Pensadores Griegos I - T. Gomperz

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de Anaxímenes. La forma de substancia que mejor respondía a la esencia del proceso cósmico

y que, por lo tanto, tenía mayor 95 grado de dignidad, era a su juicio la que nunca suscita ni siquiera la apariencia de calma o de movimiento, por escaso que sea, y que a la vez se presenta como el principio del calor vital de los seres superiormente organizados, y por eso, como el elemento de la vida: el fuego que todo lo anima y consume. "Este único orden de todas las cosas (del mundo)", exclama, "no ha sido creado por ninguno dejos dioses, como tampoco por ninguno de los hombres, sino que ha existido siempre, existe y existirá, fuego eternamente vivo que se enciende según normas y se extingue según normas". En un ciclo menor y otro mayor, Heráclito hacía descender el protofuego hacia las otras configuraciones más bajas de la substancia y de éstas elevarse por las mismas vías hacia su forma primitiva porque "el camino hacia arriba y hacia abajo es uno solo". El fuego se transforma en agua, y de ésta una mitad vuelve al cielo de inmediato como ígneo aliento, mientras la otra mitad se transforma en tierra, la que vuelve a convertirse en agua y por este camino, finalmente, en fuego. Como procesos intermedios de esta circulación podemos considerar los de la evaporación, del derretimiento y de la solidificación, debiendo recordarnos que para el ingenuo sentido de la física que poseía Heráclito, la extinción del fuego en el agua podía considerarse como la transformación del fuego en agua. El protoprinci-pio de nuestro poeta-pensador es no sólo el incesante manantial del nacer y perecer, ni se contenta con llamarlo divino como hacían ya sus antecesores, sino que para él es a la vez la esencia de la inteligencia universal, la norma consciente de todo existir, que "no quiere ser llamada Zeus", porque no es un ser individual y personal, y que a pesar de ello "quiere ser llamada así", por ser el principio supremo del mundo, y, sobre todo, el principio más alto de la vida (piénsese en la palabra griega zên, igual a vivir, y las correspondientes formas del nombre de Zeus). Pero no debemos considerar a aquel ente primero como una divinidad que actúa de acuerdo con finalidades y que elige los medios apropiados para ello. Porque Heráclito lo compara con un "muchacho que juega", que se divierte en el juego de las tablas sin ningún objeto preciso y que 96 levanta montículos de arena en la orilla del mar sólo para derribarlos de nuevo 72.

72

1) Cf. fragm. 20, 69, 21, 65, 79 B. (= 30, 60, 31a, 32, 52 D.).


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