Manifiesto Azul 17

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MANIFIESTO AZUL

© Fran Katiuska

Leopoldo María Panero. El loco

fanzine de literatura e inquietudes varias invierno 2017 numero 17

depósito legal: MU-3094-2008


editorial Este fanzine que tienes en las manos está incompleto. No, no creas que estos vagos de Colectivo Iletrados han dejado a medias este artefacto azul y anual. Tampoco pienses que habrá una segunda parte de Manifiesto Azul 17 o que tendrás que descargarte el final de los poemas en Internet. No. Este fanzine que tienes en las manos está incompleto porque tú aún no lo has leído. Aún no has descubierto el crudo invierno de Castilla de María José Villarroya, el truco para hacer más largas las mañanas que te brinda Iván Vergara, las trece rosas de Tomás García-Purriños o los palpígrados de Hugo Cano. Terminarás de crear con tu mirada esos poemas y el resto de los que te esperan a la vuelta de la página. También están inconclusas las narraciones. Historias de ojos en frascos de cristal, de génesis, de cicatrices, de sicarios o de amores enfermizos que tu lectura completará. Igual que el resto de textos e ilustraciones que esperan te esperan a ti, lector, en las siguientes páginas.


Como Machado en tierras castellanas

Hace tanto frío en la pensión de tu ausencia, que cada día, como hiciera el poeta en el hostal de tierras castellanas, yo abro la ventana, a plena luz del día o a plena noche oscura, para que el invierno, trémulo y helado, entre a abrigar mi corazón, aún más desolado y aterido que el crudo invierno en tierras de Castilla.

María Jesús Villarroya

poesía


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Insípido

He buscado un lienzo en el que romper esta niebla espesa que envenena mi mente: un lugar en blanco en el que vomitar mis sentimientos y la amargura que me produce abrazar al aire, subir al Everest sin botella de oxígeno... sin ganas, sin iniciativa. He buscado un lugar en el que pintar fracasos, donde mis manos se han rebelado como el gran pez lo hizo con Hemingway y en el que lo único que consuela es ver una bombilla solitaria colgando del techo. He intentado proteger los recuerdos de una erupción de realidad, de un tornado de Días de Acción de Gracias pasando ante mi ventana, de un tsunami de buenos deseos como los que me llegan al teléfono móvil cada 31 de diciembre


o las citas que se planifican el mismo día de mi cumpleaños… y que sé que no se harán. Pero al final por mucho que me esfuerce en colorear tu nombre y en emborronarlo con típex hay algo absurdo que me queda en la mueca que se pone sobre mi cara ante tu felicidad: No hay otra cosa.

María Jesús Juan


Para que las mañanas sean longevas córtales la luz, súbelas al monte, despéñalas por sus propias grietas, reviéntales el viento en el rostro.

Durarán un poco más, es posible, retendrán tanto océano en las pupilas que serán altas y esbeltas, casi una sombra, chorrearán un bosque y nadie lo escuchará. Su amor será un silencio sin alma. Iván Vergara


Metempsicosis “Es que a nosotros nos mueve todo lo que sea amor.” Pepo Sánchez (poeta, aunque lo disimule).

¿Qué hacer ahora, si sólo te queda una carencia, cuando no tengas mordeduras e incluso la sangre se te queda de brazos cruzados? ¿Y este momento entonces, donde te cae el peso de tantas ausencias como si fuera tu piel un rompiente de su oleaje y es la soldadura en unos labios alejándose un clavo atrozmente hundido en tu memoria, fuera el exacto cuando tus latidos acaban siendo escombros de un campanario? Qué hacerte en las entrañas sino un convenio con una caligrafía amarga pero hermosa a la vez: Tú, asómate por los ojos a mirarte,

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de metamorfosis


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como si cada pulso, cada sentimiento, cada afán, hubiera sido una gestación y tu corazón fuera en realidad un madero donde tanta vivencia a golpes con su lengua de cincel hubiera ido tallándote el alma. Tú, asómate por la garganta a decirte, y advertirás cómo a aquellos con los cuales compartes afectos los invistes con nombres esenciales, les llega el relámpago de tu voz dejándoles una naturaleza de palabras que sanan lo devastado. Así, a dedales, tú también te vas llenando de confianza, sabes que has florecido para esto componiendo tu propio horóscopo donde estrujas todas las margaritas y el aceite que destilan va iluminándote los ojos antes de alzar el vuelo. Ewal Carrión


Anne Carson Estás leyendo La belleza del marido de Anne Carson , y anotas para un libro cosas sueltas, frases, ideas, por ejemplo: “Su telegrama (al día siguiente) decía Pero no llores por favor nada más. Cinco palabras por un dólar.” O el título del tango séptimo: “PERO PARA HONRAR A LA VERDAD QUE ES LLANA Y DIVINA Y VIVE ENTRE LOS DIOSES DEBEMOS (CON PLATÓN) INVITAR A BAILAR A LA MENTIRA QUE VIVE ALLÍ ABAJO ENTRE LA MASA DE LOS SERES HUMANOS TRÁGICOS Y TOSCOS” Aquí has dejado el lápiz, Son tantas las palabras que podrías: subrayar “La primera.


Hay algo de filo nuevo y ardiente en la primera infidelidad conyugal. Taxis para arriba y para abajo. Lágrimas. Grietas en la pared que recibe el golpe. Luces encendidas hasta altas horas de la noche. No puedo vivir sin ella. Ella, la palabra que estalla. Luces todavía encendidas de mañana.” O cuando lees, casi al final del libro: “Esperando el futuro y a los dioses, marido y mujer descansaron, como descansan los jugadores transgrediendo las reglas de juego, si fuera un juego, si conocieran las reglas, y lo era y las conocían”.

Antonio Aguilar Rodríguez


13 rosas A Julia Conesa, rosa

No florecerán las rosas en este poema; les arrancaron sus versos a golpe de lápida. Y es que a Julia le aguardaba una inmortalidad de humo, de piedra rota y hueso joven, que hubiera cambiado sin dudarlo por pasar de largo por la vida, pero viviendo. No florecerán las rosas, ya no más, serán de piedra o de Dios, no importa

y pasarán los años y la lluvia.

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Pero soñarán con el barro y con la primavera


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Las rosas no florecerán. Quedarán ya para siempre cosidas sobre una bandera, tintada con todos los colores del humo. Ayer por la mañana ganaron las espinas de plomo, de nuevo, y la inmortalidad será un precio demasiado barato por una vida no vivida. Y todavía queda el barro, y la lluvia, y los colores. No, no florecerán las rosas hoy, no en este poema. Eso sí, más allá de las fronteras de estos versos son impensables las lápidas. Tomás García-Purriños


Cuídate de mí

Cuídate de mí. De mi frágil equilibrio, de las batallas que albergo, de las guerras que pierdo, de mi lobo en plenilunio, de las promesas que sabes dejaré sin cumplir. Cuídate. De aquel sueño azul que compartí contigo, de la penumbra de mi zaguán, del síntoma y mi enfermedad, de mi precipicio, mi vértigo, de mi espejo vacío de quimeras, de aquel charco reflejando tristezas.


Cuídate de mí. De esta agilidad mía para ser, simultáneamente, herida y cicatriz, hoguera y cenizas, poema y silencio.

Silencio.

Álvaro Bellido


Epitafio para un poeta menor de antología

Nada es tan inaudito como la propia muerte. Después será la música el mejor epitafio. M. Sanz.

Luché por no ser nadie, por no llegar a nada. Abandono la vida por desidia.

Ramón Bascuñana

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Mamá

Respirar es difícil cuando sientes que el aire que respiras no es tuyo, que se acaba de manera inevitable e inminente. Sientes miedo, porque ese castillo de naipes que tú mismo construiste se cae, se cae y no puedes hacer nada para evitar la catástrofe. Y todas esas personas que metiste dentro para protegerlas porque las querías van a morir y tú con ellos y será tu culpa por no haber hecho (o sido) lo correcto.


Solo hay un arma que pueda salvarte y no está en tus manos. Es el corazón de una madre que late acompasado con el tuyo, es el calor y el cariño capaces de curarlo todo, es un abrazo, cinco palabras “no te preocupes, duerme tranquilo”, es el perdón ansiado largamente, el desatar las correas de tu camisa de fuerza, solo ella tiene la llave y serás libre cuando su corazón vuelva a latir acompasado con el tuyo, cuando la tolerancia haga detonar todos los prejuicios y el amor gane la guerra. Pablo Serrano Torres


Salir corriendo Hoy es de nuevo silencio Y mil kilómetros justo en medio, Dividiéndonos en reinos diferentes, Enfrentados, Esperando el grito para empuñar armas Y atacar al enemigo. Pero por alguna extraña razón, No desenvainas la espada, Impasible asistes a esta lid, Mientras yo quiero huír Sin mirar atrás, Salir corriendo, como soldado aterrorizado, Al darme cuenta que esta guerra Requiere otra artillería.

Marta Delgado


Alicia Miquel Navarro ©

poesía


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Phylum: Arthropoda Subphylum: Chelicerata Clase: Arachnida Orden: Palpigradi Los palpígrados Son animales ciegos Son animales incoloros Son animales casi invisibles Muchos podrían preguntarse Si los palpígrados realmente existen Pero yo creo Que ellos también aman Apasionadamente Y también sé Que cuando las cosas les salen bien Se reproducen.

Hugo Cano


Pliego de voluntades

Te suplico que me hables del mar me gustaría dormirme justo el minuto antes con el sonido en la mente de la ola encelada que se frotaba contra la orilla ya sabes, la ola que hacía cantar a los guijarros fluorescentes como un instrumento africano. Recuerda el mar, tanta sal regalada en sus playas, que llegará a fundar salivas. Acuérdate, tantos granos de arena como miedos adheridos, tantos granos de arena atrapados en los pliegues. Acuérdate del mar, del beso que se enroscaba entre ola y ola y que te robé o que me robaste, no recuerdo: las dunas fueron los testigos, las dunas y el viento impertinentes.


Acuérdate del mar, no le traiciones, cuando hables de él hazlo con respeto, imagínatelo como un héroe y que sea tu modelo: tanta fuerza, tanta rebeldía y sin embargo el mar es tan solo el que está conforme. Óscar Navarro Gosálbez


Demian*

I Para contar mi historia sufre la criatura: mitad hombre y mitad abismo.

II con nostalgia y rostros humanos, el deber y la culpa por todas partes buscando refugio en la madre en el mundo prohibido en nuestra casa ―cuya maldad profunda, agradecida, duraba instantes― me dejarían en la estacada.

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poesía III Pensé escaparme; me entregué a mi desgracia. No me pertenecía.1

Sara J. Trigueros

1

* Este poema estaba dentro de un texto en prosa del escritor alemán Hermann Hesse. Mi tarea consistió, primero en ver el poema; luego taché el texto sobrante, realicé algunas mínimas modificaciones y, por último, dispuse las líneas en versos**. ** Esta nota al pie estaba dentro de un libro del poeta español David González. Ya saben en qué consistió mi tarea.


El árbol de la vida

Oigo caer las piedras que arrojamos, transparentes como cristal a través de los años. Tomas Tranströmer Aún escuchas aquella luz silente y calma. En secreto deseas, de nuevo, curar su membrana herida por la contundencia de la piedra. Ya no preguntas de qué mano, ni qué anillos afirmaron su genealogía. Por fin desconoces las fronteras de la infinitud. Así tu voz, alamar del tiempo, como un guijarro iridiscente por virtud del agua, dice que nada es sino la lluvia:


poesía Corolario, canto, plegaria. Plancton del mundo. No podremos, sin embargo, evitar que también nos traiga herrumbre -y, aun así, quizás, sea hermosoni olvidar que una vez fuimos de ella, y en ella, por su lengua verdadera, bendecidos.

Mamen Piqueras


Tregua “Christmas is for sharing” “La Navidad es para compartir” (Mensaje navideño de la cadena de supermercados británica Sainsbury´s)

A los soldados caídos en la 1ª Guerra Mundial. Cien años más tarde, sentimos el frío de aquellas trincheras, el aliento de los soldados, las manos machacadas y sin fuerza, el silencio rojo de la noche sin sangre, el pájaro que se posa en la alambrada y no canta. Las horas de guardia se tornan insoportables. ¿Cuánta miseria cabe en un hombre? De repente, unas voces se alzan entre el odio y se escucha un “Stille Nacht” cada vez más potente desde el lado enemigo. Un disparo seco. Una cabeza blanca con las manos en alto se eleva y sale como un Cristo Redentor.


poesía

Los soldados del otro bando elevan sus roncas voces, copan los árboles de caracolas y sobres de música que siguen retumbando en nuestros tímpanos cien años después… Enemigos que se cruzan en la Nochebuena de 1914 y no pueden odiarse. Según algunos, el partido de fútbol nunca tuvo lugar, tampoco el intercambio de regalos. Me conformo con pensar que no es posible la idea de la muerte la noche de Nochebuena, entonces y ahora, que tú también me das una tregua.

Piroska


¿es esta ciudad lamento desesperado o inmensa fábrica de luz? los paraguas las señoras elegantes los mendigos la noche las señoras y la tez cenicienta de sus niños apagados sus niños envejecidos palpitando al ritmo de los semáforos sollozando en el patio frío del recreo en los andenes los niños huecos de pena bajo el cielo plástico de París las sirenas a cada rato el efecto Doppler de las sirenas encendiendo en los ojos la duda una sombra roja de alerta la posibilidad de un peligro oculto tras los contornos


poesía

que pronto cristaliza en el gesto el canal Saint-Martin el lento beso líquido de dos enamorados un suicidado en el metro una incidencia el silencio del vagón la interrupción del servicio parece silencio pero el silencio no existe y aunque se puede escuchar lo que no existe lo que se oye es el fragor ahogado el rumor casi extinguido de una idea que tiembla cuando las superficies de los asientos de los abrigos de los zapatos de las muecas vanas de los pasajeros están a punto de quebrarse ¿qué sucederá entonces? ¿será entonces París campo absorbido por el tiempo? ¿o noche interminable de verano?

Gala Hernández


XVI La rama nunca se desgaja limpia del leño, deja en suspenso las estaciones, llena el tronco de líquenes y torna en caducas las hojas que pensábamos perennes. Porque llegada la hora de la poda, una vez esperada la formación del árbol y el tiempo de la fructificación no ha sido posible (menguado el árbol y sus frutos), solo queda la restauración del corte. Pero una poda tan violenta, un deseo tan antinatural de vida, deja una herida abierta en sus nudos difícil de cicatrizar. La sangre brota inesperadamente y con el primer agua, cuando la vida parece abandonar la corteza,


poesĂ­a

queda un reguero de recuerdos resbalando tronco abajo, un llanto silente y cavernoso que convierte el aire en negra espesura. La rama nunca se desgaja limpia del leĂąo, deja paso a un tiempo de orfandad, a una soledad desprendida de unas ramas ya sin pĂĄjaros posados, una lluvia de cenizas que anega el alma porosa, un silencioso tiempo para digerir en silencio los cristales.

Alberto Caride


Génesis “Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras”. Julio Cortázar, “Continuidad de los parques”(1964). “El Poeta es un pequeño Dios” Vicente Huidobro, El espejo del agua (1916).

Al principio fue el verbo. Y el verbo se hizo carne, emergió del lodo y vomitó el meconio bajo la lluvia. Tiritando, desnudo, sintió, como un cuchillo, el aire herir sus pulmones inéditos. Sus ojos se abrieron y recorrieron la ciénaga, buscando la ruta de salida del arroyo oleaginoso que lo arrastraba. Comenzó a usar brazos y pies en el centro de la noche líquida hasta vencer la corriente. Pisó tierra firme. Tras varios intentos caminó al fin erguido sobre la maleza y el espino. Ensangrentado, furioso, venció el límite del bosque y descendió la montaña. Encontró su camino. Vio salir la luna y le pareció hermosa. Selene lo acompañó carretera abajo. Se hizo la luz en los cegadores faros de los coches. Aprendió el odio a los hombres, abrazado por la fría soledad, en el silencio que se abre tras el rumor de motores que no se detienen, uno tras otro, alejándose. En las gasolineras, conoció el miedo, desechó la compasión y fue seducido por la muerte. A ella se entregaron sus manos afanosas para llenar el estómago deprisa. Su pan fueron dos cuerpos, cuatro ojos inmóviles, bañados por lágrimas de no entender. Enardecido con el sabor de la sangre, siguió inflexible su rumbo a la ciudad, adonde llegó cuando el día descansaba aún bajo los edificios. Dejó atrás los suburbios. No se recreó en las flores, hermosas, de los jardines. Por desiertas avenidas de persianas bajas, como dibujado, vio aparecer su reflejo, monstruoso, en los escaparates oscuros. ¿Qué imagen y semejanza de qué dios que se precie podía explicarlo a él? Mirándose allí, torvo y tenebroso, consumido por un dolor cetrino, por su imaginación desfiló su futuro como una hilera de palabras fatales. Entendió qué hacer. Tenaz, prosiguió su camino. No se detuvo hasta encontrar el portal, abierto, como tantas veces habría de aparecer en sus sueños, una imagen, grabada en el instinto, como la sed o el hambre. Nadie salió a su encuentro por las escaleras. Nadie en el rellano impidió que ingresara


narrativas

al apartamento. Nadie ha impedido, al alba de esta noche insomne de temprana primavera, que cruce la puerta del escritorio, con los brazos extendidos, y es como si desde la sangre galopando en los oídos me llegaran sus palabras, cuando lo veo ante mí, mirarme fijamente, mientras escribo estas líneas, para llamarme “¡Padre!”. En unos segundos todo se habrá cumplido. No habrá más que decir. Los dos dormiremos la utopía del silencio.

Jesús Montoya

Cicatriz de palabras Una semana después de tu muerte, llené la bañera y me metí desnuda con tu cuchilla de afeitar. No lo dudé. Un corto profundo en cada muñeca y el repiqueteo de las gotas en el suelo, marcando el pulso escurridizo. Antes de hundirme hasta el fondo, vi que la sangre se volvía negra y una catarata de glóbulos de tinta llenaba charcos de letras. Las palabras salieron a flote. Y así, en el suelo del baño por la muñeca izquierda comencé a leer tus dedos en el piano, los raviolis con carne que preparabas los domingos, tus ojos en mis muslos, mis manos doblando tus camisetas, tu barba llena de salitre. Por la otra muñeca pude leer la huella en tu lado de la cama, las teclas mudas, las manos sin rumbo, un plato con restos a medio comer. Poco a poco mis venas se vaciaron de historias y ahora vivo con una cicatriz de palabras en cada muñeca.

Nuria Sierra Cruzado


El ojo del señor pérez

El señor Pérez venía a casa cada domingo, acompañado de su ojo estrábico. El señor Pérez era aburrimiento puro en traje marrón y corbatita verde bosque. No había nada en su aspecto ni en su conversación o en su tono de voz monocorde que no levantara mal disimulados bostezos de aburrimiento mortal, excepto aquel ojo viajero, ligeramente más claro que el otro, como cubierto de un leve velo y que parecía tener vida propia. Trabajaba desde siempre como pasante de un despacho de abogados que tenía cuenta en el banco donde papá ejercía de contable. En una ocasión en que mamá llevó a Zita al médico y pasó a saludar a papá, lo conoció. Ese día, por alguna razón que nuestros padres aún no consiguen explicarse, invitaron al señor Pérez a tomar café. Quizás fue porque Zita se reía como loca con el Señor Pérez. El domingo por la tarde, mientras mi madre servía una taza de su aromático café con canela, que perfumaba toda la casa, el ojo del señor Pérez nos hacía guiños a Zita, a Manoli y a mí, que soy el mayor. El señor Pérez hablaba del tiempo que hizo en el mes de marzo del año anterior, de la temperatura que estaba haciendo este mes de marzo y de la que probablemente haría el mes de marzo del año siguiente. Mi madre ponía los ojos en blanco cuando pensaba que nadie la miraba y echaba un disimulado vistazo a su reloj de pulsera. Mi padre miraba hacia la ventana y exhalaba un suspiro que podía querer decir: “¡pues vaya con marzo!” Pero que en realidad quería decir: “madre mía, qué tostón”. Entretanto, el ojo estrábico del señor Pérez nos perseguía por toda la sala. Si se despistaba un momento y nos perdía de vista, el ojo giraba en la órbita como una brújula loca. Cuando por fin localizaba a uno de nosotros, el ojo brillaba de entusiasmo. Mi padre nos miraba extrañado y se volvía luego hacia a mi madre: -¿qué les pasa a estos niños hoy? Están rarísimos. A la hora de despedirse, el señor Pérez no nos miraba: - Adiós niños - Adiós señor Pérez


narrativas

Pero su ojo iba saltando de uno en otro con alegría y agradecimiento. Cuando le operaron de aquel ojo único y lo dejaron inmóvil para siempre, ya no lo volvimos a ver por casa nunca más. A veces Zita se tapa un ojo con la mano y nos dice: “¡vamos a jugar al Señor Pérez!”, pero lo dejamos enseguida con tristeza. Ramona López

Te doy mis ojos Nos dijimos tanto con una mirada que decidí permanecer callado el resto de mi vida. Y a día de hoy nuestro hijo es la única persona que puede decir, sin miedo a equivocarse, que tiene los ojos de su padre. En un bote de cristal. Luis Sánchez Martín

La estrella Esta noche el equilibrista pretende complacer a su público, sabe que en el fondo niños y adultos esperan verlo ser un desastre de viseras en el suelo. Da un paso, pero es firme como el de una araña. Aprieta la mandíbula por enojo, la memoria corporal quiere repetir el mismo acto de cada función. Se dice a sí mismo que esta vez nada impedirá que caiga, se ha hecho una promesa: innovar el espectáculo. Debe concentrarse en trastabillar, pero sin que se vea la intensión. Sabe que sólo los más grandes tienen la habilidad de cautivar al espectador. Avanza un poco más, en un movimiento sorpresivo suelta la barra de equilibrio de manera dramática. Un grito ahogado llena la carpa de circo, la red de protección ha detenido al equilibrista. Atzaed Arreola


El sicario Soy prolijo, actúo con coherencia y no dejo rastro. En veinte años de servicio no he fallado ni en un solo punto. Los que debían desaparecer, desaparecieron; y lo que no debía pasar, nunca pasó. Me reuní con mi contratador en la oficina de siempre, entre un centenar de papeles y de ficheros; me pasó el sobre, el dinero y los archivos. –Que no quede ningún cabo suelto –me dijo como si desconociera mi profesionalismo. A modo de respuesta di un portazo que hizo temblar las persianas americanas. Esta noche prenderé mi computadora, abriré el sobre, contaré meticulosamente el dinero y por último veré los archivos para conocer a mis víctimas. Cuando la noche al fin escampe habré borrado del mapa a una generación entera: ocho personajes, su casa, su gato y hasta su perro. –La novela es demasiado larga... –me dijeron los de la editorial–. Haz lo que debas hacer. Juan Manuel Montes

Cinéfilo Su pasión por el cine lo animó a escribir un guion sobre su vida. Trabajó en la línea argumental, fue puliendo personajes, ajustando diálogos. El trabajo de meses le reveló que él era un personaje secundario.

Marcela Georgina López Hernández


narrativas

La práctica del sexo en altura y lugares famosos: ensayo sobre una patología sin resolución Un sexópata es un adicto al sexo. Es el individuo que pone en riesgo su integridad personal, en especial aquellos que lo practican en altura. Estas habilidades lo convierte en un deporte de riesgo, experimentado por numerosos grupos de especímenes que no pueden poner freno a la adrenalina. A esta cofradía de los adoradores del sexo extremo, se suman los que lo hacen Dogging en la Torre Eiffel en Francia, el Empire State en Nueva York, La Gran Muralla China, el Kremlin en Rusia, las Torres Petronas en Kualalumpur, Malasia. Ambos colectivos destacan del resto de la humanidad que lo circunscribe a la intimidad. No lo hacen como exhibicionistas, ni como sufrientes o enfermos, sino que disfrutan la patología denominada “sexoheroina” que produce la misma excitación de la droga llamada “caballo” o “ adormidera”, y en el desenfreno muchos de ellos cabalgan, vuelan, y se duermen en el cielo. María Ester Correa Dutari

Ahora que nuestros nombres se escriben en piedra ¡Qué raro que me llame Federico! Federico García Lorca

Hasta los once años me llamé Federico, a pesar de que a mis padres no les convencía mucho el nombre. No está formado, decían. Cuando se le escriba en la cara, le pondremos uno más afín. Y así fue: a los doce, con el cambio de voz, decidieron que Federico ya no correspondía con mi talante, que el mejor nombre que me podía ir para la adolescencia recién estrenada era el de Francisco,


Paco para los amigos. Este nombre me duró justo hasta la noche de bodas, cuando en pleno éxtasis, mi mujer me llamó Carlos. «Me casé con Paco y me desvirgó Carlos», era la típica broma que solía hacer a los conocidos. Desde entonces, he cambiado de nombre en cuatro ocasiones más. A veces incluso solapando épocas: en la oficina y en el gimnasio me sentía Luis, pero el cuerpo me pedía ser Raúl para echarme los faroles en la partida de póquer de los jueves. Mis amigos, los de toda la vida, se confundían. Para no marearlos demasiado y evitar malentendidos, consentí en colgarme al cuello una medalla bien visible con el nombre vigente grabado. Aun así les costaba, decían que no era normal, que ellos habían nacido con uno y que el mismo les habría de durar toda la vida. Yo les decía que habían tenido suerte, que sus rostros se habían amoldado a sus nombres, que los habían aceptado. Para tranquilizarlos les decía que algún día, todos nos llamaríamos igual.

Del libro: Vosotros los muertos, Cuadernos del Vigía, 2016.

Ginés S. Cutillas

Todo lo que queda Se lo pregunto no porque quiera ser pesada, aunque Carlos lo crea. Ahí va María, me dice siempre, la hermana pequeña y tonta que nunca se acuerda de nada. No, se lo pregunto porque ya llevamos una hora desde que salimos de casa, una hora, Carlos, no fastidies, me duelen los pies, el pecho se me ha vuelto a helar. Pero Carlos no dice nada. Asustada, miro hacia atrás, pero ya no veo la barriada de donde venimos. El campo está oscuro, tan oscuro que creo que el cielo se lo ha tragado mientras corríamos por las acequias. Y entonces Carlos me llama. Mira, me susurra, tan cerca que siento el vaho en mi cara. Mira, me repite. Y yo lo intento. Levanto la vista de la tierra, hacia arriba, y entonces me parece que lo veo.


narrativas

A la izquierda. Parpadeos intermitentes, racimos de luz que no pueden ser estrellas. La autovía. Está llena de vehículos. El aire se lleva el sonido de los últimos motores. Son los últimos, me explica Carlos. Volverán cuando arranque la temporada alta, pero por ahora se van. Se van todos, repite, como si fuera un conjuro secreto e íntimo, hasta que vuelve a despertar. Deprisa, vamos. Y yo le sigo, claro, aunque Carlos siempre me diga que soy demasiado pequeña y tonta para saber cómo está hecho el mundo. Avanzamos en la oscuridad hasta que nuestros pies chocan con baldosas quebradas. El paseo marítimo. Esquivamos los extraños cuerpos de la noche, quioscos cerrados por el fin de temporada. Vamos, me repite Carlos tirándome del brazo, hasta que el olor me llega, un olor tan fuerte que me dan ganas de vomitar. Para. Y yo me paro. Frente a nosotros se mueve una gran oscuridad. Huele a algas descompuestas. Cosas que quedan atrás y el mundo olvida. Allí también hay destellos de luz: líneas de espuma blanca, que vienen y van. Entonces lo recuerdo. Estamos al borde de las escaleras. Miro bajos mis pies y los distingo. Sí, allí abajo. Animales grandes y pequeños, revolcándose los unos contra los otros, luchando por la basura hundida bajo la arena. No te separes de mí, me dice Carlos. Y yo no lo hago, aunque él crea que lo voy a hacer, aunque crea que su hermana pequeña es tonta y no recuerda nunca nada. Pero sí que recuerdo. Agarrados de la mano iniciamos el descenso a la playa, cargados con bolsas todavía vacías. Sí, lo recuerdo. Recuerdo por qué estamos aquí. Mañana es septiembre. Jose Manuel Sala


Mi mujer ideal Tengo un problema con las mujeres, lo reconozco. No es que no sea atractivo, a la vista está. No. Tampoco soy tímido y no me cuesta entablar conversaciones con ellas en los bares. Sólo necesito unos minutos de charla, unos piropos manidos y un par de cubatas y acaban realizando de buena gana el camino que lleva a mi cama. Ahí comienza el problema. Cuando estamos desnudos sobre las sábanas y los preliminares comienzan a surtir efecto en ellas, algo me pasa. Me transformo. Mi libido decae, me abrazo a sus pechos y sólo quiero que me acaricien el pelo y me canten una nana. Algunas acceden, creyendo que es un juego momentáneo, pero cuando se dan cuenta de que es lo único que deseo, abandonan la habitación entre insultos. Siempre era así, no encontraba ninguna mujer que me satisficiera. Hasta que llegó María. Ella es diferente. Me da igual que sea bastante mayor que yo y que sus formas de matrona rotunda provoquen la hilaridad de mis amigos. Yo la amo. Y es que con María todo es sencillo en la cama. Ella me deja que succione sus grandes pezones y que apoye mi cabeza en su regazo. Allí me quedo dormido mientras me canta las nanas más dulces del mundo. Ahora soy feliz. María me comprende. Y a mí me da igual que, a veces, se equivoque con mi nombre y me diga “Carlos, hijo mío”, mientras una lágrima recorre su rostro. No me importa, porque por fin he encontrado a mi mujer ideal.

Basilio Pujante


dímelo en la calle

©

“Dale la llave de la luna a los presos y a las desencantadas” Jaime Sabines.

© ÁLVARO

Calle Las Palmeras de la Cueva. Murcia


© BASI “follemos hasta que nos enamoremos” Arrecife de las Sirenas. Cabo de Gata. Almería


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Escribir con plantilla: la saga de

La reescritura, la adaptación o el revival son ejercicios que, como la parodia o el pastiche, llevan aparejados un juicio doble: el de la falta de originalidad de un tiempo o de unos creadores que acuden a materiales faltos de ingenio; o el de la agudeza del que observa en una obra o un estilo un filón para explotar. A mi modo de ver, las dos temporadas de Fargo, que Noah Hawley ha creado para FX hasta el día de hoy, participan de ese juicio doble.


En primer lugar, la producción de esta serie, que cuenta con el beneplácito de los Cohen, revela un cierto agotamiento en la fórmula de la serie. O, al menos, eso noto yo últimamente, me cuesta trabajo encontrar una serie a la altura de los Soprano o de The Wire. No niego que sigan saliendo producciones de interés, como Breaking Bad o Juego de tronos, pero incluso estas últimas me resultan de mucha menor enjundia, por muy grande que sea las emociones o la espectacularidad que generan. Así, la vuelta al desolado y cruento paisaje de Fargo sería el síntoma de una mengua de la creatividad o, quizá, de una sobredosis de ficción serial, abrumados como estamos al aluvión de producciones que hay hoy en día.

Por la otra cara de la moneda, Fargo se revela como un soberano acierto. Y es que la serie no se limita a revivir la historia que lanzó al estrellato definitivo a los hermanos Cohen, si no que opta por una forma más ambiciosa, que consiste en retomar emplazamiento, tipos y la historia para recrear en nuevos episodios y personajes del original. Así, a los múltiples guiños a la película primigenia les acompañan otros tantos que remiten al resto de la filmografía de los Cohen para delicia del fanático y homenaje a los genios.


Obviamente, la serie nos reenvía fundamentalmente a aquella tragedia algo grotesca de los noventa a través de sendas temporadas, emplazadas en la primera década del milenio y hacia finales de los setenta, respectivamente. Las tramas y los personajes imitan de cerca el original, pero sin reproducirlo, y nos devuelven, claro está, al mismo lugar, un espacio. Dicho emplazamiento cubre aproximadamente la franja vertical que se encuentra entre las Dakotas y Minnesota. Caracterizado por cierta desolación, por los apellidos escandinavos y el acento algo cómico de sus habitantes y por un clima casi más propio del ártico que de los Estados Unidos, el espacio tiene como epicentro siempre en Dakota del Norte (estado que, según reza la estadística, recibe el menor número de visitantes de todo el país), concretamente la ciudad que da nombre a la producción. La vuelta es también, como decía, a un tipo de protagonista. Y no me refiero a las humildes gentes y sus buenos policías, personajes que, en su sencillez y humildad, ofrecen un consuelo al espectador y un contraste frente a los psicópatas taciturnos y enigmáticos, a los que tampoco me estoy refiriendo. Los sujetos en cuestión son aquellos que ocupan el auténtico centro de la historia y que, de un modo u otro, encarnan la mediocridad. Jerry Lindegaard, Lester Nygaard, y la pareja que componen Peggy y Ed Blomqvist viven acuciados por un cierto sentimiento de inferioridad o de insatisfacción. Insignificantes pero hasta cierto punto determinados, todos ellos cruzarán accidental o voluntariamente la frontera entre la normalidad y el crimen. Ahora bien, esto será siempre consecuencia de una acción pusilánime. Quizá es en esto en lo que yace el auténtico horror de Fargo y la clave para entender la vuelta repetida a este espacio tan inhóspito como anodino. Volver a Fargo es, entre otras muchas cosas, volver a dirigir nuestra mirada hacia esos seres insignificantes y atribulados, de humildes sueños y de rostro triste, capaces de cometer lo abominable por pura mediocridad moral. Y así quizá entendamos la mendaz declaración con la que empiezan todos los episodios de la saga: “Esta historia está basada en hechos reales.”


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Toni Rivas


perversiones

Jacques PrĂŠvert simplemente palabras

Gracias a Tama, Cristina y Guiomar


Alabado por Trauffaut como el “mayor guionista francés”, escribió para Jean Renoir “Le crime de M. Lange” entre otras tantos títulos. El poeta Jacques Prevert alcanzó gran popularidad durante el periodo de entreguerras. Sus canciones se convirtieron en himnos generacionales en la voz de Juliette Greco, Mouloudji, Yves Montand, los hermanos Trenet o la música de Joseph Kosma. Hacia el final de una carrera dedicada a la dramaturgia y el cine, buscó en la escritura de relatos infantiles la poesía que se siempre se oculta en ellas. Reivindicativo y progresista, Prévert recopiló su obra poética en la famosa antología Paroles en la que se incluyen los poemas cet amour, pour faire le portrait d’un oiseau o los que se siguen a estas palabras. El humor agudo e incisivo, el ingenio subversivo y el tono coloquial caracterizaron su verso que resistiría a la censura grancias a su traducción en numerosos idiosmas y que en la España de la posguerra sobrevivió como objeto de culto. Hace ya 17 años del centenario de aquel incorformista de vanguardia bajo cuyo aliento palpitaba la libertad sin límites. A veces con ternura, a veces con crudeza, pero siempre en la versión más natural y rítmica del verbo cotidiano, simplemente palabras. POUR TOI MON AMOUR

PARA TI MI AMOR

Je suis allé au marche aux oiseaux Et j'ai achete des oiseaux Pour toi mon amour Je suis alle au marche aux fleurs Et j'ai achete des fleurs Pour toi mon amour Je suis alle au marche a la ferraille Et j'ai achete des chaines De lourdes chaines Pour toi mon amour Et puis je suis alle au marche aux esclaves Et je t'ai cherchee Mais je ne t'ai pas trouvee mon amour

Fui a la parajería y compré pájaros Para ti mi amor. Fui a la floristería y compré flores para ti mi amor. Fui a la chatarrería y compré cadenas pesadas cadenas para ti mi amor. Y después, fui a la subasta de esclavos Y te busqué Pero no te encontré mi amor


perversiones

JE SUIS COMME JE SUIS

YO SOY ASÍ

Je suis comme je suis Je suis faite comme ça Quand j’ai envie de rire Oui je ris aux éclats J’aime celui qui m’aime Est-ce ma faute à moi Si ce n’est pas le même Que j’aime chaque fois Je suis comme je suis Je suis faite comme ça Que voulez-vous de plus Que voulez-vous de moi

Yo soy así Estoy hecha así cuando tengo ganas de reír sí, me parto de risa Amo a quien me ama qué culpa tengo Si no es al mismo al que siempre quiero yo soy así Estoy hecha así ¿Qué más queréis? ¿Qué queréis de mí?

Je suis faite pour plaire Et n’y puis rien changer Mes talons sont trop hauts Ma taille trop cambrée Mes seins beaucoup trop durs Et mes yeux trop cernés Et puis après Qu’est-ce que ça peut vous faire Je suis comme je suis Je plais à qui je plais Qu’est-ce que ça peut vous faire Ce qui m’est arrivé Oui j’ai aimé quelqu’un Oui quelqu’un m’a aimée Comme les enfants qui s’aiment Simplement savent aimer Aimer aimer... Pourquoi me questionner Je suis là pour vous plaire Et n’y puis rien changer

Estoy hecha para gustar Y nada lo puede cambiar Mis tacones son demasiado altos Mi cuerpo tiene demasiadas curvas Mis pechos están demasiado duros Mis ojeras demasiado oscuras Y además, ¿Qué os importa? Yo soy así Gusto a quien gusto ¿Qué os importa lo que me pasó? Sí, que amé a alguien Sí, que alguien me amó Como los niños cuando se aman que simplemente saben amar, Amar, amar... ¿Por qué tantas preguntas? Estoy allí para gustaros Y nada lo puede cambiar


LE JARDIN

EL JARDÍN

Des milliers et des milliers d’années Ne sauraient suffire Pour dire La petite seconde d’éternité Où tu m’as embrassé Où je t’ai embrassèe Un matin dans la lumière de l’hiver Au parc Montsouris à Paris A Paris Sur la terre La terre qui est un astre.

Miles y miles de años no serían suficientes para decir El pequeño segundo de eternidad en el que tu me besaste en el que yo te besé Una mañana bajo la luz del invierno en el parque Montsouris de París en París sobre la tierra la tierra que es astro.

PREMIER JOUR

PRIMER DÍA

Des draps blancs dans une armoire Des draps rouges dans un lit Un enfant dans sa mère Sa mère dans les douleurs Le père dans le couloir Le couloir dans la maison La maison dans la ville La ville dans la nuit La mort dans un cri Et l’enfant dans la vie.

Sábanas blancas en un armario sábanas rojas en una cama un niño en su madre su madre en los dolores el padre en el pasillo el pasillo en la casa la casa en al ciudad la ciudad en la noche la muerte en un grito y el niño en la vida.

Juan Manuel Sánchez


CHERRY, el genio maldito En Murcia salen muchos discos al cabo del año. Demasiados, incluso. Los estudios de grabación de la Región echan humo y las bandas se empeñan en sacar elepés a los que, en muchos casos, les sobran la mitad de las canciones. El sencillo (como formato) en España hace mucho tiempo que dejó de estar de moda, si es que alguna vez llegó realmente a estarlo, y los epés suenan a chiste u obra menor; no son ni una cosa ni la otra. En fin… se les hace poco caso. Con todo este viento en contra, en 2016 vio la luz una maravilla de apenas nueve minutos llamada ‘Cachano’. La última de Cherry, el alter ego de Nino García. Un músico singular, muy prolífico y uno de los grandes tapados/olvidados de la escena local. Quizá porque da pocos conciertos, porque no necesita músicos adicionales para grabar ni tocar, porque le gusta controlar el proceso de creación y edición de principio a fin… Vamos, que él se lo ha buscado (y lo sabe): “Es un hándicap, esto de ir tan a mi aire. Yo me lo guiso y yo me lo como: yo me grabo, edito, hago las portadas, videoclips, hago de mánager... Es algo con lo que me siento cómodo porque me da la libertad de hacer lo que quiero, cuando quiero y como quiero. Pero muchas veces se echa en falta que alguien te apoye y te saque de la mierda cuando estás en ella. Como en todo, hay pros y contras. Pero, por encima de todo eso, necesito crear y hacer cosas que me gusten y que me liberen. Lo importante es disfrutar de lo que uno hace siendo lo más honesto posible con uno mismo”. A honestidad, de hecho, no le gana nadie. Este trabajo, como todos los demás, lo grabó en la agradable soledad de su cochera de Alhama y después lo subió a una plataforma digital. Aunque sus discos anteriores siempre han sido más extensos, las constantes vitales siguen siendo las mismas: pop experimental, dream pop, folk espacial, lo-fi, psicodelia, kraut, ambient… Imposible guardar su música en un solo cajón. Además, ¿por qué hacerlo?


“Nunca me ha gustado eso de etiquetar la música. Siempre he intentado empaparme de muchos estilos para llegar a conseguir algo que sea lo más personal posible. Me gusta que cada canción sea diferente de la otra y no llevar un estilo definido. Me gusta jugar, probar cosas nuevas . . . Si no, sería aburrido. Siempre hay influencias en las canciones que te recuerdan o te llevan a ciertos géneros. Es inevitable. Me han comparado con muchos grupos que desconocía o con los que no siento empatía alguna. Los críticos siempre tienden a etiquetar para describir lo que haces. En mi caso, lo que realmente me importa son las sensaciones que te llevas al escuchar mis canciones. No si están dentro o fuera de un estilo. Todo esto me resulta indiferente, prefiero preocuparme por otros temas. La música es para sentirla. Lo de etiquetar se lo dejo a los expertos del etiquetaje”. Aunque no se pretenda, la inspiración viene siempre de algún sitio. Y Cherry no tiene problemas en dar pistas al respecto. Es hora de poner nombre y apellidos a artistas, de la época que sean, que nunca salen de su cabeza:

En ‘Cachano’ volvieron las ‘peladillas’ con más fuerza que nunca. Hablamos de esas composiciones breves y adictivas, marca de la casa, que en el álbum anterior vieron alargada su duración, aunque solo fuera temporalmente. No son intros ni interludios… Son, sencillamente, canciones. El propio Cherry nos lo explica:

despensa melódica

“Syd Barrett, Beck, Tom York, Phillip Glass . . . estos son de mis favoritos, pero hay muchos más. Mi época preferida son los 70: Frank Zappa, King Crimson, Can, Neil Young, T-Rex, The Velvet Underground, Magma, Soft Machine, Captain Beefheart, Moondog, etc. Aunque ya me los dejé aparcados. Ahora intento no fijarme mucho en las composiciones de otros grupos y dejarme llevar más por lo que me pida el cuerpo en cada momento; guiarme por los estados de ánimo por los que paso y, sobre todo, encontrar caminos nuevos. Un ejercicio que hice para componer ‘Frío y calor’ (Foehn, 2014) fue estar sin escuchar música durante una temporada para evitar coger influencias de otros. No sé si lo conseguí, pero me lo pasé bien”.


© JULIA LOMO


despensa melรณdica



“Lo de ‘peladilla’ viene por los caramelos. No por el grupo de Charlie Mysterio, sino por las golosinas. Es la misma sensación: se acaban muy rápido y siempre quieres más. Con la mayoría de mis canciones pasa algo así, por su corta duración. La idea principal es esa: dejar al oyente con ganas de más y que vuelva a ponérsela de nuevo. O que él mismo se imagine, como más le guste, lo que vendrá después. El término se ajusta a mis canciones y me siento identificado con ese concepto. Además de lo que me gustan las chucherías y comer hasta sentir el subidón de azúcar, ya que soy menos de café (excepto si es el de Nueva York, donde me hice adicto al café latte, exquisito)”. Pongan la música de Cherry y mézclenla con cualquier bebida o comida. Pero pónganla. Siempre teniendo cuidado con los niveles de glucosa en sangre, por supuesto. Imaginación, libertad, personalidad, autenticidad, talento, riesgo… Cualidades cada vez más difíciles de encontrar. Y aquí están todas.

despensa melódica

Víctor Martínez


LUCIA BERLIN Manual para mujeres de la limpieza Ahora mismo me gustaría ser Lucia Berlin. De hecho, quiero ser Lucia Berlin. Ser tan jodidamente bella como ella , beber whisky como quien bebe leche y mirar con ojos de gata fronteriza .Estar destrozada y radiante , y que me leas , y que me quieras , y que no dejes de leerme y que aunque pienses que mi vida no ha tenido jamás sentido , envidies mi vida y mis entrañas. Si; quiero ser Lucia. Y tu también querrás. Y no es porque yo sea una tía apegada a la tragicomedia y al Almax de fin de semana. Tu también querrás ser Lucia. Y cuando empieces a leerla , se te plantará en tu sofá y en tu vida y entonces decidirás que a tu vida le falta más de algo y le sobran muchas cosas. Y mirarás a Lucia y ella asentirá con la cabeza , y cometerás alguna estupidez y por eso seguirás leyendo a Lucia. Y pasado más de medio libro, verás que el número de estupideces hechas es directamente proporcional al ritmo de lectura y que te has vuelto tan alcohólico que el chino de la tienda de al lado ya te saluda por la calle. Que más da , estas enamorado de Lucia y tu vida que es una maldita locura nunca ha sido tan a Thecnicolor, porque así es Lucia , imparable y a Thecnicolor. “Manual para mujeres de la limpieza “ es el libro de Lucia , o es Lucia , ya no sé muy bien qué.


Lucia o su libro, es un descubrimiento, un Carver con genética de Liz Taylor que lleva perdida décadas por la Norteamérica más profunda y que ahora nos llega como pidiendo justicia. Y su justicia son sus cuentos , cuentos cronológicos , cuentos directos, biográficos e inventados.

Y ahora que escribo sobre ti , te me vienes otra vez .Tú y todos tus cuentos , tu manera de contar la vida , tu vida , como a disparos, como a mordiscos, como metralla metida en los huesos que duele y te gusta. Ay Lucia , ya estás aquí otra vez , yo que estaba calmadita y empezaba a tomar yogures ecológicos. Otra vez has vuelto , y me guiñas y me echas el humo en la cara. Otra vez me va a saludar el chino de la tienda de al lado y otra vez voy a ser impetuosa y gozosa y todo lo que tu quieras. Ay Lucia , por favor , no te vayas. Que te he echado de menos.

Argentina Ballester

recomendaziones

Dime Lucia….de verdad odiaste a tu madre ¿..en serio fuiste profesora, limpiadora, enfermera y enferma ¿…amabas el alcohol tanto como a tus hijos ¿..cuantos hombres fueron de verdad y cuantos te engañaron¿… Que es de verdad en ti…que es de mentira ¿.Te tengo en mi sofá otra vez sentada y sigo sin saber como narices escribiste y viviste así y nadie te vio antes. Ahora todo el mundo te lee , buscan tus escritos perdidos y adoran tus historias , y las ediciones de tu único libro en España se venden en las librerías por miles. Y mira que la edición es fea Lucia , pero es de Alfaguara , y los tíos de Alfaguara no suelen fallar ,pero joder Lucia, desde cuando te ha importado a ti eso , si a ti en el fondo te hubiera gustado ser más fea y menos real.


Š María Valgo. La entrega


ilustrados


Š María Valgo. St.Fieltrovitz

ilustrados


© Inma Luna.Fullfire


Š Fran Katiuska

Walt Whitman. No te detengas

colectivoiletrados.blogspot.com


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