Sweet Temptation_04

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Sweet Temptation ~Caída~ Tema: Prohibida (Raúl) Cuando la veo me falta el aliento El corazón me delata. . Será el embrujo de sus ojos negros Pero esa niña me mata. No tiene perdón por ser como es Por ser tan bonita esa mujer. . Debería estar prohibida por como mira Por su movimiento cuando camina Es que no hay en el cielo una estrella Que a su lado parezca más bella. . Debería ser delito, ese tumbao Que me tiene loco y enamorado Debería no ser tan perfecta Porque voy a perder la cabeza . Quiero decirle y nunca me atrevo Que es que no vivo por verla .


Cada mañana deseo un momento Cuando ella pasa me vea . No tiene perdón por ser como es Por ser tan bonita, esa mujer. . Si ella hubiese tenido alguna idea del peligro que representaba tomar una simple e inocente ducha definitivamente jamás lo hubiese siquiera intentado. Bella creyó que levantarse temprano sería provechoso para ella, de esa forma evitaría encontrarse con los integrantes de "su nueva familia" en el pasillo o en algún rincón de la casa. Además, la joven asumió que Tanya y su esposo tendrían su propio baño, aquello era normal en las parejas ¿no? Jamás se imaginó que se encontraría con Edward mientras salía de la ducha con el cuerpo humedecido y caliente, muy caliente. ¿Quién en su sano juicio madrugaría un día domingo? Aparte de yo misma — pensó con sarcasmo. Claramente hace unos pocos segundos la joven había encontrando respuesta a su interrogante… Bella no logró conciliar el sueño en toda la noche, cientos de miedos y dudas invadían su mente-deseó que Edward estuviese a su lado para consolarla, e imaginó que al encontrarse envuelta en sus brazos nada podría dañarla- al instante desechó esa idea. Él era su padre y era aberrante que sintiese aquellos deseos que hasta hace poco le parecían por completo ajenos a su persona. La adolescente se preguntaba como es que la mirada sensual y excitante que le había regalado Edward no la hacía sentir incomoda como con el resto de los hombres, muy por el contrario, la hacía saberse una mujer hermosa y deseable. Una sensación de satisfacción la embargaba cada vez que advertía como los ojos de Edward le hacían el amor de la forma más sutil que una mujer pudiese siquiera llegar a soñar. La lujuria y deseo que destilaban esos orbes esmeralda sólo conseguían provocarla más. Le gustaba, no podía negarlo, pero esto estaba mal. Era sucio y retorcido, pero aquello le agradaba, disfrutaba de lo prohibido más de lo que debería estar permitido. Se deleitaba fantaseando con el esposo de su amiga y no podía hacer nada para evitarlo, o mejor dicho no quería. Luego de horas de malogrado sueño ella optó por salir de su cama, tomó sus útiles de aseo y se encaminó hacia el baño, cuidando en todo momento de no emitir ruidos.


La casa se encontraba sumergida en una pacífica atmosfera, el cómodo y plácido silencio gobernaba en el ambiente. Aquello reconfortó a la joven, corroborando de ese modo la buena opción que había tomado al levantarse a esa hora. Su pequeño pijama dejaba muy poco a la imaginación, pero aquello no le preocupó. De todas formas nadie la vería en esas fachas. Cargó el pequeño neceser en el brazo opuesto en donde se encontraba la toalla y se dispuso a abrir la puerta del baño con la mano que le quedaba libre. Aquella acción fue, por decirlo, menos nefasta, ya que alguien se adelantó a sus intenciones y la abrió en su lugar. Por un segundo ella creyó que respirar no era demasiado necesario. O al menos eso pensó Edward, ya que la joven no respiró por más segundos de lo que para un ser humano se considera normal. Bella no podía apartar la mirada del torso descubierto de su padre adoptivo, era imposible desviar la vista de aquel hermoso y bien esculpido cuerpo; sin duda eso había sido más que suficiente para dejarla sin aire. Él, por su parte, se maldijo por no haber advertido su presencia, pero muy en su interior se decía que aquello daba igual, que de haberlo sabido posiblemente hubiese salido desnudo y no cubierto por esa pequeña toalla, tan sólo para ver la reacción que hubiera tenido la inexperta muchacha, porque Edward podría apostar que la joven era virgen, y por muy retorcido que sonase, ese detalle sólo conseguía que él la desease más y más, como si aquello fuese humanamente posible. El momento era increíblemente incómodo para ambos. Los ojos de Bella se encontraban clavados en la perfecta V que se encontraba grabada en el pecaminoso cuerpo de su 'padre'. La diminuta toalla que utilizaba no servía de nada para ocultar su generosa y bien marcada musculatura, y la joven no puedo evitar preguntarse si debajo de esa minúscula prenda se escondía algo tan sublime como el resto de esa soberana anatomía. Él por su parte no podía evitar observar las sensuales y perfectamente esculpidas piernas de Bella en contraste con ese corto y casi inexistente short que tenía por pijama, y mucho menos logró abstenerse de fantasear con los senos de su hija-adoptiva-. Sin embargo, no se le podía culpar. El pijama de Isabella dejaba muy poco para la imaginación, su peto era recatado, había que admitirlo, pero no ayudaba en nada encontrársela en la mañana recién levantada, sobre todo por que a esas horas no utilizaba sujetador. Los erectos pezones de Bella se marcaban de forma altanera, tentando al hombre con cada segundo que pasaba. Aún a través de la tela, Edward podía apreciar el tentador rosado de esas preciosas cumbres. Él podía apostar que se encontraban duras, tan duras como cierta parte de su anatomía, que comenzaba a dolerle producto de la anticipación. Edward se dijo a si mismo que eso era normal en una mujer. Su esposa también dormía sin sujetador, pero ahí recaía el problema. Bella no era Tanya, y Dios sabe que estaba lejos de serlo. Por mucho que le costase admitirlo a su esposa no había conseguido excitarlo por mucho que lo intentase la noche anterior.


"Hay visitas" — dijo Edward excusándose. Sin embargo, Tanya estaba demasiado agotada por tantas emociones en el día que no tuvo ni las ganas ni las fuerzas para replicar. Sólo respondió que Bella no era una visita, sino parte de la familia, y que ya era hora de comenzara a acostumbrarse. Aquello fue un duro golpe para Edward, en verdad le costaba demasiado ver a Bella como posible familia. ¡Demonios! Ni siquiera podría verla como amiga Esto está mal — se recriminaba Edward, repitiéndose una y otra vez en su fuero interno que Bella era su hija-hija adoptiva, enfatizaba la parte menos noble de su concienciapero al fin y al cabo hija. Bella continuaba estática frente a la puerta del baño, y sabía que a estas alturas su rostro debería encontrarse de una tonalidad rojiza imposible. Sus débiles manos se aferraban al neceser con tanta fuerza que no tenía duda alguna de que se las había dañado. Todo el cuerpo de la adolescente tembló cuando Edward sin siquiera darle tiempo para negarse o asentir, para escapar u optar por quedarse, se acercó peligrosamente hacia el delgado y abrumado cuerpo de la chica. Acorralándola contra la pared que delimitaba la puerta. Nuevamente se maldijo, pero ahora ya era tarde. Ya habrá tiempo para arrepentimientos — pensó Edward despreocupado. Ahora se encontraba demasiado concentrado en observar con minuciosidad cada detalle por insignificante que fuese de la chica que le hacía perder el juicio por completo, llevándolo de esa forma al borde de la locura. La posición de ambos era por decirlo lo menos morbosa. Bella permanecía presa en una esquina, entre la pared y la puerta del baño, formando de esa forma una perfecta L de la cual estaba consciente que le sería imposible escapar, sobre todo porque se encontraba acorralada por ambos brazos de su "padre". Enfermizo — era todo en cuanto podía pensar ella para catalogar tan inconcebible situación. — Buenos días— susurró Edward en el oído de la joven causando que a esta el corazón se le detuviese al instante. Bella sintió sus piernas más débiles que de costumbre. ¿Qué diablos me está haciendo este hombre para conseguir perder toda defensa posible? — pensó la chica confundida. Se sentía molesta, sí, completamente airada, pero no con Edward... ese hombre no tenía culpa de ser tan insoportablemente hermoso. Ella estaba enfurecida consigo misma, por ser tan débil, por casi derretirse en sus brazos, por ser tan obvia y encontrarse tan dispuesta a entregarse al deseo. Asco, aquel era sin duda alguna el sentimiento predominante en aquella guerra de emociones que se libraba en el interior de la chica. Asco por desear al hombre que se


suponía ella debía admirar... tal vez esto último no fuese estrictamente necesario, pero ese hombre dentro de poco pasaría a ser su padre. ¡Maldita sea, llevaríamos el mismo apellido! — se recriminaba la chica, odiándose a cada segundo y sintiendo profunda repugnancia por su persona al saberse perdidamente atraída por el hombre que pertenecía a la que antaño llamó mejor amiga. El tibio aliento de Edward golpeando contra la sensible y cálida zona del cuello provocó que el resto de su cuerpo se tensara. Toda la piel de la joven fue presa de un nada sutil escalofrío. Toda su anatomía se encontraba alerta, ella sabía que todos sus sentidos estaban más agudos que de costumbre, y se temió lo peor. Le aterró la idea de que al más mínimo contacto o estímulo se abalanzase sobre los brazos del aquel joven que pese a que debía, no podría en ningún momento llegar a ver como lo que era, su futuro padre. — Buenos días— respondió en un hilo de voz, rogando que sonase estable, finalmente imposible. No con el rostro de Edward a tan pocos centímetros del suyo, no con su boca exhalando aire caliente contra su piel. Pedirle a Bella que consiguiese articular palabra era prácticamente imposible. La chica no dejaba de preguntarse como es que Tanya no aparecía por ningún sitio. ¿Dónde estaba su amiga cuando más la necesitaba? Por mucho que le costase admitirlo, la necesitaba, necesitaba que la salvaran de sí misma. De caer esclava de sus deseos, de rendirse ante el dulce semblante de Edward, quien la miraba con anhelo y devoción. Ese hombre conseguiría enloquecerla si no ponía una barrera entre ambos, pero ¿cómo podría hacerlo?, si cada vez que sus miradas se encontraban, sus cuerpos se sentían atraídos como imanes. Sí, aquello era recíproco, ambos estaban conscientes del deseo y necesidad que compartían. Una profunda y retorcida hambre por el otro. De pronto, los centímetros de distancia desaparecieron y se vio envuelta por los fuertes brazos de él- el mismo al que a estas alturas se le hacía condenadamente repulsivo llamarle padreEdward sintió que moriría de placer en cuanto sintió la angosta cintura de la adolescente descansar entre sus manos. Por un instante pensó que ella se encontraría a salvo entre sus brazos, pero al instante se retractó. ¿Cómo podría estarlo, si el mismo suponía el mayor peligro para la inexperta chica? Los ojos de la adolescente se perdían en el glorioso torso de Edward, mientras él inhalaba el perfume de su piel. El momento era peligrosamente erótico y provocativo. Ambos tentaban a su suerte de forma descarada y egoísta, tanta despreocupación debería estar prohibida. Bella no dejaba de observar las pequeñas gotas que se deslizaban por el cuerpo del joven, producto del reciente baño- el que no había servido en absoluto-. Edward pensaba seriamente en que necesitaba con suma urgencia una ducha fría, pero su cuerpo se negaba a liberar a la chica, y ella no daba indicio alguno de querer ser libre.


— ¿Dónde está Tanya? — preguntó nerviosa. Sin embargo, fue demasiado obvio para Edward ver que detrás de esa mascara de fingida tranquilidad se escondían celos. A él le pareció de lo más cómico, por lo que no puedo contener una pequeña sonrisa que afloró de sus labios, pero Bella no lo vio, ya que el rostro de Edward continuaba escondido en su cuello, en una posición que a ambos se les antojaba de lo más cómoda. —Salió — respondió con indiferencia, ya que no quería alivianar sus celos. No aún, 'ella se veía demasiado hermosa con el ceño fruncido' pensó el joven mientras sentía como la lujuria le invadía cada vez más. Finalmente optó por contarle, agradeciendo una infinidad que la noche anterior sonase el teléfono, ya que minutos antes él se había negado a cumplir sus obligaciones de esposo, alegando que había "visitas en casa". La realidad, aún así, era muy distinta; bien sabía Edward que su mujer no había conseguido excitarlo, y que el hecho de tener a la preciosa adolescente que dentro de poco pasaría a llevar su apellido-muy a su pesar- no ayudaba en nada a solucionar la situación. — Tanya no ha pasado la noche aquí. Tuvo una emergencia familiar — aclaró Edward y, al instante, Bella sintió como una ola de placer la invadía. Saber que Edward no había pasado la noche junto a Tanya, su esposa, fue un verdadero bálsamo para la salud mental de la chica. Pese a que tenía claro que el hecho de que el matrimonio mantuviese relaciones sexuales era un hecho que no debía sorprenderla, no dejaba de causarle un dolor desgarrador. Sabía que estaba siendo egoísta e insensata, pero en vista de los últimos acontecimientos, no se le podía culpar por celar a Edward. — Ah— fue todo lo que consiguió decir ella. — Ajá— respondió Edward. Esto de usar monólogos se le hacía demasiado incómodo. Él era un hombre maduro, no estaba para jueguecitos ni frases inconclusas. Sin embargo, tenía claro que el momento no daba para más. ¿En qué diablos estaba pensando Tanya cuando salió y me dejó sólo con ella?— se cuestionaba Edward. Una cosa es que su relación se basara en la confianza, pero por todos los cielos, él seguía siendo un hombre, y Bella ya no era una niña. ¡Demonios, tenía diecisiete años! En cuanto Edward retiró su cabeza de la hendidura en el cuello de Bella, la joven sintió como una ola de vació la inundaba. Al instante comenzó a extrañar la calidez que ese varonil cuerpo le proporcionaba. Sin embargo, todo aquello pasó a segundo plano en cuanto se vio perdida en ese mar esmeralda. Se sintió insignificante, y le pareció que los ojos de Edward opacarían al firmamento atiborrado de estrellas y luceros. Él la observaba como queriendo oír algo de los labios de la chica. Ella no quiso ser quien arruinase el momento, por lo que intentó expresar por medio de palabras aquella conclusión a la que había llegado en los últimos minutos.


— Entonces, eso quiere decir...— intentó hablar la chica, pero Edward se sintió dueño de una seguridad que si bien era conocedor de poseerla, nunca la sintió tan enorme como ahora. Esa increíble confianza en sí mismo le hizo cometer un acto del que de seguro se arrepentiría más tarde. — Sí pequeña, estamos solos— la interrumpió posando un dedo sobre su boca. Al instante, su cuerpo preso del calor le indicó que estaba lejos de ser dueño de sus acciones. Esclavo de sus deseos, se acercó a la adolescente y con la mano izquierda envolvió su cintura, separándola de esa forma de la pared y provocando que la espalda de la muchacha se arquera de sorpresa y placer, mientras que con la derecha retiraba los mechones de cabello que caían rebeldes sobre su rostro, típicos de la mañana al recién despertarse. — Sé que no te soy indiferente— susurró en su oído, y la joven no puedo reprimir el audible gemido que brotó de sus labios. Y aquello era completamente entendible, no era fácil resistirse a los impulsos de su cuerpo adolescente dominado por las hormonas, mucho menos cuando la dulce voz de Edward le advertía que estaba al tanto del efecto que provocaba en ella. Bella iba a replicar, en verdad quería hacerlo, lo deseaba, pero no tanto como el sentir los suaves y expertos labios posarse sobre los suyos. Fue por eso que no replicó cuando estos acariciaron el contorno de su boca. La dulzura que emanaba de ellos era tal que la joven se sintió aterrada de volverse adicta a sus besos. Edward sintió como la joven se tensaba de repente, y creyendo que era por arrepentimiento y no por temor a ser dependiente de él se alejó. No lo suficiente para romper el beso del todo, pero si lo suficiente para sus labios sólo se rozasen. Tal y como Bella temía al instante se sintió prisionera de un dolor casi físico y en un gesto que a Edward se le antojó de lo más adorable frunció el ceño y con su boca formó un puchero involuntario, lo que a él le pareció tentador y sensual, demasiado para su propia seguridad. Harta de la distancia impuesta por su padre adoptivo Bella se puso de puntillas quedando no al nivel de él, pero si lo suficiente alta para apoderarse de sus labios. Y lo hizo... Se adueñó de los labios de un muy estupefacto Edward, no por que no lo desease ni creyese posible, sino por que jamás pensó que la chica lo besaría con tal ímpetu. Y bien sabía Bella que aquello era tan nuevo para ella como lo estaba siendo para él. Esta hambre que comenzaba a experimentar no sólo por los labios del apuesto hombre, sino también por su cuerpo completo, la asustaba en la misma medida que le fascinaba. Edward disfrutó de la exquisita e impetuosa forma en que los labios de Bella capturaron los suyos. Disfrutaba en demasía de aquel beso, de seguro más de lo que debería estar permitido, pero en este instante a él no le interesaban las consecuencias de aquel encuentro. Más tarde había tiempo para arrepentimientos, dolor y culpa. Ahora no había espacio en su cabeza para pensar en Tanya, no. Por ahora sólo era consciente de cómo unos dulces labios succionaban con fervor los suyos.


Edward no pudo reprimir el gemido de placer que emergió de lo más hondo de su ser en cuanto sintió un leve mordisco en su boca. Lo intentó, ¡Dios sabe que trató!, pero la chica estaba volviéndole loco con las caricias que le otorgaba por medio de sus besos. Fue entonces que se aventuró a profundizar el beso y con lentitud y ternura intentó introducir su lengua en la cavidad de la muchacha. Pero él no contaba con que la respuesta de ella sería tan eufórica. Ella al instante devoró su lengua, succionándola con los suaves labios que con orgullo poseía. Bella disfruto del roce de ambas bocas y las caricias que sus lenguas se proporcionaban con soberbia. Ella tuvo la osadía de dejar a sus manos recorrer con libertad la espalda de su hombrepor que así comenzaba a verlo ella- No era ya su padre adoptivo, ni el esposo de Tanya. Al menos no ahora, que sabía que era ella quien deseaba. Él no cesaba de gemir su nombre y una sonrisa vanidosa se tatuó altanera en el rostro de la chica. Saberse causante del placer de aquel hombre de ensueño le hacia sentirse una mujer plena, y la satisfacción no se hizo esperar. Edward liberó sus labios solo para comenzar a devorar su cuello. Bella pensó que podría acostumbrarse con facilidad a una vida así, mientras que por su parte él no dejaba de imaginar hasta donde serían capaces de llegar. Le fascinaba saber que era correspondido, obviamente no era consciente de las repercusiones que su irresponsabilidad traería, ninguno de los dos lo era. Sin embargo, el sonido de unas llaves abriendo la puerta principal los sacó a ambos de su estado de ignorancia frente al mundo exterior. Ambos cegados por el deseo al borde de ceder a sus más necesidades más carnales, claramente eran inconscientes de que existía un entorno, uno en el que Tanya estaba muy cerca de sorprenderles si no reaccionaban a tiempo. Uno al otro se observaron con cobardía y angustia al oír las llaves girando el cerrojo de la puerta de la sala. Se miraron por unos pocos segundos, pero aquello bastó para que uno le dijese al otro lo que necesitaba saber. Había vergüenza, eso estaba claro, por el hecho de casi ser descubiertos, por el modo en el que se dieron las cosas, por que les había faltado la nada misma para hacer el amor ahí mismo. Había también pesar, sí, por que sabían que existía Tanya; por parte de Edward era su joven esposa, una mujer dulce y enamorada, y por parte de Bella era una excelente amiga, la única que tenía, honrada y bondadosa, y ella se sentía en deuda con ella. En ese momento ambos comprendieron que lo que había ocurrido estaba mal, sería un acuerdo mutuo guardar el secreto, pero sobre todo, lo que más les dolía a ambos es que no había una sola gota de arrepentimiento en ninguno de los involucrados y Bella no tuvo oportunidad de siquiera de dudar de aquello ya que al instante sintió nuevamente los dulces labios de su hombre posarse sobre los de ella. — Es un hecho, Edward está loco— pensó Bella mientras respondía gustosa el beso. A ambos dejó de importarles el qué dirán... estaban demasiado sumergidos en esa atmósfera de placer otorgada por el otro. Nunca el egoísmo supo tan bien como ahora,


jamás dañar fue más hermoso, tampoco se pensaron que herir fuera tan exquisito. Si, la traición sabía a gloria, sobre todo si era en los brazos del otro. . Cuando la veo me falta el aliento El corazón me delata. . Será el embrujo de sus ojos negros Pero esa niña me mata. No tiene perdón por ser como es Por ser tan bonita esa mujer. . Debería estar prohibida por como mira Por su movimiento cuando camina Es que no hay en el cielo una estrella Que a su lado parezca más bella. . Debería ser delito, ese tumbao Que me tiene loco y enamorado Debería no ser tan perfecta Porque voy a perder la cabeza . Quiero decirle y nunca me atrevo Que es que no vivo por verla . Cada mañana deseo un momento


Cuando ella pasa me vea . No tiene perd贸n por ser como es Por ser tan bonita, esa mujer.


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