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SEMANA SANTA 2023

SALUDA: D. Juan Ángel Tapiador Navas (PÁRROCO DE LA NATIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA)

Hace unos años tuve la oportunidad de asistir al Musical “El 33” del autor católico, Toño Casado, compañero Sacerdote. Fue una experiencia muy gratificante vivida y compartida, junto a la Comunidad de la Natividad de Nuestra Señora. Un nutrido grupo de personas pudimos contemplar, gozar y vivir la experiencia de acercar los momentos de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

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Pero prácticamente, en el segundo acto de la obra musical, se ve la imagen de María que despide a Jesús, que comienza su misión, y el pueblo dice algo así “Hoy Jesús se va”, refiriéndose claramente a la misión que comienza, y enseguida entra María cantando : “Yo nunca he llevado estrellas, no probé nunca el turrón, no me puse un manto de azul cielo y esplendor, con José mi carpintero fue muy pobre nuestro hogar, y aunque no faltaron risas, supimos que era llorar…”

Y dirán ustedes, el porqué de esta introducción. Pues muy sencillo, porque llevo días pensando que esa misión que inició y esa andadura de Jesús, contemplada desde los ojos de María, no debió ser nada fácil, porque Ella llena de intuición auguraba “poco éxito” a la misión, porqué acabaría en muerte en cruz, la más cruenta y violenta muerte que un vulgar ladrón podía tener. Sin embargo, pienso que sus lágrimas, que su emoción, que su partida estuvo también llena de lucidez y de esperanza, porque sabía que la muerte no tenía la última respuesta, porque la Resurrección era sin duda, el final de su misión.

Almassora de nuevo se tiñe de colores, de cada uno de los trajes que engalanan las cofradías y hermandades, del ruido del tambor que sólo se atreve a tocar bajo el silencio de la noche, y bajo la oscuridad del atardecer. De nuevo, nuestras Iglesias darán paso a las Ceremonias y Celebraciones, llenas de esplendor y a su vez de sencillez, por vivir cada día de Semana Santa, para acabar en la exaltación de la alegría, que es la Pascua de la Vida.

Ponernos en los pies de María, situarnos bajo su mirada, contemplar sus silencios, nos enseñan a vivir de nuevo la Semana Santa como una gran experiencia enriquecedora de un amor que perdura hasta la eternidad, de un amor que grita “Te amo”, cuando necesitamos palabras de consuelo, que nos deja en el incesante anhelo de la vida…

El domingo de Ramos, el Señor nos invita a tomar nuestra palma, nuestra rama de olivo, para aclamar y acompañar al Mesías esperado, para recorrer nuestras calles, sin miedos ni titubeos, porque es el Señor quien sentado en la borriquita pasea con semblante serio, pero sereno ante la mirada expectante de tantos hombres y mujeres, junto a los niños que lo aclaman al grito de “Hosanna, al Hijo de David”… es el grito también de un pueblo que ama profundamente sus raíces cristianas, y no solamente las ama, sino que vive con fidelidad este día. Quizá aglutinando recuerdos y añoranzas de tiempos pasados, y recuerdos vivos también de nuestra niñez. Pero volviendo a celebrar la Eucaristía, como acción de gracias, por lo vivido, por lo que vivimos y cómo no, por lo que nos depara cada día.

Y así seguimos recordando cada momento especial, cada procesión, cada oración, cada recuerdo, cada olor, cada aroma que nos hacen vivir llenos de esperanza, para adentrarnos en la noche de la Institución de la Eucaristía, del Orden Sacerdotal, y del día del amor fraterno. Cuánto camino nos queda por recorrer, cuántos agradecimientos, cuántos pesares por no haber sabido ser generosos con la entrega del Rey de Reyes. Te acompañaremos en la noche de la amargura, en el llanto, y en el dolor, en el fragor de la noche, que grita el Padre, de nuevo, “Éste es mi Hijo amado, escuchadlo”. Pero probablemente en algún momento nos distraeremos, y dejaremos que nuestra mente quede callada, porque no soportamos el dolor, ni el sufrimiento, hasta quedarnos dormidos como los discípulos en el monte de los olivos, y al despertarnos contemplaremos el momento cruel y vil, de la muerte de un inocente en la cruz. ¡Bendita cruz, que es nuestra fuerza y salvación!

Y a los pies de la cruz, junto a María y a Juan, en silencio escucharemos la voz de Dios, que en las tinieblas es el remanso de luz y paz que necesitamos para entender las misericordias del Señor. Cuanto se nos ha donado al pie de la cruz, una Madre y un discípulo amado, que nos enseñan lo que es amar sin condiciones, sin límites, sin fisuras que hagan de nuestra vida un empeño por ser protagonistas de nuestra propia historia, cuando sólo es Dios quien viene a habitar en el corazón de quien se siente sólo y agradecido, para vivir la ternura inmensa de su amor.

Y la muerte acecha en cruz, pero en lo más alto se vislumbra la luz de la Resurrección. María y Juan contemplan la escena con dolor y sufrimiento, pero con la serena certeza de que las palabras de Jesús, son palabras de aliento y vida, que no nos traen confusión, al contrario, nos develan la necesidad de creer en la esperanza de la resurrección. “Yo soy la vida” nos dirá el Señor, y así sucede en la mañana del domingo, cuando se rompen silencios, cuando la oscuridad se convierte en luz, cuando la tristeza se transforma en alegría, al contemplar que María se encuentra con su Hijo, tremendo momento de júbilo y de agradecimiento.

Que estos días de Semana Santa, comenzando por el tiempo de la preparación de la Cuaresma, el Señor nos haga entender su amor, y que profundicemos desde el agradecimiento, desde el recogimiento y la oración, y desde la contemplación de gran Misterio del Amor. ¡Bendita semana, que nos trae la alegría de la Pascua, es el Paso del Señor!.

Muchas gracias a toda la Junta Central de Semana Santa, a sus Hermandades y Cofradías, por el entusiasmo y la vitalidad que ponen en hacer de nuestra Semana Santa, un tiempo lleno de fe, conversión, oración e ilusión por agradecer el mejor tesoro que nuestros padres nos han dejado, la tradición y la fe que envuelven nuestra realidad como pueblo agradecido.