La revolución de Mayo

Page 1

RESUMEN DE JULIO CÉSAR CHAVES

BIBLIOTECA HISTÓRICA PARAGUAYA DE CULTURA POPULAR

VOLUMEN No. 1 ASUNCIÓN- BUENOS AIRES - 1957


I LA REVOLUCIÓN DE MAYO El 25 de mayo de 1810 comenzó la revolución de la independencia en la ciudad de Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata que integraba el Paraguay como una de sus Intendencias. Ese día fue derrocado el último virrey de estas regiones, don Baltasar Hidalgo de Cisneros y fue constituida una Junta presidida por el coronel don Cornelio de Saavedra, jefe hasta entonces del regimiento de patricios. Alma de la Junta eran dos fogosos revolucionarios, Juan José Castelli y Mariano Moreno. El nuevo gobierno desarrolló una extraordinaria actividad para implantar el nuevo sistema y aplastar la reacción españolista que amenazó a la revolución en todo el Plata. Una de sus primeras medidas fue el envío de circulares a todas las autoridades del interior, pidiendo la designación de diputados al congreso que debía reunirse en la capital para fijar el régimen definitivo de gobierno. Era muy importante la posición de la Intendencia del Paraguay pues se trataba de la unidad más homogénea y poderosa de las que integraban el Virreinato. Trató desde el primer momento la Junta de Buenos Aires de atraer a su causa al Paraguay. Para conducir sus pliegos a Asunción eligió a un destacado paraguayo el coronel de las milicias de costa abajo don José de Espínola y Peña. Espínola había tenido una larga actuación en su provincia natal, habiendo sido lugarteniente del penúltimo de los gobernadores, don Lázaro de Rivera. No era hombre querido por sus compatriotas, y por eso se consideró, casi unánimemente, como muy desacertada la elección. Su conducta posterior ratificó plenamente esta opinión. Llegado a la Villa del Pilar convocó al cabildo y le obligó a reconocer y a jurar a la Junta de Buenos Aires. Provocó al mismo tiempo gran alarma en ese punto y en toda la campaña pues habló imprudentemente de reclutamientos y de envíos de tropas al Plata. Pasó luego a Asunción donde arribó el 21 de junio poniendo en manos de las autoridades los pliegos que se le habían entregado. En una conversación privada manifestó Espínola que había sido designado comandante de armas de la Provincia y que tenía instrucciones secretas de los prohombres porteños para deponer al gobernador Velasco. Esta afirmación, bastamente difundida, aumentó la desconfianza y el recelo de la población. Grande fue la alarma entre la gente del gobierno que veía extenderse en el Paraguay la idea revolucionaria y germinar los ideales de los comuneros. Se prepararon para combatir en todos los terrenos a la Junta de Buenos Aires. Se reunieron en el Cabildo los miembros de este cuerpo y el gobernador; consideraron que era de tal trascendencia la cuestión planteada en las notas de la Junta porteña, que se hacía necesario "explorar" la voluntad de la provincia. A tal efecto se convocó una junta general o cabildo abierto. Aumentaba entretanto la alarma provocada por las declaraciones de Espínola. Muchos vecinos de la campaña abandonaron sus casas y se retiraban de los pueblos temiendo ser reclutados y enviados al Plata. Velasco tuvo que dar un manifiesto desmintiendo la versión y los rumores alarmistas y pidiendo a los


paraguayos desechar "el vano temor".

La situación de Espínola causante de la alarma se hacía insostenible. Como medida de precaución el gobernador le ordenó que marchase confinado a Villa Real de la Concepción. Lejos de cumplir esta orden huyó hacia el Sur; pese a haber sido tenazmente perseguido consiguió abandonar el territorio paraguayo. Llegado a Buenos Aires, aconsejó al gobierno el envío de una expedición conquistadora, asegurando a la Junta que tenía muchos partidarios en el Paraguay.

Diversa fue la reacción que provocó en Asunción la noticia de la deposición del Virrey Cisneros. Las altas autoridades provinciales, singularmente los miembros del Cabildo, se decidieron desde el primer momento a enfrentar a los revolucionarios. Tenían ellos información exacta de lo sucedido en la capital porteña, no solo por cartas provenientes de esta ciudad, sino también de Montevideo, punto que se comunicaba con la capital asunceña directamente por vía de las Misiones. El gobernador, el obispo y los cabildantes no vieron en la revolución del 25 de mayo sino un alzamiento frente a la Metrópoli y sus legítimos representantes. Si ellos aceptaban la remoción de Cisneros, decretaban la suya. A más, temían al pueblo paraguayo que mantenía vivo el recuerdo de la revolución de los comuneros, precursora de la independencia americana. En cambio la revolución recibió favorable acogida en el elemento criollo. Muchos de éstos estaban unidos con los hombres de Buenos Aires por vínculos de amistad y de negocios. Desde el primer momento, la revolución tuvo ardientes partidarios en Asunción, en Villa Real de la Concepción y en otras poblaciones. Otro sector importante era el de los criollos, partidarios en principio de la independencia, pero que recelaban de los designios de Buenos Aires. Grave cuestiones políticas y económicas separaban al Paraguay de su capital. Vejámenes pasados y conflictos presentes llenaban de recelo el alma provincial. Los criollos paraguayos que veían con alborozo la nueva de la revolución presentían sin embargo que podían caer bajo un despotismo aún mucho más duro que el de España. Y estaban decididos a no mudar de amo: el antiguo o ninguno. Adoptaron por eso una posición de expectativa viendo venir con serenidad los acontecimientos. Debe considerarse también que no existía aquí él principal caldo de cultivo de todas las subversiones: un gobierno tiránico y deshonesto. Velasco había sido uno de los mejores gobernadores de los últimos tiempos. Era hombre justo, probo, bueno. Con toda razón el pueblo paraguayo lo quería. En seguida que se recibieron las comunicaciones de la Junta de Buenos Aires se reunió el cabildo bajo la presidencia del gobernador resolviéndose convocar un congreso general. Sin demora dióse orden a las Villas para que enviasen sus respectivos representantes y se citó por medio de esquelas al obispo, a los miembros del cabildo eclesiástico y a los vecinos de distinción de la capital y campaña. El Congreso del 24 de julio En el Real Colegio Seminario de San Carlos se reunió el día 24 de julio el


congreso provincial. Se dio comienzo al acto con la lectura del manifiesto del cabildo asunceno que hizo una reseña de los sucesos y dio cuenta de los documentos recibidos de la Junta de Buenos Aires. Inmediatamente se anunció que el día 10 de julio había llegado un correo general - Vía Uruguay – Misiones - trayendo la noticia de que el Consejo de la Regencia era obedecido en toda España y que era pésima la situación del ejército invasor de Napoleón. También se había recibido un oficio original del gobernador de Cádiz al obispo del Paraguay acompañado de una proclama de la Junta Superior de Cádiz a la América Española. Sostenía el cabildo en su manifiesto que si la Junta de Buenos Aires había suspendido el reconocimiento del Consejo de la Regencia por falta de aviso oficial, el Paraguay que lo había recibido, debía acatar dicho Consejo sin pérdida de tiempo. Hablaba también el cabildo de "una potencia que observa los momentos de tragarse esta preciosa y codiciada Provincia", la cual había acumulado sus tropas a orillas del río Uruguay y terminaba aconsejando que como medida precaucional se armasen 6-000 hombres. La alusión del cabildo iba dirigida al vecino portugués que efectivamente había acumulado tropas en las fronteras de Misiones. Pero el objetivo principal del ejército a levantarse no era el de defenderse de los portugueses sino de Buenos Aires. Sabíase ya en Asunción de la expedición dirigida contra Córdoba y el Alto Perú y se esperaba una similar contra el Paraguay. Según testigos presenciales nadie pudo en la asamblea emitir libremente su opinión. Los partidarios de la independencia tuvieron que permanecer callados. En medió de aclamaciones el congreso votó: primero, que inmediatamente y sin disolverse esta Junta se proceda al reconocimiento y solemne jura del Supremo Consejo de Regencia; segundo, que se guarde armoniosa correspondencia y fraternal amistad con la Junta provisional de Buenos Aires suspendiendo todo reconocimiento de superioridad en ella hasta tanto Su Majestad resuelva lo que sea de su soberano agrado; tercero, en atención de estar acechando la potencia vecina, según manifiesta la misma Junta de Buenos Aires, se disponga en la mayor brevedad la reunión de una junta de guerra para tratar y poner en ejecución los medios de defensa; cuarto, que se comunique estas resoluciones al Consejo de Regencia y a la Junta Provisional de Buenos Aires. El mismo día se procedió al reconocimiento y jura del Consejo de Regencia con la solemnidad de rigor. Velasco comenzó de inmediato los preparativos para la defensa de la Provincia. La junta de guerra presidida por él fue integrada por el coronel Pedro Gracia, los tenientes coroneles José Antonio Zavala y Gregorio Tadeo de la Cerda, el sargento mayor Manuel Atanasio Cavañas, el ayudante Juan de la Cuesta y todos los miembros del cabildo, contándose entre estos últimos los más acérrimos partidarios del régimen. Comenzó el reclutamiento y la recolección de armas. El gobernador lanzó una proclama anunciando a los paraguayos que había llegado el momento de estar listos para responder al llamado de la patria. Se formó un cuerpo de urbanos; se recogieron armas y se destacaron delegados a la campaña para preparar la movilización.


Las autoridades asunceñas comunicaron por nota a la Junta de Buenos Aires las resoluciones del congreso del 24 de julio. En la capital porteña corrían las versiones más contradictorias sobre la posición paraguaya. Al principio la Junta decretó la apertura de los puertos al comercio paraguayo, pero al saber lo resuelto en el congreso de julio adoptó una serie de medidas agresivas: prohibió toda comunicación entre el Paraguay y Montevideo, ciudad a la cual culpó de la resistencia paraguaya; prohibió la entrada o salida de buques, efectos, personas, correspondencia con destino al Paraguay. Era el bloqueo.

Al mismo tiempo destacó en comisión confidencial al Paraguay al capitán Juan Francisco Arias; le encargó que se pusiese en contacto con los principales paraguayos y les manifestase cuál era el verdadero objetivo de la Junta: mantener ilesos los derechos del rey Fernando VII. Arias desde Corrientes dirigió sendas notas a dos jefes de la provincia: el coronel Zavala y Delgadillo y el comandante Fulgencio Yegros. Sus misivas no alcanzaron efecto alguno. Se aceleraban los preparativos de resistencia en el Paraguay. Se suspendió todo tráfico fluvial, se ocuparon los pasos del río Paraná; el colegio seminario de la capital fue convertido en cuartel. Velasco delegó el mando en el coronel Pedro Gracia, y marchó a las Misiones con el objeto de recoger armas y preparar la defensa. Desde el pueblo de Quiindy dirigió una circular a las autoridades anunciando que los paraguayos tendrían en él "el primer capitán y el mejor compañero". Pero los partidarios de la Junta revolucionaria se mostraban cada vez más activos. Criticaban duramente la» resoluciones del congreso del 24 de julio y hacían circular noticias y versiones favorables a Buenos Aires. Un grupo de españolistas pidió en Asunción que se censurase la correspondencia para descubrir a los sediciosos. Al saberse en Asunción que los barcos eran detenidos en los puertos cundió la indignación; el gobierno —ejercido interinamente por el coronel Gracia— organizó una expedición para asegurar por la fuerza la libre navegación. La formaron cuatro buques mayores y otros menores, y una fuerza de trescientos soldados. Iba como comandante de la expedición el coronel Zavala y Delgadillo. La flota se presentó frente a Corrientes. Zavala pasó una nota al teniente gobernador Calvan afirmando que Asunción —madre de las ciudades del Plata— había sido insultada con la detención de sus barcos y exigió completa satisfacción. Acordó un perentorio plazo de una hora para la entrega de los barcos detenidos, sus embarcaciones y tripulaciones. Calvan consintió que los barcos paraguayos siguiesen río arriba. No hubo otra alteración del orden que el desembarco de la flota paraguaya de unos miñones catalanes que anduvieron por las calles de la capital correntina profiriendo amenazas. El éxito alcanzado por la expedición envalentonó al régimen españolista de Asunción.


Proseguían con toda actividad los trabajos de los partidarios de la revolución. En septiembre fue descubierto un grupo cuyo plan era apresar al gobernador, al obispo y los principales capitulares imponiéndoles la pena de muerte. Fueron detenidos y confinados al lejano Fuerte de Borbón un padre franciscano llamado Baca, los señores Santiago Araoz y Narciso de Echagüe y varios más. En Villa Concepción se reunía una peña revolucionaria encabezada por los curas José Fermín Sarmiento y Nicolás Ibarbals; los integrantes de este grupo no ocultaban su simpatía a la causa de Buenos Aires y criticaban abiertamente al gobierno de Velasco. Se mantenía por otra parte una activa correspondencia entre los revolucionarios de la capital porteña y sus partidarios del Paraguay.

II LA EXPEDICIÓN BELGRANO La serie de medidas de fuerza adoptadas por la Junta de Buenos Aires contra el Paraguay tuvo su culminación con el envío de una expedición auxiliadora. El 22 de septiembre de 1810 fue designado jefe de la misma, Manuel Belgrano. El objetivo del ejército era el de sujetar a la obediencia al territorio del Paraguay y unirlo a la justa causa de la revolución. Manifestó la Junta ser de absoluta necesidad "auxiliar" con fuerza armada a los pueblos del Paraguay para ponerlos a cubierto de cualquier "insulto o vejamen"; agregaba tener noticia de que el gobernador Velasco marchaba con sus fuerzas a atacar a su vez, dispersando la gente reunida, y pasando al Paraguay a poner a la Provincia "en completo arreglo". "Interpelará —agregaba la instrucción— a nombre del Rey al Gobernador, al Cabildo y al Obispo para que salgan del mal paso en que se hallan empeñados; si se aviniesen a su partido, les ofrecerá toda garantía a nombre de la Junta, a condición de que se presenten a esta Capital; sacará del Paraguay los vecinos sospechosos, y si hubiere resistencia de armas, morirán el Obispo, el Gobernador y su sobrino, con los principales causantes de la resistencia". Según Belgrano la decisión se tomó por que se creía que en el Paraguay había "un gran partido de la revolución", de acuerdo a los informes suministrados por el coronel Espínola a su regreso. Mientras Belgrano preparaba su fuerza expedicionaria se intensificaba en el Paraguay el espíritu de resistencia. Toda la provincia rodeó a su gobernador para la defensa del terruño amenazado. De los más apartados lugares llegaban los criollos a alistarse en el ejército, viajando por su propia cuenta y por sus propios medios. Los que no podían combatir ofrecían sus ganados o sus cosechas. Velasco cuenta que a los dos días de haber lanzado su proclama, se vio rodeado de más de 6.000 hombres prontos a derramar la última gota de sangre antes que rendirse. Belgrano durante toda su marcha realizaba una intensa campaña de captación de los criollos paraguayos difundiendo manifiestos, haciendo promesas y enviando emisarios. Pero sus esfuerzos resultaban vanos. A su paso por territorio paraguayo sólo encontraba un impresionan, te vacío. La mayoría de los pueblos y


de las cosas habían sido abandonadas por sus moradores, los que se retiraban llevando sus ganados y sus útiles. Por ningún lado aparecían los supuestos partidarios de la Junta. Todo era hostilidad y odio: "Así es que han trabajado para venir a atacarme de un modo increíble, venciendo imposibles que solo viéndolos pueden creerse. . .", cuenta Belgrano. Paraguarí y Tacuarí Velasco concentró su ejército en el pueblo de Yaguarón. Bajo su dirección ejercían los principales comandos el coronel Gracia, el comandante de escuadrón Juan Manuel Gamarra y el teniente coronel Manuel Atanasio Cavañas. Contaba el ejército con un efectivo de más de 6.000 hombres; era aquella una masa sin instrucción militar y no disponía más de 500 fusiles; la caballería sólo tenía 200 sables; la artillería no contaba sino con 4 cañones en buen estado. Lanzas, chuzas, machetes, garrotes y otros elementos completaban el armamento. La falta de armas y medios se suplió con un gran entusiasmo. Velasco había prometido reiteradas veces morir al frente de sus "leales paraguayos". En otra ardiente proclama se preguntaba el gobernador: "¿qué fundamento tiene esa Junta turbulenta para deducir que sus honrados parientes y paisanos habían de seguir sus detestables ideas? No creáis a los que pretenden persuadiros que viene contra nosotros un formidable ejército; son indignos del nombre español los que tales especies propalan, y si vuestro justo enojo puede contenerse denunciadlos al Gobierno y veréis prontamente castigada su infamia. ¡A las armas! valerosos habitantes". El ejército porteño contaba por una parte con 1.200 soldados cuya buena instrucción y superior armamento compensaba la diferencia de efectivos. Belgrano no cesaba de distribuir proclamas y manifiestos asegurando "a los nobles paraguayos, paisanos míos" que el objetivo de su venida era liberarlos de la opresión, establecer un franco comercio, suprimir los derechos de aduana. Los funcionarios españoles, según él, tenían engañados a los paraguayos a los cuales "les chupaban sudor y sangre". Esta intensa propaganda, por el momento, no alcanzó ningún efecto. Los dos comandos habían elegido el día 19 para el ataque; en la madrugada de esa jornada y en plena oscuridad chocaron las primeras fuerzas produciéndose un gran entrevero y enseguida una total confusión. El centro del ejército paraguayo se desbandó y fue perseguido con intensidad por el enemigo que en su avance llegó hasta el pueblo mismo de Paraguarí, capturando el cuartel general en cuyo saqueo perdió un tiempo valioso. Velasco con unos pocos fieles huyó precipitadamente hacia la Cordillera de los Naranjos, perdiendo en su fuga su archivo y su equipaje. Apenas y con gran dificultad pudo salvar la vida. Los otros jefes españolistas — Gracia, De la Cuesta— huyeron también quedando el ejército criollo "sin general y sin cabeza". La batalla parecía decidirse en favor del ejército de Belgrano cuando se produjo una reacción inesperada. Las dos alas paraguayas mandadas por Cavañas y Gamarra reaccionaron y contraatacaron a los porteños realizando un movimiento de flanco. La tropa de Belgrano que había ocupado la población de Paraguarí se vio sorpresivamente atacada y tuvo que retirarse en precipitada fuga. Trató el jefe desesperadamente de contraatacar pero ni la oficialidad ni la tropa le respondieron.


A medio día finalizaba la acción con el triunfo de los paraguayos. El ejército invasor había sido rechazado e inició su retirada hacia el Paraná. Debemos referirnos ahora brevemente a los sucesos de Asunción. Al llegar a la ciudad la noticia de que en su avance inicial los porteños se habían apoderado de Paraguarí y que el gobernador Velasco había huido, el pánico hizo presa de la ciudad. Las familias de los principales españolistas buscaron el amparo de los barcos embarcándose en ellos con el armamento y un millón de pesos fuertes y dejando a la ciudad inerme. Pero muchos criollos corrieron a los cuarteles en busca de armas y municiones y en eso estaban cuando un chasque trajo la noticia de la reacción del ejército y la derrota del invasor. Se echaron a vuelo las campanas y desembarcaron los que horas antes habían buscado refugio en los barcos dispuestos a partir con destino a Montevideo. Retirada del invasor Lentamente realizó su retirada el ejército de Bel-grano. Este, al parecer, se hallaba completamente desilusionado y convencido de que el Paraguay solo podía ser liberado por la fuerza. Sin embargo mientras marchaba rumbo al Paraná intentó atraerse por medio diplomáticos a los criollos paraguayos. En una conversación mantenida con Antonio Tomás Yegros, quien le visitó como parlamentario, le aseguró que no había venido a conquistar al Paraguay sino a auxiliarlo y que le repugnaba derramar la sangre de los paraguayos. Vino a sacar al Paraguay de las cadenas, suprimir el inicuo servicio de milicias, darle comercio franco, quitar el estanco del tabaco. Esta negociación prosiguió en secreto durante varios días. Por su parte los españolistas deseaban aprovechar la victoria de Paraguarí; su plan era arrojar al invasor al otro lado del Paraná para protegerse con la caudalosa corriente de este río, y redoblar los esfuerzos para ponerse en comunicación con Montevideo. En los primeros días de marzo están de nuevo frente a frente los dos ejércitos. Uno de los principales jefes, Cavañas y varios de sus compañeros, son partidarios de un acuerdo pacífico con Belgrano. Pero el 7 de marzo llega al campamento el teniente coronel Gamarra quien trae instrucciones de Velasco de definir la situación por la fuerza. El plan de Cavañas es cruzar el Tacuarí a una legua de distancia por un puente construido en forma improvisada por el comandante Luis Cavallero; pasar por el puente mil hombres y tres cañones y con ellos atacar al enemigo por la espalda. Esta columna fue confiada al mando del comandante Gamarra. A la aurora se hizo el cruce del río, mientras los cañones que quedaron en la línea paraguaya bombardeaban intensamente al enemigo. A las 7 de la mañana se inició la batalla campal. Belgrano con parte de su infantería sostuvo la línea del Tacuarí, destacando a su segundo, Machaín, para tratar de contener a la columna Gamarra que le amenazaba por la retaguardia. Las tropas de Machaín establecieron su reducto en una isleta que fue rodeada por las tropas de Gamarra. Machaín y los suyos se rindieron a discreción. Otra parte del ejército porteño se desbandó. Belgrano al frente de solo 250 soldados mantuvo la resistencia. Pero todo resultó inútil. Totalmente derrotado y sin


posibilidad de salvación el jefe argentino envía un parlamentario solicitando un armisticio que le es acordada con todos los honores. En el atardecer de ese día al retirarse Belgrano con sus tropas vencidas, las fuerzas paraguayas le presentan armas. Muchos critican en el ejército que se haya acordado condiciones tan ventajosas y honrosas al general acorralado. Ignoraban que estaba dando sus frutos la negociación mantenida con Antonio Tomás Yegros, después de Paraguarí. Negociación con el jefe porteño En seguida se reanuda la negociación del jefe porteño con los criollos paraguayos. Belgrano conferencia con Fulgencio y Antonio Tomás Yegros, Vicente Ignacio Iturbe, el padre Agustín Molas. Belgrano ofrece: 1° paz, unión, entera confianza, franco y liberal comercio de todos los frutos de la provincia, incluso el tabaco con los del Río de la Plata y particularmente con Buenos Aires; 2° formación en Buenos Aires de una junta presidida por el gobernador Velasco. Cavañas y los principales jefes paraguayos comparten ampliamente los puntos de vista de Belgrano, pero nada pueden resolver sin el consentimiento del gobernador. La negociación entre ellos y el jefe porteño se prolonga durante los meses de marzo y abril. Belgrano pide a Cavañas persuada a Velasco de la importancia de la paz, unión y amistad entre el Paraguay y Buenos Aires.

Velasco sabe del contacto entre los jefes de los dos ejércitos y del espíritu nuevo que está naciendo. Considera peligrosa la situación; marcha a Santa Rosa de Misiones y allí adopta una serie de medidas que le concitarán la antipatía general: releva a Cavañas del mando; desmoviliza la mayor parte de las tropas sin pagarla; prohíbe toda comunicación con el ejército de Belgrano. A estas medidas agrega el envío a Montevideo de los prisioneros de Paraguarí y Tacuarí en condiciones humillantes. Todo esto crea un clima de subversión. III PREPARATIVOS REVOLUCIONARIOS Cabe agregar que la revolución estaba decidida desde fines de marzo. Diversos factores aceleraron los acontecimientos; entre ellos, la conducta impolítica de las autoridades españolas totalmente desprestigiadas a raíz de la guerra civil. El prestigio de Velasco había sufrido un rudo golpe por su defección en Paraguarí y por no haber reasumido el mando directo del ejército después de dicha victoria. Los realistas de Asunción quedaron igualmente desconceptuados por haber embarcado sus familias y caudales apresuradamente, al recibirse en la capital la falsa noticia del triunfo de Belgrano en Paraguarí. En cambio los criollos retornaban orgullosos tras de haber salvado con su sacrificio y su valor la libertad y el destino de la Provincia. Pero lejos de obtener recompensa alguna fueron preteridos y perseguidos. En la sesión del cabildo del 28 de marzo al alcalde segundo voto Antonio de Recalde atacó enérgicamente a Cavañas por la capitulación de Tacuarí, sosteniendo que ella había malogrado la victoria paraguaya. La actitud de Recalde es compartida por la mayoría de sus colegas; solo don José Carísimo defiende


indirectamente a Cayanas expresando que no debía disgustarse en forma alguna a los conciudadanos que habían prestado tan señalados servicios a la patria. De tal modo habrán arreciado los ataques contra el vencedor de Tacuarí que Velasco mismo tuvo que asumir su defensa; en el bando del 18 de abril fustiga a los que, una vez pasado el peligro, exigían a toda costa el aniquilamiento del enemigo. En la capitulación de Tacuarí se había acordado que los prisioneros de ambos bandos fuesen liberados. Lejos de cumplir este compromiso sagrado, las autoridades realistas mantuvieron detenidos a los prisioneros porteños hasta mediados de abril, fecha en que fueron remitidos bajo severa custodia a Montevideo. La palabra empeñada por Cavañas en nombre del ejército y del gobierno quedaba desmentida. Para la guerra se habían gastado más de cien mil pesos de la Real Hacienda; fueron movilizados más de diez mil hombres que acudieron a las filas costeando sus propios gastos. El transporte y la manutención del Ejército se hicieron a expensas de los vecinos. Ganados, caballos, vehículos, todo se tomaba de grado o por fuerza. La Provincia soportó esos sacrificios con estoicismo y altivez pero apenas terminada la lucha, se dio cuenta de que ellos no eran valorados debidamente. La tropa que combatiera contra el ejército invasor fue despedida sin pagársele, sin tener en cuenta que los soldados habían acudido al llamado de la Patria por sus propios medios abandonando sus pequeños pero respetables intereses. Velasco había atisbado en lo más hondo de la capitulación de Tacuarí. No escapó a su sagacidad el inminente peligro que representaba para su gobierno la entente cordial sellada entre paraguayos y porteños. Comprendió que no podía enfrentar abiertamente a los criollos, pues solo conseguiría adelantar su fin; ya no tenía el prestigio necesario para luchar de frente. Pero no por eso se consideraba vencido, elige hábilmente una vía indirecta. Sus primeras medidas están destinadas a separar a los patriotas de ambas Provincias, a introducir una cuña entre el ejército de Belgrano y las fuerzas paraguayas. En cumplimiento de un plan de alto vuelo hará que sus fuerzas invadan la Provincia de Corrientes, e invitará al jefe de las tropas lusitanas de Río Grande del Sud a ocupar las Misiones Occidentales. Redoblará por otra parte sus comunicaciones con el Virrey Elio, requiriendo los refuerzos y auxilios que Montevideo podía facilitarle porque su escuadra dominaba en el Río de la Plata y en el Paraná. Cavallero e Iturbe en Asunción El 3 de abril llegan a Asunción de regreso de la campaña el capitán Pedro Juan Cavallero y el alférez Vicente Ignacio Iturbe. Estos jóvenes oficiales venían decididos a cambiar la situación política. El 4 de abril por la tarde pasa Iturbe a caballo frente a la casa del abogado mendocino Dr. Juan de la Cruz Bargas, quien le felicita por el triunfo de Tacuarí. Platican ambos detenidamente; momentos antes de despedirse, Iturbe pregunta a Bargas si qué sabía o había oído decir de una conspiración preparada para tomar el cuartel y libertar a los prisioneros porteños, a lo que responde el interlocutor que nada sabía. Entonces le dice Iturbe: "Extraño que V. no lo sepa que está aquí, pues yo que ayer llegué del campo ya lo he oído decir". Bargas le expresa que era un desatino pensar en semejante cosa pues ya se había adoptado el temperamento de no reconocer a la Junta de Buenos Aires y


había que sostenerlo, agregando, que solo unos locos podían pensar en una conmoción para la cual se necesitaba cabeza, dinero y gente. Termina aconsejándole que no interviniese en semejante desatino en caso de ser invitado. El joven oficial le responde que no lo haría pues acababa de exponer su vida en dos acciones en defensa de la Patria, acciones en la que había adquirido mucho honor y mucho crédito. La misma noche del 4 de abril, Bargas se encuentra con don Antonio de los Santos, quien le habla nuevamente de los rumores de conspiración. Temiendo que hubiese algo de cierto, busca al alcalde de primer voto, Dr. Bernardo de Haedo, para avisarle, pero no hallándole, transmite sus sospechas al regidor Dr. José García del Barrio; éste le da las gracias manifestándole que el gobierno ya estaba enterado y que había tomado sus providencias. La conspiración existía realmente, pero no tenía como objetivo derrocar a Velasco sino libertad a los prisioneros que sufrían toda clase de maltratos, pues los oficiales estaban engrillados en obscuros calabozos y la tropa apiñada en la cubierta de un bergantín. Los jóvenes conspiradores eran Manuel Domeque, Marcelino Rodríguez y Manuel Hidalgo. Habían juntado algún dinero entre los amigos, reunido algunas armas y seducido un grupo de soldados de la tropa que custodiaba a los prisioneros. El plan era atropellar la guardia del cuartel, libertar a los presos políticos y seguidamente apoderarse a viva fuerza del barco en que se hallaban los prisioneros. En la noche del 1° de abril estando en su casa José Antonio Agüero llegó Miguel Molas a invitarlo de parte de Domeque a que pasase a su cuarto. Domeque le pide en presencia de Hidalgo y Rodríguez que busque diez hombres para un alzamiento por lo que le pagaría de trescientos a cuatrocientos pesos. El 4 de abril por la noche vuelve Agüero a lo de Domeque. Preguntado si ya tenía la gente, contesta que no. El dueño de casa le expresa entonces que él ya tenía la gente lista —100 hombres— que se reunirían en su chacra de Samuhú-Peré. Que el golpe sería en la madrugada del sábado 6. Esa noche Agüero, que no había guardado el secreto debido, a instancias de un esclavo, denuncia el complot al alcalde de primer voto. En la mañana del 5, Domeque, Hidalgo y Rodríguez son apresados por el capitán Antonio Zavala.

La conspiración fue descubierta por la delación del Dr. Bargas y la de Agüero. Del proceso —que fue lleva do con suma lentitud— se encargó el regidor Francisco Riera. Pero allí no para la indiscreción Bargas. En la noche del 8 de abril se hallaban jugando malilla en casa del administrador general de correos don Bernardo de Jovellanos, el Dr. Bargas, don Juan Antonio Castello y el capitán Juan A. García Parga. Llega el alférez Pedro de Bedoya quien llama al capitán y ambos se dirigen a la plaza. Los jugadores abandonan la partida y salen al corredor de la casa. Mucha gente se reunía en la plaza porque corrían voces de que venía gente a sorprender al Colegio y a liberar los prisioneros. Jovellanos dice que debía ser lo mismo que se atribuía a tres sujetos que habían sido arrestados. Que para él no eran más que cosas de muchachos. Bargas dice que algo ocurría pues a él le había consultado un oficial muy joven inclinado al Partido Revolucionario, pero que lo había disuadido. Preguntándole Jovellanos si el gobierno conocía ese antecedente, Bargas le contesta que ya lo había contado al síndico García Olivero. El aludido por Bargas es Iturbe. Se inicia otro sumario: Iturbe niega categóricamente tener conocimiento alguno del asunto.


Sin embargo, al precederse al embarque de los prisioneros porteños con destino a Montevideo, Iturbe manifiesta al teniente Manuel Correa, a quien acompañó hasta el puerto, que la revolución era un hecho. Los rumores, las alarmas, las delaciones, la reunión inmotivada del pueblo en la Plaza, indican claramente un estado subversivo. Trabajos subversivos en el mes de abril Durante todo el mes de abril prosiguen los trabajos revolucionarios. Cavallero e Iturbe se comunican con los presos del Cuartel y estos le enteran de las novedades militares. Ambos militares. Antonio Tomás Yegros y los Ttes. Montiel y José Agustín Yegros, se ponen en contacto con algunos civiles. Uno de los más decididos propulsores de la revolución es el franciscano Fray Fernando Caballero, figura venerable de su orden, que presenciara la revolución del 25 de Mayo en Buenos Aires. Desde su regreso a Asunción en octubre del año 10, se convierte en el más decidido propagandista de la causa emancipadora. Fray Fernando se hallaba vinculado con las figuras más prominentes de la Provincia; sus voces propaladas por la ciudad contribuían de un modo poderoso a alentar el movimiento. IV EL PLAN DE LA REVOLUCIÓN La revolución no iba a concretarse por medio de un golpe cuartelero sino mediante una marcha sobre la capital asunceña. Yegros se sublevaría en Itapúa; Cavañas movilizaría tropas en las Cordilleras y reunidos ambos marcharían sobre Asunción. Al mismo tiempo que en Itapúa la revolución estallaría en Corrientes, ciudad ocupada por fuerzas paraguayas al mando del comandante Blas José de Roxas. La sublevación de Yegros en Itapúa y de Roxas en Corrientes estaba calculada para mediados del mes de mayo, y la ocupación de la capital de Asunción, fin victorioso de la revolución, para el 29 de mayo, más o menos. La Junta a formarse era la siguientes: presidente: Cavañas; vocales: Gamarra, Fulgencio Yegros, Pedro Juan Cavallero, Fray Fernando Cavallero y el Dr. José Gaspar de Francia.

Veremos que el plan revolucionario se cumplió matemáticamente en su primera parte, solo la segunda parte fue alterada por la interferencia de la misión portuguesa del Tte. José de Abreu y el descubrimiento del complot por las autoridades de la Provincia. La misión Abreu Velasco mantenía relaciones desde antes de Tacuarí con los portugueses, habiendo trocado varias cartas con el gobernador y capitán general de Río Grande del Sur general don Diego de Souza. La famosa princesa Carlota Joaquina — esposa del regente de Fernando VII— se consideraba heredera de este último en sus dominios americanos, perdida la madre patria para la corona. Desde la interdicción de su real hermano, Carlota Joaquina trabajó sin descanso para ocupar


la regencia en América. Ganó para su causa entusiastas y apasionados adeptos que al producirse la revolución de 1810 pretendieron coronarla en el Río de la Plata. Bajo el manto inocente de Carlota Joaquina —la Corte del Janeiro— con esa sutileza que tan bien caracteriza la política lusitana, realizaba una fina maniobra a espaldas de su propia soberana. Ofrecía a los gobernadores españoles el apoyo de las fuerzas portuguesas para sostenerlos frente a los revolucionarios de mayo. Aceptar esta ayuda interesada implicaba correr graves riesgos. Así lo comprendió el gobierno central de España y ordenó a sus representantes en América que bajo ningún pretexto aceptasen la entrada de fuerzas portuguesas en sus respectivas jurisdicciones. Para concretar la promesa de ayuda, el general Souza envió a Asunción en misión especial al teniente José de Abreu. Abreu llega a Itapúa el 15 de abril; allí es detenido por Fulgencio Yegros durante quince días, pero Velasco ordena que se le deje seguir hasta Asunción. Arriba a la capital el 9 de mayo siendo recibido por una manifestación de más de 3.000 personas. Velasco lo espera y lo saluda en la puerta de la casa de los gobernadores. Mantienen el gobernador y el comisionado una conferencia de dos horas durante la que el primero refiere detalladamente las acciones en que había vencido al ejército expedicionario de Buenos Aires. Asegura el gobernador a Abreu que su único empeño era el de ponerse a los pies de doña Carlota Joaquina, pues no reconocía otro sucesor a la Corona y Dominio de España. El día 10 ambos personajes celebran una nueva conferencia. Velasco expresa al enviado lusitano que sería muy conveniente que el general Souza le enviase 200 hombres de caballería que se estableciesen en las Misiones Occidentales. Los partidarios más entusiastas de la aceptación del auxilio ofrecido por Souza eran los miembros del cabildo, quienes querían en tal forma quebrar la rebeldía de los patriotas y asegurar el gobierno español tambaleante. Al decir de un contemporáneo, ellos recibieron la misión de Abreu como un don del cielo. La negociación entre las autoridades y Abreu, continúa durante varios días. El 11 de mayo se lleva a cabo una reunión a la que asisten Velasco, el Ayuntamiento en pleno y el obispo Panes. La sesión se prolonga desde las 4 de la tarde hasta las 11 de la noche. Se resuelve en ella contestar a Souza aceptando el auxilio de los 200 hombres que continuarán bajo su mando; se impartirían órdenes a Yegros para obedecerle, nombrándosele gobernador de las Misiones Occidentales, nombramiento que debía ser ratificado por Souza. En el acta del cabildo, consta el acuerdo. Se Descubre la Conspiración Los revolucionarios seguían vigilantes las actividades de Abreu. A pesar del misterio de que estaban rodeadas las negociaciones, ellos seguían su curso por el Tte. Asesor Letrado Dr. Pedro Somellera. La intervención de los portugueses implicaba un serio peligro y podía hacer fracasar los planes revolucionarios. Al conocerse la noticia de la aceptación del auxilio ofrecido por Souza, los patriotas resuelven enviar con urgencia a José María Aguirre para informar a Yegros de la novedad y pedirle que en cualquier forma impidiese el paso de Abreu. Pero éste que debía partir el 14 suspende su viaje hasta el día siguiente, dejándose entonces sin efecto la comisión


de Aguirre. En la mañana del 14 de mayo, el Síndico procurador Juan Antonio Fernández se aboca a su pariente y amigo Vicente Ignacio Iturbe y le dice que el gobierno sabía lo que estaban tramando y cual era el objeto de las juntas que se realizaban en casa de don Juan Francisco Recalde; que se dejasen de eso y no pensasen en locuras; le aconsejaba como amigo para que después no se quejase. Iturbe avisa a Cavallero, y después de un cambio de ideas entre todos los completados, se decide dar el golpe la misma noche del 14, sin esperar las tropas de Cavañas y de Yegros. En el transcurso del día se prepara el plan del golpe que no dejaba de presentar serias dificultades tanto en el orden político como en el militar. En efecto, la revolución que debía ser dirigida por Cavañas y Yegros y ejecutada con sus tropas, por circunstancias imprevistas, tenía que traducirse en un golpe de cuartel cuya responsabilidad iba a recaer en jóvenes e inexpertos oficiales como Cavallero e Iturbe. En esta difícil y grave circunstancia era necesario encontrar un consejero. Se pensó en el doctor José Gaspar de Francia que se hallaba en su quinta de Ibirai (Trinidad). Aceptó la propuesta y trazó el plan sobre el cual tenía que desarrollarse el golpe. El factor militar provoca un cambio en el orden político; se abandona la idea de derrocar a Velasco; se recurre a un procedimiento menos radical: la agregación de dos diputados a Velasco. Esta hábil solución tranquilizará a los realistas evitando una reacción inmediata. Los mismos españoles habían recurrido en Buenos Aires a la agregación de cuatro diputados a Cisneros el 24 de mayo de 1810. Este precedente contribuiría a enervar la resistencia realista. V 14 Y 15 DE MAYO A las 8 de la noche Cavallero, Iturbe y sus compañeros, ocupan el cuartel. Las tropas que lo guarnecían —no pasaban de 50 hombres— eran mandadas por el alférez Mauricio José Troche, uno de los complotados. La primera medida de los revolucionarios es la de libertar a los 30 presos políticos entre los que se hallaban el Dr. Juan Francisco Agüero, el Dr. Juan Manuel de Granee, el franciscano Orué, D. Santiago Aráoz y los jóvenes Domeque, Rodríguez e Hidalgo. Momentos después de la ocupación del cuartel salía Abreu de su residencia, cuando se encuentra con el Tte. Coronel Juan Manuel Gamarra —carabina en mano y dos pistolas al cinto— acompañado por un soldado; Abreu inquiere de Gamarra si que sucedía: éste le contesta que iba a la casa de los gobernadores porque gritaban en las calles ¡alboroto en la plaza! Van juntos a la residencia del gobernador, quien interrogado por Gamarra expresa que nada sabía habiendo sólo oído el grito ¡alboroto en la plaza! En eso llega uno de los capitulares todo azorado diciendo que las tropas se habían sublevado en el cuartel, que no abrían la puerta a nadie y trabajan en montar piezas de artillería y cargar fusiles. Encomienda Velasco a Gamarra la misión de ir hasta el cuartel —que distaba cien metros de la gobernación— a inquirir noticias. En el cuartel altean a Gamarra quien da su nombre. Le responden: "Disculpe mi General pero no se abre ahora la puerta". Replica el jefe preguntando si no le conocían: le contestan que sí y a ver si él era también de los que querían desarmar a los paraguayos. Contesta entonces el vencedor de Paraguarí que bien lo conocían y que él también era paraguayo. Acto


seguido retorna a la casa de los gobernadores a dar parte a Velasco. Un tiempo después Gamarra envía al cuartel a un oficial paraguayo, compañero de los que se habían alzado. Antes de llegar a la puerta, le disparan un tiro de carabina desde una de las ventanas. Vuelve el citado teniente y refiere lo sucedido. Velasco pregunta a Abreu que se debía hacer, aconsejando éste se rodee el cuartel y se espere el alba. En eso llega el mayor de plaza Cabrera (sic) con 8 soldados que andaban de ronda, y se ofrece ir al cuartel. Le niegan la entrada; los soldados que lo acompañaban piden que se les abra la puerta pues eran paraguayos. Se les permite la entrada pero el mayor es apresado inmediatamente. El gobernador encarga de una nueva misión conciliadora al mercedario Fray Inocencio Cañete, anciano y virtuoso sacerdote. Fray Inocencio se dirige al cuartel donde trata de apaciguar a los oficiales, pero nada consigne. Pedro Juan Cavallero le dice: "Dígale, Padre, al gobernador, que esté tranquilo. Que por la madrugada sabrá todo". Como dos veces volvióse al cuartel, los oficiales le dicen que retorne a su convento pues estaban hartos de plática. Abandonemos la casa de los gobernadores de Asunción donde Velasco y sus partidarios se hallaban indecisos y volvamos al cuartel. Intimación de Cavallero En la madrugada del 15, Vicente Ignacio Iturbe se dirige a la casa de los gobernadores y hace entrega al gobernador Velasco de la intimación de Pedro Juan Cavallero. Decía así: "En atención a que la Provincia está cierta de que habiéndola defendido a costa de su sangre, de sus vidas y de sus haberes del enemigo que la atacó: ahora se va a entregar a una potencia extranjera que no la defendió con el más pequeño auxilio, que es la Potencia Portuguesa: Este Cuartel de acuerdo con los oficiales patricios, y demás soldados no pueden menos que defenderla con los mayores esfuerzos y para el efecto pide lo siguiente: Que se entregue llanamente a este cuartel la Plaza y todo el armamento así de dentro como de fuera de la ciudad en cualquier mano que se hallen y que para el efecto lo pida el señor gobernador y lo congregue en su casa para con su aviso mandar por ello este Cuartel el diputado que corresponde. Que el señor Gobernador siga con su gobierno pero asociado con dos diputados de este Cuartel, que serán nombrados por dicho cuartel a satisfacción mientras lleguen los demás oficiales de plana mayor de esta provincia (cuya vez hace por ahora este cuartel) que entonces se tratará, y se establecerá la forma y modo de gobierno que convenga a la seguridad de esta provincia. Que igualmente mientras tanto se cierre la casa de Cabildo, y se entregue la llave a los diputados socios del señor gobernador; y que igualmente entretanto se retiren del lado de él don Benito Velasco, don José Elizalde, entregando el primero la llave de la secretaría, y el segundo la de la tesorería a los mismos socios del señor


gobernador. Que ningún barco se mueva de ninguno de los puertos de esta provincia mientras no lleguen a esta los oficiales de la provincia y se establezca lo conveniente. Que igualmente se retire el señor gobernador don José Teodoro Fernández y todos los del Cabildo Secular, con prevención a todos ellos y a los demás que se han de separar de S.S. que no salgan de esta ciudad antes de dicho establecimiento. Que asimismo no salgan de la ciudad los portugueses que ahora poco han entrado en ésta con diputación clandestina. Y que mientras tanto siga la ciudad sin embarazo sus oficios, comercio y agricultura, sin estrépitos ni alborotos; y que tampoco se embarace al cuartel la comunicación libre con la ciudad y con la provincia ni se intercepten sus chasques. Cuartel General y mayo 15 de 1811. Por mí y por mis subalternos: Pedro Juan Cavallero. Señor Gobernador Intendente don Bernardo Velasco". La causa, o mejor dicho el pretexto del movimiento es la entrega de la provincia a una potencia extranjera [Portugal]. No se pide a Velasco que abandone el gobierno; sólo se le propone se le asocien "dos diputados" nombrados por el cuartel. Pero esta disposición es transitoria: cuando lleguen los "demás oficiales de la plana mayor de la provincia, entonces se tratará y establecerá la forma y modo de gobierno que convenga a la seguridad de esta provincia". Las otras medidas requeridas en la intimación son de seguridad. Mientras el gobernador preparaba su respuesta, Iturbe quedó conversando en la guardia, donde dijo "asaz enfadado": "Que no se necesitaba incomodar a Portugal, pues no carecían de socorros; que los europeos habían quedado en la ciudad, sin ayudar con su dinero al pago de las tropas milicianas ocupadas en la defensa de las fronteras, diciendo que no tenían dinero, siendo la verdad que el día del ataque a Paraguarí, como un traidor hiciera correr la noticia de que habían triunfado los de Buenos Aires, muy luego embarcaron los mismos europeos 35.000 pesos fuertes, a fin de ponerlos a salvo en Montevideo; que después de haber los paraguayos repelido y ahuyentado de su frontera a los de Buenos Aires, los puestos públicos fueron otorgados solamente a los europeos, y aún a los que se quedaron en la ciudad, no siendo contemplados para nada los paraguayos, tratándolos con desprecio, y peor que antes, por último, que trataban de desarmarlos, a fin de quedar sólo armados los europeos". Replicó a esto el ayudante de órdenes don José Teodoro, diciendo que antes bien se trataba de armar un mayor número de paraguayos; que en cuanto al dinero, bien se sabía que él, ayudante de órdenes, estaba comisionado para ir a Matto Grosso a recibir el dinero que el capitán general de Cuyabá había ofrecido. Le respondió el alférez Iturbe que él, José Teodoro, tendría buen interés en aquella comisión, como que además de la soldada, le daban bastante dinero para


los gastos de viaje, así como dieron 600 pesos a don Carlos Genovés que condujo los prisioneros a Montevideo, y que a él, Iturbe y a los demás, no se les daban semejantes comisiones, a no ser para trabajar y arriesgar sus vidas sin que nada se les pagara y tratándolos con desprecio; que no hallaban para gobernar y a quien darlo todo sino a los europeos; y por último que había de decir la verdad aunque lo matasen". La respuesta bastante ambigua del gobernador fue la siguiente: "Señor don Pedro Juan Cavallero: Con vista del oficio que con esta fecha me ha dirigido Ud. en su nombre y de sus subalternos, y en consideración a las miras que Ud. se propone de funestas consecuencias no puede menos de acceder a sus proposiciones como el más interesado en la tranquilidad de este vecindario y de toda la provincia, a pesar de que espero que ese Cuartel tendrá ocasión de desempeñarse de que jamás cupo en mi imaginación entregar esta provincia a dominio extranjero como se acreditará con todos los documentos de la materia. El alcalde de primer voto me ha entregado las llaves de las Casas Capitulares las que serán entregadas a los diputados. Dios guarde a Ud. muchos años. Asunción, 15 de mayo de 1811. Bernardo de Velasco". Despachado Iturbe con la contestación, Velasco indica al teniente Abreu que queme las comunicaciones que le habían entregado dando respuesta al general Diego de Souza. A esta altura (madrugada del 15) se esboza una resistencia en el Palacio. Grupo de miñones armados se dirigen al cuartel de los patriotas y lo cercan. Las tropas del cuartel les disparan unos tiros y los miñones huyen inmediatamente. Al aclarar el histórico día 15 de mayo de 1811, las cosas seguían igual. Según Mariano Antonio Molas "siguió el Gobernador con su oposición, permaneciendo inflexible toda esa noche a cuanto se le proponía por el cuartel. Se valió de cuantos medios le dictó su prudencia para aquietar y apaciguar los ánimos enardecidos ya y dispuestos a usar de la fuerza para derribarlo del mando; pero no se atrevió ni permitió que sus adeptos se valiesen de las armas. Amaneció el día 15 sin que el gobernador desistiese de su oposición, ni las tropas de su empresa..."

A primera hora la tropa salió del cuartel arrastrando 6 piezas de artillería; dos de ellas fueron asestadas a la casa de gobierno y una en cada bocacalle. Gran número de pueblo se unió a los militares. A esta nueva intimación contestó Velasco que reunía el cabildo "a fin de proceder a la entrega exigida..." Como ella se retardase hasta las ocho de la mañana, los oficiales instaron desde el cuartel amenazando con romper el fuego de la artillería. Iturbe fue portador del ultimátum:


"Señor Gobernador Intendente Don Bernardo de Velasco. Ha retardado V.S. la contestación a nuestra última proposición, y es necesario que nos entregue al momento el Armamento confiado al Cuerpo de Miñones, y haber accedido a los demás propuestos puntos antes que la Dilación nos impulse a otra determinación sensible a nosotros mismos alterando nuestra humilde y honesta solicitud. Dios guarde a V.S. muchos años. Por mí y por mis Oficiales. Pedro Juan Cavallero". Velasco reiteró entonces su decisión de que no se derramase sangre e hizo decir a los oficiales que accede-- ría todo lo pedido. Al recibirse esta respuesta hubo gran júbilo entre los revolucionarios. Se izó una bandera en la Plaza; se dispararon 21 cañonazos, y luego, todos gritaron ¡viva la unión! En seguida se difundió este bando del gobernador: ! "Don Bernardo de Velasco y Huidobro Brigadier de Reales Ejércitos Gobernador Militar y Político e Intendente de la Provincia del Paraguay y treinta Pueblos de Misiones. "Por cuanto conviene a la quietud y buen orden que el vecindario viva recogido en las noches, se tendrá entendido que el que de las nueve en adelante se encuentre fuera de su casa, será conducido por las Patrullas arrestado al Cuartel del Colegio, y cuando con justificada precisión salga alguno después de dicha hora, llevará Farol, pero de ninguna manera tres Personas juntas, y ni una de las clases de Negros y Pardos: Y publíquese por bando para que llegue a noticia de todos. Fecho en la Asunción a 15 de Mayo de 1811. Bernardo de Velasco. Por mandato de Su Señoría —Jacinto Ruiz— Escribano Público y de Gobierno". Y luego otro bando ordenando la entrega de las armas en el perentorio plazo de dos horas, bajo pena de castigo de todo rigor. En virtud de este bando se recogieron 150 carabinas. Se despacharon chasques para llamar a los altos jefes, el coronel Gracia y los tenientes coroneles Cavañas y Fulgencio Yegros. VI EL NUEVO GOBIERNO En la tarde del 15 Cavallero envió dos nuevas notas al gobernador. En la primera reiteró el pedido de entrega de la documentación sobre la misión y las llaves


del Cabildo. En la segunda pidió que las municiones, la pólvora y varios cañones fuesen entregados al cuartel. La primera comunicación dice: "Hemos recibido el oficio de V.S. del día en que accede a nuestras proposiciones como el más interesado en la tranquilidad de este vecindario, asignándose desengañar con documentos de la materia la entrega de esta Provincia a dominio extranjero. La promesa es buena y hubiera sido mejor si con la contestación de V.S. viniesen originales los documentos; pero como ellos no han parecido para el colmo de nuestro júbilo, ni se ha designado hora en que exhibirlo, nos ha dejado en el mismo desconsuelo por la demora, que el que nos asiste en orden a la retardada entrega del armamento confiado al Cuerpo de Miñones; dejándonos margen para discutir que bajo de la dilación se propende a alguna desesperada Disposición, que ya no nos será posible evitar si inesperadamente así la experimentamos. En cuanto a la Llave de la Casa consistorial, y su entrega a los Diputados contestamos que a la hora deseamos ser Depositarios de ella, sin permitir pasar más tiempo ni demora su existencia en manos del Presidente ni de V.S. por convenir así a nuestra satisfacción y no por género de desconfianza. Dios guarde a V.S. ms. as. Cuartel General, mayo 15 de 1811. Pedro Juan Cavallero". La segunda: "No es menos del caso clamar por toda la pólvora, balas, municiones y plomo que haya en esta Ciudad, y su Distrito, tanto en los Buques armados de Guerra, cuanto en casas particulares por Distribución en cartuchos, sin excluir especie alguna de esta naturaleza ni porque exista en el Dominio de Mercaderes, pues conviene que toda munición propia, y perteneciente al Cuartel Gral. como son también de otra clase los Padreros montados en dos Buques, y dos Cañones, volantes que tiene V.S. en el Patio de su casa, vengan a custodiarse en el Cuartel; Y no queden en el Dominio de ellos. Mercaderes por título de propiedad las demás especies sin vender previamente al Cuartel, que considera caudal efectivo para haberlo de contado en las Arcas del Ramo de Guerra, o de R. Hacienda ordenando por Punto de Bando que inmediatamente, entreguen sus precarios Poseedores, y vendan los propietarios Dueños. Así esperamos de la puntualidad de V.S. Dios guarde a V.S. muchos años. Cuartel General, mayo 15 de 1811. Por mí y por mis oficiales. Pedro Juan Cavallero. Señor Gobernador Intendente Don Bernardo de Velasco". La contestación del gobernador a estas dos comunicaciones fue dada el día


16: "En oficio que recibí ayer tarde de ese Cuartel se echa de menos que no hubiese remitido con mi anterior contestación los documentos, que en ella cito, los que tengo entregados al Escribano, a fin de que quede en esta Secretaría Copia testimoniada, y pasar los originales para que enterado de ellos V. y sus subalternos, puedan formar el concepto que merezca su contenido. No ha habido el menor retardo en la respuesta a ese Cuartel de las Armas que en virtud del Bando se me han presentado, y es equivocación creer que los Miñones todos estaban armados, constándome que la mayor parte se retiraron con licencia mía de la Capilla de Paraguarí, depositando allí sus Armas antes de ponerse en marcha, y si es caso que alguno no ha dado cumplimiento a dicho Bando, sufrirá el castigo a que por esta falta se ha hecho acreedor. Las Llaves que en dicha mi contestación manifesté haberme entregado el Alcalde del Primer Vocal, y las que después recibí de la Tesorería las tenía reservadas para entregar luego que se presentase alguno de los socios, y como V. me diga que desean ser Depositarios de ellas, las manifesté al Capitán Rivarola, por si las quería llevar a que me contestó que pasaría primero a informarse de V. y no habiendo habido hasta ahora resulta alguna, espero que envíe V. un oficial que se reciba de ellos. Dios guarde a V. muchos años. Asunción, 16 de mayo de 1811. Bernardo de Velasco. Señor Don Pedro Juan Cavallero". Al atardecer fue arriada la bandera que se izara por la mañana y se dispararon nueve cañonazos. Y con esto finalizó la gloriosa jornada del 15 de mayo. Elección de los dos Diputados La integración del nuevo gobierno se trató en la noche del 15 en el cuartel. Estaban presentes los oficiales triunfantes, y varios civiles, entre éstos el doctor Somellera —asesor de Velasco, pero partidario de los patriotas—. Había que designar los dos diputados que gobernarían como adjuntos de Velasco. Alguien propone al doctor José Gaspar de Francia. Es objetado por uno de los presentes, probablemente por Iturbe. Replican sus partidarios que es el paraguayo más capaz. La discusión se prolonga y es urgente llegar a un acuerdo. Como medio conciliatorio se manda llamar a Fray Fernando Cavallero, franciscano, partidario entusiasta de la revolución. Llega y requerido sobre las ideas del candidato contesta: "Yo respondo con mi sangre del modo de pensar de mi sobrino Gaspar". Entonces Cavallero en esquela escrita de su puño y letra le hace llamar. El otro diputado elegido es el capitán Juan Baleriano de Zevallos, español, partidario de la revolución. Cavallero comunica la designación al gobernador:


"Consiguientemente al oficio de V.S. del día de ayer, ha nombrado este Cuartel por Diputados al Dr. Dn. Gaspar José de Francia y al capitán. Dn. Juan Baleriano de Zevallos a fin de que en consorcio de ellos se de expediente a las Providencias gubernativas que exigen las circunstancias; en la Inteligencia de que este régimen deberá ser puramente interino hasta tanto que este Cuartel en Unión con los demás Vecinos de la Provincia arregle la forma de Gobierno. Dios guarde a V.S. muchos años. Cuartel Gral., mayo 16 de 1811. Pedro Juan Cavallero. Señor Gobernador Intendente Don Bernardo de Ve-lasco". Y Velasco responde: "Por el oficio que acabo de recibir queda enterado haber nombrado ese Cuartel al Dr. Don Gaspar José de Francia y al capitán Don Juan Baleriano Zeballos, por Diputados, a fin de que en su consorcio pueda darse expediente a las providencias de Gobierno, ínterin se arregla la forma del que debe seguirse con la concurrencia de los que deban intervenir en este importante punto. Dios guarde a V.Md. muchos años. Asunción, 16 de mayo de 1811. Bernardo de Velasco. Sr. Don Pedro Juan Cavallero". En la mañana del 16 se recogió la artillería al patio del cuartel quedando en las bocacalles guardias de ocho hombres. Se presentaron varios requerimientos a los oficiales principales (Cavallero, Iturbe, Rivarola) contestando "que nada podían determinar sin que llegaran los dos diputados (Francia y Zeballos) y los oficiales de la plana mayor a quienes habían hecho llamar. . ." El teniente Abreu fue esa mañana al cuartel para informarse del motivo de su demora o impedimento. Le contestó Cavallero que pidiera cuanto quisiera pero que no era conveniente que saliese de la ciudad antes de la llegada de los nombrados oficiales de la plana mayor. La sencilla ceremonia del juramento se llevó a cabo en el cuartel en la tarde del 16 asistiendo los diputados electos Dr. Francia y capitán Zeballos y los siguientes oficiales: Cavallero, Juan Bautista Rivarola, Vicente Ignacio Iturbe, Carlos Arguello, Juan Bautista Acosta y Juan Manuel Iturbe. Se levantó la siguiente acta: "En la Ciudad de la Asunción del Paraguay mayo diez y seis de mil ochocientos once años, habiendo nombrado este Cuartel por Diputados adjuntos de Gobierno al Dr. Don Gaspar José de Francia, y al Capitán. Don Juan de Zeballos para providenciar interinamente hasta tanto se arregle la forma de Gobierno que sea más conveniente en virtud de lo convenido con el señor Gobernador Intendente: comparecieron los sobredichos adjuntos y enterados del nombramiento hecho


verbalmente en sus Personas, dijeron que lo aceptaban y juraron por Dios y una Cruz obligándose a usar de ese oficio fiel y legalmente atendiendo a la Tranquilidad y felicidad de la Provincia, en fe de lo cual firmaron conmigo y los Oficiales principales de este Cuartel de que certificamos". Bando del 17 de mayo Se divulgó al día siguiente el primer bando del nuevo gobierno. En él se informaba: 1° Que el gobernador y los oficiales habían convenido que el primero actuase asociado con el doctor Francia y el capitán Zevallos hasta tanto los vecinos de la provincia estableciesen el régimen y forma de gobierno; 2° Las miras e intenciones del presente gobierno y de la oficialidad no tienen por causa entregar o dejar esta Provincia al mando, autoridad o disposición de la de Buenos Aires ni de ninguna potencia extraña. 3° El público debe permanecer tranquilo, en la seguridad de que todos tendrán la protección de las leyes. Por tanto se abrirán las tiendas y casas de comercio, mercados y proveedurías, reanudándose las ocupaciones y negocios; 4° Se intima la entrega en el plazo de 24 horas de las armas de fuego, cortas o largas, así como de la pólvora, munición y plomo. En los días siguientes se toman nuevas medidas de seguridad. Son apresados los coroneles José Teodoro Fernández y Juan Manuel Gamarra, y los capitanes y marineros de los barcos —propiedad de europeos— surtos en el puerto. El teniente Abreu fue nuevamente al cuartel a pedir que lo dejasen partir. Se le contestó que ya estaba por llegar "el nuevo gobernador" Fulgencio Yegros y que una vez que arribase se decidiría su suerte. VII DEPOSICIÓN DE VELASCO Al mismo tiempo que el movimiento revolucionario explotaba en t. capital, Itapúa y Corrientes eran teatro de acontecimientos de trascendencia. El 16 de mayo —de acuerdo con el plan general de la revolución— el jefe de las fuerzas paraguayas que ocupaban Corrientes se sublevó, apresó a todos los europeos, los desarmó y los embarcó. Fulgencio Yegros por su parte detuvo en Itapúa a 115 europeos, y, se apoderó de todas las embarcaciones y se preparó a marchar rumbo a la cordillera donde le esperaba Cavañas con muchos miles de hombres. Era ésta la situación cuando en las últimas horas del 18, Fulgencio Yegros recibió la noticia del golpe del 14 de mayo. Se la transmitió a su hermano Antonio Tomás quien se encontraba en la estancia familiar de "Santa Bárbara" (Quiquió). Antonio Thomas escribió a Vicente A. Matiauda que se encontraba en Candelaria: "Acabo de leer y despachar a mi hermano [Fulgencio] el parte que da Cavallero de haber avanzado el cuartel, apoderándose de todas las Armas, Municiones


y Barcos, suspendiendo al Señor Gobernador, tomado el Archivo, y todo lo demás; llegaron a suspender al Portugués o Portugueses y a instancias de varios no hizo caso, y se mantiene duro aguardándonos para la Junta, y forma del Plan de Gobierno: llegó a extremos de sacar a la plaza 5 cañones, y gente armada, y los hizo temblar a los Miñones. No esperaba menos de él; pero siento no haber estado". Fulgencio Yegros en Asunción En seguida que recibió la noticia del movimiento de Asunción partió Fulgencio Yegros, el verdadero jefe de la revolución, cubriendo en tres jornadas la distancia que separa Itapúa de la capital. Su acogida fue triunfal. Desde temprano —el 21— salió mucha gente hacia la Recoleta a esperarlo. Llegó a este punto, en las afueras de la ciudad a las 4 de la tarde. Desde allí siguió con gran acompañamiento siendo saludado al entrar a la capital por una salva de 21 cañonazos. Al día siguiente se celebró un Tedeum por su feliz llegada. El Dr. Francia, Cavallero e Iturbe fueron a saludar al teniente Abreu en nombre del gobierno. Dos días más tarde el emisario portugués recibió la respuesta de los triunviros a la nota del general Souza. En ella se explicaba que el sólo objeto de la revolución había sido terminar las diferencias con Buenos Aires, restablecer un sistema de buena armonía, unión y correspondencia para el comercio y prosperidad de ambas provincias y defender la causa común "sin subyugarse una a otra". La intención del gobierno es mantener la mejor relación con los pueblos de la dominación de Su Majestad Fidelísima, el Rey de Portugal. La nota terminaba pidiendo a Souza un auxilio de 400 fusiles, pólvora, plomo, balas, etc. A fines de es mismo mes de mayo se tomó una decisión de importancia: evacuar y dejar libre la ciudad de Corrientes que nuestras tropas ocupaban desde abril. Se fundó la misiva en la necesidad de dar al pueblo de Buenos Aires y al mundo imparcial, un ejemplo de moderación y generosidad. La Carta de Genovés Se realizaban activamente los preparativos para la reunión del congreso anunciado en el bando del 17 de mayo cuando un hecho inesperado provocó la aceleración del proceso. Blas José de Rojas interceptó carta de Carlos Genovés a Velasco. Dicho oficial había ido a Montevideo conduciendo a los oficiales prisioneros de Paraguarí y Tacuarí. La carta decía: "Mi General Señor Don Bernardo de Velasco. Falucho San Martín, 27 de abril de 1811. Mi General. Por lo que pueda suceder, sírvase V.S. redoblar sus contestaciones con los Portugueses: que éstos cubran inmediatamente la Costa Oriental del Paraná: que los del Norte caigan, si es posible sobre el Paraguay inmediatamente y que las fuerzas de mar cubran aquel Punto. La gloriosa Batalla Naval del 2 de marzo nos libró de indecibles males: Ya somos dueños de todo el Río, y teniendo nuestra la Costa Occidental somos los


Reyes de la América del Sur. Yo no perderé momento: Ya ve V.S. que sé la situación política de la Provincia; en el entretanto, y pues el tiempo es muy corto queda todo de V.S. su afmo. súbdito Q.B.S.M. con el mayor respeto

Carlos Genovés. Si fuese posible sírvase V.S. disponer las cosas de tal modo, que el Señor Souza, despliegue su izquierda sobre el Punto de la Bajada cuanto antes; pues dicho Señor parece era ésta la determinación en el día es muy urgente por que el Señor Michelena se retiró por orden de su Excelencia y los tunantes se desplegaron bandoleramente entre los Ríos. Ayer un tal Tarragona Vocal de Santa Fe pasó un exhorto a ......... con un Inglés, para que se uniese a ellos. La contestación fue arrimarle una barra y remitirlo a Montevideo con el San Luis. Quisiera decir más; pero no hay tiempo: La contestación con los Portugueses es muy importante; muy útil, utilísima. El Paraguay será el restaurador de la América del Sur: Unión con esta Corte y no necesitamos más; si es posible sostengamos a Corrientes: Dispénseme V.S. este modo de explicarme: Soy muy interesado por mi Rey, por mi General y por la Patria de mi Mujer y mi hijo. Dígnese V.S. dispensarles toda protección, y dando mis cordiales expresiones al Señor Don Benito, queda todo de V.S. siempre afectísimo Q.B.S.M. Carlos Genovés". Esta imprudente misiva probaba en forma definitiva la connivencia de Velasco con los portugueses La situación del gobernador se hizo insostenible. Fue definitivamente depuesto el 8 de junio. Los oficiales del cuartel lanzaron un manifiesto afirmando que la carta de Genovés era la prueba definitiva de que maquinaba entregar la Provincia a una potencia extranjera. Había que adoptar medidas de seguridad y defensa por lo cual se resolvió suspender al gobernador y a los miembros del Cabildo y tenerlos "en un lugar de seguridad". Hasta la reunión del congreso el gobierno será ejercido por los dos diputados adjuntos. En el bando del 17 de mayo, primero lanzado por el nuevo gobierno, ya se había anunciado que una asamblea establecería el nuevo régimen y forma de gobierno y decidiría la suerte de la Provincia. En un bando del 28 de mayo se hizo saber que "era conveniente disponer la celebración de la junta general consiguientemente a lo que tenían acordado en conformidad con los oficiales y demás tropas acuarteladas en esta plaza según se notició al público por medio del bando del 17 del corriente con el justo fin de establecer el régimen y gobierno que deba observarse en adelante y cimentar la forma de unión y relaciones que esta provincia haya de tener con la de Buenos Aires; y aunque deseaban que cuanto antes se verificase esta Asamblea, pero considerando que debían asistir a ella no


sólo los diputados en las villas y poblaciones, mas también muchos vecinos principales, moradores en campaña a largas distancias; señalaban el día 17 del siguiente mes de junio acordando al mismo tiempo que los referidos consocios de gobierno verificasen la citación y convocatoria por medio de oficios y esquelas". Copia de esta resolución se pasó a todas las autoridades de las villas y poblaciones para que a pluralidad de votos eligiesen sus diputados.

A los vecinos se les hizo llegar la siguiente esquela: "Los consocios del gobierno tienen el honor de citar a Vmd. para la Junta General que se ha de celebrar en esta Capital el diez y siete del corriente para el establecimiento del Gobierno y fijar las relaciones de esta Provincia con la de Buenos Aires y las demás del continente. Asunción, Junio primero de mil ochocientos once. Doctor Francia. Zevallos".

VIII CONGRESO DEL 17 DE JUNIO El 17 de junio inicia el congreso sus sesiones en la histórica casa del Cabildo. Es brillante el concurso que asiste a la misma. Los revolucionarios civiles están representados por varios doctores de Córdoba y Chuquisaca: Marco Ignacio de Valdovinos; José Gaspar de Francia, Ventura Días de Bedoya, Manuel José Báez y varios otros. El clero tiene también una lucida representación: están presentes fray Francisco Javier Bogarín, los padres Sebastián Patino, José Baltazar de Casajus y Manuel Antonio Corvalán y los representantes de las cuatro órdenes religiosas. En los escaños reservados a los militares se sientan el coronel José Antonio Zavala y Delgadillo, fundador del Fuerte de Borbón; los vencedores de Paraguarí y Tacuarí, Manuel Atanasio Cavañas y Juan Manuel Gamarra y en los otros lugares toda la juventud dorada, la que había combatido con los ingleses en Montevideo, peleado en las dos jornadas, y realizado la revolución: Son ellos los Yegros, los Cavallero, los Iturbe, los Montiel, los Rivarola. Asisten al congreso más de 350 personas. En medio de la expectativa general los diputados del gobierno —que presiden el acto con el capitán Pedro Juan Cavallero— van a declarar abierto el acto e iniciar la lectura de su discurso. Refirióse el gobierno en la primera parte de su discurso a los sufrimientos de la Provincia: "Los males y padecimientos de nuestra provincia, han sido tan graves y tan notorios, que creeríamos perder el tiempo en querer individualizarlos. Hasta aquí hemos vivido humillados, abatidos, degradados y hechos el objeto de desprecio, por el orgullo y despotismo de los que nos mandaban. Ha llegado este exceso al extremo de querer reagravar nuestras cadenas, intentando disponer de nuestra libertad, de nuestra suerte y de nuestras personas mismas, como quien dispone de un rebaño de ganados, de una hacienda, o de una cosa mueble, sin atender a la dignidad y derechos de un pueblo grande, ni a la voz de la naturaleza que clama,


que los infelices paraguayos han padecido bastante en cerca de tres siglos, en que han sido indignamente vilipendiados y postergados. Al fin han pasado esos desgraciados tiempos de opresión y tiranía. La oscuridad en que yacíamos ha desaparecido, y una brillante aurora empieza a descubrirse en nuestro horizonte". Aludía seguidamente a la libertad alcanzada: "La provincia del Paraguay, volviendo del letargo de la esclavitud, ha reconocido y recobrado sus derechos, y se halla hoy en plena libertad, para cuidar y disponer de sí misma y de su propia felicidad. Este y no otro ha sido el objeto de nuestras tropas patrióticas, y de los valerosos vecinos que tomaron parte en la dichosa revolución del día .15 de mayo, día grande, día memorable, que hará la más señalada época en los fastos de nuestra provincia. Todas las medidas oportunamente tomadas, surtieron el mejor efecto, y al modo de un viento saludable que dispersa y deshace las densas nubes que amenazan una tempestad, se han desconcertado y descubierto los planes de los que por distintos rumbos, por diversos medios, y por varios fines se habían propuesto oprimirnos, y hacerse árbitros de nuestra libertad; de suerte que podemos decir, que el cielo favorece visiblemente la justicia de nuestra causa". Finalizó la exposición gubernativa haciendo referencia a la grave crisis planteada, a la importancia de la decisión que iba a tomarse, y a la absoluta libertad en que se dejaba a la asamblea para manifestar su opinión. EL VOTO DE MOLAS En nombre del partido de los patriotas habló don Mariano Antonio Molas. Su voto fue el siguiente: Primero: que don Bernardo de Velasco así por lo? motivos expuestos en el Bando así como por haber abandonado a nuestro ejército en Paraguarí quede privado de todo mando subrogándole una junta compuesta como presidente por el coronel Fulgencio Yegros, y como vocales el doctor José Gaspar de Francia, el capitán Pedro Juan Cavallero, el presbítero doctor Francisco Xavier Bogarín y don Femando de la Mora. Segundo: que todos los individuos del cabildo queden igualmente privados del mando. Tercero: que todos los empleos u oficios políticos, civiles y militares sean llenados en adelante con naturales de la Provincia. Cuarto: que esta provincia no sólo tenga amistad buena armonía y correspondencia con la ciudad de Buenos Aires y demás provincias confederadas sino que también se una con ellas para el efecto de formar una sociedad fundada en principios de justicia, de equidad y de igualdad, bajo las siguientes condiciones: Primera: Que mientras no se forme congreso general esta provincia se gobernará por sí misma sin que la junta de Buenos Aires pueda disponer y ejercer jurisdicción sobre su forma de gobierno, régimen, administración ni otra alguna causa correspondiente a esta misma provincia;


Segunda: Que restablecido el comercio dejará de cobrarse el peso de plata que anteriormente se exigía por cada tercio de yerba con nombre de sisa y arbitrio; Tercera: Quedará extinguido el estanco del tabaco quedando de libre comercio como otro cualesquier fruto y producciones de esta provincia; Cuarta: Que para los fines convenientes de arreglar el ejercicio de la autoridad suprema o superior y formar la constitución que sea necesaria, irá de esta provincia un diputado con voto en el congreso general en la inteligencia que cualquier reglamento, forma de gobierno o constitución que se dispusiere no deberá obligar a esta provincia hasta tanto se ratifique en junta plena y general de sus habitantes y moradores. A este efecto se nombra desde ahora por diputado al doctor José Gaspar de Francia, respecto a que ya anteriormente lo había sido por el ilustre cabildo, para que con una regular dotación se ponga en camino de Buenos Aires, luego que por parte de la Excelentísima Junta y generoso pueblo de aquella ciudad no se ponga reparo como se espera en estas proposiciones. Por último opino que por ahora quede suspendido todo reconocimiento de las Cortes, Consejo de Regencia y toda otra representación de la autoridad suprema o superior de la Nación en estas provincias, hasta la suprema decisión del Congreso General que se halla próximo a celebrarse en Buenos Aires. La palabra del bando españolista fue llevada por el diputado Francisco de Haedo que pidió la reposición de Velasco en el gobierno. Intervinieron también en el debate los presbíteros Manuel Antonio Corvalán, Sebastián Patino y José Baltazar de Casajús, los señores Juan Bautista de Achard, Marco Ignacio de Baldovinos, el coronel José Antonio Zavala. La gran mayoría de los asistentes apoyó el voto de Molas (290 sobre 330 congresales). Antes de disolverse el congreso que duró cuatro días prestaron juramento los miembros de la nueva Junta coronel Fulgencio Yegros, doctor Francia, presbítero Bogarín, capitán Cavallero y don Fernando de la Mora. Hubo júbilo general en la capital y el interior. Quedó así formado el primer gobierno patrio cuya acción se prolongó hasta el congreso de octubre de 1813 que puso el poder en manos de dos cónsules. La Junta realizó una intensa y patriótica labor sosteniendo con firmeza la independencia nacional, protegiendo la educación pública, fomentando la producción y el comercio. BIBLIOGRAFÍA PRINCIPAL Cecilio Báez. — Historia, Diplomática del Paraguay. Julio César Chávez. — Historia de las relaciones entre Buenos Aires y el Paraguay. Julio César Chávez. — El Supremo Dictador. Biografía de José Gaspar de Francia.


Julio César Chávez. — Un relato de la revolución del 14 y 15 de mayo en El Diario, 15 de mayo de 1938. Efraín Cardozo. — Paraguay Independiente. Justo Pastor Benítez. — La Vida Solitaria del Dr. José Gaspar de Francia, dictador del Paraguay. Efraín Cardozo. — Una entrevista inédita en Tacuarí. Documentos del Archivo de Belgrano. t. III. La Nueva Revista de Buenos Aires, tomos X al XV. A P É N D I C E A BANDO DEL 17 DE MAYO Don Bernardo de Velasco y Huidobro Brigadier de los Reales Ejércitos Gobernador Militar y Político e Intendente de la Provincia del Paraguay y treinta Pueblos de Misiones.

Habiendo convenido con el Comandante y oficiales del Cuartel general de esta Plaza proceder en el Despacho asociado con el Doctor Don José Gaspar de Francia y el Capitán Don Juan Baleriano de Zevallos hasta tanto que en unión con los demás vecinos de la Provincia se establezca el régimen y forma de Gobierno que debe permanecer y observarse en lo sucesivo: se da a saber al Público para su inteligencia y de que en consorcio de dichos adjuntos se ha acordado manifestar y prevenir igualmente al Público: Lo primero: Que siendo tan benéficas como pacificas las miras e intenciones del Presente Gobierno y sus consocios del mismo modo que las del expresado Comandante y Tropas acuarteladas dirigidas solamente a promover la mayor felicidad de la Provincia, no han tenido por causa y por objeto en la presente determinación el entregar o dejar esta Provincia al mando autoridad o disposición de la de Buenos Aires ni de otra alguna y mucho menos el sujetarla a ninguna Potencia extraña y que todos los nominados muy distantes de semejantes ideas no han tenido ni tienen otra que la de continuar con todo esfuerzo haciendo los sacrificios que sean posibles a fin de sostener y conservar los fueros, libertad, y dignidad de esta Provincia reconociendo siempre al desgraciado soberano bajo cuyos auspicios vivimos uniendo y confederándose con la misma ciudad de Buenos Aires para la defensa común y para procurar la felicidad de ambas Provincias y las demás del Continente bajo un sistema de mutua unión, amistad y conformidad, cuya base sea la igualdad de Derechos. Lo segundo: Que satisfecho el Público de tan nobles magnánimos, y generosos sentimientos deben tranquilizarse y estar seguros todos los vecinos y habitantes de cualquier estado, Patria, o condición que sean, gocen siempre y han de gozar de toda protección que dan las Leyes al Ciudadano que vive quieto y tranquilo y que por una conducta reparable no da lugar a la animadversión del Gobierno, en cuya conformidad se abrirán libremente las Tiendas y Casas que se hayan cerrado continuando todos en sus respectivas ocupaciones o negocios y del propio modo los Proveedores, o Abastecedores en sus mercados y abastos con la entera seguridad de que lejos de disimular o tolerar el más leve insulto o extorsión que no hay motivo de esperar de la moderación y arreglo de las Tropas acuarteladas, según las estrictas ordenes que se les han dado por el referido


Comandante se castigara severamente a cualquier Individuo de ellas, o de otra cualquiera clase que se sepan haber irrogado algún agravio o cualquier vecino o morador de la Provincia. Lo tercero: Que a fin de asegurar mas este interesante objeto de la tranquilidad pública y apartar déla imaginación de dichas tropas el mas leve motivo de recelo o aprehensión, se manda generalmente a todos los vecinos y habitantes, y particularmente a la Compañía de Miñones y a los demás alistados en las Milicias sean Oficiales o Soldados no siendo de la Plana. Mayor que en el termino preciso de veinte y cuatro horas, entreguen sin falta alguna todas las armas de fuego que tengan largas o cortas aunque sean propias y de su uso particular, o de otro dueño, así como toda la pólvora y municiones de guerra o plomo de cualquier pertenencia que sean en la inteligencia de que a su tiempo se les restituirán las armas puntualmente, y se les pagaran a sus justos precios la pólvora y munición a cuyo fin el mencionado Comandante del Cuartel les dará el competente recibo al tiempo de la entrega. Lo último: Que en esta misma conformidad ninguno de cualquier estado clase, o condición que sea intente ni disponga extraer de esta Ciudad o fuera de la Provincia publica o clandestinamente ni por vía alguna ninguna especie de armas sean de fuego, o bien espadas y sables bajo apercibimiento de que exigiendo imperiosamente esta Provincia la seguridad general de la Provincia, será reputado cualquier contraventor Enemigo de la Patria y tratado como tal. Y para que llegue a noticia de todos se publicara este Bando en la forma acostumbrada sacándose al mismo tiempo las copias correspondientes para fijarlas en los lugares públicos y dirigirlas a las Villas y otros Partidos de la jurisdicción Fecho en la Asunción del Paraguay a diez y siete de Mayo de mil ochocientos once - Bernardo de Velasco - Doctor José Gaspar de Francia - Juan Baleriano de Zevallos - Por mandato de Su Señoría y consocios - Jacinto Ruiz, Escribano Público y de Gobierno. Concuerda este testimonio con el Bando original de su tenor al que en lo necesario me refiero; y en virtud de lo en el mandato autorizo signo y firmo el presente en la Asunción a diez y ocho de expresado mes y año. En testimonio de verdad. Jacinto Ruiz A P É N D I C E B DEPOSICIÓN DE VELASCO "El Comandante y Oficiales del Cuartel General de la Unión a los habitantes del Paraguay. Uno de los motivos que han apurado los sufrimientos de las Tropas y de muchos distinguidos Vecinos de la Provincia, hasta obligarlos a tomar la generosa determinación de arrojar el pesado yugo que la tenía oprimida y tiranizada: ha sido el concepto a que la voz divulgada y las circunstancias mismas dieron lugar, de que los Depositarios de la autoridad y sus viles secuaces maquinaban el detestable proyecto de someterla a una Dominación Extranjera, o valerse de sus fuerzas para sorprenderla con el simulado aparto de auxilio, tenerla en una dura y rigurosa sujeción y de este modo formar y asegurar una especie de señorío y posesión para


ellos mismos, sacrificando a su orgullo, codicia y ambición la libertad de la Provincia, los Derechos más esenciales de sus Naturales y los vínculos que la unen con las demás de la Nación. La aproximación de Tropas Portuguesas hacia los límites de esta Provincia, a saber: al Norte, en los Establecimientos de Coimbra, y al Leste con el Pueblo de San Borja al mando del Capitán general de San Pedro: la venida del Teniente de Dragones Don José de Abreu, enviado por dicho General a esta ciudad: la misteriosa reserva con que se disfrazaba el verdadero objeto de su Comisión; la determinación de mandar de aquí un Oficial hacia dichos establecimientos del Norte asegurada por la voz pública con el pretexto totalmente inverosímil de pasar hasta Mato grosso, buscando auxilio de dinero, daban no poco valor a aquel juicio, y sobrado fundamento a los temores. Después de nuestra feliz revolución se han ido notando y descubriendo otros hechos tan circunstanciados que no hacen ya dudable aquel concepto. Ha sido público que el Pliego de contestación a dicho General estaba ya cerrado, y que el Teniente Abreu debía partir el mismo día de este acontecimiento. Sin embargo Don Bernardo de Velasco solo manifestó a los Consocios del Gobierno por contestación preparada, un brevísimo y frívolo borrón que no condice con los planes y demás que contiene el Oficio del General de San Pedro. La fuga precipitada del Coronel don Pedro Gracia, abandonando el mando de la Población que estaba a su cargo después de estar noticiado del suceso de nuestra revolución, llevando su ruta a dichos Establecimientos Portugueses del Norte, que en el día se tiene ya averiguada con certeza, es otro accidente que induce algo más que una vehemente presunción.

Pero lo que remueve toda duda en el particular es la carta interceptada por el Jefe de nuestras Tropas Patrióticas don Blas José de Rojas, escrita de la Bajada al propio don Bernardo Velasco por don Carlos Genovés que como es notorio, iba enviado por el a Montevideo. En esta Carta encarga Genovés a Don Bernardo Velasco, que redoble sus contestaciones con los Portugueses; que éstos cubran inmediatamente la costa Oriental del Paraná que los del Norte caigan también inmediatamente sobre el Paraguay que nuestras fuerzas de mar cubran igualmente aquel Punto y de este modo teniendo la Costa Occidental (concluye diciendo Genovés a Don Bernardo Velasco) somos los Reyes de la América del Sur. No ha habido ni habrá un verdadero Patriota que no se sienta horrorizado al oír y comprender la enorme criminalidad que descubre tan execrable lenguaje. Este Mozo desconocido e inepto que sin otro Oficio, mérito ni carrera, que la de un vulgar Escribiente, por una consecuencia del poder abusivo y de la arbitrariedad y despotismo de un gobierno desastroso se vio repentinamente adornado aquí, ya con el título de Capitán, ya con el de Comandante de Villa Real con abandono de tanto Patricio honrado, distinguido y benemérito, que de este modo por el favor del mismo Gobierno se ha hecho visible en el Paraguay, y ha adquirido consideraciones, y una regular fortuna, es el que ahora intenta despedazar el seno donde ha recibido nueva vida, queriendo con insolencia y descaro que los Portugueses del Norte caigan inmediatamente sobre el Paraguay para que Don Bernardo Velasco, él y sus viles parciales y coligados Tiranos de la libertad de la Patria, sean los Reyes de esta parte de la América. Pero es preciso explicar la verdad y mirar las cosas en su verdadero punto de vista. Las producciones de Genovés no son partos originales de la abundancia


de su corazón dañado. El no hace más que repetir el mismo funesto proyecto de que era sabedor y cómplice, instando y apurando por su pronta ejecución y de aquí mismo es natural deducir, que la marcha de Don Pedro Gracia, a los Establecimientos Portugueses del Norte ha sido dispuesta por los Tiranos luego al punto de nuestra revolución, o un resultado de la misma maquinación anterior, pues que aun mucho tiempo antes ya se sabía que se prevenía y preparaba a hacer una larga jornada. Aquellas expresiones que se oían anteriormente en boca de los Tiranos de que ya tenían paraguayos que les trabajasen la Yerba a dos reales la arroba y las voces que aun al presente procuran esparcir de que nuestra revolución pueda todavía quedar en nada, y que dentro de dos meses se compondrá todo, explican muy bien, y dan a entender el fondo de la nueva Tiranía premeditada, y la esperanza y disposición en que se hallan de llevar adelante sus perversas ideas hasta realizar la inicua obra proyectada. No por eso creemos ni recelamos que lleguen a verse puestas en ejecución disposiciones algunas dirigidas a semejantes fines. Una cosa es, que los Jefes o Comandantes Portugueses se presten a una oferta, voluntaria, lisonjera en apariencia a los intereses su Majestad Fidelísima, y otra muy diversa el que a fuerza de armas intenten invadir nuestro Domicilio con reluctancia y oposición de la Provincia y de su Gobierno. Tales no son los justos y magnánimos pensamientos de su Alteza Real el Príncipe Regente de Portugal. La Carta de su Ministro de relaciones exteriores el Excelentísimo señor Rodrigo de Souza Coutinho, Conde Linares, a la Excelentísima Junta de Buenos Aires, basta para convencer y disuadir a los que sin conocimientos y sin reflexión sobre los verdaderos intereses de ambas Nacionales, aventuran un juicio contrario. Su Alteza Real muy distante de tomar semejantes medidas violentas con los pueblos que reconocen al señor Don Fernando Séptimo, manifiesta que se limitará únicamente a llevar sus votos para que las disensiones intestinas entre Vasallos de un mismo Príncipe, tengan una pronta y feliz conclusión, y a disponer lo conveniente para que el fuego de la guerra civil no se encienda en las Fronteras de su propio estado. Además sabemos por noticia cierta y segura, que las Tropas Portuguesas que se habían reunido en el Pueblo de San Borja, volvieron a retirarse hacia la Campaña de Montevideo en los días diez y nueve, veinte y uno y veinte y cuatro del mes próximo pasado. De nuestra parte ya se han pasado anteriormente los Oficios correspondientes así al Capitán general de San Pedro como al Comandante del Fuerte de Coimbra significándoles igualmente nuestra adhesión a los derechos del mismo señor Don Fernando, y nuestros sinceros deseos de terminar por medio pacíficos las diferencias ocurridas con la Ciudad de Buenos Aires, y de continuar al propio tiempo conservando amistad, buena armonía y correspondencia con todos los Jefes y Países de la dominación de su Majestad Fidelísima; pero si contra toda justicia, violando la paz en que nos hallamos y el mismo Derecho de Gentes, por las ocultas tramas y maquinaciones de los Tiranos opresores de nuestra Patria, y de nuestros Derechos, llegase el caso de ponerse en planta sus amenazas, conocerán muy a su costa nuestros invasores, sean los que fuesen, cuál es la constancia, cuáles los esfuerzos y cuáles los recursos de un Pueblo grande que ha tenido valor para recobrar su libertad, y está empeñado en defenderla a expensas de su propia vida. La conclusión natural de todo esto es, que el empeño de Don Bernardo


Velasco y de los Individuos del Cabildo en sostener la total división de esta Provincia, sin querer arbitrar a tentar un medio de conciliar su reunión con su libertad y sus Derechos, sin querer reducirse a enviar sus diputados al Congreso General de las Provincias con el objeto de formar una asociación justa, racional fundada en la equidad y en los mejores principios del Derecho natural que son comunes a todos, y que no hay motivo para creerse que hayan de abandonar u olvidarse por un Pueblo tan generoso e ilustrado como el de Buenos Aires, ha sido una conducta imprudente, opuesta a la prosperidad de la Provincia y común felicidad de sus naturales, y dirigida más bien por fines particulares. La Provincia ha tenido que sufrir los muchos males y daños consiguientes a una guerra civil, y el Comercio de sus muchas producciones y frutos ha quedado obstruido y aniquilado; se han consumido y desaparecido más de cien mil pesos de la Real Hacienda: las tropas se han visto privadas del justo y debido estipendio de muchos meses, y por último ha llegado la sequedad al extremo de querer aumentar nuestras cadenas, y reducirnos a más dura esclavitud, haciendo cada vez más inciertos y dudosos el destino y la suerte de nuestra Provincia. Los Individuos del Cabildo, que en las críticas circunstancias del día, debían concentrar toda su atención en la felicidad general, y conservar ilesos los Derechos de todos los Ciudadanos, se ve que menos han pensado en esto que en perpetuarse en el mando, y proporcionarse nuevas consideraciones. Cuanto se ha dicho, la conspiración últimamente descubierta contra la pública libertad y la continuación de sus Oficios por medio de una casi general escandalosa reelección, contraria a las Leyes del propio Soberano que se aclamaba, son unos hechos que afianzarán siempre esta verdad. Habiendo pues tomado a nuestro cargo y de nuestras Tropas, el poner en libertad, a nuestra amada Patria, y a nuestros Conciudadanos, para que puedan deliberar y resolver francamente el partido que deban abrazar, y juzguen más conveniente, creeríamos faltar a nuestra principal obligación si consultando la tranquilidad y seguridad general de la Provincia, contra la perniciosa influencia y maquinaciones de los que se hallan más indiciados de Autores o cómplices en la determinación de valerse de fuerzas extrañas para oprimirla, no tomásemos al mismo tiempo las más oportunas medidas. Por eso ha sido preciso tener por ahora suspensos de sus Oficios y en un lugar de seguridad a Don Bernardo de Velasco e Individuos del Cabildo, hasta la resolución de la Junta General que ya está próxima a celebrarse. Entre tanto y hasta la misma resolución, ejercerán la jurisdicción de Gobierno Interina y unidamente, los mismos dos Consocios, con quienes se actuaba el Despacho, y por lo mismo serán también los Presidentes de la Junta General. Y para que llegue a noticia de todos, se publicará este Manifiesto por Bando en la forma ordinaria, fijándose los correspondientes ejemplares en los lugares acostumbrados. Fecho en el Cuartel General del Paraguay a nueve de Junio de mil ochocientos once. Pedro Juan Cavallero - Fulgencio Yegros - Antonio Tomás Yegros -Mauricio José Troche - Vicente Ignacio Iturbe - Juan Bautista Rivarola Juan Manuel Iturbe - Francisco Antonio González - Mariano del Pilar Mallada Pedro Alcántara Estigarribia - José Joaquín León - José Agustín Yegros - Blas Domingo Franco.

INDICE


I

La Revolución de Mayo

7

II

La Expedición Belgrano

17

III

Preparativos Revolucionarios

25

IV

El Plan de la Revolución

33

V

14 y 15 de Mayo

39

VI

El Nuevo Gobierno

49

VII

Deposición de Velasco

57

VIII

El Congreso del 17 de Junio

63

Bibliografía Principal

68

Apéndice A Apéndice B

69 73


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.