Las nubes grises de la Tierra

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Quito, 22 de mayo de 2013

Las nubes grises de la Tierra

Fander Falconí Por primera vez en la historia humana, la concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera de nuestro planeta superó ya la frontera de las 400 partes por millón (ppm). La mala noticia fue anunciada este 9 de mayo, desde Mauna Loa, en Hawái, la estación más antigua que monitorea y mide en forma periódica el CO2 en la atmósfera terrestre -uno de los principales gases que provocan el efecto invernadero- desde que comenzó a operar en 1958. Cuando se empezó a estudiar el fenómeno hacia 1900, la concentración era de 300 ppm. De acuerdo con los registros de medición, ahora aumenta 2 ppm cada año. Los científicos han alertado ya sobre las impredecibles consecuencias climáticas que tendría en nuestro planeta, si se produjera una cantidad de CO2 superior a los 450 ppm. Podemos hacer un sencillo experimento para entender las implicaciones del cambio climático. Encendemos una estufa, ponemos agua en una cacerola, la cubrimos con una tapa transparente, y la colocamos en el fuego. En pocos minutos, podremos observar cómo el agua pasa a un estado gaseoso, y el vapor alborotado quiere salir de la cacerola. Lo mismo ocurre a nivel planetario: se producen alteraciones climáticas. El cambio climático y el consecuente aumento de la temperatura se producen, principalmente, por la acción de los seres humanos, debido a los altos consumos de energía fósil. Los ricos consumen mucha más energía que los pobres. Considerando que la Tierra es un sistema cerrado y finito, no hay posibilidad tecnológica de enviar el CO2 a Marte o a cualquier galaxia lejana. Este se queda en nuestro planeta. Los bosques y océanos fijan carbono, pero en forma limitada. En definitiva, hacen lo que pueden. Lo más grave es que la espeluznante cifra de 400 partes por millón de CO2 es apenas la punta del iceberg. Los irresponsables timoneles de la nave espacial Tierra -que bien podría compararse con el Titanic- saben que las consecuencias de un calentamiento global acelerado serían catastróficas para el planeta y podrían provocar la pérdida de millones de vidas.


El pacifista y líder afroamericano de la lucha por los derechos civiles de su pueblo, Martin Luther King, lo dijo hace 50 años: “El dilema ya no está entre la violencia o la no violencia. Ahora el dilema es no violencia o no existencia”. En este momento, el ambiente podría enfrentarse a una encrucijada similar: si hoy no hacemos nada, mañana ya nada importará. Los líderes de los países ricos, que arrastran al mundo a un abismo, conocen el peligro que ello implica. Pero su mentalidad les hace priorizar las ganancias, como el avaro del Titanic, que prefiere ahogarse, antes que quitarse sus pesados collares de oro, mientras intenta nadar en vano en medio del mar.

Fuente: El Telégrafo


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