Las porteadoras de la frontera

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Las porteadoras de la Frontera

Al Zaguan se dirige hacia el límite fronterizo entre Ceuta y Marruecos. No es la primera vez que hace este recorrido. Si bien esta vez es más temprano que de costumbre y nota que a medida que se acerca a la frontera aumenta la presencia de porteadoras con mercancías sobre sus espaldas en absurdos volúmenes, todos ellos pesados a juzgar por el rictus de sus rostros que denotan el esfuerzo del traslado. Tan subyugado queda por esta imagen que tras detenerse el bus en su destino final, al borde fronterizo, desciende y sigue los pasos de la línea de porteadoras que le lleva a una cortina de jaulas en pasillo dispuestas en paralelo y que discurren en línea recta hacia la frontera, hasta el control del consentido contrabando a cambio de la descarada “mordida”, o como quiera que se llame en árabe. Al Zaguan dejándose llevar por la turbamulta se incorpora al flujo numeroso que le arrastra en su corriente hacia el paso físico de frontera. El estrecho espacio del pasillo de ajedrezadas rejas lo absorbe succionándolo literalmente. El contacto directo y descarado de los cuerpos, como si de reses se tratara, agolpados y sudorosos de esfuerzo, crea una atmósfera de transpiración y fatiga miedosa ante el temor de verse rechazadas con la carga que soportan encima, en el caso de no satisfacer la cantidad correspondiente a la mordedura cruel. De ser así el porteador, mujeres en general, deberá retroceder bajo la mirada reprobatoria y sin piedad del funcionario. Cargadas hasta el límite, retroceder, volver a empezar para repetir el periplo. Es una lucha absurda entre el esfuerzo y la frustración que aguantan estas mujeres con resignado estoicismo, hasta de nuevo llegar al sujeto uniformado representante de la autoridad, y satisfacer a un perruno testaferro lateral, de sucia bata azul, la cifra mágica del día: 100, 200 Dh… Alguien aconseja a Al Zaguan, ante su carencia de bultos, que trate de retroceder y buscar una salida del cauce de carne y carga que amenaza con arrastrarle a su inevitable

final de portazgo. Interpelado por la autoridad de

frontera y previa presentación de la documentación se le indica la manera de salir de las jaulas por un lateral para recorrer el trayecto ínter fronterizo desde el exterior de las mismas. Desde las afueras observa ahora el paisaje de la


marea enjaulada. Caminando paralelamente a ella llega a la altura del portazgo en donde se cumple el ritual depredador. Avanza ahora sin dificultad hacia la aduana magrebí y en apenas cinco minutos con el sello estampado entre las hojas de su pasaporte se encuentra caminando hacia el último escollo del ingreso en el país: la última verja. Inspección de pasaporte: sello, fotografía y cara… cara y fotografía…


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