Sweet Temptation_10

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Sweet Temptation ~Lapso~ . Soy un enfermo— admitió entre dientes. Con dolor en su corazón y a la vez agitación ante la verdad de la que estaba siendo conciente. — ¿Por qué dices eso? — inquirió una voz dulce a sus espaldas, mientras recorría con sus delgados dedos la columna de Edward en toda su extensión. Él gimió cuando ella depositó un tierno beso sobre su hombro. Su roce era cálido; tierno, cuidadoso, y poco a poco fue liberando él rostro del chico de aquella prisión que le impedía ver. Él deshizo el nudo que mantenía en las manos y levantó el rostro, entre tanto ella continuaba besándolo ahí, donde le encantaba, en ese punto que otra había marcado como suyo, y aquello le estaba volviendo loco. — ¿Qué es esto? — musitó con voz ronca, con ambas gemas azules clavadas en la mancha violácea que surcaba su cuello y Edward salió de forma abrupta de aquel trance, para concentrarse en algo mucho más importante que entregarse al placer. ¿Cómo lo haría para explicarle a Tanya la huella que su hijastra había dejado tatuada en su cuello? La respuesta era obvia, al menos para cualquier ser humano inteligente y locuaz que apreciara su integridad física, y porque no decirlo… a su familia. Porque eso era lo que junto a su mujer habían planeado construir cuando dieron el sí aquel sábado en esa hermosa iglesia. A Edward le parecía que habían pasado siglos ya desde aquel día. — ¿Qué cosa mi vida? — preguntó casual y con tono ingenuo. Valiéndose de sus encantos para distraer a la hermosa rubia que le observaba tensa. Se giró haciéndole frente y simuló tocar a tientas la zona afectada, cuando en el fondo él conocía a la perfección donde se encontraba esa marca, su huella. — Tienes un… — Edward la interrumpió con un gesto de horror tan grandioso y genuino que él mismo se creyó por un instante su propia mentira. — No me digas que tengo un chupetón ¡Por favor Tanya! Habíamos quedado en que evitarías dejarme marcas. ¡Demonios!, ¿Tienes idea de lo que cuesta cubrir esto?, tendré que ir con un sweater mañana al trabajo, ¡Y con las altas temperaturas que están haciendo!. Tanya le observaba apenada, por instante la cruel espinita de los celos intentó hacer mella en la joven, pero ella había preferido morderse la lengua antes de siquiera insinuar una brutalidad como esa.


No es que fuese ingenua, ella era práctica. Si un hombre deseaba engañarte lo haría igual, el estar pendiente de lo que hiciese su pareja a cada instante no disminuiría las probabilidades de que este cayese en la tentación, por el contrario, terminaría por apresurar aquello. No existía cosa peor que ahogar a un hombre. — Lo siento, no lo había notado. — Sus ojos azules destilaban verdad. Estaba avergonzaba y se leía sinceridad cada ápice de su rostro. Ella continuaba siendo ese hermoso querubín que o había conquistado, tan sensual y gloriosa, pero a la vez humilde y con carácter. La mujer que amaba o había creído amar… Edward se compadeció de su esposa, no; aquello no podría ser llamado compasión, era remordimiento puro, del bueno, del real. De ese que te escose los ojos y te induce a vomitar la verdad, sus labios se fruncieron en una extraña mueca que intentó ser risa, no lo consiguió. Más tarde el ojiverde tendría que agradecer que su mujer fuese distraída, de no ser por eso… —No te preocupes mi vida, has estado demasiado distraída con todo este asunto de tú pde él. — Edward omitió la palabra padre, aquello estaba prohibido a partir de ese mismo día, ya estaba enterrado, y como había dicho la propia Tanya "Ya no existían motivos para continuar con la fachada". La suerte estaba del lado de Edward y su hijastra. El tiempo era su mayor evidencia, y aquello jugaba a su favor, su pecado se había desatado sólo un par de días atrás, por lo que coincidía de forma asquerosamente perfecta con la fecha en que Edward y Tanya habían tenido su último encuentro, obviamente antes de que… Todo se complicase.

PARA SUERTE DE TODOS… AMBOS LO DEJARON PASAR.

Tanya besó la frente de Bella con dulzura antes de que la ruborizada adolescente descendiese del vehículo. El Honda de la Rubia era un hermoso Civic rojo. Deportivo, lujoso y cómodo, pero no era un Volvo. Emmett por su parte, no se caracterizaba por ser lo que se conocería como "una oda a la profundidad", pero el chico tenía sentimientos, egoístas, inmaduros y superficiales, pero al fin y al cabo los tenía. Fue eso lo que le llevo a ir ese mismo día a buscar a la nueva adición de la familia, o como a él tanto le gustaba llamarla "Su adorada sobrinita", hasta las inmediaciones de la escuela. Por lo que Edward no tuvo más que tragarse su orgullo y rabia, porque él no era de fierro y hervía de celos con sólo imaginar las intenciones que el casanovas que tenía por hermano albergaba para Bella, su hija. Cuando las clases llegaron a su término Bella sintió que un enorme peso abandonaba sus hombros, pensó que sería terrible, pero la experiencia había sido peor con creces. Se limitó a ordenar sus cosas y salir de la atestada aula, haciendo caso omiso a las maliciosas miradas que le regalaba el público femenino, encabezados por Rosalie, quien para desgracia de la castaña había puesto su vista en ella. Y es que nadie podría interponerse entre ella y su "osito" sin pagar las consecuencias.


Elevó su rostro y su corazón dio un salto cuando observó en el aparcamiento del instituto un imponente volvo plateado. Sin embargo, una desilusión totalmente fuera de lugar oprimió su pecho, el mismo donde minutos atrás sintió al pueril órgano revoloteando acelerado, cuando observó salir desde al asiento del copiloto a…Emmett. Para Bella eso no debía significar gran cosa, era el hermano de su-ella omitió la tan odiada palabra y se limitó a suspirar-, también era el novio de Rose, la chica que no le había quitado la mirada asesina de encima en todo el tortuoso día. Se acercó a Volvo con cautela, rezando en su interior por que Edward estuviese al volante. Dios no la oyó, y si lo hizo de seguro tenía cosas mucho más importantes de que preocuparse, antes de prestar su ayuda a una adolescente inescrupulosa que no hacía más que fantasear con su padre adoptivo. Ante ese pensamiento Isabella se tensó. "Soy una mal agradecida" — se culpó en su mente segundos antes de ser estrechada por un par de enormes y había decirlo, muy bien formados brazos. Emmett tenía lo suyo… Se introdujo en el carro plateado ignorando que el corpulento joven se alejaba unos momentos, y no es que quisiera concederles privacidad, sino que una muy alterada Rose lo fulminaba con la mirada. Obviamente la inocente Bella no tenía idea de aquello. Tanya sonrió al espejo retrovisor y no tardó más de un segundo en girarse hacia su hija. — ¿Fue tan malo? — le interrogó risueña, pero su tono de voz dejaba ver la profunda inquietud que la embargaba. Ella estaba preocupada. Isabella se encontraba en un dilema, por una parte intentaba esconder la desilusión de ver que fuese Tanya quien ocupase el lugar de Edward, y por otra su parte noble-casi reducida a cenizas- le torturaba por medio de constantes recordatorios sobre el lugar que debía ocupar en ese hogar. Hogar… que hermoso sonaba aquello, y pensar que tantas veces había soñado con eso, despierta, Bella Swan soñaba despierta, porque era imposible hacerlo de noche, lo que la joven sufría eran pesadillas. — Soportable— confesó meditabunda antes de escuchar un fuerte portazo en el asiento -para sorpresa de ella- contiguo al suyo. Emmett escondió su cabeza entre ambas manos y se inclinó derrotado… Uno, dos, tres, los segundos pasaban y tanto Tanya como Bella se miraban preocupadas. Hasta que una estridente carcajada resonó en el interior del auto. — ¡Soy Libre! Demonios, no pensé que sería tan sencillo— sonrió despreocupado antes de plantarle un húmedo y rápido beso en la mejilla, dejando a la joven nerviosa, atónita y como si fuese posible más sonrojada que de costumbre. — Vaya, hablabas en serio— Tanya le sonrió a Emmett con complicidad.


— Por supuesto, si quiero conquistar a tu hija necesito estar soltero ¿no te parece? .

. Edward se encontraba revisando el papeleo pertinente sobre la adopción de Isabella, no tenía nada contra la chica, por el contrario, era dulce, gentil y dolorosamente hermosa. Una bomba de tiempo se dijo a sí mismo. En su despacho a puertas cerradas se permitió recostarse sobre la enorme silla que poseía su escritorio, subió los pies con total confianza sobre este y se dio el lujo de quitarse los zapatos. Suspiró. Lo sentía por la chica, pero esto se trataba del futuro de su matrimonio, de esto dependía su cordura, Bella Swan era demasiado deseable para su propia seguridad y él no estaba dispuesto a jugar con fuego, no sin salir quemado. Por lo que decidió hacer lo que cualquier hombre prudente y sabio haría: huir. A sabiendas de que debería haberlo hecho tiempo atrás, decidió que nunca es demasiado tarde para aprender de sus errores y se dijo a si mismo que a partir de ese mismo día pondría una pared entre ambos, pero aquello era una mera excusa. El verdadero plan que Edward trazaba en su retorcida mente era hacer uso como nunca de las facultades que le otorgaba su titulo de abogado. Una exquisita sonrisa ladina se posó en los labios del joven, imponente y casual, recostado sobre la silla con ambos brazos descansando tras su cabeza, era el perfecta imagen de la despreocupación y confianza. Tanya le había confiado el proceso de adopción a él, diciéndole que "nadie estaría más facultado para encargarse de algo tan importante como su futuro que él mismo". Y cuanta razón había tenido… Era una lástima que ambos lo interpretasen de distinta forma, mientras su pobre esposa partía rumbo al instituto en busca de Isabella, con la confianza de que su marido se encargaría de acelerar al máximo el papeleo, Edward se encargaba de hacer exactamente todo lo contrario. Un nuevo suspiro brotó de sus labios, pero esta vez con cierto nivel de exasperación. El simple hecho de pensar en su hermano compartiendo el Volvo con su mujer y su… y Bella, hacía que los puños del ojiverde se fruncieran hasta volver sus nudillos tan níveos que daba la impresión de que sus huesos de traslucían por sobre la pálida piel. Maldijo en voz baja al recordar que Tanya sabría cuidar a la pequeña. — ¿Pequeña?— bufó frustrado. Ella lo estaba enloqueciendo.


Se recordó a si mismo agradecer Alice por estrellar su coche, su mujer tenia un corazón tan enorme que no había vacilado una sola vez al momento de ofrecerle su carro. Al menos el volvo era más espacioso… Emmett no tendría muchas ocasiones para estirar una de sus escurridizas manos y…. — ¡Dios!— gimió aterrado de solo imaginarlo. Sin embargo, Edward ignoraba que su infierno estaba recién comenzando. .

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Los días fueron pasando y antes de que Bella pudiese ser conciente, se cumplía un mes desde su estadía en esa casa. Un mes en el que la nueva integrante de la familia había tenido que soportar más de lo que una chica promedio podría. Su enorme lista de problemas se encontraba encabezado por la persona que menos imaginó podría simbolizar uno, Emmett Cullen, el hermano pequeño de Edward y ahora mejor conocido como el único soltero de ese clan, y es que había que darle méritos al chico se había comportado como un verdadero caballero, pero a Bella comenzaba a ahogarle tanto… interés. También estaba el factor Edward, o como ella le llamada "su casi inexistencia". Él parecía un verdadero fantasma, no le veía nunca, tampoco es que le importase demasiado y que durmiese menos horas por esperar a que llegase-hipotéticamente, claro está…-. Cuando se veían él se limitaba a sonreírle con educación, o simplemente pasar de ella. Esta última era la más habitual, a no ser que estuviese Tanya, ahí el hermoso dueño de esos ojos verdes se convertía en la amabilidad encarnada en persona. — Esto es lo mejor— se repetía la joven una y otra vez, recordando las muchas veces en que Edward solía ignorarla. — Así deben ser las cosas. ¡Se sensata maldita sea! — gimió contra su almohada, acallando los sollozos, mientras enterraba su rostro en la misma y sacudía sus pies descalzos con frustración y cierto nivel de histeria. — No tengo mucho tiempo… Tanya acaba de dormirse y yo… Yo necesito hablar contigo. — esa voz; esa dulce y varonil voz, con la mezcla perfecta entre sensualidad y desespero. Esa voz… lo significó todo. Alzó el rostro hinchado de tanto llorar, con los ojos irritados y el cabello aún anudado en una trenza le daba un aspecto inofensivo e infantil. Edward se quedo estático.


Las mejillas sonrosadas le invitaban a…¡Él deseaba hacer tantas cosas!. Bella repasó el cuerpo de su padre con una rapidez envidiable, pero sin perder detalle. A diferencia del resto de los hombres, él no utilizaba el clásico pijama a rayas, en cambio se limitaba a un cómodo short gris y una camiseta del mismo color, la que a diferencia de la prenda interior, se ajustaba a la perfección a cada una de las terminaciones en el cuerpo del pelicobrizo. Una repentina e irrefrenable oleada de calor se apoderó del cuerpo de la joven. En efecto fue rápida, pero no lo suficiente para que Edward no notase el efecto que provocaba en ella. Después de todo, ¿Cómo podría él pasar por alto la evidente erección en los pezones de su hija?

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