Revista Digital Clave7 Nº8 Agosto 2011 AñoII

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Lluvias Extrañas Agosto de 1751 en Ávila, y que se reitera casi a diario hasta finales de octubre. “El rocío cuajado o sustancia melosa apareció muy seco, de suerte que se pudo coger hasta casi todo octubre, en cuyo mes llovió algo y desapareció”, narraba Francisco Alonso. Aunque en aquel entonces el botánico Juan Minuart, enviado desde Madrid, defendió la tesis de que todo pudiera haberse debido a una exudación vegetal, el propio Francisco Alonso demostró lo contrario, ya que según comentaba, de los vegetales no salía sino “un licor medio dulce, flexible, muy ajeno de ser maná como el que se cogió en dicho año de 1751”. La otra obra procedente de la biblioteca personal de Gabriel Sánchez, fue escrita por un monje jerónimo del monasterio de San Isidoro, ubicado en la villa sevillana de Santiponce, llamado Juan de San Joseph, y publicada en su ciudad natal a principios de 1765. Este sabio monje, perito en Física, nos habla de una extraña polución blanca que tuvo lugar la noche del 1 de Noviembre de 1764, en la frontera extremeña de Andalucía, en plena sierra de las Cumbres. “Cayó en la villa de Cumbres Mayores una especie de nieve, que causó mucha novedad, porque no se deshizo, como regularmente sucede, sino que enjugándose, permaneció la tierra blanca, y lo mismo los árboles y piedras, quedándoles pegada una especie de azúcar, que aplicado a la lengua se percibe dulce”, contaba el fraile en su libro. Lo que más indignó a los escépticos de aquel entonces, era la enorme extensión de esta extraña lluvia de maná. Poco después de la publicación del trabajo de Juan de San Joseph, nuevos testimonios se sumaron a la causa. El médico de Cumbres, Joaquín José Gil comentó que la extraña nevada había sido prolífica en muchos lugares de la periferia, “más abundante en la dehesa que llaman de abajo, pero universal a toda suerte de territorio, no solo donde había plantas y monte, sino también sobre los yelmos y campos rasos”. El propio fraile publicó poco después otro caso vivido por un religioso del lugar. Decía así: “Persona de la más delicada formalidad y exquisita lección como es fray Manuel de Fontadilla, hallándose el día de la nevada en su pueblo natal Manzanilla, observó al amanecer una gran niebla, y con ella blanqueaban todos los tejados que alcanzaban a su vista. Salió a un descubierto donde estaba una hacina

Maná (hebreo: según el libro del Éxodo, era el alimento enviado por Dios todos los días durante la estadía del pueblo de Israel en el desierto. Todos los días menos el sábado, por lo cual debían recolectar doble ración el viernes. También se encuentran referencias en midrashes judíos que el maná tenían el sabor y la apariencia de aquello que uno más deseaba. En el arca de la alianza se conservaba una muestra suya. El maná también se menciona brevemente en el Corán, en las azoras al-Baqara,1 al-Araf,2 y Ta ha,3 mencionando la fuente divina del maná como uno de los milagros con los cuales Dios favoreció a los israelitas. Clave7 27


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