Sweet Temptation_15

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Sweet Temptation ~Oscilación~ . — Buenos días— le sonrió Tanya cuando ingresó a la cocina. La castaña mordió la cara interna de su boca, no tenía la desfachatez para mirarla a los ojos, la culpa la estaba corroyendo poco a poco. Desvió su vista hacia el tazón de cereal que le esperaba recién servido sobre la mesa y recién ahí le habló. — Buenos días— soltó, antes de meterse una cucharada repleta de hojuelas de maíz hacia la boca. Masticó con premura, pero incluso así no había alcanzado siquiera a digerir cuando escuchó la puerta de la cocina abrirse, de inmediato todo su cuerpo se tensó, desde los dedos de su mano, aún sosteniendo la chuchara, hasta los de sus pies. Su corazón nuevamente cayó preso de esa extraña emoción y comenzaba a latir con un ritmo más propio de un colibrí que de un humano, y no era nada fácil mantener una respiración acompasada. Bebió un poco del jugo de naranja que Tanya tan gentilmente le había servido, y sintió como el frescor del brebaje evitaba que sus mejillas se ruborizasen. Edward ingresó a paso raudo, ya vestido y listo para irse. Se tomó su tiempo en observar a su esposa; con el cabello atado en una coleta casual y una tenida deportiva, sencilla. Hoy no iría al trabajo, y él lo sabía mejor que nadie. No había sido fácil para Tanya aceptar la sugerencia de su esposo. Era por completo innecesario, el test le había dado positivo, pero aún así iría al médico, tal y como le había pedido Edward. No para corroborar lo obvio, sino para tomar las precauciones propias de quien tiene su primer embarazo. Edward podría ignorar que su mujer tomaba pastillas para conciliar el sueño, pero sí estaba al tanto de que estaba bajo altas dosis de antidepresivos. Y no había que ser un genio para conocer los efectos secundarios de esos fármacos, sobre todo en una persona con intensos deseos de concebir un niño. — ¿Te llevo? — se ofreció Edward, después de casi quince minutos en los que solo se podía oír las risitas infantiles de su mujer cada vez que él la besaba, y el modo exagerado en que Bella golpeaba su plato al arrastrar la cuchara sobre la porcelana cada vez que Tanya se acercaba y volvía a rozar sus labios contra los de él. ¿Qué otra cosa iba a hacer? ¿Negársele?, imposible. Ella era su esposa, la amaba, adoraba sus besos, su perfume, su piel. El modo en que sus cuerpos de fundían… Aunque, si quería ser honesto consigo mismo, Edward sabía que había pasado mucho tiempo ya desde que él y su mujer no intimaban. — No, gracias. Me iré más tarde, tengo un par de cosas que alistar aún. —mintió sagaz, la verdad es que moría de deseos por irse con él, de solo imaginarse estar junto a Edward en el auto, todo su cuerpo parecía cobrar vida propia.


¿Cómo podía estar bien eso? —, se cuestionó avergonzada antes de ponerse en pie excusándose con la pareja por tener labores pendientes y finalmente sonreírles a la par. Aunque la mueca fue más bien rígida y del todo fingida Tanya no la notó, pero Edward… él solo quería olvidar la triste curvatura que formaron esos labios que había probado hasta el cansancio la noche anterior. Observó a la pequeña y menuda figura de Isabella salir por la puerta de la cocina, era tan frágil y bajita que su corazón de oprimió de dentro si por la culpa y el arrepentimiento. Era apenas una niña. ¿Cómo era posible que le costase tanto trabajo controlarse?, había visto cientos de mujeres, incluso mil veces más hermosas que su mujer, pero como Tanya no existía nadie, o al menos eso se había repetido siempre, y de veras lo creía en ese entonces. Además, hasta la fecha, siempre había sido la adolescente quien manifestaba indicios de razón y coherencia. ¡Se suponía que el adulto era él! Edward aún de pie, y muy cómodamente recostado sobre uno de los muebles de la cocina clavó su vista en el risueño semblante de su chica, su esposa, su señora. ¿No era ella hasta hace nada la razón de su existencia?, ¿Cómo es que en tan poco tiempo todo parecía ir de mal en pero?, y todo eso sin mencionar la horrible fijación de Tanya en defender un embarazo que no tenía forma lógica de ser real, al menos no en el plano terrenal… Tal vez en su mente—, pensó con una culpa desgarradora antes de acunar ese rostro iluminado por alegría pasajera, y lanzarse en pos de esos labios. En la búsqueda de esa emoción tan conocida, pero a la vez más lejana que nunca: El deseo… ¿o tal vez el amor?, el propio Edward no tenía idea de que demonios estaba buscando, solo estaba seguro de una cosa… Fuese cual fuese, no lo había encontrado. Incapaz de aceptar ese hecho, y haciendo gala de su intachable reputación de jamás darse por vencido, quitó las manos de su rostro y dejó que viajasen hasta alojarse en esa cintura que se mantenía tan angosta como el día en que la conoció. Hastiado con su propio comportamiento e intentando convencerse de que amaba incluso más que antes a su esposa, subió el cuerpo de Tanya hasta el mueble donde antes él mismo se había apoyado, y ella no tardó en envolver su caderas con las piernas. — Te deseo— ronroneó contra el pecho ahora descubierto de su mujer, por culpa de esas manos tan desesperadas por conseguir una respuesta en su propio cuerpo-aún frío-. Los ojos de ella resplandecían de abrasadora ansiedad, tiernos y pasionales; con la experiencia propia que sólo los años te otorgan, sus labios se posaron sobre él, en la curvatura de su cuello, entonces dulce y exigente comenzó a chupar musitando entre avariciosas lamidas un hambriento: — Yo también— de seguro le había manchado el cuello de su camisa con brillo labial, pero Edward no estaba para detenerse a pensar en nimiedades como esa ahora, se encontraba demasiado dichoso por la excitación propia. Ese gesto había conseguido motivarle. ¡Su mujer aún conseguía excitarlo!, ¿Eso debía significar algo, no?


Bella dejó de fingir leer sus apuntes en cuanto sintió la puerta principal cerrarse, soltó los cuadernos en el acto y corrió con el corazón en la mano hasta la sala principal. Grande fue su sorpresa al comprender que se encontraba sola en casa. — Es obvio que Tanya no fue a trabajar, es cosa de ver la sonrisa idiotizada que traía durante el desayuno, además ni siquiera estaba vestida como para salir a la oficina— ¿Desde cuando la sonrisa de su amiga le parecía idiota? Con la cabeza hecha un lío Bella decidió que lo mejor sería partir al instituto, ya de por si iba tarde, pero no le habían quedado muchas opciones. Era eso irse con Edward. — Tal vez debería haber dicho que sí cuando me ofreció llevarme. Quizás ahora estaríamos juntos, en su auto…— las posibilidades y cavilaciones sobre lo que pudo o no pudo haber pasado, de haber aceptado su compañía la atormentaron durante toda la jornada. Ignoró las llamadas de Emmett a su celular, la verdad era que por imperdonable que sonase, ni siquiera lo había recordado. Quizás porque no era la primera vez que alguien intentaba propasarse con ella, por lo que no era realmente una gran novedad, o tal vez porque en este caso Edward había conseguido borrar todo indicio de desgracia, literalmente; con sus manos, su boca, por medio de esos besos que tanto trabajo le estaba costando olvidar. Rosalie a diferencia del día anterior no la increpó en absoluto, por el contrario. Bella podría asegurar que incluso le sonrió, pero asumir eso, sería sinónimo de declararse incapacitada mental, por lo que ignoró aquello. Sin embargo, su sorpresa fue mayor, y casi catastrófica cuando en el parqueadero del instituto la colosal figura de Emmet la esperaba acomodado contra un Jeep que rayaba en lo grosero, a Bella la pareció exagerado, pero después de todo que más podría pedir; se trataba de Emmett. Bella iba dispuesta a decirle que todo estaba bien, que lo olvidaba y que quedasen en paz, tal vez no como amigos, pero al menos como conocidos que se respetan. Desgraciadamente, Emmett nuevamente tenía planes muy diferentes. El chico se encaminó hacia Bella, pero siguió de largo de un modo grosero, para tomar en sus brazos a una sonriente Rosalie que se encontraba a escasos dos metros de ella. El siguiente suceso a Bella le pareció más digno de una película pornográfica que un beso de novios, amigos con derecho, o lo que fuera que es par se hacía llamar. Tú ayer no pensabas lo mismo— le reclamó su conciencia, y vergonzosamente Bella tuvo que admitir que lo de Emmett y Rosalie, parecía un juego de niños en comparación al espectáculo que Edward y ella habían montado el día anterior. —Te espero en casa para la cena— se despidió Tanya, mientras Edward ingresaba a la ducha. Él le sonrió con dulzura, escondiendo de un modo maestro la preocupación que le corría en su interior. La situación no era tan mala, habían hecho el amor, como hacía mucho no lo hacían. Él y Tanya habían innovado, ella no era una chica que se llamaría ortodoxa, y Edward amaba eso en ella, o eso creía hasta hace nada.


Permitió que las gotas de agua le condenasen su actuar. Como caricias, o tal vez como aguijones, a ciencia cierta él no sabría distinguirlos con exactitud, ya que a duras penas había logrado diferenciar a Tanya de Bella. ¿Tan grave era que repentinamente él quisiera que Tanya se tiñese el cabello de un tono castaño?, de pronto a Edward aquel detalle se le hacía de lo más incitante. Imaginarse las largas ondas caobas surcando su rostro, sudadas y adhiriéndose a su piel con cada embestida que él le propinaba. En efecto, no había maldad en ello, de no ser por que la mayoría del tiempo el cabello de Tanya era liso. Aunque cuando lo trenzaba parecía adquirir una forma… Demonios. —, él verdaderamente estaba creándose una versión de Bella, y por patético que le pareciera admitirlo. Le había costado lo imposible, el no visualizar ese rostro tierno en vez del de su mujer, pero lo había conseguido. Tanya por su parte, no se había sorprendido en absoluto cuando Edward la trajo hasta un motel, por el contrario, le pareció muy considerado de su parte. Un poco de intimidad nunca estaría de más, añadiéndole que de seguro sería incomodo para su pequeña conocer ese aspecto en la vida de ella y su esposo. Además, tampoco es que fuesen muy discretos o silenciosos. Por otra parte, gran culpa la tenían las hormonas del embarazo, en su estado, no debería de sorprenderle esa actitud tan osada. Ya en su auto camino al hospital se permitió analizar bien las cosas, agradeció que Edward le hubiera sugerido el llevar autos diferentes. Cegada por el deseo solo había conseguido pensar en subirle al volvo de su amado y que él la hiciese suya ahí mismo, pero como siempre, tan considerado y elocuente, su tierno esposo le había sugerido llevar carros distintos. De haber venido en un taxi hubiese sido un suplicio cargar con la cantidad de bolsas que planeaba traer de regreso, y es que Tanya solo podía pensar en vaciar las tiendas de ropa de bebe en cuanto saliese de la consulta. Cuando Bella llegó finalmente a casa, no se extrañó de encontrarla vacía, y en cierta forma lo agradeció. Aún no sabía en que términos estaban Edward y ella, y mucho menos sabía bien como afrontar la situación con su amiga. Abrió el cuaderno que le había prestado Mike debido a que hoy les habían avisado sobre un examen global que se le avecinaba la próxima semana, como ahondaba toda la materia del semestre, Bella se había visto en la obligación de conseguirse apuntes, ahora si que de modo real. No como había hecho durante la mañana, simulando estudiar cuando no había hecho más que convencerse y repetirse hasta el cansancio que lo de la tarde anterior había sido un error. Bella dio vuelta la página, y un fino papel se encontraba esperando, justo en el centro. Estaba pulcramente doblado, y el nombre Isabella decoraba el borde inferior con letra imprenta y un tanto descuidada. Letra de hombre, inconfundible y casual. "A veces… Menos es más."


Mike. Bella recordó el modo en que Mike se había comportado con ella desde que llegó al colegio. Era un chico guapo, había que decirlo. Sus ojos azules conseguían distraerla y muchas veces la habían hecho perderse gran cantidad de la clase, además estaba el modo extraño que tenía él, y es que con gestos tan sencillos… con tan poco él conseguía hacerla sentir tan bien; en calma, segura. Pero de un modo bueno, uno correcto. No como con Edward, que pese a encontrar en esos grandes y reconfortables brazos una salida, un verdadero oasis en medio de desierto, siempre traía consigo una punzada directo a su corazón, una que le recordaba el daño que estaban infringiendo a un tercero; con ese actuar tan egoísta e irresponsable. Con Edward, Bella siempre tenía que obligarse a pensar como adulta, a razonar, a recordar lo que era o no correcto. Con Mike, ella solo era Bella… El teléfono de la casa sonó, y Bella saltó con el papel aún en sus manos a responderlo. — Buenas tardes— saludó cortés, y una extraña alegría sacudió el cuerpo de la muchacha. Creyó que se sentiría decepcionada, al no ser Edward quien llamaba. Sin embargo, observó una vez más el papel que descansaba entre sus manos y supo que eso era lo correcto, y que por sobre todo no dañaría a nadie… Al menos, a nadie que no lo mereciera. — Hola. — ¿Cómo estás? — su voz sonaba serena, en extremo confiada. No del tipo de confianza que se confunde con socarronería, sino de la clase de seguridad que te da el hacer lo correcto y querer darte una oportunidad en ello. Mike estaba seguro, tranquilo. Le gustaba Bella, pasar el tiempo con ella, oírla reír, enojarse. El modo en que se sonrojaba o fruncía el ceño, era extraño que dos emociones tan opuestas produjesen el mismo efecto en una persona, era en extremo enternecedor. — Cansada, no he dejado de repasar la materia… En verdad es mucha—añadió después de una pausa. Extrañamente, se sentía nerviosa… ¿tímida?, ¿Desde cuando Mike Newton la ponía en ese estado? —Mmm… ¿Leíste mi nota? —en ese instante, Bella se sintió inesperadamente expuesta, observaba. Y no pudo evitar esconder la pequeña cartita en el bolsillo trasero de su pantalón. Demasiado tarde, una mano firme y gruesa, pero no por eso menos suave, se había ceñido a su muñeca, quitando la hoja de su mano y cortando de modo grosero la llamada telefónica. Bella obviamente no tenía fácil su labor, sobre todo con esa suerte que parecía querer ir de mal en peor. ¡Y es que Edward no había soportado verla tan entusiasmada hablar por teléfono!, ¿Sonrojarse aun cuando no veía a su interlocutor?, peor aún ¿Morder su labio inferior?, ¿No se suponía que ella reservaba ese gesto únicamente para él?


— ¿A veces menos es más? —leyó él con evidente sarcasmo. Una sonrisa ladina se instauró en esos labios rojos, y Bella se obligó a desviar la vista. ¡¡Tanya, Tanya, Tanya. ¿Dónde estás cuando más te necesito?!! — caviló la joven en un último y desesperado intento por mantener algún pobre acopio de cordura, como siempre… en vano. Edward tomó el rostro de Bella con ambas manos, tal cual lo había hecho con Tanya durante la mañana, y observó sus facciones aun con huellas de niñez impresas en ella. Deslizó sus dedos con tortuosa lentitud por esa piel que se le hacía tan fina que daba la impresión de que se desharía en sus manos. — Me haces tan difícil serle fiel. — masculló antes de besarla con una desesperación que rayaba en lo enfermizo. Rápido, sin espacio a dudas ni réplicas, sin tiempo siquiera para decir "basta está mal". Él no fue sutil; él fue certero. Porque Edward ya era un hombre, uno que sabía demasiado sobre indecisión y arrepentimientos, uno que conocía el verdadero significado de "esto está mal", y que traducido era un irrefutable "bésame, incluso hasta que el cielo caiga sobre ambos", ya que Edward Cullen era un experto en lo que a lenguaje corporal respectaba, y para suerte o desgracia de Bella, todo su cuerpo gritaba por él, por su roce; pidiendo a súplicas un beso, una caricia. Y Edward a diferencia de Mike, no pensaba que menos fuese más, él no se conformaba con poco, ¿Por qué hacerlo, cuando puedes tenerlo todo? — ¿En serio crees que menos es más? — jadeó en su boca, aún de pie, con el cuerpo de ella envuelto entre sus brazos, rozando cada tanto contra la mesita del teléfono. — Bella… ¿Te conformarías con menos? ¿No te parece que mereces mucho más que eso? Yo puedo ofrecerte más, aunque tú para mí lo que mereces es todo… Todo. .


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