Programa de la obra Un informe sobre la banalidad del amor

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“Te doy las gracias por la flor fragante que me guarda en la memoria un día de mayo de tu joven vida. Y te doy las gracias por “tus” poemas. Y te doy las gracias – aunque no pueda ni deba – por tu amor.” Martin Heidegger

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ace algunos años leí una frase que decía: “Quien tiene grandes pensamientos suele cometer grandes errores”. Solo después de un tiempo reparé que quién la formuló había sido nada menos que Martin Heidegger, autor de quien recordaba haber ojeado en un viaje en tren un libro acerca de la obra del poeta Hölderlin. Entonces recordé que Heidegger, reflexionaba a partir del concepto de la mirada del artista, es decir, acerca de esa peculiar visión de los objetos que el “creador” o “imitador de la naturaleza” lanza sobre las cosas con el fin de dignificarlas y extraer de ellas todo su valor como formas. Quedé fascinado pero a la vez muy perturbado, al pensar que ese mismo hombre con ideas tan sublimes podría haber sido un nazi fervoroso y afiliado al partido. Cuando leí Un informe sobre la banalidad del amor de Mario Diament, sentí de inmediato la urgencia de poner en escena esta obra, que me hablaba del valor de lo incierto. Era una mirada de artista con la que el dramaturgo volvía a dar vida a personajes reales, sin juzgarlos y, además, me permitía enfrentarme directamente a experiencias tan primordiales, como el amor y el mal. “El amor no se agota ni es bien definido a través de una relación asimétrica… Su grandeza resuelve las asimetrías. Así lo entendieron ambos, lo que no significa que Hannah fuera esclava de Heidegger pero sí era quien debía decirle que era amado. Él también deseaba eso de ella. Fue, también, un modo de llevar a cabo su existencia, más allá de ser un filósofo.” Hace algunas semanas, el filósofo Salomón Lerner compartió reflexiones fundamentales acerca de

Heidegger: “No hay nada en su doctrina - que se mueve en el Ser Humano, la existencia - ninguna distinción que lleve a existencias judías y no judías. La gran división es entre las existencias auténticas y no auténticas. Las inauténticas son las que viven el día a día, que no se sienten interpeladas por la angustia, por el misterio, que no toman conciencia de su finitud y que, en ese sentido, - lo dice en su lenguaje – no se resuelven…no se resuelven a enfrentar la maravilla y la pobreza de ser hombre.”1 Y es así como percibo este mutuo encantamiento entre Hannah y Martin, ya que la obra teatral nos habla del amor, como una autorrevelación. Siempre he creído, que hay un momento particular para el aprendizaje, y éste es precisamente uno de ellos, cuando creo empezar a aceptar mi finitud y puedo ver con gratitud los amores vividos, y aceptar con humildad este don, no siempre comprendido, de narrar emociones sobre un escenario. Como afirmaba Heidegger, “el indicio más seguro de la creatividad de un pensamiento es la discusión que provoca”. Y por tratarse de una obra que alude a dos grandes filósofos, explicito mi agradecimiento a los doctores Salomón Lerner, Miguel Giusti, y a Adriana Añi, quienes nos permitieron profundizar para comprenderlos, no para juzgarlos. Carlos Tolentino Giuria

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Martin Heidegger, (Sein und Zeit), Ser y Tiempo, 1927



ELENCO JAVIER VALDÉS Martin Heidegger

Dramaturgia MARIO DIAMENT Dirección CARLOS TOLENTINO

CAMILA ZAVALA Hannah Arendt Participación especial en video DR. SALOMÓN LERNER* DR. MIGUEL GIUSTI* DRA. ADRIANA AÑI* *

Profesores del Departamento de Humanidades — Sección Filosofía de la PUCP

FICHA ARTÍSTICA Fotografía afiche VÍCTOR IDROGO Diseño gráfico ANTONELLA ZUMAITA

FICHA TÉCNICA Jefatura de sala SEBASTIAN VALDÉZ Jefatura de escena CHIARA RODRÍGUEZ Realización de vestuario RAQUEL FERNÁNDEZ PEDRO GÓMEZ RAMÓN VELARDE Realización de escenografía PAULINO QUISPE ALEX SERMEÑO

Maquillaje y peinados LUCIANA SALOMÓN

Operación de luces y sonido RODOLFO ACOSTA CHRISTOPHER CHOTON

Realización de video JUAN ESCUDERO

Gestión de patrocinios KAREN TENNISON

Diseño de iluminación CARLOS TOLENTINO

Asistencia de prensa y publicidad FANNY COPAJA

Diseño de vestuario RAMÓN VELARDE

Coordinación de prensa y publicidad GABRIELA ZENTENO

Diseño de escenografía CARMEN MARÍA MARTÍNEZ

Coordinación de teatro / fotografía PAOLA VERA

Producción ejecutiva IVETTE PALOMINO

Dirección técnica JUAN ESCUDERO

Secretaria de dirección CLAUDIA TASSO

Producción general CENTRO CULTURAL PUCP

Asistencia de dirección MILENA ALVA



Cuaderno XVI Mayo de 1953

[3] Sobre el amor: el amor es un poder y no un sentimiento. Se apodera del corazón, pero no brota del corazón. El amor es un poder del universo, en cuanto el universo es vivo. Es el poder de la vida y garantiza su continuación frente a la muerte. Por eso, el amor “supera” la muerte. Tan pronto como el poder del amor de apodera de un corazón, se convierte en fuerza y eventualmente en fortaleza. El amor quema, atraviesa el entre como el relámpago, es decir, atraviesa el espacio del mundo que hay entre los hombres. Si se añade el tercero, se restablece inmediatamente un espacio. De la absoluta falta de mundo (=espacio) de los amantes brota el nuevo mundo, simbolizado en el niño. A este nuevo entre, al nuevo espacio de un mundo que comienza, pertenecen los amantes, pertenecen a él y son responsables de él. Pero exactamente esto es el final del amor. Si el amor sigue existiendo, se destruye también este nuevo mundo. La eternidad del amor solo puede darse en la falta de mundo (o sea, “y si Dios lo quiere, te amaré después de la muerte”;1 esto no porque entonces no “viviré” y por eso quizá podré ser fiel, o cosas parecidas, sino bajo el presupuesto de que seguiré viviendo después de la muerte y sólo habré perdido el mundo); o bien puede darse como amor de los “desamparados”,2 no por la razón de sentimientos, sino porque con el amado se perdió la posibilidad de un nuevo espacio del mundo. Como poder universal de la vida (del universo) el amor propiamente no es de origen humano. Nada nos adhiere tan segura e ineludiblemente al universo vivo como el amor, al que nadie escapa. Pero tan pronto como este poder se apodera del hombre y arroja hacia otro, y quema el mundo y el espacio que hay entre ambos, precisamente el amor se convierte en los más “humano” del hombre, sin objetos (el amado nunca es un objeto), sin espacio. En efecto, el amor consume el mundo y da el presentimiento de lo que sería un

hombre sin mundo (por eso es pensado tantas veces en relación con una vida “en otro mundo”, a saber, una vida sin mundo.) El amor es vida sin mundo. En cuanto tal se muestra como creador de mundo; crea, engendra un nuevo mundo. Todo amor es el principio de un nuevo mundo; ahí está su grandeza y su tragedia, pues perece en este nuevo mundo, en cuanto no solo es nuevo, sino también mundo. Por tanto, el amor es en primer lugar el poder de la vida; pertenecemos a lo vivo porque estamos sometidos a este poder. Quien no lo ha sufrido, no vive, no pertenece a lo vivo. En segundo lugar, es el principio que destruye el mundo y muestra así que el hombre sin mundo existe todavía, que es “más” que el mundo, aunque no puede durar sin el mundo. Así revela lo específicamente humano en el universo vivo. La palabra de los amantes está cerca de la poesía, pues es el más puro hablar humano. Y es en tercer lugar el principio creador que va más allá del mero ser vivo, ya que de su falta de mundo surge un nuevo mundo. Como tal, “supera” la muerte, o es su auténtico principio contrario. Solo porque el amor mismo crea un nuevo mundo, permanece en el mundo (o bien los amantes vuelven de nuevo). El amor sin hijos o sin mundo nuevo es siempre destructivo (¡antipolítico!); pero precisamente entonces trae lo auténticamente humano en su pureza. Hannah Arendt DIARIO FILOSÓFICO 1950 – 1973

1 Elizabeth Barrett-Browning, Sonnets from the Portuguese, soneto XLIII: “… and, if Good choose, I shall but love thee better after death”. Cf. también Arendt-Heidegger-Correspondencia, p.62 s. 2 Cf. Cuaderno IX, 19, nota 2.





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