas y estratégicas en la perspectiva de dar una respuesta a la inmediata discusión política y permita avizorar cambios en el modo de regulación, en el régimen de acumulación, en el modo de producción y en el modo de vida. No solamente estamos en una crisis de modo de producción capitalista sino que estamos en una crisis del modo de vida: un concepto de más larga duración y que de alguna manera está presente en las experiencias latinoamericanas de países como Ecuador y Bolivia en lo que se conoce como el Sumak Kawsay: el vivir en plenitud, el buen vivir. Este elemento ya va mucho más allá de la mera discusión en torno a la superación del modo de producción: tiene que ver con otra relación del hombre con la naturaleza y también con otro tipo de relaciones humanas. Así de grave es la tarea que tenemos en mente cuando hablamos de políticas de reactivación en el marco de un nuevo modelo de desarrollo y de un nuevo modelo civilizatorio al mismo tiempo: no podemos abonar la ilusión de algunos sectores que podemos cambiar el modo de vida sin la superación del modo de producción dominante; esto, a su vez, no pasará sin cambiar el régimen de acumulación que lo define (en tanto prioridades y ritmos de la inversión, dinámicas distributivas, división del trabajo y articulación con otras lógicas productivas) y hacerlo implica replantearse el modo de regulación (combinación de políticas económicas e instituciones) que viabiliza a ese régimen de acumulación.

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Ahora: cómo hacerlo en las condiciones concretas? En este planteamiento me voy a restringir al caso de América Latina que es el tema que algo conozco. Ahí tenemos una matriz histórica de dependencia desde hace 500 años y que ha sido exacerbada por el neoliberalismo en los últimos treinta años. Éste no solamente ha definido aceleradamente un debilitamiento del aparato productivo, sino también un desmantelamiento institucional que ha estado en el corazón de una transformación de los actores sociales sobre quienes las fuerzas progresistas tienen que actuar. Cabe aquí referirme brevemente a esos elementos financieros monetarios y macroeconómicos que normalmente no han estado presentes en la discusión progresista. El rol de América Latina en torno a la provisión primario-extractivista, en la cual la fuerza de trabajo y la naturaleza son nuestras únicas ‚ventajas comparativas‛, se estructura desde las reformas borbónicas (y de Pombal en el caso portugués) desde el siglo XVIII, redefiniendo -desde la visión ‚británica‛ de libre comercio- la división internacional del trabajo. Incluso en economías tan diversificadas y densas como la brasileña y en algún momento la argentina y la mexicana, los aparatos productivos se ven finalmente condicionados por la piedra de toque de nuestra participación en la inserción internacional sobre la base del abaratamiento de trabajo y de la naturaleza. El desfalco estructural de la fuerza de trabajo y de la naturaleza atentan significativamente contra la posibilidad de un modelo de desarrollo alternativo. La voluntad de construcción nacional explora horizontes alternativos entre los que tenemos las experiencias políticas que vienen desde los sueños de los libertadores en torno al proyecto de la Patria Grande; la experiencia paraguaya antes de la guerra de la Triple Alianza; los procesos nacional-populares y democrático-revolucionarios que tuvieron en la industrialización por sustitución de importaciones una base en los intentos de los diversos países del continente durante el siglo XX (Vargas en Brasil, Perón en Argentina, Cárdenas en México y hasta el propio Chile en la época de Allende). La evidencia histórica muestra que no son elementos técnicos o factores económicos endógenos –como pretende la literatura especializada- los que definieron sus límites y sus fracasos, sino que fueron derrotas políticas y militares expresas las que los sofocaron.

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Es muy importante retomar esos procesos desde una visión crítica y rigurosa que no quede prisionera del pensamiento convencional impuesto por la derecha y que nos permita avanzar con herramientas concretas para nuevamente utilizar la participación del gobierno como un elemento de construcción del sujeto histórico. La gestión gubernamental pasa por la recuperación de herramientas que permitan devolver a los individuos, a las colectividades, a las naciones, las herramientas y las capacidades de decidir en aspectos críticos. Entre los factores de ‚generación de impotencias‛ figuran jerárquicamente procesos como la erosión de las funciones monetarias, la transnacionalización financiera, el traspaso de los instrumentos tradicionales hacia el ‚automatismo del mercado‛, cuando no la cesión abierta de soberanía como en el caso extremo de la dolarización oficial. La América Latina golpeada por tres décadas de neoliberalismo queda marcada por una exacerbación del modelo primario-extractivista, por una mayor dependencia de las rentas diferenciales y, por tanto, de una mayor dependencia de la reproducción de las clases dominantes sobre una estrategia rentista, ubicando a los trabajadores en una situación cada vez más precaria, menos involucrada en la subsunción formal del proceso productivo al capital y, entonces, menos ligada a la construcción de espacios de lucha como el sindical, en el que la formación de la conciencia de la clase obrera para sí y en si empieza a ser dilu-ido por una serie de mecanismos de la vida cotidiana influenciados por la cultura del sálvese quien pueda, la competencia encarnizada interiorizada plenamente, el postmodernismo y el consumismo. Quisiera ilustrar rápidamente, sin tratar de ser exhaustivo, algunas cifras que caracterizan la evolución de América Latina de las últimas décadas. Muchos, incluso en la izquierda, nos hemos creído el discurso sobre el modo de regulación neoliberal como un avance hacia la modernidad y la eficiencia porque es el modelo de los empresarios, quienes van a pro-mover la inversión. En los hechos, las estadísticas de la CEPAL muestran que la tasa de inversión que bajo el régimen de acumulación de industrialización por sustitución de importaciones estaba entre el 25 y 30 por ciento del Producto Interno Bruto, se ha reducido a niveles del 15 y 20 por ciento a raíz de que se generalizaron los gobiernos y las políticas neoliberales en los años 80. Esa tasa solo se recupera con el advenimiento de los gobiernos progresistas. El debilitamiento productivo y la desindustrialización cambian las bases materiales de la lucha de los trabajadores bajando significativamente su participación en el ingreso nacional con los efectos

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sociales multiplicados que marcan un aumento de la indigencia y la pobreza tanto en términos absolutos como en términos relativos, lo cual solo es mitigado luego con el advenimiento de los gobiernos progresistas. No obstante los esfuerzos, todavía los pro-gramas sociales de estos siguen atrapados en buena parte en políticas de transferencias directas, básicamente ligadas al mismo marco epistemológico y operativo que definía el Banco Mundial. La confluencia de una menor inversión en capacidad productiva, una polarización social y una restricción de los mercados domésticos, marcan un régimen de acumulación que aumenta la dependencia -y la desesperación- de los mercados internacionales, y que también evidencia un desempeño mucho más pobre del Producto Interno Bruto, no solamente en el promedio histórico, sino también en su grado de volatilidad. El propio Fondo Monetario Internacional hace un inventario y encuentra que hay 217 crisis bancarias financieras y de balanza de pagos desde que empezaron los procesos neoliberales, sin embargo se nos ha vendido como el modelo que requeríamos. Medido bajo sus propios parámetros, el régimen de acumulación que vehiculizaron las políticas neoliberales ni aumenta el crecimiento ni mejora la sustentabilidad fiscal o de balanza de pagos. Si el régimen de sustitución de importaciones generaba una dependencia respecto a bienes de capital e insumos importados y una fragilidad en el sector externo, el régimen de acumulación que provocó el neoliberalismo, reproduce la fragilidad, pero ligada a la importación masiva de bienes de consumo y de bienes de lujo. En el último período la situación se recupera básicamente por las condiciones muy favorables en torno a los términos de intercambio del continente que presentan una situación histórica que no tiene antecedentes en más de un siglo en la estadística levantada en América Latina. Sobre esa base se pueden explicar buena parte de la acumulación de las reservas, la reducción de la deuda externa y la mejoría fiscal en la región. Debe replantearse el rol de los gobiernos progresistas del continente con diversos matices, con sus posibilidades y limitaciones en la construcción del sujeto histórico en un contexto estructural. Tenemos hoy un riesgo inmediato por esta nueva fase de la crisis que se está desplegando con mayores amenazas. Hay que tener mucho cuidado respecto a la ferocidad y a la velocidad con la que se mueven los nuevos potenciales vectores de la crisis. Estos deben marcar nuestra agenda política y económica con transformaciones más profundas.

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Les recuerdo que hace un año tuvimos una reunión como esta y para entonces quién hubiera pensado que el Euro estuviese tan gravemente amenazado en un plazo tan corto. Una adecuada lectura pudo prever una agenda movilizadora. Es probable que la siguiente víctima de los ataques especulativos sea América Latina, que hasta ahora ha salido relativamente bien. Insisto, no solamente hay que entender la crisis del capitalismo, sino también el capitalismo de la crisis. La situación de debilitamiento de los mercados de exportación en precios y cantidades que ya tuvimos en la fase anterior de la crisis, la contracción del crédito y las burbujas especulativas que definen una situación latente de crisis de balanza de pagos y de mayor angustia por obtener divisas, se agrava en el período reciente por una cuestión cualitativa de dislocación de los mecanismos básicos de ajuste de los mercados mundiales. Sobre todo, la distorsión en la formación de los precios de nuestros principales productos como petróleo, soya, cobre, entre otros, que cada vez menos tienen que ver con los costos de reproducción y están cada vez más sujetos a la especulación bursátil. Por otro lado tenemos la metástasis de los vectores fundamentes de insolvencia estructural del sistema financiero. A la inflación nominal de los activos financieros ligados avienes raíces concentrados básicamente en el centro del sistema, se suma ahora su dispersión hacia otras geografías e instrumentos y una destrucción creciente de los mecanismos básicos de la generación de ingresos: recortes en el salario real, en el empleo, en el gasto público. En fin, hay nuevos elementos que están planteando una situación internacional muy vul-nerable que todavía no se expresa en toda su dimensión pero que aumenta los incentivos para ataques especulativos contra activos atractivos y mecanismos de sifón de valores ma-triz-sucursal en las transnacionales (mucho cuidado con la gripe española). Las expectativas negativas que esto plantea en la recuperación del crédito interno, los efectos sobre animal spirits de los empresarios que cada vez tienen una estrategia defensiva y no hacen inversiones de largo plazo que pudieran relanzar la producción y el empleo. La convergencia potencial de estos elementos plantea un escenario dudoso sobre la salud de los bancos, lo que, recurrentemente, incentiva comportamientos especulativos, cortoplacistas y predatorios por parte

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de los grandes capitales dentro y fuera del continente. Incluso sin desenlaces dramáticos, estos elementos exacerban el modelo primario-extractivista. Progresistas o no, ‚todos tenemos que cuidar nuestra fuente de divisas‛ que asegura estabilidad macroeconómico-financiera y viabilidad externa. La dependencia respecto al dólar es pieza fundamental del subdesarrollo. Para mantener nuestras ‚ventajas comparativas‛ es imprescindible mantener bajos los costos salariales y naturales. Pero incluso en el corto plazo, la depredación de la fuerza de trabajo, de la biodiversidad y de los ecosistemas no evita, sino que empeora las condiciones latentes de una posible crisis financiera y económica en el continente. Estas reflexiones son una invitación para discutir los calendarios electorales en América Latina, Europa y Estados Unidos y establecer líneas programáticas que los incluyan y a la vez los trasciendan. Todas estas circunstancias plantean un deterioro potencial y súbito de las capacidades efectivas del accionar de los gobiernos progresistas en América Latina y pondrían un interrogante sobre el proceso de integración, que a diferencia del caso europeo, constituye una premisa de las capacidades de acción interna de cada estado-nación. Más allá de los avances importantes en los planos político e institucional, en el plano exclusivamente económico, los esquemas de integración vigentes han quedado reducidos al marco tradicional arancelario y en condiciones de tremenda debilidad, porque parte de los países están atados a compromisos extra regionales de libre comercio que han perforado la posibilidad de un arancel externo común. Y esto en medio de crecientes presiones por con-cesiones mayores en las negociaciones con la Unión Europea y dentro de la Organización Mundial de Comercio. Baste ilustrar el impacto de una ‚corrección de mercado‛ (en el marco de las guerras cambiarias en curso) del real brasileño sobre el aparato productivo argentino, la estabilidad del gobierno argentino, la continuidad de los procesos progresistas en ese país, y el eventual efecto dominó sobre el resto de UNASUR (Venezuela, Colombia, etc). La crisis puede convertirse en un arma poderosa para reducir a los Estados, a los gobiernos, a los individuos, a una situación de impotencia. En esta perspectiva, entonces, la Nueva Arquitectura Financiera aparece como condición necesaria, mínima, nunca suficiente, para defendernos y garantizar lo básico: construir las condiciones de respuesta de los individuos, de las colectividades

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y de las naciones. Se requiere de una propuesta de alcance global con contenidos regionales y nacionales. No se puede hablar de una Arquitectura Financiera Global y de una Nueva Arquitectura Financiera Regional sin hablar también de una transformación productiva que requiere una Nueva Arquitectura Financiera Doméstica para construir una política económica de nuevo tipo. Parafraseando como otros compañeros la tesis 11 sobre Feuerbach, diríamos en esta ocasión que no se trata de tomar el gobierno sino de transformarlo. Los desafíos técnicos de la política económica en América Latina deben garantizar la coherencia dinámica de un modo de regulación que soporte la viabilidad y sustentabilidad de un régimen de acumulación distanciado de la condena primario-extractivista en el largo plazo y así empoderar a la gente, retornar a la gente su capacidad de decidir. El modo de regulación que propicie el desarrollo tiene que centrarse en la construcción de capacidades. Es decir, se requiere un conjunto de instituciones y políticas que viabilicen una articulación entre el capital privado, el estado desprivatizado y descorporativizado y la Economía Popular en toda su diversidad. La Nueva Arquitectura Financiera sería instrumental en esto al proponer una nueva relación entre el sistema financiero y el sistema productivo, grande y pequeño, capitalista y no capitalista. Finalmente sobre esa base se haría posible una renegociación de la división internacional del trabajo y de los patrones básicos de generación y distribución del ingreso. Es fundamental romper con el monopolio de la liquidez mundial que tienen Wall Street y la ‚Reserva Federal‛ de los Estados Unidos, sobre la base de las cuales se financian los salvatajes bancarios multimillonarios, la expansión guerrerista en Irak, Afganistán, Pakistán y en otros países, la cuarta flota en América Latina, las siete bases militares y el despliegue de tropas norteamericanas en las bases nacionales de diversos países. Lograr la emisión anual de los derechos especiales de giro (DEG) sin condiciones como lo logró la acción del G192 y las ‚economías emergentes‛ en 2009 puede reorientar esa liquidez en torno a nuevos mecanismos de cooperación Sur-Sur sobre la base de acuerdos bloque regionales como los que estamos construyendo en América Latina y también abriría las puertas para un nuevo tipo de relaciones Norte-Sur. Sin poder entrar en detalles aquí, cabe esbozar lo básico de una propuesta a nivel planetario sobre la base de una Nueva Arquitectura Financiera Regional que relance y desconcentre el poder unipolar constituido en la vieja arquitectura institucional que sigue vigente. Reflejando las

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condiciones económicas, cultuales e históricas de cada situación, estos arreglos bloqueregionales incluirían una banca de desarrollo de nuevo tipo que instale otro tipo de prioridades desde la lógica de la vida y no desde la lógica del capital financiero internacional. Prioridades como la soberanía alimentaria, la soberanía en el cuidado de la salud, la soberanía energética, la soberanía en la producción del conocimiento, el financiamiento de la economía popular en toda su diversidad a fin de que la gente pueda tener un empleo dignificante. Esta propuesta se orienta a generar opciones y condiciones para que esa energía social y productiva pueda desplegarse en todo su potencial, y que contrario a las exigencias de alta rentabilidad en plazos muy cortos del capital financiero transnacional, nos enfoquemos a tener otras opciones de participación comunitaria en defensa de la economía familiar y de la economía popular. El Banco del Sur es la promesa sudamericana en este sentido. Un segundo componente incluye la construcción de un espacio de soberanía monetaria y financiera regional, vinculando la moneda regional complementaria a transacciones ‚reales‛ directas a través de sistemas de compensación de pagos que validen el trabajo y la producción de la gente en intercambios equilibrados, lejos del objeto primordial de las divisas claves de hoy: la especulación. El proyecto más innovador en este sentido en América Latina es el SUCRE (Sistema Unitario de Compensación Regional de Pagos) instrumento por el cual ya se están haciendo las primeras transacciones entre los países miembros del ALBA. Estos componentes requieren para su protección de un tercer pilar: una red de seguridad financiera supranacional que consolide la recuperación regional de la coherencia de los flujos y el aparato productivo. Ecuador ha avanzado en América Latina una propuesta bajo el nombre de Fondo del Sur, sobre la base de la conexión y transformación de la banca central del continente con mecanismos de regulación prudencial comunes y efectivos, procedimientos de reciclaje interno del ahorro doméstico y regional y una gestión sinérgica de las reservas internacionales, las monedas nacionales y las monedas comunes. Los DEG globales, por ejemplo, en este nuevo marco institucional, pueden ser parte del respaldo para la emisión de DEG regionales, como el mismo SUCRE, en un esquema que liberaría una cantidad masiva de recursos, hoy atrapados por el miedo a los ataques especulativos, para invertir en la generación de riqueza y bienestar. Varias iniciativas de cooperación bloque a bloque en el Sur global sobre la base de componentes similares a éstos redefinirían un nuevo balance multipolar a partir de las prioridades vitales de los pueblos y la reinvención de la moneda como reconocimiento y vehículo del trabajo y la creatividad.

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Para el Norte, esos DEG difícilmente son algo más que un asiento contable. Generalmente las divisas de aceptación global no tienen restricciones exógenas, sino autoimpuestas. Aparte de recuperar su capacidad de acción instalando el derecho universal al trabajo como prioridad frente a los salvatajes bancarios, el Norte bien podría donar su cuota de DEG para reparar las deudas históricas, incluyendo la detonación financiera de esta crisis de alcance mundial. Esos recursos anuales podrían constituir un fondo ágil de mitigación de catástrofes humanitarias, de los problemas agudos de hambre, extrema pobreza y crisis ambiental. Así, con cambios menores en la normativa vigente, esos recursos reactivarían a sus propios mercados internacionales, sin presiones inflacionarias, sin costos financieros y sin disputas presupuestarias (ningún país industrializado ha usado sus DEG para financiamiento fiscal), replanteando su relación con el Sur significativamente en soluciones efectivas a esos problemas globales (estructuras mundiales de incentivos eficaces para cambiar los patrones tecnológicos contaminantes, dislocantes y depredadores en producción, consumo y transporte, por ejemplo). Avanzar en torno a estos puntos mínimos provocará sin duda resistencias y retaliaciones. Aquí debo insistir en una serie de medidas que hemos venido planteando desde hace largo tiempo: - La moratoria y la auditoria de la deuda como propuestas globales - Nuevas e inmediatas ventanillas con directorios representativos de las regiones para proveer recursos de reactivación productiva sin condicionalidades y así bloquear la restauración del poder de chantaje del Fondo Monetario Internacional que ha multiplicado sus fuentes - Prohibición universal de mecanismos especulativos como el short selling, los CDS y otros y limitar las posiciones de los mercados de futuros en alimentos, en energía y en metales preciosos por los delicados efectos que pueden desencadenar - Regulación a los Hedge Funds En fin, tener una agenda especifica desde el interés de los pueblos y no desde la interpretación de fuerzas basadas en encuestas de opinión respecto de cuál debe ser la posición de la izquierda. No hay forma de que el procesos social productivo se relance si no hay una destrucción masiva del capital ficticio asociado a esa hipertrofia parasitaria que se ha generado, y eso ineludiblemente reta las estructuras y la cultura del poder oligárquico e imperial. Es la humanidad la que está en riesgo.

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