Sweet Temptation_12

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Sweet Temptation ~Problemas~ . — ¿Puedo hablar contigo? — inquirió la rubia, Isabella sintió pavor en cuanto oyó su dulce voz articular esa frase. La chica era tan hermosa que el simple hecho de pararte a su lado te hacía sentir como un insecto, sin mencionar que Rosalie Hale podía ser bastante intimidante si se lo proponía. La castaña se limitó a asentir, la verdad era que su boca se había secado del puro nerviosismo al encontrarse con que la ex novia de su "tío"-como Emmett solía llamarse a si mismo- esperándola en la puerta del salón, con evidente molestia impresa en su rostro. El timbre había sonado, y extrañamente el salón se había desocupado a una velocidad antinatural. Bella acaba de guardar sus cuadernos en su bolso y se preparaba para salir, pero el brazo de la escultural chica se había interpuesto entra la puerta y ella; a modo de barrera, impidiéndole el acceso al exterior del aula. — Seré clara, la verdad no tengo mucho tiempo, y aunque lo tuviese, verás cariño; lo valoro demasiado, el caso es que no suelo perderlo en nimiedades como tú, pero aun así, más vale prevenir que lamentar: Te quiero lejos de Emmett, no estoy jugando, no entiendo que demonios tiene en la cabeza, pero hemos sido novios durante dos años. Y no voy a permitir que una mosca muerta como tú se interponga entre ambos. Bella la observaba atónita, tenía clara las intenciones del chico, tampoco es como si este fuese lo que se podría decir "discreto" en cuanto a sus sentimientos, pero aun así, jamás pensó que la despampanante Rosalie Hale podría sentirse intimidada por su persona, y Bella sabía a la perfección que si la rubia quería convertir su estadía en ese instituto en un calvario, no le tomaría mayor esfuerzo. Su interpelante no tuvo la cortesía de siquiera esperar por una respuesta, fue totalmente grosera y se giró dejando a la ruborizada adolescente con la palabra en la boca. — Perfecto— murmuró para si con evidente sarcasmo, antes salir enfurecida rumbo a casa. Practicamente ahogó un gemido cuando un Emmett sin polera la esperaba sentado el en living de su hogar. — Hola sobrinita— inquirió en un tono pícaro, mientras tomaba un trago de la botella que mantenía en su mano izquierda. — ¿Gustas? — su voz fue casi un balbuceo. Los nervios de de Bella se tensaron en el acto, debía ser cauta. — No Gracias, no bebo. ¿Dónde están Edward y Tanya? — de pronto cayó en cuenta de que su voz estaba sonando más desesperada de lo recomendable, no era ese el modo adecuado para actuar, pero que otra podría pedirse, si la pobre llevaba tiempo bajo el


insistente acoso del fortachon; un casanovas por excelencia, no tenía mal corazón, simplemente era… obstinado, y por desgracia Bella se le había metido hondo. — Edward está trabajando, deberías saberlo no, es lo que hace siempre, y Tanya; bueno, ella salió para darnos privacidad— Bella arqueó una ceja y Emmett estalló carcajadas, él verdaderamente adoraba verla molesta, se le hacía irresistible. Solía compararla con un gatito enojado, con pobres intentos de parecer salvaje. — ¿Dónde está Tanya? — preguntó por segunda vez, con su bolsa aún asida a su hombro y los puños apretados de puro coraje. Ella no quería ser mal agradecida, ¿Cómo podría si Edward y Tanya la habían acogido en su casa con los brazos abiertos?, y ni hablar de la noche anterior. Su padre se había encargado de hacerla sentir mucho más que bienvenida, por desgracia para todos, ni él ni ella tenían un ápice de arrepentimiento, no más. — Salió ¡De veras! — la mueca de la adolescente era implacable, Emmett tuvo que contenerse para no abalanzarse sobre ella. En verdad le estaba costando trabajo reprimir sus instintos más primitivos, aferró la botella de cerveza con mayor presión y se tomó la mitad que le quedaba de un solo sorbo. Se sentía en llamas, y eso que no traía ni siquiera una camisa puesta. Obviamente este hecho no era una coincidencia, quería deslumbrarla, eso siempre había funcionado antes con el resto de las chicas, sabía el efecto que causaba en el sexo opuesto y conocía a la perfección sus atributos. — Tanya salió hace un par de minutos, la llamó su madre… Ya sabes, lo mismo de siempre. A la pobre la volverán loca con tanto drama de novela, debería dejar de preocuparse por el resto ¿No lo crees sobrinita? — Vale, encontraba fuera de lugar utilizar ese término con Bella, pero se le hacía tan morboso que no podía reprimir una sonrisa en sus labios cada vez que lo anunciaba. Su sobrina, sensual y prohibida. Él definitivamente tendría que llevarla a la cama, porque era su deber como tío. Lo retorcido de su plan le sacudió de repente, y antes de ser conciente de lo que hacia su mano había depositado la cerveza sobre la mesa, junto a una pila de otras idénticas y vacías al igual que esa. Quizás había bebido más de la cuenta, pero aquello no venía al caso, él necesitaba…. más, Emmett necesitaba a su sobrina. No lo pensó dos veces y se puso en pie, hacia demasiado calor y la dolorosa erección en el interior de sus vaqueros necesitaba ser calmada, dejó de razonar, ya no podría esperar más. — ¿Qué estás haciendo? — Bella supo que sus palabras habían sido por completo ridículas en cuanto se oyó a si misma diciéndolas. La pregunta estaba de más. Los fuertes brazos de Emmett la habían tomado de la cintura y arrojado con violencia sobre el sofá.


Siempre supo que él era insistente, y hasta cierto punto le agradaba, la hacía sentir atractiva, deseada. Pero, después de la conversación que había mantenido con Rosalie, o mejor dicho, la amenaza que esta le había propinado, porque Bella ni siquiera había tenido oportunidad de responder; dudaba mucho de que esto fuese una buena idea. Sobre todo, después de la noche anterior. Con Edward habían jugado con fuego, y mentiría si dijese no le aterraba quemarse, aún no habían cruzado por completo esa línea casi inexistente, pero poco y nada le había faltado para entregarse a él sin tapujos ni contemplaciones, aún mientras la esposa de él dormía en la habitación contigua. No lo hicieron, pero lo harían, ya no tenía duda de eso, y estaba segura de que Edward tampoco. Era un hecho inevitable, se deseaban, y hasta que no consumasen el acto el juego de tira y afloja no acabaría. — Sabes muy bien lo que estoy haciendo— susurró con voz ronca, el olor a alcohol golpeó con brusquedad contra su rostro. Bella mentiría si dijese que Emmett no era guapo, más que eso, era un joven con una belleza como pocas. Alto, como su hermano, pero de contextura más allá de lo atlética, él era el típico chico que toda mujer soñaría porque a su lado cualquiera se vería delgada y no le tomaría mayor esfuerzo cargarte en brazos, aunque aquello estaba demás, porque Isabella poseía un peso pluma. No es como si en un mes pudieses reponer años de pésima alimentación. Aún así, con un cuerpo de ensueño y carisma como pocos, Emmett Cullen tenía un defecto, su hermano. Emmett jamás sería Edward, y Bella sabía que no podría tener ojos para nadie más que él. La rodilla de él se abrió paso entre sus piernas, separándolas. Ella jadeó sorprendida y asustada, esto no podía estarle pasando, de seguro Emmett lucido jamás hubiese hecho una cosa así. La falda escocesa que traía de uniforme se le subió hasta el muslo, pese a que poseía un largo más que aceptable, obviamente el hecho de que una de las amplias manos de Emmett se abriese paso bajo la tela tenía mucho que ver. — Emmett, por favor, ¡detente! — gritó aterrada, y sólo ahí fue consciente de que su rostro se encontraba anegado de lágrimas. Con su mirada vidriosa, a duras penas pudo girar el rostro para esquivar el beso que él, en su estado de máxima ebriedad, se disponía a implantar en su boca, su parpados se cerraron por inercia, en una mezcla entre asco y horror; fue el sonido de la mesa de centro quebrándose lo que la obligó a abrir los ojos. El peso de Emmett había dejado de molestar sobre ella, pero su pecho continuaba subiendo y bajando con una velocidad vertiginosa. Llevó su mano izquierda hasta la zona del corazón, mientras con la mano sobrante bajaba con apremio su falda, evitando revelar más de lo ya expuesto. Edward tenía a su hermano inmovilizado en la alfombra, la nariz y labios del menor de los Cullen borboteaba sangre por montones, la joven se paralizó en el acto al observar la pulcra alfombra regalada con manchas borgoña.


Edward estaba irreconocible, golpeando frenético la mandíbula de ese cuerpo ya de por sí inerte, gracias a los efectos del alcohol. La imagen era en verdad aterradora, pero no tanto como lo había sido para Edward el llegar a casa y encontrarse con tan espeluznante imagen. Durante todo el día se había sentido intranquilo, con un presentimiento, como si algo malo fuese a suceder, cuando hablaba de malo se imaginaba cualquier cosa, menos que su propio hermano intentaría propasarse con su hij- con Bella. — En tu vida vuelvas a tocarla ¿Me entendiste? — soltó con voz letal, girándose para ver a su pequeña acurrucada en la esquina del sillón, con la cabeza escondida en sus rodillas y ambas manos rodeando estas. El largo cabello caoba le caía en cascada perfilando sus hombros y cubriendo parte de su rostro. Entonces reparó en el leve temblor en el cuerpo de la chica y un extraño estremecimiento desgarró el órgano latente en el interior de su pecho. —Sal de aquí— escupió como si de una grosería se tratase, y al ver que su hermano era incapaz de moverse lo arrastró hasta la salida, poco le importaba que se quedara inmóvil en el porche de su casa, todo lo que sabía era que lo quería fuera de ella. Ahora. Sin pensar en las consecuencias, y arriesgándose a ser rechazado, en cuanto la puerta fue cerrada corrió en dirección a la sala en donde había quedado su niña. Envolvió el trémulo cuerpo en sus brazos y la atrajo hacia su pecho. Agradeció en su fuero interno sus antes "ridículos e injustificados" presentimientos, y el haberse retirado antes del trabajo, él no quería ni pensar en lo que hubiese pasado de no haber llegado a tiempo, y su hermano… Edward sabía muy bien que él propio Emmett no sería capaz de perdonárselo a sí mismo. Bella se sentía idiota, no por lo que le acaba de suceder, demonios, eso escapaba de sus manos. Ella se sentía mal por la asquerosa suerte que poseía, durante su infancia y adolescencia había estado en demasiados hogares distintos, nunca duró más de un par de meses. Ahora que se le presentaba su ultima oportunidad antes de que cumpliese la mayoría de edad, resultaba que se sentía atraída a su padre, y como si eso no fuese suficiente él hermano menor de quien debería llamar padre adoptivo, resulta manifestar una extraña fascinación por su persona, y no bastándole con eso se regodeaba llamándola "sobrina". Sin embargo, ya todo había pasado, ahora se encontraba en los brazos Edward y para su pesar, se sentía más cómoda y segura de lo que le debería estar permitido. — ¿Quieres presentar cargos? — preguntó con voz suave. Liberándola de su abrazo, para ahora posar ambas manos en torno a su rostro, unió sus frentes y la miró a los ojos. Ella negó en respuesta, todavía incapaz de hablar; y Edward pensó que aún con sus ojitos vidriosos ella era la cosa más hermosa que había visto en su vida, una dulce tentación. — ¿Estás segura? No importa si se trata de mi hermano, lo que te hizo… lo que te pudo haber hecho— los dedos de la adolescente se posaron sobre sus labios, acallando sus


palabras inconclusas. Edward los sintió en llamas y luchó contra el deseo de llevárselos a su boca para succionarlos con frenesí voraz, no era el momento. Entonces, sin pensar en el lugar en donde se encontraban, olvidando el desorden y los restos de sangre que había dejado el incidente reciente, e inclusive pasando por alto que Tanya volvería en cualquier momento, lo besó. Esta vez fue Bella quien se atrevió e incursionó en los ávidos labios de su experimentado salvador; deleitándose ante la dulzura del consuelo. Lento y dulce, sin esa hambre feroz que les había cegado la noche anterior. Y casi actuando como remedio milagroso, los acontecimientos sucedidos fueron perdiendo importancia, porque ahora era Edward quien poco a poco la recostaba sobre el sofá que minutos atrás podría haber protagonizado verdadero infierno para su vida, mas ahora, en los brazos de su padre -o como fuera que debía llamarle, porque a misma no tenia idea de lo que era ¿un amigo, su posible amante?- comenzaba a degustar las regalías que le significaba el tener un sofá en tan buenas condiciones. — Me encargaré de que nunca más entre a esta casa— juró él solemne; mascullando contra su boca, antes de continuar indagando en su pequeña cavidad. Su lengua harta de rozar el labio rojizo y sensible de la ruborizada adolescente, penetró con audacia esa boca; haciéndole el amor por medio de un beso con cada embestida que su lengua embestía en su paladar. Degustando del deseo y ansiedad reprimidos, con sólo escasas horas de haberse dejado de ver. —Yo sólo quiero que seas tú quien me toque. Ya… ya no me importa lo que está bien o mal— admitió Bella, mientras esa amplia, suave y experimentada mano ascendía hasta su muslo, mirándola a los ojos y obteniendo en su provocadora mirada achocolata la respuesta a su muda pregunta. Ella consentía aquello, y Edward con sus caricias se encargaría de borrar todo mal recuerdo.


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