Maximilià Thous : la mona de pasqua, 19 d'abril de 1933

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Maximilià Thous a la ràdio Audició del 19 d’abril de 1933 «La mona de pasqua»


4.10. Fondo Maximiliano Thous / 4.10.3. Discursos 1932‐1933 AETNO CA 254.5

MUSEO DE ETNOGRAFÍA Y FOLKLORE LXII Audición por Radio ‐ Miércoles 19 Abril 1.933 (HABLA EL SR. LOCUTOR) Señores radio‐oyentes: En el preciso momento des nado a la charla sobre folklore que, semanalmente, pronuncia ante el micrófono, nuestro amigo Maximiliano Thous, preséntase un mensajero portador de un pliego que nos rete mencionado char‐ lista. No viene el mensajero “reventando caballos”, según es […?] en las viejas novelas; asegura que, lisa y llanamen‐ te, le ha enviado nuestro amigo, en un sencillo, honesto y rápido autobús de línea, para que, antes de hora de pro‐ grama, nos hiciera entrega de la misiva. Abierto el pliego, resulta ser una afectuosa carta para “SULLIVAN”, con el expreso ruego de que sea leída ante el micrófono. Vamos a complacerle.


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Dice así: Dis nguido amigo SULLIVAN: A semejanza de muchos cachirulos que han constelado el cielo de Valencia, durante los días de Pascua, yo acabo de hacer fil trencat. Usted sabe bien que, en nuestro folklore, esto equivale a haberse roto el cordel que une el cachirulo a las ma‐ nos del que lo empina. Cuando ocurre ese accidente, el cachirulo, impulsado por el viento, se aleja; pero, atraído por la fuerza de la gravedad, cae donde menos podía figurárselo el Remuntador. Así estoy yo: empujado a la deriva, una vez roto el cordel que me unía a Valencia. Pero, por fortuna, la caída no es de gravedad. Es, sencillamente, de pronósƟco reservado. Y no tan reservado que no pueda decir a usted, es ‐ mado amigo, que antes de pocas horas descenderé entre los almendros de Jijona y las palmeras de Elche. Ya ve us‐ ted, que este viaje cachirulero puede codearse con el de los globos libres en el internacional concurso para la “Copa Gordon Bene ”.


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Me duele faltar a la lista: es decir, dejar vacío el lugar que se me ene asignado en el programa. Muchos ami‐ gos,. ¡Dios se lo pague!,‐ me han adjudicado, públicamente, los califica vos de olvidadizo y despreocupado. No quiero yo que así me juzguen los benévolos radio‐oyentes, ante quienes me acredité de constante en ¡SESENTA Y UNA! semanas de charla. Y a ustedes acudo, querido SULLIVAN, acogiéndome a su bondad y a las no escritas leyes de reciprocidad entre colegas. Agradeceré a usted, como señaladísimo favor, diga a los señores radio‐oyentes, habituales a estas breves char‐ las, que yo declaro paladinamente, por ser ello de mi obligación y de mi devoción, hallarme estos días pensando en la Mona de Pascua. La frase es de las más conocidas en el folklore valenciano. Cuando se quiere decir de uno que está distraído, que se halla ausente de lo que se habla, que no pone aten‐ ción a lo que se le dice, que olvida lo que se le encargó… dícese en castellano que “se le fue el santo al cielo”. En valenciano decimos que está pensant en la Mona de Pasqua.


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Pues bien: la frase ene hoy, en el presente caso, mejor aplicación que nunca; porque, real y efec vamente, yo he estado y estoy pensando en “la Mona de Pascua”. Lo mismo habrán hecho muchísimos, innumerables valencia‐ nos. Con la no pequeña diferencia de que ellos lo hacían en plan de diversión y yo, pobre de mí, en el de inves ga‐ ción folklórica. (Si no me doy yo mismo un poco de importancia, ¿quién va a creer que es algo serio lo que estamos tratando?). La actualidad me ha planteado un problema que muchas otras veces se me ocurrió aclarar y pronto le perdí la pista. He aquí la cues ón: ¿Qué razones e mológicas puede haber para que la combinación de panquemao y hue‐ vos cocidos, duros, reciba el nombre de mona?. Vamos por partes, pues el tema no es tan sencillo como a simple vista parece. Y la primera parte va a ser decla‐ rar intrusa la palabra panquemao. No es valenciana. En la Ribera se dice, muy apropiadamente panou, que no de‐ be traducirse por pan nuevo, sino por pa en ou, pan con huevo. Lo de quemado es versión castellana cuya proce‐ dencia no me he decidido a averiguar. Ya le llegará el turno. Si, efec vamente, se tratase de decir que el pan está quemado, en valenciano diríamos pacremat y no panquemado, absolutamente castellano en las dos palabras que lo componen.


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Sentado, ‐ para que no se canse, ‐ lo de panòu. Volvamos a la mona. El uso y abuso de huevos cocidos en esta época del año está perfectamente jus ficado. Obedece a leyes de producción y economía más claras que el choco‐ late de casa de huéspedes. Por este empo, las prolíficas gallinas ponen sus huevos con más abundancia que en cualquier otra época del año. Antes, cuando no había tráfico, ni las transacciones, ni las elaboraciones industriales que hogaño enen el huevo por primera materia, la abundancia de huevos de gallina, durante las pascuas, excedía a las necesidades del consumo. Y como se trataba de días de fiesta, de comilona y de holganza, era naturalismo que se echase mano del comes ble más abundante y en mayor peligro de descomposición. Una buena can dad de huevos era mezclada con la harina de primera para confeccionar el sabroso panòu. Y los otros huevos, des nados a la merienda, forzoso era que fueran hechos duros, porque en esa forma es fácil el transporte. Creo que esto está suficientemente explicado. Ahora no está de más añadir que la costumbre de los huevos de Pascua, no es sólo valenciana, su área es mundial. Pero en otras la tudes no enen igual carácter que aquí, aun cuando el origen folklórico pueda ser el mismo.


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En Francia, por ejemplo, los huevos no son de gallina, sino de azúcar o de chocolate, muy grandes, muy emperi‐ follados y, algunos de ellos, con sorpresa en el interior. Los norteamericanos no separan de los huevos de Pascua la figura del avestruz. Y los huevos que es costumbre regalar, por este empo, enen ese descomunal tamaño. Como nosotros solo hablamos de nuestro folklore, vamos a dejar a los extranjeros que hagan lo que quieran con sus monas y hablemos de la nuestra. La verdad es que yo tampoco me he podido explicar, sa sfactoriamente, que se llame mona a la mezcla del pan dulce y los huevos cocidos. Ni tengo a mano bibliogra a suficiente para ilustrarme o ilustrar a los que estén, como yo, absolutamente peces en esta materia. Hay una teoría. La he oído a muchos aficionados a estos estudios y a muchos viejos valencianos. Todos coinci‐ den en ella. Yo debiera aceptarla. Sin embargo la tengo en cuarentena. Dícese que, con afán de adornar la especie de pastel vistoso que cons tuye el pan dulce con los huevos incrus‐ tados, ‐ huevos pintados de diversos colores, rojos con preferencia y sujetos con ritas de pasta simulando trenzas y cordones,‐ para rematar este monumento de pastelería, había la costumbre de colocar encima, como estatua en su pedestal, un muñequito de velludo, de terciopelo, que afectaba la graciosa forma de una monita en ac tud gro‐ tesca.


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Esto es verdad. Yo recuerdo que, en mi juventud era muy corriente este adorno que hoy, por excepción ponen algunos pasteleros. Pero, la verdad, no sé si el nombre se debe a esa forma del adorno o precisamente todo lo contrario: se puso ese adorno para que fuese en consonancia con el nombre popular que los valencianos habían adjudicado al pastel de Pascua. Asunto es este que algún día pondremos a controversia. No ha de ser menos que el origen de Cristóbal Colón en cuya historia hay un famoso huevo que pudiera tener alguna relación con este nombre de mona. ¿Qué tendrá que ver una cosa con la otra?. Posiblemente nada, pero cuando se trata de inves gar un origen, son muchos los sesudos homes que llaman en su auxilio a la fantasía. Y lo más gracioso es que alguna vez aciertan. A mi no me extrañaría que saliese un acreditado inves gador asegurando que el famoso huevo de Colón fue el que dio nombre a la mona de Pascua. Y que, para ello, apelase a este o parecido razonamiento, sino firmemente basado, al menos hábilmente sostenido por puntales del folklore.


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Veamos: Hay dos frases vulgarísimas y algo parecidas,‐ aunque diametralmente opuestas en su sen do,‐ usadas a diario por nuestro pueblo: Poner cara de mona y Poner cara de Pascua. Cuando a alguien escép co, descreído, “duro de pelar”, se le prueba con toda evidencia algo que negaba firme y reiteradamente, en valenciano se le dice: ‐ “Has vist, bonico?. T’ha deixat cara de mona!”. En cambio, cuando uno está sa sfecho, contento, seguro, confiado, y la sa sfacción rebosa en el semblante, nuestro folklore, como el castellano dice que ¡Pone cara de Pascua!. Poner cara de mona y cara de Pascua, bien se ve que no son la misma cosa. A pesar de que la Mona de Pascua es una e indivisible. Volvamos a Cristóbal Colón. Burlaronsele los sabios que le escuchaban cuando el glorioso descubridor del mun‐ do nuevo, antes de convencer con sus teorías, afirmaba que tampoco ninguno de los sabios se atrevería a poner en pie un huevo. Y él estaba dispuesto a hacerlo sin vacilar en cuanto todos fracasasen. ¡Y lo puso!.


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Es indudable, es segurísimo que los sabios, al ver el huevo en pie se quedaron “con cara de mona”. Y de que Colón puso cara de Pascua al ver confundidos a sus escép cos contradictores tampoco creo que pueda haber dudas. ¿Tendría, pues, nada de par cular que el famoso huevo de Colón, con la mona en pie, símbolo de victoria y de burla a los sabios, fuese acogido por el pueblo, tan amigo de oponer su experiencia a la de los letrados, como dis‐ n vo y nombre perfectamente adaptable a la merienda de Pascua?. Yo he soltado la explicación que no está menos fundamentada que algunas otras que me hicieron tragar a la fuer‐ za cuando yo, inocente párvulo, tenía que aprender, en la escuela, los farragosos textos de enseñanza. ¿Usted, querido SULLIVAN, cree que si se entre enen con la novedad de este tema perdonarán los habituales ra‐ dio‐oyentes mi escapatoria de esta noche?. En fin de cuentas salen ganando. El micrófono le conoce a usted mucho mejor que a mí. Le ene usted habituado. Y su voz de usted es más argen‐ na que la mía de cabiscol acatarrado. Yo he cumplido. ¿Verdad que he cumplido?.


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Solo con usted estoy en deuda. Y prometo pagarla, bien con las azucaradas peladillas de Jijona, bien con los melifluos dá les ilicitanos. De esto no podemos dar parte a los radio‐oyentes. ¡No van por la antena!. Muchísimas gracias. ¡Salud y floklore!. Devo simo admirador y amigo, Maximiliano Thous.

Camino de la Marina (ópera) Abril y después de Pascua.



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