DIXI (He dicho) XXXIV

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VISITANOS EN>>> www.dixihedicho.com.ar SUMARIO

Compulsiones >>> Pág. 30

Proyecciones >>> Pág. 44

Individuales >>> Pág. 54

TESIS >>> p.2

INTERVENCIONES >>> p.20

TENDENCIAS >>> p.4

DIXI EXHIBE >>> p.27

CALIGRAFIAS >>> p.6

POGOS >>>p.28

HIPOTESIS >>>p.16

LABERINTOS >>>p.38

COORDINACIÓN: Laly Rosales EDICIÓN: Irene Benito Courtade DISEÑO GRÁFICO: Agencia Sintagma logo: Bruno Juliano COLABORADORES: Adrián Fernández, Alejandro Contreras Moiraghi, Alejandro Nicolau, Ana Vazquez, Bernabé Quiroga, Cecilia Gallardo, El Perro Sabio, Epifanía, Florencia Olmedo, Graciela Colombres Garmendia, Holden Caulfield, José María Jaime, Juan Manuel Campi, Juan Pablo Sáez Gil, Laura Rossi, Leo Miranda, Lucía Palenzuela, María Belén Aguirre, María Magdalena Argañaraz, Máximo Olmos, Mels Petroff, Mercedes Colombres, Pablo Donzelli, Ramiro Clemente, Roberto Espinosa, Romina Barros y Zenón Hernández DIXI (He dicho) es una publicación cultural de distribución gratuita. Año X, número XXXIV. Impresa en Printer SRL, en noviembre de 2012. Registro de la propiedad intelectual número 243.824. DIXI (He dicho) es propiedad de Léxico (contenido creativo). Nuestros e mails son revistadixi@gmail.com / contenidocreativo@gmail.com Web site: www.dixihedicho.com.ar Móvil: + 54 381 55 776057. San Miguel de Tucumán, Argentina. Las opiniones son nuestras -o sea, de los colaboradores- y pueden ser reproducidas libremente citando la fuente. Esta edición de DIXI (He dicho) fue financiada con aportes de PyMEs locales y donaciones de particulares.


TESIS / MEDITACION TRASCENDENTAL / (2)

Pecho a las balas

--------------------Apago la luz y hago una panorámica de la nada misma. El miedo, la oscuridad, el silencio, esos ruidos de algo en el departamento convocan las imágenes del “exorcista” y me desespero. Intento pensar en otra cosa, en la vida, así me distraigo. Mi cabeza salta del laburo y el bajo sueldo a los parientes enfermos, la gordura, la pareja (y sonrío) y, de pronto, imagino su velorio, el mío, el de mi vieja y vuelvo a angustiarme. De repente, el “exorcista” se suma a esa problemática nube de miedos, y siento más y más ruidos en el departamento. “Padrenuestroqueestásenlos....” y me interrumpe la imagen mental de la campera que vi en el centro. Me focalizo en el precio: ¡$ 750! Y me angustio otro tanto y... ¡la puta madre, me tiraron de los pies! o ¿me enredé en las sábanas? O... Empiezo de nuevo, “padrenuestroque123456789...” y llego al 35; recién ahí me doy cuenta de lo mecanizado de mi oración y, claro, así no me va a proteger ni la Pachamama. Me pregunto, ¿por qué creo lo que creo? Y porque sí. Las cuestiones de la fe son así: creer o morir en el descreimiento. Creer, por ejemplo, que cuando venga el diablo a querer poseerme seguro aparece un ángel o Dios o un duende y le pega un ancazo, y que esa intervención celestial me va a dar tiempo para salir corriendo... aunque, con esta panza, no corro rápido ni llego muy lejos y el diablo debe ser bien veloz. Me angustio mucho más todavía: los velorios, los $ 750, la panza, el ruido en la pieza, la tirada de patas y el despertador que suena. ¡¿Qué?! ¿Ya es hora de ir a laburar de nuevo? Pero si recién me acuesto... Pienso: “los miedos están en todo”. Sea crisis de edad, de vida, cobardía, filosofía o decisión, allí están. No desespero. Encuentro una solución o, al menos, calma en las personas y en todos aquellos seres mágicos que habitan este suelo en el que vivo, si no ¿de qué se vale uno? Respondo: de lo que cree y de uno mismo. “Padre nuestro y San Miguel, por favor, que sea un día bueno”, digo, me levanto, me baño y me pongo la ropa. Ya estoy listo para la vida. Saludo uno a uno a los 16 duendes que tengo y salgo a la calle.(dx)

*Juan Manuel Campi es licenciado en Ciencias de la Comunicación y colabora en DIXI (He dicho) desde el número XXXIII

Por Juan Manuel Campi, desde San Miguel de Tucumán


Latinajo

Alios ego vidi ventos alias prospexi animo procellas Yo ya he visto otros vientos y he afrontado otras tempestades

Singular Antes o después, la mentira queda al descubierto. La mentira flagrante es burda, y hay mentiras que son como una catedral: descomunales, enormes, gigantescas, grandes, monumentales. No por insignificante, leve o piadosa resulta la mentira menos infame y sucia. Un cúmulo, una sarta, una serie de mentiras circula gracias a que alguien las deja caer, las cuenta, las disfraza y las difunde. Mentiroso es quien disfraza la mentira, la maquina, la maquilla, la suelta, la teje, la urde y la vierte. La mentira suele ser desenmascarada, desmontada, despejada, destapada y pillada... mientras huye con sus patas cortas. (Fragmento elaborado a partir de la entrada de “mentira” en Redes, Diccionario Combinatorio del Español Contemporáneo, Grupo Editorial SM Internacional, 2004, página 1.311)

Epígrafe “Lo incierto había desaparecido; temía que salgas corriendo al mirarme, pues estoy hecha de dolor. Sentirás que mis manos tienen el calor de mil infiernos y no te habrás olvidado de mí en tu otra vida. Y ni siquiera en la que sigue después de esa... Y si te quedas, si juntamos los dos tiempos, haremos nacer y congelaremos un pequeñisimo instante de riesgo. Ese riesgo que desacata a sentir como nunca antes”. Texto y Foto: María Magdalena Argañaraz


TENDENCIAS / (4)

No me edites esta vez

------------------------------Por Laly Rosales, desde San Miguel de Tucumán

Hace dos años me regalaron un libro, La velocidad de las cosas, de Rodrigo Fresán. La obra me acompañó a conocer playas uruguayas y pasamos juntas algunas tardes calurosas en el departamento de amigas tucumanas que vivían en Buenos Aires. Pese a que me esforcé, no tuve una buena transferencia con él. Entonces, cuando llegamos a Tucumán, lo estacioné en la biblioteca, en ese estante de las cosas pendientes. En una ventana de chat, sin decir ni “hola”, Irene Bews, editora de DIXI (He dicho) desde sus comienzos en 2002, me dice: “quiero que escribas el editorial de los 10 años”. El pedido (o la orden) me dejó pensando unos minutos y recordé esa tarde de 2004 en la que, con generosidad, me invitó a participar de la revista. Hacían falta más publicidades para sostenerla y yo, con mis libros de Freud en la mano y muchas heridas por curar, acepté el desafío. Tengo las mejores anécdotas de esas noches en las que salíamos con la querida amiga y socia vitalicia, Claudia Bordallo, a vender publicidades de bar en bar. Al final de la jornada, nuestra recompensa era un helado. Sigo pensando en los 10 años de DIXI (He dicho) y no paro de sonreír. Desde aquel principio no dejaron de suceder momentos de emoción; tardes y noches de producción; edición y diseño. De leer textos, elegir fotos, y buscar nuevos colaboradores y más auspiciantes. A mi lado, siempre Irene enseñándome y contagiándome el amor y la pasión por DIXI (He dicho), las letras, los libros y la fotografía. De repente, me animé a escribir y, más tarde, a hacer fotos para ilustrar los textos. Recuerdo las largas charlas con nuestro amigo Bruno Juliano, artista, diseñador y compañero durante 16 ediciones de la revista: le brindó todo su arte y ella siempre le estará agradecida. De esas charlas y comilonas salieron números de colección como el XX, con una tapa desplegable, con una fuerza que imprimió una huella. La gente esperaba nuestras ediciones. Al tiempo apareció la XXV, granDIXIma, que fue una revista con un dossier sobre “tucumanos imprescindibles”. Impecable.


Otra oportunidad Nos subimos a la calesita de Internet y creamos nuestro blog (www.dixihedicho. com.ar), que al día de hoy tiene más de 600 entradas (¡un promedio de 60 notas por año!) y no podíamos estar ahí sin tomar la sortija de las redes sociales. Y así, con esa velocidad que tienen las cosas, llegamos al número XXX... ¡Siempre nos gustaron las cifras redondas! Había que celebrar la conquista de esta revista tucumana y gratuita, que se financia con el aporte de comerciantes que, como ella, creen que la cultura debe estar al alcance de todos. Así nació una muestra colectiva de imágenes y textos que reunió a 30 artistas, 30 escritores y nuestras 30 características frases en latín. ¡Hermosa fiesta! Y otra vez el tiempo se nos va... con esa velocidad que nos sorprende. Diez años, 34 ediciones. “¡Qué responsabilidad es escribir el editorial!”, suspiré. En esta década, DIXI (He dicho) no dejó de recibir críticas de todo tipo; sufrió los baches de ausencias y los golpes de la economía. Pero aquí estamos otra vez, gracias a Irene Bews y su ímpetu, sus ganas y su esfuerzo. Gracias, Irene, por sumarme a esta pasión que es DIXI (He dicho) y gracias, también, en nombre de ella. Recordé el libro de Fresán y la velocidad de las cosas; pensé en sacarlo del estante de los pendientes y en darle otra oportunidad. Pensé en todas las cosas que habían sucedido durante todo ese tiempo y que DIXI (He dicho) presenció como testigo de mi vida. Ha pasado mucho tiempo, diez años. Entonces le respondí: “sí, lo hago. Pero, esta vez, no edites los agradecimientos”. (dx)


CALIGRAFÍAS / (6)

Marina Tsvietáieva y el derecho a la entonación ------------------------------Escribir. La infancia. Pushkin y su estatua. Escribir. Enamorarse de muchos, casarse con uno. Serguéi. Escribir. Tener un hijo, dos hijas. Escribir. La revolución. La soledad. Escribir. Las acciones confiadas al destino. Luchar por una ración de harina. Lidiar con la muerte de una hija mientras la otra se consume por la malaria. Escribir. El exilio, el vagabundeo obligado. Las cosas no son lo que parecen. Las cosas. Escribir. Volver. Volver a una Rusia que es la Unión Soviética. Escribir. Marido fusilado, hija en campo de concentración. Estar desempleada. Escribir. Pedir empleo. Ahorcarse. Evaporada en un verso “La cotidianidad es un saco: agujereado. Y, de todos modos, lo cargas”, escribió Marina Tsvietáieva en el diario que llevó entre 1917 y 1919. Poseía una voz y una manera de ver el mundo a través de las elucubraciones de su imaginación. La realidad, sin embargo, tenía otros planes para ella. Marina Tsvietáieva es una de las poetas rusas más grandes del siglo XX. Su nombre se ubica cómodamente entre los de Ajmátova, Mayakovski y Pasternak. Inclasificable, al margen de todo movimiento literario posible, Tsvietáieva llegó a ser reconocida antes de la revolución y, aunque ningún periódico se hizo eco de su muerte, su nombre resurge después, quizás porque jamás fue borrado del todo. La vida es la literatura. La literatura es la vida. Tsvietáieva no puede concebirlas de manera separada. Y cuando la vida se agita a ritmos insospechados, indecibles, la literatura adopta necesariamente ese ritmo y se vuelve, como la vida, borde, margen, territorio de lo que es y, sobre todo, de lo que ya no.

*Laura Rossi es licenciada en Letras, docente, escritora. Administra las bitácoras www.lapatriagramatical.blogspot. com y www.baresparaleer.blogspot.com Colabora en DIXI (He dicho) desde el número XXVIII.

Por Laura Rossi, desde Rosario



CALIGRAFÍAS / (8)

“La cotidianidad es un saco: agujereado. Y, de todos modos, lo cargas”, escribió Marina Tsvietáieva en el diario que llevó entre 1917 y 1919. Poseía una voz y una manera de ver el mundo a través de las elucubraciones de su imaginación. La realidad, sin embargo, tenía otros planes para ella

De lo demás estarás despojado Cuando estalla la revolución en 1917, Serguéi Efrón, su marido, se alista en el Ejército Blanco. Tsvietáieva se queda sola con sus hijas y vive la revolución en la carne, como puede leerse en Indicios terrestres. Recién en 1922, Marina abandona la URSS para reunirse con su esposo en Praga: ya ha muerto Irina, su hija pequeña, de inanición en un albergue, mientras ella trataba de palear la malaria que enfermaba a Alya, su otra hija. Encuentra a un Efrón convertido: del Ejército Blanco al Rojo, es un doble agente de Stalin en París. Tsvietáieva nunca lo creyó y la “intelligentsia” rusa no podía aceptar que ella no lo supiera. Los márgenes se ensanchan, pero la vida continúa y da lugar a una prolífica correspondencia triangular entre Marina, Pasternak y Rilke. La poeta se entrega con devoción a su papel de madre y de esposa y regresa, en 1939, a las afueras de Moscú, donde se instala con su marido, su hijo Mur y Alya, que había seguido al padre en el repentino fervor stalinista. Allí, arrestan a Serguéi (y lo fusilan) y se llevan a Alya a un campo de concentración. En 1941, cuando estalla la guerra entre Alemania y Rusia, Marina y Mur son evacuados de Moscú. Ya en Elábuga, Marina solicita por escrito un empleo como lavaplatos en el comedor de la casa de escritores y, tras el rechazo, se ahorca. “Porque si te ha sido dada la voz”, escribe en 1935, “Poeta, de lo demás estarás despojado”. Y esa voz, en el caso de Marina, es la otra cara de la revolución: la costumbre ha estallado y la cotidianidad se vuelve campo de batalla constante en el que no hay descanso posible. Pero en el “mientras” están los versos, territorio que redime y que permite mantenerse en pie cuando ya nada permanece: es, como ella misma afirma en Indicios terrestres, “el derecho de entonación que anida en la sangre”.(dx)



CALIGRAFÍAS / (10)

Tu rostro de memoria ------------------------------

Por María Belén Aguirre -textos- y Ramiro Clemente -ilustración-, desde San Miguel de Tucumán

DIXI(Hedicho)presentaunamuestradelosmicrorrelatoscontenidosenellibroTravelling desde ventanilla de casa rodante (Ediciones de La Eterna, Tucumán, 2012).

EL ENANO Colecciona objetos en miniatura, riega con esmero su bonsai, detesta la alta costura. Se ha procurado un mundo a su medida.

ZELIG Y ahora voy así entre la gente. Fingiéndome todos.

MEYRINK Será como morir dos veces. ANIMAL II El ebrio ese, putrefacto, que escribió El cuervo.

GOMBROWICZ Mi particular sentido del humor horroriza a mi familia. La manzana podrida del árbol genealógico.

BASILISCO Ya no va quedando nadie que me mire. Todos los que podían hacerlo, han muerto.

NN Tu rostro de memoria.

INSOLACIÓN No olvide usted, al injuriarme, que Meursault mató al árabe en la playa porque tenía calor.


POSDATA GÉNICA Vos no escribís cartas para mí. Escribís cartas para la posteridad; a contrapelo de mí, que soy el tiempo. El tiempo que caduca.

LA CONSAGRACIÓN -Has trabajado duro, hijo, sentenció la mujer desde la cama. Apretando la lapicera, él asintió.

SUMIMASEN Vos leés entre líneas las acciones que yo escribo. Vos conocés de mí más de la cuenta. Para agradecerte la osadía de saberme, he inclinado la cabeza a la manera oriental. “De nada”, me dijiste.

TUCUMANAZO De esa época recuerdo que una mosca sobrevolaba inútilmente el mantel de hule en la cocina. La azucarera vacía. CARNAL Nos mandábamos besos y abrazos por mensajes de texto. Nuestro único contacto físico. ARITMÉTICA Te has ido más veces de las que pudiste volver. EL HALLAZGO Te reconocieron por los huesos; largos, filosos, decalcificados. Yo, para consolarme, miré las abundantes carnes del forense hurgando entre la tierra. POSTERIDAD ¿Quién escribirá sobre mí la inverosímil ficción de mis días? ¡PLUS! Travelling... puede ser adquirido en los siguientes puntos de venta en San Miguel de Tucumán: El Arbol de Galeano (Rivadavia 435); Librería La Libertaria (Pangea, Laprida 289); Centro Cultural Eugenio Flavio (25 de mayo 265) y Casa Luján (Saavedra 74). En Santiago del Estero, el libro se consigue en Librería - Café Utopía.


CALIGRAFÍAS / (12)

Socios en el leer ------------------------------

Las charlas entre amigas son una necesidad básica para cualquier mujer. Sirven para hacer catarsis, reír, compartir miedos, esperanzas y deseos. Y desde que una de mis mejores amigas tuvo la idea genial de organizar un “book club” o club de lectura, descubrí que estos diálogos también pueden ser una maravillosa oportunidad para aprender muchísimo de literatura. Los clubes de lectura existen desde hace años en la cultura de EE.UU. Una década atrás, comenzaron a reproducirse en Argentina como una muy saludable forma de fomentar la lectura, conocer nuevos autores y compartir impresiones literarias. Luego de formar parte de uno durante tres años, debo decir que me gustaría que los libros jamás falten en las reuniones de todos mis grupos de amigas (las del colegio, las de la facultad y las del trabajo). La lectura obliga a mantener las neuronas despiertas y resulta un poderoso antídoto contra el chisme. A nadie se le ocurre comentar la infidelidad del marido de fulanita con una maravillosa obra como La elegancia del erizo, de Muriel Barbery, entre las manos. Oportunidad para todo(s) “Es un momento de pares en el que me distiendo, y comparto una de las actividades que más me gusta y para la que menos tiempo tengo: la lectura. Y es un rato extremadamente enriquecedor porque los libros disparan temas inesperados entre los lectores”, comenta Carolina Randle (36 años), editora y mamá de dos niñas que se reúne mensualmente en un club con diez amigas desde 2010. “Me gusta el encuentro por el encuentro mismo; me gusta compartir las cosas que me gustaron y las que no del libro de turno, pero, quizás lo mejor de todo sea poder recuperar, mediante la palabra escrita, un espacio formidable para la conversación, para risas y tristezas, dudas y certezas, para conocerse y conocer al

*Mercedes Colombres es periodista y colabora en DIXI (He dicho) desde el número II.

Por Mercedes Colombres -texto- y Epifanía -fotos-, desde la Ciudad de Buenos Aires


otro gracias a la lectura”, acota Mariana Laferrere, otra fanática de este tipo de asociación cultural. Los clubes nos permiten, además, acceder a autores que, por prejuicio o desconocimiento, nunca hubiéramos disfrutado. “Descubrí y me gustó mucho Sándor Márai. Como había escuchado bastantes críticas, creí que, tras leer La mujer justa, iba a sumarme a los detractores con conocimiento de causa, pero me deslumbró”, explica Mariana. Además de Márai, otros autores de “estudio obligado” en estas reuniones son Philippe Claudel, Paul Auster, Haruki Murakami y Henning Mankell. Y por supuesto que internet ofrece una solución a los que no tienen amigos lectores o no saben cómo empezar a organizar un club. En vínculos como www.clubdelectura.cl es posible comentar libros con otros cibernautas u obtener guías de preguntas para analizar un libro. Inspirado en esta tendencia, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires organiza clubes de lectura en diversas bibliotecas públicas, política cuya imitación podría ser muy útil y beneficiosa para las provincias.(dx)

¡PLUS! La película The Jane Austens Book Club (2007) presenta la historia de un club de lectura cuyos integrantes divulgan las historias que escribe la autora inglesa.




HIPÓTESIS / (16)

Buscadores de belleza -----------------------------¿Qué es la belleza? ¿Qué goce intelectual y espiritual nos produce? ¿Vale la pena vivir sin gastar en arte? No encontrará las respuestas en esta nota. Una chacarera que se oye demasiado seguido dice que la especie humana se diferencia de las otras porque es capaz de odiar. Sin embargo, me gustó más otra teoría que escuché el otro día. Lo que nos diferencia de las bestias (no, vos no, me refiero a los animales) es la búsqueda de la belleza. Quiero detenerme en la búsqueda y no en la definición. ¿Para qué, existiendo Platón, Barthes, Zizek? ¿O seres celestiales como Robert Downey Jr. o Lía Crucet (que incluso canta un tema al respecto)? Además, ya sabemos qué es lo que se considera bello en nuestra sociedad, que los cánones son culturales y que cambian constantemente. Tampoco me interesa quedarme ahí. No porque no aprecie esa belleza estándar. No voy a decir (no insistas) que todo es bello; ni siquiera qué va en el todo y en la nada. Ay, el existencialismo. Algunas personas preferimos -vaya objetividad periodística- buscar la belleza en lo atípico, en lo asimétrico, en lo simple o gótico, en lo barroco y desprolijo, en lo sucio; en lo que resalta por su tosquedad, en lo hermosamente desequilibrado. Ahora sí me detengo. ¿Qué significa esta valoración de lo grotesco? ¿Cuál es el sentido de preferir lo que no está en armonía, los personajes vulnerables, los paisajes bucólicos, abrumadores? Asumo que somos los que no entramos en el patrón de “normalidad” los que nos inclinamos a estas manifestaciones bizarras de la naturaleza, la cultura y el arte. Pero, ya sabés, decir semejante cosa trae una responsabilidad que no quisiera tomar. Menos hoy, que un mosquito me abate en cualquier batalla metafísica.

*Ana Vázquez es licenciada en Ciencias de la Comunicación y colabora en DIXI (He dicho) desde el número XXX.

Por Ana Vazquez -texto- y Mels Petroff -fotos-, desde San Miguel de Tucumán




Ejemplifique No sorprende que muchos de quienes admiran la belleza en la fealdad, o la fealdad en la belleza, se hayan convertido asimismo en artistas transformando una impresión, tal vez una forma de vida, en obras. El joven manos de tijera, de la película de Tim Burton, tenía la capacidad de crear belleza, pero no de tocarla o alcanzarla. La belleza no podía convivir con él, pese a que la ingenuidad predispone al goce. La Agrado, personaje del filme Todo sobre mi madre, de Pedro Almodóvar, contaba que su misión en la vida era “agradar” a los demás. Sin embargo, esa meta la había hecho padecer una quebradura de nariz y algunas cirugías. No es mentira que la belleza duele. Recientemente, la fotógrafa tucumana Mels Petroff (que, por suerte, es también mi amiga) expuso en el Centro Cultural Virla su muestra “24 fotogramas”, en la que homenajeaba a los directores de cine antes mencionados. Las imágenes que creó con la magia de su lente reflejaban ese enaltecimiento de lo extraordinario; cada gesto de sus modelos era un estandarte contra lo ordinario. El “vernissage” fue una fiesta donde muchas manos de tijera pudieron asir la belleza, que es más fugaz que el instante y que el amor. En el prefacio de El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde concluye terminante: “la sola excusa de hacer una cosa inútil es admirarla inmensamente. Todo arte es completamente inútil”. La belleza es inútil. Pero qué seríamos sin ella. Mejor dicho, qué seríamos sin la posibilidad de buscarla.(dx)

¡PLUS! Las imágenes que conforman la muestra 24 fotogramas (y también otras pertenecientes al “backstage”) están disponibles en la página de Mels Petroff en Facebook.


INTERVENCIONES / (20)

Un duende en el teclado -----------------------------París, 21 de marzo del 98. El duende de 90 centímetros de altura arroja las muletas. Se trepa al taburete. Los enormes anteojos giran atrapando los sueños en el aire. Las manos se sumergen en el piano contorneando un pensamiento de jazz. Michel Petrucciani y su sexteto están sembrando ahora la felicidad en las cinco mil personas que se han constituido en el estadio de Villebon-sur-Yvette para celebrar los quince años de Música Esperanza, movimiento de derechos humanos creado en Ginebra, en 1982, por el gran pianista argentino Miguel Ángel Estrella. La comunión estalla en la noche cuando el teclado dialoga en trío con la batería de Steve Gaad y el bajo de Anthony Jackson: parece que Dios está ejercitando en ese instante el amor por medio de los dedos de Michel. Hacia el final, el largo abrazo entre Petrucciani, el violinista y director Yehudi Menuhin, y el pianista Estrella corona la emoción de esa mágica velada. “Este instrumento quiero tocar”, dice un Michel de cuatro años a su padre, luego de ver a Duke Ellington. En Orange (Francia), el 28 de diciembre de 1962, la luz germina en su corazón: nace con la osteogénesis imperfecta que lo convertirá en una suerte de “chichón de piso” dotado de un talento que muchos humanos “normales” hubiesen querido tener. Durante ocho años bucea en la música académica (“El entrenamiento clásico es capital. Es el modo en que uno aprende la disciplina y desarrolla la técnica”) y a los trece pisa el escenario profesionalmente. En el Festival de Jazz de París 81 deja al público en estado de shock. “No se es más humano por medir dos metros. Todo depende de lo que se lleva en la cabeza y en el cuerpo”. Más que huesos, sus dedos son cartílagos y, para llegar a la parte alta del teclado, debe recurrir a una veloz pirueta. Se trepa a la cima de los Estados Unidos, la enana fama rueda por el mundo.

*Roberto Espinosa es periodista y escritor. Colabora en DIXI (He dicho) desde el número XXXII.

Por Roberto Espinosa, desde San Miguel de Tucumán


En la NBA La seducción viene en envase chico y sabe que la vida lo apura. Es un corazón ávido de amor y de aventuras. Este “sobrino menor de Danny DeVito” -así se autobautiza- construye y desarma tres matrimonios dejando en el camino dos hijos. Bill Evans es uno de sus ídolos; el violinista Stéphane Grapelli, otro. “Nunca ensayo; no me gusta. La música encuentra su propia identidad a medida de que tocas, más que en un ensayo. Yo juego con la NBA del jazz, con los grandes. La idea es no tener que envidiarle nada a nadie”. Sueña con una escuela internacional para el género. “Es la obra de mi vida. Quiero crear un lugar para el jazz porque está muriéndose día a día”. Nueva York, 99. Una infección pulmonar ha derrumbado los anteojos en un hospital. En el Día de Reyes desembarca la muerte para llevarse sus 36 años recién soplados. Dicen que en la nieve ha quedado la huella de unos dedos sobre el teclado y que Dios está acunando a un pequeño hijo en la palma de su mano.(dx)

Petrucciani: “No se es más humano por medir dos metros. Todo depende de lo que se lleva en la cabeza y en el cuerpo”


INTERVENCIONES / (22)

Réquiem -----------------------------Todos los insectos de la cercanía se enteraron al escuchar los gritos del mosquito que, desesperado, volaba de un lado al otro. Escuchar esa noticia era como comprender que el mundo se venía abajo. Era gravísimo lo que estaba pasando. La araña estaba muerta. Recién cuando el saltamontes pudo contener al casi demente mosquito, recién ahí supieron que la araña había sido asesinada. Su prima, la araña galponera, tuvo un colapso nervioso y hubo que alcanzarle una almohada porque se desmayó. Justo la araña, tan fuerte y voluntariosa que parecía. Siempre tan predispuesta para ayudar a todos. Solamente la mosca Rita no se mostró triste al escuchar la noticia. Resulta que ella y la araña habían discutido hacía poco tiempo. Pero, al rato de escuchar la noticia, Rita no aguantó las lágrimas y rompió en llanto. Tanto tiempo fueron amigas como para poder olvidar una discusión. Pasaron unos minutos y nadie podía

comprender cómo alguien había asesinado a la araña. Era la más fuerte de los insectos del jardín. No podía ser verdad. Finalmente, una cucaracha se ofreció para ir a verificar si lo que el mosquito decía era cierto. Entonces se lustró bien el caparazón y se dirigió hacia la casa donde estaba el cuerpo de su amiga. Pasaban los minutos y la intriga crecía; al cabo de media hora, una de las pulgas, que estaba subida al árbol, vio que la cucaracha regresaba. Estaba mareada, muy mareada. Y estaba pálida también. Les dijo que había visto el cuerpo de su amiga y que, por asomarse, ella había resultado envenenada también. Pero, que como se había apartado rápido, el efecto del veneno no era muy grave. Pasaron unos minutos y la cucaracha se recuperó.

*El Perro Sabio es escritor y colabora en DIXI (He dicho) desde este número.

Por El Perro Sabio –texto- y Romina Barros –dibujo-, desde San Miguel de Tucumán


Todos los insectos se juntaron para decidir qué hacer. Estuvieron debatiendo por horas hasta que, por fin, llegaron a una conclusión. Ya era de madrugada cuando entraron a la casa y fueron directo al baño. La familia estaba durmiendo, así que no serían interrumpidos. Llegaron hasta donde se encontraba el cuerpo de la araña, al lado del bidet. Todos estaban muy tristes, algunos lloraban. Luego, cargaron el cuerpo en procesión hacia el inodoro donde un grupo de hormigas laboriosas, tras mucho esfuerzo, logró tirar la cadena. Así se despidieron los insectos de su amiga, en silencio y con el aroma a desinfectante del agua en lugar de flores. (dx)


LABERINTOS / (24)

El fuego que nos excede ------------------------------Alegoría de formas poéticas para una misma trama

El buen salvaje escucha en cuchillas el crepitar ínfimo del bosque y una percusión repentina de cascos lejanos. Ella galopa encabritada, alza su brazo para arrancarse un pelo, para tensarlo en arco y soltarlo hacia su pecho. Gritos y oscuridad. La muerte del que nace. Un silencio nuevo se le asoma mientras pasa la luz de la tarde. Cree escucharla galopar tras los árboles y le nacen palabras. Por necesidad, por contagio, por la cruel belleza de su violencia. Se miran en el recuerdo. Encuentro fulminante de lo necesariamente bello. Fuego que contagia el fuego. La hebra morada le tensa la sangre y siente una ausencia fragorosa. Silencio que habita entre dos que no se abrazan. Señora intempestiva, señora necesidad que despierta la palabra impregnada de verdad. Esta amazona, que nunca será la misma, escucha palabras creadoras de realidades y huye de su encanto. Desarraigo y noche pura donde la hebra poderosa late. Él no se resiste ante la tentación de conjurar, de seducir formando imágenes. Ser que miente con destreza y una impávida espalda que cabalga. Insuficiencia del hechizo. Clamor de llanto bajito y redimirse al canto. Ese manto que recubre penas. Se reúnen los ancianos y los niños. Confesionario canto grupal para exorcizar la esclavitud del mito. Ella aparece en la cuesta y presiente la armonía perversa del cortejo. Vuelan cenizas y duermen consolados por la oscuridad de la noche. No se escuchan los cascos de su yegua que, detenida, es tomada por la crin para que ella se cuelgue y en su oído le susurre la maldición: ojalá te enamores. Todavía nunca, todavía y nunca. Pero ella, maga provocadora de espejismos, lo empuja hasta la pesadilla. Bosque que se desviste de colores hasta lo gris y siente los ojos tapados por nubarrones: el terror de la imagen enrarecida. Todo babilonia no tiene cuerpo. Despierta penando y un pájaro mojado silba su tristeza. Horas mirando troncos

*Máximo Olmos es escritor y editor, y colabora en DIXI (He dicho) desde el número XXXII.

Por Máximo Olmos -texto- y Zenón Hernández -ilustraciones-, desde San Miguel de Tucumán



LABERINTOS / (26)

secos que arden en el fogón. Y las palmas del clan despiertan, repiquetean y contrapuntean. Ancianos y niños elevan la llamada como hilo de tristeza: la soga, la que enhebra una misma trama. Baile tribal que lo pierde en el trance. Canto gregario, canto absoluto. Más lejos, más fuerte galopa con las manos en los oídos, se lastima con los árboles y grita. Palabra de fuego, canto de fuego y silencio de fuego. En la cruel soledad besa otra amazona, se besa a sí misma y le besan sus lágrimas. Viento e incendio forestal. Fuego que contagia el fuego. Miedo y desesperación hasta encontrar la fuerza, el frío protector en un río gélido. Azul, cada labio azul. Sale furiosa del agua de vertiente y monta por las ancas variando por delante de las palomas del sendero, entra a la ronda aturdida y le dispersa arena en los labios. Mueve la boca y se elevan palabras porosas. Se redime de la boca hacia las manos: dibuja con los dedos en el aire una niña, una joven, una mujer. Dibuja su figura infinitas veces en la piedra de la vertiente. Ella se baña mirándose. Arena por arena. Ella contra ella, él contra él. Espacio donde habitan dos, un mismo ser. Encrucijada que abisma la noche y sublima al día. Ella enloquece y cierra sus ojos. Cascos de la yegua derivan en la planicie. Se arranca los pelos y se lo entrega a las palomas que anidan. Él no come. Ella es una acción brutalmente bella. Él no duerme. Recurre al cuerpo histriónico e improvisa monadas, el trabajo diario, cuerpo de caza. Ella huele al desierto. Él corre durante el día y durante la noche. Sin cordura se encuentran y él le sugiere un manso caminar entre los trabajos y los días. Ella niega con la cabeza. Blanco silencio hasta el vacío. El mito del origen: fuego que contagia el fuego: palabra que canta, canto que dibuja, dibujo que improvisa... por un silencio compartido que sugiera... todo para nada.(dx)


DIXI EXHIBE / (27)

Alejandro Contreras Moiraghi

Desayuno, almuerzo, merienda y cena Escultura con tĂŠcnica mixta (2008, 120 x 35 x 25 cm) www.alejandrocontreras.com.ar


POGOS / (28)

El valle de la cumbia

-----------------------------La Banda del Río Salí es una ciudad musical compuesta por diez habitantes. Los días martes, cuando se hace de noche, estos ciudadanos se juntan en una casa al final de un largo pasillo custodiada por un perro salchicha con el objetivo de descifrar algunos misterios de la música en forma de cumbia. Dichos códigos son pronunciados por un clarinete, dos guitarras, un bajo, un acordeón, un poderoso triplete de percusión y las voces del corazón de sus cantantes. Quizá el alma de sus canciones esencialmente se deba al oficio de cada uno de sus integrantes que (de día) son músicos, actores, biólogos, arquitectos, árbitros de fútbol, historiadores... con matices, todos artistas. Dicen que sus integrantes buscan permanentemente un valle mitológico llamado Del Sabor con grandes extensiones de arena, un par de palmeras, pedazos de montañas calchaquíes, un río constante y cristalino, y una gran raja que se abre en la tierra en cuyo interior abunda una sustancia ácida y acaramelada parecida a la miel de las abejas. Dicen que cuando La Banda toca, sus integrantes acceden al valle en cuestión en el trance de la música y que este también recibe a toda la gente que los escucha aumentando las vibraciones de las ondas sonoras en el movimiento de sus bailes. Dicen que La Banda suena, dicen que el amor existe.(dx)

¡PLUS! www.labandadelriosali.com

Los miembros de LBRS: Martín Chebaia, Leandro Macchi, Augusto Salado, Maxi Salado, Javier Seco, Mario Ramírez, Roberto López, Benja Guardia, Facundito Nanni y Alejandro Nicolau

*Alejandro Nicolau es escritor, editor, pintor, dibujante de historietas y músico Además, colabora. en DIXI (He dicho) desde el número XXX.

Por Alejandro Nicolau -texto- y Cecilia Gallardo -fotos-, desde San Miguel de Tucumán



COMPULSIONES / (30)

El héroe que (nos) hace falta -----------------------------Por Irene Benito Courtade -texto- y Leo Miranda -dibujos-, desde San Miguel de Tucumán



COMPULSIONES / (32)

En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza y astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”. Aquel caballero responde al nombre de El Quijote y es hijo feliz de una desventura amarga: la de Miguel de Cervantes Saavedra en el lugar y hora que le tocó vivir. El personaje nace con el inconformismo del padre, embebido en una clarividencia que parece locura en 1605 y sigue pareciéndolo cuatro siglos después. El Quijote lleva sus genuinos hambre y sed de justicia y bien hasta las últimas consecuencias, y, por ello, socialmente sólo puede aspirar a la compañía y complicidad de Sancho Panza, un ser todavía más cándido que él. Ambos son marginados en una época empeñada en transcurrir de espaldas al romance y la poesía; una época que arrincona a soñadores, y enaltece a escépticos y pesimistas. En su ficción construida con ladrillos de realidad, Cervantes libera a la imaginación del corsé de su tiempo (la historia enseña que cada momento comprime de un modo distinto): el hombre desestimado por sus pares, el objeto de las burlas, la encarnación de la ridiculez, es el héroe de la coherencia y la honradez. El Quijote lucha contra -supuestos- molinos de viento, y termina vencido una y otra vez para confirmar que ganar la partida literaria a menudo exige sufrir derrotas de pacotilla. Su humanidad idealista responde, nuevamente, a la experiencia vital del soldado herido y desolado que lo creó. En el reino de los cobardes, la valentía no sirvió de nada a Cervantes, que escribe estirando los ratos libres que le dejan un puñado de empleos miserables. La adversidad que aleja al autor de riquezas y reconocimientos sólo es comparable a la que enfrentan los protagonistas de los libros de caballería, género que El Quijote homenajea a más no poder. Toda gloria es poca para esos varones ilustres (extraños a la concupiscencia de sus congéneres) cuyas hazañas bien


valen las ínsulas y dignidades que reciben del circunstancial rey. La desdicha arma a Cervantes con una pluma redentora: la palabra sana lo que la acción despiadada ha devastado. Si El Quijote aún alumbra y deslumbra es porque ese orden ensañado con los más débiles -que combatió con buena fe e inocenciasigue desafortunadamente en pie. Derecho a una musa “Donde reina la envidia no puede vivir la virtud y donde hay escasez, la liberalidad”, gatilla Cervantes. Sus verdades arden más porque provienen de un viejito exaltado que deja el traje y el horizonte modestos de Alonso Quijano para vestir la armadura a prueba de desilusiones de El Quijote de La Mancha y saltar a la trascendencia. El destino proveerá de oportunidades suficientes para poner en práctica sus sentimientos nobles, su sentido del amor al prójimo y su esperanza descomunal. Será, entonces, en la libertad del campo abierto y la intemperie donde acaezcan las hazañas épicas ideadas en la cocina mental de Quijano. Aventura tras aventura, el caballero inventa una coyuntura que no existe para contrarrestar la coyuntura que oprime a los perdedores de la España áurea. Cuando el dolor es grande, ningún remedio resulta descabellado. Henchido de valor y convicción, el hidalgo se atreve a empresas fantásticas que los “normales” no tardan en descalificar de delirios de un viejo insano. La persecución empieza sin más y ya no hay vuelta atrás: los ojos que no quieren ver más que superficies planas jamás comprenderán el encandilamiento de la mirada utópica.


COMPULSIONES / (34)


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COMPULSIONES / (36)

Emancipado de la tiranía de las primeras impresiones, El Quijote contempla sólo virtudes en Rocinante: son los otros los que se percatan del aspecto estropeado del caballo y no pueden (o su crueldad no les permite) disimularlo. Otro tanto ocurre con Dulcinea, la aldeana humilde convertida en musa del caballero andante. Los “sensatos” -presuntos dueños de la única verdad posible- se mofan de estas ocurrencias, aunque, con su condescendencia, terminan participando en la alucinación que han diagnosticado: no están para romanticismos pero, cuando creen transitar la meseta de la lucidez, caen en el abismo insondable de la locura. Un antes y un después “Es común proverbio, fermosa señora, que la diligencia es madre de la buena ventura”, sugiere don Quijote con una sabiduría que rompe las paredes de dos bicentenarios. Cervantes, lector atinado de las páginas del alma, describe los claroscuros de la existencia humana logrando lo que jamás ningún escritor podría haberse propuesto: que su obra sintetice todo lo que ha sido escrito antes e influya en todo lo que otros escribirán después, al menos en lengua castellana. Ese efecto inspirador y multiplicador de letras y literaturas paradójicamente ha apartado a El Quijote del lector común, como si la obra hubiese sido secuestrada por una élite o como si fuese necesario acreditar algún tipo de diploma para

Cervantes, lector atinado de las páginas del alma, describe los claroscuros de la existencia humana logrando lo que jamás ningún escritor podría haberse propuesto: que su obra sintetice todo lo que ha sido escrito antes e influya en todo lo que otros escribirán después, al menos en lengua castellana


acceder al acervo del hidalgo manchego... Leído en clave cervantina, este fenómeno no puede sino actualizar la batalla del jinete de Rocinante contra las categorías que excluyen a los Sancho Panza del disfrute de los bienes culturales de la humanidad. La renuncia a El Quijote -o el desprecio de su lectura- priva al renunciante -o despreciador- de una riqueza con valor desconocido. Miles de millones de maravedís no pueden comprar lo que Cervantes entrega a título gratuito: la historia de un hombre sin fortuna que lleva todas las de perder y cuya moral indestructible termina ajusticiando a la mismísima injusticia. Nadie ha conseguido plantear mejor las luchas universales que inquietan a mujeres y varones desde el principio de la conciencia colectiva, y nadie ha conseguido distinguir con mayor precisión a los que vienen al mundo para desbaratar esos pesares de los que nacen para profundizarlos. El Quijote es el héroe que (nos) hace falta. Y está ahí, a un libro de distancia. (dx)


LABERINTOS / (38)

Pura realidad

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Por Pablo Donzelli -texto- y José María Jaime -fotos-, desde San Miguel de Tucumán



Era en Salta, creo. En un hiper, o eso parecía. Yo tenía una gran destreza con la bicicleta. Encontré dos compañeros de la secundaria que tomaban un café. Los saludé con la rueda de atrás. Me contaron, preocupados, que en dos días empezaba con los trucos de magia para los cuales me habían contratado. Me pregunté si estaba preparado y, con una sonrisa sentado desde la mesa, me dije que sí. Allí comenzó mi angustia. Llegaron unos tipos de Monteros que me saludaron muy amablemente y a los que yo no conocía. Me mostraron un mapa en dónde estábamos nosotros. Era desplegable el mapa. Me contaban sobre lo difícil que fue hacerlo. En ese momento vi a ella a través de un vidrio empañado. Salía con la carita empapada. Con la mano se secaba el rostro. Se secaba lágrimas y lluvia. Lloraba. Creí que me buscaba. Los tipos de Monteros hablaban y hablaban, pero ya no los oía. Dejé apoyada la bicicleta en ellos y corrí. Ella estaba muy triste. Yo no creía que fuese por mí, pero me desesperé por abrazarla. Sabía que su recorrido era un cuadrado perfecto, por lo que busqué la otra puerta para encontrármela de frente. Corrí, me mojé y, a medida de que me acercaba, me fui deteniendo porque algo no andaba bien. A cinco pasos de distancia supe que era y no era ella. Había demorado cuarenta años en hacer el recorrido.(dx)

“Me mostraron un mapa en dónde estábamos nosotros. Era desplegable el mapa. Me contaban sobre lo difícil que fue hacerlo. En ese momento vi a ella a través de un vidrio empañado. Salía con la carita empapada. Con la mano se secaba el rostro”

*Pablo Donzelli es psicólogo, escritor y editor, y colabora en DIXI (He dicho) desde el número XIX.

LABERINTOS / (40)



LABERINTOS / (42)

Como el viento sobre el mar

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Días atrás, descartando papeles viejos o inservibles, encontré el famoso Cuaderno de Tapas Verdes que alguna vez Nudistalibertario supo legarme. Juzgué interesante compartir con l@s dixis algunas impresiones sobre “el estar en el mundo” del poeta y la poesía, que el autodidacto, mayéuticamente, me convidó aquella “yética” tarde en la Mendoza, entre whiskies y vinilos. Por entonces, Nudista lucía más cabizbajo o meditabundo que de costumbre: su Dama del Pensamiento, dijo, había corrido el velo desgarrador de su Eviniscencia dejando a poeta y cuadernito “como en el cordón de la vereda, aveloriao”. Tal era la desoladora imagen que el autodidacto proyectaba de sí. Pensé en pedirle a Nudista que aclarase algunos términos de sus reflexiones, por ejemplo “Eviniscencia”, pero mi responsabilidad de amigo y de discípulo me mandó a escuchar al poeta talitense y ejercer la prudencia que sólo el silencio puede convocar. Esto que ustedes ahora leerán fue lo que el Parménido dijo, oracularmente, esa tarde: “Trabajar sobre la idea del poeta y la poesía: zambullirse en el turbio río de la historia para saber qué es un poeta o intentarlo. ¿Habrá que exiliar la modestia? ¿Qué es un poeta? Alguien que se habla a sí mismo esperando que otros lo escuchen. ¿Quién escucha al poeta que se habla a sí mismo sin modestia y, quizá, con arrogancia? ¿Un poeta es una especie de nudista literario o libertario que revuelve en el barro del lenguaje arcillando la justificación de su existencia y, al mismo tiempo, la heroicidad de esa búsqueda? ¿Sabe el poeta que su búsqueda es eviniscente, finita o perentoria? ¿O acaso el viento alguna vez dejara de acariciar al mar?”.(dx)

*Adrián Fernández es profesor de Letras y colabora en DIXI (He dicho) desde el número XXX.

Por Adrián Fernández -texto- y Florencia Olmedo -dibujo-, desde San Miguel de Tucumán



PROYECCIONES / (44)

...Y tú ibas de azul ------------------------------

1 Ojos. Casablanca es una película de miradas, de gestos, de lo dicho sin palabras. De declaraciones atoradas por el imperativo moral que exigía un mundo en guerra. Pero como Casablanca es -básicamente- una historia de amor, el lenguaje de las miradas penetrantes vale más que mil planos. Para fundirse en la profundidad de una mirada, para deslizarse en su profundidad, se necesita luz. Y Casablanca es, también, una de las películas mejor iluminadas de todos los tiempos. Ojos. Los de Bogart, el cínico redimido. Los de Ingrid Bergman, la adorable Ilsa en la encrucijada. Los de Paul Henreid, el héroe. Los de Claude Rains, que todo lo ven. Los de Michael Curtiz, subvalorado pilar del mejor Hollywood. Ojos. Aquellos perdidos en el horizonte -siempre buscando a Ilsa- de Rick Blaine. Ojos. 2 “Siempre nos quedará París”. “Los alemanes iban de gris, tú ibas de azul”. “Presiento que este es el inicio de una gran amistad”. “¿Y qué harás esta noche?” “No hago planes con tanta antelación”. “El mundo se desmorona y nosotros nos enamoramos”. “Rick es un hombre del que me enamoraría si yo fuera mujer”. El estado de gracia que alcanzaron los mellizos Julius y Philip Epstein, y Howard Koch cuando escribieron Casablanca se tradujo en la incorporación de varias de sus líneas al léxico de la historia. Ganaron el Oscar, claro. Eso sí: Rick nunca pidió “tócala de nuevo, Sam”. Pero, a 70 años del estreno de la película, es como si lo hubiera dicho.

*Holden Caulfield es periodista y colabora en DX desde el número XXVIII

Por Holden Caulfield, desde San Miguel de Tucumán


3 “Casablanca es un afiche”. Sí, pero ¡qué afiche! ¿No hubiera sido una gran película muda? Esas líneas, breves y geniales, esbozadas en prolijos cartones. Después, Rick e Ilsa; Víctor y el capitán Renault; el mayor Strasser. Sam. El café, tan parecido al garito de La guerra de las galaxias en el entrecruzamiento de gestos (otra vez los gestos) intrigantes y sospechosos. Pocas veces el blanco y negro llegó a ser tan policromático. El maestro Arthur Edeson fue uno de los genios detrás de Casablanca. Edeson había formado una dupla genial con Raoul Walsh en la década de 1920 y pasó al sonoro con la suficiente carga de sabiduría como para fotografiar al Frankenstein de James Whale. Cuando firmó para la Warner enfocó el lente en Bogart y, por eso, “El halcón maltés” se ve como se ve. Si la luz y la fotografía son la sangre del cine, cada fotograma de Edeson debería ser estudiado con la precisión de una lección de anatomía. A la vuelta de los años, algún imbécil coloreó Casablanca. 4 Los alemanes cantan a viva voz. Rick no puede -en realidad, no le conviene- hacer nada. Rick es un sobreviviente en la ciudad de los mil secretos. Lo que no puede prever ni calcular -ni evitar- es la Marsellesa. Para permanecer indiferente ante la Marsellesa hay que tener horchata en las venas. La Marsellesa cala bien hondo, máxime cuando el pueblo francés ha sido pisoteado por los nazis. La Marsellesa se canta a los gritos en Casablanca, bastión libre en el convulsionado Mediterráneo, y en los cines estadounidenses las lágrimas afloran. Es 1942 y los Estados Unidos de América están en guerra. La Marsellesa es de los buenos y el mayor Strasser es de los malos. El cine juega sus cartas en esa guerra de la que Rick Blaine escapa a toda costa y a la que Víctor Laszlo volverá con Ilsa a cuestas. Los renunciamientos -el de Rick, el de Ilsa- forman parte de la guerra. ¿O no es la guerra el renunciamiento a la mayor de nuestras posesiones, la vida misma? 5 Hay buenas películas con pésimos finales y hay malas películas con finales inolvidables. Casablanca es una gran película con un final a la altura. Veamos. El avión empieza a moverse... y de repente se detiene. Se abre la puerta y asoma Ingrid Bergman. Corre, se arroja a los brazos de Rick. A lo lejos se adivina la


PROYECCIONES / (46)


semisonrisa de despedida de Víctor. Bogart le envía una mirada de infinita comprensión y agradecimiento. El avión corretea por la pista. Renault lagrimea. Plano general. Fin. ¿No es una salvajada capaz de arruinar una obra de arte? Otra: llegan los alemanes al trote. Rick y Renault se tirotean protegiendo el despegue. Bogart cae ensangrentado, pero Ilsa y Victor están a salvo. Plano general. Fin. Y así. Lo correctamente político del final de Casablanca (estamos en guerra y hacen faltan héroes, ¿no?) de ningún modo golpea el relato, sencillamente porque Casablanca no ofrece flancos. 6 Dooley Wilson nació en Texas. No se conoce exactamente la fecha (los datos la ubican entre 1886 y 1894). Incursionó en el vodevil y en el jazz desde muy chico, y se pasó la década de 1920 actuando y tocando, aquí y allá. Lo contrató la Paramount, aunque solo le adjudicaban papeles de portero o de chofer. Rompió el acuerdo y aterrizó en Warner, donde le ofrecieron 350 dólares a la semana para hacer de pianista en el Rick’s Cafe. Pero Dooley casi no sabía tocar el piano: era cantante y baterista. Dooley ofreció la más perfecta y conmovedora versión de Según pasan los años de la historia del espectáculo. Herman Hupfeld la había escrito y compuesto para un musical de Broadway llamado Todos están invitados. Dooley Wilson murió el 30 de mayo de 1953. Siempre será Sam. 7 Hay toneladas de material sobre Casablanca. Tanto que es una misión casi imposible elaborar un artículo hoy, a siete décadas del estreno, sin recorrer el tortuoso sendero del lugar común. De lo ya narrado mil veces. Google ofrece más de 24 millones de entradas al escueto pedido “casablanca movie”. Para quienes todavía creen en la borgeana concepción de los libros como guardianes del conocimiento vale una aproximación a You must remember this: The filming of Casablanca (Charles Francisco, 1980). James C. Robertson publicó en 1993 una estupenda biografía de Michael Curtiz que jamás se me ocurriría prestar. Es sorprendente la manera en que la intelligentzia hollywoodense maltrató y sigue maltratando a Curtiz, al extremo de -prácticamente- no asignarle ningún mérito del éxito de Casablanca. De las numerosas biografías de Bogart, el clásico es Bogie: The biography of Humphrey Bogart, título nada original para el minucioso trabajo de Joe Hyams. El año pasado se editó una nueva mirada al universo Bogart, firmado por


PROYECCIONES / (48)

Stefan Kanfer. Por ahora solo se lo consigue vía Amazon. Para descubrir vida y obra de Ingrid Bergman, Laurence Leamer abunda en detalles sobre el “período Casablanca” en su libro de 1986: As times goes by: the life of Ingrid Bergman.

8 Si algo proporcionan los clásicos es la posibilidad de abordarlos desde distintos puntos de vista. Portamos una lupa que va perdiendo potencia, pero ganando precisión según pasan los años. Los presuntuosos le dicen sabiduría. Le queda mejor experiencia. No es lo mismo ver Casablanca en la adolescencia que a los veintilargos, a los 40, a los 60. Mis padres la miraban juntos por la tele. Él tenía más de 80 y ella rondaba esa cifra. Me quedé con las ganas de preguntarles en qué pensaban en esos momentos. Para dónde se les disparaban los recuerdos. Se fueron a la tumba con esos ratitos de Casablanca bien guardados en el corazón. Siempre me ilusionó la idea de que una mujer me mirara una vez -aunque fuera una- de la manera en que Ingrid Bergman mira a Bogart. La vida, se sabe, no es como en las películas. ¿O a veces sí?


9 Renault no podría haberse llamado de otra manera. ¿Cuántos nombres suenan definitivamente, terminantemente franceses, como Renault? Strasser. Uno escucha Strasser y ve un nazi. Si un negro toca el piano tiene que ser Sam. No puede llamarse, digamos, Danny. Es Sam. Y un héroe de la resistencia... Víctor, claro. Víctor Laszlo. Y Rick. E Ilsa. Ilsa y Rick. Rick “and” Ilsa. En Casablanca todo encaja con tanta naturalidad, con tanta armonía. Es una película sin ruidos. Esos molestos ruidos visuales que alertan sobre lo chapucero que puede ser Hollywood. No este milagro de la Warner. No el saco claro de Rick, el moñito, el pantalón oscuro y el cigarrillo entre los dedos. Porque en Casablanca (¡milagro!) la gente fumaba. Y se enamoraba. Y tenía miedo. Y era valiente. Y se despedía alguna noche, después de la tormenta, prometiéndose un doloroso “siempre nos quedará París”. (dx)

en versión digital Descargá en: http://issuu.com/dixihedicho


PROYECCIONES / (50)

El reloj de los Corleone -----------------------------A veces pienso que estoy muriendo. Sé que es una forma muy cruda de ver la realidad, pero la mortalidad me acecha en los momentos menos esperados. Es entonces cuando me percato que cada uno de nosotros dispone de un reloj programado con determinado número de minutos, días y años. Ahora mismo, mientras leen esto, el segundero de esa máquina pasa volando y sólo se detendrá cuando llegue la hora adecuada. Pero hay relojes que avanzan lentamente y otros que ni siquiera corren. Una escena de sólo diez minutos, por ejemplo, puede durar años; un plano, décadas; una película, para siempre. Nuestros relojes se mueven y nosotros envejecemos, pero hay ciertas historias de celuloide que perduran y perdurarán rotando en nuestras cabezas a 24 cuadros por segundo. A eso, damas y caballeros, le decimos el poder de los clásicos. Y contra ellos no hay reloj que valga. No importa cuántos años hayan pasado: un clásico del cine es eterno. Puede pertenecer a una época en la que ni siquiera habíamos nacido, pero descubrirlo en el presente supondría un hecho tan impactante como lo fue para los que asistieron al día de su estreno. No hace falta imaginar cómo habrán reaccionado aquellos que, en 1972, vieron por primera vez en pantalla a un hombre amaneciendo en una cama empapada de sangre, con una cabeza de caballo escondida entre las sábanas. No hace falta: seguramente estos espectadores imaginarios reaccionaron de la misma manera que yo. Porque todos somos iguales frente a un clásico. Una boda y un gángster comprando naranjas; una visita al hospital y una pistola escondida en el baño de un restaurante; un tiro en la cabeza y otro en el cuello; un auto explotando con una mujer adentro y un hombre tiroteado en una cabina de peajes; un bautismo y un funeral; otro gángster dentro de una habitación y su mujer viendo cómo una puerta se cierra. Todos esos momentos de audacia y

*Bernabé Quiroga estudia Cine y colabora en DX desde el número XXXI.

Por Bernabé Quiroga, desde San Miguel de Tucumán



PROYECCIONES / (52)

Mi primera vez con El Padrino ocurrió en la adolescencia. Recuerdo la sangre golpeándome los ojos, el suspenso en mi cuello, y el deleite experimentado con esos diálogos y brillantes actuaciones que son un hito en la cultura pop

perfección narrativa consolidaron lo que, para muchos, es la mejor pieza audiovisual de todos los tiempos. Si bien no estoy de acuerdo con esos “muchos”, a veces resulta muy difícil contradecirlos. Al prestar atención a la manera con que Francis Ford Coppola unió planos y orquestó cerebralmente lo que sin lugar a dudas es la ficción mafiosa sin paragón del cine, uno concluye que no está ante una película más. Mi primera vez con El Padrino ocurrió en la adolescencia. Recuerdo la sangre golpeándome los ojos, el suspenso en mi cuello, y el deleite experimentado con esos diálogos y brillantes actuaciones que son un hito en la cultura pop. El reloj de Vito Corleone está simplemente detenido: aunque perdimos a Marlon Brando hace varios años, su más brillante creación (perdón a los amantes de su JorEl en Superman o del coronel Walter E. Kurtz en Apocalipsis now) aún vive en los planos, en la voz que sonaba casi como un melódico zumbido; en la mirada y postura majestuosas, y en las cariñosas dureza paternal y fragilidad humana. En el don. Pero, ¿qué es exactamente lo que hace que cinéfilos alrededor del mundo la consideren la mejor película de la historia? ¿Qué es lo que forja ese afecto y respeto que vuelve a resurgir cuando nos damos cuenta de que ya pasaron 40 años desde su estreno? ¿Qué es lo que hace a un filme un clásico? ¿Por qué su reloj no avanza? ¿Por qué nosotros morimos y la familia Corleone sigue viva? Lamentablemente no tengo las respuestas. Pero estoy seguro de que las encontrarán viendo (o, mejor dicho, “reviendo”) El Padrino, la obra maestra del director Francis Ford Coppola que este año celebra sus cuatro décadas de inmortalidad. Yo a veces la vuelvo a visitar y, mientras lo hago, a veces pienso que me estoy muriendo.(dx)



INDIVIDUALES / (54)

“Mi obra se desvanecerá”

-----------------------------Gabriel Varsanyi en Costumbres Argentinas

Era martes, veníamos de un fin de semana largo y el frío había secuestrado a la primavera. Las condiciones no estaban dadas, pero el fotógrafo y arquitecto Gabriel Varsanyi y el bar, Costumbres Argentinas, enfrentaron la adversidad con buena onda y comida rica. Ganaron la batalla y la noche fue nuestra. -¿En qué momento de tu vida dijiste “quiero ser fotógrafo”? -Nunca tomé la decisión, se fue dando. Me prestaron una cámara mientras estudiaba Arquitectura. En el medio me vinculé laboralmente con medios gráficos. Además, sacaba fotos por mi cuenta e iba aprendiendo de una manera autodidacta. Y un día me di cuenta de que arquitecto no iba a ser, y de que la fotografía me gustaba y me daba mucho placer.

-¿Una imagen dice más que mil palabras? -Ni en pedo. Al concebir una foto, hay un contacto casi directo con la escena que uno está mirando. Pero, a la hora de decodificar, desglosar y entender eso que has visto, tenés que usar las palabras. La imagen por sí sola es como un globo: puede irse a cualquier lado. Cualquier tipo de imagen, fotográfica o no, necesita otro tipo de anclaje. La imagen se lee; no sólo se ve, también se mira y la mirada es un proceso muy activo, de ida y de vuelta. Las palabras deben aparecer para poder hacer esa lectura.

La autora es licenciado en Ciencias de la Comunicación. Colabora en DIXI (He dicho) desde el número XX.

Por Graciela Colombres Garmendia -texto- y Lucía Palenzuela -fotos-, desde San Miguel de Tucumán



INDIVIDUALES / (56) -¿Cuál de tus proyectos te llena de orgullo? -Pater, de 2008, que trata sobre la relación padre-hijo. Ese laburo estuvo bastante tiempo en mi cabeza y necesitó muchas horas de terapia. Siento orgullo por lo que logré, más allá de los cuatro años que trabajé en el proyecto. Además, a nosotros siempre nos recuerdan que somos fotógrafos, no artistas... -¿La fotografía no forma parte del arte?

Imágenes del Proyecto 365

-Sí, podés ser un artista que trabaje con la fotografía como medio o simplemente un fotógrafo que se dedique al documentalismo, al periodismo o a cualquier otra cosa. Pero este es el gran complejo de los fotógrafos, que sienten que deben hacer una obra de arte, que es algo más que una fotografía. Manteniendo una postura bien cómoda, durante largo tiempo dije que yo no era un artista. Esto fue así hasta que, en una clínica de 2003, conocía a RES (Raúl Eduardo Stolkiner) y Eduardo Médici, gente que me trató como tal y tuve que bancármela. En ese momento surgió con claridad el trabajo mental y conceptual de imágenes que ya existían, y que no dependían de que yo vaya por la calle con la cámara. La operación era otra: consistía en resignificar.


-¿Qué significa ese verbo? -Saco tres fotografías todos los días durante una década. Voy en el segundo año. Se llama Proyecto 365 y también ha empezado casi sin querer. Tengo algunas obsesiones: acaparar objetos me proporciona placer. (Y hablando de cosas placenteras, llega a la mesa el primer plato: rabas tucumanas. Y antes de que los comensales se pregunten si sacaron calamares del río Salí, la casa se ataja: “son cebollitas” -¡qué alivio!-. Con la boca llena, continúa la entrevista.)


INDIVIDUALES / (58)

-...Mi intención es atrapar cosas que pienso que van a perderse o a desaparecer. Mis objetos se perderán y con las fotos ocurrirá lo mismo. Mi obra se desvanecerá; mientras tanto, quiero retenerla. (En medio de la explicación, aparecen dos manjares para carnívoros: albóndigas con salsa de tomate con picante, y lomo con mostaza y salsa crema. Una tarta de choclo y queso cierra el banquete.)



-No lo sé. Se me ocurre que me gustan las empresas desproporcionadas a lo mejor por el complejo del fotógrafo y la sensación de que, para vencerlo, debo hacer algo grande. La foto tiene otra cosa escalofriante: en el tiempo que llevo trabajando en el Proyecto 365 ya hubo cambios en las personas que fotografié. Cuando empecé, mi hija tenía 10 años. Después cumplió 11 y 12 y, cuando termine, va a tener 20. Es decir, pasará de niña a adolescente y de adolescente a mujer. Va a ser tremendo. (dx) Por qué él El artista -y arquitecto- Gabriel Varsanyi (1966, Concepción, Tucumán) anima el universo de la fotografía vernácula como autor, y docente de la Universidad Nacional de Tucumán y de escuelas informales. En este último rol, el entrevistado promueve el estudio (“la técnica se puede aprender leyendo un libro”, opina), el goce creativo y la paciencia. Reflexiona: “elaborar todo lo que se lleva adentro exige un proceso”.

-¿Por qué 10 años?

Por qué Costumbres Argentinas Porque desde el año pasado DIXI (He dicho) combina en esta sección el diálogo con un protagonista de la cultura y la degustación de la oferta gastronómica de San Miguel de Tucumán. Además y al igual que esta revista, Costumbres Argentinas (calle San Juan 666) celebra diez años de vida e historia. Que este número y esta producción haga las veces, entonces, de regalo y agradecimiento. ¡Felicidades!

INDIVIDUALES / (60)




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