Armonía con la Creación

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>Pastoral Juvenil

Resignificar el acompañamiento Por P. Claudio Cartes, sdb.

Así como hemos visto en Don Bosco el modelo pastoral del acompañamiento salesiano, veremos ahora algunos de los valores más nítidos que se desprenden de sus experiencias vitales en el transcurso de la propuesta espiritual y pedagógica de su tiempo. Se nos proponen como vectores, luces que tenemos en el proceso con los jóvenes y sus familias. La situación histórica de hoy es muy distinta a la que vivió él en Turín desde 1841 en adelante, luego de ser ordenado sacerdote. Sin embargo, algunos de los rasgos de la racionalidad gestada en aquellos años se mantienen hasta nuestros días, llegándonos en forma de consecuencias o desarrollos progresivos, tales como la industria, el progreso tecnocientífico, la ciencia experimental, la economía, la comunicación, etc. Formas institucionalizadas que, pese a su declive y a la crítica expresa propuesta por la posmodernidad, siguen vigentes en sus esquemas de desarrollo interno. El acompañamiento desarrollado por Don Bosco a los jóvenes de aquel tiempo tiene una fuerza de significación histórica para nosotros, lo que nos permite hoy en día volver a esos valores en sus aspectos más profundos y resignificarlos en las situaciones tan variadas, inciertas y cambiantes en las que nos encontramos hoy.

Ser un punto de referencia La experiencia socioeconómica y política vivida por Don Bosco con el proceso de cambio de una sociedad agrícola a una industrial, urbana a una rural, monárquica a una republicana, nos hace pensar en nuestros propios procesos de crisis sociales, migratorios, inestabilidades e incertidumbres sanitarias, culturales

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BOLETÍN SALESIANO

y económicas, y como en todos estos procesos de transformación, el problema crucial es transmitir puntos de referencia. Todos los períodos de cambio están marcados por una fuerte inquietud de los jóvenes, quienes se preguntan por su propio futuro. Esto es mucho más notorio entre aquellos que son psicológicamente más frágiles, o bien, viven en situación de exclusión social, de vulneración, de ausencia de redes de apoyo. La intuición lúcida de Don Bosco ha sido detectar que en aquellos signos de desorientación, malestar e, incluso, violencia manifiesta, había síntomas evidentes de una ausencia de educación y evangelización o, al menos, la debilidad era notoria. Para que esto tuviese un significado para los jóvenes y la sociedad, era necesario ser un punto de referencia estable. Es decir, caminar con ellos, de modo que no sintieran extraños a los adultos. Generar una relación interpersonal que les permita confiar y disponerse a dialogar abiertamente. Esta es la convicción de Don Bosco: serás solo un punto de referencia cuando el joven lo decida, no tanto cuando la institución te nombre como tal. Sobre esa confianza es que se basa, como condición de posibilidad, el acompañamiento de la juventud y sus familias. Restablecer esta realidad significa para los padres, educadores y consagrados repensar nuestra presencia entre muchachos y muchachas, más aún en un momento como el que atraviesa nuestro país.

Ser un signo de esperanza Un educador que se queja todo el tiempo del momento histórico que le ha tocado vivir no contribuye a generar esperanza. Es necesario prevenir los riesgos y las dificultades que enfrentamos


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