ÍBER. Didáctica de las Ciencias Sociales, Geografía e Historia

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Literatura e historia. Elementos para un reencuentro en el aula

tristeza». Ambos poemas los encontramos, de nuevo, en Campos de Castilla. La canción de autor también nos puede aportar ejemplos para este tema del paisaje. Así, José Antonio Labordeta, en Aragón, nos hace una semblanza física y económica de la región: las gentes tienen que emigrar, siguiendo el curso del Ebro, para buscar el trabajo que su tierra no les brinda. Para cantar al mar recordemos al Alberti más popular, el de Marinero en tierra (1925), sufriendo desde la ciudad la añoranza de un mar perdido: «El mar. La mar». Y de nuevo Antonio Machado, «De mar a mar entre los dos la guerra», de Poesías de guerra (1936-1939), donde el poeta añora a la mujer que fue su último amor, la Guiomar de sus versos: ella ha quedado lejos, allá junto al Atlántico, mientras él contempla el Mediterráneo desde su exilio de Valencia y sufre esta separación a la que les ha condenado la guerra. Sobre las estaciones destacamos el poema de Alberti «Abril, 1938», en el que la explosión de vida que trae la llegada de la primavera no puede mitigar la muerte y la sangre que se extienden por todo el país. Un aspecto más amable nos muestra Ángel González en su «Canción de invierno y de verano», de Tratado de Urbanismo (1967), donde la alternancia de las estaciones en los dos hemisferios sirve como pretexto para expresar la incomunicación de los amantes. Encontramos ejemplos de geografía humana en Juan Ramón Jiménez: en «Octubre», poema de reminiscencias modernistas de Sonetos espirituales (1917), el poeta contempla cómo el arado va abriendo la tierra, y desea sembrar en ella su corazón lleno de amor. Sin duda, imprescindibles para tratar este tema son los poemas de Miguel Hernández, tales como «Aceituneros» o «El niño yuntero», de Viento del pueblo (1937), atravesados por la preocupación social de unas gentes condenadas a malvivir trabajando para otros. Terminamos este recorrido poético-geográfico con poesías que tratan sobre las ciudades. Podemos destacar «La aurora», de García Lorca, en Poeta en Nueva York (1929), de la que el mismo autor dijo que en ella convivían «geometría y angustia». Se trata de un claro ejemplo del surrealismo amoldado a nuestra literatura. Del mismo autor destacamos «Canción del jinete», de Canciones (1921-1924), donde algunos de los símbolos típicamente lorquianos, como la luna-muerte impedirán al protagonista alcanzar la ciudad de su destino. Blas de Otero en «Madrid, divinamente», de Que trata de España (1964), recuerda esta ciudad en su apacible adolescencia, con sus tardes de toros o sus verbenas, pero también evoca en el poema los sucesos políticos que vivió en ella durante esta etapa de su vida. Finalmente Manuel Machado, en Canto a Andalucía (1936), recorre las ciudades andaluzas para darnos una sutil pincelada de cada una de ellas.

4.º ESO: los siglos

XIX

y

XX

La cronología que abarcan las asignaturas de historia y de literatura española en este curso es la misma, por lo que prácticamente todos los temas podrían trabajarse de forma conjunta. Cada periodo literario se comenzará una vez explicado el contexto histórico que le corresponde. Íber Didáctica de las Ciencias Sociales, Geografía e Historia | núm. 71 | abril 2012

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