y ocultista, muy atractivo para la juventud de entonces, pero muy preocupante para el régimen. Para la dictadura brasileña de los setenta, ser hippie era sinónimo de ser parte de un peligroso germen revolucionario. Tres ocasiones en la cárcel, torturas, amenazas y la autoflagelación para poder escapar de sus captores, le hicieron pagar su ‘look’ de come flor y sus letras osadas. Coelho recordó en una entrevista que, aunque estos hechos lo hicieron conocer el más oscuro fondo, no siente rencores ni por la decisión de sus padres de encerrarlo en un psiquiátrico, ni por haber recibido dolorosas vejaciones físicas por razones políticas (o por publicar irreverencias impresas, o por llevar el cabello largo).
La iluminación ¿Pero en qué momento Coelho cambió hasta convertirse en un hombre sereno que suelta frases esperanzadoras? ¿Cuándo se con-
virtió en el gurú de las masas? Con un récord Guinness a cuestas, que ubica a su libro “El alquimista” como el traducido a mayor número de lenguas, 53 para cuando estableció la marca en 2003, parece insólito que aquel hippie tildado de loco por querer ser artista y que fue perseguido ferozmente por la dictadura, sea el mismo Coelho exitoso, el de la sabiduría popular, el del carácter inmutable. Y tal vez sea cierto que no es el mismo de antes. No fue muy tarde que llegó esa iluminación. Alternando entre la escritura y una carrera en el mundo discográfico, se casó dos veces y en una visita a un campo de concentración en Alemania, cuenta él mismo, tuvo una visión. Posteriormente, en Holanda, vuelve a encontrarse con ese ser de la revelación quien le sugiere retornar al catolicismo y hacer la ruta del Camino de Santiago para su conversión.