El viaje de Malka

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Mónica Rodríguez

Alicia Varela ilustración






Dirección editorial: Ana Laura Delgado Edición: Graciela S. Silva Diseño editorial: Raquel Sánchez © 2018. Mónica Rodríguez, por el texto © 2018. Alicia Varela, por las ilustraciones Primera edición, septiembre de 2018 D. R. © 2018. Ediciones El Naranjo, S. A. de C. V. Avenida México 570, Col. San Jerónimo Aculco, C. P. 10400, Ciudad de México. Tel. +52 (55) 5652 1974 elnaranjo@edicioneselnaranjo.com.mx www.edicioneselnaranjo.com.mx ISBN: 978-607-8442-70-6 Queda prohibida la reproducción parcial o total, directa o indirecta del contenido de la presente obra, sin contar previamente con la autorización expresa y por escrito de los editores, en términos de la Ley Federal del Derecho de Autor, y en su caso de los tratados internacionales aplicables. La persona que infrinja esta disposición se hará acreedora a las sanciones legales correspondientes. Impreso en México / Printed in Mexico El viaje de Malka se imprimió en el mes de septiembre de 2018, en los talleres de Reproducciones Fotomecánicas, S. A de C. V., Durazno 1, Col. Las peritas, delegación Xochimilco, C. P. 16010, Ciudad de México. En su composición tipográfica se utilizó la familia Bell MT. Se imprimieron 3 000 ejemplares en papel couché de 150 gramos, con encuadernación en cartoné. El cuidado de la impresión estuvo a cargo de Ediciones El Naranjo.


Mónica Rodríguez

Alicia Varela ilustración


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Los barcos Tal vez porque Malka era muy pequeña le gustaba mirar al cielo. Perderse en el azul oscuro y ancho y contar las estrellas. Se tumbaba en la arena de la playa. Dejaba que el aire volara sobre ella y también todas aquellas luces. A veces la abuela se sentaba a su lado, le decía los nombres de las estrellas y le contaba historias de mar. Tal vez porque la abuela era muy viejita, le gustaba hablar de barcos. —Un día me iré muy lejos. —¿En barco? —preguntó Malka. La abuela se encogió de hombros y miró al cielo. —En barco —dijo. Por eso el día en que la abuela murió, Malka echó a correr hacia la playa. Sobre el mar, una luz pequeña titilaba en la noche. —¡Adiós, abuela! —gritó la niña. Tomó una caracola y la lanzó al mar. Las aguas sonaron. Malka se echó en la arena. Las estrellas parecían juntarse y eran luminosas y líquidas. Sintió los ojos arder. Todo el cielo se emborronó con las lágrimas. ¿Era posible que la abuela ya no pudiera ver el cielo? Perdida en la noche, en aquel barco que era la muerte, esa palabra tan grande. Al rato, su hermano Baya apareció por la playa. Pisaba la arena y el mundo retumbaba bajo sus pies. Su hermano Baya era un gigante. La tomó en brazos y le acarició la cabeza. —Vamos a casa, pequeñaja. A Malka, por primera vez, no le molestó aquella palabra: “pequeñaja”. Se hundió en su pecho y no pensó en nada. Él iba diciendo: “uno, dos, tres…”. Tal vez porque su hermano Baya era un gigante, le gustaba contarlo todo. Contar las farolas, las migas de pan sobre la mesa, los barcos en la playa, los pasos. “Treinta y cuatro: casa”.

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La marioneta Malka tenía una marioneta. Cuando no sabía qué decir, le dejaba a ella la palabra. La marioneta la miraba con sus ojos grandes y tristes. Entonces Malka movía los hilos. —La abuela no va volver —le dijo la marioneta. —Está en un barco —anunció Malka. —No. —Está en el cielo. —No. —Está con el abuelo. —No. Malka tiró la marioneta al suelo y se metió en la cama. Desde allí veía el cielo recortado por una ventana. Estaba oscuro, había viento y las estrellas se apretaban unas contra otras. Cerró los ojos, pero la vía láctea se quedó allí, en sus párpados, en la rendija de los sueños que estaban por venir. Aunque esa noche no vinieron. Abrió los ojos y sintió miedo. El universo era muy grande y ella muy pequeña. Pensó en alguien más grande que el universo. En Dios, por ejemplo. Luego en alguien más grande que ese otro más grande que el universo y se mareó. La habitación estaba llena de sombras. La marioneta le miraba desde el suelo, con los ojos muy abiertos. Se levantó y fue a la habitación de la abuela. Estaba cerrada. Entonces se echó a llorar. Así la encontró su madre. En mitad del pasillo, llorando. La abrazó muy fuerte y la llevó a su cama. En la cama también estaba Simón, el novio de mamá. Tal vez porque mamá era mamá, sabía devolver los sueños.

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Dios

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—Tu abuelita está con Dios —le dijo la profesora. Malka la miró desconfiada. Recordó la sonrisa de Simón cuando ella le hablaba de los espíritus que veía por la noche en las sombras de la pa­ red. —Los espíritus no existen —le había dicho Simón. Pero a ella, por la noche, se le mezclaban los espíritus con Dios y todo le parecía una misma cosa. Le daba miedo ser tan pequeña, sentirse sola. Eso le había dicho a Simón. Y él había respondido: —Dios tampoco existe. Y su madre: —Simón, deja a la niña. Y ahora ella estaba hecha un lío. —Tu abuela está con Dios —le repitió la profesora—. No debes preocuparte. Ella es muy feliz ahora. Malka cerró un poco los ojos y no supo si creérselo. Pensó que debía hablar de esto con sus amigas. En el recreo se juntó con Candela, con Amina y con Maya. Amina era marroquí y musulmana. Ella creía en un dios que se llamaba Alá y no podía comer carne de cerdo. —Alá existe. Si mueres vas al jardín celestial o a un infierno caliente si no has sido bueno. Maya era católica. —Mis padres dicen que Dios existe y que lo ve todo. Las tres miraron alrededor. También al cielo por si veían a alguien espiándolas. Entonces Candela con las manos en la cadera y los codos hacia los lados, les gritó: —¡Dios no existe! Eso son cuentos, como Pinocho o Peter Pan. Ustedes se lo creen todo.


Las cuatro se quedaron en silencio, pero por más que pensaban no llegaban a ninguna conclusión. Malka decidió que tendría que hablar con su marioneta. Cuando llegó a casa se encerró en su cuarto, miró a la marioneta que se doblaba encima de la cama dejando vagar sus ojos negros y tristes por el techo. Como si pudiese ver el cielo. —¿Ahora qué hacemos? —preguntó Malka, sentándose a su lado. —Pues ir en busca de Dios. Y de la abuela —le dijo la marioneta. —¿En barca? Pero a esa pregunta la marioneta ya no respondió.

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Mónica Rodríguez

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escritora

De niña quise ser muchas cosas. Quería, por ejemplo, ser mayor para poder dar la vuelta al mundo. Y también veterinaria, maestra, química, bailarina… Y ahora que soy mayor, quiero ser niña para poder ser todas esas cosas. Y a veces, cuando escribo, lo consigo. Esa es la suerte de ser escritora y también de ser lectora. A través de los libros, podemos vivir muchas otras vidas. Y pensar en ellas. Pensar en la vida y también en la muerte. Y en Dios. De pequeña pensaba en Dios. Lo imaginaba como alguien muy grande que lo había creado todo. Alguien más grande que el universo. Luego pensaba en alguien que había creado a ese alguien tan grande que era Dios. Entonces, claro, me entraba el vértigo y dejaba de pensar. Por eso ahora que soy mayor y que quiero ser niña escribí este libro para pensar sobre Dios sin marearme. Aunque tal vez me he mareado un poco, no lo sé. Tampoco sé si he llegado a alguna parte. Pero de la mano de Malka y de su marioneta he entendido algunas cosas, aunque también me he hecho más preguntas. Porque para eso sirven los libros: para hacerse preguntas y a veces, con suerte, encontrar alguna respuesta. Una llave, un trozo de cristal, un pájaro. El inicio de un camino.


Alicia Varela

ilustradora

Desde que nací mi olor favorito es el del mar y mi vocación el dibujo. Tal vez por haber nacido cerca del mar, siempre he querido viajar y aprender otros idiomas, lo que me ha llevado a vivir en varios países y dentro del mío, en diferentes ciudades. Desde mi mesa de dibujo puedo ver el horizonte y aquí me dedico a ilustrar utilizando los recuerdos de lo vivido. A menudo, salto por la ventana y como Malka, con mis gafas y mi linterna me zambullo entre las olas a la búsqueda de imágenes con las que pueda expresar lo que me ha transmitido el texto leído. A veces, como les pasa a los pescadores, aparecen enseguida; a veces se hacen esperar. A veces llegan imágenes que no son las que estaba buscando pero que seguramente aportarán algo en otro libro más tarde. Así que cada salida es una aventura que me hace regresar a la mesa de dibujo con más y más ganas de seguir buceando.

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Índice 9 Los barcos 11 La marioneta 12 Dios 14 El viaje 15 La noche 16 En lo hondo del mar 19 Donde acaba el viento 23 En medio de una gran tormenta 24 En la isla que era un paraíso en la tierra 26 Donde el azar nos lleve 29 En lo alto de una montaña 33 En lo oscuro del bosque 39 En casa 42 Mónica Rodríguez escritora 43 Alicia Varela ilustradora




colección mar de cuentos

Para niños lectores

La abuelita de Malka ha emprendido un largo viaje en barca. Algunas personas le dicen a Malka que se ha ido a ver a Dios. La niña, con su marioneta, decide irse en busca de Dios para saber si existe y preguntarle por su abuela. En ese viaje encontrará distintas formas de estar en el mundo, muchas preguntas y muy pocas respuestas. Pero sin duda será un viaje que la transformará. Mónica Rodríguez nació en Oviedo, España (1969) y reside en Madrid desde 1993. Estudió Ciencias Físicas e hizo un máster en Energía Nuclear. En octubre de 2009 dejó su trabajo en un centro de investigación para dedicarse por entero a la Literatura Infantil y Juvenil. Ha obtenido más de una veintena de premios y reconocimientos, entre los que destacan: El Premio Gran Angular de la Fundación SM España, y el Premio Cervantes Chico por sus más de cuarenta obras publicadas. El viaje de Malka es su primer libro en El Naranjo.

Alicia Varela nació en Gijón, España (1974). Estudió Bellas Artes en la Universidad de Salamanca. Su trabajo ha sido seleccionado para participar en la Bienal de Ilustración de Bratislava y en la exposición “Silent Books” de la Feria Internacional de Bolonia. Recibió el Premio Motiva de Ilustración por su obra para el diario El Comercio y una mención de honor de la 3x3, The Magazine of Contemporary Illustration de Nueva York. El viaje de Malka es el primer libro que ilustra en Ediciones El Naranjo.

ISBN 978-607-8442-70-6

www.edicioneselnaranjo.com.mx

9 786078 442706


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