Rojas Silva - Destinado a la Gloria

Page 1

CAPITULO VIII DESTINADO PARA LA GLORIA: TTE ADOLFO ROJAS SILVA

No se puede hablar de la ocupación del Chaco sin recordar a Rojas Silva. Tuvo la ventura de ligar definitivamente su nombre y su heroísmo, a los prolegómenos de la gloriosa epopeya. El Destino le atrajo con su poder irrevocable, hacia el lugar elegido como escenario de su épica jornada. La grandeza de su sacrificio, arrojando luces como un faro luminoso, servirá para señalar a las generaciones de todos los tiempos, el severo camino del deber. Rojas Silva tenía vocación de héroe. Se hallaba muy distante del lugar predestinado, donde poco después alcanzaría la inmortalidad como el primer mártir de la defensa del Chaco. El sitio le arrastró sin dejarse ver ni sentir, con una fuerza que sólo desde el "más allá" se puede comprender. La distancia nunca fue obstáculo para torcer los designios del Destino. Y en dirección a aquel ignorado punto se encaminó. El 11 de Febrero de 1927 tomó posesión de la jefatura de la guarnición de Nanawa. Semanas después, de este lugar que pronto cobraría extraordinaria fama, partió Rojas Silva una mañana de radiante sol, al encuentro del suceso que le aguardaba para hacerlo penetrar en la historia.


No se apeó de su noble compañero sino cuando pisaba los umbrales de la eternidad. Arribó al fortín Sorpresa, donde halló intrusos establecidos en suelo patrio. Su impetuosa juventud, su innegable coraje y sobre todo, su acendrado patriotismo no admitían semejante agravio a la dignidad de su bandera. Tras una violenta disputa con el principal de los extraños ocupantes de esas nuestras tierras, dio comienzo a la tragedia que muy pronto habría de terminar con el sacrificio de su vida, hecho que siempre será evocado mientras exista un paraguayo velando por la integridad de la Patria.


Son muchos los que todavía desconocen en sus detalles los diversos actos de aquel sugestivo drama, cuyo único sobreviviente nos da a conocer en una sencilla pieza narrativa, los variados pasajes sobrellevados hasta el momento supremo de lo inevitable. La feliz conexión con este testigo, actor de aquel pedazo de nuestra historia, la debo al veterano de guerra y dilecto amigo Juan Gabriel López, actual administrador de la estancia "Puerto Cooper", cuya amistad tuve la suerte de cultivar en ocasión de mis frecuentes viajes a Puerto Pinasco, en los años 1960-62, donde a la sazón residía. Este amigo conocía mis propósitos, ya en vías de realización, de dejar escritas algunas páginas acerca de lo que pasó en el Chaco antes y durante la guerra, referente al Sector Nanawa. Fue pues, por su intermedio que logré ponerme en contacto con la persona más indicada. Este paraguayo de bien, bondadoso y sencillo, anduvo investigando calladamente sobre lo ocurrido en aquel fortín de triste memoria, porque reiteradas veces le manifesté que nadie conocía realmente como había muerto Rojas Silva, si en acción de guerra o simplemente asesinado por el colla Tejerina. Conocía sin embargo una confusa versión del incidente, que me facilitó en Nanawa en el año 1932 el indio "Corrientes" de la tribu macá, que acompañó a Rojas Silva sin llegar con él a Sorpresa. Este informe dado cinco años después de los sucesos, no me satisfizo porque lo consideré insuficiente. Por suerte logró encontrar el camino que creo yo, develará para siempre el misterio que envuelve las circunstancias reales de la muerte del héroe. López me escribió no mucho después de nuestras conversaciones, anunciándome que el señor Fermín González, empleado de la estancia "San Fernando" de propiedad de don Enrique Zavala, era uno de los soldados que estuvieron con Rojas Silva en Sorpresa. Sin perder un segundo recurrí a este caballero y amigo, para solicitar su colaboración en el sentido de hacer posible la comunicación que necesitaba tener con el señor González, gestión que facilitó con la mayor diligencia y buena voluntad, hasta que recibí de este invalorable testigo protagónico, la carta que transcribo a continuación, en la que relata con extraordinaria naturalidad, las circunstancias pormenorizadas de aquel suceso. He aquí el testimonio: "Estancia San Fernando, 15 Junio de 1965. Señor Mayor (SR) don Sindulfo Barreto. Asunción. Estimado Señor: Acuso de haber recibido su atenta de fecha 12 de Abril pmo. pdo. la que gustoso contesto, procurando cumplir su pedido respecto al suceso del que en vida fuera el Teniente Adolfo Rojas Silva. No le había contestado antes porque necesitaba un tiempito para rememorar aquellos sucesos, aunque ni así pude recordar algunos datos; pero paso a redactarle los pocos que retengo, por si le sea útil


"Yo me llamo Fermín González, pertenecía al Regimiento N° 1 Cuarta Compañía con asiento en Concepción. De allí fuimos trasladados al fortín Nanawa, bajo el mando del Tte. Rojas Silva y su ayudante el Sargento 1° Parodi. La guarnición se componía de 120 soldados entre ellos cuatro cabos. "Acompañamos al Tte. Rojas Silva para Sorpresa, 30 soldados el. Sargento Parodi y dos indios, el Cacique Ramón y otro. Salimos de Nanawa en el mes de Enero de 1927, con la misión de arrear hacienda vacuna de la costa del Confuso para consumo de nuestro Fortín. No encontrándose hacienda en el sector del Confuso, decidió mi Tte. Rojas, costear el río, lugares completamente desconocido para nosotros. El Cacique no contó que existía fortín Boliviano en ese sector. Después de cuatro días de viaje continuado y sin comer, decidimos acampamentarnos en un lugar no tan lejos de Sorpresa había sido. Allí el Tte. Rojas Silva ordena al Sgto. Parodi para que saliera con un soldado a cazar algún venado para dar de comer a la tropa, igual orden recibió un cabo, quienes salieron de inmediato en distintas direcciones. El resto quedamos a descansar. Una hora después que salieron los cazadores escuchamos tres disparos hacia el lado que salió el Sargento Parodi. Más tarde regresaron los cazadores trayendo un venado cada grupo. Mientras se faenaba los venados, el Teniente pregunta al Sargento si cuántos tiros había disparado para cazar el bicho; el Sargento dice que solo un tiro, los otros dos no fuimos nosotros. Entonces el Teniente pregunta al cacique Ramón si había por allí algún fortín boliviano, quien afirmó que sí, "Mbojapy cuarajy guatara jhape". Lo que quiere decir tres días de viaje. Enseguida el Teniente Rojas Silva nos eligió a tres soldados; Remigio Arguello, Maximiano Chaparro y yo, pidiendo además al Cacique


Ramón para que nos acompañe al fortín Bolí. El Cacique Ramón se negó rotundamente diciendo que los bolí nos matarían a todos. Entonces el Teniente ordena la ejecución del indio ante un pelotón de cuatro tiradores; pero ante esa actitud del Tte. el Cacique decidió componer nuestro grupo. El Cacique Ramón decidido ya acompañarnos, informa de que el Fortín Boliviano se encuentra a 1.500 metros del lugar en que estábamos y no a tres días de camino como manifestó al comienzo. El Tte. Rojas Silva ordena al Sargento Parodi, que si dentro de las 24 horas no regresábamos allí, que él (el Sgto.) atropellará el fortín enemigo. El Sgto. quedó con 27 hombres y el otro indio. "El Tte. Rojas Silva nos ordena desplazarnos de a 50 metros y avanzar y pelear si encontrábamos resistencia. Quinientos metros antes de llegar al fortín nos bajamos de nuestros caballos, el Tte. Rojas Silva abandona su caballo alazán "CHICHO" y luego caminamos hacia el campo de tiro del fortín. Este tenía un campo de tiro de 400 metros completamente pelado. Avanzamos cautelosamente, siempre a distancia de 50 metros uno de otro, llegamos a la costa del Confuso. Allí observamos atentamente el fortín que quedaba del otro lado del río, no notamos efectivo boliviano; pero de pronto vimos gentes en el agua del río, entonces el Tte. Rojas Silva, con revolver en mano nos hace seña para asaltar. Asaltamos y sorprendimos a cuatro soldados Bolivianos que se estaban bañando; quienes sin la menor resistencia se rindieron. Entre ellos el soldado Tejerina. Interrogados los prisioneros informaron de que el fortín se había trasladado a unos 1.500 metros más atrás de ese lugar. El Fortín Sorpresa Nueva y que guarnecía 90 hombres con cuatro Oficiales bajo el mando del Capitán González. Y que está dos cuadras grandes, uno frente a otro, encontrándose en el medio el P.C. del Capitán González. Ante estas declaraciones, el soldado Arguello sugiere al Teniente Rojas Silva volver a nuestra retaguardia a los efectos de reforzar y acorralar el fortín; pero el Teniente no está conforme y ordena a que se traigan los caballos de donde quedaron para continuar hacia Sorpresa Nueva. "Llegamos a unos 40 metros del Fortín con los cuatro prisioneros, en donde nos quedamos. Se baja el Teniente Rojas Silva de su alazán "CHICHO" y nos dice que él entraría al P.C. del Capitán González para intimarle rendición y que sean sacrificados los prisioneros en caso de que haya alguna reacción de parte de los Bolivianos. El Teniente Rojas Silva otra vez con revolver en mano se introduce a la habitación de González, encontrándole a este durmiendo. Llega hasta la cama del Capitán González y agarrándole a este del cabello lo levanta y a punta de revolver lo saca afuera y allí con término violento lo humilla a González; pero luego el Teniente Rojas Silva se calmó y hablaron buenamente. "La mayoría de los efectivos que allí guarnecía también se encontraban durmiendo, salían algunos soldados a mirar, pero volvieron a entrar, sin disponer nada. Pasado el momento violento, el Capitán González muy amable quita dos sillas e invita al Tte. a tomar asiento y continuar la charla, el Tte. Rojas acepta. Entonces González pide al Tte. Rojas Silva para que lleguen sus soldados a desensillar los caballos para descansar, almorzar y luego continuar viaje. Enseguida el Capitán González llama a cuatro soldados a quienes le ordena a hacer llegar los caballos, desensillar y atender también por nosotros. El Tte. Rojas Silva nos ordena dejar en libertad a los prisioneros y llegar a la casa, depositar inclusive nuestras armas en la cuadra de ellos para luego pasar al comedor. El soldado Arguello no quiso dejar su arma, pero el Tte. Rojas Silva dijo en guaraní que no tengamos miedo, hay que demostrar a estos pobres diablos que no son enemigos para nosotros. Entonces Arguello obedece. Ni bien terminamos de comer, volvimos con intenciones de recuperar nuestras


armas, pero se nos negó la entrega de parte de un Oficial y un grupo de soldados armados que ya se había ubicado allí. De inmediato pasamos junto a nuestro Teniente comunicándole lo ocurrido. Recibido este informé el Tte. Rojas Silva se para de su asiento ante González y le pregunta nuestra situación, a lo que contesta el Capitán González; llegado un forastero desconocido como ustedes en una Guarnición Militar, no se podía proceder de otra manera sino a detenerlos, por lo tanto están prisioneros. El Tte. Rojas Silva quedó callado un rato, y luego nos dijo; tranquilos muchachos, el Sargento Parodi va llegar precisamente antes de las 24 horas para liberarnos. El Tte. Rojas Silva no fue despojado de su arma. El portaba un revolver 38 corto medio destartalado ya y un yatagán. Esa noche fuimos custodiados, sin embargo el Cacique Ramón logró escaparse y esa misma noche dice que llegó en el lugar donde había quedado el Sargento Parodi, informándole lo ocurrido; éste consideró un suicidio atropellar una guarnición de 90 hombres, entonces decidió abandonar el lugar volviendo hacia Nanawa. "Al día siguiente cumplido los 24 horas y no apareciendo el Sgto. Parodi como se esperaba, el Tte. Rojas Silva llega hasta donde nosotros estábamos y allí nos ordena para que nos armemos con barrote o con lo que sea para atropellar y salir del Fortín Boliviano. De allí nosotros le seguimos al Tte. hasta el lugar en que se encuentra el Cap. González a quién el Tte. Rojas comunica de que él y sus soldados han decidido irse quiera o no, y ya puntea el soldado Arguello buscando la salida, le sigue el Tte. luego yo y el último Chaparro en fila de a uno. El Cap. González sale al paso del Tte. éste le elude y continua, allí el Cap. González grita a sus soldados para que nos detuvieran, pero nosotros continuamos serenamente sin correr tampoco, ni los Bolí hicieron fuego aunque nos perseguían armados. Se acercaba los bolí a nosotros así en masa intercalando nuestra fila tratando de separarnos uno de otro, algunos se agarraban de nuestra chaqueta, otro del brazo procurando sujetarnos, pero cada uno nos sacudíamos y como podíamos seguimos adelante. Entre esa lucha de tironazos y sacudidas de aquí allá me clavó una espina de algarrobo en el talón traspasándome el pie, por lo que me retrasé. Chaparro no me quiso dejar solo y también se retrasó procurando llevarme; pero los Bolí se unieron contra nosotros dos y al final no pudimos más y mediante eso el Tte Rojas Silva y el soldado Arguello lograron escaparse. Nosotros dos quedamos prisioneros y el Tte. Rojas y Arguello apenas salieron comenzaron a correr hasta el lugar en que quedó el Sargento Parodi. Llegaron allá y estaban muy rezagados los dos y ya no encontraron nuestra retaguardia allí. Entonces entraron en un pastizal alto y allí se tiraron al suelo a descansar. "Yo y Chaparro fuimos metidos en una piecita obscura y luego los Bolí se dispusieron a seguir al Tte. y a Arguello. Se desplazaron distancia de cinco metros y avanzaron, llegaron al lugar en donde estaban el Tte. Rojas y Arguello, de por allí un soldado Bolí fue y le salió al Tte. quien estaba acostado entre el pasto. De un salto se para el Tte. Rojas Silva y desenvainando su yatagán parte en dos pedazos la cabeza del Bolí que se le arrimó, allí Arguello se apoderó del fusil del Bolí e intercambiaron fuego con los otros. Aparece allí un soldado Bolí sobre una mula quien ante el fuego de Arguello se tiró al suelo quedando herida la mula y desde el suelo el Bolí Tejerina jugó al Tte. Rojas Silva hiriéndole, acertándole en medio del pecho transpasando la bala al otro lado. Cayó Rojas Silva herido de muerte y Arguello ya había disparado los cinco tiros que tenía el fusil y éste no sabía que el proyectil del fusil paraguayo calzaba por el boliviano, por lo que no hizo uso de los que tenía en su bolsa de víveres. Entonces viendo a su Jefe muerto y el ya sin balas se rindió. Allí lo desnudaron al Tte. Rojas


Silva dejando su cadáver tirado, llevó también a Arguello con nos otros. Luego atados por la mula y ojos también tapados fuimos conducidos a La Paz en donde estuvimos seis meses. En Sorpresa estuvimos solamente un día y la noche ya fuimos trasladados. Nada se dijo de la posible guerra. "Después de seis meses de prisión en La Paz, fuimos devueltos en la misma forma, es decir atado por la mula y ojos vendados hasta Saavedra en donde nos entregaron el equipo de nuestro finado Teniente y nos dejó en libertad. Entonces seguimos viaje hasta llegar a Nanawa en donde fuimos arrestados; luego de 15 días fuimos trasladados a Concepción en donde también guardamos arresto en el calabozo; pero al final nos trasladaron a Asunción en donde fuimos puestos en libertad y ascendidos a Cabo 2° Chaparro y Arguello salieron de baja y yo quedé a completar el tiempo de mi conscripción. "Soy natural de Loreto y mi esposa se llama Beata Paéz de González, también de Loreto. No tenemos hijos. "En espera de que le sirva en algo estos datos, me place saludarle muy atte.". En la descripción de este episodio, advertimos un pequeño desacuerdo. No hay concordancia entre la fecha en que Rojas Silva se posesionó de su cargo en Nanawa que está registrada en un documento, con su partida hacia las costas del río Confuso como refiere el cabo González. Se explica y es muy razonable esta discrepancia. A cuatro décadas de distancia de aquel acontecimiento, no es posible recordar con toda precisión las datas de los sucesos. Este insignificante desacuerdo antes de constituir una disconformidad, me parece que transmite mayor realismo a la narración. La carta del cabo Fermín González tiene la atractiva fluidez de su natural modestia, muy peculiar en nuestros hombres de tierra adentro. Los hechos tales como él los relata, no cabe duda que estarán ajustados a la más completa exactitud. Cuarenta años después de los acontecimientos, no se puede encadenar de manera tan armónica y prolija, episodios que no se llegaron a vivir. Por estos motivos, considero que su relación merece el calificativo de una verdadera revelación. La muerte del Tte. Rojas Silva produjo en la opinión pública, una atmósfera de tensa expectativa, y en el alma del pueblo paraguayo un impacto de exaltación cívica, que sacudió las sensibles fibras del sentimiento de la soberanía nacional. Con esta deplorable acción, el Gobierno fue advertido de la firmeza boliviana en su resolución de conquistar el Chaco, y para detener su avance, habría que empezar fundando más y más fortines que sirvieran de líneas de contención a sus inocultables propósitos. De paso diré, que el establecimiento de puestos militares en el Chaco, llamados también fortines, de diversa importancia por su ubicación que generalmente determinaba el número de su guarnición, no obedecía sino al único objeto de posesionarnos de los lugares no ocupados por los bolivianos. Conociendo las pretensiones de nuestros vecinos del Noroeste y su poco respeto a los tratados, debemos reconocer, que antes del año 1924, no se había hecho absolutamente nada en lo que concierne a la ocupación del interior del Chaco como acto


efectivo de dominio. La simple posesión de las cómodas márgenes de nuestros ríos o de sus proximidades, no fueron suficientes, debimos encaminar nuestro esfuerzo de penetración hacia las fronteras del Noroeste, y esto demoró mucho en producirse, con el consiguiente peligro de provocar una colisión que llevaría a crear una situación de conflicto para lo cual no estábamos prevenidos. Los bolivianos demostraron ser más diligentes y audaces en la prosecución de sus fines; de "bolivianizar el Chaco".


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.