Pensadores Griegos I - T. Gomperz

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todas partes —así exclama el difunto— he propagado alegría. He alimentado al hambriento, dado de beber al sediento, vestido al desnudo. He provisto de una barca al viajero amenazado con demorarse", etc. Y el alma benemérita que ha sobrellevado numerosas pruebas entra finalmente en el coro de los dioses. "Mi impureza —exclama lleno de alegría— ha sido expulsada y el pecado que estaba en mí ha sido subyugado... Llegué a este país de los transfigurados... Vosotros que estáis adelante —se refiere a los dioses nombrados anteriormente— dadme vuestras manos;... he llegado a ser uno de vosotros". ¿Nos hallamos aquí en presencia de algo más que un mero paralelo? ¿No reina aquí una concordancia espontánea, sino 169 una conexión genética? No lo sabemos, Sólo se puede recordar que la elaboración de la doctrina órfica ha sido posterior, y no muy posterior, a la iniciación de un íntimo intercambio entre Grecia y el Egipto. Poco deberíamos asombrarnos si los helenos, que, llenos de apocamiento respetuoso, levantaron su vista hacia las obras milagrosas del arte arquitectónico y escultural de los egipcios y que, para emplear la palabra de Platón 146, se consideraban a sí mismos y a su joven cultura como "niños" frente a la vejez de aquella civilización, si los helenos, repetimos, hubieran recibido de allá también profundas inspiraciones éticoreligiosas. Si esto es realmente así, es una pregunta que probablemente será con-testada en forma irrefutable por la investigación futura. A nosotros nos basta aquí el ejemplo tomado del Egipto para demostrar cómo también en otras partes una concepción más profunda de la moral y la creencia en la naturaleza divina del alma han ido parejas. Y nada puede ser más comprensible. La distancia que reina entre las altas exigencias que el hombre moralmente refinado impone a su voluntad y a su sentimiento, y los impulsos brutales que con tanta frecuencia obstaculizan el cumplimiento de estas exigencias, ¿cómo no contribuiría a producir la creencia de.que entre los dos componentes de la naturaleza humana se entreabre un abismo y que ella no haya brotado de ningún modo de una misma raíz? Esta concepción, que en cierto modo dividía al ser humano en dos partes ajenas y enemigas, tenía que favorecer extraordinariamente el aguzamiento de la conciencia y la lucha contra los impulsos peligrosos para las acciones buenas o humanitarias. Mas con ella se inicia también —como la sombra de esta luz— el proceso del desdoblamiento del ser humano, la perturbación de la armonía interna, la enemistad contra la naturaleza y la negación ascética hasta de sus exigencias saludables o inocuas. Todo ello se halla reunido en el antiguo puritanismo 146

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1) Esta frase de Platón está en Timeo, p. 22 B.


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