Maximilià Thous : la nieve, 25 de gener de 1933

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Maximilià Thous a la ràdio Audició del 25 de gener de 1933 “La nieve”


4.10. Fondo Maximiliano Thous / 4.10.3. Discursos 1932‐1933 AETNO CA 254.5

MUSEO DE ETNOGRAFIA Y FOLKLORE ¿No les parece a ustedes, admirados radio‐oyentes, que está indicadísimo dedicar la charla de esta noche a la nie‐ ve?. Es un tema de actualidad; no de “candente actualidad”, según la frase estereo pada de los cronistas de onda corta; sino de álgida actualidad. Álgido: frío glacial. Vale la pena aprovechar la ocasión para vagar a ustedes, los que enen la paciencia de oírme, que convenzan a sus amistades para que no usen indebidamente la calificación de algidez. Son muchísimos los que la emplean en sen do diametralmente opuesto. Se dice que una discusión ha llegado al periodo álgido y, en enden muchos, que se habla del momento enfervorizado y candente de la controversia. Nada de eso; es todo lo contrario. Álgido, primo hermano de frígido. Periodo álgido, en medicina, fiebre acompaña‐ da de frío glacial. Periodo crí co. Por ahí hay que buscarle el símil a lo del “periodo álgido” de la discusión.


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Y perdonen ustedes que escurriéndome del tema y me éndome en camisa de once varas, haya merodeado por los cerros de la gramá ca y los valles de la medicina, en vez de pacer mansamente por los campos del folklore, como es mi obligación. La actualidad es álgida. Nevó ayer. Hace unos veinte años – desde el 12 o el 13, no lo recuerdo bien‐ que no había nevado. Es cierto que hubo en 1.922 un pequeño conato; pero tan mal servido, como si lo hubieran puesto en escena la guardarropía de un teatro. Algo así como el prorrateo de dos paquetes de confe blanco o la dispersión de kilo y medio de ácido bórico, descendiendo desde las bambalinas de un escenario. La nevada de entonces fue e mera; apenas si dio empo a que presumiéramos de paisaje invernal suizo. Y tal vez algo ruso; y quizás ligeramente sovié co. El Camino del Grao se nos antojó que era la perspec va Neusky; la micha taronja de la Escuela Pía, adquirió la trágica apariencia del Kremlin y, como en aquellos años todavía no habían desa‐ parecido absolutamente de nuestra ciudad los bigotes y las barbas, hubo más de un pacífico ciudadano que, contraí‐ do y amoratado el rostro y con manchas blancas sobre la pelambre de los adornos faciales, adquirió todo el revolu‐ cionario pres gio de un Stalin o un Trotsky.


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Nevó ayer, nuevamente; y con ello hubo un espectáculo fuera de abono y gratuito. Gratuito, al parecer, para la ma‐ yoría de los habitantes de la capital. A las presentes horas ya empezarán a quejarse de lo que les ha costado a los agricultores. Y no pasará de mañana sin que, en los mercados, con el aumento de precio en las acelgas, las coliflores y demás hortalizas, nos cobren el espectáculo de la nevada que ayer nos gustaba contemplar a través de los cristales, sin sos‐ pechar, de momento, que íbamos a pagar caro el derecho de cómodos espectadores. Yo aprovecho el tema de la nieve para mi charla folklórica de hoy, porque así no desvanezco una cierta forma – ru‐ bor me da confesarlo, pero no encuentro palabra más a la mano, ‐ una cierta forma de improvisador que no ene que pensar poco ni mucho para enjaretar uno de estos breves monólogos pseudocien ficos que me sirven para suplicar atención al Museo que, modestamente vamos organizando en el Palacio Municipal de la Alameda. ‐ ¿De todo saca punta este hombre? – suelen decir los más benévolos oyentes. Yo confieso aquí, en secreto, que no es tan fácil la tarea como a simple vista parece.


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Y que, no poseyendo la ciencia infusa, nada se improvisa. Hubo que estudiarlo antes o hay que estudiarlo ahora. El hecho de presentarlo parecer fácil no es más que un poco de habilidad bastante parecida a la de los pres digitadores callejeros que simulan ir sacando duros de dis ntas partes de su cuerpo hasta llenar un sombrero hongo y, en reali‐ dad, no es más que una sola moneda de plata, un solo duro, repe damente escamoteado. Hay que añadir que, en la casi totalidad de los casos el duro es falso. En estos momentos yo estoy haciendo un juego muy parecido, hablar mucho, recomendar el Museo de Etnogra a y Folklore, ‐es más digno de propaganda que el específico o quitamanchas del charlatán callejero‐ y escamotean el te‐ ma de la conferencia. Ojo pues al tema; es decir no perdáis de vista el duro falso. ¿Puede la nieve ser un tema de folklore?. Lo es y no de los menos importantes. Figura en los cues onarios de todos los archivos de folklore.


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¿Qué interesa a los colectores de folklore que con la nieve pueda tener referencia?. Voy a concretarlo: 1º Saber que dice cada pueblo que es la nieve, y como se explica su formación. 2º Oraciones, invocaciones o prác cas para hacer nevar. 3º Canciones infan les con que es recibido el descenso de los níveos copos. (¡Cáspita qué bonito me ha quedado este final!). 4º Prác cas, conjuros, etc. para hacer que cese la nevada. 5º Costumbres, juegos ar s cos y deportes que cada pueblo realiza con la nieve abundante. El folklore valenciano, por lo que yo conozco, no ene gran acopio de materiales de nivosa procedencia. Verdad es que, aún cuando he recorrido el País Valenciano en todas direcciones, la mayor parte del empo resido en la capital donde la nieve es tan poco frecuente y tan poco duradera, que no da empo a inspirar dichos, juegos, etc. etc.


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En el reino ya es otra cosa. Las augustas cimas de Morella saben bien de lo que es ves r blancos ves dos. Las calles y los recios edificios de la amurallada ciudad blanquean con frecuencia. Los niños de Morella saben lo que es jugar con la nieve; puede decirse que es su amiga. Menos les in mida que la grotesca Cucafera, (¿furano fiero?) el grotesco monstruo de la fauna folklórica que en el próximo verano procuraremos exhibir a los valencianos de la capital. Y aparte estas estribaciones norteñas, tal vez abajo, al sur, en las alturas de Aitana, sobre los picachos del Guada‐ lest, tan propicios para lucir albo turbante, alguna vez cuajen los copos de la nieve. También por allá el folklore tendrá cosecha. Aquí, en la planicie, la nieve no pasa de ser un bello símil y decimos que están nevados campos y jardines, cuando jazmines y nardos perfuman intensamente nuestras huertas o cuando están en plena desbordante floración el azahar de los naranjales. Veamos, veamos; rebusquemos. Hay un refrán valenciano que dice: “Any de neu, any de Deu”. ¿Quiere esto decir que la nieve es fecundadora y hace prolíficos los campos?.


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Poco vamos a tardar en verlo. Hay tan pocas ocasiones de hacer la experiencia. Este refrán “Any de neu, any de Deu” es equivalente; aunque el nuestro más conciso y más señor; a su parejo el castellano: “Año de nieves, año de bienes”. Suponemos que se pueda referir, en las comarcas sedientas, a la riqueza que representa la nieve acumulada en las alturas montañesas que va licuándose y bajando poco a poco a la llanura, con lo cual logra más sazón que la lluvia to‐ rrencial y arrasadora. Porque, si la nieve cayera con frecuencia sobre los llanos, ¡mal año para la agricultura valenciana!. Otro refrán parecido dice: “Any de gelaes any de eraes”. Es decir, año de muchas nieves año de abundancia en la era. No es tan eufórico ni tan corriente como el anterior. Creo que debe tener el mismo significado. Otro refrán hay, dentro de esta área, que quiero citar aunque se aleja de la nieve. Aquel que dice: “Any plujós, any de fer el gos”. No hay que tomarlo al pie de la letra. Es una maldición para los campesinos a quienes las frecuentes lluvias privan de laborar sus campos y se ven forzados a la ociosidad, que les es odiosa.


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Yo agradecería muchísimo que, los valencianos que me oyen, residentes en poblaciones de nuestro an guo reino, donde la nieve es más frecuente y puede haber refranes, juegos, innovaciones, deportes basados en la nieve, se dig‐ nen colaborar a este estudio remi endo alguna nota escrita o información fotográfica para el archivo del museo. Es una obra de cultura que necesita la colaboración de todos. Yo tengo algunas fotogra as de las nevadas en la capital. Y guardo recuerdos confusos de lo que he oído contar de la mayor nevada conocida que creo se remonta al año 1.885, cuando el cólera. Por aquellas fechas acercábame yo al ins tuto y comenzaba a vérmelas con el Museo Naval, pero sin enfrontarme con el binomio de Newton, mucho más monstruo y más trágico que la Cucafera de Morella. “Año de nieves, año de bienes”. O “Any de neu, any de Deu”. Bonito quedó aquel año para que se luciera el folklore. Además de la nieve, si esa fue la fecha que yo, en este momento, no recuerdo fijamente, tuvimos en Valencia el cóle‐ ra morbo asiá co. ¡Vaya con Deu el any de neu, de nieves y de bienes!. Quedó como muestra.


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Cayó mucha nieve. Mucha. Eran los heroicos empos del mercado moruno al pie de la Lonja cuando los viejos asila‐ dos de la Misericordia, ves dos de uniforme, vendían las cajas de cerillas marca del Globo, de la fábrica de X, valen‐ ciano ¡a deu cenƟms tres!. ¡Deu cenƟms tres!. Y todas las cerillas tenían cabeza y se encendían y en las cajas de car‐ tón había tal variedad de dibujos, ciervos, historietas, que los niños las coleccionaban con especial cuidado y eran materia de transacción en los juegos del roglet y de motaes. El mercado hizo gala de su ingenio en aquella nevada. Hubo juegos, fiestas, burlas, ¡todo un programa de regocijo callejero!. Los ciegos cantadores de estribillos populares se desgañitaron cantando un couplet cuya música recuerdo, pero no me atrevo a entonar por miedo de que se repita la nevada. Decía la letra: Quan la neu atormentava als veïns d’aquesta ciutat i els comesƟbles anaven a un preu pujat.


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Arribá un Ɵo franjute en un bigotot molt llarg en polvos de matar rates, formigues i escarabats. I al veure tanta neu va pendre la del fum. A la troc, troc, troc, troc troc, troc, troc troc, troc, pum. Efec vamente, apareció un doctor renombrado a quien el pueblo dedicó la cancioncita. No me será di cil compro‐ bar el nombre, repasando la prensa de aquellos días. Quizás lo haga.


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Una letra de la canción era esta: L’altre dia quan nevava, varen fer en lo mercat en les volves de la neu, un bou molt gran. I un torero que venia de Madrid en el expreso sense por anà a la plaça i el matà d’un volapié. De regal s’emportà tres capses de betum a la troc – troc – troc – etc.


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También lo de la llegada del torero era verdad. Y el epigrama adecuadísimo. Las dos letras que acabo de recordar, demuestran con qué ingenua alegría ha recibido el pueblo valenciano la inesperada nieve. Hay una palabra que me permite subrayar para los oyentes que conocen la lengua valenciana: les volves Volva, en valenciano, equivale a copo de nieve. Ténganlo presente, los que la ignorasen, para cuando se presente ocasión de escribirla. Y subrayemos también la gracia del poeta callejero o de las vendedoras del mercado que premiaban la muerte de un toro de blanca nieve con el regalo de tres cajas de negro betún. Me parece que ha pasado, con creces el empo des nado a esta primera parte de la charla. ¿Les he engañado a ustedes con el duro falso?. No. La verdad es que he dicho pocas cosas de provecho, pero no he men do. Y algo quedará de beneficio, si alguno de los radio‐oyentes ene la amabilidad de contestar a la súplica que antes he hecho.


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Refranes, explicaciones, conjuros, juegos, en los que intervenga la nieve. ยกVengan, vengan!. No se me pongan รกlgidos. Colaboren, colaboren cultural y patriรณ camente.



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