Puruándiro

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RESUMEN: PURUÁNDIRO Como expresa el prologuista, José Muñoz Cota, esta monografía está escrita con poesía y verdad, imaginación y realidad, en que lo subjetivo y lo objetivo son parámetros para que los autores dibujen una visión realista de Puruándiro. En este escenario pasa lista de presente el visitador de la provincia michoacana y encomendero de la región, con cabecera en Puruándiro, pero con sede en Huango, Juan de Villaseñor y Orozco. Durante la guerra por la Independencia, Puruándiro, por estar ubicado en una zona neurálgica, estuvo alternativamente en poder de realistas e insurgentes. La guerra de Reforma dejó hondas huellas en Puruándiro y en muchas otras localidades aledañas. Hacia 1857, cuando triunfa la República sobre el II Imperio, Puruándiro era una ciudad con intenso comercio y buen número de posadas y mesones. Con el transcurrir de la dictadura porfirista, se advierte en la ciudad un progreso que se mide a través del urbanismo y de otras mejoras públicas, como el alumbrado público, que la ubicaron entre las más prósperas del Estado. Puruándiro no se sustrajo al movimiento revolucionario, aportando su cuota de esfuerzo y sacrificio a través de algunos de sus hijos.


HÉCTOR ORTIZ IBARRA/VICENTE GONZÁLEZ MÉNDEZ

Monografía Municipal

PURUÁNDIRO

HÉCTOR ORTIZ IBARRA/ VICENTE GONZÁLEZ MÉNDEZ

GOBIERNO DEL ESTADO DE MICHOACÁN 1980

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PURUĂ NDIRO

Coordinador General: Profr. Leopoldo Herrera Morales.

Š Reservados todos los derechos de los autores.

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PRESENTACIÓN

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GOBIERNO DE MICHOACÁN edita esta serie de monografías municipales porque piensa que el conocimiento específico de uno de los municipios michoacanos contribuirá a una autoconciencia razonada de cada municipio, a un conocimiento más cabal del conjunto del Estado, a la divulgación de la belleza y los valores locales del terruño y a la mejor inteligencia del hombre en general. Estima, asimismo, que las monografías locales pueden ser un instrumento pedagógico de primer orden para iniciar a niños y adolescentes al través de su patria chica, a la que instintivamente aman, en la ciencia y el amor de la patria grande que es México, y porque está seguro que estas monografías fomentarán una acción social más consciente, vigorosa y audaz de los conglomerados municipales. Cada monografía se propone diseñar un conocimiento redondo de un municipio, aspira a la comprensión de sus hombres, al dibujo de su geografía, de su historia, de su economía, de su organización social, de su participación política y de su vida de relación con otras comunidades y busca la definición del municipio de que trata. Vamos a impulsar hacia un imperioso levantamiento espiritual los mejores hombres de cada lugar, que hoy están prisioneros del gravamen terrible del abandono y aislamiento. Vamos a hacerles saber a estos espíritus fraternos, perdidos en la inercia provisional que tienen en nosotros auxiliares y defensores. Vamos a tender una red de nudos de comunicación y órgano del estudio y conocimiento del hecho local y nacional; red, en fin, que forme un sistema nervioso por el que corran vitales oleadas de sensibilidad y, automáticas, poderosas corrientes de entendimiento y colaboración. Si alcanzamos estas metas, estaremos cumpliendo con el propósito esencial de esta serie monográfica y, a nivel estatal, colaborando en la realización de los propósitos nacionales expresados por el Presidente de la República, licenciado José López Portillo. Finalmente, sobra decir que estas monografías no serán producto de una sola persona, sino de varias bien enteradas y muy distinguidas que nos han brindado su colaboración: sus escritos o testimonios, así L

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como el resultado de sus investigaciones hechas sobre el pasado y la realidad actual. Morelia, Mich., agosto de 1980 Carlos Torres Manzo Gobernador Constitucional del Estado

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NOTICIA Por José Muñoz Cota

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escrito en dos gajos. Poesía y verdad. Imaginación y realidad. La verdad de la historia parada en una esquina: lo objetivo y lo subjetivo, vidas paralelas que piensan —como en el texto del poeta Villaurrutia— encontrarse en la ciudad, en las manos del lector interesado, previamente, en el estudio de Michoacán y, particularmente, en esta zona de trabajo y de milagros que es Puruándiro. El historiador no puede prescindir de su paisaje. El hombre es él y su paisaje. Antes, el filósofo español José Ortega y Gasset sintetizó la filosofía de la historia —el hombre es un ser histórico— cuando sentenció: el hombre es él y sus circunstancias; pero es verdad que las circunstancias —su conjunto— están enmarcadas en el paisaje en medio del cual actúa el personaje. He aquí el secreto de la dinámica social: el paisaje influye, condiciona y determina, hasta cierto grado, el curso de la existencia humana; pero también es cierto que el hombre —élan creador— modifica con sus manos la naturaleza del paisaje. Michoacán es tierra de promisión. Los climas más variados se dan cita y el cielo, intensamente azul, escolta el paso de sus días, los trabajos y los días de sus crónicas. Un Gobernante perspicaz, devoto de su tierra natal, convocó a un grupo de varones estudiosos a fin de que rastrearan las huellas de las razas autóctonas y así, época tras época, lugar tras lugar, fueran verificando el deslinde cultural de cada región y, por ende, de cada pueblo. El Gobernador Carlos Torres Manzo, todo entusiasmo, nombró como Coordinador General para esta empresa al acucioso hombre de letras don Leopoldo Herrera Morales, y éste, a su vez, pidió el auxilio de investigadores especialistas, y de esta manera, estos hombres, E AQUÍ UN LIBRO

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mitad historiadores, sociólogos, antropólogos y poetas, llegaron a escribir sendas monografías municipales del Estado de Michoacán. Este voluminoso libro, PURUÁNDIRO, se debe al trabajo coordinado de dos individuos que, fenómeno no frecuente, se han identificado y se han complementado en el arduo, y a veces enmarañado, oficio que espontáneamente aceptaron: dibujantes realistas de la visión panorámica de su amado Michoacán. Es verdad que la historia —como apuntó Azorín en breve y profundo ensayo, "Historia y Vida"— es simultáneamente objetiva y subjetiva; que no es ciencia sino arte; que el historiador — primeramente hombre—, no escapa al juego de las simpatías y las diferencias, inclusive cuando maneja documentos y testimonios y que, en esta virtud, el cuadro histórico no borra, dentro de sus límites, lo que de poético late y, menos aún, lo que de pasión, de ethos, pone el individuo que juzga a otros semejantes. El oficio de cazador de espíritus, de buzo de almas, que esto es lo que busca el biógrafo, es profesión rica en sinsabores y plena de júbilos radiantes. Llegar a las cosas, a las causas, a los frutos del árbol plantado en el área del tiempo, amerita un sinfín de sacrificios materiales y anímicos; pero el hallazgo de los valores humanos y materiales, el tacto que define la calidad de los descubrimientos, es motivo más que suficiente para la alegría interior. De todos modos, Héctor Ortiz Ybarra y Vicente González Méndez, autores de este volumen, han hecho méritos en la cultura, ya están colocados con la condecoración del ordo-amoris que implica este reencuentro con la tierra de uno. Son varones bienaventurados porque, glosando al Salmista, no se sentaron en silla de ciudadanos inútiles, sino que con la mano de los sembradores, dejan en la conciencia de México la semilla prometedora de este libro mayúsculo. La escritora norteamericana, Susan Sontag, se lamenta en uno de sus libros de crítica, que "el movimiento para derrocar al autor ya tiene más de cien años de vida". Cualquier autor es pararrayos, ha de resistir la acometida de profesionales y de aficionados y la escasa simpatía de quienes, como él, aman la letra y lo que de espiritual guarda la letra; pero las obras que, como "Puruándiro", giran en 7


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torno a un tema concreto, preciso, geográficamente local, en este caso, sui géneris, el autor hace las veces de Cristóbal Colón, descubre territorios que, desde su especial perspectiva, son ignotos. Este autor acepta el cilicio de cien empeñados afanes, a cambio de la satisfacción de ofrecer a los demás la bienaventuranza del tesoro hallado. Héctor Ortiz Ybarra y Vicente González Méndez son michoacanos. Saben, por mil experiencias vitales, que Michoacán desciende de una raza que —aparte su historia— llega del árbol genealógico de los pájaros y que por eso es el milagro de las esdrújulas, con su sonido de campanas, en los nombres purépecha. Para mí —admirador asombrado de este libro— la intención se bifurca en tres senderos: la raíz étnica de Puruándiro, la biografía de sus orígenes, de su mapa cultural; luego, el va y ven histórico, ya propiamente señalado; y por último, el sendero feliz, el de hoy, que los encamina al abrazo con un Puruándiro de prodigio, escuela y trabajo, de cooperación, de triunfo de la comunidad. Puruándiro contemporáneo, en donde la tierra prolífica multiplica los dones de la semilla; en donde se concentran el esfuerzo del individuo y la prodigalidad de la ciencia, al través de la más moderna tecnología. Estas líneas no son oportunidad propicia para cuestionar los resultados del agrarismo, la tierra en manos de quien la trabaja; pero Puruándiro es en sí —con la evidencia de su realidad social— una tesis trascendental, un argumento vivo, indiscutible, extraordinario, de lo que puede realizar la unidad de propósitos, la armonía de esfuerzos y la voluntad creadora, cuando los hombres se deciden a cumplir el apotegma del apoyo mutuo, esto es, de la solidaridad humana. Cuando un pueblo se marca espontáneamente una meta y, como consecuencia, un programa de acción, y luego lo cumple fiel y ardorosamente, entonces pueden alcanzarse tales resultados que, aunque sea en sentido figurado, estamos autorizados a considerar esta política de trabajo y de cooperación sin límite como un auténtico milagro. He aquí que este libro se propuso —y lo consiguió— enseñarnos a Puruándiro como un fenómeno de cooperación, de respeto recíproco, de limpieza moral. El libro, en sí, señala un empeño gigantesco. Sin temor a la magnitud de la ambiciosa obra, los autores se sumergieron en un 8


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profundo círculo de estudio, de investigaciones, de teorías y de hipótesis. No rehuyeron, inclusive, la discusión de los misterios que todo hecho histórico entraña. De aquí que, de pronto, el lector se encuentre a la mitad de una pelea verbal, que arranca desde la inquietante definición de quiénes fueron, de dónde llegaron, qué cultura representaron y cómo, con el paso de los años, han ido cambiando hasta superar la visión del ayer adormilado por un hoy dinámico, forjador de una economía floreciente que no se fija límites, precisamente porque fluye y trabaja todavía. El volumen podría intitularse: Puruándiro al través de la historia de México, porque, efectivamente, los autores de este magistral estudio tan cabal, han rastreado con paciencia de gambusinos las arenas del tiempo, hasta alcanzar la realidad de las vetas naturales. Por ello, sin alejarse del rigor del método histórico, no será raro que el lenguaje de los maestros Ortiz Ybarra y González Méndez adquiera un tono polémico, severamente subjetivo. Digo que estas monografías son una incitación al estudio; medios culturales que facilitan el advenimiento del amor consciente hacia la patria. Goethe nos sugirió que el amor es una "afinidad electiva". Nosotros, derivando del genio de Goethe, podríamos aventurar que el amor es una selección por afinidades. Al hombre mexicano le ha faltado conocer —con amor— la historia de México. Son rudimentarios y epidérmicos los años de aprendizaje; pero cuando cada Estado de la República haga lo que ha realizado Michoacán, monografías municipales, no sólo habremos llenado los vacíos que duelen al espíritu, sino que habremos iniciado una estrategia de unidad nacional por medio del conocimiento recíproco. Y si es verdad que las condiciones socioeconómicas y sociogeográficas que padece México nos obligan a un calvario colonialista, semifeudal, entonces la exaltación de los verdaderos valores, el encuentro con nuestras posibilidades naturales, el entusiasmo creador, no volandero, nos permitirá un nacionalismo humanista, encerrando, dentro de esta paradoja, el repudio a la conducta de quienes se clausura a los beneficios técnicos y científicos 9


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y estéticos que nos llegan de fuera y de quienes se limitan despreciando el contenido humanista que significa la Vida. La historia ya no será la galería de las ruinas —como llegó a creerse—, sino el hallazgo de los métodos tecnológicos modernos, el robustecimiento de la moral y el empleo de la potencialidad del hombre para cumplir sus requerimientos de superación constante. Creo —con especial cariño— que los maestros Ortiz Ybarra y González Méndez, al escribir esta extraordinaria monografía, han trascendido su tarea, porque han rebasado una meta y han dejado, para los que llegan, un ejemplo. Por otro lado, al llegar a nuestra época, hija de la Revolución, los autores, con marcado valor civil, subrayan el curioso fenómeno sociológico de que, cuando los teóricos suponen que son los varones de la urbe —los trabajadores— quienes impulsan y realizan la "evolución acelerada" —revolución— de que habla Eliseo Reclus; aquí, en nuestra historia, han sido los varones del campo —no los de la urbe— quienes rubricaron las epopeyas de la violencia reivindicadora. El fenómeno se agrava cuando los varones de la urbe han logrado la mayor parte de los beneficios de toda índole, mientras que los varones del campo continúan su vigilia menesterosa. Este libro registra, con claridad y con vehemencia, los altibajos de Michoacán en la etapa de la independencia económica: sus buenas intenciones, sus aciertos y sus errores. De todos modos —después de tantas caídas— lo que llamamos Revolución Mexicana no ha concluido el ciclo de su existencia. Es, realmente, una revolución permanente, en cuanto las causas que la originaron y las carencias que la hicieron arder no han sido resueltas… Yo entiendo el júbilo de los autores de este libro, de historia y de polémica, cuando presencian y comprueban lo que Puruándiro está Hoy —hoy mismo— haciendo, y ello con un estricto sentido de justicia social. "Los hombres morenos de sol, con cicatrices de tormenta" (Agustín Martínez Rosales) están forjando un Puruándiro nuevo, con ideas sociales en marcha.

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Son un ejemplo de lo que puede llegar a ser el México ejidal de mañana. A condición, claro está, que lleven democráticamente a los puestos de dirección del trabajo a hombres que tengan el alma sana. México, junio de 1980.

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CAPÍTULO I DE LOS ORÍGENES A LA MUCHA ADMINISTRACIÓN 1. CUATRO MISTERIOS Interrogantes

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UNCA HA SIDO ni

será correcto comenzar algo con una pelea, salvo una guerra. Sin embargo, no por afán de iniciar una polémica para la que los autores reconocen carecer de los conocimientos y calidad intelectual de prestigiados investigadores, existen puntos oscuros en el estudio de la cultura aborigen que llegó a enseñorearse en el territorio hoy conocido como michoacano. Don Nicolás León, que en el siglo XIX consagrara su esfuerzo a rescatar los tesoros de la tradición nativa; Donald D. Brand, que investigara en el presente siglo las fronteras políticas, étnica y lingüística de la inmensa región unificada por Tariácuri; y otros muchos investigadores más, si bien aportan nuevos elementos para llegar a la verdad, no han podido esclarecer todos los hechos. Las principales interrogantes que plantean las investigaciones efectuadas son, a saber: 1. ¿Cuáles son los orígenes de la cultura que se estableció en territorio michoacano? 2. ¿Cuál es el origen de los naturales que crearon la cultura aborigen michoacana? 3. ¿Cuál fue el idioma que ellos hablaron y que aún hablan grupos nativos, por desgracia cada vez más escasos? 4. ¿Cuál es el adjetivo gentilicio que debe aplicarse a esos pobladores primitivos?

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Primer misterio Procedentes del Norte y muy posiblemente del Asia, llegaron a Michoacán las tribus nahuatlacas y otomianas. Entre las primeras estuvieron los chichimecas, que dejaron varios grupos a lo largo del camino, hasta que encontraron el Valle de México antes que los mexicas, mal llamados aztecas. Su guía fue, según la tradición, un señor llamado Xólotl. Los que llegaron al Valle se establecieron primero en Tenayuca y, no gustándoles mucho los aires que ahí soplaban, dieron la lata a los habitantes de Texcoco, lo que ocasionó muchos amargores de boca al famoso Netzahualcóyotl. Después, un buen grupo de ellos hizo viaje hasta Atzcapotzalco, donde establecieron el reino tecpaneca. El grupo otomiano: otomíes propiamente dichos, mazahuas y matlazincas, que afirmaron eran dirigidos por otro señorón de nombre Oton, decidieron dar por terminadas sus caminatas y ocuparon zonas del actual Estado de México, entre otras, en las actuales fronteras con Michoacán y Guerrero. La familia otomiana comprendió también a núcleos chichimeca-jonaz, matlames, ocuiltecos y pames. Los tecpanecas, ya asentados, establecieron alianza con los matlazincas. Caso curioso el de los tecpanecas. Puede decirse que su trato con los texcocanos hizo que perdieran sus tradiciones nomádicas y guerreras, para adoptar costumbres civilizadas. Sin embargo, presumieron siempre que descendían de bravos guerreros, pero sin admitir su parentesco con los grupos chichimecas aún bárbaros. Tal vez fueron los "machos" mexicanos más remotos que se avergonzaban de su origen, costumbre que todavía no ha sido superada por muchos. En el Norte de México quedaron numerosos grupos chichimecas, todos ellos separados entre sí, pero amigos de la pelea, la caza, la pesca, la recolección de frutos a la pasada y de atacar poblados para robar, destruir y matar. En los Anales de Cuatitlan se dice: "…Los chichimecas llevaban vida de cazadores, no tenían casa, no tenían tierras, su vestido no eran capas de algodón, sólo pieles de animal, sólo capas hechas de hierbas. En redes y huacales cargaban a sus hijos. Comían tunas, biznagas, raíces…" 13


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En resumen, eran hijos de la mala vida. Los miembros de esta raza que fueron absorbidos por grupos cultos dejaron de lado esas costumbres. Pero los pueblos sedentarios y evolucionados, así como los bárbaros que civilizaron, para señalar a los grupos nómadas y salvajes en general y sin ver pelo ni color, les aplicaron el calificativo de chichimecas. Por su parte, los miembros de la familia otomiana, a pesar de adoptar sistemas sedentarios de vida, permanecieron en el atraso cultural. Querétaro y San Juan del Río; Tolimán, Izcuinapan (San Miguel de Allende), Xichú, Tierra Blanca, Santa María del Río y San Luis de la Paz en Guanajuato, así como otras zonas de San Luis Potosí, Puebla, Tlaxcala y Morelos fueron pobladas por ellos. Si chichimeca era sinónimo de salvaje, la palabra otomí fue usada por mexicas y texcocanos para calificar a las personas de ignorantes y retrasadas. Como se ve, no fue necesaria la llegada de los europeos a América para que existiera gente con ínfulas de grandeza. Para medio terminar con este primer misterio, puede afirmarse que los tzirambanecha, que tenían como capital a Naranjan, y los habitantes de Pátzcuaro, no eran nómadas, asaltapueblos ni comedores de tunas y biznagas, así como tampoco fueron pueblo que viviera en el atraso cultural, ya que los chichimecas y otomíes que cayeron entre ellos tuvieron que abandonar sus malas costumbres para convertirse en seres civilizados. Segundo misterio A la fecha no ha sido posible demostrar que el hombre americano tuvo su origen en este continente. Por tal razón, la hipótesis generalmente admitida es la que afirma el origen asiático de hombres que atravesaron el estrecho de Behring, que separa a las penínsulas asiática de Kamchatka y americana de Alaska, o bien el salto de isla en isla de seres humanos asiáticos, a través del archipiélago de las Aleutianas. Pero otra hipótesis ha cobrado cada vez más fuerza. Se basa en el hecho del desplazamiento de las tierras continentales, que de formar 14


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una sola gran masa se dividieron en varias porciones separadas por los mares, una de las cuales se separó o desprendió de América del Sur y se fragmentó en numerosas islas ubicadas ahora en el Océano Pacífico, a las que se da, entre otros, el nombre de Polinesia. Se afirma que los polinesios, hábiles navegantes, viajaron hasta llegar a tierra firme americana en las regiones argentina y chilena, emigraron hacia el Norte y fueron los fundadores de la que llegaría a ser la gran cultura incaica, radicada en Perú. Paul Rivet, que expone la tesis y aporta los datos que pueden servir de base para demostrarla, proporciona las características físicas de los incas peruanos y chibchas colombianos, que son distintas a las de las razas que habitan la mayor parte de la región Meso Americana, que comprende gran parte de México, las islas del Caribe y un sector de Centro América. Además, Rivet demuestra las diferencias idiomáticas entre el quechua que habla el inca, y el maya, el náhuatl, el otomí, el mixteca y el hokanosioux. El grupo lingüístico macro-quechua, de raíz inca, es un tronco diferente a los existentes en Norte América. Ha habido estudiosos que pretenden encontrar grandes semejanzas entre quechua y purembe, pero o no han podido o no han querido encontrar las suficientes para demostrar la identificación o conexidad entre ambos idiomas. A quienes esto escribe se les ocurre plantear una interrogante. Dado que las características físicas e idiomáticas del aborigen michoacano son diferentes a las de los náhuatl, mayas, otomíes y zapotecas, y puesto que no ha sido posible determinar el origen de los tzirambanecha, ¿no sería posible que los experimentados y audaces navegantes polinésicos hayan cruzado el Pacífico y llegado a costas michoacanas o se hayan desplazado de la región ecuatoriana de América y, bordeando el continente, llegar a esas costas, para desembarcar y establecerse en esas tierras? Ni se afirma ni se niega. Sólo se propone investigar esa posibilidad, para enriquecimiento de la Historia.

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Tercer misterio Desde el punto de vista lingüístico, la diferenciación de los aborígenes michoacanos es todavía más fácil. El sistema macro-penutiano, que comprende el idioma náhuatl como lengua troncal, tiene como características la terminación "tl" y la acentuación grave por lo general, así como sufijos característicos como Apan – río, tépetl – cerro, co y can – sitio o lugar. El sistema macro-otomangue o conjunto de lenguas otomíes se caracteriza por su estructura monosilábica, simplista y poco evolucionada. Otro sistema, el hokano-sioux, comprende lenguas habladas en Coahuila, Oaxaca y por tribus apaches del Norte: en tanto el sistema mixteca, que comprende lenguas otopames, como las matlalzincas, mazahua, amulteca, chontal y guamare, es derivación del otomangue. El purhembe, idioma de los naturales de la región michoacana, es esdrújulo, polisilábico y, como el náhuatl, tan evolucionado que tiene sus reglas gramaticales propias y una gran riqueza de vocabulario, características que han hecho que los estudiosos de los idiomas lo clasifiquen como otra lengua troncal. Si se parte del vértice noroccidental de Michoacán, siguiendo el movimiento de las manecillas de un reloj, las fronteras del territorio en que se hablaba el purhembe son las siguientes: Cojumatlán, Mich., Cuitzeo del Río, Jal., Sahuayo, Mich., Pajacuarán, Ixtlán, Penjamillo, Puruándiro, Cuitzeo de la Laguna, Ucareo, Maravatío, Tlalpujahua, Zitácuaro, Susupuato, Tuzantla, Mich., Tlalchapa, Gro., Amuco, Gro., Tarétaro, Gro., Huayameo, Gro., Coahuayutla, Gro., Arteaga, Mich., Coalcomán, Tomatlán, Tancítaro, Peribán, Cotija, Mich., Quitupan, Jal., Mazamitla, Jal., y Tizapán, Jal., para cerrar el círculo nuevamente en Cojumatlán. Por otra parte, al norte de Cuitzeo del Río a Ixtlán, se hablaba el teco; al norte de Ixtlán a Penjamillo el guachichil; al norte de Penjamillo a Puruándiro y de Puruándiro a Ucareo, el guamare; y al norte de Ucareo a Tlalpujahua, el Pame. Teco y guachichil son lenguas de origen náhuatl, y guamare y Pame de tronco otomí. Al oriente de Tlalpujahua a Zitácuaro, se hablaba el mazahua; al Oriente de Zitácuaro a Tiquicheo, el matlazinca; al oriente de 16


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Tiquicheo a Cutzamala, el chontal; y al oriente de Cutzamala a Tarétaro, el cuitlateco. Las tres primeras lenguas son de raíz otomí y la última de origen náhuatl. Por el sur de la región en que el purhembe era el idioma principal, si no es que único, entre la Sierra Madre del Sur y el Océano Pacífico, hubo una "cuña", como la llama Brand, de lenguas de origen náhuatl: al sur de Tarétaro a Huayameo se habló el tepuzteco; al sur de Huayameo a Coahuayutla, el cumbia y el tolimeca; al sur de Coahuayutla a Arteaga, el náhuatl corrupto; y al Sur de Ario a Coalcomán, el cuauhcomeca. Al poniente de Coalcomán a Mazamitla se habló el xilotlanzinca; al Poniente de Mazamitla a Tizapán, el pinome; y al poniente de Tizapán a Cuitzeo del Río, el coca. Las tres lenguas eran derivaciones del náhuatl. De la enumeración anterior de lenguas resulta que los habitantes de la región vecina por el viento Norte eran tecos, guachichiles y guamares, tres grupos étnicos que fueron denominados, conjuntamente, chichimecas, a los que los ejércitos de Caltzontzin combatían para impedir sus depredaciones. Todavía durante la etapa de la Colonia, los misioneros agustinos tuvieron que afrontar ataques chichimecas, y el ejército español persiguió a estos grupos bárbaros para castigarlos por saqueos e incendios cometidos en el Norte de la entonces llamada provincia de Michoacán. Todo lo anterior sirve para poder afirmar que los nativos hablantes del purhembe influyeron en los grupos de naturales que rodearon la región por aquéllos habitada y les impusieron su idioma, pero se debe admitir que los grupos circunvecinos, sobre todo la cuña que se introdujo por el Sur, influyeron a su vez en el idioma purhembe y aumentaron su vocabulario con palabras de origen náhuatl. Cuarto misterio Tal vez el lector haya notado que, hasta estas líneas, se ha evitado emplear el gentilicio tarasco y purépecha. Efectivamente, la omisión ha sido deliberada.

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Los defensores del adjetivo tarasco justifican su postura al decir que hubo religiosos que afirmaron, al evangelizar al reino michoacano, que los habitantes del mismo, antes de ser cristianizados, adoraban a Taras como deidad principal. Otros campeones del término, con base en las afirmaciones del anónimo religioso franciscano que escribió la Relación de Michoacán, sostienen que los nativos de la región llamaban taras-cue a los españoles que violaban a sus hijas y hermanas, ya que el vocablo significa en purhembe yerno, nuera, suegro, suegra y cuñado. Como ya se afirmó en otro estudio: es de dudarse que los nativos dieran ese nombre a los conquistadores; más bien les han de haber aplicado calificativos más exactos y menos corteses. Resulta que también hay personas que afirman fueron los tzirambanecha quienes llamaron cuñados o yernos a los uacúsecha, chichimecas dirigidos por Ireti-Ticátame, con quienes entablaron una relación prolongada hasta incorporarlos a su cultura. Aunque suena más lógico, no hay dato histórico comprobado que refrende la teoría. Por cuanto a la primera tesis, la del dios Taras, es también endeble. En primer lugar, la principal divinidad masculina de la religión nativa es el dador de luz, el dador de calor, el dador de vida, cuando está en el cenit, brillante en todo el esplendor del medio día: el Sol, el Gran Luminar, Curicaveri, quien tenía 5 casas; en el Norte, en el Sur, el Oriente, el Poniente y a medio cielo. En una de sus cinco advocaciones, Curicaveri era llamado Thares Upeme, pero resulta ilógico que el pueblo que lo adoraba adoptara como nombre de su raza uno de los nombres secundarios de su dios que, entre paréntesis, usaba como mensajero al planeta Venus: Tzirunda-Ahran, al que atribuían una doble personalidad como lucero de la tarde y estrella de la mañana, ya que son el ocaso y el amanecer los momentos en que más brillante es. Fue el invasor español el que aplicó el nombre de tarascos a los naturales michoacanos. Tal vez el nombrecito se derive de la bravura de las mujeres nativas que, entre otras gracias, fueron las únicas que se atrevieron a enfrentarse a los españoles que robaban las riquezas depositadas en las yácatas o tumbas de sus monarcas en Tzintzuntzan y que, enojadas por el sacrilegio, les atizaron una paliza de padre y muy señor mío. 18


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Además, don Sebastián Macarro, en su Relación de Tancítaro, escrita en 1580, dice que las mujeres de la región, que comprendía de dicho poblado hasta Tepalcatepec, eran agresivas y de lengua suelta y venenosa, a las que nadie podía callar. En lenguaje español tarasca es la mujer "desenvuelta y de mal natural", esto es, la que no se retrae o humilla, sino que actúa y fácilmente se encoleriza. Con el solo episodio de Tzintzuntzan tuvieron los apaleados para llamar tarascas a las que les midieron los lomos y, de refilón, aplicar el término a toda la raza. No debe olvidarse la facilidad con la que el español echó a perder los nombres nativos. Decir Guatimuz o Cuauhtémoc, Cizonza a Tzintzuntzan y Cuernavaca a Cuauhnáhuac son pruebas irrebatibles de su dureza de oído, que suplían aplicando nombres raros, sin ton ni son, a lo que no entendían ni se cuidaban en entender. Y lo dicho, dicho queda, pero como una mera suposición. Por cuanto al adjetivo gentilicio purépecha, muchos serios investigadores lo rechazan como falso, para lo cual afirman que la palabra significa macehuales, esto es cargadores, esclavos, gente baja o sirvientes. El término está en plural, pues el sufijo cha o echa equivale a la terminación española s, es o as, aunque ese plural sólo se aplicaba a los seres humanos y dioses. De la Relación de Michoacán aparece una lista de cargos que se desempeñaban en la administración o gobierno del imperio: Iréchecha = reyes Tzinápecha = médicos Purécucha = guerreros Manécha = doncellas Acháecha = señores Caracha=capáchecha = gobernadores, jefes Ocámbecha = recaudadores de tributos Tareta-uaxátecha = vigilantes del cultivo de tierras del monarca Cuanícocha = cazadores del rey Atáriecha = taberneros reales 19


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Cuanícucua=uecha = fabricantes de arcos y flechas Curiécha = sacerdotes La enumeración de cargos es mucho más larga en la Relación y, lógicamente, la mayoría están escritos en plural, ya que esos cargos, salvo el del sacerdote mayor o petámuti, se repartían entre varios funcionarios. El singular de los nombres enumerados es el siguiente: Irécha o Iréti = rey (recordar a Ireti=Ticátame) Tzinápeti = médico Purécuti = guerrero Máneti = doncella Achá = señor Caracha-capacha o Caracha-capati = gobernador, jefe Ocámbeti = recaudador Tareta-uaxáteri = vigilante de la tierra del monarca Cuanícoli = cazador real Atari = tabernero Cuanícua-uri = arquero, flechero Cúriti = sacerdote Pero la lista de cargos oficiales sólo proporcionaba al lector el conocimiento de la aristocracia, de la casta gobernante. Del pueblo no dice nada, como casi siempre sucede. El pueblo del imperio de Tariácuri no cobraba tributos ni gobernaba; cuidaba de la cantina del rey o dirigía discursos o ceremonias religiosas. Se dedicaba a cultivar la tierra, a fabricar hilados y tejidos, a cortar leña, a elaborar bateas y sirianes laqueados y mosaicos de plumas y a adorar a los dioses. Además, a servir como soldados en la guerra. Eran la gente común y corriente o, como decían los romanos: la plebe. Ese pueblo tuvo que ser la gran mayoría y, sin necesidad de ser sirvientes o esclavos, eran simples "hijos de vecina" que, con su trabajo, su esfuerzo y el amor a su monarca, sus dioses, sus 20


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costumbres y tradiciones, hicieron posible la creación de un imperio, en el que cada individuo era un purépeti y la colectividad componía la raza de los purépecha, así, en plural, pues sería grave equivocación gramatical hablar de un purépecha, y un acierto hablar de la gente purépecha o, simplemente, de los purépecha. Y para misterios ya basta, pues no se trata de armar un rosario. Síntesis Como ahora está de moda G. W. F. Hegel, de las tesis y antítesis expuestas en cada misterio, cabe inferior las síntesis respectivas. 1. Los antiguos tzirambanecha no fueron de origen chichimeca, pues sus características físicas y lingüísticas fueron muy diferentes a las de los grupos náhuatl y otomiano, que son la base étnica de los grupos de chichimecas depredadores que nunca superaron el salvajismo. 2. Se ignora el origen de la raza tzirambanecha, base humana de la cultura de los purépecha, pero por su morfología e idioma puede afirmarse que es muy distinta de las etnias náhuatl y otomiana y, según algunas teorías no comprobadas, puede ser inclusive de origen polinésico y no asiático. 3. El purhembe es un idioma troncal, con características y gramática propias, distinto de los demás troncos lingüísticos hablados en Meso América, en la inteligencia de que el purhembe, por un fenómeno normal de interacción, influyó y fue influido recíprocamente, pero sin perder su estructura medular. 4. El gentilicio de la raza asentada en Michoacán no es el adjetivo "tarasco", fruto de la fantasía española o de una mala interpretación religiosa, ni "michoacana", vocablo de origen náhuatl, sino purépecha, referido a la masa popular que, con sus dirigentes, integró una cultura autónoma. Dentro de la dinámica dialéctica, las 4 síntesis expuestas pueden convertirse, en manos de otros investigadores, en simples tesis, para oponerles nuevas antítesis y lograr nuevas síntesis, hasta encontrar la verdad histórica, que es lo verdaderamente importante.

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2. UN IMPERIO Y UN PUESTO FRONTERIZO Los afanes del unificador Tariácuri fue el Irécha de los purépecha a quien correspondió el mérito de unir lo separado. En principio fue un monarca niño, para su fortuna. Puácume su padre y Veápani su tío habían gobernado unidos y unidos murieron en el campo de batalla. Los hijos de Veápani: Zétaco y Aramen, hombres ya, le hallaron gusto a la vida alegre y, como buenos juniors, prefirieron seguir siendo miembros del "jet-set" michoacano y no dejar de darle vuelo a la hilacha, en lugar de sentar cabeza y hacer frente a sus responsabilidades. Tariácuri, por su parte, al morir su padre pasó a ser un characu o rey niño que, por su corta edad, no pudo seguir el ejemplo de sus primos, lo que se cuidaron de evitar 3 sacerdotes o curiécha: Chupítani, Nurivan y Tétacua, que quitaron el chamaco al par de pelafustanes que lo cargaban en hombros para que los acompañara en sus travesuras. Acto seguido lo indoctrinaron hasta convertirlo en un hombre profundamente religioso que no desperdiciaba oportunidad para cortar leña y, en los templos, encender enormes hogueras para que el humo se elevara en honor de los dioses, a más de punzarse los lóbulos de las orejas para ofrecerles la sangre derramada y dejarles la parte más sabrosa de cada platillo que comía. Pero, al mismo tiempo, los 3 sacerdotes no descuidaron el proverbio de a Curicaveri rogando y con el mazo dando. Esto es, le inculcaron el odio contra los enemigos que causaron la muerte de su padre. Jarácuaro, Tariaran y Curínguaro fueron los reinos contra los que enfocó Tariácuri la mira, con el auxilio decidido de los primos "playboys" que regresaron al buen camino. Pueblo por pueblo cayeron en sus manos y los monarcas atacados ya no sentían lo duro sino lo tupido. Pero como suele suceder en los matrimonios de conveniencia o de interés político, el negocio fue de mal en peor. Mientras Tariácuri juntaba leña y la quemaba a los dioses, la señora daba mucho qué decir con su conducta descocada. El líder de los purépecha, que era 22


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religioso pero no tonto, repudió o tiró la chancla y, en desquite, se casó con las dos hermosas hijas del rey de Tzintzuntzan (lo que entre los purépecha estaba permitido), razón más que suficiente para que la guerra con el suegro ninguneado volviera a estallar. Paso a paso logró Tariácuri vencer a cada uno de sus enemigos, labor en la que fue ayudado con eficacia por su hijo Hiquíngare y sus sobrinos Tangáxoan e Hirépan o Hirípan. Bajo su dirección, el trío no dejó títere con cabeza, sin permitir que los poblados nombraran nuevos señores, ya que todos debían unirse para integrar un gran reino gobernado por la mano hábil de Tariácuri, quien fomentó la unión entre los primos y, para evitar pleitos entre ellos, ordenó que a su muerte el imperio se dividiera en 3 señoríos: Hirípan en la cabecera de Ihuatzio, Tangáxoan en la de Tzintzuntzan e Hiquíngare en la de Pátzcuaro. La muerte del unificador no perjudicó la armonía de sus herederos, quienes de común acuerdo prosiguieron el ensanchamiento de sus dominios, a cuyo efecto no sólo se valieron de guerreros (purépecha) de su raza, sino de aliados chichimecas e isleños que habían demostrado ser leales y, dado que gracias a la identificación entre los pueblos se había logrado la unidad, para evitar emigraciones de personas que temían abusos de los purépecha, señalaron a cada poblado un gobernante o caracha-capacha originario del mismo pueblo que, al mismo tiempo que se comprometían a impedir el desorden, obedecían los mandatos de los 3 iréchecha y consolidaban la unidad del imperio bajo un sistema confederado. Aparición en escena Notables purépecha fueron Utucuma, conquistador de no menos de 16 señoríos y Cupauaxantzin, que añadió 10 poblados al imperio. Hubo más conquistadores purépecha: Zapihuçatame-tzanhuata, Chapata, Ataxehúcane, Catucuma-tzanhuata, etc. Pero los chichimecas e isleños aliados no quedaron atrás. Hirípan, Tangáxoan e Hiquíngare conquistaron 41 pueblos, los generales purépecha 52 y los aliados chichimecas e isleños 44, o sea casi la tercera parte de los 137 señoríos incorporados. 23


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Lo interesante para el presente estudio consiste en que, entre los pueblos que dominaron los aliados de los purépecha se cuentan Acámbaro, Yuririapúndaro, Tzinapécuaro, Acahuato, Huango y nada menos que Puruándiro. Puede así determinarse que, hasta fines de la primera mitad del siglo XV, entre 1440 y 1450, después de una lucha intermitente que se había iniciado en 1202, fecha aproximada del arribo a Michoacán de Ireti-Ticátame, Puruándiro quedó integrado al imperio de los purépecha y que constituyó un punto fronterizo de gran importancia estratégica, ya que servía como punto de apoyo para resistir las incursiones de grupos chichimecas y otomíes nómadas que erraban al Norte. La horma del cactli mexica En el capítulo XXXVII de la Relación se relata cómo Netzahualcóyotl, aliado a Totoquinaztli, los señores de Xochimilco, Chalco y Tierra Caliente, fueron llamados por Axayácatl, Tlacatecuhtli mexica, para hacer la guerra a los purépecha que, vigilantes y en número de 40 mil, armados con hondas, lanzas, macanas con filos de obsidiana, porras, arcos y flechas, hicieron frente a los invasores entre Charo, Tajimaroa y Tzinapécuaro, al Sureste de la laguna de Cuitzeo. Los invasores, 25 mil guerreros experimentados, atacaron a un ejército ordenado, a cuyo frente iban los generales adornados con insignias deslumbrantes de oro y plumas. Fueron rechazados con firmeza una y otra vez, hasta que los ejércitos que nunca habían retrocedido tuvieron que volverse sobre sus pasos y retirarse derrotados, después de sufrir 20 mil bajas, "antes más que menos". Se menciona esa gran victoria del ejército de Tzitzipandácuare, hijo de Tangáxoan I, porque después del combate se ordenó la reconstrucción de Tajimaroa, que fue de nuevo amurallada con "parapetos de madera".

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De buena madera Casi todos los aborígenes mexicanos emplearon como principal material de construcción la piedra, sobre todo en templos y fortificaciones. Los purépecha fueron la excepción. Sólo las yácatas o tumbas eran de piedra, pero sus casas y murallas defensivas eran, fundamentalmente, de madera. Casa es cuatha en purhembe, pero el uso equivocado ha difundido el término de "troje" para las casas habitación, cuando los depósitos de semillas propiamente dichos, en purhembe son marita o cumi. Los purépecha construían murallas con enormes y gruesas vigas colocadas horizontalmente y sostenidas con fuertes maderos profundamente hincados en tierra, sin faltar estacas resistentes, delgadas y terminadas en punta para herir al atacante; detrás de la muralla se construían terraplenes que permitían a los defensores subir y, desde la altura, repeler los ataques. Infortunadamente, el material de murallas y casas fue destruido casi en forma total durante la Colonia, pero en su época fue prácticamente indestructible, máxime que los purépecha siempre cuidaban del perfecto estado de las murallas y cambiaban, entre solemnes ceremonias, las partes en mal estado, de forma tal que siempre estaban en condiciones óptimas. La digresión se debe a que Puruándiro, al igual que Yurécuaro, Tlazazalca, Tzinapécuaro, Ucareo y Maravatío, fueron puestos fronterizos del Norte del imperio, que tuvieron que resistir, con relativa frecuencia, los ataques de bárbaros guachichiles, guamares y pames, genéricamente denominados chichimecas y otomíes y, por tanto, estuvieron dotados de este tipo de murallas, las que también fueron puntos de partida para perseguir a los salvajes y dominar, mediante nuevas murallas, puntos tan distantes como Xichú, al Noroeste de Guanajuato y León, al centro-Occidente del mismo Estado, Silao, las hoy ciudades de Guanajuato y San Miguel Allende, localidades guachichiles y guamares en las que se han descubierto restos de fortalezas y artefactos purépechas.

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Juntos y algo revueltos Sólo es necesario añadir que, por necesidad, debe recaerse en los aspectos étnico e idiomático. Las porciones de Huetamo por una parte, y de Morelia, Charo y Undameo por la otra, fueron habitadas por matlazincas a los que se llamó huetamaéchas y pirineas, respectivamente, en tanto que mazahuas y otomíes no pudieron avanzar sobre territorio purépecha, en las porciones de Ucareo, Jungapeo, Zitácuaro y Susupuato sino hasta la etapa de la colonia española. Aunque absorbidos por los purépecha, también influyeron en ellos, influencia que los nativos habitantes de Puruándiro tuvieron necesariamente que sufrir, igual que de carácter teco (chichimeca), ya que el señorío de Coinan, que ocupaba el triángulo que forman Ocotlán, La Barca y Atotonilco el Alto, al occidente de Puruándiro, quedaba relativamente próximo a éste. En consecuencia, puede determinarse sintéticamente, que Puruándiro no fue un lugar de desarrollo de la cultura purépeti, pero sí que constituyó con Penjamillo, Cuitzeo y Ucareo el límite o frontera del idioma de los purépecha, el muro de contención de invasiones chichimeca y otomianas, y que influyó y fue influido, al noreste, por tecos y huachichiles del tronco náhuatl, y al noroeste por guamares y pames del tronco otomiano, en tanto que sus manifestaciones artísticas correspondieron al complejo "Chupícuaro", mediante figurillas aplastadas de barro con facciones modeladas con la técnica de pastillaje, y loza de uno, dos o más colores. Manantiales y confusiones Por otra parte, debe inferirse que una de las causales del poco desarrollo político de Puruándiro fue, fundamentalmente, su sometimiento al señorío de Huango, que por su mayor importancia absorbió el tráfico comercial y las expresiones artísticas en la región norte del imperio, en tanto que Puruándiro era, propiamente, sólo una avanzada militar de resguardo territorial, sin descartar la posibilidad de que la mayor importancia de Huango se debiera, por una parte, a su calidad de fortaleza natural o sea una depresión rodeada por montañas que hicieron las veces de elevadas murallas y, 26


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por la otra, que dada la abundancia de manantiales de aguas sulfurosas y con ácido clorhídrico, sustancias ambas de carácter curativo, la hoya era empleada como lugar temporal de residencia de los purépecha, sobre todo la nobleza, que acudían a la región para gozar del beneficio de esos baños. El nombre mismo de Huango —lugar de enfermos o al que se regresa—, permite estimar que la suposición no es desatinada. Y al afirmar que el sitio era visitado por señorones de importancia robustece la suposición de una tradición regional, en el sentido de que un señor de nombre Campeche era la autoridad del lugar al ser conquistado por los españoles, ya que, como se ha visto, los jefes o gobernantes locales desempeñaban el cargo de Caracha-capacha. La confusión del nombre del señor de la zona con la del cargo que desempeñaba suena lógica, máxime si se toma en cuenta que no existe dato documental que proporcione el nombre de ese jefe, ni en la diligencia de requerimiento hecha por los españoles ni en alguna otra fuente primaria de información. En cambio, en la misma tradición popular se habla de un jefe de nombre Turín, quien hizo posible la conquista de la región al convertirse al catolicismo y ser bautizado en un manantial con el nombre de Juan, por lo que el Ojo de agua se le nombró, en memoria del hecho, Juanturio. En Purhembe, negro o moreno se dice turípiti o turís. Posiblemente, el Caracha-capacha del lugar se llamaba Turís y, de acuerdo con la costumbre española, al bautizarle su nombre pasó a ser un apellido y el señor del lugar, en adelante, ostentó el nombre de Juan Turís, ya que el propio jefe nada tenía que ver con Italia ni con la ciudad italiana de Torino o Turín, como se le dice en español. Retomando el hilo del tema, se repite que la importancia de Huango radicó en la existencia de nacimientos de aguas termales, de cuyas delicias y beneficios llegaban a disfrutar inclusive el Caltzontzin mismo, acháecha, caracha-capacha, ocámbecha, purécucha y toda clase de jefes de polendas que buscaban la salud y el descanso sumergiéndose en ellas. Inclusive no puede pasarse por alto que el penúltimo Caltzontzin, el anciano Zuangua, murió en tanto radicaba en Huango.

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3. EL IMPERIO BLANCO De los presagios al cambio Durante los últimos días del reinado de Zuangua, la mujer del caracha-capacha de Ucareo, poblado cercano a Huango, soñó que todos los dioses se reunían para lamentar la próxima desaparición del imperio purépecha. En Coalcomán se recibió de un dios encarnado en un caimán el aviso de la cercana muerte de todos los purépecha ya nacidos. Un cometa, cuerpo celeste que en las historias maya, tolteca, mexica y purépecha había sido varias veces el aviso de enormes catástrofes, apareció deslumbrante para iluminar por las noches las cinco casas de Curicaveri. Después, llegaron los emisarios mexicas de Tonacatecuhtli Cuitláhuac, para pedir a los purépecha el auxilio necesario para combatir a un grupo de extraños venidos del otro lado del mar, cuyas vestiduras resistían y despedazaban la obsidiana de flechas y macanas, y cuyas armas atravesaban los más recios escudos y ropas acolchadas de los bravos guerreros. Siguió la llegada de enfermedades extrañas. El invasor llevó consigo viruela y sarampión, cuyos microbios infestaron a millones de aborígenes. Tenochtitlan cayó, Zuangua enfermó y murió y, con él, muchos de sus súbditos. Tangáxoan II, hijo de Zuangua, era un hombre débil de carácter, empavorecido por tanto mal presagio. Cuando el consejo de ancianos sacerdotes y jefes le eligió como nuevo monarca, de seguro sintió que la corona le pesaba demasiado. Y, para acabarla, varios de sus parientes intentaron convencerlo para que se suicidara antes que obedecer al llamado del jefe de los invasores, que le invitaba a visitarlo a Tenochtitlan. Tuvo que obedecer a Cortés. El español lo caló a fondo y vio en su temor la oportunidad de acrecentar su conquista sin esfuerzo. Tangáxoan encontró en los modales corteses de don Hernando un refugio contra la ambición del poder del achá Timas y de toda su parentela, así como contra la dureza cruel de los españoles, que sólo era frenada por el acero flexible, pero impenetrable, del enérgico Capitán General. 28


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En Cortés encontró un refugio y en los religiosos franciscanos un amparo. Al doblegarse y reconocer como señor al rey de España, y al convertirse al catolicismo para recibir las aguas bautismales y el nombre de Francisco, fue reafirmado en su trono de Caltzontzin y contó con el apoyo del jefe español y de los mensajeros de Cristo. Consolidado en el poder regresó al que, en su inocencia, todavía creía su imperio. Sin embargo, Tangáxoan ya había jurado obediencia al rey español y, al someterse a Carlos V, sus derechos a exigir del pueblo purépecha el pago de tributos y a disponer a su antojo del territorio que integraba el reino habían escapado de sus manos. Cortés hizo repartimientos en favor de sus soldados y España fraccionó la unidad del reino en encomiendas. El pago de lo indebido Los pueblos dejaron de estar sometidos al gobierno aborigen, para caer en poder de uno u otro español que debía cuidar de la gente y hacer que la tierra fuera cultivada para, con su producto, pagar el tributo señalado a cada encomienda. Los señores nativos se encontraron con que su función de gobierno casi desaparecía, pues ya sólo eran usados por los invasores para que obligaran a los pueblos a su cargo a trabajar y obedecer las órdenes de su nuevo amo y señor. Esta situación, nueva y terrible, no iba a ser aceptada por los purépecha nada más porque sí. Los jefes incitaron a los nativos bajo su mando a no obedecer y, de ser necesario, ordenaron que abandonaran los lugares donde hasta entonces habían vivido y hecho fructificar la tierra con su esfuerzo. Cada nativo sintió que el conquistador lo arrancaba de un modo de vida que era la razón misma de su existencia. Cada individuo sabía que trabajaba para bien de todos y que todos trabajaban para bien de él. Los dioses habían ordenado esa vida en común, que era buena para la nación purépeti y que debía observarse para no incurrir en el enojo de las divinidades y evitar que el mundo fuera destruido por su ira.

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Por tanto, el pueblo, triste, obedecía con agrado a sus jefes. Abandonaba casas, siembras y poblados, y emigraba a otros lugares donde no hubiere españoles. Esta actitud de desobediencia y hostilidad pasiva hacia los conquistadores iba a levantar polvareda y a repercutir en contra de los purépecha. El rey no ha muerto Don Pedro Cuinierángari, yerno de Tangáxoan II, fue carachacapacha de la región norte del imperio, y su actividad de resistencia también repercutió. Los principales encomenderos de la zona fueron: Juan de Villaseñor, quien recibió los poblados de Huango, Puruándiro, Angamacutiro, Conguripo, Penjamillo y Numarán. La merced se otorgó en su favor y en la de tres generaciones de su descendencia. Juan de Alvarado, pariente del terrible Pedro, recibió Tiripetío, Acuitzio, Huiramba, Etúcuaro y Undameo. Juan Velázquez de Salazar fue favorecido con Tajimaroa, Irimbo y Senguio. Además de los 3 Juanes, Jaime Trías recibió la encomienda de Zanzan, y un español de apellido Carrillo, Tacícuaro y Capula. Y, entre otros, los cinco angelitos sufrieron las consecuencias de la resistencia purépecha a trabajar a la española. El bachiller Juan Ortega fue nombrado Teniente y Capitán de las provincias de Michoacán, con la obligación específica de visitar cada una de las encomiendas para determinar su extensión, calidad, productos y número de habitantes, con objeto de señalar los tributos a pagar. En pocas palabras, se le ordenó efectuar las tasaciones para fines fiscales. Los encomenderos vieron la oportunidad y agobiaron al tasador con sus quejas. Villaseñor demandó el regreso del caracha-capacha de Puruándiro. Ortega hizo que don Pedro Cuinierángari jurara haría saber al jefe fugitivo que, en diez días, debía regresar con todas las familias a sus órdenes a ponerse a las de Villaseñor, pues tiempo antes éste había obtenido la orden del Justicia Mayor don Gonzalo 30


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Xuárez para que repoblase dos pueblos y dos estancias abandonadas al fugarse al sur. Además, Villaseñor acusó directamente al Caltzontzin y a don Pedro de ordenar que se levantara furtivamente la cosecha de sus sementeras y, en vez de entregárselas, transportarlas a Tzintzuntzan mientras él se quedaba chiflando en la loma. El jefe "juido" regresó un año después de su fuga. Por su parte, Trías se quejó de que el jefe de los purépecha en Zanzan, que sabía era originario de Tzintzuntzan y estaba casado con una zanzaneca, se la pasaba en su ciudad de origen en lugar de vigilar que todo caminara en la encomienda como reloj engrasado. También acusó a don Pedro Cuinierángari de haberse llevado a otro señor con toda su gente, a fin de que trabajaran en su pueblo de la encomienda de Tlazazalca, así como de ser el responsable de que las sementeras plantadas en su encomienda fueran cosechadas para provecho propio de don Pedro. Y así fue la letanía de los demás encomenderos. La realidad era que don Pedro consideraba que su obligación de cosechar y entregar tributos se refería única y exclusivamente al Caltzontzin y así había procedido, sin guardar para sí un solo grano. En cuanto a los encomenderos, que se fueran al diablo. Si querían cosechas, que trabajaran por sí mismos. El problema y las acusaciones no asustaron a don Pedro. Si antes se había negado a vigilar la permanencia de los nativos en sus respectivas encomiendas y a ordenar que los fugitivos volvieran a ellas, mandando por un tubo al Justicia Mayor, cuando el bachiller Ortega le dijo que, de no volver voluntariamente los rebeldes, ordenaría se les localizara y diera muerte por su desobediencia; Cuinierángari se concretó a responder que, en todo caso, se le matara a él. La dificultad no pudo ser solucionada por el tasador, pues todavía los españoles no contaban en Michoacán con la fuerza suficiente para hacerse obedecer. Los encomenderos rabiaban y concluían que el principal causante de sus desvelos era el Caltzontzin, pues don Pedro actuaba en su representación, en tanto Tangáxoan, ignorante de todo, viajaba de Tzintzuntzan a México y viceversa. Se acercaba la hora de llorar y el crujir de dientes.

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4. EL MENSAJERO DE LA CORRUPCIÓN Salió peor el remedio Entre tanto, sobre las ruinas de Tenochtitlan, nacía la ciudad de México. Y desde que se plantaban los cimientos de la nueva urbe, sus habitantes estaban divididos. Los auténticos conquistadores, con todos sus defectos, eran hombres de hierro hermanados entre sí por el fragor de la lucha. Unidos habían hecho frente a las fuerzas tlaxcaltecas al mando del joven Xicoténcatl; juntos habían sostenido la terrible lucha de la Noche Triste; y los supervivientes habían compartido riesgos en la batalla de Otumba y el asedio y toma de la gran capital mexica. Después llegaron otros españoles. Y mientras menor había sido el riesgo corrido por ellos, mucho mayor era su ambición de poder y riquezas. Como siempre, el advenedizo exigía más que el auténtico luchador. Y entre los que no sudaron las alpargatas en el campo de combate, hubo varios que aspiraron a ocupar el puesto de Cortés. Don Hernando cojeaba de un pie. La conquista de México tenía como base su desobediencia a Diego de Velázquez, gobernador de Cuba y representante en América del rey de España. Aunque esa rebeldía hubiera tenido como fruto la conquista de inmensos territorios y grandes riquezas, las intrigas de Velázquez y sus partidarios habían impedido que lograra el perdón real. Los envidiosos de su triunfo echaban leña a la hoguera del enojo de Su Majestad. Finalmente, llegó el momento de la verdad: se le ordenó viajara a España para que personalmente rindiera cuentas de sus actos. Los consejeros de la Corona aprovecharon la oportunidad para nombrar un cuerpo de gobierno que reemplazara a don Hernando, cuya autoridad apoyaban los conquistadores iniciales. Consideraban que así lograrían que todo caminara sobre ruedas y crearon la primera Real Audiencia. Su puntería no pudo haber sido peor. Nombraron oidores a Juan Ortiz de Matienzo, Alonso de Parada, Diego Delgadillo y Francisco

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Maldonado. Cuatro tipejos de los que Delgadillo era el peor y que lo único que habían demostrado era ambición y falta de escrúpulos. Pero un mal nunca va solo. Al error de esos nombramientos se dio cima con la peor equivocación: se designó presidente de la Audiencia al adelantado del Pánuco, Nuño Beltrán de Guzmán. Dios los crea y ellos… Guzmán era incondicional de Velázquez y vino a México dispuesto a achichinar a Cortés. Cuando se dio cuenta que don Hernando era un buen hueso muy duro para sus afilados dientes, prefirió se le nombrara adelantado del Pánuco y hacer dinero antes que enfrentarse al Capitán. Sus hazañas en el Pánuco fueron resonantes. Compró un barco, el Patache, y alquiló otros. En Cuba, Santo Domingo y demás islas del Caribe los españoles habían acabado con la población aborigen y pedían a gritos mano de obra barata, aunque todavía no llegaba el momento de importar esclavos africanos a montones. El Adelantado se dedicó a cautivar nativos totonacos, plantarles un fierro en la cara, atarlos con cadenas, embarcarlos y hacer ventas de esclavos al mayoreo en las Antillas. Fray Juan de Zumárraga, en sus acusaciones, afirmó que Guzmán vendió a los plantadores antillanos más o menos de 9 a 10 mil naturales en 22 viajes, hasta despoblar el Pánuco. Como hubo algunos españoles que protestaron por la actividad de Guzmán, ya que los dejaba sin trabajadores, el traficante de esclavos, como Adelantado, ordenó se azotara a los inconformes, en tanto que a uno de los líderes de la protesta se le ahorcó y a otro le fueron quebrados los dientes y clavada la lengua para que no hablara de más. Nuño era persona de tiernos sentimientos. El equipo nombrado para gobernar, sobre todo Nuño, Delgadillo y Ortiz de Matienzo, intentó primero dividir a los viejos conquistadores, pero el tiro les salió por la culata. Los veteranos olvidaron reconcomios y presentaron un frente unido. Los de la Audiencia, furiosos, soltaron una andanada de disposiciones contra la vieja guardia. Nuño, inclusive, al decomisarse los bienes a Pedro de Alvarado, se quedó con su cama, ropas y armas. 33


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Pero los nativos eran más vulnerables. Ordenaron a los señores la entrega de oro, plata y piedras preciosas sobre todo, y cuando ya no tenían qué darles, les hicieron objeto de malos tratos. Los tres mandones se daban la gran vida. Con querendonas traídas de España y barriles de vino y pulque armaban orgías a todo trapo, además de obligar a mujeres nativas a ser objeto de su desenfreno y formar así el pie de cría de la raza mestiza. Fray Juan de Zumárraga les reprochó su conducta en privado y en público. La respuesta consistió en derrumbar el templo construido en la garita de San Lázaro y edificar, sobre los escombros, una casa de recreo para pasar los fines de semana. Así, Nuño fue el iniciador de la mexicana costumbre del sabadito alegre. Otro religioso, fray Antonio de Maldonado, tuvo la santa ocurrencia de enumerar, desde el púlpito, todos los excesos y delitos de los 3 alegres compadres. Por poco y su osadía le ocasionaba morir cosido a puñaladas. Sólo la serenidad y firmeza del obispo de Tlaxcala, fray Julián Garcés, pudo salvarle del atentado. El intento de homicidio en contra de uno de sus religiosos colmó el plato a Fran Juan de Zumárraga, quien tronó su excomunión sobre el terceto. Es bueno el encaje, pero no tan ancho. El contraste entre los mandatos de Cortés y la primera Audiencia; las quejas presentadas por los religiosos y las denuncias formuladas por los españoles víctimas del orgullo y la ambición de Nuño, que habían llegado ya al Rey; los informes que el propio Nuño remitió a su soberano, en los que echaba la culpa de todo el desorden a Cortés y a los religiosos, olvidando que "satisfacción no pedida es acusación manifiesta", inclinaron el fiel de la balanza en contra del Adelantado y sus testaferros. El Rey y sus consejeros ordenaron la disolución de la primera Audiencia y, en un intento de compensar el error, integraron la segunda, presidida por don Sebastián Ramírez de Fuenleal, quien contó con el auxilio, entre otros, del licenciado don Vasco de Quiroga y Alonso como oidor. Aunque la orden apenas surcaba el Atlántico a bordo de un galeón, Nuño se sabía perdido.

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La única forma de lograr el perdón de su monarca posiblemente fuera la conquista de más tierras y el hallazgo de enormes riquezas, para atenuar con ellas el enojo del rey. Si Cortés había logrado que su desobediencia inicial fuera olvidada, ¿por qué Nuño no podía hacerlo igual y, de paso, dominar tierras más ricas que las ya conquistadas, para pisarle la sombra al odiado don Hernando?. En sus cálculos sólo olvidó que nunca segundas partes fueron buenas. Así se inició la conquista de la Nueva Galicia. El martirio Guzmán salió de la ciudad de México el 21 de diciembre de 1529, al frente de 260 españoles entre soldados y funcionarios, 2 capellanes, 3 intérpretes náhuatl y un intérprete del purhembe, a más de aliados mexicas, tlaxcaltecas, xochimilcas, huejotzincas y purépecha en número de 5 a 6 mil. El contingente purépecha iba supuestamente al mando de Tangáxoan II. El Caltzontzin no iba nada contento. Nuño lo había obligado a dejar Tzintzuntzan y a entregarle, en varias remesas, oro, plata y joyas. Los metales trabajados por artífices no importaron a Nuño por su belleza, sino por su peso. Inclusive, al protestar el Caltzontzin por el trato descortés de que le hacía objeto el Adelantado, éste ordenó fuera encerrado en el excusado o letrina de su casa. Entre la peste repugnante de las excreciones de Guzmán tuvo que vivir encerrado varios días el Irécha y, para poder salir, ordenar se entregaran más riquezas. Otra humillación para Tangáxoan fue ver a sus antes indomables purépechas atados por el pescuezo con colleras, como bestias, al mismo tiempo que cargaban sobre los hombros armas, provisiones y toda la impedimenta de los expedicionarios. En Tzintzuntzan la columna hizo alto. Se exigieron nuevos tesoros y se hicieron preparativos para martirizar al Irécha, lo que impidieron fray Juan de Padilla y fray Juan de Vadillo al ser avisados. De todos modos, Nuño obtuvo 200 platos de plata, y pidió más.

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Se llegó a Puruándiro. El 20 de enero de 1530 se descubrió un vado para cruzar el Lerma, a 2 leguas del poblado. Nuño, como buen cristiano, ordenó la celebración de misa solemne, la construcción de una ermita puesta bajo la advocación de Sta. María de la Purificación, y que se clavaran 3 grandes cruces de madera tallada: una en el lecho del río, otra frente a la ermita y la última donde se iniciaría la ruta a seguir. Nuño recibió varias visitas. Los encomenderos de la región, entre grandes caravanas, llegaron a ofrecer sus servicios y a enterar al Adelantado sobre la extensión de las tierras con que habían sido mercedados. Juan de Villaseñor, como huésped de Guzmán, le brindó alojamiento y, de paso, le dijo que su encomienda comprendía Puruándiro mismo, Conguripo, Huango, Angamacutiro, Penjamillo y Numarán, pero se quiso pasar de listo y agregó a la enumeración de sus posesiones los territorios de Pénjamo, León y Silao. ¡Nada más! Nuño estimó que la tierra era mucha y, como la encomienda había sido dada por el odiado Cortés a su ex-servidor, determinó que el territorio guanajuatense pasaba a ser suyo. Ante las protestas de Villaseñor, la Real Audiencia presidida por Nuño dictó fallo en favor de su presidente. Pero donde hay desquite no hay coraje. Villaseñor y los demás encomenderos, al ver que Tangáxoan II formaba, mal de su grado, parte de la comitiva, decidieron acusarle ante el Adelantado de instigar a los purépecha a desertar de sus encomiendas y a no tributar, por lo que "…çan padescido é padecen mucha necesidad, por el poco provecho que tienen los pueblos…" Beltrán Nuño de Guzmán contó así con un arma más que esgrimir en contra del Irécha y, de rebote, de su yerno Pedro Cuinierángari, apellidado indistintamente por los españoles Cuaca, Guança o Pança. Además, circulaba la versión de la muerte de un español en Xicalán y de otro en Coeneo, rumor que no deja de ser raro ya que en documento alguno no constan sus nombres, cuando en esa época todos los españoles, por ser tan pocos, estaban perfectamente identificados.

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Por último, existía el peligro de que los purépecha, en un acto desesperado, organizaran un ejército para intentar el rescate de su monarca, al que sabían preso. Tesoros, desobediencia al pago de tributos, muerte de españoles y riesgo de ataques armados. El teatro estaba listo. Sólo faltaba el escenario y para el desarrollo del drama se escogió el poblado de Conguripo, parte de la encomienda de Villaseñor. Los papeles principales corrieron por cuenta, los malos, de Guzmán, Juan de Burgos, García del Pilar, Cristóbal de Sepúlveda, Cristóbal Romero y Juan Fernández. Las víctimas: Tangáxoan II, Pedro Cuinierángari que pagaría su desobediencia, Alonso Ehuángari, el señor de Tzintzuntzan y cómplice de don Pedro, y los nativos náhuatl Ávalos y Xuárez. Como comparsas actuaron el intérprete Juan Pascual y el escribano Hernando Sarmiento. Nuño formuló las acusaciones ya expresadas. Tangáxoan negó su culpa y, por cuanto al pago de tributos, explicó que varios carachacapáchecha habían huido espantados a la llegada de los invasores y, específicamente, que el señor de Puruándiro se había refugiado con los purépecha a su mando en Tzintzuntzan, al ocupar la región Juan de Villaseñor, pero que, al ordenar el bachiller Ortega su retorno, habían obedecido el mandato. El interrogatorio derivó a su auténtico objeto. ¿Dónde ocultaba Tangáxoan II sus tesoros? y, como ganancia, ¿dónde ocultaba sus mujeres el Caltzontzin? Y la orden seca: ordenar la presentación de las guariécha y la entrega de riquezas. Preguntas y orden se repitieron a don Pedro y a don Alonso, casados con hijas del monarca. Los medios para convencer a los interrogados fueron dos: cordel y agua, y fuego recio. En las partes más carnosas de brazos y piernas se ataban cordeles nuevos y delgados que se apretaban en torniquete, con un trozo de madera, hasta romper la piel e hincarse en carne viva. Después se derramaba agua fría en las cuerdas para que, al contraerse, se retorcieran apretando entre sus fibras y espirales carne y tendones. En el segundo, se ataba a la persona a una escalera de mano, de espaldas y con los brazos en cruz, al mismo tiempo que los pies eran sujetados por los tobillos y se acercaban a un brasero con tizones ardientes hasta introducirlos en el fuego. También, de tiempo en 37


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tiempo, se vertía aceite sobre la carne achicharrada para aumentar el dolor. Después de varias sesiones, los expedicionarios que vagaban expectantes por el real y sólo escuchaban los alaridos de dolor de las víctimas, vieron salir a García del Pilar en varias ocasiones y regresar tiempo después con cargamentos de riquezas envueltos en telas. También, en una ocasión, regresó con dos mujeres nativas que, a la mañana siguiente, tuvieron que ser transportadas en hamacas por no poder caminar por sí mismas. El Irécha y don Alonso sufrieron ambos tormentos; don Pedro, el de los cordeles y el agua. Los yernos de Tangáxoan lucieron gruesas cicatrices en brazos y piernas por el resto de sus vidas. Convencido o perdida la esperanza de lograr nada más, Nuño ordenó se acabaran las sesiones. El Caltzontzin, envuelto en un petate, fue arrastrado por todo el real por un caballo, mientras un pregonero gritaba que ése era el castigo para bellacos y traidores. Después se le ató a un madero clavado en tierra, y mientras Tangáxoan ordenaba a don Alonso Ehuángari hiciera saber a su pueblo cuál era el premio que recibía en cambio de los servicios prestados y las riquezas entregadas, así como que sus cenizas fueran recogidas para llevarlas a su reino, el que fuera Señor de las Muchas Casas fue rodeado de leña a la que se prendió fuego. Nuño no respetó tampoco el último deseo del monarca. Ordenó que sus cenizas fueran arrojadas al río, y sólo unos fragmentos de huesos calcinados pudieron rescatarse para darles sepultura en memoria suya. El martirio duró del 21 al 29 de enero de 1530. Ironías y pagos Don Alonso y don Pedro, llevados en andas, prosiguieron unidos a la expedición hasta que fray Jacobo de Testera y fray Jacobo de Bolonia, franciscanos, lograron liberarlos en unión de don Antonio, señor de Chucándiro. Ironías del destino. La segunda Real Audiencia hizo a don Pedro gobernador de los nativos de Michoacán.

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Los hechos fueron relatados a la segunda Audiencia por García del Pilar, actor principal que falleció en el transcurso de la investigación. Dos preguntas quedan sin respuesta. ¿Qué pasó con las riquezas arrancadas por Nuño al Caltzontzin? ¿Dónde quedaron las actas del juicio que levantó el escribano Sarmiento?. La corona española ordenó a Nuño la entrega de esas actas en varias ocasiones, de 1531 a 1533, pero a la fecha, nunca han sido localizadas. Guzmán conquistó la Nueva Galicia, lo que nada le valió ante la gravedad de sus faltas. En tanto Hernán Cortés regresó reivindicado, como Marqués del Valle de Oaxaca, y vivió y murió en la opulencia, Nuño tuvo que ir a España a responder a las acusaciones formuladas en su contra, todo mundo le rehuyó como perro del mal y como tal murió en la miseria. Así paga el diablo. El imperio purépeti desapareció. Sus integrantes, sin cabeza, se desmembraron para, entonces sí trabajar obedientes para mayor grandeza de España y vida holgada y de abundancia de los encomenderos. Así son las conquistas. 5. EN ENCOMENDERO Los favorecidos Hernán Cortés tuvo que hacer frente a las exigencias de sus hombres cuyo criterio de aventureros se fundaba en una lógica simple. Todos ellos reconocían como rey y señor al monarca español, y sabían que de todas las riquezas logradas en la gran aventura la quinta parte correspondía a la corona. Pero la explotación del suelo conquistado les correspondía por legítimo derecho, ya que algunos habían colaborado inclusive con dinero, armas y caballos, y todos habían apostado esfuerzo, valor y audacia, con la exposición constante de sus vidas. La cosecha estaba levantada y era hora de cobrar. Si las mercedes reales a que tenían derecho tardaban en llegar, a ellos les importaba 39


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un serenado cacahuate. Su exigencia hizo que Cortés, ante el peligro de una insubordinación, repartiera nativos y encomendara tierras entre sus hombres, salvando el conducto del rey, lo que constituyó una de las acusaciones formuladas en su contra, de la que fue exculpado al explicar el por qué de su determinación. Los favorecidos en Michoacán con pueblos dados en encomienda fueron: Fernando de Alonso de Villanueva, con Huaniqueo, que luego fue sustituido por la encomienda de la mitad de Pungarabato. Antón de Arriaga, compañero de Cristóbal de Olid en la conquista de Michoacán, con Tlazazalca, cuyos nativos debían tributar 160 cargas de bastimentos puestas en minas. Alonso de Ávalos, con los poblados que luego se conocerían como "los pueblos de Ávalos", relacionados como "Cindanguato, Chavinda, Guarequeo, Sarandala, Teocuitatlán, Techolutla, Zacoalco y Cocula. Alonso de Ávila o Ávalos y Hernando de Ergueta, con la mitad de Tepalcatepec cada uno. Pedro de Bazán, con Chacharando (¿Charapendo?) y la mitad de Pungarabato, misma mitad que antes había sido entregada al hermano de Ávalos, Fernando de Saavedra, a quien, en compensación, se le encomendó Cecasta (¿Puácuaro?; en náhuatl Tecciztla). Juan de Burgos, con la mitad de Cutzamala (Apatzingán) y la mitad restante a Diego de Rodríguez, a quien también se encomendó Urapa (no Uruapan). Antón de Caicedo, con el valle de Peribán y Tarécuato o Tepehuacan. Andrés de Écija, con Cucorán (¿Cutzaran?). García Gómez y el Dr. Cristóbal de Ojeda, con Capula por mitad. Gil González de Benavides, con Huayameo. García Olguín, con Ucareo. Diego Hurtado, con Taimeo. Pedro de Isla y Domingo de Medina, con la mitad de Tancítaro cada uno. Después, la mitad de Pedro pasó a la corona española. Juan de Jaso y Juan de Jiménez, con Arimao por mitad. Hernando de Jerez, con Tzacapu. Le sucedió en la encomienda su yerno, Gonzalo de Ávalos. 40


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Leonardo N., con Huanimba o Jiquilpan, Le sucedió Juan de Cuevas. Guillén de la Loa, con Coyuca, hoy en el Estado de Guerrero. Cristóbal Martín de Gamboa, con Ajuchitlán. Alonso de Mata, con Tuzantla (Cumácuaro). Andrés de Monjaraz, con Teremendo y Jaso, a los que se tasó un tributo de 140 cargas de maíz puestas en minas, 7 de chile y 2 de sal. Francisco de Morcillo, con Indaparapeo. N. de Ocaña, con Maravatío. Le sucedió Pedro Juárez. Antonio de Oliver (¿Olviedo?), con Turicato. Cristóbal de Oñate, con Pungarabato y Tacámbaro. Le sucedió en la encomienda Fernando su hijo. Nicolás de Palacios Rubios, quien fuera camarero de Cortés, con Cutzio (¿Cuto?). Juan de Pantoja, compañero de Olid, con la Huacana. Juan de la Plaza, también del grupo de Olid, con Sinagua. Gonzalo de Riobó de Sotomayor, criado de Cortés, con Araró, sujeto a Tzinapécuaro. Juan de Sámano, con Chilchota. Pedro Sánchez Farfán, con Tepalcatepec y después, posiblemente, con Jilotlán. Gonzalo de Sandoval, con Sahuayo, Guaracha y Jacona. Juan de Solís, quien fuera artillero, con Comanja. Pedro de Sotomayor, bachiller, quien fuera alcalde mayor de Zacatula por orden de Olid, con Acámbaro. Cristóbal de Valderrama, con Tarímbaro. Francisco de Villegas, con Uruapan. Hernán Cortés, como era lógico, se reservó la pechuga del pollo y el lomo del cerdo. Para el efecto, se autoencomendó Amula, Tamazula, Zapotlán y Mazamitla en lo que ahora es Jalisco; y Tiripetío, Naranja, Tzintzuntzan, Huaniqueo y Tajimaroa en Michoacán. Posteriormente, Tiripetío se encomendaría a Juan de Alvarado, hermano del famoso y terrible Pedro, el de la leyenda del salto y autor de la matanza del Templo Mayor en Tenochtitlan. Por cuanto a la región materia de esta obra, Álvaro Gallego recibió la encomienda de Chucándiro, que tributó 100 cargas de

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bastimentos puestos en minas, 6 de chile, 6 de sal y 2 de pescado, cada año. Le sucedió Antón de Silva. Gonzalo López fue el encomendero de Cuitzeo, si bien en ocasiones se le hace aparecer como Sancho López, y el tributo anual de los nativos a su cargo se elevaba a 300 cargas de maíz puestas en minas, 30 de pescado, 40 de frijol y 4 de sal, así como el servicio de 40 nativos en las minas de Sultepec. A N. Tovar le correspondió la encomienda de Yuriria, con una tasa tributaria anual de 200 cargas de bastimentos y 10 cargas de pescado, puestas todas en minas. Jaime Trías fue favorecido con la encomienda de Zanzan. Y, finalmente, Juan de Villaseñor, encomendero de Puruándiro, cuyas tierras eran cabecera y comprendían Huango, Conguripo, Angamacutiro, Penjamillo y Numarán, y quien, como se ha dicho, falló en su tentativa de extender su dominio a Pénjamo, Silao y León, por dictamen de la primera Audiencia, pese a lo dilatado de su encomienda. Gracias a sus buenas relaciones con el tasador y bachiller Juan Ortega, sólo tuvo como tributo a cargo de sus posesiones la aportación anual de 400 nativos que transportaran bastimentos a las minas de Tlalpujahua, a las que sacaba jugo el Marqués del Valle de Oaxaca. Sobre Juan de Villaseñor sólo debe aclararse lo relativo a su segundo apellido, pues la mayor parte de los investigadores le han colgado el de Cervantes. En sí, no se trata más que de una confusión de personas. Sabía picar piedra El señor Villaseñor llegó a territorio mexicano al año siguiente de la caída de Tenochtitlan, en 1522. Tanto Juan como Francisco su hermano colaboraron en la conquista de la región mixteca, empresa para la cual cooperó con caballos y armas, a más de su esfuerzo guerrero, hasta que la región fue dominada por los españoles. Cortés, como jefe de la campaña, premió los esfuerzos de sus colaboradores, por lo que correspondió a Villaseñor un repartimiento de nativos. 42


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En 1527, incorporado el imperio de los purépecha a los galardones de don Hernando, los servicios que le siguió prestando Juan fueron recompensados con la encomienda ya descrita, en la provincia de Michoacán. Durante 1528, Villaseñor ayudó al bachiller Ortega en la tasación de tributos de la Provincia y firmó las actas relativas en calidad de testigo, lo que le valió un tributo verdaderamente exiguo, así como el cargo de Visitador en la citada Provincia, misma función que, en 1530, desempeñó otra vez. A fines de 1529, camino de la Nueva Galicia, Nuño de Guzmán pasó por su encomienda con los resultados antes descritos, en los que el encomendero cooperó con sus granitos de arena, si no es que con unas cuantas piedras. Tal vez para borrar la mala impresión que Nuño pudiera tener de él por ser uno de los servidores de Cortés, así como por el pleito respecto a las tierras guanajuatenses sostenido y perdido con el Adelantado, Villaseñor se ofreció voluntario para la empresa de Nueva Galicia, pero Nuño no aceptó y sólo lo dejó a cargo de la custodia del vado por el que su ejército atravesó el Lerma o Paso de la Purificación. Villaseñor respiró tranquilo y permaneció en sus posesiones. Para cumplir mejor la misión de custodia del Paso, Juan compró a don Antón Dávila, en 20 pesos, un molino de trigo; lo llevó al lugar y lo puso a trabajar bajo la vigilancia de Juan Hernández. En 1531, la segunda Audiencia nombró a Villaseñor visitador de la Provincia, chamba a la que ya estaba acostumbrado, con objeto de elaborar una descripción de la misma y para que se hiciera cargo de los negocios de la Santa Inquisición en contra de individuos de todas las categorías, así como para pronunciar sentencias en causas de pecados públicos. Lo anterior convertía a Villaseñor en un sujeto verdaderamente temible, y todo mundo procuró llevarla bien con él. Pero o Juan era muy buena persona o no le importaba el cargo, ya que nunca progresó en la descripción de la Provincia. La Corona cortó por lo sano, lo destituyó y puso en su lugar nada menos que a don Vasco de Quiroga y Alonso, quien sí supo desempeñar su cometido. Villaseñor se ocupó en otros menesteres para borrar la mala impresión. Unido a Hernán Pérez de Bocanegra, conquistador de 43


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Tancítaro y encomendero de Acámbaro, llevaron a cabo la fundación de la ciudad de Granada en 1533. La ciudad, cercana a Pátzcuaro, duró el día y la víspera, pues en sólo un año quedó desierta. En la lucha por hacer dinero, se asoció a Hernán Cortés, Lope de Samaniego, Alonso de Sosa, Juan Burgos y otros más y, para 1537, el grupito explotaba a todo vapor los yacimientos minerales de Sultepec. La encomienda de Villaseñor, entre varias causas, era importante por ser punto fronterizo para proteger las tierras pacificadas de ataques chichimecas. En consecuencia, el beneficio se extendió a cuatro vidas: la de don Juan, su mayorazgo, su nieto y bisnieto. Político y leguleyo En el mundillo de la política, el virrey don Antonio de Mendoza, de paso a combatir tecos rebeldes en Nueva Galicia, le echó el ojo a una loma chata ubicada en un valle como buen lugar para un poblamiento. Pacificado el actual Jalisco, don Antonio llevó a efecto lo ya decidido y, con la nostalgia de su patria chica, ordenó la fundación de la ciudad de Valladolid en Guayangareo, en 1541, acto en el que Villaseñor y muchos encomenderos más firmaron el acta de fundación en representación del virrey. Los méritos de Villaseñor para ser objeto de tal distinción consistieron en haber aprovisionado las expediciones pacificadoras de Jalisco, Compostela y Nuevo México. En otras palabras, Puruándiro fue el granero que llenó el buche de los ejércitos españoles en esas campañas. Villaseñor, como "criado" o servidor que fue de Hernán Cortés, a la muerte de éste, por orden del conde de Aguilar, tutor del hijo del Marqués, tuvo que presentarse en la residencia de su ex jefe, en julio de 1549, con objeto de levantar inventario de los bienes del difunto. La cuestión fue divertida, pues doña Juana de Zúñiga, madrastra de Martín, consideraba que nadie debía meter la nariz en los bienes materia de la sucesión. El hermano de la viuda, fray Antonio de Zúñiga, hizo causa común con Juanita y corrieron a Villaseñor con cajas destempladas, en unión del escribano Francisco Díaz. Pero el tiempo es buen consejero y los Zúñiga lo pensaron mejor, permitiendo el paso a los interfectos aunque, como desquite, no 44


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dieron la cara y nombraron su representante a la "criada" o camarera Lucía de la Paz. Villaseñor y el escribano se han de haber muerto de la risa. En otros menesteres como embargos, remates y labores de picapleitos, don Juan representó a personajes tan ilustres como la sucesión de fray Juan de Zumárraga, primer obispo de México, y don Vasco de Quiroga, primer obispo de Michoacán. La Corte Chica Por otra parte, por cuanto a su encomienda se refiere, Villaseñor supo darse regalada vida, trabar relación con los influyentes de la época y ser la raíz misma de un árbol genealógico de significación no sólo regional sino a nivel nacional. En tanto Puruándiro, Angamacutiro y Conguripo, así como Penjamillo, son una prolongación del Bajío guanajuatense, tierras fértiles y productivas, Huango es simple y sencillamente una hoya rodeada por montañas, cuyas únicas salidas consistían en cañadas, ciénegas y lagunas. Sin embargo, Juan de Villaseñor eligió, como si fuera noble purépeti o achá, lugar de su residencia a Huango. Sus amistades fueron blanco de sus propósitos casamenteros, y sus hijos e hijas casaron con miembros de esas familias. Fray Diego Basalenque, enumera, de bulto, a Villaseñores, Orozcos, Cervantes, Ávalos, Bocanegras y Contreras como linajes derivados de la habilidad y puntería de don Juan en la selección de parientes políticos. Dice fray Diego que en las haciendas ubicadas en Huango se edificaron casas grandes y ostentosas, así como que las familias emparentadas mediante casorio con el encomendero fueron beneficiarias del reparto que éste hizo de sus posesiones, a más de que todos se reunían en Huango en cada fiesta sonada y en pascuas, formando un grupo tan nutrido y elegante que gastaba dinero a manos llenas para el mejor lucimiento posible de las festividades, y que recordaba el lujo ostentoso de la corte capitalina, por lo oque se dio en llamar a Huango "la Corte Chica". Pero, concluye el cronista agustino en forma breve y concisa: "Todo se acabó". 45


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De todos modos Juan te llamas Es necesario aclarar cuál fue el nombre completo y correcto del encomendero de Puruándiro, pues existe divergencia en las historiografías. Y para terminar con cualquier controversia, lo mejor es dejar la palabra al mismo Villaseñor cuando, por 1544, rinde declaración ante el virrey don Antonio de Mendoza: "…Dize: Que es natural de la villa de Vélez, e hijo legítimo del Alcalde Diego, de Burgos, y de Guiomar de Orozco; y que há al pie de veynte y tres años que pasó a esa Nueva Spaña, y se halló en el peñol de Coatlán con sus armas y tres cavallos y un hermano suyo que se dezía Francisco de Orozco; conquistó toda la Mysteca, y tuvo repartimiento de yndios; y que el año de veynte y siete [1527], le encomendó el Marquez [Hernando de Cortés] los yndios que tiene en la provincia de Michoacan, y después, yendo Nuño de Guzmán en la conquista de la Nueva Galizia, queriendo yr con él a servir a Su Magestad para su seguridad, le mandó quedar en el Paso de la Purificación para que estuviese la tierra segura, donde estovo; y que há dieziséis años que se casó, y tiene cinco hijos;… y que cuando Vuestra Señoría Ilustrísima fue a la conquista de la Nueva Galizia, le mandó quedar en Michoacan, para proveer lo necesario, e así quedó…" Si Villaseñor dijo la verdad y sólo la verdad, nació en 1500; en 1521 llegó a México y formó parte del grupo al mando de Francisco de Orozco, que conquistó Oaxaca a fines de ese mismo año y, por tanto, fue compañero de armas del cronista de la Conquista, Bernal Díaz del Castillo; atacó a los nativos que se fortificaron en montañas de difícil acceso a las que los españoles llamaron "peñoles", e hizo suficientes méritos para que Cortés lo nombrara uno de sus ayudantes o "criados", que en aquel entonces la gente no se fijaba mucho en los calificativos, en tanto que ahora una sirvienta, criada o fámula se ofende si se le llama tal, ya que las de su profesión actualmente se denominan "auxiliares técnicas en administración doméstica". Pero volviendo a la materia, el servicio y méritos de Villaseñor hicieron posible que su Capitán General le otorgara la encomienda que le permitió vivir en el ocio, merced a que después fue confirmada 46


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por la Corona para él y tres generaciones más de descendientes suyos, como antes se dijo. Un detalle más aparece de la declaración del encomendero. Se dice hermano de Francisco de Orozco, personalidad de primera categoría en la Conquista, que tomó la ciudad de Oaxaca y vigiló en buena parte a los nativos de esa región, hasta que Cocijoeza, monarca mixteco, se convirtió al catolicismo y, gracias a la energía de Gonzalo de Sandoval, se sometió totalmente a España. En esos tiempos, las personas usaban, indistintamente, el apellido del padre o de la madre, o bien el del lugar de su nacimiento o de algún pariente de ínfulas, por lo que no es remoto que don Francisco ostentara el de la autora de sus días y don Juan el de su pueblo, de algún tío de polendas o los de su padre y madre. Si algún mal pensado estima que don Juan se quiso adornar, haciéndose pasar por hermano de uno de los conquistadores de fuste, para lograr mayores consideraciones y privilegios, deberá tomar en cuenta que don Juan arriesgaba mucho si el virrey le caía en la mentira. Además, la coincidencia de combatir Juan y Francisco en la misma región, bajo la vigilancia de Cortés y Sandoval, hace todavía más verosímil la declaración. Lo más importante es que el encomendero de Puruándiro se llamó Juan de Villaseñor y Orozco, nacido en 1500 en la villa de Vélez, en Málaga, España, hijo de don Diego y doña Guiomar; colaborador a los 21 años en la conquista de Oaxaca, donde obtuvo de Cortés un repartimiento de nativos y, en 1527, la encomienda de tierras en la provincia de Michoacán, la que le fue confirmada por la Corona en 1530. Casó en 1528 y los frutos de su matrimonio fueron 5, imponiéndose su nombre al primogénito y mayorazgo, por lo que, a la muerte del padre, ocurrida el 25 de mayo de 1576 en la hacienda de Cuerámbaro (Cuerámaro), pasó a ser el titular de la encomienda don Juan de Villaseñor y Cervantes, según aparece de la Relación de Cuitzeo, formulada en 28 de agosto de 1579 por el Corregidor de ese poblado, don Pedro Gutiérrez de Cuevas, asistido del escribano don Juan de Écija. Puede inferirse que la confusión de apellidos sólo se debe a que varios investigadores incurrieron en el error de estimar que padre e hijo eran una sola persona. 47


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Ese error motivó también la afirmación de que el encomendero llegó a Puruándiro ya casado y "con muchos hijos e hijas". En realidad, casó ya radicado en su encomienda y sus hijos nacieron en Michoacán. Lo que sí es cierto es su olfato casamentero, ratificado por Basalenque. Fernando Sotelo de Montezuma, encomendero de Tarímbaro, y Bernardino de Bocanegra, hijo de Hernán Pérez de Bocanegra y heredero de la encomienda de Acámbaro, fueron sus yernos. El profesor Jesús Amaya Topete, en su Ameca, editada en 1951, afirma que muchos de los Villaseñor radicados en Jalisco son descendientes de Lorenzo de Villaseñor y Ana Rico Topete, bisnieta del dueño del valle de Ameca don Luis Ahumada, afirmándose que don Lorenzo era descendiente directo del encomendero. Además, la investigación llevada a cabo por el profesor Amaya le permite afirmar que pudo constatar la exigencia de otros descendientes directos de los Bocanegra Villaseñor y de los Rodríguez Ponce, también Villaseñor, que fueran latifundistas de Huachinango. Todo quedó en familia Para terminar con la descendencia Villaseñor, se confirma el refrán de que los extremos se tocan. Doña Ana María Gallaga, originaria de Jururemba, hacienda ubicada entre Puruándiro y Huango, nació en 1731; fueron sus padres don Juan Gallaga y doña Joaquina de Villaseñor y doña Elena Cortés Enríquez de Silva. En 1750 casó con don Cristóbal Hidalgo y Costilla y, entre sus cuatro hijos, se cuenta a Miguel, quien como cura de Dolores, inició el movimiento de Independencia de México. Por otra parte, algunos Villaseñor decidieron radicar en Valladolid, y una de las damas de la familia emparentó con los Arámburu Arregui, también españoles de la aristocracia vallisoletana. Doña Josefa Arámburu Carrillo y Villaseñor, hija de ese matrimonio, a su vez casó con el español José Joaquín de Iturbide y ambos procrearon un varón al que se impuso el nombre de Agustín, que con el tiempo eligió la carrera de las armas y fue enconado enemigo de los insurgentes mexicanos hasta que, con el pretexto de preservar a 48


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México de un gobierno monárquico constitucional y ofrecer a Fernando VII un trono desde el que gobernara como le diera su real gana, en representación del sector español de México, celebró con Vicente Guerrero, Nicolás Bravo, Juan Álvarez, Guadalupe Victoria y demás auténticos insurgentes el famoso Plan de Iguala, que hiciera posible la consumación de la Independencia mexicana. El tronco del árbol Villaseñor conquistó; una de sus ramas inició el movimiento contra esa dominación; y otra consumó el movimiento libertario. Bien dice la Biblia que los caminos del Señor son intrincados. 6. CONGREGACIONES, TRAZOS Y NOMBRES Yo los quiero… proteger La nada eficiente labor de Juan de Villaseñor y Orozco como visitador de la provincia michoacana, que originó fuera reemplazado por don Vasco de Quiroga, se debió, según se afirma, a que el señor se dedicó al cuidado de su encomienda y redujo sus visitas a ella y regiones aledañas. Las almas piadosas sostuvieron que, arrebatado por misericordioso celo, don Juan anduvo a la pesca de aterrorizados purépecha ocultos en montes y barrancas, que intentaban evitar ser víctimas de los desmanes del encomendero, a quien equiparaban con el nada amable Nuño de Guzmán. Independientemente de su deseo de reunir el mayor número posible de nativos que trabajaran para su personal provecho, pese al antecedente de sus quejas, que fueron uno de los pretextos para que Nuño se ensañara con el último Caltzontzin en realidad Villaseñor, demostró no ser un hombre cruel y sí un amante de la vida regalada y comodona. Fray Isidro Félix de Espinosa, franciscano, fray Diego de Basalenque y fray Matías de Escobar, agustinos, adjudican en sus crónicas a Villaseñor los nobles fines de cristianización y amparo paternal. Tanto, que el último de los autores citados no vacila en afirmar de don Juan que "…el noble encomendero… con su calor 49


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cristiano creció la obra [el convento de Huango] a los tamaños que hoy se ven, con harto sentimiento de que la muerte nos hubiera llevado a este indiano Constantino…" Nada más ni nada menos. La verdad, sin homéricos arrebatos, era muy distinta. Una encomienda sin encomendados es como una coyunda sin bueyes; maldito para lo que serviría. Y si los pocos purépecha de esa región fronteriza se habían hecho los remolones para cultivar, entregar cosechas y pagar tributos; y si la visita de Nuño de Guzmán y el sacrificio de Tangáxoan les había plantado el terror en el alma, fuerza fue que huyeran, sobre todo, de las tierras encomendadas a Villaseñor, que habían sido el lugar de los hechos. Villaseñor tuvo que darse a la búsqueda de nativos y, una vez localizados, intentar convencerlos de regresar a la tierra abandonada. Y ¿qué mejores auxiliares podía encontrar que los hombres humildes, pobres y caritativos, que intentaban la conquista de almas americanas, armados sólo con desgarrados hábitos y fervor evangélico? Lo expuesto obliga a tratar sobre los esfuerzos y afanes de los religiosos franciscanos y agustinos. Los del hábito azul Fue la orden del seráfico San Francisco la primera en llegar a costas mexicanas. Entre los integrantes de la primera barcada venían fray Martín de Jesús o de la Coruña y fray Ángel de Salceda o de Valencia, quienes fueron los primeros en incursionar por tierras michoacanas, allanando el camino a fray Antonio de Lisboa y fray Juan de San Miguel, quienes erigieron los primeros templo y colegio en la loma achatada que ocuparía la capital michoacana. Fray Juan y fray Jacobo De sobra es conocida la labor de repoblamiento de los frailes franciscanos. Fray Juan de San Miguel, que entre los incansables franciscanos adquirió fama de andarín, no sólo recorrió montañas y valles michoacanos, sino que se internó en las regiones del Norte, en 50


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territorio chichimeca, lo que le valió, después de ser guardián del convento de Uruapan, ocupar el mismo puesto en los de Acámbaro, Apaseo y Chamacuero, en ese orden. Por fuerza tuvo que pasar por los poblados de Huango, Cuitzeo y Puruándiro y en ver al río Lerma como un viejo desconocido. Fray Jacobo Daciano, hijo de príncipes, también exploró y repobló el norte michoacano. Tan fue así que se constituyó en fundador del convento de Tzacapu. Cuando la expedición de Nuño de Guzmán buscó un paso para cruzar el Lerma, los capellanes de esa fuerza, los clérigos Bartolomé de Estrada y Alonso Gutiérrez, se encontraron con muchos nativos ya bautizados. No sobra relatar un hecho. En tanto los altos jerarcas de la Iglesia romana discutían si sería o no procedente administrar a los aborígenes americanos, "salvajes" que tal vez no podían comprender en qué consistía el sacramento de la comunión, fray Jacobo Daciano, que sí sabía con quiénes trataba, administró la Eucaristía a fervorosos naturales vecinos de Tzacapu y sus derredores. Llega San Agustín Pero la Nueva España era inmensa y sus habitantes millones. Era necesario que los religiosos de la Orden mínima fueran auxiliados en su labor. Entre otras, en 1533, la orden de San Agustín llegó a México. Fray Diego Basalenque dice que "…aunque había muchos años que andaban trabajando en estas empresas, con grande fruto y logro de los Religiosos de N. P. San Francisco, que fueron los primeros que formaron ejército contra este Rey tirano [Satçan]…", era necesario el concurso de más evangelizadores. La primera barcada de agustinos inició su labor en Oaxaca, pero la Tierra Caliente guerrerense y michoacana se convirtió en su objetivo en 1537. Juan de Alvarado, encomendero de Tiripetío, pidió la labor repobladora Agustina en sus dominios y la tuvo a manos llenas. Tanto que, admirados los religiosos de la habilidad artesanal, la obediencia y entendimiento de los purépecha, no sólo les enseñaron el uso de 51


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instrumentos europeos para carpintería, pintura y herrería, sino de materias más elevadas. Así, en 1540, la orden Agustina fundó la Casa de Estudios Mayores de Tiripetío, a la que debe considerarse la primera Universidad de América. Fray Alonso de la Vera Cruz, provincial de la Orden, fundó las casas de Valladolid, Tzirosto, Charo, Cupándaro, Cuitzeo, Huango y Yuririapúndaro. Los agustinos habían llegado a la encomienda de Villaseñor, gracias a don Vasco de Quiroga, que entregó la región al Provincial en 1550. Al ser fray Alonso designado Provincial por cuarta ocasión, el obispo de Michoacán, don Juan de Medina Rincón, le otorgó la doctrina de Chucándiro, que contaba con numerosas visitas. ¿Un beneficiado o un perjudicado? En tiempos todavía de don Vasco, este primer Obispo, que deseaba secularizar al clero de su diócesis, designó un clérigo para que, aun cuando no hubiere parroquia, ejerciera su ministerio como Beneficiado en la cabecera de Puruándiro y los barrios que le estaban sujetos. En realidad, el Beneficiado había salido perjudicado, pues a su cargo quedaban más de 30 mil fieles, según Basalenque, en un territorio no menor de 150 kilómetros a la redonda. Yuririapúndaro, Cuitzeo, Cupándaro, Huango, Puruándiro, Pénjamo, Penjamillo y Conguripo eran el escenario de sus aflicciones, sólo aliviadas por el hecho de que, años antes, fray Bartolomé de Estrada, fray Juan Padilla y fray Juan Badillo habían indoctrinado e impuesto el bautismo a los nativos de Angamacutiro. Basalenque afirma que el Beneficiado sólo podía bautizar, confesar y casar. Fray Matías de Escobar dice que aquella feligresía ya casi agonizaba por la falta de sacerdotes. ¿Y el señor encomendero? Bien, gracias. En lugar de hacer el intento de, en alguna forma, prestar auxilio al agobiado clérigo, procuraba tenerlo siempre a su lado para disfrutar el sacrificio de la misa con frecuencia. Ésa era la preocupación del señor de la región por el indoctrinamiento de sus encomendados.

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Pero llegó el refuerzo La decisión de don Vasco benefició al nutrido contingente de parroquianos y, de paso, al sufrido Beneficiado. Puruándiro, Penjamillo y Conguripo quedaban a cargo de éste. El resto de los poblados se puso en manos de los agustinos, quienes señalaron como fronteras de su Provincia a Cuitzeo y Yuriria, por lo que se encargaron, para beneplácito del encomendero, de repoblar Chucándiro, Cupándaro, Santa Ana Maya, Jéruco, Capacho, Araró y demás pueblos vecinos a la laguna de Cuitzeo, en tanto que, al Norte, floreció Huango y los pueblos de Puruándiro y Angamacutiro se consolidaron. Escobar resume que "…logró la dicha Huango de que, luego que irradió la luz del Evangelio por el oriente de Michoacán, la cual proporcionó el resplandeciente sol seráfico del venerable padre fray Juan de San Miguel… al Beneficiado de Puruándiro le era precisa en la cabecera… la alta providencia de que fuésemos los agustinos a cuidar de aquella cristiandad…". A Huango le vinieron guangos sus vecinos Por otra parte, Juan de Villaseñor, aun cuando la cabecera de su encomienda era Puruándiro, como si fuera señor o achá de los purépecha, hizo objeto de sus preferencias personales a Huango. Tuvo el mismo gusto que los jefes nativos, y en tanto disfrutaba del clima húmedo y frío de ese lugar, en medio de fiestas, toreo y ocioso y creador descanso, los poblados de Puruándiro, Angamacutiro y Penjamillo se dedicaban a la cría de ganado, curtimbre de cueros y agricultura en tierras de riego de Pan Debajo (trigo) y maíz, para procurar jugosos ingresos al proveniente de Vélez, España. Fray Diego de Basalenque es con mucho, el más observador y agudo crítico de la situación. Afirma que Huango "es una hoya grande rodeada de cerros, salvo por sus desagües, ciénegas y lagunas, que abundan… El encomendero, aunque tenía Puruándiro, escogió este pueblo para vivir y morir… Abunda en agua y carece de otras cosas, pues las pestes se asentaron más por ser hoya, por lo que quedan pocos nativos, que por ser los que sustentan no pudieran llevar más 53


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adelante al pueblo, y sólo pueden sustentarse tres religiosos sin depender de los nativos…". Y remacha: "…y aunque se diga que la cabecera de Yuririapúndaro, Cuitzeo y por todo el Lerma hasta Puruándiro, el error se debe a que Juan de Villaseñor, encomendero de Puruándiro,… tenía su casa en Huango... y los demás pueblos nunca reconocieron a Huango, pues eran pueblos mayores y tenían sus justicias sin reconocimiento de uno a otro, pues eran distintas cabeceras administradas por un clérigo, por la falta de ministros…". Bajo ningún concepto se pretende menospreciar a Huango, pero la verdad histórica debe prevalecer, y los hechos posteriores a la etapa de la Colonia pondrían a cada poblado en su justo sitio, en los campos económico, político y social. El postergado Por lo pronto, Yuririapúndaro, Cuitzeo, Huango, Cupándaro y Chucándiro vieron erguirse los edificios de templos y conventos, en tanto que Puruándiro, como un patito feo, vio hasta 1757 cómo, bajo la dirección del párroco don Timoteo Ramírez, se iniciaba la fábrica de un templo parroquial, que fue terminado hasta 1802 por el cura don Joaquín M. Ramírez de Arellano, templo del que se afirma su altar mayor fue diseñado por don Francisco Eduardo Tresguerras, eminente artista celayense al que se cuelgan más milagros de los que en realidad hizo. Pero, a cambio de eso, Puruándiro contó con el clásico Hospital, el artístico templo de La Higuerita, el Niñado o Santuario de Los Dolores y el Santuario de Los Ángeles. El trazo y el clérigo Además, justo es reconocerlo, la traza de las calles centrales del poblado, de típicas características españolas, se debió al empuje inicial de Villaseñor y Orozco, antes de abandonarse a la suave y descansada vida de casamentero de su descendencia, espectador y partícipe de carreras de caballos, lidias toreras y bailes, o al cómodo

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abandono, aprendido de los nativos, de las delicias de baños en las saludables aguas termales de los abundantes manantiales. Villaseñor, por último, logró que Puruándiro se poblara por numerosas familias españolas de origen, nativos purépecha y algunas otomíes. El pueblo, dado su crecimiento, mereció ser erigido en parroquia en 1568, por decreto dictado por el obispo don Antonio Morales de Medina, siendo un sacerdote secular, el padre Pedro Texeda, el primer encargado de la parroquia, quien administraba los sacramentos a la cabecera y a los poblados o barrios sujetos a la misma, según don Luis García Pimentel, que eran Acámbaro, Tzinbanguaro, Santiago, Xexan, Tzinapécuaro y Santa Ana Maya, así como otras Estanzuelas y barrezuelos. En la Relación de los clérigos del Obispado de Michoacán, que elabora, en 1571, el obispo Morales, informa que don Pedro desempeñaba el cargo de vicario, nacido en España, que dominaba el latín y hablaba el purhembe. El Dr. Francisco Miranda G., proporciona el dato en su Don Vasco de Quiroga y su Colegio de San Nicolás y agrega que, para esa época, ejercían el ministerio sacerdotal: don Juan Barajas, en Tlazazalca; don Mateo de Castro, en Maravatío; don Juan Bautista Corvera, en Apaseo; don Diego de Orduña, en Guanajuato y Santa Ana; don Rodrigo de Orejón, en Santa Fe; y don Rodrigo Muñoz, en Tlalpujahua. Los franciscanos, por su parte, tenían conventos en Acámbaro y en Tzinapécuaro, y los agustinos, en Santiago, Cuitzeo y Huango. Un ganadero más En el Ramo de Mercedes del Archivo General de la Nación (Vol. 3, fojas 361-3), se encontraron la merced de un sitio de estancia para ganado mayor, en el lugar llamado Camatío, colindante con las estancias de Juan de Villaseñor y Andrés de Bargas, río Lerma de por medio, lo que indica que estaba en territorio del actual Guanajuato; así como la merced de un sitio para ganado menor en Acámbaro, en la barranca del Río, que por un costado estaba limitado por restos de templos nativos y por la otra por un cerro llamado Zanque (?). Ambas mercedes fueron otorgadas por don Luis de Velasco en favor de Basco Núñez, el 6 de mayo de 1551. 55


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De esas mercedes llama la atención el hecho de que se condicionaban a que Núñez, dispusiera libremente de las tierras, como cosa propia, "…a quien quisiéredes y por bien tuviéredes con tanto que no sea a Iglesia, ni Monasterio ni otra persona eclesiástica, so pena de la perder…". ¿Así eran los purépecha? Un aspecto más de la región, que la caracterizó en la etapa colonial, fue su vecindad y exposición a los ataques chichimecas. Fray Diego Muñoz, religioso franciscano que llegó a ser Provincial de la Orden en dos ocasiones, escribió la Descripción de la provincia de San Pedro y San Pablo de Michoacán, en 1585. En ella dice que "chichimeca" era el nombre que, en la época, se daba a los nativos no bautizados, si bien aclara que vivían al norte del río Lerma y de la laguna de Chapala, en regiones en las que abundaban las vetas de plata y las tierras pastales. Los describe como personas feroces, nómadas, que dormían al raso, donde la noche los alcanzaba, y que comían carne de todo tipo de animal, medio asada, de constitución física fornida, dados al robo, al asesinato y la crueldad, sumamente diestros en el uso del arco y la flecha, así como conocedores de bosques y sierras cuyos recovecos y encrucijadas recorrían con gran agilidad. Termina fray Diego con la consideración de que sólo el hecho de no constituir un pueblo unido, sino pequeños grupos separados entre sí, pudo impedir que pusieran en grave riesgo a los grupos pacíficos de nativos y a los españoles, por quienes sentían profunda enemistad. Basalenque, Escobar y Espinoza, religiosos todos ellos que tuvieron oportunidad, en su labor evangélica, de conocer a estos grupos de nómadas, coinciden en sus respectivas descripciones con Muñoz. Yuririapúndaro, Puruándiro y Huango supieron de las amarguras de ataques chichimecas y sufrieron en carne propia las consecuencias.

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¿Milagro o aguante milagroso? Era prior de Huango fray Gerónimo de Guevara y con él estaba fray Francisco de Saldo. El convento del lugar no ofrecía las seguridades que brindaba el de Cuitzeo, que más bien parece una fortaleza. Los agustinos dejaron solos a los nativos con objeto de prestar sus servicios en las Visitas a su cargo. La caridad cristiana y la civilización española perjudicaron a los naturales en un sentido: ya no eran capaces de defenderse a sí mismos tomando canícucua (arco), pitácua (flechas), atapu (escudo) y cuinari (macana), para rechazar ataques. Los chichimecas llegaron para quemar cabañas, robar objetos y, de paso, llevarse prisioneros a buen número de los habitantes del poblado que no habían muerto en el ataque. Al regresar los religiosos y darse cuenta de lo ocurrido, de inmediato salieron en persecución de los bárbaros, quienes, al ser alcanzados, dispararon flechas a los agustinos. Sin embargo, éstos lograron rescatar a sus fieles y parte del botín robado, en tanto los salvajes se ocultaban en la sierra y los héroes de hábito y cruz regresaban en triunfo a Huango. Aunque, según fray Matías de Escobar relata en su Americana Thebaida, las flechas disparadas, que era fama atravesaban armaduras y escudos de hierro, milagrosamente perdían la fuerza al tocar los hábitos y caían al suelo sin que una sola punta penetrara en sus cuerpos, a su regreso al convento los dos religiosos, "por la gran fatiga que tuvieron en la batalla… enfermaron, y en breves días murieron". La verdad es que la razón se resiste a creer tal milagro, y si los buenos frailes murieron se debió a las heridas causadas, que aguantaron como los buenos en el momento necesario, pero que a la larga les ocasionaron la muerte. Y que perdone la incredulidad fray Matías y, de paso, fray Diego de Basalenque, de quien Escobar tomó el dato. De todos modos, el hecho sirve para confirmar que la vecindad chichimeca en forma alguna podía considerarse grata o tranquilizante.

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Y como a la ocasión la pintan calva, los autores de este estudio no pueden menos que preguntar: ¿con datos como los que dan los cronistas Muñoz, Basalenque, Escobar y Espinoza, es posible sostener que purépecha y chichimecas eran la misma cosa?. Prieto o moreno, pero no italiano Y ya que de preguntas de mala leche se trata, en Puruándiro, estudio publicado en 1978 por don José Antonio Zavala Bucio (esfuerzo loable que ojalá en cada localidad michoacana hubiera alguien que lo llevara a cabo), el autor afirma que fue jefe del poblado un nativo llamado Turín, que equivale a negro, quien recibió el nombre de Juan al ser bautizado en un manantial que, por tal hecho, es conocido como Juanturio. Además, en la Ciudad una calle lleva el nombre de Juan Turín. En purhembe negro o moreno se dice turípiti o turís y, por tanto, tal debe haber sido el nombre del achá o caracha-capacha. En honor al buen decir del idioma de los purépecha, ¿no sería justo poner a las calles de Campeche y de Juan Turín los vocablos correctos de Caracha-capacha y Juan Turípiti o Juan Turís?. 7. BENEFICIADO Y BENEFICIARIOS Cabeceras de Beneficio Excepción hecha de los poblados que administraba la orden de San Agustín, durante la primera mitad del siglo XVII (1601-1650), la región del Bajío michoacano era considerada eclesiásticamente un "Beneficio" con dos poblados cabecera: San Juan Puruándiro y Santiago Conguripo, a los que se clasificaba como "pueblos de indios", cuya asistencia espiritual estuvo a cargo, como ya se dijo, de un Beneficiado o clérigo que, a cambio de sus servicios, debía recibir un salario de 45 pesos, pagado por dos haciendas, y 120 pesos más que los nativos debían exprimir de sus magros ingresos. El Beneficiado atendía a los vecinos de las dos cabeceras y a sus respectivos hospitales o huatáperas que, para prestar su benéfico 58


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servicio, eran propietarios de ganado y siembras de maíz, si bien Angamacutiro comenzaba a cobrar importancia y sus pobladores exigieron también el establecimiento que, en sus tiempos, fray Juan de San Miguel procuró impulsar hasta convertirlos en instituciones necesariamente incorporadas a cada poblado. Los suertudos Pero allí paraba la explotación agropecuaria de los naturales. En cambio, la música variaba en el caso de los españoles asentados en la región y tocaba, es lógico, mejores armonías. La estancia de Huécaro fue de Pedro de Villaseñor, ganadero y cultivador de trigo. En 1651, la propiedad pasó a poder de Luis de Cisneros. Carano era una estancia ganadera en cuya capilla cumplía sus devociones doña Beatriz Barrozo y Vera, cuyo hijo, Tomás de Cervantes, heredó de ella la propiedad. Cacándico y El Sauce eran propiedad de otra viuda, doña Isabel de Orozco, que veía reproducirse al ganado que pastaba en ambas estancias. Al fallecer la señora, las propiedades de sus accesorios pasaron a sus herederos: Cacándico benefició la situación del Beneficiado, Lic. José López y El Sauce la de Juan Lucas de Morcillo. Buenavista, también estancia ganadera, fue de Pedro Sánchez Morcillo y, cuando éste se amorcilló, pasó a manos de Pablo de Arroyo. Janamuato y su ganado rendían beneficios a Tomás de Burgos Antolínez, a cuyo fallecimiento pasó a solventar la situación económica de su esposa y los hijos de ambos. Arredondo se redondeó En el valle de Ururuta, Miguel Díaz, Cristóbal Díaz y Juan de Quesada, cada uno por su lado, criaban ganado. Después murió Cristóbal y Juan fusionó la estancia del difunto a la suya. Pero Felipe Lobato, estanciero en el mismo Valle que tenía sus vaquitas y sembraba maíz, con el tiempo y un ganchito se convertía en hombre acaudalado, hasta que pudo adquirir los bienes de sus vecinos Juan y 59


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Miguel, para ocupar todo el Valle e integrar la gran estancia de Ururuta. Tal pareció que de Lobato sería un potentado en la región e, inclusive, en lugar de atender su riqueza personalmente, contrató los servicios de Juan de Arredondo para que la administrara e iniciara éste su propia fortuna. Se ignora la razón, pero de Lobato vendió la gran propiedad a Diego de Isla, con la sola excepción de una pequeña estancia que dejó a Felipe su hijo, para que atendiera vacas y fabricara queso. Otro Beneficiado, el de Huaniqueo, a más de la administración espiritual, distraía ocios en su estancia de Cherecho. Como quien en realidad trabajaba tierra y atendía ganados era Juan de Arredondo, en tanto los propietarios se daban la gran vida en las ciudades, sin atender la tienda, una vez más se repitió la historia de siempre: el administrador acabó por ser el dueño y señor total y único de la magnífica hacienda. Firmes y desertores Tomás Aguilar se dedicó a la ganadería en El Cacalote. Después hizo sociedad con su colindante Diego Hernández. Para terminar, al declinar la productividad de su estancia, Aguilar la vendió a Cristóbal de Aguirre y se fue con la música a otra parte. Francisco Pérez trabajó en pequeña escala, igual que Domingo Sánchez, y a éste le fue tan mal que tiró el arpa. Huacujuato fue propiedad sucesiva de Juan González y Gerónimo de Rojas. San Lorenzo fue el seguro de vida que doña Leonor Velázquez recibió al exhalar su esposo el último suspiro, pero vendió tierras, animales y siembras de maíz a don Agustín de Solórzano. En Urequio no la pasaba mal Juan de Tapia pero, no se sabe por qué, con el tiempo la estancia fue abandonada. Los Cuatro pasó, de manos de Pedro Martínez de Uriarte, a Juan de Saucedo. Antes de despoblarse, Cupándaro era depósito constituido en Jerónimo Magdaleno que, por y para su cuenta, explotaba maíz en Carícuaro.

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El Vado, daba sus productos a Hernando de Aguilar. Doña Mariana de Zúñiga, a más de orar en su capilla privada, recibía ganado y maíz de Tzirapécuaro. Gonzalo de Villaseñor en Estancia Nueva, y Miguel de Villaseñor Orozco, en la Estancia del Río, recontaban ganado. Don Miguel pagaba, con dinero de su bolsillo, 20 pesos al clérigo Beneficiado que oficiaba en la capilla de su hacienda. Entre militares y abolengo Villachuato fue hacienda de mayor productividad, la que el alférez José de Figueroa acrecentó al comprar a la viuda María Núñez la estancia del Maluco, a más del maíz que sembraba en el rancho de Surumuato. Por su parte, el capitán Andrés de Vargas sería superior jerárquico de Figueroa, pero la producción de Espejan no era, ni con mucho, comparable a la de las posesiones del Alférez. La Palma fue propiedad de otro descendiente del tronco fundador, Juan de Villaseñor Patiño, quien herraba animales y cosechaba trigo y maíz, mientras su familiar Francisco Villaseñor, primero nada más en Cuanaspomácuaro, pero luego también en Orapúndiro, que compró a Blas Ruiz, por lo menos doblaba en importancia a Juanito. El Fresno perteneció primero a Diego López, quien vendió a Juan de León la estancia, para que éste la fusionara a sus propiedades anteriores y aumentara su actividad agrícola y ganadera. San José fue hacienda pertenencia de Diego de Orozco, Aranjuez de Juan de Zúñiga y Miguel López no puso nombre, y si lo puso se ha olvidado, a su rancho triguero. Pocos los escogidos 34 ranchos, estancias o haciendas fueron el resultado que, a 125 años de la Conquista, eran fuentes de riqueza y bienestar en la región puruandireña, para comodidad y buen vivir de otras tantas familias, que no eran ni el diez por ciento de los habitantes del Valle.

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De 150 a 200 individuos vivían del trabajo que, por un mísero jornal de medio real, desempeñaban los padres de familias que representaban de mil a 1 300 personas. Y eso sin tomar en cuenta peones acapillados sujetos a la cadena de deudas que se forjaba en la herrería de las tiendas de raya que, conste, fueron de patente española, para aplicación preferente al grupo mayoritario de los nativos, que así olvidaban aquello de que todos debían trabajar para beneficio de todos. ¡Progresos de la Conquista!. Consuelo de tontos Cien años después, la cosa seguía nivelada. Puruándiro era cabecera parroquial, lo mismo que Santa Fe. Angamacutiro, Santiago Conguripo, San Miguel Epejan, Santiago Numarán y sus barrios o congregaciones Xapucurio y Rincón de Zaragoza, así como Puruándiro, estaban poblados de españoles, nativos y, en algunos casos, mestizos y mulatos. Sante Fe, San Andrés Panindícuaro y Santa María Ahuanuato eran poblados de nativos. De cada cien habitantes 78 eran naturales, once españoles, 6 mestizos y 6 mulatos, respecto de un total aproximado de un poco más de 3 700 habitantes. Para 1748, la población se había triplicado. La localidad con mayor densidad demográfica era Puruándiro, seguida por Angamacutiro y, en tercer lugar, Numarán. Pero eso sí, salvo las tierras de comunidades y hospitales o huatápera, la propiedad inmueble realmente productiva estaba en manos de 82 familias españolas, y así en toda la región del Bajío de Querétaro, Guanajuato, Michoacán y Jalisco. Mal de muchos… No hay mal que por bien no venga En 1759, los michoacanos pasaron noches en vela y días de sabor a centavo en la boca. Temblores y más temblores. Llegó al Bajío michoacano una lluvia de cenizas junto con la noticia del nacimiento 62


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de un volcán en la cañada de Cuitinga, ubicada en Ario, en la hacienda de Jorullo. La ceniza caía en lluvia incesante y cubría los pastos de la región, para desgracia del ganado y desesperación de ganaderos. Sin embargo, pasados el susto y el tiempo, el mal se tradujo en bien, pues los fosfatos de calcio de las cenizas fertilizaron los terrenos y la producción agrícola se incrementó para recuperación de pérdidas y ganancias de rebote. La naturaleza sabe lo que hace. Volver a ser lo que fui Sin embargo, el tiempo no transcurrió en vano. Ya no había encomiendas ni encomenderos. Éstos fueron sustituidos por hacendados. En lugar de un amo, los ocupantes de la región tuvieron varios. Como quien dice: de la sartén al fuego. El corregimiento de Charo y las 26 alcaldías mayores que comprendía, debido a la reforma administrativa de los Borbones, se transformaron en 59 municipios con sus respectivos ayuntamientos y nativos cuyos grupos constituían repúblicas, dependientes todos de la Intendencia de Valladolid. En consecuencia, la alcaldía mayor de Huango, que abarcaba toda la región de Puruándiro y el Bajío michoacano, desapareció, igual que los corregimientos de Cuitzeo de la Laguna y de Taimeo. Puruándiro, por tanto, recuperó su autonomía, desparecida por espacio de 260 años debido al capricho de Villaseñor y Orozco, el encomendero. Puruándiro, como municipio, desde 1787 contó con un ayuntamiento integrado por un presidente y un procurador ó síndico, regidores, un alférez real y un escribano, en la inteligencia de que presidente y síndico eran nombrados por los regidores que, para no variar, pertenecían al sector poderoso de la región y procuraban designar a quienes mejor protegieran sus intereses y obedecieran sus instrucciones. Éstas fueron las ventajas de la reforma política del momento. Como quien dice: la situación no variaba mucho. El grupo en el poder era el mismo y el pueblo, a obedecer. 63


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8. LA LUCHA POR UN NUEVO SOL La razón se abre campo Europa, con la tendencia del racionalismo, rompió con las ideas nacidas en la Edad Media sobre los sistemas de gobierno. Inglaterra limitó el poder de su monarca con la creación de un Parlamento o poder legislativo. Francia, con la revolución de 1789, derrocó la monarquía y, como Estados Unidos al independizarse, implantó un sistema republicano de gobierno. Austria, Rusia y Prusia la atacaron para acabar con el que estimaban un mal ejemplo que ponía en peligro sus gobiernos monárquicos y, con ello, facilitaron el camino para que Napoleón Bonaparte se hiciera emperador e intentara dominar a toda Europa e implantar las ideas liberales en ella. De paso, vendió a Estados Unidos la región de la Luisiana, que impedía el crecimiento del nuevo país hacia el Poniente. Después incendió España, a quien gobernaba un pobre hombre llamado Carlos IV y que renunció a la corona. Su heredero, Fernando VII, también abdicó, y Napoleón impuso como rey a su hermano José. El pueblo español se levantó en armas contra el invasor, pero conocedor ya del pensamiento liberal de los racionalistas, aspiraba a que el poder del rey no fuera absoluto, sino limitado por una constitución que le impidiera abusar de sus atribuciones. La orden jesuita, expulsada de todo el imperio español por lo avanzado de sus ideas, dejó la semilla del liberalismo, que en Nueva España germinó y creció fuerte entre los criollos. Médicos y gachupines La Inquisición persiguió a las personas de ideas liberales, pero el pensamiento de Sor Juana Inés de la Cruz, Sigüenza y Góngora, José Antonio de Alzate, Benito Díaz de Gamarra y los jesuitas Diego José Abad, Francisco Javier Clavijero y, sobre todos, Francisco Javier Alegre, que negó la existencia de un "derecho divino" que hacía rey al rey y le autorizaba a gobernar como se le diera su real gana, influyeron en forma profunda en el pensamiento de las contadas 64


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personas que tenían acceso al estudio y a la cultura en la Nueva España. Entre las personas "de razón" se armaban acaloradas discusiones. Un grupo estaba formado por españoles nacidos en la Madre Patria o "peninsulares" y los hijos de españoles poderosos o acaudalados e influyentes, a los que se puede llamar "criollos españoles" por haber nacido en América. El segundo grupo, hijos de españoles de la clase media, sin influencias ni poder, sólo tenían acceso a los estudios superiores o profesionales o bien a ser curas de pueblo u oficiales, nunca jefes del ejército de Nueva España. Eran los "criollos mexicanos". Los primeros defendían la tradición, que por 300 años les había dado derechos de conquista, de disfrutar de enormes posesiones, ser altas autoridades eclesiásticas, políticas y militares. Por tanto, estaban contentos con la situación y no querían que cambiara. Los segundos hicieron suyas las ideas nacionalistas y liberales de los jesuitas, del suizo Rousseau, del inglés Locke y del francés Montesquieu, que les daban derecho a participar del poder y que justificaban ese derecho por la simple razón de que eran hijos del suelo en que vivían, que era mejor derecho que el de los nacidos del otro lado del Atlántico. Al enfrentarse los dos puntos de vista surgía la discusión, se extendían las pasiones y en lugar de dar la razón a quien pudiera tenerla, cada quien terminaba más convencido de su forma de pensar. El americano decía "gachupín" al que defendía la tradición, y el defensor de España, en desquite, lo calificaba de "mérico". A las escondidillas La invasión de España, permitió al gachupín llamar "afrancesado" al liberal y acusarlo de traidor. Las discusiones se acabaron, pues el progresista se arriesgaba a ser castigado. Nacieron entonces reuniones secretas disfrazadas de tertulias, en las que los criollos americanos reforzaban sus ideas y, aun más, conspiraban. En Valladolid Mariano Michelena encabezó una conspiración, en la que participaron Ignacio Allende y el cura de Huango, don Manuel 65


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Ruiz de Chávez. Se pretendía declarar la independencia de Nueva España. Pero les cayó el chahuixtle, pues fueron denunciados. Allende pudo sacar el bulto, los Michelena las pasaron negras y Ruiz de Chávez, como sacerdote, fue amonestado severamente y puesto en libertad bajo vigilancia. Entre los detenidos estuvo también Manuel González, conocido como "el Puruandireño", a quien se determinó darle su casa por cárcel, después de constituirse el sacerdote Juan Puente en su fiador y guardián. La situación era tensa. La inquietud era notable y se temía que, en cualquier momento, surgiera algún conflicto grave, por lo que la vigilancia se redobló por las autoridades virreinales. Un sector de cuidado Un tercer elemento social debía tomarse en cuenta, sobre todo por estar compuesto por millones. Peones acapillados, jornaleros, obrajeros, aguadores, arrieros, carboneros, leñadores, peones de minas, sirvientes y personas sin trabajo que vivían "de milagro, como la lotería". En resumen, un pueblo víctima de la opresión por espacio de 300 años, cuyo principal impulso sería el rencor. Rencor de nativos tratados como extraños, como bestias, en su propia tierra; mestizos fruto de violaciones o uniones espurias que debían doblegarse para sostener la bota del medio hermano que subía al caballo, y comían en la cocina las sobras de la mesa de los que llevaban su mismo apellido; los descendientes de negros traídos a la fuerza para trabajar bajo el látigo como esclavos; y, en común, todas las "castas" sujetas a la bota de hierro de la descendencia del conquistador. Ese pueblo no tenía ideas ni conocimientos filosóficos políticos. Sólo mascaba un rencor amargo y frustrado que, al iniciarse la lucha libertaria, se transformaría en destructividad ciega e incontenible que asustó a los teóricos que despertaron a la fiera. El sector contrario, gachupines y criollos españoles, responderían a esa furia como conquistadores: inmisericordes, sanguinarios y brutales, como el jinete que azota y corre al caballo resabiado, clavándole agudas espuelas, hasta reventarlo. 66


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De un lado, la "gente decente"; del otro, los traidores y "la chusma". Guerra de pasión repetida en las luchas de federalistas contra centralistas, liberales contra conservadores, chinacos republicanos contra imperialistas y revolucionarios contra porfiristas. El destape Gota a gota el agua perfora la piedra. Otro grupo conspirador de criollos americanos se reunía en Querétaro. El incorregible Allende formaba parte de él, así como el párroco del pueblo de Dolores, don Miguel Hidalgo y Costilla Gallaga, de ascendencia materna puruandireña. No faltó el delator, la alarma y la decisión. El grito libertario se lanzó en Dolores el 16 de septiembre de 1810. La puerta de salida al rencor popular se abrió y tuvo graves manifestaciones en Guanajuato, Guadalajara y Valladolid. Excesos y un "romance" En la historia negra de la crueldad figuró Mariano Cajigas, nacido en Angamacutiro o en Pénjamo, pues al rendir declaración Hidalgo, ya prisionero, contestó al cargo número 16 y dijo que Cajigas había sido uno de los autores de los muchos asesinatos de españoles, cometidos en diciembre de 1820 en Guadalajara. El mismo Cajigas, bajo el mando de Manuel Muñiz, famoso por su crueldad, tomó parte en el ataque a Valladolid efectuado en julio de 1811. Después, se le ordenó meter al orden al célebre Albino García, y lo único que logró fue que Albino despojara a su tropa de todas las armas. Entre los puruandireños que acudieron al llamado de Dolores estuvieron el sastre José María Armenta y el arriero Miguel López, quienes salieron del rancho del Cacalote. Hidalgo les ordenó se trasladaran a insurreccionar Oaxaca. En el camino se llevaron al colega de López, Sebastián Pérez. Pronto fueron localizados por su actividad de agitación y consignados, el 9 de noviembre de 1810, ante la Real Sala del Crimen, la que los sentenció, el 15 de diciembre, "a la pena de horca y ser descuartizados, poniéndose en parajes públicos sus cabezas y brazos".

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Puestos en capilla el 29, se les ejecutó el 31. Antes de ejecutarse la pena, fueron oídos en confesión por el canónigo José de San Martín, si bien el dominico fray Ramón Casaus, obispo auxiliar de Oaxaca, publicó el manuscrito Escarmiento y Desengaño de los Insurgentes, que dijo era obra de los sentenciados, escrita "para descubrir su corazón y reparar el escándalo". Don José de San Martín negó el hecho y le atribuyó al obispo la confección del "romance". Sebastián Pérez, el invitado, corrió con suerte, pues sólo se le condenó a sufrir 200 azotes, 10 años de prisión y a pasar bajo la horca donde estaban colgados sus compañeros. En el Bajío también bailan En agosto de 1811, en Pénjamo, la fuerza realista destacada derrotó a Rafael Camacho, quien después ocupó el pueblo de Alaquines y la hacienda de El Romeral, con ayuda del natural Rafael y de Desiderio Zárate. Tal vez el propio Camacho fue teniente de caballería en la tropa de Ignacio López Rayón en 1812. Don Gregorio Márquez, de Angangueo, se adhirió a la insurgencia. El general José de la Cruz, jefe del ejército realista de Occidente, famoso por su crueldad, ordenó su ejecución en Acámbaro, "por haber servido y recibido paga en el ejército de los insurgentes", en 1811. Pedro Celestino Negrete, lugarteniente de Cruz, fue también cruel y eficaz perseguidor de insurgentes, y contó entre sus ayudantes a Luis Quintanar. Los religiosos de la orden de San Camilo radicaban en la hacienda de Cuerámaro. El "mérico" Gregorio Márquez se hizo fuerte en ella para resistir el ataque de Quintanar el 25 de septiembre de 1811. En la acción murieron Márquez, los coroneles Rafael Ortiz y Valdespino, el mayor José María Trillo, Eustaquio Pérez de León y el religioso Juan Pablo o fray Pablo Delgadillo, quien había sido párroco de Urecho. El éxito realista se debió, en gran parte, al ataque decidido de la infantería dirigida por el comandante Magín Galli.

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Entre los parientes y el sol Pedro Villaseñor, pariente de Hidalgo, se unió a éste y con él sufrió la derrota de Puente de Calderón. Don Pedro se desplazó a Saltillo con Allende; en la toma de Zacatecas peleó al lado de Ignacio López Rayón; en el conflicto entre éste y don José María Morelos, tomó partido por el cura de Carácuaro y protegió a los congresistas de Apatzingán; fue miembro de la Junta de Jaujilla, en Tzacapu; y, por último, decaído el movimiento, se ocultó en Apatzingán hasta concluir la guerra de Independencia. Otro pariente, religioso él, don José Bernardo Villaseñor, fue acusado con otros sacerdotes de haber manifestado gran entusiasmo y simpatía por el movimiento, por lo que la Santa Inquisición los condenó a reclusión. Don Manuel Ruiz de Chávez, cura de Huango, por el antecedente de su participación en la conspiración de Valladolid, al estallar el movimiento de 1810 fue recluido en prisión y recuperó la libertad hasta 1813. En septiembre de 1812, en la región encomendada a Villaseñor su ancestro, comenzó la actuación del realista Agustín de Iturbide, quien, a más de su capacidad militar, se distinguió por su singular crueldad. Cerca de Cuerámaro, Iturbide se enfrentó a una partida insurgente. El comandante independentista Partida fue herido y el coronel Rafael Ruiz cayó prisionero, por lo que Agustín ordenó fuera ejecutado y que su cadáver se colgara, para ejemplo, en un paraje de la hacienda. El brigadier insurgente Francisco García murió en la acción, y el realista dispuso el traslado del cadáver a Pénjamo y su cristiana sepultura. Conducta incongruente que sólo quien ordenó podría haber explicado. Juan José Vargas, quien formó parte del ejército del Amo Torres, ocupante de Guadalajara, Zacatecas, La Piedad y Santa Ana Pacueco, a la muerte de su jefe, hizo la guerra por su cuenta mediante el sistema de guerrillas, igual que sus compañeros Velasco y Ramírez. Para obligar a Iturbide a salir de Yupataro y darle la bienvenida en un llano, Vargas ordenó a Baltasar Borrayo se acercara a provocar al realista. Borrayo amagó varios ataques e intercambió disparos sin 69


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sacar a la presa de su zorrera. Desesperado por lograr su cometido, Baltasar se aproximó en forma temeraria al enemigo, pero sólo obtuvo que Iturbide enviara un destacamento que operó con mucha precaución y sin perseguir abiertamente a los insurgentes hasta el río Turbio, donde esperaba Vargas. Borrayo ordenó el contraataque y se enzarzó en una lucha sangrienta. Ambos bandos sufrieron pérdidas de consideración. Entre las bajas insurgentes se contaban José María Baltierra y Francisco García. Pero ni provocado ni provocador se vieron las caras, debido a la astucia del primero. Borrayo, por méritos en campaña, ascendió de grado en grado. Finalmente fue nombrado brigadier y, en enero de 1813, murió en la acción de Peña Colorada, escasos días después de su promoción. No hay peor sordo que el que no quiere oír Algunos insurgentes más decidieron atacar y ocupar Valladolid, proyecto que consideró descabellado don Ignacio López Rayón. J. Sixto Berduzco, quien se significó como magnífico pensador, también había demostrado no ser hábil en maniobras de guerra, si bien coraje y decisión no le faltaban. Pese al parecer de Rayón, organizó un grupo de 6 mil hombres, se hizo de cañones, pues el realista Antonio Linares, que sí era militar y contaba con tropas disciplinadas, el 30 de enero de 1813, deshizo al contingente y lo persiguió hasta Aporo, les infligió 1 200 bajas y la pérdida total del equipo. Berduzco llegó a Puruándiro y se consideraba a salvo cuando realistas al mando del capitán Antonelli cayeron sobre la plaza; don Sixto el del apellido mal escrito, verde por la derrota y el susto, pero buen jinete, montó un caballo en pelo y huyó a todo galope, en tanto reflexionaba sobre la advertencia de Rayón. El que no oye consejo… Antonelli, por su parte, dio un trato humanitario a los dispersos que aprehendió, liberándolos. Los Rayón En agosto de 1813, Ignacio y Ramón López Rayón entraron a Puruándiro, con su secretario José Ignacio Oyarzábal y sus

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respectivos ejércitos. Al poblado llegó la noticia del nacimiento de un hijo de don Ignacio, y el orgulloso padre festejó el acontecimiento. Al mismo tiempo tuvo que conocer un caso desagradable. Le fue presentado Vicente Arias, que se decía coronel de los Ejércitos Americanos, a quien se acusaba de haber cometido actos reprobables que nada tenían que ver con la causa insurgente. La investigación demostró que Vicente era sólo un asesino bandido, por lo que se le instruyó juicio sumario, dictándose sentencia que le condenó al piquete de ejecución "por sus excesos, latrocinios y reincidencia". Un madruguete Otro oficial realista destacado fue Felipe Castañón, quien con frecuencia hostilizó a las guerrillas que operaban en el Bajío michoacano. Don Manuel Villalongín, entre otros hechos famosos por haber entrado sorpresivamente a Valladolid y rescatado a su esposa doña María Josefa Huerta Escalante, actuaba en la región del Bajío. Tomó parte en la trágica batalla de Puruarán, que marcó el ocaso de don José María Morelos y en la que murió su brazo derecho, don Mariano Matamoros. De retirada, acompañaban a Villalongín, cuando éste entró a Puruándiro, el coronel del regimiento de la Buena Suerte Cayetano Tejeda, el coronel Antonio Pérez de la Busta, el tesorero Juan José Piedras, el capitán Pedro Tejeira, Joaquín Fernández, Ignacio Burgos, Joaquín Hernández y 120 hombres más. Don Manuel y otros jefes descansaban en la Casa del Diezmo, en tanto sus hombres estaban acampados, cuando sufrieron un ataque sorpresivo de Castañón, no teniendo más recurso que dispersarse. El mariscal fue muerto en sus habitaciones, y 38 hombres más fueron apresados y pasados por las armas el 2 de noviembre de 1814, en el mismo campo de los hechos, al rayar el sol. El resto de la fuerza rebelde, 80 hombres, fueron apresados por los derredores y, por orden de Iturbide, fusilados en el acto. ¿Cosas de mujeres? La justicia iturbidiana fue patente en otro campo. 71


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La viuda de Villalongín fue aprehendida nuevamente. Se le acusó de intentar convencer a soldados realistas a pasarse al bando insurgente. La pena a su delito fue de muerte, que se conmutó por 8 años de reclusión en la casa de recogidas de La Magdalena, en Puebla. Petra Arellano, por tener insurgentes en su familia, fue detenida por orden de Agustín, en noviembre 29 de 1814. En la misma fecha, por la misma causa, también en Pénjamo, se detuvo a María Mariana Suarto. Ambas mujeres fueron encarceladas en la casa de recogidas de Guanajuato. María Tomasa Estévez y Sala fue acusada de seducir soldados realistas para que cambiaran su bando. Iturbide ordenó su detención y ejecución, así como que, para escarmiento de su sexo, le fuera arrancada la cabeza para colocarla en la plaza de Salamanca. Agustín escribió al virrey: "…comisionada para seducir la tropa y habría sacado mucho fruto por su bella figura, a no ser tan acendrado el patriotismo de estos soldados". Doña Juana Villaseñor viuda de Sixtos, María Josefa Sixtos Villaseñor y una niña de once años fueron encarceladas también por su parentesco con el Pbro. José María Sixtos Villaseñor, que se declaró insurgente. Aunque en sí nada tuvo que ver con la lucha libertaria, la esposa de Iturbide también supo de la gentileza con que su afamado consorte sabía tratar a las mujeres. Reunión, fuga y baraja Un homónimo del Amo Torres, presbítero éste, fue otro jefe "mérico", pero en tanto aquél siempre fue un hombre mesurado, el padre José Antonio adquirió una fama terrible. Pero como en la danza a los insurgentes les había tocado bailar con la más fea, no tenían más remedio que agarrarse de clavos ardientes. El padre Torres convocó a una reunión de rebeldes en Cuerámaro. Asistieron el comandante de Cuerámaro Mariano Borja, el jefe de un contingente de 200 hombres que actuaba por Yuriria, señor Obregón, el guerrillero del Bajío conocido por el "tierradentreño", que fuera lugarteniente de González Hermosillo, la causa de desesperación de 72


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Iturbide, Lucas Flores, y varios jefes más, con la esperanza de concertar operaciones y cambiar el ritmo del juego. En alguna forma, Iturbide supo de la reunión y, el 12 de diciembre de 1814, atacó la hacienda cuando menos se esperaba. Los "méricos" no tuvieron más remedio que intentar retirarse y se afortunaron en las faldas del Cuchicuato, al poniente del Capulín. En la acción falleció Borja, José María Contreras, que repelió antes varios ataques de Iturbide en el rancho del Capulín, cayó prisionero con otros jefes, fueron puestos en capilla el 20 de abril de 1815 y, para no perder la costumbre, ejecutados el 22 del mismo mes. El resto de los grupos rebeldes, aunque sufrieron bajas, pudieron retirarse del lugar. Iturbide y Negrete celebraron reunión para organizar una campaña que les permitiera acabar "con el mal presbítero Torres" que, con su habitual ferocidad, atacó en marzo, sucesivamente, Irapuato y La Piedad, para luego entrar al fuerte de Los Remedios, cerca de Pénjamo, y llegar a ser vocal de la Junta de Jaujilla, en Tzacapu. En nuevo consejo celebrado en Puruándiro, los jefes rebeldes eligieron como superior al señor Aragó, con disgusto del padre Torres, a quien apoyó Lucas Flores, por lo que ambos se retiraron. Flores tenía un magnífico historial. Asaltó Salamanca cuando Iturbide la defendía; en 1815, en Quiriceo, derrotó a Cayetano Cesarini, causándole 28 muertos y 6 heridos, para conquistar un botín de 29 fusiles, 23 espadas y 4 pistolas; en marzo atacó de nuevo Salamanca y derrotó a la partida que salió a combatirlo; en abril atacó Irapuato; hostilizó a los sitiadores del fuerte del Cóporo; y se incorporó a la junta que integró Torres. Iturbide, disgustado por la movilidad y eficacia de Flores, se vio obligado a pedir al virrey que autorizara una concentración de fuerzas que le permitiera acabar con la acción constante del rebelde. Pero Torres le solucionó el problema a Agustín. Invitó a don Lucas a una partida de baraja y, como iba perdiendo, le dijo que lo iba a fusilar. Flores estimó que era una broma, pero al terminar la partida fue levantado de su asiento y ejecutado. Torres moriría también por virtud de un pleito ocasionado por una deuda de juego. 73


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El rayo de Navarra Otra figura de importancia que operó en la región fue Martín Javier Mina y Larrea, quien, en su idealismo liberal, decidió combatir la tiranía de Fernando VII. Actuó sobre todo en Guanajuato. Estuvo en los fuertes del Sombrero y Los Remedios; atacó a San Luis de la Paz, la hacienda del Bizcocho, San Miguel el Grande y la hacienda de la Zanja en Valle de Santiago, al mismo tiempo que hostilizaba a los realistas que sitiaban los fuertes insurgentes. En octubre de 1817 estuvo en Puruándiro y, poco después de salir del poblado, el realista Orrantia llegó en su búsqueda. Con Mina llegaron voluntarios ingleses y norteamericanos. José Johnson fue apresado en las cercanías de Puruándiro. Gregorio Wolf murió en el rancho de Los Frijoles. Una bala de cañón arrancó la cabeza al defensor del fuerte del Sombrero, de apellido Young. Juan Davis Bradburn sucedió a Young en el comando del fuerte, pero tuvo que evacuarlo y unirse, en el Sur, a Vicente Guerrero, donde demostró su humanitarismo para con los prisioneros realistas; se indultó en 1820 y, a la consumación de la Independencia, sirvió como oficial en el ejército mexicano. Una derrota sufrida por Bradburn en Chucándiro y la evacuación del fuerte del Sombrero desalentaron tanto a varios insurgentes, que decidieron retirarse de la lucha, entre ellos el guerrillero Huerta. Mina fue aprisionado en el rancho del Venadito y pasado por las armas, como traidor, por la espalda. No todos los que están Otras figuras que actuaron en la región del Bajío michoacano y sus alrededores fueron: Pedro de Aranda de Penjamillo, José María Liceaga, F. Rodríguez de N. (?), José de la Cruz Romero, José María Ramírez, Blas Fuentes, Julián Aguilar, fray Felipe Amador, José Antonio Morras, los Pbros. José María Sixtos y N. García Ramos, José María Baltierra y Manuel Vargas Machuca.

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El precio de la libertad Por lo que a Puruándiro respecta, puede decirse que tuvo como destino estar ubicado en una zona neurálgica, por lo que estuvo en poder de realistas o de insurgentes en forma alternativa. Los rebeldes, inclusive, lo usaron como punto de abastecimiento de mercancías necesarias y eso perdió al poblado, pues lo hizo escenario de una lucha constante entre los bandos oponentes, de la que como ganancia sacó ser incendiado y semi-destruido, pero, eso sí, libre. Los Tercos El movimiento libertario entró en una nueva etapa crítica. Sólo los grandes tercos lo mantenían vivo a base de pequeñas campañas regionales, sobre todo en Guerrero y Michoacán, por una parte, y Veracruz por la otra. La firmeza de Vicente Guerrero, Nicolás Bravo, Guadalupe Victoria y un puñado más de jefes, que se negaban a prestarse a la política virreinal de otorgar un indulto a quien lo solicitara, táctica que debilitó al movimiento más que terribles militares como Calleja, de la Cruz, Negrete o Iturbide, mantenía viva la lucha, aunque en forma desesperada. Traición y "consumación" Pero se cumplió el plazo y llegó la hora de la fiestecita. La Independencia de México se consumó gracias a una traición. Iturbide se encontraba en México para hacer frente a varias acusaciones que se formulaban en su contra. No era la primera vez. En España, Fernando VII fue obligado a poner en vigor la monarquía constitucional. En México a un grupo de españoles no les agradó lo ocurrido e idearon consumar la Independencia de México para ofrecer al rey un lugar donde gobernara como monarca absoluto. Para efectuar su plan necesitaban a un militar. Ahí estaba Iturbide que, al saber el juego, aceptó incorporarse al Plan de la Profesa. Después de varios intentos logró hablar con Guerrero. Le ofreció cambiarse al bando insurgente, siempre y cuando se ofreciera la 75


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corona de un México independiente a Fernando. Ahora que si el rey no aceptaba la oferta, ya se vería qué hacer. Los insurgentes decidieron aprovechar la ocasión y se firmó el Plan de Iguala, se desconoció la constitución de Cádiz y se proclamó la Independencia de México, en tanto Iturbide convencía a la mayor parte de los jefes realistas a unirse a él. El plan fue aceptado con rapidez y, de la noche a la mañana, el ejército realista se volvió insurgente. El ejército trigarante entró triunfal a México, integrado por tropas que habían sido irreconciliables enemigas. A los españoles absolutistas no les cabía el gozo en el cuerpo. Pero no contaron con la estupidez de Fernando VII, que nunca pudo concebir que México quisiera ser libre y se negó a aceptar el reino que se le ofrecía o a proponer un pariente que lo ocupara. Machetazo a caballo de espadas Entonces los traidores fueron traicionados. Iturbide ya tenía su partido, se proclamó emperador de México y como tal comenzó a actuar, después de ser coronado. Como ese no fue el trato e Iturbide se excedía en el ejercicio del poder, los auténticos insurgentes lo desconocieron. Hubo levantamientos en todas partes. Iturbide tuvo que abdicar y salió de México. Se convocó de nuevo al Congreso que Agustín había disuelto y éste eligió a Guadalupe Victoria como el primer Presidente de la República Mexicana. Entonces sí se consumó el movimiento que don Miguel Hidalgo iniciara once años antes. Moraleja: Nadie sabe para quién trabaja. La ambición rompe el saco. Perro sí come carne de perro.

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9. LA ETAPA DEL AJUSTE INICIAL La triste realidad Un sueño largamente acariciado por México se lograba. Pero la consumación de la independencia obligaba a poner los pies en el suelo. La realidad llamaba a la puerta. ¿Cómo se gobierna un país? Ni criollos, ni mestizos, nativos ni castas lo sabían. 300 años de ser gobernados, pero no de gobernar por sí mismos, equivalían a la persona que viaja por todo el mundo pero no sabe manejar un automóvil, locomotora, barco o aeroplano, ni cómo orientarse para seguir el rumbo acertado. México amaba la libertad, pero sus dirigentes no pasaban de ser meros teóricos de la política, como arquitectos que conocen ladrillos, cemento y varilla, pero ignoran cómo calcular la resistencia de los materiales y las casas se les caen. Los sueños de grandeza de los nuevos hombres libres no sabían nada de potencias imperialistas como Inglaterra y Francia, o de países en expansión como Estados Unidos, e ignoraban que eran tres aves de presa dispuestas a clavar sus garras en la riqueza mexicana. ¿Cómo evitar ser presa de esas fieras? Quién sabe. ¿Cómo lograr una organización interna armónica y justa que lograra la unidad de todos? Quién sabe. México era un niño recién nacido que, por lo menos, tenía dos cabezas: una liberal y federalista, y otra conservadora y centralista o monárquica. El cuerpo recibía órdenes de una cabeza de caminar al Oriente y, cuando comenzaba a caminar, la otra cabeza le ordenaba ir al Poniente. El cuerpo caía, daba vueltas, se golpeaba a sí mismo, un paso para adelante y otro para atrás. Y otros países adultos, para colmo, le ponían zancadillas y lo atropellaban. Pero los teóricos seguían formulando teorías y a México se lo llevaba el diantre. Las comparaciones son odiosas A la fecha, el mexicano disfruta al hablar de la grandeza de otros pueblos y las deficiencias del suyo. El masoquismo nacional convierte 77


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a las personas no en autocríticas para corregir errores y llenar deficiencias, sino en autodenigratorias que señalan todo lo malo pero no mueven un dedo, y aun estorban al que intenta hacerlo, o porque está loco o les puede quitar la oportunidad de sacar provecho. Inglaterra y Francia pasaron por una etapa inicial de organización, pelearon, robaron, fueron robadas, padecieron invasiones, tiranos y dictadores, miserias y crisis. Pero, como países viejos que son, después de 250 a 300 años de tropiezos, aprendieron a no cometer errores y sacar provecho de las naciones que los cometen. Así llegaron a ser potencias. Hijo de tigre Cuando Inglaterra ocupó sus trece colonias en Norteamérica, las encontró casi desiertas. Las pobló con aristócratas a los que desterró en castigo y con gente del pueblo que, por ideas religiosas o por miseria, le estorbaban en Gran Bretaña. Esos colonos siguieron siendo ciudadanos ingleses, con los mismos derechos y obligaciones que los que quedaron en su madre patria. Así, cada colonia de las 13 elegía a sus gobernantes para que aprendieran a gobernar o mejoraran su experiencia, sin tener más freno que la autoridad de un Gobernador General nombrado por la Corona. Cuando Inglaterra, bajo un rey torpe, les exigió más de lo que debía, se rebelaron y lograron su independencia. Eran 13 pequeños países independientes entre sí que, por el temor de la reconquista inglesa o de una invasión de Francia, se unieron mediante un sistema confederado en el que cada Estado era libre y soberano, pero estaba unido a los otros 12 por un pacto o constitución. Estados Unidos fue así, desde su nacimiento, un país de ciudadanos acostumbrados a gobernarse por sí mismos, con la experiencia de siglos de los ingleses.

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La pobre España de Sarmiento España, el mismo 1492 en que Colón descubrió América, se integró como nación, mediante el matrimonio de los Reyes Católicos y la expulsión de los árabes. Cuando se conquistó la Nueva España, hacía apenas 29 años de la unidad española. En sí, los auténticos creadores de la grandeza española fueron Colón, con su descubrimiento y Cortés, con su conquista. Si Cortés no hubiera desobedecido al gobernador de Cuba, España hubiera tenido que dejar América en manos de Inglaterra y Francia. Una nación no acostumbrada a gobernarse a sí misma logró un imperio. Y México no era una tierra casi deshabitada como Estados Unidos y Canadá. Estaba poblada por millones de personas que habían levantado grandes culturas; la ventaja para España fue que estaban divididas entre sí, lo que facilitó su conquista. Pero España no concedió derechos ciudadanos a los naturales y después los negó inclusive a los españoles nacidos en América. Siempre fueron peninsulares favorecidos por el rey los que vinieron a ejercitar el poder y negar derechos a los americanos. A pesar de los pesares La diferencia es clara. Los mexicanos carecían de experiencia para gobernarse por sí mismos. Sin embargo, el pueblo mexicano tiene características propias de las que debe sentirse orgulloso. Es un pueblo mestizo, constituido con la mezcla de tres sangres, con una cultura propia, distinta a la española, la inglesa y cualquiera otra. Como nación joven, México ha sufrido y sufre, ahora, las mismas experiencias que otras naciones que, aunque viejas, son todavía poderosas. El detalle está no en imitar a otros, sino en superar sus propios errores y defectos hasta que, orgullosamente, modele su propio sistema de gobierno, sus propias instituciones, su propia cultura, su propia nacionalidad mexicana. 79


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Entre tanto, la lucha que, de 1821 a 1867, divide a los mexicanos en dos bandos, no es sino el resultado de la inexperiencia fruto de 300 años de colonización y vasallaje. Y si a la fecha existen individuos que piensan en función de dividir a los seres humanos en liberales y conservadores, en chusma y gente decente, debe vérseles con compasión, pero no con odio, ya que el odio es lo que los hace ser así. Un Estado y un Partido en una República En 1824, el Congreso creó la Constitución Política que determinaba que México era una República democrática, federal y representativa. Además, eligió como primer Presidente a don Félix Fernández o Guadalupe Victoria. El Congreso constituyente de la provincia de Michoacán, a su vez, creó la Constitución Política del Estado Libre Federado de Michoacán, el 19 de julio de 1825. El Estado fue dividido en 4 departamentos y 22 partidos. En el Departamento Poniente se creó el Partido de Puruándiro, con cabecera en ese pueblo, sujeto a Morelia. Posteriormente, el cuarto Congreso constitucional, el 10 de diciembre de 1831, determinó nueva división, en cuyo Departamento Norte, con sede en Zamora, quedó el Partido de Puruándiro, cabecera tanto del Partido como del municipio de ese nombre. Puruándiro tuvo como tenencia a Cacalote; el municipio de Angamacutiro, las de Santiago Conguripo y Santa Fe del Río; el municipio de Huango carecía de tenencias; y el cuarto y último municipio del Partido, Huaniqueo, tuvo a Teremendo. Un gobernador abajeño y el cardenal A más de los cambios en la división política, el Estado sufrió divisiones por razón ideológica, pues el ayuntamiento de Morelia desconoció como Gobernador al general José Salgado Rentería. La lucha entre yorkinos y escoceses, esto es, partidarios del federalismo y el centralismo, se desataba en todo México.

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En ese zangoloteo tocó al Lic. Onofre Calvo Pintado, el 6 de noviembre de 1833, ser Gobernador del Estado y llevar como segundo a don José María Silva. El Lic. Calvo, acaudalado vecino de Penjamillo, era liberal moderado y, para su desvelo, uno de sus primeros actos de gobierno debía ser ejecutar el destierro decretado en contra del obispo de Michoacán, don Juan Cayetano Gómez de Portugal. Don Onofre prefirió renunciar al cargo, ya que el señor Portugal era un hombre bonísimo. En el puesto el señor Silva, ordenó el destierro. El prelado obedeció la orden y sólo llevó consigo su breviario, pues carecía de otros bienes. El pueblo, al paso del obispo, manifestaba su descontento en forma cada vez más violenta. La actitud del sacerdote cambió, pues en forma enérgica acalló el disturbio y pidió a los manifestantes se retiraran a sus domicilios. Con el tiempo, el señor Portugal fue elevado al rango de cardenal, siendo el primer eclesiástico mexicano que fue objeto de esa distinción. Por desgracia, su designación llegó después de su fallecimiento. Por lo pronto, cabe comentar que la actitud del primer alto funcionario del Bajío michoacano fue mesurada y encomiable, si bien no la justa. La primera tentativa de reforma En México, el Dr. Valentín Gómez Farías, como Presidente sustituto y con la actitud invariable que observó toda su vida de liberal puro, suprimió los privilegios de militares y clero. Los soldadotes, inconformes con lo ordenado, que permitía a un general tener mejor sueldo que un Gobernador, se levantaron en armas en Cuernavaca. Para no ser menos, 2 meses después, en junio de 1834, se levantó en armas el comandante militar de Morelia Isidro Reyes, a quien apoyó el coronel José Ugarte. La milicia o ejército de reserva formada con paisanos, al mando del coronel Antonio Angón, tuvo que salir de la ciudad, pero los liberales federalistas del Estado se movilizaron para tener corresponsales en todos los poblados de importancia como Uruapan, Zamora, Zitácuaro, Tacámbaro, Puruándiro y Ario, al 81


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mismo tiempo que el general Gordiano Guzmán ponía en movimiento sus antiguas fuerzas insurgentes. El primer ensayo centralista En Tacámbaro hubo un pronunciamiento cuando el calamitoso Antonio López de Santa Anna derogó la Constitución de 1824 para implantar las Siete Leyes de 1836, que convertían a México en una república centralista. Los liberales secundaron el movimiento; en Acuitzio José María López, en Coeneo don Francisco Ronda y en Huayumbo José María Sierra. A México le salió caro el cambio al centralismo. Santa Anna había metido y perdido la pata en Veracruz. La imposición del centralismo fue magnífico pretexto para el expansionismo de Estados Unidos. Antes de concluir la guerra de Independencia, Andrés Jackson invadió Florida y dio la primera tarascada al territorio. Las Siete Leyes fueron pretexto para que los colonos norteamericanos y un buen grupo de piratas yanquis, con el apoyo del mismo Jackson, ya presidente, declararan la independencia de Tejas y, por medio de un conflicto de fronteras provocado por el vecino del Norte, declarar la guerra a México, en la que se perdió más de la mitad del territorio nacional, en 1847. Lo extraño de este triste negocio era que Santa Anna y su consejero Alamán siempre quedaban bien, y cada golpe y pérdida reafirmaban la convicción conservadora de insistir en centralizar el poder y de llegar, inclusive, a un sistema monárquico. Una amistad que costó una nariz El capitán Eustaquio Arias, nacido en Carano, promovía la insurrección en Puruándiro cuando fue aprehendido por el Subprefecto Francisco Lozano, bajo los cargos de sedición. Cargado de cadenas en brazos y piernas, Arias fue llevado a la cárcel de Morelia, donde permaneció encadenado.

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El capitán Arias no tenía cadenas en la lengua y convenció uno a uno a los presos, al mismo tiempo que entabló firme amistad con el reyense Antonio Chacón, quien salió libre. Se proyectó un motín en la cárcel y, en el momento acordado, estalló. Se rompió la puerta del calabozo en que estaba reducido Arias, en tanto Chacón atacaba por fuera con un grupo de partidarios armados, que violentaron la entrada a la cárcel. Chacón levantó en brazos al capitán Arias y lo llevó al convento del Carmen, donde se le liberó de esposas y grilletes. Ya a caballo, Arias y sus seguidores hicieron frente al coronel José Ugarte, que acudía con un piquete. Arias lo enfocó en la mira, le atacó lanza en ristre y arrancó la nariz de un golpe al militar. Los liberales abajeños El grupo rebelde, 200 hombres, abandonó Morelia y fue recibido cerca de Puruándiro por los compañeros de Arias. El Jefe de la fuerza gobiernista en el poblado, Cruz Vega, pudo escapar. No así el Subprefecto Lozano que, cuando esperaba la muerte, sólo recibió la orden de recaudar entre el vecindario el importe de un préstamo forzoso, encargo que cumplió gustoso. Arias se dedicó a la lucha de guerrillas y en Tzacapu y la sierra de Uruapan atacó conductas que transportaban dinero, correo y pertrechos de guerra, así como oficinas de rentas, casas del Diezmo y, en su caso, exigió préstamos a personas acaudaladas. Lucas Alamán, en su historia, califica a Arias simple y llanamente de bandido. Sin embargo, cuando se refiere a los conservadores que así combatían a gobiernos liberales, les llama soldados del ejército mexicano o de la justicia. Cuestión de puntos de vista, sobre todo tratándose del que fuera cerebro director y moderador de los desequilibrios de Antonio López de Santa Anna. Finalmente, Eustaquio Arias se indultó para dedicarse a la agricultura en Comanja, donde fue asesinado, al brindar en un banquete, por los soldados de los oficiales que lo invitaron a comer. Don Jesús Romero Flores, al referirse al ataque y toma de Puruándiro por Arias, transcribe unas coplas populares:

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Cuando Arias mandó llamar a don Francisco Lozano, llegó queriendo llorar, con el sombrero en la mano. Le dijo: —Mi capitán, perdóneme usted la vida, que estoy puro y sin salida como el juego del conquián. —Mire, Eustaquio, que el conquián es un juego muy ingrato; me puse a jugar un rato, y perdí hasta el Barragán, Viernes dieciocho de enero, me recuerdo, fue, por cierto, cuando en Tzacapu fue muerto Arias, el gran guerrillero. Por su parte, Francisco Ronda también hizo la vida de cuadritos a las conductas oficiales y asaltó al enemigo en sus propias plazas. Los hermanos Cortázar, famosos centralistas de Guanajuato, acudieron a Michoacán en auxilio del gobierno, pero no pudieron dar con Ronda, por lo que regresaron a sus comederos. Ronda actuó en Erongarícuaro, su pueblo natal, Caurio, Cherán, Naranja, Purépero, Puruándiro, Tzacapu y Zanzan. Por último se indultó y se retiró a su rancho, en Cótiro. Los centralistas repitieron la suerte. Lo asesinaron en Coeneo, nada más que don Francisco dejó un hijo, Eugenio Ronda. De la cantina al Hospicio y, de remate, al desgarriate Por azares del desorden que ahogaba a México, un sombrerero sahuayense cuyas habilidades consistían en armar sombreros trespeleques, jugar de apuesta, beber con rencor hasta acabar el vino

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y matar semejantes, llegó a obtener de las autoridades centralistas el grado de coronel. José María Blancarte hizo de las suyas en la casa cantina de doña Ruperta la tuerta y como no tuvo con qué pagar, fue conminado a hacerlo por el gobierno jalisciense que encabezaba Jesús López Portillo. Enojado Blancarte por la ofensa a su dignidad, formuló un Plan sin pies ni cabeza que desconocía al gobierno jalisciense, que tuvo por consecuencia la renuncia del Gobernador. En Michoacán hicieron suyo el plan de Guadalajara el coronel Francisco Cosío Bahamonde, de La Piedad, y el Burro de Oro, de Zamora, para impugnar la gubernatura de don Melchor Ocampo. Manos más hábiles le dieron una relujada tal al Plan de Blancarte que ni éste lo reconoció. Inclusive le cambiaron el nombre y, de Guadalajara, pasó a ser de Hospicio, que desconocía al Presidente Mariano Arista y llamaba al salvador López de Santa Anna, quien sacaba brillo a la pata de palo en la América del Sur. Arista y Ocampo renunciaron. Los centralistas michoacanos instalaron como Gobernador al desarraigado José de Ugarte, en 1853. Pero Santa Anna ya no contó con el freno que a su desgobierno ponía Lucas Alamán, por lo que cometió excesos que acabaron con la paciencia de liberales y conservadores. Adiós, para siempre adiós El 1º de marzo de 1854 se prendió la revolución de Ayutla, encabezada por el viejo insurgente don Juan Álvarez, y apoyada por don Ignacio Comonfort. Santa Anna, al saber que era desconocido para ya no meter la serenísima pata, ordenó a Cosío Bahamonde atacara a los alzados. Epitacio Huerta, liberal hasta las cachas, se levantó en Tunguitiro, proclamó la rebelión en Coeneo, Bellasfuentes y Quiroga. En Erongarícuaro se le unió Manuel García Pueblita para sufrir una derrota en el lugar y otra en Santa Clara del Cobre. Fue la clásica guerra del pica y huye. Pasó por Coeneo, Huaniqueo, Huango el Nuevo y Moroleón. Regresó por Cuitzeo y Chucándiro y Bellasfuentes. 85


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García Pueblita ocupó Puruándiro a fines de 1854, población que los santanistas desalojaron sin pelea. Al perder don Epitacio un brazo lo reemplazó Santos Degollado en el mando. El 20 de abril de 1855, con la ayuda de la brigada de García Pueblita y la Sección de Paracho de don Jesús Díaz, Degollado se dirigió a Puruándiro. Después de 24 horas de combate la pelea no se decidía, pero los santanistas, a la larga, tuvieron que ceder terreno. La tropa liberal, por orden de Degollado, se concretó a ocupar la plaza sin perseguir al enemigo. Ni qué decir que si ambos ejércitos sufrieron graves pérdidas, Puruándiro pagó más caro el pato. Santa Anna decidió mandar a Michoacán a Pepe su hijo con órdenes muy concretas. Fusiló personas a destajo por ayudar a los liberales o por sospecha de haberlo hecho; incendió pueblos que no rechazaron a los rebeldes; y, para completar el cuadro, cuanto caballo y relingo encontró fue incorporado para servicios de sus hombres. Pero los chicharrones ya habían tronado y Antonio López de Santa Anna se retiró para siempre de suelo mexicano. Divide y reinarás Conforme al Plan de Ayutla, don Juan Álvarez ocupó la presidencia y convocó a un nuevo Congreso constituyente. La elaboración de una nueva Ley Suprema se desarrolló en un ambiente de lucha franca entre liberales y conservadores. Después, los liberales se dividieron en radicales o puros y moderados, por lo que los conservadores presionaron para que sólo se lograra una Constitución tibia, tibiecita nada más. Como el general Álvarez renunció a la presidencia por enfermedad, le suplió Comonfort, que era moderado y acabó desmoderándolo todo, cuando se hizo eco de los soldadotes que, con el Plan de Tacubaya, desconocían Ley y gobierno. Benito Juárez ocupó la presidencia al abandonarla don Ignacio. Se prendió la Guerra de Tres Años.

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Antes de la última Los conservadores avanzaron desde Zamora y Maravatío sobre Morelia, pero Epitacio Huerta les salió al frente y desviaron ruta para, por Cuitzeo, pasar a Guanajuato. Ramón Montenegro, con la guarnición de Purépero, y Tranquilino Navarrete y el coronel Barbosa, con la caballería de Penjamillo, unidos al hacendado Juan N. Peredo, que aportó 100 hombres montados y armados, se fueron sobre Francisco García, que amagaba La Piedad. García sintió la lumbre en los aparejos y huyó hasta internarse en Jalisco. Rafael Arias, Rafael Garnica, Rafael Rangel (los 3 Rafaeles) y Eugenio Ronda, todos de Coeneo, se significaron en las luchas de Reforma y fueron, con sus chinacos, factor determinante en favor de la causa liberal en todo momento. La región del Bajío michoacano ya no tuvo que sufrir gran cosa en esta lucha, que culminó con la batalla de Calpulalpan, en la que Jesús González Ortega derrotó a los conservadores para restablecer el orden constitucional. La confirmación de la ley A pesar de los catorrazos, se integró el décimo Congreso constitucional, en el que el pueblo michoacano estuvo representado por 15 diputados propietarios y sus respectivos suplentes. El distrito de Puruándiro tuvo su representación en don Francisco Poceros como propietario, a partir del 16 de septiembre de 1860, y como suplente fue elegido don Othón Fernández, en la inteligencia de que cada diputado en funciones devengaba un sueldo anual de seis mil pesos de los de a de veras. El Congreso confirmó la vigencia de la Constitución de 1857. En apariencia, prevalecía el orden legal. La fiera anduvo suelta Sólo un hecho vergonzoso para la causa conservadora, que mantenía grupos guerrilleros a salto de mata, cerró este ciclo. Don Melchor 87


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Ocampo, retirado de la vida pública en su hacienda, sin deberla ni temerla, ante la pasividad de Félix Zuloaga, murió en Tepeji del Río, asesinado por Leonardo Márquez y Lindoro Cajigas, el 3 de junio de 1861. 10. LA ETAPA DEL CANGREJO Miguel la hace, Benito la paga La guerra de Reforma o de los tres años, dejó hondas cicatrices en el sector conservador de Puruándiro y de muchas otras localidades. No sólo se trataba de casas destruidas o incendiadas y de graves pérdidas en agricultura, ganadería y comercio, ya que, al fin, lo que es del agua… al agua. Más grave era el caso de las heridas no bien cicatrizadas, las del orgullo humano que estima ha defendido una causa justa y se siente derrotado por quienes considera están equivocados. Las luchas de pasión, de banderas, de lo negro y lo blanco, lo malo y lo bueno, han sido y son el cáncer de una pobre patria dividida en Villaseñores, Orozcos, Cervantes, Bocanegras, Alvarados y otros más por una parte; y por la otra "indios", mestizos, mulatos, zambos y, en general, el "peladaje", la "chusma", el gentío que no es "decente" y sí enemigo de Dios. Benito Juárez ha sido y sigue siendo el chivo expiatorio. De las Leyes de Reforma, calificadas por muchos, a la fecha, de demoníacas, comunistas y ateas, Juárez fue autor de la que determinaba la organización de los tribunales judiciales, en la que se establecía que en litigios por bienes o derechos civiles, el clero católico podría escoger jueces civiles (el Poder Judicial) o tribunales eclesiásticos; en tanto que en materia penal, los hechos seguirían siendo juzgados por la ley y los tribunales eclesiásticos. Lo anterior significa que don Benito, a la disposición que determinaba que todos los asuntos civiles o penales en que fuera parte algún miembro del clero serían conocidos y juzgados por tribunales eclesiásticos y de acuerdo con el derecho canónico, sólo le abrió una pequeña rendija al dejar a elección del sacerdote interesado que fuera un tribunal público o eclesiástico el que conociera de un 88


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negocio, en el que el ministro fuera parte, sobre derechos sobre bienes muebles o inmuebles o sobre el cumplimiento o incumplimiento de un contrato. En pocas palabras, el fuero eclesiástico fue pellizcado apenas por el licenciado oaxaqueño. En cambio, don José María Iglesias dictó la ley que nacionalizaba los cementerios, para que no fuera negada una tumba al cadáver de persona no católica, excomulgada, suicida o cuya familia no tuviera dinero para pagar derechos parroquiales. Don Miguel Lerdo de Tejada, entiéndase, don Miguel, no don Sebastián su hermano, fue quien dictó la Ley de Desamortización de Bienes Eclesiásticos y de Corporaciones Civiles y Religiosas, que determinó que todas las propiedades de la Iglesia, sus sacerdotes, cofradías, hermandades y, de rebote, de las comunidades de nativos mexicanos, eran propiedad de la nación mexicana. Y aquí deben recordarse las mercedes de un sitio para ganado mayor y otro para ganado menor, que la Corona española otorgó a Basco Núñez, donde se le prohibía, so pena de perderlas, venderlas o trasmitirlas a la Iglesia, a un monasterio, a un sacerdote o a un religioso, ya que en España siempre se estimó que la propiedad original de todo el imperio español y lo que en él hubiere era el Rey y sólo el Rey, y que quienes eran dueños o poseían algún bien lo eran sólo porque el Monarca se dignaba hacerles esa merced, la que, en cualquier momento, podía revocar para recuperar ese bien. La última Ley de Reforma fue la que creó el Registro Civil, para que en él se asentaran matrimonios, nacimientos, adopciones, divorcios y defunciones, actos y hechos que antes sólo se registraban en los libros parroquiales. Ésas fueron las Leyes de Reforma y esa la participación de Juárez. La ley justa es la ley dura Sin embargo, sí debe consignarse que don Benito, compenetrado de que tanto esas leyes como la Constitución de 1857 eran la expresión de la voluntad del Congreso Constituyente que había aprobado las primeras y elaborado las segundas, y que su obligación ciudadana consistía en cumplirlas y hacerlas cumplir, todo ello con el apoyo de 89


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los que muchos serios historiógrafos han llamado "gigantes" de la época, y que en realidad no fueron sino hombres de gran inteligencia y firmes convicciones, que marcaron el único momento histórico de México en que se agrupan seres humanos brillantes con el exclusivo fin de lograr el ideal político liberal, lo que bajo ningún aspecto pretende negar que otro grupo de hombres tan brillantes como ellos se agruparon para defender el ideal político conservador, así como que uno y otro partido, en una y otra bandera, en una y otra pasión, abundaron los individuos negativos, egoístas, que sólo aprovecharon el río revuelto para pescar su personal ganancia, sin importarles el bien público. No hay con qué Retomando el hilo de los aconteceres puruandireños, entre los hacendados, rancheros en situación cómoda, grandes ganaderos y comerciantes prósperos, las cicatrices mal cerradas sangraban, y la rabia sorda de ver los destrozos que las fuerzas liberales habían hecho en el poblado, como desquite por su filiación conservadora, amargaba sus ánimos y enconaba su resentimiento de vencidos. La población criolla no podía y no quería olvidar. De repente llegó la noticia. El Ejecutivo Federal, ante la crítica situación económica del país, se vio precisado a decretar la suspensión de pagos de la deuda extranjera hasta que México superara la crisis y pudiera reanudar esos pagos. Los causantes de la deuda La decisión era lógica. Primero está comer que ser cristiano. Primero debería echarse a andar la actividad productiva para tener qué comer y en qué trabajar, para luego pensar en cubrir los adeudos a otras naciones. Adeudos que se habían iniciado con los préstamos obtenidos por don Guadalupe Victoria de los banqueros ingleses Casa Goldschmidt y Casa Barclay, que en parte se había robado el "decente" Borja Migoni y en parte Inglaterra misma, con el

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antecedente de los préstamos con que Agustín de Iturbide compró coronas, tronos y todos los elegantes tiliches de su corte imperial. Luego siguió el juego del sube y baja de Santa Anna que, a más de gastar en guerras intestinas y paralizar las actividades agropecuarias del teatro de sus hazañas, con sus Siete Leyes propició las guerras de Tejas y méxico-norteamericana, a más del ridi en que perdió la pata y pagó pasteles franceses a precio de oro. A tal grado llegó el derroche del cherrengue dictador que, perdida ya la noción de lo que su megalomanía determinaba, tuvo que idear el pago de impuestos por puertas, ventanas, perros y gatos que cada casa poseyera. Después, en la Guerra de Tres Años, el no se sabe por qué llamado Napoleón mexicano y rayo de la guerra Miguel Miramón, tuvo a bien pedir dinero prestado a nombre de su "gobierno" conservador a la banca francesa llamada Casa Jécker, a un interés monstruoso, y después asaltar la Legación inglesa para tomar por la fuerza el dinero que el embajador de ese país se negó a prestarle. En esa época, suspender pagos a potencias sustentadas en piratas era casi suicida. España estimó que también debía cobrar viejos adeudos cuando se saqueó el Parián, así como documentos que luego resultaron falsificaciones. Nació la Triple Alianza: Francia, Inglaterra y España anclaron naves de guerra en Veracruz para desembarcar soldados y cobrar por la fuerza. Un Doblado que no se dobló Entró en juego el talento de Juárez, quien nombró a otro talento, don Manuel Doblado, para amansar a las fieras. Se convidó a los jefes de las tres banderas a platicar, y se hizo un pacto de caballeros: si se llegaba a un acuerdo, cada quien para su casa y aquí no ha pasado nada; si el arreglo no era posible, a regresar a sus barquitos y a darle, que es mole de olla, para ver qué tan fácil les salía invadir territorio mexicano. El segundo logro de Doblado consistió en demostrar que la decisión mexicana de suspender pagos no implicaba que se negaba el pago, sino que se posponía. 91


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El general Prim, jefe español, tuvo que reconocer también la falsificación de algunos de los documentos que obligaban aparentemente a México. Conferenció con el jefe inglés Wyke, y ambos, convencidos por Doblado, pidieron excusas y se retiraron. Francia fue otro cantar. "El pequeño", como se llamaba en Europa a Napoleón III, que del genial Bonaparte sólo heredó el nombre, deseaba frenar el desarrollo alarmante de los Estados Unidos mediante el uso de México como muro de contención, y para ello necesitaba un gobierno títere. Al mismo tiempo, los conservadores mexicanos decidieron que lo mejor que podía pasar al país era que lo gobernara un monarca europeo, al estilo europeo. Ya se vería qué errados andaban en sus cálculos los de la conserva. La legión y los notorios Francia no hizo honor al compromiso contraído y las tropas que había desembarcado, en lugar de volver a sus naves, avanzaron sobre territorio nacional. Ni el talento de Doblado ni del hombre más genial del mundo hubiera podido detener a un bandido decidido a robar. De todos es sabido cómo la Legión Extranjera Francesa, con algunos tropiezos, llegó a la ciudad de México. Forey reunió a una Asamblea de Notables, más bien de notorios conservadores y, a sugerencia de Francia, decidieron invitar al segundón de la reina madre de Austria, para que, en lugar de distraer sus ocios en Miramar, donde lo había confinado su hermano el rey José para que no hiciera idioteces, viniera a jugar a los reyecitos a México. Los representantes de la Junta fueron a invitarlo para crear el Segundo Imperio. El candidato pidió pruebas de que el pueblo mexicano lo deseaba. El grupo conservador escribió muchas cartas en las que rogaba al de Habsburgo viniera a enderezar la barca. Ven, ángel dorado Las cicatrices sangrantes de los conservadores puruandireños encontraron un antihemorrágico en Max. Así los dueños de las tierras 92


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y riquezas de la región, los de Jacona, Zamora, Zimipeo, Purépero, Penjamillo, Tzinapécuaro, Chucándiro y Ecuandureo, en el Estado michoacano, enviaron carta al de la barba rubia ofreciéndole su obediencia e incondicional apoyo, tal vez con la esperanza de que, en Huango, el austriaco y la belga fueran atraídos por el mismo imán que los acháecha y Villaseñor y Orozco, y fundaran una nueva "Corte Chica" o que, de menos, de vez en cuando fueran a disfrutar de un baño en las aguas tibias del Geroche. El caso es que Max y Carlota ocuparon el trono en medio del regocijo conservador, en tanto el gobierno constitucional andaba a salto de mata y los defensores del mismo se enzarzaban en una guerra contra el ejército expedicionario y las fuerzas conservadoras. En la región materia del presente estudio la zarracuatera también se armó. Comienza la tronisca La Piedad fue considerada como punto estratégico de importancia y Zamora la conservadora ni se diga. También Morelia, como capital, era ciudad neurálgica. Franceses e imperialistas establecidos en La Piedad, rechazaron, el 11 de enero de 1864, el ataque del general Zeferino Macías, que al mando de 1 600 hombres de las tres armas intentó tomar la plaza. La línea del Norte michoacano estuvo al mando del general constitucional Manuel García Pueblita, que contaba con una brigada y con el apoyo de la brigada de Querétaro, dirigida por el general Manuel F. Toro y el Gobernador de ese Estado, Lic. José Linares. Ambas fuerzas fueron derrotadas el día de La Candelaria por el comandante Estelle. Cerca de Tzacapu, el hacendado de Zipimeo Cristóbal Orozco organizó una contraguerrilla conservadora y, con el refuerzo de tropas francesas destacadas de La Piedad, bajo las órdenes del coronel Petit, en marzo sorprendieron en Penjamillo a la caballería dirigida por el general Peña y Barragán y el coronel Ronda.

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No lo soy ni lo seré Un personaje de la guerra de Tres Años fue Mariano Gil, quien en Llano del Cuatro atacó con 4 hombres a una fuerza santanista de 600 hombres, levantó en vilo al jefe, coronel Jesús Malo, sobrino de Agustín de Iturbide, y sujetándolo lo llevó en ancas hasta escapar y presentarlo a su jefe, el general Epitacio Huerta, en Cótiro. Huerta, después de hablar con Malo, ordenó se le entregaran armas y caballo y lo dejó en libertad. Poco después, un mozo llegó a Cótiro llevando de la rienda un magnífico caballo, totalmente enjaezado y con una silla con adornos de plata repujada, así como un par de soberbias pistolas americanas y un sable. Entregó el mozo a don Mariano cabalgadura y armas, así como una carta en la que el coronel Malo le pedía se sirviera aceptar el obsequio que se permitía enviarle como muestra de admiración a un hombre valeroso. El hacendado Orozco, conocedor a fondo de Tzacapu, hizo la vida amarga a los liberales de la región. Así, encontró a Mariano Gil, quien vivía retirado de toda lucha, y le invitó a unirse a su contraguerrilla. La respuesta de Gil fue breve: "Yo no soy ni seré traidor". Orozco ordenó se le asesinara a balazos por la espalda. Cuando corro no conozco En Huango, el 3 de abril, el conservador derrotó a la tropa de Méndez Cardona; persiguió a Ronda, quien dirigía a los Lanceros de la Libertad, y el 7 de ese mes lo venció en Llano del Cuatro. En seguida, ocupó Paracho, se apoderó de las esposas de los liberales y exigió un rescate en efectivo por ellas, el que reunió y pagó la señora Josefa Guido de Guido. En resumen, Orozco dominó la región que abarcaba de Puruándiro a Tierra Caliente, y usó como centro de operaciones a Tzacapu. Pero Ronda buscaba la revancha de lo de Penjamillo y el Cuatro. Unido al coronel Francisco Hernández, "Cantaritos", pudo sumar 350 jinetes con sus Lanceros de la Libertad. Después de pasar la noche en Coeneo, se presentó, el 7 de julio, en las Tepacuas y provocó al conservador, que lo atacó seguido por 500 hombres. Ronda simuló la 94


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huida y repentinamente se enfrentó a sus perseguidores, al mismo tiempo que fuerzas ocultas salían a flanquear al enemigo. La derrota de Orozco fue total. Pudo huir a galope tendido y desapareció para siempre de la lucha. Es muy posible se haya ido a un lugar tranquilo a gozar de las riquezas cosechadas mediante el rapto de mujeres. Ronda hizo ronda con Garnica y Arias, a quienes se conoció como los Rafaeles, cuyos hechos de armas, en varias ocasiones con el concurso de Nieves Sosa, los hicieron famosos y temibles. Mire, m'ijo, ése es macho Leonardo Márquez, frío asesino de don Melchor Ocampo, conocido como el tigre de Tacubaya por ordenar en ese lugar el asesinato de médicos y mujeres que atendían a soldados liberales heridos, pero que indudablemente era un magnífico estratega militar, tal vez el mejor de las fuerzas conservadoras, vigilaba el empeño de las guarniciones que custodiaban las plazas de Morelia, La Piedad y Zamora. En la capital del Estado sufrió una herida de bala en la cara, durante un ataque liberal. A mediados de abril de 1864 decidió el charrasqueado de Morelia expedicionar por Puruándiro. La aristocracia puruandireña, al enterarse de la inminente visita, sintió gozo hasta en los tuétanos y se aprestó a preparar la bienvenida. En la fecha se destacaron comisiones selectas a San Antonio. Las damas principales se le acercaron y rodearon sus sienes con una corona de victoria. Se pidió subiera a una carreta, al mismo tiempo que eran desuncidos los caballos que la jalaban y los entusiastas, entre vivas y pujidos, la arrastraron hasta la plaza, en tanto se gritaban vivas a la Religión, al Imperio y al interfecto. Se ofició un solemne Te Deum, gran banquete del que participó lo más selecto de los hacendados puruandireños y los derredores, a quienes sirvieron las viandas mujeres del pueblo con vestidos estrenados por virtud de la ocasión, así como vinos y bocadillos importados de Europa. La visita de Márquez, entre el entusiasmo loco y jubiloso de sus huéspedes, quedó grabada en los fastos del poblado.

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Sucederes Por otra parte, Carlos Salazar, Gobernador constitucional de Michoacán, el 21 de julio de 1864, escribió al general Vicente Riva Palacio y le hizo saber, entre otras cosas, que en Puruándiro se había privado de la vida a 23 personas por haberse averiguado que eran desafectas al Imperio. En tanto Epitacio Huerta había caído prisionero y como tal fue trasladado a Francia, su hermano Antonio, ante la sorpresa liberal, se pasó al bando imperialista y Márquez lo nombró comandante de la línea La Piedad-Puruándiro-Coeneo. Don Antonio decidió viajar a Morelia y en el desempeño de su misión nunca hizo algo, aunque la fuerza imperialista tenía un efectivo de 5 mil hombres repartidos en Morelia, Maravatío, Puruándiro, La Piedad, Zamora y Pátzcuaro. Puede afirmarse que las poblaciones importantes del Estado, con excepción de Uruapan, estaban en manos de los imperialistas. "Cantaritos", el guerrillero liberal, fue derrotado en Yuriria y 4 días después fue hecho prisionero y fusilado, el 17 de agosto de 1864, en el rancho del Rodeo, por expedicionarios franceses. Su guerrilla quedó bajo las órdenes de Agustín García, quien heredó el apodo de su antecesor. La visita y el cus-cus Otra grata noticia llegó a los de tendencia imperialista. Su Majestad echaba viaje a Morelia. El itinerario fue Apaseo, Celaya, Salamanca, Irapuato, San Miguel Allende, Dolores Hidalgo, Guanajuato, Silao, León, La Piedad en octubre 1º de 1864, donde permaneció hasta el 8, el 9 pasó la noche en Panindícuaro, el 10 estuvo en Tecacho y el 11 llegó a Morelia vestido de chinaco para estupor de la alta sociedad, vestida de levita y chistera. De La Piedad a Morelia las columnas imperialistas destacadas en el Estado resguardaron la ruta, en tanto las tropas de Márquez se encargaron de la vigilancia de Tzacapu, Coeneo, Puruándiro, Quiroga y Pátzcuaro, lo que las guerrillas de Ronda y Garnica aprovecharon para hacerles la vida pesada en la zona comprendida entre Puruándiro y Morelia, y el general Nicolás de Régules simulaba ataques a Zamora, agriándoles los chongos. 96


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A fines de octubre las fuerzas constitucionalistas sufrieron fuerte revés en Morelia, en tanto al Sur de Puruándiro los 3 Rafaeles prácticamente se adueñaban de la zona comprendida entre Tzacapu, Coeneo, Quiroga, Puruándiro, Purépero y Paracho, donde sostenían escaramuzas y hostigaban a las fuerzas imperialistas. Los de Coeneo Ya en 1865, Garnica atacó Coeneo el 27 de febrero y tomó la plaza, sobreviviendo sólo 77 de sus defensores. Sin tomar descanso, lo que le era característico, se fue sobre Tecacho, lo tomó y restableció su línea de maniobra, manteniéndose en comunicación con Riva Palacio, que recorría la línea a su cargo, de Carácuaro a la Huacana, para coordinar sus acciones. El coronel Garnica apoyó al general García Pueblita y al comandante Jesús Villanueva para, el 13 de marzo, atacar a las fuerzas de Santiago Beguerisse en Quiroga. En las inmediaciones de Puruándiro, el 25 de marzo, García Pueblita atacó a una columna mandada por Isassi, y gracias al apoyo de Ronda, Garnica y Villanueva, le causó 10 bajas y le hizo 30 prisioneros. Con ello, la comarca que tenía como centro a Coeneo fue controlada por los liberales, lo que obligó a Puruándiro, Purépero, La Piedad y Zamora a pedir protección a los imperialistas, pues se sentían en el filo de la navaja. Ahí nomás, Régules Nicolás de Régules llevó a cabo una campaña que parece de leyenda y que retrata la táctica de movilidad de la guerra de guerrillas practicada por un militar profesional con tropa constituida por chinacos conocedores del terreno en que operaban. El 21 de marzo de 1865 Régules salió de Tacámbaro con rumbo a Quiroga. Durante el trayecto, en Fontezuelas, se cruzó con un grupo imperialista, por lo que Rafael Garnica, con 100 hombres, atacó a los 200 dragones enemigos y dejó con vida sólo a 11 prisioneros, al mismo tiempo que se apoderaba de 25 mulas cargadas con parque y ropa; era el 22 de marzo. 97


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Como Quiroga contaba con una guarnición de 300 zuavos se evitó la plaza y la marcha prosiguió hasta el 25, en que se llegó a Coeneo. El 26 se atacó Puruándiro, guarnecido por el teniente Macario Silva y 500 hombres. En el punto llamado La Presa, Garnica chocó con Silva y lo hizo retroceder hasta la finca de Carano. Entre tanto, Régules atacó la plaza sorprendiendo a los defensores, que huyeron en desorden y abandonaron armas y parque. José Vicente Villada encontró una imprenta y, puesto que sabía cómo usarla, se la llevó; de allí en adelante publicaría, con la regularidad posible, el Boletín del Ejército del Centro en Campaña. El 27, Régules avanzó sobre Angamacutiro y Garnica inició el ataque. Una fuerza de 200 vecinos, al ver que la cosa iba en serio, prefirió rendirse y entregó las armas y municiones, a las 7 de la mañana. Régules habló con ellos, les perdonó la vida y los dejó en libertad, lo que causó la sorpresa de los indultados, que sabían que para las fuerzas imperialistas, enemigo preso era enemigo fusilado. La fuerza constitucionalista caminó sobre Santa Fe del Río, lo ocupó y amagó un ataque sobre Zamora para pasar por Chavinda y llegar a Jiquilpan, donde permitió un descanso de 2 días a su exhausta tropa. Reanudó la marcha con rumbo desconocido para desconcierto de sus perseguidores, a quienes se les esfumó entre Cotija y Los Reyes. Reapareció la guerrilla al pasar por Tangancícuaro y atacar Purépero, donde desbarató a una partida de conservadores. Continuó por Caurio, Tzacapu, Huaniqueo y Huango. El 7 de abril atacó Cuitzeo, defendido por Severiano Izquierdo y 200 imperialistas, a los que combatió cuando se afortinaron en el santuario de Guadalupe, hasta lograr su rendición. La lucha se reanudó al guarecerse los conservadores en el convento de Cuitzeo, cuyos gruesos muros se reían de las balas lanzadas por los pequeños cañones de campaña. Un valiente rompió a hachazos la puerta del Convento, penetraron los atacantes y se entabló la lucha cuerpo a cuerpo por espacio de una hora, hasta lograr la victoria los liberales. El coronel de Potier se aproximaba furioso con grueso contingente integrado por franceses y méxicotraidores. Régules y sus hombres dejaron Cuitzeo, pasaron por Santa Ana Maya y se dirigieron a Tzinapécuaro, cuya guarnición imperialista prefirió poner pies en 98


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polvorosa, pero Régules mandó al güero Garnica con los temibles chinacos de Coeneo a cortarles la retirada rumbo a Morelia. Simón Garnica, hermano de Rafael, alcanzó a los juidos en La Agua Caliente, acabó con ellos y se hizo de caballos y mosquetes. El 9 de abril descansó la guerrilla en Tzinapécuaro y, al ser atacada por la columna al mando de De Potier, una parte se enfrentó al enemigo mientras el grueso de la fuerza se desplazaba a Charo, donde se dividieron para que la infantería prosiguiera a Atécuaro y la caballería rumbo a Morelia dirigida por Régules. En La Goleta, hacienda famosa, los chinacos se enfrentaron con sus lanzas a una avanzada de húsares que persiguieron hasta las goteras de Morelia, para después seguir su marcha a Santiago Undameo, donde llegaron el 10 de abril. Al día siguiente, las fuerzas de Régules atacaron Tacámbaro, defendido por un cuerpo belga al mando de Van der Smissen, y a pesar de que éste tomó como rehenes a la esposa e hijos de Régules, el constitucionalista no desmayó, prosiguió el ataque y, después de una lucha que puede calificarse de feroz, logró la victoria y el rescate de los suyos. Cae más pronto un hablador Ignorante aun de la victoria de Tacámbaro, De Potier había llegado a Morelia pregonando que había dispersado a las fuerzas de Régules. Poco tiempo después sería el hazmerreír de sus propios compañeros de armas. El 19 de abril, Régules salió de Paracho, pasó por Nahuatzen el 20, por Tzacapu el 21, por la hacienda de Ururuta, en Panindícuaro el 22, y el 23 hizo frente al ardido De Potier en El Cahulote intercambiando fuego. Prosiguió su camino rumbo al Llano del Cuatro, donde Potier le perdió la pista de nuevo al seguir hacia Huaniqueo. Régules ordenó a Villada esperar con 200 chinacos a pie y 100 jinetes dirigidos por Rafael Garnica, Simón su hermano, Rafael Domenzáin, Juan Bermúdez, Esteban Bravo y Antonio Ledesma. El general, con los de a caballo, simuló encontrarse con el francés y sus 1 800 hombres, fingió huir y, en el puente de San Isidro, se revolvió contra el enemigo en ataque frontal. Los infantes de Villada, 99


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emboscados, abrieron el fuego y la caballería usó sus lanzas, hasta dispersar al grupo adversario y descubrir que los jinetes iban atados a las sillas y muertos. Régules no quedó satisfecho de una victoria sobre cadáveres, por lo que se adelantó a Quiroga, emboscó de nuevo a la infantería y repitió la maniobra de huida, media vuelta y ataque. De Potier prefirió retirarse a Pátzcuaro y, allí, volver a declarar desfachatadamente que había derrotado a Régules, quien había sufrido la pérdida de 500 de sus 3 500 hombres y la dispersión de 700 infantes, en tanto los imperialistas a su mando sólo reportaban 15 muertos y 20 heridos. El general se reunió con el grueso de su división, condujo a Querétaro a 300 guerrilleros para que lucharan en ese territorio y llegó a Tacámbaro con 1 600 hombres el 25 de abril. Debe hacerse hincapié en que los hechos relatados ocurrieron en sólo un mes y que don Nicolás de Régules, ejemplar soldado, era español por nacimiento. Un regaño y una tragedia Don Vicente Riva Palacio llegó a la región. Estuvo en Chucándiro, Huango y a orillas del Lerma. Enterado que, en la región, un grupo llamado "los potrereños", al son de decirse liberales cometían actos muy cercanos al bandolerismo, el general habló con ellos. Hombre limpio, idealista y culto, razonó y expuso la causa que se defendía y cómo dañaba al gobierno legítimo una conducta indisciplinada y abusiva. Puruándiro, ciudad de bonito aspecto, con la mayor parte de sus casas de cantería, calles bien alineadas y paseos risueños, según la describió en la época el Lic. Eduardo Ruiz en la obra que ha servido de base para el relato de los hechos de la guerra de intervención en Michoacán, fue el lugar en que Riva Palacio se dedicó a reorganizar el Distrito del que la ciudad era cabecera. Sin el entusiasmo de la recepción a Márquez, el general fue festejado con un banquete el 16 de octubre de 1865, con motivo de su cumpleaños. Al día siguiente salió la comitiva liberal y en Llano del Cuatro se recibió la noticia del aprisionamiento del general Arteaga, Salazar, Díaz y otros jefes de la fuerza liberal en Santa Ana Amatlán. 100


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Con la tristeza consiguiente el grupo llegó a Coeneo por la noche. De noche, todos los gatos son pardos Don Nicolás de Régules, recuperado de una enfermedad, salió de Tacámbaro el 28 de noviembre, pasó por Santa Clara, Pichátaro y Bellasfuentes, para llegar el 30 a Huango, estar cerca de Morelia el 1º de diciembre, en Irapeo el 2 y en Coapa el 3. El señor y su gente parecían incansables. Ramón Méndez, jefe conservador que obtuvo el triunfo de Amatlán, después de fusilar a los jefes aprisionados, a quienes hizo caminar a Uruapan para ejecutarlos, emprendió el acoso a Régules. El imperialista era un buen estratega y, como Márquez, exageradamente cruel. En Llano del Cuatro casi alcanzó a don Nicolás. Al saber que estaba en Huango, Méndez salió precipitadamente de Puruándiro, pero no lo alcanzó. Cuando la caballería de Méndez llegó a Morelia, Régules ya estaba en Irapeo, seguido también por fuerzas francesas. La marcha siguió a Coapa y el 4 se llegó a Quiroga, de donde los liberales salieron a la chita callando a media noche, aunque dejaron hombres para reavivar las hogueras. El coronel Farquet por un lado y Ramón Méndez por el otro emprendieron el ataque sobre el campamento en el Puente del Abasto. Se armó la balacera y las dos columnas, felices de haber alcanzado a su presa, lucharon entusiasmados hasta darse cuenta, con sorpresa, que luchaban entre sí, en tanto Régules y los suyos, con toda tranquilidad, marchaban rumbo a Tacámbaro. Ronda y los tres Entretanto, el 10 de noviembre, el constitucionalista Páramo caía muerto en una refriega en Cuitzeo, y el guerrillero Verduzco era derrotado por Manuel García en Villachuato. Llegó 1866 cuando la línea de Puruándiro a La Piedad estaba a cargo, entre otros, de Eugenio Ronda y Manuel Barbosa; la de Pátzcuaro de Rafael Garnica y el ex prisionero regresado de Francia Rafael Valdés Mora, a quien el sufrimiento de prisión y destierro sólo 101


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reavivaron su convicción republicana; y la línea de Zamora a Jiquilpan se encargó a Rafael Arias. El 10 de enero, el jefe de la guarnición de La Piedad, unido a los 600 hombres que custodiaban Puruándiro, obligaron a Rafael Rangel y Rafael Arias a retirarse a Coeneo. La habilidad guerrera de Arias y su prestigio en Coeneo hicieron que los imperialistas lo tuvieran clavado entre ceja y ceja, por lo que se envió un escuadrón de caballería para acabarlo. El 19 se enfrentaron los antagonistas en las faldas del Tzirate y Arias destrozó al escuadrón con sólo 50 chinacos. Nomás de un puro lado En marzo llegó a México un nuevo ejército francés y se establecieron guarniciones en Puruándiro, Los Reyes, Ario, Taretan y Uruapan. El 28 de ese mes, en el Llano de La Palma, cercano a Coeneo, fue derrotado Manuel Barbosa, colaborador de Ronda, quien estaba enfermo. Ronda mismo, Garnica, Arias, Rangel y Antonio Huerta, al saber lo ocurrido, agruparon sus fuerzas, 200 hombres en 6 horas. Atacaron a los vencedores de Barbosa, 300 infantes y 100 jinetes al mando de Juan de Dios Rodríguez, en el Llano de Cótiro y los hicieron huir a todo escape rumbo a Quiroga, tras dejar 20 muertos, 30 caballos y numerosas armas abandonadas en el ansia de la fuga. El jefe Rodríguez fue herido en forma tal que por mucho tiempo tuvo que sentarse de ladito. El cruel Ramón Méndez, en octubre de 1864, estuvo en Puruándiro, y para dejar un recuerdo de su visita envió a Morelia presos a un grupo de vecinos del rumbo bajo el cargo de ayudar y estar de acuerdo con guerrilleros republicanos, pero Ronda hostilizó a la conducta en varios puntos, desde Tararameo hasta la orilla de Morelia, lo que facilitó la fuga de la mayor parte de los detenidos. En Angamacutiro los guerrilleros Bravo y Núñez se enfrentaron al imperialista Manuel García, quien hizo prisioneros al oficial Escamilla y 2 soldados, a los que en el acto se fusiló.

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El que quedó… quedó Párrafo aparte merecen los potrereños que había regañado Riva Palacio. 300 jinetes, al mando de Bravo, Ledesma, Alonso, Zavala, García y Núñez, el 21 de octubre, estaban en un callejón formado por dos cercas de piedra en el llano de La Labor o de Santa Fe. A lo lejos divisaron a una columna imperialista de 2 mil hombres, que después se supo mandaba el terrible Méndez, la que avanzaba con toda calma en sentido opuesto. La batalla era inaceptable dada la desproporción de fuerzas, por lo que los jefes determinaron que, en tanto 200 hombres se retiraran, los 100 restantes darían una pasadita al enemigo. Bravo escogió a 100 jinetes, les ordenó apretar cinchas y empuñar lanza y, al grito de "¡El que quedó, quedó"!, ordenó la carga. Ante el asombro de la columna conservadora, un tropel de 100 caballos a todo galope montados por chinacos inclinados sobre el pescuezo de sus cabalgaduras, garrochas firmemente empuñadas en ristre, se abalanzó sobre ella. Como cuchillo en mantequilla, el tropel penetró en la columna y salió por la retaguardia, dispersándose los atacantes por distintos rumbos. Lo increíble fue que ninguno de los potrereños cayó. Tal fue la sorpresa. La columna sufrió más de 100 muertes, a más de los heridos y golpeados. Alberto Hans, extranjero que acompañaba a Méndez, por escrito calificó esta hazaña como una de las más sangrientas acciones de armas en la historia. El furor de Méndez, soldado acostumbrado al triunfo, rompió todos los diques de la cordura. Ordenó se apresara a cuanto hombre se sorprendiera cerca del lugar. Arrieros, carreteros, rancheros y peones fueron aprehendidos. Se reunieron 60 personas, que Méndez dividió en grupos de 15 y que fueron pasados por las armas en las cuatro garitas de la ciudad de Puruándiro. Ninguna de las víctimas era chinaco.

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Un triste despertar El resto de la historia de esta etapa es de sobra conocido, pues ocurrió a nivel nacional. El emperador postizo, que fue recibido como un mesías que salvaguardaría los intereses conservadores y reivindicaría el orden, las buenas costumbres y el modo honesto de vivir, que los liberales habían hecho desaparecer con sus ideas exóticas e irreligiosas, resultó ser más liberal que los liberales mexicanos y, entre otras cosas, ratificó la Ley Juárez, la Ley Iglesias, la Ley Lerdo y la creación del Registro Civil. Por otra parte, hostilizó al primer arzobispo de Michoacán, don Clemente de Jesús Munguía; pretendió que abandonara territorio mexicano y, al no lograrlo, prácticamente lo mantuvo recluido en una casa de Coyoacán. El arzobispo, enfermo de úlcera gástrica y casi ciego, tuvo que soportar humillaciones y groserías del austriaco, hasta obtener la autorización del Papa para viajar a Roma. El pequeño monarca francés, que soñó con una colonia más en América, se dio cuenta que Max nunca podría pagarle los enormes préstamos que le adeudaba y, por los líos en que se metió con el pueblo francés mismo y con Prusia, decidió dejar al barbas de oro en la estacada y llevarse a Europa a su Legión Extranjera, a pesar de la protesta enconada de los hacendados de La Piedad, Purépero, Zamora y Puruándiro. Estados Unidos, terminada su guerra civil, interesado en alejar a Francia de América, apoyó y ayudó al gobierno constitucional mexicano, cuyo ejército recibió armas y equipo modernos, con lo que las fuerzas conservadoras fieles al rey postizo fueron perdiendo terreno hasta tener que aceptar su derrota en el sitio de Querétaro, en el que don Nicolás de Régules mandó a la primera división del ejército republicano, de la que formaban parte muchos de sus viejos soldados. Eugenio Ronda, por su parte, se incorporó con sus hombres a la fuerza que persiguió a Leonardo Márquez. Max, Miramón y Mejía fueron fusilados. La princesa belga perdió la razón. Sólo quedaron los resabios de los nuevamente derrotados, en tanto los chinacos cantaban o chiflaban: 104


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¡Adiós! mamá Carlota. ¡Adiós, mi dulce amor! 11. DE LA ANARQUÍA AL ORDEN 57 años de lucha y desorden son muchos años y sus consecuencias muy graves, sobre todo para el pueblo. De 1810 a 1821 agricultura, ganadería y minería sufrieron graves perjuicios. Los visitantes En el Bajío michoacano era muy difícil que los ciclos agrícolas llegaran a la etapa final de la cosecha. El ir y venir de insurgentes y realistas arrasaba con las siembras existentes, según el bando, de españoles o de mestizos y nativos, bien para forraje de la caballada, bien por el solo placer de destruir, sin importar a los hechores que se tratara de milpas que apenas comenzaban a jilotear o de trigo cuyas espigas comenzaban a conformarse. Las visitas del señor Iturbide y Arámburu Arregui Carrillo y Villaseñor a la villa creada por su ancestro don Juan, el de Vélez, causaban movimientos de organización por parte del sector español, el que siempre le daba alojamiento en la misma casa, a espaldas del Santuario de Los Ángeles, al mismo tiempo que, por aquello del no te entumas, se escondían caballos y objetos de valor. En la misma calle, pero una cuadra más al norte, en la Casa del Diezmo, perdieron la vida Manuel de Villalongín y sus compañeros, en tanto los puruandireños explicaban a los oficiales de Iturbide que maldita la gracia que les había hecho la visita del insurgente, pero que, como gente de paz que ellos eran, no podían haber cerrado las puertas a un rebelde apoyado por chusma armada. Los ganaderos, en su gran mayoría hacendados de posibles, veían con dolor cómo sus vacas y borregas eran sacrificadas para acabar en las barrigas de los defensores de Su Majestad o de los adalides de la

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independencia. Pero del mal el menos, vaquitas y borregas supervivientes seguían igual de paridoras. Bandoleros, arrieros y espías La congregación del Cacalote tenía mala fama. En principio fue constituida por españoles sin oficio ni beneficio, que preferían asaltar en los caminos reales y descansar de los riesgos corridos al desvalijar "conductas" en Ururuta, a la que acabaron por llamar el Cacalote por corrupción del término cascalote, esto es corteza de roble, muy requerida por quienes se dedicaban a la tradicional artesanía de hacer corambes, o dicho en buen romance: curtir cueros de reses. La vida de aventura fuera de la ley fue sustituida por otra actividad que oscilaba en la frontera de lo legítimo y lo ilegal: la arriería, pues los cacaloteños, a más del tráfico comercial común y corriente, llegaban desde Chihuahua con cargas de "burro" o yesca, elemento necesario en esas épocas para, con ayuda del eslabón y el pedernal, hacer fuego. También arreaban sus recuas hasta puntos tan lejanos como Veracruz, Chiapas y Guatemala y transportaban por veredas y caminos inverosímiles, que conocían al dedillo, cargamentos de tabaco en rama, azogue, sedas y otros productos, sin cubrir a las autoridades de la Intendencia las alcabalas que causaban esas mercancías. En pocas palabras, los señores eran contrabandistas. Otro mal antecedente de la Congregación lo fincaron los arrieros López y Pérez y el sastre Armenta que, por instrucciones de Hidalgo Gallaga Costilla y Villaseñor, fueron a soliviantar a Oaxaca. ¿Cuántos arrieros cacaloteños colaboraron como espías y mensajeros de los insurgentes, al sentirse hermanados con los mártires de Oaxaca? No se sabe, pero no es arriesgado afirmar que los hubo, y en abundancia. Bajo dos banderas México llegó a la libertad. Tan libre fue que, después de la fracasada aventura imperialista de Iturbide y la paz reinante durante la presidencia de Guadalupe Victoria, lapso en que los bandos yorkino y escocés hicieron ejercicios 106


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de calentamiento, el país se lanzó de lleno al tráfago de los pronunciamientos, cuartelazos, gobiernos espurios y lucha interna, en los que el mexicano se desvinculó del solar matrio y se acostumbró a una vida de aventura y libertad desenfrenada, la que se justificaba con la defensa irracional de un sectarismo. La pasión centralista empuñó la bandera de la defensa de los fueros de sacerdotes y soldadotes, disfrazada de defensa de la Religión. La pasión federalista levantó el estandarte de los países europeos evolucionados: separación de Iglesia y Estado, supresión de fueros que pretendía la igualdad entre todos los mexicanos y, por cuanto a México se refería, el sueño utópico de federalizar a un país acostumbrado por siglos al centralismo. Sistema feudal contra sistema democrático, para un pueblo que, en rigor, no entendía la diferencia entre uno y otro. Por 40 años la ceguera partidista imperó en los corazones y no dejó trabajar a los cerebros. Sólo los líderes sabían lo que buscaban. Sus seguidores sólo hacían eso: seguirlos, aunque no supieran a ciencia cierta por qué o a dónde. El Centralismo propició la independencia de Tejas y el despojo de más de la mitad del territorio mexicano, pero no por ello los conservadores dejaron de constituirse en defensores de la Religión (así, con mayúscula) y de acusar a los liberales de protestantes y comunistas, para evitar que el pueblo llegara a saber que lo que más defiende la doctrina liberal es la propiedad privada. El caos de sangre, intransigencia y odio culminó con una segunda aventura imperial. Si los cacaloteños eran contrabandistas de mercancías, los grandes hacendados de todo México, entre ellos los de Puruándiro, acabaron por traer, de contrabando, a un emperador que, rodeado por la aureola de sus torpezas, acabó en el cerro de las Campanas flanqueado por un general ambicioso de poder y otro ciego por el fanatismo. En ese lapso Puruándiro sufrió las consecuencias de los encontronazos que en el lugar se dieron los defensores de Religión y Fueros con los chinacos de Santos Degollado y de don Nicolás de Régules, de las incursiones relampagueantes de los 3 Rafales de Coeneo, Eustaquio Arias el de Carano y Eugenio Ronda, así como de

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la furia asesina de Ramón Méndez después de que los "potrereños" le dieron su "pasadita". Los tres sectores Para 1867 el poder estaba en manos de los liberales, pero el país continuaba dividido. La gente "decente", creyente a machamartillo, adinerada y deseosa de no revolverse con cualquiera. La "chusma", también creyente hasta cierto punto, terca en lograr lo que, desde 1521, le era negado: revolverse con los de arriba, desplazarlos y hacerse del poder y la riqueza. Por último, el pueblo pobre, creyente hasta el martirio, incapaz de ambicionar algo más que la salvación eterna, dispuesto no sólo a obedecer las órdenes del "amo", sino a matar o morir en defensa de los intereses de sus señores, la carne de cañón lista para formar ejércitos o unirse en multitud manifestante en cuanto los patrones tronaran los dedos. Masa ciega e ignorante que camina hacia adelante o para atrás, a la izquierda o a la derecha, o que permanece inmóvil, según lo decidan sus amos y señores, jueces supremos de lo que es bueno y justo para ese pobre pueblo. Viento en popa A pesar de sus depredaciones, incendios y catástrofes ocurridas en esos 57 años, los hacendados del Bajío michoacano, igual que los de todo el país, pronto se recuperaron de las pérdidas sufridas. Puruándiro, ciudad desde 1858, por decreto dictado por don Epitacio Huerta como Gobernador del Estado, el 16 de junio, recuperó su brillo de centro comercial, habitadas sus casonas por hacendados con trojes repletas y enormes hatos de ganado, a quienes importaba un diantre la miseria nacional. Bien afirman los viejitos que más tiene el rico cuando empobrece.

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Coja de los dos pies Gracias a las maniobras de conservadores y liberales moderados, la Constitución de 1857 nació coja, renca y cherrengue. El ideal de los liberales no quedó plasmado en ella, pues la preponderancia de los poderosos subsistía sobre la soberanía del pueblo, la libertad de creencias se restringía al catolicismo, los moldes a la española no eran superados más que a medias y se daban a México los lineamientos de un país capitalista e industrializado, cuando lo que menos tenía era industria y capital. Pero la nueva ley suprema superó a sus numerosas antecesoras de 1814, 1824, 1836 o Siete Leyes y a las Bases Orgánicas, al determinar las garantías individuales. Sin embargo, en la mente de los legisladores influyeron varias décadas de dictaduras en las que el poder ejecutivo pesaba más que los legislativo y judicial, con lo que se había trastornado la tesis del equilibrio e igualdad de fuerza de los tres poderes. En su deseo de evitar ese vicio, los constituyentes del 57 cayeron en otro: dieron más fuerza al poder legislativo que a los otros dos y, con ello, crearon un nuevo desequilibrio. La Cámara de Diputados de la Federación se dio el gusto de estorbar y zancadillear a su placer al poder ejecutivo. Los diputados se lucían pronunciando brillantes discursos, pero no resolvían problemas graves ni autorizaban se tomaran medidas urgentes y necesarias. Esa actitud y la división ideológica de los diputados obligaron a que los presidentes Juárez, Lerdo y Díaz, sucesivamente, buscaran la manera de fortalecer al poder ejecutivo, aun a costa de las garantías individuales, lo que valió a don Benito el mote de "dictador" y a don Sebastián el de "déspota", en tanto que don Porfirio mandó al diablo a la Constitución y, él sí, se convirtió en dictador, déspota y tirano. La muerte juega a la política Benito Juárez, al no lograr un acuerdo con los conservadores y liberales moderados, a pesar de su política de conciliación, decidió reelegirse como Presidente. 109


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Porfirio Díaz, buen militar que, de acuerdo con su época, sólo tenía en su haber estudios elementales, consideró que ya era tiempo se recompensaran sus servicios a la Patria con otra cosa que no fueran medallas. Se presentó a elecciones en 1871 e hizo el ridículo por segunda ocasión. Si 4 años antes se retiró enfurruñado a su taller de carpintero en Oaxaca, en ese momento, ya que Juárez logró apenas un triunfo apretado, decidió levantarse en armas y lanzó el Plan de la Noria. Juárez, que sufría la reciente pérdida de su fiel esposa, doña Margarita Maza, enfermo pero no tarugo, supo anular el cuartelazo y Díaz tuvo que emprender carrera hasta Estados Unidos. La única demócrata decidió tomar parte en el juego y Juárez falleció a consecuencia de su antigua angina de pecho. Cómo tronar a un héroe Sebastián Lerdo de Tejada, que ocupara el segundo lugar en las elecciones de 1871, subió al poder como Presidente provisional. Antes de convocar a elecciones decidió dar machetazo a Díaz y le otorgó la amnistía, con lo que le quitó generalato y medallas, al mismo tiempo que lo sometía a autoridades de menor grado que el que había logrado el héroe del 2 de abril. Porfirio resintió la cachetada pero esperó el desquite, por lo que lanzó nuevamente su candidatura. El resultado fue desastroso ya que Lerdo era político de mañas. En las elecciones, don Sebastián obtuvo 10 502 votos contra 680 en favor de Díaz; en las elecciones para presidir la Suprema Corte, José María Iglesias contó con 5 488 votos, Vicente Riva Palacio con 1 078 y don Porfirio con 962; y, para remate, en las elecciones de Oaxaca, Iglesias ganó 1 074 votos y Díaz tristes 48. La habilidad de Lerdo tronó al general. No hubo de otra sopa Lerdo nunca gozó de simpatías dada su frialdad. Sin embargo, intentó el logro de la ansiada recuperación económica.

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Acabó con la pesadilla de Lozada, el Tigre de Álica, quien fue sepultado con el hábito franciscano en los que fueran sus dominios nayaritas. Después, don Sebastián se dio el gustazo de, por fin, inaugurar el Ferrocarril Mexicano que une a Veracruz con la ciudad de México. Pero para lograr la recuperación se necesitaba, entre otras cosas, mucho dinero. Y no lo había en las arcas del tesoro nacional. Era sabido que, en México, la Iglesia católica poseía el mayor capital no oficial. Templos, conventos, hospitales, fundaciones piadosas y de caridad, hipotecas sobre casas, ranchos y haciendas, legados bajo su custodia, bienes dados en garantía para asegurar el manejo de sumas de dinero de mayor o menor importancia y, en resumen, riquezas que permanecían inmóviles, pues al no circular en el comercio, eran llamadas "bienes de manos muertas". Como sólo había de esa sopa y en su plan de recuperación se necesitaba dinero, las leyes Juárez sobre fuero eclesiástico, Iglesias sobre nacionalización de camposantos, del Registro Civil que creaba ese servicio para control de nacimientos, defunciones, matrimonios y divorcios, y la Lerdo sobre desamortización de bienes eclesiásticos y de corporaciones civiles y religiosas, fueron resucitadas por el Presidente de la República. Lerdo presentó una iniciativa y la Cámara de Diputados que aprobó que las Leyes de Reforma fueran incorporadas a la Constitución de 1857. Otra vez las pasiones Don Sebastián tenía particular interés en aplicar la Ley Lerdo, creada por don Miguel Lerdo de Tejeda su hermano. Los bienes de manos muertas propiedad de la Iglesia, por disposición constitucional, pasaban a ser propiedad del Estado, que podría venderlas en remates públicos al mejor postor, para así allegarse fondos con los que se intentaría sacar a la Nación de la pobreza. Lerdo no pensaba en templos y objetos del culto, sino en haciendas, ranchos y residencias improductivos, que a más de los precios que pagaran los adquirientes en los remates, se convirtieran 111


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en bienes que produjeran riqueza, la que, por lógica, tendría que pagar impuestos al gobierno. Esos precios y esos impuestos serían el dinero que tanto necesitaba México para lograr el ansiado despegue económico. Lo malo estuvo en la forma como muchos gobernantes menores aplicaron la Ley Lerdo, ya que su pasión anticlerical los llevó no sólo a nacionalizar y rematar bienes inmóviles y a ordenar la suspensión de ceremonias religiosas fuera de los templos, lo que era justo y necesario, sino a sacar por la fuerza de sus conventos a monjas enclaustradas de distintas órdenes y a encarcelar a maestros y estudiantes de los seminarios. A la pasión anticlerical se opuso la reacción pasional de un pueblo acendradamente religioso. Por el amor de Dios Estalló el movimiento religionero, también conocido como rebelión cristera, representado por las tincas o guerrillas que defendían los intereses de la Iglesia. En la tierra de los tres Rafaeles: Garnica, Arias y Rangel, de Eugenio Ronda y del general Epitacio Huerta, esto es en el lugar de pájaros, Coeneo, se lanzó el primer plan rebelde. En el rancho del Cótiro un grupo de personas se levantó en armas con la vieja bandera de "Religión y Fueros", en cuyo plan se comprometían a defender los intereses de la fe "como caballeros y como cristianos", y como caballeros cristianos asesinaron a don Rafael Arias por no aceptar reunirse a ellos. Los alzados de Cótiro encontraron eco en varios puntos de Michoacán. El 3 de marzo de 1875, Abraham Castañeda y Antonio Reza publicaron el Plan de Nuevo Urecho, en el que determinaban nada menos que enviar un embajador a la Santa Sede para poner a cada quien en su lugar. Félix Venegas, de la evangélica Zamora, Juan de Dios Rodríguez y otros más apoyaron el plan y también se levantaron en armas. Se ordenó al general Mariano Escobedo pusiera en paz a los michoacanos, y le auxiliaron en la faena don Nicolás de Régules y los coenenses Epitacio Huerta y Rafael Garnica, en tanto Prisciliano 112


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Fuentes hizo fuerte al gobierno federal en La Piedad, al mismo tiempo que vigilaba y mantenía en paz a Numarán, Penjamillo, Angamacutiro y Puruándiro. En Coeneo mismo, Antonio Ruiz, comandante de la Acordada, atacó en su nido a los pronunciados de Cótiro, los puso en fuga e hizo prisionero al cabecilla J. Socorro Reyes en el cerro del Tzirate. Furioso todavía por el asesinato de Arias, Ruiz aplicó la ley del ojo por ojo y fusiló al jefe cristero. El movimiento religionero cundía, cuando otros sucesos pasaron a un segundo plano. Llamarada de petate Llegó el periodo de elecciones presidenciales. Lerdo, José María Iglesias y Porfirio fueron los candidatos. Don Sebastián resultó reelecto en la primera magistratura, don Chema ocupó la presidencia de la Suprema Corte y Don Pillo hizo el ridículo de nuevo, por lo que disgustado se "desterró" a Brownsville, en Tejas. El coronel Hermenegildo Sarmiento, del grupo militar que apoyaba a Díaz, lanzó el Plan de Tuxtepec en Oaxaca, nombró general en jefe del movimiento "regenerador" a Porfirio y desconoció como Presidente a Lerdo "el déspota". El plan tuxtepecano se extendió como la viruela en la época de la Conquista y, como consecuencia de su mayor importancia política, el movimiento religionero se difuminó en el espacio como fuego fatuo. Sic transit gloria mundi. El último vals La revolución de Tuxtepec hizo imposible el gobierno de Lerdo en la Capital. Don Sebastián pretendió cambiar la sede de su régimen a Morelia y salió del Distrito Federal el 20 de noviembre de 1876. Pero tuvo que desistir de su propósito: salió de la ciudad de los ates para llegar a Acuitzio, de allí viajó a Tacámbaro, llegó a la costa y embarcó a Estados Unidos, donde radicó hasta su muerte. Mientras Lerdo peregrinaba, don Chema Iglesias se proclamó, de acuerdo con la ley, Presidente sustituto. Pero Porfirio, que veía cómo 113


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su sueño dorado comenzaba a cristalizar, se desplazó de Estados Unidos para tomar el mando de su revolución, no aceptó la proclamación de Iglesias y, como Presidente suplente, ocupó la anhelada silla el 5 de mayo de 1878, para entregarla a su compadre, el manco Manuel González, pero nomás prestada, el 1° de diciembre de 1880, ya que el lema de su golpe de Estado había sido, ironías de la vida, "No Reelección". Don Manuel gobernó hasta el 30 de noviembre de 1884, y Porfirito se convirtió en Porfitirano a partir del 1° de diciembre de mismo año y hasta el de 1911. La danza por el poder entre liberales y conservadores había terminado. Del héroe civil al héroe militar Después de la presidencia firme, tenaz ante todas las adversidades, de un aborigen oaxaqueño llamado Benito Juárez, que soportó revolución de 3 años e intervención extranjera de 6, y de las gestiones de Lerdo el veracruzano y el general González, de 1872 a 1880, con su interregno de 19 meses ya señalado, ocupó el poder otro aborigen oaxaqueño por 28 años que marcaron una etapa de calma, que México necesitaba a gritos. La calma se conservó ya que don Porfirio tuvo a bien determinar: Paz o ¡zaz!, y lo demostró con hechos. Un centralismo federal La porfitiranía no se anduvo por las ramas. La Constitución de 1857 siguió vigente, aunque de hecho a Díaz le importó un soberano cacahuate, pues estableció un sistema en el que los Estados libres y soberanos, sus gobernadores y los diputados sólo hacían lo que el porfidictador ordenaba. El pueblo, fatigado por una lucha de más de medio siglo, con el incentivo del espadón oaxaqueño sobre su cabeza, renunció al ideal derecho de autodeterminación y lo cambalacheó por una paz que ya casi ni sabía cómo era.

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PURUÁNDIRO

Nació la casta de los profesionales de la política al son que marcaba la espada de Tuxtepec. 9 millones de mexicanos, que sin control natal subieron hasta llegar a sumar 15 millones, bailaron al ritmo que les tocaron más de 5 mil satélites del sol porfírico. Un plato de lentejas Por otra parte, las potencias extranjeras se quitaron el traje de piratas y se acomodaron la levita del ofrecido que, chistera en mano, se interesaba en ayudar al país amigo a lograr su desarrollo económico y, bajita la mano, penetrar en el manejo de la economía nacional como Jacob lo hizo con el peludo Esaú. Haciendas y herederos Las compañías deslindadoras que se repartieron gran parte del territorio nacional, con la complacencia de Díaz, no hicieron negocios de importancia en el Bajío michoacano. Y ello se debió a que el Distrito que encabezaba Puruándiro ya estaba repartido entre varios hacendados. Esto es que, desde los albores del México independiente, el territorio ya estaba en manos de unos cuantos latifundistas y el comercio de la región se encontraba controlado. Más bien el transcurrir del tiempo hizo que los herederos de los señorones fraccionaran las propiedades para vivir en la abundancia a que estaban acostumbrados, en tanto el trabajo agrícola, la cría de ganado, la certidumbre de cueros y la fabricación de huaraches y frazadas quedaban a cargo de peones y oficiales de artesanos, bajo la mirada vigilante de administradores, caporales, capataces y encargados de las tiendas de raya de haciendas y obrajes. Un López Rayón que era Colín Para guardar el orden, se designaban prefectos de Distrito, cargo que sucesivamente desempeñaron en el de Puruándiro don Julián Tapia, el Lic. Leonardo Ibarra, don Luis Solchaga y, por último, a partir del 4 de enero de 1904, don Ignacio Colín López. 115


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Don Ignacio tuvo, entre sus motivos de satisfacción, el ser bisnieto de don Ignacio López Rayón. Nació en Acámbaro, hijo de don Ramón Colín Morquecho y doña Benita López Rayón. Además, como prefecto, pudo ser testigo de la prosperidad comercial, agrícola y ganadera del Distrito a su cargo y tener la satisfacción de dirigir el planeamiento, instalación y estreno de la primera red de agua potable entubada, con la asistencia del entonces Gobernador del Estado, Lic. Aristeo Mercado, quien era puruandireño, ya que comenzó a consumir cocinero en Villachuato, hacienda del Municipio. De la obra social de este prefecto se habla más extensamente en el capítulo que sigue. También el señor Colín López tuvo que experimentar las inquietudes políticas de la agonía del sistema porfitiránico, pero eso es también materia de otro capítulo. REFERENCIAS AL CAPÍTULO I RIVET, PAUL. Orígenes del hombre americano. pp. 18-20, 26, 28-9, 35, 43 y 72. LEÓN, NICOLÁS. Los tarascos. pp. 102=7. WARREN, J. Benedict. La conquista de Michoacán, 1521-1530, pp. 217-59, 319-21, 332, 411 y 414. BRANDT, Donald D. Bosquejo histórico de la geografía y la antropología en la región tarasca, 1ª parte, pp. 63 75 y 78-81. DE ICAZA, Francisco A. Conquistadores y pobladores de Nueva España. Tomo I, ficha 367, pp. 188-9. LÓPEZ PORTILLO Y WEBER, José. La conquista de la Nueva Galicia., pp. 64, 68-9, 74, 98 y 151. GARCÍA GRANADOS, Rafael. Diccionario biográfico de historia antigua de México. Tomo III, pp. 14-5, 23, 27-8, 50, 63, 107, 112, 168-70 y 198. DE BASALENQUE, Fr. Diego. Historia de la provincia de San Nicolás de Tolentino de Michoacán del Orden de N.P.S. Agustín, pp. 25, 29, 30, 34, 88, 91, 98 y 125-32. _____________ Arte de la lengua tarasca.

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PURUÁNDIRO

GUTIÉRREZ DE CUEVAS, Pedro. Relación de Cuitzeo, en Relaciones geográficas de la Diócesis de Michoacán, 1579-1580, pp. 44-61. AMAYA TOPETE, Profr. Jesús. Ameca, p. 186. MIGUEL I VERGÉS, José María. Diccionario de Insurgentes. RUIZ, Lic. Eduardo. Historia de la guerra de intervención en Michoacán, pp. 89-98, 115, 142, 165, 185, 188, 232-3, 243, 262, 320-2, 327, 329-30, 333, 340-1, 346-54, 382-5, 521-4, 530-4, 5412, 584-5, 644-5, 706-7 y 734. MORALES DE MEDINA, Antonio. Relación de los clérigos del obispado de Michoacán. Ficha 600. En Miranda Godínez, Francisco, Don Vasco de Quiroga y su Colegio de San Nicolás. FÉLIX DE ESPINOSA, Fr. Isidro. Crónica de la Provincia Franciscana de los apóstoles San Pedro y San Pablo de Michoacán. BRAVO UGARTE, José. Historia sucinta de Michoacán. I. Michuacan, el estado tarasco. ROMERO FLORES, Profr. Jesús. Historia de Michoacán. Tomo I: pp. 758-60, 762, 769, 771-4 y 788. Tomo II: pp. 124, 137, 139 y 169-70. ANÓNIMO. Relación de las ceremonias y ritos y población y gobierno de los indios de la provincia de Michoacán (1541). Ed. Aguilar. COSÍO VILLEGAS, Daniel. Et. al., Historia Moderna de México. La república restaurada. Vida política. Llamada general. MUÑOZ, Fr. Diego. Descripción de la provincia de San Pedro y San Pablo… Año de 1585, pp. 25-30 y 32-3. MACARRO, Sebastián. Relación de Tancítaro, 1580.

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CAPÍTULO II DIME DÓNDE Y CÓMO VIVES 1. PARA QUÉ TANTO BRINCO Entre lomas y con agua

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en el norte de Michoacán, como una región peninsular rodeada por todas partes, menos por una, por el Estado de Guanajuato. La península tiene como límites: al norte, el cerro del Tzirate; al sureste, la cuenca de Cuitzeo; al suroeste, la depresión de Tzacapu; y al oeste noroeste, el valle de Angamacutiro. Aunque, por lo general, se habla del valle de Puruándiro, el municipio en sí comprende éste y otros valles, entendidos como tales las planicies rodeadas por montañas y cruzadas por un río o que alojan un lago en su seno. Así, al norte del municipio se encuentra el valle en cuya orilla sudoriental se ubican las tenencias de Manuel Villalongín e Isaac Arriaga, que comparten con el recién creado municipio de J. Sixto Verduzco, del que forma parte la ex tenencia de Pastor Ortiz, segregada a Puruándiro. Al valle lo cruzan los arroyos del Cañón y del Casahuate. Al noreste del municipio, entre los poblados de Las Ranas al norte y de Huatajo al sur, está el valle que surcan los arroyos El Durazno y Las Mancuernas, que nutren al vaso que aloja la presa Las Alazanas. Las zonas oriental y propiamente central del municipio, están ocupadas por el valle de Puruándiro, que comprende, al noreste, la prolongación que surca el arroyo La Tinaja, el que bordea el norte y occidente del poblado La Excusa y desemboca en el vaso de San Pedro, al noreste del poblado de San Pedro Carano. El mismo valle de Puruándiro, en su máxima extensión, al sureste del municipio, aloja a la cabecera o ciudad de Puruándiro y, un poco más al oeste, a 6 kilómetros, a la tenencia de Janamuato. El valle es URUÁNDIRO SE UBICA

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surcado por el arroyo del Agua Tibia al noreste, y los de El Rincón, El Tablón, La Cofradía y La Laguna por occidente, en tanto que, en el sur, comprende la presa del Tablón y, en el norte, la laguna que, más que tal, es un charco de poca profundidad, longitud de 5 kilómetros de oriente a poniente y de 2 kilómetros de norte a sur, que atraviesa la carretera que une a Puruándiro con Manuel Villalongín. Al suroeste del municipio se encuentra el valle de Ururuta, que en su extremo oriente aloja a la cabecera de la tenencia de Nicolás Bravo, esto es el poblado de Galeana; al norte los poblados de El Pueblito y Ururuta; al noreste los de Casas Viejas y San Miguel; y al sur suroeste el de El Granjenal. El mismo valle contiene, al noreste la presa de La Cofradía; en sentido diagonal está ocupado por la laguna de Ururuta, que en su máxima longitud mide 6 kilómetros y medio, del poblado, de Ururuta al del Granjenal; y es cruzado por los arroyos de El Jazmín, Las Varillas, La Varilla, Tuna Mansa y El Salitre, al mismo tiempo que aloja los vasos pequeños de El Salitre, Curimeo, Tuna Mansa y Bache Nuevo. Para concluir el enredo, Villachuato está ubicado al noroeste del municipio y en el extremo sureste del valle que comparten los municipios de Angamacutiro y Puruándiro, propiamente el valle de Angamacutiro, al que descienden, desde los cerros de Villachuato o Volcán Grande y Camatarán en territorio puruandireño, diversos arroyos de temporal y el permanente de El Cócono, que alimenta a la presa Las Cañas. El río Angulo cruza el valle y, al oriente de Villachuato, llena el vaso de San José; el propio valle también está surcado por numerosos canales de riego que alimentan los sistemas del río Lerma y las presas Tres Mezquites y La llave. Huellas y más huatos Por cuanto a las elevaciones que rodean a los cinco valles, siguiendo el movimiento de las manecillas de un reloj, de las 12 en adelante, son: Al sur del valle en que se encuentran las tenencias de Manuel Villalongín e Isaac Arriaga, se alzan los cerros del Mogote y Blanco. El valle que aloja la presa Las Alazanas se encierra entre los cerros Las Ranas, Blanco, Huatajo y El Lobo.

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El valle de Puruándiro tiene como mojones las cumbres de El Lobo, La Vinata y el Tzirihuato, en cuyas faldas existen restos de yácatas y fortalezas purépecha, así como los de Agua Tibia, Los Puercos, La Rinconada, La Cruz, El Saucito, La Cuesta, Los Flojos, Negro, El Sauz, Volcán Grande o Villachuato, otro de La Cruz, La Cantera y La Campana. Por cuanto a la depresión de Ururuta, la circunvalan los cerros del Sauz, El Encinal, El Coyote, Santa Rita, El Granjenal, San Miguel y Las Borregas, en tanto que atrás de éste se eleva, al norte, el cerro de Villachuato o Volcán Grande. Por último, al sur de Villachuato está el cerro de su mismo nombre y, al este, el Camatarán, en cuya ladera norte se encuentra Godino, ranchería que antes perteneció al municipio de Puruándiro y ahora al de Angamacutiro, localidad en que viniera al mundo el cabecilla José Inés García Chávez. De todas las elevaciones mencionadas, la altura promedio oscila entre los 2 mil y los 2,300 metros, excepción hecha del cerro de Villachuato, que casi araña los 2,700 metros de altitud. Cenizas de aquellas lumbres Que la región puruandireña y tierras que la rodean constituyeron una zona en la que el planeta terrestre sufrió terrible comezón, como si le hubieran embarrado vembéricua, no queda duda alguna. Muchos poros de la piel terrestre se abrieron y arrojaron pedradas, lava, cenizas, arena y humo. Pero el tiempo calmó esa irritación y ahora sólo quedan cicatrices como testimonio. Los chipotes de El Mogote, Blanco, Prieto, Tzirihuato, Agua Caliente, Los Puercos, Granjenal, El Sauz, La Joya, La Cantera, La Campana y Camatarán están compuestos principalmente de piedras basálticas, en tanto que La Rinconada, Los Negros, El Negro, El Encinal y El Coyote se integran con rocas extrusivas ácidas, que en buen cristiano son piedras expulsadas del interior del planeta, que contienen álcali y que, por su acidez, perjudican a la vida vegetal. Entre ese tipo de rocas se encuentran el granito, el cuarzo, piedra pómez y obsidiana. Además, en El Prieto, Los Negros y El Negro, se

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localizan zonas ocupadas por tobas, esto es, depósitos naturales de arena y arcilla. El remate de la comprobación lo constituye la localización, en la mayor parte de las montañas de la región, de 39 bocas volcánicas que, para fortuna y tranquilidad de los habitantes, hace mucho tiempo cesaron en su actividad de tirar escupitinas al cielo. Abundantes y calientes Puruándiro se ríe y se carcajea de otros lugares que se pavonean por tener algún o algunos ojos de agua. La faja volcánica secundaria que comprende las zonas sur de Guanajuato, norte de Michoacán y un pellizco del trasero oriental de Jalisco, integran la zona geográfica conocida como el Bajío, que abunda en fuentes de aguas termales, por lo general cada una con dos o más brotes. La raíz puru del idioma purhembe señala esa característica de existencia de aguas termales, como en las palabras toponímicas Purúa, Purépero y Puruándiro. Son excepción Los Azufres del Curriteco e Ixtlán de los Hervores, porque en esos lugares metieron la pata tecos y nahoas. Pero los purépecha decidieron, por las características del lugar en que las aguas calentadas por las agruras de la tierra brotaban a granel, bautizar a la región con el nombre de Puruándiro, que la retrata de cuerpo entero. Pueden enumerarse los manantiales Las Hoyas, Coróndiro, Ojo Santo, Juan Turis, Carano, Los Robleños, Salitrillo, Agua Tibia, Jeroche, El Piojo, La Culebra, El Carrizo, Tepécuaro, Agua Caliente, Jeráhuaro, San Juan. 2. EL AMOR A LA TIERRA MADRE Cuando llegó el grupo purépecha En resumen, de todo el galimatías expuesto, puede decirse que, como parte del Bajío, Puruándiro era, desde que los purépecha lo agregaron 121


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a su imperio, una región privilegiada, entonces sin presas, canales de riego, poblados ni carreteras, pero que ofrecía suelos negros y cafés blanquecinos de primera y segunda clases agrícolas, fértiles, porosos y sin grava en los valles, y con terrenos poco regulares en partes, pero todos ellos suficientemente hidrogenados. Como ganancia, la población animal abundaba en venados, liebres, armadillos, tlacuaches, ardillas, zorros, coyotes, zorrillos, cacomiztles, comadrejas, gatos monteses, pumas y otros mamíferos y marsupiales. De los que tienen alas en vez de manos, abundaban el guajolote, patos en muchas variedades, gallinas del monte, huilotas, torcazas, cercetas, garzas, pijijes, halcones, águilas, lechuzas y otros más, así como reptiles, arácnidos y variados insectos de múltiples especies; en tanto que de lagunas y ríos se extraían charales, bagres y carpas. La mayor parte de estos animalitos proporcionaron a los nativos las proteínas necesarias en la dieta de subsistencia humana. El grueso de las avanzadas purépecha iniciales estuvo constituido por purécucha (guerreros), pero, una vez que se afirmaban en el territorio mediante la construcción de parapetos, poco a poco llegaron grupos que se dedicaron a cultivar la tierra y los guías espirituales o curiécha, que dirigieron la construcción de pequeños templos. Los jefes o acháecha que murieron en la defensa del lugar o en el desempeño de sus cargos fueron merecedores de las tumbas tradicionales o yácatas, de las que, a la fecha, perduran restos. El régimen de vida fue el tradicional ya mencionado. Cada individuo aportaba su esfuerzo para la satisfacción de necesidades comunales, hacía ofrendas a los dioses y pagaba al ohcámbeti, el tributo para el Caltzontzin, a más de disfrutar de las delicias del baño en los manantiales no reservados a la nobleza del imperio. Puruándiro constituyó una línea de defensa y un puesto de avanzada respecto de los chichimecas, y una más de las fuentes de producción agrícola del reino.

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3. RAZAS, MARGINACIÓN Y PODER La revoltura humana y la ensalada resultante Al ocurrir la conquista terminó la división simplista del aborigen purépeti que repartía a la sociedad en 2 sectores: acháecha o señores y purépecha o pueblo. Aparentemente se sumaba un sector más: el español. Pero éste trajo consigo muchas complicaciones, ya que, por principio, era el nuevo señor; en seguida, la nobleza aborigen fue bajada de su pedestal y, con raras excepciones, ocupó un plano igual al de sus antiguos súbditos en la nueva sociedad; por otra parte, de grado o por fuerza, el conquistador hizo objeto de sus apetencias sexuales a las mujeres nativas, con lo que dio origen a la casta mestiza; luego, para sustituir la mano de obra nativa, que se diezmó por virtud del trato brutal o de las enfermedades europeas, importó esclavos negros del África; y, para terminar, sobrevino la mezcla de blancos con negros, de negros con aborígenes americanos y de sus derivados. Las castas irrumpieron en el panorama social de la Nueva España. Tres razas fueron el tronco: nativa americana, blanca española y negra africana. En cuanto a castas, los descendientes de: Blanco con nativa, o nativo con blanca (cosa rara), mestizo Blanco con negro, mulato. Nativo con negra o al revés, zambo. Mestizo y española, castizo. Castiza y español, español. Español y mulata, morisco. Español y morisca, albino. Español y albina, torna atrás. Nativo y torna atrás, lobo. Lobo y nativa, zambaigo. Zambaigo y nativa, cambujo. Cambujo y mulata, albarazado. Albarazado y mulata, barcino. Barcino y mulata, coyote. 123


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Coyote y nativa, chamizo. Chamizo y mestiza, coyote mestizo. Coyote y mestizo, ahí te estás. Lobo y china, jíbaro. Cambujo y nativa, zambaigo también. Zambaigo y loba, calpamulato. Tente en el aire y mulata, no te entiendo. No te entiendo y nativa, salta p'atrás. Zambaigo y loba, calpamulato. Calpamulato y cambuja, tente en el aire. Tente en el aire y mulata, no te entiendo. No te entiendo y nativa, salta p'atrás. Las leyes se hicieron para desobedecerlas En este absurdo enredo, en el que el más pintado se hacía pelotas, las Leyes de Indias determinaron que españoles y aborígenes americanos gozaban de los mismos derechos y obligaciones, como razas troncales, conquistadora y conquistada, en tanto que la raza negra era esclava "de nacencia" y supeditada a las primeras dos. El mestizo ocupaba el tercer lugar en la escala social y las demás castas constituían el nivel inferior. Nada más lejos de la realidad. El mestizo se sentía superior al nativo por ser español a medias. El negro, acostumbrado a la esclavitud y al mal trato, después de siglos de opresión, era un costal de mañas en vicios, rebeldía agresiva y malas costumbres, a más de resistencia física debida a su procedencia de lugares calurosos y llenos de plagas. El aborigen americano, por lo contrario, acostumbrado a la obediencia a sus señores, era sumiso y soportaba humillaciones, ya que su mundo cultural y religioso se había desmoronado. La consecuencia fue simple. Los naturales fueron extraños en su propia tierra, y españoles, negros y mestizos, así como las castas, los postergaban y cometían abusos que ellos soportaban en forma estoica, lo que concluyó ubicándolos en el último estrato de la escala social. 124


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La sociedad colonial puruandireña Villaseñores y Orozcos, Cervantes, Bocanegras, Ávalos y Contreras fueron la casta privilegiada en el Bajío michoacano. En tanto Huango era el lugar de placer de los señores españoles, paisanos pobres suyos se encargaron de dirigir la edificación de las casonas que habitarían los patrones en sus escapes ocasionales a Puruándiro, construcciones en las que se obedeció al trazo que, del entonces poblado, dirigió el señor de la encomienda. Franciscanos primero y el clero secular después construyeron centros de culto, hospital o huatápera y cementerio con frente a la actual calle de Vicente Guerrero, en los sectores de la misma que antes se llamaban de la Beneficencia y de la Higuerita, enfrente del templo que, con el mismo nombre, existe en el lugar. De esas edificaciones misionales no quedan sino restos de cimientos cubiertos por nuevas construcciones. Cuitzeo, relata fray Diego de Basalenque, pasó de manos de la orden franciscana a las del clérigo beneficiado y, para su descanso, éste lo entregó a los agustinos en 1550. Huango, lugar preferido de Villaseñor, tenía como "barrios" o poblados dependientes, a Acámbaro y Puruándiro. Éste, a su vez, comprendía a los barrios de Tzimbanguaro, Conguripo, Zanzán, Tzinapécuaro y Santa Ana (hoy Isaac Arriaga), doctrina a cargo de don Pedro de Texeda. Las costumbres españolas, que los nativos fueron obligados a seguir, así como la congregación forzosa de los aborígenes en caseríos, provocaron que las enfermedades hicieran su agosto también en el Bajío. A grado tal que, en 1590, se ordenó al Alcalde Mayor de León no obligara a Huango y Puruándiro a pagar los nativos de trabajo que adeudaran "de recargo de los que están obligados a dar", aunque sí se determinó que, para no aumentar la deuda, hiciera que ambos poblados cumplieran con su aportación de trabajadores gratuitos "en las dos temporadas del año" (Archivo General de la Nación. Ramo de Indios. Vol. 4, Exps. 736 y 737, fojas 205). La otra posibilidad de esta exigencia pudo haber consistido en que Juan de Villaseñor hijo intentó eludir obligaciones a cargo de la encomienda que, como mayorazgo, heredó de Villaseñor y Orozco. 125


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En Yuririapúndaro, poblado que, por su ubicación, estuvo más expuesto al ataque de chichimecas, los agustinos tuvieron decidido defensor en el chichimeca don Alonso de Sosa, que no sólo organizó una fuerza de defensa, sino que obsequió a la Orden tierras de labor en San Nicolás, para cultivo de trigo y cría de ganado mayor y menor. En Cuitzeo fueron fuente de constante ingreso el charal de la laguna, así como la barilla o curirashacua, hierba que absorbía del tequesquite, abundante en el lugar, todo el sílice que contenía. Esa hierba, comprimida en "panes" o bloques era artículo de gran demanda, pues los fabricantes de vidrio le extraían el sílice para elaborar sus productos. A fines del siglo XVI, la región fue asolada por una epidemia de gastroenteritis que costó la vida de miles de nativos, "la tercera parte de la gente", lo que también implicó un perjuicio para los españoles de vida regalada, que suplieron la mano de obra perdida al importar al Bajío michoacano esclavos procedentes de África. La epidemia, por tanto, marcó la etapa de integración de las tres razas base del mestizaje. Cupándaro, que no Copándaro (de cupanda = aguacate), estuvo sujeto en lo judicial y lo eclesiástico a Cuitzeo. La abundancia de agua lo hacía deseable, al igual que sus bosques y el buen carácter de los nativos que lo poblaban, lo que lo hizo merecedor de su ascenso o priorato, la edificación de un templo y de un monasterio con 12 celdas. Chucándiro, a la vista de la laguna de Cuitzeo, localidad poco poblada, doctrina franciscana primero y después agustina, para 1602 prácticamente estaba deshabitada, no así la hacienda de la orden agustina, que los religiosos que habitaban en el monasterio del lugar se cuidaban en hacer producir. Por cuanto a Huango, se ha hecho ya mención a las sabrosas fiestas que organizó Villaseñor y cómo apoyó a los agustinos para edificar templo, convento, reclusorio, oficinas, patio de recreo y, de remate, un cenador, así como la huatápera tradicional. Pero no debe olvidarse que el poblado declinó y que fiestas, abundancia y vida regalona a costillas del resto de la región, concluyeron prácticamente al mismo tiempo que falleció el encomendero.

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El trabajo volcánico dio a la región el tequesquite ya mencionado y, además del sílice que le chupaba la "barilla", dicho material volcánico sirvió de materia prima para la producción de jabón. La medicina herbolaria tradicional recomendaba el uso de la savia lechosa del "chupirin" para aplicar emplastos en tumores; el sauco en infusión como purgante, y en emplasto como analgésico; la "jandábucua" y la "pejorita", raíz y hierba respectivamente, para aplicarse en fracturas y lograr que los huesos rotos soldaran rápidamente; y la "andúmucua" como un neuroexcitante, ya que el mascar sus hojas daba mayor energía para efectuar trabajos pesados, además de servir para quitar dolores de dientes y de cabeza y, en cataplasmas en el vientre, para curar empachos. Apellidos Para 1650 Puruándiro, Conguripo, Angamacutiro, Epejan y Panindícuaro contaban con 850 habitantes nativos, y sólo Epejan carecía de huatápera, para atención de enfermos y hospedaje de viandantes, pero en Ururuta las familias españolas de Aguilares, Hernández, Pérez, Sánchez, González, Velázquez, Díaz, Quesada, Méndez, Lobato y Solórzano eran propietarios de estancias ganaderas; los Villaseñor, Barroso, Orozco, López, Morcillo, Sánchez y Burgos explotaban los pastos en Puruándiro para sostener ganado vacuno, caballar, asnal, mular y ovino. A igual industria se dedicaban los Tapia en Urequio, los Martínez de Uriarte en Los Cuatro, los Magdaleno en Cupándaro, los Aguilar en El Vado, los Zúñiga, Córdoba y Villaseñor Orozco en Tzinapécuaro, y los Núñez y Figueroa en El Maluco. Villachuato ya iba en rumbo de convertirse en latifundio bajo la mirada vigilante de los Figueroa; Carano de los Barroso, Cervantes y Vera; y Janamuato (cerro de "janamos", tezontle o piedras rojas) de Burgos y Antolínez. En Angamacutiro practicaban la labor agropecuaria los Bocanegra, Alcalá, Alcocer y Medina. Epejan, La Palma, Cuanaspomácuaro, Oropúndiro y El Fresno engordaban la bolsa de Vargas, Berber, Villaseñor, Patiño, Ruiz, López, León, Orozco y Zúñigas.

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Muchos los llamados y pocos los escogidos La clasificación social resultaba evidente. El sector español y criollo era dueño de 40 a 50 mil cabezas de ganado vacuno, 4 mil de caballar, 2 mil de mular y mil de asnal, además de miles de borregos. El sector nativo, a nivel hospital, poseía en común 250 vacunos, 2 mil ovejas y mil asnos. A caballos no tenían derecho. Sólo en Ururuta, separada de las estancias cacaloteñas por el río, había una comunidad o república de aborígenes, cuyo antecedente más remoto fue doña Juana de Quíjara, a quien en 1535 se concedió una merced de medio sitio para ganado menor, según aparece del documento original al que, gracias a la recomendación de don Jesús Magaña Ortiz, se permitió a los autores dar una hojeada. En Aramútaro hubo también un grupo de mestizos y mulatos a quienes Juan de Alcalá permitía edificar sus casas, con lo que refrendó el permiso otorgado por Marcos de Medina, así como toleró criaran algunas vacas mansas y produjeran quesos. De lo expuesto aparece que 150 españoles y criollos eran dueños del 94 por ciento de la riqueza ganadera y de los suelos productivos del Bajío michoacano, y el seis por ciento restante se dividía entre naturales, mestizos y castas. El tiempo no cura todos los males Cien años después, a mediados del siglo XVIII, Puruándiro, como cabecera de Partido, alojaba a 135 españoles y criollos, 15 mulatos y 700 nativos que se ocupaban de labrar la tierra, ordeñar vacas y curtir cueros. En Angamacutiro vivían 225 blancos, mestizos y mulatos y 515 cobrizos autóctonos; en Conguripo consumían los productos de la tierra y el ganado 60 pálidos y mestizos y 285 nativos; Panindícuaro alojaba a 160 purépecha y Aguanuato a 180 naturales expertos en curtiduría. Epejan estaba habitado por 20 españoles y criollos y 300 aborígenes también curtidores y campesinos; en tanto Santa Fe del Río estaba poblado por 370 naturales que no olvidaban a don Vasco de Quiroga; y Numarán, sujeto a la doctrina de Pénjamo, era el hogar 128


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de 50 descendientes de conquistadores y 450 conquistados, si bien en Japacurio y Rincón de Zaragoza, barrios del poblado, vivían revueltos 300 españoles, mestizos y mulatos, con la novedad de la llegada y asentamiento en el lugar de una misión jesuita, enviada por el Provincial don Pedro Retana en 1744. 4.

LIBERTAD, PERO NO JUSTICIA

La Libertad no mejoró la situación 74 años después, el licenciado Juan José Martínez de Lejarza, hombre ilustrado que aguzó el ingenio, presentó a los constituyentes del México recién liberado su Análisis estadístico de la provincia de Michoacán en 1822, obra de mérito y dedicación, y caballito de batalla de investigadores. Describió a Puruándiro como uno de los principales curatos de la Mitra, con su propio Ayuntamiento y un crecido vecindario compuesto de 14,783 habitantes, con templo y casas reconstruidas después de los azares de la guerra, con comercio, industria y agricultura florecientes, y mención especial de la rica hacienda de Villachuato, que 150 años antes fuera propiedad del alférez José de Figueroa, y que en el México recién liberado disfrutaba Francisco Cayetano de Fagoaga y Arozqueta, primer marqués del Apartado, quien casó con la dominicana doña María Magdalena de Villaurrutia de Fagoaga, procreando un hijo de nombre Francisco, que llegó a ocupar cargos de importancia en el gobierno mexicano, al igual que su tío don Jacobo de Villaurrutia, que inclusive fue presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Martínez de Lejarza dijo de Angamacutiro que era dependiente de Puruándiro, parroquia con cura y vicario fijo, poblado agrícola, tejedor de algodón y curtidor de pieles, con poco comercio y 5,653 habitantes, Otras dependencias del Partido eran Conguripo, Panindícuaro con 957 vecinos, Epejan, Aguanuato, Santa Fe del Río con Ayuntamiento, señor cura y 1,481 comelones, todas ellas, las dependencias, agricultoras y dedicadas al curtido y beneficio de zaleas. 129


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Por cuanto a Cuitzeo, cabecera de otro Partido, Lejarza lo calificó de poblado triste, con 6,319 vecinos agricultores y charaleros, Ayuntamiento y curato. A esa cabecera estaban sujetos: Cupándaro, con curato secular, Ayuntamiento, 2,396 vecinos agricultores y abundancia de chirimoyas, aguacates y otros frutos; Chucándiro, tierra de gente bien parecida, con curato y ayuntamiento, buena producción agrícola, manantiales curativos y 3,621 seres humanos, como ya se dijo, de muy buen ver; Santa Ana Maya, priorato agustino con vicario, Ayuntamiento y 1,073 tejedores de algodón y de petates, municipio que comprendía al barrio de Huacao, con 643 obrajeros de lana; Capacho, barrio de Cuitzeo poblado por 317 pescadores de charal; Huandacareo, vicaría fija, en una loma rodeada por la hacienda del mismo nombre, de propiedad agustina, y 1,766 habitantes; Huango, el del esplendor perdido, con curato secular, Ayuntamiento y 3,394 arrieros y alfareros. Otra cabecera de Partido fue Huaniqueo, pueblo de tostadores de maíz, que propiamente era una congregación de nativos que contaban con la autoridad espiritual de un párroco y la política de un Ayuntamiento que gobernaban a 3,196 agricultores, ganaderos y obrajeros; de él dependía Teremendo, que en la etapa colonial tuvo juzgado de letras y fue Alcaldía Mayor, y que seguía como cabecera parroquial y municipal de 2,127 mexicanos que ya eran o llegarían a ser ciudadanos fabricantes de "cotaras" o zapatos tipo mocasín. Coeneo, el de los pajaritos, dependía de Pátzcuaro, ubicado en una cañada, con Ayuntamiento y párroco secular, así como con 3,416 habitantes entre los que se contarían, para hacer bailar con sus trinos a conservadores y franceses, tres Rafaeles, dos Ronda y un Huerta. Tzcapu, que fuera el asiento de la piedra que dio vida a los purépecha, contaba en ese México recién nacido con 4,186 entes pensantes cuyo destino religioso y de convivencia regían un párroco secular y un cuerpo municipal, y tenía como tenencias dependientes a Comanja con 128 personas, Asajo con 425, Tarejero con 307, Naranja con 524 y Tiríndaro con 517, pueblos casi rodeados por la hacienda de Bellasfuentes, a más del poblado de Tzipiajo, que acabó por asimilarse a su cabecera al crecer ésta. En la región abajeña de Michoacán también queda comprendida otra que en 1822 fue también cabecera de Partido: Tlazazalca, que en 130


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un tiempo se llamó pueblo de La Piedad, hasta que el barrio propiamente de ese nombre se segregó para bailar solo. La guerra de independencia casi destruyó a la localidad, la que pudo agarrar su segundo aire al restituírsele Acuitzeramo. De Tlazazalca dependieron: Purépero, que, en tanto se repuso su cabecera, hizo las funciones de la misma y comprendía 5 rancherías pobladas por arrieros adinerados; Penjamillo, al que rodeaban ricas haciendas; y Churintzio, congregación de arrieros campesinos, con jurisdicción hasta Atacheo, a 3 leguas de Zamora. La cabecera, Tlazazalca, contaba en ese 1822, con 2,584 habitantes, Purépero con 5,975, Penjamillo con 3,916 y Churintzio con 1,367, en la inteligencia de que los cuatro poblados eran municipios, tres de ellos cabeceras parroquiales con vicaría fija y sólo Purépero era vicaría de Tlazazalca. Para terminar la enumeración, es justo mencionar a Tzináparo, el lugar de obsidiana, que en 1822 dependía de La Piedad y era vicaría fija de esa Parroquia, contaba con Ayuntamiento y tenía 2,418 vecinos que integraban una congregación de arrieros. El mero mero Así, para 1822, los poblados de la región sumaban 73,489 habitantes entre hacendados, militares, políticos, arrieros, curtidores, zapateros, agricultores, comerciantes y un titipuchal de gente pobre. Pero la capital de hecho de la región abajeña de Michoacán era, sin duda, Puruándiro. Aunque Cuitzeo ocupaba el segundo lugar en población humana, no tenía la mitad de habitantes que aquél. Por su parte, Huango, de "Corte Chica" y centro pomadoso, se veía desplazado a un noveno lugar, en tanto lo superaban paso a paso en importancia Purépero, Angamacutiro, Tzacapu, Penjamillo, Chucándiro y Coeneo. De 1650 a 1822, el crecimiento de Puruándiro y sus sujetos puede calificarse de explosivo, ya que de mil a 22,874 habitantes, la demografía regional había aumentado en un 230 por ciento global.

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Vuelta a la misma canción Sin embargo, la injusticia social permanecía estacionaria, pues no más de 2 mil personas, entre chicos y grandes, detentaban la riqueza agrícola, ganadera y comercial, así como el poder político. La única variante de significación la constituían los arrieros que, emancipados de la esclavitud de la tierra, lograron con sus viajes de leyenda, tráfico comercial y contrabando, el buen vivir de 1,500 seres humanos. Por tanto, 19 mil personas seguían sufriendo el arduo destino del jornalero, el mozo, el sirviente, el peón acasillado y el obrajero, asegurados con los grilletes de la tienda de raya y la resignación a una vida de sometimiento y miseria. 5. LOS DE ARRIBA PARA ARRIBA El saldo de la lucha sectarista Los azares de la guerra interna, iniciada con el imperio iturbidista y que culminó con la restauración de la república federal, de 1822 a 1867, implicó, afirma don José Guadalupe Romero en Noticias para la historia del obispado de Michoacán, la emigración de muchos puruandireños a climas más calmados. A la ya ciudad y cabecera del entonces Segundo Distrito de los 21 en que se dividía el Estado, con sus sujetos el Llano del Cuatro, el pueblo de Aguanuato, la congregación de Cacalote (Cascalote debió ser) ya erigida en tenencia, 12 haciendas y 78 ranchos, los habitaban 21,800 personas. Las decisiones políticas estaban a cargo de un ayuntamiento; la justicia se aplicaba por un juez de letras; los impuestos eran percibidos por una administración de alcabalas; y la comunicación a largas distancias por una administración de correos. Además, se contaba con escuelas de parvulitos y de enseñanza elemental con rigurosa separación de sexos. Es digna de memoria la actividad social del párroco don José Mariano de la Piedra que, en 1800, encauzó las aguas de varios manantiales, construyó un acueducto de 6 kilómetros que llegaba hasta las fuentes de La Sirena, La Campana, San Miguel, 132


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El Moro y La Palma, para que el pueblo contara con el agua necesaria y, al dictar su testamento, constituyó un legado para la ampliación o modernización del servicio. Además, don Mariano dirigió la construcción de unos lavaderos públicos, para auxilio de los humildes. Asimismo, ya que se trataba de una ciudad con intenso comercio, contó con un buen número de posadas y mesones, en tanto el templo parroquial, incendiado durante la lucha insurgente, fue adecuadamente reconstruido. Un párroco, tres vicarios y un sacristán mayor, también sacerdote, daban el servicio eclesiástico a los fieles. Carretas, hatos de mulas, burros, caballos y todo medio de transporte utilizable en la época, nutrían el comercio de exportación e importación. Don José Antonio Zavala Bucio proporcionó a los autores el dato sobre el rasgo de generosidad del señor Fagoaga y Villaurrutia, hijo del marqués del Apartado y heredero de la hacienda de Villachuato, que abarcó las de Zurumuato, El Maluco, San Martín y San Antonio. El heredero, en la etapa del Segundo Imperio, hizo un donativo de consideración con el que se constituyó la Beneficencia Fagoaga, cuyos rendimientos servían para dar servicio de asistencia al pueblo humilde. La administración del fondo de caridad estuvo bajo la responsabilidad del señor Joaquín Torres, comerciante de grato recuerdo, a quien sucedió en el cargo don José Guiza, su yerno. En 1858, por mandato de Epitacio Huerta, se construyó el monumento a don José María Calderón, mártir de la guerra de tres años, en la plaza principal. Una columna de 18 metros de altura, del orden compuesto, rematada por un busto del personaje. Los puruandireños no aceptaron nunca el apellido del liberal como apellido de la ciudad y, con el tiempo y un ganchito, al iniciarse el siglo XX, demolieron el monumento, del que sólo quedan fotografías. Los vecinos Angamacutiro también disfrutó de mejoras. El párroco construyó, por 1860, el templo que a la fecha se ostenta como sede de la parroquia, a 133


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más de contar el poblado con el templo del Hospital y otras tres capillas. Agricultura e industria textil fueron la base de sustento del vecindario; las residencias de los poderosos embellecían la localidad, su comercio se reanimó y contó con escuelas para niños de ambos sexos, estafeta de correos y una receptoría de alcabalas. Conguripo, con la calidad de vicaría, subsistía gracias a la actividad agrícola; y Panindícuaro, de mayores dimensiones y población, también vio reanimarse un poco su comercio, en tanto sus chilpayates contaban con una escuela elemental. Epejan, por su parte, permanecía un tanto cuanto estacionaria. Santa Fe del Río, con su hospital fundado por don Vasco de Quiroga, y su templo de bóveda con pinturas sobre la vida del Tata, contó con escuelas de niños y niñas que la comunidad sostenía y, aunque sus casas eran pobres, la agricultura permitía sobrellevar la vida. El poblado quedó sujeto a Purépero. Cuitzeo, por su parte, seguía fundando su comercio en la venta de charal, barilla para vidrio, tequesquite y bagre atrapado en el río de Morelia. A más de su convento, hospital, capilla de pobres y dinero prestado que con sus productos sostenía los gastos, de 1832 a 1850 vio elevarse los muros de un templo más, dedicado a la Virgen de Guadalupe, bajo la dirección del padre Izquierdo, en tanto el convento era transformado en Casa de Estudios de la que egresaron personalidades como fray Diego de Villarrubia, fray Alonso de Castro y fray Cristóbal Zayas, que llegaron a ser provinciales de la Orden Agustina. Además, el pueblo se organizó en las cofradías del Santísimo, N. Señora del Socorro, de las Ánimas y de la Vela Perpetua. Cupándaro se desligó de la Orden Agustina y ascendió a parroquia a cargo de un clérigo secular, mientras Huandacareo, Santa Ana Maya y Huacao eran vicarías fijas de Cuitzeo, de las que, por su mayor importancia y organización urbana, sobresalía la primera. Capacho, por su parte, vio reanimarse su comercio gracias a una imagen de Cristo en la cruz, la que acudían a adorar los naturales de la región. Chucándiro, cuyo templo fue construido dos siglos antes por el agustino fray Felipe Vergara, precisamente en 1642, mismo religioso que dirigió la edificación de convento, hospital y mejoras materiales de la hacienda de la Orden, contaba con la administración de un 134


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párroco y un vicario fijo. Aunque dependía de la prefectura de Puruándiro, tenía su propio Ayuntamiento, escuelas con división de sexos; plazas y calles rectas. Pero la población disminuía, ya que, aunque sus mujeres y varones seguían siendo hermosas y buenos mozos, no se les quitaba el vicio de vivir ociosamente sumergidos en las aguas tibias de sus manantiales. En Huango, los descendientes del tronco Villaseñor, ya nobles por haberse otorgado a la familia el marquesado de Guardiola, conservaban tierras en propiedad. Pero del antiguo templo agustino sólo quedaban restos de los muros para 1862, y la antigua sacristía hacía las funciones de templo, en cuyo interior el encomendero y algunos de sus descendientes dormían el sueño definitivo. A partir de 1775, la parroquia fue entregada al clero secular y, en mismo 1862, contaba con párroco y dos vicarios que renovaron el templo, organizaron 2 cofradías y reunieron un fondo para obras piadosas. El poblado en sí, ya sin el lujo de otros tiempos, contaba con dos escuelas, las calles y casonas de añejas glorias y un Ayuntamiento que administraba la cosa pública, en tanto el ocio era combatido por medio de las faenas agrícolas, la arriería y la fabricación de útiles domésticos de barro. Huaniqueo, erigido en parroquia desde la época del señor de Quiroga, tuvo que ceder el rango de cabecera de Partido a Conguripo. Los tostadores de maíz eran regidos por un Ayuntamiento, contaban con estafeta de correos y enviaban a una de dos escuelas a hijos e hijas, al mismo tiempo que pagaban alcabalas en la receptoría del lugar. Su párroco y vicario eran clérigos que oficiaban en el templo remozado de adobe y en la capilla de la huatápera. Los arrieros que pasaban allí la noche se alojaban en un mesón de no malas pulgas. La hacienda de Tecacho y varios ranchos quedaban en su comprensión. Teremendo, de república de nativos y recogimiento, descendió tal vez por su pobreza, a tenencia de Huaniqueo. Como parroquia, pese a la necesidad del pueblo, estrenó templo con una longitud de 45 metros, que atendían el párroco y un vicario, igual que la capilla del hospital. El lector no debe olvidar que los españoles dieron a este poblado el nombre de Jaso y que, cerca de él, queda el cerro del Tzirate, que lo separa de Cocupao.

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En el lugar de los cuini o cuicú, los coenenses veneraban a la Virgen del Rosario, cuya casa de adobe y teja se encontraba casi en ruinas, asistida por un párroco y un teniente de cura. El Ayuntamiento se preocupó y logró dar al pueblo una escuela, una estafeta de correos, un encargado de rentas y un mesón. Tzacapu, asiento de blancos y mestizos, atrapaba bagres en el río Angulo y soportaba los moscos del pantano en que se fortificó la junta de Jaujilla; su Ayuntamiento procuró el servicio de 2 escuelas, receptoría de rentas y casa de correos. El vecindario, a instancias del párroco y 2 vicarios, reparó el templo construido por fray Jacobo Daciano e hizo las instalaciones necesarias para adaptar el convento, obra del mismo religioso, a casa cural. Dependían de este municipio, Naranja y Tiríndaro. El dueño postrero de la hacienda de Bellasfuentes, Lic. Juan Pastor Morales, legó la propiedad para que, con sus productos, se sostuvieran la biblioteca y las instalaciones de beneficencia públicas del lugar. Asajo, como de costumbre, seguía enfrascado en la lucha agrícola y presumía de la buena fábrica de su capilla. El poblado de la historia atravesada, cabecera municipal de Tlazazalca, que apedreó al sacerdote que llevaba consigo el S. Sacramento para reimplantar la paz en una comunidad que protestaba por la humillación inferida a su gobernador nativo por un alcalde español en 1707, también tenía para 1862 la calidad de parroquia. Contaba con escuelas, oficinas de rentas y de correos, a más de 2 mesones en que buscaban alojamiento rendidos arrieros, sobre todo los de la congregación integrada en la tenencia de Acuitzeramo. Purépero crecía en población y en extensión urbana, por lo que su agricultura retrocedía ante nuevas edificaciones. En 1854, el obispo de Michoacán don Clemente de Jesús Munguía Núñez, decretó su erección en parroquia, a más de lo cual era cabecera municipal y jefatura de Partido. Se proyectaba levantar un nuevo templo parroquial que no desentonara de su plaza recién estrenada. Purépero se abría al comercio con Morelia, Guadalajara y Guanajuato, gracias al impulso que supo darle el señor Jesús Calderón.

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Por último, Penjamillo, del que dependían Santa Fe del Río, Tzináparo y Churintzio, era cabecera municipal, vicaría fija y asiento de arrieros y curtidores de pieles. Una vez restaurada la república y restablecida la paz, que consolidó la porfidictadura, el Bajío michoacano, junto con el guanajuatense constituido por Valle de Santiago, Yuriria, Pénjamo, Uriangato, Salvatierra, Maravatío y otros poblados, experimentaría una etapa de crecimiento de población, de comercio y de creación de vías que los comunicaran con otras partes de la República. El pelo en la sopa Pero siempre surge el pero. Las haciendas serían fuente de trabajo y de explotación para muchos, igual que el comercio, pero fuente de riqueza para unos cuantos. De un jornal de 6 y medio a 12 centavos diarios, el pueblo no llegaría a ganar más de 25 a 36 centavos por jornada diaria. Las cabeceras municipales representarían, mejor que cualquiera otro lugar, las diferencias. Junto al lagartijo de bombín, caña y levita, se vería al rábula, al dependiente comercial y al empleado público de chaqueta lustrosa, suelas agujereadas y sombrero de fieltro; y con una diferencia evidente, al campesino de calzón y camisa de manta que cubría su cabeza con sombrero de paja de enormes ala y copa, y sus pies con huarache de tres correas. Y tal vez sería más ofensiva la diferencia entre el campesino auténtico y el patrón vestido de charro, ya que éste lucía pantalón ajustado de buena jerga, chaquetilla de cuero o de tela ribeteada, en los que resplandecían botones de oro o plata, zapatos de una pieza, espuelas de plata con enorme rodaja, pistola con cachas de nácar y sombrero con bordados. La riqueza seguía en manos de muy pocos. La miseria mantenía vacías las manos de muchos.

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6.

UNO BUENO ¿Y LOS DEMÁS?

Don Gregorio Jiménez devino en dueño de la hacienda de Villachuato, cuyo casco de 85 metros de frente, con portales sostenidos por 16 columnas y 2 pilastrones en los extremos, y dos plantas superiores con amplias ventanas, todo el frente revestido del mismo material que las columnas de cantera rosa, casco que por el occidente flanquea enorme troje de cal y canto con techo de dos aguas. El edificio existe y debe conservarse, pues a más de ser el fruto del sudor y la miseria de varias generaciones de miles de peones, es una obra maestra de arquitectura. Una buena persona El señor Jiménez, se afirma, era un buen patrón. Al aproximarse el fin de la cosecha, los invitados comenzaban a llegar a la hacienda procedentes de distintas capitales y lugares de la república. En varias ocasiones llegó don Aristeo Mercado, hijo de Villachuato y Gobernador de Michoacán. Se organizaban días de campo, paseos y convites en los que el ranchero tenía que morderse los labios para no soltar la carcajada, y ni tan siquiera sonreír, al ver cómo los lagartijos mal intentaban mantener el equilibrio sobre un caballo, al mismo tiempo que los mozos cuidaban de evitar que los catrines dieran con sus elegantes ropas en el suelo. Al finalizar la cosecha, se celebraba la fiesta del combate. Antes del baile, el pueblo, para diversión propia y ante las sonrisas condescendientes de visitantes y patrones, ejecutaba la danza del combate empuñando palos que entrechocaban rítmicamente en un simulacro de lucha. Todavía ahora, en mayo de cada año, en Puruándiro se baila la danza del paloteo, variante del mismo tronco. En el salón de la hacienda, lucían encorsetadas las niñas visitantes, en tanto los catrines se retorcían el engominado bigote y adoptaban posturas castigadoras, enseñando la polaina y la leontina de metal dorado.

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Una orquesta de cuerdas, llevada de la capital, entonaba música bailable de la época y las parejas se deslizaban a su ritmo sobre la pista, bajo las miradas aprobadoras de las mamases y severa y crítica de los papases. En los descansos, afanosos sirvientes ofrecían bocadillos, copas de helada champaña o aromático coñaque a los señores, y de jerez, oporto o vasos de limonada a las niñas. Pero no hay que olvidar que el señor Jiménez era muy buen patrón. Abajo, en los portales, se reunían los servidores de la hacienda. El premio a sus esfuerzos llegaba. Ellos, semi-rígidos en los calzones y camisas de manta tiesos de tanto almidón; ellas, envaradas y nerviosas dentro de las enaguas remendadas, la blusa con volantes improvisados a mano y el inevitable rebozo, tensas las frentes por lo apretado de las trenzas. Hombres y mujeres mostraban en la piel las huellas de los restregones dados con estropajo y jabón corriente para estar muy limpios. Ellos, en muchos casos, ostentando cortes provocados por una rasurada a fondo. La música de Galeana entonaba sones abajeños, jarabes y corridos. Unos barriles de pulque, botellas contadas de tequila, mezcal o aguardiente, un par de reses asadas y tres cazos de carnitas para más de mil quinientos sirvientes. El júbilo popular explotaba, pero no muy fuerte, para no molestar a los señores, y porque los caporales vigilaban armados para evitar cualquier desmán, "porque la raza es muy bruta". Entre tanto, los invitados del amo bailaban, mordían deliciosos bocadillos, dulces, bombones y otras delicadezas importadas de Francia y España, que tragaban con ayuda de un sorbo de licor también extranjero. Las visitas apenas comenzaban a divertirse cuando el pueblo recibía la orden de retirarse a sus jacales con el recuerdo del sabor de un taco de carne, de unos chicharrones y el sabor pastoso de uno o dos vasos de pulque o el rasposo de unos sorbos de aguardiente, porque al día siguiente había que trabajar como siempre. Los invitados bailaban hasta el amanecer y se retiraban a sus alcobas cuando los peones ya estaban, de nuevo, sumergidos en las faenas de campo.

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Regalos, tiendas y criados de confianza También el dueño de la hacienda, cada año, repartía entre su gente, como un estímulo a su rendimiento, frazadas de lana bruta, petates, anafres y hasta retazos de manta y percal. El señor Jiménez era un buen patrón. Claro que él vestía ropa interior de algodón o lana importada, zapatos suaves y trajes de casimir inglés, camisas de lino y corbatas y calcetines de seda; nunca se asomaba a la cocina y dormía en cama de latón, con tambor de resortes, colchón y almohada de pluma, sábanas de lino y cobertores de lana peinada, al mismo tiempo que, bajo la cama, se colocaba un bacín de porcelana por si las dudas. Don Gregorio era una fina persona. Cierto es que existía la tienda de raya, donde todo costaba más caro que en Puruándiro y donde a fuerza se tenía que comprar lo necesario porque, en lugar de dinero, al peón le daban fichas o boletos que sólo eran admitidos en pago de mercancía en la tienda de la hacienda o en tiendas de la ciudad que trabajaban de acuerdo con la hacienda. Y los peones acapillados dormían amontonados con su esposa, hijos e hijas y pocos o muchos parientes, en un cuarto redondo, con piso de tierra, que también servía de cocina y comedor. Las deudas pasaban de padres a hijos y si alguno enfermaba sólo podía usar remedios caseros o reventar. Y también estaban los mayordomos y los caporales, junto con el administrador, prontos a imponer castigos, a encargar faenas duras a los que traían entre ojos y a hacer la vida imposible a rebeldes, protestotes e inconformes. Y las jornadas eran de sol a sol y los jornales nunca alcanzaban. ¿Ignoraría eso don Gregorio? Porque él era persona de buenos sentimientos. Los patrones españoles Las hijas del señor Jiménez casaron con españoles provenientes, según se afirmaba, de buenas familias. Así, Joaquín García y Carlos Markazuza, al morir su suegro, heredaron las haciendas de 140


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Villachuato y las anexas de Zurumuato, Curimeo, Botello, Santa Ana Mancera, San Isidro y el Vado de Aguilar. Antonio Arce, en la misma forma, heredó San Antonio, a inmediaciones de la ciudad. Se afirma que los yernos salieron como los caporales. Malos hasta la pared de enfrente. Resultaron tan déspotas y odiosos como los gachupines Noriega, hacendados de Tzacapu, y los seis hermanos Tena de Puruándiro. Otros "amos" Ururuta fue propiedad de don Rafael Ramírez, que nunca casó por estar enfermo de lepra. Contó con la asistencia abnegada de doña Juana Chávez, sirvienta que le atendió hasta la muerte. Fueron herederos del señor Ramírez: José María Chávez, que recibió la fracción llamada Clemencia. J. Trinidad García, quien se convirtió en dueño de La Cofradía. Antonio Ramírez, que a la muerte del tío adquirió Bellasfuentes. Epifanio Gaytán, convertido en hacendado por ser su esposa sobrina del señor Ramírez; recibió de ella el encargo de explotar Jauja. Juana Chávez, en premio a su abnegación, fue la propietaria de El Cuatro, hacienda que, a su vez, legó a don José Rodríguez. Los herederos de Clemencia y La Cofradía, ante su buena fortuna, la festejaron tanto que quemaron la pólvora en infiernitos y, cuando menos lo pensaron, ya no eran dueños de nada. Los nuevos dueños de Bellasfuentes, Jauja y El Cuatro fueron más sensatos y trabajaron de firme. Las haciendas de San Lorenzo, El Granjenal, Urequio, San Miguel y Casas Viejas, partes también de Ururuta, pasaron a distintos herederos. Una familiar del conspirador insurgente de Valladolid, Lic. Manuel Ruiz de Chávez, que fuera cura de Huango, esto es, la señora Genoveva Ruiz de Chávez, propietaria de la hacienda de El Fresno de Guadalupe, al sureste de la ciudad de Puruándiro. Carlos Markazuza legó a doña María Guadalupe Alcocer la hacienda de Santa Ana Mancera.

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En territorio de Tzacapu, la familia Carranza disfrutó de Tariácuri; Cantabria fue propiedad de Alfredo Noriega y esposa; y los Hagenbeck explotaron Queréndaro, cerca de Tzinapécuaro. Los hacendados Markazuza y Arce, para terminar, vendieron Curimeo a la familia Cobián, en aquel entonces propietaria del edificio que hoy ocupa, en la avenida Bucareli de la capital de la república, la Secretaría de Gobernación. 7. EL URBANISMO Una manita de gato Puruándiro se lavó la cara para despedir el siglo XIX. Cárceles, rastro, acueducto y jardín de la Reforma fueron objeto de reparaciones. Con la ayuda de presos sentenciados a obras públicas y aportaciones del municipio y de vecinos, se empedraron las calles del Esqueleto, Igualdad, Desengaño (hoy Mariano Matamoros), San Antonio, Riña, Fortuna (hoy Lázaro Cárdenas e Independencia), Ocaso, Higuerita, Industria y Veteranos (hoy Vicente Guerrero), Pavor (hoy Álvaro Obregón), Libertad (hoy Benito Juárez), Niñado (hoy Juan de Dios Arroyo), Atentado (hoy Gutiérrez Nájera), La Palma, Moro y Tenerías (hoy Lic. Verdad y José María Arteaga), todo ello con un costo de 1 851.87 pesos. También se construyó el camino de Puruándiro a Batuecas, con longitud de 10 kilómetros, gracias a las faenas de los interesados y trabajo de presos, con costo de 1 080.00 pesos; una calzada de 400 metros, rumbo al Valle de Santiago, con valor de ps. 350.00; dos calzadas en el camino de Carano, que importaron 60.50; una calzada de la hacienda de San Antonio a Janamuato y otra de la entonces congregación de Janamuato al rancho de La Caña, con longitud de 600 metros, que importó 120.00 pesos; y se empedró y enladrilló el paseo de La Alameda, mediante una erogación de 570.00 pesos, de los que el Lic. Luis G. Burgos pagó 70.00 de diez mil baldosas. Este afán de urbanización y crecimiento citadino, con un impulso inicial de comunicación con el exterior, culminó con el arreglo de La Alameda, en la que se construyó una fuente, el zócalo para un quiosco 142


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y se forjaron 16 bancas de fierro. Todo implicó un desembolso de 216.75 pesos. Siglo nuevo y obras nuevas La prefectura a cargo de don Ignacio Colín López informó, en 1908, sobre las mejoras efectuadas durante su gestión y hasta ese año. El 21 de marzo de 1906 se fundó en Puruándiro, una sucursal del Monte de Piedad de Michoacán, con matriz en Morelia. Para darle vuelo al chisme, el doctor Salvador Villar obtuvo la concesión, el 4 de septiembre de 1907, para instalar una red urbana de 50 teléfonos. Las damas puruandireñas ya no necesitaron caminar de un lado a otro, pues les bastaba con prenderse de la hebra. Y los caballeros, para hacer citas a un juego de baraja, ingerir unas copas o hacer citas parrandescas con sus amigos, a más de tratar de negocios, sólo darían vuelta a la manivela, pedirían comunicación y listo. El riesgo estaba en la curiosidad y grado de discreción de la operadora de la central. También se inauguró, el 13 de septiembre de 1910, el Hospital de Caridad, gracias a la iniciativa de los señores Pedro Arce, Francisco Lozano y Gregorio Martínez, con el apoyo de acaudalados que, en el ejercicio de la caridad, buscaban la forma de sobornar a la justicia divina. La energía eléctrica llegó a Puruándiro. El síndico del Ayuntamiento, Lic. Maximiliano Zavala, firmó el contrato de suministro relativo el 30 de septiembre de 1907. La instalación costó 687.75 pesos, que pagó la tesorería municipal, y 4 lámparas de arco de 350.00, cubiertos mediante suscripción popular. El suministro de energía implicó un pago mensual de 165.00 pesos. Pero la ciudad contó con un sistema de alumbrado público de 4 lámparas de arco de 800 bujías cada una, en la plaza; 30 lámparas incandescentes de 32 bujías en las principales avenidas; y 105 lámparas incandescentes de 16 bujías cada una en otras calles. ¡Y se hizo la luz!, para rabia de enamorados platicadores, en tanto que, para gozo del pueblo, la plaza principal quedaba iluminada con soberbios arbotantes que daban a la serenata dominical un nuevo atractivo, a más de los tradicionales de la entrega de ramitos de flores 143


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y desplegamiento de serpentinas de lluvia por los feos en homenaje a las bellas, en tanto se transitaba con placer sobre la lisa loseta que sustituía el granujiento empedrado, y se escuchaba la música ejecutada por la orquesta ubicada en el resplandeciente quiosco. Los brazos ejecutores Tanto remozamiento se debió a los regidores propietarios profesor Francisco Lozano, Lic. Maximiliano Zavala, Joaquín Torres Rosa y Francisco González Rosa, a quienes suplían en sus ausencias Mauricio García, Manuel Villar, José Barrera, Marcos González y Felipe Arriaga, quienes constituyeron un cabildo dinámico y constructivo en unión de José Ibarra. El prefecto Colín López encontró en ellos el instrumento auxiliar eficaz y necesario para todos los estrenos y, de pilón, se ordenó el traslado de los comerciantes que, bajo antiestéticos toldos, exponían sus vendimias a los ojos de la clientela alrededor de la plaza, por lo que tuvieron que mudar sus tenderetes, junto con los vendedores de tortillas y carnitas, a la calle del Comercio, al sur del portal Hidalgo. 8.

PERSONAJES

Educadores, profesionales, literatos y políticos Otras novedades fueron la instalación, en 1908, del Colegio de San Vicente de Paúl, con cursos para párvulos y primaria, a cargo de la profesora María Dolores Soto, mientras las profesoras María Alatorre en la escuela oficial y Felícitas Alcántara, en la particular, también sufrían en sus intentos por enseñar a la infancia a usar el piso de arriba para algo más que ser mata de greñeros. También se inauguró una escuela en la infame cárcel municipal para varones; Galeana recibió la distinción de ser erigida parroquia; y, sintomáticamente, se creó el Comité Evolucionista de Puruándiro, lo que indicó cómo la inquietud política invadía a un país deseoso de un cambio.

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El padre J. Jesús Gutiérrez fue nuevo párroco en sustitución de su tocayo el padre Vieyra, en tanto eran vicarios don Agustín Castillo y don Zeferino Guerrero. El Lic. Victorino Ramos entregó el juzgado de letras a su cargo al colega don José A. Gaytán, en cuyo tribunal litigaban los abogados Maximiliano Zavala, José Huerta, Benito Hurtado y Ladislao Palacios; y tanto el Lic. Hurtado como don Luis G. Burgos desempeñaban los servicios notariales del Distrito. La noble actividad de aliviar el dolor humano, en esta época del nacimiento reciente del siglo XX y de las últimas patadas porfitiránicas, era ejercitada por los médicos Gregorio Martínez y el ya mencionado telefonista Salvador Villar, en la inteligencia que era necesario enfermarse en tanto el sol brillaba, ya que de noche los señores no se movían de sus mullidos lechos así reventaran sus enfermos. El distrito de Puruándiro también participó en la vida artística y política de Michoacán y de México. Francisco Sierra Pérez, de Angamacutiro, alumno de don Marcial López y don Mariano Pérez en Puruándiro, amó la música. Fue organista del templo parroquial y director de la orquesta puruandireña, al mismo tiempo que componía obras musicales de carácter religioso y profano que trascendieron al ámbito nacional. José Ortiz Rico y José Barrera Carreón cultivaron la poesía. Ortiz fue modernista y Barrera épico patriótico. El trío se completó con Donato Arenas López, de Panindícuaro, poeta lírico y crítico literario, fundador de la sociedad literaria "Fray Manuel Navarrete". Las revistas La Crisálida, El Bohemio y Crisantema, recibieron y publicaron colaboraciones de Ortiz y de Arenas. Picado por la avispa periodística, Ortiz Rico emprendería la aventura de publicar un periódico, que tituló El Látigo, con el que se dedicó a fustigar en 1914, al caciquismo local. J. Isaac Arriaga, destinado a vivir corto tiempo, fue miembro de la sociedad literaria "Melchor Ocampo Manzo", publicó la revista de arte Flor de Loto. El juego político segaría su vida. Ramón I. Alcaraz, chucandireño, después de intervenir en forma activa en la guerra méxico-norteamericana de 1847, fue Secretario de gobierno en las gestiones de don Melchor Ocampo y don Juan B. 145


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Ceballos, luego diputado federal, después de don Benito Juárez, y por último, director, sucesivamente, de la Academia de San Carlos, del Museo Nacional de Historia y, hasta su muerte en 1886, de la Escuela de Sordomudos. El señor Alcaraz, entre los rigores del campo de batalla y la actividad administrativa nacional, nunca dejó la pluma para componer hermosos poemas. De chile y de manteca Aristeo Mercado Salto nació en Villachuato. Estudió ingeniería sin graduarse debido a las conmociones nacionales. Ocupó cargos de importancia durante las gestiones de Justo Mendoza, Rafael Carrillo y Mariano Jiménez. A la muerte de éste ocupó la primera magistratura del Estado, en 1892, y ya no soltó el hueso sino hasta 1911, en plena Revolución. Cuenta Eduardo Ruiz de don Aristeo que, durante la intervención francesa, el imperialista Luis Vargas Madrigal, comandante militar de Uruapan, ordenó al reconocido liberal don Aristeo, para fastidiarlo, que pronunciara un discurso en la dizque celebración del 16 de septiembre, a lo que Mercado se negó. El conservador, furioso, le planteó una alternativa: discurso o cárcel. Don Aristeo murmuró que las dos cosas y aceptó en voz alta pronunciar el fervorín patrio. Llegado el momento, el orador a fuerza enalteció la memoria de los insurgentes y, poco a poco, derivó el tema a los mexicanos que en ese momento combatían contra el ejército invasor y el Segundo Imperio, enumerando los triunfos de las armas republicanas. La habilidad oratoria de Mercado y el aplauso iniciado por otros liberales diseminados entre la multitud provocaron una entusiasta ovación y el berrinche de los imperialistas que, en la creencia de ir por lana, habían salido trasquilados. Y bien dijo don Aristeo; pronunció el discurso, pero de todos modos acabó con sus huesos en la cárcel.

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Las golondrinas y la peregrina rodando se encuentran En 1839, Eligio Hernández y Antonia Palmerín compartieron la alegría el 7 de junio, de recibir un hijo. El entonces párroco, don José Garcidueñas, le impuso los nombres de José Bernabé. 19 años después, el puruandireño formaba parte de la Primera Compañía del Batallón de Cazadores de Nueva Reforma, al mando de don Nicolás de Régules. Curiosamente, en toda la documentación oficial aparece el personaje con los apellidos invertidos en su orden, esto es, Bernabé Palmerín Hernández. Participó en la batalla de Acámbaro de 1858, contra Leonardo Márquez; durante la intervención francesa formó parte del ejército que defendió Puebla en abril y mayo de 1863, así como en la defensa de Santa Inés y el Pitiminí, hasta que su ejército se dispersó ante el ataque invasor. Palmerín Hernández llegó a Tekax, ciudad yucateca, donde desempeñó el cargo de segundo ayudante en el Batallón Ligero de Yucatán, en 1867. Ya con el grado de capitán, ganado a pulso, Bernabé casó con doña Feliciana de la Rosa Herrera y, retirado a la vida civil, ocupó puestos públicos hasta ser jefe de la Hacienda Pública en 1888. Entre sus 14 hijos, el octavo fue Ricardo Palmerín de la Rosa, afamado compositor musical. En consecuencia, Puruándiro tuvo algo que ver en la creación de las canciones de fama mundial Las Golondrinas Yucatecas y Peregrina. Don Bernabé murió el 18 de junio de 1918. El agua potable Con toda premeditación se ha dejado para remate de este capítulo el problema del agua potable. En los primeros años del siglo XIX, don José Mariano de la Piedra, párroco de Puruándiro, previó el problema y, para su época, lo solucionó al poner manos a la obra y dirigir la construcción del acueducto, fuentes y lavaderos. 147


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Pero la previsión de don Mariano no se detuvo allí. Comprendió que, con el tiempo, el problema surgiría de nuevo. Esa previsión debe existir ahora. El padre De la Piedra sembró una semilla que, con el tiempo, permitiría a los puruandireños resolver el suministro de agua potable. La solución era dinero y, por ello, en su testamento constituyó un legado, enorme para su época, de 3 952.00 pesos. Ese dinero, al cinco por ciento anual, en cien años se hubiera sextuplicado. Pero el sistema de depósito de ese fondo lo amortizó, lo convirtió en una riqueza de manos muertas, totalmente improductiva. Los descendientes del depositario inicial, el marqués del Apartado, jinetearon ese fondo por cerca de cien años. Sólo la última depositaria, doña Clara Jiménez de Arce, a solicitud de don Ignacio Colín López, depositó el dinero en el Banco de Michoacán, con causa de intereses al cuatro por ciento anual, en 1904, y menos de un año después había producido 150.00 pesos de intereses, lo que quiere decir que, en cien años bien había proporcionado de 15 a 20 mil pesos de ganancia a los anteriores depositarios, todos ellos personas acaudaladas. Pero no se debe llorar por la leche derramada, sino sólo demostrar cómo la amortización de bienes siempre fue perjudicial para la economía mexicana. Retomando el hilo del relato, el fondo legado por don Mariano se incrementó a 4 102.00 ps. y, a petición del prefecto Colín López, el gobierno del Estado aportó 12 378.67 ps. Como a los puruandireños no les dolía el codo para emprender una obra de beneficio común, con donativos y participación en festivales y rifas, aportaron lo suficiente para redondear la suma del costo de la obra, o sea 31 551.02, esto es que su colaboración fue de 19,172.35 ps. Los manantiales de El Sabino, Santa Teresa y El Sauz fueron la fuente para el suministro de 432 metros cúbicos diarios de agua potable, los 2 primeros ubicados en la hacienda de Ururuta y el tercero en la de San Antonio. Los hacendados Tena y Jiménez de Arce cedieron sus derechos sobre los manantiales y doña Juana Chávez, la heredera de El Cuatro, el terreno de 1 225 metros cuadrados de 148


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superficie en que se encuentran el depósito y la fuente a la que, con toda justicia, se llamó "Mariano de la Piedra". Además, la dueña de San Antonio y última depositaria del legado donó, de las tierras de su propiedad, el material necesario para fabricar 21 mil tubos para cubrir los 10 mil metros del canal principal y ramales necesarios del acueducto. Del informe del prefecto se deduce que pobres y ricos dieron, pero que no faltaron moscas en los frijoles, ya que el señor Colín López dice textualmente "…personas exigentes, mal intencionadas y que desconocen las dificultades con que se tropieza para la realización de mejoras que revisten importancia, propalaron la especie de que los trabajos fracasarían; pero afortunadamente no fue así…" A los pájaros de mal agüero y organizadores de oposición a las obras, que nunca faltan, les salió el tiro por la culata, pues el 24 de mayo de 1908, Aristeo Mercado viajó a su tierra de origen y presidió la inauguración de acueducto y fuente de 12 metros de diámetro que, 72 años después, siguen prestando sus servicios. Don Mariano de la Piedra, de haber estado presente, no sólo hubiera sentido alegría, sino que de inmediato hubiera promovido la creación de otro fondo para resolver el problema del servicio de agua potable para 1980, ya de suma gravedad. A más de otras obras urbanas, el señor Colín López informó sobre las obras realizadas por su prefectura en Villa Morelos (antes Huango), Huaniqueo, Coeneo, Panindícuaro y Angamacutiro, preferentemente empedrado de calles, reparación de puentes y suministro de agua potable. 9.

VIENTOS DE FRONDA

Balance social Sin embargo, el balance puruandireño, similar al nacional, era desalentador. Por cada cien cristianos, diez ganaban lo que querían, veinte vivían tronándose los dedos al pensar en el gasto del día siguiente y setenta no se preocupaban por el mañana, pues nunca habían tenido 149


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un ayer que no fuera de miseria, trabajo agotador y represión de cualquier manifestación de inconformidad. Además, dentro de la masa el grupo manso, resignado y dispuesto a defender al poderoso por la simple y sencilla razón de que así debía ser. Pero llegaban los rumores de un loco espiritista que se dedicaba a ningunear al gobierno de Porfiduro, a combatir la reelección, a lanzarse como candidato a la presidencia de la República y a ofrecer al campesino la restitución de tierras. La paja estaba seca, la rabia sorda la unía y el rencor de la humillación la calentaba. Pronto surgiría la chispa y, con ella, la hoguera de la destructividad del sector oprimido. La sociedad mexicana iba a sufrir graves conmociones. REFERENCIAS AL CAPÍTULO II VARIOS, Geografía del estado de Michoacán. Tomo I, pp. 194, 198201, 136, 174-5, 315, 319. BRAVO UGARTE, José. Op. cit., Tomo I. pp. 15-6. Tomo III, Estado y Departamento (1821-1962), pp. 47, 49, 51-2, 60-1, 71, 89, 97, 109 y 114. DETENAL. Secretaría de la Presidencia. Cartas de Agricultura, Edafológica, Geológica, de Irrigación y de Vegetación de Puruándiro, Mich. F-14-C-82. México, 1974. TORRES, Mariano de Jesús. Op. cit., Tomo III, pp. 152 y 287. GARCÍA PIMENTEL, Luis. Los obispados de Tlaxcala, Michoacán y Oaxaca, p. 49. GUTIÉRREZ DE CUEVAS, Pedro. Relación de Cuitzeo, 1850. DE BASALENQUE, Fr. Diego. Op. cit., pp. 143-8, 186-7 y 220-1. ESCOBAR, Fr. Matías de. Americana Thebaida, p. 376. Descripción antigua de los curatos y doctrinas del obizpado de Michoacán. pp. 81-7. VILLASEÑOR Y SÁNCHEZ, José Antonio de. Theatro americano, pp. 278. MARTÍNEZ DE LEJARZA, Juan José. Op. cit., pp. 125-7, 165-6, 175, 17980, 185-7 y 191-4. 150


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ROMERO, José Guadalupe. Op. cit., pp. 36-7, 78-83, 87-9 y 117-28. MAGAÑA ORTIZ, J. Jesús. Información testimonial. COLÍN LÓPEZ, Ignacio. El agua potable en Puruándiro y otras mejoras materiales. Informe de la Prefectura del Distrito. 1908. Directorio general de los estados de la República Mexicana. 1908, 1909-1910 y 1911-1912. ROMERO FLORES, Profr. Jesús. Op. cit., Tomo II, pp. 588, 727, 766 y 268. PÉREZ, Juan E. Almanaque estadístico de las oficinas y del comercio de la República Mexicana. 1881-1882. RUIZ, Eduardo, Op. cit., pp. 648-50. CIVEIRA TABOADA, Miguel. Tekax: cuna e inspiración de Ricardo Palmerín. pp. 11-7 y 98-105. PÉREZ GIL, Lic. Francisco. Memoria sobre la administración pública del Estado de Michoacán de Ocampo. 1892. COSÍO VILLEGAS, Daniel et. al. Op. cit., República restaurada. Vida social. pp. 119 y 390. El Porfiriato. Vida social, p. 445. ZAVALA BUCIO, José Antonio. Puruándiro (Lugar de aguas termales). pp. 31-46, 48-50 y 60-73. _____________ Información verbal y escrita.

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CAPÍTULO III LA LUCHA POR LA VIDA 1. EL CONCEPTO CÓSMICO Otra cultura del maíz

C

los grupos humanos, los purépecha también tuvieron muchas necesidades que satisfacer y, por tanto, actividades económicas que desarrollar. Su actividad básica de subsistencia, como en el caso de todas las culturas mesoamericanas, fue la agricultura. El maíz, cereal americano por excelencia, ha sido y es base de la dieta aborigen. No han faltado desvelados que dividan a la humanidad en tres grupos: del trigo, los europeos; del arroz los asiáticos y del maíz los americanos, para luego pontificar que esa diferencia alimentaria es la palanca que ha determinado un mayor o menor desarrollo físico e intelectual. Pero son tan flacos los argumentos en que pretenden apoyarse que la tesis, sustentada por el aguafiestas y "no hay otro como yo" Francisco Bulnes, hace tiempo fue abandonada por su carencia de lógica. La verdad es que, de los grupos humanos, el más joven es el americano, aunque, pese a esa juventud, pudo desarrollar en forma tan avanzada ciencias como la astronomía y la hidráulica, que dejó atrás a las culturas asiáticas y europeas. OMO TODOS

Juventud y carencias La carencia, en el continente americano, de grandes mamíferos, obstaculizó hasta cierto punto el desenvolvimiento técnico de las razas autóctonas.

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Su juventud también impidió que, al tiempo de la conquista, hubieran alcanzado una etapa superior a las edades de la piedra y, hasta cierto punto, del bronce. Sin embargo, la técnica lítica o del uso de la piedra había llegado a niveles verdaderamente depurados, mediante la superación de las etapas del labrado, el tallado y la pulimentación. Asimismo, desde el punto de vista de organización, los distintos grupos no habían superado la etapa de división por grupos culturales, lo que permitió a los conquistadores aprovechar la división existente entre aquéllos. Saqueo e intolerancia El oro y la plata, a más de preciosos, son metales maleables y más fáciles de trabajar, pero no por ello pierde mérito la técnica depurada que se logró en América para trabajarlos. Por desgracia, las joyas primorosas elaboradas por artífices de todas las culturas autóctonas, al caer en manos de los conquistadores, fueron fundidas para lograr un reparto equitativo del botín. También la intolerancia de los evangelizadores, que deseaban acabar con toda representación material del pensamiento religioso aborigen, destruyó innumerables obras de arte salidas de las manos de los artífices mesoamericanos. Por último, la piratería inglesa y norteamericana también hizo de las suyas, y en sus museos se exhiben joyas tales como el gran puñal de sacrificios de los mexica, el gran penacho de plumas de Tlacatecuhtli del Anáhuac y las hermosas piezas de oro de Monte Albán que, menos mal, no destrozaron ni fundieron, y las conservan en sus vitrinas. México puede darse por bien librado que no arrearon con la gran piedra de los sacrificios, la piedra del sol o calendario de Tláloc, que muy bien pudieron hacerlo, como sucedió con el frontis del Partenón de la Acrópolis de Atenas, cuyas reproducciones en yeso sustituyen en Grecia los altorrelieves de mármol robados por un señor Elgin. Los purépecha fueron exquisitos artistas del oro, plata, pluma, laca y tejidos, al mismo tiempo que desarrollaron el beneficio del cobre, con el que iniciaban la manufactura de artículos domésticos de guerra y de ornato, al devenir la Conquista.

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De sus obras de arte sólo subsisten aquellas en que no intervinieron los metales preciosos, esto es mosaicos de plumas, las famosas y resistentes lacas, de las que se encuentran muestras en los museos El Prado y El Escorial, así como utensilios de cobre. Todo para todos El concepto económico de la raza de Tariácuri, como en todas las culturas mesoamericanas de las que fue la más joven, fue de carácter cosmogónico. La tierra, seno de Cueraváperi, debía ser fecundada con semillas para que se agradara a los dioses al no romperse el equilibrio vital del Universo, al mismo tiempo que se contaba con el alimento para la subsistencia de la colectividad. La entrega de tributos al monarca y a los encargados del culto a los dioses era parte sustancial de su obligación individual; la aportación del producto de su trabajo al fondo común era otra; y la cooperación en trabajos colectivos, guerras, actos de culto religioso, e inclusive del propio sacrificio, era la tercera obligación de cada persona. En esa forma, todos y cada uno colaboraban a mantener el equilibrio del cosmos, a evitar el enojo de los dioses, la extinción del sol del fuego dador de vida, y a solventar las necesidades y mantener la integridad popular y territorial colectiva. El pan cotidiano La agricultura proporcionaba nutrientes variados. Maíz (ahtsiri), frijol (thatsini), tejocote (carás) y tunas (pare), dan hidratos de carbono o azúcares y proteínas. Chayote (apupu), calabaza (cus) y melón (niniácuri), agua, azúcar y aminoácidos. El chile verde (tzíparis) y seco (cauás), jitomate (schucúpara), cebolla (thzúrups) y hortalizas (ascua), vitaminas. Capulín (shéngua) y guayaba (enandi), azúcares, y el aguacate (cupanda), grasa. Sin embargo, el elemento proteínico y graso era deficiente con esa dieta vegetariana, por lo que era necesario procurarse comestible 154


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animal, que convertía a la cacería en actividad necesaria. Las carnes del venado (ashuni), liebre (cuambachu), conejo (auani), gallina (tzicata), garza (hapús), pato (uacapu) y perro (uichu) eran apreciadas en su justo valor alimenticio. Como los purépecha no podían andarse con remilgos, ya que la necesidad tiene cara de hereje y los animales escaseaban por épocas, también eran manjar preciado chapulines (chocho), rana (cuanás), sapo (coqui) y distintas especies de reptiles, insectos y gusanos que proporcionaban carne (curípeta) de importancia vital. La vida animal acuática era una fuente de nutrición. Los peces proporcionaban minerales y proteínas. En consecuencia, el charal (charari), pescadito (cuerupu), bagre (cuiri uarúcuta), pescado blanco (muhtzus), carpa (curucha), camarón de río (shapitu) y tortuga (cutu) eran manjar apreciado en tierra de pescadores, que por eso el imperio de los purépecha fue llamado por los grupos náhuatl Michihuacan. Un apéndice de deleite lo constituyeron las mieles de abejas y avispas silvestres (capari) y el aguamiel (itsúcucua) que proporcionaba el maguey (acamba). Los purépecha comían el maíz tostado (uanita) o lo cocían con cal o con ceniza para, con su masa (tsicácata), elaborar tortilla (curinda), tamales con chía (chapata) y atole (camata). Los borrachos eran otros El relato induce al ataque de dos calumnias que la mente europea y la intolerancia del anónimo autor de la Relación de Michoacán, atentos a exagerar para darse mayor mérito ante sus superiores, han quedado como sambenitos clavados en la historia de las culturas mesoamericanas. Los purépecha, entre otros grupos autóctonos, no eran ni beodos ni antropófagos en la total acepción de ambas palabras. El pulque (urapi itzingua), clásica bebida de estos lugares, sólo se bebía en volumen moderado y exclusivamente en ceremonias de carácter religioso. Además, se permitía su ingestión a personas enfermas y ancianos, por orden médica. La beodez fue vicio copiado a los europeos, que muchos acostumbraban beber nada más hasta caer, porque lo demás era vicio; 155


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y la embriaguez fue difundida y empleada por el español, ya que al fomentarla lograba una mayor dependencia de los nativos. La carne de los seres humanos sacrificados sí era ingerida, pero en porciones pequeñas, ya que se estimaba que la divinidad a la que se ofrecía la víctima encarnaba en ésta. Por tanto, la ingestión de la carne del sacrificado era un acto de comunión entre el dios y el comulgante. Sólo la mojigatería y el cálculo encontraron en la exageración de esos actos dos causas para justificar la Conquista de multitudes de nativos que dizque despertaban para comer carne humana hasta casi reventar, la que bajaban con gruesos tragos de pulque hasta perder los sentidos, nada más siete días a la semana. La tierra De nuevo en el sendero del presente estudio, las actividades agrícola y cinegética de la raza purépeti trajeron como consecuencia otras formas de trabajo. Agua (itsí) y sal (etucua), junto con la tierra (echéri), el cultivo de la misma y el fuego (chupiri), son elementos vitales. La agricultura hizo necesaria la división de la tierra en parcelas (tareta), en las que cada individuo debía producir el volumen de cosecha que el tasador (ohcámbeti) determinaba, para cooperar a la satisfacción colectiva, misma razón por la cual se determinaban los linderos (hamécua) y tipo de cultivo a explotar en cada tareta. Los instrumentos de labranza eran: el hacha de piedra (tócua) para desmontar, los azadones (pechácua y tecátzecua) para romper la tierra, y el bastón plantador o coa (tarécua) para perforarla y depositar la semilla. Después, se cuidaba que la planta naciente estuviera libre de yerbas (uitzácua) y segundar aflojando la tierra al derredor, para que la raíz (sirangua) de la mata pudiera respirar, a más de solicitar a los dioses se dignaran enviar nubes y lluvia (ambas hánicua) que hicieran posible el crecimiento y fructificación del cultivo, hasta llegar a la cosecha y entrega del tributo (tantzita) al ohcámbeti. Los cultivos se hacían en terrazas y, cuando los relieves del suelo lo permitían, se construían sistemas de riego. 156


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El reparto El tributo se depositaba en trojes (marita) comunales de madera, tanto para entregarlo al caracha capati de la región, quien, a su vez, lo llevaba a Ihuatzio (tierra de coyotes) a las arcas del Caltzontzin, como para consumo del grupo, en tanto cada jefe de familia guardaba en una troje de cañas (tziricua) los productos necesarios para el consumo de los suyos. Las ofrendas Al sembrar y cosechar, así como en todos los actos importantes de su vida, cada purépeti se punzaba las orejas (cutsicua) con una espina (tzurumi), para arrojar la sangre (yuriri) derramada en una hoguera encendida con ocote (cueramu), cuyo humo se elevaba al cielo como ofrenda (parandi) a los dioses (tucúpacha). Además, todos los habitantes de los poblados o barrios (uapátzecua) de un señorío o pueblo cabecera (iréta), acostumbraban armar enormes montones de madera de encino (ubicua) y encenderlos, al tiempo que quemaban tabaco (andúmucua) en pipas de barro, aspirando para exhalar el humo al cielo, en tanto los sacerdotes quemaban copal y otras resinas aromáticas en pebeteros (chacuacu), todo ello en honor de sus divinidades. Así, el humo simbolizaba la elevación de los espíritus a las cinco casas de Curicaveri. Industria y servicios El algodón (shurata) se desmontaba y devanaba para que el tejedor (tasta uri), con el huso (huishúcata) hilara y tejiera telas de manta (tasta), con las que las mujeres elaboraban para sí mismas "rollos", huanengos, hongáricua y rebozos, al mismo tiempo que cortaban y cosían camisas (curúnguecua) para los hombres, ya que los varones purépecha no sólo usaban el clásico taparrabo, sino también una especie de camisón que les llegaba a la rodilla. En estas labores de costura, adornadas con hermosos bordados multicolores, la aguja (picúcua) era artefacto necesario. 157


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El curtidor (cutzuri) arreglaba pieles (sicuiri); el carpintero (tecario) elaboraba bateas (urani), cucharas (yures) cucharones atoleros (patámucua), canoas (icháruta), remos (shotácua) y casas de madera (cuahta), así como otros muchos objetos útiles. Otros tejedores se especializaban en fabricar cestos de pesca (patuche), esteras o petates (thatziri), canastos (shundi), sogas de zacatón (sirúmuta) y de ixtle (sindari y tzitácua), y cuerdas reforzadas de algodón útiles para tejer redes de pesca (uarúcua) o finos tejidos que, ajustados a un aro de tejamanil delgado, servirían como cedazo (tzaráracua). El tallador de piedra (cacari) fabricaba piedras de molino (yauari), metates (urúracua) y manos (purécua), en tanto el pinguiri u oficial tallador vigilaba la calidad de acabado de artefactos de pedernal (tzinapuu) y los artistas fabricaban bezotes (angámecua) y argollas (tiríndicua) para anillos y orejeras. El sastre (sirícuti) cortaba, para señores y guerreros, mantos y ropajes de telas superpuestas (tacushi); el peluquero (cunahpe) cortaba los cabellos (Hariri) de las cabezas (ehpu) varoniles, pues los purépecha no sufrían el complejo de imitar a greñudos de otras culturas; el médico (tzinápeti) cuidaba de enfermos y lesionados; el maestro (huréndaperi) quitaba lo guajolote a los niños (uachiécha); el criado (mimi) cargaba los bultos y servía a los señores; el fogonero (curineti) vigilaba los hornos de fundición de oro (tirípeti), plata (tayácata) y cobre (tiyamu charápeti), y determinaba las cantidades de carbón (turiri) que debían meterse a los fogones para lograr las temperaturas adecuadas. Con tierra se fabricaban adobes (yaurúcata) y con éstos se elevaban muros (tsintsícata); el tequesquite se beneficiaba para elaborar jabón de tierra (éhpucua) y vidrio (tzarati). Los alfareros (atsimu) manufacturaban cazuelas, comales y platos (tiquiche), ollas (pureche) y jarros (cucuche), en tanto los artistas de laca maqueaban bateas, jícaras, calabazos y tsirianes. Por no ser actividades desarrolladas en el Bajío michoacano, se omite mayor detalle en el desarrollo de las artes plumarias, de tallado de piedras preciosas y de laqueado.

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La actividad económica de los purépecha fue variada y rica, siempre bajo el riguroso control de los funcionarios, designados por el Caltzontzin en turno y sus hombres de confianza. Aquí no eran ladrones Contra la costumbre, los comerciantes (mayápecha) no hacían cera y pabilo del público consumidor, pues su actividad era vigilada de cerca, en una sociedad en la que lo fundamental era el bienestar general y en la que los privilegiados desquitaban con creces los lujos de que podían disfrutar. Esos mercaderes, como los de todo el mundo, formaban una casta especial que gozaba de cierto grado de inmunidad, ya que viajaban de una a otra ciudad y de uno a otro imperio, con lo que proveían a los distintos mercados de productos agrícolas y manufacturados no existentes en ellos, en una interdependencia económica benéfica, actividad que, como se ha dicho, era rigurosamente vigilada por las autoridades de cada lugar. El gran cambio Pero la llegada de los conquistadores derrumbó para siempre la estructura de las economías michoacana y de todas las culturas aborígenes. Un nuevo concepto económico fue impuesto. La propiedad privada sustituyó a la comunal. La ley del más fuerte se impuso y el concepto religioso evangélico presentó al nativo un mundo que es un valle de lágrimas, en el que se sufre para acumular méritos que hagan posible, después de la muerte, una eterna felicidad. Lo malo del concepto europeo fue que el conquistador quitó por la fuerza lo suyo a los nativos, para que él se convirtiera, de muerto de hambre en España, en propietario y gran señor en México. Los naturales tuvieron como único destino, desde ese momento, sufrir hambre, humillación y miseria; un camino empedrado con dolor que los conduce a la bienaventuranza eterna, en tanto los despojadores acumulan riqueza y pecados que les cierran las puertas de la Gloria.

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2.

EL CAMBIO ECONÓMICO

Semillas, frutas, bestias y moneda La constitución de encomiendas marcó el primer paso a seguir. La tributación de los nativos ya no se haría al Caltzontzin, sino al rey de España, en cuyo nombre el encomendero exigiría trabajo y productos a los naturales o, en su caso, arrancaría del seno familiar a los hombres para enviarlos a prestar su servicio a las minas. La agricultura continuaría siendo actividad primordial, si bien se introducían nuevos cultivos y nuevas fuentes de riqueza. Trigo, cebada y garbanzo serían cultivos de invierno, en tanto que maíz y frijol serían siéndolo de primavera y verano. En cuanto a las técnicas agrícolas, una de las principales innovaciones fue el arado egipcio, cuyo uso era posible gracias a la introducción de bueyes, mulas y caballos. Las técnicas de riego, en donde eran posibles, no cambiaron en absoluto, ya que los naturales tenían mejores sistemas que los españoles. La fruticultura debía experimentar un gran impulso, pues naranja, lima, limón, membrillo, durazno, chabacano, manzana, pera, perón y otras frutas más llegaron a reforzar el beneficio que implicaban las frutas michoacanas: la madre del famoso "ate" michoacano, esto es la chirimoya, a más del zapote, mango, piña, plátano, tejocote, zarzamora, capulín y otros más. La aportación española de carácter pecuario de mayor importancia serían vacas, caballos, mulas, asnos, ovejas y, sobre todo, cerdos, a más de la gallina de Castilla, que con su carne y huevos supliría con ventaja al guajolote y la gallina de monte. Otra novedad sería la introducción de la moneda metálica. El cacao no era propia, sino excepcionalmente, moneda purépecha, pero el maíz sí lo era. El cambio tuvo que traer desconcierto: hablar de ducados, marcos, pesos, reales, maravedíes, tomines y granos y de cómo esas piezas metálicas, entonces irregulares y feas, servían para adquirir artículos de consumo necesario como el maíz, el frijol y la manta, tuvo que provocar desconcierto. El nativo tuvo que aprender a usarla en un lapso prolongado, durante el cual siguió usando su propio sistema de valores, con el mejor provecho para el 160


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conquistador, que de todo sabía sacar raja para abusar mejor de la buena fe de los naturales. Puercos, burros y relingos La propiedad, por parte de los nativos, de cabezas de ganado mayor, era concebible sólo a nivel comunidad, pero casi nunca individual. En cambio, cerdos, borregos y gallinas sí estuvieron a su alcance, lo mismo que los asnos. Por tanto, la trasquila de borregos era más una ambición que una realidad, por lo que manta y cobertores de algodón no dejaron de ser el abrigo de sus cuerpos y la soñada cobija de lana, cuando se lograba adquirir, era como una joya inapreciable. El cerdo, en el que se piensa como una fuente abundante de grasa y carne, en realidad no podía ser adquirido sino por unidades que, al carecerse de granos para engordarlo y tener que alimentarlo sólo con desperdicios, no proporcionaba al nativo sino la satisfacción de ser dueño de un puerco entablado que, al ser sacrificado, no proporcionaba manteca ni mucha carne. El asno, única bestia al alcance de nativos después de años de ahorro, se adquiría flaco y viejo pero no dejaba de ser un compañero de sufrimientos y golpizas. El caballo sólo podía ser útil al blanco, ya que el natural tenía prohibido montarlo. La mula era un sueño más posible de realizarse, pero de muy difícil logro. ¿Cuál provecho? La lucubración sólo puede llevar a una conclusión. El nativo sacó poco provecho de las novedades europeas. Su ropa sufrió transformación sólo debido a las órdenes de los nuevos señores de la tierra y a la invocación del pudor por los evangelizadores: el hombre, calzón y camisa de manta; la mujer, el uso obligatorio del huanengo, ya que era considerado indecente pudiera andar despechugada. La dieta prácticamente siguió siendo la misma: maíz, frijol y chile, algunas piezas de caza, tlacuaches, armadillos, reptiles, charal, pescado y rana, así como, de vez en cuando, una pieza de gallina, un 161


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trozo de "churipo" o carne seca, un huevo, un trago de leche o un trozo de queso. La alteración que sufrió la naturaleza ante la existencia de grandes rebaños de ganado, trastornó la vida animal silvestre y, de paso, los animales causaban grandes daños al saciar su hambre en los sembradíos de los naturales. Por todas esas razones, los nativos, al ser interrogados años después de la Conquista, siempre respondían que comían mejor antes de llegar los españoles. República y hospitales La mejor defensa de los aborígenes, apoyada por las Leyes de Indias que, en la medida de lo posible, hicieron cumplir los religiosos, era la constitución de Repúblicas, las que podían solicitar mercedes de tierras y de sitios para ganado menor, así como dedicarse al desempeño de artesanías colectivas que, en alguna forma, les permitían ingresar dinero a la Caja de la Comunidad, fondo que se dedicaba, en caso de necesidad, a resolver problemas colectivos. La huatápera fue también un medio para resolver el problema de enfermedades y asistencia pública. La semilla sembrada por los franciscanos fray Jacobo Daciano y fray Juan de San Miguel, así como por don Vasco de Quiroga y Alonso y el agustino fray Francisco de Villanueva, nunca dejó de dar fruto que, en alguna forma, aliviaba las necesidades de los grupos nativos en cada poblado. Se logró la reducción, pero de número El encomendero español fue usufructuario de enormes extensiones de tierra; "hasta donde alcanzara la vista", se le decía al darle posesión. Con la propiedad territorial se le entregaban los nativos que habitaban en ella para que, como "un buen padre de familia", los cuidara y atendiera en sus necesidades organizándolos en armonía y, la mismo tiempo, los dirigiera en su trabajo productivo, del que saldría el tributo señalado a cada grupo en frutos agrícolas o en dinero, o bien mediante el transporte de bastimentos a los

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trabajadores de las minas o mediante la prestación de servicios por medio de su trabajo personal. Hasta ese punto todo parecía más o menos bien, pero en realidad los nativos se habían dispersado, aterrorizados por el crimen cometido en la persona de su Caltzontzin y los malos tratos que tuvieron que soportar de los invasores. La tarea de convencimiento para que dejaran de temer al nuevo señor al que debían servir y regresaran a sus poblados, fue llevada a cabo por el encomendero respectivo y sus criados de confianza, generalmente mestizos, y, sobre todo, por los evangelizadores que, en el caso del Bajío, fueron primero franciscanos y, posterior y definitivamente, agustinos. El segundo problema a resolver consistió en arrancar al nativo de su sistema de doblamiento. El natural americano no acostumbraba agruparse en poblados compactos, sino desperdigados en grupos familiares en el territorio que cultivaban, aunque unidos por una tarea común. Ese no era el estilo español ni europeo. En Europa, cuya superficie es reducida, los grupos humanos vivían en pueblos o ciudades en que las casas se construían junto a otras, salvo el caso de los aristócratas, que sí disfrutaban de jardines y espacios abiertos. América ofrecía esa posibilidad y los aborígenes americanos tenían como límites de las viviendas en que descansaban los campos en que invertían su esfuerzo de trabajo. Así no era posible vigilar su desempeño diario. Era urgente reunirlos en grupos compactos que hicieran posible valorar su rendimiento individual. Debían ser "reducidos" en congregaciones. La labor se encomendó a los evangelizadores, que vieron en esas reducciones la solución al problema que para ellos implicaba tener que recorrer grandes distancias, para llevar el evangelio y administrar los sacramentos. Nunca se les ocurrió pensar que esa solución implicaba un cambio radical en un sistema tradicional de vida y un enorme riesgo. El nativo se resistió a la adopción de ese modo de vida, pero llegó la orden dictada por el rey de España: todos los naturales debían ser congregados en pueblos, por la buena o por la mala, y pronto. Y en cuanto a los pueblos de Huango, Puruándiro, Tzacapu, Cuitzeo, 163


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Chucándiro y otros más, se les debían agregar todos los naturales arranchados en sus derredores, para así congregarlos en grupos controlables. La orden fue dada por don Gaspar de Zúñiga, virrey de Nueva España, el 30 de diciembre de 1598, y se comisionó para darle cumplimiento a Cristóbal de Tapia. La orden se cumplió y las consecuencias no tardaron en presentarse. Agua potable insuficiente, patios traseros llenos de basura y excrementos humanos, cuartos repletos de personas que dormían en promiscuidad y respiraban aire viciado, largas jornadas para llegar al lugar de trabajo y regresar al poblado. Y lo peor, la presencia de las enfermedades traídas por el europeo: viruela, sarampión, tifo exantemático, gastroenteritis, tifoidea, el cocoliztli que a esta fecha no se identifica, tuberculosis y otras lindezas que, al hacer acto de presencia en aquellas apretazones de personas mal alimentadas y trabajadas hasta el agotamiento, ocasionaron las famosas "grandes plagas" que mataron millares de nativos, muchos más de los que cien Pedros de Alvarado y cien Nuños de Guzmán, al frente de otros tantos ejércitos, hubieran podido asesinar. Franciscanos, agustinos y religiosos de otras órdenes se asustaron de las consecuencias de las reducciones que ayudaron a efectuar. Reflexiones para después de morir. El esfuerzo de ébano El mal estaba hecho. La economía de la Nueva España se tambaleó al casi extinguirse la fuerza aborigen de trabajo. Se pensó en cómo resolver la crisis. La solución estaba a la mano, pues ya se había aplicado en las islas del Caribe. Los barcos negreros trabajaron a toda vela, pues aun no se inventaban los de vapor. El Congo africano proveyó a las colonias españolas en América de nueva fuerza de trabajo. La raza negra hizo acto de presencia, en contra de su voluntad, en el Nuevo Continente. Su resistencia física a los climas tropicales, al aire sofocante y enrarecido de las minas, al trabajo agotador de la zafra y la fábrica productora de azúcar y piloncillo, a más de otros trabajos agotadores en lugares inhóspitos para el nativo, fueron la solución al problema de la explotación económica de América y, de paso, su mezcla con las 164


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razas aborígenes y blancas cerró el círculo del mestizaje, para dar al pueblo mexicano sus definitivas características raciales, en las que los grupos autóctonos que se preservaron de la mezcla fueron marginados o se aislaron voluntariamente para conservar sus propias tradiciones. 3.

EL DESARROLLO DEL BAJÍO

La agricultura Las tierras del Bajío no sólo eran fértiles, sino ubérrimas. La comparación que de su rendimiento hicieron científicos franceses demostró que, en tierras normales de Francia, se obtenían 7 granos de trigo por cada grano sembrado y, en los de mejor calidad, 15 por uno, siempre y cuando se aplicaran abonos. En el Bajío, sin necesidad de abonos, se obtenía un promedio de 30 granos por cada uno sembrado. Pero, en la etapa colonial, sólo fray Diego de Chávez se preocupó por sostener y mejorar las condiciones de tierra mediante la construcción de un canal de 2 kilómetros de longitud, con el propósito de dar salida a las aguas de los pantanos de Yuriria y crear en ellas una laguna rica en materia orgánica, la que fertiliza las tierras que riega, al mismo tiempo que posibilita la cría de pescado blanco, charal, bagre y sardina. Puruándiro, Angamacutiro, Conguripo, Aguanuato, Purépero, Penjamillo, Tlazazalca, Epejan, Tzacapu, Tzipimeo, Tarejero, Comanja, Tiríndaro, Coeneo, Huaniqueo, Cupándaro, El Cuatro, Cacalote, Teremendo, Capula, Carano, Cuaracurio, Santa Ana Maya, Huacao, Uriangato, Yuririapúndaro, Salvatierra y Valle de Santiago producían maíz, frijol, trigo, cebada, garbanzo, chile, hortalizas, camote, pepino, melón e, inclusive, caña de azúcar que se beneficiaba en el trapiche de Carano. En lo individual, Tarímbaro producía abundante trigo, maíz, cebada, garbanzo, haba, chile, frijol y legumbres. Cupándaro, por algo se llama así, aguacate, naranja, maíz, frijol y verduras cultivadas en huertas irrigadas por arroyos. Chucándiro, hortalizas y los cultivos tradicionales. 165


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Puruándiro, Angamacutiro y Conguripo, maíz, frijol, trigo, cebada, chile, camote, melón, sandía, pepino y caña de azúcar. Huaniqueo, Asajo, Teremendo, Tzacapu y Tlazazalca, maíz, trigo, frijol, cebada y garbanzo. Coeneo, horticultura en tierras irrigadas por arroyos. Purépero, agrícola hasta las cachas, pero limitada por el crecimiento del poblado. Valle de Santiago, Pénjamo y Yuririapúndaro, con una rica producción agrícola impulsada por los agustinos que, en Yuriria, rentaban 91 ranchos a campesinos con iniciativa. El ganado Sin embargo, el español, que ya había olvidado los rigores sufridos en su patria de origen, consideraba fatigoso administrar y vigilar la producción agrícola, por lo que optó por la cría de ganado vacuno, caballar, mular y, en menor escala, porcino y ovino. En Puruándiro, la estancia de Huécuaro se poblaba anualmente con nuevos 30 muletos, 30 potros y potrancas y 80 becerros y becerras, lo que implicaba la existencia de un total de 120 caballos, 20 asnos y 300 reses. La estancia de Carano herraba cada año 1,400 vacunos, lo que significaba la respetable suma de 5 a 6 mil animales, 50 muletos y 100 potros o sea 600 yeguas y caballos y 40 asnos. Cacándico y El Sauce herraban cada ciclo solar 300 vacunos y 40 equinos, o sea que su riqueza pecuaria constaba de 1 200 vacas, toros y bueyes y 150 caballos y yeguas. Buenavista herraba, año con año, 30 potros y 30 mulas, crías de 90 yeguas y caballos y 20 asnos, a más de 300 becerros progenie de mil vacunos. En Janamuato se ponía anualmente el fierro a un promedio de 50 mulas, 40 potros y 120 vacunos, que permiten calcular 300 equinos, 100 asnos y 500 vacunos. En Ururuta se plantaba el fierro a mil becerros, crías de 3 mil vacas y toros, que sumaban 4 mil; 100 mulas y 70 potrillos, hijos de 350 yeguas, de 80 a 100 caballos y cerca de 100 asnos.

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El Cacalote alojaba cada año 180 nuevos becerros y 10 potrillos, por lo que la población vacuna alcanzaba con facilidad el número de 750 y la caballar de 40 a 50. El herradero de Huacujuato servía para 100 becerros, hijos de 300 vacunos en edad de procrear; y el de San Lorenzo 50 becerritos, 10 potrillos y 6 muletos, lo que indica poseía 200 cabezas de res, 100 caballos y 50 burros. Urequio era pastadero de 200 cabezas de res, 100 caballos y 50 burros, quedándose chiquito ante El Cuatro, donde pastaban 3 mil reses y 100 equinos, y ante Cupándaro, donde agostaban 2 mil vacunos, 200 equinos y 100 burros, a más de 100 mulas. En El Vado eran 100 el promedio de vacas chichihuas y 300 becerros, vacas orras y toros, en tanto en Tzinapécuaro había cerca de 2 mil vacunos, 200 caballos, 100 mulas y machos y 50 burros. La Estancia Nueva contaba con 200 bestias y otros tantos caballos, a más de burros. La Estancia del Río excedía de mil reses, 250 caballos y 150 bestias. Villachuato, como siempre, se llevaba la medalla de oro: de 12 a 15 mil reses, 60 mil borregos y 500 caballos y mulas; y El Maluco explotaba 1 600 reses y 200 equinos y bestias. 500 reses y 200 caballos eran riqueza de Epejan, números que igualaba la estancia de La Palma. Cuanazpomácuaro, con mil reses, 150 caballos y 100 mulas, no lo pasaba mal, lo que tampoco ocurría en El Fresno, pasteadero de 400 caballos y 800 vacunos. Tómese en cuenta que la población asnal que se ha mencionado no es muy exacta en cuanto a la existencia de burras y borriquitos y que, como contraste con haciendas y estancias mencionadas, la comunidad de nativos de Puruándiro era dueña de 400 vacunos y 500 borregos, la de Conguripo de 60 reses y 600 borregos, y la de Angamacutiro de 200 vacunos y 1 500 borreguitos, que eran propiedad colectiva, así como de los clásicos burros que usaban como montura y bestia de carga. Antes se dijo que el Bajío michoacano sustituía, poco a poco, ganadería con agricultura, lo que se demuestra al saber que Huécuaro cosechaba más de 600 fanegas de trigo, Ururuta 200 de maíz, Huacujuato 100 también de maíz, Tzinapécuaro 400, Surumuato 500 del mismo grano, Epejan 100 fanegas de trigo y 20 de maíz, La Palma 167


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200 de maíz y Orapúndiro 140 de trigo, en tanto que en Urequio, Carícuaro, Cuanazpomácuaro, El Fresno, San José y Aranjuez las cosechas eran de menor consideración. El abandono de la agricultura nunca ocurrió en las comunidades de nativos, quienes, fieles a su tradición, cultivaban invariablemente el grano autóctono base de su diaria alimentación. El abandono de la agricultura por españoles y el número creciente de mestizos en la región, implicó el estancamiento de la técnica agrícola en un suelo privilegiado, pero la ganadería era un buen negocio. La industria La actividad primaria de cría fue el pie para actividades económicas secundarias de mayor importancia. Tradicional por siglos fue la industria de "corambres", esto es de curtidumbre de cueros que, en Puruándiro, Tarímbaro, Angamacutiro, Teremendo, Coeneo y Penjamillo adquirió niveles de importancia, aunque Puruándiro siempre se llevaba la palma. Esa actividad fue causal de otra industria de transformación, la zapatería y la fabricación de huarache. Otras actividades económicas secundarias fueron la fabricación de quesos, en las poblaciones mencionadas en el párrafo anterior: Cupándiro fabricaba canoas; Cuitzeo elaboraba panes de barilla y jabón de tierra, y secaba charal y tequesquite, a más de proveer de salitre a las regiones ganaderas; Huango, en su declive, empleó el barro de sus cañadas en la elaboración de utensilios domésticos de alfarería; Angamacutiro no abandonó las actividades textiles, para producir manta y rebozos; Cocupao preservó la técnica de maqueado y sus mujeres elaboraban bateas y petaquillas laqueadas; Teremendo, que no abandonó los sistemas de producción implantados por Tata Vasco, también trabajaba en la industria zapatera y en la maderera para producir muebles de pino, roble, encino, palo dulce y abeto; en tanto Santa Ana Maya era saladora de charal y pescado, Huacao explotaba la cochinilla o grana existente en sus nopaleras, Teremendo buscaba vetas de plata en el cerro del Tzirate, los telares de sarapes de lana eran pedaleados en los obrajes de Puruándiro y Angamacutiro y, 168


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finalmente, el corte de madera era fuente de ingresos en Coeneo y en Tzacapu y sus sujetos Zipiajo y Tiríndaro. Los trajineros En escala económica superior, a nivel servicios, el comercio fue la actividad principal de los centros de población cabeceras de zonas productivas, tráfico en el que también Puruándiro ocupaba el primerísimo lugar. Lo duro estaba en el transporte de productos agrícolas primarios, y agrícolas, ganaderos y silvícolas secundarios, dada la carencia de vías de comunicación. La solución fue la trajinería. El arriero fue, durante mucho tiempo, el único medio para exportar los productos de la región e importar los satisfactores que no se obtenían en ella. Como en todo el virreinato, el arriero fue la columna vertebral del servicio mercantil. Puruándiro, como principal centro de comercio del Bajío michoacano, que rivalizaba en importancia con La Piedad, puerta a la Nueva Galicia, por su calidad de punto geográfico al que convergía la mayor parte de la producción regional y en el que se vendían los satisfactores procedentes de otros lugares, necesitaba de los arrieros cacaloteños, con bestias y carretas, igual que de los de Angamacutiro, Tlazazalca y Huango, Penjamillo y Purépero. Los arrieros formaban una hermandad que descansaba de los rigores del trajín a campo raso o en los mesones y posadas de Puruándiro, Coeneo, Tzacapu y Penjamillo. La actividad comercial de Puruándiro era de nivel nacional; en Purépero respecto de grandes ciudades como Guadalajara y Morelia, León y Guanajuato; y, en menor escala, en Penjamillo, Coeneo, Teremendo, Cocupao y Tlazazalca. El arriero combinaba tanto al hombre arriesgado y tenaz, como al bandolero y al contrabandista, conocedor a fondo de caminos reales, veredas, senderos y aun rutas secretas que sólo los iniciados conocían, y que era capaz de llegar a las fronteras con las colonias inglesas y francesas al norte, como de adentrarse en el Reino de Guatemala y al sureste, y a los puertos de Veracruz, Acapulco y Mazatlán, para 169


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presentarse en sus lugares de origen con mercancías europea y asiática. El balance Ya para concluir el periodo colonial, la agricultura no había evolucionado, sino más bien retrocedido en sus técnicas; la ganadería, al mantenerse al ganado a descubierto, sin estabular, expuesto a los rigores del tiempo y las sequías, en lugar de seleccionar cabezas y procurar el mejoramiento de especies, tuvo como consecuencia una gran existencia de animales casi salvajes y caballos mesteños, que no mustangos, que sólo demostraban una severa tendencia a la degeneración; la industria se desarrollaba sólo a nivel artesanal y era rigurosamente controlada para el pago del impuesto de compraventa y alcabalas; y el comercio estaba gravado por demasiados impuestos, lo que tuvo como consecuencia el desarrollo del contrabando y de las mañas que los arrieros se sabían dar para burlar a las aduanas, lo que los convertía en tipos vistos con más simpatía mientras mejor supieran burlar la ley. 4.

DE LA ENCOMIENDA AL LATIFUNDIO

Gatos con uñas y palancas La guerra de independencia y el periodo de convulsiones internas tuvieron como consecuencia un descenso en la actividad económica. Sólo los hacendados de polendas pudieron resistir esos aguaceros. El ranchero vio cómo sus medianos y escasos caudales se esfumaban, obligándolo a hipotecar o malvender sus propiedades, las que sólo podían adquirir y pagar los potentados. Los ranchos desaparecieron y las haciendas aumentaron sus superficies, al grado de llegar a tener tierras que, por su ubicación respecto al casco, hicieron necesaria la construcción de casas para subadministradores y trojes accesorias en las posesiones que se estimaron "anexos" de cada hacienda.

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La Ley de Desamortización, contra la intención de su autor, una vez restaurada la república, dio la puntilla a las comunidades de nativos, pues les arrebató las magras tierras que poseían en el Bajío michoacano, las que pasaron también a posesión de los hacendados. Las compañías deslindadoras no pudieron cometer sus atropellos en la región porque ya había gatos en la casa y se habían comido todos los ratones, a más de que gruñeron, erizaron el lomo, pelaron los dientes y sacaron las uñas a los gatos que llegaban a entrometerse. Y como resultaba que esos gatos tenían muy buenas relaciones con Morelia, Guadalajara y México, más valía no meterse con ellos. El Bajío michoacano quedó en manos de los Fagoaga, Jiménez, Ramírez, Tena, Arce, Hagenbeck, Carranza, Noriega y, después, de Markazuza y García. Cuero, aguardiente y miel La ciudad de Puruándiro, ya en la etapa de Porfiduro, contaba con 7 mil habitantes. En ella se destilaba aguardiente demandado por consumidores sedientos de Salvatierra, Valle de Santiago y otras localidades de Guanajuato; la industria textil proliferó en la fabricación de rebozos, en tanto en el rancho de Huipana se elaboraban frazadas de lana justamente afamadas. 12 tenerías y 10 talabarterías beneficiaban y trabajaban artículos de cuero, en tanto las zapaterías eran numerosas. La introducción de pailas hizo posible el aprovechamiento de grasas animales y sosa procedente de Cuitzeo para producir jabón de buena calidad. Coeneo encontró en la destilación de mezcal una fuente regular de ingresos, y en la cría de abejas para disfrutar y vender cera y miel también, aunque sufrió una amarga experiencia en su intento de criar gusano de seda. Hagan de mi barro un jarro Huaniqueo también encontró en el tejido de frazadas de lana una actividad remunerativa, en tanto Huango, en su intento alfarero, pudo ver el colchón que amortiguara su decadencia, pues la arcilla roja abundante en el lugar permitió el desarrollo de la industria, a grado 171


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tal que la demanda le permitiera depurar sus técnicas y fabricar loza vidriada de la que, anualmente, vendía con desahogo 8 mil cargas de producción. Todo en cargas y en fanegas La agricultura recuperó importancia. Para fines del siglo XIX, las siembras en Puruándiro lograron una cosecha anual de 120 mil fanegas de maíz y 3 400 cargas de trigo, lo que implicaba un ingreso de 140 000.00 pesos anuales. Los terrenos agrícolas se valuaron, para 1900, a 80.00 ps. el de una fanega de siembra de maíz y de 150.00 ps. el de siembra de una carga de trigo, pues las cosechas reportaban un promedio de 25 a 50 por una de las de maíz, de 8 a 15 por una de las de trigo, de 8 a 10 por una de las de garbanzo, de 6 a 15 por una de las de haba y frijol y de 5 a 10 por una de las de cebada. Además, se estimó que, en el municipio, las labores de maíz ascendían a 2 375 fanegas y las de trigo a 340 cargas. En Huango, ya denominada oficialmente Villa Morelos, el terreno de temporal tenía una superficie de 216 fanegas de maíz, el de riego de 6 cargas de trigo y el denominado "aventurero" de 100 cargas también de trigo. Huaniqueo contaba con terrenos de temporal para 90 fanegas de maíz, de riego para 15 fanegas de la misma semilla y para 120 cargas de trigo, a más de tener bosques con abundancia de madera. Coeneo cosechaba como promedio 18 mil fanegas de maíz, fruto del cultivo de terrenos con superficie de 225 fanegas de sembradura, a 80 por una. Por cuanto al trigo, en 80 cargas de sembradura, daba 800 de cosecha, a 10 por una. Panindícuaro obtenía rendimiento de maíz en proporción de 50 de cosecha por una de sembradura, y de 10 a 20 por una respecto de trigo y garbanzo. Angamacutiro no era ingrato con sus campesinos. Daba maíz al 50 por uno, de 20 a 25 por uno de garbanzo y cebada y de 10 a 12 por uno de trigo, con un promedio de producción, en cada cosecha, de 10 mil fanegas de maíz, 600 de cebada, 400 de garbanzo y 500 de trigo.

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Necesidades ¿cuáles? Puruándiro exportaba anualmente 20 millares de fanegas de maíz y mil cargas de harina de trigo, molida en Villachuato, si bien no cultivaba suficiente frijol, haba y cebada, que se compraba a los municipios circunvecinos para satisfacer el consumo interno. Huango, por lo general, era autosuficiente, aunque en malas temporadas se abastecía en Guanajuato. Huaniqueo se bastaba a sí mismo e inclusive vendía sus excedentes en Morelia, lo mismo que Coeneo, que comerciaba su exceso de trigo en Quiroga, Morelia y México, mientras Panindícuaro exportaba su producción hortícola, operación que también efectuaba Angamacutiro, que en ocasiones vendía también maíz, trigo, cebada y garbanzo a Puruándiro, La Piedad y municipios de Guanajuato. Otra fuente de ingresos para Huaniqueo y Angamacutiro era la venta de encino, pino y abeto del primero y de sabino y fresno en el segundo. Ante este resumen de producción agrícola se puede pensar que la población del Bajío michoacano no pasaba necesidades. Quienes en realidad no las pasaban eran los amos y señores de las haciendas de Villachuato, Santa Ana, Ururuta, Cupándaro, El Cuatro y la Estancia del Río, entre otras, en Puruándiro; de la Estancia, en Huango; de Santa Fe de la Labor, San Miguel Tecacho y Jesús María, en Huaniqueo; de Bellasfuentes, San Isidro y Otungüitiro, en Coeneo; de Botello, Curimeo, El Fresno y Pomácuaro, en Panindícuaro; y del Rosario, San Diego, Buenavista y Curisipo, en Angamacutiro. Tampoco los comerciantes la pasaban nada mal. Los sufridos eran el peón, el jornalero y el empleado, así como sus familias. La proporción entre riqueza y miseria era monstruosa. Cuidado con la chispa Pero esa aparente prosperidad era una máscara. La explotación del hombre de campo, obligado a trabajar por un jornal exiguo, uniforme en todas las haciendas, y obligado también a comprar artículos necesarios en tiendas de raya o en establecimientos 173


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determinados, siempre a precios elevados, tuvo una consecuencia grave. Desesperanzado, el trabajador rindió menos, la producción agrícola disminuyó, la industria peletera cayó en severa crisis. Un desánimo popular se generalizó y fue necesario, ante el descenso de la producción, importar maíz y trigo, al mismo tiempo que el frijol era insuficiente. Mucho campesino emigró, porque el bracerismo era la única forma de escapar a la miseria, a la opresión que ejercitaba el hacendado, al terror que inspiraban los Rurales (a quienes se seguía llamando la Acordada) y a los castigos que la ley imponía a quienes se rebelaban. Una vez más la paja estaba seca, lista para arder al menor chispazo. 5.

SERVICIOS EN MARCHA

Entre mulas y carretas Todos los trajineros de la región eran eslabones que integraban una cadena que mantenía en contacto al Bajío michoacano con el resto de las localidades mexicanas. A más de las veredas y senderos que conocían como la palma de la mano, los arrieros usaban, en la etapa colonial, los caminos reales establecidos, montados siempre en una mula o macho de su preferencia, cabalgadura que rara vez daba paso en falso y con especial habilidad para transitar por los lugares más inverosímiles, que daban a un jinete la confianza necesaria para dejar a la bestia a su propia iniciativa, en tanto él, con tapojo o chicote en mano, el chiflido y la mentada de madre en la boca para el animal rejego, arreaba la caravana. De Puruándiro se seguía el camino al Cuatro, de ahí a Puruátiro, La Quemada y Valladolid, hoy Morelia. De Valladolid a Tzinapécuaro, Ucareo, Acámbaro, Maravatío, Tepetongo y México.

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PURUÁNDIRO

La ruta a occidente tocaba El Cuatro, de ahí a Panindícuaro, luego Penjamillo, en seguida Tzináparo, después Zamora, posteriormente Ixtlán, a continuación La Barca y, por último, Guadalajara. Otro camino real en uso en la Colonia partía de Valladolid con rumbo a Acámbaro, tocaba Salvatierra y Celaya. De Celaya se podía seguir a Guanajuato, o tomar el rumbo a Querétaro y, luego, a San Luis Potosí. El carretero llevaba sus vehículos tirados por bueyes o mulas, por lo que debía escoger terrenos más transitables. Bien lo dice el son abajeño: …El carretero se va, ya se va para Sayula; el carretero no va porque le falta una mula. El carretero se va, ya se va para Los Reyes; el carretero no va porque le faltan los bueyes. El carretero se va, de Puruándiro a Sahuayo; ahora pronto llegará pues lleva buenos caballos… Penitencia: en diligencia Pero no sólo las mercancías tenían que salir o llegar. También mujeres y hombres necesitaban arreglar negocios o conocer nuevos rumbos. Para 1861 estuvo ya establecido el servicio de diligencias. Estas eran carruajes enormes, barrigones, antiestéticos e incómodos, con movimientos y vaivenes de barcos a punto de naufragar, remolcados por troncos de ocho mulas o caballos. La llegada a cada posta era un alivio y, en tanto se sujetaba la remuda, se estiraban los doloridos cuerpos y se agarraba aire para seguir con el martirio. 175


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La diligencia de Morelia a México transportaba a 16 personas y hacía el viaje en sólo 4 días. Los viajeros llegaban a su destino para ir a dar a un hospital o, ya curtidos, a gozar las delicias de un baño de tina con agua lo más caliente posible, ya que el viaje era peor que una pelea con el más duro luchador del mundo. Ello sin tomar en cuenta el temor, durante el transcurso, de ser asaltados por bandidos. Otro servicio de diligencia salía de Morelia, cruzaba el Bajío michoacano para llegar a Valle de Santiago, Celaya, Salamanca, Irapuato, Guanajuato, Silao y León. Oigan, señores, el tren Los viajes, como las purgas, sólo se hacían en caso de necesidad, y muchos hubieran preferido tener el nervio de fray Juan de San Miguel para viajar a pie, sin tener que sufrir dolores y rozaduras en la parte más carnosa de sus humanidades. Sin embargo, el progreso humano hacía cada vez más factible la realización de un sueño. Con don Porfiduro, norteamericanos e ingleses tendían líneas paralelas de vías férreas para que, sobre ellas, caminaran monstruos de acero que harían posible un transporte rápido y, sobre todo, cómodo. El gobierno del Estado, en 1870, había obtenido la concesión para construir una vía que uniera a Salamanca con el Océano Pacífico, con ramales que comunicarían con Celaya, Zamora, Maravatío y Zitácuaro. Pero la concesión caducó y la esperanza se marchitó. Sin quitar el dedo del renglón, el gobierno michoacano obtuvo, en julio de 1880, nueva concesión para construir vías férreas de Salamanca a Morelia y Pátzcuaro, con el incentivo del compromiso contraído por la Compañía Constructora Nacional Mexicana de colocarlas en 19 meses. La Compañía no hizo honor a su palabra y la nueva concesión también caducó. Se dice que a la tercera va la vencida. El 13 de abril de 1883, el gobierno logró se le concediera la instalación de una vía que uniera a Pátzcuaro con la ya existente en Guanajuato del Ferrocarril Central. Para variar, hubo una tercera caducidad. La cosa estaba como para ya no creer en nada. 176


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El 8 de octubre de 1883 se contrató la construcción de 2 tramos de vía, uno de 87 kilómetros de Morelia a Acámbaro y otro de 80 kilómetros de Acámbaro a Celaya. En noviembre de 1885, ¡albricias!, se concluyó el tramo que comunicaba a Morelia con Lagunillas, de 36 kilómetros de longitud, y el 1º de junio de 1886 la línea de Lagunillas a Pátzcuaro, de 127 kilómetros. Por fin era posible pensar que el ferrocarril podría llegar a pasar por Puruándiro. En 1892, la línea que iba de México a Tula, después a Cazadero y a Querétaro, de allí a Celaya y de ésta hasta Acámbaro, unió a esta localidad con Irapuato, para proseguir a La Piedad, Zamora y Guadalajara. De lo perdido lo que aparezca. Era mil veces preferible viajar de Puruándiro a La Piedad en diligencia o a lomo de bestia, para allí tomar el ferrocarril. Fue tal el júbilo que causó la unión de la capital jalisciense con la de la república, que un autor de sones abajeños compuso el clásico de "La Negra", en honor de la locomotora que remolcaba los vagones del convoy. La línea tuvo también un ramal que enlazó Morelia con Acámbaro. El sueño se convertía en realidad: era posible viajar de Pátzcuaro a México en un solo día. Y los vecinos del Bajío michoacano sólo necesitaban trasladarse a La Piedad o a Tzinapécuaro para subir al tren y llegar con comodidad a México, a Guadalajara, a Morelia o a Pátzcuaro. El progreso era maravilloso. Finalmente, en 1910, se estimó que la largamente acariciada esperanza se convertiría pronto en esplendorosa realidad. Se supo que se habían girado órdenes para iniciar la construcción del ferrocarril Pénjamo-Ajuno. Pero la conmoción revolucionaria iba a impedir por años la cristalización del deseo. Rayas y puntos Otra novedad fue el telégrafo. De 1870 a 1871 sus líneas unieron con el resto de la república a Morelia y a La Piedad. En 1891 Cuitzeo quedó enlazado telegráficamente con Morelia, y los puruandireños, que con desaliento 177


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habían sido enterados en 1871 que la línea que vinculara a la cabecera de su municipio con Morelia sólo quedaba en proceso, tuvieron que viajar a Cuitzeo para poder enviar y recibir puntos y rayas a otras partes del mundo. Banca, comercio y servicios Un servicio más, que es indicativo de la importancia del movimiento mercantil de Puruándiro y del incesante rolar de pesos abajeños, lo constituyó la instalación de representaciones bancarias en la ciudad. El suceso era lógico. Puruándiro, como centro comercial, tenía muchos años de ser el escenario del tráfico mercantil de la región. Prueba de ello es que, desde la etapa de la república central, bajo Santa Anna, era uno de los municipios michoacanos en que se recaudaba mayor volumen de impuestos. Sólo Morelia y Tacámbaro generaban mayor cantidad de impuesto en Michoacán, en 1843 Departamento y no Estado, por obra y gracia de su Alteza Serenísima. Del 1º de septiembre al 31 de diciembre de ese año, Morelia cubrió, por concepto de contribuciones directas a la Contaduría General del Ministerio de Hacienda, 5 595 pesos, un real y un grano; Tacámbaro, entonces emporio azucarero, pagó 5 754 pesos redondos; y Puruándiro enteró 4 949 pesos, 6 reales y 7 granos. Esto es que Puruándiro era la tercera ciudad michoacana en importancia desde el punto de vista mercantil y fiscal. Como la movilidad de riquezas no disminuyó su ritmo en Puruándiro durante todo el siglo XIX y principios del actual, salvo en las etapas convulsivas, el servicio bancario no era sólo recomendable, sino necesario. En Morelia se había constituido, en 1900, el Banco Refaccionario de Michoacán, con capital social de medio millón de pesos. Banco Nacional de México, con capital francés, y Banco de Londres, con capital inglés, manejaban la actividad bancaria del país a grado tal que, inclusive, emitían moneda. Las tres instituciones establecieron agencias en Puruándiro, para facilitar las operaciones mercantiles y de crédito. El Refaccionario de Michoacán estuvo representado por don José Mora, hasta que la 178


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institución fue absorbida por los bancos extranjeros. El de Londres tenía como agente a don Felipe Cortés, quien al mismo tiempo era dueño de la tienda de ropa "Los Precios de México" y del servicio local de diligencias, así como encargado de la Oficina del Timbre. La agencia del Nacional de México estuvo a cargo de don José María Mora. El servicio de hospedaje era brindado por el señor Reyes Abigail, dueño del "Hotel Central"; Arriaga y Compañía Sucesores era dueña de una tienda de abarrotes, fábricas de jabón, cigarrillos, pastas y chocolates, y tenía la representación de cerveza embotellada, petróleo y sal de Colima; José Barrera Navarrete fabricaba aguas gaseosas y hielo; Manuel N. Carranza proporcionaba energía eléctrica para la ciudad, por medio de la planta instalada en el Molino del Vado y, asociado con el señor Chávez Hinojosa explotaban un molino de trigo; la empresa López y Compañía construyó un Casino central, en el que los socios se ahorcaban las mulas, enrocaban y daban jaques y, en unión de su esposa e hijos en edad de merecer, asistían a los bailes; Jorge Ceballos era dueño de la tienda "El Oso", los hermanos Gil de "La Francia", Silvano Madrigal de los baños "El Recreo", Domingo Araiza de una panificadora y Eduardo Gutiérrez del mesón "La Luz", en tanto Alfonso Valdés explotaba el único taller de imprenta y encuadernación de la ciudad. La danza de las horas Un último servicio es digno de mención, si bien Puruándiro lo disfrutó después de terminar la guerra de independencia y reconstruirse el templo parroquial. El moreliano don José Francisco Dimas Rangel, especialista en todo: fundidor de cañones y campanas, botánico, geógrafo y matemático que vivió y murió en la miseria, construyó, entre otros, los relojes de las catedrales de México, en la capital, y de Lima, en Perú. Sabedores los puruandireños de su habilidad cronométrica, contrataron sus servicios para que construyera el reloj del remozado templo. El señor Dimas Rangel aceptó y entregó el reloj que, a estas

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fechas, sirve al público para llegar a tiempo a sus citas o, por lo menos, la longitud cronológica de sus retardos. Mucho ruido y pocas nueces La economía puruandireña parecía sólida. Fuerte producción primaria ganadera y agrícola; producción secundaria poco desarrollada, pero existente a nivel artesanal; servicios limitados, pero suficientes para las necesidades de una élite reducida y detentadora de la riqueza, que más bien vivía en Morelia o en la capital de la república y sólo daba viajecitos dizque para ver cómo iban las cosas; y una infraestructura raquítica e insuficiente desde el punto de vista de las comunicaciones, que hacía necesaria la subsistencia de la arriería como medio de exportación de productos primarios y secundarios regionales, y de importación de carencias vitales para una sociedad de tipo todavía colonial, si bien el arriero era ya sólo el medio de transporte a las estaciones de ferrocarril. En suma: una región rica, pero anacrónica. REFERENCIAS AL CAPÍTULO III TORRES, Mariano de Jesús. Diccionario de Michoacán. Tomo I, pp. 102-3 y 152. BASALENQUE, Fr. Diego de. Arte de la lengua tarasca. BRAVO UGARTE, José. Historia sucinta de Michoacán. Tomo I, pp. 135-49, Tomo III, pp. 137-8, 170 y 174. ROMERO FLORES, Profr. Jesús. Historia de Michoacán, pp. 243-4 y 566. MARTÍNEZ DE LEJARZA, Juan José. Op. cit., p. 185. RIVERA CAMBAS, Manuel. México pintoresco, artístico y monumental. Tomo III, pp. 552-8. PIQUERO, Ignacio. Informe sobre el cobro de contribuciones directas de septiembre 1 a diciembre 31 de 1843. Contaduría General. Ministerio de Hacienda. 1844. A.G.N. URBINA, Luis G. Et. al, Antología del Centenario. 1ª parte, Vol. 2. México, 1910. 180


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Directorio General de los Estados de la República Mexicana, 19081909. ÁLVAREZ CISNEROS, Victorio. Información testimonial. MAGAÑA ORTIZ, Jesús. Información testimonial. MAQUEDA DÍAZ, Mauricio. Información testimonial y orientaciones. ZAVALA BUCIO, José Antonio. Información testimonial, documental y orientaciones. CIVEIRA TABOADA, Miguel. Texkax: cuna e inspiración de Ricardo Palmerín, pp. 11-7, 23, 44, 61 y 91-105.

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CAPÍTULO IV LAS REIVINDICACIONES 1. CAÍDAS, TROPEZONES Y LLEGADA A LA META Los tres poderes La porfitiranía tocaba a su fin, pues cada día era más notable el descontento existente. Mucho se hablaba de aquellos que, alrededor del gran jefe, se dedicaban a disfrutar del poder y repartir riquezas entre sus allegados. El gobierno protegía al fuerte sin importarle el débil. La facultad judicial estaba en manos de quienes daban siempre la razón al poderoso e ignoraban el derecho del miserable. Los legisladores se preocupaban sólo por aprobar leyes que hacían más fácil la explotación del pueblo, al que se negaban los derechos más elementales. Dos hambres distintas Y no era que se tratara de un grupo cuyo principal propósito fuera acumular riquezas. Simplemente les interesaba el ejercicio del poder y, de paso, hacían posible que sus parientes y amigos se enriquecieran bajo su amparo. Los funcionarios acaudalados eran ricos de abolengo. Conocían la abundancia antes de dedicarse a la política. Los gobernantes que habían logrado el ascenso sin ser adinerados, sólo enriquecían lo suficiente para vivir de acuerdo con la posición que ocupaban; se daban por satisfechos con saber que ellos eran los que mandaban. Porque durante la porfidictadura se tenía una de las dos hambres: o la del poder o la del dinero. Y el hombre nunca tiene llevadero respecto de cualquiera de esos dos apetitos. 182


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Pero con Porfiduro aun no se llegaba a la época de sufrir esas dos hambres al mismo tiempo. El mismo Díaz fue ejemplo viviente de ello, pues nunca podrá tachársele de otra cosa que de haberle tomado gusto al despotismo. Time is Money Pero muchos hubo que, bajo el amparo de los ocupantes del mando, se entretuvieron en engordar la bolsa y, con pocas excepciones, eran generalmente los extranjeros. El inglés y el norteamericano, minas y ferrocarriles; el francés, banca y comercio en grande; el español, industria textil, abarrotes, molinos, panaderías, cantinas y prostíbulos; y las demás nacionalidades y razas se repartían el resto de las actividades de ganancia fácil, formando clanes de ayuda recíproca y mutuo apoyo, a costa del siempre desunido mestizaje mexicano. La gran industria seguía siendo ajena a México, que persistía en imitar a la pobre España, lo que convertía al país en un suministrador de materias primas y productos agropecuarios baratos y en un comprador de artículos manufacturados, desde una navaja del "arbolito" o unos calzones de seda, hasta una locomotora o un barco de vapor. Mando y viajo, luego existo El nacional aspiraba a ser presidente municipal, prefecto de Distrito, diputado, cacique, gobernador o ministro, si le daba por la política. Si el afán era hacer dinero, los mexicanos más ambiciosos se contentaban con ser hacendados, dejar el latifundio en manos de un administrador eficiente y su cuadrilla de caporales y capataces, en tanto ellos vivían rodeados de lujo en la capital de su estado o de la república y, de vez en cuando, se botaban la puntada de visitar España, Francia, Italia y, a veces, hasta Alemania (todavía no reinventaba Disneylandia), para regresar al país con ropas que eran el último alarido de la moda, porcelanas, bronces e idioteces que comprobaran antes sus conciencias que habían ido a las "Uropas".

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Roto y descocido En cuanto al pueblo, era víctima de la explotación de patrones extranjeros en el tendido de vías, la extracción de minerales, los obrajes de Río Blanco, la atención al público como dependientes de mostrador o escribientes de oficina; o bien, con amos mexicanos y españoles, sufría la servidumbre miserable del jornalero o el peón acasillado. Porque, en su gran mayoría, el mexicano seguía apegado al campo, sujeto al amo, al jefe político, al cacique y a la crueldad insaciable de rurales y soldados. Tú pagas y yo estreno Pero eso sí, como en Puruándiro se estrenó quiosco, plaza y arbotantes, en la ciudad de México se estrenaba una columna de la Independencia, la fuente colosal de Chapultepec, el palacio de Relaciones Exteriores y el edificio de Correos, a los estilos neoclásico francés e italiano, el elefante de mármol del palacio de Bellas Artes y se iniciaba la construcción de un palacio legislativo que pretendía ser mellizo del Capitolio de Washington. Además, dado que la cárcel de Belem no daba ya el ancho, se construyó el palacio negro de Lecumberri. Todas esas edificaciones, con la imitación de los Campos Elíseos parisinos, llamada Paseo de la Reforma, y la magnífica escultura de Manuel Tolsá, que inmortaliza la efigie de un idiota disfrazado de emperador romano a caballo, hacían decir a los capitalinos y hacendados radicados en la ciudad de México que "afuera del Distrito Federal, todo es Cuautitlán". Un Cuautitlán enorme, habitado por millones de seres humanos cuyo esfuerzo diario sostenía el lujo de una minoría privilegiada. Seis causas y un reventado La inquietud política era cada vez mayor. La clase media, eterna inconforme porque no alcanza tajada del pastel, y que no sufre el conformismo del siempre apegado a la tradición campesina, comenzó a murmurar, a conspirar y a pensar cómo ponerle el cascabel al gato. 184


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Entre los órganos periodísticos de oposición se significó, entre otros, El Hijo del Ahuizote, que por muchos años dirigió don Daniel Cabrera, quien fue encarcelado por ese motivo más de 150 veces. Don Luis Cabrera, descendiente de ese tronco, señaló las seis características principales de la porfitiranía, a saber: El caciquismo, o abuso de los mandamases que, mediante la represión, el encarcelamiento, la ley del primero matas y después viriguas, obligaban a peones y jornaleros a trabajar al servicio de los hacendados sus amigos; El peonismo, o trabajo excesivo del campesino, a quien los latifundistas usaban como un instrumento esclavizado de trabajo, atado a la tierra como un siervo feudal. El hacendismo, gracias al cual los dueños de las grandes haciendas, con sus influencias y palancas, obligaban a los pequeños propietarios a mal venderles sus ranchitos antes de ser muertos o caer en la ruina; El fabriquismo, o especialización en explotar al obrero con el apoyo de los señores autoridad; El cientificismo que, como en el caso de los rancheros, obligaba a industriales y comerciantes en pequeño a vender sus changarros a las grandes empresas; y El extranjerismo, en el que Porfiduro y sus incondicionales, como buenos malinchistas, protegían y daban privilegios al capital y al trabajador extranjeros, por encima de los mexicanos. Y como resultado de esos ismos, el pueblo mexicano, para no desentonar, era el único reventado. El tiempo no pasa en balde La inquietud hizo erupción con Francisco I. Madero y Francisco Vázquez Gómez, en la creencia de que, como candidatos a presidencia y vicepresidencia, si ganaban las elecciones, Porfidictador y Ramón Corral les entregarían el mando. Pero, aquerenciado con la silla presidencial, Porfitirano se las hizo de pleito ratero. Madero acabó en la cárcel de San Luis Potosí. Pagó fianza para salir de ella y tener esa ciudad como prisión. En un descuido, pegó la 185


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carrera hasta Tejas para, el 5 de octubre de 1910, publicar el Plan de San Luis, declarar nulas las elecciones, nombrarse Presidente provisional e invitar al pueblo a levantarse en armas el 20 de noviembre siguiente. La clave del éxito de su Plan, que le ganó el apoyo de la masa campirana, fue la promesa de restituir a ésta las tierras que le habían sido usurpadas. Díaz, que se creía de acero inoxidable, resultó de tepalcate. Después de ocupar Ciudad Juárez las fuerzas revolucionarias de Pascual Orozco, se convino que el Dictador renunciaría al poder, lo que hizo el 25 de mayo de 1911. Entre otras, su renuncia fue seguida por la del Gobernador don Aristeo Mercado. La desinfectas o mueres Madero se metió en mil líos. Dejó mangonear a los porfiristas; se peleó con su tocayo Vázquez Gómez y lo reemplazó, contra la voluntad popular, con José María Pino Suárez; y, cuando ocupó el poder, la vorágine de problemas lo ahogó. Se olvidó de la restitución de tierras y, para rematarla, ordenó al pueblo, que había hecho triunfar a su revolución, entregara las armas y dejara el cuidado de su régimen al ejército porfirista. Luis Cabrera se lo había advertido: Madero debía cerrar la herida abierta a la Patria, pero antes debía desinfectarla bien y, sin dejarse impresionar por la sangre derramada, arrancar de cuajo el tumor que había propuesto extirpar. Pero don Francisco no desinfectó la herida al permitir que muchos miembros de la tiranía permanecieran y lo rodearan, ni extirpó el tumor al darle largas a la solución del clima reinante de injusticia, si bien hay que tomar en cuenta que Roma no se hizo en un día, pero que era necesario comenzar los cimientos del cambio y, al parecer, nunca hizo el intento.

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Desconocimientos y puñal trapero Emiliano Zapata, desilusionado, formuló el Plan de Ayala. Pascual Orozco dictó el Pacto de la Empacadora. Revolucionarios inconformes proclamaron el Plan de Tacubaya. Y los tres manifiestos políticos le hicieron el fuchi a don Francisco, lo declararon traidor y exigieron la devolución y reparto de tierras en favor del pueblo. Victoriano Huerta, el punto enconado del tumor, aprovechó el resentimiento de viejos porfiristas y el temor de los que siempre se arriman al sol que más calienta. El pretexto fue la rebelión fracasada de Bernardo Reyes y el alzamiento de Manuel Mondragón y Félix Díaz. Se armó el teatro de la Decena Trágica, Madero y Pino Suárez fueron asesinados y el epílogo fue el entronizamiento de Huerta en la presidencia. Poco le duró el gusto Desde Coahuila, don Venustiano Carranza formuló el Plan de Guadalupe y la Revolución entró a la fase del constitucionalismo. Pascual Orozco cometió el error de apoyar a Huerta y, después de ser desconocido por Zapata y demás revolucionarios, las derrotas y el desprestigio lo desterraron a los Estados Unidos. Las fuerzas revolucionarias de Norte, Sur y Oriente estrecharon el círculo al usurpador, y Estados Unidos le dio la puntilla con la ocupación injustificada de Veracruz. No le quedó más remedio que renunciar y salir del país. Del jaloneo al desastre A la huída de Huerta, la cuarta fase fue la división de los grandes jefes. Carranza, que nada había prometido al pueblo campesino, pretendió ganarse a Zapata, pero don Emiliano, firme en su decisión de lograr la justicia para el trabajador de la tierra, sin andarse por las ramas se la puso dura: si don Venustiano adoptaba el Plan de Ayala

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como única bandera, habría entendimiento. Carranza no aceptó. El rompimiento fue definitivo. Francisco Villa, con el apoyo de la División del Norte, contaba con la simpatía de campesinos de muchas partes de la república. Fuerte en su División y sabedor de su popularidad, se negó a reconocer autoridad alguna en Carranza. El primer intento de conciliación, una convención en la capital, terminó en fracaso. El segundo intento fue la Convención de Aguascalientes. Carranza y Villa acudieron. Zapata, desconfiado hasta las cachas, sólo aceptó enviar a unos representantes. Los convencionistas no dieron a Carranza el espaldarazo que éste esperaba. En lugar de él, eligieron como presidente provisional revolucionario a Eulalio Gutiérrez, apoyado por Villa. Don Venustiano, disgustado, se retiró. Las caretas habían caído. Sólo la fuerza de las armas decidiría quién era el jefe. Los "pelados" al hoyo o a la cocina Se inició la campaña periodística de difamación contra el zapatismo: una bola de bandidos, muertos de hambre, asesinos, incendiarios, roba-vacas, ebrios, miserables y ruines gañanes. Como el "Atila del Sur" puso en ridículo a los más perfumados generales de Carranza, un tal Guajardo se ganó las charreteras mediante el asesinato a traición del inflexible defensor del campesino, en San Andrés Chinameca. A grandes males, dirían los carrancistas, grandes remedios. Por su parte, Francisco Villa hizo frente al carrancismo en el campo de batalla. Su larga lista de victorias se vio truncada en las planicies de Celaya. Sólo se le otorgó una concesión: entregarle la hacienda de Canutillo para que, con sus "muchachitos", se alejara de la política y se dedicara a la vida del campo. Carranza había ganado el premio mayor. ¿Y el pueblo? Rasguñando la pared.

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El logro legalista Sorpresivamente, don Venustiano determinó que el Poder Legislativo se erigiera en Congreso Constituyente y elaborara una nueva Constitución para México. En Querétaro, Carranza presentó a los congresistas un proyecto de nueva ley suprema que, en el fondo, era la misma Constitución de 1857, nada más que maquillada y con un nuevo peinado. Pero los constituyentes le salieron respondones. Luis Cabrera, que había formulado la Ley Agraria del 6 de enero de 1915; el ingeniero Pastor Rouaix, autor de la Ley Agraria de 1913 y coautor con Cabrera de la de 1915; y Francisco J. Múgica, responsable intelectual del primer reparto agrario en la república, en la hacienda tamaulipeca de Los Borregos, fueron los líderes que sostuvieron los principios enunciados desde el 1 de julio de 1906 por Ricardo y Enrique Flores Magón, Antonio I. Villarreal, Juan y Manuel Sarabia, el profesor Librado Rivera y Rosalío Bustamante. El trío formuló y sostuvo con éxito el proyecto que presentaron al Congreso de los artículos 27 y 123 constitucionales, entre otros. Conforme al ideario floresmagonista, la Nación, esto es el pueblo, es la propietaria original del territorio mexicano, de sus aguas y subsuelo; por tanto, la Nación tiene el derecho de expropiar esos bienes a los que los posean, si con ello se logra el beneficio popular o utilidad pública, y repartir la tierra entre los que la hacen producir. Por otra parte, los seres humanos que tienen como único bien su fuerza de trabajo, pueden agruparse en sindicatos para defender sus derechos, exigir a sus patronos el pago de sus salarios en dinero efectivo, trabajar un máximo de ocho horas diarias, descansar un día por cada seis de trabajo, percibir cuando menos un salario que les permita satisfacer sus principales necesidades y exigir que los menores de edad no trabajen. Los artículos fueron presentados, defendidos por quienes los crearon y merecieron la aprobación unánime de los constituyentes. Los Flores Magón se habían anticipado once años. Su ideal se convertía en ley vigente, con objeto de lograr la justicia social, el 5 de febrero de 1917.

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¿Agua Prieta o agua negra? Al llegar, en 1920, el momento de pensar en la sucesión, don Venustiano, al contemplar el pasado histórico de México, estimó sería equivocado que la presidencia cayera en manos militares y apoyó la candidatura de un civil, el ingeniero Ignacio Bonillas, maderista y constitucionalista y, en ese momento, embajador de México en Estados Unidos. Los generales de Sonora pegaron el brinco. ¿Y ellos qué; no tenían derecho a un premio a sus sacrificios? Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Adolfo de la Huerta, con el apoyo de otros militares, formularon el Plan de Agua Prieta, obligaron a Carranza a intentar huir a Veracruz y, por conducto de un Herrero homicida, dieron mate a don Venustiano en la sierra de Puebla. El derecho a la educación De la Huerta preparó el terreno político y apoyó las demandas del sector obrero, al que ganó para la causa. Obregón fue electo presidente y, como tal, apoyó el cumplimiento del artículo 123 y, de paso, estableció la Secretaría de Educación Pública al mando de José Vasconcelos, "maestro de América", para dar cumplimiento también al artículo 3ro. Constitucional, que ordena el derecho del pueblo a la educación, aunque con ello se inició una reacción que indujo al pueblo a ver en los profesores rurales y en los miembros de las misiones culturales a enemigos del pensamiento religioso, lo cual originó actos de violencia e inclusive homicidios en agravio de quienes luchaban por alfabetizar al pueblo, darle enseñanzas prácticas de higiene y aprovechamiento de los medios y fomentar la actividad creadora de las personas. ¿Quién dijo que no podían? Vasconcelos supo romper muchos tabúes, como el de considerar que el pueblo no era capaz de apreciar el valor de las obras creadas por los genios de la humanidad; que la gente de campo carecía de 190


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entendederas para empuñar correctamente un lápiz; o que al educar al campesino se le inhabilitaba para seguir trabajando la tierra. Repartió en forma gratuita libros con las obras clásicas griegas y latinas, y el pueblo, primero con dificultad y después con deleite, leía con avidez a Homero, Virgilio y Dante; la delicadeza con que sabe palpar la tierra, la semilla y los brotes tiernos, le habilitó para tomar el lápiz y escribir con bella caligrafía; y, mediante el conocimiento, llegó a explicarse la maravilla de la naturaleza, que a una semilla podrida la hace resucitar y multiplicar los panes, así como tener conciencia de lo justo y de los derechos y obligaciones que la ley implantaba. Perseverancia a pesar de todo Y si Vasconcelos supo despertar en los maestros el espíritu del apostolado que se entrega íntegro a la educación de sus semejantes, nunca faltó el miserable que engañara al pueblo para que éste viera en el profesor al "comunista", al enemigo personal de Dios, a la personificación del mal. Muchos fueron víctimas, pero muchos fueron los que, a pesar de todos los pesares, perseveraron en su labor, como el hijo del peluquero y dentista puruandireño don Silverio y de la peribanense doña Tomasa, el profesor Gilberto Raya Navarro, que viera la primera luz en Puruándiro y que repartiera la luz de sus enseñanzas hasta su muerte, en el municipio de Los Reyes; o bien como el también puruandirense, profesor Leopoldo Herrera Morales, maestro, misionero cultural, preparador de nuevos maestros en Michoacán, Puebla, Guerrero, Chihuahua; orientador de estudiantes a nivel de enseñanza media básica; compositor y coordinador editorial. Estado contra Iglesia Al dejar Obregón la presidencia le sucedió Calles, quien, a más de organizar la banca nacional, creó el Partido Nacional Revolucionario, dio fuerza al movimiento obrero y creó fuentes e instituciones en beneficio y de apoyo para el campesino. Un grave error: se erigió en jefe máximo de la Revolución. Durante el maximato surgió, sordo y 191


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doloroso, el conflicto Estado-Iglesia que despertó de nuevo las pasiones y reimplantó la inconformidad entre gobernantes y gobernados. El ritmo de la "pirecua" Y ya que de michoacanos se trata, durante el régimen obregonista fue Gobernador del Estado el general Francisco J. Múgica, coautor de los artículos 3ro., 27 y 123 Constitucionales, quien, a pesar de las instrucciones del manco de Celaya, decidió que en el territorio de los purépecha debían transformarse en realidad los presupuestos de esos artículos, impulsó el reparto agrario que iniciara años antes en Tamaulipas, y favoreció la organización y acción de los asalariados. Su convicción social por poco y lo lleva a la tumba. Pero el remate fue el jiquilpense Lázaro Cárdenas del Río, a quien Calles creyó también manejable, pero que, en el momento oportuno, demostró ser el que manejaba, y mandó de vacaciones al extranjero al sonorense, ex administrador de hoteles. Realidad y redención La Revolución, con Cárdenas, pasó a la etapa de la realización. Si en 1917 la justicia social quedó establecida como principio legal, ya era hora, 17 años después, que la Ley, expresión de la voluntad popular, se convirtiera en algo tangible, en un bien real. Nadie como don Lázaro supo convertir los principios revolucionarios en una realidad palpable. En 6 años devolvió al pueblo más que todos sus antecesores juntos, de Carranza a Rodríguez, lo que pertenecía al pueblo: la tierra. Y nadie, como él, se compenetró tanto del clima de injusticia en que vivían campesino y obrero. La gente decente puso el grito en el cielo. Clamó, protestó y acabó por apretar los dientes ante lo inevitable, ya que don Lázaro hacía posible que lograran salvar sus almas sin tener que intentar sobornar a Dios o pasar un cable por el ojo de una aguja, pues sus conciencias quedaban libres del riesgo de vencer la tentación de seguir explotando al campesino, al obrero y al empleado, al mismo tiempo que hacían 192


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méritos auténticos al pagar salarios justos, evitar accidentes de trabajo y enfermedades profesionales, y proveer al asalariado de habitaciones e instalaciones higiénicas, al mismo tiempo que hacían posible la educación y preparación técnica de los hijos de sus servidores. Tata Lázaro les abrió el camino al futuro. Purga atemperadora La nacionalización de los Ferrocarriles y de la industria petrolera unió al pueblo mexicano y lo vinculó con firmeza a su gobierno. Los tigres extranjeros, en su reacción violenta, reforzaron el espíritu nacionalista, pero provocaron una seria crisis económica que sólo el estallido de la segunda guerra mundial pudo atemperar. A lo que te truje Y los autores no piden perdón por la exposición anterior, ya que los hechos relatados integran el telón de fondo en que se desenvolvió el bajío michoacano. Toca ahora saber cuál fue el papel desempeñado, en ese escenario, por la región purépecha abajeña. 2.

UNA REGIÓN A LA DERIVA

Los maderistas En Michoacán, el movimiento revolucionario llegó retardado. Resulta curioso observar que el llamado maderismo de San Luis fue escuchado propiamente por hijos de potentados y latifundistas, así como por personas de la clase media acomodada. A la invitación del levantamiento en armas el 20 de noviembre de 1910, los michoacanos iniciaron sus actividades hasta abril o mayo de 1911, ya en las vísperas de la renuncia al poder de Porfiduro.

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En Janamuato y Puruándiro lanzaron el primer grito de ¡Viva Madero!, don Pedro Martínez y don Alberto Madrigal. Reunieron unos cuantos entusiastas y la emprendieron con rumbo a Morelia. La salida era lógica, ya que en la región mandaban los Markazuza, Tena, Arce y García, poderosos señores incondicionales de la porfidictadura. Eduardo Gutiérrez, propietario del mesón La Luz, nacido en Rodeo de San Antonio, organizó una partida de 70 a 80 hombres en pro del maderismo. Más formalista que Martínez y Madrigal, Gutiérrez integró su Estado Mayor con su hijo Dolores, Mauro Pérez de Cuitzeo, el ex caporal de los Arce Rufino Canchola de Presa de Herrera, y el renombrado Benito Canales de Tres Mezquites. La inquietud hacía presa en los puruandireños conforme se enteraban de las novedades relativas al progreso de la Revolución. A principios de mayo de 1911 el rumor alarmante corrió por toda la ciudad: los maderistas andaban cerca y era probable les cayeran. Los que no se habían ido con la debida anticipación y podían hacerlo, liaron petates y salieron de estampida. El resto se quedó, encomendándose a todos los santos bajo la dirección del señor cura don Jesús Álvarez. La fuerza de seguridad al mando de don Ignacio Colín López se aprestó a la defensa. Los temores se confirmaron. El once de mayo los maderistas habían caído a Villachuato, donde se apoderaron de caballos y armas, al mismo tiempo que exigieron varios préstamos forzosos. Los jefes rebeldes eran Eduardo Gutiérrez y Eusebio García. Después, a los puruandireños se les bajó la sangre a los talones. Don Ignacio el prefecto recibía órdenes de presentarse en Morelia y, para tal efecto, salía llevándose a 30 hombres de la fuerza, y la que quedaba era tilica y flaca, en tanto se hacía cargo de la Prefectura don José Mora. La primera visita No fueron de balde tantos temores.

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Al día siguiente, 14 de mayo, los caballos de los revolucionarios irrumpieron, y sobre sus lomos dirigían al grupo Edmundo y Alberto Madrigal, que despertaron al vecindario a las seis de la mañana. Entre las providencias tomadas se ordenó la liberación de los presos. Las rejas de la cárcel municipal vieron salir aproximadamente a 80 hombres, que escapaban de chinches, piojos, pulgas y mugre institucionalizados en el reclusorio. ¿Cuántos de esos presos liberados eran auténticos delincuentes, cuántos borrachines detenidos la noche anterior y cuántas personas que habían expresado su simpatía por el maderismo o peones cuyo encarcelamiento se debía a su protesta o desobediencia a sus amos? No es posible responder, pero sí puede afirmarse que había un buen grupo de maderistas e insumisos. La segunda visita y el primer fuego No ganaba el vecindario para sustos. A la una y media de la tarde entró otro grupo rebelde, dirigido por Gutiérrez y García. Eduardo y Edmundo conferenciaron y Madrigal abandonó la plaza con sus hombres. Los acontecimientos se precipitaron. Un sector de presos que no había logrado su liberación irrumpió en las oficinas públicas: Juzgados de Letras y Menor, Aduana, Cárcel y cuarteles. Su rencor los indujo a destruir y quemar. Así, las oficinas públicas sufrieron severos daños, de los que, por tradición, se culpa a Eduardo Gutiérrez. Al César lo que es del César El día 15, Gutiérrez llevó a cabo un acto de justicia popular. Avisó a los habitantes que llevaran sus papeletas de empeño al Monte de Piedad. Uno por uno fue entregando los bienes empeñados a quienes, en un momento de necesidad, las habían entregado en prenda a cambio de un préstamo. Después de tres días de estancia, una vez los adinerados hicieron un préstamo de 20 mil pesos a Gutiérrez, cien caballos y armas, ya al 195


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pardear la tarde del 17, Eduardo abandonó Puruándiro con sus 300 hombres, con rumbo a Pátzcuaro. La tercera visita Los puruandireños respiraban, pues la paz retornaba, mas apenas agarraban su segundo aire cuando, el 3 de junio, llegó el ya coronel Gutiérrez con una fuerza de 120 hombres. La ciudad fue propiamente su centro de operaciones. El 11 de junio regresó con 3 prisioneros: Casto Noriega, un Martínez y un Madero, culpables del asesinato de tres personas en Cupándaro. Los detenidos fueron identificados como influyentes porfiristas. Por otra parte, en el paraje de La Laguna, cerca de Janamuato, no se sabe por qué razón, Gutiérrez y Mauro Pérez mataron a los primeros maderistas de Janamuato, Pedro Martínez y Alberto Madrigal, y dejaron sus cadáveres colgando en un árbol. El 16 de octubre, en Surumuato, se fusiló a varios partidarios de la Revolución por la guarnición de la plaza. La cuarta y la quema El trago amargo para Puruándiro sería apurado en junio de 1912. Madero, triunfante, había dictado la orden de la entrega de armas por el pueblo. Gutiérrez, como tantos otros iniciadores, se negó a obedecer una orden que se estimaba descabellada. Las personas que atendieron al llamado maderista hicieron frente al ejército porfitiránico. Lograron una victoria rápida y relativamente fácil. Los jefes y oficiales del Ejército federal, de la noche a la mañana, se convirtieron al maderismo y olvidaron una fidelidad de 30 años. A otro perro con ese hueso. Dejar a ese ejército el control militar de la república equivalía a dejar la Iglesia en manos de Lutero. Quienes obedecieron no tuvieron tiempo ni de arrepentirse. Pronto fueron hechos prisioneros y, en la mayor parte de los casos, ejecutados.

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Eduardo Gutiérrez se adhirió al Pacto de la Empacadora, desconoció a Madero y anduvo a salto de mata. El 7 de junio de 1912 el mesonero de La Luz inició el ataque y respondió al fuego de la guarnición, que no tuvo más remedio que emprender la retirada ante el embate de 600 orozquistas. A las cinco y media de la mañana los atacantes ya repelían los disparos aislados del enemigo desde la torre del Santuario. A las 8 de la mañana se inició un incendio. Por lo general, Eduardo Gutiérrez es el chivo expiatorio del desastre de Puruándiro, pero el análisis de los factores que intervinieron en los hechos permite poner en tela de juicio su culpabilidad. A las once de la mañana se generalizaron los incendios en la Plaza, sobre todo en el Portal Hidalgo. Los rebeldes repicaron las campanas del templo parroquial y del Santuario. La pobreza es mala consejera Una multitud de puruandireños llegó y, en lugar de combatir el incendio, se precipitaron sobre los comercios y se dedicaron a un saqueo desenfrenado. Tres horas después del saqueo llegaron fuerzas del ejército y de cuerpos de Rurales, miembros de los Regimientos 5º., 16vo., y 67, respectivamente 45, 14 y 21 hombres. Poco después llegaron 100 elementos más del 16, y el capitán Porfirio González con otros 100. La lucha se inició. El factor sorpresa hizo que los rebeldes abandonaran la plaza después de 4 horas de combate. El resultado del incendio fue la destrucción de los portales Hidalgo y Morelos, igual que la casa del molino y la planta de energía eléctrica. La tienda "El Oso" de Jorge Ceballos, y las de Domingo Araiza, Rómulo González, Gonzalo Ramírez y Pascual Villicaña fueron pasto del fuego, igual que las casas consistoriales. Saqueadas e incendiadas fueron "La Barata", "La Novedad", "El Progreso Mercantil", "Los Precios de México" y los establecimientos propiedad de Alejandro Chávez y los hermanos Gil, a más de otras tiendas pequeñas.

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La excepción fue la tienda propiedad de don Joaquín Torres, llamada "El Centro Mercantil". Don Joaquín se caracterizaba por su iniciativa y dinamismo en obras de beneficio social, como el manejo del "Fondo Fagoaga" y la administración del Hospital de Caridad. Cuando el pueblo, ciego, pretendió violar la tienda, Gutiérrez, pistola en mano, impidió el allanamiento. Existen personas que afirman que el cabecilla orozquista gritó: "Ésta no. Es la tienda del pueblo". La ley de la mano dura El prefecto maderista Ángel Loza, llegó con la espada desenvainada. Las calles eran cruzadas por personas de la localidad que cargaban con mercancía de toda clase. En el suelo estaban desperdigados cobijas, piezas y retazos de tela, zapatos, máquinas de coser, planchas y multitud de objetos disímiles. Loza aprehendió a no menos de 30 personas sorprendidas con las manos en la masa. En seguida se iniciaron las denuncias, en las que se mezclaron las auténticas con los clásicos desquites de viejos rencores. Aunque Porfiduro era cosa ya pasada, Loza procedió a su estilo. Todos los aprehendidos fueron pasados por las armas. Un terror sustituyó a otro. En Puente Blanco fusiló a otros 12, entre ellos José Flores, Eugenio Corona, Macedonio Cervantes y Jesús Regalado. Fue tal el lujo de fuerza, saña y sangre derramada de que hizo gala Loza, que la gente ya no sabía quién era peor, si maderistas o porfiristas. El 19 de julio se remitieron 191 prisioneros a Morelia por Loza, bajo el cargo de ser zapatistas. La justicia draconiana de don Ángel hizo necesario que las autoridades de Morelia lo llamaran a fin de que rindiera cuentas el 3 de agosto. Los verdaderos culpables Cabe aquí una reflexión.

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¿Fue Eduardo Gutiérrez el responsable del saqueo? Así lo afirman muchos. Pero ¿fue la gente de Gutiérrez la que allanó y saqueó tiendas? No, fue el pueblo puruandireño que, en su miseria y en su vida de necesidades insatisfechas, vio en río revuelto la ganancia de pescadores, y se lanzó a obtener algo de aquellas cosas largamente codiciadas y que estaban condenados a nunca poder adquirir por la vía legal. Gutiérrez, eso sí, los dejó hacer, porque entendía el hambre de los miserables. Pero cuando intentaron asaltar la tienda del hombre bueno, lo impidió con energía y riesgo para sí mismo. La culpa tampoco fue del pueblo. Los verdaderamente responsables del hecho fueron los hacendados y comerciantes que tenían sumido al pueblo en el hambre y la miseria. ¿O cabe otra respuesta? Vuelven la tranquilidad y don Ignacio La ordalía, con la salida de Loza, implicó un suspiro de alivio para los puruandireños. Loza fue suplido en la comandancia de la plaza por el teniente coronel Carlos Allen Vallejo. Otro suceso de importancia en esa fecha, para los anales puruandireños, fue la salida del párroco don Jesús Álvarez, que fue a encargarse del curato de Galeana, en tanto lo suplía don Juan de Dios Arroyo. El 30 del mismo agosto, la plaza de Puruándiro recibió al general Arnoldo Caso López, que encabezaba una columna de 400 efectivos. Puede decirse que el resto del año transcurrió en paz. La principal novedad ocurrió el 23 de octubre y fue grata para la ciudad y el distrito. De nuevo se encomendaba la prefectura al descendiente de López Rayón, don Ignacio Colín, a quien se recibió con los brazos abiertos.

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3.

LA LUCHA CARRANCLANA

De tin marín, de do pingüé Madero y Pino Suárez fueron asesinados por órdenes de Huerta, el 22 de febrero de 1913. Nuevas tormentas se avecinaban. Por lo pronto, los gobernantes y militares del régimen maderista estaban conformes con la traición o no sabían a qué lado hacerse. Así, al escoger, muchos revolucionarios se encontraron en el lado equivocado. Permanecieron fieles al uniforme o al desempeño del cargo y, después, se enteraron que en el Plan de Guadalupe los constitucionalistas habían dicho: "o dejas la chamba y desconocer a Huerta, o te desconocemos y te declaramos traidor". Maniobras y destanteos La Sexta Zona Militar comprendía los Estados de Querétaro, Guanajuato y Michoacán, cuyo Cuartel General se ubicaba en la ciudad de León. El 30 de marzo de 1913, Gertrudis G. Sánchez, comandante del 28 Cuerpo Rural, se declaró en contra de Huerta en Coyuca de Catalán y, en acción inmediata, pasó por Zirándaro con rumbo a Huetamo, en tanto José Rentería Luviano, comandante del 41º Cuerpo Rural, y Joaquín Amaro, teniente coronel del 28vo. Cuerpo también, se unieron a Sánchez. Sus efectivos eran 450 hombres, 2 ametralladoras y 3 cañoncitos de bronce, que se cargaban por la boca. Las adhesiones al grupo constitucionalista hicieron aumentar su número a 600 hombres montados y armados, con los que Sánchez enfiló rumbo a Morelia, casi desguarnecida, el 12 de abril. El 16 ocuparon Tacámbaro, que defendieron 200 "pelones" huertistas. En la lucha, uno de los cañoncitos reculó tan fuerte que golpeó a Sánchez lesionándole gravemente una pierna. El constitucionalista fue llevado a Huetamo.

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Rentería Luviano prosiguió la marcha sobre Morelia y, sin combatir, ocupó Pátzcuaro el 20 de abril. El general Alberto Dorantes, jefe de armas en Michoacán, propuso a Rentería se pasara al bando huertista. Rentería pidió una tregua de 6 días para hablar con Sánchez. El error fue grave. Dorantes había usado el colmillo con éxito, ya que sólo contaba con 150 soldados de la fuerza del Estado y 50 del 23º Cuerpo Rural. El respiro permitió la llegada, a Zitácuaro, del teniente coronel Carlos Allen Vallejo con 200 pelones del 18 Cuerpo Rural. Gertrudis G. Sánchez, herido y titubeante, al concluir la tregua, pidió un aplazamiento de 15 días, para ponerse de acuerdo ¡con las fuerzas revolucionarias del Norte, Centro y Sur!. O Sánchez estaba muy enfermo o era algo más que tonto. Cabe una tercera posibilidad: que creyera que Dorantes era imbécil. Muerto de la risa, Dorantes aprovechó el tiempo y ordenó a Allen Vallejo se desplazara en forma cautelosa de Zitácuaro a Tuzantla y, de allí a Huetamo, para ver si era posible atacara por sorpresa a los constitucionalistas. El 5 de mayo, Allen Vallejo llegó a Tiquicheo y avizoró a los revolucionarios. Ni engañador ni engañados sacaron partido de la tregua, pues el 9 de mayo, al concluir aquélla, 700 revolucionarios intentaron atacar a Allen, quien se replegó a Tuzantla para, finalmente, enfrentarse a Rentería Luviano en la cuesta de los Pinzanes por espacio de 6 horas, hasta que la fuerza huertista retrocedió a Zitácuaro. Sin embargo, Allen tuvo la grata sorpresa de recibir un refuerzo de 2 columnas integradas por 200 hombres, por lo que, en el Ziráhuato, cerca de Ocurio, se enfrentó a Rentería el 17 de mayo, obligándolo a retirarse rumbo a San José Purúa, luego a Tuxpan, después a Maravatío y, por último, hacia el Noroeste, quedando todas esas plazas en poder de los huertistas. La verdad era que Rentería intentó distraer a los pelones y hacer que tomaran un rumbo equivocado, en tanto él se dirigía a Morelia para atacar y tomarla.

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Pero los huertistas eran soldados viejos. Allen y el licenciado Fidencio R. Aguirre, 400 hombres y 2 cañones de montaña, llegaron antes a Morelia. Al atacar Rentería el 22, encontró una fuerza oponente inesperada, por lo que desistió de su objetivo y se retiró hacia el Occidente, con el propósito de ganar voluntarios para la causa, pasando por Quiroga y, a la vista de Tzacapu, dividir su fuerza. Amaro, con mil hombres, se dirigió al Norte y ocupó Pénjamo y Puruándiro, sin resistencia, el 27 de mayo. Rentería, con 300 constitucionalistas, llegó a Zamora el 30 y, también, la ocupó sin combatir. Se puso feo en Curimeo Al enterarse Dorantes de la ocupación de Puruándiro, giró órdenes al coronel Aguirre para que, con 450 pelones y 2 baterías, se movilizara de Tzacapu por la vía Pénjamo-Ajuno. Al mismo tiempo, indicó al coronel Justiniano Gómez, quien se encontraba en la hacienda de Barajas, al Sur de Pénjamo, que avanzara con los 350 soldados a su mando sobre Puruándiro. Gómez fue el primero en enfrentarse con el de la arracada, quien se retiró rumbo a la hacienda de Botello, al sur de Angamacutiro, donde se topó con Aguirre. Atacado por dos costados, Amaro no tuvo más remedio que hacer frente al enemigo en el plan llamado Llanos de Curimeo. Dispersó a sus hombres en las faldas de los cerros de Villachuato o Volcán Grande y de Chongó, en forma tal que el enemigo sólo pudiera atacar frontalmente a sus 1 200 efectivos. Era el 30 de mayo. El combate duró tres horas y media, hasta que los constitucionalistas se retiraron en forma ordenada. Entre sus bajas se contó la del ingeniero Roberto Alvírez, de la alta sociedad moreliana. La bota sobre el huarache Los pelones se fueron sobre Zamora, pero Rentería la había desocupado y se encontraba en la hacienda de Guaracha, festejando su movilidad. 202


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Pero se le pasó la mano en los festejos y el 2 de junio fue sorprendido y derrotado en forma vergonzosa. Con el contingente escaso que se pudo salvar, pegó carrera sin detenerse hasta llegar a Huetamo, con la lengua de corbata y el rabo entre las patas. Un Loza sobre losetas El zapatismo también visitó Puruándiro. Cándido Navarro, con efectivos de las fuerzas del general Genovevo de la O, atacó la ciudad en la madrugada del 15 de agosto de 1913 y, por sorpresa, llegaron hasta la misma Plaza. La ronda y la gendarmería se volvieron ojo de hormiga. Sólo un teniente apellidado Valencia resistió y murió en la acción. El grito de ¡Viva Zapata! engarruñó los ánimos de los puruandireños. A mano libre, los agresores cometieron atentados tales como saquear algunas tiendas y, para no ser menos que sus antecesores, incendiaron la prefectura. Después que se retiraron, Ángel Loza llegó con fuerzas rurales, pero como ya no encontró a nadie, se contentó con pasear como fiera enjaulada, y hacer sonar las rodajas de sus espuelas en las losetas de la Plaza. Ya no ocurrió mayor incidente sino hasta que Victoriano Huerta abandonó el poder y el territorio nacional. Ay corazón, no te vayas Ángel Loza, con la estrella mayor en el quepí, formó a su gente y dirigió la marcha para salir y no volver, el 30 de julio de 1914. Caballeros sofocados y damas angustiadas vieron cómo se iban el defensor de la gente de orden y, después de breves discusiones familiares, comenzó el segundo desfile: el de la sociedad en carretelas y caballos, seguidos por mulas cargadas con cajones repletos de ropa, vajillas y todos los chismes de valor, en tanto las grandes casonas, cerradas a piedra y lodo, quedaban desiertas, bajo la mirada vigilante de algún viejo y fiel sirviente.

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El 31 del mismo julio, en lo alto de la torre del templo parroquial, fue izada una bandera blanca. Puruándiro pedía la paz. Pero tocaba el turno a los jefes revolucionarios, para decidir cuál de ellos era el mero mandón. 4.

EL DIVORCIO

Yo soy de aquí y no de allá No puede hacerse una relación prolija ya que se caería en lo farragoso. Todo eran entradas y salidas, angustias y temores, bravuconería momentánea o escurrimiento ratonil. Pero, sobre todo, se gestó una honda división, absurda e ilógica, entre la gente del pueblo, la que creó y fomentó el poderoso venido a menos que, dolido por la pérdida de influencia y riqueza, hizo proselitismo entre los sirvientes fieles y los verdugos habituales que ejecutaban sus mandatos, así como entre la gente de la ciudad que, a pesar de vivir en la pobreza o en la medianía, aspiraban a ser reconocidos como miembros del sector distinguido de la sociedad, que evocaba con amargos suspiros la etapa en que la plebe se mantenía apartada de las personas de bien porque no es lo mismo bacín que jarro; en la que el fiel observante de la religión y el modo "correcto" de vivir, era incapaz de pretender y aun pensar en ser dueño de un pedazo de tierra del patrón o un dirigente político con don de mando, igualándose a los que, por ley divina y curso natural, deben regir la conducta de todos. Quítate, que ái voy Y abono fértil para ahondar el abismo que iba separando a los dos sectores populares fue la actitud de los que buscaban la reivindicación. Enderezar la espalda en lugar de bajar los ojos ante los señores; levantar altanera la frente y mantener retadora la mirada. Con una sed de siglos, ingerir bebidas embriagantes, comer hasta el hartazgo, derrochar un dinero que antes sólo veían en manos de otros, eructar 204


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sonoramente a pollo ante la cara del caballero, vociferar palabrotas que antes se mascullaban al estar a solas, y al menor gesto de protesta poner mano en las cachas de la pistola en actitud amenazante o aun sacarla, disparar y segar una o más vidas, que al cabo para morir nacimos. ¿Qué se podía esperar del descendiente de la mezcla de sangres nativa y africana oprimidas por siglos, si también circulaba revuelta con ellas la sangre de los conquistadores y opresores, habituados al desenfreno y a imponer su ley?. Ladrón que roba a ladrón Así, la división se definió. La ciudad por un lado y el campo por el otro. Los catrines a la derecha y los gorrudos a la izquierda. Las víctimas del robo y del despojo en la Cabecera, y los bandidos y despojadores en el campo; si bien los que se llamaban a robados y despojados olvidaban, muy cómodamente, que sus antepasados de 4, 5 y hasta 10 generaciones, habían fincado sus caudales y su grandeza en el robo y el despojo de los antepasados de 4 a 5 y hasta 10 generaciones de los que ahora les robaban y hacían objeto del despojo. Unas vienen y otras van En ese clima de división, a partir de la segunda mitad de 1914, entró el villista Jesús Ramírez con su contingente, para que luego lo desaloje y ocupe la ciudad el carrancista Castrejón con su ejército. Tomás Pantoja ataca el Hotel "México" y, en el cuartel, mata al mayor Cíntora, al capitán Chávez y a otros militares. Después Pantoja maltrata pública y cobardemente al sacerdote Maldonado. El legendario general Ireneo Rauda sale de Puruándiro y a poco irrumpe la fuerza villista. Y es un ir y venir de fuerzas antagónicas que sólo se reduce y llega a desaparecer después de las derrotas de Villa en Guanajuato. Pero los rescoldos de la hoguera aun lanzaron chispazos.

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5.

EL HIPERMACHISMO

Del hogar a la bola Mención aparte merece la figura de José Inés García Chávez, hijo de doña Bartola y don Anacleto, campesinos ellos radicados en el rancho de Godino, donde servían a los amos de Villachuato. Godino, canónicamente, dependía del vicariato de Presa de Herrera, hoy Manuel Villalongín, que a su vez dependía de la parroquia de Puruándiro. El sacramento del bautismo le fue impuesto por el vicario don Antonio Cortés, dos días después de nacido, el 21 de abril de 1889. La energía paterna chocó con el carácter de Inés, quien emigró a Tzacapu y se ganó la vida en el corte de trigo en la ciénega. Al estallar la revolución, en abril de 1911 se dio de alta en el ejército federal que, a la caída de Díaz, dizque se convirtió en defensor del régimen de Madero. El azar hizo que Inés llegara a ser cabo de una escuadra de rurales del regimiento al mando de Francisco Cárdenas, el asesino de Madero y Pino Suárez. Las piedras y los paisanos rodando se encuentran García Chávez, posteriormente, fue segundo de Anastasio Pantoja, a quien lo unía la similitud de procedencia, ya que Anastasio nació en Presa de Herrera. Gertrudis G. Sánchez firmó el Pacto de La Goleta, por el que se definía, después de muchos titubeos, como miembro de la revolución constitucionalista. La otra parte del pacto estuvo encabezada por el general Francisco Murguía, general en jefe de la segunda división del Noreste. Pero la celebración del pacto no fue suficiente para clasificar la actuación de los cuerpos al mando de los dos jefes contratantes.

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Dos traiciones Martín Castrejón, de las fuerzas de Murguía, atacó un convoy de carros que transportaban arroz de Lombardía a Ajuno, y su contingente mató a cinco e hirió a 15 de los cien hombres al mando de Inés. Eso era una traición. Joaquín Amaro buscó el desquite a la violación del pacto cometida por Castrejón. En el cerro de Las Vueltas, entre Uruapan y Puruándiro, el de la arracada atacó a traición la retaguardia de las fuerzas de Murguía, quien perdió su artillería e impedimenta cuando Pantoja, por orden expresa de Amaro, disparó varios cañonazos a la fuerza de don Francisco. Murguía no era hombre para juegos. Su energía y rectitud proverbiales, que le llevaron inclusive a la muerte, no podían pasar por alto un ataque que no podía justificarse con el ataque artero de Castrejón. Enrique Estrada y Díaz Courder, acatando las órdenes de don Francisco, emprendieron la persecución hasta copar a Joaquín Amaro y recuperar artillería e impedimenta. Yo no fui, fue Teté Las consecuencias de estos hechos fueron graves. Gertrudis G. Sánchez fue acusado de traidor, ante Carranza, por Murguía. Oficiales que ambicionaban el mando hicieron prisionero a Sánchez y, encabezados por Alejo Mastache, lo ejecutaron. Amaro, que vio cercana la chamusquina, se declaró carrancista de corazón, al reclamársele el ataque de Las Vueltas, hipócritamente se dio la vuelta y responsabilizó del incidente a Anastasio Pantoja, le hizo prisionero y lo presentó en el cuartel de Romita, en Guanajuato. Se instruyó corte marcial y Pantoja fue sentenciado a muerte, aun cuando Anastasio dijo, personalmente, a Murguía que el ataque había sido ordenado por Amaro, su inmediato superior.

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Las causas y el efecto La muerte de Pantoja impactó a Chávez. Primero, ante el autoritarismo paterno, había tenido que abandonar el suelo materno. Después de lograr ascensos que justificaban su aptitud y capacidad para hacerse responsable de la conducta de cien hombres, fue víctima de un ataque a mansalva que disminuía su personalidad. Posteriormente se identifica con un paisano al que se siente unido por mutua simpatía, es testigo de la orden dada a Pantoja y después presencia cómo Amaro sacó el bulto a su responsabilidad y la descarga en Anastasio. La reacción de García Chávez consistió en enfrentarse a Joaquín Amaro y reprocharle su conducta. Amaro (hecho no comprobado) reaccionó a su vez cruzando la cara de Inés a fuetazos. Puede estimarse posible el hecho, pues Amaro siempre tuvo esa costumbre, aun cuando ocupó los puestos más elevados. Al ser ejecutado Pantoja, la cordura de Inés se desquició. Odio contra Amaro, contra Carranza, odio contra la miseria en que transcurrió su infancia, odio contra todo lo constituido. Y, la pasión desbordada, encontró en Francisco Villa la segunda identificación: no abrirse ante nadie, demostrarse a sí mismo su potencial mediante la destrucción, traer la víbora repleta de monedas de oro que abren todas las puertas, soportar el peso de cananas cuyos cartuchos escupen muerte, gozar de todos los placeres que se le habían prohibido a costa de quien fuere, y no tener otro jefe que él mismo. José Inés García Chávez fue producto de su medio y de su época. No se trata de defenderlo, pero es cómodo presentarlo como monstruo. Es difícil aceptar que no fue sino el producto de un ambiente de represión, explotación, injusticia, traiciones y miserias moral y material, en un momento histórico en que la destructividad sin freno era el mejor medio de autojustificación.

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Dos detalles positivos En el Ojo de Agua del Pajarito, en Tzacapu, al topar ambos inesperadamente, estuvo a punto de matar al Gobernador Alfredo Elizondo, pero García Chávez, que tenía fama de buena puntería y que desenfundó primero la pistola, disparó a bocajarro y sólo hirió al caballo del gobernante. Tal vez en ese momento recordó que, después del episodio de los fuetazos, Elizondo evitó que fuera fusilado y lo dejó en libertad. José Antonio Zavala Bucio afirma en su Puruándiro que, como Inés era ahijado del párroco don Juan Álvarez, nunca atacó la ciudad. Lo anterior puede desmentirse en parte, pues del acta de bautismo de García Chávez aparece que sus padrinos fueron los señores Antonio Chávez y Margarita Bravo. Don Jesús Magaña Ortiz informa que el comerciante don José Guiza Tapia dio protección y ayuda a Inés, por lo que éste le visitaba y obedecía, y que esa fue la razón para que nunca atacara Puruándiro. Se consigna el dato sin afirmar ni negar. Lo importante es consignar que nunca sufrió la localidad los estragos de las hordas chavistas. Curimeo, Pueblo Nuevo, Yuriria, Santa Ana Maya, Villa Morelos, Huandacareo, Cuitzeo, Pátzcuaro, Cotija, El Jaral, Yuriria otra vez, Ario, San José de Gracia, Paracho, Jacona, Tingüindín, La Piedad, Tacámbaro, Apatzingán, Ayo el Chico, La Barca, Taretan, Moroleón y Peribán, entre otras, fueron localidades asoladas por García Chávez. Anduvo cerca, pero nunca se metió a hacer de las suyas en territorio puruandireño. Sus hombres y tres hazañas Zavala Bucio enumera, entre los hombres de Inés, a su segundo el puruandireño Manuel Roa, su primer asistente Ruperto López —que después fuera cristero—, de Penjamillo el manco Nares, de Valle de Santiago Macario Silva, Octaviano de la Peña, Luis Gutiérrez, de Tendeparacua, Tomás y Luis Morales, los hermanos Barriga, de Quiroga, de Villa Jiménez los hermanos Zendejas, de Villa Morelos Fidel González y Jesús Zepeda. Don Antonio Barragán Orozco cita 209


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también al santiagueño Rafael Núñez y al chucandireño Pedro Vázquez. Antonio Norzagaray, general obregonista distinguido, se enfrentó a García Chávez en un mal país cercano a Tzacapu. La fuerza chavista estaba distribuida en tal forma que, por donde se movieran, los carrancistas caían víctimas del fuego enemigo. El propio Norzagaray cayó herido y tuvo que ser llevado a la estación de Ajuno, para luego trasladarlo al hospital militar en México, donde falleció. El general Enrique Estrada estaba en Puruándiro, en enero de 1918, cuando un mensajero de Inés llegó a entregar un recado en el que García Chávez lo retaba a encontrarse en la hacienda de La Calera. Con el asesoramiento del entonces general Benigno Serrato acudió al punto. El combate duró más de 2 horas, los carrancistas sufrieron severas pérdidas y, de repente, los chavistas desaparecieron de la acción. Don Jesús Magaña Ortiz fue testigo a fuerza de otro hecho de armas. Inés llegó a Galeana a las 9 de la noche, aprehendió al jefe de la tenencia y obligó al joven don Jesús lo guiara al sur de la población, junto al cerro de la Peña Amarilla. A las 2 de la mañana, las tropas de García Chávez estaban parapetadas en ambos costados de un camino encallejonado. Después de 6 horas de espera, se acercó la tropa al mando del general José Flores, quien llevaba una pieza de artillería. La precipitación de un chavista evitó que Flores cayera totalmente en la emboscada. Se inició el fuego y los truenos de los cañonazos retemblaban causando destrozos en el lugar. La lucha quedó en tablas. Y llegó la que siempre gana Peribán fue el escenario de la última batalla de García Chávez, de donde tuvo que retirarse ante el embate de Bonifacio Moreno, de quien había sido compañero de armas en viejos tiempos, y de los yaquis al mando del general Pruneda. Aunque aparentemente iba ileso, García Chávez era presa de la fiebre tifoidea. En camilla fue llevado a Purépero, donde se le recluyó en el edificio de la presidencia municipal. El doctor José María Barragán lo examinó y diagnosticó el padecimiento, al mismo tiempo 210


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que indicaba que el mal estaba tan avanzado que era imposible remediarlo. La conseja de que la gripe española o influenza le causó la muerte fue desmentida por el médico, quien señaló el padecimiento que mató a Inés a su colega, don Juan Sepúlveda, informante de los autores. El párroco del lugar, don Francisco Luna Pérez, le prestó los últimos auxilios espirituales. Carlos, hermano de Inés, se hizo cargo del cadáver, que sepultó en la falda del cerro de La Alberca, entre dos Tepames, auxiliado por el dueño del terreno, don Pedro Martínez, y su hijo Marcelino. La tropa chavista no se enteró de la muerte de su cabecilla sino hasta el 14 de noviembre de 1918, 3 días después del suceso. La lista de defunciones que formuló en Purépero don Eliseo Caballero Melgoza tiene, bajo el número 42, asentada una partida que, escuetamente, dice: "11 de noviembre de 1918.- José Inés Chávez García. Terrible revolucionario, que por gracia de Dios NO perjudicó a Purépero. Aquí murió". La madre sufriente Doña Bartolita, la madre de José Inés, fue víctima involuntaria de las andanzas del hijo. La mayor parte de las personas le hizo el vacío, por lo que tuvo que abandonar Godino. En Janamuato encontró la comprensión y el amparo de doña Trinidad Cisneros Aguilera de Álvarez, quien le brindó techo y asistencia hasta la muerte de la desdichada madre. 6.

TIERRA A LA VISTA

Una leyenda y las defensas Parecía que los estragos de los revolucionarios terminaban. Benito Canales, oriundo de Tres Mezquites, colaborador del intento de los Flores Magón de convertir a Baja California en una república independiente de la tiranía de Porfiduro, orozquista 211


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declarado al proclamarse el Pacto de la Empacadora, fue sitiado en Maritas, Estado de Guanajuato, por las fuerzas federales. El hombre parecía dispuesto a morir hasta disparar la última bala. Loza, el de la justicia cruel y Francisco Cárdenas, el asesino, no hallaban la puerta. Desesperados de reducirlo, recurrieron al capellán de Surumuato, el padre Moreno, a quien pidieron se acercara a Canales y le prometiera el indulto. Benito accedió y entregó las armas. De inmediato fue trasladado a territorio michoacano y, junto al Lerma, en el cementerio de Pastor Ortiz, fue fusilado. Eutimio Pantoja, que hizo la revolución integrado al zapatismo, regresó a Presa de Herrera, su solar matrio, con un brazo menos. El Plan de Ayala lo llevaba en la sangre y procedió a organizar el movimiento agrarista. Ramón Ortiz inició la organización de la Defensa de Puruándiro, que jefaturó Timoteo Arriaga, quien señaló puntos de vigilancia en lugares estratégicos, los que recorría de noche con una ronda para evitar se durmieran los centinelas. Desde la etapa huertista, la Defensa de Galeana fue dirigida, sucesivamente, por J. Refugio López, Casimiro Pineda y Alejo Orozco, éste muerto en acción. Durante la etapa de pacificación, ya bajo el gobierno de Carranza, la fuerza cacaloteña estuvo bajo las órdenes de Enrique López. Por último, Domingo Araiza, como presidente municipal, organizó el 31 de octubre de 1917 un cuerpo de voluntarios. Parecía que las cosas volvían a la normalidad. Pero la gente del campo quería tierras. Un pacto rechazado La Ley Agraria del 6 de enero de 1915 fue complemento del artículo 27 constitucional. La Comisión Local Agraria de Michoacán comenzó a recibir solicitudes de dotaciones de tierras, a enviar ingenieros agrónomos que estudiaran la situación de las regiones, extensión superficial de las tierras señaladas, uso que se hacía de las mismas, investigación de los dueños y solicitantes, y determinación, según su criterio, sobre la 212


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procedencia o improcedencia de las dotaciones y, en caso favorable, la superficie de tierras excedentes a repartir. En Puruándiro se optó, como primera alternativa, hablar con los hacendados para que vendieran las tierras que no explotaban, que se fraccionarían entre los interesados, quienes pagarían el precio de su fracción en 10 años, con causa de intereses al 6 por ciento anual. 40 aparceros o medieros, encabezados por Jesús Magaña Ortiz, se entrevistaron con Jesús, Teresa, María Luisa, Moisés, Antonio y Gaspar Tena. Más tardaron los campesinos en exponer su solicitud de compra, que los Tena en correrlos con cajas destempladas, con lo que la alternativa fraccionera quedó eliminada. Fraccioneros y agraristas Los Markazuza, García, Arce y demás hacendados hicieron causa común con los Tena. Todos ellos contaban con un núcleo numeroso de sirvientes incondicionales dispuestos a obedecer las instrucciones de los amos. Se procedió a simular fraccionamientos en los que los supuestos adquirientes eran caporales y criados de confianza. Por supuesto, los auténticos trabajadores de la tierra se dieron cuenta de la maniobra y, exasperados, se opusieron, lo que tuvo como consecuencia numerosos enfrentamientos y derrame de sangre. Los campos se definían. Ejidatarios "bandidos" por un lado y la Comisión Local Agraria de su parte; "fraccioneros" decentes por el otro, y hacendados que los hacían fuertes con armas y dinero. Líderes El sector agrarista tuvo los siguientes líderes: En Puruándiro José Zavala Cisneros, en Galeana Jesús Magaña Ortiz, en Ururuta Filomeno Arias, en El Pueblito ¿al oeste, cerca de Janamuato) Melquiades Hurtado, en Casas Viejas Emilio Aburto, en El Granjenal Ciriaco López, en San Lorenzo Rafael Arévalo, en La Cofradía Luis Díaz Ramírez, al oeste del Sabino Juvencio Torres, en Janamuato Jesús Suárez, en Villachuato Francisco Hernández, en Agua Gorda 213


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José Orozco, en San Martín Ramón Ramírez entre otros, en Tres Mezquites Felipe Ramírez Méndez, en Pastor Ortiz Antonio Andrade, en Corrales Jesús González, en San Isidro Tierras Blancas Alfonso Díaz, en Rodeo de San Antonio Margarito Zavala, en Casablanca Nicasio Aguilar, Felipe Ramírez en Huipana, Fidel Díaz en La Soledad de Santa Ana, en principio Fernando Vargas en Santa Ana, J. Guadalupe Arroyo en Sanguijuelas, Bruno Morales en Mezquite Gordo, Eutimio Pantoja en Presa de Herrera, Francisco Vilchis en Tafoya, Leopoldo Ledesma en Godino, los hermanos Contreras en El Arco, los hermanos Lara en El Reparo, Valerio Saldaña en Janambó, José García en San Nicolás, Salvador Rodríguez en San Pedro Carano, Tiburcio Gutiérrez "el abogado" en La Excusa, J. Isabel Sánchez en Huatajo, Rosalío Orozco en Santa Clara, Santiago Corona en El Armadillo, Norberto Orozco en Las Tortugas, Ernesto Adame en Los Reyes, Crescencio Figueroa en El Pilar, Jesús López en Otungüitiro, Marcelo Álvarez en La Barranca, Luis Espinosa en Las Ranas, Eduardo Quezada en La Quemada, Ignacio Ledesma en La Soledad de San Antonio, Luis Durán en San Antonio Carano, Genaro Fonseca en Chamacuero, así como también se solicitaron donaciones en Aguacaliente, Las Letras y Mancera. A producto de gallinácea La lucha fue cruenta. José Zavala Cisneros obtuvo, para el ejido de Puruándiro, el decreto dictado el 3 de noviembre de 1921 por el Gobernador Francisco J. Múgica, que ordenaba la afectación de 12 mil hectáreas de la hacienda San Antonio de los Arce, que se defendieron con uñas y dientes, interpusieron un amparo contra la resolución y, finalmente, gracias a la rivalidad existente entre Múgica y Obregón, a más de varios cañonazos de cincuenta mil pesos, don Álvaro hizo que la Comisión Nacional Agraria redujera la superficie afectada a un tercio, esto es, 4 mil hectáreas. Sin embargo, Zavala Cisneros estaba dispuesto a la lucha; el 23 de octubre de 1923 repartió entre los ejidatarios volantes que reproducían los decretos de Múgica y Obregón, e incitaba a sus representados para que hicieran valer el primero.

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Todavía Múgica metió las manos y, como Obregón sólo tenía una, la expropiación se llevó a cabo. En posesión ya de las 12 mil hectáreas, la Asamblea General de Ejidatarios eligió presidente del Comisariado Ejidal al propio Zavala. Poco tiempo después, Gildardo Gil asesinó a su padrastro, el señor Zavala Cisneros. Muerte a manos piadosas Isaac Arriaga, que fuera estudiante de medicina en la Universidad de San Nicolás y abandonara sus estudios para incorporarse a la revolución maderista y, después, a la constitucionalista, fue electo diputado federal que, en el Congreso de la Unión, desempeñó brillante papel en defensa de agraristas y obreros y, luego, fue jefe de la Comisión Local Agraria en el Estado. En el desempeño de sus funciones, en Morelia, al ocurrir la manifestación de carácter religioso, a la entrada de la calzada de Guadalupe, de poniente a oriente intentó apaciguar a la multitud, pero de las filas de manifestantes salió una bala que segó la vida de Arriaga el 12 de mayo de 1921. Con sangre se gana la tierra Rafael Arévalo fue asesinado por fraccioneros en el mismo ejido de San Lorenzo. Juvencio Torres, del Sabino, también fue muerto a balazos. Jesús Suárez, de Janamuato, fue una víctima más, igual que Alfonso Díaz y Margarito Zavala, de San Isidro y El Rodeo, respectivamente. J. Guadalupe Arroyo cayó victimado en Las Sanguijuelas. En agosto de 1931 los agraristas de Janamuato y Presa de Herrera fueron agredidos, pero los fraccioneros cometieron el error de atacarlos en sus cuevas. Así les fue. Sin embargo, pronto cobraron desquite los verdugos de los hacendados. El 4 de octubre de 1933 se enfrentaron los contendientes en Hacienda de Santa Ana, hoy Isaac Arriaga; el saldo fue de varios muertos y heridos de ambos bandos. 215


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Menos de dos meses después, el 30 de noviembre, el líder de Presa de Herrera, hoy Manuel Villalongín, el zapatista mutilado Eutimio Pantoja, fue atacado por un grupo fraccionero y murió acribillado a manos del "Pico de Oro". En Santa Ana Mancera el liderato había sido ocupado por Isaac Arriaga, quien dejó el cargo a Fernando Vargas. La violencia era cosa de todos los días y había que encontrar un remedio. Surgió Jesús Montenegro. Ante la impotencia de las autoridades para restablecer el orden, Montenegro agrupó a los ejidatarios y les hizo observar una disciplina casi militar, para actuar en defensa de sus derechos y vidas. Para culminar la implantación del orden, previa selección, integró un cuerpo armado de defensa y choque y, como ellos, vistió una camisa roja que los distinguiera. Por otra parte, intentó obtener la presidencia municipal para el sector agrarista en las siguientes elecciones, ya que, al lograr el poder político, sería más fácil la defensa de los intereses del propio sector. El candidato lógico de los parceleros fue Montenegro. Pero hacendados y fraccioneros no se quedaron con los brazos cruzados. Resintieron en varias luchas la organización implantada por Montenegro. El 7 de septiembre de 1939, reunido con varios compañeros en Puruándiro, fueron atacados por fraccioneros de Santa Ana. Si bien respondieron el ataque, su posición era desventajosa. A las 8 de la noche, Montenegro murió a manos de los fraccioneros. Como gráficamente define don Jesús Magaña Ortiz, eran pocos los dirigentes agraristas que tuvieron la fortuna de "morir en su zalea". Por ello, de la vieja guardia de Janamuato sólo quedan Victorio Álvarez Cisneros y J. Carmen Ledesma Silva, éste actual presidente del Comisariado Ejidal. Pedro Torres Ledesma, unido en 1924 a los solicitantes de Manuel Villalongín, una vez que lograron entrar en posesión de las tierras, prefirió emigrar del lugar. Más vale nada de tierra que 2 metros cúbicos de tierra encima de uno. De los iniciadores, J. Guadalupe Díaz Villafaña, J. Carmen Pérez y Macario León tuvieron muerte violenta. Su esfuerzo fue continuado 216


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por Juan Díaz Díaz, Fructuoso León, Eusebio Ledesma Silva, Ricardo Medrano y sus hijos "los Medrano". Pedro Ochoa Jaimes fue el primer presidente del Comisariado de Villalongín. Miguel Corona, que sucedió en el liderato de Santa Ana a J. Dolores Macías, Antonio Medrano y Porfirio Bravo, al lograrse la dotación, también intentó emigrar, pero el brazo de los hacendados era largo. Corona fue muerto en Guamuchilito, Sin. El feliz momento de la dotación, en Galeana, se logró en 1931, cuando integraban el Comisariado José Díaz Espino, José María Maldonado y Felipe García. Otra forma de pensar Los fraccioneros también murieron en número considerable, pues debe tomarse en cuenta que sólo se ha hecho mención de líderes agraristas, y los parceleros no estaban mancos. Pero quienes se opusieron al reparto siendo parte del pueblo no fueron líderes, sino instrumentos de los hacendados, que no arriesgaron nada y tenían mucho qué ganar. También resulta interesante conocer el punto de vista del vecino de Puruándiro que no era terrateniente ni se moría de hambre como para saquear tiendas, que no tenía interés en una parcela por tener otro modo de vivir. Don Joaquín Gómez dedicó sus ratos de ocio a mecanografiar unas efemérides puruandireñas que comprenden del 27 de octubre de 1908 al 28 de octubre de 1949. El señor José Antonio Zavala Bucio tuvo la gentileza y suficiente confianza en los autores como para prestarles las 50 hojas mecanografiadas originales que las integran. Dice el señor Gómez: "Mayo 21, 1925. Los Bolchevikis agraristas han estado robándose el trigo de la Hacienda de san Antonio.- Noviembre 7. Hoy por la mañana, entraron por las principales calles y la Plaza muchos camiones y automóviles con los "norteños" que vienen a tomar tierras por el Agrarismo; se dice quieren establecer el culto protestante.Abril 9, 1927. Hoy cerca de las 8 de la noche hubo un pronunciamiento. Los Levantados entraron a la población matando a 217


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algunos gendarmes y bolchevikis y gritando ¡Viva Cristo Rey!.- 10. Hoy como a la una de la tarde entró el gobierno recuperando la plaza. Durante los días siguientes los vecinos estuvieron atemorizados por la tirantez del Gobierno y por las intrigas de los bolchivikis.- Diciembre 16, 1929.- Por la noche hay una manifestación de la plebe proclamando como reina de las fiestas a la Srta. Elisa Castañón; otros postulan a Esperanza Rosiles.- Noviembre 30, 1934. Como a la una de la mañana hay una continuada balacera en la que amaneció muerto Eutimio Pantoja; hubo además tres heridos. Se dice que Pantoja era un agitador que quería tomar la Presidencia.- Enero 30, 1936. Hoy en la noche los Agraristas y plebe de Panindícuaro, Mich., profanan la Parroquia y roban algunos objetos del culto.- Junio. Como a las 2 de la mañana de este día se escucharon como 7 disparos de máuser que se los dirigieron unos desconocidos a una mujer y un hombre comunistas que habían dado una velada en la escuela de niñas.Septiembre 7, 1939. Por la noche como a las 8 hay una fuerte balacera. Resultó muerto un alborotador comunista llamado J. Jesús Montenegro, nacido en el rancho de Tres Mezquites y aspirante a la Presidencia Municipal. Hubo además 2 muertos y algunos heridos…" Como se ve, la población urbana de Puruándiro vivía divorciada de la población rural agrarista, sin interesarse por conocer las razones de su pensamiento. Todavía, más de cien años después de consumada la independencia, se hablaba de la plebe que proclamaba una reina decembrina y que profanaba y robaba templos, en tanto al hablar de homicidios perpetrados entre líderes agraristas, no se vacilaba en calificar a éstos de "alborotadores comunistas". La ignorancia y el desinterés, como la pasión, cierran los ojos a toda lógica y toda misericordia. 7.

CON ESTE SIGNO VENCERÁS

La cosa no fue tan brava Y se aprovecha el viaje.

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Estalló el conflicto religioso. En Puruándiro justo se había dado posesión de tierras a ejidatarios cuando, el 9 de abril de 1927, irrumpieron las fuerzas cristeras, como lo relata el señor Gómez, pero su incursión fue de entrada por salida. El jefe era José Barrera Navarrete, de quien algunos afirman no sabía montar a caballo. Entre sus ochenta a cien seguidores, su segundo fue José Ramos, quien reunió caporales y servidores fieles de la hacienda de San Antonio Carano. También formaban filas con ellos Jesús Arriaga "El Chirrique", Ruperto López y dos hermanos de apellido Castillo. Además, fue parte del grupo Alfonso Arce, hijo del hacendado Antonio Arce. Alfonso, al poco tiempo, fue hecho prisionero y, trasladado a Morelia, se le fusiló. En Manuel Villalongín, antes Presa de Herrera, nunca cayeron los cristeros. Sólo se vio en dos ocasiones pasar de lejos y a todo galope al Chirrique y a Genaro Rodríguez. Éste era de Janambó y capitaneaba gente fuereña. Por aquello de que vale más pecar de desconfiado, los poblados agraristas crearon sus defensas sociales. En Manuel Villalongín el jefe fue Emilio Moreno; en Isaac Arriaga, antes Santa Ana, el mandón era Francisco Cancino. Pero nunca tuvieron que emplearse a fondo en el Municipio. En Galeana no hubo cristeros ni come curas. El general Ramón Aguilar, acantonado en Tzacapu, controló la región, si bien obligó a los agraristas del Bajío michoacano a empuñar las armas y servir bajo su mando. ¿Y qué podían hacer los agraristas, sino colaborar o simular hacerlo, porque de lo contrario se les cerraban las puertas de los caminos a la dotación de tierras?. Contra el Charleston Sin embargo, en la ciudad la inquietud y la efervescencia eran patentes en distintos aspectos. La Acción Católica de la Juventud Mexicana (A.C.J.M.) y "padres de familia" mandaron imprimir unos volantes que repartieron el 22 de abril de 1926: 219


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"Detengamos la corriente impetuosa de las modas indecentes, para evitar que caigan las mujeres en las garras de esas sectas odiosas que acechan siempre y que no tienen el severo principio de la Moral de la Iglesia Católica…" Un raptor enfriado El 23 de noviembre de ese 1926, en Janamuato, el padre García fue aprehendido y obligado a subir a un automóvil de una caravana de cuatro. El Encargado del Orden, Ramón Arévalo, que ayudó al secuestro, resultó muerto a balazos. Lucha, fianza y reapertura El 11 de abril de 1929, el ejército federal y fuerzas agraristas alcanzaron a los cristeros que habían pasado por Puruándiro. Dispersaron al grupo y le quitaron numerosa caballada. El 29 de julio, el Ayuntamiento permitió la apertura del templo parroquial y del Santuario de Los Ángeles, previo depósito de una fianza de cien pesos. Poco después, el párroco Juan M. Hernández celebró solemne Te Deum, para festejar la reanudación de cultos. Sobrevino el acuerdo de las altas autoridades eclesiásticas con las políticas, un desarme que resultó cruento y desalentador para los alzados y una nueva etapa en la que la reforma agraria dejaría de ser presentada a los ojos del pueblo como un invento satánico. Poco a poco el resentimiento y la ceguera pasionales fueron sustituidos por la aceptación de lo que tenía mucha razón de ser y, en contados casos, por una actitud pasiva de amargura que, a la fecha, en tertulias escogidas, exterioriza la renuencia que no admitirá nunca que las cosas hayan dejado de ser como en otros tiempos. Pero los resabios se extinguen junto con los que se niegan a admitir la evolución de México.

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8. EL ACERCAMIENTO Líneas y más líneas Dentro del ambiente de lucha, no debe pasarse por alto a las indicantes del progreso que, gota a gota, llegaban a Puruándiro. No es ocioso volver a mencionar a don Salvador Villar, el médico telefonista. La línea telegráfica, de uso oficial, que desde 1894 comunicaba a Puruándiro directa y exclusivamente con la capital del Estado. El tendido de la vía ferrocarrilera que unía a Pénjamo con Ajuno y que, contra toda lógica, en lugar de pasar por la cabecera puruandireña, tuvo su estación a un lado del latifundio de Villachuato. El contrasentido era explicable, ya que la hacienda y sus poderosos propietarios pesaban más, en el criterio porfitiránico, que el interés general. Esas líneas telegráfica y ferroviaria fueron eficaces medios para la comunicación y rápido transporte de los ejércitos porfirista, maderista, de pelones huertistas, carrancista y callista. Pero la utilidad pública de tales medios implicó para los civiles, en el caso del ferrocarril, la molestia de traslado de la ciudad hasta Villachuato y viceversa, a lomo de bestia; en tanto el telégrafo implicaba el medio de avisar a la familia la llegada al latifundio, para que fueran a esperar al viajero con una bestia que transportara su humanidad, cambiando el traca-traca de la vía por el tarac-tarac de las pezuñas de su cabalgadura. Y los avisos telegráficos de llegada, en manos de personas no familiarizadas con el ambiente, se prestaban a interpretaciones chuscas sobre los hábitos del viajero puruandireño, ya que, por lo general, en economía de palabras y costo del mensaje, los telegramas de aviso rezaban: "Salgo tren. Llego Villachuato. Espérame burro". O el viajero era transformista o su inclinación a líquidos espirituosos lo hacía llegar en estado lamentable.

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Quita y pon Las vías quedaron tan fastidiadas después de las luchas revolucionarias, en las que los rebeldes las quitaban o volaban con dinamita, en tanto las fuerzas oficiales las volvían a colocar, que los riesgos consecuentes convertían los viajes en peligros novelescos. Por ello, durante la corta gestión presidencial del ingeniero Ortiz Rubio, éste informó que su gobierno procedería a instalar la vía férrea que comunicaría regularmente a Pénjamo con Ajuno y puntos intermedios. Pero la estación obligada sigue siendo Villachuato. Virajes y brincoteos Por cuanto a carreteras, la historia es bien sabida, pues su desarrollo es aplicable a todas las localidades. Todavía para 1940 Puruándiro sólo soñaba con ellas, pues las brechas existentes entre diversos lugares sólo podían transitarse entre brincos, nubes de polvo, vueltas y revueltas. El único camino estable, por necesidad, era la ruta a Villachuato que, veloces como tortugas reumáticas, cruzaban cochecitos viejos y rechinantes, caballos y burros, así como un gran autobús con capacidad para 25 pasajeros. El ferrocarril era, por tanto, el campeón de la comodidad que comunicaba con Pénjamo, al norte, y con Tzacapu, al sur. Los amantes de la aventura y las fuertes emociones, el masaje del brincoteo y la posibilidad de hacer un viaje con duración calculada de 3 horas y posible de 18, abordaban autobuses brecheros a Morelia, Tzacapu, Pénjamo, Huipana, Irapuato y puntos intermedios. Los trebejos rodantes Otro medio de transporte, al parecer más cristiano, también irrumpió en el ámbito puruandireño. El 2 de septiembre de 1910, antes de alborotarse la jicotera, pudo llegar a Puruándiro, quién sabe cómo, una araña con ruedas que se

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llamaba automóvil. Bufaba, echaba humo, pero rodaba lentamente, dirigida por un señor muy serio que pisaba pedales y movía palancas. De vez en cuando llegaron a Puruándiro trebejos del mismo tipo, aunque cada ocasión tenía un aspecto de mayor solidez. En 1920, don José Abonce llegó hasta el Janamuato donde naciera como tripulante de un Ford, modelo "T", con cuyos tosidos y bocinazos se familiarizó pronto la gente. Don José, hombre de empresa, se dio cuenta que podía sacar raja de los trebejos rodantes. Hizo viaje y regresó con un vehículo de mayor tamaño, que se supo se llamaba autobús. El huacal rodante podía cargar con 12 pasajeros. Así quedó establecido el servicio de transporte de Janamuato a Puruándiro y viceversa. Puruándiro, con telégrafo, ferrocarril, automóviles y teléfono se incorporaba a la etapa de la mecanización. Desafío a la ley de gravedad El aerotransporte causaría serios temores y, pasado el tiempo, se convertiría en espectáculo circense. Los cretinos festejan que México fue el primer país donde se emplearon los aviones para bombardear ciudades y posiciones enemigas. Si puede llamarse bombardeo a que un como caballo del diablo tembeleque, cuyo piloto, de pasadita y al buen tuntún, aventaba un par de granadas que a veces no estallaban, los cronistas de la destrucción no están equivocados. En realidad, el aeroplano se empleó como medio de observación del enemigo y, si después de ver el piloto a las tropas adversarias podía regresar con los de su bando, dar informes vagos a sus jefes, esos informes muchas veces no eran exactos, pues los aviadores se entretenían más en evitar caer que en contemplar el panorama. Pero ante los ojos azorados de los puruandireños, cuando la cosa ardía entre fraccioneros y agraristas, el 18 de enero de 1924, se oyó el rugir carrasposo de un motor y cruzó los aires un aeroplano en cuyas alas se veían insignias militares. Después de varios recorridos, el aigreplano se retiró bufando, en tanto la gente se persignaba.

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Cinco años después se repitió la escena. El 15 de junio de 1929, en plena Cristíada, el estruendo hizo volver los ojos al cielo y ver a dos chochos que iban y venían por el espacio, casi rasando las torres del templo y del Santuario. Pero 6 días después fue el acabóse. Se avizoró al caballo del diablo ir y venir y, en un de repente, bajar y bajar hasta tocar tierra. Los atrevidos intentaron acercarse al aparato, pero los soldados lo impidieron. Un señor vestido de cuero, con botas y pantalones de montar, con un casco que hacía pareciera tenía cabeza de mosca, platicó un rato con el coronel Torres Ortiz, volvió a subir a su araña con alas y, entre estrepitoso pedorreo, el aparato desapareció en el horizonte. Frenos chorreados El misterio quedó completamente develado el 20 de diciembre de 1931. Llegó y aterrizó un aeroplano de la Escuela de Morelia. Se avisó que quienes quisieran comprar boleto, porque el aparato iba a dar unas machincuepas en el aire y aterrizaría ante los espectadores, debían darse prisa. Todo el que pudo asistió y se sentó expectante en las graderías. Subió el piloto a su campamocha, un señor le dio vuelta a la hélice y el avión se elevó, hizo marimañas en el aire un buen rato y pasó zumbando sobre el público boquiabierto. Finalmente, se vio cómo se acercaba, tocaba tierra, daba dos o tres reparos y, cuando todos pensaban que en ese momento terminaba su boleto, o el aviador calculó mal o le fallaron los frenos, si los tenía, y el aeroplano fue a dar contra las gradas, hiriendo a varios y dando muerte a una niña. La tragedia confirmó un presentimiento: eso de los aviones era cosa del diablo. Todo progreso tiene su costo.

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9. RETROCESO PROGRESISTA Toponimia pintoresca Para 1914, la ciudad cabecera se dividía en seis cuarteles integrados por 97 manzanas, cuyas avenidas y calles ostentaban nombres pintorescos que, por desgracia, han ido desapareciendo poco a poco y cuyo origen sería interesante averiguar, ya que las denominaciones de Atentado, Chasco, Desengaño, Despilfarro, Desprecio, Duda, Esqueleto, Fugas, Pavor, Roña, Testerazo, Triste y Valor son sugestivos. Viaje productivo Los habitantes de la cabecera, para esa época, eran 4,068 hombres y 5,838 mujeres, dedicados a fabricar aguardiente de caña, jabón rebozos, cobijas, talabartería y huaraches y zapatos; en tanto el municipio alcanzaba un total de 36,654 habitantes. Las cifras anteriores sólo demuestran que en el municipio se sufrió una severa disminución al abandonarlo ricos emigrados a las capitales, pobres emigrados al extranjero, muertos y asesinados. La población municipal, para 1930, arrojaba 8,108 vecinos de la ciudad, y solamente Galeana, Janamuato, Isaac Arriaga y Surumuato excedían un poco del millar y medio de pobladores, mientras Manuel Villalongín, San Martín y Villachuato sólo excedían del millar cada uno, el que apenas medio alcanzaban a arañar Huipana, Las Ranas y San Lorenzo. El reparto agrario hizo variar la actividad agrícola, en tanto la ganadería, que hacía ocupar al municipio el primer lugar del Estado en producción pecuaria, descendía de manera casi vertical, fenómeno explicable ya que las tierras ociosas, que habían servido de agostadero, se convertían en campos agrícolas. Trigo y garbanzo, productos de exportación, iban siendo sustituidos por maíz y frijol, necesarios para el consumo interno de la localidad. Lo que parece un retroceso era en realidad un avance. Se exportaban menos productos al mercado nacional, pero el campesino 225


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puruandireño comía más y mejor, aunque sólo se tratara de gordas y calientitos de la olla. Domínguez y el Banjidal Sin embargo, el Banco Nacional de Crédito Ejidal, S. A. de C. V., exigió, para el otorgamiento de créditos al campo, la siembra de trigo a costa del cultivo de garbanzo. El financiamiento de esa institución, creada por Lázaro Cárdenas, permitió obtener datos exactos sobre la producción del Bajío michoacano. Todavía en la época de las haciendas, en los años 20, la producción de trigo puruandireño alcanzó un volumen de 6,760 toneladas, en tanto en la década de los 30 descendió a 5,690 millares de kilos, lo que arrojó un descenso de sólo 70 toneladas que, si se toma en cuenta el mejor comer del campesino no fue ningún perjuicio. En parte, esa baja reducción en la productividad regional se debió a la actividad incansable del Jefe de Zona de Banjidal don Encarnación Domínguez Roldán. A ese precio, yo lo compro Por cuanto a otros cultivos, distintos de los básicos: camote, chile, haba, jitomate y alfalfa, arañaron un valor, en conjunto, de 14 mil pesos, cantidad que no parece tan exigua si se toma en cuenta que, por kilogramo, el camote se vendía a 4 centavos, el chile a 27 centavos, el haba a 6 centavos, el jitomate a 6 centavos, y la alfalfa a menos de un centavo el kilogramo. Tampoco se abandonó el cuidado de durazneros, guayabos, peroneros, membrillos, limoneros, limos, naranjos y chabacanos, si bien la actividad frutícola nunca había sido explotada en forma en la región. La ganadería, en declive, representaba todavía un respetable renglón en la economía abajeña. 19 mil cabezas de ganado vacuno, once mil chivos, 7 mil cerdos, dos mil borregos, ocho mil burros, 1 300 caballos y 650 mulas implicaban una riqueza cercana, hace 50 226


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años, a los dos millones de pesos, esto es, calculado el valor de una res en 65 pesos, y el de un caballo en sólo 60. La avicultura, en esos años treintas, tenía como líderes a los bajíos guanajuatense y michoacano, en ese orden, en la inteligencia de que el rey de la producción gallinácea y guajoloteña de Puruándiro fue el señor Salvador Morales Cerda, que enviaba diariamente a México un promedio de 1 600 huevos. La población avícola de las cuatro o cinco granjas importantes de la época pellizcaban los 60 millares. De paso y para no dejar, la cría de abejas era una actividad colateral explotada por algunos puruandireños que, en conjunto, sumaban casi 3,500 colmenas. Industria y comercio Por cuanto a industrias se refiere, la ciudad alojaba una cerería, 3 embotelladoras de refresco, 2 fábricas de hielo, una panificadora, una imprenta, 9 molinos de nixtamal y 3 de trigo, 7 tenerías y 2 fábricas de calzado y huarache. El comercio era la actividad en pleno derrumbe. No en balde habían ocurrido tantas desgracias y el clima de lucha interna agravaba la situación. 143 establecimientos mercantiles: hoteles, mesones, sala cinematográfica, tiendas de ropa y de abarrotes, tendajones, jarcierías, farmacias, billares, cantinas y carnicerías apenas alcanzaban a sumar una inversión cercana a los ciento trece mil pesos, sin contar los servicios del Banco Nacional de México y del Banjidal. El precio del cambio resultaba caro. La reina del Bajío michoacano descendía del trono y se convertía en municipio y localidad que se tronaba los dedos. Pobres, pero todos comen La imagen de conjunto era engañosa. Los grandes capitales desaparecían, pero el patrimonio de cada familia había aumentado. El detalle estaba en que cada jefe de familia tomara conciencia de su responsabilidad para impedir que disminuyera el patrimonio familiar. Logrado ese propósito, sería necesario no que cada individuo 227


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remara su lancha, sino unir embarcaciones y esfuerzos para, en forma colectiva, hacer que el enfermo se recuperara y lograra mayor pujanza. El desbarre en marcha, pero con riesgo Por cuanto a la educación, el gobierno federal tenía en servicio y pagaba sueldos, en ese primer tercio del siglo en curso, sólo Primarias en Puruándiro, Casas Viejas, Isaac Arriaga, La Calera, Manuel Villalongín, San Antonio Cerano, San Miguel, San Miguel Casas Viejas, Tres Mezquites, Urequio y Surumuato. El gobierno estatal, por su parte, costeaba gastos y sueldos de planteles y personal docente en Puruándiro, Casas Blancas, Granjenal, Galeana, Godino, Janamuato, La Palma, Soledad de San Antonio, Manuel Villalongín, Mezquite Gordo, San Martín, Tafoya, Villachuato y Ururuta. Veinticinco planteles que, con excepción de los establecidos en la cabecera, sólo en raras ocasiones contaban con una planta mayor de tres maestros cada una, población docente que no sólo iba a educar chiquillos, sino a arriesgar el pellejo ante los intolerantes. 10.

EL GOBIERNO

Meléndez y sus argüendes En 1917, después de las prefecturas, se inicia la etapa de los presidentes municipales. Domingo Araiza formó el cuerpo de voluntarios para resguardo de la ciudad. Cada tenencia y poblado tuvo que buscar la forma de defenderse, en caso necesario. En el mismo año, sucedieron al señor Araiza, primero Gabriel Tovar y, después, el farmacólogo Genaro Méndez y Méndez, que tuvieron que afrontar el problema de aplicar la novísima Constitución federal y, poco después, la del Estado ya adecuada a aquélla, ello en un ambiente de pugna entre latifundistas y campesinos que pedían tierras. La inquietud reinante era para escalofriar al más pintado.

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Don Genaro tuvo que dejar la farmacología a un lado, pero, ante lo negro del panorama, prefirió regresar a su antiguo mundo de potingues y menjurjes. Le sucedió en el poder Prisciliano Meléndez, que era de arder. Durante un buen tiempo se sabría de sus hazañas conforme el nuevo estilo electorero. Con Meléndez se puede afirmar se consolidó el divorcio entre ciudad y campo, ya que comenzaron las invasiones de tierras y el ejercicio de sus derechos por ciudadanos no acostumbrados a ejercitarlos, lo que los inducía al exceso. En elecciones para diputado local, los señores José M. Soto y Máximo Guiza, candidatos del Partido Liberal Constitucionalista, la llevaban de ganar. Pero Meléndez irrumpió para apoderarse de la documentación electoral. En la casilla número 2, en la calle de Guerrero, cayó con la pavorosa en la mano, suspendió las elecciones y jaló con urnas, papeletas de voto, actas y todo lo demás, con lo que interrumpió e hizo imposible el escrutinio. Se elevó queja por los afectados, que estimaron se impondría castigo ejemplar al de la cuarenta y cinco. Pero el negocio se complicó con una reacción rabiosa de Ángel Zavala quien, resentido por la afectación de tierras, intentó enfriar a balazos a Meléndez. Como la puntería fue mala, don Prisciliano ya tuvo en qué apoyarse, para en alguna forma desvirtuar la denuncia formulada en su contra. Éntrale al toro Prócoro Martín, en un pequeño golpe de municipio, amaneció, al terminar el año de 1925, como nuevo presidente municipal, pues la noche anterior soldados del ejército federal aprehendieron a Prisciliano y al secretario municipal Gaspar Martínez y, con la amabilidad de unos mosquetones con cartucho cortado, les pidieron firmaran su renuncia. Ante tan convincentes argumentos, Meléndez y Martínez accedieron a la amable petición. José Uribe Fuentes siguió al frente de la nave municipal y sorteó tormentas y vendavales por casi un año completo.

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José Villegas Coria fue el mártir en turno, quien con sólo unos meses de tormento se dio por vencido, se retiró de la lucha y dejó en la arena a Dionisio González, cuyo aguante no excedió de una quincena. Presidente sustituto fue Enrique Soria, quien pronto cedió la pareja a don Aurelio López para que, en baile de cuadrillas, dejara la presidencia a Gilberto Pizarro para marcar el paso de un rigodón con un poder que no podía ejercitarse en paz. Don Juan Arévalo sucedió en el potro de los tormentos y, para su fortuna, llegó la hora de los militares. Manus Militarii El coronel Pedro Torres Ortiz se hizo cargo del mando. La mano militar era pesada y daba manotazos en favor del agrarismo. Tocó la hora de dar pasos atrás a caporales fraccioneros y a los poderosos que los apoyaban. Entre otras cosas, Torres Ortiz afrontó un problema urbano: la ampliación de la red de agua potable, obra necesarísima. Los interesados o futuros beneficiados debían cubrir ciento ocho pesos por cabeza, a fin de solventar los costos de tubería y trabajos de instalación. Sólo así se logró la cooperación (?) de los vecinos que con renuencia se negaban a entregar su aportación. Corría mayo de 1929. Dada la prontitud con que se logró la colaboración vecinal, el coronel Torres inició las obras de empedrado de diversas calles, entre otras la de Cuesta de la Caña. Todo ello se debía a motivos políticos. La ciudad debía presentar buena cara. Efectivamente, el 19 de noviembre de 1929 llegó a Puruándiro, en su campaña política, el candidato presidencial Ing. Pascual Ortiz Rubio, a quien acompañaba el general Lázaro Cárdenas. 1930 implicó una sorpresa. Puesto en paz el municipio, en un lugar próximo a la fuente del Agua Potable llamado "Las Huertitas", los ejidatarios de las distintas comunidades ofrecieron comilona de despedida al coronel, ya que Fernando Vargas, vecino de Santa Ana, era el nuevo presidente municipal.

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El 30 del mismo enero el ejidatario Ángel Zavala se apoderó del palacio municipal, botó a Vargas acusándolo de fraccionero y, de rebote, también corrió al secretario Juvenal Vargas. El nuevo presidente sería José Villegas. Santo remedio Pero las cosas no iban a quedar así. Fernando Vargas "El Abajeño", llegó el 3 de marzo apoyado por agraristas de Santa Ana transportados en 3 camiones. Los ejidatarios puruandireños intentaron repeler la invasión en apoyo de Villegas. Se armó la balacera y duró hasta caer la noche. Sin abandonar sus posiciones los grupos rivales esperaron el nuevo día. A las 7 de la mañana llegó el tercero en discordia. Nada más y nada menos que don Lázaro Cárdenas. Reunió a los adversarios. Con su habilidad característica para el diálogo los escuchó y les largó una parrafada como sólo él sabía hacerlo, con objeto de que entendieran que su peor error era dividirse en fracciones, ya que sólo podrían resolver sus problemas y enfrentarse a sus enemigos comunes mediante la presentación de un solo frente. Y, para evitar nuevas discordias, sostuvo pláticas con grupos diversos de vecinos, encargó la presidencia a don Enrique Soria y vio cómo los ejidatarios se retiraban con las orejas gachas. Pan y orden En agosto 29, los panaderos decidieron constituir un sindicato. Los iniciadores evitaron la venta de pan hasta que todos los fabricantes de virote y granilladas se afiliaron a la asociación. En 1934 se hizo cargo del gobierno el coronel Manuel Reyes, jefe de la guarnición y comandante del 34o Regimiento de Caballería. Hubo dos intentos para tomar la presidencia, pero los aventados toparon con piedra. El 2 de enero de 1935 llegó don Rafael Sánchez Tapia, Gobernador interino del Estado, y dejó en la presidencia al capitán José Figueroa, quien después de ordenar la ejecución de tres personas en el poblado de Tres Mezquites —¿qué tal si se hubiera llamado Veinte 231


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Mezquites?—, entregó el poder, el 12 de marzo, al coronel Gustavo Martínez, quien pasó el gobierno municipal a Juan Arévalo el 20 de agosto. Se sucedieron en la presidencia Nicasio Herrera y los mayores Carbajal y Rodríguez. A este último tocó hacer las investigaciones sobre el asesinato de Jesús Montenegro, el 7 de septiembre de 1939. Y siguió la refriega Después de los gobiernos militares que, en alguna forma, lograron evitar la anarquía total y encauzar al municipio al orden, siguieron de nuevo los gobiernos civiles. Ejercitaron el poder, en efímeras actuaciones: Martín Arroyo, Gregorio Jiménez, Bernabé Godínez y Jesús Granados. Dos tocayos: Luis Corona y Luis Galván, rigieron un par de años cada uno y, por igual lapso, José Ledesma. En mucho tiempo nunca visto, fue Francisco Pérez quien logró implantar su criterio y gobierno por tres años. También debe tomarse en cuenta que, o la gente ya estaba cansada o entraba en razón, lo que era muy necesario, pues el municipio se había derrumbado en lo económico. El pensamiento franquista A fines de 1939, debe consignarse, el sinarquismo sentó sus plantas en Puruándiro, pero, curiosamente, en sus mítines era mayor la concurrencia de mujeres. En cuanto a los varones, sólo se veía a pequeños propietarios y algunos comerciantes de la ciudad. La tesis sinarquista se oponía al agrarismo. Los choques tuvieron que surgir. Pero el sector acomodado recibió con júbilo al nuevo partido político: Acción Nacional. Su nacimiento fue la puntilla para el movimiento que más recordaba la imagen del nazismo alemán.

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REFERENCIAS AL CAPÍTULO IV SILVA HERZOG, J. Jesús. Breve historia de la revolución mexicana. Vol. I: pp. 89-126, 157-72, 199-205 y 278-339. Vol. II: pp. 41-5, 56-8, 182-9, 203-10, 262-70, 298-302 y 321-41. SÁNCHEZ LAMEGO, Miguel A. Historia militar de la revolución constitucionalista. Primera parte. pp. 261-74 y 88. ZAVALA BUCIO, José Antonio. Puruándiro. MAGAÑA ORTIZ, J. Jesús. Información testimonial. BARRAGÁN OROZCO, P. Antonio. José Inés Chávez García, pp. 5-7, 10, 12-4 y 38-43. OROZCO LEMUS, José María. Información testimonial. MACÍAS RANGEL, J. Dolores. Información testimonial. DÍAZ, Ramón. Información testimonial. RODRÍGUEZ MALDONADO, Antonio. Información testimonial. MARTÍNEZ VILLICAÑA, Pablo. Información testimonial. TORRES, Mariano de Jesús. Op. cit., Vol. III. p. 151. LLACA, Pedro de. Michoacán. pp. 225-6 y 229-30. FOGLIO MIRAMONTES, Ing. Fernando. Geografía económico agrícola del Estado de Michoacán, 3 Vols. HERRERA SÁNCHEZ, Lic. Raymundo. El municipio en un sexenio de Michoacán. 1968-1974, pp. 92-4, 237-43 y 318-23. GÓMEZ, Joaquín. Efemérides de Puruándiro. Op. inédita.

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CAPÍTULO V LA JORNADA DE ESTOS DÍAS 1.

LAS CALADAS AL CABALLO

El campesino fue el que la hizo

E

revolucionario se inició, se sostuvo y logró el triunfo gracias al sudor, a la terquedad y a la sangre que derramó la masa campesina mexicana. Millones de campesinos hicieron posible el triunfo de Madero. Después del cuartelazo, los trabajadores de la tierra, con Villa o con Zapata, dieron la victoria al grupo constitucionalista. Venustiano Carranza, poco a poco, dependió cada vez más de dos grupos a los que él no pertenecía: los políticos intelectuales y la nueva casta militar compuesta por soldados de experiencia y nuevos jefes surgidos del campo de batalla. Ambos grupos estaban unidos, por lo menos, por una sed abrasadora: la sed del poder, del mando. Al huir Victoriano Huerta, los triunfadores se dividieron. Emiliano Zapata, el intransigente "a la altura del arte",f irme en su convicción de lograr la justicia para los campesinos despojados, peones y jornaleros. Francisco Villa, genio militar en tanto contó con el apoyo del general Felipe Ángeles, era también miembro del grupo campesino por derecho de nacimiento. Su personalidad fue un imán que atrajo a muchos trabajadores de la tierra que ya no querían vivir acapillados o sujetos a un miserable jornal. Zapata y Villa fueron los auténticos líderes campesinos, y los michoacanos que fecundaban la tierra con su esfuerzo, como los agricultores de otros muchos Estados, lucharon bajo el mando de uno u otro. L MOVIMIENTO

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Entre espadones y cerebritos Carranza fue otro cantar. Don Venustiano formaba parte, desde la época porfitiránica, de un sector privilegiado. Militares como Cándido Aguilar, Francisco Murguía, Juan Barragán, Pablo González, Jacinto B. Treviño y Guajardo el asesino de Chinameca, así como los intelectuales Isidro Fabela, Roberto Pesqueira, Emilio Rabasa, Félix F. Palavicini y otros, le rodearon nombrándolo "Primer Jefe". Además, en el bando carrancista aparecieron los nuevos soldados sonorenses: Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Adolfo de la Huerta. La revolución constitucionalista triunfó gracias al talento militar de Pancho Villa y Álvaro Obregón. Zapata se concretó a mantenerse firme en el sur y reírse de la "habilidad", primero de los generales huertistas y después de los carrancistas González y Barragán. De que la perra es brava… Don Emiliano cayó acribillado por las balas felonas de los verdugos al mando del que recibió en premio cincuenta mil del águila y el águila de general. Villa, sin Ángeles, fue derrotado por Obregón, sin brazo. Un reducido sector asalariado que integró la Casa del Obrero Mundial fue puesto en orden por la mano férrea de Carranza, cuando pensaban que la Revolución apoyaría sus peticiones. Ricardo Flores Magón, el precursor e ideólogo de la Revolución, murió en una cárcel gringa sin que ningún líder victorioso mexicano intentara darle mínima ayuda. Y Carranza, finalmente, cayó en las redes del militarismo en que se había apoyado, pues cuando intentó alejar del poder a sus generales al proponer la candidatura del civil ingeniero Bonillas, los generales sonorenses se levantaron en su contra y quedaron donde querían, a la cabeza del poder.

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Ven a mis brazos, obrero, ven La política de los nuevos mandones buscó otro sostén que no fuera militar, sino popular. Pero el campesino debía ser hecho a un lado, porque seguía consciente de lo que quería. Como presidente provisional, Adolfo de la Huerta promovió la organización del sector obrero y asalariado. Con la sola excepción del sector ferrocarrilero, que participó activamente de principio a fin de la Revolución, ni obreros ni asalariados habían jugado un papel de importancia en la lucha, pues carecían de unidad y de conciencia de clase gracias a las gracias de Porfiduro y sus científicos. Pero la actividad de los sonorenses logró que los trabajadores se identificaran y, mediante la creación de la Confederación Regional Obrera Mexicana CROM por De la Huerta, que se unieran bajo el liderazgo de Luis N. Morones. Ya organizados, obreros y empleados obedecieron la consigna: impulsar la candidatura de Álvaro Obregón. En todas las ciudades de importancia de la capital para abajo, los asalariados emitieron su voto en favor del manco de Celaya, y Obregón fue electo presidente de la República en 1920. Quítate, que ahí voy El nuevo orden de cosas, simple y sencillamente, hizo que las aspiraciones campesinas se archivaran en el cajón del olvido. La oportunidad ofrecía su único pelo a los trabajadores de los centros urbanos y fabriles, quienes estaban totalmente alejados de la problemática del trabajador del campo. Y los asalariados agarraron a la oportunidad por su único pelo y le sacaron jugo. Y la Revolución le hizo justicia a los obreros. Ya no me sirves La CROM, bajo el gobierno de Obregón, derivó del socialismo a una postura anárquica y, bajo el régimen del sucesor Plutarco Elías Calles 236


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a una etapa de ataque a la religión, en consonancia a la postura del nuevo mandamás. Las peticiones obreras de una mejoría por medio de las suspensiones de labores no encontraron en Calles el respaldo que esperaban, pues don Plutarco pensó que había llegado el momento de afianzar su gobierno, la ideología revolucionaria y el progreso económico del régimen revolucionario. Por principio Morones, de un sillón ministerial pasó a ocupar una celda en la cárcel de Belem, y la movilización obrera se paralizó. El diablo es mal pagador. Orden y nos amanecemos Acto seguido, Calles metió en cintura a los militares y acabó la labor disciplinaria iniciada por Obregón, reuniéndolos en un solo grupo en el que todos se comprometieron a obedecer los acuerdos que aprobara la mayoría de ellos, lo que Joaquín Amaro, nuevo Ministro de Guerra, se encargaría de vigilar. En esa forma se trataba de eliminar los riesgos de asonadas, levantamientos y golpes militares. El sector obrero también fue disciplinado para obedecer las órdenes de la Presidencia, en búsqueda del progreso del país. Al sector campesino se le volvió a ofrecer se le haría la justicia por la que había luchado y se le darían las tierras que pedía para cultivar. Pero era necesario que se sometiera al jefe Calle y le diera su apoyo. Obregón, único posible opositor de empuje, fue asesinado por el místico enajenado José de León Toral. Firme en el mando, Calles hizo nacer al Partido Nacional Revolucionario PNR, después que uno de los últimos rebeldes, Adolfo de la Huerta, fue puesto en paz y, como consecuencia de las manifestaciones de apoyo y simpatía en su favor, Francisco Villa fue asesinado. El camino estaba, o parecía estar, completamente limpio.

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El mandamás y sus ovejas Con la muerte de Obregón y el disciplinamiento de los tres sectores se inició la etapa en la que Calles sería llamado el "Jefe Máximo de la Revolución". Implantado el "maximato", los ocupantes del cargo presidencial hicieron lo que el Jefe ordenaba o tiraban el arpa. Al frenar las reivindicaciones obreras, darles largas a las agrarias, controlar a los militares y gobernar a los gobernantes, Calles pretendió lograr la recuperación económica de un país que había sufrido largos años de guerra y destrucción, ajustar los engranes de la maquinaria oficial para hacerla caminar como una seda, lograr que los inversionistas recuperaran la confianza y aplicaran sus capitales a la creación de fuentes de trabajo y que, bajo mano firme, el país lograra tomar nuevo impulso. La idea de Calles sólo tenía una incongruencia: el pueblo debía esperar. El campesino tendría que armarse de paciencia en tanto se empleaba como jornalero nuevamente; el trabajador asalariado ya había obtenido mucho por lo que, de momento, debía darse por bien servido. Era el momento de la justicia para quienes habían hecho posible con su talento, no con su sangre y riesgo de sus vidas, el triunfo del pueblo. El país debía bailar al son del pandero del Jefe. Así se sucedieron en el poder (?) Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez. Tocaba el turno al general Lázaro Cárdenas del Río. Deténte, Calles, deténte El caballo de la revolución, apersogado por el Jefe Máximo, vio con sorpresa que el nuevo Presidente le quitaba la manea, lo hacía caminar de nuevo, después trotar y, por último, correr a todo galope. Don Máximo pasó de la inquietud a la alarma y, finalmente, a declarar en forma pública su reprobación a las decisiones de gobierno que tomaba el que supuso sería otro discípulo obediente. El primer paso de Cárdenas consistió en organizar al pueblo. 238


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El sector agrario fue agrupado en la Confederación Nacional Campesina, CNC. El sector obrero, para no ser confundido con la desprestigiada CROM, constituyó una nueva central: la Confederación de Trabajadores Mexicanos, CTM. La posibilidad de un levantamiento militar fue eliminada por Cárdenas en dos formas: el convencimiento de jefes de zonas estratégicas importantes y, por aquello de "más macizo, más 'marrao', mediante la organización de milicias campesinas y obreras que hicieron ostentación de su gran número mediante un desfile monstruo que quitó las ganas a cualquier uniformado de intentar una asonada. Mílites y mandones, aquí nomás mis calzones Cárdenas siguió su labor de limpia. Joaquín Amaro, el del fuete y la arracada, recibió una regañada pública que lo bajó de su sitial. Al ex Presidente Rodríguez le fueron clausurados casinos y centros de juego de apuesta de los que sacaba jugosa raja. Emilio Portes Gil, aunque presidente del Partido, se vio tan apretado que fue preparando su renuncia al ver quién era el que de verdad mandaba en casa. Y así todos los favoritos de Calles pudieron advertir que les soplaban vientos de tormenta. Ejerciten su derecho El sector obrero fue alentado por don Lázaro a organizarse en sindicatos y a exigir las mejoras a que tenían derecho ante el Departamento del Trabajo, del cual fue nombrado jefe don Silvano Barba González. Y en caso de que los patronos no accedieran a las demandas obreras, se tenía un arma eficaz: el derecho de huelga. Los asalariados agarraron la sartén por el mango. Pronto se organizaron, exigieron mejoras y, en caso necesario, suspendieron labores. Calles tronó y sus críticas fueron cada vez más abiertas, con lo que Cárdenas iba perdiendo la paciencia.

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La gota que colmó el vaso Los trabajadores de la "Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana" constituyeron el Sindicato Nacional de Telefonistas. Como otros muchos, presentó a la empresa su pliego de peticiones y la emplazó a huelga. Al negar la Compañía lo solicitado, estalló la suspensión de labores. Calles se reunió con un grupo de diputados que lo apoyaban y declaró a la prensa que era perjudicial a la Nación la suspensión de labores, pues todas las huelgas se debían a la ambición desmedida de los obreros y de sus líderes, lo que equivalía a una acusación directa en contra de don Lázaro, pronunciada el 11 de junio de 1935. Más respeto, míster, y el adiós En el Departamento del Trabajo se reunieron el señor Barba González en nombre del gobierno, un señor Flanley que representaba a la compañía telefónica y la mesa directiva del sindicato integrada por José Luis Bonilla, José Chiu, Carlos Nava, Antonio Ortiz Dávalos y Federico Alexanderson, asesorados por Fernando Amilpa, delegado de la CTM. Acalorado por la discusión, el míster arrojó de mala manera sobre la mesa el pliego de peticiones obreras. Antonio Ortiz le reprochó la majadería y exigió respeto para autoridades y sindicato. El norteamericano, puesto en evidencia, tragó gordo. Además, debido a los reproches públicos de Calles, el presidente efectuó rápidos movimientos: obtuvo el apoyo obrero, campesino y de cuerpos del ejército. Para el 18 de junio, en la madrugada, don Plutarco fue invitado a subir a un avión que lo llevó a Sinaloa y, después, a Estados Unidos. Feliz Navidad Míster Flanley ya no pudo pasar saliva. Ya sin la palanca del jefe máximo la cosa iba en serio, por lo que dobló las manitas. Accedió a conceder a los telefonistas un 15% de aumento salarial, en pagar el 95% de los salarios caídos, en fijar una semana laboral de 240


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40 horas y en descontar a los trabajadores el 10% de sus salarios para constituir un "fondo de ahorro" que, a fin de año, sería devuelto por la empresa con un 120% más por concepto de intereses y gratificación por los servicios recibidos. Así, los telefonistas fueron los primeros trabajadores que lograron la semana laboral de cinco días y, además percibir un premio a su trabajo que es el antecedente histórico del actual "aguinaldo" decembrino. Ya era justo Pero el caballo no se detuvo allí. Su galope continuó hasta llegar al campo. Durante el régimen cardenista se dotó de tierras a campesinos que carecían de ellas en una superficie superior a los 18 millones de hectáreas, en tanto que antes, de 1920 a 1934, sólo se habían repartido 8 millones. Esto es, el régimen de don Lázaro entregó, en 6 años, dos tantos y un cuarto de lo que se había restituido en los 15 años anteriores. Seguridad laboral y social Todavía se pudo hacer que el caballo llegara más lejos. José Valdovinos Garza, de origen puruandireño, fue diputado federal y formó parte de la comisión que formuló el llamado "Estatuto Jurídico", que protege los derechos de trabajo del servidor público, el que antes, al cambiar cada gobierno o jefe o jefecillo, se echaba a temblar ante el temor de un cese para dejar una vacante para algún favorecido del recién llegado. Ahora y desde entonces, el Estatuto protege al trabajador federal. Por último, para no hacerla cansada, una iniciativa de ley quedó pendiente de resolverse. Don Lázaro la formuló y fue aprobada durante el gobierno de su sucesor: la ley que creó el Instituto Mexicano del Seguro Social, IMSS.

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Tierra + crédito = Justicia Ahora bien, se ha ejemplificado la mejoría y conquistas del sector obrero y se han mencionado dos leyes que beneficiaron, una al servidor público y otra a todos los trabajadores de la República. Pero la repartición de tierras entre los campesinos fue sólo un principio de justicia, pues quien traba la tierra necesita, a más de ésta, de aperos de labranza, semillas, fertilizantes, insecticidas, maquinaria agrícola y asesoramiento técnico. Además, en tanto la tierra rinde, el hombre de campo y su familia también necesitan comer, vestir y tener un lugar donde defenderse de las inclemencias del tiempo. En pocas palabras, a más de la tierra, el campesino necesitaba y necesita crédito. Cárdenas creó, con ese propósito, el Banco Nacional de Crédito Ejidal. También intentó fomentar la creación de sociedades cooperativas, para que los campesinos fueran capaces de unir su esfuerzo, cultivar la tierra e industrializar productos agrícolas y ganaderos. Otra vez la burra al trigo Pero la política cardenista tropezó con graves obstáculos, que se agudizaron al decretarse la nacionalización de los ferrocarriles y la expropiación de la industria petrolera. Los grandes capitales mexicanos fueron retirados de México por sus dueños (en realidad el dinero no tiene madre ni nacionalidad), que se sintieron inseguros y se negaron a invertir en la actividad productiva nacional, con lo que se convirtieron en cómplices de Inglaterra, Estados Unidos y Holanda, que en desquite bloquearon el mercado mundial a los productos mexicanos. Cárdenas, ante esta reacción, se vio obligada a jalar las riendas al corcel revolucionario y aun a hacerlo recular.

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El desconocido caballero México entró en crisis. El sucesor de don Lázaro en la presidencia, el general Manuel Ávila Camacho, a quien sus colegas llamaban afectuosamente "el soldado desconocido" y a quien ahora se recuerda como "el presidente caballero", en una política de transacción se declaró católico, apostólico y romano, hizo posible el juicio de amparo contra las afectaciones de tierra con lo que paró en seco a la reforma agraria, mediatizó el movimiento obrero al hacer que los sindicatos de todas las perdieran todas y, con un magnífico pretexto que le dio la segunda guerra mundial, declaró al país en un estado de emergencia que hacía recomendable y patriótico no repartir más tierras ni declara legales más huelgas. Todavía no Después, con altas y bajas, el campesino sigue siendo el patito feo del pueblo mexicano. Tan es así que la Secretaría de la Reforma Agraria, el 19 de abril de 1980, declaró públicamente que el ejido: "…no recibe todavía los recursos suficientes, … requiere de agua, crédito, insumos, fertilizantes, her¨ bicidas, insecticidas, maquinaria y todo lo necesario para producir, …ya que el ejido es la base en que se sustentan las instituciones nacionales y es lo que ha dado vida y tranquilidad a este país…" O lo que es lo mismo, 70 años después de iniciada la Revolución y 63 de promulgada la Constitución, se reconoce públicamente que el ejidatario mexicano aun no recibe los recursos suficientes para vivir y cultivar la tierra. Los de en medio siempre ganan En la economía nacional el agricultor es el que siempre pierde. 243


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Se ve obligado a vender sus productos a bajo precio al comerciante. Esos productos son vendidos y revendidos varias veces, hasta llegar al consumidor a un precio exorbitante. Y si el producto es industrializable, después de las reventas el industrial lo procesa y empaqueta o enlata para que, a través de otra cadena de revendedores, el público compre ese producto a un precio igual al de las perlas de la Virgen. Y el agricultor, como el chinito: "Nomás milando". La intermediación es una actividad que da mucho dinero al que la ejercita, quien prácticamente no arriesga nada. Más aun, ni siquiera pone dinero de su bolsa. Si Juan produce, Pedro le compra a 2 pesos para venderlo a José a 3. José vende a Luis en 3.50 y Luis a Pablo en 3.90. Pablo abre su tienda y vende ese mismo producto a 4.50. Los que más pueden arriesgar, lo que casi nunca ocurre, son Pedro y Pablo, pero José y Luis se sacan el dinero de la bolsa izquierda para meterlo con ganancia en la derecha. El único sujeto a los riesgos de malos temporales, plagas, tierra empobrecida, heladas, bajas de precio en el mercado, o al alza de costos de fertilizantes, insecticidas, semilla, maquinaria y aperos, es el agricultor. El obrero, a pesar del intermediarismo, cuenta con el sindicato, tiendas sindicales de descuento y, en caso desesperado, con la huelga. De eso ya tienen La Compañía Nacional de Subsistencias Populares, CONASUPO, en el medio rural, presta servicios con tiendas de descuento. Pero sus existencias de mercancías se reducen a unos cuantos productos. ¿Y qué agricultor va a comprar harina de maíz para hacer tortilla, o frijoles para la olla, o galletas de animalitos? Y en cuanto a ropa, calzado, muebles, carne, huevo, arroz, piloncillo, etc., generalmente no se ofrecen a la venta. Por tanto, el pueblo campesino se ve impedido de comer y comprar muchos satisfactores indispensables.

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De lo perdido, lo que aparezca Sin embargo, es de justicia dejar aclarado que la CONASUPO, para evitar el abuso del intermediario, adquiere del campesino maíz, frijol, trigo, sorgo, soya, cebada, ajonjolí y cártamo a los precios de garantía que, antes de iniciarse las siembras respectivas, fija la Secretaría de Comercio después de oír la opinión de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos. Además, la ley establece que, en aquellos casos en que el valor comercial de los productos agrícolas sea más alto de lo esperado, las autoridades pueden fijar precios más elevados que los de garantía, así como que, de ocurrir sequías, heladas, granizadas o inundaciones por exceso de lluvias, podrán señalar subsidios para pagar sobreprecios. También la Secretaría de Comercio debe fijar los precios máximos a que pueden venderse arroz, frijol, harina de maíz, sal molida, aceite comestible, manteca vegetal, avena, puré de jitomate, sopas de pasta, chiles enlatados, galletas marías, saladas y de animalitos, así como jabón, pastas dentales y ropa y calzado corrientes. No debe omitirse que también esa Secretaría determina los precios de alimentos balanceados para ganado. La caridad empieza en casa Desde luego, puede afirmarse que es bueno saber que el Gobierno Federal se preocupa por el campesino y su alimentación, coordinando su esfuerzo con los gobiernos de los Estados. Pero las autoridades, más bien dicho los empleados públicos subordinados a quienes se encarga vigilen el cumplimiento de sus disposiciones, todavía no se preocupan lo suficiente. Por tanto, el campesino debe preocuparse por sí mismo, sin depender, en lo posible, de nadie. Al mismo tiempo, todo el apoyo que recibe de autoridades y funcionarios federales y locales debe aprovecharse en un ciento por ciento, con el propósito de que llegue el momento en que pueda bastarse a sí mismo. Y Puruándiro va que vuela a ese destino. Eso, si algún mal pajarraco no trata de impedirlo. 245


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2.

LOS POSEEDORES DE LA TIERRA

De "la lucha por" a "la lucha con" El pie veterano del agrarismo ya estaba asentado en el Bajío michoacano y, en consecuencia, en Puruándiro. Los ejidos veteranos en el Municipio eran el de Puruándiro, con las 4 mil hectáreas que definitivamente le fueron entregadas; Janamuato fue dotado con 1,942, en tanto Isaac Arriaga recibió 2,290 y Manuel Villalongín 1,949. Pero si las dotaciones no eran tan extensas, los grupos peticionarios sí. La hacienda de Carano desapareció al nacer las comunidades de San Antonio Carano, San Pedro Carano y Soledad de Carano, dotadas con 897, 749 y 458 hectáreas, respectivamente. En Cacalote, la tenencia más antigua, surgieron los ejidos de Galeana y Ururuta, que fueron dotados, el primero con 1,800 hectáreas y el segundo con 1,460. Villachuato, prácticamente asentada en la antigua sede de Fagoagas, Jiménez, Markazuzas, Garcías y Arces, fue dotada con 3 184 hectáreas. Para no hacerla monótona, las comunidades agrarias del Armadillo, La Barranca, Batuecas, La Cofradía, La Excusa, Granjenal, Huatajo, Janambó, Las Letras, El Pilar, El Pueblito, La Quemada, Las Ranas, El Reparo, Los Reyes, Ruvalcabo, El Sabino, Buenavista, Sanguijuelas, San Lorenzo, San Miguel, San Nicolás, Santa Clara, Soledad de Santa Ana, Las Tortugas y Chamacuero o Las Delicias, tuvieron la delicia de sentir el espaldarazo presidencial al decretarse, en su favor, dotaciones de tierra que, sumadas a las que se otorgaron a las comunidades antes mencionadas, arrojaron un total de 54 178 hectáreas. Pero no todo el monte era de orégano Sin embargo, esa gran superficie no era toda de terrenos de labor, ya que las tierras de pastal y eriazo cerril también integran las áreas. Santa Clara recibió un 70% de tierras laborables, Villachuato un 76%, Manuel Villalongín un 69%, igual que las dos Soledades: la de Carano y la de Santa Ana, El Pilar y El Reparo un 67% de tierras de 246


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cultivo, y El Armadillo y Las Tortugas el 60% o un poco más. Batuecas, La Cofradía, Galeana, Las Ranas, Los Reyes, Ruvalcabo y El Sabino Buenavista fueron dotados con superficies que sólo en un 20% o menos son tierras de labor. En resumen, de las 54 mil y pico de hectáreas, sólo 20 mil son terrenos laborables, y el promedio por comunidad de un 37%. De todos modos, pensar que 34,184 familias pueden explotar una parcela cada una, es mejor que pensar en 170,920 personas sujetas a vivir de un jornal miserable. Los que formaron casa aparte Deliberadamente, en la anterior enumeración se omitió mencionar a las comunidades que trabajan en el territorio del municipio michoacano de más corta vida: J. Sixto Verduzco, que se integró todo con territorio puruandireño. Con el ejido de Pastor Ortiz a la cabeza, forman grupo las comunidades de Agua Caliente, Agua Gorda, El Arco, La Calera, Casa Blanca, Casas Viejas, Los Corrales, Godino, José María Tafoya, Mancera, Mezquite Gordo, Rodeo de San Antonio, San Isidro Tierras Blancas, San José Huipana, San Martín y Tres Mezquites, así como las que fueron segregadas de Angamacutiro, esto es las de Gildardo Magaña y de Zapote de Parras. 2 257 ejidatarios explotan 17 443 hectáreas, de las que el 61% son tierras laborables. Lo anterior implica que, cuando todo era territorio puruandireño, la reforma agraria repartió entre el campesinado más de 71 mil hectáreas, de las que la tierra labrantía alcanza una superficie de 30 mil decenas de millares de metros cuadrados. Y el derredor es cuatro veces ese tantor Por cuanto a los demás municipios de la región abajeña michoacana, Villa Morelos aloja las dotaciones de 7 ejidos, Villa Jiménez las de 17, Panindícuaro las de 19 y Angamacutiro las de 21, ya restadas las dos que pasaron a integrarse al benjamín de la familia municipal michoacana.

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Las comunidades en Huandacareo son 4, en Chucándiro 16, en Huaniqueo 18, en Coeneo 15, en Tzacapu el industrializado 19, en Purépero el de la trágica batalla solamente uno, y en Tlazazalca 10. Penjamillo aloja 26 comunidades, Churintzio 10, Tzináparo 7 Numarán, a orillas del Lerma, 9. Cuitzeo el salitroso da el diario sustento a 11 comunidades, Tarímbaro es subcampeón con 30, Santa Ana Maya la peninsular cuenta con 8, Álvaro Obregón con 9 y Cupándaro con 6 ejidos aguacateros. Un total de 319 comunidades explota 122,641 hectáreas de tierra de cultivo y 155,056 de monte, pastal y eriazo cerril, que arrojan un total de 277,697 hectáreas dispuestas a compensar el esfuerzo batallador de 25,030 ejidatarios, para dar qué comer y qué vestir a más de 125 mil personas que, durante la época porfitiránica, pagaban los lujos de no más de 5 mil hijos y parientes de hacendados. No todo se ha logrado, pero puede decirse con seguridad que el refrán aquél de que todo tiempo pasado fue mejor es aforismo idiota o de mentirosos siempre inconformes. Llegaron a quedarse De los resultados censales aparece que en los veintiún municipios han llegado a radicar personas de distintas partes de la República. Si bien ese movimiento de inmigración prueba que el Bajío michoacano es tierra que no sólo da quelites para que se desee vivir a sus orillas, el movimiento no es de gran significación. De todos modos se puede afirmar que, de cada mil abajeños, 120 son criollos de la región. Guanajuato, pese a su merecida fama de abundancia, coopera con 58 de cada 120 visitantes convertidos en residentes; Jalisco, otro Estado que nunca pierde, coopera con 10 de esos nuevos vecinos; el Distrito Federal envía abajeños arrepentidos o a los hijos de éstos, a más de unos cuantos capitalinos de veras, en una proporción de 12 de esos 120 avecindados; el Estado de México aporta 7 y Veracruz, Sonora y Sinaloa con dos por piocha. Además, Baja California ha remitido 7 de cada 120 personas abajeñas por adopción, pero no debe pasarse por alto aclarar que, en ése y en el caso de los otros dos estados norteños, por lo general se 248


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trata de abajeños que, en búsqueda de nuevos horizontes, habían emigrado y que, al ver la cosa calmada y el barco viento en popa y a toda vela, decidieron regresar al solar nativo. Tzacapu se lleva la bandera de inmigrados, lo que resulta lógico dado su carácter de municipio industrializado, pero Puruándiro le pisa los talones con 775 guanajuatenses, 130 californianos, 86 capitalinos, 77 jalisquillos, 65 Toluca buen gente, 40 sonorenses, 36 jarochos y 31 de la tierra de los pollos mancos. Chucándiro, Huaniqueo, Villa Morelos, Purépero, Tlazazalca, Tzináparo y Cupándaro son los que no llegan al centenar de fuereños, en tanto Villa Jiménez, Panindícuaro, Angamacutiro, Churintzio, Numarán, Cuitzeo, Tarímbaro, Santa Ana Maya y Álvaro Obregón sobrepasan el centenar, pero sólo Angamacutiro excede del medio millar. Ni nativos ni españoles De los viejos dueños y señores del reinado del Caltzontzin, el Bajío michoacano conserva un escaso número de purépecha. Puruándiro sólo 20, Villa Morelos 3, Villa Jiménez 6, Panindícuaro 20, Angamacutiro 5, Huandacareo 3, Chucándiro 7, Huaniqueo 4, Purépero 12, Tlazazalca 5, Churintzio 12, Tzináparo 2, Tarímbaro 2, Santa Ana maya 10 y Cupándaro 2. Los únicos municipios que preservan grupos autóctonos de relativa importancia en Coeneo, poblado por 2 575 parlantes de purhembe, y Tzacapu con 1 750. En definitiva, con las excepciones de poblaciones de características criollas, que son sólo Chucándiro y la tenencia de Galeana, el Bajío michoacano es tierra de mestizos, ahora la auténtica raza mexicana. Y ya que de la raza chinaza se trata, es bueno saber cómo anda la cosa por la región abajeña en estos días.

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3. UNOS GRANDES Y OTROS CHICOS, PERO TODOS COMEN Los más y los menos La familia abajeña de Michoacán está constituida, aproximadamente, por 21 municipios de los que, hasta el 7 de enero de 1974, el hermano mayor en superficie y en número de habitantes era el municipio de Puruándiro. El lugar de los pajaritos, municipio de Coeneo, era y es el segundo en tamaño, si bien el tercero en cuanto a número de habitantes, en tanto el señorial Tzacapu ocupa el tercer puesto en superficie, pero el segundo en densidad demográfica. Villa Jiménez, por su parte, cuenta con un territorio que lo ubica en el cuarto lugar del Bajío michoacano y, por el espacio territorial que abarca, Tlazazalca es el quinto en el orden, aunque Penjamillo, Tarímbaro, Cuitzeo y Panindícuaro tienen más habitantes que el Municipio que luce el apellido del insurgente don Mariano, y Angamacutiro, Huaniqueo y Purépero se la ganan en número de cristianos a Tlatzatzayancan o lugar de grietas que, en buen purhembe, era llamado Aracurio, así como a Santa Ana Maya, que parejea con Álvaro Obregón, poquito abajo del mencionado Tlazazalca. El pulgarcito de los municipios abajeños es el lugar de obsidiana, Tzináparo; tantito mayor resulta Huandacareo; a éste se la gana casi por el doble de superficie Numarán, y a Numarán, por dos dedos, Santa Ana Maya. De menor a mayor, la van ganando, a Santa Ana el municipio de los aguacates; a Cupándaro el lugar entre sauces; a Chucándiro el lugar donde la noche es larga; a Churintzio lo superan en superficie, parejos los tres, Penjamillo, Huaniqueo el tostador de maíz y Villa Morelos, antes Huango, y a éste por un ecuaro Tarímbaro, quien a su vez es superado por Cuitzeo. Purépero es mayor que el municipio de la laguna, y los explotadores de charal, barilla y tequesquite tienen que aceptar que Angamacutiro se las gana en superficie.

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La apretazón humana y un nuevo niño Por cuanto a número de habitantes, de más a menos, después de Santa Ana Maya y Álvaro Obregón, siguen Churintzio, Villa Morelos, Huandacareo, Chucándiro, Numarán, Cupándaro y el pulgarcito Tzináparo, que también es el que cuenta con menor grupo humano. Quien altera el orden en cuanto a primeros lugares, desde el 8 de enero de 1974, es el joven municipio de J. Sixto Verduzco, que para esa fecha en que nació a la vida política, restó a Puruándiro 30 mil habitantes y mil a Angamacutiro. No es posible consignar superficies segregadas por el recién nacido al municipio de las aguas termales y al municipio donde los señores nativos o acháecha acudían a que les ensartaran un bezote en el labio inferior, que tal es el significado del toponímico Angamacutiro. Sólo es posible afirmar que los 19 ejidos que pasaron a formar parte del novísimo municipio verduzqueño, salvo pequeñas aclaraciones de rebote como la anterior, los autores prefieren ceñirse a la antigua división municipal, para no meter más la pata. De todos modos, la segregación territorial sufrida no quita a Puruándiro el primer lugar en cuanto a superficie respecto de los 21 municipios abajeños. Pero el golpe sí repercutió en cuanto al número de habitantes. Puruándiro tuvo que ceder el primer lugar a Tzacapu y conformarse con el segundo. Mil de largo por mil de ancho, entre cuántos El número de habitantes por kilómetro cuadrado, tomando en cuenta la inclinación mexicana a que una familia sin o con pocos hijos no es familia, ha sufrido un aumento considerable. Huandacareo, el lugar donde se reunía el tribunal que decidía pleitos entre purépecha y a delincuentes de la raza, se lleva la palma en cuanto a densidad demográfica. De 185 personas por kilómetro cuadrado en 1970 como promedio, brincó a 254, esto es casi 70 cristianos más. Tzacapu, en segundo lugar, pasó de 163 a 223, o sea 60 bocas que comen de aumento. 251


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Tzináparo, el pequeñín en superficie, en densidad demográfica es el tercero de 21. De 107 personas por kilómetro cuadrado en 1970, cuenta 10 años después con 147 comelones. Santa Ana, de 97, ahora cuenta con 133; Penjamillo, de 97 también, hoy en día tiene un promedio de 132; Tarímbaro dio el salto de 89 a 122; Numarán de 78 a 108; Cuitzeo, de 77 a 105; y Panindícuaro, de 74 a 101. Puruándiro, J. Sixto Verduzco en la cuenta, ocupa el lugar central, pues de 73 habitantes por kilómetro cuadrado en 1970, alcanza el centenar en esa superficie para 1980. Churintzio, de 70 brincó a 96; Huaniqueo, de 62 a 85; Chucándiro, de 61 a 84; Coeneo, de 59 a 81 chifladores; Villa Jiménez, de 56 a 76; Álvaro Obregón, de 54 a 76; Angamacutiro, de 52 a 71; Cupándaro igual, de 52 a 71; Villa Morelos, de 51 a 70; Purépero, de 47 a 64; y el de menor densidad poblacional, Tlazazalca, de 39 habitantes promedio por kilómetro cuadrado en 1970, en 1980 ve cómo cada millón de metros cuadrados da cabida a 53 personas que piden, día con día, casa, vestido y sustento. A hectárea y pico por barba En resumidas cuentas, los 21 municipios ocupan el 8.6% de la superficie del Estado, en tanto su población alcanza el 16.15% de la estatal, lo que implica que la región del Bajío michoacano es una de las más densamente pobladas. 4,949.41 km cuadrados de superficie, ocupados por 375,600 habitantes en 1970, en 1980 alojan a 513 mil michoacanos y algunos colados de otras partes. Y del total de la superficie estudiada, el 19% casi la quinta parte, es puruandireña, así como, de la población regional, el 18% corresponde al municipio. Pero no se debe olvidar que de la población calculada respecto de Puruándiro, 92,370 habitantes, pasaron a ser verduzqueños 40 millares; y de Angamacutiro, con 20,100 cristianos, 2,500 ahora son del novísimo municipio, lo que deja a Puruándiro con 52,370 personas y a Angamacutiro con 18,600.

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Cada quien que agarre la suya Metidos en mayores honduras, resultó ser mentira que, por lo menos en el Bajío michoacano, haya 3 mujeres por cada varón. Puruándiro, Angamacutiro, J. Sixto Verduzco en consecuencia, y Tzacapu, presentan mitad y mitad. Villa Morelos, Villa Jiménez, Huaniqueo y Santa Ana Maya 51 varones por cada 49 bellas; Chucándiro, Coeneo, Purépero, Tlazazalca y Churintzio 52 feos por cada 48 hermosas; Panindícuaro, Huandacareo, Cuitzeo y Álvaro Obregón por cada 46 pechugonas; y Cupándaro 55 del sexo horrible por cada 45 bonitas. Las excepciones las constituyen Tzináparo con 51 guapas y Numarán con 52 curveadas por cada 49 y 48 galanes, respectivamente. Dado que la cosa está pareja, es relativamente remoto que haya muchas solteronas, salvo que a los tenorios se les ocurra no consumir del país, pero con eso de la igualdad de derechos, las muchachas también pueden importar mansos y sufridos varones. Abundancia de "pollos" Y que ambos sexos cumplen con la función bíblica de crecer y reproducirse, lo demuestra el hecho del número de habitantes con edades que fluctúan entre el reciente nacimiento y la edad en que "nadie los comprende" de los 14 años. En Tarímbaro, 51 de cada 100 se encuentran en ese lapso vital. Tlazazalca, Álvaro Obregón y Cupándaro, 50 de cada centenar. Chucándiro y Churintzio 49 de cada centena. Puruándiro, Panindícuaro, Angamacutiro, J. Sixto Verduzco, Huandacareo, Tzacapu, Penjamillo y Santa Ana Maya 480 de cada mil. Y Villa Morelos, Villa Jiménez, Huaniqueo, Coeneo, Purépero, Tzináparo, Numarán y Cuitzeo 470 de cada millar. Entre los 15 y los 49 años, en la región, el promedio fluctúa entre el 39 y el 42 por ciento, en tanto que entre los 50 y los 64 son sólo de 6 a 7 personas por cada centenar; y de los 65 en delante de 4 a 6 personas respetables por cada 100 seres humanos.

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Lo anterior revela un grave problema. 47 personas de cada 100 se encuentran en la edad apropiada de para la actividad productiva. De esas 47 personas la mitad son mujeres y, con escasas excepciones, la mujer se dedica al hogar. Por tanto, 25 personas son las que se dedican a las actividades que hacen posible la entrada de dinero y bienes de consumo necesario a los hogares. La carga es mucha En consecuencia, sobre ese 25 por ciento, de los que algunos no encuentran trabajo o, si lo tienen, están mal pagados, recae la responsabilidad de sostener a los otros 75. El resultado puede ser miseria o escasez en muchos hogares. Más bien mal que bien La necesidad de ingresos obliga a los padres de familia bien a no inscribir a sus hijos en centros educativos, bien a sacarlos de los planteles antes de concluir sus estudios o bien el niño o el joven deserta por propia iniciativa. Y se usa el término "bien" por exigencia idiomática, cuando debería decirse "mal". Lo anterior queda demostrado con elevados índices de analfabetismo. De nuevo sobre la base de centenares, 44 chucandirenses de cada cien son analfabetos, 43 cupandarenses, 40 puruandireños y tarimbarenses igual, 36 obregonenses, 35 numarenses, 33 santaneños, 32 huandacareños, 31 villamorelenses y huaniquenenses, 30 panindicuarenses, coenenses y cuitzeños, 28 angamacutirenses y penjamillenses, 27 villajimeneños, 23 tzinaparenses, 21 tzacapuenses, 20 purepeños y 17 churintzenses. El promedio de analfabetismo abajeño en Michoacán es alarmante. De 513,110 habitantes son analfabetos 149 mil, esto es 29 de cada cien. Más notable resulta el daño al saber que sólo 1,120 estudiantes del Bajío michoacano han podido llegar a cursar estudios superiores, o sea 2 personas de cada mil. 254


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Tzacapu, como emporio industrial, cuenta con 325 de esos estudiantes, Puruándiro con 180, Panindícuaro con 100, Tarímbaro con 60, Cuitzeo igual, Villa Jiménez con 45, y Angamacutiro, Coeneo, Huandacareo y Santa Ana Maya con más de 30 cada uno, en tanto los demás municipios sólo tienen de 5 a 30 de esos estudiantes ya proyectados a obtener un título profesional. Redentores vividores A pesar de lo expuesto, de la población en edad y capacidad física e intelectual para dedicarse a una actividad productiva, a la que se ha dado en llamar "Población Económicamente Activa" (PEA), son pocos los índices de desocupación, esto es, personas que pueden pero no encuentran o no quieren trabajar. Es necesario aclarar que, para los autores, las amas de casa y los estudiantes, aunque sus actividades no implican la obtención de dinero o bienes de consumo, no pueden ni deben considerarse inactivos, ya que en ambos casos se trata de personas que trabajan para bien de otros o se preparan para trabajar a niveles superiores. Pero tampoco se puede incluir entre los económicamente activos a vividores que, como en Puruándiro, se dedican a la organización colectiva de vecinos para negarse a colaborar en la realización de obras tan necesarias como la ampliación de la red urbana de agua potable. El índice de desocupación más elevado se presenta en Villa Jiménez con un 2.6%, Chucándiro y Álvaro Obregón con un 2%, Tlazazalca un 1.7%, Angamacutiro, Purépero y Santa Ana Maya con un 1.4%, Puruándiro, Villa Morelos y Tzináparo con el 1.3%, y Coeneo, Tzacapu y Cupándaro con el 1.0%. El resto de los municipios presentan un índice menor de desocupación, que oscila entre el 3 y el 9 por millar. De madera, de adobe y de concreto Otro indicio que permite determinar el grado de abundancia o pobreza de cada municipio, lo proporciona el número de casas

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edificadas, el material empleado y el número de habitaciones de cada una. Puruándiro ostenta 11,500 edificaciones, Tzacapu 8,600 casas, Coeneo 4,250 viviendas, Penjamillo 3,600, Panindícuaro 3,400 hogares, Tarímbaro 3,300 construcciones domésticas; Cuitzeo 3,250 lares, Villa Jiménez 3,050 techos hogareños, Huaniqueo y Purépero 2,200 domicilios por cada uno, 2 mil Villa Morelos, Tlazazalca, Santa Ana Maya, Álvaro Obregón y Huandacareo. Churintzio es soporte de 1,800 casas, Chucándiro de 1,500, Numarán de 1,300, Cupándaro de 1,150 y Tzináparo de 960. Del 90 al 98 por ciento de las construcciones de Villa Morelos, Angamacutiro, Chucándiro, Coeneo, Purépero y Numarán son, según el clima, de adobe o madera. Del 80 al 89 por ciento de viviendas de esos materiales son las construcciones en Villa Jiménez, Panindícuaro, Penjamillo, Santa Ana Maya y Álvaro Obregón. Del 70 al 79 por ciento de las edificaciones de Puruándiro, Huandacareo, Tlazazalca, Churintzio, Tzináparo, Cuitzeo y Cupándaro son de esos clásicos adobes o morillos. Y del 60 al 69 por ciento de los hogares de Huaniqueo, así como de Tarímbaro, fueron construidos de madera o adobe. Tzacapu, en su evolución económica, sólo presenta un poco más del 50 por ciento de sus casas construidas con esos tradicionales elementos. Toditos apeñuscados El resultado de la investigación que sí provoca un sentimiento angustioso, es el relativo al número de habitaciones de que consta cada vivienda familiar. Como promedio, 16 familias de cada mil viven en casas con seis o más cuartos, otras 16 de cada mil en residencias de 5 habitaciones, 46 familias en construcciones de 4 piezas, 140 familias en casas de 3 cuartos, 350 en casas de 2 piezas y 430 familias en viviendas de una sola pieza. Lo anterior demuestra que 780 familias de cada mil viven en malas condiciones, amontonadas en una apretazón de cajetilla de 256


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cigarros, que por la noche respiran aire viciado y que, en uno o dos cuartos tienen recámara, cocina, comedor y sala, condenados a vivir en promiscuidad, hombres con mujeres y niños de ambos sexos y de todas las edades, lo que agrava el hecho de contar con pisos de tierra por lo menos la mitad de esas 780 viviendas de cada mil y de carecer de 500 a 600 de ellas del servicio de drenaje. Sed y desaseo A más de lo anterior, Santa Ana Amaya y Numarán no cuentan con servicio domiciliario de agua entubada en 89 de cada cien viviendas, Villa Morelos en 78 de cada centenar, Huandacareo en 75 de cada ciento, Chucándiro, Tlazazalca y Álvaro Obregón en un 63 por ciento, Angamacutiro y Churintzio en un 60 por ciento, Tzináparo en 58 de cada cien casas, Panindícuaro en 56 de cada cien, Puruándiro y Penjamillo en 55 por centena, Coeneo sufre esa carencia en un 52 por ciento, Cuitzeo y Tarímbaro en un 49 por ciento, Huaniqueo en 47 de cada cien, Purépero y Villa Jiménez en 40 casas por cada centenar, Cupándaro en 34 viviendas por cada ciento y Tzacapu, beneficiado por la industrialización, en sólo 20 de cada cien casas. En consecuencia, en el Bajío michoacano es usual ver a las mujeres cargar un cántaro para que en su casa se cuente con agua dudosamente potable para preparar alimentos y calmar la sed. Por cuanto a las demás necesidades domésticas, la carencia de agua potable o tratada implica trastes y ropa lavados en forma deficiente y la molestia del baño corporal a cucharadas o fuera del hogar, lo que en muchos casos implica el espaciamiento del baño corporal. La escasez mencionada significa resultados temibles: parasitosis, enfermedades del aparato digestivo, infecciones, fecalismo al aire libre, moscas, piojos, pulgas, ratas y, en una sola palabra, muerte. Con el hambre no se juega El aspecto vital de la alimentación es otro indicativo de la situación económica de la región abajeña.

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Las encuestas realizadas a nivel familiar permiten determinar cuáles son las costumbres y las posibilidades alimenticias del pueblo. En Villa Morelos, de cada cien familias 44 no consumen carne, 48 no comen huevo, 63 no toman leche, 93 no prueban el pescado y 46 no paladean el virote. En Villa Jiménez, el consumo de carne no es practicado por 28 familias de cada centenar, el de huevo por 35, de leche por 38, de pescado por 88 y de pan por 32. Panindícuaro revela, debe recordarse que se trata por cada cien familias, que la abstención de carne es obligada para 37, de huevo para 43, de leche para 55, de pescado para 88 y de pan para 37. Por cuanto a Angamacutiro, de cada 100 familias 30 no comen carne, 37 huevo, 92 leche, 47 pescado y 40 pan. Huandacareo, por su parte, presenta un ayuno forzado de carne de 32 familias por cada 100, de huevo por 48, de leche por 54, de pescado por 78 y de pan por 43. En Chucándiro, de cada ciento de familias 44 no pelean con los bistecs, 55 no prueban crudos, estrellados ni revueltos, 74 no la beben recién ordeñada, hervida, con café o chocolate, 96 no prueban caldo ni michi ni atún o sardina de lata, y 57 no paladean conchas, virotes o pan francés. Huaniqueo presenta, por cada centenar de familias, 34 en vigilia permanente, 47 que no degustan el producto de las travesuras de gallo, 64 que simulan no les agradan las vacas ni el producto de sus ubres, 89 que le hacen asco a bagre y carpa y 45 que consideran como único pan a la tortilla. En el Coeneo de la Libertad, que todos los pájaros aman, y es la tierra matria del licenciado e historiógrafo contemporáneo Pablo G. Macías, de cada centena de grupos familiares, las mesas no reciben la visita de carne en 26, de huevo en 32, de leche en 61, de pescado en 72 y de pan en 37. Tzacapu la industrializada consume carne en 81 mesas de cada cien, de huevo en 70, de leche en 71, de pescado sólo en 29 y de pan en 77. Purépero sabe también de abstenciones a la fuerza. De cada cien jefes de familia no pueden surtir la despensa 17 de carne, de huevo 29, de leche 25, de pescado 59 y de pan 21. 258


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Tlazazalca presenta el panorama del que aparece que, por cada 100 madres de familia, sólo hacen gala de sus habilidades culinarias 69 con carne, 58 con huevo, 56 con leche, 7 con pescado y 57 con pan o fruta de horno. En Penjamillo, el 34 por ciento de las familias no consumen carne, el 32 por ciento no prueba el huevo, el 54 por ciento no bebe leche, el 92 por ciento no lucha para quitarle las espinas al pescado, y el 45 por ciento no come pan de trigo. En Churintzio carne y huevo no son consumidos por 41 de cada 100 familias, tampoco leche por 49, pescado por 88 ni pan por 49, abstencionismo que en Tzináparo se disminuye a 19 familias no comedoras de carne, 22 que no prueban el huevo, 32 no bebedoras de leche, 94 que no saben de pescado y 28, de cada 100, no dan qué hacer al panadero. En Numarán, también por centena, 32 familias no comen carne, 29 no cascan huevo, 35 no pelean con el becerro, 95 no interesan en el esfuerzo del pescador y 42 no se fijan en el pan. Cuitzeo, tierra de charaleros, curiosamente presenta a 50 de cada 100 familias que no comen pescado, 68 dejan la leche a otras, 16 no buscan pan en el mercado, 45 prefieren que la gallina los empolle y 41 practican la vigilia 365 días al año. La mitad de los tarimbarenses o consumen carne, huevo o pan, un 65 por ciento no degusta la leche ni en cajeta y un 91 por ciento dejan vivir a los peces o no abren las latas. En Santa Ana Maya el 55 por ciento no come filete ni maciza, el 64 por ciento no intenta separar claras de yemas, el 78 por ciento deja que la leche se agrie, el 87 por ciento no quiere o no puede saber de animales acuáticos, y el 57 por ciento tiene que preferir una calientita del comal a una sabrosa granillada. 32 de cada cien familias no consumen carne ni pan, 46 no beben leche ni parten queso, 73 no comen pescado ni en Viernes Santo y 42 no se preocupan porque las gallinas pongan. Esto es en Álvaro Obregón. Por lo que respecta a Cupándaro, de cada 100 familias 45 no prueban huevo, pan ni pan de huevo, 34 no comen carne ni de venado, 55 no prueban la leche y 82 ven al pescado como a un sueño imposible. 259


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A comer, soldaditos del cuartel Como el presente estudio está referido principalmente a Puruándiro, el caso de las deficiencias y limitaciones alimentarias se presenta más en detalle. Por cuanto a la fuente principal de proteínas, de cada 100 familias, 42 no comen carne, 17 la ingieren una vez a la semana, 15 lo hacen 2 días de cada siete, 9 la comen 3 veces de cada 7 días, 4 la paladean 4 veces por semana, 1 cinco y otra seis veces cada siete días, en tanto 11 la comen de lunes a domingo. El huevo no es comido por 51 de cada 100 núcleos familiares, 5 prueban uno semanal, 9 lo hacen bisemanalmente, 7 trisemanalmente, 5 cuatro días de cada 7, 2 cinco días de lunes a domingo, otras 2 seis días y 18 en forma diaria. La principal alimentación del becerro no es bebida por un 62 por ciento, un vaso a la semana es degustado por el 3 por ciento, 2 días la ingiere un 3 por ciento y otro porcentaje igual lo hace 3 días por semana. 4 o 5 días es alimento de dos uno por ciento, 6 días lo hace el 2 por ciento y toda la semana el 24 por ciento. El pescado parece fruta prohibida en Puruándiro. Nunca lo comen 93 de cada cien, de una a 6 veces a la semana una familia de cada centenar y, lo no creíble de la información proporcionada, 4 de cada centena lo comen todos los días. Eso, ni en Veracruz. Por cuanto al alimento que se pide al Padre, la mitad de las familias no lo prueba, 4 familias por centena lo comen de uno a seis días por semana, y en 27 hogares nunca falta. En resumen, el 67 por ciento de las familias puruandireñas tienen una dieta insuficiente. El más, el menos De toda la región abajeña, el municipio más comedor de pescado es Angamacutiro que, como contraste, es el menor consumidor de leche. El primer comedor de carne y bebedor de leche es Purépero, en tanto Tzináparo es el municipio donde más huevo es consumido y Cuitzeo se lleva la victoria en consumo de pan.

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Chucándiro resulta ser el menor consumidor de pan y pescado, deficiencia que Santa Ana maya comparte, pero el lugar de la gente guapa también resulta ser el municipio que menos carne y huevo consume. Se sientan a llorar en las puertas del Congreso Como promedio, los habitantes de la región no consumen carne en un 34 por ciento de sus familias, huevo en un 41 por ciento, leche en un 54 por ciento, pescado en un 82 por ciento y pan en un 40 por ciento. Resulta incongruente que una región vecina al Lerma y al Angulo, y a las lagunas de Cuitzeo y Yuriria no consuman pescado, así como que, a pesar de su producción de trigo, el pan tenga una demanda muy restringida. Sin embargo, cuando los autores llevaron a cabo una investigación de campo, pudieron percatarse que, en la región, el pan es muy escaso, lo que implica poca demanda, y que, si bien su visita tuvo lugar al iniciarse la Cuaresma, más que pescado, las personas consumían camarón seco preparado en distintas formas. ....................................... Al mismo tiempo aprendió a curtir cueros. Un día llegó su abogado defensor, el licenciado Jesús Ramírez Mendoza, para avisarle que se había ordenado su libertad, declarándolo inocente de los delitos que se le imputaban.- Pues ahora me esperan, licenciado. Tengo 15 pieles preparándose en la paila.- Salió de la prisión un mes después, ¡pero con unos centavitos en la bolsa! (se refieren al líder agrario Victorio Álvarez). Los hacendados movieron sus resortes y David Vargas fue nombrado secretario de la Comisión Agraria Mixta. Cuanta solicitud de dotación llegaba de Puruándiro era anulada por Vargas. Se apeló al general Cárdenas, quien pidió al coronel Núñez lo destituyera por virtud de su parcialidad. Pero fue peor el remedio. Sus palancas hicieron que saliera diputado electo por el distrito de Puruándiro. Vargas "les bajó vara" a los agraristas y los persiguió en todas las formas posibles. 261


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Victorio Álvarez salía de la cárcel y regresaba a Janamuato, lo que constituía un peligro para los latifundistas. Se aprovechó la circunstancia de las elecciones presidenciales de 1940. J. Carmen Ledesma y Victorio fueron agredidos por unos fraccioneros. Como no estaban mancos, respondieron el ataque y se fueron a Morelia para encontrarse con que el periódico daba la noticia de que Victorio Álvarez Cisneros se había alzado en armas con un grupo de rebeldes que apoyaban al candidato Almazán. Con la intervención del licenciado Ramírez Mendoza y una orden de suspensión conseguida en un amparo, todo pudo ponerse en claro y, al ocupar la gubernatura Félix Ireta, regresar en paz a Janamuato. El grupo de viejos ejidatarios concluye riendo: —Los agraristas le resquebrajamos el espinazo al latifundio. Los hacendados se quedaron solamente con pequeños pedazos de tierra, como las mulas viejas, removiendo con el hocico la paja que está en el fondo del pesebre. La otra cara de la moneda Se intentó localizar a personas exposición opuesta a la de los ejidatarios. Entre el sector campesino sólo se encontró respuesta en un grupo de señoras de La Quemadita, quienes llamaron en su apoyo a un varón. El grupo se quejó del Ayuntamiento al manifestar que Puruándiro, en lugar de ayudarles les quitaba; que carecían de agua potable y de instalaciones higiénicas; que la tierra apenas les daba para comer, ya que sólo podían reunir agua en un viejo abrevadero. Al preguntarles si eran ejidatarios, la respuesta fue concisa: —Líbrenos Dios. En una tienda de abarrotes, abarrotada de mercancía de todo género, desde clavos, saltapericos y sogas, hasta pan y manteca cubiertos por ejércitos de moscas, el propietario manifestó que era rotario y, en su juventud, había sido miembro de la ACJM, por lo que podía atestiguar que la muerte de Ramón Arévalo no había sido sino "el castigo de Dios" por haber maltratado al padre García cuando éste fue raptado. Finalmente, después de haber convertido al asesino de Arévalo, Martiniano Cano, en verdugo del Señor, al referirse a las 262


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actividades de la Unión de Ejidos del Bajío Michoacano y, concretamente, a las del presidente del Consejo de Administración, don Antonio Rodríguez Maldonado, en clara alusión a la costumbre de don Epitacio Huerta de poner apellidos ilustres a los nombres de las poblaciones, dijo con amarga ironía: —El día de mañana, este pueblo va a dejarse de llamar Janamuato, para convertirse en Janamuato del licenciado José Álvarez Cisneros!. En la ciudad cabecera, por lo general, sólo se obtuvieron corteses evasivas y, de un comerciante, el comentario sarcástico: —Adónde iremos a dar el día en que definitivamente el gobierno municipal quede en manos de los "gorrudos"; pero en el pecado llevan la penitencia, pues su líder Álvarez Cisneros se está haciendo rico a costillas de ellos y, lo que es peor, de nosotros. Un viejo luchador Don Jesús Magaña Ortiz, originario de Galeana, anciano ya, dedica su afán de trabajo a la Asociación Local Ganadera que preside. Todavía se nota en él la reciedumbre del combatiente veterano. Como miembro activo del Ejido de Puruándiro, fue electo diputado local de la LIII Legislatura, como representante de Puruándiro, Villa Morelos, Huandacareo, Chucándiro, Cupándaro, Cuitzeo, Santa Ana Maya, Villa Jiménez y Huaniqueo, de 1953 a 1956. En ejercicio de sus funciones, logró en esa época el suministro de agua potable mediante las cooperaciones federal, local y vecinal; en 1955 obtuvo la intervención de don Lázaro Cárdenas para conseguir, como sucedió, el suministro de energía eléctrica de El Cóbano; además, logró fuera reparada la Presa Vieja de Los Reyes y la Presa de Otungüitiro, así como la cooperación activa de la Comunidad a la que pertenece, para reparar la parte de tierra del bordo de la Presa de El Tablón, en tanto conseguía de don Francisco Merino Rábago se condonara el costo de ademe de concreto de la misma presa. Además, del señor Merino, a quien considera gran amigo del campesinado puruandireño, obtuvo la donación del local en que se ubica la primaria federal "Niños Héroes", y de don Dámaso Cárdenas la construcción de cuatro aulas en la también primaria federal "Niños de México". 263


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Como amarga ironía, el señor Magaña Ortiz, en su ancianidad y pese a sus méritos, pretende privársele de su membrecía en la Comunidad que cooperó a fundar. El caso debe reconsiderarse. Acción de conjunto: beneficio de todos Don Victorio, don Carmen y tantos otros mencionados, inclusive don Jesús Magaña, actuaron en grupo, pero propiamente como individuos. Las épocas cambian. Llegaba el momento de aplicar la vieja leyenda del anciano que convocó a sus hijos. Ya reunidos dio a cada uno una flecha y les pidió que la rompieran, lo que hicieron fácilmente. Luego entregó al mayor un atado de flechas y repitió la orden. Ni el mayor ni alguno de sus hermanos pudieron hacerlo. La unión da fuerza y acarrea beneficio para todos. El nacimiento de un Leviatán El 2 de marzo de 1973, ante el entonces Presidente de la república, Lic. Luis Echeverría Álvarez, el Gobernador Lic. Servando Chávez Hernández, el ex gobernador Carlos Gálvez Betancourt y otros funcionarios, se reunieron los miembros de los Comisariados Ejidales de comunidades agrarias. De Puruándiro: Janamuato, Isaac Arriaga, El Reparo, San Nicolás, Janambó, Villachuato, Las Sanguijuelas, Piedras Anchas, La Quemada, Santa Clara, La Excusa, La Soledad de Santa Ana, San Pedro, Las Tortugas, Las Ranas, Las Letras, Sabino Buenavista, La Soledad de Carano, Chamacuero, Ururuta, Los Corrales, Manuel Villalongín, San Antonio Carano, Puruándiro, La Cofradía, Los Reyes, El Pueblito, San Miguel, La Barranca, Huatajo, Casa Blanca, El Granjenal, El Pilar, El Armadillo, San Lorenzo, Rancho de Galeana y San José El Reparo; de Puruándiro también, hoy de Sixto Verduzco: Tres Mezquites, El Rodeo de San Antonio, Agua Caliente, Tafoya, El Arco, Mancera, Huipana, La Calera, Mezquite Gordo, Agua Gorda, Casas Viejas y Pastor Ortiz; de Angamacutiro: Villa Unión, Héroes de la Revolución, Aranjuez, San Pedro, San Ignacio, El refugio, Santa María, Curitzipo, Aramútaro de la Cal, La Palma, El Guayabo de 264


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Buenavista, El Rosario, La Estancia del Río, San José del Maluco, Zapatero de Tunillas, El Maluco, Miravalle, Santiago Conguripo, El Troje, Puerta de Agua Caliente, El Paraíso, Agua Caliente y Guadalupe Norte; de Angamacutiro entonces, hoy de J. Sixto Verduzco: Gildardo Magaña y Zapote de Parras; de Panindícuaro: La Córdoba, San Miguel Epejan, Panindícuaro, San Diego Amécuaro, Aguanuato, Ranchos de Epejan, El Fresno de la Reforma, Unguio, Curimeo, Ruvalcabo, Ojo de Agua de Señora, J. Trinidad Regalado, Pomácuaro, Los Alvarados y Ex hacienda de Curimeo; de Villa Morelos: El Fresno de Zárate, Tziracuaríndiro, San Ángel, La Puerta del Desmonte, El Granjeno y La Viga; y de Penjamillo: Tziquitiro y San Antonio Corupo. Los 97 comisariados, en representación de sus respectivos ejidos, constituyeron la Unión Ejidal de Producción y comercialización agropecuaria "Jesús Montenegro", con el propósito de organizar su producción agrícola y ganadera, para aumentar y ampliar el aprovechamiento de sus recursos y comercializar esa producción; obtener créditos para la Unión o sus ejidos asociados; construir y administrar almacenes y plantas para beneficio y transformación de su producción, canales de riego, plantas de bombeo, equipos de riego y aspersión, maquinaria agrícola y obras de mejoramiento territorial; trabajar la tierra en forma individual o común en la forma acordada por todos los ejidos y colectivamente actividades productivas; comprar, producir y distribuir, para uso común, fertilizantes, insecticidas, maquinaria, implementos, bienes e inductos; celebrar contratos para vender la producción de los ejidos asociados; obtener créditos dados a los ejidos miembros; actuar como agente de esos ejidos para transformar, vender, construir y clasificar los bienes de los ejidos asociados; gestionar programas para construir viviendas ejidales; y, en general, llevar a cabo todas las actividades que sirvan para mejorar la vida social y cultural de todos los ejidatarios asociados. Todo lo anterior de acuerdo con las disposiciones de la Ley Federal de la Reforma Agraria. Además, quedó establecido que, antes de ser miembro de la Unión, la asamblea general de cada ejido debía aprobar su ingreso y nombrar a dos delegados que se comprometan a que el propio ejido 265


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cumpla la ley y los estatutos de la Unión, participar en todas sus actividades, cuidar los bienes de la Unión y conservarlos, denunciar los malos manejos y actos que impidan el logro de los objetivos sociales, poner a los ejidatarios al corriente de acuerdos, planes y logros, y a responsabilizarse en la proporción que al Ejido corresponda de los actos y operaciones de la Unión. Además, se dejaron bien claros los derechos y obligaciones de cada ejido y de cada ejidatario, así como las causas de incumplimiento y sus respectivas sanciones o castigos. Capital con qué y destino de las ganancias Por cuanto a la palanca que mueve al mundo, esto es el dinero, la Unión integraría su capital con subsidios y subvenciones de los gobiernos federal y ............................. ¿De qué murió el quemado? La reacción de los acaparadores fue inmediata y lógica, pues se quedaron con la mercancía guardada. Las malas lenguas hablan de haber salvado a uno de ellos de ahorcarse entre las telarañas de su bodega sin clientes. Con su dinero hicieron y hacen presión mediante ataques periodísticos y engranes políticos. Pero el caso está, dice el presidente del Consejo de Administración de la Unión, en que ninguno de ellos le tira a vender en las mismas condiciones. Chocolate espeso Con el detalle mensual de ventas y los pagos quincenales, la Unión lleva cuentas claras. Autoridades oficiales y de la banca pública han efectuado varias auditorías y la Unión y sus dirigentes han salido limpios de polvo y paja. 266


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En cuatro años agrícolas ha hecho una distribución por 49.475,242.04 pesos que, de haber sido adquirido el fertilizante de los especuladores, hubiera costado a los campesinos la friolera de 40 millones y medio de pesos más. Y eso que en los ciclos 78/79 y 79/80 el consumo de fertilizantes disminuyó severamente debido a la sequía. Con la salud no se juega Otro pesar más sufrían los puruandireños. Con la excepción del doctor Luis Villegas, que no sólo atendía y atiende enfermos a la hora que sea y en el lugar que fuere, sino que proporciona medicina o dinero para comprarla, ningún otro facultativo médico atendía fuera de horas de consulta. Asistencia médica, medicinas, servicio quirúrgico en una ciudad sin quirófano, incapacidad total o parcial y temporal o permanente, así como el desamparo de mujeres y niños por viudez y orfandad inesperadas, eran fantasmas que enfriaban el ánimo del más pintado. El Centro de Salud de la SSA., con toda la buena voluntad de su personal, dada la limitación de sus recursos, no podía suplir esas carencias. La Seguridad Social era la medicina De nuevo apareció la Unión y de nuevo apareció don Francisco Merino Rábago. El Consejo de Administración, con el apoyo del señor Merino, entró en pláticas con el IMSS, cuando era dirigido por don Jesús Reyes Heroles, en 1976. El resultado fue la celebración de un convenio. Banco Nacional de Crédito Rural, S.A., y sus filiales del Pacífico Sur de Zamora y la Sucursal A de Pastor Ortiz, representadas éstas dos por los señores Isaías Hernández Gómez y Manuel Núñez Pérez, se obligaron a retener a los ejidatarios miembros de la Unión las cuotas anuales correspondientes al grupo "M" de asegurados: 3 162.92 o sean 527.15 pesos bimestrales.

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Banrural paga al Seguro Social por los miembros de la Unión otorgándoles un crédito, y la Unión recibe los pagos de sus asociados para entregarlos a Banrural. Así de fácil. Gracias a ello, los miembros de los 113 ejidos, ya no 97, que para ese 1976 integraban la Unión, así como sus esposas, hijos menores de 16 años y padres ancianos que dependieran de ellos, mediante 263.58 ps. mensuales por ejidatario, adquirieron y tienen derecho a los seguros de enfermedad y maternidad que comprenden: asistencia médica y quirúrgica, farmacéutica y hospitalaria, atención médica en caso de riesgos de trabajo, medicina preventiva y, también, pensiones por invalidez total o permanente, por vejez, por viudez, por orfandad y para padres ancianos en caso de muerte del asegurado, en cuyo lecho también se cuenta con auxilio económico para el funeral. A mí, las calaveras… De rebote y aun no queriendo, la instalación del Seguro Social en Puruándiro, obliga a todos los patronos a dar de alta en el Instituto a todos sus trabajadores asalariados, sean obreros, campesinos, dependientes, empleados de mostrador o de cualquiera otra clase. Además, los trabajadores independientes pueden darse de alta en el llamado "seguro voluntario". Gracias a la Unión, los fantasmas antes mencionados ahora sólo le pelan los dientes a los derecho-habientes del Seguro Social. Es bueno no necesitar vejigas para nadar Por otra parte, la Unión llevó a cabo la fundación de las llamadas "Unidades", que no son sino comisiones auxiliares sujetas a la Unión y registradas como personas jurídicas en la Secretaría de la Reforma Agraria, lo que permite lleven a cabo negocios por sí mismas, pero sujetas a la ley y al acuerdo de la Asamblea General de ejidos asociados. A. La primera Unidad se encarga del cultivo de fresa en una superficie autorizada de 240 hectáreas, por la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos.

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La misma Secretaría prohibió que agricultores particulares de Guanajuato puedan explotar ese cultivo en el Bajío michoacano. El cultivo es rendidor con un bajo costo, ya que la tierra está limpia de plagas, y es fuente de trabajo para 2 400 personas, en su mayoría mujeres, durante 10 meses en el año. B. La segunda Unidad se integra ahora con 70 granjas ejidales para engorda de cerdos, mismas granjas cuyo número se proyecta aumentar. Se ha programado una inversión de 500 millones de pesos, mediante créditos otorgados por Banrural paulatinamente, a fin de mejorar la calidad del ganado mediante sementales importados de alto registro, a más de la construcción e instalación de un rastro moderno, todo ello cumpliendo rigurosamente los requisitos de alta higiene. C. La tercera Unidad se dedica al cultivo de trigo y cebada, a la instalación de molinos para procesar esos granos y a la comercialización de las harinas obtenidas. D. La cuarta Unidad se integra con 3 centrales de maquinaria ubicadas en Villachuato, Pastor Ortiz y Numarán, varios grupos solidarios y el Centro Turístico del Ejido de Puruándiro. Las centrales, gracias de nuevo a la ayuda del señor Merino Rábago, cuentan con 165 tractores, una máquina perforadora de pozos para obtener agua potable y de riego con capacidad de horadar un pozo de 150 metros de profundidad en 10 días, a más de 50 máquinas trilladoras auxiliadas, para su operación, por dos camiones cada una. Los grupos solidarios de ejidatarios han adquirido y operan 225 tractores. El Centro Turístico merece párrafo aparte. E. La quinta Unidad, ahora en etapa de integración, está proyectada para dedicarse al cultivo y procesamiento del camote, tradicional alimento michoacano. La buena tierra y sus frutos El Bajío michoacano puede considerarse territorio ejidal. No puede hablarse de grandes parcelas, pues el promedio indica que su extensión no excede de las 4 hectáreas y, en numerosos casos, de superficie menor.

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Los cultivos fundamentales son: en primavera, sorgo en un 60%, maíz en un 30%, y camote, chile y hortalizas en el 10% restante; en tanto en invierno el trigo y la cebada, al espigar, premian el esfuerzo campesino. Al maíz que se siembra en tierras de riego se le distingue del obtenido de terrenos de temporal con el calificativo de "punteado". El cultivo novedoso, que hace más sólida la actividad primaria de la agricultura, es el de la fresa. Rendimientos Durante temporadas normales, en las que presas y ríos reciben el caudal lluvioso que permite la irrigación adecuada, el rendimiento del maíz es de once toneladas por hectárea; el sorgo no canta mal; y el trigo y la cebada se permiten un rendimiento de cinco toneladas por hectárea. Total: sin mucho presumir, el Bajío michoacano cuenta con tierras que dan un rendimiento igual al de las cacaraqueadas zonas agrícolas de Sinaloa y Sonora. La fresa, como nuevo cultivo, presenta ventajas iniciales que, con el tiempo, sufrirán disminución. Pero en tanto eso sucede, el costo del cultivo, que generalmente implica un gasto de 50 mil pesos por hectárea, en el Bajío michoacano se reduce a 30 mil del águila en igual superficie. Otro factor de ventaja en la frutilla granujienta es su rendimiento, que inclusive ha llegado a alcanzar las 40 toneladas por hectárea. En tercer término, el cultivo novedoso se encuentra con tierras libres de las plagas que lo afectan, por lo que las labores preventivas efectuadas cada 10 días, mediante la fumigación, permiten conservar las buenas condiciones actuales. Para concluir con la frutilla, en tanto se construyen las instalaciones necesarias para su conservación y empaque, las cosechas son vendidas a las plantas en funcionamiento en Irapuato. En relación con el sorgo, cuyo cultivo se habilita por Banrural, la región abajeña registra una producción bruta promedio de 150 mil toneladas anuales; y, por lo que a semilla se refiere, en 1972 se ensayó el sorgo "purépecha" en 100 hectáreas. El resultado fue tan 270


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satisfactorio que, para 1979, esa variedad de semilla se empleó en una extensión de dos mil hectáreas. Ya les decían los rogones El caso del sorgo merece un comentario. Año con año el campesinado sufría con las cosechas; materialmente rogaba a los acaparadores las compraran, y ellos, como almas caritativas que siempre han sido, encajaban el puñal un poco más adentro. Nació la Unión e impulsó la creación de granjas porcícolas, así como la fabricación de pasturas con los productos de la región. La actividad primaria logró así una mayor redituabilidad al ser transformada su producción por medio de la actividad secundaria o de transformación. Ahora los rogones son los acaparadores. El productor agrícola, por su necesidad misma de consumo y su capacidad de comercialización del producto transformado, controla el 50% de sus cosechas. Eso basta para controlar el precio del grano. A grado tal que el acaparador no tiene más remedio que esperar a que el campesino cubra primero su propia necesidad para luego ofrecer un precio por el excedente. Si el acaparador llega al precio, se le vende; en caso contrario, el grano se ensila para posterior uso o se industrializa para entrar al comercio. Resultado: el precio de garantía que se fijó al sorgo en 1979 fue de 2,300.00 ps. la tonelada. Los especuladores, sin regatear, la pagaron al ejidatario a 3,000.00 pesos. Los ejidos ven ahora la suya y aprenden la lección: Consume tu producción en actividades redituables, comercialízala mediante su procesamiento industrial, y los ladrones con cuenta bancaria y rancio abolengo no tendrán más remedio que acostumbrarse a pagarte lo justo o reventar. Ahora los ejidatarios dicen sonriendo: —Los que quieran sorgo se los vendemos, pero transformado en carne de cerdo o en pastura procesada. Y tienen toda la razón.

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Lechugas, rábanos, repollos y demás Por otra parte, el cultivo de hortalizas, recomendable por la forma como ayuda a la regeneración de la tierra, sólo se cultiva a nivel de consumo familiar y regional. La traba fundamental para la comercialización de la producción hortícola es su carácter de frutos perecederos que, o se venden o se echan a perder, factor que agudiza el riesgo de los vaivenes del mercado, que oscila de la gran a la mínima demanda y derrumba precios. De nuevo la solución consiste en lograr la industrialización de esos productos, o bien en seleccionar aquellos de difícil descomposición. Desde luego, frijol, alberjón, alubia, haba, garbanzo y soya son la respuesta, sin que el campesino deba olvidar que la horticultura regenera la tierra, al mismo tiempo que la deja descansar de otros cultivos. Y otra vez la burra al agua El agua fue, es y será la principal base de la producción agrícola. En consecuencia, el territorio nacional dedicado a la agricultura y en las zonas donde es posible la irrigación, está dividido en zonas de riego o Distritos. El Distrito número 20, llamado Morelia-Queréndaro, comprende la Unidad Pastor Ortiz, que usa las aguas de la Presa del Mezquite. El Distrito número 73 comprende las Unidades de Angamacutiro, La Piedad, Yurécuaro y La Barca. La Unidad de riego de la Presa de Solís comprende 7 500 hectáreas ubicadas en Pastor Ortiz, Villachuato y La Barca. La Unidad correspondiente a Angamacutiro abarca de 7 500 a 8 000 hectáreas irrigadas por la corriente del río Angulo y sus afluentes, así como la presa Melchor Ocampo, ubicada a 4 kilómetros de Villachuato, que es beneficiada por el sistema. La Presa La Cofradía, 3 kilómetros al sur de Janamuato, beneficia el territorio de éste y del valle de Puruándiro. Sin embargo, resulta inexplicable por qué las aguas de esta presa no benefician también a Galeana que, por su ubicación geográfica, debía recibirlas. 272


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La Presa El Tablón procura el bien del Valle de Puruándiro, Las Alazanas la región de Las Ranas y, al norte, la Presa El Arco ampara a Manuel Villalongín, Isaac Arriaga y Pastor Ortiz. A buscar más abajo La fórmula adicional que puede solventar la necesidad de irrigación se integra con la perforación de pozos. En Pastor Ortiz se autorizó la perforación de 20 pozos auxiliares o de emergencia que, según el aforo practicado, a sólo 150 metros de profundidad proporcionarán de 110 a 120 litros por segundo cada uno. Se esperaba que, entre abril y mayo de 1980, ya dieran ese beneficio. En Angamacutiro, la autorización se otorgó respecto de 18 pozos de emergencia, ya que la Unidad cuenta con el caudal constante del río Angulo. La Unión, como ya se dijo, adquirió una máquina perforadora que hará posible aquello del refrán de "a Dios rogando y con la perforadora dando". La Capital Chupadora En fin, el problema acuífero parece resolverse, pero siempre existe un pero. La corriente del Lerma se disminuye; en época de lluvias sus aguas broncas cada vez son menos broncas y, por lo mismo, menos aprovechables. El consumo cada vez mayor de la población creciente en el Distrito Federal succiona, chupa y absorbe agua y más agua. Y el Lerma se convierte en una arteria semivacía para perjuicio del campo que, en primera instancia, es el que provee de alimentos al Distrito capital. Como dijo el otro: ya no me quieras tanto, que me estás chupando el tuétano.

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Las vacas flacas 1979 fue un mal año agrícola. Llegó la época de aguas y no llovió. Ya desde 2 años antes se anunciaba el temporal malo, pues en 1977 y 1978 las lluvias comenzaron a caer hasta julio, casi con dos meses de retardo, lo que tronó las siembras de maíz en terrenos de temporal y perjudicó las de maíz "punteado", a las que sólo fue posible dar un riego de auxilio para favorecer el jiloteo. Pero 1979 resultó tenebroso. Se perdió el 80% de las siembras de temporal y al maíz punteado le faltó agua cuando jiloteaba. La falta de lluvia también ocasionó la pérdida del 80% de las aguas broncas. Las presas Melchor Ocampo y La Cofradía, exhaustas, no se alcanzaron a llenar y faltaron dos riegos a las siembras. En pocas palabras, tronó el ciclo agrícola por falta de agua. Pero los taladores no dejan de tumbar árboles a lo bestia. Los ejidos asociados a la Unión celebraron asamblea extraordinaria para programar los trabajos del ciclo 1980/81. Con las presas a medias, el riesgo a correr era grande, pues peligraban inversión, trabajo y cosecha. Para no entrar en detalle, la experiencia aconsejaba no hacer las siembras de invierno y, en marzo de 1980, sembrar sólo maíz para comer y sorgo. Y ésa fue la decisión tomada. La sequía repercutió en las economías del Bajío michoacano y nacional. La Unión vio disminuir severamente el consumo de fertilizantes. Y en todos los hogares se dejaron de satisfacer algunas necesidades. Apretado el cinturón, los ejidos asociados decidieron acelerar la perforación de pozos autorizados. Y cabe aplicar el refrán favorito de José Álvarez Cisneros: "No hay que ser optimistas. Debemos ser realistas". Y también el dicho de los viejitos: "La Unión hace la fuerza, pero vale más prevenir que lamentar".

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A pesar de todos los pesares Resumiendo, la economía agrícola de la región es fuerte y próspera, afronta severos problemas pero los resuelve uno por uno, abocándose ahora al aseguramiento de la irrigación oportuna. Si ha logrado la unidad ejidal, la programación conjunta de actividades, la intercomunicación mediante caminos vecinales, el otorgamiento de servicios esenciales y un espíritu de colaboración fundado en la convicción de esa unidad, lo que de paso acarreó la disminución de criminalidad en un 98% y el resurgimiento económico del Bajío michoacano, cabe asegurar que esa convicción positiva podrá resolver el problema de los riegos extensivos. Con los ojos abiertos Antes se consignó el elevado porcentaje de analfabetismo en la región. La Unión ha tomado a su cargo disminuir esa grave deficiencia entre los hijos de sus asociados. Se tuvo la idea de impulsar a futuros mejores a la niñez campesina, cuyos grandes frenos para acceder a los centros de estudio son la modestia de recursos económicos, así como la necesidad derivada de sostener a los hijos fuera del hogar paterno. La idea se empolló en tanto la Unión se consolidaba y tomaba vuelo. Finalmente rompió el cascarón y se transformó en realidad. En 1977 se publicó la convocatoria. José Álvarez Cisneros, cuya preparación académica se debe a la beca que le consiguió Jesús Montenegro en los años de lucha y que aplica sus conocimientos profesionales al derecho del pueblo, impulsado por Victorio, el hermano mayor, nunca ha olvidado que su educación la debe al pueblo y, específicamente, a los campesinos abajeños. Se convocó a todos los hijos de campesinos miembros de ejidos asociados a la Unión a que adquirieran fertilizantes de ella, que tuvieran certificados de educación primaria y desearan cursar estudios superiores. Acreditado el consumo de fertilizantes con pagarés cancelados correspondientes al ciclo agrícola anterior, la filiación con el ejidatario con copia certificada del acta de nacimiento, la boleta oficial de 275


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calificaciones que demostrara la obtención de un promedio no menor de ocho en el curso lectivo anterior, y la promesa de servir a los ejidos de la Unión con los conocimientos adquiridos al concluir los estudios, se tendría derecho a una beca. La beca consistiría en la cantidad de 300.00 pesos mensuales durante 10 meses del año, que podrían refrendarse de persistir la satisfacción de los requisitos. En principio las becas eran sólo 155, estimándose que bastaban y sobraban para los posibles solicitantes. La sorpresa fue mayúscula, pues no menos de trescientos jóvenes de ambos sexos se presentaron. Fue necesario efectuar un sorteo. El Lic. Carlos Torres Manzo, Gobernador del Estado, presidió el primer sorteo en 1977, y 155 estudiantes afortunados salieron del ámbito ejidal para estudiar en secundarias y preparatorias federales, en Centros Técnicos Agropecuarios o Administrativos, en la Universidad de San Nicolás, en escuelas Normales, en el Instituto Politécnico Nacional y en la UNAM. El éxito de la demanda y los resultados que los estudiantes exhibieron movieron a la Unión a incrementar el número de becas. De 1978 a la fecha se otorgan 200, lo que indica que la Unión eroga anualmente seiscientos mil pesos en la educación de la juventud abajeña. José Álvarez Cisneros, Ramón Díaz Pérez, Antonio Hernández Martínez, Manuel Ávalos, Luis González Ramos y Feliciano Zendejas afirman enfáticamente que la educación de la juventud es un problema y una obligación a cargo del Estado mexicano, pero como ese Estado lo integra todo el pueblo de México, esa educación y ese problema deben ser resueltos por todos. Y por ello se otorgan las becas con las utilidades que cada año obtiene la Unión. Agregan que no se trata de un privilegio, pues si muchas personas acaudaladas pagan un ojo de la cara para que sus hijos estudien en el extranjero, en la Universidad Anáhuac o en el Colegio Alemán, por qué razón el hijo del campesino no puede aspirar a una educación superior. Por lo mismo, no pueden perder la esperanza de estar en posibilidad, muy pronto, de aumentar el número de becas.

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Entretanto, se ha obtenido de la SEP el otorgamiento de 31 becas más, por lo que ahora son 231 los estudiantes beneficiados. En este techo no hay goteras Los autores tuvieron a la vista los expedientes de los becarios. La mayoría con promedios superiores al nueve y, para satisfacción personal de uno de los que escriben el presente estudio, encontrar que un joven becario puruandireño cursa estudios en el CETA (Centro De Estudios Tecnológicos y Agropecuarios) ubicado en su tierra matria, San José de Gracia, Mich., que se instituyó en la cabecera del municipio de Marcos Castellanos gracias al entusiasmo del historiógrafo Luis González y González. Además, hay becarios que estudian en Puruándiro, Morelia, el Distrito Federal, Uruapan, Celaya, Zacatecas, Texcoco, Cerano, Tzacapu, Angamacutiro, Tiríndaro, Antúnez, Nueva Italia, Jiquilpan, Taretan y otras localidades. Y para que las lenguas sueltas no hablen, en cada expediente, además de la documentación y comprobantes de estudios, se conservan los comprobantes de pago de becas con el número de cada cheque y banco librado. Sólo se ha tenido un tropiezo. El mal temporal o sequía de 1979 hizo bajar en forma sensible la venta de fertilizantes, por lo que hubo que posponer el aumento del importe de las becas a 500.00 pesos mensuales. No todos los becarios llegarán a genios, pero sí estarán mejor preparados para lograr su superación personal, la de sus familiares y la de su ejido. Como dijo el escritor John Steinbeck: No es posible convertir a un toro en un caballo de carreras, pero bien entrenado puede llegar a ser un toro muy veloz. Los maquinistas del barco Los pasajeros de un trasatlántico viajan muy cómodos, pero rara vez se detienen a pensar que si la nave remueve y llega a puerto se debe a

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un grupo de hombres que, en lo más hondo del barco, luchan con máquinas, combustible, desperfectos y problemas. El personal administrativo de la Unión es ese grupo. Su labor es eficiente y sirven con entusiasmo y constancia Rosita Maqueda Díaz, María Asunción García Álvarez, Josefina García Parra, Juanita Magaña Martínez, María Luisa Ruiz Moreno, Javier Camarena Tena, el incansable viajero Mauricio Maqueda Díaz, Emigdio Martínez Mosqueda y Jerónimo Ramírez Regalado. Este personal percibe mensualmente un sueldo que suma 15,920.00 pesos, total que, dividido entre 9 personas, implica un ingreso modesto. Don Francisco Merino Rábago, al ver esta nómina, advirtió a los directivos: —Se les van a ir estos muchachos. Pero ahí siguen, entusiastas y firmes, al pie del cañón, seguros de que, cuando sea posible, su situación mejorará. Mauricio Maqueda, el galeanense infatigable, anduvo con los autores de la ceca a la meca; no hubo rincón que no mostrara; no dejó una pregunta sin respuesta, bien proporcionándola él mismo, bien llevándolos al lugar y a la persona que podía darla; su calidad humana quedó demostrada y los que esto escriben sintieron pena al tener que despedirse de él. Que conste. Hechos son amores Para marzo de 1980 los resultados son: cultivo de maíz, sorgo, trigo, cebada y garbanzo, con la novedad adicional de la fresa; granjas porcicultoras que en 1973 no existían ni en sueños; producción agrícola, por hectárea, de 11 toneladas de sorgo, 5 toneladas de trigo o cebada; perforadora de pozos; mecanización agrícola; industria de transformación; adquisición de fertilizantes a bajo precio y sin intermediación, con la consecuencia de una mejor recuperación de la tierra; la venta del sorgo ya transformado en carne de cerdo o en pastura; actividades que reportan beneficios sobre cerca de 31 mil hectáreas de terreno de riego y más de 32 mil hectáreas de tierras de temporal que poco a poco reciben, hasta donde es factible, el beneficio de la irrigación; el aumento de la producción agrícola, en 7 años, superior al mil por ciento; el pago puntual de sus obligaciones 278


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crediticias, lo que convierte el Bajío michoacano, según Banrural, en la zona de más elevada recuperación crediticia; la solidaridad entre 120 ejidos integrados por 11,508 camaradas que, con sus familias, suman aproximadamente 60 mil personas de Puruándiro, Angamacutiro, J. Sixto Verduzco, Panindícuaro, Penjamillo, Numarán y Morelos; Consejos de Administración y de Vigilancia y Vocales ejecutivos que, a la fecha, nunca han querido cobrar el 15% anual que les corresponde de las utilidades obtenidas, por concepto de honorarios; y el auxilio económico a 231 estudiantes abajeños que serán el aporte de la Unión al desarrollo regional y nacional, esto por año; pero sobre todo, el espíritu de unidad, de conciencia de clase y de afán por la superación material, moral e intelectual de todos. Esos son los hechos y esa es la lucha actual. Comparada con la lucha de los desesperados narrada por los ancianos, sólo puede coronarse la aglomeración de hechos investigados con lo siguiente, salido de la mente de Agustín Martínez Rosales, miembro del personal de redacción del órgano de la Unión que pronto volverá a publicarse mensualmente, "Revolución en marcha", así como estudiante actual de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, salido de las entrañas del ejido Gildardo Magaña: Nosotros y los de entonces ya no somos los mismos. Ah, tiempos aquellos en sólo a salivazos se partían las piedras, en que a mano se abrían arroyos de esperanza y que por ellos bajaban nuestros antiguos arrastrándolo todo. Tiempos en que, a cabeza de silla y con el dedo en el gatillo se escribía la historia; en que la libertad era cosa de fusiles y la tierra cotidiana era ganada 279


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con el sudor de la muerte. Los hombres morenos de sol con cicatrices de tormenta llovían sobre el mundo; con una furia de hachas picaban y cortaban con sus aceros trozos de agua y de viento, para que en la tierra de sus sueños la semilla multiplicara sus potencias. Eran hombres con vocación de surco, que en vez de corazón traían una mata de futuro prendida al pecho y en cada bala un sueño de espigas. Fueron los hombres que sacrificaron su risa para que nosotros aprendiéramos a reír, para que la vida anduviera suelta alzando polvo en los caminos y espuma en los canales, para que trepara por las cañas a velar el sueño redondo y duro de los granos, para que, sin pedernal ni yesca, ¡la vida se cuajara en chispa eterna en el vientre y en las mejillas de las casas! 5. NO SON TODOS LOS QUE ESTÁN Entre preparados y "gorrudos" El mando político es una especie de culminación por la que luchan, en todas partes del mundo, los distintos sectores sociales. Por lo que respecta a Puruándiro, el relato del sube y baja se suspendió en la etapa en que don Francisco Pérez, por primera vez en

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la historia puruandireña, presidió el Ayuntamiento Municipal por todo un trienio. Le sucedió en el poder el doctor Luis Villegas Magaña, a cuyo lado se encontraba el también médico Gustavo Pérez Cázares. Gracias a las gracias de los contratistas que pescaron la concesión para la instalación de tomas de agua potable, tubería para aguas negras y pavimentación urbana y vecinal, el municipio entró en efervescencia. Las colonias urbanas Melchor Ocampo, La Cuevita u Ojo Santo, Lázaro Cárdenas o Geroche, Adolfo López Mateos, San Antonio y La Soledad fueron rápidamente movilizadas para protestar por los altos costos que contradecían los presupuestos inicialmente presentados. Hubo reuniones en las oficinas municipales y en el Palacio de Gobierno de Morelia. La ciudad de Puruándiro se declaró en huelga de pagos de derechos de cooperación. A más de los líderes bien intencionados, con razonamientos lógicos y pruebas en la mano, surgió un nuevo tipo de dirigente de masas populares: el que grita, insulta autoridades y arrebata a la gente con su demagogia, al mismo tiempo que pide pequeñas cooperaciones que, de grano en grano, engordan el buche y hasta su cuenta bancaria. La acción redentora de esos nuevos activistas logró un propósito. Como el doctor Villegas es partidario de una política progresista y los ejidatarios apoyaban el pago de la carretera de La Herradura, que comunicaba a buen número de ejidos entre sí y con la cabecera, fue desconocido por el sector urbano. Al dejar el sitial, éste fue ocupado por su colega Pérez Cázares, quien a más de no solucionar nada dejó también el poder a los 10 meses en manos de don Baldomero Ramírez. El sector campesino tuvo la efímera satisfacción de ver electo presidente a uno de los suyos, don José Vargas Rivera, quien vio al toro tan resabiado que abandonó la faena a los once meses y, después de otros comedidos que se sucedieron en la jefatura, don Ubaldo Lara terminó el trienio con un suspiro de alivio. Una voz unánime se alzó entre los habitantes de la Ciudad: no dejar que ocupara la presidencia otro "gorrudo"; el puesto era para personas "preparadas". Y con ese lema de guerra política don Néstor 281


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Pérez Aguilar fue presidente del nuevo Ayuntamiento, si bien formaba parte de éste un ejidatario inquieto, el Lic. José Álvarez Cisneros. Pero don Néstor tampoco pudo con el tercio, lo tiró para que en el aire lo recogiera el teniente coronel N. Valdés. No sabía el militar la que le esperaba. Margarito Ceballos le agarró tirria al nuevo director de la escuela secundaria federal, profesor Luis González Delgado, ya que el plantel, recientemente federalizado, adquiría cada vez mayor arraigo y se impartían clases aun en días de guardar, se honraba a la bandera y a Benito Juárez. Con el apoyo de señoras y señoritas que no tenían hijos en esa escuela, Ceballos provocó, injurió, acosó a los alumnos y, finalmente, organizó un motín en forma que atacó el plantel invadiéndolo. El resultado fue cruento: el director resultó herido y su hijo asesinado el 13 de septiembre de 1968; Luis Napoleón González Terrazas falleció por disparo de arma de fuego, se le negó sepultura y su dolido padre tuvo que llevarlo fuera de Puruándiro. Ceballos tuvo que radicar en Guanajuato; sus seguidoras armaron mítines en Morelia sin lograr su retorno; y, a la fecha, de vez en cuando Margarito llega de visita a Puruándiro, es objeto de festejos y, como característica del dirigente, siempre solicita que un mariachi le toque "Pero sigo siendo el rey". Como la mano militar valió sombrilla en este caso, en las siguientes elecciones el agraciado fue don Manuel Navarro Reyes. Se volvía a romper el precepto de "fuera con los gorrudos", pues el señor Navarro es ejidatario. En realidad, el gorrudo supo no sólo capear el temporal, sino imponer el orden. Con la habilidad que debe tener un político: ser flexible pero sin otorgar concesiones desmesuradas y con mano suave hacer cumplir sus disposiciones, con apoyo de los ejidatarios logró ser el primer presidente municipal de verse en muchos años. Simultáneamente, el Lic. Álvarez Cisneros fue electo diputado a la XLVIII Legislatura del Estado. Tal parecía que llegaba la época de los ejidatarios. El siguiente candidato electo fue don Alfonso Parra. Pero a poco tiempo perdió la vida en un accidente, por lo que le sustituyó en el poder el Lic. y Notario J. Guadalupe Ramírez, quien afirma, dentro de su posición progresista, que el sector popular de la ciudad es noble, pero que necesita gobernantes que no se sienten a esperar se le expongan necesidades y problemas, sino que por propia iniciativa 282


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debe acudir a donde los haya, hablar con los interesados y actuar sobre la marcha. Será el sereno, pero el fedatario público no sólo encontró solución a conflictos y carencias, sino que evitó desórdenes propiciados por los de la profesión de licuadora. Con medidas tan simples como el reparto gratuito de agua mediante pipas, la instalación de hidrantes en puntos donde se carecía del líquido, y la construcción de un puente inconcluso en la colonia Melchor Ocampo, sobre un vacío de 10 metros de profundidad en el que sólo existía una tablita para cruzar con espíritu cirquero. Para la construcción del puente colaboraron los vecinos del rumbo. Por virtud de la experiencia adquirida, se estima que las medidas tomadas por el Lic. Ramírez crearon un lazo de unión entre autoridades y gobernados, con el berrinche lógico de quienes propician una división que ya debe terminar. En nuevas elecciones resultó triunfador don Ramón Díaz Pérez, hijo de don Guadalupe y doña Josefina, nacido en Manuel Villalongín y, por tanto, gorrudo. Los ejidatarios Luis González Ramos y Ramón Orozco Ibarra, los trabajadores asalariados Carlos Ramírez Rivero y Armando Ruiz Castillo y el comerciante Miguel Aguirre integraron el Ayuntamiento. Durante el periodo 1975/77, el Ayuntamiento en funciones obtuvo del Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos, S.A. de C.V., un crédito por más de cuatro millones de pesos, pagadero a 15 años, préstamo que ayudó a hacer posible al representante del Gobierno del Estado en el Distrito Federal, profesor Leopoldo Herrera Morales, puruandireño, hijo del músico don José Herrera Martínez, originario de Guanajuato, donde trabajó en la mina "La Valenciana", y de doña Luisa Morales Cerda, puruandireña. Si el padre de don Leopoldo fue socio del impresor Navarrete y, al mismo tiempo, amante de la música como lo demostró su desempeño en el templo parroquial, el profesor Herrera heredó de su padre el amor a la música, puesto a prueba a través de una cajita mecánica que la producía y que le fue regalada al convalecer de una enfermedad infantil. La coincidencia de desempeños entre don Ramón Díaz Pérez y el profesor Herrera Morales en puestos públicos, se repite, posibilitó el esfuerzo conjunto y la obtención del crédito gracias al cual se logró el sueño imposible de Puruándiro: en lugar de vendimias a media calle, 283


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como pueblo de quinta categoría, un mercado municipal con todas las de la ley que, con el nombre del incorruptible Emiliano Zapata, fue inaugurado en diciembre de 1977, ubicado entre las calles de Manuel Acuña, Ignacio M. Altamirano, Agustín Rivera y Guillermo Prieto. El Ayuntamiento encabezado por el señor Díaz Pérez logró también la cooperación de los vecinos y, con ella, la pavimentación de las calles de Corregidora, Mina y Pedro Moreno, y parte de las de Zaragoza, Bravo y Madero. La actividad de los gorrudos en el poder no paró allí. El Palacio Municipal daba lástima. No se concretaron a lavarle la cara, sino que se le hizo objeto de una cuidadosa operación de cirugía plástica en la que se empleó madera de parota con valor de cuarenta tres mil pesos, lambrines de sabino, piso de mármol de Tepeaca, Pue., otros pisos de cantera de Soté, en el Estado de Hidalgo, y candiles adquiridos en la capital de la república. El Ayuntamiento tramitó y obtuvo de la Secretaría de Programación y Presupuesto el auxilio necesario para perforar un pozo en San Antonio Carano y dotar de un poco más de agua potable al municipio puruandireño. Puede terminarse la relación con la compra de un camión de volteo para el servicio urbano de recolección y acarreo de basura, que también se emplea en el transporte de material de construcción para obras públicas. Y todavía hay quien dice que el gobierno municipal debe estar en manos de "preparados". No escarmentó con la primera A pesar de la mala experiencia sufrida, el doctor Luis Villegas Magaña fue de nuevo candidato y otra vez resultó electo para presidir el Ayuntamiento durante el periodo 1978/80. La posición ideológica del médico era ya bien conocida. Facultativo generoso y eficiente, amante de la causa del pueblo. Navarro, Ramírez y Díaz eran muchos; un cuarto presidente del mismo bando era demasiado. El bando "preparado" estaba al acecho. En tanto el doctor iniciaba las instalaciones necesarias para aprovechar el agua potable del pozo perforado en San Antonio Carano, ocurrió un incidente desgraciado: 284


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un policía causó la muerte a un menor. El pretexto estaba a la mano, ya que el hermano del presidente municipal era el comandante de policía. Un hecho penal dio la voltereta y se convirtió en arma política. Los agitadores atacaron para sacar raja; el sector femenino, acompañado de sus esposos, organizó manifestaciones de repudio. Resulta desconcertante ver a un núcleo importante de personas que viaja a Morelia para armar un mitin a fin de evitar que el director intelectual de un motín que culmina con el ataque a una escuela y el asesinato de un menor, organice otro mitin para exigir la renuncia de un funcionario porque un empleado público con el que no tiene relación directa cometa otro homicidio. La lógica se resiste a entender este fenómeno. Pero el doctor Villegas, ante la presión, renunció para ser reemplazado por otro médico. Posiblemente don Luis recuerde ahora el refrán: ¿Quién desea tu perdición? ¡El de tu profesión! Los autores agradecen al conserje del Palacio Municipal y al Secretario Municipal, Rubén Pérez Anaya, la información proporcionada. 6.

LA QUERENCIA QUITARÁN, PERO LAS VEREDAS ¿CUÁNDO?

El sistema periférico La espina dorsal de cualquier economía regional está constituida por la infraestructura, esto es, vías de comunicación necesarias para el intercambio interno, la exportación e importación de satisfactores. El Bajío michoacano en ese sentido, fue una región castigada por su casi total aislamiento. Ya se ha relatado el problema que revistió la instalación de una vía férrea que evitara el viaje a lomos de bestia o en diligencia a Morelia o hasta alguna de las localidades de Guanajuato a las que llegaba ese tipo de transporte. Finalmente, la penitencia se redujo al viaje a Villachuato.

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Pero todo mal tiene remedio, salvo la muerte si fuere un mal. Los planes de gobierno federal y locales han hecho posible la comunicación abajeña. Una ruta carretera sale de Puruándiro para tocar La Quemada, Batuecas, Rincón de don Pedro, Villa Morelos, Huandacareo, Capacho, Cuitzeo, Tzinapécuaro, Tlalpujahua, El Oro, Atlacomulco, Ixtlahuaca, Toluca y el Distrito Federal. El camino que demuestra que no siempre la línea recta es la más rápida entre dos puntos, dada la condición del pavimento, es el itinerario que sale de Puruándiro, para tocar Angamacutiro, Penjamillo, Tzináparo, La Piedad, Pénjamo, Abasolo, Irapuato y, por el camino de cuota, Celaya, Apaseo, Querétaro, San Juan del Río, Tepeji, Tlalnepantla y ciudad de México, capital. Con rumbo al Occidente, la ruta es la misma mencionada en el párrafo anterior hasta La Piedad, distante de Puruándiro 68 kilómetros, para continuar por Yurécuaro, Vistahermosa, La Barca, Ocotlán y Guadalajara. Camino al Sur, la ruta pertinente es la que lleva a Cuitzeo para, de allí, dejarse caer hasta Morelia. Quien llega a la capital de la república, a la antigua Tetlan o Perla de Occidente o a la ciudad de los ates, podrá llegar a cualquiera otra parte del mundo. La de la buena suerte En cuanto a la comunicación municipal interior, el esfuerzo aunado de federación, gobierno estatal y ejidatarios ha hecho posible la comunicación con pueblos que antes estuvieron aislados. La carretera Puruándiro-Villachuato sólo tocaba el poblado de Janamuato, con dirección al noroeste. Se proyectó la construcción de un camino de forma semicircular que, entre Janamuato y Villachuato, se desprendería al norte, pasaría junto a San Isidro de la Cuesta, Agua Gorda y Pastor Ortiz, para luego doblar al este, llegar a Isaac Arriaga, después, al oeste, a Manuel Villalongín y, rumbo al sur, pasar por el Reparo, Janambó, San Nicolás, una desviación al este a La Excusa y, de nuevo sobre el

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camino, bordear a San Pedro Carano, cruzar la laguna y llegar a Puruándiro. La misma carretera, después de pasar por Puruándiro, con rumbo suroeste y bordeando el Volcán Grande o cerro de Janamuato y el cerro del Sauz, pasa por Galeana, Ururuta, El Pueblito, San Miguel, Casas Viejas y Curimeo, que quedaron unidas a Janamuato y a la cabecera. Todos los interesados celebraron un convenio para construir la carretera, a la que, dada su forma, se llamó de La Herradura. El sector ejidal colaboraría con millón y medio de pesos, la cabecera con medio millón y el gobierno estatal con el resto. Y sobre el muerto las coronas. En 1969 se concluyó el camino de revestimiento que se había proyectado, que a la fecha presta un magnífico servicio de enlace, si bien es necesario efectuar reparaciones y una labor casi constante de bacheo. Pero el fin primordial se logró y funciona en beneficio de todos, inclusive de propietarios de predios urbanos y rústicos que, por el solo hecho de existir la nueva vía de comunicación, aumentaron de precio. Sin embargo, hubo en la sopa un pelo. Después que don Manuel Navarro logró, como presidente municipal, que el Ayuntamiento firmara letras por el monto de la aportación que le correspondía al municipio, a la hora de la verdad todos se hicieron para atrás. No quedó más remedio al gobierno estatal que apoquinar el medio milloncejo. 7.

PARA SERVIR A USTED

La señora de las balanzas Puruándiro es cabecera de Distrito Judicial, que comprende al propio municipio y a los de Morelos, J. Sixto Verduzco, Angamacutiro y Huaniqueo. El impartimiento de justicia está a cargo de un Juzgado de Primera Instancia que conoce tanto de asuntos civiles como penales.

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De los negocios que se desahogan aparece que los conflictos no son numerosos entre ciudadanos; en materia penal es notable la disminución de hechos de sangre, pues de no menos de quinientos anuales se ha reducido a veinticinco o treinta. Por cuanto a robos, la escala no es considerable y casi siempre se refiere a hurtos de menor cuantía. En cambio, el despojo a nivel ejidal aun presenta una incidencia notable, consistente en el apoderamiento o explotación ilegal de alguna parcela, sin autorización del titular del derecho; sin embargo, la incidencia es cada vez menor. Resulta notable el hecho de constatar que el rentismo ejidal prácticamente no existe en la región, lo que indica que el propósito de la reforma agraria se logra, pues quien es dotado con una parcela la conserva para trabajarla por sí mismo; sólo unos cuantos holgazanes amigos del dinero fácil rentan su parcela, se arrepienten y van a dar la lata a la autoridad judicial. Por cuanto a cárcel preventiva, existen separadas las de mujeres y varones, en locales distintos a los de las dependencias oficiales. La condición de los reclusorios es lamentable e infrahumana. La recolectora de pesos En Puruándiro se asienta una administración de Rentas dependiente de la Tesorería del Estado. En febrero de 1980 se hizo cargo de ella el señor Javier Granciano Zamora, oriundo de Ciudad Hidalgo, hijo de don José Granciano Gama y doña Guadalupe Zamora Delgado. Es Oficial Mayor de la Administración don Pedro Guevara Hernández. La señorita Enedina Guerrero Valdovinos ocupa el cargo de Oficial Segundo. Además, el personal se integra con 14 auxiliares de oficina, entre ellos los señores Rodolfo Rodríguez Rojas y Antonio Uribe Aguilera, un auxiliar supernumerario y tres meritorias. En Janamuato, Pastor Ortiz, Angamacutiro y Villa Morelos están instaladas sendas Receptorías dependientes de esta Administración. El señor Granciano informó a los autores con prontitud y amabilidad, con el dinamismo propio de un hombre joven, y en su actitud informativa participaron las personas antes mencionadas. La propiedad rústica se valora de acuerdo con los avalúos aprobados por las Juntas de Catastro municipal de Puruándiro y 288


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central de Morelia. Se estiman tierras de primera las de riego por gravedad, con valor de 400 mil pesos la hectárea, las de riego por gravedad eventual, que se estiman a 25 mil pelucones la hectárea, las de riego mecánico a 18 mil la hectárea, las de humedad a 15 milagros y las de temporal a seis mil. Por cuanto a tierras de segunda, valen 25 mil las hectáreas de riego por gravedad, a 15 mil las de riego por gravedad eventual, las de riego mecánico a 13 millares, las de humedad a 10 mil y de temporal a 4 mil. Otros tipos de terreno se valoran a 5 mil pesos la hectárea de monte de explotación, a 3 mil la de agostadero, a 6 milagros la que tiene plantío de maguey, a 25 milenios la de huerta frutícola y a tristes 150 pesos la de terreno de eriazo. En una postura de equidad, los valores antes indicados se demeritan según la ubicación de los predios. Si éstos están ubicados a más de 20 kilómetros de las vías de comunicación su precio desciende. Pero en la misma postura, esos propios valores se incrementan si quedan próximos a centros de distribución y con cultivos de precio elevado. De allí que los dueños de predios próximos a La Herradura salieran ganando sin poner nada. Por cuanto a terrenos ejidales y su producción, el discutido tributo ejidal ya no se calcula sobre el 5 por ciento del rendimiento bruto de las parcelas, sino que se cobran 75.00 ps. por cada hectárea de temporal y 200.00 pesos por cada hectárea de riego. Lo anterior demuestra la postura humanística del actual gobierno. El municipio de Puruándiro cuenta actualmente con 4 300 predios urbanos de valor variable, desde la millonada hasta el valor mínimo en la periferia; las fincas rústicas no ejidales son solamente 806 predios cuyo valor se estima de acuerdo con los factores antes proporcionados. Por cuanto a establecimientos comerciales de intermediación, en buen cristiano tiendas de distintos artículos no producidos por ellas, existen 421 en el municipio; comerciantes que caen regularmente de vez en cuando o accidentales son sólo 26; y comercios mecanizados se elevan a 213. Esto indica un total de 660 adeptos a Hermes, el dios del comercio y los ladrones entre los griegos.

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La fiebre de la época, caminar sobre ruedas, con escapes sonoros y humeantes, aceleradores metidos hasta el fondo, taxis, camionetas y demás hierbas, ascienden a la cantidad de 1, 526. Cumplir con el doloroso deber de pagar impuestos es menos duro si la oficina donde debe cumplirse es agradable. El señor Granciano decidió, al tomar posesión, remozar totalmente el local de la Administración. Sin embargo, al mismo tiempo que se resanaban paredes y se aplicaba pintura a éstas y a los muebles, se instalaban cubículos y reparaban máquinas, el personal trabajaba como de costumbre. Funcionalidad y limpieza estimulan al trabajador y, como se dijo, hacen menos doloroso el deber. Al practicarse la investigación, fue una sorpresa para los autores ver a un hombre alto, de complexión atlética y aparentemente de unos 50 años de edad. Su natural extrovertido permitió entablar plática con él. Se trataba de Leopoldo Ramos, conocido en el mundo de los toros como "El Ahijado del Matadero", torero que alternó con primeras figuras como Lorenzo Garza, Silverio Pérez y Manolete. La curiosidad impulsó a preguntarle su edad: 66 años fue la respuesta sorprendente; radica en Pastor Ortiz y no abandona el deporte y el trabajo a campo raso. Es bueno ver cómo un hombre que llegó a la fama, no se dejó cegar por el oropel y lleva una vida sencilla, sana y tranquila. La conversación se cerró con el Administrador al preguntarle cómo será posible la superación moral, cívica y material del municipio. Su respuesta fue breve: la práctica del deporte y el estudio. El broche de la investigación fue concretar el importe total del ingreso de percepciones en la Administración durante el año fiscal de 1979. Los impuestos recabados ascendieron a la suma de 13.373,136.29 pesos. Era caro, pero muy lisito La inquietud por la información recabada respecto al problema que se suscitó en relación con el pavimento de las calles de la ciudad, impulsó a los autores a investigar a fondo los hechos. El presupuesto inicial fijó un precio de 42.00 ps. por metro cuadrado. 290


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El representante de la Junta Municipal de Mejoras de Puruándiro, Francisco Ponce, suscribió el contrato relativo en unión de un representante del gobierno del Estado, esto es un ingeniero de apellido Tórcida, y con la Compañía Ballesteros, S.A., representada por otro ingeniero de apellido Tena. Cuando nadie lo esperaba se anunció que el costo real por metro cuadrado de pavimento sería de 68.00 ps. a 70.00 ps., por lo que los afectados integraron la Unión para la Defensa de los Intereses del Pueblo. Cuando se pretendió hacer efectivas las letras giradas y rehusase los vecinos a cubrirlas, ante el apercibimiento de un embargo, los afectados se entrevistaron con el entonces gobernador Lic. Agustín Arriaga Rivera, sin resultado alguno. Pero al hacerse cargo de la gubernatura don Carlos Gálvez Betancourt, el nuevo presidente de la Junta de Mejoras, Lic. Guadalupe Ramírez, solicitó se efectuara una investigación a fondo, de la que resultó que el contrato celebrado con la Compañía Ballesteros no había sido autorizado por el Congreso de Michoacán, lo que lo hacía inválido. El Gobernador, en vista de los hechos, firmó un convenio con el presidente municipal don Manuel Navarro Reyes, también heredero del conflicto, en el que se determinó, ahora sí con la aprobación del Congreso local, que el Gobierno del Estado pagaría 5 millones de pesos, y Puruándiro sólo un millón. Al aumentar el costo real de la obra y descuidar el requisito de su aprobación los abusivos se la cobijaron al revés. 7 años después, al pavimentarse las calles que rodean al Mercado Municipal, el Lic. Ramírez como presidente municipal contrató los trabajos a 24.00 ps. el metro cuadrado. La respuesta popular fue aprobatoria y los vecinos manifestaron su agradecimiento aportando 50 mil pesos de materiales con los que se restauró el panteón municipal. No tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre.

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Caños que destapar Una consecuencia negativa más dejó el avorazamiento de Compañía Ballesteros, S.A., Tena y Tórcida, que en el apellido lleva la fama. El drenaje instalado en las calles que pavimentaron se hizo usando tubería de cemento de ocho a doce pulgadas de diámetro, propiamente de uso doméstico pero nunca público. El resultado no podrá ser sino un azolvamiento constante y molesto, facilitado por la escasez de agua de la ciudad. La seguridad social Desde que el hombre existe, han existido con él enfermedad, miseria y vejez. Los primeros sistemas de asistencia fueron de tipo caritativo, a la San Francisco de Asís. Sin embargo, el hecho de recibir una caridad menoscaba la dignidad humana, máxime cuando existen personas que hacen alarde de su generosidad. En los sistemas modernos de seguridad social los servicios prestados se cubren con cuotas pagadas por el trabajador, por el patrono y por el Estado. El trabajador que requiere de esos servicios ha pagado por lo que pide, por lo que puede hacerlo con dignidad. Ya antes se ha relatado la forma como el IMSS llevó sus beneficios a Puruándiro. El 16 de junio de 1976 se fundó la Clínica Hospital de Campo del Instituto, en la que se atiende a los asegurados y a sus derechohabientes por seis médicos, dos dentistas, tres pasantes de enfermería, ocho auxiliares de enfermería, tres empleados administrativos, una empleada encargada de la farmacia y un laboratorista. Actualmente es director interino de la Clínica el Dr. Alfredo Comparán y administrador de la misma el Lic. Francisco González Millán, quien proporcionó la información solicitada. La Clínica tiene instalado el único quirófano en servicio en Puruándiro, su servicio de hospital consta de nueve de las catorce

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camas que están autorizadas y cuenta con una ambulancia para transporte de enfermos. Independientemente de los servicios a que se tiene derecho y que en páginas anteriores se enumeran, el Lic. González Millán informó que el derecho a pensión se adquiere al cubrir el asegurado 156 cotizaciones semanales, esto es las cuotas de tres años, si el asegurado cayere en incapacidad; y agregó que a marzo de 1980 ya se cubría a cuatro señoras la pensión de viudez por virtud del fallecimiento de sus esposos, así como que a las madres les es dado el servicio de canastillas si ellas o sus esposos trabajan en el propio Instituto o en la CFE. Además, diariamente se presta un servicio promedio de cien consultas y se proporcionan los medicamentos prescritos, existiendo siempre una guardia para atender pacientes hospitalizados y casos de urgencia, en la inteligencia de que aun no se establece el servicio de visita domiciliaria. Aclaró también el informante que en la región que cubre la Clínica, a la fecha, existe un nutrido número de trabajadores asalariados cuyos patronos son remisos en dar de alta en el Instituto a sus trabajadores, los que pueden presentar la queja ante las autoridades del trabajo con objeto de tener derecho a los servicios de seguridad que se brindan. Pudo observarse que el local de la Clínica es inadecuado para su propósito, por lo que es recomendable que las autoridades superiores del Instituto autoricen y ordenen la construcción de una clínica que llene los requisitos esenciales. Por ejemplo, el servicio de farmacia está en el mismo local que las oficinas administrativas, lo que es claramente violatorio de las reglas de seguridad del Instituto, que determinan que la farmacia debe estar en local aislado al que sólo tengan acceso los responsables del manejo de los medicamentos en ella almacenados. Además, las camas autorizadas para la Clínica son 14. Por tanto, hay una deficiencia de 5 que debe subsanarse. Igualmente, el servicio de una sola ambulancia no basta a las necesidades de la Clínica. Es de desearse que estas deficiencias sean corregidas a la brevedad posible, acelerando los trámites burocráticos que entorpecen la adecuada atención a los asegurados y sus familiares. 293


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La ventaja de una institución de seguridad social, entre otras, es que este tipo de irregularidades y deficiencias puede y debe denunciarse en forma respetuosa, pero enérgica. Los ejidatarios a la chucandireña Una de las instalaciones creadas por virtud de las actividades de la Unión de Ejidos del Bajío Michoacano "Jesús Montenegro" es el Centro Turístico Ejidal "Puruándiro". Se ubica al bordo de la barranca de Agua Tibia. Sus construcciones son nuevas y estéticas. Junto al área de estacionamiento de automóviles se encuentra la taquilla para venta de boletos y las oficinas administrativas. Acto seguido se llega al área de juegos infantiles, así como a dos salones techados, una fuente de sodas y expendio de bebidas alcohólicas con mesas y sillas bajo techo que se puede usar inclusive por personas que no consuman artículos de los allí ofrecidos a la venta, con la excepción de bebidas espirituosas, por las que, en todo caso, debe pagarse derecho de corcho. Se ven los vestidores, cómodos y funcionales, así como servicios de sanitarios que reúnen los requisitos de higiene. Un chapoteadero ofrece sus aguas de baja profundidad para diversión de niños pequeños, con longitud de 42 metros, así como una alberca de 50 metros de longitud con trampolines. Las construcciones son de piedra y material moderno, con las características de arquitectura rústica, que se encuentran protegidas por cercas en las áreas libres. Las edificaciones se ubican en varios niveles, con pisos de mosaicos y áreas verdes. De inmediato se nota que los asistentes no son personas adineradas o de altas polendas, sino simple y sencillamente familias campesinas que van a disfrutar de un buen rato y expansión. También es notable la corrección con que todo mundo se comporta, con lo que se logra precisamente lo que se busca, un ambiente familiar. El presidente del Comisariado Ejidal, señor Antonio Vázquez Ceballos, como encargado de la administración, mostró el Centro a los autores e hizo notar que constantemente, estando el local abierto al

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público, existen miembros del ejido que cumplen una misión de vigilancia por riguroso turno. El último comentario debe referirse al agua empleada en albercas y regaderas. La que surte el manantial tiene una temperatura de 50 grados centígrados, por lo que es necesario mezclarla con agua fría para que los bañistas no se cuezan en su propio jugo. El líquido está en constante circulación y sale del local para emplearse en el regadío de tierras de cultivo, ya que la corriente desemboca en la laguna ubicada cerca del cerro de la Campana. Ojalá el campesinado del municipio no tome el gusto al agua en que incurrieron los antiguos chucandireños, porque el baño resulta tan agradable y saludable que no dan ganas de salir del elemento líquido. La pantalla electrónica Se afirma que la primera televisión que llegó a Puruándiro fue instalada en el restaurante "Las Delicias" por los señores José Martínez y José Delgado, éste el eterno candidato nunca elegido para presidir un ayuntamiento municipal. El restaurante ya pasó a la historia, pero el precedente queda. Ahora, los puruandireños celebran contrato con Tele-Cable, S.A., mediante un pago inicial de 800.00 ps. y los subsecuentes mensuales de 70.00. Y las señoras están pendientes de las telecomedias, los señores del futbol y la chamacaza de las caricaturas y las series de aventuras en que todos mueren o son golpeados menos el muchacho. Las "flechas" Hace quince años un autobús salía de Puruándiro por la mañana y otro llegaba por la noche. Ahora comunican con todos los puntos de la República las líneas del Tres Estrellas de Oro, Flecha Amarilla y Autobuses de La Piedad, Cavadas, así como Autobuses Ciénega-Tzacapu. Para el servicio local están los autobuses "Comunidad Agraria de Puruándiro", una camioneta que transporta al Centro Turístico, dos camionetas que enlazan a Janamuato con Villachuato y Puruándiro, 295


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así como un sitio de taxis que cuenta con veinte unidades que, debe decirse, cobran precios excesivos en servicio foráneo. Puede afirmarse que, de dos camiones al día, se ha pasado a disfrutar de un servicio mínimo de treinta autobuses cada 24 horas. Los ganaderos que quedan El sector primario de la economía abajeña ha sido, por tradición, agricultura y ganadería. Pero la reforma agraria tuvo como consecuencia acabar con las tierras de agostadero, al dedicarlas a la agricultura. En 1930, el Bajío michoacano ocupaba el primer lugar en producción ganadera; para 1945 esa actividad había dado el batacazo. En 1980, los integrantes de la Asociación Local Ganadera de Puruándiro son 853, lo que indica un progreso, ya que al constituirse en 1955 contaba con 85 asociados. Preside el Consejo Directivo don Jesús Magaña Ortiz y el Consejo de Vigilancia don Alberto Ambriz Tapia. La población vacuna actual es de 18,500 cabezas, la caballar y mular de 6,200, la asnal de 4,200, la caprina de 6,300 animales y la ovina de 4,200 borregos. Fuera del control de la Asociación, se estima una existencia porcina aproximada de 125 a 150 mil cerdos. De la región se ha erradicado el derrengue o "rediengue", pero la fiebre carbonosa sigue haciendo de las suyas, por lo que se promueve y vigila la aplicación de vacunas. El ganado que se cría en Puruándiro tiene mercado en el propio municipio, en Guanajuato y Jalisco. Sin embargo, los precios son bajos. La carne de res oscila entre 26.00 y 27.00 ps. el kilogramo de ganado en pie, y entre 50.00 y 55.00 ps. el kilogramo en canal. Otro aspecto, normal en la región, es la carencia de ganado estabulado, por lo que no se cuenta con animales de alto registro. El ganado es propiamente el llamado criollo, de baja producción lechera, por lo que dicho producto se destina al consumo familiar y, en escala reducida al comercio.

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La escasez de leche y el bajo poder adquisitivo del pueblo originan que, en muchos hogares, no se consuma ese producto animal y mucho menos sus derivados. La defensa de derechos es servicio El agrupamiento de trabajadores previsto por la Constitución de 1917 es un medio de defensa de derechos que tradicionalmente eran atropellados. Tanto el campesino como el servidor asalariado pueden ejercitarlo. Resulta curioso observar que, en cuanto al Bajío michoacano se refiere, no fue Puruándiro el primero de los municipios en que existiera este tipo de organizaciones. En 1938 se constituyeron dos sindicatos de trabajadores de la industria eléctrica, uno en la planta de luz El Sabino, Estación de Curimeo, en Angamacutiro, con 72 miembros, y otro en El Vado, correspondiente a Villa Jiménez, con 24 asociados. En cambio Puruándiro asimiló el derecho de asociación a nivel patronal, pues en el mismo año 18 propietarios de molinos de nixtamal constituyeron una Asociación Patronal debidamente registrada. El sector campesino, por su parte, de inmediato siguió la ruta marcada por el general Cárdenas. En 1940 quedó debidamente constituido el Comité Regional Campesino de Puruándiro, afiliado a la C.N.C., y miembro también de la Liga de Comunidades Agrarias de la propia confederación en el Estado de Michoacán. En estos tiempos, ya en Puruándiro, afiliados a la C.T.M. existen varios sindicatos de albañiles, el de filarmónicos, otro de carpinteros, así como los seccionales del Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica STIC., del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación SNTE y del Sindicato Mexicano de Electricistas SME., en la inteligencia de que éste puede considerarse el de mayor tradición dados sus antecedentes angamacuritenses y jimeneños. Sólo es de extrañarse no subsista el sindicato de panaderos que, antes se ha dicho, paralizó la producción de virotes en otros tiempos. El Comité Campesino sigue firme y sólidamente establecido, encontrándose entre sus directivos el ex presidente municipal y 297


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presidente del Consejo de Vigilancia de la Unión don Ramón Díaz Pérez, quien comentó cómo preocupa a su organización el alto grado de emigración que se observa en Galeana, La Quemada, La Quemadita, Fresno de Guadalupe y Janamuato, ya que ante el espejismo del dólar o la gran ciudad, los emigrantes van a pasar hambres y humillaciones, al mismo tiempo que sus familias quedan acéfalas. Y todo ¿para qué?, para habituarse a un sistema miserable de vida o, al menor de los males, para regresar a reanudar la labor que nunca debieran haber abandonado ya que, mal que bien, la tierra abajeña y el paisanaje nunca desamparan a ninguno de los suyos. En otras épocas, añade don Ramón apoyado por su tocayo el señor Orozco, don Rubén Castillo y otros miembros de la directiva del comité, la emigración se justificó por la lucha encarnizada con el grupo latifundista, si bien muchos de esos emigrantes fueron a cultivar la tierra a otras regiones, sobre todo a Baja California, y allí encontraron la forma de trabajar y vivir con dignidad. Pero aquellos que ahora abandonan el terruño para entrar de peones de albañil, vender chicles en el Metro o ir a soportar el trato injusto de los gringos a cambio de ganar dólares para comprar comida y ropa en dólares, cometen un error. Más vale una gorda con sal y chile y unos calientitos de la olla en casa, que un perro caliente o un quéqui empalagoso entre descoloridos. Y la música toca y toca Un servicio grato al oído es el que prestan los músicos de la región. Desde luego, puesto que se ha hecho de renombre a nivel mundial, se encuentra la orquesta de Galeana, la que fue organizada hace más de cien años. Mucho tiempo fue dirigida por don Emiliano Díaz y su actual director es Salvador Díaz Bernal, quien toca la trompeta y a quien en ocasiones sustituye el ejecutante del mismo instrumento Pelagio Contreras Arias. El decano del conjunto es don Norberto Arias Orozco, ejecutante de la tuba y padre de otros dos componentes de la orquesta. El manejo de los fondos está a cargo de Sebastián Magaña. La orquesta fue invitada por la Secretaría de Turismo, en 1976, para efectuar una gira artística por España. El simpático Nicolás Díaz 298


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relata su viaje en barco, el disfraz autóctono que empleaban en sus conciertos y enumera todas las ciudades visitadas, inclusive Melilla en África, pero aclara que ellos son músicos de corazón, pues no viven de ese arte, sino de su trabajo como campesinos y artesanos. Otros conjuntos de la región son la Banda de San Lorenzo, que se integra con 23 miembros ejecutantes de música clásica bajo la batuta de don Alfredo Anguiano; a más de la Orquesta "Hermanos Ramírez" que dirige don Juan Ramírez. De todo podrá acusarse a estos artistas, menos de llevar la música por dentro. A vuelo de pájaro La caracterización panorámica de las localidades puruandireñas puede resumirse como sigue: Fresno de Guadalupe. Población reducida como consecuencia de una profunda división y lucha interna, pobreza, carencia de médicos, inercia, servicio de energía eléctrica, clima templado, agua no potable de un manantial ubicado a 600 metros del poblado. La Quemadita. Población reducida por intensa migración, lo que implica una mayoría de habitantes femeninas y niños, pobreza, carencia de médicos, servicio de energía eléctrica, muchas casas deshabitadas, escuela primaria atendida por un solo profesor, agua potable de pozo y un abrevadero. La Quemada. Poco poblada por migración aunque sin la agudeza de las dos anteriores, consultorio médico de la S.S.A., y del Instituto del Desarrollo Integral de la Familia, suministro de energía eléctrica, tienda rural ejidal de la CONASUPO, calles empedradas en parte mal alineadas, telerreceptores y agua de pozo artesiano. Comunidad agraria integrada a la Unión Ejidal. Galeana. Poblada pero con elevado nivel migratorio, visitas periódicas de médico, suministro de energía eléctrica, 22 tiendas de diversa capacidad, calles empedradas y bien alineadas, casas altas y macizas, del clásico tipo español y criollo, barrios de nativos que son más bien mestizos, pago de impuestos en Janamuato, caseta con servicio telefónico, agua potable de pozo que resulta insuficiente para la necesidad local y escasez de agua para riego que se reduce a aguas 299


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broncas de río por no proporcionarse el líquido de la presa inmediata, que sólo beneficia a Puruándiro. Janamuato. Con densa población a pesar de la migración, servicios profesionales de un médico, si bien queda cerca de la cabecera, agua potable suficiente y suministro de energía eléctrica gracias a la actividad de José Álvarez Cisneros y al antiguo párroco don Pedro Leyva, existencia de hidrantes, calles alineadas con casas de ladrillo y adobe, Receptoría de Rentas, servicio telefónico, terrenos de riego. Mucho tiempo la localidad se llamó "Puerta de Cuanajo". Manuel Villalongín. Alta densidad demográfica, servicio médico de la S.S.A., sábados y domingos, magnífica y suficiente agua de pozo, suministro de energía eléctrica, teléfono de microondas, calles alineadas con casas de arquitectura heterogénea, Agencia de Correos, terrenos de riego, ejido afiliado a la Unión, unidad popular. Isaac Arriaga. Elevado índice demográfico, centro de Salud de la S.S.A., y Hospital con 12 camas, médicos y enfermeras, calles alineadas y empedradas, casas de ladrillo o de adobe, central de maquinaria con 8 tractores y 2 trilladoras, bodegas de la CONASUPO, almacén de forrajes, Agencia de Correos, suministro de energía eléctrica, agua potable en abundancia controlada por la S.S.A., terrenos de riego, ejido miembro de la Unión, unidad popular. Villachuato. Densidad demográfica regular, localidad en desarrollo, servicio médico bisemanal, calles alineadas, casas de adobe y ladrillo, oficinas, empacadora y bodega de la Unión de Ejidos, estación de ferrocarril, telégrafos, agua suficiente, terrenos de riego, ejido miembro de la Unión, suministro de energía eléctrica. Puruándiro. Ciudad de características castellanas, calles alineadas salvo en la periferia, gran contraste entre el centro de la localidad y sus orillas, pues se va de calles pavimentadas y bien empedradas a calles torcidas, estrechas, sin banquetas y carentes de servicios, así como de residencias señoriales y edificaciones modernas a casas paupérrimas. Clínica del IMSS y Hospital, Centro de Salud de la SSA. y Hospital, médicos institucionales y particulares, servicio de semáforos, jardines, juegos infantiles que instaló el Lic. Guadalupe Ramírez durante su gestión y no el Club de Leones, Administraciones de Correos y de Telégrafos, terminales de autobuses, mercado, Palacio Municipal modernizado, cárceles misérrimas, sucursales bancarias de 300


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Banrural, Banamex y Bancomer, servicio telefónico, servicio de Cable Televisivo, hoteles, pocos restaurantes, un cine, plaza de toreo, Administración de Rentas, Juzgado de Primera Instancia, policía no uniformada, zona de tolerancia limitada a una calle cerrada con caseta de policía a la entrada, cinco talleres de herrería, una fábrica de mosaico, dos fábricas de hielo, dos talleres de imprenta, nueve expendios de forraje para ganado de los que dos cuentan con molino, una fotografía, dos fábricas de muebles de madera, farmacias, un cinematógrafo, una tienda o comercio de línea blanca y artículos eléctricos con surtido restringido y precios muy elevados, suministro de energía eléctrica y dotación de agua potable sólo durante dos horas al día, por lo que muchas personas ocurren a la "Fuente Mariano de la Piedra" o del agua potable y a la de la "Plaza de las Ollas" a surtirse de agua dudosamente potable para consumo doméstico. Se observa el servicio de pipas que alquilan su reparto para llenar cisternas de casas o establecimientos. En algunas calles del costado norte y de la zona poniente el hedor de los chiqueros es insoportable. En todo el municipio es notable la gran abundancia de moscas. Las calles de la ciudad son barridas por el vecindario en la mañana, por lo que las nubes de polvo provocadas son notables. El dicho popular que reza "al que barre sin regar se le debe condenar", en el caso concreto de la ciudad de Puruándiro, dada la escasez alarmante de agua potable puede agregarse un apéndice: "mas sin en Puruándiro vive, se le puede disculpar". El aspecto sanitario y de mortalidad infantil se expondrá posteriormente. Un broche de oro para el cierre Aun cuando el procedimiento es sistemático, con toda premeditación se concluye este capítulo con un dato positivo. En la ciudad se ubica la denominada "Fábrica de Muebles Navarro", propiedad del señor Antonio Navarro Reyes. La fábrica es atendida por los hermanos Navarro Herrera, hijos del propietario, a saber: José Trinidad, que es el gerente, Roberto, Manuel, Antonio, Carlos y José.

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El personal que presta sus servicios en la factoría se integra con 40 trabajadores afiliados al IMSS. El capital invertido es de 15 millones de pesos y la actividad desarrollada, como lo indica el nombre, es la fabricación de muebles de madera. Se producen burós, sillas, roperos, camas, tocadores, mesas, vitrinas y banquillos sueltos, o bien juegos de recámara y comedor. La maquinaria utilizada consiste en sierras, canteadoras, trompos y demás maquinaria indispensable, toda ella moderna y provista de los implementos de seguridad que minimizan los riesgos de accidentes de trabajo. Sus fuentes de madera prima son: los aserraderos "Madera Michoacana de Occidente" que hace poco cambió su razón social a "Dódoli Hermanos", a quienes se compra directamente el material; los aglomerados se adquieren de la empresa "Maderas Conglomeradas", S.A., del Distrito Federal; los herrajes de "Herrajes Bulnes" de Guadalajara, Jal.; las pinturas y lacas de "Sayer Lack Mexicana", S.A., del D.F.; los vidrios de "Vidrio Plano de México", S.A., de la capital de la república; y los espejos de "Espejos Nacionales", S.A. de Guadalajara, Jalisco. La fábrica inició sus actividades desde hace más de 15 años, si bien su época de prosperidad se notó hace 13 ó 14, una vez que se logró acreditar la calidad de los productos. Consecuencia de esta iniciación es que las instalaciones fabriles tuvieron que ir ampliándose en el mismo local donde comenzaron las actividades, mediante la adecuación paulatina y ensanchamiento del mismo, a base de préstamos personales, materia prima recibida a crédito y, por último, mediante créditos bancarios. La solvencia de la fábrica le ha podido abrir muchas puertas, pero no todas las necesarias. El esfuerzo constante de la familia Navarro ha conquistado para sus productos los mercados de Michoacán, Guerrero, Colima, Guanajuato y, en menor escala, Hidalgo y Veracruz. La enumeración es fácil, pero detenerse a pensar cómo es posible la conquista de un mercado tan extendido sólo puede conducir a la conclusión de que los muebles fabricados son buenos y que, por su misma calidad, se han conquistado una amplia demanda. 302


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En la actualidad el volumen de pedidos de sus manufacturas sobrepasa su capacidad de producción, por lo que la fábrica requiere de mayores instalaciones, maquinaria moderna y mayor número de trabajadores. De los estudios técnicos emprendidos por el gobierno del Estado, por orden del gobernador Lic. Carlos Torres Manzo, y por la banca privada, que si bien es la más exigente también es la más realista, se ha llegado a la conclusión amarga que el inversionista michoacano es miedoso, pues al mismo tiempo que eme arriesgar el capital necesario, es pichicato para cubrir a sus trabajadores salarios justos y darles las prestaciones que se transforman en un rendimiento mayor y más eficiente. No es este el caso de la familia Navarro. Por propia iniciativa, ante la necesidad de ampliación, encargaron estudios rigurosos de técnicas, maquinaria, mercadeo y financiamiento a firmas prestigiadas de Francia, Italia, España y Alemania Occidental. Cuatro estudios que cubren todas las fases de su actividad industrial, con un costo, cada uno de ellos, de 10 mil dólares, esto es un millón de pesos en números redondos, sólo en estudios técnicos y económicos. De los proyectos presentados, el de mayor viabilidad y cuya maquinaria ofrece mayores garantías de eficiencia, calidad y, en la mercadotecnia, de éxito comercial, es el español, pues rebasa los niveles alcanzados en la industria mueblera de toda Latinoamérica. Esto es, que de aplicarse el proyecto, la fábrica de los señores Navarro sería una "fábrica-tipo" o "fábrica-modelo" en toda la América de habla hispana. Con los estudios en la mano y todos los elementos informativos requeridos, la familia Navarro solicitó un crédito a Nacional Financiera, S.A., hace cuatro años. En 1976, la realización del proyecto tenía un costo de 40 a 50 millones de pesos, en el que los señores Navarro están dispuestos a arriesgar, dispénsese el término, hasta los calzones. Pero la Nacional Financiera ha ido dando largas al asunto, y esa postergación implica que, dada la inflación mundial, la cristalización del proyecto ahora cueste 70 millones de pesos, o sea de 20 a 30

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millones más. Y los economistas de la institución mencionada ¡todavía no dictaminan!. A ese paso, tal vez para el día del juicio final haya encontrado NAFINSA una persona capaz de dictaminar en favor o en contra, pero que se pronuncie ya. De acuerdo con las noticias publicadas por la prensa periodística, los Garza Sada y otros grupos filiales del famoso conjunto Monterrey consiguen créditos enormes de la noche a la mañana, otorgados por la banca nacional. ¿Por qué razón esa misma banca no puede dictaminar, en 4 años, la solicitud de crédito presentada por los señores Navarro? En tanto se decida al respecto, la fábrica sigue en actividad y producción, con lo que consolida su mercado; la empresa tramita su transformación en sociedad mercantil; y cavila en decidirse a solicitar el crédito a la banca privada, lo que implicaría una tasa de intereses mucho más elevada. Tal vez la intervención del señor Lic. Torres Manzo, experimentado como pocos en materia mercantil, fuera el factor que agilice el criterio de Nacional Financiera, S.A. REFERENCIAS AL CAPÍTULO V VALDOVINOS GARZA, José. 3 capítulos de la política michoacana. Ed. Casa de Michoacán. México, 1960. 163 pp. DIRECCIÓN GENERAL DE ESTADÍSTICAS, S. I. C. IX Censo General de Población, 1970. Estado de Michoacán, y V Censo Ejidal, Michoacán y sus municipios. México, 1972. Diario Oficial de la Federación. Periódico Oficial del Gobierno Constitucional del Estado de Michoacán de Ocampo. HERRERA SÁNCHEZ, Lic. Raymundo. El municipio en un sexenio de Michoacán, 1968-1974, pp. 92-4, 237-43 y 318-23. Colección de Efemérides del Calendario del Más Antiguo Galván. Antigua Librería de Murguía, S.A. México, 1950. COROMINAS, Amadeo. Recopilación de leyes, decretos y reglamentos del estado de Michoacán, 1874-1905. Tomos 37 y 38. 304


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Directorio Industrial de Michoacán, 1978. DEPARTAMENTO DEL TRABAJO, Directorio de agrupaciones obreras y patronales de la República. D.A.P.P., México, 1938, pp. 360-1 y 364. Excélsior, México, D.F., 20 de abril de 1980. Declaración de Antonio Toledo Corro, emitida en San Luis Potosí, S.L.P. MACÍAS, Lic. Pablo G. Información documental. Informaciones testimoniales de: VICTORIO ÁLVAREZ CISNEROS, J. CARMEN LEDESMA, ANTONIO RODRÍGUEZ MALDONADO, J. JESÚS MAGAÑA ORTIZ, JOSÉ ÁLVAREZ CISNEROS, MAURICIO MAQUEDA DÍAZ, LIC. J. GUADALUPE RAMÍREZ, RAMÓN DÍAZ PÉREZ. ESCRITURA CONSTITUTIVA de "Unión Ejidal de Producción y Comercialización Agropecuaria 'Jesús Montenegro'". Banco Agrario de Michoacán, S.A., Información. BASALENQUE, Diego. Arte de la lengua tarasca. Ed. Erandi. Morelia, 1962.

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CAPÍTULO VI LOS FACTORES DEL FUTURO 1.

LOS CINCO ELEMENTOS

El territorio

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de los Estados que integran el territorio del México independiente en partidos, distritos y municipios nunca ha sido estática. El desarrollo mismo de rancherías y poblados o la decadencia de los mismos, a más de los intereses políticos, económicos y jurídicos de cada momento, han provocado y provocan una serie ininterrumpida de cambios: segregaciones, anexiones, movimientos de límites y cambios de jurisdicción que constituyen un embrollo que dificulta el trabajo del investigador y confunde al lector inquieto. Los autores se empeñaron en esclarecer todos los cambios ocurridos en el Bajío michoacano con el propósito de allanar el camino mediante la desintegración ordenada del masacote que sólo Dios padre podía entender después de los cambios ordenados por autoridades del primer imperio, las repúblicas federales y centralizadas, el segundo imperio, la dictadura monolítica y la revolución triunfante. A DIVISIÓN POLÍTICA

La parroquia Otro campo de gran importancia en la investigación es la historia eclesiástica de cada parroquia. Puruándiro adquirió esa categoría a poco de llegar el invasor europeo. Por desgracia, la que por lo general es una sólida fuente de información en muchos lugares, en este caso concreto ha sufrido severas pérdidas.

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El descuido, los infortunados incendios de la sede parroquial y los destrozos causados por las luchas fratricidas propiciaron la destrucción de muchos libros parroquiales, lo que impidió la formulación completa de las nóminas de párrocos, vicarios y capellanes. De todos modos, el rastreo efectuado permite presentar una información que sigue la huella de los ministros de almas, de los poblados a su cargo y de la evolución de éstos de meras "visitas" a capellanías y parroquias. Mediante la comparación del relato histórico y de la ubicación de sacerdotes en el tiempo y en el espacio, el lector podrá determinar la etapa en que desempeñaron su ministerio en la parroquia. La educación y sus asegures El analfabetismo, grave problema tradicional en el medio rural mexicano, es el árbol reseco cuyo fruto amargo es la ignorancia. Y el árbol crece y fructifica propagando su amargura en los espíritus, no sólo por la indiferencia hacia el conocimiento, sino por existir intereses creados que provocan el estancamiento de aquéllos a los que sólo ven como una masa moldeable que, mientras más ignorante sea, más podrá servir para sus propósitos egoístas. La falta de interés en la educación no puede atribuirse a las autoridades del Estado o federales, sino a la indiferencia local. El profesor, en todas las épocas, ha sido un apóstol. En la etapa colonial y hasta mediados del siglo XIX recibió una paga mezquina por educar al hijo del acaudalado. Cuando triunfó la Reforma, al preocuparse las autoridades por la educación del pueblo, como los poderes eran tan pobres dentro de un México tan pobre, las escuelas eran tan inadecuadas y los sueldos tan miserables, que los pocos profesores existentes se resignaban a vivir en condiciones de miseria. Por tanto, la educación de nuevo se reducía a los hijos del sector privilegiado. Don José Vasconcelos, al ser restablecida, se hizo cargo de la Secretaría de Educación Pública con el firme propósito de cumplir con el artículo 3° Constitucional, que preconiza el derecho a la educación. Impulsó la preparación de los maestros rurales y el 307


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servicio de misiones culturales, a más de la publicación de libros que reproducían obras clásicas, con lo que provocó el deseo popular por aprender. De las escuelas normales surgieron varias generaciones de profesores que veían en su labor el cumplimiento de un ideal que debía lograrse a toda costa, sin importar los esfuerzos y peligros que debían afrontar, y como Vasconcelos fue el creador de esa convicción patriótica mereció ser calificado por todas las naciones del nuevo continente "Maestro de América". Pero unos cuantos seguían firmes en su egoísmo y veían con furia mal reprimida que la educación llegaba al pueblo, el que comenzó a comprender a través del conocimiento que era víctima de injusticias y que tenía derecho a desear una superación intelectual y económica. Y surgió la calumnia: esos profesores eran "comunistas", daban clases de educación sexual a niños de ambos sexos, tenían relaciones carnales con ellos y otras barbaridades. La ignorancia y credulidad de muchos, que encontraban más cómodo que otros pensaran por ellos y les indicaran lo que debían hacer en lugar de aprender a caminar solos, les hizo comulgar esas piedras de molino y seguir siendo instrumentos. Muchos maestros perdieron la vida —a veces nada más las orejas— a manos de multitudes cuyo furor fue azuzado por medio de la calumnia del poderoso. Poco a poco el pueblo se iba dando cuenta de la falsedad de esas acusaciones por lo que la calma se restablecía, cuando se implantó el sistema educativo socialista. Ahora por culpa de autoridades intransigentes estalló de nuevo la tormenta, y sólo la habilidad y la firmeza de Lázaro Cárdenas, mediante el diálogo calmado y razonable allanó el camino al entendimiento y restableció la calma. La educación caminó por las sendas de la paz y del progreso; se iniciaron campañas de alfabetización y de orientación en economía doméstica e higiene. Ciudades y pueblos festejaban como grandes conquistas la apertura de escuelas oficiales. Sólo los que tenían de sobra seguían inscribiendo a sus hijos en escuelas particulares de paga. En el nivel medio, la resistencia contra las secundarias oficiales fue organizada por dueños y favorecedores de planteles particulares 308


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que hacían jugoso negocio y en los que, de nuevo, se cerraban las puertas al estudiante humilde, rechazo que se disimulaba mediante el otorgamiento de dos o tres becas arrojadas al pobrerío como huesos a perros famélicos. Al mismo tiempo, los negociantes incitaban al pobre pueblo inocente contra los planteles oficiales, con ataques que derivaban del insulto verbal al jitomatazo y a la pedrada. En tanto era mayor la estupidez del agitador, más violenta era la reacción que provocaba en quienes lo seguían de buena fe y, cosa aberrante, mayor número de inconformes con la educación del pueblo al que explotaban, le daban todo el apoyo económico y respaldo de grupo necesarios para una mayor violencia. Puruándiro, desgraciadamente, fue uno de esos escenarios de ceguera fanática y violenta, provocada por un megalómano apoyado por un sector que trata de impedir al pueblo el acceso al conocimiento, al progreso y al ejercicio del poder. Pero el homicidio de un jovencito con que culminó la violencia provocada es culpa y vergüenza de los emboscados que dirigieron el ataque y no de los que, confundidos y contritos, se retiraron espantados ante el hecho que, de seguro, provocó el llanto de la Virgen Madre y el rechazo del Hijo que azotó a los mercaderes y los arrojó de su templo y ordenó dejaran a los niños acercarse a Él. Ahora, en México, el progreso de una localidad se mide por su número de escuelas, de alumnos estudiosos, de padres que trabajan para hacer posible la preparación moral e intelectual de sus hijos y de maestros que se esfuerzan por hacer posible ese propósito. Las escuelas son, pues, otro factor que permite determinar el nivel de desarrollo de una región. La salud del cuerpo La investigación permitió detectar en el Bajío michoacano un alto grado de mortalidad infantil, la incidencia de enfermedades gastrointestinales e infecciosas, y un sistema alimenticio que provoca la desnutrición y abre la puerta a aquéllas. Una de las principales causas de estos problemas es la carencia de agua potable. Otra se integra con las malas costumbres alimentarias y de higiene familiar y personal. 309


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Precisar las causas y recomendar sistemas para eliminarlas o combatirlas, que el médico debe confirmar o rectificar, es la solución. Así de simple. Cómo tratar a la madre generosa Las tierras de cultivo del Bajío michoacano son de óptima calidad agrícola. Los ejidatarios de la región, afortunadamente, adoptan técnicas adecuadas y aprenden otras nuevas para darles un trato cada vez mejor. Sin embargo, nunca sobrarán sugerencias bien intencionadas que pretenden orientar al campesino para que se aplique a conservar y mejorar esas cualidades, a las que la tierra corresponderá con mejores y más abundantes frutos. También el mejor aprovechamiento y conservación de la maquinaria y equipo agrícolas es un imperativo de conducta para el campesino. Algo se sugerirá al respecto. Un mar se forma gota a gota Para terminar, los autores se atreven a convocar a la unidad del pueblo puruandireño que vive en la Ciudad con el que vive en el campo. Su generosidad, de la que se tiene plena confianza existe, será el motor que impulse a los dos sectores de la gente que trabaja para lograr la justicia social a que ambos tienen derecho. Puruándiro fue el corazón que daba vida al Bajío michoacano cuando eran sus dueños y señores los poderosos, llamábanse encomenderos o hacendados y grandes comerciantes. No es posible aceptar que lo que pudieran lograr los pocos que aprovecharon el sudor y la sangre de otros, no pueda ser convertido en realidad por los muchos, siempre y cuando unifiquen sus voluntades y sus esfuerzos.

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Los que mojan con el sudor de su trabajo el surco y las herramientas pueden unirse y formar un río, que nadie sea capaz de detener, hasta alcanzar el océano de su felicidad y progreso. 2. CÓMO ARMAR EL ROMPECABEZAS Época de barrios Puruándiro, como todos los municipios del Estado, a lo largo de la historia regional, ha parecido una pelota de béisbol en juego: de pitcher a cátcher, batazo de fául, palo de dos esquinas, garrotazo de vuelta entera o, cuando un jugador la atrapa de aire, pasa de mano en mano por los nueve jugadores del equipo. Así, en la etapa precortesiana, como puesto fronterizo del imperio de los purépecha, fue poblado sujeto o barrio dependiente de Huango, posición que ocupó bajo don Juan de Villaseñor el encomendero, que hizo objeto de sus preferencias al lugar donde se debía volver. En esa etapa colonial, Puruándiro perteneció a la provincia y, para mediados del siglo XVIII, a la intendencia de Michoacán. Comienzan los municipios Llegó el momento de la libertad. En 1822, durante la etapa del primer imperio, el del señor Iturbide Arámburu Carrillo y Villaseñor, el poder legislativo a cargo de la Junta Provisional Gubernativa dividió a Michoacán en veintiún partidos y noventa ayuntamientos. El penúltimo partido fue el de Puruándiro, con cabecera en ese Municipio, al que quedaron sujetos los de Angamacutiro, Panindícuaro, Santa Fe del Río y Numarán. Tlazazalca, Huaniqueo y Cuitzeo fueron también cabeceras de sendos partidos. Pero Agustín el imperial abusó del poder que había ganado a la mala y los insurgentes de a debis lo sacaron del trono y después lo tronaron.

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Estado o Departamentos y sus partidos Nació la Constitución de 1824 que creó la República Federal y Michoacán pasó a ser Estado federado, cuyo Congreso constituyente dictó la suprema ley michoacana el 15 de marzo de 1825. En esa constitución local el territorio michoacano se dividió en cuatro departamentos. En el del norte, con cabecera en Valladolid, quedó comprendido el partido de Huaniqueo. En el del poniente, el partido de Puruándiro quedó sujeto a Zamora, igual que el de Tlazazalca. Para 1831, el 10 de diciembre, los diputados michoacanos modificaron la división. Por simple lógica, Puruándiro pasó a formar parte del Departamento del Norte, sujeto a la que dejó de ser Valladolid para ostentar el nombre de Morelia, en memoria de don José María. Así, el partido puruandireño comprendió tanto a ese municipio como a los de Angamacutiro, Huango y Huaniqueo. Al mismo tiempo, fueron declaradas tenencias Cacalote de Puruándiro, Conguripo y Santa Fe de Angamacutiro y Teremendo de Huaniqueo. Pero el sector conservador no quería una federación y por medio de las Siete Leyes o constitución de 1836 creó la República Central. Michoacán dejó de ser Estado para adquirir la categoría de Departamento, al que se fraccionó en cinco distritos. Sin perder la brújula por el cambio, Puruándiro, con los partidos de Morelia —que fue cabecera—, Tacámbaro, Tzacapu y Cuitzeo, integró el Distrito Norte. Pero Cacalote dejó de ser tenencia para verse disminuido a congregación, lo que no ocurrió con Santa Fe y Conguripo, dependientes del sujeto municipio de Angamacutiro. El relajo continuaba y ni los centralistas sabían a ciencia cierta lo que deseaban. El 28 de septiembre de 1838, la Junta Departamental decretó que el Distrito Norte, con Morelia a la cabeza, comprendía también los partidos de Puruándiro, Tacámbaro, Tzacapu y Cuitzeo. El partido de Puruándiro estaba encabezado por es pueblo y la congregación de Cacalote, estándole sujetos los pueblos de Angamacutiro y sus tenencias Conguripo y Santa Fe, de Huaniqueo con la tenencia de Teremendo y de Huango.

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Por fin Estado y sus departamentos México estrenó traje nuevo al triunfar la revolución de Ayutla y volvió a ser federación, en tanto Michoacán sacaba del baúl su ropaje de Estado. Se dejaron al margen los puntos cardinales y se dio el nombre de la localidad cabecera a cada uno de los seis nuevos departamentos. Puruándiro, por primera vez en su historia, fue cabecera de Departamento a partir del 13 de diciembre de 1855, sin que por eso dejara de ser Partido. El propio Partido tenía como cabecera a la localidad con la congregación de Cacalote, el municipio de Angamacutiro y sus tenencias de Conguripo y Santa Fe, el de Huaniqueo y la tenencia de Teremendo, así como el municipio íngrimo de Huango. Como Departamento comprendió también a los partidos de Cuitzeo y Tzacapu. El municipio de la laguna abarcaba los barrios de Jéruco y San Agustín, a más de los pueblos de Santa Ana Maya, Huacao, Capacho, Huango, Huandacareo y Tararameo; y como Partido Cuitzeo abarcó al municipio de Chucándiro y al pueblo de Cupándaro. Tzacapu abarcó el municipio de su nombre con los pueblos de Naranja y Tiríndaro, a más de la municipalidad avícola de Coeneo con los barrios de Tzipiajo, Comanja, Tarejero y Asajo y, para concluir, el municipio de Panindícuaro y sus barrios Aguanuato y Epejan. Nombres, apellidos y apodos Por cierto, en esta etapa llovieron los decretos. Puruándiro pasó de villa a la categoría de ciudad y se le agregó el apellido de Calderón, en memoria del liberal don José María, el 16 de junio de 1858. Angamacutiro subió de pueblo a Villa de la Unión, en junio 28 de 1860; Huango dejó el nombre nativo para convertirse en Villa del Rosario, Huaniqueo en Valle de Morales, Cuitzeo en Valle del Porvenir, Tzacapu pasó a Villa de Mier y el nido de pajaritos a Villa de la Libertad. En cuanto a Tlazazalca, se ordenó quedara ese Partido sujeto al Departamento de Zamora. 313


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Los apellidos y segundos nombres fueron objeto de confirmación o cambio el 20 de noviembre de 1861, y se determinó cuál sería el nombre de la autoridad en cada caso: en cada Distrito un prefecto, Ayuntamiento en cada municipio y Jefes de Policía en las Tenencias. Los nombres definitivos fueron Puruándiro de Calderón, Cuitzeo del Porvenir, Angamacutiro de la Unión, Huango del Rosario, Huaniqueo de Morales, Coeneo de la Libertad, Panindícuaro de la Reforma, Penjamillo de Degollado, Purépero de Echaíz y Tzacapu de Mier. A enredar más la pita Y para que el enredo fuera peor, el distrito de Puruándiro de Calderón se integraba con ese municipio y Cacalote de nuevo elevada a tenencia; el municipio cuitzeño con sus tenencias Santa Ana Maya, Huacao, Capacho, San Juan Jéruco y Huandacareo; el municipio huangueño sin tenencias ni congregaciones; la municipalidad angamacuritense con la sola tenencia de Conguripo; y, para terminar, el municipio de Panindícuaro de la Reforma, así como las tenencias de Ahuanuato y Epejan. Sin embargo, el enredijo no paró allí. Tal parece que los legisladores jugaban al timbiriche y, por no tener otra cosa qué hacer, mataban el tiempo armando y desarmando el rompecabezas, al mismo tiempo que cortaban y unían pedazos para formar nuevas piezas. En 1863, el 22 de agosto, a más de la división política se crearon los distritos judiciales en un total de quince. Entre ellos figuraron los de Puruándiro y Purépero, y el primero tenía jurisdicción sobre Huango, Angamacutiro, Panindícuaro, Huaniqueo y Tzacapu. Y no más de tres meses después, en noviembre 11, se redujeron a doce, por lo que desapareció el distrito judicial de Purépero, cuyo territorio fue absorbido por La Piedad en negocios jurídicos. Antes de eso, el 22 de septiembre, la división política se modificó otra vez. Los departamentos fueron siete y uno de ellos lo encabezó Puruándiro, que se integró con los siguientes municipios: Puruándiro y, dale otra vez, la congregación de Cacalote; Angamacutiro, de nuevo con su Santa Fe del Río y el fiel Conguripo; Huango, como siempre, a 314


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solas; Panindícuaro y sus tenencias Ahuanuato y Puruátiro. El Partido sujeto a Tzacapu se integró con ese municipio y los pueblos de Naranja y Tiríndaro; además de Coeneo y las tenencias de Tzipiajo, Comanja, Tarejero y Asajo. Un consejo Para beneficio del lector y con el ventajoso propósito de evitar piense algo peor de los autores, éstos se permiten aconsejar unos minutos de descanso pues están casi seguros de que, en lugar de cerebro, se siente que el cráneo está lleno de un batidillo tamaño real. Sólo debe recordarse una cosa: las divisiones decretadas en 1863 se dictaron sobre las rodillas, en el campo de batalla, por los generales José López Uraga y Felipe Berriozábal. México sufría la invasión francesa y Maximolino era adorado por las damas puruandireñas de la alta, en tanto los caballeros se dejaban la barba a la maximonín, con la esperanza de agradar a mamá Carlota. Se asegundó el enredo Pero triunfó la república. Restablecido el orden constitucional, los diputados michoacanos volvieron a hacer de las suyas. Los municipios de Huango, Angamacutiro, Huaniqueo, Panindícuaro y Coeneo, por decreto de 10 de abril de 1868, quedaron dentro del Distrito de Puruándiro, cuyo municipio era cabecera territorial y judicial, en una nueva división en dieciséis distritos, setenta y cinco municipios y doscientas dieciséis tenencias michoacanas. Después de seis años de calma, en mayo de 1874, Michoacán se repartió entre quince Distritos. El de Puruándiro se integró con ese municipio y los de Huango, Angamacutiro, Huaniqueo, Panindícuaro y Coeneo. Huango estrenó tenencia: la de Tumbastáriro, Cacalote recuperó el rango de tenencia; Angamacutiro se quedó solamente con el inseparable Conguripo; Coeneo perdió la tenencia de Tarejero; y Panindícuaro no sufrió cambios. 315


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En 1877, el 22 de junio, Purépero fue cabecera de Distrito, con jurisdicción sobre Penjamillo, Panindícuaro, Tzacapu y Chilchota. Pero poco le duró el gusto. El 7 de diciembre siguiente el Distrito desapareció. En 1880 Caurio fue declarado tenencia panindicuarense y dejó de pertenecer a Purépero. Ocho meses después, en 1881, adquirió la calidad de pueblo. La primera rebajada Para el 21 de mayo de 1890, don Mariano Jiménez publicó el decreto dictado por el poder legislativo que erigía nuevas tenencias. La municipalidad de Puruándiro daba a luz dos: Huipana y Surumuato. Huipana comprendió los ranchos de Presa de Herrera (hoy Manuel Villalongín), Santa Ana (actualmente Isaac Arriaga), Rodeo de las Rosas, Pilar, Sanguijuelas, Pueblo Viejo, Las Letras, Los Reyes, Rancho Nuevo, Chamacuero, Fresno de la Laguna, Laguna Colorada, Lagunillas, Los Colados, Agua Tibia de San Sebastián, Tierras Blancas y Rodeo de San Antonio. Surumuato se integró con ese poblado y los ranchos de La Monera, Cortadillo, Corrales, El Arco, Godino, San Martín y Tres Mezquites, la tierra de Benito Canales. Por cuanto al municipio de Panindícuaro, se creó la tenencia de Curimeo con cabecera en esa antigua congregación, que comprendió a los ranchos de La Estancia del Río, Sabino de la Estancia, Las Sierpes, Ruvalcabo y Casas Viejas. Pero, en el mismo decreto, el cuchillo legislativo le cortó dos rebanadas al pastel puruandireño. Una le fue obsequiada al municipio de Angamacutiro y comprendió los ranchos de Chongó, El Maluco y Maluquito; la otra correspondió al municipio de Panindícuaro y abarcaba los ranchos de El Granjenal, San Lorenzo y Urequio. Las dos tajadas de referencia fueron quitadas a la tenencia puruandireña de mayor antigüedad: El Cacalote, que en esa forma vio disminuida su extensión territorial y la prosperidad lograda por el esfuerzo de los trajineros o arrieros cacaloteños.

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Lo que era de cada quien Después de todo el refuego anotado, que ocurrió durante el siglo XIX, el Gobernador villachuatense don Aristeo Mercado tal vez con el deseo de aclarar cuentas y que cada quien supiera su cada cual, ya que con tanto cambio pocos sabían de dónde eran, promulgó la Ley Orgánica de División Territorial el 31 de diciembre de 1901. Ahora sí que siglo nuevo, vida nueva. El territorio michoacano se dividía en quince distritos que, por orden numérico, fueron: Morelia, Tzinapécuaro el lugar de médicos, Maravatío el lugar precioso, Zitácuaro el lugar de cordeles, Huetamo, Tacámbaro el palmar, Ario, Pátzcuaro el de las espadañas o tulares, Uruapan el florido, Apatzingán de las comadrejas, Coalcomán, Jiquilpan, Zamora, La Piedad y el lugar de las aguas calientes o Puruándiro, cuya equivalencia náhuatl es Atotonilco. El distrito mencionado en último lugar se integraba con los municipios puruandireño y de Morelos, Huaniqueo, Coeneo, Panindícuaro y Angamacutiro. Duro y a la cabeza Puruándiro se integraba con: Cabecera: ciudad de Puruándiro de Calderón; Tenencia: Cacalote; Hacienda del Cuatro, con los ranchos de Los Cerritos, El Zapote, Tumbio, Ojo de Agua y Simbánhuaro. Hacienda de Ururuta, después La Clemencia, con los ranchos de El Cerrito, Colorado, El Pueblito, La Jarilla, La Sierpe, Ruvalcabo, El Granjenal, El Pedregal, La Lagunilla, La Sarteneja, San Lorenzo, Urequio (Encinal), El Puerto, Buenavista y Casas Viejas. Además, se extendía sobre Angamacutiro, a los ranchos El Sabino, Tecualtiche, San Miguel, Cerrito Colorado, Guadalupe, La Calavera y El Pitahayo. Hacienda de San Antonio, y los ranchos de Tiripaneo (donde ahorcan), Agua Tibia, La Lagartija, El Armadillo, Santa Clara, Los Reyes, Chamacuero (paredes derribadas), Laguna Colorada, Huatajo, El Fresno, La Excusa, San Pedro (¿Carano?), La Soledad (¿de

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Carano?) y El Pilar. Después se le anexarían El Tablón, Casa Blanca y La Tepuza. Hacienda de Villachuato, que comprendía los ranchos de La Cañada, Agua Gorda, El Puerto, San Nicolás, Janambó (lugar de piedras rasposas) y Tres Mezquites. Al nacer la hacienda de San Martín, se le señalaron como anexos San Nicolás, Janambó, El Puerto, Tres Mezquites, Agua Gorda, Las Penguas, La Trinidad y San Juan. Por tanto, Villachuato redujo sus anexidades, aparentemente, a La Caña, Ojo de Agua del Sauz, El Águila y San José de Villachuato. Hacienda de Surumuato (cerro espinoso), en cuya comprensión se ubicaban los ranchos de El Nacimiento, Los Corrales, Tafoya, El Arco y Godino. Hacienda de Santa Ana, con los ranchos de Presa de Herrera, El Reparo, Las Ranas, Las Letras, Las Sanguijuelas, Rodeo de las Rosas, La Soledad de Santa Ana, Huipana, Rodeo de San Antonio, Casa Blanca, Mancera, Agua Caliente, San Isidro (¿Tierras Blancas?) y Mezquite Gordo, a los que, para 1905, se agregarían Presa de Herrera y El Reparo. Hacienda de San José Otungüitiro, a la que estaban integrados los ranchos de La Estancia de la Trinidad, Las Tortugas, La Cofradía, La Quemada de Abajo, La Quemadita, El Fresno (¿de Guadalupe?), La Barranca, San José Sabinitos, La Providencia y Rincón de don Pedro. El Fresno de Guadalupe adquirió, para 1905, el rango de hacienda y sus anexos fueron La Barranca y La Quemadita. Por cuanto a La Quemada también llegó a considerarse hacienda, con el anexo del Bordo. La Trinidad se calificó de hacienda estancia, con el rancho Las Tortugas; y San José Sabinitos, Rincón de don Pedro y La Providencia se convirtieron en ranchos independientes. Congregaciones: de Batuecas y de Janamuato (cerro de piedras rasposas). Los cuervos güeros Tenencia: del Cacalote, que comprendía ese pueblo, la congregación de La Higuera y el rancho de La Cofradía. Antes de pasar a otro municipio, es pertinente aclarar que, en náhuatl, cacálotl significa "cuervo", y el sufijo tlan "lugar", eso es "lugar de cuervos", que en 318


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purhembe se dice curitzipu; además, el origen del nombre puede ser "cascalote", planta leguminosa cuyo fruto, con alto contenido de tanino, es muy útil en la certidumbre de cueros y que, por su utilidad en esa industria, se aplica por extensión a la corteza del fresno. La ex corte chica De nuevo en la ruta del relato, en el Decreto que sirve de apoyo ya no se habla de Huango, sino de la municipalidad de "Morelos", con cabecera en la Villa de ese nombre, y las siguientes haciendas: San Ángel, con los ranchos de El Salto, La Cofradía, San Juan de Ulúa, Huango Viejo, Las Caballerías, El Granjeno, El Atravesaño, Puerta de Huango Viejo, Rancho Viejo y Jururemba. La Estancia, y los ranchos de Tziracuaróndiro, Tetillas, Desmonte, Puerta del Desmonte, La Palma y La Vega. Congregación: de Tumbastátiro, que comprendía los ranchos de Cañada de Abajo, Cañada de En medio, Cañada de la Vuelta, Zárate, Cruz del Niño, Fresno, Las Cruces y La Laja. El tostadero Por otra parte, el municipio de Huaniqueo comprendía el pueblo de Huaniqueo de Morales y: Tenencias de Tendeparacua y San Pedro Puruátiro (donde el agua hierve), así como los ranchos de San Ángel, Álamos, Santiago, Huapeo, Las Piedras, Mansa, Puerta de Jaripitiro, (lugar de vinagre) Cerrito, Marita (troje), Presa de Santa Fe, Fuente de San Isidro, La Huerta y Coeperio, a más de las haciendas de Tecacho y Jesús María. El chifladero El municipio pajarero tenía su cabecera en Coeneo de la Libertad, y abarcaba las tenencias: de Comanja, con los ranchos de Mesa, Laguna o Pozos y Carátucua; de Azajo y el rancho Cuyulote; y de Tzipiajo y los ranchos de Charcas, San José del Sauz, Palmitas y Cobrero. En cuanto a haciendas, en su territorio estaban: la de Bellas Fuentes con los ranchos de Cortijo, Molino y San Juan; y de 319


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Otungüitiro, que abarcó los ranchos de Cótiro, Los Granjenos y Matujeo. Además, eran coenenses los ranchos de La Cañada, El Moral, Chacahueto (lugar de sahumerio), Tacupo, El Puente, San Isidro, Matorio, Quencio, Cieneguita o Rodeo, Yácata, Tacario (lugar de heno), Durazno, Ojo de Agüita, San José, La Higuera, Altamira, El Transval, Altamira, Bolivia, Pretoria y El Saucito. En cinco años, para 1906, surgiría la hacienda de Durazno y sus ranchos anexos San José, El Ojo de Agüita, Tecario y El Rodeo. Patos y conejos Panindícuaro se integraba con la cabecera municipal, las tenencias de Curimeo, Epejan, Ahuanuato, Caurio y Vado de Aguilar, a más de las haciendas de Botello, El Fresno, Bellavista, Pomácuaro, Curimeo, Epejan, Tzipimeo y Cupándaro. Curimeo (lugar de patos) abarcaba cabecera y hacienda. Epejan también, pero además los ranchos de Epejan, El Sordo, Ojo de Agua de San José, Urícuaro, Las Carámicuas y San Alejo. Ahuanuato (lugar o cerro de conejos), comprendía los ranchos de Piricho (lugar de relámpagos), Nuevo y Los Garcías. Caurio (lugar seco) comprendía al poblado de ese nombre y a un rancho su tocayo. El Vado se integraba con el pueblo, El Molino de San Rafael, así como la hacienda de Tzipimeo con los ranchos Mariana y Vado Chiquito. La hacienda de Botello empollaba a los ranchos de San Diego Amécuaro ("en el lindero"), Los Jacintos, La Cañada, La Loma, San Andrés, San Vicente, Piedra Blanca e Irancuátaro (lugar de cosa redonda). La hacienda del Fresno comprendía los ranchos La Palma y La Piedad Chiquita, en tanto la de Bellavista procuraba sacar jugo del rancho de Tanhuato, y la de Pomácuaro (donde se bebe agua con la mano) de los ranchos de Insocio y Oropóndiro. Por lo que se refiere a la hacienda de Cupándaro, bajo sus alas daba sombra a los ranchos de Chapitiro (lugar de madera cortada), La Estancia, La Congrega, Cerrito Largo y El Brinco del Diablo. Con el tiempo, volvería a ser municipio.

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Donde murió Tangáxoan Para terminar con la enumeración, que por su longitud y detalle hace posible conocer al dedillo las localidades existentes hace 80 años en el Bajío michoacano, la sexta municipalidad que integraba el décimo distrito michoacano era Angamacutiro, con cabecera en la Villa apellidada de la Unión. Su única tenencia era Conguripo, integrada por el poblado de Santiago de ese nombre y los ranchos de San Pedro y San Juan, a más de la hacienda de Zapote (¿de Parras?). Las haciendas en el municipio eran las de El Rosario, San Diego Buena Vista, Curitzipo (lugar de zopilotes), Miravalle, Guadalupe y Haciendita de Guadalupe. Los ranchos asentados dentro de sus límites eran La Soledad, Santa Rosa, El Guayabo o Bellavista, El Troje, Aramútaro (lugar de cuevas), Agua Caliente, San Ignacio, El Paraíso, El Refugio, El Pitahayo, Santa María, Heráhuaro, La Palma, La Canoa, La Estancia del Río, El Sabino, Las Tunillas, Ojo de Agua, Mira al Valle, Ancihuácaro, El Maluco, El Maluquito, Los Ahorcados y Chongó. Yo soy de aquí, de allí y de ahí Para 1921 se decretó el nacimiento de un nuevo municipio, el de Jiménez, con cabecera en el poblado de ese nombre. Los paganos fueron Puruándiro, Panindícuaro y Tzacapu, pues las tres municipalidades sufrieron mutilación y con los pedazos se armó la de Jiménez. Veintinueve años después la cabecera fue ascendida a la categoría de villa y como tal se ostenta desde 1950. El cuadro quedaba completo, pero sólo por el momento. Machetazo a caballo de espadas En fin, con el propósito humanitario de no hacer más grave el enredo, sólo se insistirá en dejar asentado que, ya como ejidos, los antiguos ranchos de San Isidro Tierras Blancas, Tres Mezquites, Agua Gorda, San Martín, Pastor Ortiz, Rodeo de San Antonio, Mezquite Gordo, La 321


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Calera, Mancera, San José Huipana, Casas Viejas, Godino, Corrales, El Arco, Tafoya, Agua Caliente, Casa Blanca y las colonias Morelos y Balbuena, todos puruandireños, así como Zapote de Parras y Gildardo Magaña, antes de Angamacutiro, fueron segregados para integrar el nuevo municipio de J. Sixto Verduzco, al norte de Puruándiro. 3. EL MAR DE SERENIDAD Las bitácoras Las nóminas de párrocos y vicarios de un curato, de acuerdo con la estructura sociológica iberoamericana, fueron un factor fundamental para determinar quiénes condujeron a los pueblos en el ejercicio del ministerio religioso. La parroquia de Puruándiro nació prácticamente con la colonización de la federación de los purépecha. Los franciscanos ya habían pasado por el lugar dejando su huella bienhechora. Fray Juan de San Miguel, en su ruta al reino chichimeca, tuvo que pasar por el "lugar de las aguas calientes" para llegar, entre otros lugares, a Itzcuinapan (río de perros) y fundar el San Miguel que más tarde sería llamado el Grande y, después, de Allende en honor al héroe. Cuando el doctor Pedro de Texeda fue designado párroco de Puruándiro, en 1568, encontró a los naturales del rumbo ya evangelizados. Infortunadamente, los libros de la Parroquia desaparecieron. Ataques chichimecas, descuido en el manejo de los protocolos, incendios en ese entonces en que la oscuridad sólo era vencida por antorchas y velas y, para remate, la guerra insurgente que en algún encuentro entre realistas y "méricos" en 1816, provocó la casi total destrucción del templo cuya fábrica se había iniciado en 1757, para verse concluida apenas en 1802. Las informaciones matrimoniales se salvaron sólo de 1756 en adelante. Los libros de bautismos se conservan a partir de 1840, si bien en ocasiones se descuidó la firma de las actas por varios párrocos.

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Hasta 1806, en los libros de informaciones se consignó la raza o casta de las parejas que deseaban casarse. Así, se ve que Juana, "india", pretendió contraer matrimonio con José, "coyote", o que don Pedro, "español", aspiró a contraer nupcias con doña Catalina, "española". Y aparecen las informaciones relativas a negros, mestizos, mulatos y otras castas. Sin embargo, es significativo que cuatro años antes de iniciarse la lucha de independencia, desaparezcan esas clasificaciones odiosas. El humanismo ganaba terreno y, por lo menos en lo escrito, sólo importaba ya que todos eran seres humanos. No quedó más remedio que atenerse a lo existente, gracias a las facilidades que dio a los autores don Miguel Hernández Rubio, actual párroco. Los pilotos Por orden cronológico, puede afirmarse que los párrocos a cargo del curato de Puruándiro fueron, a saber: 1. Doctor Pedro de Texeda (1568-?). 2. Bachiller Juan Timoteo Ramírez, en abril de 1756, que un año después inició la edificación del templo. 3. Bachiller José Mariano de la Piedra, en abril de 1783. El paso de este sacerdote dejó honda huella pues, como se ha dicho en capítulo anterior, fue quien acometió la empresa de construir el acueducto que dotó de agua potable a la localidad, y quien construyó fuentes en lugares adecuados para beneficio de los habitantes. Además, ha quedado dicho que el padre de la Piedra dejó constituido un legado para la prosecución de esa misma empresa. 4. El 24 de enero de 1801, al morir don José Mariano, le sucedió el licenciado Manuel (no Joaquín) María Ramírez de Arellano, quien culminó la obra comprendida por sus antecesores y pudo concluir la construcción del templo parroquial. 5. Bachiller José Pablo Martínez Conejo, quien desde mayo de 1807 dejó de clasificar por castas a sus feligreses, lo que indica que los nuevos conceptos sobre el género humano impactaron su forma de pensar y de ver al mundo.

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6. Bachiller Miguel de Villaseñor, quien el 16 de septiembre de 1818, aniversario del movimiento independentista, no sólo recibió una parroquia en ruinas, sino una región en la que se efectuaban cruentos combates. De seguro conoció al cruel Agustín de Iturbide. No sería remoto que don Miguel haya sido descendiente de don Juan el encomendero. 7. En orden de firmas, siguió el licenciado Aurioles, cuyo nombre no fue posible encontrar. Tomó posesión del cargo el 9 de octubre de 1830 y falleció durante su desempeño, el 29 de abril de 1834. 8. En forma interina se hizo cargo de la parroquia el 30 de abril siguiente, don José Antonio Bernal. 9. El 14 de agosto de 1838, durante la etapa inicial del centralismo, la parroquia quedó a cargo de don Ignacio Antonio Román. 10.1. Precisamente diez años después, el 30 de julio de 1848, inició sus labores parroquiales como titular don Antonio Casalot, quien tuvo la magnífica ocurrencia de ordenar la encuadernación de los libros parroquiales y, con ellos, hacer posible su preservación hasta hoy en día. Los problemas nacionales eran tantos y don Antonio se encontraba tan enfermo, que hubo necesidad se le señalaran como párrocos interinos: 10.2. Don José Ruperto Silva, cuando estaba por restaurarse la República federal, el 28 de enero de 1867. 10.3. Don Vicente F. Valdez, a partir del 10 de marzo del mismo año, quien supo del triunfo constitucional, de los gobiernos de Juárez y Lerdo y de la instauración de la porfidictadura, en tanto administraba la parroquia puruandireña. 10.4. Don Jesús Álvarez, a partir del 4 de octubre de 1888. 11. Menos de un año después, en 1889, fue designado titular de la parroquia don Juan N. Oviedo. 12. El 1° de febrero de 1890 llegó al solar purandireño don José Villar, quien dirigió la instalación de las campanas del templo parroquial. 13. En rapidísima sucesión, el 9 de marzo de 1890, la parroquia se encomendó a don Manuel Hinojosa.

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14. El 22 de septiembre de 1894, fue designado cura propio don José Villar. 15. Para despedir el siglo, llegó don Jesús Álvarez el 29 de enero de 1899. 16. Don Hilario Maldonado, en efímera actuación fue cura párroco desde el 15 de septiembre de 1908. 17. Rápidamente pasó, también, don Jesús Vieyra, quien dejó el cargo el 27 de noviembre del mismo 1908. 18. El padre Antonio Gutiérrez fue piloto de la nave de diciembre de 1908 a principios de 1909. 19. Don Marcial Amaro tomó la parroquia sólo para morir, pues falleció el 2 de mayo de 1909. Veintidós días después, el 24, se decretó la erección de la parroquia del Cacalote. 20. El 26 de marzo de 1910 llegó el nuevo párroco, don Jesús Álvarez. Le tocó vivir en Puruándiro y sus derredores la inquietud revolucionaria, escuchar el ¡Viva Madero! de Madrigal y Martínez, así como sufrir las angustias de la inminente visita de Eduardo Gutiérrez. El temor a la violencia lo decidió a renunciar a su cargo el 12 de mayo de 1912, dos días antes que el orozquista ocupara la ciudad. 21. Después de incendio, saqueo popular y justicia inmisericorde de Ángel Loza, precisamente el 3 de agosto de 1912, al mismo tiempo que Loza salía para rendir cuenta de sus actos, llegó el nuevo párroco, don Juan de Dios Arroyo, quien supo de la visita de Amaro, la batalla de Curimeo, la llegada de Cándido Navarro y la despedida definitiva del mayor Loza. Tal vez fue don Juan de Dios mismo quien izó la bandera blanca en el remate de la torre del templo. El padre Arroyo falleció en el desempeño de su cargo, el 22 de octubre de 1916. 22. En abril de 1917 firmaba las actas de los libros parroquiales don Juan M. Hernández, quien de seguro fue testigo de la inquietud agraria. De acuerdo con la postura clerical de la época, debió haber intentado convencer a los agraristas que la toma de posesión de tierras era un robo, para luego presenciar la lucha entre ejidatarios y fraccioneros, emboscadas, trampas, invitaciones a tomar la copa y, siempre como resultado, muertos y heridos de ambos bandos, en tanto los hacendados disfrutaban de la regalada vida. Además, tuvo que presenciar la actuación de José Zavala Cisneros y ver cómo se 325


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integraban poco a poco los ejidos bajo la dirección de Zavala Cisneros, Macario y Fructuoso León, José Díaz, Carmen y Emiliano Pérez, los hermanos Ledesma, los Jerónimos Almanza y Ramírez, Francisco Contreras, Feliciano Hernández, los panaderos Jesús Arroyo y Pastor Ortiz, Aguileras, Ayalas, Ramírez, Cisneros, Antonio Medrano y los agraristas políticos Eutimio Pantoja y Jesús Montenegro. Este panorama de lucha por la tierra fue dejado por el padre Hernández a fines de 1923. 23. Con el año nuevo de 1924 y hasta el 31 de julio de 1926 llegó el nuevo pastor, don Ezequiel Iriarte. Tuvo que soportar las consecuencias del conflicto Estado-Iglesia y la suspensión del culto religioso durante el gobierno de Calles. Sin embargo, tanto don Ezequiel como los sacerdotes Agustín Becerra, J. Jesús Hernández, J. Trinidad García y Juan M. Hernández (quien regresó al rumbo) ejercían su ministerio calladamente. Al retirarse don Ezequiel, el padre Juan siguió al mando de la nave y, previo pago de la fianza impuesta, reanudar públicamente los cultos el 29 de julio de 1929. 24. Don José M. Báez se hizo cargo, interinamente, del curato y, el 25 de octubre de 1930, pasó a encargarse de la parroquia de Huiramba. 25. Don José M. Chávez sustituyó al padre Báez por corto lapso. 26. Tocó regresar a encargarse de nuevo de la parroquia a don Ezequiel Iriarte, quien fue guía espiritual de la feligresía en tanto el agrarismo avanzaba, se constituían nuevos ejidos y la economía de le región se derrumbaba. El señor Iriarte fungió en el cargo hasta el 18 de julio de 1945. 27. El nuevo guía fue el padre José Garcidueñas, quien, por lo avanzado de su edad, después de 23 años de dirigir la parroquia, sufrió la caída que, a la postre, le causó la muerte, el 29 de mayo de 1978. 28. En tanto el padre Garcidueñas permaneció enfermo, fue párroco interino don José Buenaventura Bucio. 29. La administración de la parroquia puruandireña recayó en don Miguel Hernández Rubio, quien a la fecha desempeña el cargo. De su trayectoria sacerdotal sólo puede esperarse que lime las asperezas que separan al agricultor del habitante urbano y logre

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reunirlos en un solo cuerpo, para prosperidad espiritual y material de todos. Los oficiales Todo cura párroco necesita la ayuda de otros sacerdotes, sobre todo cuando la parroquia es tan extensa y poblada como la de Puruándiro. Por tanto, el número de vicarios y tenientes de cura es extensa. En tanto el Lic. Manuel María Ramírez de Arellano era el titular, su hermano el doctor Joaquín María le auxilió en la faena, igual que el bachiller José Joaquín Sánchez de Armas, Santiago Falúes y Gerónimo Sandi. El padre Martínez Conejo contó con el apoyo de los señores Rafael Yáñez, José María Guiza y José Miguel de Villaseñor. El padre Villaseñor sustituyó en el curato al señor Martínez Conejo y contó con el esfuerzo de los señores Salvador Villagómez, José Mateo Merino, José Manuel de Orozco, Esteban Domingo Orozco, Ramón Oceguera, José Ignacio de Villaseñor (¿sería pariente suyo?), José Miguel Martínez, José Antonio del Moral, José Antonio Ximénez Romero y José María Gutiérrez. Fueron vicarios del licenciado Aurioles los señores Antonio Valencia, Vicente Contreras, Luis de Figueroa, José María Sixtos y José Antonio Bernal. Este último se encargó del curato interinamente al enfermar el titular e hizo entrega del cargo, en 1838, al padre Ignacio Antonio Román, quien contó con los servicios de los padres José Antonio Parra, Cayetano Castillo, Alejandro Gaytán, Joaquín Ruperto Silva, José María Peñaloza, Jesús María Reyes, Pío Baeza y Lucas Hernández. El doctor Casalot fue auxiliado por los señores Juan de la Cruz Licea, Luis G. Galicia, José María Lerma, Antonio Castro, Anacleto Torres, Vicente B. Guevara, José María Venegas, Trinidad Sotomayor y Lauro Salgado, así como por don Lucas Hernández y don Vicente F. Valdez, quienes inclusive fueron coadjutores del doctor durante su enfermedad, de 1866 a 1868. Los curas Oviedo, Villar e Hinojosa tuvieron como vicarios a los señores Pedro Mattenci, Petronilo Gómez, José María Arroyo, Antonio Espinosa, Victoriano Santos, Rafael Vargas, Luis M. Cortez, 327


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Diego López, Fermín Jiménez de Guante, Juan Herrejón, Rafael Moreno, Ramón Cano, Casimiro Rodríguez, Antonio Padilla, Prisciliano Martínez y Ambrosio Morfín. Es necesario aclarar que don Jesús Álvarez y don Juan N. Oviedo, vicarios, ocuparon interinamente el cargo de párrocos, así como que Gregorio Servín de la Mora y Antonio Gutiérrez fueron capellanes consecutivos en Surumuato, y don Antonio Cortez en Presa de Herrera. Cuando el padre José Villar tuvo de nuevo a su cargo la parroquia, al ser trasladado don Manuel Hinojosa a Salamanca en 1893, sus vicarios fueron Eusebio García, Severiano Gutiérrez, Julio M. Cortés, Erasmo Orozco, Hilario Maldonado, Braulio González, Teófilo López, Vicente Sánchez, Jesús Moreno, de nuevo Prisciliano Martínez, Jesús Álvarez, Jesús Pérez, Anastasio Alcalá, Antonio Padilla, Pablo Jiménez y Rafael Méndez. Al mismo tiempo, fueron capellanes, de Presa de Herrera: el padre J. Guadalupe Álvarez; de Surumuato, Plutarco Espinosa, Ramón V. Fernández, Miguel Reyes, Antonio Sánchez y Jesús Tellitud; y de Villachuato, los padres Rafael Moreno, Antonio Padilla y Pablo Jiménez. Los vicarios de don Jesús Álvarez fueron los señores Jesús Cancino, Otilio Vivanco, Filiberto Ramírez, Wenceslao Ruiz, Epitacio Tejeda, Ceferino Guerrero, Anastasio Tovar y Marcial Amaro, además de Jesús Vieyra y Agustín Castillo, que oficiaron con autorización del párroco. En Villachuato fueron capellanes Rosendo Álvarez, José María Arredondo, Luis R. Ruelas, Ismael Huacuja, Benedicto Medrano, Malaquías Aguirre y Crisóstomo Bravo, sucesivamente. La capellanía de Surumuato estuvo a cargo de don Jesús Tellitud y don Francisco González. Durante el interinato del padre Hilario Maldonado, en 1908, comenzaron a administrarse bautismos en Janamuato. En la etapa de la Revolución, de 1910 a 1917, los vicarios en la Parroquia fueron los señores Sotero A. Moreno, Ignacio V. Moreno, Gabriel Marín, Bernabé Arroyo, Jesús Hernández, Jesús Coria Álvarez, Petronilo Esquivel, Isidro Jiménez, Refugio Mendoza y Francisco Cervantes. Con el cura don Juan M. Hernández oficiaron como vicarios los señores José María Chávez, Agustín Becerra, Camilo Rendón, Macario F. Aguado, Francisco Martínez, José F. García y J. Jesús 328


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Padilla; en tanto los párrocos Ezequiel Iriarte en sus dos gestiones y José M. Báez y José M. Chávez en las intermedias, fueron auxiliados, de 1924 a 1930 —la etapa del conflicto— por los sacerdotes J. Trinidad García, Gabriel Cervantes, Francisco Ríos Hernández, Florentino Valencia, Heriberto Ortega, José Becerra, José Bárcena y Celso Flores. De 1931 a 1945, don Ezequiel contó con la colaboración de los ministros Salvador Ramírez, José Chávez, Juan Torres, Florentino Méndez, Rigoberto Méndez, José Uribe, Diego Gutiérrez, Jesús Álvarez y José Buenaventura Bucio. El padre Bucio colaboró con el señor cura Garcidueñas, a quien sustituyó durante su enfermedad y hasta su muerte, y ambos contaron con el esfuerzo de los señores Jesús Ávalos, Simitrio Paniagua, Eloy Medina, Pelagio Ponce, P. A. Urbina, José Torres, Pedro Muñoz, R. Ramírez, Fausto González C., Rafael Rodríguez, Francisco García Arreola, Eliezer Martínez Campos, Antonio Urbina Magaña y Eduardo de la Torre Fierro. El padre Hernández Rubio, actual párroco, cuenta con el auxilio de los señores Vicente Rodríguez Arellano y Enrique Díaz Díaz, y tuvo el apoyo de don Salvador Cruz López, quien fue trasladado a principios de 1980. Distintos pilotos con el mismo rumbo En suma se han mencionado 29 párrocos y enumerado 162 vicarios que, cada uno según su concepto personal y libre albedrío, han intentado hacer el bien. La Iglesia, nave experimentada en todos los mares y todas las tormentas, procura el bien común. Ahora el bien material que puede estimarse fundamental, consiste en lograr la unidad puruandireña y la realización de obras sociales urgentes y benéficas. Y la nave parroquial está en buenas manos. Los timoneles de alivio La parroquia de Galeana o el Cacalote, ya había sido dicho, fue erigida como tal el 24 de mayo de 1909. Su actual párroco es don Aurelio 329


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Ponce Pérez, quien tiene a su cargo la feligresía de Ururuta, La Cofradía, La Higuera y El Sabino de Buenavista. La parroquia de Manuel Villalongín contó en principio con un templo reducido, cuyo espacio queda dentro del más amplio que se construyó bajo la dirección del padre Daniel Vera. Gran avance lograron las edificaciones bajo la administración cordial de don Guadalupe Patiño, radicado ahora en Abasolo, Gto., y de quien sus parroquianos recuerdan el buen humor y don de gente que le ganó el afecto popular y, entre otros detalles, su clásica contestación a la pregunta sobre si gustaba tomar un refresco: —Sólo que sea ahora, porque después…, ¿dónde te agarro?—. Finalmente, el actual párroco, don Antonio Mora, logró llevar a feliz término la construcción del atrio. En Isaac Arriaga, ocurre el vicario de Manuel Villalongín con objeto de ejecutar los oficios religiosos. Janamuato también tiene la calidad de parroquia, habiendo alcanzado esa erección el 25 de enero de 1954 como parroquia movible. El templo se inició el 4 de septiembre de 1942 por el padre Francisco Nambo, y la fábrica de la torre se comenzó a levantar por el ya fallecido sacerdote don Rómulo Zendejas. El titular hoy en día es don Artemio Tapia Villanueva, nacido en Chupícuaro e hijo de doña Juana Villanueva Andrade y don Jesús Tapia Ortiz. El padre Tapia continúa la obra de sus antecesores, mediante la reconstrucción de la torre y la edificación del atrio, fábrica toda ella de cantera, así como el reacondicionamiento de la notaría. Villachuato fue erigida como parroquia en 1975, para lo que se segregó de Janamuato. El templo está en proceso de construcción, ya que se instaló en lugar distinto al gran casco de la ex hacienda. El guía es el párroco don Antonio Espinosa García. La Quemada recibe, cada dos sábados, la visita de un vicario de la parroquia de Puruándiro; la ex hacienda del Fresno de Guadalupe recibe también esos servicios periódicos cada dos sábados, y La Quemadita cada cuarto sábado de mes, ambas por vicarios de Puruándiro.

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Las casas del Señor Por cuanto a templos, desde luego el de mayor abolengo y calidad arquitectónica es el parroquial de Puruándiro, hogar de la imagen del Señor de la Salud, testigo de tantos hechos y víctima de la destrucción en varias ocasiones. Su altar mayor es de cantera y revela un buen gusto digno de un consumado arquitecto. Al frente, un amplio atrio de cantera rosa, rematado con verjas de hierro, da armonía al conjunto, obra complementaria que se concluyó el 24 de junio de 1894. En el costado noroeste está instalada la notaría y oficinas del párroco y vicarios, con un portal al frente de sobrias columnas de cantera. En la ciudad también, en el costado occidental de la plaza principal, se yergue el Santuario de Los Ángeles, cuya torre, en el costado noreste, cuenta con una estructura de tres cuerpos. El altar principal es de cantera con columnas que soportan el capitel y ostentan aplicaciones de oro que desentonan. El templo tiene coro y la imagen del altar central es un óleo de factura colonial. Al sureste de la ciudad, en la cumbre del cerro del Santuario, está el de Guadalupe, con altar de cantera rematado por una cruz, coro y armonio. En el extremo sur de la ciudad, en la Rinconada, está el templo de la Cuevita Santa, construido y fundado, en 1917, por don José Garcidueñas Sánchez, sobre la cuevita que le dio nombre. Sentado sobre una loma, se asciende a él por una escalinata de cuatro tramos de siete escalones cada uno, con balaustrada de cantera y celosía de teja. Tiene una torre de tres cuerpos. Bajo el cuarto tramo de la escalinata, del lado oriente, hay una pequeña excavación de dos metros de altura y tres de fondo, en donde se expone un altorrelieve en yeso de la cara de la Virgen. El Santuario de los Dolores, conocido como el Niñado, ostenta fachada de cantera, una sola nave y torre inconclusa. Se ubica en la calle de Juan de Dios Arroyo, al noreste de la ciudad. Sobre la calle de Vicente Guerrero está el templo de la Higuerita, de adobe, con una torre y una nave.

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¿Cuál fue la primera? Si bien la opinión popular cataloga al Niñado como el templo más antiguo, la lógica se resiste a esa conclusión. Cuando Juan de Villaseñor trazó la ciudad, siguió el patrón castellano: plaza principal en el centro y calles rectas a cordel quinientas varas al derredor de la plaza. En consecuencia, el lugar de honor se destinó a construcciones sagradas, casas consistoriales o de gobierno y residencias de los principales. La orden franciscana había precedido al encomendero y, como era su costumbre, la primera edificación se dedicaba al Señor. El trazo de don Juan tuvo que tomar en cuenta las edificaciones religiosas. José Antonio Zavala Bucio, en su ya citada obra, consigna que el Santuario de Los Ángeles fue primero Hospital o huatápera, después Casa de Ejercicios y, por último, lo que ahora es. En el costado sureste del Santuario se observa una torre más pequeña que la de tres cuerpos. Su factura es clásica del tipo "fortaleza", tan acostumbrada por los religiosos de la Orden mínima. De lo anterior cabe concluir que, o bien el templo parroquial, varias veces severamente dañado y reconstruido, o bien el Santuario, son los primeros templos, máxime si se toma en cuenta que la costumbre de los seguidores del Santo de Asís procuraban edificar, casi contiguos, templos y hospital. La torre "fortaleza" es fiel testimonio de lo asentado. Las barcas de salvamento El templo de Galeana está consagrado a los Dulces Nombres de Jesús, si bien se le denomina, por la influencia Agustina, de San Nicolás Tolentino, cuya imagen se observa en la hornacina superior de la fachada de cal y canto de una recia fábrica con contrafuertes de cantera a los costados. En el altar mayor se adora la imagen del Cristo de la Preciosa Sangre. La torre es de tres cuerpos y tiene dos campanas. La sacristía se ubica en el costado norte. El templo de Manuel Villalongín es de factura reciente, construido sobre el antiguo; cuenta con una torre de cal y canto, marcos de cantera, cruceros y una cúpula, coro con armonio, y sacristía y 332


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bautisterio a la entrada, en el costado derecho. Se venera la imagen del Cristo de la Clemencia. En Isaac Arriaga el vecindario está puesto a la faena y entrega sus aportaciones en efectivo a la Srta. Guadalupe Banderas, ya que actualmente llevan a cabo la ampliación del templo de Santa Anita, que era de adobe y techo de duela. La nueva fábrica es de ladrillo; a la entrada se ubica una pila de cantera y en el altar mayor están las imágenes de Santa Ana y la Virgen niña, a la que se llama Santa Anita. De ahí el nombre del templo. Janamuato consagró su templo a la Santísima Trinidad. La fábrica cuenta con tres naves y da una impresión de reciedumbre por el material empleado, precisamente la piedra áspera llamada "janamo". Villachuato cambió su templo del casco de la hacienda, donde existe una capilla con crucero y cuatro arcos, al costado norte de la que, con el tiempo, será la plaza principal. El actual templo es rectangular, con un techo provisional convexo, bajo el cual se arman bóvedas de ladrillo del tipo "real", en tres naves: la central con tres grandes bóvedas y las laterales con cinco más reducidas. La imagen venerada es llamada el Señor de la Salud. La Quemada contó con un templo que fue clausurado en 1958. Los señores Bernardino Magaña Páramo y Gerardo Magaña Quezada informaron que la cantera roja del nuevo templo ha sido extraída del cerro Tzirahuato, en tanto el frente es de basalto, los costados de ladrillo y el atrio de cal y canto. La cúpula está cubierta con azulejo, una torre con tres campanas se yergue maciza y, en el interior, se observa el coro, una nave, altar de cantera y la imagen de San Antonio de Padua. La construcción se llevó a cabo, bajo la dirección del padre Pelagio Ponce, por los vecinos, y fue concluida el 20 de enero de 1975. En Fresno de Guadalupe, don Genaro Ibarra Quezada y don Guadalupe Magaña informaron que el templo perteneció a la antigua hacienda; cuenta con paredes de cantera al frente y de ladrillo a los costados, una cúpula cubierta con azulejo, atrio y jardín lateral con cerca de piedra y verjas. Carece de campanario. La patrona es la Virgen de Guadalupe. Don Ezequiel Iriarte estuvo al frente de la construcción del pequeño templo de La Quemadita, el cual fue bendecido, en 1948, por don José Buenaventura Bucio. La fábrica comprende una torre 333


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sencilla, altar de cantera, sacristía a la derecha del altar, atrio cercado con piedra y techo de lámina acanalada. La patrona es también la Virgen de Guadalupe. La nave capitana Para concluir con el tema, Puruándiro es cabecera de Foranía Pastoral dentro del Arzobispado de Morelia, con objeto de lograr un mejor control eclesiástico. En consecuencia, para fines administrativos, comprende a la Parroquia misma, así como a las de Janamuato, Manuel Villalongín, Villachuato, Galeana, Huipana, Santiago Conguripo, Pastor Ortiz, Villa Morelos, La Luz y Santa Clara. Las naves surcan las corrientes serenas y salen airosas de tormentas y calmas chichas. Sus pilotos sujetan los timones con mano firme para no desviarse del rumbo que marca la brújula y que los conduce al puerto deseado: la suprema paz. 4.

CUÁNTO SABES, CUÁNTO VALES

Granos de arena no; montañas La educación de niñez y juventud abajeñas constituye todo un problema. La población en edad escolar aumenta día a día, como la ambición paternal para que los hijos se eduquen y tengan así derecho a un futuro mejor, sin sufrir los problemas que sus padres tuvieron que afrontar. Los gobiernos federal y locales tuvieron que vencer primero la resistencia hostil a la educación oficial de los menores. Ese objetivo prácticamente casi se ha logrado por completo. En consecuencia, el objetivo en turno es la construcción de escuelas y la preparación técnica de profesores que desempeñen atinadamente la misión.

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El Comité Administrativo del Programa Federal de Construcción de Escuelas (CAPFCE) y el gobierno michoacano efectúan inversiones constantes y cuantiosas. El tercer factor interesado en la educación, la ciudadanía, está obligado a colaborar no con su grano, sino con montañas de arena. Nada se soluciona a medias La acción tripartita: México, Michoacán y el pueblo, ha obtenido grandes logros, pero no los suficientes. En el Bajío michoacano esa acción se patentiza más en la región rural y, sin embargo, el campo sufre carencias, ya que aunque se tienen escuelas, éstas se integran con una, dos y hasta cuatro aulas, cuando todo mundo sabe que el mínimo de salones en una primaria debe ser de seis. También el personal docente no es el suficiente y, como consecuencia, su desempeño no puede ser tan eficaz. Uno o dos maestros que atienden a tres o más grupos cada uno, de distintos niveles y al mismo tiempo, no pueden actuar con la debida eficiencia. Y la culpa no es de ellos. La Quemadita, Sanguijuelas, Ururuta, La Excusa, Los Reyes, San Miguel y Villachuato tienen escuelas a medias. Los vecinos de La Quemadita y Fresno de Guadalupe envían a sus hijos al plantel de La Quemada, y muchas localidades se ven obligadas a imitar esa conducta. Pero lo peor es que muchos padres, por la poca edad de los niños, prefieren no enviarles a que corran el riesgo de caminar a campo traviesa, o bien los chamacos se quedan por el camino y se habitúan a no asistir a clase, sin que sus padres puedan percatarse de ello. Angamacutiro, en su zona rural, observa la misma carencia: escuelas mochas en Conguripo, colonia Héroes de la Revolución, Curitzipo, San Diego Buenavista, El Maluco, San José El Maluco, El Sabino y Nuevo Paraíso. J. Sixto Verduzco sólo cuenta con planteles de seis aulas en Zapote de Parras y Agua Caliente, en tanto los planteles de Rodeo de San Antonio, Tafoya y Gildardo Magaña padecen la deficiencia mencionada.

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El caso es echarle ganas y muchos pesos La demostración palmaria del fruto que se puede lograr cuando los tres factores interesados actúan parejo en la creación y consolidación de escuelas se encuentra en varias localidades. Sin disminuir a otros, se pueden poner varios ejemplos positivos. La primaria federal de Manuel Villalongín funciona a todo vapor, cuenta con las aulas suficientes, tiene los turnos matutino y vespertino, doce maestros que encabeza el profesor Humberto Funes y beneficia a 550 alumnos, tiene barda y cerca de alambre, los salones cuentan con todos los elementos necesarios y la comunicación entre maestros y vecinos es constante y activa. Si surge alguna necesidad o se presenta un problema, más tarda el vecindario en saberlo que en poner manos a la obra para satisfacer aquélla o resolver éste. El jardín de niños, la primaria federal y hasta el Centro de Salud de Isaac Arriaga están en situación similar. La iniciativa de los funcionarios responsables y la cooperación vecinal no sólo posibilitan el eficiente funcionamiento de los planteles, sino que para el viajero es un regalo a sus ojos verlos rodeados de jardines que rebosan flores de todas clases y que, con su ropaje multicolor, revisten a las construcciones de belleza y frescura. Dan ganas de estudiar en alguno de los doce grupos existentes bajo la dirección del profesor Adolfo Peñaflor López, o de consultar al médico. En Janamuato, la primaria federal fue construida gracias a la colaboración de la Unión de Ejidos y del Club Rotario; doce profesores atienden a 600 chamacos y la dirección está en manos del maestro Federico Aguirre. Galeana, la antigua tenencia, impulsa la educación de los pollitos en una primaria federal con seis aulas, y la de las palomitas cacaloteñas en un plantel atendido por religiosas guadalupanas de Querétaro. La moraleja es simple. Si las autoridades deben procurar los servicios a la ciudadanía, ésta debe también ayudarse a sí misma. La época del papá gobierno, como la del papá hacendado, ya son cosa del pasado. Ahora el que pide también debe dar y dejar de comportarse como el hijo desobediente. 336


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La educación elemental urbana La veteranía de los planteles actualmente en servicio en la ciudad de Puruándiro corresponde a la primaria "Niños Héroes", por la que han desfilado generaciones de educandos desde 1935, entonces bajo la dirección del profesor Heberto Aguirre. La planta inicial fue de dos aulas. La escuela cambió de domicilio con tanta frecuencia que parecía inquilino que no paga la renta. Su local actual, en la calle de Independencia, cuenta con doce aulas en servicio. Por su parte, la primaria estatal "José María Morelos", comenzó el desbarre en 1950. Ocho maestros la sirven ahora, bajo la dirección de la profesora Carolina Zúñiga Barajas. El plantel cuenta con aportaciones periódicas de los padres de familia. En 1962 se iniciaron las actividades de una escuela comercial que también ostenta el nombre del cura de Carácuaro y es atendida por religiosas. Después de tres años de estudio en ella se obtiene por las alumnas un diploma de contador privado. Además, se imparten clases de taquigrafía, mecanografía y otras materias. La colegiatura es modesta y la escuela tiene tres aulas. Para 1972 se inauguró la primaria federal "Benito Juárez, bajo la dirección del profesor Plutarco Santillán Adame. Cuenta con ocho grupos de escolapios que se instruyen en seis aulas construidas por el CAPFCE. Otra primaria, denominada "Niños de México", se ubica en la esquina que forman las calles de Mariano de la Piedra y Amado Nervo, con turnos matutino y vespertino. Desde 1967 opera un jardín de niños junto al templo parroquial, y el gobierno del Estado tiene a su cargo la atención de las primarias "América" en la colonia Ojo Santo, y "Miguel Hidalgo y Costilla", en la colonia del Niñado. Ambas instituciones se crearon gracias al dinamismo del Ayuntamiento presidido por el Lic. J. Guadalupe Ramírez, con el expreso deseo de favorecer al sector humilde de la periferia. Las escuelas mencionadas hacen frente a un grave problema: la deserción escolar provocada por la escasez de recursos de los

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familiares de los educandos, que no tienen más remedio que emigrar en busca de horizontes más prósperos. Se llegó al nivel medio El 7 de agosto de 1950, después de celebrarse el convenio por el que la Federación y los gobiernos estatal y municipal se comprometían a cubrir los gastos de sostenimiento, se creó la secundaria federal "Dámaso Cárdenas". El primer director fue el profesor Tomás López y Ocampo, a quien sucedieron, en orden, los maestros María del Socorro Casales Pérez, Olaya Cas Pérez, José Santos Arroyo, Andrés Barrera Loza, Héctor Octavio González Delgado, Roberto López Pérez y, actualmente, Fidelmar Mora Colín. Como es costumbre en el nivel medio inferior, la escuela comenzó a trabajar con un solo grupo de primer grado, en el local ubicado en Guerrero número 41. Los miembros del personal docente vencieron poco a poco la renuencia de muchos jefes de casa y, con la ayuda presada por los padres de familia que desde un principio les confiaron la educación de sus hijos, fue adquiriendo arraigo. Dirigió la escuela el profesor Santos de 1958 a 1962, y le sucedió en el cargo el maestro Barrera. En 1966, don Andrés obtuvo, con el apoyo de la planta de profesores, que la escuela dejara de sostenerse mediante cooperación para ser plenamente federal. Además, en su afán de posibilitar la total educación media de los estudiantes, obtuvo la autorización para crear la preparatoria federal. El problema que representaba para muchos padres enviar a sus hijos a estudiar el bachillerato a Morelia y pagar el hospedaje, gastos que muchos no podían afrontar, quedó eliminado así. Sin abandonar Puruándiro, los alumnos deseosos de progresar, podrían obtener el grado de bachiller y, en forma más firme y decidida, optar por dejar el terruño y cursar estudios profesionales. La puerta quedaba abierta a quienes deseaban la superación mediante el estudio.

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Que crezca, pero no mucho A poco de lograrse ambas metas, el profesor Barrera Loza falleció, después de aplicar el empeño de su vocación educativa a la juventud puruandireña por cerca de dos lustros. Llegó del Norte de la república el profesor Héctor Octavio González Delgado, para hacerse cargo de la dirección de ambos planteles. Característica personal del nuevo Director fue su constante dinámica, el propósito de formar en el alumnado una firme convicción cívica y deportiva, afirmaron a los autores no menos de diez ex alumnos del plantel, que estudiaron en el mismo durante la etapa de la gestión del aludido maestro. Esas actividades obligaban a profesores y estudiantes a tener que actuar fuera de los muros del plantel, y sus actividades podían ser observadas por todo mundo. La popularidad que adquirían los planteles y la simpatía con que eran vistos por el común denominador de los habitantes, tanto en actividades deportivas como en actos cívicos, alarmaron al grupo acostumbrado a tener la última palabra en los campos que consideraba de su exclusiva propiedad. Los sepulcros blanqueados y su crimen Se inició una campaña para desacreditar a los alumnos. La reacción de sus padres hizo que el tiro fallara. Se buscó el desprestigio del Director y sus colaboradores mediante la fiscalización de sus vidas privadas. Sus conductas, conocidas de los alumnos y los familiares de éstos, hizo que el tiro les saliera por la culata. Ya no era posible actuar en forma subterránea, por lo que se llevó a cabo una campaña descarada en contra del sistema educativo oficial y, fundamentalmente, del funcionario que dirigía al plantel y que, según el plan trazado, encaminaba a los estudiantes a la perdición y los convertía en agentes involuntarios que perdían a sus hermanos y aun a sus propios padres.

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Se excitó el nervio religioso de la población y fue posible arrastrar a un grupo considerable, sobre todo de mujeres, a una conducta tumultuaria en contra del profesor González Delgado, personalmente. Pero el atentado falló en parte. En lugar de ultimar al maestro se victimó a su hijo, el adolescente Luis Napoleón González Terrazas, alumno también de la Secundaria. Casualmente, el jovencito fue asesinado en la fecha en que se conmemora el sacrificio de otros niños, los héroes de Chapultepec, el 13 de septiembre de 1968. Se supo capitalizar el conflicto estudiantil de la ciudad de México, pero con veintiún días de anticipación a la crisis que llamaría la atención de todo el mundo. Sangre fértil Con el dolor de la pérdida, el profesor González Delgado abandonó Puruándiro. Pero la sangre de su hijo fue el fertilizante que favoreció el desarrollo del plantel. Don Roberto López Pérez se hizo cargo de la Dirección en octubre y encontró a maestros, alumnos, padres de familia y otros particulares más convencidos de dar todo su apoyo a la consolidación de las escuelas. Se promovió y obtuvo la donación de un terreno para la construcción de instalaciones adecuadas para actividades académicas y de adiestramiento de la Secundaria. Para obtener la ayuda del CAPFCE, parte del lote fue cedida para la instalación de una primaria. Así pudo nacer la "Benito Juárez" en 1972. Además se organizaron rifas, concursos, un "kilómetro de plata" con el que se recabaron más de seis mil pesos, colectas y otro tipo de actos tendientes a reunir todos los fondos necesarios para construir el edificio. El sector ejidal, con el Lic. José Álvarez Cisneros al frente, ocupó un lugar distinguido por la generosidad y constancia de su cooperación.

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Hablándonos y no matándonos nos entenderemos El profesor Mora Colín pudo estrenar siete aulas. Su sucesor, el maestro Juan Romero Miralrío, y el subdirector Carlos Hernández López, han podido inaugurar otros siete salones y tienen el propósito de no detener allí la ampliación. Treinta y siete profesores especializados mediante estudios acreditados en la Escuela Normal Superior de Maestros de México, integran la planta docente, a más de tres prefectos y maestros y seis oficiales administrativos. Catorce aulas, un taller de dibujo, otro de taquimecanografía y las oficinas de la Secundaria están en las nuevas instalaciones. En el antiguo local de Guerrero funcionan los demás talleres. Con alumnado de Puruándiro, Angamacutiro, Cerano, Pastor Ortiz y otras localidades, mil setenta y ocho alumnos integrados en ocho grupos de primero, seis de segundo y seis de tercero constituyen la población escolar, en la inteligencia que dos de esos grupos inauguraron, en el ciclo escolar 1979/80, el turno vespertino. La demanda de inscripción rebasa la capacidad de la "Dámaso Cárdenas" y el profesorado se ve en la obligación de rechazar una buena parte de solicitantes. Los alumnos destripados no han rebasado, en varios años, el tres por ciento. La ayuda de los vecinos rurales y urbanos no cesa, más bien aumenta día a día. Y la Preparatoria, con el personal docente de la Secundaria, no deja de picar piedra e iluminar seseras juveniles. El mejor homenaje Es necesario contar con más profesores, aulas, talleres, maquinaria y canchas deportivas, así como con libros que incrementen el acervo de la anémica biblioteca del plantel. Los posibles donantes de libros deben recordar que, en toda la ciudad de Puruándiro, la de la Secundaria es la única biblioteca en servicio. Sólo las aportaciones de particulares podrán demostrar a la Secretaría de Educación Pública que existe un auténtico interés por lograr la ampliación de la escuela y, al mismo tiempo, borrar el 341


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manchón de la conducta criminal de la turba auspiciada por un psicópata. Una vez convencida la Secretaría del sincero afán del pueblo por contar con el servicio del Plantel, el esfuerzo que se desarrolle de seguro verá colmadas sus esperanzas. No podrá rendirse mejor homenaje a la memoria de Luis Napoleón González Terrazas, ni lograr mejor beneficio para la juventud del Bajío michoacano. Suban, por favor El resumen sólo puede llevar a una conclusión: es necesario que los sectores populares urbano y rural cooperen en mayor y más constante medida a establecer y ampliar escuelas de todos los niveles. Ya se dijo. El progreso de una región se mide por el número de sus escuelas y educandos. Y, sobre todo, sin excepción alguna, todos los habitantes del Bajío michoacano deben recordar una verdad que no admite contradicción: Educar es dar luz, es dar libertad. Lo demás no importa. 5. DESNUTRIDOS SIN HIGIENE HACEN QUE EL PANTEÓN SE LLENE Llene el tanque y revise el aceite El organismo humano es igual al motor de un coche. Para caminar necesita combustible, para no estropearse necesita cuidados, atención, manitas de gato y, de vez en cuando, una ajustadita, para evitar una avería de mayores o menores consecuencias. Por tanto, en orden de importancia, lo primero es echarle gasolina al tanque y aceite al motor, y cuidar que la gasolina no tenga agua porque el coche no arranca y que el aceite no sea muy delgado porque se truenan las bielas. En el capítulo quinto se precisó que, en Puruándiro, de cada cien personas 42 no comen carne, 51 no prueban el huevo, 62 no beben leche y el pescado es manjar prohibido para 93. El 67 por ciento de las familias puruandireñas, por tanto, comen en forma insuficiente. 342


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El resultado de la investigación coincide con los de estudios efectuados en otros lugares hasta 1978. Llenos, pero no nutridos La desnutrición popular es una amenaza que revolotea en el horizonte abajeño y, en muchos casos, se debe a malas costumbres alimentarias fundamentalmente. Cabe repetir lo afirmado por muchos estudiosos. En México, y por tanto en el Bajío michoacano, no se sufre hambre, pero se padece desnutrición. La base de la alimentación de las familias la constituyen maíz, frijol y chile. Los dos primeros tienen un bajo contenido de proteínas y el último de vitaminas. Una pared sin huecos Para entender claramente el punto, puede decirse que el cuerpo humano es igual a una pared de ladrillos. Cada hilera de ladrillos la constituyen las sustancias que forman una proteína; y todas las hileras de ladrillos el conjunto de proteínas que integran ese cuerpo. Cabello, uñas, piel y músculos o carne se integran gracias a las proteínas. Si faltan una o más hileras de ladrillos la pared se derrumba; si faltan una o más proteínas, el cuerpo humano es débil, enfermizo y hasta puede morir fácilmente. Las proteínas que dan al cuerpo humano maíz y frijol son insuficientes, por lo que la persona que sólo come eso carece de los elementos necesarios para estar fuerte, trabajar y ser sano. ¡Qué niño tan gordo! Otro aspecto de la alimentación mexicana es la costumbre de servir salsas aguadas, moles y caldillos, así como los obligados frijoles calduditos. Esos platillos sirven para favorecer el consumo elevado de tortillas por el comensal. Cuando termina de comer se siente lleno, satisfecho, pero en realidad no se ha alimentado. El alto contenido de

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harinas y de glucosa no van a ayudar a su organismo a crear músculos, sino a provocar la formación de grasas o tejido adiposo. Muchos panzones y cachetones, a pesar de su aspecto, en realidad son personas desnutridas. Maíz, frijol y chile, además, son alimentos de difícil digestión, y el abuso del último provoca irritaciones que pueden terminar en úlceras gástricas. Tres momentos importantes Existen tres épocas en la vida de cada persona en que la nutrición adecuada es esencial: Durante el periodo de embarazo de la madre, la primera; de los tres al año y medio de vida del niño, la segunda, aunque el peligro se reduce si la madre le da el pecho; y durante la adolescencia, de los doce a los dieciséis años, la tercera. Si en esas tres etapas se descuida la alimentación adecuada del ser humano, su desnutrición le acarreará graves consecuencias para el resto de su vida. Tontos, flojos y chaparros Las principales fallas que sufre la persona desnutrida son físicas y mentales. Entre las fallas mentales, causadas por la carencia de alimentación nutritiva, que afectan al sistema nervioso central (cerebro, médula espinal y nervios), son características el habla imprecisa o balbuceante y el tartamudeo, en una palabra, el hablar "cantinflesco" que nadie entiende; la incapacidad para aprender o la comprensión lenta, de la que resultan los fracasos escolares (y muchas veces se castiga al niño porque lo reprueban!); la facilidad para dormir en cualquier lugar y en cualquier momento, y el caminar como sonámbulo, sin darse cuenta de lo que pasa a su derredor; y por lo que sólo le llaman la atención fotografías o revistas de muñequitos, pero nunca libros y periódicos. Además, la persona se olvida en forma constante de todo, tiene mala memoria.

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Las fallas físicas consisten en baja estatura, malas conformaciones, carencia de vigor muscular, incapacidad manual, piel manchada, caída de pelo, acumulación de líquidos en el organismo o "gordura de agua", y lo peor, pocas defensas orgánicas que hacen posible que el individuo pueda enfermar fácilmente y empeorar, sobre todo de afecciones infecciosas como resfriados, tuberculosis, tifoidea y tifo. Refrescos y alcohol Las personas mal alimentadas buscan ingerir productos que, en forma aparente, les dan el vigor que su desnutrición les niega. Así, la mujer y el niño buscan el refresco embotellado, por su alto contenido de azúcar. El hombre busca las bebidas alcohólicas, que también contienen mucho azúcar. Pero ni uno ni otro se alimentan. El azúcar da calorías, pero no nutre. El azúcar es quemada por el organismo para producir calor y, si se come en exceso, produce grasa. Un filete, tres clavos y diez cerillos Leche y carne deben ser base de la alimentación. La primera, por su contenido proteínico, vitamínico y mineral, es el alimento completo. La carne proporciona proteínas y minerales. Los nativos purépecha comían venado, guajolote, conejo, chapulín o chocho, hormigas meleras, jumiles, mosco de laguna o huevo del mismo, y gusanos de maguey y de otras clases. Además, pescado y charal cuando podían. Si a las costumbres actuales repugnan algunos de esos alimentos, a los nativos de México les proporcionaban las proteínas y minerales que maíz y frijol no les alcanzaban a dar en la medida necesaria. Por último, en la alimentación diaria deben proporcionarse elementos minerales indispensables para el organismo, así como vitaminas que hacen posible la asimilación de los nutrientes que llevan los alimentos comidos.

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Alto contenido de hierro tienen el hígado, la sangre, espinaca, berro, acelga y otras plantas verdes. El calcio lo proporcionan maíz y frijol. Fósforo, magnífico reconstituyente cerebral, se encuentra sobre todo en pescado, mariscos y charales. Conejo con espinacas La necesidad de carne, que generalmente se satisface con gallinas porque la de res y de puerco está muy cara, tiene un satisfactor de muchísima mejor calidad alimenticia: el conejo. Las familias humildes pueden criarlos en jaulas alambradas y, dada su rapidez en reproducirse, contar con su carne casi todos los días y aprovechar su piel o pelo, que muchas industrias compran en forma constante. En consecuencia, la escasez de leche y la carestía de la carne se pueden sustituir con hortalizas verdes, carne de conejo, soya en semilla o en harina, garbanzo, frijol y, por cuanto a la tortilla, comerla sólo como un acompañante de los alimentos y no en cantidades industriales para sentirse lleno. El resultado obtenido será hombres, mujeres y niños fuertes, resistentes a las enfermedades, vigorosos para el trabajo y con capacidad cerebral suficiente para ser buenos estudiantes. Más vale solo Si 67 de cada mil niños mueren por desnutrición antes de cumplir cuatro años de edad, otros 44 de cada mil mueren en el mismo lapso por enfermedades gastrointestinales, en las que el papel estelar es desempeñado por parásitos, entre los cuales la amiba es la reina. Pero lombrices y solitarias también hacen lo suyo. Además: salmonelas, shigelas y otros microbios provocan salmonelosis, tifoidea y disenterías que materialmente consumen los organismos que atacan. Si la desnutrición equivale a los tres tercios de la faena a un toro, parásitos e infecciones son la puntilla que acaba con el cristiano mal comido. 346


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Las amibas son tan amigas del organismo humano que procuran entrar a él desde el momento mismo del nacimiento, en que abandonan a la madre para hacer banquete en el cuerpo del recién nacido. Como ejército invasor avanzan poco a poco, del intestino de su huésped hasta hacer campamento en el hígado, usar la sangre como transporte y llegar a pulmones y cerebro. En estos últimos casos ya no queda más que comprar la caja. Entretanto, la mitad de lo que coma el que está sirviendo de hotel será aprovechado por sus invitados a fuerza. La lombriz pone huevecillos. Legumbres y frutas los transportan y el fulano que las come sin lavarlas les ofrece sus intestinos para que incuben, rompan el cascarón y coman a costillas del desventurado que les da posada. En casos de descuidó para atacarlas, llegan a producirse en forma tal que rejuntan en verdaderas pelotas que obstruyen el intestino y el huésped revienta. La solitaria o tenia se desarrolla como una serpentina de papel de varios metros de largo y, en algunos casos, tiene en la cabeza unos garfios con los que se engancha de la pared intestinal. En ocasiones su largo cuerpo, de más de cinco metros, se rompe, pero la solitaria vuelve a crecer segmento por segmento, y desayuna, come y cena a costillas de su involuntario huésped. No hagan al aire En muchos hogares se carece de excusado inglés o de fosa séptica. La familia desahoga sus intestinos en el corral o patio trasero, a flor de tierra, y si alguno de ellos padece una enfermedad intestinal, el viento arrastra los microbios y los deposita en alimentos que, al ser comidos por un individuo sano, atacan su organismo y queda contagiado. Ah, p'tosecita Pero existen otras enfermedades que son producidas por microbios que atacan el sistema respiratorio. La tuberculosis, causada por un bacilo, se encarga de carcomer los pulmones que visita y propicia neumonías que llevan al enfermo al panteón a todo galope. 347


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Usted es la culpable En todos los casos antes descritos, la desnutrición facilita el decaimiento y la muerte del mal comido mexicano que se niega a oír consejo. Con petate y garabato Un aspecto más de los usos y costumbres debe ser expuesto. Por tradición, en muchos hogares del Bajío michoacano, cuando una mujer va a dar a luz, dentro de la recámara se construye con petates una choza en la que es recluida la parturienta. El techo de la choza debe recubrirse con tortillas. La mujer es atendida por una comadrona cuyos conocimientos son sólo prácticos. Después de nacer la criatura, la misma comadrona mata una gallina, la cuece y la sirve a la madre con atole champurrado. Mata otra gallina, la despluma y la deja colgada de un garabato a la puerta del jacal para prepararla al día siguiente y servirla a la señora. La ceremonia se repite diariamente durante cuarenta días y, al concluir la cuarentena, la "aliviada" se baña y baña al niño por primera vez desde que ocurrió el nacimiento. Llegan a la casa parientes y amigas de la señora para festejar el suceso. Se bajan las tortillas endurecidas del techo del jacal, se tuestan y se sirven a las visitantes con otros alimentos y el inevitable champurrado. La madre, con su crío, se reintegra a la vida normal. Peste con llantas Esta pintoresca costumbre estaría muy bien desde el punto de vista de nutrición de la madre y el niño, pues la dieta diaria de pollo le da a ella energía para reponerse y amamantar a la criatura, alejando al espectro de la desnutrición. Pero una inmovilidad de cuarenta días en un recinto diminuto, con alimentación sustanciosa, ha de hacer que muchas señoras salgan del encierro con "llantas" de tractor. 348


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Además, respirar aire viciado durante ese lapso prolongado y no practicar el aseo corporal ni la madre ni el niño no puede ser benéfico, sino más bien una fuente de infecciones y enfermedades. Mil formas fáciles de morir Que la costumbre es perjudicial y que, independientemente de ella, un sector numeroso de la población femenina prefiere contratar los servicios de una comadrona y dar a luz en sus hogares, en malas condiciones higiénicas, lo demuestra el hecho del alto índice de mortalidad infantil con sus primeros días de vida: 69 de cada mil, así como el fallecimiento de muchas madres por carecer de la atención adecuada durante el embarazo y parto, infecciones en algún momento del embarazo o después del parto, eclampsia, falta de aseo en el momento del parto y después de él y hemorragias antes o después del alumbramiento. Más vale prevenir Lo anterior no puede calificarse como malo, sino como criminal y monstruoso. Desde 1930, la fiebre puerperal no puede considerarse causa obligada de muerte; y desde 1945, en que el uso de sulfas y penicilina se difundió por el mundo, no puede ni debe ser motivo de muerte. Más aun, ni siquiera debe pensarse en que la parturienta sufra esa fiebre. Las hemorragias pueden ser prevenidas y, en caso de llegar a ocurrir, en manos expertas pueden ser detenidas a tiempo. Todavía puede aceptarse, a regañadientes, la eclampsia. La realidad es que la falta de costumbre para cuidar de obedecer las normas más elementales de higiene, como el aseo previo de la enferma, la desinfección del cuarto y la esterilización de sábanas, camisones, instrumentos y vajilla manteniéndolos por diez minutos en agua hirviente cada vez que se vayan a usar, así como una alimentación nutritiva pero de fácil digestión, todo ello en una habitación bien ventilada y bajo la vigilancia de un médico, o por lo menos de una partera titulada, se repite, la falta de costumbre para 349


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obedecer esas reglas de higiene elemental es la principal causa de muchos decesos de mujeres y recién nacidos, sin contar los abortos. Debe efectuarse una intensa y constante campaña de información, de enseñanza a las futuras madres y de convencimiento para que acudan a un médico titulado o al personal debidamente capacitado para atenderlas en forma conveniente. Limpieza es la solución 180 niños de cada mil mueren por las causas descritas a lo largo de este capítulo. Enfermedades digestivas, pulmonares, bronquiales e infecciosas tienen una causa común: falta de aseo. La existencia de porquerizas en la ciudad y en los poblados también implica un atentado contra la higiene. Deben instalarse lejos de los centros de población y mantenerse limpias constantemente mediante rigurosa vigilancia. Enfermedades durante y después del parto causadas por falta de limpieza generalmente. La abundancia de polvo y de moscas so la consecuencia de no emprender campañas de limpieza y preventivas para exterminar a un insecto que se reproduce con mayor facilidad en medios sucios. La base para solucionar o atenuar estos problemas consiste simple y sencillamente en contar con las redes suficientes de dotación de agua potable y de tuberías para la conducción de aguas negras, servicios de que deben disfrutar todas las casas de la ciudad de Puruándiro y demás localidades del Bajío michoacano. 6.

AGUA, POR FAVOR

Pa' regar un plan que tengo El vecindario de Galeana, la tenencia decano del municipio puruandireño, es cruzada por el río denominado "Arroyo Grande", cuyo caudal de aguas broncas, en tiempo de lluvias, cubre las necesidades agrícolas locales y, además, llena el vaso de la presa La 350


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Cofradía. Del hecho surge una bronca: los cacaloteños estiman tener legítimo derecho a emplear la mitad de las aguas de esa presa para beneficio de sus tierras de temporal, que son la mayoría, en tanto la comunidad de Puruándiro emplea el resto. Todo es cuestión de exponer el problema a la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos. Inclusive, tal parece que el problema se resolverá mediante la construcción de la presa Los Peines, de la que Galeana sería la beneficiaria. Por cuanto al servicio de agua potable, el vecindario cacaloteño las pasa negras, pues sólo cuenta con la que suministra un pozo profundo en cuya perforación y ademe contribuyó el pueblo con faenas; sin embargo, el chorro, con diámetro de tres a cuatro pulgadas, durante las secas sólo proporciona agua durante dos horas en la mañana y otras dos en la tarde. La cabecera de la tenencia se pega al techo. Está dispuesta a trabajar en la medida necesaria con tal de contar con otro u otros pozos que pongan fin a sus aflicciones, así como a demostrar con hechos su disposición colaboradora. Merecen ser escuchados. Todos juntos Presa de Herrera, ahora Manuel Villalongín, ve cómo 200 hectáreas de la superficie tenencial están ocupadas por presas cuyas aguas irrigan 869 hectáreas de cultivo. Aun le restan 1,484 hectáreas de temporal y 60 que ocupa la zona urbanizada, más 56 zanjas y caminos y 384 no aptas para la agricultura. Pero en cuanto al servicio de caudal potable, al norte del poblado, a dos kilómetros, existe un pozo entubado que se equipó con una bomba. El caudal es de agua delgada, sabrosa y sana, a más de contar con el caudal suficiente para el requerimiento local. En consecuencia, el problema en la población se reduce al servicio de drenaje.

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Ésa es la pila, del Rancho Isaac Arriaga, antes Soledad de Santa Anita, disfruta de la Pila del Rancho, la que se llena por medio de un tubo de cuatro pulgadas; por cuanto a la posibilidad del agua depositada en la pila, es controlada por la S.S.A. Durante la temporada de lluvias, con toda fidelidad renace otro manantial con gran volumen, que provoca las delicias del vecindario. El control sanitario del servicio y la abundancia permiten afirmar que el problema a resolver se reduce a la conducción higiénica de aguas negras. No se quemen La Quemada, poblado próximo a la ciudad, cultiva terrenos de temporal con mucha piedra. Existe una presa para abrevadero. El consumo humano se cubre mediante un pozo artesiano perforado a seis kilómetros, cerca de Otungüitiro. En cambio, su vecino La Quemadita sólo cuenta con agua de pequeños pozos para necesidades de sus pobladores y un abrevadero para ganado. Sus tierras son de temporal. El Fresno de Guadalupe, despoblado por un pleito viejo entre vecinos y la emigración al Norte, tiene solamente 30 hectáreas de tierra de temporal, un manantial con agua no potable y grave carencia de la que sí lo es. En estos casos debe actuarse con rapidez. Otra vez todos juntos Janamuato, por su parte, resuelve en gran parte las necesidades de consumo humano gracias a la perforación de un pozo que proporciona un caudal de ocho pulgadas de diámetro, lo que permite ceda parte de ese líquido a Soledad de Carano. Ambas localidades se sienten satisfechas. Las demás localidades, paso a paso y gracias a la colaboración vecinal y el apoyo de la Unión de Ejidos, resuelven su problema.

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Puede afirmarse que, con el apoyo oficial ganado a pulso mediante una actitud de colaboración abierta y constante, el sector rural puruandireño cuenta con las moléculas integradas con dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno que hacen posibles las costumbres higiénicas. Con el estribillo. También les hace falta el servicio de drenaje. Un dolor de cabecera En la ciudad cabecera se encuentran instaladas las oficinas de la Junta Federal de Agua Potable de Puruándiro, que depende de la Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas (SAHOP), a cargo del señor Luis Villegas Pérez. La Cabecera cuenta con cuatro fuentes de abastecimiento o pozos: al suroeste, a dos kilómetros, en los Pirules; al oeste, a kilómetro y medio, otro más; al oeste noroeste, a seiscientos metros, el tercero; y al noroeste, también a seiscientos metros, en el rancho La Bruja el cuarto. También hay dos tanques de almacenamiento con capacidad total para 250 metros cúbicos. Uno está al sur, en el cerro La Lomita, y deben llenarlos los pozos 1 y 2; el otro se ubica en la cumbre del mismo cerro y debe recibir el agua de los pozos 3 y 4. Pero los pozos 2 y 3 no trabajan por carecer de la respectiva bomba. Las perforaciones 1 y 4 aportan 43 litros y medio por segundo o sea 3,750 metros cúbicos cada 24 horas, con lo que los depósitos pueden surtir a la ciudad dos veces al día 2 500 metros cúbicos, repartidos en dos lapsos de tres horas cada uno. Como las bombas deben trabajar constantemente, existe el riesgo de que alguna de ellas truene por desgaste excesivo. Si tal sucede, el sistema reventará y el servicio deberá suspenderse. Ante tal amenaza, la SAHOP ha ofrecido instalar una nueva bomba en el pozo 4 y cambiar la que ahora trabaja en él al pozo 2. Las tomas y las tarifas Existen instaladas 2,922 tomas. El servicio se cobra mensualmente en razón del consumo. 353


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Se estimó que si las 2,922 tomas consumieran la cuota mínima los pagos mensuales deberían totalizar un pago de 260,000.00 pesos; pero la Junta sólo percibe cien mil pesos cada treinta días, o sea que dos terceras partes de los usuarios se sientan con lo que deben. No llegaron a doscientos Para resolver el problema del suministro suficiente, se planeó pedir a los usuarios adelantaran el pago de varias mensualidades, las que se amortizarían mes a mes hasta cubrir el importe del anticipo, que serviría para reunir los 600 mil pelucones, los que se agregarían a 135 millares de pesarosos entregados previamente por la SAHOP. Con millón y medio de pesos todo se solucionaría. Pero los consumidores respondieron con entusiasmo negativo, ya que sólo 179 usuarios cubrieron anticipos por 120 mil machacantes. Los 2 743 sedientos que faltaban se hicieron disimulados. Total, con el dinero reunido se construyó una caseta, la cepa de conducción e instalaciones conexas, pero no pudo comprarse una bomba nueva. Los de las apuraciones Las bombas en operación no trabajan por gracia divina sino con electricidad, y la CFE, cobra a la Junta un promedio mensual de 42 500.00 pesos. La Junta suda y se acongoja para poder pagar, y el representante de la SAHOP, don Francisco Ponce Zepeda, el presidente doctor Jorge Guiza y el tesorero don Ubaldo Lara ya no tienen uñas. Las soluciones Son varias. A todo vapor deben hacerse estudios y perforar nuevos pozos, entre otros uno al noroeste que, a 250 metros de profundidad, proporcionaría 70 litros de agua por segundo o sea tanto y medio de lo que ahora dan los pozos 1 y 4.

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Otra solución consiste en instalar una red a Villa Morelos, con longitud de 15 a 20 kilómetros. Como Villa Morelos se abastece de agua en Chucándiro, por simple gravedad bajaría el agua a la ciudad. Don Ramón Díaz Pérez, quien fuera presidente municipal de 1974 a 1976, logró la perforación de un pozo en San Antonio Carano a través del Programa de Inversiones para el Desarrollo Rural (PIDER). La ciudad pudo recibir agua tres horas al día. Cuando el siguiente gobernante, Dr. Luis Villegas, iniciaba las instalaciones del pozo, se le exigió renunciara por motivos antes expuestos y las obras se paralizaron. El señor Díaz Pérez estima que, mediante la construcción de la presa de Agua Tibia y con las aguas del manantial Los Hervideros se puede satisfacer la necesidad urbana para gasto doméstico, en tanto que el consumo de agua potable puede quedar satisfecho con la perforación de pozos similares a los que la tenencia de Manuel Villalongín disfruta, lo que se logró mediante la prestación de servicios o faenas por los vecinos, aportación de barrenos y de dinero en efectivo. Lo único que hace falta es la colaboración de las personas radicadas en la ciudad. Como dijo el otro: —Si cooperas, ¡yo te sirvo al llene!. Por tanto, parece que lo único que debe ocurrir es que los vecinos se hagan el ánimo, cooperen y puedan así contar con el agua que haga posible la higienización urbana. Obstáculos y estorbos Resolver el problema requiere vencer antes obstáculos y quitar estorbos. La hazaña de Compañía Ballesteros, S.A., y el ingeniero Tórcida, que elevaron costos de pavimento y drenaje, origina en los puruandireños el temor a caer en otra trampa. Los acaudalados buscan la forma de no caer del sitial político. Aprovechan esa desconfianza popular, se niegan a colaborar y rechazan todos los proyectos gubernamentales de mejoramiento. Antes que cooperar a la ampliación de la red de agua potable, gastan de tres a cuatro mil pesos mensuales en alquilar "pipas" que llenen de 355


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agua las cisternas de sus negocios y residencias. Pero ellos tienen dinero de sobra. Han surgido espontáneamente, al parecer, agitadores que organizan a los pobres de las colonias y los excitan a no pagar cuotas ni cooperar. Bajo el agua, su trabajo destructivo es pagado por los poderosos. Otro obstáculo es la lentitud del trámite burocrático, que afirma al desconfianza popular. Orden, y nos amanecemos El vecindario puruandireño se integra por obreros, empleados particulares y públicos, carpinteros, huaracheros, albañiles, profesores y campesinos que viven en la ciudad. Crear dos comités vecinales, que se compongan de representantes de esos sectores populares, puede ser la solución. Uno de los comités, el ejecutivo, puede reunirse con las autoridades de la SAHOP y discutir cuál sea el mejor plan para abastecer de agua suficiente a toda la ciudad, el costo de las obras y el plazo en que todo debe quedar listo. Otro comité, el de vigilancia, se puede encargar de inspeccionar contratos, material, obras e instalaciones, para evitar el incumplimiento del contrato. El comité ejecutivo rendirá informe cada mes, por lo menos, de sus actividades y logros; y el comité de vigilancia revisar esos informes para cerciorarse que nada se salga de la verdad. Con ese sistema, las autoridades estarán seguras de contar con la colaboración y pago del vecindario, y éste de que puedan, por fin, disfrutar del servicio por un precio justo. Para ejemplo, seis botones El Lic. J. Guadalupe Ramírez cuenta en su haber no sólo con la instalación de hidrantes en la periferia de la ciudad y, durante su presidencia del Ayuntamiento, de suministro de agua a las colonias sin red por medio de pipas, la construcción de unos juegos infantiles y de aulas de dos escuelas puestas en servicio. Durante una visita del 356


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Lic. Luis Echeverría Álvarez como Presidente de la República, no faltó un vivo que presumió ante el Lic. Echeverría del servicio urbano de agua potable y puso como ejemplo el hotel donde se alojó el entonces Presidente. El Lic. Ramírez hizo frente a la situación y, ante las narices del mentiroso y sus cómplices, enteró al mandatario que una pipa había llenado la cisterna minutos antes, y que la ciudad padecía la escasez en el centro y ninguna distribución en la periferia. A pesar del berrinche de los tradicionalistas a la antigüita, los señores José Álvarez Cisneros y Ramón Díaz Pérez, ejidatarios, el primero como diputado y munícipe y el segundo como Presidente del Ayuntamiento, han iniciado y concluido obras de beneficio general mencionadas con anterioridad. Don Miguel Hernández Rubio, cura párroco de Puruándiro, hijo de don Pedro y doña Rafaela, nació en Tziracuaretiro. En 1945, ya ordenado, pasó a la parroquia de Zitácuaro como vicario cooperador de don Luis G. Cerda, de quien posteriormente fue coadjutor. Durante los 18 años de su estadía en ese lugar construyó el hospital que sirve a esa región, cuy primera piedra fue puesta por el entonces presidente Lic. Miguel Alemán Valdés, y cuya erección vigiló, piedra a piedra, hasta verlo concluido y equipado gracias a la cooperación vecinal. Acto seguido inició gestiones para crear una fábrica de cemento. Se constituyó la empresa mercantil "Cementos de Michoacán, S.A." con el apoyo de don Lázaro Cárdenas, quien colocó la primera piedra del complejo industrial. Pero el monopolio de Cementos Tolteca y Cruz Azul impidió la culminación del proyecto, que les quitaría clientes. Posteriormente, fue párroco de Indaparapeo, durante 13 y medios años, para luego ser designado párroco de Puruándiro. Los hermanos Navarro, como hombres de empresa, y uno de ellos en el desempeño de un cargo público, han demostrado su capacidad creadora y de conciliación. Un profesional, un sacerdote, dos ejidatarios y dos empresarios son muestra viva que en Puruándiro hay, además de ello y con ellos, elementos aptos para solucionar el problema del servicio de agua sin interés alguno.

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Un símbolo de unidad La pila "Mariano de la Piedra" debe verse como monumento a un hombre venerable que se preocupó por su pueblo, pero la función de suministro de agua potable debe ser satisfecha por instalaciones modernas e higiénicas que beneficien a todo el sector urbano. Y don José Mariano de la Piedra debe ser el símbolo que una a todo el municipio puruandireño en ese esfuerzo. 7. ESPERANZA Y REALIDAD Devolver para recibir más Las tierras agrícolas del Bajío michoacano son de magnífica calidad ya sí han sido clasificadas por técnicos en la materia. La capa orgánica que poseen es adecuada, sus componentes minerales la hacen fértil, y su proporción de arcilla y humidificación permiten cultivos con buenos rendimientos. Sin embargo, es obligación de los campesinos hacer que esas características positivas se conserven. Los distintos cultivos, sobre todo el maíz, absorben nitrógenos, potasio, calcio y fósforo. Cada hectárea cosechada de maíz o sorgo reporta una pérdida, para la tierra, de 100 kilogramos de nitrógeno, 60 de potasio y 30 de calcio. El suelo abajeño, de pradera o pastizal templado, de tipo chernozem, necesita la rectificación del agotamiento que sufre al absorber esas sustancias los cultivos. Para tal efecto, la aplicación de fertilizantes debe restablecer la calidad nutritiva de los suelos. Una primera aplicación de 300 kilogramos de fórmula 12-12-12, proporciona o reintegra a la tierra 36 kilogramos de nitrógeno, otros tantos de potasio y un peso similar de calcio. La segunda aplicación debe ser de fertilizantes que contengan en su composición una proporción de 130 kilogramos de urea por hectárea o bien 300 kilogramos de nitrato de amonio para, en una 358


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tercera aplicación, proporcionar a la tierra 350 kilogramos de sulfato de amonio por hectárea. En esa forma, el territorio cultivable no sólo recuperará su potencial químico, sino lo aumentará para posteriores ciclos agrícolas. Nitrógeno y sulfato de amonio son la base para la conformación de hojas de las plantas, las que tienen a su cargo la función respiratoria. El potasio sirve para integrar los compuestos que conforman los granos de maíz, sorgo, frijol, trigo, cebada o garbanzo, o cualquiera otro cultivo. Leguminosas de apoyo Un aspecto más en la técnica agrícola, que no se observa se aplique en el Bajío michoacano, es el abastecimiento, en favor de la tierra y de su productividad, de materia orgánica. En el lapso intermedio entre las siembras de invierno y de primavera-verano, en la etapa de secas, es muy recomendable la siembra de leguminosas. Una de ellas es el trébol, que crece hasta veinte o veinticinco centímetros, para que, al voltear la tierra para el siguiente cultivo, se incorpore a ella y forme una capa de materia orgánica o "abono verde". La otra es la "sesbánia", que crece a una altura que oscila entre el metro y medio o algo más, por lo que, antes de voltear la tierra, la leguminosa deberá cortarse y despedazarse. Las ventajas de la sesbánia consisten en que su semilla es más barata que la del trébol y que puede sembrarse al voleo. Ambas leguminosas proporcionan materia orgánica, pero el trébol también aporta nitrógeno. Estas siembras, llamadas de "recuperación", al efectuarse el barbecho en la etapa de secas, acondiciona una "cama" con nutrientes para los cultivos posteriores. El agricultor debe recordar que el uso persistente de nitrato de amonio compacta la tierra, lo que no es recomendable, por lo que debe sustituirse o alternarse con sulfato de amonio que, por sus residuos ácidos, precisamente la acidifica. 359


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Una sugestión más, respecto al tratamiento químico de la tierra, es la conveniencia de sembrar hortalizas, las que dejan materia orgánica benefactora. A romper profundo En la central de maquinaria de la Unión de Ejidos del Bajío Michoacano "Jesús Montenegro", en Isaac Arriaga, el señor J. Dolores Macías Rangel indicó a los autores que era necesario adquirir un tractor pesado, de oruga, para trabajar la tierra, pues ésta se pone muy dura. La observación es atinada. Los suelos de la región contienen arcilla, la que tiende a compactarse y formar una capa impermeable muy resistente. Ese fenómeno tiene varias causas. Las inmediatas son la roturación superficial y el empleo de tractores parcela por parcela. Las causas a largo plazo son la desnutrición y acidificación excesiva de la tierra, así como la erosión causada por lluvias y riegos. La erosión se evita o dificulta mediante el sistema de siembra por "fajas". Esto es que, en lugar de surcar grandes superficies en un solo sentido, los surcos sean similares al tejido de un petate, siempre en sentido transversal al curso del escurrimiento natural por laderas o desniveles, con lo que se evita el arrastre de tierra fértil por el agua. La siembra individual de parcelas tiene el grave inconveniente de que el tractor, en una superficie reducida, arranca, acelera, frena, retrocede, da vuelta y efectúa una y mil veces más esas operaciones en cada parcela. Aunque la superficie quede roturada, el subsuelo cada vez se aprieta más y forma una capa compacta que impide la respiración de la tierra y frena el crecimiento de las raíces de los cultivos. Pero lo fundamental en el caso de tierras duras es la técnica inadecuada de roturación superficial. Es aquí donde la sugerencia del señor Macías Rangel demuestra ser acertada. Un tractor pesado, con gran poder de tracción, como el de oruga, debe contar con dos barras: una "fija" (no de cantina) o de "tirón" y 360


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otra "portaherramientas", la que funciona mediante fuerza hidráulica y cuenta con tres puntos o posiciones para inclinarse en distintos ángulos según las irregularidades del terreno. Los aditamentos a emplear son: el "subsuelo", compuesto de barras verticales, gruesas y fuertes, que se clavan en la tierra; "cinceles" o ganchos flexibles para cultivo; y arados de "vertedera" o de "disco" para barbecho. En la primera fase del proceso para el uso del tractor pesado, se usa la barra fija o de tirón, a la que se ajusta el subsuelo, que deberá clavarse a una profanidad de setenta centímetros a un metro. La función del subsuelo consiste en romper la capa impermeable y dura que impide la ventilación de la tierra y el desarrollo de las raíces, así como el almacenamiento de agua a mayor profundidad, cuya filtración impide otra capa impermeable subterránea más profunda llamada capa "freática". Una vez rota la capa dura, en la segunda fase se efectúa el "rastreo" o "barbecho", a una profundidad de veinticinco a cuarenta centímetros, con arado de vertedera o de disco. La tercera y última fase es el "surcado", en la cual el aditamento es el "cincel", a una profundidad de veinte a treinta centímetros. En la primera fase debe emplearse un tractor grande o mediano de oruga, ya que la tracción para romper a profundidad la tierra debe ser muy potente. En la segunda fase, es recomendable el uso de un tractor pesado o ligero, según las características de la tierra. En la última fase, el tractor a emplear debe ser ligero. Respirar es vivir La operación descrita tiene como objeto aflojar la tierra, favorecer su circulación y ventilación mediante el volteo, y hacer posible que los fertilizantes aplicados penetren profundamente, al mismo tiempo que las raíces de los cultivos puedan penetrar a mayor profundidad para beneficio de la planta y, extraída ésta, formar una capa orgánica profunda. Además, la aplicación del fertilizante a mayor profundidad impide su evaporación y, para remate, el agua de lluvias o riego humidificarán la tierra más hondo. 361


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Facilitar al suelo su respiración mediante el volteo y surco profundos también provoca la eliminación de arcillas y la renovación de la tierra. Las plantas que se cultivan comen o se nutren durante la noche, para luego resistir el calor del día, en un sube y baja de energías. A ver si es cierto Por último, es necesario insistir en la recomendación de no trabajar las parcelas separadamente. Quitar las cercas y cultivar grandes extensiones en forma simultánea permite que el gasto de combustible de los tractores y el tiempo de trabajo invertido se reduzcan considerablemente y, en forma simultánea, se reduce el desgaste específico del equipo de trabajo, esto es de motor, gomas y barras, al mismo tiempo que evita el paso y repaso de la maquinaria por el mismo lugar, lo que compacta el suelo. La razón fundamental que puede convencer al más terco es el ahorro y el mayor rendimiento. El volteo superficial, de veinticinco a cuarenta centímetros de profundidad, representa en la actualidad un costo aproximado de 600.00 pesos por hectárea. El beneficio que reporta ese tipo de trabajo no dura más de un año, sin olvidar que la capa dura subsiste, el fertilizante se evapora con facilidad y su beneficio es menor, y que la insuficiente ventilación térrea y la limitación del arraigue y la humidificación reducen el rendimiento en la cosecha. En cambio, el volteo profundo sugerido tiene un costo de mil pesos por hectárea, pero, además de acabar con las limitaciones y desperdicios mencionados y posibilitar mejores cosechas, su beneficio tiene una duración que se prolonga de cinco a seis años. Como la última palabra la tienen los campesinos, se propone un experimento. Quitar cercas en una superficie de 50 hectáreas, aunque pueden emplearse cercas de alambre de quitar y poner antes y después del cultivo mecanizado colectivo; romper la tierra con "subsuelos" y seguir la técnica descrita, con la siembra de trébol o sesbánia en la época intermedia de secas. En otra superficie igual dejar cercas y efectuar labores como de costumbre. 362


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En cada grupo de parcelas deberá emplearse equipo distinto y en iguales condiciones al iniciar las labores. Deberá llevarse un control detallado del gasto de combustible, emplear las mismas cantidades en cada superficie. Claro está que en la superficie trabajada en forma colectiva se empleará un tractor de oruga y se sembrará semilla de trébol o sesbánia en la época de secas. Después de un ciclo de cultivo se comparará el desgaste de las máquinas, las reparaciones de las mismas, el gasto de combustible y lubricantes y el rendimiento obtenido en la cosecha de cada superficie. El resultado obtenido dará la respuesta y si, como estiman los autores, el rendimiento es mayor en las 50 hectáreas trabajadas con el sistema sugerido, deberá recordarse que todavía como ganancia adicional, las tierras aflojadas con "subsuelo" gozarán de ese beneficio durante cinco años más. La Unión de Ejidos puede, en este caso, vigilar los trabajos experimentales y determinar las ventajas y desventajas de cada sistema. Tres consejos Como remate a las proporciones expresadas, debe agregarse: a). Deben vigilarse constantemente los cultivos para deshierbarlos, pues la hierba absorbe los fertilizantes con mayor rapidez que los cultivos. Si una plantación de maíz se deja enyerbar por espacio de treinta días, se pierde el noventa por ciento de la cosecha: b). Es conveniente asegurar la cosecha por cada campesino. El seguro lo protege contra sequías y otros riesgos, a más de hacer más factible la obtención de créditos de las bancas oficial y privada. c). En el caso de emplear aviones para la fumigación de terrenos y cultivos, debe vigilarse a los pilotos y la calidad y cantidad de fumigantes que empleen, pues con frecuencia los llamados pilotos "piratas" usan insecticidas pasados o cristalizados que carecen de fuerza y son inútiles, o bien disuelven una cantidad menor de la indicada del insecticida, con lo que las fumigaciones, a más de no reportar beneficio alguno, implican el pago por el mal servicio. 363


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REMATE Ideal realizado El espíritu progresista del sector campesino abajeño; la unidad que los agrupa para resolver problemas comunes e individuales; los beneficios que ha reportado a ellos y a la región el trabajo efectuado por la Unión de Ejidos del Bajío Michoacano "Jesús Montenegro"; el dinamismo, acierto y buena voluntad que caracteriza a los miembros de sus Consejos de Administración y de Vigilancia, así como de los Comisariados de los Ejidos que la integran; y el resurgimiento económico que su esfuerzo conjunto logra y sigue logrando en ese Bajío, son hechos evidentes. Tanto a los atores como a don Ramón González Gutiérrez, a quien se deben las fotografías del Puruándiro actual que aparecen en el presente estudio, causó gran satisfacción percatarse que el campesino michoacano de esta región está poseído por una convicción progresista, una afán de capacitación en las distintas actividades del agro, y el deseo de conquistar, a pulso, los ideales que animaron a los hermanos Flores Magón, a Emiliano Zapata, a Lázaro Cárdenas del Río, a Francisco J. Múgica y a los demás hombres que lucharon y luchan por lograr la reforma agraria. Dar para recibir En el Bajío michoacano, el municipio de Puruándiro dentro de él, es una región privilegiada. A pesar de sus carencias, su futuro promete ser halagüeño. Los errores en que se ha incurrido se subsanan paulatinamente. La creación de carreteras, sistemas de riego, técnicas agrícolas, fundación de nuevas escuelas, comercialización de insumos y de sus productos sin intermediarios, industrialización del fruto de sus esfuerzos en el campo, impulso a la porcicultura, sistemas de seguridad social, medios de comunicación como la energía eléctrica, radio, telégrafo y teléfono, pero sobre todo la unidad del campesinado, han sido la clave para el progreso del sector agrícola.

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La renuencia de un sector minoritario ha impedido que ese progreso se haga extensivo a la ciudad, al mismo tiempo que sostiene una situación anacrónica entre los sectores urbano y campesino. Pero ello no es culpa del pueblo urbano. Porque obreros, empleados y servidores asalariados que habitan en la ciudad necesariamente desean prosperar, hacer posible la superación de sus hijos, vivir en un medio higiénico, comer, vestir y divertirse más y mejor. En resumen, lograr ser beneficiarios de un progreso que aun no han podido alcanzar plenamente. El primer paso a dar salta a la vista. Es necesario que la población urbana asalariada se unifique, se organice y haga a un lado a quienes pretenden, para su propia ventaja, que la situación no cambie. Lograda la unidad popular, será posible efectuar actividades de beneficio común, sin quebrantar el orden, pero oponiéndose con firmeza a todo aquello que obstaculice su mejoramiento. La ciudad de Puruándiro es parte de México, y México es parte de un planeta poblado por seres humanos que, en su mayoría, son buenos. Los vecinos de la ciudad son tan buenos como sus paisanos campesinos. Sólo falta que actúen, que estén dispuestos a dar para poder recibir, a diferenciar entre los egoístas y los que, por medio de esa fuerza popular unida, intentan la justicia para todos. Y los autores se atreven a dar por cierto un hecho. Los campesinos están dispuestos a prestar ayuda a los vecinos de la ciudad. Y los gobiernos federal y estatal a dar su apoyo a un Puruándiro unido por el esfuerzo de hombres limpios, sin doblez. La lección de la Historia Un hecho histórico llegó a ser conocido por los autores gracias a los buenos oficios del joven historiógrafo Salvador Valdez Ortiz. Al instaurar Santa Anna el centralismo, Tejas se había separado de México y formado una nueva república, con el apoyo de filibusteros norteamericanos.

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Ese era sólo el primer paso. Los gringos sureños, de acuerdo con bandoleros disfrazados de colonos, querían apoderarse de más territorio mexicano. Alegaron que la frontera con México no era el río Nueces, sino el río Bravo o "Grande", ubicado más al sur, lo que haría posible se quedaran con una buena faja más de suelo nacional o, en caso de guerra, como fue, con más de la mitad de la superficie territorial mexicana. El propósito de los vecinos norteños era facilitado por dos circunstancias: México, ciego e inexperto, creía que le sería posible vencer fácilmente a un ejército invasor; y, dado que la cosa iba a ser fácil, los mexicanos, en lugar de unirse, ahondaban la división que los separaba y hacía todavía más débiles. Los liberales pretendían separar al Estado de la Iglesia; y los conservadores defendían los privilegios de que gozaban mílites y ministros religiosos, así como la gente "decente". Ese divorcio fue el martillo que remachó muchos clavos en los ataúdes de los que murieron en defensa del suelo patrio. Entretanto, en 1846, don Melchor Ocampo era gobernador de Michoacán. Don Melchor, motor intelectual del liberalismo, tuvo que enfrentarse al máximo talento de la intransigencia eclesiástica, don Clemente de Jesús Munguía. Surgiría la polémica entre los dos líderes. El duelo se efectuaría por medio de artículos periodísticos: los de Ocampo, publicados en la Voz de Michoacán; los de Munguía en el Sentido Común. Ambos se tiraron a fondo y ambos supieron parar las estocadas, aunque los filos de sus plumas sufrieron algunas melladuras. Ante el peligro de guerra, Ocampo dictó disposiciones para preparar un ejército de voluntarios que contribuyeran a defender al país, así como para mantener el orden que sólo su gobierno podía lograr, pese a la inconformidad que fomentaban los grupos de conservadores contra su postura liberal y su autoridad. En Puruándiro, sin importarles la amenaza que se cernía sobre el país, los integrantes del Ayuntamiento, conservadores, iniciaban una conspiración contra el Gobernador.

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Don Melchor se pudo enterar que los "principales" de la ciudad se adherían, uno por uno, al movimiento sedicioso. En la madrugada del 11 de septiembre de 1846, Ocampo tomó un carruaje en Morelia y llegó a Puruándiro a las siete de la tarde. El asombro que causó la visita inesperada del Gobernador, sin escolta ni armas, hizo que, aturrullados, varios señores ofrecieran su casa a Ocampo. Sereno y cortés, rechazó las invitaciones y dijo que se hospedaría en el mesón principal, sin declararse en favor o en contra de nadie. Pero el cura párroco, el licenciado Aurioles, tenía entre sus vicarios al P. Luis de Figueroa, viejo amigo de don Melchor, quien aceptó alojarse en la casa del sacerdote. El gobernante pidió una lista con los nombres de las personas de mayor significación, sin distingo de ideologías. A las ocho de la noche comenzó a visitar a las personalidades puruandireñas, una por una, por espacio de media hora por cabeza, hasta las once, cuando se retiró a descansar para, a las ocho de la mañana del día siguiente, reanudar las entrevistas hasta las cuatro de la tarde. De inmediato, en la sala principal, se reunió con todos los entrevistados. Habló sobre la angustiosa situación nacional, la necesidad de borrar diferencias, limar asperezas y presentar un frente unido; hizo ver a su auditorio que estaba enterado de la conspiración que se tramaba, de quiénes eran los conspiradores y, con palabras sentidas, las graves consecuencias que esa rebeldía podría acarrear a la región. La emoción se apoderó de los asistentes y, al invitarlos Ocampo a unirse sin rencores, don Joaquín Cendejas fue el primero en abrazar a sus adversarios, conducta que imitaron todos los reunidos en un clima de fraternidad, en tanto los miembros del Ayuntamiento, sin necesidad de ser destituidos, se desvanecieron como el humo (Diario de Gobierno. México, octubre 1 de 1846). La reconciliación se festejó con música ejecutada por una orquesta llamada al efecto, y con los vivas a Ocampo que surgieron de todos los pechos.

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Don Melchor pudo retirarse a descansar, satisfecho de restaurar, por lo menos temporalmente, la concordia que la pasión había quebrantado. No se puede, SE DEBE Pronto se cumplirán 134 años del logro de Ocampo, tanto más meritorio cuanto mayores eran la tensión, el riesgo de una guerra, la honda y ciega división, el intransigente divorcio en partidarismos. Un hombre limpio tendió un puente, ancho y sólido, que salvó un abismo que parecía infranqueable. El puente se integró con la buena voluntad de seres humanos que, ante la evidencia de la razón, supieron hacer a un lado resentimientos y egoísmos, para integrarse en una sola voluntad de orden y apoyo mutuo. Una vez más, los autores se permiten una afirmación categórica. El pueblo puruandireño tiene el deber de recordar el ejemplo dado en 1846 por sus antepasados y, lo que es más, la obligación de imitar esa conducta. No es necesario que llegue otro Melchor Ocampo a conmover corazones e iluminar inteligencias cegadas por el orgullo o la ambición egoísta. La nobleza innata de Puruándiro hará que surja la generosidad latente en los pechos de sus habitantes, para que de nuevo se integren en una sola voluntad: el bien de México, de Michoacán y de Puruándiro. REFERENCIAS AL CAPÍTULO VI El Ensayito. Periódico. Núm. 2. Puruándiro, Mich., agosto 18 de 1895. El Ensayo. Periódico. Núm. 3. Puruándiro, Mich., septiembre 30 de 1910. La Antorcha. Periódico municipal contemporáneo. Dir. Sr. José Antonio Zavala Bucio. Departamento del Trabajo. Directorio de agrupaciones obreras y patronales de la República. D.A.P. México, 1938, pp. 360-1 y 364. 368


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Proporcionado por el Sr. José Antonio Zavala Bucio. Ídem. 370


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TESTIMONIO DE GRATITUD Por asesoramiento técnico: En el campo biológico e higiénico: Gerardo Antonio Ortiz y Ortiz. En el campo agronómico: Ing. José L. Galván Montaño. Por proporcionar instrumentos, material bibliográfico, hemerográfico y fotográfico: Lic. José Álvarez Cisneros, Victorio Álvarez Cisneros, Arq. Carlos Silva Enríquez y José Antonio Zavala Bucio. Por proporcionar información verbal: En cada caso se ha acreditado. Por auxilio mecanográfico: una vez más, a la Srta. María Teresa Viveros Gómez. Los autores.

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ÍNDICE Pág.

PRESENTACIÓN

4

NOTICIA José Muñoz Cota CAPÍTULO I DE LOS ORÍGENES A LA MUCHA ADMINISTRACIÓN

6 12 12

CAPÍTULO II DIME DÓNDE Y CÓMO VIVES

118 118

CAPÍTULO III LA LUCHA POR LA VIDA

152 152

CAPÍTULO IV LAS REIVINDICACIONES

182 182

CAPÍTULO V LA JORNADA DE ESTOS DÍAS

234 234

CAPÍTULO VI LOS FACTORES DEL FUTURO

306 306

BIBLIOGRAFÍA

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