Naturaleza Argentina para mirar y sentir

Idea y dirección editorial Gigliola Zecchin (Canela) Fotografías y textos Aníbal Parera Mapa y viñetas Roberto Cubillas Selección de textos literarios Laura Isola Traducción Ian Barnett Arte + Diseño Ariana Jenik Daniela Coduto Corrección Silvia Villalba Coordinación técnica Gustavo Martínez Supervisión editorial Relaciones Institucionales. Laboratorios Bagó Fotocromía e Impresión Artes Gráicas Ronor Producción general Juan Manuel Duhalde

ISBN 978-987-98983-1-4

Queda hecho el depósito que previene la Ley 11.723.

Índice Noreste

Venado de las pampas

Laguna de los Horcones

El arcoiris cae al espinal

Sierras de Merlo

Antes del salto

Ciénagas de Cari-Lauquen

El río atraviesa el desierto

Salina del Diamante

El corazón de los Esteros del Iberá

Siluetas al atardecer

El yacaré negro

Retazos de la selva

El simio oscuro

Amanecer entre palmeras

Fronteras e invasiones

Damas del día y de la noche

Altas cumbres centrales

Flotada de irupés

Laguna Las Tunas

Peñón de la reina Victoria

Ceibo

101

Habitantes del Paraná

Cumbres de Pocho

102

Bandadas negras y blancas

El Tigre

104

Barrancas de arcilla y lapachos

Caldenal

107

Pastizales y humedales

Ñandúes

108

Punta Rasa

111

La Ventana

112

Encendido contraste

115

Bahía Blanca

117

Noroeste

Centro

La otra Puna

Camélidos sudamericanos

Las espinas de la Puna

Gélida mañana

Paredones de Talampaya

Pehuenia

120

Arroyo, monte y palmeras

El Chaltén

123

Mburucuyá y urutaú

Crines al viento

125

El Valle de Tafí

Lagos Norpatagónicos

127

Bestezuelas y alimañas

Valle del río Turbio

129

La Cuesta del obispo

Flamencos

131

El comedero

Mares de gigantes

132

Selvas espectrales

Verde y turquesa

134

Meseta Central

136

Haciendo espuma

138

Lago Fagnano

140

Cuyo

Patagonia

Alto Valle del Tupungato

Parque Nacional Lanín

142

Pelos, garras y plumas

Río Pinturas

145

Cordillera de Ansilta

Paredes de hielo

146

Valle del Río San Juan

Bahía San Sebastián

148

Ischigualasto

Isla de los Estados

150

l 11 de abril de 1934, Sebastián Bagó, nuestro padre, fundó Laboratorios Bagó con una visión abarcativa de lo que sería a lo largo del siglo XX la industria farmacéutica y farmoquímica de Argentina, Latinoamérica y del mundo. Esta visión, por sí sola, constituyó la piedra fundacional de la empresa sobre la cual crecieron nuevos sueños, proyectos y desafíos, como así también la consolidación del constante compromiso con la calidad basado en un trabajo continuado de todos sus integrantes, con capacidad, ánimo y entusiasmo. En el año de nuestro 75º Aniversario, nos sentimos muy orgullosos como presidentes del Grupo Bagó del prestigio y la excelencia logrados por nuestra empresa, que se refleja en el liderazgo del sector farmacéutico argentino, a través de nuestras 20 filiales distribuidas estratégicamente en Latinoamérica, Europa y Asia, y exportando nuestros productos a más de 45 países de los cinco continentes. Una empresa genera profundas raíces en su tierra y se nutre de la misma. En este caso, la Argentina es el gran contenedor de nuestras acciones, y como tal queremos corresponderle con crecimiento, trabajo, inversiones e investigaciones que generen los mejores productos para la salud de toda nuestra población. Naturaleza Argentina para mirar y sentir es el libro que presentamos con el fin de celebrar, a través de sus emblemáticos y a menudo sorprendentes paisajes, la riqueza de nuestra fauna silvestre, la variada presencia de especies vegetales y las infinitas sensaciones que nuestra querida tierra sugiere y que configuran el marco de una rica historia íntimamente ligada a la vida natural. De igual forma, nuestra empresa en su 75º Aniversario atesora recuerdos y momentos de una trayectoria singular con el orgullo y la satisfacción de haber logrado lo que hoy es Laboratorios Bagó y renueva el compromiso de nuestra fuerza creativa hacia los años por venir. Nuestro territorio nacional y nuestra empresa se seguirán nutriendo de sus raíces comunes para que tanto uno como otra sean partícipes de un crecimiento que merecemos por nuestros recursos y, en especial, por el talento de nuestra gente.

Lic. Sebastián Bagó

Dr. Juan Carlos Bagó

Asumimos la tarea propuesta por los presidentes de Laboratorios Bagó, Sebastián y Juan Carlos Bagó, con la certeza de que cada libro, como cada viaje, ofrece una experiencia singular que mueve ideas y sentimientos. Con el fin de compartir una visión renovada sobre la riqueza excepcional que hemos heredado y de la que formamos parte, nos propusimos acercarnos a la naturaleza argentina a través de un recorrido inédito, que fuera lo más lejos posible de los lugares comunes. Un desafío en relación con lo que creímos haber visto y conocido. La tarea de producir un libro en equipo permite el debate y el placer de confontar opiniones y sumar saberes. Aníbal Parera se expresa en imágenes acopiadas durante mucho tiempo. Lugares y sitios detenidos en su interés de apasionado biólogo y naturalista se revelan en el detalle de una extraña flor, en el acecho curioso y paciente de un animal que sale de su escondite o de un ave en su vuelo. A las fotografías, Parera añade la vivencia del instante y los datos que ayudan a ponderar la armonía o la extrañeza que provocan algunas de ellas, en un viaje con itinerario libre que abarca, sin embargo, todas las regiones del país. A modo de epílogo, se señalan las especies en peligro, amenazadas o en vías de extinción. Un código de colores permitirá identificarlas y apreciar en su conjunto aquellas que comprometen nuestro cuidado en la perspectiva del equilibrio ecológico. También encontrarán en estas páginas las huellas de poetas, escritores y viajeros, en cuyas palabras podemos rastrear las sensaciones y los pensamientos que atesora la literatura en relación con la Argentina y su pródiga naturaleza. Laura Isola, investigadora literaria, partió de su archivo personal y continuó su búsqueda en las bibliotecas que, como se sabe, son infinitas. Los primeros textos elegidos fueron los clásicos de la literatura argentina, y a ellos se sumaron los poetas de la patria chica, los cantores de las provincias que iluminaron los cerros, las llanuras y los muchos terruños con sus letras. Luego ingresó en el mundo de los viajeros, para indagar con qué ojos fueron vistas las cosas que en la Argentina depararon la bella escritura de Hudson o el apuradísimo andar de Bond Head por las tierras mendocinas. Y siguió con las leyendas, que desde las creencias populares nos legan historias que vienen de lejos y expresan la relación sagrada que unía a los habitantes originarios con el mundo natural que los rodeaba. Y como hoja de ruta, el mapa diseñado por el artista Roberto Cubillas se sirve de planos de color para desplegar un país sin fronteras interiores, donde sólo los matices sugieren los climas cambiantes de una tierra atravesada por extensos ríos, poblada de selvas, bosques y desiertos, con montañas prodigiosas y un océano que dibuja sus largas costas y al mismo tiempo lo abre al mundo. Hemos disfrutado mucho en esta tarea, y les proponemos el viaje. Lo único que necesitarán como equipaje es el deseo de disfrutar esta mirada de la Argentina como patria natural. Gigliola Zecchin (Canela) Editora

Noreste

El arcoiris cae al espinal Corrientes El espinal es esa parte del país que está entre la selva y la pampa, como una amplia herradura que encierra la región más húmeda y fértil de la Argentina. No era una tarde fotográica, las lluvias proponían una cortina infranqueable. Pero las últimas luces del día develaron la extensión del viejo alambre. Todo es ñandubay, los arbolitos en pie y los postes en fuga.

Más que tierra eres cielo, campo nuestro. Puro cielo sereno… Puro cielo. (…) Al galoparte, campo, te he sentido cada vez menos campo y más latido.

Campo nuestro, Oliverio Girondo. 13

Antes del salto Misiones Existen muchas Cataratas del Iguazú. En ocasiones, casi secas, limpias y cristalinas; otras veces tremendas, rojas y furiosas. Ésta era la situación de la imagen, a mediodía y en pleno verano, luego de lluvias copiosas en el Brasil. El rojo de las aguas es, en buena medida, el bosque que ya no está, y el suelo que se erosiona en su ausencia y viaja hacia el mar… Sin embargo, aquí la selva permanece en buen estado de conservación y cobija al águila copetona real.

¡Aguas del Señor! Cauces confederados que reclama el abismo, fragor suspendido entre el tumulto y el misterio. Miro esas fracturas húmedas del trópico precipitadas a trueno y borbotones desde el arco matinal hacia el hueco de la catarata indígena.

“Cataratas del Iguazú”, Héctor Villanueva. 14

El río atraviesa el desierto Chaco “Impenetrable” es una palabra con magia, forjada por la falta de agua y un calor inmenso que hicieron de esta región, ubicada al oeste de la provincia, un lugar casi inaccesible al hombre. Hoy, los pozos profundos y la maquinaria agrícola se empeñan en cambiar esa condición. La selva se apelotona cerca de los escasísimos cursos de agua. Fantásticos habitantes silvestres la recorren: el oso hormiguero, el tapir y el yaguareté. 17

El corazón de los Esteros del Iberá Corrientes Desde la pequeña avioneta que me llevaba al interior profundo de los esteros correntinos, que abarcan casi un millón de hectáreas, pude apreciar la extraña grieta en el embalsado. Cualquiera tendría la sensación de que puede entrar allí caminando, sin embargo todo eso no es más que una alfombra flotante. Una pareja de angúes (“calandria del agua”, según rezan las guías de ornitólogos) cantan a dúo ensanchando sus colas.

Toco el camalotal de tus esteros. la soledad sin fin de tus orillas; miro brillar los pájaros viajeros, el germen auroral de las semillas.

“Canto a Caá Catí”, David Martínez. 18

El yacaré negro Formosa Los yacarés son caimanes del gran norte argentino. Fueron duramente castigados por el comercio de cueros hasta un pasado reciente, pero actualmente están en recuperación: son cada vez más numerosos, coniados… ¡y también más grandes! Aunque no son criaturas que busquen agredir al hombre, su postura puede resultar amenazante. Este macho de dos metros se acercó tanto que me hizo retroceder. Aun así lo retraté. A pocos metros, la “estrellita del bañado” ofrecía su blancura.

Cerca de la orilla, vieron salir del agua un enorme yacaré. Avanzaba recto, muy rápido, con las mandíbulas a ras del agua, haciendo timón con la cola, y dejando atrás una estela sinuosa. "La aventura del Pilcomayo", Makia.

Yo soy Yasí y ella es mi amiga Araí; volvimos para agradecerte el habernos salvado la vida. Fuiste muy valiente al enfrentarte al yaguareté para defendernos, y por eso voy a entregarte un premio que te envía Kuarajhí, el dios Sol. Más tarde, cuando llegues de vuelta a tu maloka (casa), encontrarás junto a la entrada una planta que no reconocerás; la llamarás caá, y con sus hojas podrás preparar una bebida que acerca los corazones solitarios y ahuyenta la nostalgia y la tristeza. Es mi regalo para ti, para tus hijos y para los hijos de tus hijos...

De “El nacimiento de kaá-guasú: la yerba mate”, leyenda guaraní. Retazos de la selva Misiones Muy cerca de las cataratas del Iguazú, el arroyo San Antonio oicia de límite entre países. De este lado, en Argentina, la selva está en pie. Del otro, en Brasil, los cultivos avanzaron. Cuando el helicóptero logró sobrepasar el manto de nubes que cubrían la selva misionera, surgió en contraste la obra del hombre. Abajo, fructiica en forma silvestre la yerba mate.

El simio oscuro Santa Fe (Norte) Conocido como “Carayá”, es casi un hombrecito peludo de los bosques. Los machos son negro azabache y las hembras, pardo-amarillentas. La primera vez que los escuché, buscaba aviones cruzando las alturas. Sus rugidos recuerdan potentes motores a la distancia. Este ejemplar pendía colgado de su cola prensil. No muy lejos de allí se ocultaban la rana criolla y la boa curiyú, la serpiente más grande del territorio argentino. 24

No era necesario mirar el cielo ni las ramas. Aquí te vi, en la tierra pura, en la tierra desnuda. Aquí te vi, espíritu primaveral, danzar o arder serenamente como la alegría sin nombre, transparencia imposible de una dicha flotante sobre el polvo.

“No era necesario”, JUAN L. ORTIZ.

Amanecer entre palmeras Entre Ríos El de Colón es el más extenso y entero de los remanentes de palmares de Yatay. La imagen se impone mientras amanece en el ingreso al Parque Nacional El Palmar. Mi mirada se detuvo en el instante en que una luz anaranjada acariciaba los troncos. Simplemente, estacioné el auto en la banquina y apoyé la cámara en el techo.

Damas del día y de la noche Formosa Las concentraciones de mariposas en torno de las fuentes de sales y minerales son un espectáculo común a las selvas tropicales del mundo. También una “tortura”, cuando el sudor humano se convierte en fuente ambulante de las sales apetecidas por los insectos. No es el caso de las enormes y solitarias mariposas nocturnas. Dos aterciopeladas Rothschildia apenas habían abandonado sus capullos y se preparaban para explorar la profundidad de la noche. 28

Esas mariposas que cargan en sus alas fábricas de mapas de azúcar impalpable.

"Teoría del cielo", Arturo Carrera y Teresa Arijón. 29

Flotada de irupés Chaco El río Paraguay y sus tributarios desbordan, empujan, acumulan sedimento y crean recovecos para todo tipo de formas de vida. En las maciegas del Chaco Húmedo los irupés alcanzan su máxima expresión: sus hojas lotantes superan el metro de diámetro. Fotograiaba al carpincho cuando el gallito del agua nos sorprendió a ambos. Los repollitos acuáticos que el carpincho exponía en su lomo lo tentaban con los pequeños insectos que ocultan entre sus raíces.

Peñón de la reina Victoria Misiones El Paraná, por su caudal y extensión, se encuentra entre los diez ríos más importantes del mundo. Logró pulir el peñón que, según cuentan, desde un ángulo determinado releja el rostro de la reina Victoria de Inglaterra. Me escapé temprano del campamento para alcanzar esta vista matinal con relejos rosados sobre la selva, que entre tantas aves aloja al tucán bicolor.

–Nosotros no somos pájaros cualesquiera –dijeron los tucanes–, y vendremos en cien volidos1, porque volamos muy mal. Y no tenemos miedo a nadie. Y vendremos volando, porque nadie nos obliga a ello, y queremos hacerlo así. Y a nadie tenemos miedo. Y concluido su aliento, los tucanes miraron impávidos a todos, con sus grandes ojos de oro cercados de azul.

“El regreso de Anaconda”, Horacio Quiroga. 33 1

Así en la fuente citada.

Habitantes del Paraná Entre Ríos La nutria es un roedor acuático de atractiva piel, muy codiciada, que se reproduce sin embargo con gran facilidad y no encuentra amenazada su supervivencia. El ciervo de los pantanos, en cambio, es casi una reliquia en estas islas del delta, arrinconado por la modificación de su hábitat y la caza furtiva. Las hojas que ambos comen son buen alimento para las orugas, que serán luego mariposas. 35

BANDADAS NEGRAS Y BLANCAS Santa Fe Entre las aves dispuestas a agruparse encontramos tordos y garzas. El varillero o “Congo” suele negrear el cielo en áreas con abundantes semillas en las espigas. Las garzas bueyeras, en cambio, acostumbran seguir a los rebaños de vacas y ovejas, porque aprendieron a comerse sus garrapatas. La garza blanca grande asomaba detrás de la escena.

Y, cuando recuerdo esas escenas desvanecidas, aquellas lagunas llenas de juncos y de flores, con su variada y multitudinaria silvestre vida alada –la nube de alas relucientes, los agrestes gritos que regocijaban el corazón, la indecible alegría que todo eso era para mí en aquellos primeros años–, me alegra pensar que nunca volveré a visitarlos, (…) atesorando hasta el fin en mi corazón la imagen de una belleza que ha desaparecido de la tierra. Allá lejos y hace tiempo, Guillermo Enrique Hudson.

Barrancas de arcilla y lapachos Corrientes Algunos kilómetros al sur de la ciudad capital de la provincia de Corrientes, la ciudad de Bella Vista toma su nombre por el panorama que ofrece. Al terminar el invierno, los lapachos completan su loración rosada. En la orilla, algunos pescadores probaban suerte con la línea cuando advertí que la luz era exacta y acariciaba calizas y arenas. No pude esperar siquiera a armar el trípode y apoyé la cámara en el hombro de mi padre, que estaba a mi lado.

Augusto Paraná, sagrado río, primogénito ilustre del Océano, que en el carro de nácar refulgente tirado de caimanes, recamados de verde y oro, vas de clima en clima, de región en región, vertiendo franco suave frescor y pródiga abundancia, tan grato al portugués como al hispano.

“Al Paraná”, Manuel José de Lavardén.

Pastizales y humedales Corrientes El capuchino de boina gris comparte la vara con un alguacil,

¡Qué curioso y qué original es este gran río que lucha desesperado por ensanchar sus dominios! ¡Cómo se defiende la tierra de sus ataques y cómo avanza tenaz y cautelosa, aprovechando la menor flaqueza de su adversario y con qué orgullo tremola, como un pendón de triunfo, la florescencia vistosa y fragante de la vegetación que alimenta!

en plena siesta correntina. Pastizales, lagunas y embalsados parecen reposar en uno de los paisajes más planos de la Tierra. 40

Un viaje al país de los matreros, Fray Mocho (José Sixto Álvarez).

Noroeste

La otra Puna Jujuy El vuelo de línea entre Buenos Aires (Argentina) y Lima (Perú) ofrece una perspectiva que permite divisar la diafanidad de la Puna en los altos Andes. No es igual desde abajo, a la altura de las vicuñas, que a diez mil metros de altura. La Puna es un tórrido desierto, donde el día calcina y la noche congela.

Quien no recorra estas tierras jamás llegará a saber de qué manera el mundo, las cosas, son huidizos y frágiles. (…) En ningún otro lugar como aquí, en la Puna, pasa uno más fácilmente de la visión de lo aparente al ensueño.

La casa y el viento, Héctor Tizón. 44

El poniente que no se cicatriza aún le duele a la tarde. Los trémulos colores se guarecen en las entrañas de las cosas.

“Campos atardecidos”, Jorge Luis Borges. 46

Camélidos sudamericanos Catamarca Los guanacos y las vicuñas están profundamente enraizados en nuestra naturaleza y en la cultura popular. Son camellos “a la sudamericana”, parientes de los camellos del Viejo Mundo. Llamas y alpacas, sus descendientes domésticos, son el fruto del trabajo de los antiguos Incas. Las últimas luces de la tarde dejaban entrever la robusta silueta de dos guanacos adultos, en contraste con el delicado peril de una vicuña joven.

Las espinas de la Puna Jujuy Los cactus, en sus múltiples formas, parecen disfrutar las estrecheces del desierto y la montaña. El interior de sus tallos está cargado de pequeños depósitos de agua. Las espinas evitan los excesos de animales que se comen su carne procurando el agua interior. El cardón se proyecta al cielo como un candelabro. El cactus rastrero muestra su fruto como un destello y la Lobibia lorece enteramente cubierta de pelos y espinas.

Están llorando los cactus con lágrimas ardorosas. Lloran las penas más hondas sobre laderas ripiosas. Sus brazos púas levantan buscando flamas ajenas. Los cielos tapan luceros y se burlan de sus penas.

“Cactus”, Isabel Zelaya.

Gélida mañana Tucumán No es el único sitio de la geografía argentina que recibe el nombre de “Infiernillo”. El término aparece reiteradamente en la Patagonia y en los Andes, para señalar lugares especialmente expuestos a las inclemencias del tiempo. El Infiernillo de Tucumán marca el paso entre los valles de Amaicha y Tafí, y no pudo ser más elocuente ante mi cámara. Sólo una cabra se animaba a permanecer a la intemperie.

Cómo se alza el paisaje desvelado, repartiendo sus rústicas campanas por el valle desierto y apretado. Porque esa misma soledad ardiente de las flores azules y cercanas mi cuerpo hermano de la tierra siente.

“Soneto calchaquí”, Raúl Aráoz Anzoátegui.

Paredones de Talampaya La Rioja Un ángulo de noventa grados tallado por ríos del pasado y vientos cargados de arenitas abrasivas domina el paisaje cobrizo de Talampaya. Como pequeños dinosaurios de aquel entonces, las chuñas de patas negras corretean lagartijas y cuises. Los verdaderos dinosaurios yacen encerrados en la roca milenaria.

La imaginación se puebla de idealizaciones sonrientes, suaviza las curvas del dorso granítico, da formas humanas a los rudos contornos de la piedra, ve deslizarse por las laderas, iluminadas como la tela de un cuadro, fantasmas de mujeres luminosas, que pasan, como la novia de Hamlet, deshojando coronas de flores silvestres; y aplícase el oído para percibir el canto melancólico perdido en las alturas.

Mis montañas, Joaquín V. González. 52

Arroyo, monte y palmeras Santiago del Estero Arcillas modeladas por un curso divagante, indeciso por la chatura del paisaje. Recodos y escondrijos en el pajonal, entre el 54

monte y los palmares de Caranday (la palmera del bañado), son refugio para seres que parecen de cuento. El aguará guazú, un zorro del tamaño de un lobo, y las bandurrias moras, sofisticados íbices de ojos brillantes.

¡Santiago del Estero…! Selva erizada de espinas puñales de la maraña, cuna de madera dura donde duermen las vidalas. En el verano tus ríos, hacen una pampa de agua; allí los pastos y el viento bailan con paso de zamba.

“Santiago del Estero”, Homero Manzi.

Mburucuyá y urutaú Santiago del Estero El urutaú (conocido como kakuy) es un pájaro que imita a la rama sobre la que se encuentra, creando la ilusión de ser parte de ella para evadir miradas enemigas. Probé qué tan coniado estaría en su disfraz, y me acerqué hasta tocarlo estirando mi mano, sin que se moviera un milímetro. Adiviné, sin embargo, la tensión en su mirada. La lor del mburucuyá, hermosura y virtud, intenta mostrarse a todos, en especial a las mariposas que transportan el polen vital. 56

Una joven muy hermosa, según cuentan desde antiguo, se enamoró de un forastero. El joven la sedujo y sólo después le hizo saber que era el dios Kuarajhí (el Sol, en guaraní), que debía dejarla y volver al cielo. Oscurecía, ella no se resignaba y trepó al árbol más alto mientras lloraba, pues lo estaba perdiendo. Allí se transformó en pájaro, el misterioso urutaú, que desde entonces lamenta su desdicha. Leyenda tupí-guaraní. 57

Es bandera de niebla su poncho al viento lo saludan las flautas del pajonal y guapeando en las sendas por esos cerros el arriero va… el arriero va…

“El arriero”, ATAHUALPA YUPANQUI.

El Valle de Tafí Tucumán Las rústicas matas sometidas a la rigurosa inclemencia del clima montañés constituyen un recurso forrajero para llamas, mulas y vacas de criollos pastajeros. Son sus “veranadas”, el invierno los obliga a bajar. Al fondo, las nubes envolvían el Valle de Tafí, el único detalle que permitía comprender la altura a la que nos encontrábamos.

¡Bendita paz la tuya, riojana tierra mía! ¡Tienes el alma fuerte, romántica y bravía! ¡Por eso es que nos diste, para llevar en ella, rudeza de montaña y suavidad de estrella!...

“Canto a La Rioja”, José M. Paredes. 60

Bestezuelas y alimañas La Rioja

Sobrevivir a las asperezas del monte exige todo tipo de armamentos, agudezas y habilidades. El zorro gris es dueño de agilidad y astucia. El gato montés, de sigilo y coraje. La coral, de mortal veneno, posee un diseño que anticipa peligro. El águila coronada, una de las rapaces más poderosas, podría caer con precisión de guillotina sobre cualquiera de ellos. 61

La Cuesta del obispo Salta Empecinado en llegar a los valles Calchaquíes, el camino serpentea la famosa cuesta. Cada quebrada es el acto relejo de un arroyito, tal vez apenas un chorrillo, que conduce el agua desde las nieves superiores. Es el reino del magníico cóndor andino. Las puntas de sus alas están prolongadas por plumas que atravesarían este libro abierto, y le permiten el perfecto dominio del planeo. 62

Blanco el cuello y el ala reluciente Iba en pos de la niebla furtiva, dando caza a las nubes en oriente; o con la mirada altiva en la garra pujante se apoyaba cual se apoya un titán sobre su clava.

“Nido de cóndores”, Olegario Víctor Andrade.

El comedero Catamarca Las aves fruteras son esenciales para el mantenimiento del ecosistema. Toda una familia de especialistas en frutas, los TraĂşpidos, tienen al celestino como un conocido representante. Ă&#x2030;ste no es un simple acto predatorio, pues el cactus toma provecho de estas aves, que se encargan de ablandar las semillas en el interior del fruto y luego dispersarlas. Un comedero intencional y perfecto.

Selvas espectrales Salta Nuboselva. El nombre lo dice todo. Se forma en la montaĂąa, donde las nubes chocan con los cerros y descargan un goteo continuo, que mantiene el verde y sudoroso vergel. No es comĂşn ver el sol en las yungas (nombre que reciben las nuboselvas del Norte argentino) ni tampoco a sus llamativos habitantes. El alicuco es una lechucita de orejas, acurrucada de dĂa y activa en la noche.

Subirás a la caña y a los cedros, al urundel y al viraró forzudos, por el aroma de los arrayanes, y al palo santo que perfuma el humo.

“Canto al Río Bermejo”, JAIME DÁVALOS. 67

Cuyo

Alto Valle del Tupungato Mendoza Muy cerca del Aconcagua, la montaña más alta del continente americano, otros picos parecen más modestos. El Tupungato es uno de ellos, y todavía trabaja para profundizar un valle que lacera los ilos cercanos a la frontera con Chile. Tomé la imagen desde el avión de línea a Santiago de Chile.

Era la tarde, y la hora en que el sol la cresta dora de los Andes. El Desierto inconmensurable, abierto, y misterioso a sus pies se extiende; triste el semblante, solitario y taciturno como el mar, cuando un instante el crepúsculo nocturno, pone rienda a su altivez.

La cautiva, Esteban Echeverría. 71

Pelos, garras y plumas Mendoza El cambiante paisaje mendocino transita del llano a la montaña y propone el encuentro de fauna de distinto origen y costumbres. El carpintero campestre, animado por una lluvia repentina, hurguetea en el lodo tanteando isocas y lombrices que reposan bajo tierra. El aguilucho, clásico morador del paisaje quebrado, muestra sus ganchudas dotes de predador. Aunque similar a un doméstico gato persa, el gato del pajonal es un felino salvaje adaptado a vivir tanto en el desierto como en las montañas más altas.

Cordillera de Ansilta San Juan Pienso que una luz anaranjada tan intensa y envolvente como la de Ansilta no se dará en ninguna otra parte del mundo. ¿O me tocó ver el cielo encendido como nunca ese día y en ese lugar? Los Morrillos son un sitio sagrado: allí se encontró una decena de momias perfectamente vestidas, pertrechadas de alimentos y adornos, y en increíble estado de conservación. El choique, o ñandú petiso, busca hojas secas y los milagrosos frutos del desierto.

Y salgo a descubrir el mundo en su primera mañana, con los ojos asombrados y la memoria matinal desierta. 74

“La ráfaga del valle”, Rafael Alberto Arrieta.

Valle del Río San Juan San Juan Una amplia avenida de pedregullo, gredas y lava, un despliegue geológico a través del cual el río labró su historia. El valle se extiende infinito, pero las laderas apenas permiten el tránsito vehicular. Cualquier parada significaba enfrentar el riesgo en la cornisa. Las fotos serían cuestión de segundos, aun con el auto en movimiento.

Vivían aquellos pueblos de la pesca en las lagunas de Huanacache, en cuyas orillas permanecen aún reunidos y sin mezclarse sus descendientes, los laguneros; de la siembra del maíz, sin duda, en Tulún, hoy San Juan, según lo deja sospechar un canal borrado, pero discernible aún, que sale desde Albardón y puede llevar hasta Caucete las aguas del Río.

Recuerdos de provincia, DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO.

Ischigualasto San Juan Expresiones magistrales de vientos artesanos de esinges, hongos y torres descomunales, como ésta de 15 metros, y piedras pulidas como bochas se ofrecen desnudas en el Valle de la Luna, donde lluvias cortas pero desgarradoras dejan al descubierto sorpresas milenarias: huesos de dinosaurios, desde los más grandes hasta los más pequeños conocidos en el mundo. Pero la muerte no es exclusivo patrimonio de la Prehistoria. Una pareja de jotes deba cuenta de ello.

Piedra es piedra: aleación de soledad, espacio y tiempo, ya magnitud, inmemorial olvido. El hombre quiere amar la piedra, su estruendo de piel áspera: lo rebate su sangre. Pero algo suyo adora la perfección inerte.

“Piedra infinita”, José Enrique Ramponi.

Venado de las pampas San Luis Los oriundos de San Luis se denominan "puntanos" debido al antiguo registro del nombre "San Luis de la Punta de los Venados". Estos ciervos nativos, de pequeño porte y coloración similar a los pastizales a los que se encuentran adaptados, eran tan abundantes que las carretas debían frenar para que ellos terminaran de cruzar por esos caminos perdidos en la llanura. Hoy apenas los contamos por docenas, y están al borde de la extinción debido a la modiicación de su hábitat y la caza furtiva.

San Luis de los venados Soy la cueca que te canta La que siempre saca un aro Pa' entonarse la garganta. Hay que andar cada mañana Con la luz de una encordada Para amar a los venados La cuequita y la tonada.

“San Luis de los Venados”, Antonio Tarragó Ros. 81

(…) las montañas de la Cordillera formaban un límite magnífico a un cuadro que, para quien está por cruzar los Andes, resulta particularmente interesante. Tan pronto como se pasa el límite de irrigación, la región deja de ser productiva (…) no alberga más que arbustos bajos y poco desarrollados.

Apuntes tomados durante algunos viajes rápidos por las Pampas y entre Los Andes, Francis Bond Head.

Laguna de los Horcones Mendoza Un arriero, devenido changarín de escaladores, baja de la Plaza de Mulas, donde sus clientes (vaya uno a saber de qué país, y si habrán podido intercambiar palabra con este hombre) esperan probar suerte en las laderas del Aconcagua. El piche es el armadillo de los desiertos más fríos. 82

Un mamífero acorazado completamente inofensivo.

En mis ojos cobijo todo el ramaje vivo del quebracho. De mí nacen los gérmenes de todas las semillas y los riego con rocío. Sé que en este momento, dentro de mí, nace el viento como un enardecido río de uñas y de agua. Dentro del monte yazgo preñado de quietudes furiosas.

“El gozante”, Manuel J. Castilla.

Sierras de Merlo San Luis Los penachos de las cortaderas, al ilo de las Sierras de Comechingones, enmarcan el valle que extiende su desgastado pedemonte. El erguido quebracho blanco, inmutable, sobrevive al turno del hacha. El cardenal colorado llegó a la escena logrando esquivar el destino de jaulas. 85

Este cielo del Sur me lo sé palmo a palmo; aprendí sus milagrerías desde chico mirándolo; él me miraba desde arriba, yo lo miraba desde abajo.

“Cielo del Sur”, José María Castiñeira de Dios.

Ciénagas de Cari-Lauquen Mendoza El río Malargüe trae cada vez menos agua hasta las lagunas de Llancanelo y las ciénagas de Cari-Lauquen, pues el caudal se ve despojado para alimentar las acequias y regar las quintas de frutales y viñedos. Éste es un mundo de lamencos, cisnes y macáes, con rincones de margaritas e insectos que acarrean su polen. 87

Salina del Diamante Mendoza ¿Quién puso toda esa sal pura en un solo lugar? Sólo desde el aire o la distancia se las comprende como lagunas secas y viejas, hartas de sales que provienen de más abajo, que siguen subiendo cada vez que el agua es convocada por algunas lluvias. Millones de cristales blancos me obligaron a usar anteojos para proteger la vista y un iltro polarizador para captar la imagen. 88

Blanco abdomen desierto, casi fuego en el dorso, una hoguera remota te desciende cantando su ancho diente de arcilla, su paladar de arena, los calcinados ojos de la planta primera, casi como una furia de astillas minerales.

“Sal terrestre”, ARMANDO TEJADA GÓMEZ. 89

Siluetas al atardecer San Luis Los jotes negros vuelan hasta la raquítica copa de un algarrobo para pasar la noche, luego de comer hasta el hartazgo los restos de una mula. Pesados, al punto de que las ramas crujen para quebrarse. Mientras se aprontan a descansar, otros habitantes del monte, los pecaríes de collar, comienzan su actividad nocturna.

Admiro ahora la pequeña locura de la tarde que está cambiando de motivos, color. Que está desapareciendo en lo que va a permanecer. Oh, la forma de nuestro idílico secreto vano. ¡Los animales y las cosas van a respirar! ¡A ésta la hace su debilidad! ¡A ésta la besará su apariencia!

“Teatro del vacío”, Arturo Carrera. 90

Centro

Fronteras e invasiones La Pampa Los pastizales de la “frontera Oeste” (término forjado en tiempos de malones) son todavía hostiles y poco intervenidos por el hombre. Pero muy cerca de Padre Buodo encontré que el amarillo pastizal natural comenzaba a entramarse con una oscura alfombra de maíz. Cerca, un nido de hornero era también invadido por una pareja de jilgueros amarillos. El hornero es el Ave Nacional de la Argentina. 94

La casita del hornero tiene alcoba y tiene sala. En la alcoba la hembra instala justamente el nido entero. En la sala, muy orondo, el padre guarda la puerta, con su camisa entreabierta sobre su buche redondo.

El hornero, LEOPOLDO LUGONES.

Altas cumbres centrales Córdoba Al ilo de las Altas Cumbres, el paisaje es una escalera hasta llegar a la Pampa de Achala. Los biólogos reconocen este sitio como un centro de especies extrañas y exclusivas (endémicas). Buscaba los cóndores cerca de la Quebrada del Condorito, allí donde el puma podría volver a cazar guanacos, si el programa de reintroducción de esta especie resulta exitoso. La yarará, o víbora de la cruz, es frecuente en los valles. 96

¿Dónde están las pisadas de mis pasos, dónde están las miradas que dejé en el aire? En pos de aquellos rastros camino tras el puma, el buitre, la calandria, pruebo pasto, mastico, huelo el viento, la brisa.

El rastreador, Máximo Simpson. 97

Aquí donde la tierra es menos tierra, donde el agua es el agua del olvido, donde el aire es un aire sin sonido y donde el fuego ya no mueve guerra; Aquí donde la tierra se destierra, donde el agua carece de sentido, donde el aire prefiere estar dormido y donde el fuego su pasión encierra.

Soneto interior, FRANCISCO LUIS BERNÁRDEZ.

Laguna Las Tunas Córdoba Las lagunas pampeanas son producto de los vientos del Oeste. Los mismos que desgastaron las sierras cordobesas, robándoles partículas que se depositaron a cientos de kilómetros, para engordar los suelos más fértiles del planeta. En medio de una geografía ya muy modiicada por la agricultura, éste es un oasis silvestre donde las tunas abundan en tierra y el águila mora engalana los cielos con su vuelo.

Allí, bajo las ramas nerviosas y apartadas, teniendo por doseles tus flores de carmín, también su hogar aéreo suspenden los boyeros, columpio predilecto del céfiro feliz. Entonces los rumores que viven en tus hojas confunden con las alas su música fugaz, y se oyen de las aves los vuelos y los roces vagar entre las cintas del verde totoral.

El seibo1, Rafael Obligado.

Se respeta la grafía del autor.

Ceibo Santa Fe (Sur) El ceibo es un árbol emblemático de la cuenca del Plata. Su agrietada corteza desprende trozos de un material parecido al corcho y poco indica sobre el colorido y la generosidad de sus racimos de lores. Por un instante se me antojó que las lores labeladas parecían dispuestas a tragarse a un picalor bronceado que llegaba a libar con las mejores intenciones. La lor del ceibo es la Flor Nacional de la Argentina. 101

Cumbres de Pocho Córdoba La niebla se aplasta contra las Cumbres de Pocho con más frecuencia que en otros sitios. Algunos de sus habitantes potencian la faceta irreal del paisaje, como la comadreja picaza, un marsupial sudamericano que visita las casas para cometer algunas fechorías, como atacar nidos de aves en busca de huevos y pichones. El vistoso pitiayumí podría ser una de sus víctimas. 102

TrĂĄgico rostro ĂŠste de la Pampa de Pocho inmenso palmeral de fustes ayuntados, sobre todo a la luz de cristal de las ocho, desfile alucinante de troncos chamuscados.

Palmeras de Pocho, Baldomero FernĂĄndez Moreno.

103

El Tigre Buenos Aires Laberinto de riachos y canales, a la altura de su desembocadura el río Paraná ya no es uno sino cinco, y un mosaico de islas e islotes propone una vida luvial para hombres y bestias. Hasta aquí llegaba el yaguareté, también llamado tigre, del que hoy sólo queda su nombre para señalar un sitio ribereño, agreste y cercano a la Ciudad de Buenos Aires. La maraña de las orillas disimula al hocó colorado, posado en su nido. Las aguas borrosas proveen peces y anguilas para su dieta.

Desmesuradamente boquiabierto frente a la canoa líquida y a la costa velluda hecha de juncos tendidas en las arenas de mi vida vengo a hacer mi verdad de cuatro cosas.

Carta al paisaje del Delta, Carlos Enrique Urquía. 104

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Caldenal La Pampa Alguien escribió: “el caldén parece un árbol invertido, con las raíces hacia el cielo”. Es un árbol cercano al algarrobo. Su sola mención permite evocar la provincia de La Pampa, donde los caldenales son típicos. Por momentos forman un bosque abierto de austera hermosura. Pero en ciertas zonas es tan cerrado que resulta penoso atravesarlo. Entre los habitantes más conspicuos del caldenal está la tortuga terrestre, en contrapunto con las ligeras mariposas que liban en las lores de los cardos que se amuchan en los claros.

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Ñandúes Buenos Aires Hecho para navegar en la llanura, el ñandú es el equivalente sudamericano del avestruz africano. Su cuello es un periscopio sobre el pastizal. Sus patas musculosas le permiten correr a la velocidad de un caballo. Sus alas entreabiertas, un timón para cambiar repentinamente de dirección. Tropecé con la nidada y busqué la mirada del macho, que custodiaba a las futuras crías, los charitos. 108

Ansí los ñancuruntuses con cara fiera miraban que esponjados gambeteaban huyendo los avestruces que los perros acosaban, al concluir la recogida cuando entran a corretearlos, y que al tiempo de alcanzarlos aquéllos de una tendida se divierten en cociarlos.

Santos Vega, HILARIO ASCASUBI.

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Columnas de plata sostienen el cielo; varas de jacinto se levantan del mar; trepan a la bรณveda guirnaldas de flores de sal.

Nรกcar marino, ALFONSINA STORNI.

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Punta Rasa Buenos Aires La Punta Rasa, en el extremo sur de ese “bocado” que le falta al mapa de la provincia de Buenos Aires, allí donde el Río de la Plata se mezcla con el mar (Bahía de Samborombón), funciona como un aeropuerto para las aves migratorias que nidiican en playas de Alaska, Canadá y la costa oriental de los Estados Unidos. Miles de gaviotines golondrina invadían el veraniego cielo de tormenta. De arriba abajo, gaviotín golondrina, gaviota de capucho y gaviota cocinera. 111

La Ventana Buenos Aires En lo alto de la sierra hay una ventana que da origen al nombre de las serranías más importantes de la provincia de Buenos Aires. Apenas tomado en cuenta como simple maleza, el tutiá presenta una delicada lor. Se me antojó como la escarapela ideal de una República Argentina expresada en la cresta de las sierras. Los cauquenes, también conocidos como avutardas, realizan cortas migraciones hasta la Patagonia.

Veintitrés años después fuimos con el coronel Oliveri a formar la Nueva Roma, que quiso establecer a cuatro leguas de Bahía Blanca, a lo que me opuse, pues recorriendo la Sierra de la Ventana notamos dentro de ella bellísimas quebradas y zonas donde establecer con seguridad nuestros reales y nuestros inmensos ganados, que los hacendados del sur y del oeste pusieron a nuestra disposición para plantel de la Legión agrícola.

Las beldades de mi tiempo, Santiago de Calzadilla. 112

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El indio, nuestro bisabuelo, era silencioso, áspero, heroico y amaba a la tierra como la ama el espinillo. Se defendía con boleadoras de roca mora, lanzas de madera curada y flechas de urunday. Cuando llegaron los españoles, declararon la guerra; al principio los españoles perdían, pero habían quedado muy pocos indios. Hicieron fogatas pegando gritos, declarando otra guerra. Cuando los indios salieron del cerro, los españoles los mataron y el último cacique quería llegar al río, pero no le alcanzaron las fuerzas y entonces se abrió la herida, sacó su corazón rojo, que se transformó en un churrinche, y ahí anda el pajarito, que no canta por no llorar.

Leyenda tehuelche. 114

Encendido contraste La Pampa Los churrinches son aves migratorias que pasan los meses de primavera y verano en la Argentina. La diferencia entre hembras y machos es tan notable que parecen especies diferentes. El macho es escarlata y llamativo. Pero la modestia de la hembra no es en vano: su mimĂŠtico plumaje le permite operar junto a sus crĂas sin preocupaciĂłn por delatarlas.

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BahĂa Blanca Buenos Aires El agua entra y sale en forma permanente. Seis horas arriba, seis abajo..., una y otra vez. Los canales conformados por la marea cerca del Puerto de BahĂa Blanca se divisan como cabelleras ininitas desde el cielo. Abajo, tiburones, toninas, cornalitos y cangrejos aprovechan el caldo nutritivo que ofrecen los lodos abandonados por la rĂa.

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Patagonia

Pehuenia Neuquén Las araucarias, o pehuenes, son la prueba más palpable de que América fue una sola cosa con Nueva Zelanda y Australia en los tiempos de Gondwana. Los continentes se separaron y las araucarias continuaron el curso de su evolución. En la actualidad sólo existen ejemplares aquí y allá, al otro lado del Pacíico. El río Agrio desciende del lago Caviahue entre pehuenes monumentales y rocas abandonadas por glaciares pretéritos.

... en el tañido de la permanencia la cascada rompe el silencio, allá abajo junto a las araucarias un lago la espera, siempre

Poemas e imágenes, Cecilia del Valle Tapia. 120

El Chaltén Santa Cruz La montaña más famosa de los Andes australes tiene dos nombres: “Monte Fitz Roy”, el legado de la expedición del marino acompañado por el célebre cientíico Charles Darwin, y “Chaltén”, el nombre de los tehuelches. El “gaucho” es un pájaro con nombre a medio camino entre la cultura occidental y la europea. Advertí su silueta con el Chaltén al fondo y presioné el obturador con cierta desazón… ¿Dónde quedaron los tehuelches?

Más a septentrión se extiende la inmensa avenida de hielo del Glaciar Upsala, bordeada por ambos costados por montañas que blanquean por la nieve, entre las cuales se destaca, altísima y dominadora, la imponente torre del Fitz Roy. Hemos entrado en el reino misterioso de las blancas soledades, donde el viento y las tempestades imperan como soberanos, pero hoy todo es luz y silencio profundo, herido tan sólo por el rugir del motor. Permanezco absorto ante el fascinante espectáculo y saboreo anticipadamente la alegría de develar los últimos secretos de estos hielos eternos.

Andes patagónicos, padre Alberto María De Agostini. 123

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Crines al viento Santa Cruz Salvajes, cimarrones, alzados, orejanos. Tropillas de caballos sin dueño, o con uno que ya se ocupará de ellos para adoctrinarlos en el trabajo de campo. Una realidad en vastas regiones de la estepa patagónica y algunos sistemas de sierras.

Vuelan como las aves Libres del cielo; Apenas si la alfombra Tocan el suelo. Relinchan sacudiendo Leves melenas, Y fogosos dilatan Sus anchas venas.

Poemas, Juan María Gutiérrez. 125

Lagos Norpatagónicos Río Negro El azul de lagos inventados por glaciares y el verde de los coihues, que estiran su copa en rigurosa competencia por la luz del sol, se conjugan en los lagos norpatagónicos. La lor del liuto, o amancay, es clásica en las selvas australes.

127

Los huemules no sabían qué cosa fuera la pampa. Su inmenso territorio tenía como centro vital al gran lago.

Renancó y los últimos huemules, JOSÉ MURILLO

ANA MARÍA RAMB.

Valle del río Turbio Chubut Escarpadísimas laderas vestidas de lengas y coihues, en el norte del Chubut y apenas a unas cuadras de la frontera con Chile. Pocas personas han visitado estas profundidades de la cordillera austral, donde los huemules son todavía los dueños legítimos del paisaje. El macho me sorprendió curioso, indagándome y, como si yo no existiera, sumergió su hocico para mordisquear en el mallín. 129

Hago patinar mi infancia sobre la estepa de nácar de la nieve. Y yo, que siempre “odié el movimiento que desplaza las líneas”, Imito a los flamencos, cuyas piruetas son el pasmo de la nieve.

Amistad de la nieve, Juan Filloy.

130

Flamencos Chubut La delicadeza de los lamencos puede resultar conmovedora. Son aves desconiadas y evitan la proximidad de las personas, que alguna vez emplearon sus plumas para adornar sombreros y otras piezas de fantasĂa. Su vuelo de cuellos extendidos engalana el gris paisaje de la estepa. En lagunas remotas, las concentraciones de crĂa dan comienzo a los cortejos al promediar la primavera.

131

He visto de estas playas el aletazo de las ballenas que, a veces, visitan estos viejos cementerios, levantando su chorro de agua y de aire rebelde.

Oda a un cementerio de ballenas, NICOLÁS CÓCARO.

Mares de gigantes Chubut La Península Valdés quiere escaparse del continente, pero el istmo Ameghino se empeña en impedirlo, conformando así dos golfos, Nuevo al Sur y San José al Norte. Sus aguas someras y tranquilas convierten el lugar en un santuario de cría para las ballenas francas australes y los elefantes marinos. El sitio está protegido y reconocido por la UNESCO como Patrimonio Natural de la Humanidad.

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Verde y turquesa Chubut Había caminado pocas horas atrás por la península que se recorta abajo, en el Lago Esperanza. Un ambiente húmedo de mallines, donde crecen ejemplares del ciprés de las guaitecas. Desde aquí arriba, cualquiera de ellas podría pasar por alerce o ciprés de la cordillera, sus parientes. Las laderas comenzaban a recuperarse luego de un incendio ocurrido muchos años atrás. 134

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Meseta Central Santa Cruz Todas son estepas. Gélidas y tórridas a la vez, según la estación del año y la mayor o menor crudeza que imponen los vientos implacables de la Patagonia y el sol abrasador del verano. Allí arriba, en la alta meseta con reminiscencias de tundra, hay pequeñas lagunas habitadas por el macá tobiano, un pequeño zambullidor descubierto para la ciencia hace poco más de treinta años.

No es fácil mantenerse de pie frente a los vientos de la Patagonia. Ellos ocupan todo el cielo, huelen a sal, a piedra, sanos e infatigables, formas activas, grises, en el duro polvo que levantan como una fría concentración al sur de las fuerzas de América.

Vientos en la Patagonia, Joaquín Giannuzzi. 136

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Haciendo espuma Río Negro Las toninas overas, pequeños delines de la Patagonia, parecen seres irreales, hechos de un material inlable y pintados con soplete. Vivaces, corrían delante de la embarcación, rompiendo las olas del Golfo San Matías. La tonina común (el delfín más conocido) esconde bajo la supericie su sonrisa permanente. El león marino austral abarca cuantas hembras puede, mientras un pingüino de Magallanes regresa del mar con el buche lleno.

138

Viento peinador de mĂŠdanos viajeros, encrespador de bahĂas, arribazones para jornales algueros. Elefantes y lobos marinos buscan hondones en el mar materno.

Mundo Sur-SureĂąo, Adolfo Cristaldo.

139

Lago Fagnano Tierra del Fuego Los andes australes caen a pique en las profundas aguas del inmenso lago, tan grande que parece un mar interior. Me impresionĂł la disposiciĂłn de montaĂąas iguales, como clonadas, y los espesos bosques que se adivinaban en sus laderas. Un paisaje intocado por la mano del hombre.

Después de haber andado vagabundo por todos los caminos de la tierra, llegué por fin al límite del mundo. Tierra del Fuego esta región se llama, porque en las nieves de la isla fría, tuero de roble al vendaval se inflama.

El albatros, RICARDO ROJAS.

La llanura, la nieve o la montaña me recibía reconciliadora: y persistía entre árboles sonora la dicha exigua que la duda empaña.

Los ojos, SILVINA OCAMPO.

Parque Nacional Lanín Neuquén El bosque andino patagónico, abundante en cipreses y hayas australes del género Nothofagus, encuentra un marco emblemático al pie del volcán Lanín, para muchos el pico más imponente de la Patagonia. Los cultores de la caza mayor importaron ciervos colorados desde Europa para enriquecer la modesta fauna nativa, pero las autoridades intentan su control y aprueban la cacería en áreas de reserva. 142

143

Cai chi domo-malen amulen Cai chi púnon munguen carü¸ chi púnon munguen cachú. Vechi tucún meu chi vonculú tapúl chi changull vonculú Cai chi Uudatapuln Adelm chi meyün Cüchi hue chen chunquelno pukintun ineinorumé Cai vechi maldun chi múpu meu chi changüll voncun Cai chi mùpu Chrünchrün'n cai cacumuun meu uñüm.

Wallontu Mapu, Traducción al mapuche: Raúl Mario Silva. 144

Y la mujer camina Y las huellas son verde Y las huellas son pasto. Ella pone en las largas hojas los dedos largos Y las hojas se abren entienden el aire mariposas nuevas que nunca vio nadie Y ella toca las alas con los dedos largos y las alas tiemblan y se vuelven pájaro.

Texto original Márgara Averbach

Río Pinturas Santa Cruz Los farallones hablan a través de sus pinturas, son piezas de encendido arte rupestre, huella de los antiguos habitantes de las estepas, nómades que migraban a pie, desde la región de Magallanes hasta el norte de la Patagonia. El combustible de aquellas travesías (grasa, pelo, cuero, carne y sangre) era provisto por los guanacos, reverenciados en las pinturas. Libre de aquellas cacerías, una hembra galopa la estepa seguida por sus dos crías.

145

Paredes de hielo Santa Cruz El glaciar Viedma llega hasta las aguas del lago para diluir deinitivamente el azul amarronado de su arquitectura milenaria. El azul marca la presión descomunal. El marrón, el sedimento que el río acarrea desde los Andes. El calafate es la lor y el fruto más nombrado de la región de los hielos. Pruebo alguno para garantizar el regreso a estos paisajes.

146

Cuando una ráfaga, de pronto, volteó los cueros del toldo, en lugar de la anciana Koonex se hallaba un hermoso arbusto espinoso, de perfumadas flores amarillas. Al promediar el verano, las delicadas flores se hicieron fruto y antes del otoño comenzaron a madurar tomando un color azulmorado de exquisito sabor y alto valor alimentario. Desde aquel día algunas aves no emigraron más, y las que se habían marchado, al enterarse de la noticia, regresaron para probar el novedoso fruto del que quedaron prendadas. Los tehuelches también lo probaron, adoptándolo para siempre. Desparramaron las semillas en toda la región y, a partir de entonces, “el que come Calafate, siempre vuelve”.

Leyenda tehuelche.

147

Bahía San Sebastián Tierra del Fuego Las praderas húmedas de San Sebastián parecen el césped de un campo de golf, mantenido al ras por ovejas y guanacos. El diente de león no es la única lor de estas estepas magallánicas: el suplemento de agua que trae la brisa marina favorece la explosión lorística en la primavera.

148

149

Isla de los Estados Tierra del Fuego No se equivocó Julio Verne al imaginar la Isla de los Estados como “el Fin del Mundo”. Las laderas escarpadas de Hoppner parecen ratiicar el carácter remoto de un sitio que ocasionó decenas de naufragios, en tiempos en que Atlántico y Pacíico sólo podían vincularse a través del cercano pasaje de Le Maire. La pareja de carancas no deinía si volar o no, inquietados por la presencia de un humano, tal vez el primero ante sus ojos. Estoy seguro de que el pichón del carancho austral jamás había visto a uno de nosotros. 150

Desde que Magallanes la descubriera en 1520, la Patagonia fue conocida como una región de espesas nieblas y huracanes en los confines del mundo habitado. La palabra “Patagonia”, como Mandalay y Timbuktu, se instaló en el imaginario occidental como metáfora del Final, el punto más allá del cual nadie podía ir.

Los secretos de la Patagonia, BRUCE CHATWIN.

66 48 28

20 14 22

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64 52 78

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Cada punto en el mapa señala un tema, identificándolo con el número de página que le corresponde.

148 140

150

La Argentina natural Aníbal Parera La Argentina es, en cuanto a su naturaleza, un país de privilegio. Su despliegue geográico resulta abrumador: dentro de sus límites parece caber una muestra de cada gran ecosistema del mundo. Selvas tropicales, sabanas abiertas, humedales, praderas, deltas, cordones montañosos, desiertos, costas, mares y hasta el hielo tendido y eterno. La montaña más alta del continente* coincide en el país con la depresión más pronunciada**. El extremo más austral, con el Trópico de Capricornio. Con una población humana muy concentrada en centros urbanos, el país posee aún importantes áreas naturales, poco alteradas por la mano del hombre. Afortunadamente, los Parques Nacionales conservan una razonable muestra de sus escenarios naturales y el nivel de instrumentación de estas áreas protegidas es considerado aceptable. Sin embargo, muchos rincones de la naturaleza y varias especies peligran por causa de las acciones descuidadas e incluso el avance de impactos globales, como el cambio de clima que vive el planeta debido a renovados excesos de nuestra propia especie. Magníicos exponentes de la fauna nativa, como el venado de las pampas, el oso hormiguero, el yaguareté o el tapir, parecen acorralados y no dejan de retroceder en el mapa. Es importante entonces que tomemos conciencia de aquellos valores de la naturaleza argentina que corren riesgo de desaparecer, si es que no logramos cambiar el rumbo de nuestras actividades que afectan el medio ambiente.

Especies amenazadas que aparecen en este libro:

Especie amenazada de extinción o muy rara

Especie en retroceso, aunque no severamente amenazada de extinción

Especie en proceso de recuperación

Yaguareté o tigre americano (Panthera onca)

Águila copetona real (Spizaetus ornatus)

Guanaco (Lama guanicoe)

Boa Curiyú (Eunectes notaeus)

Gato montés (Oncifelis geoffroyi)

Tapir o “gran bestia” (Tapirus terrestris)

Vicuña (Vicugna vicugna)

Cóndor (Vultur gryphus)

Oso hormiguero (Myrmecophaga tridactyla)

Cactus columnar (Lobivia formosa)

Ballena franca austral (Eubalaena australis)

Ciervo de los pantanos (Blastocerus dichotomus) Capuchino de boina gris (Sporophila cinnamomea) Aguará guazú (Chrysocyon brachyurus) Venado de las pampas (Ozotoceros bezoarticus) Huemul (Hippocamelus bisulcus) Macá tobiano (Podiceps gallardoi)

Águila coronada (Harpyhaliaetus coronatus) Gaviotín golondrina (Sterna hirundo) Ñandú (Rhea americana) Choique (Pterocnemia pennata) Tortuga terrestre (Geochelone chilensis)

Elefante marino del Sur (Mirounga leonina) León marino austral o lobo marino de un pelo (Otaria lavescens) Yacaré negro (Caiman yacare)

Gato del pajonal (Lynchailurus pajeros) Tonina overa (Cephalorhynchus commersonii) Carancho austral (Polyborus australis)

Aquellas especies ilustradas en el interior del libro, pero no señaladas en este apartado, no se encuentran seriamente afectadas por las actividades humanas en el presente. * El cerro Aconcagua, de 6.959 m. ** Salina Grande, en el interior de Península Valdés, 45 metros por debajo del nivel del mar.

153

English version On 11 April 1934, our father, Sebastián Bagó, founded Laboratorios Bagó on his far-sighted

We accepted the proposal by the presidents of Laboratorios Bagó, Sebastian and Juan Carlos

vision of what the twentieth-century pharmaceutical and pharmachemical industry would look like in Argentina, Latin America and worldwide. This vision, by itself, was the company’s foundation stone. On it were built fresh dreams, projects and challenges and Bagó’s relentless commitment to quality was consolidated through the continual efforts of all its members with ability, courage and enthusiasm. In this, our 75th anniversary year, we take great pride in the prestige and excellence achieved by our company, relected in our position as market leader of the Argentine pharmaceutical sector through our 20 subsidiaries, strategically distributed across Latin America, Europe and Asia, and exporting our products to over 45 countries on ive continents. A company puts down deep roots in its own country and takes nourishment from it. Argentina is the great vessel of our actions and, as such, we wish to repay it with growth, employment, investment and research to create the best products for the health of the Argentine population as a whole. We are pleased to present Argentina Nature for Looking and Feeling. Through Argentina’s emblematic and often breath-taking landscapes, this book celebrates the wealth of its wildlife, the varied presence of its plant species and the endless array of sensations our beloved land awakens to form a rich history intimately bound up with the fabric of the natural world. Accordingly, on its 75th anniversary, Bagó cherishes memories and moments in its remarkable development path, with the pride and satisfaction of having made Laboratorios Bagó what it is today, and the renewed commitment to our creativity for the years ahead. Our national territory and our company will go on drawing nourishment from these common roots so that we may both contribute to the growth we deserve for our resources and, especially, the talent of our people.

Bagó, to produce this book in the knowledge that, like journeys, every book offers a unique experience that awakens new feelings and new ideas. To share this fresh vision of the exceptional natural wealth we in Argentina have inherited and are a part of, we have taken a little-trodden path in approaching our country’s natural world, a path well-off the beaten track –something of a challenge in light of past experience. The job of producing a book as a team brings welcome debate and the pleasure of comparing opinions and combining knowledge. Aníbal Parera expresses himself through a trove of images built up over many years. Places and spaces caught in his interest as an impassioned biologist and naturalist are revealed in the detail of a strange lower, in the prowling and patient stalking of an animal leaving its lair or a bird in light. Parera also brings the live experience of the moment to his photographs and information to help us contemplate the harmony or strangeness some of them occasion, on a free-ranging journey taking in all regions of Argentina. By way of an epilogue, he draws attention to species facing extinction, in decline or recovering. A colour code helps the reader identify these species, providing an overview of those requiring our care in order to protect the ecological balance. You will also ind in these pages the footprints of poets, writers and travellers, in whose words we can trace the sensations and thoughts treasured by the literature on Argentina and the country’s prodigious natural wealth. Literary researcher, Laura Isola, started out with her personal archives and continued her researches in libraries (which, as we all know, are ininite). The irst texts to be selected were classics of Argentine literature. To these were added the local poets, the provincial singers who have lit up the hills, plains and many native soils with their lyrics. Isola then entered the world of the traveller to investigate how things Argentine were looked upon: the kind of things that sparked the beautiful writing of Hudson or the headlong wanderings of Bond Head through the Mendoza countryside. She went on with the legends that, in popular beliefs, have bequeathed to us Argentines stories far-removed in time and space, and that express the sacred relationship that unites the country’s original inhabitants with the natural world around them. And as a companion guide, the map designed by artist, Alberto Cubillas, makes use of colour to paint a picture of a country with no domestic borders. Only the shading suggests the changing climates of a land crisscrossed by extensive rivers, populated by dense forest, woodland and desert, with wondrous mountains and an ocean that sketches its vast coastline and opens it up to the world. We have enjoyed every minute of our work. Now we invite you to embark on the journey. The only luggage you will need is the desire to enjoy this look at Argentina as our natural homeland.

Lic. Sebastián Bagó

Dr. Juan Carlos Bagó

Gigliola Zecchin (Canela) Editor

Northeast p. 12 and 13 • Rainbow falling to the espinal Corrientes Province The Argentine espinal or thorn scrub lies between the rainforest and the pampas in a wide horseshoe containing the country’s most humid and fertile land. It was no afternoon for photography: an impenetrable curtain of rain was falling. But the last rays of daylight revealed the extent of the old wire fencing. Ñandubays everywhere, little trees standing proud and fenceposts receding into the distance. More than earth you are sky, countryside of ours. Pure serene sky Pure sky. […] Galloping across you, countryside, you felt to me less of a countryside and more of a heartbeat. Our countryside, Oliverio Girondo p. 14 and 15 • Before the falls Misiones Province There are many Iguazú Falls. At times almost dry, clean and crystalline; at others terrible, 154

red and furious. This was the case with the picture: midday in mid-summer after heavy rainfall in Brazil. The red of the waters is to a large extent woodland that is no longer there and soil eroded in its absence on its way to the sea… Here, however, the forest remains in a good state of conservation, providing shelter for the ornate hawk eagle. Waters of the Lord! Confederate river beds claimed by the abyss, roaring suspended between tumult and mystery. I look at those humid fractures of the tropic plunged in thunder and seethings, from the morning bow to the hollow of the native waterfall. Waterfalls of the Iguazú, Héctor Villanueva p. 16/17 • River crossing the desert Chaco Province “Impenetrable” is a word with magic in it, forged by the lack of water and the immense heat that made this region in West Chaco almost inaccessible to humans. Today deep wells and agricultural machinery are bent

on changing this situation. The forest huddles around the extremely scant watercourses. It is roamed by fantastic wild forest-dwellers like the giant anteater, the tapir and the jaguar. p. 18/19 • The heart the Iberá Marshes Corrientes Province From the light aircraft that took me deep into the interior of the Correntino wetlands, which cover almost a million hectares, I was able to appreciate the strange crack in the mass of loating water weeds. One gets the feeling one can walk right into it, yet it is nothing more than a loating carpet. A pair of black-capped donacobius (or “water larks” as Spanish birdwatching guides call them) duet while fanning their tails. I touch your wetland weeds. the endless solitude of your banks; I watch the travelling birds shine, the dawn-kissed germ of the seeds. Song to Caá Catí, David Martínez p. 20/21 • Black yacaré Formosa Province Yacarés are caymans of the great Argentine north. They were hard hit by the hide trade until recently but are now recovering: they

are increasingly numerous, bold… and big to boot! Although they are not creatures that seek to attack humans, their posture can be threatening. This two-meter male came up so close to me I had to back away. I still managed to photograph him, though. A few yards away the “marsh star lily” was showing off its white lower. Near the bank they saw an enormous yacaré leave the water. It was moving straight ahead, very fast, its jaws level with the water, using its tail as a rudder and leaving behind it a winding wake. The adventure of the Pilcomayo, Makia p. 22/23 • Remnants of the rainforest Misiones Province Very near the Iguazú Falls, the San Antonio River acts as a border. On the Argentine side the forest is still intact; on the Brazilian side crop farming has advanced. When the helicopter managed to get through the blanket of cloud covering the Misionero forest, the work of humankind emerged in stark contrast. Below, the fruit of a wild yerba maté plant, so central to Argentine culture.

I am Yasí and she is my friend, Araí. We returned to thank you for having saved our lives. You were very brave to defend us from the jaguar and so I will give you a prize from Kuarajhí, the Sun God. Later, when you reach your maloka [house], you will ind by the entrance a plant you will not recognize. You will call it “caá” and from its leaves you will be able to make a drink to bring together lonely hearts and drive away nostalgia and sadness. It is my gift to you, your children and your children’s children

niches for a whole variety of life forms. In the marshes of the Humid Chaco Victoria lilies can grow to giant sizes: their loating leaves are over a meter in diameter. I was photographing the capybara when a wattled ja cana took us both by surprise. The tangle of waterweeds the capybara was exhibiting on its back must have tempted it with the small insects they conceal in their roots.

The birth of kaá-guasú: yerba maté, Guaraní legend

Because of its sheer volume and length the Paraná is one of the ten most important rivers in the world. It succeeded in sanding down the rock which, from a certain angle, is said to relect the face of the English queen, Victoria. I escaped from camp in the early morning to take this view with pinkish relections across the forest, which, among so many other birds, is home to the red-breasted toucan.

p. 24/25 • The dark ape Santa Fe Province (North) Known as the “Carayá”, this monkey is the hairy little man of the woods. Males are jet black and females yellowish brown. The irst time I ever heard them, I started looking out for æroplanes crossing the skies: their cries put one in mind of powerful engines in the distance. This specimen was hanging by its prehensile tail. Not very far from here were hiding the Creole frog and the yellow anaconda, the largest snake in Argentina. p. 26/27 • Dawn among the palms Entre Ríos Province Colón’s is the most extensive and intact of the remnants of Yatay palm groves. The image was taken at sun-up at the entrance to the El Palmar National Park. My eye alighted on an instant when orange light caressed the boles of the palms. I simply parked the car at the roadside and sat the camera on the roof. It wasn’t necessary to look at the sky or the branches. I saw you here, in the pure earth, in the naked earth. I saw you here, spring spirit, dancing or serenely burning like nameless joy, impossible transparency of a happiness loating on the dust. It wasn’t necessary, Juan L. Ortiz p. 28/29 • Ladies of day and night Formosa Province The concentrations of butterlies around salt and mineral springs are a common sight in tropical rainforests around the world. They can also become a form of torture when human perspiration becomes a walking source of the salts needed by these insects. This is not the case with solitary giant moths. Two velvety Rothschildia had just left their cocoons and were preparing to explore the depths of the night. Those butterlies that bear on their wings factories of caster sugar maps. Theory of the sky, Arturo Carrera and Teresa Arijón p. 30/31 • Flotilla of Victoria waterlilies Chaco Province The Paraguay River and its tributaries overlow, push, accumulate sediment and create

p. 32/33 • Queen Victoria Rock Misiones Province

p. 38/39 • Clay banks and lapachos Corrientes Province A few miles to the south of the capital of Corrientes Province, the town of Bella Vista takes its name from the panorama it provides. When winter ends, the lapachos come into full pink bloom. On the shore some ishermen were trying their luck with a rod when I noticed the light was perfect, brushing across the limestone and the sand. I couldn’t even wait to set up the tripod and rested the camera on the shoulder of my father, who was standing beside me. August Paraná, sacred river, distinguished irst-born of the Ocean, who in resplendent pearly chariot pulled by caymans, embroidered with green and gold, go from clime to clime, region to region, spilling freshness free and soft and prodigal abundance, pleasing to Portuguese and Spaniard alike.

“We are not just any old birds,” said the toucans, “and we will come in a hundred lights as we ly very poorly. And we are not afraid of anyone. And we will come lying as nobody forces us to and that is how we wish to do it. And we are afraid of no one.” And having run out of breath, the toucans stared unlinchingly at everyone through their great blue-ringed, golden eyes.

To the Paraná, Manuel José de Albarden

The return of Anaconda, Horacio Quiroga

How curious and how original this great river is that struggles desperately to extend its dominions! How the earth defends itself from its attacks and how tenaciously and cautiously it advances, taking advantage of its adversary’s slightest weakness, and with what tremulous pride it lutters, like a victory banner, the bright and fragrant blossoming of the vegetation it feeds!

p. 34/35 • Inhabitants of the Paraná Entre Ríos Province The nutria or coypu is an aquatic rodent with an attractive, highly coveted skin. It reproduces with consummate ease, however, and its survival is not under threat. The marsh deer on the other hand is almost a relic in these islands of the delta, driven into a corner by the alteration of its habitat and poaching. The leaves both these animals eat are good food for caterpillars, before they hatch into butterlies.

p. 40/41 • Grasses and rushes Corrientes Province The chestnut seedeater, a devotee of hard river grass seed, had my undivided attention when suddenly a dragonly landed on the same perch.

A journey to the land of the outlaws, Fray Mocho (José Sixto Álvarez)

Northwest

p. 36/37 • BLACK AND WHITE FLOCKS Santa Fe Province

p. 44/45 • THE OTHER PUNA Jujuy Province

Among birds of a feather that lock together are starlings and herons. The chestnutcapped blackbird or “congo” is often to be seen blackening the sky in areas with abundant seed grasses. Cattle egrets, on the other hand, are wont to follow cows and sheep, having learnt to feed on their ticks. This great egret was poking its head out behind the scene.

The view from the light from Buenos Aires to Lima allows one to make out the diaphanousness of the Puna in the High Andes. Things are not the same from below, at the level of the vicuñas, as at thirty thousand feet. The Puna is a torrid desert, where day scorches and night freezes.

And, when I recall these vanished scenes, those rushy and lowery meres, with their varied and multitudinous wild bird life – the cloud of shining wings, the heart-enlivening wild cries, the joy unspeakable it was to me in those early years – I am glad to think I shall never revisit them, that I shall inish my life thousands of miles removed from them, cherishing to the end in my heart the image of a beauty which has vanished from the earth. Far away and long ago, William Henry Hudson

Whoever does not see these lands will never get to know in what way the world, things, are elusive and fragile. […] In no other place as here n the Puna does one go more easily from the vision of the apparent to the daydream. The house and the wind, Héctor Tizón p. 46/47 • South American camels Catamarca Province Guanaco and vicuña are deeply-rooted in Argentine nature and popular culture. These camels “South American-style” are close relatives of Old World camels. Their domestic descendants, the llamas and alpacas, are the result of breeding by the ancient Incas.

The last light of the afternoon brought a glimpse of the robust silhouettes of two mature guanacos in contrast with the delicate proile of a young vicuña. The setting sun that will not heal still hurts the evening. The trembling colours go to ground in the bowels of things. Darkening ields, Jorge Luis Borges p. 48/49 • Thorns of the Puna Jujuy Province Cacti, in their many and varied forms, seem to enjoy the hardships of the desert and the mountains. The insides of their stems are loaded with tiny chambers of water. Their thorns stop any excesses from animals that eat their lesh to get at the water inside. The cardón projects itself toward the sky like a candelabrum. The creeping cactus lashes out the message of its fruit and the Lobibia lowers covered entirely with hair and thorns. The cacti are crying with burning tears. They lament the deepest griefs on ragged slopes. Their arms raise spikes looking for others’ lames. The skies cover stars and make fun of their griefs. Cactus, Isabel Zelaya p. 50/51 • Icy morning Tucumán Province It is not the only site in Argentine geography that has earned the name, “Little Hell”. The term appears repeatedly in Patagonia and the Andes to designate places especially exposed to the inclemencies of the weather. Tucumán Province’s Little Hell marks the pass between the Amaicha and Tafí valleys, and could not be more eloquent before my camera. Only a goat dared brave the elements. How the wakeful landscape soars, doling out its rustic bells through the valley deserted and narrow. Because that same burning solitude of the lowers blue and near is felt by my body brother of the earth. Calchaquí sonnet, Raúl Aráoz Anzoátegui p. 52/53 • Walls of Talampaya La Rioja Province A ninety-degree angle carved by rivers of the past and winds laden with abrasive sand grains dominates the coppery landscape of Talampaya. Like tiny dinosaurs from those times black-legged seriemas chase small lizards and guinea pigs. The real dinosaurs lie locked in the millennial rock. The imagination ills with cheery idealizations, softens the curves of the granite back, lends human form to the rough contours of the stone, sees sliding down the slopes, illuminated like the canvas of a painting, ghosts of shining women who pass, like Hamlet’s

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sweetheart, stripping garlands of wild low ers, and lends its ears to perceive the melancholy singing lost in the heights. My mountains, Joaquín V. González p. 54/55 • River, woodland and palm trees Santiago del Estero Clays modelled by a meandering course that dithers due to the latness of the landscape. Bends and hidden nooks in the scrub between the woodland and the Caranday or marsh palm groves are a refuge for beings that seem to come out of a fairytale. The maned wolf, a fox the size of a wolf and the plumbeous ibis, sophisticated ibises with brilliant eyes. Santiago del Estero Forest bristling with thorns daggers of the thicket, hard-wood cradle where vidalas sleep. In the summer your rivers they make a watery pampas; there the grasses and the wind dance to the rhythm of the zamba. Santiago del Estero, Homero Manzi p. 56/57 • PASSION FLOWER AND KAKUY Santiago del Estero The common potoo (known locally as the kakuy) is a bird that mimics the branch it perches on, creating the illusion of being part of it in order to avoid enemy eyes. I discovered how sure it was of its disguise when I moved close enough stretch out my hand and touch it without. It did not move a fraction of an inch but I could see the tension in its eyes. Beauty and virtue, the common passion lower does its best to get noticed by all, especially butterlies, which transport vital pollen. As has been told since the olden days, a most beautiful young woman once fell in love with a stranger. The young man seduced her and only afterwards told her he was the god, Cuarajhi [“the Sun” in Guaraní], and that he had to leave her and return to the heavens. It was getting dark. The young woman would not resign herself and, weeping all the while, she climbed to the top of the highest tree, for she was about to lose him. There she changed into a bird, the mysterious potoo, which has been lamenting her misfortune ever since. Tupí-Guaraní legend p. 58/59 • Tafí Valley Tucumán Province The coarse tufts of grass subjected to the rigorous inclemency of the mountain climate are a source of fodder for the llamas, mules and cows of Argentine herdsmen. These are their “summer pastures”, the winter forcing them down the slopes. At the bottom the clouds were enveloping the Tafí Valley, the only detail to suggest the altitude we were at. His lapping poncho is a lag of fog he is greeted by the lutes of the scrub and plodding the paths through these hills the mule driver drives… the mule driver drives… The mule driver, Atahualpa Yupanqui 156

p. 60/61 • Pests and beasties La Rioja Province

Cuyo

Surviving the harsh realities of the highlands demands all kinds of armament, keenness and skill: the South American grey fox is both agile and cunning; the wild cat stealthy and brave; the deadly poisonous coral snake is designed to anticipate danger. And the crowned eagle, one of the most powerful of the birds of prey, can drop with guillotine precision on any of the above.

p. 70/71 • Upper Tupungato Valley Mendoza Province

Blessed peace yours, Riojano earth of mine! You have a strong soul, romantic and brave! This is why, to bear within it, you gave us mountain toughness, star softness!… Song to La Rioja, José M. Paredes p. 62/63 • Cuesta del obispo Salta Province Bent on reaching the Calchaquí Valleys, the road winds up the famous slope. Every ravine relects the action of a river, or perhaps just a brook, leading the water down from the snowline above. This is the kingdom of the magniicent Andean condor. Its wing tips, extended by feathers that would span this open book, give it perfect mastery of gliding.

Alongside Aconcagua, the highest mountain in the Americas, other peaks seem more modest. Tupungato is one of them and it is still at work, deepening a valley that cuts a swathe through the ridges close to the Chilean border. I took the image on a light to Santiago de Chile. It was afternoon and the hour when the sun does gild the crest of the Andes. The Desert immeasurably vast, open, and mysterious lies stretched at their feet; sad their countenance, lonely and silent as the sea, when for an instant the night-time twilight reins in their aloofness. The captive, Esteban Echeverría p. 72/73 • Fur, claws and feathers Mendoza Province

Condors’ nest, Olegario Victor Andrade

The changing Mendocino landscape ranges from plains to mountains and offers encounters with fauna of different origins and customs. The campo licker, encouraged by a sudden rainfall, pokes around in the mud for grubs and worms lying below the ground. The ornate hawk eagle, a classic of the rugged landscape, displays its taloned talents as a predator. Though bearing something of a resemblance to a domestic Persian, the colocolo pampas cat is a wild feline adapted to living in both the desert and the highest mountains.

p. 64/65 • The feeder Catamarca Province

p. 74/75 • Ansilta mountains San Juan Province

Fruit-eating birds are vital to the maintenance of the ecosystem. The sayaca tanager is a well-known representative of an entire family of fruit specialists, the Thraupidæ. This is no simple act of predation, as the cactus exploits these birds which soften the seeds inside the fruit and then disperse them. A perfect and intentional bird feeder.

I do not think such intense, enveloping, orange light as Ansilta’s is to be found in any other part of the world. Or was I lucky enough to see the sky on that day, in that place, lit up as never before? Los Morrillos is a sacred site: a dozen mummies were discovered there, perfectly dressed, supplied with food and decorations, and incredibly well-preserved. Darwin’s or the lesser rhea seeks out dry leaves and the miraculous fruits of the desert.

White the neck and the gleaming wing It set off in pursuit of the furtive fog, giving chase to the eastern clouds; or with its proud look leaned on its powerful talons like a Titan leaning on his club.

p. 66/67 • Spectral forests Salta Province Cloud forest. The name says it all. It forms in the mountains, where the clouds collide with the peaks and release a continuous trickle that keeps the garden green and sweaty. It is not common to see the sun in the Yungas (the name given to the cloud forests of Northern Argentine), nor their attrac tive inhabitants either. The tropical screech owl is small eared owl, tucked away by day and on the prowl by night. You will rise up the reed and the cedars, the strong urundel and the viraró, through the aroma of the myrtles, and the lignum vitæ scenting the smoke. Song to the Bermejo River, Jaime Dávalos

gathered; and no doubt from sowing corn in Tulún, today San Juan, as a faint but still discernible canal leads us to suspect, emerging in Albardón and possibly bearing the waters of the River as far as Caucete. Provincial memoirs, Domingo Faustino Sarmiento p. 78/79 • Ischigualasto San Juan Province The winds are master craftsmen, sculpting sphinxes, mushrooms and enormous towers like this one, 50 feet tall, or bare stones like polished bowling balls in the Valley of the Moon, where short but torrential rains unearth prehistoric surprises on view: dinosaur bones, from the largest the world has ever known to the smallest. But death is not the sole province of prehistory, as a pair of black vultures remind us. Stone is stone: alloy of solitude, space and time, now magnitude, age-old oblivion. Man wants to love stone, its rough-skinned roar: his blood refutes him. But something in him adores inert perfection. Ininite stone, José Enrique Ramponi p. 80/81 • Pampas deer San Luis Province Natives of San Luis Province are called “Puntanos” due to the old records of the name “San Luis de la Punta de los Venados”. These small native deer that blend into the grassland they are adapted to used to be so abundant that carts had to halt while they crossed roadways now long lost in the plains. Today they number barely in the dozens and are on the edge of extinction due to the alteration of their habitat and poaching. San Luis de los Venados I am the cueca that sings you The one who always whoops To warm up his throat. You have to wander every morning With the light of a guitar To love the deer The cueca and the song. San Luis de los Venados, Antonio Tarragó Ros

And I go out to discover the world in its irst morrow, eyes wide with amazement and my morning memory deserted. The gust of the valley, Rafael Alberto Arrieta p. 76/77 • San Juan River Valley San Juan Province A broad avenue of grit, clay and lava, a geological display through which the river carved its history. The valley stretches off to ininity but the mountain roads are barely wide enough for vehicular trafic. Any stops involved teetering on the brink of a sheer drop. I had just seconds to take my photo, with the car still on the move. These peoples lived from ishing the lakes of Huanacache, on whose shores their pureblood descendants, the lake dwellers, are still

p. 82/83 • Los Horcones Lake Mendoza Province A mule driver turned porter for climbers comes down from Mule Square, where his customers (who knows what country they are from or whether they will have been able to exchange a word) wait to try their luck on the slopes of the Aconcagua. Armoured but totally harmless, the dwarf armadillo belongs to the colder deserts. ...the mountains of the Cordillera formed a magniicent boundary to a picture which, to one about to cross the Andes, is peculiarly interesting. As soon as the line of irrigation is passed, the country ceases to be productive. Rough notes taken during some rapid journeys across the Pampas and among the Andes, Capt. Francis Bond Head

p. 84/85 • Merlo Mountains San Luis Province The plumes of pampas grass on the ridge of the Comechingones Mountains frame the valley of its sprawling eroded foothills. This proud, unchanging white quebracho has survived the axe. Having avoided its fate as one of Argentina’s favourite caged birds, a red cardinal suddenly appeared on the scene. In my eyes I hold the whole living foliage of the quebracho. From me are born the germs of all the seeds and I water them with dew. I know that at this moment, within me, the wind is born like an inlamed river of claws and water. Inside the mount I lie, pregnant with furious stillness. The pleasure-seeker, Manuel J. Castilla p. 86/87 • Cari-Lauquen Swamps Mendoza Province The River Malargüe carries less and less water to the lakes of Llancanelo and the swamps of Cari-Lauquen, as it is being plundered to feed canals and water the big commercial orchards and vineyards. This is a world of lamingos, swans and grebes, a world full of daisies and insects bearing their pollen.

Now I admire the slight wildness of the afternoon which is changing motifs, colour. Which is disappearing in what shall remain. Oh, the form of our vain idyllic secret. Animals and things shall breathe! This one is made by its weakness! This one shall be kissed by its appearance! Theatre of the void, Arturo Carrera

Centre p. 94/95 • Borders and invasions La Pampa Province The grasslands of the “Western frontier” (a term coined in the days of Indian raiding parties) are still hostile and little exploited by humans. But very near Padre Buodo I found that the natural yellow grassland had started to become surrounded by a dark blanket of maize. Nearby, a hornero nest was also being invaded by a couple of saffron inches. The hornero is the national bird of Argentina. The house of the hornero has bedroom and lounge. In the bedroom the female precisely installs the whole nest.

This Southern sky I know it like the back of my hand; I learned its miracle-working from gazing at it since a boy; it looked down on me from above, I looked up at it from below.

In the lounge, all smugness, the father guards the door, his shirt half-open over his bulging belly.

Southern sky, José María Castiñeira de Dios

p. 96/97 • Central Highlands Córdoba Province

p. 88/89 • Diamante saltf lats Mendoza Province Who put all this pure salt in one spot? Only from the air or a distance can it be seen for what it is: an old dry lake full of salts that well up again and again below ground every time they are summoned by rains. The millions of white crystals meant I had to wear sunglasses to shade my eyes and a polarizing ilter to capture the image. White desert abdomen, almost ire on the back, a remote blaze brings you down singing its broad tooth of clay, its palate of sand, the scorched eyes of the irst plant, almost like a fury of mineral splinters.

The hornero, Leopoldo Lugones

The landscape of the Highland ridges forms a staircase until one reaches the Pampa de Achala. Biologists recognize this place as a hub of strange and exclusive (endemic) species. I was on the lookout for condors near the Condorito Ravine, where the puma may again hunt guanacos one day if the reintroduction program is successful. The yarará or pit viper is common in the valleys. Where are the footprints of my steps, where are the looks I left in the air? Following those tracks I go after the puma, the vulture, the lark, I try grass, chew, smell the wind, the breeze.

Black vultures perch atop a stunted algarrobo to roost after dining on the remains of a mule until it to burst. So heavy are they that the branches creaked and strained under their weight. While they ready themselves for rest, other inhabitants of the mountains like collared peccaries go about their nocturnal business.

Here where the earth unearths itself, where the water lacks direction, where the air prefers to sleep and the ire contains its passion. Inner sonnet, Francisco Luis Bernárdez p. 100/101 • Ceibo Santa Fe Province (South) The ceibo or coral tree is an emblematic tree of the River Plate Basin. From its cracked bark come pieces of a material resembling cork, giving little hint of the colouring and generosity of its clusters of lowers. For an instant I fancied its labellate lowers were about to swallow a gilded hummingbird that had arrived to sip nectar with the best of intentions. The lower of the ceibo is the national lower of Argentina. There, beneath the nervous, wide spread branches, your carmine lowers for canopies, their ærial home also suspended by shiny cowbirds, favourite hammock of the joyous zephyr. Then the murmurs that live in your leaves confound their leeting music with the wings, and the lights and lutterings of the birds are heard litting among the reed beds’ green ribbons. The seibo,1 Rafael Obligado 1

Author’s spelling.

p. 102/103 • Pocho Heights Córdoba Province Fog besieges the Pocho Heights more frequently than in other parts of Argentina. And certain Pocho inhabitants enhance the unreal aspect of the landscape, like the South American opossum, for example: a marsupial that visits houses and gets into mischief, attacking birds nests in search of eggs and chicks. This gaudy tropical parula could end up as one of its victims. Tragic this face of the Pocho Pampas immense palm grove of spliced shafts, above all in the crystal light of eight, fantastic parade of charred trunks. Pocho palms, Baldomero Fernández Moreno

The tracker, Máximo Simpson

p. 104/105 • Tigre Buenos Aires Province

p. 98/99 • Las Tunas Lake Córdoba Province

A labyrinth of brooks and channels, at its mouth the Paraná is no longer one but ive rivers, and a mosaic of islands and islets offers a riverside lifestyle for man and beast alike. The habitat of the jaguar (or “tiger” in local parlance) used to reach all the way to Tigre. Today all that is left is the name to indicate a rugged riverside rubbing shoulders with Buenos Aires. The tangled riverbanks conceal a rufescent tiger-heron perched on its nest. The muddy waters provide ish and eels for its diet.

Salt of the earth, Armando Tejada Gómez p. 90/91 • Silhouettes at dusk San Luis Province

Here where the earth is less earth, where the water is the water of oblivion, where the air is an air without sound and the ire no longer wages war;

The lakes of the pampas are a product of the west winds, the same winds that wore down the Cordobese mountains, plundering particles deposited hundreds of miles away to fatten up the most fertile soils on the planet. In a geography already highly altered by agriculture this is a wild oasis where prickly pear cacti are plentiful on land and the light of blackchested buzzard eagles festoon the heavens.

Mouth wide agape before the liquid canoe and the shaggy shore of rushes stretching along the sands of my life I come to make my truth of four things Letter to the landscape of the Delta, Carlos Enrique Urquía p. 106/107 • The caldenal La Pampa Province Someone once wrote: “The caldén resembles an upturned tree with its roots pointing skywards.” It is closely related to the algarrobo and its mere name evokes images of La Pampa Province, where caldén groves are a common sight. They sometimes form open woodland of an austere beauty, but in other areas they are so tightly packed that getting through can be very hard going. Amongst the most conspicuous inhabitants of the caldenal is the Chaco tortoise in counterpoint with the light butterlies sipping from the thistle lowers, which proliferate in the clearings. p. 108/109 • Rheas Buenos Aires Province Designed to navigate the plains, the ñandú or rhea is the South American equivalent of the African ostrich. Its neck is a periscope over the grasslands. Its muscular legs enable it to run at the speed of a horse. Its half-open wings act as rudders for sudden changes of direction. I came across this clutch and kept an eye out for the watchful gaze of the male watching over the future brood, his chicks. So the ñandus watched with ugly mugs springily dodging and weaving, the ostriches leeing the dogs pursuing, with the round-up complete when they dive in to hound them, and when they reach them with a shy the ostriches for amusement give them a kicking. Santos Vega, Hilario Ascasubi p. 110/111 • Punta Rasa Buenos Aires Province Punta Rasa (literally “Level Point”) at the far south of Samborombón Bay, that “bite” out of the map of Buenos Aires Province where the River Plate joins the sea, is an airport for migratory birds, which nest on beaches in Alaska, Canada and the east coast of the United States. Thousands of common terns invaded the stormy summer sky. From the top, the common tern, the hooded gull and the kelp gull. Columns of silver hold up the sky; rods of hyacinth rise from the sea; garlands of salt lowers climb to the vault. Mother-of-pearl, Alfonsina Storni p. 112/113 • La Ventana Buenos Aires Province Up in the mountains there is a window that gives rise to the name of the most important

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hills in Buenos Aires Province. Considered a plain weed, the sticky nightshade is barely paid any heed yet it bears a delicate lower. With its colouring reminiscent of the lag I fancied it would make a perfect mountain-top emblem for the Argentine Republic. Upland geese make short migrations as far as Patagonia. Twenty-three years later we went with Colonel Oliveri to found the New Rome, which he attempted to establish four leagues away from Bahía Blanca, to which I myself was opposed, for travelling across the Sierra de la Ventana we spotted beautiful ravines and areas where we could safely establish our real and our immense herds of cattle, which the ranch owners of the south and west placed at our disposal for the people of the agricultural Legion. The beauties of my day, Santiago de Calzadilla p. 114/115 • Glaring contrasts La Pampa Province Vermillion lycatchers are migratory birds that spend the spring and summer months in Argentina. The difference between males and females is so striking they seem to belong to different species. The male is an attractive scarlet. But the drab modesty of the female is not in vain: her mimetic plumage enables her to keep busy around her chicks without giving them away. Our great-grandfather, the Indian, was a rough, silent, heroic type who loved the land the way he loved the espinillo. He defended himself with rocamora bolas, cured wood spears and tigerwood arrows. When the Spaniards came, they declared war. At irst the Spaniards were losing, but there were very few Indians left. Shouting, they made bonires, declaring another war. When the Indians left the hills, the Spaniards killed them and the last cacique tried to reach the river, but he had not the strength, so he opened his wound and pulled out his red heart. It changed into a lycatcher and there it is, the little bird that does not sing so as not to weep. Tehuelche legend p. 116/117 • Bahía Blanca Buenos Aires Province The tide constantly lows in and out. Six hours high, six low… over and over. The channels formed by the tides near the port of Bahía Blanca from the sky look like thousands of strands of hair. Below, sharks, dolphins, silversides and crabs take advantage of the nutritious soup provided the muds deposited by the ria.

on evolving. In the present day specimens are only to be found here and there on the other side of the Paciic. The Agrio River descends from Lake Caviahue between monumental araucarias and boulders dumped there by ancient glaciation. …in the pealing of the permanence the falls break the silence, there below by the araucarias a lake awaits it, forever

p. 120/121 • Pehuenia Neuquén Province Monkey puzzle trees or araucarias are the most palpable proof that America, New Zealand and Australia all formed a single landmass in the days of Gondwanaland. The continents separated but the araucarias went 158

p. 136/137 • Central plateau Santa Cruz Province

Sheer slopes decked out with lenga beeches and coihues in the north of Chubut Province and barely a few hundred yards from the Chilean border. Few people make it this far in the southern mountain range, where the huemules are still the rightful owners of the landscape. The male surprised me with his curiosity: he looked me up and down and then, as if I did not exist, dipped his muzzle into the mallín to have a nibble.

The steppes are everywhere, at once gelid and torrid, according to the time of year and varying degrees of severity of the implacable Patagonian winds and scorching summer sun. Up here in the high plateau, so reminiscent of the tundra, there are small lakes inhabited by hooded grebes, a small diver discovered by science only slightly over thirty years ago.

Poems and images, Cecilia del Valle Tapia p. 122/123 • El Chaltén Santa Cruz Province The most famous mountain in the southern Andes has two names: “Mount Fitz Roy”, a legacy of the 19th century seaman’s expedition, accompanied by celebrated scientist, Charles Darwin; and “Chaltén”, the Tehuelches’ name for it. The gaucho is a bird with a name midway between native and European culture. I spotted it silhouetted against the Chaltén in the background and pressed the shutter with some disquiet… Where had the Tehuelches gone? Further north stretches the immense avenue of ice of the Upsala Glacier, skirted on both sides by mountains white with snow. Among them towers the imposing Mount Fitz Roy, proud and dominating. We have entered the mysterious kingdom of white wildernesses, where wind and storms are king. But today all is light and deep silence, broken only by the roar of the engine. I sit there absorbed, watching the fascinating spectacle and savour in advance the joy of unveiling the last secrets of this eternal ice. Patagonian Andes, Father Alberto María De Agostini p. 124/125 • Flowing manes Santa Cruz Province Wild, untamed, aloof, shy. Droves of horses without an owner or about to be broken for work in the ields. These are a reality in vast areas of the Patagonian steppe and certain mountain ranges. They ly like the birds Free of the sky; No sooner the carpet Than they touch the ground. They whinny tossing Light manes, And passionately dilate Their broad veins. Poems, Juan María Gutiérrez

Patagonia

p. 128/129 • Turbio River Valley Chubut Province

p. 126/127 • North Patagonian Lakes Río Negro Province The blue of the lakes invented by glaciers combines with the green treetops of the coihues straining in their ierce competition for sunlight in the North Patagonian lakes. The lower of the Peruvian lily or amancay is a classic of the southern forests.

The huemules had no idea what kind of thing the pampas might be. The vital centre of their immense territory was the great lake. Renancó and the last huemules, José Murillo and Ana María Ramb

It isn’t easy to stay on your feet in the Patagonian winds. They ill the whole sky, they smell of salt, and stone, healthy and tireless, active, grey forms in the harsh dust they whip up like a cold concentration south of America’s strength. Winds in Patagonia, Joaquín Giannuzzi

p. 130/131 • Flamingos Chubut Province

p. 138/139 • Making surf Río Negro Province

Seeing the delicacy of lamingos can be a moving experience. They are wary birds and avoid people, who at one time used their feathers to decorate hats and other costume pieces. Their light with necks outstretched embellishes the grey landscape of the steppe. In remote lakes breeding concentrations give rise to courtships around the middle of spring.

Commerson’s dolphins are small Patagonian dolphins. They look unreal as if made of some inlatable material and painted with a blowtorch. They boisterously rode the surf ahead of the boat, breaking the waves of the San Matías Gulf. The common or bottlenose dolphin (the best-known kind) hides its permanent smile beneath the waves. A southern sea lion gathers as many females as he can, while a Magellan penguin returns from the sea with a full belly.

I send my childhood skidding over the seapearled steppe of the snow. Me, who always “hated motion moving lines”, I copy the lamingos, whose pirouettes make the snow hold its breath. Friendship of the snow, Juan Filloy p. 132/133 • Seas of giants Chubut Province The Valdés Peninsula is trying to break away from the continent, but the Ameghino Isthmus is bent on stopping it. The re sult gulfs are the Nuevo to the south and the San José to the north. Their calm, shallow waters make the place a breeding sanctuary for southern right whales and elephant seals. The site is recognized and protected by UNESCO as a World Heritage Site. I have seen these beaches the slow lap of the whales that sometimes visit these old graveyards, sending up their rebellious spouts of air and water. Ode to a whales’ graveyard, Nicolás Cócaro p. 134/135 • Green and turquoise Chubut Province Only a few hours before this I had been walking around the peninsula outlined below in Lake Esperanza. There is a humid atmosphere in the mallín wetlands, where specimens of the Guaiteca cypress grow. From up here they could pass for their relatives the larches or Cordillera cypresses. The slopes had started growing back after a ire many years ago.

Wind comber of roaming dunes, curler of bays, seaweed beds for a day’s wages. Sea elephants and lions seek the deeps in the maternal sea. South-Southern World, Adolfo Cristaldo p. 140/141 • Lake Fagnano Tierra del Fuego The Southern Andes plunge into the deep waters of the immense Lake Fagnano, so big it looks like an inland sea. I was impressed by the clone-like regularity of the mountains and the thick forests that could be made out on their slopes. A landscape untouched by human hand. After having walked and wandered all the roads of the earth, I inally came to the edge of the world. Tierra del Fuego this region is called, for in the snows of this cold island, an oak log ignites in the gale. The albatross, Ricardo Rojas p. 142/143 • Lanín National Park Neuquén Province The Patagonian Andean forest, abundant in cypresses and southern beeches of the Nothofagus genus, provides an emblematic frame at the foot of the Lanín Volcano, to many people the most imposing peak in Patagonia. Exponents of big game hunting introduced red deer from Europe to enrich the modest native fauna, but the authorities to keep numbers under control and have approved hunting in reserve areas.

The eyes, Silvina Ocampo

that no one ever saw And she touches their wings with her long ingers and their wings tremble and become birds.

p. 144/145 • Pinturas River Santa Cruz Province

Fragment from a Mapuche legend in the opera, Wallontu Mapu, libretto by Márgara Averbach

Plain, snow or mountain welcomed me in reconciliation: and the meagre gladness misted by doubt was still ringing in the trees.

The crags speak through their paintings. They are passionate pieces of cave art, marks of the ancient inhabitants of the steppes, nomads migrating on foot from the Magallanes region to the north of Patagonia. The fuel for these journeys (fat, hair, leather, meat and blood) was supplied by the guanacos revered in the paintings. Free of such hunting parties, a female guanaco gallops across the steppe, followed by her two young. And the woman walks And her footprints are green And her footprints are grass. She puts her long ingers in the long leaves And the leaves open understand the air new butterlies

p. 146/147 • Walls of ice Santa Cruz Province The Viedma Glacier reaches the waters of the lake and dilutes once and for all the brown-streaked blue of its millennial architecture. Blue ice is a sign of enormous pressure; brown ice contains the sediment the river carries down from the Andes. The calafate berry is the most renowned lower and fruit in the ice ields. I try some to make sure I will one day return to these landscapes. When a sudden gust of wind whipped up the hides of the awning, instead of the wise woman, Koonex, a beautiful thorn bush with sweet-scented yellow lowers was found. Halfway through the summer, the delicate lowers became fruit and before the autumn they be-

gan to ripen, becoming purplish blue with an exquisite lavour and extremely nutritious. From that day some birds stopped emigrating and those that had set out headed back on hearing the news to try the new fruit they had fallen in love with. The Tehuelches also tried it and made it theirs forever. They scattered the seeds throughout the region and from that time on “anyone who eats a Calafate berry will always return.” Tehuelche legend of the barberry p. 149/150 • San Sebastian Bay Tierra del Fuego San Sebastian’s humid meadows look like the grass on a golf course and kept constantly cropped by sheep and guanacos. The dandeli on is not the only lower of these Magellanes steppes: the extra water borne on the sea breeze every spring creates a loral explosion.

seem to reinforce the remote character of a place that used to cause dozens of shipwrecks in the days when the Atlantic and the Paciic could only be linked through the nearby Le Maire Strait. Disturbed by a human presence, perhaps the irst they have ever set eyes on, the pair of kelp geese could not make up their minds whether to take light or not. I bet the southern caracara chick had never seen one of us before either. Since its discovery by Magellan in 1520, Patagonia was known as a country of black fogs and whirlwinds at the end of the inhabited world. The word “Patagonia”, like Mandalay or Timbuctoo, lodged itself in the Western imagination as a metaphor for The Ultimate, the point beyond which one could not go. Indeed, in the opening chapter of Moby Dick, Melville uses Patagonian as an adjective for the outlandish, the monstrous and fatally attractive”.

p. 150/151 • Isla de los Estados Tierra del Fuego

In Patagonia, Bruce Chatwin

Julio Verne was not far wrong when he imagined the Isla de los Estados as “the End of the World”. Puerto Hoppner’s sheer slopes

p. 112 Every point on the map represents a theme and cross-references it with the relevant page number.

Natural Argentina Aníbal Parera Argentina is privileged in its nature. Its sprawling geography is overpowering. Its borders seem to contain an example of every major ecosystem in the world: tropical rainforest, open grasslands, wetlands, prairies, deltas, mountain ranges, deserts, coastlines, seas and even eternal expanses of ice. In Argentina, the highest mountain in the Americas* coexists with the deepest depression,** the southernmost extreme of Cape Horn with the Tropic of Capricorn. With its human population densely packed into urban hubs, Argentina still possesses substantial areas of natural land barely touched by human hand. It is lucky enough to have national parks that conserve a good sample of its natural arenas, and these protected areas’ levels of implementation is deemed acceptable.

However, many of its natural beauty spots and several species are currently in danger through carelessness and the advancing global impact of climate change, which the planet is currently experiencing due to repeated excesses from our own species. Magniicent examples of our fauna like the Pampas deer, the giant anteater, the jaguar or the tapir have been hounded into a corner, their territories steadily waning on the map of Argentina. So it is important for us to raise our awareness about the value of the natural Argentine world that is in jeopardy –If, that is, we prove unable to alter our activities affecting the environment.

Threatened species appearing in this book:

Species in recovery

Species facing extinction or extremely rare

Species in decline not currently facing extinction

Jaguar or American tiger (Panthera onca)

Ornate hawk eagle (Spizætus ornatus)

Guanaco (Lama guanicoe)

Lowland tapir or “great beast” (Tapirus terrestris)

Yellow anaconda (Eunectes notæus)

Wild cat (Oncifelis geoffroyi)

Giant anteater (Myrmecophaga tridactyla)

Vicuña (Vicugna vicugna)

Condor (Vultur gryphus)

Marsh deer (Blastocerus dichotomus)

Columnar cactus (Lobivia formosa)

Southern right whale (Eubalæna australis)

Chestnut seedeater (Sporophila cinnamomea)

Crowned eagle (Harpyhaliætus coronatus)

Southern elephant seal (Mirounga leonina)

Maned wolf (Chrysocyon brachyurus)

Common tern (Sterna hirundo)

Southern or South American sea lion

Pampas Deer (Ozotoceros bezoarticus)

Rhea (Rhea americana)

(Otaria lavescens)

South Andean huemul (Hippocamelus bisulcus)

Darwin’s rhea (Pterocnemia pennata)

Black cayman (Caiman yacare)

Hooded grebe (Podiceps gallardoi)

Chaco Province tortoise (Geochelone chilensis) Pampas cat (Lynchailurus pajeros) Commerson’s Dolphin (Cephalorhynchus commersonii) Southern caracara (Polyborus australis)

Species featuring in the body of the book but not mentioned in this section are not currently seriously affected by human activities. * Aconcagua at 6,959 m. ** The Great Salt Lake on the Valdés Peninsula at 45m below sea level. 159

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Atahualpa Yupanqui. “El arriero”, en Antología, cancioneros y grabaciones.

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50. Bruce Chatwin. Los secretos de la Patagonia.

Antonio Tarragó Ros. “San Luis de los Venados”, en Vení a cantar.

Joaquín Giannuzzi. “Vientos en la Patagonia”, en Obra poética.

46. Adolfo Cristaldo. “Mundo Sur-Sureño”, en Razachaco. Ricardo Rojas. “El albatros”, en El albatros.

Esta edición se terminó de imprimir en Artes Gráicas Ronor, en el mes de noviembre de 2008. Impreso en Argentina • Printed in Argentina.