De Yare a Miraflores. El mismo subversivo

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José Vicente Rangel

Entrevistas al comandante Hugo Chávez Frías (1992-2012)

obstante, hay que tomar en cuenta que el laconismo es una virtud, y es muy importante en el campo militar, como en todo lo que tiene que ver con una política de poder. — Me hace recordar, por cierto, con esta observación, a una gran amiga, la cual en los días del cuartel San Carlos nos recomendaba administrar el silencio. Pero permítame insistirle, doctor Rangel, que ni el comandante Hugo Chávez Frías, ni los oficiales del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 hemos visto este proceso, tan complejo, donde lo que está en juego es precisamente la suerte de millones, de más de 20 millones de venezolanos, de seres humanos que sufren la realidad, con la óptica esa de mantener o incrementar una imagen ante la opinión pública. Esa no es la óptica del Movimiento Bolivariano, de sus hombres. Creemos, sí, que la convulsión social, que la tormenta es de tal magnitud, que los hombres como usted, como muchos compatriotas que lo hacen por los distintos medios de comunicación social, como nosotros, tenemos que dar la cara a la tormenta. Es de tal magnitud la tormenta por la cual está atravesando la nave venezolana, que debemos salir, debemos asumir la responsabilidad, debemos izar nuestras velas aún a riesgo de que se rompan. Ya tendremos que remendarlas entonces sobre la marcha. Sabemos y estamos conscientes, como ya lo decía anteriormente, de las campañas de desinformación, de los laboratorios de guerra sucia que estarán pendientes de las expresiones, de los actores diversos, para tratar de desmontar su discurso, su intención, su esperanza, que es la esperanza, en fin, de todo el pueblo de Venezuela. Pero no podemos escondernos, doctor Rangel, ante los requerimientos de los pocos periodistas que valientemente han logrado romper el cerco impuesto por el secuestro político del presidente Pérez. Así que tenemos que dar —repito— la cara a la tormenta, aún a riesgo de que no solamente la imagen pública,

sino esta imagen de carne y hueso pueda caerse a pedazos, pueda desmoronarse. Pero hay un objetivo fundamental, que es sacar la nave de la tormenta, y los hombres que creemos poder colaborar con un granito de arena aunque sea, para salir de esa tormenta, pues debemos salir, debemos izar nuestras velas, debemos enrumbar conjuntamente con toda Venezuela, con un colectivo nacional, la nave hacia derroteros en un horizonte azul de esperanzas.

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— Sin duda que para muchos usted está limitado, está preso; usted no tiene una fuerza a su mando; usted no tiene las posibilidades que tuvo antes del 4 de febrero. ¿Está consciente de esa situación? ¿O cree que la situación es diferente? — Dirigencia, trae consigo la idea de vigor, de fortaleza. Hoy, después de casi siete meses de la insurrección militar del 4 de febrero, los hombres que condujimos aquella gesta; el Movimiento Bolivariano como organización cívico-militar; el árbol, de las tres raíces como inspiración filosófico-doctrinaria, basada en el pensamiento de Simón Rodríguez, de Simón Bolívar y de Ezequiel Zamora; es decir, todos los componentes de esa fuerza que irrumpió como del subsuelo aquella noche y aquel día del 4 de febrero, mantenemos en vigor, mantenemos la vigencia que nos proporciona la tremenda fortaleza del pueblo venezolano. Esa vigencia que mantenemos es una fuerza que viene del alma popular y es una fuerza que difícilmente podrá agotarse, porque se confunde con la esperanza del pueblo, con su vigencia. Y no hay ningún pueblo en la historia que haya perdido esa vigencia que le da su esperanza. Ahora, es evidente que en mi caso particular no comando de manera directa ninguna unidad militar. Estoy en esta celda de escasos seis metros cuadrados, bajo medidas de bastante rigor, junto con mis compañeros.


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