Desde el sistema económico a la economía de los sistemas

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DESDE EL SISTEMA ECONOMICO HACIA LA ECONOMÍA D E LOS SISTEMAS

JosÉ MANUEL NAREDO

En los últimos tiempos las preocupaciones por el rmedio ambiente. los arecursos naturaless han ganado terreno. Buena muestra de 110 es que la problemática salud del planeta Tierra fue tema de portada o generó a'ossiers específicos en las revistas de información general más divulgadas. Más significativo resulta el creciente recurso introducir pinceladas .medio ambientalesv o .líneas verdesx en los Nroyectos de imagen tanto comercial como política. A la vez que se amplió el interés por la cuestión *medio ambiend., se desplazó su centro de gravedad desde las posiciones éticas y estéticas más bien testimoniales que impregnaban originariamente el discurso conservacionista, hacia el pretendido pragmatismo de la argumentación económica. El problema estriba en que, con el afán de hacer del amedio ambiente* un campo explícito de reflexión económica, ha crecido la confusión sobre el contenido del nuevo objeto de estudio y la manera de investigarlo. Y ello no se debe tanto a la dificultad del tema en sí como a la falta de voluntad para abordarlo con todas sus consecuencias. Por otra parte, la confusión viene como anillo al dedo para arropar la esquizofrenia que se observa al respecto en el comportamiento de políticos y empresarios: todos dicen amar mucho a la naturaleza, pero a la vez contribuyen a perpetuar situaciones que originan su deterioro. Buena muestra de esa esquizofrenia es la renovada fe en el crecimiento económico ilimitado, que siguió al paréntesis de la, crisis energética, que se simultanea con la preocupación por el medio ambiente. El Informe Brundtland y su matización de que el objetivo no debía ser el crecimiento, sino el <crecimiento sostenible.

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Economista y estadístico. Hay vcnión en castellano de Alianza Ed., NI<PIWO fstwm común, 1988.

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, ",tainablen) ejemplifica el afán de resolver esta esquizofrenia en el terreno de las palabras, estableciendo una síntesis bonacible de los problemas ecológicos y económicos actuales. De ahí que el término rdesarrollo sostenible,>fuera acogido con entusiasmo en los foros internacionales preocupados por el desarrollo y el medio ambiente, hasta el punto de convertirlo en un término de moda que ha dado título a numerosas publicaciones y encuentros =. Llama la atención la frágil memoria de los economistas, que saludan ahora el objetivo del *crecimiento sostenible* como algo especialmente novedoso, cuando tal objetivo no hace más que repetir la pretensión originaria de los economistas franceses de mediados del siglo XVIII, hoy denominados fisiócratas, de acrecentar la producción de <riquezas renacientes~(o renovables) sin deteriorar los <Bienes fondo,, que dio lugar a su noción de producto neto o renta. Curiosamente, la ciencia económica actual se construyó sobre el abandono de ese objetivo, al desplazar el centro de interés desde el mundo físico hacia el universo aislado de los valores monetarios o de cambio en el curso de una ruptura epistemológica que extendió la noción de producción y de renta a un amplio conjunto de acuvidades que no hacía sino revender con beneficio. Así, todos los padres de la actual ciencia económica criticaron abiertamente el afán de los fisiócratas en distinguir entre actividades productivas e improductivas, atendiendo a que los aumentos de valor que generaban estuvieran o no ligados a la producción de riquezas arenacienres* (o renovables) y en proponer el aumento de las primeras como base de un progreso económico duradero (o sostenible). Autores que van desde Smith, Ricardo o Marx, hasta Walras, Jevons o Robbins han insistido en que los fisiócratas erraron el camino al hacer esa distinción, ya que la economía no tenía por qué ocuparse de lo físico. Los Podemos citar como ejemplos significativos, la publicación del Banco Mundial, Enuironmmtzzl Amounting for Sustainable Deweiopmenr, 1989; La Conferencia Inrernzcionai sobre Tbe Ecological Economin of Surtainability, organizada en mayo de Surtakabilicy in Deve1990 por este mismo organismo; el documento de la OCDE, h p e n t Pmgrmrnes (1989); y numerosos artículos, e incluso libros (p. ej., Michael Redclif, Swstainable Development; Exploring the Contrndictionr, Londres, Merhuen, 1987). Por último, cabe senalar que la tercera parte del informe anual de la FAO sobre la agricultura y la alimentación mundial en 1988 se titula Dermrollo sostenible y ordenación de los recursar naturales, ocupando un tercio de lar páginas del dacumento.

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recursos naturales eran sólo fuente de utilidad potencial y no real, por lo que, según Jevons3 quedaban fuera del campo de la ciencia económica. La ciencia económica actual se consolidó sobre esas críticas, encerrándose en el universo autosuficiente de los valores de cambio y desplegando un aparato contable que agregaba en una misma noción de producción los rvalores ahadidos~generados por actividades con los comportamientos físicos más diversos y encontrados en el tratamiento de los bzenes de fondo. Evidentemente si la ciencia económica establecida se afianzó sobre la crítica a las pretensiones fisiocráticas de reducir la esfera de la producción a las rriquezas renacientes., fue porque ello resultaba funcional a la ideología y a las prácticas hasta ahora dominantes en la sociedad industrial, tendentes a identificar la riqueza con el dinero y a dar el tratamiento de rentas a los ingresos basados en el consumo de stocks y el deterioro de bienes fondo. Así, aunque se mantuvo la idea de que <el propósito del cálculo de la renta en la práctica de los negocios apunta a dar a la gente una indicación de la cantidad que puede consumir sin empobrecer se^ -idea suscrita por Hicks en Value and Capital (1946) como .guía a una conducta prudente.de hecho, la Renta (o Producto) w n el que se razona en el *cuadro macroeconómicor no tiene para nada en cuenta si los procesos físicos que la generan entrañan o no el deterioro de stocks de riquezas (por ejemplo, minerales) o de bienes fondo (por ejemplo, suelo fértil) preexistentes. La clave de que esta ignorancia haya permanecido oculta hay que buscarla en que el enfoque económico corriente hace abstracción, en su mecanicismo, de las diferencias de problemática que existen entre los niveles micro y macroeconómico. En efecto, en el caso particular de una empresa, la contabilidad privada evita el deterioro patrimonial asegurando que la venta de sus productos le permitan amortzzar por su valor de reposición los bienes fondo adquiridos. En el caso de que estos bienes fondo no fueran repmductibles, una vez liquidados, la empresa podría trasladar su actividad a otros recursos sin quebranto del valor monetario de su patrimonio, siempre y cuando hubiera dotado convenientemente sus fondos de amortización. Sin embargo, si se amplía la escala de razonamiento al nivel estatal o incluso planetario, los límites objeuvos que comportan las dotaciones bienes fondo dis-

' En mi libro La e m n a i a en woluMn, Madrid, Siglo XXI, 1987, ofrezco amplias referencias a estor autores que m e romo la licencia de no reproducir ahora.


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ionibles, hacen inadecuados los principios que inspiraban el razonamiento monetario y' el registro contable propios de la empresa privada. La noción de amortización pierde su sentido para atajar procesos de degradación patrimonial que se muestran globalmente irreversibles. En estos casos el destino de los bienes fondo a registrar debe apuntar más bien a su conservación y mejora y no hacia su consumo. Tal sería el caso del suelo fértil o de cualesquiera otros elementos constitutivos de los ciclos de materiales que mantienen la vida enla Tierra. Asimismo, sólo cabe paliar globdmente la pérdida patrimonial que supone la extracción y el consumo de metales, o de cualquier otro stock no renovable, desarrollando su conservación y reciclaje, y no mediante su simple amortización en dinero. En suma, que la extensión del registro patrimonial a objetos no produmbles lleva a invalidar la idea de que el consumo -es decir, su degradación para el uso y la anulación de su valor de cambio- sea el único destino que deba ofrecerse a los objetos económicos. Hoy por hoy el problema está en que la economía no aporta ni el aparato contable necesario para registrar a escala agregada la evolución de los bienes fondo y de los stocks de riquezas disponibles, ni el aparato teórico para incluir su conservación, mejora o reciclaje entre los objetivos económicos corrientes. Suplir estas carencias sería el primer paso para hacer que el término sostenible trascienda del mero campo de la retórica para conectar con los procesos económicos en curso. La historia de los hechos económicos muestra que el objetivo del desarrollo sostenible formulado en el siglo XVHI no fructificó, porque la riqueza del mundo industrial de hoy se construyó precisamente sobre el deterioro de los stocks y bienes fondo del mundo no industrial, creando unos patrones de vida insostenibles e inaplicables a escala planetaria. La gran paradoja del presente es que la mayor parte de la humanidad ha tomado como modelo los patrones de vida del mundo industrial cuya generalización resulta claramente inviable con los niveles de población actuales. El hecho de que buena parte de la humanidad idealice y persiga una utopía negativa, en el doble sentido de que no es posible ni deseable, explica la confusión que reina sobre estos temas y el carácter cuasi-religioso que impregna su discusión. Hasta el razonamiento económico suele perder en ellas su habitual pragmatismo, saliendo a la luz que sólo cabe justificar su despreocupación por lo físico, creyendo que siempre se podrá sustituir ventajosamente cualquier materia prima que amenace


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con agotarse y resolver sin problemas los desarreglos "medio ambientales.. Así, la desconexión con lo físico del enfoque económico corriente hace que muchos de sus practicantes abracen la primera de as dos creencias fundamentales en pugna. La que suscribe un optimismo tecnológico tan extremo que le hace responder a los problemas de contaminación o previsible agotamiento de recursos diciendo que xya inventaremos algo* cuando llegue el momento. Creencia que se enfrenta a aquella otra pesimista, que profetiza la catástrofe como resultado inevitable de tales contaminaciones y agotamientos. Cuando ambas corrientes difunden con celo misionero sus creencias, el agnosticismo se revela como el remedio más eficaz para racionalizar la problemática económica en Juego: basta con postular una incertidumbre básica sobre el futuro'de la crisis ecológica y de los logros de la tecnología, para concluir sobre la conveniencia de integrar el medio físico en la reflexión económica y proponer, como objetivo en línea con la pmdencia económica más elemental, que las sociedades humanas se asienten sobre bases más *sosteniblesn. La emulación generalizada del comportamiento del mundo industrial anteponiendo crecimiento a conservación de los recursos propios y ajenos no puede menos que precipitar a situaciones críticas. Así las cosas, en vez de reconocer que la opulencia del mundo industrial de hoy se asienta sobre la explotación económica y ecológica de un .tercer mundo* política e ideológicamente tributario, y que el establecimiento de una mayor solidaridad es condición sine qua non para solucionar la actual crisis ecológica y de recursos, la burocracia de los organismos internacionales, propone a estas alturas que el desarrollo sea .sostenible>, sin reparar las amplias implicaciones que tal calificativo conlleva. Tal vez la discusión razonada de las mismas contribuya a incrementar la tensión mental que precede y motiva los cambios en las creencias y los procedimientos de análisis establecidos. La pretensión de hacer una neconomia del medio ambiente. constituye otro ejemplo de amnesia histórica digno de mención. El pensamiento científico acostumbra a aislar mentalmente de su entorno determinados campos de estudio para teorizar sobre ellos. Así, a la vez que se clasifica y sistematiza un objeto de estudio se genera un entorno o medio ambiente inestudiado que, ai escapar a la red analítica al uso, aparece como algo difuso, desordenado, asistemático. Parece evidente que si se quiere profundizar en el estudio de ese medio ambiente hay que caer en la cuenta de los límites inherentes


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a la red analítica que lo había segregado y buscar otras más eficaces para sistematizar el nuevo campo de estudio. Sin embargo, esto no ha sido lo habitual entre los economistas. La expresión «medio ambiente* es una traducción, a mi juicio poco afortunada, del término inglés enwironment, que se vería quizá mejor y más directamente representado por las palabras .entorno* o amedio físico*, lo cual evitaría, además, la curiosa redundancia que supone juntar dos palabras de igual significado (.medio> y rambiente*). Pero se da la coincidencia de que ese xentornox o -medio físico. constituye también un .medio ambiente. inestudiado por la las economía corriente, que abandonó - c o m o hemos indicad* preocupaciones fisiocráticas originarias, para circunscribir su radio de acción al campo de los valores monetarios o de cambio, oríginando el amedio ambiente* inestudiado al que se refieren los manuales cuando nos hablan de la existencia de «bienes libres. o eno económicosx que quedan fuera de su campo de reflexión. En consecuencia, lo mismo que otros padres de la ciencia económica, A. A. Cournot advierte que <una multitud de cosas eminentemente útiles al hombre que no tienen valor monetario, no figuran en absoluto entre las riquezas objeto de la economía, por haber sido dadas por la naturaleza con gran abundancia o en condiciones tales que no son susceptibles de apropiación, de valoración, de intercambio o de circulación comercialn. El afán de hacer ahora una economía del media ambiente que recaiga sobre esa -multitud de cosas* que quedaba fuera de su objeto de esnidio, sin variar el enfoque que la había segregado, viene a ser algo tan pintoresco como lo sería el empeño de hacer una física de la metafísica. Los vacíos de memoria antes mencionados no apoyan la idea de la ciencia económica en continuo y acumulado progreso que nos presentan los manuales. Más bien denotan la indolencia de esta ciencia para revisar sus fundamentos cuando las circunstancias lo exigen. Y el tratamiento de los recursos naturales y el medio ambiente así lo exigiría si se quisiera abordar en serio, lo que por el momento no ocurre: la creación de una nueva especialidad académica, o unidad administrativa, con el rótulo de *Medio ambiente. ha revelado ser la salida más cómoda y respetuosa del statr* qrro mental e institucionai. Pero también la más inoperante, habida cuenta que la horizontalidad de estos temas se presta poco a soluciones sectoriales o parcelarias y demanda una presencia implícita, sin rótulo alguno, entre las preocupaciones económicas corrientes. Mi libro La economia en


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evolución (Madrid, Siglo XXI, 1987) constituye una propuesta metodológica para conseguir que tal cosa ocurra. Es el propósito del: presente volumen prolongar la discusión de esta propuesta a la luz de los problemas que conlleva su aplicación a los distintos campos, en un contexto obligadamente transdisciplinar. Hay que advertir que el propósito enunciado converge con el que sugiere la revista Ecological Economics de analizar la interacción del hombre y la biosfera tratando de cubrir un vacío teórico y estadístico cada vez más sentido. Vacío que <no cubre hoy ninguna de las disciplinas existentes* (R. Constanza, Ecological Economin, 1989, vol. 1, núm. 1). Por otra parte, hay que decir que las medidas fragmentarias de <política ambientalx no han respondido hasta el momento al principal ~roblemaque suscitan las recientes y cada vez más extendidas preocupaciones medioambientales: proponer algún modelo de sociedad más estable o .sostenible* que el actual y decidir cómo y cuándo se inicia un proceso de reconversión hacia ese modelo. Una propuesta interesante en este sentido puede encontrarse en el último capítulo (~Picturinga Sustainable Societyu) del libro colectivo State af the World (Washington, Worldwatch Institute, 1990) dirigido por Lester R. Brown y, más recientemente, en el nuevo informe Meadows, Beyond the Limits, 1991. Es también el propósito de este libro situar los temas discutidos en un contexto planetario, rompiendo así con un provincianismo que a veces corre parejo con el avance de la especialización científica y del individualismo económico. Avanzar en el sentido indicado supone abrir la reflexión económica, rompiendo el monopolio que viene ejerciendo sobre la misma la noción usual de sistema económico y el aparato c o n c e p ~ dsobre el que se asienta, que encarna en los actuales sistemas de contabilidad nacional. En efecto, no deja de llamar la atención que se siga hablando en los manuales de *el sistema económico* en el mismo sentido absoluto en el que hace más de un siglo se habló de -el sistema del mundo. (físico) para referirse a aquel ideado por Newton. Porque, desde entonces a acá, esa noción de sistema que trató de explicarlo todo ya no se considera una guía fiable para la búsqueda de lo desconocido, y la ciencia, en su evolución, ha ido arrinconando vie:: jos dogmaúsmos amparados en desmesuradas pretensiones de objetividad y universalidad, para dar paso a más modesflexibles. El sistema deja de tomarse como un hecho para ser


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-0nsiderado como un razonamiento, e incluso surge la teoría general de sistemas como disciplina encargada de someter a reflexión los productos de esa forma sistémica de razonar. De esta manera, según los enfoques actuales, la ciencia ya no busca describir y completar el sistema que se estimaba debía regir cada uno de esos mundos separados -físico, económico ...-, sino estudiar la infinidad de sistemas que podrían idearse para representarlos atendiendo a contextos y finalidades diferentes. Surgen así aproximaciones multidimensionales que solapan los objetos de estudio y establecen nuevas conexiones entre las disciplinas, haciendo perder a los sistemas el carácter absoluto que antes se les atribuía. Nuestro empefio de avanzar desde la actual economía de .el sistema económico^ hacia una -economía de los sistemas abiertos" constituye una exigencia elemental para tratar los problemas que suscita la gestión económica en consonancia con las corrientes científicas actuales, abandonando un reduccionismo que se revela cada vez más obsoleto y, con él, la noción actual de umedio ambiente,,, al darle cabida en nuevos sistemas de razonamiento económico.


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