Trabajo Peligroso: La Violencia Contra Periodistas Mexicanos y las Lecciones de Colombia

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$1.600 millones de dólares) y el respaldo de la Unión Europea. Los grupos internacionales, como la SIP, también han financiado actividades para dirigir la atención hacia las amenazas contra los periodistas y han abogado por investigaciones completas.15 Recién ahora en México se ha establecido la ayuda internacional para la protección de periodistas y trabajadores de los derechos humanos. La Iniciativa Mérida prevé un presupuesto de $5 millones durante cuatro años en un acuerdo con la Freedom House; se proyecta que un estudio de referencia del plan se completará este año. Parte de la ayuda se proporcionará por medio de la organización internacional sobre derechos humanos Article 19, que cuenta con programas en varias naciones destinados a la protección de los periodistas.16 En Colombia, debido en parte a motivos geográficos y culturales que se analizarán posteriormente, los propietarios de medios, los sindicatos y grupos de trabajos fueron los principales promotores del establecimiento de un marco jurídico para la protección de los periodistas. Hablaron de forma unificada para colocar la seguridad por encima de los intereses competitivos. Los medios mexicanos no han adoptado ninguna de estas medidas de cooperación y, en cambio, han permanecido, tal como se señala en La muerte de la noticia, “aquejados por la desunión y por la debilidad de su asociación de prensa.”17 “La conclusión es que los criminales atacan a los periodistas porque pueden hacerlo y porque, en la gran mayoría de los casos [los ataques] se llevan a cabo con impunidad”, indicó Javier Garza, director editorial del periódico El Siglo de Torreón en Sinaloa, uno de los estados más golpeados de México por la violencia en general y la violencia contra periodistas en particular. “La medida más importante que podrían adoptar los gobiernos federal y estatales sería investigar rápidamente todo ataque, arrestar y sancionar a la parte culpable, y utilizar dicha acción para evitar otros ataques. Pero eso no ha sucedido.” En cambio, indica Garza, su personal publica menos del 20 por ciento de la información que publicaría en circunstancias normales, y cada palabra de cada artículo es examinada cuidadosamente por, al menos, cuatro personas antes de ir a imprenta. Saber qué no imprimir es tan importante como saber qué decir, agregó. “Como sociedad, les [a los traficantes de drogas] hemos permitido que nos castren”, afirmó Garza, cuyas instalaciones fueron bombardeadas en dos ocasiones. “Seguimos mirando una película que deseamos que termine, pero nunca termina. Ya nadie está indignado, sino aterrado.”18 La cuestión de cómo proteger a los periodistas reviste de suma importancia, primero para salvar vidas y, además, para salvar lo que queda del estado de derecho y un proceso político que no está totalmente contaminado por los intereses de los narcotraficantes. Tal como se señala en el informe de 2010 de la Fundación Knight: “Los narcotraficantes han penetrado tan profundamente con sus tentáculos en todos los niveles de la sociedad mexicana, que lo que está pasando en ese país ha trascendido el contexto de una guerra entre narcotraficantes y

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