Sweet Temptation_05

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Sweet Temptation ~Desacierto~ — Es un hecho, Edward está loco— pensó Bella mientras respondía gustosa el beso. A ambos dejó de importarles el qué dirán... estaban demasiado sumergidos en esa atmósfera de placer otorgada por el otro. Nunca el egoísmo supo tan bien como ahora, jamás dañar fue más hermoso, tampoco se pensaron que herir fuera tan exquisito. Si, definitivamente la traición sabía a gloria, sobre todo si era en los brazos del otro. Edward aumentó la presión contra el delicado cuerpo de la joven, provocando que el roce fuese tan sublime como él supuso que sería. Todo su ser se encontraba en contacto, tocándose, probándose, sintiéndose. Aún con el uso de las molestas prendas de vestir, pareciese que el departamento ardía en llamas. Obviamente serían las llamas del infierno, uno demasiado exquisito para rechazar la invitación, si tener a esa niña significaba pecar Edward no tendría que pensárselo dos veces. A ninguno le importó el hecho de que la puerta se abriría en cualquier momento, aunque el molesto sonido de las llaves se los advirtiese segundo a segundo, tampoco repararon en que Edward era casado, ni les interesó que su esposa fuese la mejor amiga de Bella, poco les interesaba que Isabella fuese la hija adoptiva y Edward fuera su padre. Todo en cuanto podían pensar era en placer, en sus manos, sus rostros, pero sobre todo sus caderas y el exquisito de vaivén de estas al chocar. La fricción era dolorosamente placentera, sexo contra sexo, calor contra calor, fuego contra fuego. Ambas piezas colisionando de forma gloriosa y sensual, peligrosamente sensual. Claramente el fulgor de las hormonas adolescentes en contraste con la experiencia de un buen amante, era por decirlo menos intenso, provocando que ambos terminasen perdiendo el control por completo. Para su fortuna o desdicha, tal vez salvándoles de cometer una locura o arruinándoles el momento, el entorno se encargo de matar la magia que había comenzado a inundar esa sexual atmósfera. Finalmente la puerta del baño no soportó el peso de ambos y cedió, tampoco ayudó mucho que se encontrase solo junta y no cerrada del todo. Ambos cayeron de forma brusca sobre el frío suelo. Justo en ese instante la puerta principal se abrió y el sonido de unos tacos sobre la fría baldosa anunció al recién llegado. — ¿Edward? — llamó una voz dulce, mientras la desvergonzada pareja intentaba con esfuerzo sobrehumano recuperar el aliento.


Mierda — pensó Edward, maldiciéndose en su fuero interno por haber sido tan idiota y descuidado. Más les valía mantenerse en silencio si no quería que fuesen descubiertos. Bella sabía que a estas alturas su rostro se debería encontrar en una tonalidad escarlata, era lo mínimo que merecía dicho escenario. Se sentía avergonzada, era obvio, besarse con el esposo de Tanya no era algo de lo que pudiese sentirse orgullosa, pero si lo estaba, y vaya que lo estaba. La satisfacción que le producía saberse deseada por un hombre como Edward superaba a la culpa y el remordimiento. Siempre he pensado en resto, es hora de que vele por mi propio bienestar—se decía a sí misma la muchacha, con un enorme sentimiento de egoísmo bañando con soberbia su interior se giró y sin un ápice de arrepentimiento posó sus ojos sobre ese bosque de jade que albergaban los orbes del hombre que yacía sobre su cuerpo. Shhh—dijo Edward, mientras se llevaba el dedo a la boca en señal de guardar silencio. — ¿Edward? — preguntaron otra vez, pero no hubo respuesta. Agudos pasos se hacían sentir, provenientes de la sala principal, justamente en dirección al baño, serían sorprendidos, solo milésimas de segundos la separaban de la verdad inminente. De pronto la solución se reveló a la mente de la joven. — Ya voy ¡Estoy tomando un baño!— respondió Bella, ante la mirada atónita del nervioso y ahora asustado hombre. Ella no dijo nada, sólo le sonrió con coquetería e imitó su movimiento con el dedo, en expresión de permanecer en silencio. — ¿Estás loca? — masculló irritado — Supongo que debo estarlo, de otra manera no hubiera permitido que me besaras— contraatacó la adolescente. — Tu sólo escóndete en la ducha yo haré el resto. Edward admitió su derrota y con ira contenida y un punzante dolor en su cabeza- y porqué no decirlo, también en otra parte de su anatomía. Una que se encontraba hinchada y ansiosa por la antelación- se introdujo por segunda vez en menos de una hora en aquel espacio que aún evidenciaba en sus trasparentes bordes el suceso recién vivido. Todos cuanto le rodeaba se encontraba cubierto por una delgada capa de vapor. Dejó su toalla puesta, ya que no hacia falta ducharse nuevamente- al menos no con agua tibia y saltó en su sitio cuando noto que una pequeña mano abría la puerta de vidrio, se obligó a si mismo a contener el gemido al imaginarse que la chica entraría a compartir la ducha con él. — Sólo mojaré mi cabello, para darle más credibilidad al asunto. — musitó Bella, tan bajo que llegó a dudar que Edward la oyese. No se metió del todo a la ducha, sólo asomó la cabeza para que su cabello quedase empapado. Así no sería difícil hacer creer a la visitante que había estado tomando una ducha.


Demasiado rápido su pijama quedó en el suelo, pero Edward se lamentó su infortunio al no conseguir ver nada de ese joven y bien formando cuerpo, obviamente el hecho de que Isabella utilizase la toalla como un verdadero escudo no le hacían fácil su labor. La castaña juntó sus prendas y se ciñó la toalla a su húmeda piel, desordenó un poco sus cabellos, lo que a estas alturas estaba demás, ya que la actividad anterior había hecho suficiente, sobre todo el rubor en su rostro. Definitivamente se veía acalorada, lástima que no fuese producto de la tibia ducha, sino que de una intensa sesión de besos, lamidas, roce y fricción con el esposo de su amiga. Salió del baño no sin antes susurrar a su acompañante y cómplice un muy sensual "Yo me encargo". Dejando al hombre sumido en un estado que podría llamarse desesperación, el miedo la excitación y palabras de connotación sexual dichas en un tono de fingida inocencia no ayudaban en mucho a Edward, y como odió tener que usar su mano para descargar su tensión. En cuando cerró la puerta tras de si Bella soltó todo el aire de golpe. ¡¿Pero que demonios me pasa?! — no comprendía de donde había venido toda esa ola de valentía. Sin embargo, ahora era tarde para comenzar a analizar los pro y los contras. Había dejado a Edward en el baño con la promesa de que ella se encargaría de todo. Se dirigió a su dormitorio, y no pasó por alto los ruidos que provenían de la cocina, se puso una camiseta sencilla y unos jeans y dejó su cabello suelto para que este se secase. Que comience la función… Contó hasta diez antes de encaminarse hacia al momento de la verdad- no pudo evitar pensar en la ultima palabra con una evidente nota de sarcasmo, puesto que este sería el único ingrediente del que estaría exento aquella conversación que se avecinaba. Verdad… — Hola— saludó con timidez, mientras asomaba su cabeza por la puerta. Examinando con extremada minuciosidad y porque no decirlo, también bastante nerviosismo, los detalles de la joven que se encontraba frente a ella, revolviendo con extremada concentración la taza rellena de café recién hervido. — ¡Hola! disculpa por interrumpir tu baño— respondió la otra joven con una mueca que evidenciaba que en verdad lo sentía, pero que a la vez deja entrever la emoción que le producía conocerla al fin. Bella se rascó la cabeza en un acto reflejo producido por el nerviosismo. Su vista se posó sobre los hoyuelos que se formaban en las mejillas sonrosadas de la chica. Su cabello era corto, y estaba dotado de un intenso negro azabache en contraste con su pálida piel, le otorgaban un aspecto irreal. — No hay problema, de todas formas ya había terminado.


— Oh, que alivio. La verdad no planeaba encontrarme contigo, es decir. Tanya mencionó que ahora el número de habitantes en su hogar había aumentado en número, pero imaginé que por ser domingo preferirías dormir hasta tarde. Bella no supo bien el porqué, pero algo en su interior le hacía sentir una extraña sensación de simpatía y también un cierto grado de seguridad, extraño. Sobretodo para una criatura que todo cuanto conoce por concepto de "confianza" ha sido su asistente social, la joven e inexperta mujer que no superaba los veinticinco años de edad y que por el simple hecho de sentir cariño y a la vez una onda y egoísta necesidad por ser madre no encontró mejor solución que adoptar a una adolescente, una que resultó ser joven y hermosa, y para añadirle más leña al fuego, sólo pocos años menor que su esposo. Sí, la situación no era la mejor… — En el orfanato solían levantarnos temprano…— musitó indecisa, no sabiendo si hacía mal en revelar demasiada información. Sin embargo, aquello no la expondría demasiado, y de momento conseguiría desviar el tema, que era todo cuanto importaba por ahora. Los ojos de la joven la miraban expectantes, Bella no sabía que decir. No se atrevía a comenzar su mentira aún, ella quería que fuese la otra joven quien iniciase el tema. Mantén la calma — se repetía en su mente como si de una mantra se tratase. — Lo siento mucho— respondió la mujer, y al segundo la adolescente sintió dos delgados brazos ciñéndose en torno a su cuerpo. Aquello era extraño, endemoniadamente extraño, ella no estaba acostumbrada a esas muestras de afecto, y sobre todo estaba convencida de que no las merecía. ¡Por todos los cielos! ella he estado al borde de perder su virginidad en los brazos de Edward, quien si mal no recordaba resultaba ser el hermoso, encantador, y sobre todo prohibido esposo de Tanya, la mujer que le abrió las puertas de su hogar. Sí, Isabella Swan claramente no merecía tales consideraciones. — Por cierto… soy Alice Cullen, hermana de Edward— dijo, separándose unos centímetros y clavando en ella todo el poder de sus ojos verdes. Con que la mirada intimidante viene de familia...— pensó para sí mientras le regalaba a Alice una dulce sonrisa. Definitivamente sería fácil llevarse bien con ella. — Isabella Swan, pero prefiero Bella. — ¡qué manera de hacerle honor a tu nombre!, y yo que pensé que Tanya había exagerado. En verdad eres hermosa, demasiado para tener unos padres tan jóvenes, sin mencionar lo atractivo que es mi hermano— se burló Alice, obviamente lo decía todo a modo de bromas, pero para Bella no había una sola gota de humor en aquello. ¿Cómo considerarlo gracioso cuando era la más horrenda de las verdades?


La chica se obligó a formar una sonrisita, pero esta no le llegó a los ojos. Fue un alivio que Alice no lo notase, quien pese a ser tan perceptiva hasta el momento no sospechaba la aberrante situación que se mostraba ante sus ojos. — Gracias. — respondió avergonzada, si el rubor en su rostro no era producto de la "ducha" que acababa de disfrutar, si había sido exquisito aquel encuentro, pero el rubor de ahora se debía a la vergüenza, al reconocimiento de una infamia. Sin embargo, Bella debía admitir que hoy era su día de suerte, ya que Alice interpreto su sonrojo como una respuesta ante su halago. — No hay de que. Oye, ¿es idea mía o Edward no se encuentra en casa?, ya que dudo que se encuentre dormido, mi hermano no se levantaría tarde sabiendo que su mujer se encuentra lejos de casa pasando una situación familiar tan delicada. El nudo en estómago de la chica se hizo más fuerte, y otra vez la culpa comenzó a carcomerla por dentro. — Cuando me he levantado no había nadie en casa. Tal vez ha salido a comprar… ¿Piensas esperarlo? —preguntó con la esperanza de que la inesperada invitada optase por desistir, y nuevamente para la buena suerte de Isabella las cosas de mostraron a su favor. — Muchas gracias cielo, pero debo irme, sólo vine por que Tanya me encargó unos documentos. ¡Oh! Lo olvidaba, ten, estas son las llaves de Tanya, me las entregó para que pudiese entrar, la verdad es que dudo mucho que llegue hoy, y te servirán en caso de que planees salir a tomar aire o quien sabe. Nunca están de más, por lo que veo que Edward no se encuentra, y no sabemos cuando planea volver. Quizás ya se haya ido a la casa de los padres de Tanya, una razón más para entregártelas. Bella no supo que responder, guardó el metal brillante en el bolsillo de sus vaqueros y acompañó a su pequeña acompañante hacia la puerta, a quien sólo le llevaba ventaja en unos pocos centímetros de altura, no demasiado, pero los necesarios para hacer perceptible esa diferencia. Por otra parte, en cuanto a la edad Bella no podría asegurar lo mismo, ya que Alice pese a su contextura menuda y frágil fácilmente podría tener unos veinte y muchos o treinta y pocos… — Cariño, ha sido un gusto conocerte, pero me esperan en casa de los padres de Tanya. Espero verte pronto y obviamente en mejores circunstancias. Cuando llegue el desaparecido de mi hermano dile que me llame, ¿Está bien? Aunque, puede que me lo encuentre por allí. ¡Nos vemos! Un fuerte suspiro brotó de los labios de la joven. Sus ojos seguían clavados en la ahora cerrada puerta, la misma por la que hace unos pocos minutos había visto salir a Alice, hermana de Edward, y por consecuencia cuñada de Tanya. ¿En que clase de persona se había convertido? Una cosa era desear a Edward, aquello podría hasta cierto punto ser llamado normal, en vista de la imperante sensualidad y atractivo que desbordaba ese hombre, pero de ahí a hacer realidad sus fantasías con su


demasiado dispuesto padre adoptivo existía una brecha enorme, una que con una imprudencia abismante ella se había atrevido a cruzar. Demasiado pronto dos fuertes brazos se adueñaron de su angosta cintura, mandando al diablo todo indicio de razón. — Al parecer te subestimé. Quizás debería dejar más a menudo las cosas en tus manos… El jadeo en los labios de ella no se hizo esperar. Y los expertos labios del chico besando la piel expuesta de su cuello le dificultaban en demasía la ardua labor de respirar. — Por favor— masculló en suplica. Él no comprendió el origen de sus palabras, por lo que se ciñó más al cuerpo de la chica y murmuró bajito. — ¿Por favor qué? — sonrió contra la sensible piel de su oído. — No vuelva a tocarme— gimió con su voz entrecortada. Al instante Edward sintió su piel palidecer, y el aire escapar de sus pulmones. El peso de su conciencia comenzó a torturarle lentamente. Y no fue hasta que las palabras de la chica se adentraron de lleno en su ser que Edward comprendió la cabalidad las ultimas acciones que acababa de cometer. Un abusador, un maldito enfermo y obsesionado acosador. Así es como se sentía Edward, ni siquiera fue consciente del momento en que la chica se encerró en su cuarto. Él se encontraba demasiado concentrado en analizar la idiotez de la que había sido partícipe. ¿Qué esperabas? ¡Es una adolescente, por todos los cielos! — Edward no dejaba de maldecirse y recriminarse por la imprudencia de sus actos. ¡Obviamente iba a corresponder a mi beso dominada por sus hormonas adolescentes! — una sonrisa sardónica se tatuó en su rostro, sin un ápice de felicidad. Edward no sabia si la rabia se debía a su reprochable actitud, o al hecho de que Bella le hubiese besado únicamente por "dejarse llevar por el momento". Frustración, era la única palabra que él chico de cabellos cobrizos conocía para catalogar su estado. Y tampoco es como si pudiese juzgar a la castaña, y no es como si tuviese intención o moral para hacerlo, mal que mal se suponía que el adulto aquí era él ¿no? ¿Y qué si para ella no significó nada? — se cuestionaba Edward ya entrada la noche. Por que sí, habían pasado suficientes horas para ver caer a las profundas tinieblas bañar el cielo azul sin una pizca de piedad. Tuvo que admitir que su ego se sintió herido cuando golpeo la puerta del dormitorio en donde residía la joven y esta no dio señales de vida.


Y el dolió el doble cuando comprobó que la bandeja que había dejado servida, con lo que se suponía sería "una cena decente" para la muchacha, había desaparecido. La punzada en su pecho no se hizo esperar, no es como si la quisiese, mal que mal ¿Cuánto tiempo hacia que la conocía? Cuarenta y ocho horas. Sin embargo, pese a ser una niña caprichosa, dominada por sus hormonas e inconcebiblemente carente de todo atisbo de madurez- o de eso se intentaba convencer él- No había conseguido arrancar las sensuales imágenes de su mente. No consiguió dejar pensar en la suavidad de su piel al entrar en contacto con sus manos, tampoco conseguía olvidar la dulzura de sus besos. Sus ojos, para Edward era dolorosamente imposible arrancar esa dulce mirada que destilaba dulzura, la dulzura del más fino chocolate. Sí, obviamente para Edward sí había significado algo, más que algo, lo había significado todo. Porque él no podía dejar de cuestionarse el futuro de su matrimonio, y no es que fuese a dejar a Tanya por una niña que recién venía apareciendo en su vida, se decía él. Pero, no podía dejar de pasar el hecho sustancial del asunto ¿Cómo era posible que por tan poco arriesgase tanto? Por que podrían culpar a la lujuria que envolvía la inmoral situación, podrían alegar que era normal, ella poseía un cuerpo que te invitaba a pecar, y sucesivamente se podrían enumerar cientos de excusas, pero pese a eso existía una única verdad ineludible. Si estuviese enamorado, como había estado convencido de que lo estaba, jamás hubiese cedido tan rápido, así se hubiese encontrado a la mismísima Venus transitando desnuda en su cocina.


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