El Agro Edición 40

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ACTUALIDAD A

Bogotá - Colombia / Octubre 2012

El modelo de alianzas productivas y sociales en María la Baja, Bolívar

EL ACEITE QUE R

Se han sembrado 32.000 hectáreas con palma aceitera que produjeron en 2011 más de 250.000 toneladas de la beneficiadas y más de 15.000 empleos entre directos e indirectos. Atrás quedó la violencia. Hoy todos trabajan de l Hace unos años, la violencia tenía sumida en la pobreza a María La Baja. Los días con sus noches, se habían convertido en una pesadilla para sus pobladores. Tanto así que a la brava tenían que encerrarse muy temprano en sus casas por el temor que producían los continuos enfrentamientos entre guerrilla y paramilitares. Era una región ‘encerrada’ en vida. María La Baja es un municipio de tierras muy fértiles y productivas de pequeños productores, ubicada muy cerca de los conocidos Montes de María, a una hora y media aproximadamente de Cartagena, en el departamento de Bolívar. Allí, dice Edilberto Pérez, un pequeño cultivador de palma de aceite, lo único que se producía hace unos años era miedo y muertos. Daba mucho temor salir especialmente en horas de la noche, advierte. Por eso después de las seis de la tarde sus pobladores se encerraban y trancaban las puertas y ventanas de sus viviendas. Hoy, las cosas han cambiado para bien. La razón: el aceite, generado por una pequeña pepa roja que es producida por inmensas palmas que ahora se observan a lado y lado de los caminos que llegan y atraviesan esta región habitada por campesinos que hasta hace unos 10 años producían plátano, yuca, maíz, arroz y algo de ganado para su propia subsistencia. Son parceleros cuyas propiedades están entre una y 10 hectáreas. Y es que en Bolívar, Sucre, Córdoba, Cesar y La Guajira ya existen cerca de 13.000 hectáreas sembradas con palma africana o aceitera como se le conoce en el país, propiedad de 911 pequeños productores que agrupados en 12 asociaciones producen en promedio más de 17.000 toneladas de la fruta al mes, de la cual extraen aceite comestible y biodiesel, un combustible nada contaminante que mueve vehículos en muchos países del mundo, entre ellos Colombia, donde ya se usa en algunos articulados del transporte como el Transmilenio en Bogotá.

Carlos Murgas Guerrero

Nélida Ayala, mujer palmera 2012

Campesinos incrédulos Pero la historia no ha sido fácil y se inicia hace unos 10 años cuando el exministro de Agricultura, Carlos Murgas Guerrero en compañía de otros dos mecenas productores de palma en el Cesar, decidieron incursionar en la región e invitar a pequeños agricultores a participar en proyectos productivos para cultivar palma. Los estudios previamente realizados en la zona demostraron que las tierras de María La Baja, al igual que las de Los Montes de María, son aptas para producir palma aceitera. Incluso, las precipitaciones que se alcanzan a lo largo del año, son suficientes para regar un cultivo como este exigente en agua. Según Murgas, el proceso fue complicado pues la tradición indica que este no es un cultivo para pequeños productores, por eso había necesidad de establecer alianzas productivas entre grandes y pequeños, tal como funciona en Malasia y otros países altamente productores de la fruta, donde este tipo de integraciones de conocimientos y experiencias han sido exitosos. Como suele ocurrir en estos casos, los campesinos no creían en la bondad de la fruta y estaban acostumbrados a producir alimentos para su sustento. El riesgo de cambiar no era algo que se pudiera lograr de la noche a la mañana. Sin embargo, cuatro o cinco de ellos aceptaron la propuesta de Murgas Guerrero y decidieron apostarle a sembrar palma. El exministro les ofreció todo su respaldo, su amplia experiencia como productor y hasta su acompañamiento financiero en los primeros

años para sembrar. Les regaló la semilla y los llevó a Costa Rica para que entendieran como funcionaba el esquema de alianzas productivas y luego ellos mismos multiplicarán este conocimiento entre sus colegas campesinos. Así inició este proyecto. Hoy son muchos los campesinos que se arrepienten de no haber entrado al negocio, dicen Edilberto Pérez, William Alvarez y Nélida Ayala, todos pequeños productores de palma aceitera, a quienes en sus palabras se les apareció la virgen con este cultivo. El modelo de alianzas productivas El progreso y el desarrollo no son únicamente para los cultivadores de la región sino que se ha hecho evidente en todo el municipio en aspectos como la educación, el empleo y el comercio en general, dicen los productores. El modelo de alianzas productivas y sociales que ha impulsado desde 1988 la Hacienda Las Flores que preside el Exministro Carlos Murgas, ha sido exitoso, sostienen los productores, agradecidos con este personaje que incluso ofreció su respaldo económico a muchos de ellos para que los bancos les prestaran recursos con el fin de adelantar sus cultivos. ‘Estoy asustado pues he ofrecido respaldo financiero por más de 120.000 millones de pesos para muchos de estos productores’, dice Murgas. Se busca, mediante la implementación de estas alianzas estratégicas entre grandes, medianos y pequeños productores, que regiones como esta puedan sostenerse en el tiempo y propicien ellos mismos el mejoramiento de su calidad de vida, dice el presidente de Hacienda Las Flores. Se trata de convertirlos a ellos y a esta región en líderes del norte de Colombia en la promoción y establecimiento de cultivos sostenibles de palma de aceite y en su procesamiento agroindustrial, con una perspectiva de desarrollo social y económico. Esa es la visión. El modelo ha permitido integrar la economía campesina en cadenas agroindustriales; generar fuentes de empleo lícito a los agricultores y sus familias; sustituir y prevenir las siembras de cultivos ilícitos; consolidar

el control efectivo de territorios generando nuevos polos de desarrollo; la protección de pequeños productores contra la pérdida de la tierra por la presión social de la violencia que generan los grupos al margen de la ley. De esta manera se genera estabilidad, crecimiento económico para los productores y para las regiones y se evita el desplazamiento, y al mismo tiempo se incorporan nuevas regiones a la producción nacional, dice Carlos Murgas al referirse al caso de Tibú en Norte de Santander donde también se cultiva ahora Palma Africana. En esta región, explica Murgas, se adelantó el mismo modelo asociativo y entre 1998 y 2007 con el aporte por más de 8 millones de dólares de Usaid de los Estados Unidos se desarrolló el programa de sustitución de cultivos ilícitos. Así se erradicaron 330 hectáreas de coca y se sembraron 1040 hectáreas de palma aceitera. Actualmente 940 productores tienen sembradas 14.000 hectáreas cuya producción promedio es de 12.000 toneladas de fruta al mes. Y lo mejor es que se encuentra en construcción la planta extractora de aceite, así los productores no tendrán que llevarla hasta María La Baja y se ahorrarán muchos recursos, advierte el dirigente empresarial. Los productores deben asociarse y como tal reciben ‘apadrinamiento’ para desarrollar el proyecto, presentarlo ante las entidades financieras, buscar su aprobación y luego para planificar y desarrollar la producción. En este último proceso reciben asesoría, asistencia técnica y capacitación por parte de los profesionales de la Hacienda Las Flores. También les garantizan la compra de la totalidad de la cosecha.


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