Trabajo Peligroso: La Violencia Contra Periodistas Mexicanos y las Lecciones de Colombia

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Un Peligro en Expansión Los periodistas mexicanos que cubren el tráfico de drogas y la delincuencia organizada a lo largo de la frontera entre México y los Estados Unidos durante años han caminado por una delgada línea entre informar las noticias y exponerse al peligro y a la muerte. En los últimos años, su trabajo se ha convertido en uno de los más peligros del mundo. Las organizaciones del tráfico de drogas amenazan diariamente a los periodistas con secuestros, torturas y muerte si no respetan el “código narco” de conducta en la publicación o el ocultamiento de información de acuerdo con los intereses de los carteles. Los traficantes a menudo concretan sus amenazas de formas públicas y espantosas, concebidas para aumentar el terror y silenciar más a los medios de comunicación. El peligro se ha ampliado de los periodistas de los medios de comunicación tradicionales a los blogueros y ciudadanos que publican informes sobre la violencia de los carteles de drogas en las redes sociales, como Twitter y Facebook. Y el peligro no solo proviene de los carteles. Los periodistas han señalado a políticos y agentes de la policía locales, con frecuencia en el pago de los carteles, como la fuente de la mayor parte de las amenazas.1 A medida que la violencia de los narcos se diseminó, las limitaciones tradicionales sobre ellos han desaparecido. Determinados parámetros que en el pasado los periodistas y otros comprendían, y ciertos códigos de conducta que se respetaban (por ejemplo, no se atacaba a las familias, no se realizaban decapitaciones, se les avisaba a los periodistas antes de ser silenciados permanentemente) han sido eliminados por la nueva violencia.2 En algunos casos, esto culminó en una rendición completa y pública de la adopción de decisiones periodísticas ante las organizaciones del tráfico de drogas. El Diario de Juárez, en un editorial publicado después del asesinato de uno de sus fotógrafos jóvenes en septiembre de 2010, le suplicó al cartel de Juárez, el cual se encontraba en una sangrienta guerra con el cartel de Sinaloa, que especificara al periódico qué podían escribir y qué no, habida cuenta de la realidad de que los grupos de drogas “son, en estos momentos, las autoridades de facto” en la ciudad. “Somos comunicadores, no adivinos”, se indicó en el editorial. “Por tanto, como trabajadores de la información queremos que nos expliquen qué es lo que quieren de nosotros, qué es lo que pretenden que publiquemos o dejemos de publicar, para saber a qué atenernos.”3 Desafortunadamente, el peligro para los periodistas que hacen un poco más que repetir como loros los comunicados de los narcotraficantes y del gobierno está creciendo rápidamente en gran parte del resto del país también. La violencia contra los periodistas, llevada a cabo con casi total impunidad, se ha diseminado a prácticamente todo el territorio de México. Las decenas de muertes4 y secuestros de periodistas durante la última década, y el flujo constante de periodistas que procuran asilo político en los Estados Unidos y en otros países

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