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Capítulo XIII "Siento como si estuviera viviendo en la boca de un león, pero el león es un ángel"

— Júrame que no huirás. Hazlo Bella, júrame por tu vida que no me dejarás y te prometo por la mía que dejaré que me veas. — la voz de Edward se mantuvo inmutable, fue letal. Una declaración solemne propia de su raza, de su persona, de él mismo. Y mientras los glaciales dedos de él comenzaban a cubrir con ternura esos ojos marrones, Bella se debatía en su interior: ¿Será lo mismo jurar por mi vida, que hacerlo por mi alma? . Una parte de su ser le decía que no debería tomar su alma tan a la ligera, su propia vida merecía más cuidado; mientras otra, la parte más fuerte y hasta el momento dominante, no dejaba de perderse en la celestial voz que había irrumpido en el hasta entonces lúgubre silencio. Tan suave e irreal, por lejos inhumana. Similar al éxtasis propio de un mar de caricias, invitándola con cada giro que cobraba ese tono a hundirse en la musical sinfonía. Era superior a todo lo que había oído. El sensual modo en que había articulado la palabra "Júrame", no tenía precedentes; lento y aterciopelado, era extraordinario. Lo sintió exhalar otra vez, cerca… demasiado cerca. Tanto así que un repentino escozor en el cuello la dejó fría en su lugar, añoranza. Bella por un segundo anheló que fueses sus labios los que se posasen sobre su piel; no tenía explicación ni lógica alguna. Sin embargo, su cuerpo, sus sensaciones y emociones eran la prueba fehaciente de que era real. Le anhelaba. Las manos de Edward no habían vacilado un instante al posarse sobre sus ojos, él le impediría verle… No hasta que ella jurase. Aún con el pecho de él rozando su espalda Bella no podía dejar de tragar saliva y de paso morder su lengua, estaba tan nerviosa. Siendo humana, ella no pudo más que obedecer al canto de sirenas, y rindiéndose a ese inusitado embrujo, se dejó llevar. De pronto se sentía como en casa, cuando no era más que una invitada, parecía… parecía el suspiro de un ángel. Una vez más se sintió vulnerable, sin elección. — ¿A que le temes? — su pequeña boca liberó la replica de forma deliberada, pasó la lengua por sus labios cuando sintió como esos largos y gélidos dedos se tensaban sobre sus ojos. Obviamente Edward no se esperaba esa respuesta; sin embargo, tenía que preguntarle, no por nada él llevaba tiempo rehuyendo de ella. Escondido, silencioso… ¿Y ahora, aun cuando sólo centímetros me separan de él, se atreve a pedirme que jure, sin siquiera a haberle visto? De ninguna manera, antes tendría que responderme un buen número de interrogantes, y sobre todo, con la verdad. Edward permaneció inmóvil, dispuesto a huir al menor indicio de peligro. Ella no podía verle, no sin jurar antes.


— A no poder controlarme. — Confesó sin reparos, era lo menos que le debía. Ella se jugaba la vida con cada segundo que pasaba a su lado, aunque aún no fuese conciente de ello. Su fría exhalación acarició con una sensualidad brutal esa zona tan sensible y erógena situada donde el cuello y el hombro se unían por medio de una sutil curva. Bella mordió su labio para reprimir el jadeo. — Prometo no huir cuando te vea, pero no puedo jurar permanecer aquí para siempre… No soy más que una inquilina. — Júralo— ronroneó, tierno como un gatito, pero una intensidad que era más propia de un león. Sus labios avariciosos se atrevieron a rozar con gesto poco casto el lóbulo de su oreja, dulce, siempre dulce. Bella liberó el aire contenido por la nariz, rozando por medio de una abrasadora caricia los dedos del vampiro, aún situados de modo estratégico sobre sus ojos para bloquearle la visión. Esa brisa cálida rozó con devastadora fragancia y escozor el dedo más pequeño de su mano. Edward jadeó ansioso, desesperado. — Por favor— añadió después de unos minutos; como ruego, como suplica. Hasta que finalmente Bella no tuvo más opción a asentir, verdaderamente nunca la había tenido. Sin siquiera saberlo le pertenecía desde el momento de nacer, ambos lo hacían. Un acuerdo mutuo, sin elección. Porque así era el destino, no daba tregua alguna al escoger a dos almas. Y para fortuna o perdición del uno y el otro, los dados ya habían sido sorteados. Edward ya había conocido a su dueña, solo faltaba que ella conociera al león. — Está bien— él negó, pero ahora con una infantil sonrisa tatuada en su boca. —Dilo. — Bella enarcó una ceja, pero aún así obedeció. No había modo de negarse ante el trino de un Dios. — Lo juro. — suspiró rendida, y para Edward eso fue por mucho… el pacto más solemne del que estaba siendo partícipe en toda su existencia. Júralo por tu vida. Uno a uno sus dedos fueron abandonando ese rostro tan níveo como la cal, hasta que finalmente se posaron sobre los hombros de la humana, tan angostos y pequeños, que la hacían ver como lo que era ante los ojos del centenario inmortal: una niña. Finalmente sus manos le otorgaron a la joven la libertad tan anhelada debido a la prisión antes impuesta en esos tiernos ojos. — Voltea. Le habló al oído, oyéndose seguro, cuando en su interior el terror por su respuesta le llenaba la boca de ponzoña. Tragó pesado, y el amargo sabor que esto dejó a su paso fue el triste recuerdo del error que cometía: la estaba exponiendo. Bella se mantuvo quieta, estática en su sitio con la cabeza agitándose de modo vertiginoso en su interior. Los mareos, producidos únicamente por la anticipación eran justificables, claro. Había esperado demasiado por esto.


¿Entonces porque perdía tiempo respirando, cuando debería dar media vuelta y saludar a su benefactor? ¿Sería realmente el chico de la foto?, imposible. Pero, para su pesar, era todo en cuanto conseguía pensar: el chico de los cabellos cobrizos, el dueño de esos ojos esmeraldinos que la traían confundida desde hacía ya horas. Porque secretamente,…ella deseaba que fuese él. — Bella, mírame. Y lo hizo, se giró lentamente sobre sus pies hasta que su rostro se encontró con un amplio torso fornido, Bella no sabría definir la textura de éste, pero podría apostar a que se encontraba trabajado, más que nada por el exquisito modo en que el sweater de cuello en V se adhería a su cuerpo. Sus curiosos ojos continuaron vagando por toda la extensión de la oscura prenda. El cuello de una camisa gris con los dos primeros botones desabrochados, sobresalía en la parte superior, y los confines de esta también podían apreciarse, ya que la usaba fuera de los pantalones. Muy casual, para nada lo que había imaginado… Era mil veces mejor, por mucho. Bella continuó apreciando cada centímetro de esos jeans oscuros, las pequeñas zonas más desgastadas que el resto, el modo en que se ceñían a sus muslos, hasta que sus ojos dieron con un par de botines de cuero. Había querido dejar el rostro para final; aquello no era un misterio ni para Edward ni para ella, pero eso no lo hacía ni por asomo más fácil. La anticipación la estaba matando. Esta vez alzó el rostro por completo, y tuvo que dar un paso hacia atrás, porque él era mucho más alto que ella. A duras Penas había conseguido ver su torso. Edward debe medir por lo menos 1.95— pensó mientras seguía apreciando al chico en toda su cabalidad, y lo hizo: Vislumbró esa boca borgoña, tan roja que no fue difícil para la humana hacer alusión a la sangre. Sus labios eran demasiado oscuros, y a Bella eso le agradó en la misma medida que le aterró. Nunca había visto una boca semejante, nunca. Tan perfecta y perfilada, quiso probarla…Con el arco superior cincelado de un modo que le hacía ver como una escultura griega, sólo podía pensar en tocar esos labios Continuó mirando, indagando. Examinando cada detalle con un escrutinio propio de investigador privado, pero ella estaba lejos de ser eso. No era más que una niña deslumbrada en la presencia de un ser divino, un semidios. — ¿Bella? — preguntó Edward, tranquilo y paciente, mientras la joven desviaba en el acto su mirada desde esa angosta nariz hasta el fulgor de sus ojos. Verde, como el jade y la esmeralda, como un bosque de berilio. — Edward…— suspiró en respuesta, bajito y débil, sonó más como pregunta; sin embargo, no era otra cosa más que la constatación de un hecho.


Tal vez fuese la situación en si, quizás se tratase solo de Edward, o simplemente de la cantidad de sorpresas que le había traído el día. El caso es que ajena a todo cuanto la rodeaba, Bella no alcanzó a decir más nada antes de desvanecerse entre unos pétreos brazos, se sintió cómoda; en casa, justo el lugar al que partencia. Edward la sostuvo con ternura, cuando cayó desvanecida contra su pecho. Se sintió tentando a hundir su rostro en los cabellos de ella y aspirar su aroma, e incluso deseó mantenerla así, quieta, contra el, pasar sus manos sobre la pequeña cintura de la niña y simular un abrazo… Lo deseaba tanto, pero no lo hizo. En su lugar, Edward se limitó a cargarla en sus brazos y correr a toda velocidad hasta su cama, la suya. Bella abrió los ojos y sonrió adormilada, al no sentir al astro rey estorbando contra su rostro. — ¿Te sientes mejor Bella durmiente? — le oyó decir, y fue todo lo que necesitó para envararse en acto. Rígida como una tabla se irguió en la cama, no reconociéndola en absoluto. — ¿Dónde estoy? — preguntó inquieta, removiéndose entre el mar de cojines que la rodeaba. Súbitamente lo tenía ahí, justo en frente suyo con sus inquietantes ojos verdes traspasándola con la mirada, otra vez calando su alma. — En mi cama. — Bella liberó todo el aire contenido en su pecho, el perfume, Dios, ese perfume impreso entre las mantas la estaba haciendo perder la razón, el control… — ¿Quién eres?, digo… Sé que… eres Edward, lo que intento decir es… ¿Qué eres? Edward observó deslumbrado como la chica se mordía el labio. Nuevamente estaba nerviosa y preocupada. Esta vez no necesitó leer su mente para saberlo e intentaría no hacerlo en el futuro, por mucho que la idea le tentase. Odiándose por su distracción momentánea, se dedicó a prestar el máximo de atención a su maravillosa mujer ¿o niña?, Edward ya no notaba la diferencia. ¿Qué era él?, ¿necesitaba ella en verdad saberlo?— Edward comenzó a cuestionarse; tarde o temprano ella lo terminaría por averiguar. Finalmente optó por lo mejor para ambos, y con eso se refería a ser sincero desde el principio. — Seré lo que tú quieras. . "Siento como si estuviera viviendo en la boca de un león, pero el león es un ángel"


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