Directo Bogotá #70

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" " Fotos de Gabriela Suรกrez

Lina Marcela Gรณmez, futbolista profesional de Millonarios FC

Fotoensayo


Edición

70

Diciembre 2020

Directo Bogotá Revista escrita por los estudiantes de la carrera de Comunicación Social Fundada en 2002

Director Julián Isaza Asistente editorial Laura Duarte Sandoval Reporteros en esta edición Laura Vélez, Mayerli Andrea Jiménez, Natalia Ortega Rodríguez, Nicole Cano, Julio Andrés Artuz, Sergio Párraga, Laura Duarte, Manuel Alejandro Correa, Zamira Caro, Manuela Alzate, Laura Sofía Celis, Lorena Sánchez Contreras y estudiantes de periodismo cultural. Portada y contraportada Aurora Casierra, cantadora del Pacífico y lideresa social Fotos de Laura Duarte Sandoval Fotoensayo Lina Marcela Gómez, futbolista profesional de Millonarios FC Fotos de Gabriela Suárez Caricatura Daniela Arango Guzmán @quelepasa.alupita_ Diseño y diagramación Angélica Ospina soyangelicaospina@gmail.com Corrección de estilo Gustavo Patiño correctordeestilo@gmail.com Decana de la Facultad Marisol Cano Busquets Director de la Carrera de Comunicación Social Carlos Eduardo Cortés Sánchez Directora del Departamento de Comunicación Andrea Cadelo Informes y distribución Transversal 4ª No. 42-00, piso 6 Teléfono: 3 20 83 20, ext 4587 Escríbanos a: directobogota@gmail.com Consulte nuestro archivo digital en la página: www.issuu.com/directobogota Visite nuestra plataforma digital: www.directobogota.com

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Editorial

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Escritoras recomendadas por libreros

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Alquimia en la barra

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El metal de Las Poker

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Las guardianas de la cultura afro en Bogotá “¡El periodismo es mi lugar en el mundo!”: Diana Salinas

24

Mi cabello, mi raíz

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Queerísima: el arte de ser distinta

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Mamá Luz y el mejor ajiaco

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Cantos que sanan y recuerdan

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“Creo que se está generando un cambio político”: María José Pizarro El plus de la moda Una ejecutiva para la equidad de género

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De mujeres para mujeres

59

Tejiendo caminos de palabra y tradición

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Caricatura


EDITORIAL

MUJERES Julián Isaza Director Fue espontáneo. Hace unas cuantas semanas, en el momento en el que nos sentamos a debatir algunas ideas para la edición, hubo una feliz coincidencia: una muy buena parte de las propuestas para este número tenían en común temas o historias de mujeres. Fueron tantas propuestas en ese sentido, que con Laura Duarte —la asistente editorial de esta revista y quien, además, tiene una gran afinidad con los temas de mujer y género— discutimos todas esas ideas y no tardamos en concluir que teníamos entre manos un especial que nos emocionaba bastante. Así, regresamos a nuestro Consejo de Redacción con algunas propuestas más y con varios enfoques para algunas de esas historias. Charlamos con cada uno de los reporteros, quienes, a su vez, alimentaron aún más el temario, reformularon algunas historias y ofrecieron unas cuantas más. Así, la revista comenzó a tomar forma con una sintonía completa de todos los implicados, con las ganas de producir una edición tan poderosa y diversa como las mujeres que queríamos retratar en ella. Por eso en esta edición encontrarán entrevistas con mujeres como María José Pizarro, una representante a la Cámara que ha tenido un papel protagónico en la política y que ha abanderado varias reivindicaciones sociales; con María Victoria Riaño, una ejecutiva con una hoja de vida brillante que decidió dedicar sus esfuerzos a la equidad de género; o con Diana Salinas, la periodista y cofundadora del medio digital Cuestión Pública, desde donde ha cuestionado al poder con rigurosas investigaciones.

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También traemos una revista cargada de historias que tienen que ver con la identidad cultural y que muchas veces no se cuentan, como la de Aurora Casierra, una mujer afro que desde la música y la educación lucha por mantener vivas las tradiciones de su pueblo; o la de las mujeres de la localidad Rafael Uribe Uribe, quienes a partir de los saberes ancestrales se han convertido en auténticas guardianas de las tradiciones afrocolombianas; o las indígenas muiscas, que en Bosa resisten y guardan la memoria de su cultura por medio de la palabra y sus costumbres. Y no solo eso: hay crónicas que estallan con la potencia de la batería y la guitarra eléctrica de una banda femenina de metal llamada Las Poker, que se abre camino en una escena ruda y estridente. También hay reportajes que indagan sobre las limitaciones y prejuicios de la moda, que suele ignorar la variedad de los cuerpos y proponer estereotipos. Y relatos más personales, como el que propone Nicole Cano, quien a través de su cabello cuenta una historia familiar y revisa una identidad. Esta es la revista que estos jóvenes periodistas produjeron. Un especial que llega en un momento en que la sociedad todavía vive profundas inequidades de género, pero parece dispuesta a replantear el camino, a señalar el abuso, a buscar condiciones más justas y a reconocer el papel fundamental de las mujeres. Una generación —a la que precisamente pertenecen estos y estas periodistas— que parece mucho más consciente y dispuesta a reaccionar ante el machismo y la opresión, ante la mirada injusta o muchas veces condescendiente de una sociedad patriarcal que ha anulado o minimizado los aportes de la mujer.


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ESCRITORAS

RECOMENDADAS POR LIBREROS Les pedimos a varios libreros de todo el país que nos recomendaran distintas autoras, y nos presentaron esta lista en la que incluyeron nombres como Siri Hustvedt, Alma Guillermoprieto, Chimamanda Ngozi Adichie, Pilar Quintana y Lina María Parra. Todas, escritoras potentes que no solo enriquecen el panorama literario, sino que con sus obras contribuyen a complementar la lucha por la igualdad. Texto: Estudiantes de periodismo especializado cultural

Los libreros se parecen a los libros. Guardan un enorme conocimiento que no es del todo evidente a primera vista. Hace falta, como con los libros, abordarlos, hablar con ellos, hacerles preguntas y volver sobre ellos una y otra vez. Una consulta ideal para ellos es pedirles que hablen de algún libro escrito por una mujer que ayude a entender o completar la información sobre el rol de la mujer en nuestra sociedad y su lucha por la igualdad. Siri Hustvedt, Alma Guillermoprieto, Chimamanda Ngozi Adichie, Pilar Quintana y Lina María Parra son algunas de las escritoras contemporáneas que deberían estar en la biblioteca, según siete libreros de diferentes ciudades de Colombia. Entre las recomendaciones hay espacio tanto para los ensayos y las reflexiones personales como para la ficción. Mientras autoras como Irene Solà y Pilar Quintana presentan el feminismo desde las novelas, Siri Hustvedt

y Jessica Bennett presentan una reflexión mucho más ensayística y directa en torno a la figura de la mujer y las brechas de desigualdad que persisten en nuestras sociedades. Desde ensayos como los de Siri Hustvedt, en La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres, hasta relatos anecdóticos y personales contados como crónica en La Habana en un espejo, de Alma Guillermoprieto, las recomendaciones cubren un espectro amplio de perspectivas y géneros.

Alma Guillermoprieto La Habana en un espejo (Penguin Random House) Recomendado por Claudia Morales, de la librería Árbol de Libros, de Armenia. “Alma es una de las reporteras y escritoras más valiosas de Latinoamérica. Este relato en el género de la crónica, muy personal, nos lleva al mundo de La Habana, cuando Fidel Castro llegó al poder y sedujo a una población bajo promesas, muchas no cumplidas. Alma llegó a la isla cuando apenas había cumplido los 20 años, siendo bailarina, y con el encargo de dar clases en la Escuela Nacional de Danza. Su mirada aguda y crítica, a pesar de su juventud, el desencanto temprano frente a Castro, y la revolución de ideas que creció en su mente, la llevaron a abandonar Cuba y a desarrollar muy pronto su olfato, sensatez y sentido de humanidad desde el mundo de la reportería”.

Óscar Esteban Ramírez

Jessica Bennett El club de la lucha feminista (Conecta, 2016). Recomendado por María Alejandra Paz Muñoz, de la librería Troya, de Cali. “Es un libro que ayuda a combatir el sexismo en el área laboral. Es indicado para las lectoras, incluso hasta para los hombres. Además, es divertido y brinda herramientas para que las mujeres luchen en este aspecto”.

César Santiago Bohórquez Garzón


Siri Hustvedt

Irene Solà

La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres (Seix Barral)

Canto yo y la montaña baila (Anagrama)

Recomendado por Yolanda Reyes de la librería Espantapájaros, de Bogotá. “Este libro recoge los ensayos de Siri Hustvedt sobre el feminismo y los cambios de miradas en la escritura literaria. Me parece que ilustran una manera de escribir muy particular de las mujeres que cruzan fronteras entre géneros, entre lo que se consideran “ciencias duras” y “ciencias blandas”, entre ficción y ensayo personal. Tiene una forma particular de mirar los fenómenos contemporáneos y el lugar de las mujeres en la escritura, sobre la escritura y desde la escritura”.

Tatiana Reyes Silva

Lina María Parra Llorar sobre la leche derramada (Animal Extinto). Recomendado por María Paula Molina, de la librería Wilborada 1047, de Bogotá. “Este es un libro de cuentos que salió hace relativamente poco. Lina, profesora de literatura de la Universidad EAFIT, escribe estos relatos sobre las relaciones de pareja y cómo a veces las mujeres nos callamos muchas cosas. También las relaciones con amigas, con amigos, que son el sostén también cuando uno está triste, tiene problemas o está feliz. También está esa parte de la violencia contra la mujer, los feminicidios, los infanticidios y la relación con el papá. Trata muchos aspectos con esta visión femenina y plantea preguntas como: ¿por qué pasa así?, ¿por qué nos hemos criado así en una sociedad supremamente machista? Lina María Parra es una escritora de una crudeza que uno dice: “¿Cómo, en medio de semejante lenguaje tan bonito, es capaz de narrar cosas tan duras?”.

Santiago Cárdenas

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Recomendado por: Vanessa Díaz, de la librería Exlibris, de Medellín. “Este libro, que es la segunda novela de la autora, con la que ganó el Premio de Literatura de la Unión Europea de 2020, es una fiesta para la imaginación de sus lectores. Dividido por capítulos, el erotismo delicado de una voz femenina recorre la vida de los habitantes de dos pueblos montañosos de los Pirineos, frontera entre Cataluña y Francia. Está plagado de recuerdos de la guerra civil, de la vida y la muerte, de tradiciones ancestrales e historias mitológicas, donde las gotas de lluvia, los rayos, las nubes y las hojas de los árboles van narrando sus recuerdos. La voz de Irene reivindica el derecho y el placer de escribir en la propia lengua, la catalana, además de producir en sus lectores experiencias reconfortantes y esperanzadoras al encontrar una mujer capaz de crear maravillosos y renovadores juegos del lenguaje”.

Diego Stacey

Pilar Quintana y Chimamanda Ngozi Adichie. La perra, Caperucita se come al lobo y Medio sol amarillo (Random House). Recomendados por Juan Daniel Bege, de librería Ábaco Libros y Café, de Cartagena “A la hora de hablar de igualdad de género hay dos obras de una escritora colombiana que quiero resaltar: La perra y Caperucita se come al lobo, ambas de Pilar Quintana. La primera es la historia de una mujer del Chocó cuya relación emocional se va representando a través de un animal, una perra. La segunda es un libro de cuentos que parte de historias clásicas que en algún momento conocimos, pero la autora les cambia el final y el rol de la mujer. Creo que Pilar Quintana es una excelente autora colombiana. Otra recomendación es Medio sol amarillo, novela escrita por la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, una obra bastante interesante en la que se ve reflejada la política africana y el poder del hombre dentro de las instituciones. La mujer también es protagonista en la historia”.

Camila Orjuela

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ALQUIMIA

EN LA BARRA La industria coctelera ha vivido un resurgir en las últimas décadas y ha retomado importancia en el ámbito gastronómico y social. Erin Rose, la directora de bares de Takami, demuestra la flexibilidad que permite este mundo para incluir dentro de él sabores autóctonos junto con los de la coctelería clásica.

Dicen que en el trópico la vida es más sabrosa. Erin literalmente lo probó y lo comprobó: “En Colombia todavía tienen tradiciones muy especiales alrededor de la comida, de la mesa e, incluso, de los licores. A veces emborracharse hace parte de la cultura”, comenta mientras suelta una carcajada contagiosa. Su conocimiento acerca de licores y cocteles la ha llevado desde San Francisco, en Estados Unidos, hasta varios rincones de Colombia y ha descubierto formas nuevas y muy sabrosas de tomarse la vida. De sus travesías por el país suele traer a la capital algo “nuevo” con un mismo fin: crear. Crear desde lo propio y desconocido; desde la cultura y las tradiciones olvidadas en las regiones; desde lo que nos identifica como colombianos. Erin es una gringa muy gringa y muy colombiana. ***

Texto: Laura Vélez Hernández velezhlaura@javeriana.edu.co Erin Rose en la barra. Foto: Eduardo Zúñiga.

Dicen que el que busca encuentra. Su proceso creativo no cesa y su cabeza maquina e imagina escenarios nuevos para poner en acción y en función conocimientos que a diario adquiere. Erin se toma el tiempo de viajar y de probar. Solo en Colombia ha descubierto licores como el viche, que guarda un importantísimo valor cultural en la región pacífica, por la tradición y el hábito, aparte de algo que ella cataloga como una “reconciliación de las comunidades con sus traumas del pasado a raíz del genocidio en la época de la Conquista”. De la Amazonía probó la chuchuguaza; de La Guajira, el asawaa; en el Eje Cafetero aprendió técnicas de experimentación, y en Cartagena se programó para ver eventos de coctelería en un ambiente latino. “Voy a los mercados y me gusta escuchar qué dicen de las tradiciones y de los licores tradicionales fermentados. La coctelería no es solo un tema de educación, sino de sabores especiales. Colombia tiene eso y también algo muy especial que se perdió en muchas partes: las costumbres alrededor de la mesa. Aquí todavía se tienen esas tradiciones”, cuenta Erin con un español casi perfecto, apenas marcado por su acento estadounidense.


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Erin preparando cocteles en El Barón de Cartagena. Foto: Eduardo Zúñiga. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••

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Bajo su piel blanca, sus crespos rubios y un tanto desordenados y sus ojos azul grisáceo, hay una mujer que tiene una calidez muy colombiana. Lo gringo-gringo está en su aspecto físico innegablemente extranjero. Lo gringo-colombiano está en aquella conexión que ha logrado desarrollar con los territorios, sus historias y sus sabores. Territorios, historias y sabores que muchos colombianos aún no sabemos que existen. Historias que ella pretende contar por medio de las bebidas que crea, implementando sabores autóctonos que van desde la vainilla de Tumaco, pasando por frutas como el lulo, hasta el destilado de feijoa andino, mezclados con los licores de siempre, con los sabores del mundo.

restaurantes y en diseño de exhibiciones en museos, pero poco demoró en darse cuenta de lo mucho que la cautivan la barra y la experimentación con diversos ingredientes. Una experimentación no tan demorada como aquella que exige la cocina, pero tan precisa como aquella de la alquimia.

***

En parte esa precisión la debe a la perfección que persigue con tanta vehemencia. De la barra a la mesa no sale un solo vaso o una sola copa que no cumpla con todos los requisitos de sabor y presentación necesarios. Y es eso lo curioso sobre Erin y su trabajo, que desde la flexibilidad que permite la experimentación y el jugar con todo lo que implica crear un coctel, una vez ella encuentra el resultado deseado la receta se vuelve tan específica como inmodificable.

Dicen que donde el corazón late fuerte, ahí es. Erin pasó por varios lugares que incluían trabajos de todo tipo antes de convertirse en la directora de bares del grupo de restaurantes Takami. Desde los 16 años ha trabajado en

Esta rigurosidad no es capricho, sino que surge después de todo un proceso de prueba y error que de a poco va perfeccionando el coctel que ella busca. Es difícil de explicar porque ella sabe lo que busca sin saber exactamente


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cómo. Es decir, sabe qué combinación armónica está esperando en el sabor, sin tener ciento por ciento claras las proporciones y mezclas. Incluso si desde el comienzo le sale bien —porque ya se conoce el mundo coctelero de arriba abajo—, ella hace mil y una pruebas para que no le salga bien, sino extraordinario.

con qué queda bien, cómo se sirve, cómo se toma, de dónde viene; te da la historia completa. Si tienes dudas, te las responde y te enseña todo lo que sea necesario porque le gusta que todo salga muy bien, en la barra es muy exigente.

Conoce de pe a pa lo que pega, lo que cuadra, lo que combina, lo que contrasta, lo que resalta, lo original, lo modificado, lo que sale con la entrada, con el postre o con el ambiente. Lo tiene tan interiorizado que, bajo su óptica, parecen nociones casi obvias; algo como que dos más dos son cuatro es equivalente a que la mezcla de lavanda y aceituna es gloriosa.

—Nada. Por eso antes de sacar cualquier coctel, se tiene que probar; para saber que cada cosa está como debe estar. Yo la quiero aprovechar mucho para aprender porque tiene la habilidad de crear desde cero.

Pero para Erin el tema no acaba ahí. El esplendor no termina en la bebida. El proceso debe incluir la presentación y el servicio. El espiral de pepino que recubre el vaso por dentro, el garnish de olivas o cubitos de bocadillo, la pera finamente cortada en láminas son todos elementos que inciden en el juego del sabor, pero los colores y las formas no son un accidente o una casualidad, sino que hacen parte también del proceso creativo del que Erin disfruta tanto. Este proceso también se convierte en el servicio. Lo conceptual que cada coctel guarda detrás del vidrio o el cristal se transmite de bartender a cliente para que entienda qué está tomando y por qué lo está tomando de esa forma.

—¿Entonces nada se puede cambiar?

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La coctelería no es solo un tema de educación, sino también de sabores especiales. Colombia tiene eso y también algo muy especial que se perdió en muchas partes: las costumbres alrededor de la mesa

En varias ocasiones ha ido a distintos eventos donde le confían a ciegas la barra. También en ella recae la responsabilidad de todos los bares y la carta de licores del grupo Takami, que tiene 28 restaurantes distintos. Erin arma del primero al último de los cocteles que se sirven en todos los locales teniendo en cuenta cada factor que sea necesario para que salgan a la perfección.

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—Es importante evaluar la carta y la comida del restaurante donde se están sirviendo las bebidas —cuenta Erin mientras organiza pedidos a proveedores—. Hay que mirar público, precio, tendencias de venta. ¿Qué puede

Coctel Simona: Monkey 47, oporto ruby, lavanda, limón mandarino, aceituna negra Itrana. Foto: Laura Vélez.

Erin Rose

*** Dicen que el que no arriesga no gana. Es atrevida porque es canchera. En un segundo arma un coctel con tres ingredientes y le sale a las mil maravillas. Ve whisky, jengibre y miel, agrega limón mandarino y logra un penicillin con uno que otro toque regional usando ingredientes propios del trópico. —Erin sabe mucho, sabe de todo. Sabe de cocteles y de tragos. Tiene un sentido del gusto muy desarrollado y también muy específico —cuenta Yuliana Yustes, la bartender del restaurante Sorella, uno de los restaurantes Takami, mientras sirve un highball lila. —¿Específico en qué sentido? —Ella saca muy buenos cocteles que, además, son refrescantes, porque sabe lo que hace. Le nombras cualquier licor y te dice

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Erin sabe mucho, sabe de todo. Sabe de cocteles y de tragos. Tiene un sentido del gusto muy desarrollado y también muy específico •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Yuliana Yustes •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

realizar el bar de manera consistente y de muy buena calidad dependiendo de las responsabilidades del restaurante, como el tiempo y el lugar de preparación? —O sea que en cada restaurante varían mucho los cocteles. —Exacto. Todo depende de lo que requiere el lugar. Cómo es el ambiente, cómo es la comida, cómo es la gente que va al lugar. Por ejemplo Black Bear —uno de los restaurantes, conocido por su coctelería—, tiene un fuerte en licores, entonces ahí tenemos más; en Sorella, que es comida italiana, recomendamos los negronis, una bebida de esa región; en Central Cevichería, el pedido de cocteles no es tanto, porque el ambiente y la comida son de otro tipo y requiere de cosas distintas, como jugos o limonadas. *** Dicen que todos los días se aprende algo nuevo. Como que el hielo en un coctel es la estrella por su importancia en la presentación y en la dilución. Como que la coctelería comenzó gracias al arte de manejar el hielo que se comercializaba. Como que el agua es

el ingrediente secreto para un balance adecuado en los cocteles. Como que en muchos cocteles la mezcla de ingredientes se hace para resaltar los sabores de todo lo que lleva, y la idea de estas bebidas es hacer un juego sensorial. Como que la percepción de los sabores no tiene que ver únicamente con las papilas gustativas, sino también con receptores en la piel del rostro y en la boca que inciden en el gusto. Como que los cocteles tienen la función de activar aquellos receptores no solo con los sabores, sino también con sensaciones como las de las burbujas de bebidas carbonatadas o las del picante. Como que de esto se encargan los nervios trigéminos en la cara. Como que Erin todo esto lo tiene clarísimo y su función es explotar este conocimiento para hacer de la experiencia un placer para todos los sentidos. No cabe duda de que ella sabe, y sabe un poquito más que un montón. Tiene la ciencia de su lado. Conoce el food pairing, que es un método científico mediante el cual se evalúan compuestos químicos de ingredientes para hacer combinaciones inusuales que funcionan bien, como la lavanda y las aceitunas negras. Lo estudia, lo lee y lo escribe. Aún no lo publica porque lo hace como un ejercicio personal, pero está sobre la mesa la idea de convertir su conocimiento en una guía práctica para quienes disfrutan de este arte. De sus cocteles hay algo en común: el factor refrescante. Es difícil categorizarlos porque ella busca de todo y depende también del perfil de cada bebida que esté desarrollando. Puede intentar uno con sabor frutal, otro en el que resalte el cítrico y otro más en el que sobresalgan las hierbas aromáticas. A ella no le gusta limitar sus cocteles a categorías de sabores, sino más a un balance de sabores y sensaciones, y en eso se encuentra el éxito para lograr que todos los ingredientes que utiliza resalten de forma conjunta. Por este motivo los cocteles que se ingenia o aquellos que modifica se preparan bajo la ley de juntar: “No es que los ingredientes colombianos estén de un lado y los que son de la coctelería tradicional estén a otro —explica Erin—, porque la idea es fusionarlos para obtener mejores resultados”.

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De Colombia usa de todo y prueba con todo: lo conocido —como el lulo, las hojas de coca, el cacao, la vainilla de Tumaco, el toronjil— y lo no tan conocido —como el asawaa guajiro, el viche pacífico, la chuchuguaza amazónica y el destilado de feijoa andino—. Por esto, para Erin hay mil perfiles distintos para cada coctel y mil cocteles distintos para crear. Dicen que Erin sabe mucho. Dicen que los cocteles de Erin son casi inmaculados. Dicen muchas cosas. Erin prueba, reprueba, comprueba, lo prueba, aprueba y sirve.

Cocteles en la barra del restaurante Sorella. Foto: Laura Vélez.

DATICO COCTELERO:

SBAGLIATO

Esta es una receta que Erin adaptó con base en un coctel clásico, de la cual ella comenta: “Me encanta. Combina bien con la comida y es bastante fácil de hacer en casa. Las historias dicen que un bartender se equivocó y puso vino espumoso en vez de ginebra y por eso se llama sbagliato, que significa ‘erróneo’” Ingredientes: • 30 ml de vermut rojo (Erin recomienda el español Yzaguirre Rojo Reserva) • 30 ml de prosecco • 30 ml de soda • Vaina de vainilla (opcional)

Preparación: • Infusionar el vermut con la vaina de vainilla (opcional) • Combinar los ingredientes en una copa de vino o vaso con abundante hielo. • Mezclar ligeramente y decorar con una medialuna de naranja

Fatso michelada: coctel de Erin para el Hay Festival. Foto: Eduardo Zúñiga.

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EL METAL DE

LAS POKER Las Poker son una banda que mezcla el trash metal con el rock and roll. Este grupo, conformado por tres jóvenes mujeres, se ha abierto espacio en un género musical dominado por hombres y ha logrado surgir a punta de talento, potencia y pasión. Texto y fotos: Mayerli Andrea Jiménez jimenez.ma@javeriana.edu.co

Luz (batería), Paola (bajo) y Laura (voz y guitarra), son las integrantes de Las Poker.

Sentada al frente de la batería está Luz Silva. Sus brazos delgados y con algunos tatuajes golpean con fuerza y velocidad los tambores; sonríe mientras algunas gotas de sudor bajan por su rostro. Al frente, en el lado izquierdo, está Paola Rodríguez, sus dedos se mueven rápido sobre las cuerdas del bajo fucsia con negro que cuelga de sus hombros. Al lado derecho se encuentra Laura Angulo, micrófono al frente, y en sus brazos, una guitarra negra tipo estrella, parecida a la que usa James Hetfield, el guitarrista de Metallica; su voz estalla junto a la guitarra. Son Las Poker, la banda de thrash and roll que ensaya en el barrio Teusaquillo, de Bogotá. La banda nació hace 11 años, cuando ellas tenían entre 14 y 16 años de edad. Todo comenzó en el 2009, cuando acompañaron a unos amigos a un ensayo y se conocieron. “Desde el inicio hicimos clic”, asegura Luz


Silva. Luego de eso comenzaron a tocar algunos instrumentos, como un juego, hasta que un día se reunieron en un bar y definieron su nombre. —El nombre surgió tomando y hablando mierda, y se nos ocurrió Poker, como la cerveza y el juego. Nos gustó porque era universal, fácil de recordar y generaba conexión —cuenta Luz mientras sus ojos brillan. Al inicio, las chicas tocaban covers de algunas bandas de rock y luego comenzaron a componer canciones con aires de rock and roll. Sin embargo, con el tiempo se dieron cuenta de que ellas querían irse por un lado un tanto más pesado, así que comenzaron a inclinarse por el thrash metal. Cada vez que iban a presentarse en un evento les preguntaban por el género de la banda y la respuesta siempre era: “A lo que le suene, eso es”. Pero un día entendieron que lo de ellas era una mezcla de los dos géneros que fusionaron para crear algo que finalmente llamaron thrash and roll: un híbrido entre el thrash metal —género que nació a principios de los ochenta y que se caracteriza por sus ritmos pesados, con agresividad y contundencia— y el rock and roll. En cuanto a sus referentes, Paola siempre ha estado inspirada por Metallica, una banda que surgió en los años ochenta y es considerada la creadora del thrash metal. Luz prefiere a Megadeth, una de las bandas pioneras que, junto a Metallica, popularizaron el género. Y Laura prefiere a Motorhead, una banda que se mueve en distintos géneros musicales, entre ellos el rock y el metal, y que, además, le parece un gran referente para Las Poker, porque está integrada por solo tres personas. Sin embargo, ellas concluyen que los referentes son muchos, pero lo que siempre han buscado es no ser iguales a esas bandas que las inspiran, sino que, por el contrario, quieren sonar distinto, quieren sonar como Las Poker. —A nosotras no nos importa el género, ni si nos entienden la letra o no. Nos importa que usted sienta la música, que le den ganas de mover la cabeza o el pie, o aplaudir. El género no nos interesa, lo chimba es que usted sienta lo que tocamos, que usted viva la música —asegura Laura. ***

Luz es delgada y mide aproximadamente 1,70 metros, tiene un labial vinotinto, su cabello es largo, color cobre y liso, con dos coletas en los lados, como las que usa Burbuja, una de las Chicas Superpoderosas; tiene una blusa negra de tirantes, un canguro en su cintura, un jean claro y unos tenis negros. Cada vez que Luz saluda a alguien, es posible ver sus dientes parejos y blancos mientras se acerca a abrazar a las personas. Ella es la primera en llegar al ensayo, y en su mano lleva una cerveza. Luz asegura que Las Poker han crecido a punta de ensayos y que cada semana como mínimo ensayan una vez para cumplir con su objetivo, que en este momento es grabar su nuevo disco (ya tienen un EP que lanzaron en el 2013, llamado Ya no es un juego y un álbum del 2017 titulado Chaos left behind). —Cuando llegó la pandemia dijimos: “Ni mierda”, conseguimos una sala cerca a nuestras casas y ahí ensayamos un tiempo —dice Luz. Pero su sala de ensayos siempre ha sido en BBR, un bar de rock y metal que tiene algunos espacios adecuados para que distintas bandas puedan ensayar. En ese lugar están los instrumentos de Las Poker y ya tienen un ingeniero de sonido que les organiza todo en pocos minutos. Jimmy Sánchez es el administrador del lugar, conoce a las chicas hace siete años y se considera afortunado, porque desde que ellas llegaron al lugar, el bar se ha convertido en un gran parche de amigos que se ayudan entre sí.

Laura (al frente) y Paola (al fondo) ensayando. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

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Laura tocando la guitarra y cantando.

Las chicas de la banda piensan que la constancia es esencial para salir adelante, sobre todo en una escena musical donde siempre ha existido machismo. De hecho, Luz recuerda que cuando la banda estaba en sus inicios, antes de un pequeño concierto les gritaron “¡Perras!” y “¡Lámparas!”. Sin embargo, después de tocar, se ganaron los aplausos y el respeto del público. Por eso también les encanta Joan Jett, su referente femenino más importante, porque fue pionera en el género y afirmó que el metal también es para mujeres. Luz toma las baquetas y golpea una contra otra varias veces, su pierna comienza a moverse como si tuviera un tic nervioso para hacer sonar el bombo de la batería. A la vez, sus manos se mueven muy rápido de un platillo a otro. No parpadea, sus ojos están fijos en su batería y en algunas ocasiones alza rápido su mirada para ver los acordes de la guitarra. Continúa moviendo sus brazos muy rápido entre la caja

y los platillos, y la canción termina. Suelta sus baquetas, coge la cerveza que tiene al lado izquierdo, sube su pierna sobre la batería y comienza a tomar. Luz es la actual representante de la banda, lo que le produce un poco de estrés, y desea que la banda tenga un mánager para que se encargue de los papeleos en las convocatorias en que Las Poker se presentan. Ella admite que no es solo por el papeleo, sino que han tenido problemas de marketing por su mala memoria y pone como ejemplo que tienen tres canales de Youtube diferentes, pues olvida las contraseñas. También, debido a toda la confusión por tratar de llevar la banda ellas solas, han pasado de ser Poker, a Poker Girls, luego Las Poker Colombia y actualmente son conocidas simplemente como Las Poker. *** Paola tiene las piernas y los brazos llenos de tatuajes. La mayoría de ellos son híbridos de insectos con árboles o instrumentos musicales, como el bajo. Ella es la más alta de la banda —mide casi 1,80 metros—, tiene el cabello negro y usa un gorro del mismo color, una chaqueta de jean desgastada y unos tenis blancos. Cuando llegó al bar para ensayar, traía un tapabocas de Homero Simpson y en su cintura un canguro rosado brillante con una hoja de marihuana en la parte frontal. Al hablar con ella es imposible saber si ha fumado o no, porque todo el tiempo se está riendo y, si no, está mirando fijamente un punto en la pared mientras su cuerpo se queda totalmente estático. Paola es realizadora audiovisual, al igual que Luz, y ambas se encargan de producir los videoclips de la banda, aunque entre todas unen sus ideas y consiguen amigos para que las apoyen con la cámara. Normalmente ellas organizan todo para la grabación de los videoclips y ponen dinero, pues las tres trabajan en distintas cosas para poder costearse su vida y pagar los gastos de la banda, porque Las Poker no es una banda económicamente rentable. El bajo fucsia cuelga sobre los hombros de Paola. Los dedos de sus manos pasan muy rápido por cada cuerda. Laura, en la guitarra, pausa la

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canción y comienza a explicarle a Paola como son los acordes con la guitarra, para que ella los refleje en el bajo. Laura le dice: “Es ta, ta, ta. Ta, tan, tan”. Como las tres son músicas empíricas, no conocen mucho los términos técnicos, así que durante todo el ensayo esa es la forma de explicar el ritmo y las notas. —Yo tocaba la guitarra, pero a mí siempre me gustó tocar con los dedos. Así que cuando unos amigos nos dijeron que el bajo era esencial para la banda, pues yo me le medí, y fue como… ¡uf! Cuando la banda comenzó a afianzarse, tuvo su primera gira en 2014 y fueron a Bolivia, Perú, Argentina y Ecuador. Y aunque las tres eran demasiado jóvenes, decidieron irse solas a ese viaje que era una gran ilusión. Y para el 2017 tuvieron uno de los momentos más importantes para un grupo de rock en Colombia: se presentaron en Rock al Parque. —Para mí fue una experiencia que nunca olvidaré, fue como la graduación de Las Poker. Había muchísima gente, era el primer concierto que nos pagaban. Ese día fue un sueño que se hizo realidad —dice Paola. Sin embargo, para Paola cada gira y cada concierto representa un momento especial, porque en los escenarios pueden mostrar el esfuerzo que todas como equipo le ponen a cada canción y a cada ensayo. *** Al finalizar el ensayo, Paola toma un paquete que tenía junto a su cerveza y se acerca a Laura. —Mi regalo de Navidad adelantado —dice Paola. —¡Muñeca, gracias! Está divina esa envoltura de pingüinos. Me encanta, gracias —dice Laura luego de abrazar a Paola. Laura, que es la voz y la guitarra del grupo, tiene cabello corto y negro, usa un esqueleto fucsia abierto que deja ver su brasier aguamarina, un jean azul y un par de tenis de muchos colores. En sus uñas tienen esmalte fucsia y dorado desgastado. Laura estudió coctelería y está a punto de graduarse en gestión de bares y restaurantes. Por ahora trabaja en un centro de atención telefónica para sustentar sus gastos y, en la

banda, se encarga de manejar las finanzas. En cuanto a sus gustos, a ella le encanta leer y es fanática del mito del doble, que se explora en libros como El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde. Laura siente que ese mito la representa, porque habla sobre una teoría según la cual todas las personas tienen otro yo, esa sombra malvada que siempre intenta salir. —La Laurita que tú conoces es colorida, se ríe, es feliz; pero la que está allá en el escenario saca toda su energía, su rabia, la da toda. A veces me bajo del escenario y las personas no asimilan el cambio, es como si me dijeran: “¿Tú cantas así? ¿Tú gritas así? ¿En serio?”. Brayan Ramírez, amigo de Las Poker desde hace nueve años y actual pareja de Laura, asegura que “lo que hace única a la banda es que ellas tienen un trabajo en equipo bacano. Las bandas de acá son una guerra de egos, pero ellas se han entregado a esto. Se putean y luego se aman, son una familia”. Y eso que dice él se prueba no solo en el escenario y en los ensayos, sino en la manera misma en la que crean sus canciones, porque todas pueden componer y marcar los tiempos de distintas canciones, todas aportan a la banda y se esfuerzan por tocar una y mil veces hasta mejorar.

Selfie de Las Poker en el bar. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

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—Es que al principio éramos tres cagonas en medio de mil manes regrandes, pero nos tocaba ponernos las huevas que no teníamos y frentearlos. En los escenarios nos hemos ganado el respeto —asegura Laura sentada en el sofá con las piernas abiertas.

Gemelo izquierdo de Paola.

Laura marca los acordes con su mano izquierda muy rápido, mientras que en los dedos de

la mano derecha está el pick que roza con las cuerdas de la guitarra. Abre las piernas y deja caer su peso un poco hacia atrás, doblando las rodillas. Ahí está ella, ruda. Luego, se endereza y acerca su boca al micrófono, arruga un poco su nariz y un gutural sale de su boca. Lo que canta no se entiende, pero suena potente. *** Las Poker celebraron sus diez años en el 2019 y participaron en muchos conciertos y festivales, pero este año le dieron una pausa a los escenarios y decidieron enfocarse en la composición de las canciones para el nuevo disco que piensan grabar a mediados del 2021. Ellas están muy contentas con el trabajo que han hecho con el disco, porque sienten que estas canciones muestran el estilo que quieren y esperan que sea un éxito para poder irse de gira y seguir viajando, pues ese es uno de sus mayores deleites: viajar, conocer. Respecto a sus familias, sus padres siempre las apoyaron en su camino musical, pero al inicio la banda solo parecía un pasatiempo. Así que las acompañaban a sus primeras presentaciones, les ayudaban a llevar sus instrumentos y demás. Pero cuando llegó la primera gira y los ensayos comenzaron a intensificarse, las familias comprendieron que Las Poker era un proyecto en serio. Por eso el día que todas más recuerdan, fue cuando se presentaron en Rock al Parque; allí estaban sus padres observándolas, estaban en primera fila las tres familias apoyándolas. —Cuando me bajé del escenario mi mamá me dijo: “Estoy sorprendida, me quito el sombrero”. Y es que nuestros papás nunca esperaron que nosotras moviéramos toda esa masa, es algo sorprendente para ellos —dice Laura. Ahora, sentadas en los sofás que hay en la sala de instrumentos y observando el humo que queda de un porro, Las Poker afirman que hoy en día han llegado lejos gracias a su pasión y al compromiso que le han puesto a la banda, pero también son conscientes de que sus lazos van más allá de la música, porque son grandes amigas, son una familia. —Esto es un emprendimiento con las garras. Eso es Las Poker, darla toda. Porque Las Poker es puro corazón.

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LAS GUARDIANAS DE LA CULTURA

AFRO EN BOGOTÁ

Texto y fotos: Natalia Ortega Rodríguez nortegar@javeriana.edu.co

Jini Montaño cierra los ojos y empuña las manos, como si al hacerlo le naciera la fuerza necesaria para empezar su canto. De repente, levanta el índice derecho y lo va moviendo hacia arriba, despacio, en cámara lenta y, cuando este llega a la altura de su oreja, entona: “Señora Juana María / la que vive en el Popete / póngale cuidado a su hija / que ella ronca canalete”.

Mujeres como Jini Montaño se aferran a sus tradiciones en la localidad Rafael Uribe Uribe, en Bogotá. En la foto, Jini muestra su bata tradicional.

En la localidad Rafael Uribe Uribe, ubicada en el sur de Bogotá, está asentada una de las comunidades afro más organizadas de la ciudad. Allí las mujeres son protagonistas y luchan constantemente para que las tradiciones culturales no se desvanezcan en la neblina del racismo y del olvido.

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Su cuerpo, adornado con una bata ancestral holgada, ligera y de tonos tierra, se balancea de lado a lado a medida que el ritmo de la canción acelera. Mueve la cabeza, cubierta con un turbante verde limón que contrasta con su piel morena, los hombros al compás de los aplausos que, imponentes, retumban en toda su cocina. Jini sonríe con timidez y mira hacia los lados. Parece que cantar ante estos ojos —los míos—, todavía algo extraños para ella, le causa un poco de vergüenza.

“Que ella ronca canalete / que ella ronca canalete / que ella ronca canalete”, repite una y otra vez. Es una canción de música folclórica, que cuenta la historia de una niña que para coquetearles a unos muchachos en el río Guapi (Cauca) le pega a la popa del bote con su remo; es una canción con la que Jini Montaño acaricia el recuerdo de sus raíces y de Buenaventura, esa tierra de la que hace diez años tuvo que salir disparada, porque vivir en un territorio donde la disputa de los grupos armados ilegales se ha tomado la ciudad, muchas veces solo deja dos opciones: huir o la muerte.


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de esas tablas para conocer un poco más la casa, Jini se asoma y me pide que le alcance una bolsa blanca que se encuentra en uno de los cuartos, sobre la cama su hijo Luis. “Baja y te muestro lo que tengo”, dice. La bolsa está llena de botellas que contienen lo que ella prepara: curadas, tumbacatres, el arrechón y el viche, además de otras preparaciones.

Tulia Asprilla hace parte de Afrodes, una organización nacional de afrocolombianos desplazados. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

La localidad de Rafael Uribe Uribe alberga a casi el

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Ahora Jini vive en Bogotá y hace parte de una de las comunidades afro más organizadas de la ciudad asentada en la localidad Rafael Uribe Uribe, que alberga a casi el 6 % de esta población en la capital. Y allí, al igual que la mayoría del resto de mujeres desplazadas, ha tratado de conservar su cultura, porque la violencia le arrebató su tierra, pero jamás sus tradiciones ancestrales. —De Buenaventura me sacaron con mi hijo por amenazas. Primero, fueron amenazas contra mi esposo, y entonces él se mudó primero para Cali, pues allá tiene familia. Pero al ver que no estaba seguro allá, se vino para acá [Bogotá]. Luego, como yo quedé allá, empezaron a atacarme a mí, me decían que yo tenía que saber dónde estaba él, y yo no sabía —explica Jini. —¿Y por qué los perseguían? —Allá los paracos viven de los demás. Usted tiene un negocio y ellos van siempre a sacar lo que ellos quieran. Mi esposo tenía una taberna. Vendía su cerveza, su licor y esas cosas. Y como ellos piden tanto, las ganancias no rinden y no son suficientes para cubrir todos sus gastos. Y entonces llega el día en que usted se le rebota y le dice: “No, no, no”. Eso pasó, y le invadieron el negocio a mi esposo. Lo querían matar. *** En la casa de Jini hay dos escaleras de madera que llevan a las habitaciones del segundo y del tercer piso. Son estrechas, sin barandas y empinadas. Mientras voy escalando cada una

Pone el paquete sobre el comedor que está en la cocina y empieza a sacar los frascos: “Con estos aceites hago masajes para las personas tensionadas y estresadas; estos son unos tabacos y el tabaco es medicinal; este es el viche y aquí el arrechón, son afrodisiacos, como un estimulante. Sirven para activar las hormonas sexuales de los hombres y de las mujeres”, explica Jini que también es médica ancestral o sabedora, como se le conoce en su cultura. En Buenaventura muchos prefieren la medicina ancestral a la convencional, no solo porque el sistema de salud es ineficiente, sino porque creen firmemente en el poder de las plantas. “En las regiones, las abuelas saben de la hierba, de plantas, de todo. No es hechicería, es medicina. Usted coge una planta y la muele, y usted sabe pa’qué es”, dice Jini, quien desde pequeña aprendió de su abuela a preparar esas botellas con las que hoy atiende a mujeres y hombres, sobre todo de la comunidad afro. —¿Ve a sus pacientes aquí en la casa? —pregunto. —Sí, vienen a decirme lo que les duele. Entonces, yo llego y les preparo una botella. A mis amigas les pido solo para los insumos y les preparo una botella de lo que necesitan, añade más tarde. Y así, en una mezcla de trabajo y tradición, Jini se gana la vida mientras recuerda siempre sus raíces. *** Una niña pequeña abre la puerta y sonríe con picardía. Se llama Sara, tiene siete años. Lleva una piyama rosada con dibujos azules, morados y blancos, y unas trenzas en todo su pelo que terminan en unas pepitas del mismo color de lo que lleva puesto. No dice nada, solo corre y con su mano me indica que la siga. En la cocina hay unas muchachas que cantan a


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todo pulmón mientras lavan los platos. Paso y me miran con extrañeza. Por fin, la pequeña abre la puerta del cuarto. Ahí está su abuela, Tulia Asprilla. Es una mujer morena, grande, de sonrisa amplia, cabello rojo trenzado de la raíz a las puntas y ojos saltones que se esconden detrás de unos lentes; es como si fuera la imagen de una de esas matronas que aparecen en las novelas de García Márquez. Tulia está sentada en la cama, arropada hasta la mitad del torso. “Qué frío que hace”, dice. Tiene razón porque ha llovido todo el día, y en su casa, como dice ella entre las risas que dejan ver su dentadura llena de grietas, “el agua cae más adentro que afuera”. Vive allí desde el 2006. Compró la casa con el subsidio que le dio el Estado por ser una mujer desplazada. Porque sí, al igual que Jini, hace parte de ese 20 % de los afrocolombianos a los que la violencia los expulsó de su tierra. Tulia tuvo que salir del Chocó. “Yo había vivido antes acá, pero cuando estaba muchacha. Y en el 2001 me tocó devolverme por el tema de la violencia, desplazada por los paracos. Llegué acá con mis cuatro hijas, la más pequeñita estaba de meses. No niego que ha sido muy difícil. Primero a Soacha y después acá, porque de allá también tuve que huir. Nos empezaron a perseguir y a uno de los compañeros le metieron una papa bomba en la casa”, explica Tulia y sus labios se doblan hacia adentro. No dice nada por unos instantes y si el silencio no se vuelve el protagonista de la escena es porque la novela que está viendo en el televisor sigue rodando. En la mirada de Tulia parece haber algo roto. *** Según el informe “Igualdad para un buen y mejor vivir”, de la Secretaría Distrital de Planeación, después de las indígenas, las mujeres afrodescendientes son las más vulnerables en el mercado laboral de Bogotá, con una tasa de desempleo del 13,7 %. Además, aquellas que presentan un nivel educativo profesional reciben un salario 51 % menor que aquellas que tienen su misma preparación. Por eso, la mayoría de las mujeres afrocolombianas desplazadas llegan

a la capital a realizar trabajos informales y, como dice Tulia, “se ganan la vida vendiendo bolsas, dulces, comida en puestos en la calle o trabajando en casas de familia. Por suerte a mí no me tocó. ¡Ah!, bueno, sí trabajé en una casa. Pero también conseguí un trabajo en un jardín infantil. No sabía nada, pero así me metí”. Actualmente Tulia es enfermera. “En el jardín me gané una beca. Una de las compañeras conoció a un político en ese tiempo, me acuerdo, y él nos ofreció unas becas para estudiar enfermería y a mí siempre me gustó todo lo que tiene que ver con salud, porque mi papá es médico ancestral del pueblo, yerbatero, que le dice uno allá”, explica mientras busca en el celular una foto de su padre. Además, hace parte de Afrodes, una organización nacional de afrocolombianos desplazados. En algún momento fue secretaria allí, pero hoy hace parte del consejo. “Ya acá en este barrio conformé un grupo de mujeres a las cuales las reuníamos para dictarles talleres sobre derechos humanos, y conformamos una organización, que no está legalmente constituida, pero se llama Brisas del Medio Atrato. Es una hijita de Afrodes, de las comadres”. Se dicen a sí mismas “comadres” como recuerdo del comadreo que se usa en sus territorios. Las comadres siempre se ayudan, si una trabaja la que queda en el pueblo cuida los hijos de la otra. Y eso, de alguna manera, lo han traído a la localidad Rafael Uribe Uribe.

Tulia busca en su celular la foto del día en que se graduó de la Universidad Pedagógica en Educación Comunitaria con énfasis en Derechos Humanos. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

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Según la Secretaría Distrital de Planeación, después de las indígenas, las mujeres afrodescendientes son las más vulnerables en el mercado laboral de Bogotá, con una tasa de desempleo del

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Rosa Quiñones fue desplazada de su territorio por oponerse al reclutamiento forzado.

Tulia sigue pasando las fotos del celular y sonríe mientras se encuentra con algunos de esos recuerdos. —¡Ay!, mira cuando me gradué de la Pedagógica —señala. En la foto posa con sus amigas Rosa Quiñones y Eucaris Murillo, todas con un diploma en mano que dice: “Educación Comunitaria con énfasis en Derechos Humanos”. —¿Y esa banda es de ese momento? —pregunto señalando la cinta blanca que se encuentra colgada justo detrás de su cama. Es el único adorno de esa pared rosada con manchas blancas. —¡Sí, claro! —dice, y una sonrisa, que después se va a convertir en carcajada, se pinta sobre sus labios llenos de orgullo—. Esa es mi estola. *** ¿Cómo se conservan las tradiciones culturales en una ciudad en la que la población afro solo es el 1,4 % de los habitantes? Para Tulia Asprilla, se logra desde la gastronomía, la ropa, los cantos y las danzas. En el piso de cemento de su habitación, humedecido por el agua de lluvia, hay unas sandalias blancas con tiras azules y rojas. —¿Las usas acá? —Sí, esas las compré allá en Urabá, pero me las pongo acá también. Nosotros tratamos de vestirnos y de peinarnos como allá —responde Tulia.

—¿Y tiene algún traje típico? Tulia se para con algo de dificultad. Le duelen las rodillas. Se acerca a la montaña de ropa que está puesta en la esquina de la cama donde estaba acostada, pero no encuentra lo que busca. Luego, abre el clóset de madera ya desgastada, que además sirve de mueble para el televisor, y busca en los cajones. Unos instantes después lo encuentra. Es una bata naranja, amarilla y fucsia. Tulia la abre y sostiene la parte de arriba del vestido entre su barbilla y el cuello. —Esta es mi batica. La uso mucho para las obras de teatro que hacemos —explica. Se vuelve a sentar en la cama y sigue pasando las fotos en su celular. “¿Dónde estará la de mi papá?”… pasa y pasa. En algunas se detiene y me las muestra. Me cuenta cosas. Minutos más tarde la encuentra. —Mira a mi padre, mira a mi viejo lindo —dice, y en las arrugas del señor hay algo de la historia de su pueblo. *** El sonido de los tacones al chocar con el piso de las escaleras anuncia que Rosa Quiñones está bajando al primer piso de su casa. Es una mujer elegante. Tiene puesto un turbante color café del que sobresalen sus trenzas enrolladas, un saco vinotinto, cuello tortuga y ceñido al cuerpo, y una falda plisada color plata. Rosa no para de sonreír. Saca una de las sillas Rimax que están apiladas a un lado de las escaleras y se sienta: espalda recta y manos sobre las rodillas, una encima de la otra. Las paredes naranjas y azules se roban toda la atención del lugar. La sala de la casa está vacía. Tan solo hay dos muebles de cuatro cajones, uno en cada esquina. —Nosotros, ahorita por la pandemia, sacamos todo lo que estaba aquí, pero teníamos el portal de medicina ancestral en esta sala, donde venían niños a aprender también. De hecho, ya estábamos interactuando con los 28 colegios de la localidad [Rafael Uribe Uribe], para poderles enseñar a los niños. No solo necesitamos que la conozcan los afro, sino también los mestizos, los indios y todas las personas —explica Rosa, quien desde su posición de

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líder ha tratado de llevar sus conocimientos de la medicina ancestral a las nuevas generaciones. Ella misma añade más tarde—: Es importante que los niños se enamoren del campo, que conozcan de dónde venimos; ese legado de nuestros ancestros. —¿Y con sus hijos y nietos ha sido difícil mantener esas tradiciones culturales? —Hay que reconocer que de pronto los afrobogotanos no saben el valor agregado que tenemos nosotros ni esa conservación de nuestras raíces, para disfrutarlas y aplicarlas. Por ejemplo, mi nieta nació aquí. La mamá es mestiza y mi hijo es afro. Pero cuando ella entró al colegio me decía: “Ay, Pepita me dijo que yo era afro por el pelo que de era de Bombril”, y yo le dije: “El pelo suyo no es de Bombril, es crespo”. Y me dice: “Yo no soy negra, yo soy blanca”. Yo le dije: “No, mamita. Vamos a poner una hoja de papel blanca y una hoja de papel negra para ver la diferencia. ¿Tú qué color tienes de esto? ¿Te pareces a la hoja blanca o a la negra? Lo que tú tienes es un mestizaje, una mezcla”. Entonces, yo la llevé como a esa conciencia, y ella entendió. La niña ahorita se mete a YouTube y busca los videos de los afro. Ya baila, canta y dice: “Yo soy afro” —cuenta Rosa y sonríe. Siempre sonríe. *** Desde que Rosa salió del municipio de Barbacoas (Nariño) y se instaló en Bogotá, no ha parado en su rol de liderazgo. Fue desplazada de su territorio por oponerse al reclutamiento de jóvenes por parte de los grupos al margen de la ley, sobre todo el de sus estudiantes. —Aquí vine con la postura también de continuar con mi papel de liderazgo. Saber que el líder nace y también se hace. Entonces, dije que no queda más que hacer que lo que sabemos hacer. Ahora quiero seguir sirviéndole a la comunidad y continuar con ese trabajo de liderazgo que es lo que me caracteriza y me apasiona —explica, y el tono se va elevando, como si la emoción se llevara por momentos la sutileza de su voz. Y sus manos, antes estáticas sobre sus piernas, de vez en cuando se mueven con vehemencia. Mientras hablamos, el timbre de la casa suena dos veces. La primera vez se trata de un hombre

flaco que lleva un poncho con la bandera de Colombia. Rosa le indica que se siente. Unos minutos más tarde llegan dos mujeres; una de ellas con un sobre de manila en la mano que parece ser importante. También toman unas sillas y forman una especie de círculo. —Como ves, viene gente de toda Bogotá a buscar solución a sus problemas. Voy resolviendo, vamos a hacer esto y lo otro. Que vivienda, que educación, que ayuda humanitaria. Mejor dicho, cualquier petición, tutela. Aquí hacemos de todo —me explica, y con una sonrisa los mira a ellos esperando que confirmen lo que acaba de decir. Los tres asienten con la cabeza. —¿Dónde aprendió a hacer todo eso? —pregunto. —Aprendí de mi padre, que era un hombre apasionado por su comunidad, era un líder. Después de Dios, mi padre y Obama —suelta una carcajada—. En serio, él me dejó ese legado. Yo a los ocho años ya sabía qué era liderar. En el pueblo me metía en una canoa y me iba pa’l campo a ayudar. Rosa cruza los brazos y se queda con estas tres personas que la miran como si se tratara de la mismísima sabiduría. Y en las palabras y los consejos que les dirá, seguramente habrá algo de lo que le enseñaron su padre, su tierra y, por supuesto, su cultura afro.

Rosa Quiñones lleva procesos de liderazgo con las personas de su comunidad. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

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¡EL PERIODISMO ES MI LUGAR EN EL MUNDO!

Diana Salinas es una destacada periodista que ha ganado tres premios Simón Bolívar y es cofundadora del medio independiente Cuestión Pública. Con ella conversamos sobre periodismo, sobre los obstáculos a los que se ha enfrentado con su medio independiente y sobre los medios de comunicación tradicionales. Texto: Julio Andrés Artuz Valdivieso artuz.julio@javeriana. edu.co Fotos: Cortesía Diana Salinas

Diana Salinas estudió literatura, pero decidió que su vida estaba en el periodismo, pues a esta caleña —feminista, fanática de los libros y de la música—, que se define como una mujer líder, terca y competitiva, le interesan los temas relacionados con la verdad y la justicia. Y encontró en el oficio una manera de explorarlos, de investigarlos, de contar aquello que incomoda al poder y que algunas veces pasa ‘de agache’ en los medios tradicionales. Quienes la leen y la conocen saben que una de sus mayores características es su gran olfato y rigurosidad para investigar. Y esa virtud no solo la llevó a pasar por distintos medios de comunicación, sino a ser reconocida con tres premios de periodismo Simón Bolívar. Y más aún: su pasión por la investigación la llevó a crear, junto a los periodistas David Tarazona y Claudia Báez, el medio independiente Cuestión Pública, en el 2017, desde donde ella y sus colegas han desarrollado extensos y profundos trabajos periodísticos en los que, con datos y evidencias, han cuestionado intereses económicos y políticos de todas las orillas. De ese modo, Diana, con su equipo, ha construido un espacio distinto donde la búsqueda ha sido hacer un periodismo de contrapoder que ayude a mantener a los ciudadanos bien informados. Una cruzada ardua y valiente en un país con tantos conflictos e intereses. Por eso, hablamos con ella de sus batallas, del oficio, de su medio y de los desafíos de Cuestión Pública en el futuro.

Directo Bogotá [DB]: ¿Dónde nació su gusto por el periodismo? Diana Salinas se considera una mujer con un muy buen olfato investigativo y se interesa por la equidad en todos los ámbitos.

Diana Salinas [DS]: Me di cuenta de que quería ser periodista como a los doce años. Entre todas las tareas que yo hacía, me fascinaba


sentarme a escribir. Me acuerdo que le pregunté a mi mamá sobre qué profesión tenía que ver con escribir, y ella me dijo que podía ser escritora o periodista. Cuando ya pasé a la universidad, me convencí de estudiar literatura, pero terminando la carrera dije: “¡Yo quiero ser periodista!” [ríe a carcajadas]. Tenía mucho gusto y sabor por ser periodista, me decidí como a los 27 años y me fui a hacer una maestría. ¡El periodismo es mi lugar en el mundo! Puedo dejar casi todo tirado por el periodismo.

DB: ¿Cómo diría que ha sido su camino en el periodismo? DS: Ha sido un camino muy duro: nada en la vida se me ha dado fácil, y con esto no me quiero poner en el lugar de víctima. Considero que cada una de las cosas que he querido hacer me han costado mucho trabajo, sobre todo mental. Cuando hice mi maestría, ¡ja!, yo no sé si era la peor estudiante, pero sí era como una de las más malitas, porque venía del mundo de la literatura y para mí escribir era otra cosa y me enseñaron un periodismo supertajante. Pero rápidamente encontré un lugar en el diario La Nación de Argentina, trabajar allí fue un trofeo. Ahí aprendí a ser rigurosa como periodista. En Colombia, llegué y busqué el trabajo que quería, aunque me costó. El 1 de noviembre de 2010, entré a trabajar en Noticias Uno, con Daniel Coronell, y eso fue para mí una realización, porque de él se aprende muchísimo y, a mi modo de ver, estaba con el equipo de los mejores. Todo fue lo que había soñado y más, pero fue muy difícil. Eso es lo que hoy me hace sentir satisfecha.

A mí me pasa algo muy chistoso, que voy a confesar aquí: siempre he pensado que no me merezco las cosas y, lejos de ponerme feliz y ponerme a saltar, me siento culpable y me pongo a pensar si los jurados eligieron bien [ríe], pero me convence que yo tengo cero influencias y nunca estoy pendiente del jurado. Muchos meses después es cuando voy sintiendo la alegría. En el último premio, que fue con Cuestión Pública, con el trabajo “Cuatro encuentros entre Uribe, Odebrecht y el pagador de sobornos”, dije: “Voy a cambiar esto, ¡yo sí me lo merezco!”. Y fue un premio que nos dimos con todo el equipo y lo sentimos como un gran trabajo.

DB: ¿Cómo surgió la idea de Cuestión Pública?, ¿cuáles son los principales objetivos de este medio independiente? DS: Cuestión Pública nació, a manera personal, de una especie de censura. Lo digo porque eso no se probó nunca, pero fue cuando estaba trabajando en el programa de Pirry y se acabó. Perder mi trabajo me trajo muchas incógnitas, pensamientos y reflexiones sobre cómo iba a ser trabajar en otro medio y si iban a aceptar o no ciertas notas de investigación. Eso me trajo muchos interrogantes, y la respuesta estuvo en Cuestión Pública. De mi parte, había una gran necesidad por hacer un medio de comunicación único y exclusivo de investigación y contrapoder; hacía falta un periodismo que le pusiera el ojo, muy incómodamente, al poder de turno. A

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Salinas se interesó por crear un medio de comunicación que fuera único y exclusivo de periodismo de investigación y contrapoder. Junto a David Tarazona y Claudia Báez creó Cuestión Pública.

DB: Ha ganado tres veces el premio Simón Bolívar, dos por mejor noticia y el tercero por investigación. ¿Cómo han sido estas experiencias? DS: Son satisfacciones muy grandes, pero yo no trabajo para ganarme premios, eso solo hace parte de ese ejercicio de enviar los trabajos. Es más importante lo que genero en las personas. El primero fue increíble: un premio de noticia por un trabajo de seguimiento al procurador de ese entonces, Alejandro Ordóñez. El segundo, me lo creí menos, y fue por un trabajo con Noticias Uno, en el que les pusimos la lupa a los magistrados de las altas cortes.

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Todas esas molestias pueden traer muchos problemas de seguridad y de acoso judicial. Todo esto nos ha pasado. Nos han intentado bajar la página, nos han seguido a la oficina, a las casas, nos han puesto en la lista de opositores del Ejército, nos han pasado cosas muy raras que no podemos decir que sean producto de todo esto, pero que son muy extrañas. En el nivel de todas las cosas que nos han pasado, yo diría que hemos llegado a estar en un 7 sobre 10 en términos de riesgo, pero nunca hemos tenido algo de 10, nunca he tenido algo que yo diga: “Me voy de este país”. Nosotros tenemos claro que no queremos ser un periodismo escoltado ni ser mártires. Sí hay temas que nos toca dejarlos en remojo un tiempo, que baje la marea. Tratamos de ser muy cautelosos en cómo sacamos las investigaciones, que no se note ningún tipo de emoción, porque no la hay, ahí hay es una investigación. Rara vez habrá adjetivo. Lo que sí se encuentran son los hechos y los hallazgos.

Diana Salinas estudió literatura, pero se dedicó al periodismo, y en el 2017 cofundó Cuestión Pública. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

Queremos ser cada vez más lo que el ciudadano de a pie quiere del periodismo de investigación: que sea leíble, incluyente y consumible para todo el mundo •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

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nosotros no nos interesa contar qué hace bien el poder ni qué hacen bien los banqueros, ese no es nuestro papel. Nuestro papel es contar la ruta de nuestros dineros públicos, qué hace que se alimente la corrupción; esa es la meta final de Cuestión Pública, siempre.

DB: ¿Con qué otros obstáculos se han enfrentado?, ¿ha habido intentos de censura o autocensura, teniendo en cuenta que el medio es independiente? DS: Este periodismo, de entrada, es muy peligroso en el país. Colombia arrastra desde muchos años atrás, junto con México y otros países de Centroamérica, el récord en violencia contra los periodistas: asesinatos, agresiones, atentados, etc. Esos registros bajaron, pero en esta época estamos viviendo con un Gobierno que parece dejar desamparados a los periodistas que no son sus amigos en el poder y a los que no les interesa contar lo bueno que hacen, sino investigarlos. Además, es un Gobierno que tiene mucho repudio por la libertad de prensa; ellos todo el tiempo tienen “la puerta cerrada”. Cuestión Pública frecuentemente les está mandando derechos de petición, pidiéndoles información, haciéndoles preguntas.

DB: ¿Cómo es el proceso para realizar una investigación?, ¿hay periodistas externos que hacen parte de estas investigaciones? DS: Cuestión Pública funciona con equipos que están formados periodísticamente para hacer diferentes tipos de investigación. Somos un medio que trabaja mucho el periodismo de datos, entonces para esto necesito formar un equipo de alrededor de 25 personas, y ese formato trae editores y una serie de responsabilidades. También contamos con otro equipo que tiene unas doce personas, en las que estamos trabajando más investigación de coyuntura y tratamos de estar un poco más pegados a ciertos temas actuales, intentamos poner agenda.

DB: El medio cuenta con una escuela de formación con talleres y conferencias. ¿Cómo ha funcionado este espacio? DS: Estos son unos talleres que diseñamos de acuerdo con las habilidades que cada uno puede aportar, y se hace uno por año, aproximadamente. Este año no hemos hecho por la pandemia, porque aunque podríamos hacerlo perfectamente en línea, la pandemia sí nos ha revolcado bastante y nos obligó a pensar en nuevas cosas y, en ese sentido, dejamos muchas otras congeladas. No obstante, se hizo un


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gran trabajo con periodistas muy jóvenes que venían trabajando en redacciones, pero que no eran expertos en la mirada o en el olfato de sacar los datos y en darse cuenta de que tenían hallazgos en todas partes. De alguna manera sentimos que allí hubo un gran taller. En Cuestión Pública creemos que hace falta la investigación y el gusto por los datos. Esto debe enseñarse, hay unas posibilidades enormes, deliciosas, divinas para investigar.

DB: ¿Qué planes tiene Cuestión Pública? DS: Creo que Cuestión Pública ya tiene dos columnas vertebrales iniciadas. En primer lugar, debería poder consolidar su investigación de datos a los congresistas; esto significa que se pueda terminar de investigar el Congreso para poder alimentar los procesos electorales. La otra parte es Cuestión Poder, que son artículos de investigación y de coyuntura, y creo que le falta mucho por afianzar y consolidar. Tenemos otros proyectos, como Cuestión Pública feminista, que se mueven por la línea de los derechos humanos y que se van a ir trabajando poco a poco. Creo que debemos afianzar estas dos columnas muchísimo y poder hacer más proyectos de largo aliento. Muchos de esos proyectos están en nuestra cabeza, por hacerse. Otro reto es aprender a hacer cada vez más trabajo colaborativo y estar a la vanguardia de los desafíos que trae el periodismo, teniendo en cuenta la llegada de lo digital. Queremos ser cada vez más lo que el ciudadano de a pie quiere del periodismo de investigación: que sea leíble, incluyente y consumible para todo el mundo. Mi sueño es que yo vea a cualquier persona de la calle hablar de algún tema que tocó Cuestión Pública, que seamos un periodismo para todos.

era que los banqueros estaban comprando los medios y, con esa compra, lo que sucedió es que no hubo tal crisis. Entonces, la mirada que tengo es la de unos medios que fundieron sus capas, en donde encuentras el poder político, el poder económico y a la sociedad civil; encuentras que los dueños son los mayores interesados en los temas financieros y económicos, que ponen plata para las campañas políticas y ponen presidentes. Yo estoy de acuerdo con que la independencia es sumamente complicada, la independencia sola no la hay, porque uno está inmerso en un sistema, pero así es muy difícil hacer un periodismo consciente.

DB: ¿Cómo le podríamos dar una nueva cara al periodismo en Colombia? DS: Lo que les hace falta a los medios es que ante esa fusión e integración de las diversas capas de poder y que operan en nuestras sociedades, deben pensar en unas barreras y límites de un periodismo consciente. Esto significa que la idea es informar, pero no influir políticamente. Se debe poner una hoja de ruta igual: la justicia es la justicia, y lo que falla un juez, lo falla un juez. Hay que volver a unos puntos clave, que nos entendamos y que utilicemos a los medios de comunicación para algo más que solo influir en la política, porque cuando ese se vuelve el fin, es cuando más daño se les hace a la información y a la búsqueda de la verdad. El periodismo se trata de eso, de buscar la verdad.

Salinas ha sido ganadora del Premio Simón Bolívar en tres oportunidades, dos por mejor noticia y uno por investigación. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

El papel principal de Cuestión Pública es contar cuál es la ruta de los dineros públicos y denunciar los diversos casos de abuso de poder y corrupción en el país.

DB: ¿Cuál es su mirada frente al periodismo tradicional, que está ligado a múltiples intereses económicos y políticos en este país? DS: Los medios tradicionales siempre han cumplido con una misión informativa en la sociedad. Pero si vemos la crisis de los medios en el mundo, a nosotros nos llegó tardísimo. Recuerdo que cuando estaba en La Nación, en Argentina, eso ya estaba pasando en el mundo, y en Colombia nada. Pero de fondo venía un fenómeno, y

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MI CABELLO, MI RAÍZ Una mujer bogotana, de ascendencia afro y mestiza, vuelve a sus raíces a partir un elemento inesperado: el cabello. Este es un recorrido íntimo por la identidad, que se alimenta de la experiencia propia y de una serie de conversaciones con mujeres afro provenientes de diferentes lugares de Colombia. Texto e ilustración: Nicole Cano vivianne.cano@javeriana.edu.co

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“Pero… ¿tú eres afro?”. Esta es una pregunta que me han hecho algunas veces en la vida y que me cuesta responder, pues durante mucho tiempo yo misma he estado buscando la respuesta. Hace dos semanas alguien volvió a formularme esa pregunta y detonó en mí la necesidad de contar esta historia, la mía. A pesar de que nunca sé qué tanto de mi historia familiar debo revelar para justificar el hecho de que me asumo como tal, hoy lo puedo decir en voz alta: soy una mujer afro de piel blanca. Soy hija de un hombre afro y una mujer blanco-mestiza. Mi papá nació en Montería, pero creció en Bogotá, muy lejos de sus raíces negras que se encuentran en Cartagena. Para mí y mis hermanas la historia de nuestra familia paterna, y de nuestras raíces afro, siempre ha sido un misterio. Sin embargo, en este camino de búsqueda y reconocimiento fue mi cabello el que me mantuvo atada a la raíz. A los siete años me di cuenta de que no era tan parecida a las niñas y niños con los que estudiaba; es cierto que mi piel no es oscura, pero yo tampoco lucía como las demás niñas, y si algo es seguro es que siempre fui la más “despeinada” del salón. Los profesores me rogaban que me peinara y mis compañeros de clase se burlaban de mí diciendo que parecía un león. Mi mamá hacía lo que podía, cada mañana antes de ir al colegio me estiraba el cabello con un trinche y me lo recogía en una coleta, pero a eso del mediodía yo ya tenía el cabello esponjado y la coronilla llena de pelitos que se levantaban. Entonces empecé a odiar mi cabello, no fueron solo las burlas de quienes me rodeaban o las miradas de condescendencia por tener el “pelo malo”, sino las ideas de belleza que me llegaban desde el exterior, de la publicidad, del cine, de internet. Me obsesioné, y mis modelos eran los ángeles de Victoria’s Secret: Candice, Miranda, Giselle, Alessandra. Todas con sus lisos perfectos que ondeaban en la pasarela. En ese momento empecé a mirarme al espejo cada vez que tenía la oportunidad, solo para imaginar cómo me vería cuando cambiara todo lo que


no me gustaba de mí: la nariz ancha, los ojos oscuros, las cejas pobladas, pero sobre todo el cabello crespo. Mis inseguridades me llevaron a volverme cada vez más retraída; era muy callada y casi no tenía amigos. No me sentía bonita y me preguntaba por qué alguien me querría. Un par de veces convencí a mi mamá para que me dejara alisar el cabello, pero como no teníamos el dinero para pagar por ello, me alisaba mi abuela, quien no tenía mucha experiencia con cabellos como el mío. Son recuerdos tortuosos, de horas sentada en una silla, con la cabeza tan caliente que sentía que me iba a explotar. Primero me humedecían el cabello para intentar desenredarlo con una peinilla que no estaba diseñada para mi cabeza, después mi abuela tomaba un cepillo redondo de cerda gruesa y me estiraba el cabello con toda su fuerza, mientras pasaba el secador. Todo eso sucedió durante mi preadolescencia, hasta que me rendí definitivamente. Después

de alisarme me quedaba una melena gigante y en una hora tenía todas las puntas ensortijadas y las raíces llenas de frizz. Pero la peor parte era que cuando me miraba al espejo, después de todas esas horas de sufrimiento, seguía sin parecerme a las mujeres que veía por televisión en los desfiles. En ese momento me di cuenta de que nunca sería como ellas y empecé a observar a las mujeres que tenía más cerca, mis dos hermanas mayores. La mayor de ellas también tuvo un pasado oscuro con el alisado, pues durante mucho tiempo usó la plancha de ropa para alisarse el flequillo: se arrodillaba en el piso, ponía la cabeza sobre la cama y pasaba la plancha caliente sin mirar y un par de veces llegó a quemarse la frente. Sin embargo, recuerdo claramente que ella ya se encontraba en esa búsqueda de sus raíces afro que yo empecé recientemente. En una ocasión fuimos juntas a la casa de mi abuelo paterno, un hombre negro

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cuando ingresé a la universidad y aparecieron personas para quienes mi cabello trenzado o con turbante era una “apropiación cultural”. Empecé a justificarme con otros, a intentar explicar mis experiencias en busca de su validación, pero no funcionó y comprendí que sería imposible para ellos entender mis vivencias. Es cierto que en todos los años que llevo trenzando mi cabello, aplicando diversas técnicas de definición para mis rizos y usando turbantes, no conocía su simbología, ni su procedencia, ni los diversos significados que tienen en distintas comunidades afro del país, pero siempre he tenido muy claro lo que significan para mí: raíz, reconocimiento y amor propio.

Daniela Viveros Durán, periodista y creadora de contenido nacida en Zipaquirá. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••

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cartagenero con quien no tenemos mucha relación, pero en medio de una conversación nos dimos cuenta de que él mismo no se reconocía como afro. Creo que para las dos, o al menos para mí, ese momento fue la revelación de que necesitaba dejar de buscar mi identidad afuera y empezar a mirar adentro o, mejor, empezar a reconocerme en el espejo. Desde entonces, poco a poco he estado aprendiendo a amarme, a hacer las paces con mi cabello. Aún recuerdo la primera vez que me hice las llamadas “trenzas africanas”. Aprendí sola y, por lo tanto, no eran perfectas, pero cuando las terminé y me miré en el espejo sentí, finalmente, que me encontraba en el reflejo. Tenía alrededor de 13 años y busqué una excusa para salir a la calle porque quería ser vista; yo, quien hasta entonces había buscado pasar desapercibida. En efecto, la gente me miró, pero su mirada dejó de sentirse como un juicio, me sentí admirada, bonita, segura, por primera vez en la vida. Sentí que ser diferente estaba bien. Durante años pensé que mi identidad no volvería ser un conflicto para mí, pero la duda regresó

Sin embargo, algunas de esas opiniones también me han llevado reflexionar sobre mis privilegios, reconozco que mi piel clara y mi lugar de origen me han dado la facultad para acceder a oportunidades que otras personas no poseen y para escapar de violencias racistas que nunca comprenderé enteramente. Aún hoy sigo aprendiendo sobre los límites, reconociendo desde mi posición de privilegio que también puedo tener actitudes racistas que deben ser revisadas, empezando por distinguir entre aquellos momentos en los que mi experiencia y mi voz tienen lugar y aquellos en los que es mejor callar y escuchar. Hace dos semanas, teniendo este último pensamiento en mente, decidí buscar voces e historias de otras mujeres afrocolombianas, para quienes tener el poder de decidir cómo llevar su cabello afro también ha significado reivindicar su origen e identidad étnica. Malle Beleño, dueña de Bambara, marca para el cuidado del cabello, fue la primera con la que conversé. Cuando nos reunimos por Zoom, ella llevaba su cabello suelto y natural. En la actualidad, Malle ve en el cabello una oportunidad de empoderamiento económico para sí misma y para las mujeres de su comunidad. Ella nació en Bojayá, Chocó, en un lugar en el que la mayoría de las personas son negras, por eso su cabello nunca ha sido un problema, para ella es como cualquier otra parte de su cuerpo. De hecho, aprendió a trenzar a tan temprana edad que ni siquiera recuerda que alguien le haya enseñado.


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En los treinta minutos de nuestra conversación cambiaron muchas de mis perspectivas sobre el cabello afro: una de ellas fue mi rechazo al alisado. Malle me contó que en su comunidad existe una técnica especial para el alisado del cabello, sin químicos y sin planchas ni secadores, y que se practica como un ritual en el que se reúnen las mujeres adultas junto a las que están dando el paso hacia la adultez. Otra de las cosas que me sorprendieron fue su postura en torno al uso de trenzas y turbantes por personas no negras, pues mis ideas en torno a la apropiación cultural antes de hablar con Malle eran muy confusas: me preguntaba dónde estaba el límite, si mi piel blanca y mi procedencia geográfica me ‘impedían’ usar los turbantes o las trenzas con las que tan segura me siento, pero su postura me ayudó a aclarar mis ideas y a reafirmarme. Para ella no importa quién los use, siempre que sean las mujeres negras quienes lideren esos emprendimientos, pues el verdadero problema es la expropiación de saberes para su capitalización. “Si esos saberes van a producir dinero, ese dinero tiene que ser para ellas. Si yo como mujer negra soy quien está pensando sobre estos productos, mis productos tienen todas las tradiciones de mi región. Entonces, las personas que van a consumir mis productos van a consumir mi cultura y yo decido que eso sea así, es un aporte a la cultura mundial”, dice ella. Unas horas después, con una mirada un poco más amplia sobre el tema, me reuní con mi segunda invitada: Zuri Valoyes, una youtuber bogotana, peinadora y creadora del emprendimiento de productos para el cabello ZA IAM, quien me contó de algunos de los desafíos de crecer siendo una mujer afro en una ciudad como Bogotá. Sus papás son del Chocó, pero viven en la ciudad desde que eran muy jóvenes, así que Zuri y su hermano crecieron lejos de sus raíces. “Mi mamá hacía lo que podía; en esos tiempos no era una prioridad que yo llevara el cabello con rizos definidos, lo importante era que el cabello no saliera a flote, que no se viera el afro y que no se saliera ningún mechón”, dice ella, y recuerda que en muchos contextos, como en los colegios, el cabello afro no se consideraba ordenado o presentable.

A Zuri, como a muchas otras mujeres afro que crecemos en las ciudades o en comunidades de mayoría blanco-mestizas, le solían hacer comentarios burlones en el colegio. Además, en varias de las instituciones en las que estudió le hicieron llamados de atención por llevar su cabello natural, y eso la llevó a tomar la decisión de probar el alisado permanente. Este procedimiento le causó a Zuri pérdida de pelo y múltiples quemaduras en el cuero cabelludo, así que, sin saberlo muy bien, inició un proceso de transición usando trenzas sintéticas para disimular el daño mientras recuperaba su cabello natural. YouTube fue una herramienta fundamental para su aprendizaje durante este su proceso, pues a pesar de que tampoco tuvo referentes cercanos que le enseñaran a cuidar su cabello, los encontró en internet con youtubers como Cirle ‘Pelo Bueno’, una cartagenera dedicada a educar a las mujeres sobre el cuidado de su propio cabello. Zuri ya no culpa a las personas, pues ella misma ha tenido que “etnoeducarse” por su cuenta. “Es difícil pedirle a una persona en Bogotá que acepte a alguien que es distinta físicamen-

Zuri Valoyes, youtuber bogotana, peinadora y creadora del emprendimiento de productos para el cabello ZA IAM. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••

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plancha de pelo y se lo planchó todos los días durante varios años. Lo hizo hasta los 16 años, cuando su cabello estaba tan quemado que era naranja y se quebraba al tacto; entonces tomó la decisión de cortarlo. Allí empezó el proceso de autorreconocimiento y hasta hoy lo lleva corto y natural. Sin embargo, me confesó que no fue un proceso sencillo, porque la gente que la rodeaba no podía concebir que fuera una mujer afro que, además de no alisarse el cabello, lo llevara corto.

Nicole Cano, autora de este texto, hace una reflexión sobre el cabello y sobre su ascendencia afro. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••

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te si desde el principio no le han enseñado que todos somos iguales, que todos tenemos el mismo origen; es así como surgen los comentarios crueles de los niños […]. Bogotá no tiene ningún nivel de etnoeducación; a mí en el colegio no me enseñaron nada que tuviera que ver con comunidades negras. Nada más allá de pobreza y esclavitud. Yo no sabía que la gente negra tenía un libertador, yo no sabía que existía San Basilio de Palenque”, cuenta. Al entender la importancia de la etnoeducación y de los referentes, hablé con Daniela Viveros Durán, periodista y creadora de contenido nacida en Zipaquirá. Su familia paterna es de Tumaco, pero Daniela se crio en Zipaquirá con su familia materna, blanco-mestiza. “Crecí en un entorno en el que salía a la calle y me decían que si era la hija del Pibe Valderrama, que si me había electrocutado o que mi color de piel era inmundo. Para una niña de ocho años eso es imborrable. Yo no tenía referentes de lo que es tener un cabello como el mío, no me sentía identificada con la familia de mi mamá y no tenía a quién preguntarle el porqué”. Ante el rechazo proveniente de su entorno y la carencia de referentes, Daniela compró una

Para Daniela —como para mí—, el sentirse diferente fue lo que detonó la necesidad de investigar sobre sus raíces, en una búsqueda incansable por comprender los lugares simbólicos en los que se ancla su identidad. “Esa conexión con los referentes y con las raíces es la que me permite decir hoy que no tengo por qué avergonzarme de lo que soy. Por eso, más que aceptarlo con resignación, lo acepto y lo agradezco; doy gracias por la mezcla cultural de mi familia. Es decir, yo soy afro, pero también soy indígena, y soy afro no por mi color de piel ni por la textura de mi cabello, porque hay personas con el cabello más ensortijado y la piel más oscura que no se reconocen así. Para mí ser afro no es lucir en un espejo como persona afro, sino autorreconocerse y entenderse como tal”. Al iniciar esta búsqueda, tuve mucho miedo de que en el proceso se derrumbara aquello que había construido acerca de mi identidad, pero las conversaciones con estas mujeres me reafirmaron. Es cierto: nuestros lugares de procedencia, nuestro tono de piel, nuestras texturas y patrones de rizo son distintos entre sí, pero nuestras experiencias también convergen de muchas formas. Sus historias me hicieron notar que no hay una sola forma de ser una mujer afro, sino que son múltiples y móviles. Entendí que en el camino a la reivindicación de nuestras raíces no tiene ningún sentido instaurarse más límites, no es más afro quien tiene la piel más oscura, ni quien solo lleva el cabello natural. Que se alise la que se quiera alisar, que se trence la que se quiera trenzar, que se rape la que se quiera rapar… Nuestros cabellos son tan diversos como nuestras experiencias y no deberían responder a las exigencias externas.


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QUEERÍSIMA: EL ARTE DE SER DISTINTA Texto: Sergio Esteban Párraga s_parraga@javeriana.edu.co Fotos: Cortesía de María Montoya

La realidad es mucho más compleja y colorida de lo que se cree. Hay personas que rompen esquemas y que no encajan en modelos tradicionales. María Montoya, artista visual de 23 años, habló con Directo Bogotá sobre la cultura queer, a la cual pertenece; acerca de la importancia que esta adquiere en El Ivaginarium, su última obra, y sobre el valor de ser única y orgullosamente queer en la Colombia de hoy. Desde el pelo hasta las uñas, no hay nada en María que no luzca distinto que los demás. Su manera de vestir y de expresarse son tan únicas como ella misma: colores vibrantes en cada prenda y en el maquillaje, ropa única que ella misma ha confeccionado y un corte de cabello corto, casi andrógino, que encaja perfectamente con lo que ella es. María ha convertido lo queer en un estilo de vida, y ella lo define como “una puerta a un mundo donde encontramos todo lo imaginable y lo que aún no se ha imaginado”. También lo ha implementado en sus manifestaciones artísticas, que van desde pintura, fotografía y libros hasta ropa y bordados. Ser queer es actuar, vestirse e identificarse libremente, resistiéndose a cualquier categoría de género. Siempre han existido personas que sencillamente no encajan en ninguna asignación tradicional: no son mujeres ni hombres, no son homosexuales


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Para María la religión y la educación católica fueron determinantes en la construcción de El Ivaginarium.

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ni heterosexuales, no hay raza ni clase social. Son personas a las que no se les puede poner etiqueta y que no buscan tenerla. Para María, identificarse como queer fue una decisión que le cambió la vida, pero que también la expuso, como les sucede a muchos otros, a la discriminación y a la violencia de género. Ha logrado plasmar la ofensa y el rechazo a lo diferente en El Ivaginarium, una obra que busca resignificar los insultos y las etiquetas que le han puesto a lo largo de su vida. En ella, además, resalta a la comunidad queer mediante la iconografía popular colombiana y latina. Elementos como los ponchos, los bigotes, los reinados de belleza, la religión y las concepciones tradicionales de la mujer y el hombre han quedado plasmados en una serie de fotografías, bordados y atuendos —a su vez recopilados en un libro— que toman elementos prestados de la cultura drag queen y LGTBIQ+. Su obra juega con la sexualidad y las categorías de género, haciendo uso de los colores del arcoíris como símbolo de diversidad y diferencia. Se trata no solo de cambiarles el sentido a las ofensas o a las etiquetas que ha recibido durante toda su vida, sino también de hacer de lo queer algo enteramente colombiano. La cultura queer ha estado presente desde hace décadas, en los disturbios de Stone Wall y los famosos balls de la vida nocturna neoyorquina, donde los queers, es decir, las personas que no se identificaban con ninguna asignación tradicional binaria, bailaban con tacones altos y gruesos bigotes. Lo queer no siempre ha significado orgullo y diferencia, sino que durante muchos años significó anormalidad y rareza, pero no se fundamenta simplemente en el no encajar: se trata de no encajar en nada siendo todo a la vez. Es una lucha constante por la diversidad. En lo queer, lo femenino, lo masculino y cualquier representación social o etiqueta se resignifican para complementarse y convertirse en un juego para el disfrute de la persona; no hay cohibiciones en la forma de actuar, verse, vestir o amar.

Directo Bogotá (DB): ¿Qué significa lo queer para usted? María Montoya (MM): Es, básicamente, entender que en el mundo las categorías binarias


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no son las únicas existentes para definirse. Es una puerta abierta a absolutamente todas las posibilidades del ser, sin que haya limitaciones y sin que tengamos que meternos a nosotros mismos en una caja. Es el mundo donde cabe todo lo imaginable y lo que aún no imaginamos, no hay ninguna limitación para vivir la experiencia humana. Mucha gente dice a veces: “Entonces lo queer es una etiqueta”, y yo digo: “Sí es una etiqueta, es la más amplia de todo el espectro”.

DB: ¿Por qué su interés particular en la comunidad queer y cuál es el valor que adquiere en su propuesta artística? MM: Mi interés parte del saber que yo soy parte de ella. Me asumo como una persona queer, y las personas cercanas a mí, tanto amigos como familia, también son parte de la comunidad. Es mi vida, es lo que yo soy, es lo que yo represento. Dentro de mi propuesta artística es imposible separar algo que hace parte de todos los aspectos de mi vida, pues mi arte está enteramente atravesado por lo que yo soy, no solo porque parte de toda mi experiencia personal desde niña, sino porque es lo que veo todos los días en mi entorno.

no solo las dejé en este proyecto, sino que las implementé en mi cotidianidad. Así como vestí a los personajes, me visto yo; así me maquillo o me peino, y así me gusta mostrarme al mundo. Mi proyecto y yo son dos cosas que no se pueden desentender una de la otra. El uso en mi vestuario y en mi maquillaje de colores extravagantes, de prints llamativos, de lo no convencional, lo colorido y lo exagerado es algo que hace parte de mi identidad y de mi obra.

DB: ¿Qué técnicas emplea en sus obras y por qué el uso tan particular del color? MM: Principalmente, el bordado y todo lo que tiene que ver con lo textil y el vestuario. También hago uso de la pintura y la fotografía; esas son las tres técnicas más evidentes en mi obra. Para mí, el color es muy importante, porque yo era una persona muy oscura y eso tiene que ver con mi realidad emocional. Es pasar de lo oscuro —asociado al no poder ser—, al color

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María usa lo drag y el transformismo para darles sentido a sus personajes y enfatizar en la dualidad de lo femenino y lo masculino.

DB: ¿Ve su obra como una forma de activismo? MM: Me da un poco de miedo decir que hago activismo con mi obra, pues para mí ser activista impone muchas responsabilidades. Hay que ser una figura muy constante. Si bien no cumplo con el deber ser de una activista, sí creo que dentro de mi obra hay una carga de mensajes y posturas importante: todo lo que hago, por cursi e infantil que parezca, tiene mensajes para estas minorías. Intento marcar posiciones y opiniones de lo que he vivido y de lo que creo.

DB: ¿Qué es y en qué consiste El Ivaginarium? MM: Fue mi proyecto de grado de artes visuales. Quería que fuera un compilado de todo lo que hice durante todos esos años de carrera: crear outfits, escenarios, estilos, aprovechar el color, la fotografía y otros elementos visuales, como el texto o el maquillaje. Es una recopilación de ofensas resignificadas por medio del color, de lo drag, de los personajes y, sobre todo, del vestuario y los objetos. Todas estas apropiaciones

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—asociado a la libertad y la aceptación de lo que siempre he sido—. Yo ya no puedo dejar de ser un arcoíris porque es la manera en la que me siento internamente, es el deseo de vivir la vida a todo color. Esto también tiene que ver con que mi obra está asociada comúnmente con algo muy infantil y sobrecargado, pero lo que la gente logra ver más allá de eso es que detrás de esa explosión de colores hay una realidad difícil, hay dolor, y el uso del color habla, precisamente, de la capacidad de sobreponerme a ese dolor y a esa ofensa. Como digo siempre: lo que hice fue pintar mi mierda de colores.

DB: ¿Por qué las referencias a lo colombiano en elementos como la religión o los reinados de belleza, al hablar de un tema que aún no es común en nuestro contexto? MM: Más bien es algo que no se ha visibilizado de la manera que lo han hecho otras culturas. Lo queer siempre ha existido y ha estado desde hace muchísimos años, lo que pasa es que la visibilidad y la aceptación son algo por lo cual luchamos todos los días en nuestro contexto. La teoría queer sí puede que sea un concepto nuevo, pero cuando uno entra a ver qué es lo queer, uno se da cuenta de que siempre ha estado ahí y siempre va a estar. Las referencias de lo colombiano y de lo latino tienen que ver con lo mucho que me ha marcado ser latina y colombiana. Son contextos que no puedo ignorar. Y como persona, tengo que enunciar desde mi contexto siempre y darle visibilidad y propiciar ese debate que falta en Colombia.

DB: ¿Cuál es el propósito de su obra en la coyuntura actual? MM: Desde el inicio, mi propósito ha sido algo muy personal: tiene que ver con curación, catarsis y sanación. Como artista, me han marcado esos procesos tan propios y personales, y a la vez tan expuestos y públicos. Ver cómo otros seres humanos han logrado encontrarse ha sido un gran regalo. No sé si tenga un propósito social muy amplio, pero creo que, desde lo personal, uno va abriendo caminos y borrando fronteras. El compromiso era conmigo y con mi proceso de sanación, y afortunadamente he logrado que otros también sanen y lo hagan suyo.


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DB: ¿Qué papel tienen la feminidad y la masculinidad en su obra? MM: He tenido la fortuna y el trabajo de entender que dentro de mí hay muchas posibilidades de ser, y que no solo está la categoría de lo femenino por ser mujer y asumirme como mujer, sino que también está lo masculino y otras categorías que sencillamente son indefinibles. Hay puntos medios, a veces no soy ni una cosa ni la otra, me doy la oportunidad de transitar mi sentir, ser lo que yo quiera, reconocer que soy una persona diversa, amplia y cambiante. Para la construcción de mi obra era muy importante que las personas no pudieran crear esos juicios de valor y esas asignaciones comunes; es decir, que tanto los objetos como los atuendos tomaran prestado cosas de lo drag, como de las consideraciones binarias de lo masculino y femenino: un hombre con tetas, una mujer con bigote. Es una mezcla de todo lo que imposibilite categorizar mi obra y encasillarla, es lo queer en su más pura expresión.

de los otros para decidir lo que quieran ser y sentirse libres en sus cuerpos y en sus ideas. Es peligroso porque esas personas que no lo entienden ni lo respetan amenazan, violentan, matan y hieren. Lo complejo es luchar contra la violencia, aún hay mucho que hablar y visibilizar, es una lucha constante. Es lo mismo que pasa con el feminismo: es una reflexión diaria, una lucha de todos los días; se trata de repensarse y cuestionarse, empoderarse y seguir adelante. Es algo que no acaba. Me siento muy feliz de que cada vez logramos más cosas, se abren más espacios de apoyo y escucha, se habla más de lo queer. Me alegra, pero no hay que rendirse, debemos seguir en el proceso.

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Parte del proyecto de El Ivaginarium es un libro en el que están todas las fotos compiladas y sus respectivas ofensas y significaciones.

DB: Vemos que las piezas del Ivaginarium corresponden a una ofensa o etiqueta que usted recibió en algún momento de su vida ¿Qué importancia adquieren las ofensas en su obra? MM: La importancia de la ofensa radica en una experiencia muy personal. Yo tuve que hacerme cargo de todas las ofensas e insultos que he recibido a lo largo de la vida, resignificándolos y apropiándome de ellos, defendiendo y abanderando lo que yo soy, así la sociedad piense que no está bien y que soy rara. La ofensa es muy importante para mí, porque al momento en que la resignifico deja de ser una ofensa, deja de ser algo que me hiere y se convierte en algo que me empodera; la he aprovechado en algunas obras más que otras, como en El Ivaginarium, pero es algo que siempre tengo presente, no solo en mis creaciones, sino también en mis discursos.

DB: ¿Cómo es ser queer en Colombia? MM: Es duro. No quiero decir que en otros países sea fácil, hay mucho que luchar a nivel global todavía. Sigue siendo algo muy complejo y peligroso. Y digo “peligroso” en la medida en que aún hay mucha desinformación y muchas personas que no reconocen las libertades

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CANTOS QUE SANAN Y RECUERDAN Aurora Casierra es una cantaora del Pacífico que, por medio de la música y de los saberes ancestrales, lleva procesos de reapropiación cultural con niños, niñas y jóvenes en Ciudad Bolívar, lo cual le permite mantener vivas sus raíces y costumbres afrocolombianas viviendo en Bogotá.

Texto y fotos: Laura Duarte laura_duarte@javeriana.edu.co

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Cuando Aurora canta, cierra sus ojos con fuerza, y su rostro delgado se conmueve, recordando el olor a agua dulce y a pescado de su pueblo. Sus manos firmes y huesudas tocan con fuerza el cununo —tambor del Pacífico colombiano— que sostiene entre sus piernas, ese mismo que le tocaba su padre cuando ella era una niña y que le suena al palpitar de la selva. Las letras de sus canciones sanan, y en cada golpe que le da a su tambor va descargando sus preocupaciones en sus ancestros africanos. Es una mujer seria, pero con las personas de su confianza suelta una risa contagiosa, esa misma que comparte con sus dos nietas, Yoly y Ashlie —de siete y ocho años, respectivamente—, quienes la llaman “mami”, pues comparten la mayor parte


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otros pueblos que han sido olvidados por el centro del país y que han sufrido directamente la violencia. Es la mayor de nueve o diez hermanas, ya no lo recuerda muy bien. Hoy, con 50 años, en una casa con fachada de ladrillo en la localidad de Ciudad Bolívar, en medio de la niebla producida por el frío y por la cercanía a la montaña, extraña la naturaleza y el clima caluroso de su territorio. Recuerda los juegos de su infancia junto al río y lo mucho que le gustaba caminar descalza y sentir la hierba y la tierra. Esto es algo que sus dos hijos y sus nietas nunca van a poder vivir, y lo lamenta. “Había un medio ambiente muy bonito, jugábamos mucho, comíamos mucha fruta y compartíamos de noche. Fue una niñez tan bonita y algo que uno acá no puede hacer”, asegura con su acento pacífico.

Aurora cantando un arrullo mientras mueve sus brazos como meciendo a un bebé. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••

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del tiempo juntas. Ellas la inspiraron a trabajar con niños, niñas y jóvenes afro en distintos barrios vulnerables de Bogotá, recuperando la cultura y los saberes del Pacífico que personas como ella fueron olvidando y dejaron de compartir con sus hijos e hijas cuando se fueron de sus territorios. Así, dedica su tiempo a su fundación Niñas, Niños, Adolescentes y Mujeres Constructores de Sueños y a compartir con un grupo de mujeres afro que, más que sus amigas, son sus hermanas. Por esto, aunque Aurora dejó su región hace casi quince años, se trajo a la ciudad una parte de esta en su música y en sus saberes. Aurora Casierra Coime creció junto al río, justo donde se cruza el agua salada del océano Pacífico con las aguas dulces del río Patía, en la vereda de Vuelta del Gallo, cerca de Tumaco (Nariño), muy lejos de Bogotá. Por eso siente que cuando presenta el nombre de su “pueblito” la gente se burla, pero ella siempre les dice que lo busquen en el mapa, que ahí está, muy lejos, pero ahí está, así como están muchos

Su madre le cantaba arrullos y alabaos hasta quedarse dormida junto a sus hermanas. Los arrullos son unos cantos que las mujeres del Pacífico les dedican a sus hijos expresando su amor, protección y su sufrimiento durante el parto. Aunque pueden compararse con las canciones de cuna, estas se diferencian por los elementos religiosos que se incluyen en sus letras. Esto mismo pasa con los alabaos, que suelen cantarse en los velorios de las comunidades afrocolombianas y que representan un tránsito de la vida a la muerte. En los versos, las mujeres conocidas como cantaoras hacen alabanzas y peticiones a Jesucristo, a la Virgen María y santos católicos que fueron relacionados con las deidades africanas en el proceso de sincretismo, como san Antonio. Aurora solía acompañar a sus padres a los velorios y a las fiestas patronales en las que ellos cantaban e interpretaban estos ritmos, pero en los que ella solo escuchaba con atención. Ella recuerda que los cantos estaban limitados a las mujeres adultas o matronas, como una forma de respeto hacia los mayores. “A uno no lo dejaban cantar. Todo el mundo tenía su grupo de hijos, entonces llevaban un petate, una cosa que se tira al piso y que se hace con un material como la paja, y acostaban a su hijo ahí. Uno iba escuchando todo lo que iban cantando y todos esos versos uno los iba aprendiendo, pero nunca lo dejaban a uno cantar”, recuerda Aurora.


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A pesar de que creció en un ambiente musical, nunca cantó mientras vivió en Tumaco y solo descubrió su interés por la música tradicional cuando llegó a Bogotá. Aquí vio la necesidad de conectarse con su territorio y de sanar las consecuencias que le dejó el conflicto, mediante su cultura y los saberes ancestrales de su pueblo, como la música, los bailes, los peinados, la medicina tradicional y la cocina. “La música me da tranquilidad y me relaja. Tiene un poder de sanación muy grande. Yo puedo ayudar a otra persona por medio de los instrumentos y de los cantos del Pacífico; es algo muy bonito que nos dejaron nuestros ancestros”. Aurora dejó por primera vez su territorio en 1999 a causa de una serie de amenazas por parte de distintos grupos armados para despojarla de su tierra. Salió de su vereda en lancha por todo el río Patía, en el que solía jugar cuando pequeña, hasta Tumaco, y desde allí viajó de camión en camión a Bogotá. “Llegué acá y comenzó la odisea, porque uno viene con niños pequeños, no conoce la ciudad y tiene que golpear de puerta en puerta. Cuando uno va a buscar un arriendo le preguntan: ‘¿Cuántos son?’ y si eres negro, no te arriendan. Yo decía: ‘Dios mío, yo no pedí esto’. Estoy en una ciudad a la que no quise venir y si vine fue porque me tocó”. Aurora decidió regresar a Vuelta del Gallo para volver a ver a su familia, pero en el 2005 una segunda oleada de desplazamiento la obligó a salir otra vez, y desde entonces solo regresó a Tumaco una vez, en el 2019, cuando viajó con su hija y su nieta.

Por culpa de la violencia abandoné mis raíces dejé a mis padres y hermanos sin saber la suerte de ellos Y me vine a Bogotá a un mundo desconocido y conocí a Echembeleck ellas me dieron la fuerza. Echembeleck es un grupo de mujeres que también provienen del Pacífico colombiano y que decidieron reunirse para compartir sus conocimientos y las prácticas propias de su región. “Somos un grupo de ‘cuchibarbies’ — se ríe— que transmitimos nuestros saberes ancestrales de las plantas, la medicina tradicional, la comida y otras cosas”. Se refiere a que cada una de las 16 mujeres tiene un saber diferente: cantar, bailar, hacer trenzas, amarrar turbantes… Junto a ellas, Aurora se ha subido a distintos escenarios, especialmente en universidades a las que son invitadas para hablar de paz. Para ella, estas mujeres son como sus hermanas, pues la han acompañado en su trabajo y

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Mural en la fundación de Aurora en el barrio Oasis, Ciudad Bolivar. Foto: Cortesía Aurora Casierra.

*** Aurora se sube a un escenario móvil ubicado en la Plaza de La Hoja, en Bogotá. Está junto a otras seis mujeres negras que la acompañan en la interpretación de Por culpa de la violencia, su alabao favorito entre todos los que ha escrito y el único que hasta ahora tiene registrado. Con esta canción la invitaron a participar en un festival de mujeres que, por medio de la música, generan memoria, paz y reconciliación. Las siete visten trajes de colores encendidos y estampados propios del Pacífico. Mientras cantan, resaltan sus grandes turbantes y su cabello afro que está libre de las ataduras de las trenzas, esas que Aurora suele llevar cuando está en su casa y que sabe hacer desde niña.

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con la Secretaría de Integración Social. La idea de crear el grupo surgió de Alba Nelly Mina, una mujer negra, alegre y corpulenta a la que también llaman ‘la profe Nelly’. “Yo empecé a componer mis canciones y a cantarlas, y en un encuentro que hizo la fundación Río al Sur de cantaoras conocí a Aurora y a su hermana. Las invité para que cantáramos y ellas me siguieron la corriente. Después fueron llegando otras mujeres que decían: ‘No, yo no canto, profe’, y yo les decía: ‘Sí, conmigo canta”, recuerda Nelly. Aunque decían no cantar, ahora casi todas relatan sus historias, sus vivencias y experiencias por medio del canto. La mayoría de las mujeres componen sus canciones, entre ellas, Aurora. Se llaman Echembeleck, que en el idioma shona, de África, quiere decir “caminando en fe”. “No importa en quién creamos, hay evangélicas, cristianas, católicas y yo creo en mis ancestros africanos. No importa en quién creamos, estamos juntas para compartir, transformar, sanar y llevar un mensaje a través de la música”, asegura la profe Nelly.

Aurora junto a la profe Nelly y Celia, sus compañeras de Echembeleck. Foto: Cortesía Aurora Casierra. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••

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en sus logros, y ha aprendido mucho de ellas. Y aunque para algunos la academia y la universidad son los únicos lugares en los que se genera conocimiento, esta afirmación le molesta mucho a Aurora porque invalida los saberes ancestrales que ellas traen de sus territorios. “Quieren que nosotras vayamos a la universidad. Bueno, pero no me obliguen a estudiar lo que yo ya sé. Tenemos que estudiar porque para ellos lo que sabemos no es un saber, pero los saberes no se aprenden en la universidad”. También le incomoda que quieran cambiar la forma en la que habla. “En la academia no se puede decir ‘arró’, sino que tengo que decir ‘arroz’. El dialecto de nuestros abuelos es ese, eso es lo que nos diferencia de haber nacido en la ciudad”, manifiesta. Por esto, Echembeleck surgió hace cinco años para validar y transmitir sus saberes. Todas se conocieron aquí en Bogotá, mientras algunas adelantaban procesos de reapropiación cultural con niños y niñas afro en sus fundaciones y

Y Aurora ha sanado mucho. Cuando Nelly la conoció, hace más de seis años, la recuerda como una mujer seria y fría. “Yo siempre la molestaba y le decía: ‘Aurorita, ría’ y ahora es otra Aurora diferente”. Ahora le canta a todo y se comunica a través de los instrumentos, al igual que lo hacían su madre y sus ancestros. “En la música del Pacífico uno le canta a lo que se le venga a la mente en el momento. Mi mamá cantaba cuando estaba lavando, cuando estaba dando de comer al niño, cuando estaba cocinando, cuando estaba barriendo, cuando se iban al campo a trabajar. Ellas cantaban para sentirse liberadas y más tranquilas”, recuerda Aurora. *** Aurora se reconoce como una mujer afro y ella misma se ha puesto en la tarea de investigar su herencia. Se siente orgullosa de serlo y quiere que otras personas como ella entiendan sus raíces, sus costumbres y la razón de sus rasgos gruesos y su piel negra; por esto se dedicó completamente a la fundación que creó en 2012: Niñas, Niños, Adolescentes y Mujeres Constructores de Sueños, en la que trabaja especialmente en el barrio Oasis, en Ciudad


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Bolívar, donde enseña a reconocerse y lo hace a través de los arrullos y los alabaos. También les enseña a tocar los instrumentos propios de su región, como los tambores (el cununo y el bombo), el guasá (semejante a una maraca cilíndrica) y la marimba, también conocida como el piano de la selva.

Yo vivo en Ciudad Bolívar trabajo en comunidad con jóvenes desplazados viven en Caracolí por su forma de vestir mataron a varios de ellos y dicen que no es racismo. La mayoría de los niños y niñas con los que trabaja Aurora son víctimas del racismo, de la violencia y del desplazamiento que ella menciona en sus versos, por lo que canta a una sola voz junto a ellos, para que los niños se reconozcan. Su voz melódica y los tonos altos de su canto sobresalen entre la voz de esos niños que no entienden muy bien por qué tuvieron que dejar sus territorios o por qué son diferentes de sus compañeros. Por esto, ella les explica sus raíces y les enseña que, a pesar de que ahora viven en Bogotá, no deben olvidar su cultura ni avergonzarse de su color de piel. “A mí a veces me preguntan: ‘¿Por qué mis compañeros en el colegio se burlan de mí? ¿Por qué tengo la nariz más ancha que mis compañeros?’. Para ellos es muy bonito entender, porque ese conocimiento es la forma de defenderse de lo que yo llamo una pandemia racista”, asegura Aurora. Aurora comenzó la fundación de la mano de los padres de los niños, pues vio la necesidad de que ellos les contaran a sus hijos de dónde venían y el significado de sus trenzas, de los turbantes y de su cultura. Además, vio que esto también podía ser una forma de alejar a los niños de la delincuencia y de los peligros de la calle. Este trabajo lo hace también en colegios de Usme y Bosa, a los que asisten varios niños y niñas afro. Ella va como sabedora a transmitir su cultura a los niños de la comunidad; sin embargo, para Aurora está mal excluir a los niños mestizos y a los profesores

de este proceso, pues es necesario enseñarles a comprender la diferencia. “No se trata de llevar a los niños afro para que vayan a bailar y cantar y ya. La idea es enseñarles todo el tema de ancestralidad a los niños, pero también a los maestros”. En este trabajo la han acompañado muchas de las integrantes de Echembeleck, que llevan procesos similares al de ella en otros barrios. Este es el caso de Celia Perlaza, que trabaja en colegios de Usme. Celia define a Aurora como una mujer valiente y luchadora. Ambas empezaron a trabajar juntas en el Concejo Distrital de Comunidades negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras, mientras Aurora era consejera representante de Ciudad Bolívar, y Celia, de Usme. Desde entonces han creado una amistad y han trabajado juntas en muchos procesos de reapropiación cultural. Celia ha encontrado fortaleza en Aurora, quien la ha defendido y consolado cuando la han agredido, y así mismo, Aurora ha visto en Celia la imagen de una hermana mayor. “Un día alguien me dijo unas palabras ofensivas y yo iba a responder de la misma forma, pero Aurora me dio un abrazo y lloró conmigo. Fue un día muy duro, pero ella me consoló y no permitió que me llenara de odio”, recuerda Celia. Para ellas, como mujeres afro, ha sido muy importante encontrar a otras mujeres en las que ven representadas a sus hermanas, a sus tías o a sus madres, que les recuerdan el afecto de la gente de su territorio y les permiten sentirse como si realmente nunca se hubieran ido de su tierra. Así es como Aurora Casierra dejó a su familia y todo lo que conocía, pero se trajo un poquito del Pacífico en sus costumbres. Casi todos los días prepara pescado para ella y su familia, aún en su alacena se ve una botella de viche a medias, le canta a todo y les enseña a sus nietas a hacerlo. Como lo escribe en sus canciones, llegó a un mundo desconocido, tal como lo hicieron sus ancestros hace casi 500 años desde África, pero nunca olvidó sus raíces. Por eso lucha todos los días, por no dejar morir su cultura y lo hace a través de los cantos, de la música y del trabajo comunitario. Aurora dejó su tierra, le dicen que la abandonó, pero realmente nunca lo hizo.

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“UN CAMBIO POLÍTICO María José Pizarro, quien en 2018 obtuvo la cuarta mayor votación para la Cámara y se convirtió en representante por la Lista de la Decencia, hoy es una de las figuras de la política nacional. Ella, una de las protagonistas de la opocisión, conversó con nosotros sobre el papel de las mujeres en la política y en las movilizaciones sociales, sobre los retos de Colombia y sobre su padre, Carlos Pizarro Leongómez, el desaparecido líder del M-19. Texto: Manuel Alejandro Correa correamanuel@javeriana.edu.co

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CREO QUE SE ESTÁ GENERANDO Podría decirse que su trayectoria política no comenzó en la Coalición Lista de la Decencia en 2018, sino que lo hizo desde antes de nacer, pues ella es hija de Myriam Rodríguez y Carlos Pizarro Leongómez, quien fue el máximo comandante del movimiento guerrillero M-19, firmó la paz en marzo de 1990, aspiró a la presidencia de la República y fue asesinado el 26 de abril de ese mismo año, uno de los hechos más dolorosos de la historia reciente del país.

Por eso, la biografía de María José Pizarro está vinculada a la historia de Colombia y, quizá también por eso, lleva la política y la realidad del país en su sangre, pues sin cumplir un año de nacida y a causa de amenazas en contra de su familia, tuvo que salir en exilio a Ecuador, luego a Francia y, más tarde, a España, donde se graduó en artes plásticas. En el 2010 regresó al país y desde entonces sus actividades han girado alrededor del activismo político, la reconstrucción de la memoria de las víctimas del conflicto colombiano y el análisis de la turbulenta oleada de violencia de los años ochenta y noventa de las que ella y su familia fueron víctimas. En el 2018 encabezó la lista de la Coalición Decentes a la Cámara de Representante y resultó elegida, y desde allí continuó trabajando en políticas a favor de la protección de derechos humanos, las libertades civiles, los derechos de las mujeres y las comunidades étnicas. Así, tras su regresó a Colombia ya no solo es “la hija de Pizarro”, sino que se convirtió en una de las líderes políticas más influyentes de los movimientos progresistas en Colombia.

Directo Bogotá [DB]: ¿Cuál ha sido la influencia de su padre en su trayectoria política?


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María José Pizarro [MJP]: Considero que la influencia no solo ha sido de mi padre, sino también de mi madre. Sin embargo, he dedicado los últimos 17 años de mi vida a reconstruir la memoria de mi padre y a reivindicar su figura. También, a analizar la historia contemporánea de Colombia y sobre cómo influyó el M-19 en esta historia. Esta búsqueda va más allá de la relación de una hija y un padre, porque a través de esta también he encontrado una identidad ideológica.

DB: ¿Ha habido un cambio en la percepción que tienen los colombianos sobre los movimientos políticos progresistas? MJP: Si miramos en retrospectiva, desde la Constitución de 1991 hasta el primer gobierno de Álvaro Uribe Vélez, había una visión diferente hacia los partidos alternativos. A partir del 2010 empiezan a emerger movimientos progresistas. Por ejemplo, hay que resaltar la importancia del Polo Democrático Alternativo, el cual integraba distintas fuerzas alternativas y de izquierda. Desde el 2010 los movimientos alternativos han ido ganando terreno y han adquirido visiones diferentes. Estos antecedentes nos llevan a las elecciones presidenciales del 2018, en las cuales Gustavo Petro se convierte en el líder opositor más votado del país.

DB: ¿Qué piensa de las múltiples movilizaciones sociales que se han presentado desde 2019? MJP: Pienso que hay una reflexión muy fuerte por parte de la sociedad. En definitiva, hay una nueva generación dispuesta a defender sus derechos y han surgido múltiples causas que han ocasionado que las personas tengan una defensa más activa de sus derechos sociales, los cuales han sido postergados. Hay una generación que reclama su derecho a la educación y al trabajo. En este momento hay sectores civiles conscientes, que cuestionan la estigmatización, el nulo actuar del Gobierno para garantizar la paz y la defensa de líderes sociales. La movilización social no es solo un derecho constitucional, sino que es un derecho legítimo para plantear críticas que se tienen hacia las acciones del gobierno. La ciudadanía tiene derecho a manifestarse cuando el gobierno no cumple los pactos establecidos con diversos sectores civiles. Las

movilizaciones hacen parte de un reclamo que será cada vez más legítimo en la medida en que el Gobierno no cumpla con su deber de garantizar bienestar a la ciudadanía.

DB: ¿Cómo cree que va a continuar l a protesta social? MJP: Las decisiones que tomó el Gobierno en el marco de esta pandemia van a acentuar la inconformidad social. El Gobierno favoreció sectores sociales que lo apoyan y no le dio una respuesta a la inmensa mayoría de la sociedad civil. Esto incrementa la insatisfacción y la indignación en la gente. Yo creo que va a haber una ciudadanía movilizada. Aunque surjan estrategias mediáticas para cercenar el derecho a la protesta, nosotros vamos a insistir en garantizar ese derecho mientras el Gobierno no cumpla lo acordado.

DB: ¿Estas movilizaciones han producido cambios políticos? MJP: Sin lugar a dudas se está generando un cambio político. En primer lugar, esta no es una movilización creada por los movimientos políticos; al contrario, los movimientos políticos se han sumado a la movilización que ha sido convocada por la ciudadanía. La principal causa de las movilizaciones es que la ciudadanía está sintiendo una insatisfacción permanente por la falta de cumplimento del Gobierno y esto se verá reflejado en más movilizaciones sociales y, finalmente, en las urnas.

DB: ¿Cuál es el papel de la mujer en la política? MJP: Es un papel primordial. Además, hay una creciente importancia del papel de las mujeres en la política en América Latina y se están organizando movimientos fuertes que son imposibles de invisibilizar. En los círculos políticos hay cada vez más representación femenina. Lo que buscamos es que haya una paridad en la representación de las mujeres en la política, no nos podemos conformar con una puerta abierta que se mantiene para cumplir con la ley. Necesitamos mujeres empoderadas, como muchas que ya ha habido, que tengan un liderazgo y una voz política indiscutible e indispensable en el país.

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embargo, el papel que desempeñen los medios de comunicación también será muy importante. Por otro lado, el grado de concientización de la población y el correcto uso de las redes sociales son herramientas importantes que influirán en las próximas elecciones. Por lo tanto, nuestro objetivo es que la población pueda encontrar mecanismos alternos de información y que de manera oportuna puedan manifestarse para que la sociedad tenga a la mano una visión diferente de las cosas. Lo anterior se hace con la finalidad de que la ciudadanía pueda votar de manera libre y consciente y se elimine esa tradición clientelista y de compra de votos. También las cosas dependen de que haya más seguridad en el sistema electoral. María José Pizarro y su padre, Carlos Pizarro Leongómez. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • •

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DB: ¿Cómo percibe la representación de las mujeres en el Congreso de la República? MJP: Retrocedimos un poco respecto a la participación que tenían las mujeres en el Congreso pasado. Aún no logramos ni el 30 % de la representación, estamos entre el 18 % y el 22 %; esto denota la ineficiencia de la Ley de Cuotas. Por ejemplo, yo fui la única mujer en ser cabeza de lista en la Cámara de Representantes. Por lo tanto, considero que esta es una situación que debemos cambiar y debemos cuestionar. En la política debe haber paridad de género.

DB: ¿Qué medidas serían eficientes para hacer que el papel de las mujeres sea más protagónico en la política colombiana? MJP: En primer lugar, hay que desnaturalizar la violencia de género y cambiar patrones culturales que naturalizan la falta de equidad en contra de las mujeres. Se tiene que actuar de una manera completamente diferente a como se ha venido actuando en contra de las mujeres. Nosotras ya no somos un actor sumiso, al contrario, somos un actor de cambio que debe ser reconocido por la sociedad. Por ello es importante eliminar todo tipo de conductas que involucren violencia de género.

DB: ¿Qué posibilidades de un cambio político real existen en el país? MJP: Eso dependerá, en gran medida, de las decisiones que vaya tomando el Gobierno. Sin

DB: ¿Cómo será el lapso que le queda al presidente Iván Duque en su gobierno? MJP: Creo que no nos van a dejar mucho. Lo único que tenemos es defender lo que nos queda en términos institucionales de representación y participación ciudadana. Es decir, estamos en una clara defensa de una sociedad democrática que hoy está en entredicho porque el Gobierno, poco a poco, ha venido cooptando el poder público. En este momento, el Gobierno nacional tiene la Defensoría del Pueblo, la Contraloría, la Procuraduría, las mayorías en el Congreso, en fin. La cooptación de estos instrumentos ha ocasionado que el Gobierno actué de manera muy arbitraria. Por otro lado, la Fiscalía ha caído en manos del mismo sector político del Gobierno nacional y, claramente, esto rompe el equilibrio de poderes y, por lo tanto, la institucionalidad e independencia de los poderes públicos que caracterizan a la democracia.

DB: ¿Cómo sería la paridad de género en un eventual gobierno alternativo? MJP: Yo espero que la paridad sea total. Definitivamente, lo que se requiere es que exista una igualdad de género para garantizar una óptima representación y participación de la ciudadanía. En este momento lo que se requiere es igualdad. Yo espero que un movimiento político que representa a las voces alternativas, que representa al feminismo, que representa la voz política de las mujeres y que defiende de manera coherente estas ideas, actúe en consecuencia. No esperaría una actitud distinta.


Mujeres 45

EL PLUS DE

LA MODA

La moda, como forma de expresión, se ve limitada cuando la diversidad de cuerpos no se ve representada ni en el tallaje ni en las modelos. Luz Lancheros, Adriana Convers y Laura Agudelo, tres expertas en moda, dan sus opiniones sobre el cuerpo femenino en esta industria y los estándares casi imposibles que hasta hace poco eran los únicos representantes. Texto: Zamira Caro Grau zamira-caro@javeriana.edu.co Laura Agudelo mostrando su vestuario.

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En diferentes ocasiones, Luz, Adriana y Laura entraron a tiendas de ropa y quisieron medirse algunas prendas, pero les dijeron que no había de su talla. Estas tres mujeres se cansaron de la discriminación del tallaje, le perdieron el miedo a llamarse “gordas” y se involucraron en la moda para, entre otras cosas, hablar de lo que a muchos incomoda: las tallas grandes. Adriana Convers, más conocida en las redes como Fat Pandora, explica su pasión por la moda por influencia de su familia. Su mamá era modista; su papá, un bogotano vanidoso en su vestuario, y su abuelo, un francés que no tenía “esa idea machista de que la moda es solo para mujeres”. Esa mezcla le permitió entender la vestimenta de dos maneras: “Desde el lado práctico, del patronaje en figurines y la costura, como lo hacía mi mamá y, por el lado de la historia, de todo este performance alrededor del vestuario que practicaba mi papá”. Ella siempre supo que la moda era el camino que quería seguir, pero también sabía que ser zurda y cortar con tijeras era difícil, por lo que se enfocó en la escritura. De allí nació Fat Pandora, su blog de moda, que comenzó hace ocho años y medio y que fue fruto de la frustración de no conseguir ropa que considerara bonita en su talla. La misma situación fue la que inspiró a Laura, más conocida como “La pesada de moda”, a comenzar su blog. En sus primeras conversaciones se quejaba del tallaje colombiano y ahora comenta en tono de burla cuál fue la razón por la que empezó a escribir sobre este tema: “Mis compañeros de trabajo siempre me decían que yo no me vestía como una gorda y yo no entendía, ¿acaso cómo se visten las gordas? Para mí sólo había gente que vestía bien y gente que vestía mal, indistintamente de si era gorda o flaca”. Por eso, tomó la decisión de subir una foto de su atuendo todos los días a las redes sociales, cosa que hasta el día de hoy continúa haciendo, para romper el estereotipo de que ciertos cuerpos deben vestirse de cierta manera.


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de esto es el racismo. Las élites son las que construyen los ideales de belleza, y desde hace muchos siglos la clase dominante es la blanca privilegiada, que siempre ha optado por los cuerpos delgados sobre los cuerpos negros, que son supervoluptuosos y de curvas pronunciadas”. La moda, en ese sentido, también fue colonizada, y esto se nota en los diseños que, incluso ahora, son hechos para el prototipo del cuerpo europeo: delgado, alto y blanco. Las tres coinciden en que el cuerpo voluminoso fue invisible para la moda durante muchísimos años. A pesar de que es más común que las mujeres tengan un cuerpo alejado del estándar de los ángeles de Victoria’s Secret, muchos diseñadores han decidido no verlo o, incluso, verlo y no aceptarlo. La solución al problema va más allá de extender las tallas a algo más que una L, pues incluso cuando las tiendas deciden trabajar con la gran cantidad de tallas posibles, la sección plus size se reduce a lo más aburrido, a lo que sobró y, por alguna razón, a lo más caro. “La verdadera democratización de la moda viene siendo que yo pueda entrar a Zara y ver que cualquier prenda está disponible desde la XS hasta la 3XL, pagar lo mismo y no tener que subir al último piso, a un espacio oscuro donde está lo rezagado, para buscar ahí las tallas grandes”, comenta Adriana.

Ilustración para el libro A todas nos pasa, de Adriana Convers (Fat Pandora). Ilustración: Luisa Castellanos Ramírez. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••

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En ese recorrido conoció a una de sus mejores amigas: Luz Lancheros, quien comenzó escribiendo artículos de moda social cuando fue estudiante de la Universidad Javeriana y ahora es periodista de ese sector en Metro World News. Sin embargo, cuando daba sus primeros pasos como periodista escribió para Carrusel uno de los primeros artículos sobre tallas grandes en Colombia, y ahí contactó a las otras blogueras que la acompañan en esta historia. La ausencia de representación de los millones de cuerpos que existen en el mundo no es algo nuevo; de hecho, Adriana menciona la posible influencia histórica de esto: “Una de las raíces

Y aunque no se puede negar que el mercado ha empezado a cambiar y que existen marcas que se han encargado de visibilizar la diversidad de los cuerpos, también es cierto que muchos problemas subsisten, pues la variedad de cuerpos mostrados en catálogos y pasarelas sigue siendo problemática. Por ejemplo, una de las modelos plus size más reconocidas es Ashley Graham, pero ella no necesariamente representa a las mujeres con cuerpos gordos. Adriana comenta que Ashley Graham tiene un cuerpo ‘reloj de arena’, tres tallas más grandes que el de una modelo regular. “Ese es el cuerpo de muchas mujeres en el mundo que ni siquiera se consideran gordas”. Laura pone un ejemplo al respecto: “Hay una marca de una cadena de almacenes muy famosa que tiene una línea plus size y anuncia la ropa con una mujer más bien delgada, y nosotras, como mujeres gordas, queremos ver cómo les queda la ropa a otras mujeres gordas”. Al respec-


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to Luz agrega: “La verdadera diversidad del cuerpo gordo no se ve, porque no soportan ver el cuerpo en otras formas”. Esto no solo es palpable en tiendas de cadena que le venden a la mayoría de la población, sino que incluso en Hollywood, actrices como Christina Hendricks, Leslie Jones o Melissa McCarthy se han encontrado en situaciones muy incómodas por estar nominadas a algún premio y no conseguir un vestido o un diseñador de una casa de moda que las vista. Todo este sistema que rige la moda, rige también el mundo y propicia rechazo contra

los cuerpos que no encajan en los estándares y contra quienes quieren visibilizarlos, hasta el punto de que personas como Laura y Adriana son acusadas de promover la obesidad; además, los diseñadores se nieguen a crear para cuerpos gordos y se refuerza una cultura de la dieta. Estas actitudes violentas contra el cuerpo gordo son conocidas como gordofobia. “¡La pregunta ofende!”, dice entre risas Adriana para responder si considera que la gordofobia existe: “Claro que existe, y el que diga que no es porque claramente nunca ha habitado un cuerpo gordo”, dice, y agrega: “Es un sistema que atraviesa muchos aspectos, no solamente

Laura Agudelo es experta en moda y creadora del blog La pesada de moda. Foto: Cortesía Laura Agudelo. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••

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Ilustración sobre el amor propio para el libro A todas nos pasa. Ilustración: Luisa Castellanos Ramírez.

el estético, también el cultural, el político y el de salud pública”. Es justamente en este discurso de odio, disfrazado como un problema de salud, en el que se respalda la falta de representación de personas con diferentes tipos de cuerpos. Una de las cosas más peligrosas de este discurso es que el tallaje ahora también es indicador de si una persona es sana o no. La industria ha idealizado tanto el cuerpo delgado, que quien no lo tenga es señalado de estar enfermo. Luz habla sobre la hipocresía de la moda y la salud retomando la historia de una modelo estrella en la industria: “Kate Moss, en los años noventa, era una modelo joven y floreciente. Tomaba pastillas y vodka todos los días. Estaba flaquísima, pero se metía muchísimas drogas. Son ese tipo de contradicciones: siempre el gordo es el que no se cuida, pero ese estereotipo ni siquiera se basa en la cien-

cia [...]. Son todas esas maquinarias enquistadas culturalmente que te condenan por tener un cuerpo gordo y que te dicen que serías más linda si fueras delgada”. Ningún cuerpo que caiga por fuera de los estándares de belleza se salva de estos comentarios. Si todos estos prejuicios continúan existiendo, ¿por qué ahora la industria de la moda insiste en que produce para cuerpos diversos así continúe invisibilizándolos? A esto Adriana responde que, en la gran mayoría de los casos, “no es por amor o porque piensan que se lo deben a los cuerpos gordos, sino por decisiones económicas. Ahora saben que es un segmento en crecimiento y desaprovechado”. Sin embargo, se están viendo pequeños pasos hacia una industria más real. Por ejemplo American Eagle sacó Aerie, una marca de ropa interior y deportiva para mujeres de todas las tallas, y las modelos que la publicitan no tienen retoques en el cuerpo que cubran estrías, manchas o todo aquello que siempre se ha considerado una “imperfección”. Hay otros ejemplos, como el de Savage x Fenty, la marca de lencería de Rihanna, en cuyo desfile (el pasado 2 de octubre) presentó una pasarela que fue una de las más diversas que se han visto en la moda, donde participaron mujeres con cuerpos de todas las tallas, así como blancas, afro, asiáticas, latinas, jóvenes y mayores. Por esto, su pasarela fue aplaudida por millones de personas. También es cierto que ahora las personas son más conscientes de la manipulación que existe sobre el cuerpo por parte de la publicidad y las redes sociales. La propagación de imágenes editadas de cuerpos “perfectos” que circulan por estas plataformas ha generado discursos que también son discutibles. Cuando se habla de amor propio e inseguridades, es claro que, independientemente del cuerpo que se tenga, todas las personas pasan por procesos de aceptación individuales con respecto a la manera como se ven. De hecho, Adriana menciona que la idea de su libro A todas nos pasa, surge de la mayor enseñanza que ha tenido en sus ochos años de trayectoria: “Los complejos y las inseguridades no son temas únicamente de mujeres gordas”.

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Sin embargo, lo paradójico es que muchas veces las personas que invitan a amar sus cuerpos con sus “errores” son la personificación de una reina de belleza. “Yo sí veo bastante problemático que mujeres delgadas, que nunca han habitado un cuerpo grande, a las que nunca les han dicho algo en una consulta médica por su físico, a quienes nunca les han negado un trabajo ni les han gritado en la calle algo respecto a su peso, se apropien de estas causas para generar likes”, dice Adriana, y luego continúa: “Paulina Vega dijo que en Nueva York era considerada modelo plus size. Yo me pregunto cuántas mujeres se habrán acostado esa noche diciendo: ‘Si ella es plus size, entonces ¿yo qué soy?’. No es que yo me crea la dueña del discurso, pero siento que, aunque sí es un tema que nos atraviesa a todas, no todas tenemos el derecho de hablarlo tan a la ligera”. Sobre esto, Luz se pregunta: “¿Cómo vamos a anunciar algo sabiendo que lo hacemos desde el privilegio y desde un discurso capitalista que vende prácticas y productos para adelgazar amparados en el discurso del amor propio? Viene una modelo a decir: ‘A pesar de mi diente chueco, yo me quiero’. Sí, mi vida, pero es que tú tienes un montón de tratamientos accesibles y un montón de privilegios que otras mujeres no tienen. Es normal que todas tengan inseguridades, pero tú no reconoces tu privilegio”. De esta manera, la invitación a aceptar nuestros cuerpos —que comenzó con los movimientos del Body Positive y el “activismo gordo”, como lo llama Adriana— ahora se han convertido en una herramienta más para vender. En las palabras de Luz: “Una tiranía de la felicidad y de vender una imagen normal no sujeta a críticas. Si te quieres, entonces haces ejercicio o vas a comprar una crema de $500.000. Es algo de lo que el capitalismo se ha apropiado para vender mensajes completamente hegemónicos”. Y entonces, después de todo esto, las preguntas que quedan por hacer son: ¿cómo empezar a amar y aceptar nuestros cuerpos?, ¿cómo perderles el miedo a ponerse un bikini o a ir a la nutricionista?, ¿cómo enfrentarse a las mamás que obligan a sus hijas a hacer ejercicio, a las dietas de manzana y agua por una semana, a los apo-

Luz Lancheros, periodista especializada en moda de Metro World News. Foto: Juan Otero.

dos burlones en el colegio, al temor de ser juzgada? Resistiendo.

Resistir es una palabra que aplica para muchas acciones. Es, como lo hace Adriana, romper las reglas sobre su vestimenta, como las que toda la vida se han escuchado sobre la ropa para gordos: “‘No pueden usar rayas’, entonces yo me pongo rayas. ‘No pueden usar flores’, entonces me pongo flores. ‘No pueden usar estampados grandes’, entonces me pongo estampados grandes”. Resistir es, como lo hace Laura, crear una plataforma que ayude a mujeres del mundo a sentirse capaces de vestirse como quieran, sin temor al “qué dirán”. A pesar de que la industria de la moda está abriendo puertas para la inclusión de cuerpos, aún hacen falta años para que en todas las tiendas, catálogos y pasarelas se vean los cuerpos que se ven en lo cotidiano. Quizás tarde tanto en interiorizarse realmente como los procesos de amor propio. Quizás tarde tanto como lo que toma concientizar a las personas de que lo gordo o lo delgado de un cuerpo no es tema de conversación. Probablemente, tarde tanto como el mundo necesite para entender que no hay un único cuerpo perfecto, sino una visión muy pequeña de lo que es bello.

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UNA EJECUTIVA

PARA LA EQUIDAD DE GÉNERO Texto: Manuela Alzate Riaño alzatemanuela@javeriana.edu.co Fotos: Cortesía María Victoria Riaño

María Victoria Riaño ha luchado por la equidad de género en el país desde hace más de once años. En el 2011, fue la primera mujer presidente de una empresa de hidrocarburos en Colombia, Equión Energía. Hoy trabaja en su nuevo proyecto personal, BeWo, y está vinculada a la Consejería de la Mujer de la Vicepresidencia de la República, en los programas Amadrina una Alcaldesa y Emprendimiento de Mujeres. •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••

María Victoria Riaño es una mujer ambiciosa que desde muy joven tomó la decisión no solo de llegar muy lejos en su carrera, sino de ser feliz. Se graduó de administración de empresas de la Universidad Javeriana y luego cursó una maestría en Alta Gerencia en la Universidad de los Andes. María V o Vicky, como la llaman sus seres queridos, es una mujer familiar, sencilla, amorosa y llena de pasiones. Su vida se ha centrado en entregar lo mejor de ella por el bienestar de quienes la rodean y, desde hace varios, en trabajar por la equidad de género en un país donde las brechas todavía son muy grandes. Determinación y constancia son las palabras que mejor la definen, y esas características, que marcaron su brillante carrera, quizá se las debe al deporte: en 1986, fue la primera mujer colombiana en subir los casi 7000 metros de altura del monte Aconca-


gua, en el oeste de Argentina; en el 2017 viajó hasta Ciudad del Cabo para correr 56 kilómetros en la ultramaratón Two Oceans de Old Mutual. Así mismo, corrió los 100 kilómetros del cruce Columbia en 2019, que une a Chile con Argentina en la cordillera de los Andes. Con una hoja de vida intachable, ha trabajado constantemente durante 33 años —solo tuvo tres pausas: una incapacidad y dos licencias de maternidad—. En 1999 se vinculó a la industria petrolera, en Ecopetrol, donde como directora de Fusiones y Adquisiciones, y desde ahí lideró la estrategia de crecimiento de esta petrolera. Luego, tras su impecable desempeño en la industria, el 24 de enero de 2011 fue nombrada presidente de Equión Energía, una compañía de hidrocarburos propiedad de Ecopetrol y Repsol. Durante los siguientes diez años lideró la empresa hacia el trabajo en equipo, la equidad de género y el capitalismo consciente. Su liderazgo impactó de tal manera que en 2019 estuvo dentro de las diez líderes empresarias con mejor reputación en el país, según el Monitor Empresarial de Reputación Corporativa (Merco). María Victoria, desde su trabajo en el sector de hidrocarburos, identificó el machismo de base que tiene el país, pero en lugar de verlo como una barrera, se volvió para ella un reto que superar, al que le ha dedicado toda su energía. Por eso hoy, al retirarse de la presidencia de Equión Energía, continúa dedicada a luchar por los sueños de las mujeres más jóvenes por medio de su proyecto personal BeWo: Better World, Better Leadership, Be a Woman, donde da mentoría de emprendimiento y charlas de equidad de género, entre otras actividades. A la vez, se encuentra vinculada a la Consejería de la Mujer de la Vicepresidencia de la República, en el programa Amadrina una Alcaldesa y asesora diversos emprendimientos de mujeres.

Directo Bogotá [DB]: ¿Se proyectó alguna vez como presidente de una compañía de hidrocarburos? María Victoria Riaño [MVR]: Siempre pensé que quería llegar lejos, nunca dudé que por el hecho de haber nacido mujer no iba a poder serlo. Pero la verdad es que el camino es más difícil. Decidí entrar a la industria de hidrocarburos y fue complejo, es un sector

donde predominaban los hombres. Una vez nombrada CEO o presidente, recuerdo que al llegar a conferencias de petróleo y mostrar mi carné de CEO de la empresa me miraban como diciendo: “Esta es la secretaria, ¿dónde está el jefe?”. A lo largo de mi carrera me he tenido que enfrentar a muchas preguntas machistas. Por ejemplo: “¿Usted qué opina del techo de cristal?”. Yo no creo que las mujeres tengamos un techo de cristal que nos limite ante los hombres. O “¿Qué se siente estar en un puesto para hombres?”. Esto no es un puesto para hombres, es para gente capaz, y yo soy capaz.

DB: ¿Cómo percibió la equidad de género cuando llegó a Equión Energía? MVR: Cuando me nombraron presidente de la compañía me vi enfrentada a la realidad de que era la única mujer que había llegado a ese cargo en el sector de hidrocarburos, porque todos mis homólogos eran hombres. No me sentía orgullosa de ser la única, sino que pensaba: “¿cómo puedo ser yo la única?”. Por más de que yo era presidente mujer de la compañía había una falta de conciencia de lo que significaban las equidades.

DB: ¿Cómo fue el proceso para convertir a Equión Energía en una empresa más equitativa? MVR: Hicimos una medición con la empresa Aequales, la cual ha comenzado a generar el ranking par [una herramienta utilizada para medir el desempeño de las empresas priva-

María Victoria Riaño, primera mujer en liderar una empresa de hidrocarburos en Colombia. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••

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La ejecutiva en su visita a los pozos petroleros.

das, públicas y pymes] mediante una encuesta presencial para identificar cómo estábamos en términos de equidad de género: en espacios, brechas y participación de la mujer. Allí encontramos que no lo estábamos haciendo tan bien, teníamos que ajustar cosas. No teníamos espacios, por ejemplo, diseñados para la lactancia, y comenzamos a implementarlos. Debíamos aumentar la participación de la mujer en el campo, donde por cada 100 hombres podíamos tener 5 mujeres. Recuerdo que una vez una joven universitaria me dijo: “Yo pensé que en las empresas petroleras no aceptaban mujeres, eso me dijeron mis profesores”. Allí entendí que necesitábamos enviar convocatorias con distinción de género: “Se necesitan ingenieras e ingenieros de petróleo”. Por medio de esta iniciativa en cinco años teníamos más practicantes mujeres. También entendimos que teníamos que trabajar con los hombres para poder lograr la equidad de las mujeres. Les dimos espacios donde se sintieran cómodos al pedir permiso para

asistir a cosas de sus hijos, y de esta manera lograr que ellos se involucraran y no dejaran a las mujeres solas en estos espacios. Trabajamos mucho para empoderar a sus esposas, porque al volver a los hombres partícipes en sus vidas en el hogar, ellas también tenían la oportunidad de trabajar más. La equidad no solo se logra con la inclusión y participación de la mujer, sino también con la del hombre.

DB: ¿Cómo cree que ha aportado a que otras mujeres se empoderen? MVR: Desde mi paso por Equión entendí que uno puede inspirar a muchas personas para que logren sus sueños. Hoy estoy creando una empresa, BeWo, donde doy muchas charlas de equidad bajo mi experiencia, más que todo a mujeres jóvenes. También realizo mentoría a diferentes mujeres, y las empoderamos para que luchen por sus metas. Así mismo, buscamos mujeres a nivel regional para que lleguen a juntas directivas. Estamos trabajando duro para crear conciencia de que necesitamos un mundo más inclusivo para hacerlo mejor.

DB: Desde su experiencia, ¿qué cree que le falta a la sociedad colombiana para lograr la equidad de género? MVR: Conciencia. Uno tiene que ser consciente de las desigualdades de género, de las violencias física, verbales y emocionales y de la falta de oportunidades. Hoy en día hago parte de dos organizaciones Women in Connection y el Club del 30 %. Women in Connection es una organización de 60 mujeres líderes en el país que hemos estado en altos cargos y trabajamos para que otras mujeres también puedan acceder a ellos. El hecho de que una mujer llegue a un alto cargo es extraño, y esto no debería ser así. Así mismo, buscamos que cada día la voz de la mujer sea más tenida en cuenta. Nos enfocamos en la mentoría y el empoderamiento femenino, para impulsar a las mujeres a ser parte del desarrollo. El Club del 30 %, es una iniciativa internacional para evaluar la participación de mujeres en juntas directivas y órganos decisorios. Allí los porcentajes son mucho menores. Estamos logrando que en las juntas directivas se tenga mínimo un 30% de participación femenina.

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Mujeres

DB: Desde su participación en la Consejería de la Mujer de la Vicepresidencia de la República, ¿cómo ve a Colombia en cuanto a equidad de género con el gobierno Duque? MVR: Partiendo de tener una vicepresidente mujer, Martha Lucía Ramírez, el avance ha sido muy grande. Me siento muy orgullosa de lo que el Gobierno colombiano ha hecho. Martha Lucía es definitivamente una líder que ha visibilizado a la mujer. He trabajado de la mano con ella y es increíble. Trabaja incansablemente para mejorar la calidad de vida y de oportunidades para la mujer.

DB: ¿En qué proyectos se encuentra participando actualmente con el Gobierno? MVR: Martha Lucía Ramírez convocó a las WIC (Women In Connection) para participar en la Consejería de la Mujer. Allí fuimos convocadas alrededor de 125 mujeres líderes empresariales de todas las regiones y empecé a aprender la cantidad de programas que tiene el Gobierno en bienestar de la gente, y más que todo, de las mujeres. Yo no sé ni siquiera de qué partido político son, pero somos mujeres líderes que de alguna manera nos hemos unido para dar herramientas, buscar institucionalidad, llevarles programas. Participamos en varios programas. Uno de ellos es acercar más el empresariado a las mujeres alcaldesas; entonces, a partir de ese programa yo amadrino a dos alcaldesas y les hago mentoría a partir de mi conocimiento y experiencia.

DB: ¿Cómo es amadrinar a una alcaldesa? MVR: Bueno, cogimos una serie de municipios liderados por mujeres. Luego, cada una de las 125 mujeres que estamos trabajando con la vicepresidenta escogió los municipios con los que quería trabajar. Yo escogí Gachancipá (Cundinamarca) y Pore (Casanare), que son liderados por mujeres. Lo primero fue hacer un contacto con respeto, donde no soy yo la empresaria por encima de ellas, sino que me puse a sus órdenes para ayudarlas en lo que necesiten. Con la alcaldesa de Gachancipá, lo primero que hice fue leer su plan de desarrollo, para conocer cuáles son las líneas que le aprobó su concejo. Luego, con el apoyo de con la consejera para la Mujer, Gheidy Gallo, la estuve apoyando en temas relacionados con el emprendimiento general y con mujeres, así montamos unos semilleros de emprendimiento. Allí, mediante el contacto con la Cámara de Comercio, logramos que les prestaran sus servicios móviles

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Las mujeres de Women in Connection junto al presidente, Iván Duque Márquez, en el Palacio de Nariño.

También trabajamos con las emprendedoras del país. Aquí hay varias iniciativas. Por un lado, hemos identificado que se produce mucho, pero de manera independiente. Por eso fuimos a La Guajira a graduar a las mujeres wayuu del primer módulo del Curso de Asociatividad para que se unan y no vendan sus mochilas de manera independiente ni les rebajen el precio. También estamos trabajando con un grupo de mujeres emprendedoras que trabajan con el Sena y nosotras les hacemos mentoría. En este momento nos encontramos trabajando para ver cómo nos podemos meter, más focalizadas económicamente, en otros sectores, como la ganadería y el cultivo, para hacer asociaciones femeninas más grandes.

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María Victoria Riaño fue CEO de Equión Energía, donde lideró iniciativas por la equidad de género.

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para que las personas puedan asesorarse, registrarse y formalizar su empresa. Adicionalmente, realizamos un análisis de todas las empresas que se encuentran alrededor para conocer qué tipo de servicios o contratos están requiriendo para poder preparar a la población y lograr que sean ellos los que presten esos servicios. Adicionalmente, estamos trabajando con el Sena para las capacitaciones por medio de los cursos en línea.

DB: ¿Cómo funciona el proyecto de emprendimiento con el Sena? MVR: Hay un grupo de mujeres emprendedoras que trabajan con el Sena a las cuales les hacemos mentoría. Nos asignan a emprendedoras de todo el país; a mí me asignaron dos: una de Santander, que nunca me contestó, y otra de Barranquilla. Esto pasa, hay personas que, por temas políticos y por ser Martha Lucía la que está llevando al proyecto, no aceptan la ayuda. Cuando la realidad es que yo no sé de qué partido político es la gente, yo no tengo partido político, yo trabajo por el bien del país.

El proceso con la emprendedora de Barranquilla ha sido muy bonito: yo le llevo toda la institucionalidad y le ayudo a que crezca. Estoy muy contenta, mi emprendedora ya pudo codificar en Olímpica su producto y le ha ido muy bien. Todo lo hemos logrado a punta de conexiones; cuando a ella se le presenta algún problema yo ahí mismo trato de ayudarla. Entonces ha sido una fuerza muy bonita todo lo que se ha hecho.

DB: ¿Qué le ha aportado a usted como mujer y empresaria hacer parte de estas iniciativas? MVR: Estoy fascinada con estos proyectos y con todas las mujeres con las que trabajamos. No se sabe lo grandiosas que son: trabajan con amor, se preocupan por su comunidad, trabajan para todos. Me encanta ver ese liderazgo femenino, donde todas trabajan con el alma. No hablamos de política, sino que nos concentramos en cómo hacer y servir más a la gente. Y las emprendedoras no se quedan atrás. Mi emprendedora de Barranquilla ha sacado a su familia adelante con su fábrica. Y yo, como soy muy corporativa, he aprendido mucho de ella y de su lucha por sacar su emprendimiento adelante.


Mujeres 55

DE MUJERES

PARA MUJERES Laura Serrano, Ángela Herrera, Catalina Álvarez y Mariana Hinestroza son fundadoras de reconocidas empresas que hoy representan casos de éxito. Ellas nos cuentan sus historias, las de sus emprendimientos y sus experiencias trabajando con mujeres y para mujeres en Colombia. Texto: Laura Sofía Celis Irurita lauras_celis@javeriana.edu.co

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Laura Serrano (centro), fundadora de Easy for You junto a su equipo de trabajo

Un salón de belleza en casa Laura Serrano, de 27 años, es la joven administradora de empresas detrás de Easy for You, una plataforma creada en 2018 que permite conectar a clientes en Bogotá, Cali y Medellín con profesionales de belleza que prestan servicios a domicilio, como manicure, pedicure, maquillaje, depilación y cepillado, para que así puedan programar su cita desde la comodidad de su hogar cuando lo necesiten. “Easy for You nace de una necesidad propia: siempre he tenido trabajos con horarios muy largos y el fin de semana me daba mucha pereza dedicarle dos o tres horas a ir a un salón de belleza. Además, nunca encontraba a una persona de confianza y que fuera a mi casa a la hora que yo necesitara para hacerme las uñas”, recuerda Laura. Luego de recorrer varios salones de belleza de Bogotá estudiando qué tan factible era la idea de crear una plataforma como Easy for You, ella se dio cuenta de que, además de sus necesidades personales, también podría satisfacer las necesidades de las mujeres que trabajarían de su mano, pues “para poder ganar un buen porcentaje en un salón de belleza, estas mujeres tenían que estar demasiado tiempo allí, pues no sabían a qué hora iba a llegar el cliente. Entonces gastaban hasta 16 horas en un salón y algunas de estas horas eran perdidas, porque a veces podían pasar ocho horas sin que nadie llegara”, explica. Por otro lado, Laura encontró que la mayoría de profesionales de belleza eran madres cabeza de familia, y esto les hacía más complicada la asistencia al salón de belleza en jornadas de tiempo completo, lo cual, por ende, les generaba inestabilidad laboral. Al reunir todos estos factores, Laura comenzó a trabajar en Easy for You, la marca que le permitiría satisfacer sus necesidades, las de sus clientes potenciales y las de las trabajadoras. Estas mujeres podrían ser “independientes, pero sin el miedo a quedarse sin ingresos”.


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Manifiesta Hecho en Colombia trabaja con dos pilares: el trabajo digno y la reconciliación.

“Lo más difícil fue conseguir las primeras profesionales de belleza, porque era una marca totalmente nueva. Comencé con mi Instagram, con dos fotos y una página medio montada”, cuenta Laura. Y luego de que Easy for You lograra conseguir las primeras cinco trabajadoras dispuestas a confiar en la marca, empezó el verdadero desafío. Mientras Easy for You se posicionaba, pasaron meses en los que ninguna cliente utilizaba la plataforma, por lo que ella tuvo que regalar servicios a personas conocidas para poder enviar a sus trabajadoras. Les pagaba ella misma, para que no pensaran que la marca no iba a tener éxito. “Al comienzo era solo yo haciendo coordinación de servicios y absolutamente todo. Cuando ya contaba con una base de profesionales para ayudarme, empecé a hacer trabajo de marketing, a buscar mis primeras influenciadoras y a pautar, así comenzaron a llegar más clientes”, cuenta Laura. Easy for You empezó a hacerse popular en 2019, un año después de salir al mercado. Eso fue lo que Laura se demoró posicionando la marca. Actualmente cuenta con más de 30.000 seguidores en redes sociales y miles de clientes en el país.

Easy for You, como también lo afirma Laura, es una marca que busca transmitir empoderamiento femenino y, sobre todo, el mensaje de que las mujeres pueden apoyarse entre todas. Ella asegura que la acogida que han tenido se debe en gran medida a que “las clientes tienen claro el impacto que tiene la marca en las profesionales. Ellas saben que al apoyar a Easy for You también están apoyando a una profesional de belleza. Entienden que vamos más allá que un solo servicio”. “Lo mejor es saber que Easy for You ha mejorado la calidad de vida de muchas mujeres. Ahora pueden pasar más tiempo con su familia y menos tiempo en el trabajo. Ellas escogen el servicio que desean prestar, la hora y la zona, así no tienen que estar obligatoriamente en un mismo lugar esperando un cliente. Creo que las mujeres tenemos todo para ser emprendedoras. Easy for You ha sido una gran motivación porque estamos independizando mujeres todos los días y seguimos buscándolas para que trabajen por sí mismas”, afirma Laura Serrano.

Tejiendo paz Manifiesta Hecho en Colombia es una marca de ropa colombiana creada por Ángela Herrera, una joven egresada de Ciencia Política de la Universidad Nacional. Sus prendas son confeccionadas por reinsertados y mujeres víctimas del conflicto. “Manifiesta surgió hace cuatro años como un emprendimiento muy pequeño en la Universidad, ante la inquietud de saber quién hacía la ropa que yo compraba. Al darme cuenta de que había historias de explotación laboral, de trabajo infantil y a veces de trabajo forzoso, tomé la decisión de no hacer parte de esta cadena de producción y aprendí a coser. Así empezó este proyecto, que era muy pequeño y que poco a poco fue creciendo”, cuenta Ángela. El camino de este proyecto, impulsado desde el comienzo únicamente por mujeres, no ha sido fácil, y así lo cuenta Ángela mientras resalta el papel fundamental que han desempeñado las mujeres en el crecimiento de la marca. “Manifiesta Hecho en Colombia está siempre buscando voluntarios que quieran apoyar, y las personas que se acercan son, casualmente, mujeres. Por eso siempre hemos dicho que eso evidencia que somos las mujeres las que

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entendemos el momento histórico que estamos viviendo ahora y queremos aportar desde nuestros diferentes conocimientos”, dice. Manifiesta trabaja con dos pilares: el trabajo digno y reconciliación. Para lograrlo, semestralmente se llevan a cabo sesiones de rendición de cuentas con los trabajadores, y la fijación de precios de la mano de obra se hace en conjunto con ellos. Según Ángela, con esto buscan crear relaciones más horizontales. En cuanto a la reconciliación, dentro de la marca trabajan mujeres víctimas de la violencia, excombatientes de las Farc y familiares de soldados que murieron durante el conflicto. “Quizás en los medios de comunicación nos muestran estas dos partes como antagonistas, pero nosotros, con nuestro proyecto, estamos demostrando que trabajan juntas por el mismo objetivo”, afirma Ángela. Aunque en Manifiesta Hecho en Colombia se confecciona únicamente ropa para mujeres, debido a que la industria textil en la ropa femenina es mucho más amplia, Ángela quiere generar un cambio, pues también hay muchos hombres interesados en probarse prendas diferentes, “pero son esas mismas estructuras sociales y conservadoras las que les impiden empezar a probar otro tipo de prendas (como en tonos rosados o estampados florales). Sin embargo, ya hemos tenido un acercamiento a la ropa genderless, con prendas para hombre y mujer sin importar el estampado; lo que cambia son los cortes de las chaquetas, pero todos podemos usar todos los colores y todo tipo de prendas”, asegura.

Actualmente Manifiesta sostiene una alianza con Tejiendo Paz, una cooperativa creada por reinsertados de las Farc que dejaron las armas en 2017 y decidieron reincorporarse mediante un proyecto productivo de confecciones. La empresa cuenta con más de 20.000 seguidores en sus redes sociales y siguen trabajando para aportar desde la moda a la paz y la reconciliación.

Bikinis por manos artesanas Agua Bendita es una marca colombiana de vestidos de baño hechos a mano. Fue creada en 2003 por Catalina Álvarez y Mariana Hinestroza, cuando apenas eran dos jóvenes de 19 y 20 años, respectivamente, estudiantes de diseño de modas en Medellín. “Todo empezó porque nos gustaba hacer vestidos de baño para las vacaciones, hasta que un día en la basura de la empresa de confección de mi papá, encontré unos retazos de tela y le pedí que me los regalara. Yo salí feliz y le mostré a Mariana lo que me había regalado mi papá y le dije que hiciéramos unos vestidos de baño con eso. Los cortábamos y los cosíamos con la máquina coser de mi abuelita, hasta que los armábamos por completo” cuenta Catalina.

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Catalina Álvarez y Mariana Hinestroza, fundadoras de Agua Bendita

“No es fácil ser mujer y, además, ser joven en el mundo empresarial. En un comienzo se nos vio solo como unas jóvenes entusiastas, y ha sido difícil ganarnos esos espacios a los que quizás un hombre tendría más fácil acceso”, cuenta Ángela. Sin embargo, también reconoce que ha sido reconfortante ver cómo la marca ha apoyado a otras mujeres, pues además de darles la confianza para empezar a trabajar en la industria textil y brindarles un espacio donde practicar, también han podido dotarlas de máquinas de coser y capacitarlas.

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en el futuro de la marca. Pasó por el stand y se enamoró de los productos. Catalina y Mariana le entregaron los vestidos de baño y, a los seis meses, recibieron una llamada de Sports Illustrated, una famosa publicación dedicada al deporte, en la cual les dijeron que saldrían en la revista. “Ese fue nuestro gran salto —cuenta Catalina—, y ya hoy en día hemos exportado a más o menos 60 países”.

Una de las artesanas de Guatapé que trabaja en una prenda de Agua Bendita. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••

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“Teníamos días de ventas en los que cogíamos una maleta y nos íbamos para la casa de nuestras amigas a vender; otros días de producción, en los que Mariana y yo nos poníamos metas para ver cuántos vestidos de baño íbamos a hacer en el día y no paramos hasta acabar. También había días en que íbamos hasta Sabaneta y ahí comprábamos escapularios y a cada vestido de baño le poníamos uno, como símbolo de las buenas energías. De ahí nace el nombre Agua Bendita, relacionando los vestidos de baño y la palabra bendita, que se asocia con lo sagrado y esas buenas energías”, cuenta Catalina. Debido a la acogida que tuvieron en Medellín, cuando empezaron a distribuir sus productos en las tiendas Pilatos —la marca del papá de Catalina—, una mujer les ofreció ir a una feria en Estados Unidos que les abrió las puertas a la exportación. Entre risas, Catalina recuerda haber llegado a la feria sin ningún tipo de estructura o decoración. “Éramos como el baño de la feria”, dice. Una vez en la feria, la mujer que las había contactado antes de su viaje, fue determinante

Una vez Agua Bendita creció de esta manera, las manos de Mariana y Catalina ya no eran suficientes para confeccionar, por lo que tomaron la decisión de comenzar a trabajar con un grupo de mujeres artesanas y amas de casa que conocieron por medio de la mamá de Mariana. “Ellas se ofrecieron a ayudarnos. Empezamos a trabajar con ellas y nos dimos cuenta del gran talento que tienen las mujeres artesanas en Colombia. Así hemos formado varias líderes: ellas nos muestran sus conocimientos y luego nosotras los perfeccionamos junto con ellas. Les damos capacitaciones para formar empresa y luego ellas van a sus barrios y capacitan a su gente. Así trabajan desde su casa, cuidando a sus hijos, pero al mismo tiempo siendo productivas”, afirma Catalina. Hoy Agua Bendita cuenta con muchas historias alrededor de las mujeres que trabajan en la marca. En Guatapé, por ejemplo, se encuentra una comunidad con mujeres de distintas edades que han formado parte de la marca, que han crecido laboralmente y que han creado una empresa familiar, “donde todas demuestran su conocimiento y poder como mujeres”. “Las personas, por lo general, asocian el vestido de baño a la idea de la mujer bonita con un cuerpazo, pero nosotras pensamos que no tiene que ser eso. La belleza es lo que irradias y la buena energía. Las mujeres bonitas son las mujeres seguras, las que se sienten bien cada una a su manera”, afirma Catalina. A la fecha, la marca cuenta con más de 540.000 seguidores en redes sociales y una línea de lujo con más de 40.000. “Creo que nuestro éxito se debe, en gran medida, a que fuimos dos jóvenes que luchamos por un sueño y lo logramos. Además, siempre estamos escuchando a nuestras clientes, trabajamos por ellas y para ellas”, concluye Catalina.


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TEJIENDO CAMINOS

DE PALABRA Y TRADICIÓN Las mujeres mhuysqas (muiscas) de Bosa existen y reexisten. Resistieron la destrucción de sus territorios sagrados, la colonización, la llegada de la ciudad… Ahora se resisten al olvido de sus tradiciones y luchan por la pervivencia de la palabra. Sus resistencias son sus familias, sus cuerpos, sus negocios, sus hijas, sus tejidos, su danza. Texto y fotos: Lorena Sánchez Contreras lorenasanchez@javeriana.edu.co

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Susana y su hermana.

Fiva (aire) está danzando con los ritmos de Sie (agua); fluye armoniosamente entre cielo y tierra, fuerte y suave, dando movimiento a plantas, animales y humanos. Los espíritus del territorio son uno, en conjunto y unidad, con la naturaleza. Hytcha Guaia (Pachamama, Madre Tierra) guía la siembra de la semilla de la gente y de la vida. Agua de vida, que es origen, historia, cultura y comunidad. Los elementos —direcciones cardinales— están en armonía con el universo; son música y melodía. Vibran, ordenan y equilibran, recordándonos que somos territorio. Con sus pies sobre la Hhytcha (Tierra) y endulzando los pensamientos, la comunidad mhuysqa de Bozha (Bosa) existe y resiste, construye desde el encuentro. Renace. Las furas mhuysqas (mujeres muiscas) son cultivo y territorio, fertilidad, naturaleza, creación y unidad. Sobre el borde del río Tunjuelito, afluente sagrado de los mhuysqas, Susana Chiguasuque Alonso, mujer de la comunidad, observa en silencio. Su mirada larga y serena se detiene sobre el agua oscura y turbia que, en su recorrido desde la madre hídrica del páramo de Sumapaz, ha enfrentado la contaminación de varias zonas del sur de Bakatá (Bogotá). La señora Susana, como la conocen en el barrio San Bernandino, recuerda para reconciliarse con sus raíces. Llegó a los siete años desde Bosa La Paz y allí se quedó. Con pasos cortos y un par de zapatos negros, que 50 años atrás eran alpargatas de fique, yute y lona, anda por los caminos ancestrales de la comunidad. Fiva y Sie danzan juntos a su alrededor, elevando uno a uno los cabellos negros y blancos de su capul. Su cuerpo, que también es territorio, tiene vida. Las abuelas suelen contar con tristeza la historia del río, pues sus aguas —que ahora


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mientras mujeres y hombres araban la tierra con pica y pala y recogían los cultivos. Un territorio fértil al que el agua le daba vida. “Andábamos en burro. La gente caminaba, tomaba chicha, las mujeres cocinaban masato, mazamorra chiquita, huesos de marrano. Uno saludaba: ‘Buenas, cómo le va’”, relata María Constanza Neuta Tunjo, mamá de Elena Neuta, ambas mujeres del Cabildo Mhuysqa de Bosa reconocido como entidad pública especial desde 1999.

Susana junto al río Tunjuelito, afluente sagrado de los mhuysqas. •••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••

El Cabildo Mhuysqa de Bosa es una entidad pública especial, reconocido desde 1999 por el Ministerio del Interior. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••

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son negras y nauseabundas, huelen a desechos, abandono y desarrollo— son el relato de la urbanización y el despojo. Hace 60 años, quienes nacieron y se criaron en las veredas de San José, San Bernandino, La Paz y Bosatama (Soacha), territorios originarios y ancestrales que hoy son barrios de la localidad de Bosa, solían bañarse, nadar, pescar y lavar ropa en el canal de agua. “Nuestra mamá nos enseñó a lavar en el río. Ella tiene 84 años. En ese entonces, el agua era clarita y se veía hasta el fondo. Después el río se llenó de mugre, entonces no volvimos”, relata la señora Susana. El territorio de agua para la siembra y la comida sustentaba la economía de la comunidad. Se sembraba maíz, arveja, yuca, papa, haba… todo eso, hasta que la ciudad los absorbió. “Ya no se puede recoger el agua para rociar la comida. No pudimos volver a cultivar y ahora toca comprar todo”, asegura la señora Susana, quien, aun de pie, junto al río, resiste a la llegada del cemento. Ahora la rodean edificios, construcciones, carros y personas indiferentes y desconocidas que antes no estaban ahí. “Lo ve, nosotras estábamos aquí, siempre lo estuvimos. Nunca nos fuimos. Vivíamos tranquilas, pero la ciudad llegó, nos invadió”, continúa. En San Bernandino había solo fincas, lotes vacíos y extensos, con árboles y sembrados, chivos y marranos. Olía a campo, a tierra, a vida. Las abuelas esquilaban ovejas y tejían con la lana intenciones, memorias y costumbres. El verde inundaba los pequeños ranchos de bahareque,

Allí vivían clanes familiares, los Neuta, Chiguasuque, Tunjo, Cobos, Alonso; en total eran cerca de 17 apellidos los que hacían parte de la comunidad. Familias nativas: las mamás, abuelas, primas, tías. En medio de un contexto de desindigenización y discriminación, los mhuysqas pervivían culturalmente en común-unidad. Sin embargo, la ciudad entró a Bosa. Las abuelas cuentan que vendieron sus tierras porque fueron engañadas con dinero o trueques, “les decían: ‘Una casa en Bosa Centro por su lote de Bosatama’. Y así las robaron”, asegura Elena, quien, sentada frente a su madre en una casa de Bosa San José, recuerda la historia de sus ancestros. Para ese momento, a los abuelos y adultos ya les costaba reconocerse como indígenas. La colonización los despojó de sus usos, costumbres y territorios sagrados; la cultura occidental los absorbió. Entonces, decían que eran mestizos y campesinos, porque trabajaban la tierra y sembraban, pero no sabían que eran mhuysqas. A pesar de esto, sus raíces se mantuvieron vivas en la ruta del territorio, de los ancestros, de la palabra y de la naturaleza. Fue hace solo 20 años cuando inició el transitar de vuelta a lo indígena, el proceso de recordar y recuperar las tradiciones y la identidad propia del pueblo mhuysqa. “Nuestros profesores de sociales nos hablaban de una cultura ya extinta, incluso muchas personas siguen creyendo que nuestro pueblo desapareció hace muchos años. Pero no, nosotras estamos aquí aprendiendo de Madre y Padre y resguardando nuestro territorio”, asegura Wendy Galeano Neuta, joven mhuysqa, miembro del consejo de jóvenes Abos.

Rewoaya Las semillas caen y golpean el interior de una caña de bambú de dos metros. Wendy está in-


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clinando un palo de lluvia, instrumento musical tradicional de los Andes: 45°, 90°, 180°, le da vuelta, cae un aguacero sonoro, fuerte, intenso, repentino y fugaz. Su dedo pulgar repasa las letras grabadas sobre el bambú: Rewoaya (Renacimiento). Es el despertar mhuysqa, el renacer de las semillas, en las totumas, en los pensamientos dulces, en Hytcha y Gata (Fuego). La comunidad mhuysqa de Bosa retorna por el camino de los antiguos. “Mis primeros recuerdos de la comunidad son danzando, con mi hermana, mis primas, mis abuelas. Desde que estaba muy pequeña, mis papás estuvieron inmersos en este proceso. Nos educaron en la danza ritual tradicional de la comunidad; entonces, nosotras crecimos con la identidad más clara del mundo, entendiendo los usos y costumbres. Por eso, nunca me dio pena decir: ‘Yo soy mhuysqa’, a pesar de que en el colegio se burlaran”, asegura Érika Neuta, hermana menor de Wendy. Sus rasgos son marcados, fuertes: mentón definido, labios gruesos, dientes grandes, ojos oscuros y pequeños, y su piel, igual que la de su hija de un año, es trigueña. Las mujeres de la generación de Érika, que ahora tienen entre 20 y 30 años, comenzaron bailando en el grupo de danza Fagua, que en lengua mhuysqhubun quiere decir ‘diosas de las estrellas’. Danzaban tingo, guaneña, pasillo, carranga… en torno a la espiritualidad, con ritmos andinos producidos con instrumentos de viento y cuerda, ofreciendo sus pasos y energías a la Madre. “La danza ritual es bailar para algo, con una intención. Hacíamos círculos, espirales, bailábamos con ‘mayoras’, hacíamos danzas donde mostrábamos lo que es trabajar con un burro o una vaca, representando y recordando el campo, el juego del sol y la luna al momento de trabajar con la tierra”, relata Elena. Y ese fue el proceso inicial para sentir y apropiarse de sus raíces y de su historia. Desde lo comunitario, entendieron que su obligación como mujeres jóvenes mhuysqas consiste en resguardar la palabra y la memoria de los abuelos. Encontrarse con otras mujeres, con ‘mayoras’ y sabedoras tradicionales, las llevó por el camino del origen y la armonía, guiadas por Madre y Padre.

“Ser mhuysqa es recordar muchas cosas, es hacer sentir, ver y pervivir nuestros usos, costumbres y tradiciones, entendiendo cuál es el sentido de lo que hacemos. Hay mucha gente que baila y que siembra. Pero ser indígena es aprender a vivir conscientemente. Yo bailo porque a través de la danza puedo generar conciencia y enseñar. Ese es mi sentir y vivir. Bailar es poner un pie sobre la tierra y decirle a la Madre: deme permiso para ofrendar esta danza, estoy bailando por usted, entregándole mi sudor como pago por todo lo que me ha dado. Y eso yo lo aprendí como joven, en el camino de la palabra, compartiendo con otras mujeres”, comenta Érika, mientras extiende y peina el cabello negro de su hija, Laia. Bailar es limpiarse de forma individual y colectiva. En 2015, reconociendo su rol como mujeres líderes de procesos en la comunidad, crearon el Consejo de Jóvenes Abos, que quiere decir ‘alrededor del universo’. Allí se generaron procesos de baile, palabra, oralidad, medicina y espiritualidad. A una cuadra de la casa de la señora Susana está el qusmuy, lugar de encuentros, ritos y ceremonias, punto de conexión del cosmos con el espíritu. Para Gina Neuta, prima de Érika, el qusmuy representa el vientre de la madre y, por eso, es la casa de la mujer, en la que se permite la consciencia de la palabra. Las jóvenes de Abos empezaron a sentarse en la casita sagrada y tejieron vida y memoria. Reflexionaron en torno a preguntas como por qué se recibe medicina antes de iniciar un círculo de palabra, por qué el

Salón de reuniones del Cabildo Indígena Mhuysca de Bosa. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••

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Hoy el Cabildo de Bosa está liderado por una mujer. Ángela Chiguasuque ocupa el puesto de gobernadora, autoridad tradicional de la comunidad. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

Angela Chiguasuque, gobernadora del Cabildo.

hayo es la planta que da vida a lo femenino, qué son la ambira, el yagé, la hosca… Después fueron a Soacha. Cuando conocieron al abuelo Nemequene entendieron que las mujeres también pueden tener palabra, medicina y huso —trozo de madera largo y puntiagudo, en el que se enrolla la lana de las ovejas para hilar a mano—. Las historias mhuysqas contaban que quien le entregaba la medicina al hombre era la mujer; sin embargo, en el Cabildo de Bosa no sucedía esto, “teníamos que pedirle permiso al mayor para poder utilizar la hosca o el tabaco. Pero el abuelo nos dijo: ‘Uno solamente le pide permiso a la Madre, a nadie más’, entonces ahí descubrí que yo era una mujer de medicina, que tiene palabra y espiritualidad”, comenta Érika.

Somos semilla, cultivo, tejido, territorio Elena teje con lana de oveja y en macramé: hace mochilas; a veces borda en punto de cruz, con hilo de colores. Gina hila con su huso; su abuela, Isabel Chiguasuque de Neuta, le enseñó que una mujer puede tener huso aun sin estar comprometida, como dicta la tradición. Por eso teje mandalas y ojos de dios con los colores de la naturaleza, del arcoíris, del infinito, de valles y páramos. Los colores del tejido enseñan, hablan, cuentan historias. En el tejido se guardan pensamientos dulces que luego se convertirán en acciones. Aprendieron

a tejer por tradición, viendo hilar a sus abuelas y mamás. María Constanza, la mamá de Elena, tejía desde que trabajaba como interna colaborando en casas, hacía chalecos y mantas con dos agujas y en croché. Luego, le enseñó a su hija, a su hermana y a su nuera a hacer tejidos para las trenzas del cabello. Elena siguió la tradición: hoy hace mochilas para ella y para los demás, piensa en personas y pone intenciones, tejer es un proceso espiritual de construcción que se maneja desde el sentir propio y el amor. “Uno teje el asa —correa— y la base, que es la edad de uno en años. Yo casi siempre cargo con una mochila porque es el tejido del pensamiento, ahí cargo mi propia vida”, explica Elena. Tejer es esencial en la construcción de memoria. Se teje con lana, también se teje palabra, pensamiento y territorio. Tejer es entender que hay un linaje, costumbres y tradiciones que conviven con un presente cambiante y que el proceso de recuperación de la tradición requiere puntadas que junten lo colectivo con lo individual. A través del tejido de la historia de su familia, Erika tomó la decisión de ser mamá a los 21 años, siendo aún una mujer muy joven –hoy tiene 23 años–. “Le dije a Wendy: ‘Quiero que mi hija sea contemporánea al suyo para que tenga con quién crecer y compartir la tradición’. Cuando estaba embarazada empecé un proceso espiritual de limpieza y aprendizaje; con esto le decía a mi hija: ‘Usted tiene una línea espiritual y un linaje’. Ella nació con partera. En mi último ‘trasnocho’ yo le decía a mi compañero que cuando uno es madre aprende inevitablemente a ser hija”, relata Érika, quien carga en sus brazos a Laia, su hija. Sobre sus cabezas cuelga un mandala azul, amarillo y rojo: es el tejido del corazón. Laia mira a Érika, se ríe y con sus pequeñas manos agarra el aire; no lo deja escapar. Se ríe de nuevo. Le encanta el tejido, juega con lana, habla y escucha. “Ser mujer mhuysqa es tener el privilegio de dar vida, de conocer la medicina, la ancestralidad y el cuerpo”, comenta Gina. Su cuerpo es su primer territorio, que está en sincronía con la naturaleza, es vida. Por eso lo cuida, lo escucha y es consciente de los procesos que se dan en su interior. Retribuye. Usa la

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copa menstrual para devolverle su sangre a la tierra, se la entrega a una planta a través del riego. Sangre que limpia, sana, colorea, tiñe y teje armonía con la tierra. Elena dice que el cuerpo es su lugar de expresión, donde hila la tradición y narra su linaje. Tiene el cabello corto: hace unos meses lo rapó para cortar cargas y lazos familiares. Soltar la fortalece. Su cabello es el lenguaje del sentir y del ser mujer. “Yo soy mujer mhuysqa por mi linaje, por lo que me enseñaron mis tías, por mi mamá y mis abuelas. La mujer es quien manda la parada en el hogar, en el cabildo y en el territorio; una mujer organiza, equilibra y genera comunidad. Ser mujer es tener la posibilidad de encontrarse y sentarse con mujeres indígenas de otras comunidades y saber que todas compartimos experiencias”, asegura Elena. Para los mhuysqas la mujer es el eje de la familia, de la sabiduría y de la comunidad. La cosmogonía mhuysqa cuenta que de las aguas de la laguna de Iguaque nació Bachué, la madre chibcha. Las abuelas suelen decir que el mhuysqa es un territorio de agua, un gran tejido que representa el cuerpo de la mujer, que es vida, creación y pensamiento. Érika y Elena explican que las comunidades de Bosa y Suba funcionan como un matriarcado, porque el rol de las mujeres está muy marcado. Son lideresas en sus territorios: cuerpo, familia y comunidad, pues tienen palabra y poder. Las mujeres de la generación de María Constanza y la señora Susana sembraron, cultivaron y regaron la fuerza y sabiduría en sus hijas. Ellas, aunque inmersas en la cultura occidental, trabajaron en el campo, en casas de familia y montaron negocios, son independientes. “Yo tengo mi puesto ahí, al frente del colegio. Desde hace 17 años vendo galguerías, hago almuerzos, saco copias. Trabajo de siete a siete. Me gusta”, comenta la señora Susana, que, aunque no tiene hijas mujeres, ha contribuido a repensar el rol de la mujer en la comunidad. “A mí me enseñaron a ser guerrera, a trabajar, a untarme las manos de tierra. El ser mujer viene desde un sentir propio y colectivo. Ahora todas estudiamos en la universidad y trabajamos para no depender de nadie”, cuenta Elena.

Aunque viven bajo las lógicas de la ciudad, mantienen la tradición. “Entregamos, soltamos, transmitimos y recibimos desde los usos y costumbres; eso lo aprendí de mi mamá y de mis ancestros”, continúa. Las mujeres mhuysqas comparten palabra y medicina, tejen y bailan para renacer desde el sentir. Mientras avanzan en círculo, de lado a lado, al frente y atrás, sus ojos se encuentran con los de las otras mujeres que también danzan para el universo, son mhuysqas, son furas, son guerreras. Sus pies se elevan, primero el derecho, luego el izquierdo, rozan el suelo, lo acarician con el yute de sus alpargatas, abrazan a Hytcha con sus almas. Sus manos en la cintura tocan el vientre que da vida, mientras sus codos se mueven de adelante hacia atrás, jugando con el viento, golpeándolo y abrazándolo. El aire, ahora dulce y melódico, entra y sale de los instrumentos de viento, el siku, la flauta, la quena; el roce de los dedos con las cuerdas del triple y el charango y los golpes de las manos con el tambor y el bombo, conforman el sonido de la tradición, la música de los Andes y la melodía del renacimiento. La guaneña cuenta la historia de las mujeres de la guerra. Saltan y giran, sus faldas se elevan, son una con Hytcha, Chía y Sué. Retornan por el camino de los antiguos, recordando la tradición, pero, a su vez, avanzan hacia una modernidad llamada “ciudad”.

Mandala que cuelga del techo. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

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CARICATURA

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Fotos de Gabriela Suรกrez

Lina Marcela Gรณmez, futbolista profesional de Millonarios FC

Fotoensayo



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