Discurso pronunciado por el Embajador Jorge Valero en la ONU

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Discurso pronunciado por el Embajador Jorge Valero

Representante Permanente de la República Bolivariana de Venezuela ante las Naciones Unidas En ocasión del

“Evento para Conmemorar el Legado de Monseñor Oscar Arnulfo Romero – La Voz de los Sin Voz” Nueva York, 22 de Marzo de 2013

∞ Distinguidos Representantes Permanentes ante las Naciones Unidas y demás miembros del cuerpo diplomático, Damas y Caballeros, El día lunes 24 de marzo de 1980 fue asesinado Monseñor Oscar Arnulfo Romero cuando oficiaba una misa en la Capilla del Hospital de la Divina Providencia, en San Salvador. Sus verdugos pretendían silenciar su voz justiciera, en favor de los pobres y en defensa de los derechos humanos. Un día antes de su muerte, había reiterado su denuncia en contra de los desmanes cometidos por el régimen terrorista, oligárquico y latifundista, que entonces oprimía y reprimía a su pueblo. Él había expresado: “La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo, cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno, en nombre de Dios: Cese la represión”.


Monseñor Romero asumió la defensa de los más vulnerables. Siguiendo la Revolución de Jesús hacía llamados a que cesara la codicia, la injusticia, la desigualdad y la violación de los derechos humanos en su país, El Salvador. Su asesinato no ha borrado su legado. El pueblo salvadoreño conserva viva en su memoria la impronta justiciera de un redentor. Es por esto que respalda el proceso de canonización iniciado, en Roma, para que Monseñor Romero sea nombrado, como lo ha calificado el teólogo de la liberación Pedro Casaldaliga, “San Romero de América”. Evoquemos aquí su canto poético: Tu pobrería sí te acompañaba, En desespero fiel, Pasto y rebaño A un tiempo de tu misión profética El Pueblo te hizo Santo La hora de tu Pueblo te consagró en el kairós Los pobres te enseñaron a leer el Evangelio Monseñor Oscar Arnulfo Romero, mejor conocido por sus fieles seguidores como “la voz de los sin voz,” en una de sus tantas homilías había expresado: “Mi voz desaparecerá pero mi palabra, que es Cristo, quedará en los corazones que la hayan querido recoger”.

II

El próximo 24 de marzo celebramos, por tercer año, el Día Internacional del Derecho a la Verdad en Relación con Violaciones Graves de los Derechos Humanos y de la Dignidad de las Victimas. Fecha memorable para rendir un tributo a la memoria de Monseñor Oscar Arnulfo Romero; a un siervo de Dios que denunció la violencia, el abuso, la injusticia social y la represión que sufría su pueblo salvadoreño. Es también una oportunidad para homenajear a aquellos que en todos los confines de la tierra luchan – día a día – por un mundo mejor y para que impere el respeto, la promoción y protección de los derechos humanos.

III


Hoy se requiere de un nuevo paradigma civilizatorio que rescate las potencialidades creadoras de la utopia. Y no se trata de construir un mundo de quimeras, como se planteaba en las utopías primigenias de Tomás Moro y sus continuadores, hasta los socialistas utópicos. Se trata, más bien, de una utopia posible. Esa nueva utopia invita a soñar y a luchar por la edificación de un nuevo orden social que supere las miserias materiales y espirituales del capitalismo, cuya sustancia y esencia niega los derechos humanos. Lograr la vigencia plena de los derechos humanos es el gran desafío del Siglo XXI. Los derechos humanos son universales, interdependientes e injerarquizables, y no deben privilegiarse unos en desmedro de los otros. Los derechos políticos y civiles hacen referencia a la libertad, mientras que los derechos económicos, sociales y culturales, hacen referencia a la justicia social y a la igualdad. La libertad solo florece cuando son realidad la justicia social y la igualdad, y éstas, a su vez, son la garantía para el ejercicio verdadero de la libertad. La universalización de los Derechos Humanos, en sociedades históricamente sometidas a la injusticia, a la opresión y al dominio extranjero, es un objetivo imprescindible y urgente.

IV

En Venezuela tenemos aleccionadoras experiencias en la lucha por la vigencia y disfrute de los derechos humanos. A lo largo de la historia, las tensiones entre libertad y opresión; democracia y dictadura; igualdad y discriminación, han estado a la orden del día. En la Constitución Bolivariana se consagran los principios humanistas, libertarios, igualitarios y democráticos más avanzados de nuestro tiempo histórico, y se reconoce la universalidad e indivisibilidad de los derechos humanos. Nuestra Carta Magna establece un vínculo indisoluble entre democracia y derechos humanos, pues ambas son dos caras de la misma moneda. En ese sentido, no puede prevalecer la libertad donde hay injusticia y desigualdad. De la misma manera que la justicia y la igualdad no tienen asidero si no imperan las libertades democráticas. En Venezuela asumimos, en este tiempo histórico de la Revolución Bolivariana, de manera práctica y concreta la concepción indivisible y universal de los derechos


humanos. Partiendo del empoderamiento constitucional del Poder Popular, las instituciones del Estado garantizan el goce, disfrute y realización de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales. Y se han creado instituciones para su verdadero ejercicio.

V

En ese contexto, la República Bolivariana de Venezuela se une a los actos para conmemorar la vida redentora de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, un mártir que murió en el pulpito de su iglesia, llenando de esperanza a su pueblo sometido entonces a las crueldades del poder. Recordamos a Monseñor Oscar Arnulfo Romero como un fiel defensor de la dignidad humana, como un profeta de la justicia social. Unamos nuestras plegarias por la canonización de San Oscar Arnulfo Romero de América, defensor de los pobres y los excluidos.

VI

Permítanme concluir mis palabras con unos versos que he escrito en homenaje a Monseñor Oscar Arnulfo Romero: “La Voz de los Sin Voz” Vasto instante de cantata Casto imperio de profeta Con sus violas, la alegría Con sus penas, la esperanza Muchas gracias.


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