Dia Internacional de la Biblioteca- 2008

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DĂ­a Internacional da Biblioteca

8-9 NOVEMBRO 2008


EL ALMOHADON DE PLUMAS Horacio Quiroga Su luna de miel fue un largo escalofrió. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacia una hora. El, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer. Durante tres meses -se hablan casado en abril- vivieron una dicha especial. Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, mas expansiva e incauta ternura, pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre. La casa en que vivían influía no poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso- frisos, columnas y estatuas de mármol- producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, Como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia. En ese extraño nido de amor, Alicia paso todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que Ilegaba su marido. No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin, una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de su marido. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le paso muy lento la mano por la cabeza y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose, y aun quedo largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni pronunciar palabra. Fue ese el ultimo día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole cama y descanso absolutos. —No sé —le dijo a Jordán en la puerta de la calle con la voz todavía baja—. Tiene una gran debilidad que no me explico. Y sin vómitos, nada... Si mañana se despierta como hoy, Ilámame enseguida. Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin que se oyera el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, deteniéndose un instante en cada extremo a mirar a su mujer. Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche quedo de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor. — ¡Jordan! ¡Jordan! — clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra. Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia lanzó un alarido de horror. — ¡Soy yo: Alicia; soy yo! Alicia lo miro con extravío, miro la alfombra," volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se sereno. Sonrió y tomo entre las suyas la mano de su marido, acariciándola por media hora, temblando.

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Entre sus alucinaciones mas porfiadas, hubo un antropoide apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenia fijo en ella sus ojos. . Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente como. En la ultima consulta Alicia yacía en estupor, mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio, y siguieron al comedor. —Pst... —se encogió de hombros desalentado su medico—. Es un caso serio... Poco hay que hacer. —¡Sólo eso me faltaba! —resopló Jordán. Y tamborileo bruscamente sobre la mesa. Alicia fue extinguiéndose en subdelirio de anemia, agravado de tarde, pero remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas oleadas de sangre. Tenia siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandono más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aun que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaban ahora en forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama, y trepaban dificultosamente por la colcha. Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliro sin cesar a media voz. Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía mas que el delirio monótono que salía de la cama, y el sordo retumbo de los eternos pasos de Jordán. Alicia murió por fin. La sirvienta, cuando entro despuéss a deshacer la cama, sola ya, miro un rato extrañada el almohadón. —¡Señor! —Ilamó a Jordán en voz baja—. En el almohadón hay manchas que parecen de sangre. Jordán se acerco rápidamente y se doblo rápidamente sobre aquél. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras. Parecen picaduras —murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación. —Levántelo a la luz —le dijo Jordán. La sirvienta lo levanto; pero enseguida lo dejó caer y se quedo mirando a aquél lívida y temblando. Sin saber porqué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban. —¿Que hay? —murmuró con la voz ronca. —Pesa mucho —articulo la sirvienta, sin dejar de temblar. Jordán lo levanto pesaba extraordinariamente. Salieron con el, y sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, Ilevándose las manos crispadas a los bandós. Sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba Ia boca. Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca —su trompa, mejor dicho— a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón, sin duda, había impedido al principio su desarrollo; pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia. Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.

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SOBRE DA MORTE DE BIEITO Rafael Dieste Foi preto do camposanto cando eu sentín buligar dentro da caixa ao pobre Bieito. (Dos catro levadores do cadaleito eu era un). Sentino ou foi aprehensión miña? Entón non podería aseguralo. Foi un rebulir tan maino!... Coma a teimosa puvulla que rila, rila na noite, rila desde entón no meu maxín afervoado aquel mainiño rebulir. Pero é que eu, meus amigos, non tiña seguranza, e polo tanto —comprendede, escoitade—, polo tanto non podía, non debía dicir nada. Imaxinade nun intre que eu dixese: –O Bieito vai vivo. Todas as testas dos vellifios que portaban cirios erguerianse nun babeco aglaio. Todos os pícaros que viñan estendendo a palma da man baixo o pingotear da cera, virían en remuíño arredor de min. Apiñocaríanse as mulleres a carón do cadaleito. Escorregaría por todos os beizos un murmurar sobrecolleito, insólito. -0 Bieito vai vivo, o Bieito vai vivo!... Calaría o lamento da nai e das irmás, e axiña tamén, descompasándose, a gravidosa marcha que planxía nos bronces da charanga. E eu sería o gran revelador, o salvador, eixe de todos os asombros e de todas as gratitudes. E o sol na miña face cobraría unha importancia imprevista. Ah! E se entón, ao ser aberto o cadaleito, a miña sospeita resultaba falsa? Todo aquel magno asombro viraríase inconmensurable e macabro ridículo. Toda a arelante gratitude da nai e das irmás tornaríase despeito. O martelo espetando de novo a caixa tería un son sinistro e único na tarde estantía. Comprendedes? Por iso non dixen nada. Houbo un intre en que pola face dun dos companeiros de fúnebre carga pasou a insinuación liviá dun sobresalto, coma se el estivese a sentir tamén o velaíño buligar. Mais non foi máis ca un Iampo. Deseguido ficou sereno. E non dixen nada. Houbo un intre en que case me decidín. Dirixinme ao da mina banda e, acubillando a pregunta nun sorriso de retrouso, dixen suavemente: —E se o Bieito fose vivo? O outro riu picaramente coma quen di: ―Que ocorrencias temos‖, e eu amplifiquei adrede o meu falso sorriso de retrouso. Tamén me vin a rentes de dicilo no camposanto, cando xa pousaramos a caixa e o crego renqueneaba. ―Cando o crego remate‖, pensei. Mais o crego acabou e a caixa deceu á cova sen que eu puidese dicir nada. Cando o primeiro cadullo de terra, bicado por un neno, petou dentro da cova, nas táboas do ataúde, rubíronme ata a gorxa as verbas salvadoras... Estiveron a punto de xurdir. Mais entón acudiu novamente ao meu maxín a case seguranza do arrepiante ridículo, da rabia da familia defraudada, se o Bieito se topaba morto e ben morto. Ademais, o dicilo tan tarde acrecentaba o absurdo desorbitadamente. Como xustificar non o ter dito antes? Xa sei, xa sei, sempre se pode un explicar! Si, si, si, todo o que queirades! Pois ben... E se tivese morto despois, despois de o sentir eu remexerse, como quizais puidese adivinarse por algún sinal? Un crime, si, un crime o ter calado! Oíde xa o rebumbio da xente... —Pediu auxilio e non llo deron, malpocado!... —El sentía chorar, quíxose erguer, non puido... —Morreu de espanto, saltoulle o corazón ao se sentir decer na cova... —Velaí o tedes, coa cara torta do esforzo!

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—E ese que o sabía, tan campante, aí a sorrir coma un pallaso! —É parvo ou que? Todo o día, meus amigos, andei tolo de remorsos. Vía ao pobre Bieito grafiñando as táboas nese espanto absoluto, máis alá de todo consolo e de toda conformidade, dos enterrados en vida. Chegoume a parecer que todos lían nos meus ollos adurmiñados e longanos a obsesión do delito. E alá pola alta noite —non o puiden evitar— funme camino do camposanto, coa solapa subida, ao arrimo dos muros. Cheguei. O cerco por unha banda era baixiño: unhas pedras mal postal, apreixadas por hedras e silveiras. Paseino e fun dereito ao sitio... Deiteime no chan, apliquei a orella, e axiña o que oín xeoume o sangue. No seo da terra unhas unllas desesperadas rabuñaban nas táboas. Rabuñaban? Non sei, non sei. Alí presto había un sacho. Ía xa cara a el cando fiquei suspenso. Polo camiño que pasa a rentes do camposanto sentíanse pasadas e rumor de fala. Viña xente. Entón si que sería absurda, tola, a miña presenza alí, daquelas horas e can sacho na man. Ía dicir que o deixara enterrar sabendo que estaba vivo? E Fuxín coa solapa subida, pegándome aos muros. A Iúa era chea e os cans latricaban lonxe.

A COMPAÑA Viñan nunha ocasión un pai e un fillo, que xa era home, dunha viaxe e fíxoselles noite no camino. Andaron e sen decatarse tomaron un camino que pasaba a carón do adro dunha igrexa. Subitamente, nunha revolta, toparon a Compaña. Pai e fillo, arrepiados, viron unhas lucinas verdes, que deseguida identificaron como fachos. Oíron o borborifar dunhas pregarias, mais non viron as xentes que levaban os fachos nin as bocas que pronunciaban os rezos, e decatándose de que eran animas botaron a correr para fuxir. Mais o vello, que xa ía canso e feble, tropezou e caeu. Non foi quen nin de erguerse. O fillo, vendo iso, foille valer, mais como viu que chegaban as luces, quixo fuxir de novo, sen lembrar que mell or lle fora riscar no chan un círculo e poñerlle no medio a cruz. O pai, afocinado no chan, non quixo ollar por riba do ombro, e foille mellor. Pasáronlle por riba os defuntos, tripándolle as costas e deixándoo esmendrellado. Des que marcharon, quixo ollar se vía o fillo, mais nin o viu nin o escoitou, e entre as tebras da noite perdeu o acordo, pensando que a Compaña levara o seu fillo para sempre, quen sabe se para que cargase coa cruz, co hisopo ou co caldeiro da auga. Veu o dia e o pobre do vello ergueuse como puido, e, cando as pernas non termaban del, marchou a rastro ata a Casa. O fillo, efectivamente, non volvera e ao pai houbo que deitalo, tan derreado e pálido estaba que máis parecia un defunto. Unhas horas máis tarde os veciños atoparon o rapaz, durmido ao pé dun cruceiro da parroquia, agarrado coma un tolo na cruz, que non queria soltar. De alí a tres días morreu.

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THE OVAL PORTRAIT Edgar Allan Poe She was a beautiful young flower, and always so happy. Yes, she was happy. Until that evil day when she saw and loved the painter of her portrait. They were married. But, sadly, he already had a wife: his work. His painting was more important to him than anything in the world. Before, she was all light and smiles. She loved everything in the world. Now she loved all things but one: her husband's work. His painting was her only enemy; and she began to hate the paintings that kept her husband away from her. And so it was a terrible thing when he told her that he wanted to paint his young wife's portrait. For weeks, she sat in the tall, dark room while he worked. He was a silent man, always working, always lost in his wild, secret dreams. She sat still always smiling, never moving while he painted her hour after hour, day after day. He did not see that she was growing weaker with every day. He never noticed that she was not healthy any more, and not happy any more. The change was happening in front of his eyes, but he did not see it. But she went on smiling. She never stopped smiling because she saw that her husband, who was now very famous, enjoyed his work so much. He worked day and night, painting the portrait of the woman he loved. And as he painted, the woman who loved him grew slowly weaker and sadder. Several people saw the half-finished picture. They told the painter how wonderful it was, speaking softly as he worked. They said the portrait showed how much he loved his beautiful wife. Silently, she sat in front of her husband and his visitors, hearing and seeing nothing now. The work was coming near an end. He did not welcome visitors in the room any more. A terrible fire was burning inside him now. He was wild, almost mad with his work. His eyes almost never left the painting now, even to look at his wife's face. Her face was as white as snow. The painter did not see that the colours he was painting were no l onger there in her real face. Many more weeks passed until, one day, in the middle of winter, he finished the portrait. He touched the last paint on to her lips; he put the last, thin line of colour on an eye; then he stood back and looked at the finished work. As he looked, he began to shake. All colour left his face. With his eyes on the portrait, he cried out to the world: 'This woman is not made of paint! She is alive!' Then he turned suddenly to look at the woman he loved so much. She was dead. Source: An Extract from "The Black Cat and Other Stories"

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EL RETRATO OVAL Edgar Allan Poe Era una virgen de singular hermosura, y tan encantadora como alegre. Aciaga la hora en que vio y amo y desposo al pintor. El, apasionado, estudioso, austero, tenia ya una prometida en el arte; ella, una virgen de sin igual hermosura y tan encantadora como alegre, toda luz y sonrisas, y traviesa como un cervatillo; amándolo y mimándolo, y odiando tan solo al arte, que era su rival; temiendo tan solo la paleta, los pinceles y los restantes enojosos instrumentos que la privaban de la contemplación de su amante. Así, para la dama, cosa terrible fue oír hablar al pintor de su deseo de retratarla. Pero era humilde y obediente, y durante muchas semanas poso dócilmente en el oscuro y elevado aposento de la torre, donde solo desde lo alto caia la luz sobre la pálida tela. Mas él, el pintor, gloriábase de su trabajo, que avanzaba hora a hora y día a día. Y era un hombre apasionado, violento y taciturno, que se perdía en sus ensueños; tanto, que no quería ver como esa luz que entraba lívida, en la torre solitaria, marchitaba la salud y la vivacidad de su esposa, que se consumía a la vista de todos, salvo de la suya. Mas ella seguía sonriendo, sin exhalar queja alguna, pues vela que el pintor, cuya nombradía era alta, trabajaba con un placer fervoroso y ardiente, bregando noche y día para pintar aquella que tanto le amaba y que, sin embargo, seguía cada mes desanimada y débil. Y, en verdad, algunos que contemplaban el retrato hablaban en voz baja de su parecido como de una asombrosa maravilla, y una prueba tanto de la excelencia del artista como de su profundo amor por aquella a quien representaba de manera tan insuperable. Pero, a la larga, a medida que el trabajo se acercaba a su conclusión, nadie fue admitido ya en la torre, pues el pintor habíase exaltado en el ardor de su trabajo y apenas si apartaba los ojos de la tela, incluso para mirar el rostro de su esposa. Y no quería ver que los tintes que aparecían en la tela eran extraídos de las mejillas de aquella mujer sentada a su lado. Y cuando pasaron muchas semanas y poco quedaba por hacer, salvo una pincelada en la boca y un matiz en los ojos, el espíritu de la dama oscilo, vacilante como la llama en el tubo de la lámpara. Y entonces la pincelada fue puesta y aplicado el matiz, y durante un momento el pintor quedo en transe frente a la obra cumplida. Pero, cuando estaba mirándola, púsose pálido y tembló mientras gritaba: "¡Ciertamente, ésta es la vida misma!", y volvióse de improviso para mirar a su amada... iEstaba muerta!

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LA MAIN D'ÉCORCHÉ. Guy de Maupassant Un soir des amis se réunissent chez Louis, ils parlent de littérature et de peinture quand la porte s’ouvre. Pierre entre, l’air mysterieux et triomphant. J'ai une surprise! Qu'est-ce que c'est? Demande Louis. Je viens de Normandie, et je vous presente un ami, un grand crirninel! Pierre tire de sa poche une main. C'est une main d'écorché: affreuse, noire, "démesurément longue, avec les ongles jaunes et étroits, encore au bout des doigts. Oú as-tu pris ca? En Normandie, je vous dis! Je vais chaque année huit jours dans mon village natal oú il ne se passe jamais rien, et lá le vieux sorcier du pays est mort et on a vendu toutes ses affaires. On dit que c'est la main d'un célébre criminel supplicié, il y a un siécle pour avoir étranglé sa femme! Et maintenant qu'est-ce que tu fais. de cette horreur? Demande un camarade. -Je transforme cette relique en bouton de sonnette. Que pensez-vous de cette idée? Fixeé á ma porte, pour faire peur á mon propriétaire! Enterre chrétiennement cette relique! Son propriétaire peut venir réclamer sa main! Dit un compagnon. Qui a tué, tuera! Le lendemain un des camarades rend visite á Pierre: -Comment vas-tu, et comment va la main? -Je vais bien et la main aussi mais cette nuit, á minuit, un imbécile a sonné á ma porte, pour me jouer un mauvais tour. Je suis allé voir á la porte mais je n'ai vu personne. J'ai encore sommeil. A ce moment, on sonne á la porte, c'est le proprietaire furieux qui ordonne á Pierre d'enlever cette chose horrible de la porte. Pierre attache la relique dans sa chambre, au cordon de la sonnette. Le camarade de Pierre dort mal la nuit suivante, vers six heures, il est réveillé par un coup violent contre sa porte, le domestique de Pierre est devant son lit, pale et terrifié. -Ah! Monsieur, un rnalheur est arrivé. Monsieur Pierre est ... Monsieur Pierre ne ... Le jeune homme va dans la chambre de Pierre, celui-ci est sur son lit, il semble mort. Son aspect est effrayant. II a les yeux ouverts démesurément, iI semble regarder une chose effrayante et inconnue. Sur son cou on voit la marque profonde de cinq ongles prés du lit son camarade ne voit plus la main. Pierre n'est pa mort mais il est devenu complétement fou, iI dit des choses incompréhensibles et dans son délire il veut échapper á un spectre qui veut I'étrangler. Un jour, ii tombe la face contre terre, mort . Le camarade accompagne Pierre dans son dernier voyage, au pays natal, en Normandie. Le cimetiére est comme un jardin tranquille, des ouvriers creusent la tombe, le vieux curé bavarde avec I'ami fidéle. Soudain les ouvriers appellent les deux hornmes, un cercueil est déjá dans la tombe destinée á Pierre. Un cercueil démesurément long au fond du trou, les ouvriers font sauter le couvercle: un squelette démesurément long semble défier encore les vivants. Regardez! Dit un ouvrier. Il a un poignet coupé!

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LA MANO DEL DESPELLEJADO Guy de Maupassant Una noche unos amigos se reúnen en casa de Louis, hablan de literatura y de pintura cuando de repente la puerta se abre. Entra Pierre, con aire misterioso y triunfal. ¡Tengo una sorpresa! —¿Que es? Pregunta Louis. —Vengo de Normandía, y os presento a un amigo, ¡un gran criminal! Pierre saca de su bolsillo una mano. Es la mano de un despellejado: horrenda, negra, desmesuradamente larga, con unas amarillentas y estrechas, todavía en la punta de los dedos. —¿Donde has cogido eso? —¡En Normandía, os digo! Voy cada ano ocho días a mi pueblo natal dónde nunca ocurre nada, y este año el viejo brujo del pueblo murió y vendieron todas sus cosas. Dicen que se trata de la mano de un famoso criminal ajusticiado, hace un siglo, ¡por haber estrangulado a su mujer! —¿Y ahora que vas a hacer con esa cosa horrorosa? Pregunta un compañero. -Voy a transformar esta reliquia en timbre. ¿Qué pensáis de esta idea? Colgada en mi puerta, ¡para asustar a mi propietario! —¡Entierra cristianamente esa reliquia! ¡No vaya a ser que su propietario venga a reclamar su mano! Dice un amigo. ¡Quién mató, matará! Al día siguiente, uno de los compañeros hace una visita a Pierre: —¿Cómo estás, y cómo esta la mano? —Estoy bien, y la mano también, pero esta noche, a las doce, un imbécil llama a mi puerta, para hacerme una broma. Fui a mirar y no vi a nadie. Todavía tengo sueño. En ese momento, Ilaman a la puerta, es el propietario furioso que ordena a Pierre sacar esa cosa horrible de la puerta. Pierre cuelga la reliquia en su dormitorio, en la cabecera de su cama. El compañero de Pierre duerme mal la noche siguiente, hacia las seis de la mañana, un golpe violento contra su puerta lo despierta, el criado de Pierre esta delante de su cama, pálido y aterrado. -iAh! Señor, ha ocurrido una desgracia. El señor Pierre esta ... El señor Pierre no ... El chico va al dormitorio de Pierre, este esta encima de su cama, parece muerto. Su aspecto es aterrador. Tiene los ojos desmesuradamente abiertos, parece mirar algo aterrador y desconocido. En su cuello se puede ver la marca profunda de cinco unas. Cerca de la cama su compañero ya no ve la mano. Pierre no ha muerto pero se ha vuelto completamente loco, dice cosas incomprensibles y en su delirio quiere escapar a un espectro que lo quiere estrangular. Un día, se cae la cara contra el suelo, esta muerto. El compañero acompaña a Pierre en su ultimo viaje, al su pueblo natal, en Normandía. El cementerio es como un jardín tranquilo, unos 'obreros cavan la tumba, el anciano párroco charla con el amigo fiel. De repente los obreros Ilaman a los dos hombres, un ataúd esta ya en la tumba destinada a Pierre. Un ataúd desmesuradamente largo en el fondo del hoyo, los obreros abren la tapa: un esqueleto desmesuradamente largo parece desafiar todavía a los vivos. ¡Miren! Dice un obrero. ¡Tiene una muñeca cortada!

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A HOWLING HALLOWEEN Sue Clark It was a dark, rainy night at eight o'clock on the thirty-first of October. Andy and his friend Paul were walking home together as usual. But this night was different. It was Halloween. As they were walking along a large, black cat jumped out in front of them and ran off into the night. They looked up into the sky and saw a light shining. It glowed red, then blue then green and gold. "What was it?" they wondered. The air felt still and cold. It had stopped raining and everything was creepy. It felt like something was going to happen. Andy and Paul went past a very old house. It was a huge old house which was deserted. The house lay in a big, shadowy garden, surrounded by trees. As they were going past the house they heard a strange noise. It was a long, low howling noise. "Maybe it's a dog," said Paul, trying not to be scared. "It must be in trouble. Let's go and see," said Andy. They passed through the old rusty gates and crept along the path towards the door of the house. It was so dark that they could hardly see. The wind whistled through the trees. Again they heard the low howling sound, coming from the house. Oooh! 0oooh! "I don't think its a dog," said Andy. "You're just a scaredy cat!" said Paul. "Come on, let's go inside." They went up the stairs and pushed open the front door. It creaked loudly and fell open with a bang. The air felt cool and clammy and creepy. Paul walked into the hallway. An enormous spider´s web hit him in the face and he screamed. "Aaagh!„ "It's only a spider's web," said Andy. They went into a large room on the ground floor. On the wall over the fireplace hung a huge mirror. They looked into the mirror and saw lights dancing inside it. Then suddenly a huge ghostly head came out of the mirror and tried to grab them! `Aaagh!' they both screamed and turned and ran to the front door - but it was shut! What was happening to them? Then they heard the howling noise again. It was coming from upstairs. They had no choice. They tiptoed silently up the stairs. They listened again. The noise was coming from a room at the end of the corridor. They moved slowly towards the door. They felt really afraid. What would they see? What horrible thing would they find behind the door? They went into the room. They couldn't believe their eyes. They saw the most amazing collection of witches and monsters and ghosts - and they were ah having a party! The witches were disco dancing, the wizards were drinking their special brew and jumping around, the monsters were eating exploding lollipops and other exciting sweets. There were bats wing cocktails, worm-flavoured crisps and pumpkin surprise pizzas. In fact there was everything for a Halloween party. They found out that the howling noise was a ghost called Grimly, who was providing the singing entertainment for the evening. Paul and Andy drank several bats wing cocktails and then Paul danced with the ugliest witch at the party - she had a green head and no teeth. Andy danced with a spectacular purple headed monster who taught him a new dance called the `Monster Boogie'. Everyone had a wonderful time and danced until dawn. When the sun came up they all went off to their ghostly homes agreeing that it was the best Halloween party ever. "See you next year," they shouted to Paul and Andy, "and Happy Halloween!"

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A HOWLING HALLOWEEN Sue Clark Eran las ocho de la noche del 31 de octubre, una noche oscura y lluviosa. Andy y su amigo Paul volvían a casa juntos, como de costumbre. Pero esa noche era distinta. Era Halloween. Mientras caminaban un gran gato negro se les cruzó corriendo y desapareció en la oscuridad de la noche. Miraron al cielo y vieron una luz brillando, primero roja, luego azul, luego verde y dorada. ¿Que era eso?" se preguntaron. El aire era frió y apacible. Había dejado de llover y todo tenía un aspecto fantasmagórico. Parecía que algo fuese a ocurrir. Andy y Paul pasaron por delante de una casa muy antigua. Era una enorme mansión que se hallaba deshabitada. La casa se encontraba en medio de un enorme y sombrío jardín rodeada por árboles. Mientras pasaban por delante oyeron un extraño ruido. Era como un aullido largo y grave. "Debe de ser un perro", dijo Paul intentando no parecer asustado. "Puede que tenga problemas, vamos a ver", dijo Andy. Atravesaron la vieja y oxidada verja y caminaron sigilosamente por el camino que conducía a la casa. Estaba tan oscuro que apenas podían ver. El viento silbaba entre los árboles. Y allí estaba otra vez ese aullido grave que procedía de la casa. iUuuuuuh! iUuuuuuh! "No creo que sea un perro", dijo Andy. "Eres un gallina", dijo Paul. "Venga, entremos" Subieron las escaleras y abrieron la puerta principal. Chirrió fuertemente y se abrió de golpe. El aire dentro era frió, húmedo, espeluznante. Paul entró en el recibidor. Una enorme telaraña le golpeó en la cara y el grito. "iAaaaagh!" "Solo es una telaraña" dijo Andy. Entraron en una habitación de la planta baja. Sobre la pared de la chimenea colgaba un inmenso espejo. Miraron en el espejo y vieron unas luces bailando dentro de el. De pronto una gran cabeza fantasmagórica salio del espejo e intentó agarrarlos. "iAaaaaagh!" gritaron los dos, dieron media vuelta y corrieron hacia la puerta principal — ¡pero estaba cerrada! ¿Qué les estaba pasando? Luego volvieron a oír el aullido. Venia del piso superior. No tenían elección. Silenciosamente se dirigieron a las escaleras. Volvieron a escuchar. El ruido procedía de una habitación al fondo del pasillo. Se dirigieron a la puerta. Estaban realmente asustados. ¿Que cosa horrible encontrarían tras esa puerta? Entraron en la habitación. No podían dar crédito a lo que veían. Era la colección sorprendente de brujas, monstruos y fantasmas — y todos celebrando una fiesta. Las brujas bailaban, los brujos bebían y saltaban de un lado a otro, los monstruos comían piruletas explosivas y otros dulces. Había cocteles de alas de murciélago, patatas sabor gusano y pizzas con sorpresa de calabaza. De hecho, había todo lo necesario para una fiesta de Halloween. Se enteraron de que el aullido que los asustaba era un fantasma llamado Grimly, quien se encargaba de la música y del entretenimiento de la noche. Paul y Andy bebieron varios cócteles de alas de murciélago y Paul bailó con la bruja más fea — tenia la cabeza verde y no tenia dientes. Andy bailó con un espectacular monstruo de cabeza morada que le enseñó un baile nuevo llamado el "Boogie" del monstruo. Todos lo pasaron estupendamente bailando hasta el amanecer. Cuando salio el sol se fueron a sus fantasmagóricas casas comentando sobre la mejor fiesta de Halloween de todos los tiempos. "Hasta el año que viene", les gritaron a Paúl y Andy, "¡y Feliz Halloween!".

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CONMEMORACIÓN DÍA INTERNACIONAL DA BIBLIOTECA

PROGRAMA DE ACTIVIDADES:

Día 8 Novembro As 12:40 os alumnos de 1º ESO A baixarán á biblioteca acompañados da súa profesora Dores Castro para que se lles lea os seguintes relatos: Conxuro Galego: Esther Montes ―A Compaña‖ Inglés: María Campos e Iria García leen ―A Howling Halloween‖ Castelán: lee Jesús Iglesias ―El almohadón de plumas‖ de Horacio Quiroga. Francés: Lúa García y Cecilia Varela ‖La main décorché ―de Guy de Maupassant Galego: Alejandro Miño lee ―Sobre a morte de Bieito‖ As 13:30 os alumnos de 1º ESO B baixarán á biblioteca con Helena Arango para que se lles lea o mesmo programa de lecturas

Día 9 Novembro As 8:50 os alumnos de 2º ESO A baixarán á biblioteca acompañados da súa profesora Glafira para que se lles lea o seguinte: Conxuro Galego: Carlos Gato lee ―Sobre a morte de Bieito‖ Inglés: Iván Castro, Elba Pérez y Carla Botas leerán‖ The oval portrait‖ de Edgar Allan Poe Castelán: Daniel García González lee ―El almohadón de plumas‖ de Horacio Quiroga. Francés: Lúa García y Cecilia Varela‖ La main décorché ―de Guy de Maupassant Galego: Fran Moreno lee ―A Compaña‖ As 9:40 os alumnos de 2º ESO B baixarán á biblioteca acompañados da súa profesora Glafira para que se lles lea o mesmo programa de lecturas.

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