ChopperON #2

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Letras juntas Javier Arias ©

SOBREVIVÍ A UN REVENTÓN

e perdido la cuenta de cuantos kilómetros llevo en el cuerpo montado en una moto. Y la lista de anécdotas acontecidas discurre en paralelo, tanto en cantidad, como en capacidad para olvidarlas. Pero con la última no pasará lo mismo, esa no me olvida, os lo juro. Fin de semana de paseo por la Sierra de Gredos, de buen dormir y mejor yantar. Buena compañía, sol,

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apenas dos mil kilómetros para la revisión y con lo cuidadoso que soy me parecía increíble que algo así me hubiera pasado. El análisis de los profesionales que me atendieron no dejó lugar a dudas, el desgaste era excesivo y el exceso de calor al rodar provocó el reventón. En el momento del incidente rodaba en tercera a unos 80 kilómetros por hora, ¿qué hubiera pasado si me sucede 30 kilómetros más abajo, en plena autovía y rodando a 130? No quiero ni pensarlo. Ahora que nos disponemos a salir de vacaciones y nos es-

peran un buen número de kilómetros, por favor, no os olvidéis de esas cosas negras, de goma, redondas que se arrastran por el suelo. Son el único colchón, y nunca mejor dicho, que tenemos entre nosotros y el suelo. Vigilad su estado y las presiones y nunca queráis ahorrar ahí, donde la seguridad es primordial. Por cierto, he montado las nuevas cubiertas de Michelin para motos custom –la marca francesa es desde el año pasado el proveedor oficial de Harley-Davidson- y en próximos números os contaré cómo van y más cosas curiosas.

¡Vete a la porra!

l modismo tiene su origen en el enorme bastón o porra que llevaba el tambor mayor de los antiguos regimientos. Aún hoy es posible verla en los desfiles militares en los que participa una banda de música. Antes, cuando ésta no desfilaba, la porra se dejaba a la puerta de las dependencias principales, que estaban cercanas a la prevención, el lugar donde los soldados pasaban el arresto por causas leves. El oficial ordenaba al castigado lo siguiente: “¡Vaya usarced a la porra, señor soldado!”. La expresión era del todo correcta y usual, pero en la actualidad se emplea para echar de forma despectiva a alguien de nuestra compañía.

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excelente temperatura y unas carreteras diseñadas para disfrutar del paseo en moto. Ocurrió en un segundo, en una zona de curvas enlazadas en bajada, una explosión repentina estuvo a punto de mandarme al suelo. De repente y tras el ruido de la explosión, que me costó identificar, la moto comenzó a bailar salsa como posesa por el ritmo de la mejor escuela de Copacabana. Cruzada a la derecha, cruzada a la izquierda, el culo se había empeñado en adelantarme y yo trataba de impedírse-

lo girando el manillar en el sentido contrario. Con el embrague apretado (mi primer pensamiento fue que había gripado), tocando el freno delantero con más miedo que vergüenza y la inestimable ayuda de mis pies, conseguí mantener la moto en vertical y parar en el arcén. Dos compañeros que estaban detrás de mí pararon, aún más asustados que yo –supongo que el espectáculo desde fuera fue digno de youtube- y tras observar la moto comprobé que el neumático trasero había reventado. No me lo podía creer, me faltaban

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sta historia es una historia como otra cualquiera, porque, todas las historias tienen algo que enseñar, moralejas, también trivialidades y qué se yo… Desde que tengo uso de razón tengo pasión por todo aquel artefacto que cumpla tres premisas: que se mueva, que huela a gasolina, y que haga ruido, cuanto más mejor. En la vida nada es como parece, y mucho menos como queremos que sea, y por una de esas chinas que nos presenta el camino, con diecisiete años me diagnosticaron un cáncer de huesos en la pierna derecha que cambió el rumbo de mi, hasta entonces, corta vida. Fueron un par de años, muchas operaciones en ambas piernas y dosis de


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