Sweet Temptation_09

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Sweet Temptation ~Herida~ . El día Lunes llegó a su fin, y con él una exhausta Bella se preparaba para dormir, Tanya se había despedido depositando un tierno beso sobre su frente; y pese a ser las once de la noche Edward aún no llegaba a casa, no es como si a la joven le importase, mal que mal, si existía alguien que debería sentir celos esa era Tanya, quien parecía no inmutarse en absoluto. Lo cierto es que ambas se encontraban sin fuerzas para siquiera pensar. La tarde fue un completo caos, con el año escolar a mitad de semestre, no fue fácil hacerle un espacio a Isabella en el instituto. Sin embargo, para Tanya Cullen, o Denalí- su apellido de soltera, como ella prefería que le llamasen, para no ser considerada una extensión de su marido, sino una persona capaz y autónoma-no existía los imposibles. "Tienes suerte, serás compañera de Rose" le había explicado a Bella durante la tarde, Rosalie: hermana menor de Jasper-esposo de Alice-, quien era hermana de Edward, esposo de Tanya quien adoraba a Emmett, hermano menor de Edward y también novio de Rose. — Ok, esto en verdad parece broma— confesó en un suspiro, antes de tapar su rostro con la almohada. ¡Era imposible que se memorizase tantos nombre y relaciones en un día!, pero debía hacerlo. Mañana a primera hora se llevaría a cabo el funeral del padre de Tanya y no podía darse el gusto de faltar. -MartesSi alguien le hubiese advertido lo que significaría ir a ese funeral definitivamente la pobre chica se hubiese inventado un resfriado, dolor estomacal e incluso hubiese considerado seriamente el hecho de recurrir a…Edward. Ser la única mujer en ese sitio con un cuello exageradamente cubierto, no fue en absoluto beneficioso para la chica, pero no podían culparla; era la única forma de disimular la marca que le había dejado su padrastro. Obviamente Edward no tendría problemas en ocultarlo, al menos no durante el día de hoy, ya que el elegante terno de tonalidad monocromática cubría a la perfección aquel rastro, no así el día anterior, quien se veía ridículamente adorable vistiendo un sweater en pleno día soleado. — Respira— le sonrió Emmett, quien se había mostrado demasiado insistente con su hermano en acompañarles de regreso. Según él, era su deber estar ahí con Tanya; su cuñada favorita-cabe añadir que no ayudaba el hecho de que Jasper fuese el molesto hermano de su novia Rose y a la vez compartiese la cama con su hermana Alice -. — Lo hago— sonrió Bella, quien se encontraba tensa en el sofá. Extrañamente Tanya y Edward tardaban demasiado en las compras-obviamente debido al funeral no habían tenido tiempo para adquirir menesteres, tampoco es como si tuviesen apetito, pero Emmett era un caso aparte.


— Si, pero lo haces tan mal que no cuenta. Sólo relájate, no te morderé….al menos que me lo pidas. — comenzó a enarcar ambas cejas de forma desacompasada. A Bella más que sensual e insinuante, le pareció como si el pobre chico padeciese una especie de tic nervioso. Había que darle crédito, pensó para si, él había conseguido hacerla reír. — Lo ves, puedo ser encantador cuando quiero— añadió con fingida voz ronca e insinuante, antes de depositar un fulminante beso en la comisura de sus labios y pararse a abrir la puerta. Bella se había encontrado tan concentrada intentando mantener la calma que ni siquiera se había percatado que golpeaban la puerta. Observó el llavero que descansaba sobre la mesa de centro y suspiró, algo en su interior le decía que al parecer Emmett era mucho más que una visita en ese hogar, algo más cercano a un huésped habitual. No por nada la casa mantenía dos dormitorios de invitados, contando el suyo. Tanya y Edward llegaron con una sonrisa cómplice, Bella no perdió su tiempo pensando mucho en ellos, ni en lo distinta que eran sus propias reacciones con Emmett en comparación a Edward. Ella se limitó a saludar al matrimonio con una mueca forzada; muy similar a una sonrisa, y acompañó a Tanya a la cocina. Ambas cocinarían mientras Edward y su hermano menor compartían una cerveza en lo que las chicas preparaban algo para comer. — ¿Y, que te pareció? — preguntó la rubia, como quien no quiere la cosa, sin desviar su vista de la carne que mantenía friéndose en la paila. — ¿Quién? — articuló Isabella, con fingida ignorancia sobre a quien se refería Tanya. — Emmett; es un chico encantador, muy guapo e inteligente, un tanto pícaro; pero estoy segura de que contigo él mantendrá las manos en su lugar, si sabe lo que le conviene… Edward no soportaría que te tocase un pelo. Isabella se atoró con su propia saliva. — ¿Cómo puedes decirme una cosa así?, acabamos de enterrar a tu padre y estás así como si nada… Tan pronto buscándome pareja, cielos Tanya. — exclamó exasperada, en parte por que le parecía inaudito, pero principalmente por sus desesperados nervios ante la mención de Edward. .Bendito fuese el cinismo, aquello era lo único que la animaba en su afán de hacerse la ofendida, por otro lado Bella no quería ganarse más enemigos en la familia, estaba más que claro que Alice no se había tragado su excusa en aquella ocasión, su mirada inquisitiva en el funeral era clara muestra de ello. Sin añadir que tuvo que soportar comentarios mordaces de una rubia escultural durante toda la mañana… No hacía falta ser un genio para adivinar que esa chica y Emmett no eran simples concuñados. Sin embargo, tan pronto como escaparon las palabras de su boca, la muchacha se arrepintió, y es que ver el rostro destrozado de su amiga no tenía precio, por mucho que le molestase su actitud, no había razón para ser tan dura. ¡Había perdido a su padre!.


—Lo siento— susurró apenada, Tanya hizo caso omiso y apago el fuego del quemador, le indicó con su mano que se sentase en la silla junto al comedor diario, Bella obedeció. Sus cabellos dorados se mecían lentamente bajo el vaivén de sus exhalaciones, finalmente suspiró fuerte y se dirigió al fregadero para untarse agua en los ojos; esto no sería fácil. — No hay nada que sentir, Bella, no se que te dijeron, la verdad yo no he tenido tiempo de hablarte del tema con calma, pero— la mayor de las mujeres sonrió sentándose junto a la castaña, pero en aquel gesto sólo se podía ver un mar de nervios, sus ojos irritados, sus facciones tirantes. Esa no era la Tanya que Bella conocía… Le oyó titubear, más no agregó nada. Debía de ser algo muy grave para que su amiga actuase así. — Hey, si no quieres decirme no hay problema, no soy curiosa— pero, vaya que lo era. En su interior comenzaba a sospesar mil y un motivos para que la rubia actuase así, ninguno de ellos le avecinaba algo bueno. — ¿Sabes de que murió mi padre? — su pobre corazón latía a un ritmo vergonzoso, se sentía como si ella fuese la niña y Bella el adulto que le juzgaría por su actuar, por su pasado, su presente y su futuro. Ella sabía que a partir de hoy Bella dejaría de ver en ella un ser digno de admirar, una imagen materna… Una madre, si es que alguna vez siquiera lo había hecho. Mentira, pensó para sí ¿Qué sacaba con seguir engañándose? Lo mejor era ser sincera, después sería Bella quien juzgase su actitud, por ahora sólo sentía una extremada necesidad de ser honesta, se lo debía. Además, había conseguido la aprobación de Edward, si él no había puesto oposición, siendo el más sensato de los dos, ¿Qué podría haber de malo en ello?. Y agradeció que su esposo se hubiese llevado a Emmett a comer a fuera para alivianarle las cosas, cosa que Bella no lo había notado, su hija… ¿Cómo mirarla a los ojos después de lo que le diría? — Mi papá murió de Sida— listo, ya lo había dicho y Bella aún no gritaba, de seguro no era tan horrible como pensó que sería, pero aún quedaba la peor parte. Exponerle su interior, su secreto, su vergüenza. — Y yo… Yo me siento feliz Bella, sé que esto es horrible, que está mal. Demonios, soy un monstruo, pero por primera vez en años siento que puedo respirar en paz, me siento bien conmigo misma; sin ese yugo, esa carga, esa tendencia a culparlo. Creí… creí que lloraría de dolor, que me sentiría mal, que le extrañaría… pero, solo consigo sentir alivio. Sus palabras salían una tras otra, no se detuvo por una sola bocanada de oxígeno, necesitaba hacer esto. — No puedo dejar de culparlo Bella, no puedo. No le bastó con tener una familia paralela, no le bastó con entregarle su mugroso dinero a la otra y sus otros hijos, no, él tenía que venir y jodernos la vida a mí y a mi mamá. Obviamente una vez que su amante se enteró de su condición no se daría la tarea de cuidarlo, ¡eso le quedaba a su esposa y a su hija legítima!


¿Cómo se supone que me duela su muerte, cuando sólo le ha traído paz a mi vida? — Bella pensó en intentar sosegarla, Tanya no lo notaba pero poco a poco iba perdiendo el control de su voz hasta casi convertir su dulce trino en verdaderos gritos de histeria. Aquello era normal, pensó la castaña, pero no así el hecho de que tanto Edward como Emmett no ingresasen a la cocina para ver que sucedía. — Fue portador del VIH durante años, pero sólo hace ocho meses se le declaró una neumonía. No tuvo piedad con él. Bella se mordió los labios, intentando no preguntar lo que su mente pedía con frenesí saber. Finalmente su falta de madurez le pasó la cuenta, y poco le importó el contexto. Era ahora o nunca. — Tanya…Tú y Edward…— se calló, no había forma de preguntar aquello sin ofender a su amiga. La rubia sonrió compresiva; dejó de lado su propia autocompasión y observó con ternura a la castaña, sus oscuros pozos marrones anegados de preguntas, ella sabía que tenía la respuesta para muchas de ellas, entonces se le adelantó y disipó sus dudas. — Ni mi esposo ni yo somos portadores. Jamás le hubiese expuesto a esto, cuando le conocí yo ya sabía lo de papá… ¿Sabes?, ni siquiera debería llamarle así, pero estoy tan acostumbrada… Fingí durante años Bella, mamá también está libre de esa maldición. Aquello si que fue un milagro, ya que papá la engañaba desde mucho antes de que yo naciese, tengo una hermana mayor y una menor... Siempre me he negado a conocerlas. Tal vez sea cierto eso que dicen, y Dios en verdad existe. Quizás, pidió perdón por todo y ahora el muy maldito descansa en paz con esa maldita sonrisa en sus labios, feliz. — No te hace bien pensar en eso, no está en nuestras manos juzgar Tanya, nadie está libre de errar en el camino. — sentenció la castaña, poniéndose el parche ante la herida, excusándose sin siquiera ser culpada. Y aquello estaba mal, muy mal, tanto para Tanya como Bella; para Edward y Emmett; el odio no era buen consejero, y los argumentos a favor de este si bien eran lógicos, innegablemente terminarían por pasarles la cuenta… a todos. — Tienes Razón, el pasado es sólo eso, pasado. Pero, quería decírtelo, no me gusta que hayan secretos entre nosotras, por esto me había ausentado estos últimos días. Lamento si Edward no es un buen anfitrión, pero hace lo que puede— Tanya secaba sus ojos mientras hablaba y se dedicaba observaba a la Bella sin perder detalle, con el ceño fruncido, mejillas sonrosadas y sus grandes ojos aguados. Se sentía mal por transmitirle su dolor, pero la hacía inmensamente feliz el no esconderle nada. — Mejor nos ponemos manos a la obra, antes de que mi estómago comience a protestar— bromeó más serena, mientras Bella sonreía con nerviosismo. La adolescente sabía que Tanya tenía todos los motivos para juzgar, y que a diferencia de ella, la rubia si era una persona correcta, y dolió, porque por mucho que lo intentase Edward jamás podría pasar desapercibido para ella. No cuando el sabor de sus labios se había tatuado en los suyos de forma irrevocable.


Esa tarde ni Edward ni Emmet hicieron acto de presencia, por lo que compartieron ambas un almuerzo entre risas, confesiones y también consejos. Bella abrió los ojos con asombro cuando Tanya le comentó que Rosalie y la rubia que la observaba con furia asesina eran la misma persona, sólo entonces cayó en cuenta de que el comentario del día anterior sobre "lo afortunada que sería al tenerla por compañera en el instituto", no era otra cosa más que sarcasmo. Ahora comprendía su actitud, Emmett no había sido para nada disimulado con sus intenciones, y hasta donde ella sabía ese par eran novios. Cuando Bella le preguntó por qué Edward no había llegado a dormir la noche pasadacon fingida indiferencia- su amiga le respondió que había tenido que trabajar horas extras, ya que el día de hoy lo había pedido libre para poder asistir al funeral. Lo que era en verdad rescatable, al pertenecer a un conocido bufete de abogados, Edward no disponía de mucho tiempo extra, o eso le había dicho Tanya, Bella no podría decirlo, no lo había experimentado ella misma, ya que desde que había llegado a esa casa Edward había estado presente cada día. Incluso se había dado el trabajo de irla a buscar al orfanato… Tanya no notó el destello de alivio en los ojos de Isabella, jamás lo haría, nunca había sido celosa, la propia traición de su progenitor para con su madre le había enseñado que si un hombre te quería engañar, lo haría y punto. Si quería mantenerlo en secreto, podría hacerlo y la joven no tenía dudas de que si en verdad se lo proponía, perfectamente se podría llevar el secreto a la tumba; por eso amaba a Edward, él era lo suficientemente honesto como para abrirle su corazón y ser claro. Si dejase de amarla, optarían por lo sano, dándole término a su relación. Edward llegó cuando el reloj marcaba las nueve y oyó risas provenientes de la habitación de Bella. Bella, su sólo nombre le provocaba tantas emociones diversas que se limitaba a no pronunciarlo. Estaba convencido de que no era amor, eso era obvio, no es como si llevasen un mes conviviendo, no había pasado siquiera una semana ¿Cómo podía ser eso posible?. La muchacha había sido mucho más sabia y audaz que él; y Edward lo sabía. Aquello no era más que pobre y desvergonzada calentura, obsesión por lo prohibido, por lo nuevo. No debería de extrañarse, en los años que llevaba con Tanya jamás la había engañado-hasta ahora-, pero no era ciego, obviamente había mujeres tan hermosas como Tanya y más, en más de una ocasión se había visto girando en plena acera observando un par de piernas muy bien formadas . Después de todo ¿Qué hombre no la ha hecho? La propia tv, las revistas, el sistema mismo te obligaba a hacerlo, y las mujeres de ahora… Bueno, no dejaban mucho para la imaginación, pero de algo estaba seguro; nunca había dudado del amor que sentía por su esposa, su mujer. Nunca, hasta ahora.


Sin desear interrumpir al par de chicas se limitó a ingresar a su cuarto y desvestirse. Comenzó a recordar como él más liberal de los Cullen se había deshecho en halagos por la joven. No era extraño que su hermano se colase en su casa, después de todo, era Emmett; sin embargo, no le pasó desapercibido el modo en que este miraba a Bella, y era de muchos tipos, menos fraternal. Fue por esto, que accedió a la petición de su esposa. ¿A quién quería engañar?, detestaba la idea de que Tanya se confesase con Bella, su dependencia hacia la joven se le hacía antinatural, pero el sólo hecho de tener al chico en su casa, pensando sabrá Dios que cosas sobre la nueva adquisición de su familia, lo ponía enfermo. Fue por esto que en cuanto estuvieron los dos fuera de su casa, y con la dulce adolescente a salvo-de ambos, pensó Edward- se enfrentó a su acompañante. "¿Qué demonios te traes con ella?" las palabras habían escapado de su boca sin siquiera detenerse a analizarlas, o tal vez pulirlas. No quería sonar como un novio celoso, porque no lo era, por el contrario, era su padre. No esperó a que el moreno le respondiese, en cambio se apresuró a ingresar al vehiculo y esperar a que la enorme masa de músculos ingresase. Emmett se tomó su tiempo. Por su parte Edward respiraba con gran dificultad, hervía de rabia, odiaba tener que competir contra su hermano, lo habían hecho en pasado, las calificaciones, las mujeres, siempre había ganado el dueño de esos intensos ojos verdes. No era de sorprenderse, era el mayor después de todo; además, no era este el momento para romper la tradición. Emmett no había conseguido superarlo antes ¿Por qué lo haría ahora?; meditó, mientras sus dedos se enterraban con ira en el puente de su nariz. "hey te dejarás una marca" murmuró irónico, mientras ingresaba en el asiento de copiloto. El fortachón siempre había tenido un sentido de humor envidiable, el tipo de carácter que a una mujer como Bella podría gustar y… Edward alejó ese pensamiento. ¿Qué estaba mal con él? Ella era su hija. HIJA, se recordó con asco. Esta locura tenía que parar ahora. "Hermano cálmate ¿sí?, mejor enciende el vehículo y llévame a comer algo, muero de hambre" y lo hizo, no porque estuviese en posición de recibir ordenes, sino porque no quería estampar su puño en su cara frente a la casa, odiaría que Tanya y Bella le viesen en semejante situación ¿Qué explicación les daría? "Sólo dime que es lo que pretendes" declaró con voz letal una vez se habían estacionado frente al restaurante de comida rápida más cercano. "Es muy hermosa Edward" admitió finalmente.


"Ni se te ocurra acercarte a ella" cuando notó como sus manos se había aferrado a la camisa de su hermano, atrayéndolo del cuello hacia sí, comprendió que había llegado demasiado lejos. Carraspeó nervioso ante la mirada atónita de Emmett. "Quiero decir que… bueno, este, para Tanya es como una hija, y bueno eso la convertiría inmediatamente en tu sobrina. Además tu estás de novio con Rose" El menor de los Cullen soltó una risotada que por molesta que fuese, al menos consiguió alivianar el ambiente de tensión que se había creado, palmeó el hombro de su tenso hermano mayor y se dispuso a hablar. "No sabía que te tomabas tan enserio tu papel de papá, demonios ¿Edward es un papi celoso? Que daría yo por tener una hija como esa…" Edward crispó sus dedos en ambos costados de su cuerpo, Emmett lo estaba provocado de adrede. "Tranquilo hermano, me comportaré bien, siempre y cuando ella así lo desee…" Edward sacudió su cabeza y llevó ambas manos hasta la zona trasera de su cuello intentando aliviar de algún modo la tensión que comenzaba a sofocarlo. Sentado sobre el final de la cama matrimonial y cubierto únicamente por el pantalón de pijama supo que no había sido buena idea traer a colación la plática que había mantenido durante la tarde con su forzudo hermano. Enterró su rostro entre ambas manos y sintió repulsa por su persona. Soy un enfermo— admitió entre dientes. Con dolor en su corazón y a la vez agitación ante la verdad de la que estaba siendo conciente. — ¿Por qué dices eso? — inquirió una voz dulce a sus espaldas, mientras recorría con sus delgados dedos la columna de Edward en toda su extensión. Él gimió cuando ella depositó un tierno beso sobre su hombro. Su roce era cálido; tierno, cuidadoso, y poco a poco fue liberando él rostro del chico de aquella prisión que le impedía ver. Él deshizo el nudo que mantenía en las manos y levantó el rostro, entre tanto ella continuaba besándolo ahí, donde le encantaba, en ese punto que otra había marcado como suyo, y aquello le estaba volviendo loco. — ¿Qué es esto? — musitó con voz ronca, con ambas gemas azules clavadas en la mancha violácea que surcaba su cuello y Edward salió de forma abrupta de aquel trance, para concentrarse en algo mucho más importante que entregarse al placer. ¿Cómo lo haría para explicarle a Tanya la huella que su hijastra había dejado tatuada en su cuello? .


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