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CREACIÓN DE TEXTOS 3º ESO CURSO 2016-2017

"DI K NON" Taller

para

la

prevención

del

adolescentes. (Días 7 y 14 de MARZO 2017)

consumo

de

drogas

en


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Una visita diferente Estos textos han sido elaborados por los alumnos de 3º de ESO del IES Fraga do Eume en el mes de marzo de 2017. Son el resultado de la colaboración entre el departamento de Orientación de nuestro instituto y el programa “Di K NON” de la Fundación Barrié de la Maza y la UTE del centro penitenciario de Teixeiro. La propuesta de su profesora de Lengua Castellana y Literatura consistía en relatar su viaje al centro penitenciario, describir sus sensaciones y emociones antes y después. He de decir que ha sido una experiencia conmovedora en la que se han removido conciencias y, especialmente, se han modificado muchos prejuicios relacionados con las personas con las que han entrado en contacto y, por supuesto, con el mundo del que proceden.

A la manera de Don Juan Manuel En esos días, en clase estábamos leyendo cuentos de El Conde Lucanor y, dado que son textos de tipo didáctico, con moraleja, pensé que sería interesante que trabajasen por grupos este género. La consigna principal es que debían imitar su estructura, nos inventamos una situación posible en la que podrían entrar en contacto con las drogas (las fiestas, por ejemplo) y, a partir de aquí deberían inventar una historia a ser posible protagonizada por animales (si bien no se ha cumplido en todos los casos) en la que pudiesen expresar algún aspecto de lo que habían aprendido y, por último, se debían inventar unos versos finales en los que se resumiese el mensaje. Ha sido una excelente manera de aprender relacionando aula y vida. ¡Enhorabuena! Glafira Fernández- Campoamor Fernández


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VISITA DE LA UTE DE TEIXEIRO AL CENTRO EDUCATIVO IES FRAGA DO EUME El centro IES Fraga do Eume solicitó el programa “DI K NON”

sobre

prevención

de

consumo

de

drogas

en

adolescentes. Dentro de este programa el día 7 de marzo vinieron una serie de reclusos que están en una unidad de rehabilitación a contarnos su historia de por qué están en el centro penitenciario de Teixeiro. También representaron una obra de teatro muda que consistía en todo lo que puedes perder al entrar en una cárcel. Cosas como por ejemplo hacer deportes, leer, recuerdos (fotografías) y la libertad. He observado que los reclusos eran gente que parecía normal, con lo cual cualquier persona puede caer en la tentación de probar cualquier tipo de droga, engancharse, y repetir cualquier historia de las que los reclusos nos contaron. Parece fácil decir que no a las drogas, pero en el fondo lo fácil es probarlas, ya puede ser al salir con unos amigos, que todos se droguen y te digan si quieres probar, en ese caso si dices que no, te marginaran y se reirán de ti. Esta actividad me ha gustado bastante porque me ha ayudado a saber los efectos que me podría causar consumir drogas. VÍCTOR VARELA


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VISITA CÁRCEL DE TEIXEIRO El martes 14 de marzo visitamos la cárcel de Teixeiro. Durante el trayecto en bus había algo de expectación, pero enseguida empezamos a hablar por lo que dejé de pensar en ello. Al llegar a la prisión, tuvimos que pasar por un detector de metales, y las puertas que daban acceso a la prisión no se podían abrir manualmente, tenían que ser controladas por una máquina. Antes de ir al módulo a donde íbamos, pasamos por delante de zonas comunes (lavandería, cocina…) y de otros módulos. Me llamó la atención que las paredes estaban decoradas con murales de distintos sitios de Galicia, como la torre de Hércules. Otra cosa que me sorprendió es que solo hubiese un módulo para las mujeres, independientemente del delito que hubieras cometido. Justo antes de llegar a nuestro destino, pasamos por delante de los convictos que iban a la escuela, ya que era la hora del recreo. Nos gritaron algo, aunque no tengo muy claro qué dijeron. Dentro del módulo visitamos distintas dependencias: el comedor, la biblioteca (que olía a aguarrás), el patio, el taller, la escuela… Nos explicaron que estaban divididos en grupos para las distintas actividades, el tiempo que podían llamar al día, cómo funcionaba la tienda donde podían comprar artículos personales (crema de afeitar, tabaco…) y refrescos o comida. A continuación nos subieron a las celdas y nos encerraron en una de ellas para experimentar la sensación que tenían los presos todos los días. Tan solo estuvimos 10 minutos, pero fue suficiente para darme cuenta de que era una estancia agobiante. Alguien con claustrofobia tenía que pasarlo muy mal. Tenía el techo muy bajo, una puerta metálica que, lógicamente, solo se podía abrir desde fuera y rejas en vez de ventanas. Los minutos


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pasaban lentos, y junto al agobio llegaban la angustia, la soledad y el aburrimiento. Después de esta experiencia nos separaron en grupos, y el mío volvió a la escuela, donde unos reclusos nos contaron su experiencia con las drogas. Fueron muy amables con nosotros en todo momento y nos animaban a participar, habiendo una sensación de confianza. Tras las preguntas que les hicimos, volvimos al taller para presenciar un concierto de aquellos reclusos que habían escogido la música como actividad. Justo antes de entrar y conocer a los convictos, había mucha expectación, incluso algo de estrés, pero en cuanto empezamos a hablar me relajé porque desde que entramos hasta que salimos, fueron sinceros y agradables con nosotros. Me ha resultado una visita muy interesante, instructiva y real, ya que todo los que nos contaron era verdad, así lo confirmaron los reclusos, y porque nos enseña a lo que puede llevar tomar un mal camino. ESTHER FERNÁNDEZ


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VISITA CÁRCEL DE TEIXEIRO Al principio, el hacer esta visita a la prisión de Teixeiro me hacía sentir un poco de miedo, pero al mismo tiempo mucha curiosidad por saber cómo sería ese lugar en el que te privan la libertad y en el que pasarás días y más días, según tu caso, hasta que por fin la recuperas y puedes volver a estar con tu familia, no solo una vez al mes, sino, todas las veces que quieras y que la necesites. Para mí fue lo más duro que escuché decir a los presos. El hecho de que solo pueden ver una vez al mes a su familia, en caso de que la tengan, claro. Entonces, mejor empezar desde el momento en el que vi la prisión; sentí mucha curiosidad, como dije antes, por saber cómo sería ese lugar cuyo interior tememos. Al llegar, nos hicieron un control que consistía en pasar todo lo que llevábamos en la mano por una cinta en la que también había rayos X, para asegurarse de que no llevábamos nada extraño. Una vez dentro, nos enseñaron la parte “buena” de la cárcel, ya que, por supuesto, no nos llevarían a dónde están los asesinos o los violadores, por ejemplo. En esta zona, los presos contaban con una biblioteca en la que podían coger libros y llevarlos a la celda para leerlos, en un plazo de un mes. También tenían un aula de informática para aprender a manejarse un poco en el mundo de los ordenadores y así, al salir, no estén tan perdidos, pero eso sí, sin internet. Además, contaban con una serie de aulas para hacer talleres o para hacer terapia en grupo. Nos explicaron que intentaban ocuparlos todo el tiempo posible, para que no le den tantas vueltas a sus problemas. Me sorprendió bastante el hecho de que puedan comprar tabaco allí y productos que vienen de fuera (espuma


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de afeitar, esmalte de uñas…) Todo esto está controlado por un sistema, en el que podían tener 65 € máximos, a la semana, en la tarjeta y comprar lo que estaba en una lista que les indicaban. Para los que habían perdido a su familia y tenían un comportamiento adecuado, se les daba una ayuda económica. Después hicimos una actividad que consistía en entrar en una celda, junto a un compañero, y permanecer allí durante diez minutos, en los que teníamos que escribir cinco cosas que hayamos sentido en ese momento y así ponernos en su lugar. Yo sentía asco, ya que piensas en quién podía haber estado antes en esa celda y en que no vas a poder sentir ese olor a tus sábanas recién lavadas, con el detergente que le echa mamá; también sentí arrepentimiento, por llegar a hacer algo que me trajo a este lugar; desesperación, al descubrir que no se ve nada más que el cielo y paredes; miedo, por lo que me puede pasar en este lugar y tristeza al recordar a mi familia y lo que les estoy haciendo pasar. Además de todo eso, me pareció un sitio claustrofóbico en el que pasan 16 horas al día. Nuestra visita continuó dividiéndolos en tres grupos, para tener una charla con algunos de los presos. Estos nos contaron cómo empezaron en el mundo de las drogas, lo duro que fue y lo arrepentidos que estaban. Finalizamos el encuentro, con un pequeño concierto que nos prepararon. Al salir de allí, me di cuenta de que no sabía prácticamente nada de lo que realmente es la prisión. VALENTINA ARAOZ


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VISITA CÁRCEL DE TEIXEIRO Lo que me esperaba allí principalmente era un edificio más o menos de tamaño mediano rodeado con una valla con alambre de espino, con cámaras de seguridad y alarmas por todas partes, creía que estaría todo muy descuidado, con la pintura de las paredes desconchada y me imaginaba el ambiente seco y frío. Me imaginaba que las celdas estarían cerradas con unas grandes puertas con barrotes que dejasen ver el exterior donde unos pasillos grises y estrechos darían a más celdas iguales. Para mi sorpresa muchas de las cosas que me imaginaba no eran como pensaba; el edificio (o conjunto de edificios, ya que era un sitio enorme con hasta carreteras entre los pisos) estaba situado en el medio de la nada, en el horizonte no se alcanzaba a ver más que árboles. Cuando pasé al interior pude observar que la pintura de las paredes estaban en perfecto estado y que había una especie de recepción bien cuidada, pasé por un detector de metales lo que indicaba la seguridad del lugar; fui llevaba por una rampa que comunicaba dos edificios y por las ventanas de esta se podía observar un patio donde crecía hierba y en el cual había numerosas esculturas. Al bajar a este jardín me di cuenta de que también estaba decorado con unos inmensos murales que cubrían paredes, estos reflejaban sitios como por ejemplo la torre de Hércules, este patio estaba rodeado por una alta valla con alambre de espino en la cumbre. Poco a poco fui conociendo el lugar, tenían un pequeño comedor; una pista para hacer deporte; una pequeña biblioteca donde había una gran variedad de libros, me llamó la atención que ninguno de los títulos que divisé estaba en gallego así como también había numerosos libros clásicos o muy conocidos. Me resultó agradable que tuvieran una sala dedicada a la creatividad, ya que en ella podías tanto dibujar, como hacer


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todo tipo de manualidades o tocar instrumentos. Había una salita diminuta destinada

al aprendizaje (para los reclusos que no tenían hecha la ESO

principalmente), esta destacaba por la forma en la que estaba decorada ya que me pareció un poco infantil . Lo que quizás más me impresionó fueron las celdas, pequeñas habitaciones que tenían una cama con un colchón muy fino e incómodo, un escritorio, un armario completamente abierto (sin puertas) y al mismo tiempo, justo al lado había un baño que tan solo se separaba del resto por un muro que me llegaba a la altura del pecho. Por la ventana solo podías apreciar más edificios y ese color grisáceo tan natural del lugar. Las puertas al contrario de lo que pensaba eran completamente opacas y se cerraban y abrían automáticamente lo que me produjo un sentimiento de impotencia y agobio. Los reclusos con los que estuve me resultaron muy agradables y generosos; me llamó la atención que tan solo vi a una mujer, la gran mayoría eran todos hombres y sus edades oscilaban desde los 20 hasta los 50 años. XOANA ABRAIRA DE BERNARDO


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VISITA A LA CÁRCEL DE TEIXEIRO Cuando estaba en el autobús para ir a la cárcel de Teixeiro estaba un poco nervioso y con miedo por lo que podía pasar. No sabía cómo se iban a comportar, si iban a perder las formas o no. Cuando miraba por la ventanilla veía solo montes como si la prisión estuviera apartada de la sociedad. Después llegamos a la cárcel de Teixeiro y estaba nerviosísimo pero a medida que íbamos avanzando e iba pasando el tiempo me iba tranquilizando. Cuando entramos en la prisión nos mandaron entregar el carné de identidad y la autorización, además nos ordenaron pasar por un detector de metales que era por un marco de una puerta. A medida que íbamos avanzando nos enseñaron las calles que había y nos mandaron entrar en algunos de los módulos: el de informática, el del colegio y el de la biblioteca; en el de informática no había internet, a los que iban al colegio era por no tener la ESO o por voluntariedad y lo que hicimos nosotros con algunos de los presos fue: hicimos dos grupos en los que dijimos como nos llamáramos, que edad teníamos y si contáramos si alguna vez probáramos droga o no y todo esto se mantenía en secreto. En el módulo de la biblioteca nos enseñaron que los libros había que renovarlos si querías seguir leyéndolo si pasaba un mes. El color de las celdas por fuera era amarillo y azul, por dentro era gris y estaban bastante limpias. Su olor era a tabaco. En el recinto de la cárcel hacía mucho frío. Dentro de las celdas lo que hicimos fue: nos dieron un papel, en los que teníamos que contestar a unas preguntas sobre lo que nos pareció estar dentro de prisión, que sentimientos nos venían a la cabeza al estar dentro de una celda…


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Mi reflexión es que me ha sorprendido porque pensaba que los colores eran más apagados, es decir, gris o negro. El olor me ha sorprendido porque pensaba que no se podía fumar. Finalmente, en general, me ha gustado esta experiencia como visitante a la cárcel porque es una vivencia más, aunque no querría volver allí. JAVI POUSO


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VISITA CÁRCEL DE TEIXEIRO Comenzamos a las nueve y punto la excursión a la cárcel de Teixeiro cuando salimos del instituto, directamente nos subimos al autobús pero al cabo de un rato tuvimos que bajar ya que no era nuestro bus después tuvimos que esperar al vehículo al cabo de unos minutos llegó, entonces subí con mi compañero de está excursión. Durante el trayecto estaba hablando con mi compañero y también el de atrás, también durante el viaje pude ver mi casa y también otros coches y por último la parte graciosa del viaje era cuando el bus chocó contra una barra de pasaje. Cuando llegamos a la cárcel y entramos había un grupo familiar que al parecer un amigo o un familiar suyo estaba condenado por un delito, nos miraban y ahí me sentí mal y a la vez sentí empatía con esos familiares ya que creo que ellos experimentó humillación o indignados, después el educador nos pidieron el DNI y también que pasáramos por una puerta metálica. Ahí estaba un poco nervioso porque me daba miedo que sonara, luego de un rato me fijé cómo era todo, es decir, las paredes, las columnas etc... Me parecía sosa la decoración, posteriormente entramos donde estaban los presos, lo que me sorprendió era que no había guardias con un rifle o algo así pero ni siquiera tenía una pistola. El educador nos explicó qué había en la cárcel (campo de fútbol, piscina y más estructuras), después fuimos al módulo seis en el que ahí nos guiaba un preso en el que nos explicó cómo era su día a día y eso me sorprendió porque era casi la misma rutina de un instituto, luego fuimos a la biblioteca en la que me fijé en un libro de la Guerra Civil Española. Después fuimos a la sala de informática, el preso nos explicó que allí se hacía el


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curriculum vitae pero lo que no entendí era que ¿Cómo podía usar el Wikipedia si el internet está prohibida? Después subimos unas escaleras en que el preso dijo que era el taller y una actividad que consistía en que nos metieron en una celda y luego expresar cómo nos sentíamos ahí adentro. Yo tenía la sensación de que estaba vigilando ya que la ducha sólo estaba como tres metros de las camas y a la vez también sentía tristeza por los presos que tenía la condena de más de diez años. Después de esa actividad fuimos dividido en tres grupos y a nuestro grupo nos tocó con el psicólogo y con tres presos en la que en ahí nos preguntó si habíamos fumado una vez o si bebemos alcohol, también nos contó sus historias de cómo llegó a la cárcel y un preso me eligió como portavoz y ahí estaba nervioso y un poco preocupado. Después nos reunimos todos y los presos nos cantaron tres canciones y luego tuve que salir para contar mi experiencia y me divertí con mis compañeros.

HAO JIE CHEN


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VISITA CÁRCEL DE TEIXEIRO Salimos a las nueve de Pontedeume, veía como se iban alejando las casas tan familiares. Observamos prados inmensos y muy verdes, típicos de aquí de Galicia. También de repente escuchábamos la oscuridad tan fría de los túneles pero pronto ya volvíamos a ver esos prados tan bonitos. Tuvimos un susto porque al pasar por el peaje chocamos contra una barrera pero por suerte no pasó nada. Después de cuarenta y cinco minutos llegamos a la cárcel. Al entrar tuvimos que pasar por un detector de metales, y tuvimos que dejar el dinero y los móviles en el bus. Había mucha seguridad dentro. Nosotros fuimos al mejor módulo de toda la cárcel, se podría decir hablando de hoteles, a uno de cinco estrellas. Allí los presos nos enseñaron las instalaciones, y nos explicaron cual era su día a día. También nos dieron una charla sobre sus experiencias, nos dijeron cómo habían acabado allí y nos hablaron del mal que hacen las drogas. Al final de todo nos cantaron unas canciones muy bonitas. La vuelta en bus se me hizo corta porque vine hablando con mis compañeros sobre la experiencia que tuvimos ese día. MANUEL SÁNCHEZ


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VAMOS A LA CÁRCEL !!! El martes pasado los alumnos de 3º fuimos de visita al centro penitenciario de Teixeiro, a ver el módulo de la UTE. El camino era más o menos de una hora, pero a mi, se me hizo muy corto. No iba atenta al camino, pero por lo que me han dicho, fue todo autopista y al final monte. Al bajar del autobús mi sorpresa fue bastante grande. Nos encontrábamos en una explanada rodeada de algunos árboles y el edificio de la prisión no se parecía a lo que había imaginado. Aquello parecía un instituto. Corría algo de viento, pero el ambiente era tranquilo. La entrada era bastante mísera. Había una gran puerta de cristal controlada por un funcionario que estaba tras un mostrador de cristal. Después de pasar por ella, nos hicieron cruzar un arco detector de metales donde esperaban un par de guardias. Allí había también como una sala de espera, con muchas sillas y unos baños pequeños, sucios y malolientes. Cruzamos un pasillo de cristal por el que la luz pasaba perfectamente. Este llevaba a otro pequeño edificio donde se administra el papeleo de todos los reclusos. Salimos a un pequeño patio con hierba y muchas flores de diversos colores. Tras un gran portalón también automático, ya se encontraban los diferentes módulos donde residen los reclusos.

Cada módulo era de un color diferente. No era tan oscuro como me había imaginado, pero


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excluyendo un par de dibujos que había en las paredes, aquello era bastante triste. Lo primero que nos enseñaron de la unidad de rehabilitación, fue el comedor. En la entrada, había dos llamativas cabinas telefónicas rojas, como las de las calles de Londres. Las mesas no eran demasiadas y en cada una, había cuatro sillas. En el fondo de este, había también una pequeña ventana donde los reclusos podían comprar productos básicos como puede ser un champú o un desodorante. Una de sus paredes, que era de cristal, dejaba ver el patio donde los presos pasan su tiempo libre. Era de muchos colores, muy vivos, tenían unas porterías, canastas… Fue la parte que más bonita me pareció. Nos enseñaron también una pequeña biblioteca con bastantes libros y una habitación llena de ordenadores. Otra zona muy curiosa que me gustó mucho fue una gran sala de manualidades llena de maquetas, dibujos, puzles… todo hecho manualmente por las personas que allí residen. Por último, antes de enseñarnos las celdas, nos llevaron a una pequeña habitación que me pareció muy “cuqui”. Había unas estanterías con enciclopedias, unos posters del cuerpo humano y una pequeña pizarra. Era un aula para los que estaban estudiando la educación secundaria porque no pudieron hacerla anteriormente. Lo último que nos enseñaron fueron las celdas. Eran todas iguales. Estaban situadas en un largo pasillo de puertas de color amarillo chillón, cada una con un número diferente de color azul oscuro.


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Nos dejaron entrar, por parejas, y en ellas nos cerraron unos minutos para que pudiéramos experimentar la sensación que podían tener los reclusos estando allí encerrados. Todo el mundo tuvo las mismas sensaciones: miedo, agobio, tristeza, aburrimiento… Las celdas son de unos muy pocos metro cuadrados: En una esquina, nada más entrar, había una muy pequeña ducha y un váter que era poco más que un cubo. Esta parte el “baño” estaba apenas separado del resto del cuarto por dos pequeños muros de un metro de altura. Al fondo, había una litera de metal con unos colchones muy delgados y un par de sábanas que parecían frías y ásperas. Al lado de esta, un pasillo de poco más de un metro de ancho delimitado entre la litera y una mesita de cemento con una pequeña televisión. Tenía también un pequeño armario pero que ni siquiera puerta y que también era de cemento. De hecho, todo era de cemento. Las habitaciones eran feas y sobre todo muy frías. LAURA FONSECA


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VISITA A LA UTE DE TEIXEIRO El día 7 de marzo vinieron al instituto unos reclusos de la UTE (Unidad Terapéutica y Educativa), a hablarnos sobre su estancia allí y sus experiencias personales sobre las drogas, para su campaña “DI K NON”. Nos interpretaron una obra creada por ellos sobre lo que se pierde cuando te metes en el mundo de las drogas, y después nos hablaron sobre su vida y experiencias. El 14 de marzo fuimos a la UTE de visita, allí, en nuestra llegada al recinto, desde el bus lo único que podíamos apreciar eran las paredes de la UTE y sus altos muros. Al bajar del bus sentí empatía por los familiares que había a las puertas del recinto, esperando para poder ver a algún recluso que fuera familiar o amigo. Al entrar, tuvimos que entregar nuestro DNI y pasamos por el detector de metales, en ese instante me sentí muy nervioso por si pitaba la máquina cuando pasara por ella, pasé sin problema y se me fue esa sensación de angustia. Nos abrieron la puerta del centro penitenciario, era una puerta que funcionaba con un mecanismo de seguridad en el cual si se abría una, anteriormente se cerraba la otra ya que no podía haber dos puertas abiertas al mismo tiempo. Entramos y vimos que había varias cámaras de seguridad ya en la entrada, seguimos avanzando y vimos los diferentes bloques en los que se alojaban distintos reclusos, y la zona de enfermería y escuela, las cuales no vimos de cerca. Nos llevaron hacia el bloque de los reclusos encerrados por las drogas, donde nos explicaron su forma de pago para comprar varias cosas


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en una tienda especial, las visitas que podían recibir y las llamadas que podían hacer a la semana, al escuchar esto me sentí angustiado al pensar lo limitados que están allí dentro. Después de ver la biblioteca, el comedor, la sala de ordenadores (sin internet) y el taller, nos enseñaron las celdas : las había con dos reclusos o con uno, hicimos una actividad por parejas que era meterse en la celda con tu compañero y apuntar cinco palabras que describieran cómo te sentiste, entramos y contemplamos el reducido espacio que tenían para dormir, asearse, guardar sus pertenencias, y para su escritorio. Las celdas tenían unas puertas amarillas, metálicas, de gran seguridad que se cerraban todas automáticamente, en el momento que se cerraron me sentí angustiado por ese espacio tan pequeño, y me sentía solo a pesar de estar con un compañero, la de estar en un espacio así y esa sensación es un sentimiento que no me gustaría repetir. A pesar de eso, fue una visita entretenida, curiosa y didáctica, en la que descubrimos sentimientos que pueden tener los reclusos, aprendimos cómo se vive allí, y sobre todo aprendimos las consecuencias que tiene consumir drogas. AARÓN FILGUEIRAS


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EXPERIENCIA EN LA CÁRCEL La ida fue muy rápida un poco más de media hora, yo estaba tranquilo y por la ventanilla del autobús solo se veía autopista y monte. Yo iba sentado con Guille y me pasé todo el trayecto hablando con él y con los que estaban a mi lado y escuchando cantar a Adrián. Cuando llegamos me impresionó que estaba muy apartada de todo y que era bastante grande, después me puse a pensar en lo difícil que sería escaparse de allí ya que había por lo menos tres vallas de metal con alambre en la parte superior, una de ellas estaba electrificada y además había un muro, como anécdota me llamó la atención ver unos entrenadores del Real Madrid allí. Una vez dentro nos pidieron el DNI y nos hicieron cruzar un control y ya pasamos hacia dentro pero antes de llegar al módulo al que teníamos que ir atravesamos muchos portones de metal con motor; mientras que íbamos hacia el módulo 6 nos fueron enseñando donde estaban los demás y donde estaban el resto de instalaciones como: la biblioteca, la escuela, la piscina y la cocina, todas comunicadas por calles con pequeños jardines. Cuando llegamos al módulo 6, uno de los presos se encargó de enseñarnos todo lo que había en él: biblioteca, comedor, economato, pista, taller … y contarnos algunas curiosidades como que en la cárcel no había dinero físico, los pagos se realizaban con unas tarjetas especiales, después nos llevaron a las celdas donde nos tuvieron encerrados diez minutos, la celda era pequeña de forma rectangular, poco decorada, tenía ducha y un aseo y además una pequeña ventana con barrotes por la que lo único que se veía eran los tejados, la pista y


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las copas de unos árboles a lo lejos. Durante toda la estancia las sensaciones táctiles eran frías y lisas, todo estaba hecho de hormigón o metal, los olores o era un olor fuerte a tabaco o eran nulos y sobre los colores eran muy escasos exceptuando el módulo que visitamos, la entrada y alguna pintada que había por las calles hechas por los presos de sitios emblemáticos de Galicia. La vuelta se me hizo un poco más larga por culpa del hambre y de ir pensando en si perdería el autobús. LUCAS VILARIÑO


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VIAJE A LA CÁRCEL Al bajar del autobús, recuerdo haberme sentido apartada de la civilización con la que cuento normalmente a mi lado. Caminaba casi sin ganas de moverme y un poco desconcertada y asustada al ver lo frío que era todo, además del aire de la mañana que no distinguía el sol. Blancas cámaras apuntaban con la mirada todos y cada uno de mis movimientos con acecho, pero yo intentaba mantenerme lo más normal que podía. Después de atravesar puertas gruesas automáticas, una tras otra, llegué por fin al interior y me calmé al encontrarme con un retrato de la Torre de Hércules, imponente y elegante. Estaba dibujada en la pared junto con otros edificios conocidos, o que al menos para mí, guardaban sentido. Miraba a cada extremo del recinto para encontrar un horizonte, pero sólo lograba ver paredes, muros y un cielo azul claramente despejado. No se podía ver más allá de eso, dejando aparte algunas personas que se movían a nuestro alrededor, siguiéndonos con la mirada atentos a lo que hacíamos. Lo admito; me atemorizaban algunas cosas pero otras atraían mi curiosidad como cuadros pintados por gente del propio centro o algunas figuritas creadas en el taller como barcos o muñecas de goma eva. Me dolía ver a tantas personas allí encarceladas, añorando a su familia y la libertad que antes tenían y que no valoraron hasta que la perdieron por completo. Al menos, eso nos relataban los reclusos que vivían la experiencia de estar sujeto a un mundo con sólo el alcance informático a mano, de la Wikipedia y juegos típicos que vienen ya instalados en el propio ordenador.


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Me impresioné con la sinceridad que transmitían sus historias y después de imaginarme la experiencia de vivir así durante años cuando nos encerraron en las celdas con un compañero. No me gustaba la idea de sentirme agobiada y vigilada todo el tiempo, sin privacidad alguna. NOEMÍ CABANA


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VIAJE A LA CÁRCEL Hoy realizamos un viaje hacia la prisión de Teixeiro, una experiencia más que pienso vivir con total emoción, así que cuando llegamos y bajamos del autobús, me sentía totalmente envuelto en una mezcla de sensaciones de excitación y euforia que voy dejando salir de mí mientras me dirijo a la puerta de entrada. Llego al edificio de entrada junto a mis compañeros y detrás del cristal de recepción me encuentro a un señor de considerable edad que me mira por encima de sus gafas, a continuación paso una serie de extraños controles, en los cuales me sobra tiempo para tener una animada charla con uno de mis compañeros de viaje, ambos observamos el lugar e intentamos deducir alguna posible vulnerabilidad, mientras unas disimuladas cámaras nos siguen a todas partes. Tras pasar un imponente paso elevado y después de unas cuantas indicaciones de los funcionarios en un Edificio polvoriento y con problemas de humedad, el cual desprende un olor fuerte, pasamos al Complejo Penitenciario: a mi derecha veo con gran lujo de detalles un mural pintado con la Catedral de Santiago y a mi izquierda uno similar, pero con la Torre de Hércules, desde una perspectiva aérea. Empezamos a movernos entre los edificios siguiendo las indicaciones del personal que nos acompaña... De repente,

al doblar la

esquina comienzan unos murmullos que poco después se convierten en gritos... Son unas cuantas personas fumando dentro una pequeña valla con forma rectangular pegada a un edificio. Sobresaltado le pregunto a uno de los psicólogos que nos acompaña qué hacen allí aquellos reclusos,


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nos explica a todos que es el patio del “recreo”; el resto de presos de los otros módulos no libres de tabaco suelen acudir a clases, poco después llegamos a nuestro destino. Después de una visita guiada por el bloque de la UTE, nos permiten conocer de primera mano lo que se siente al estar dentro de una celda, se me asigna a una compañera y ambos entramos en aquella habitación, que guarda gran semejanza a un zulo; comienzo a deprimirme y siento que las paredes se cierran sobre mí. Si me hubiese visto realmente en esa situación desearía tirarme por la ventana pero como tiene barrotes me sería imposible; intento mantener la calma, me tumbo sobre la cama e intento imaginar cómo sería mi despertar. Junto a la ventana se encuentra un papel , se trata de una carta sobre un recluso que pasó varios años de su vida tras esos muros, la leo con tristeza… Nunca pensé que me sentiría tan mal; ahora mismo siento compasión por aquella gente que vive allí. Tengo ganas de llorar; parezco un animal enjaulado. Tengo ganas de salir; pero una parte de mí sigue queriendo sentir esa extraña sensación, es mi primera vez, supongo que quería exprimir ese momento hasta el final... Espero que sea la última vez que viva esa sensación, no se la recomiendo ni a mi peor enemigo. Tras varios minutos nos dividimos en varios grupos y diversos reclusos se reúnen con nosotros en una especie de corro para mostrarnos sus experiencias con las drogas, entre ellos, hay una mujer, es la única que he visto hasta este momento; todos ellos nos empiezan a contar sus historias, pero ella se mantiene al margen, quiero preguntarle al respecto pero una parte de mí dice que no remueva viejas heridas del pasado, sinceramente me he quedado con la duda…


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Al final de nuestra visita un grupo de internos nos deleita con un concierto, nos cantan diversas canciones que me emocionan. Cuando paran de tocar aplaudo con todas mis fuerzas. Nunca olvidaré sus caras de alegría al recibir nuestros aplausos. GUILLERMO OTERO


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VIAJE A LA CÁRCEL De camino a Teixeiro, mil sentimientos recorrían mi cuerpo, sobre todos notaba el nerviosismo. Estábamos llegando y por el medio de la vegetación se veía un gran edificio, la prisión es enorme. Al bajar del autobús me sentí perdida ya que no se veía nada más que la puerta por la que tuvimos que pasar. Al pasar el detector de metales y entrar en la puerta que accedía a los módulos me sentí excesivamente protegida, cuando se cerraba una puerta se abría otra y ninguna de ellas era mecánica. Al entrar por el medio de los módulos sólo se podía ver el cielo y edificios que parecían echarse encima de mí poco a poco. La prisión como describen fuera no tiene ni punto de comparanción con lo que es dentro, ya que en su interior te das cuenta de que no es malo estar ahí por como es el sitio y las demás personas que están contigo, sino que lo malo es no ver nada más que un cielo inmenso sobre ti y edificios rodeándote. También no ver a tus seres queridos o pasar 16 horas en el interior de una celda sin ningún tipo de compañía más que tu conciencia y algunas veces, compañeros (no todos se llevan bien). Al entrar en sus celdas sentí mucho agobio por pensar que dos personas tendrían que convivir casi sin conocerse y asearse en una parte tan pequeña y sin tener ninguna intimidad. Al conocer a los presos me di cuenta de que no todos son como en las películas suelen representarlos, no son esos típicos macarras que te miran con esa mirada sanguinaria por encima del hombro, sino que son personas que han cometido fallos y se sienten arrepentidos de su pasado y su confianza en la vida que los ha hecho terminar en donde se encuentran; pero no todos están arrepentidos o son tan pacíficos. Los del módulo en el que


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entramos sí que eran así y sus historias, anécdotas y advertencias me han hecho reflexionar y pensar dos veces las cosas antes de hacerlas y me han hecho darme cuenta de que no todo lo tenemos tan controlado como la gran parte de los adolescentes creemos. Su mirada triste y brillante me ha hecho sentir impotencia, impotencia por no poder ayudarles a salir de prisión, me ha entristecido saber cómo realmente se sentían y no poder hacer nada al respecto, pero de vuelta en el bus pensé que si estaban ahí y se sentían así, al salir probablemente tengan más fuerza de dejar las drogas y pensar más en sus familias. Esta experiencia me ha servido para ver lo que puede pasar por decir que sí a las drogas y los casos más generalizados, me ha parecido que estos chicos nos quieren ayudar y hacernos ver que no está todo tan bajo control como nosotros pensamos y me ha parecido inolvidable e interesantísimo que nos hayan contado su pasado para advertirnos.

ZAIRA Mª REY


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VIAJE A LA CÁRCEL Miles de suposiciones rondaban en mi mente, cortando con el filo de la inquietud, la poca seguridad en mí mismo que me quedaba. En aquel momento nadie, absolutamente nadie, podría adivinar lo que vimos durante las siguientes cuatro horas. Al traspasar aquellos muros de duda, ya adentrándonos en el interior del recinto penitenciario, nos emboscaron, sin previo aviso, la luz y el color. Aquello era magnífico, miles de dibujos alegraban las ásperas paredes y un gran número de árboles nos dio recibimiento al entrar en la prisión. Durante la visita, fuimos conociendo a muchas y magníficas personas que nos trataron con mucha amabilidad. Al llegar al módulo siete, Paco, un recluso, nos relató detallada y pausadamente las distintas partes del edificio de la siguiente forma: Lo primero que visitamos fue un comedor bastante cutre, por usar un término suave, aunque estaba bien cuidado y denotaba un esfuerzo diario por cuidar las instalaciones. Seguidamente visitamos la biblioteca, un lugar frío y oscuro con pocos libros. Después de visitar la diminuta aula de informática procedimos a hacer la parte más interesante de la visita. Durante diez largos y angustiosos minutos estuvimos encerrados en una diminuta celda que nos inundó con un profundo olor a soledad, nostalgia y cierto aire de resignación. Antes de volver, estuvimos charlando y comentando ciertos aspectos de la vida, con 4 reclusos y dos de sus encargados. Durante este coloquio, conocimos a Aboy, un convicto muy mañoso que nos regaló las


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pulseras que muchos de nosotros tenemos puestas aún hoy. También conocimos a Sergio, un preso muy amable con el que mi carácter concuerda en muchos aspectos como su gusto por las motos y muchos otros detalles. Otro de nuestros acompañantes privados de libertad era Kevin, un inmigrante venezolano, que realmente fue el que más consiguió llegarme a la “fibra sensible” pues tenía una hija esperándolo fuera. Un rapaz de cuyo nombre no me recuerdo me asombró ingratamente con su historia pues se inyectaba heroína desde los nueve años. Para despedirnos, algunos de los que en la prisión moraban, nos deleitaron con una interpretación musical que sabía a esperanza y a ilusión. ANTÓN COBELO


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MI VIAJE A LA CÁRCEL Partimos, después de habernos equivocado de autobús, en un microbús. El trayecto transcurría normal, destacando, eso sí, la velocidad a la que circulábamos, hecho que hizo que casi nos lleváramos por delante la barrera de un peaje. Cobelo y yo íbamos despreocupados cantando Mägo de Öz a capella, ya que no teníamos el móvil para escuchar los canciones que cantábamos. También me dediqué a bromear con otros compañeros. Cuando llegué allí me sorprendió el aspecto de la zona por la que entran las visitas y familias de los presos, ya que recordaba a un instituto: tenía las paredes de ladrillo a cara vista granate y unas puertas de cristal en las que se leía “Centro Penitenciario”. Allí dentro fuimos entrgándole nuestros DNIs y autorizaciones a un guardia que nos iba llamando por orden de lista. Pasé por debajo del detector de metales sin problemas, aunque llevaba un clip en el bolsillo derecho de mi pantalón. Después fuimos por una pasarela desde la que se podían ver unos jardines y nuestro microbús aparcado. Llegamos al lugar donde llegan los autobuses con los presos. Realmente ese era el único lugar donde hacía frío en la cárcel. Luego entramos en la auténtica cárcel la cual era como una pequeña ciudad en la que solo vivían presos. Allí nos explicaron que los presos disponían de: escuela, piscina, campo de fútbol, biblioteca y hasta iglesia. Avanzamos por las calles decoradas en medio. Llegamos al módulo seis, allí entramos y nos regalaron a cada uno una pulsera de cuero que tenía escrito “DI K NON”. A continuación uno de los miembros de este módulo nos explicó sus horarios y sus


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sistemas de castigos. También nos enseñó que hay un propio sistema de moneda en la cárcel, con el que pueden comprar ciertos productos. Nos llevó a su biblioteca y luego al aula de informática y luego al taller. Cabe destacar que aunque tenían ordenadores sólo tienen acceso a una red privada de la cárcel. Más tarde hicimos unas conversaciones al estilo “Alcohólicos Anónimos” con varios presos y monitores. Aquí cada uno contamos nuestras vivencias personales con las drogas. De este punto me gustaría destacar, que tanto Cobelo como yo no pudimos aguantar la risa cuando escuchamos la historia que contó Dobarro sobre cómo había visto a alguien esnifando cocaína en una acera. También aquí hubo gente que no fue del todo sincera. Y por último destacar la historia de un preso que consumía heroína desde los nueve años. También estuvimos en una celda durante diez minutos, la verdad es que se me pasó rápido el tiempo, aunque me sorprendió todo lo que había en un espacio tan reducido. En mi opinión pasé muy poco tiempo ahí dentro como para imaginarme tener que pasar tener que pasar así dieciséis horas al día durante varios años. Durante la vuelta, justo al salir de la cárcel percibí un olor a purín y pensé de dónde podría provenir, porque ni lo veía ni escuchaba el característico sonido que produce la máquina que lo esparce. Volvimos cantando, aunque a medida que pasaba el tiempo se percibía la preocupación de los compañeros que podían perder el bus, el cual, por cierto, perdieron. ANTÓN LOURIDO


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VISITA A LA CÁRCEL DE TEIXEIRO Cuando nos informaron de que nos iban a llevar de excursión a la cárcel, me hizo mucha ilusión, me parecía una excursión muy interesante ya que son cosas que le pueden pasar a cualquiera y está bien que sepamos cómo viven ese tipo de personas. En el bus me iba imaginando cómo iba a ser la cárcel, como en las películas. Pero una vez que estábamos allí todos esos pensamientos se me fueron de la cabeza y no me cuadraba nada ya que no me imaginaba para nada que fuera así. Las puertas de las celdas no eran barrotes como yo pensaba sino que eran puertas normales. Las habitaciones eran muy pequeñas e hicimos una actividad en la que nos metieron en ellas 10 minutos. Se me hicieron eternos y la verdad fue un poco agobiante. No entiendo cómo esas personas pueden aguantar 16h allí dentro. Otra cosa que me sorprendió fue que hacen talleres de pintura, de coser, de música, de artesanía y muchas cosas más. Al final de la visita nos cantaron 3 canciones y lo hicieron muy bien, la verdad fue increíble, todos nos pusimos a cantar con ellos, me he sentido muy a gusto. Que nos dejaran pasar por medio de ellos mientras estaban en su tiempo libre me asustó un poco ya que yo me imaginaba que eran personas peligrosas, pero muchos de ellos eran muy agradables. Los presos van vestidos de calle, no van con ninguna ropa en especial como yo pensaba. La verdad me ha sorprendido bastante y sobre todo los presos con los que estuvimos, al ver cómo luchan por salir adelante y salir de las drogas, al oírlos hablar sentía mucha pena ya que se les veía muy arrepentidos e impotentes por no poder salir de allí hasta que cumplan la condena. Muchos de ellos perdieron a sus familiares


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cosa que me parece lo peor que te puede pasar en esta vida… e increíblemente estos días he pensado mucho en ellos y en cómo lo estarán pasando en estos mismos momentos, en qué estarán pensando... Me hubiera gustado poder hablar a solas con uno de ellos para poder hacerle muchas más preguntas y que me contara lo que se siente al estar tanto tiempo allí. Me ha encantado la experiencia, me pareció superproductiva e interesante y volvería muchas veces más para poder verlos y hablar con ellos otra vez, para poder informarme de muchas cosas más. SOFÍA VILARIÑO


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VIAJE A LA CÁRCEL Salimos a la nueve del colegio y nos dirigimos a la cárcel de Teixeiro. Durante el viaje fui relajado y hablando con mis compañeros, por lo que no me fui fijando en el paisaje, hasta que llegamos al desvío para entrar. Desde entonces casi todo el bus permaneció callado. Solo se escuchaban las bromas que algunas personas hacían para relajarse ellas mismas. Entramos en la prisión y nos hicieron pasar por un detector de metales, tras haber pasado todos nos dirigimos a través de los diferentes módulos de la cárcel hacia nuestro destino, a medida que nuestros nervios se iban intensificando. Mirábamos a todos lados sin prestar atención a ningún lugar en concreto. Creo que todos estábamos nerviosos ante lo que nos íbamos a encontrar. Tenía un prototipo de centro penitenciario muy diferente a la realidad. Me lo imaginaba con más guardias a la vista y un poco menos animado de lo que estaba. Tras ver el lugar donde comían, llegó el momento de atravesar el patio. Yo fui el primero en salir, fui con precaución ya que era la primera vez que estaba en un sitio así. Me sentía muy observado, todos los reclusos miraban hacia nosotros justo antes de comentar algo en su pequeño grupo de personas en los que se dividían. Después de haber pasado este tenso momento,

nos fuimos a la biblioteca, donde a mí me sorprendió la

cantidad de libros que había. Tras una pequeña introducción de lo que allí se podía hacer, nos llevaron al taller donde los participantes en el programa hacían gran cantidad de cosas diferentes. Y nos volvieron hablar sobre ese sitio.


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A continuación nos dirigimos a las celdas de los reclusos participantes en este programa. Una vez allí, nos pusieron por parejas y nos encerraron en una celda durante unos diez minutos aproximadamente. En ellas una sensación de tristeza, de no poder hacer lo que quieras y una sensación de aislamiento del exterior me envolvió. No paraba de pensar en lo complicado que sería estar allí metido durante tantas horas con alguien a quien no conoces de nada. Todo esto se intensificó cuando vi las fotos de las familias colgadas en un corcho. Pero para mí el momento más triste fue cuando leí en ese corcho una breve carta que un niño pequeño le había escrito a uno de los presos que allí se alojaban. Tras este breve “ejercicio de reflexión”, comprendí que el centro penitenciario era un lugar muy duro y que los reclusos tendrían que soportar una gran cantidad de factores que deprimirían hasta al más alegre. Finalmente hicimos una charla por grupos con algunos reclusos que nos contaron su experiencia y tras que algunos presos nos cantaran unas canciones muy trabajadas, volvimos al instituto. ADRIÁN MARTÍNEZ


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MI VIAJE A LA CÁRCEL Otro día más, son las 7:00 de la mañana y el despertador empieza a tocar pero mi cuerpo me pide descansar 5 minutos más así que cojo el teléfono, adelanto 5 minutos la alarma y espero a que vuelva a tocar. Me levanto, cojo mi ropa, me ducho, me visto y bajo a la cocina a desayunar. Son las 8:10 y m madre me está bajando al instituto. Entro en clase y el timbre ya va a pitar. Mientras, medio dormidos nos empezamos a preparar para que cuando llegue la profesora, empecemos a dar clase. Son las 8:55 y vamos a dejar nuestras cosas ya que a la cárcel solo puedes llevar el DNI para que te dejen pasar. Nos montamos en el bus y empieza a andar. Mi cabeza empieza a pensar y a imaginar cómo puede llegar a ser una vida encerrado entre cuatro paredes y cómo puedes llegar a extrañar a tu familia y a la gente que te quiere. Me puse los cascos y empecé a contemplar todos los árboles y las carreteras que parece que no tienen final. Tardamos mucho tiempo en llegar. Bajamos del bus y nos disponemos a entrar y lo primero que veo es bosques y la cárcel situada en el medio de la nada. Todo era muy frío, y sonoro y sin ningún olor peculiar. Entramos por una puerta de cristal que da lugar a un mostrador en el que se encuentra el chico que nos va a “guiar”. Nos piden los carnets y nos mandan esperar. Nos están llamando por orden de lista para pasar por el detector de metales; tenemos que poner la cazadora en una cesta de plástico y luego pasar por el detector. Una vez ya todos listos, llega Bea y nos manda pasar en pareja de dos por un


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puente para llegar al centro de la cárcel. Nada más entrar, mis pensamientos cambiaron por completo ya que para mí estar en la cárcel era como estar de vacaciones; te dan de comer, tienes piscina, campo de fútbol… pero realmente lo duro que es estar aquí dentro no os lo podéis ni imaginar. Lo primero que me llaman la atención son los módulos, son de color verde pero tienen pintados unos dibujos muy característicos; un chico nos está contando que los dibujos los pintó un preso hace ya, bastante tiempo. Son muy coloridos y representan dos de los monumentos más importantes de Galicia que son la Catedral de Santiago de Compostela y la Torre de Hércules. Seguimos caminando entre las calles hasta que llegamos al módulo 6 que es el que venimos a visitar. Nada más entrar, un preso nos regaló una pulsera y otro no se empezó a enseñar desde el comedor, la biblioteca, el aula de informática, la pista, el taller, la escuela, hasta llegar a las celdas. Bea nos está proponiendo si queremos entrar de dos en dos a las celdas para que sintamos lo mismo que sienten ellos todos los días. Santi y yo nos cogimos de la mano y empezamos a caminar; pasamos la puerta y vemos unos papeles encima de la cama que tenemos que cubrir mientras que esperamos a que nos abran la puerta. Cuando veo que la puerta se está cerrando me empiezo a frustrar, solo de pensar lo que pueden llegar a sentir ellos al situarse en un lugar tan pequeño, frío y sin vistas a ningún lado, estoy deseando que abran la puerta para salir y expresar todo lo que acabo de sentir solamente en 5 minutos. Se abre la puerta y nos vuelven a separar pero esta vez en cuatro grupos de 8 personas cada uno. Nos llevan a sitios diferentes, en mi caso me están llevando a la biblioteca para que así podamos hablar con un grupo de presos que nos van a contar el porqué están aquí dentro y


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cómo se sienten después de tanto tiempo. Empiezan a hablar y solo de escuchar sus historias ya se me parte el corazón. Extraña a su familia y se dan cuenta de todo lo que llegaron a perder por no saber decir que NO. Nosotros somos los dueños de nuestra vida y somos los que escogemos nuestro futuro y ellos escogieron muy mal el suyo solo por pensar que lo tenían todo controlado. Me parecen unas personas muy valientes por habernos contado cada uno su historia, solo espero y deseo que se les pase rápido y que siga luchando por lo que quieren y que en un futuro puedan recuperar la vida que un día perdieron.

PAULA ARDAO


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VISITA CÁRCEL DE TEIXEIRO Hoy día 14 de marzo tuvimos una excursión, no una excursión cualquiera sino una visita a la cárcel de Teixeiro. Sobre las 9 nos vinieron a llamar para que fuésemos a dejar las cosas al aula de plástica, salimos del instituto y vimos un bus. Al verlo nos montamos en él, resulta que fue el equivocado, llegó ahora sí nuestro bus. Era un bus normal, como el de cualquier otra excursión, pese a que olía a productos de limpieza y hacía frío. Empezamos el viaje, en el cual fui sentada con Paula, fuimos hablando con Santi y Sofía sobre cómo nos esperábamos que fuese la cárcel, exámenes y demás cosas. Mis sensaciones eran de miedo y ganas al mismo tiempo, por la ventanilla sólo veíamos carretera y más carretera. Y cuando menos nos lo esperábamos, llegamos, era un lugar sin gente, sólo había animales y una explanada muy grande, donde nos dejó el conductor del bus. Cambiaron los olores, empezó a oler a animales, y nuestras sensaciones fueron aumentando, ya estábamos allí, no había vuelta atrás. Entramos en la cárcel, tenía una puerta que se abría y se cerraba sola, allí había un chico el cual nos acompañó durante nuestro recorrido, dejó de oler a nada, olía simplemente a aire fresco. Una profesora repartió las autorizaciones y… comenzó la aventura, empezaron a llamar por orden de lista, cada persona le tenía que dar su dni y autorización al chico y dejar la chaqueta y cinturón (si llevabas) en una caja como la de los aeropuertos, allí era el detector de metales. Todo teníamos miedo de que nos pitara, y a más de uno le tocó, ya fuese por las horquillas, gafas...Los que


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necesitaban ir al baño fueron y con un par de personas del centro entramos como en un túnel transparente, como si fuese una pasarela, las paredes estaban pintadas con colores alegres, fuimos en filas por parejas, y llegamos a un jardín, por el cual pasaban personas que iban a ver a sus familiares. Nos metieron en un garaje para explicarnos un poco el funcionamiento, explicarnos los módulos que había, las cosas que tenían: centro médico, piscina, campo de fútbol… Todo parecía muy bonito hasta que nos abrieron la puerta del garaje. Allí estaban las paredes pintadas con unos preciosos dibujos de diferentes monumentos (fueron dibujados por un hombre que había estado en prisión). Nos llevaron al comedor, donde un preso nos explicó un poco el funcionamiento de la cárcel como preso, nos explicó también el funcionamiento del comedor y lo que tenían que hacer sin incumplían alguna de las normas, también nos dijo cómo hacían si querían comprar algo y los ingresos que podían recibir. Salimos a su patio, era grande y su olor seguía siendo a aire, los colores eran muy alegres, fuimos a su biblioteca donde también nos explicaron su funcionamiento. Pasamos por el aula de informática y fuimos al taller donde practicaban algunas de sus habilidades. Luego nos llevaron a las celdas, y allí empezó el miedo realmente. Nos pusieron con una pareja y nos metieron en una durante 10 minutos, los colores ya empezaban a ser diferentes y sus olores también. Colores blancos y olor a tabaco, se cerró la puerta de la celda y todo empezó a ser nostalgia, agobio, frustración, melancolía… todo cambió aún sabiendo que no estábamos presos. Encima de la cama nos dejaron una carta bastante triste, sobre una madre que le escribía a su hijo que estaba allí. Poco tiempo fue, pero muy intenso al mismo tiempo, salimos de


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las celdas y nos dividieron en 3 grupos, bajamos y fuimos otra vez al aula taller, (mi grupo) nos sentamos en un círculo con 4 presos de la UTE y 2 personas que trabajaban en la cárcel, nos empezaron a hacer preguntas y a contarnos un poco como lo están pasando y por qué están allí. Una vez acabada esta charla nos juntamos con los demás grupos y volví a sentir tristeza ya que nos íbamos a despedir de gente que sin conocernos de nada nos contó su historia sin importarles lo que fuésemos a opinar o no. Compartimos ideas y ellos nos deleitaron con 3 preciosas canciones para que recapacitásemos

sobre

lo

ocurrido

en

esta

segunda

sesión.

Muy

alegre

de

conocerlos

más

profundamente, nos despedimos de ellos y cogimos el bus. En el bus fuimos hablando de nuestra experiencia, llegamos a Pontedeume, y yo por lo menos con muchas ideas cambiadas de lugar, había sido una experiencia completamente inolvidable, un giro de 360 grados en el cual una cárcel y la gente que está en ella no era en absoluto como yo me esperaba. Simplemente espero que el día que salgan se vuelvan a reincorporar en la sociedad sin ningún tipo de discriminación. ANTÍA LÓPEZ


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VISITA CÁRCEL DE TEIXEIRO La mañana iba como cualquier otra, salvo porque a las 09:20 Susi entró en clase de CCSS y nos llevó hacia el bus, tras casi una hora de viaje, llegamos a Teixeiro. Creo que todos teníamos el típico estereotipo de cárcel americana con tonos grises y blancos. Pero no era lo que pensábamos, las calles principales estaban vacías y en ellas reinaba el silencio. Los únicos olores perceptibles eran los que traía el viento y no se veía ningún signo de actividad humana más allá de las vallas. Conforme nos adentrábamos en las calles, poco a poco íbamos viendo más gente, hasta que llegamos al módulo 6, donde había una gran cantidad de colores llamativos, sonidos y olores. Las celdas eran pequeñas pero disponían de lo necesario. Creo que el vacío que tienes al entrar es precisamente para hacerte cambiar a base de simplemente escucharse a uno mismo.

SANTIAGO SAAVEDRA SEIJO


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VIAJE A LA CÁRCEL Al salir de Pontedeume, subimos al autobús equivocado, que tenía olor a tabaco. Nos bajamos y subimos al bueno, que este olía producto de limpieza. Cuando íbamos para la autopista el sol daba sensación de recuerdos y felicidad y empezamos a cantar canciones de hace unos años. Cuando llegamos entramos en una zona que olía algo a bosta. Luego entramos en la zona de transición de presos donde era todo frío, gris y con olor a húmedo y viejo. Al entrar en el módulo, olía demasiado a tabaco y todo era blanco y de colorines, con las paredes dibujadas. Luego entramos en la zona de celdas, todo era amarillo pero frío. Al entrar en la celda hacía mucho frío, todo era de color blanco con azul muy apagado y oscuro, con un olor muy fuerte a porros, que costaba respirar. Al salir de la cárcel, hacía mucho sol, y cuando salimos a la carretera descubrimos porque olía tanto a bosta, había un campo lleno de vacas. Salimos a la autopista y fuimos comentando como fue la experiencia y se nos pasó el tiempo muy rápido hasta llegar a Pontedeume, donde se sentía la tensión de la gente a la que se le estaba yendo el autobús.

ADRIÁN DOBARRO


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¡LA CÁRCEL! La excursión empezó a las 9 de la mañana cuando salimos en un bus que olía relativamente bien, a diferencia del que habíamos entrado anteriormente que olía a tabaco, en el transcurso del viaje yo personalmente iba mirando por la ventanilla viendo los coches pasar, a toda velocidad. Cuando llegamos a la cárcel en el aparcamiento vimos unos cuantos coches aparcados, había un olor característico. Entramos al complejo tardamos 10 minutos en pasar por el detector que estaba en una extensa sala donde nos pudimos sentar y ir al baño, algo de lo que me di cuenta es que los funcionarios de la prisión nos trataron mucho mejor a nosotros que a los familiares de los presos. Ahora si nos dirigimos a la cárcel, para llegar primero tuvimos que pasar por una pasarela, a su derecha había una miniaturas de la torre Eiffel. Después de la pasarela pasamos entre donde habíamos estado anteriormente y las oficinas, donde nos entretuvimos un poco con un topo, ahora si pasamos por las oficinas y todo cambió, los colores que antes eran vivos pasaron a ser apagados, aunque había unos murales pintados en las paredes, eran super bonitos. Tuvimos que recorrer toda la cárcel, parecía una ciudad en miniatura, ya que tenía un colegio, una lavandería, una enfermera y las casas que eran las celdas de los reclusos. No era esa parte de la cárcel la que íbamos a ver sino que era el módulo 6 o el módulo de la U.T.E ( Unidad Terapéutica y Educativa), al entrar nos dieron unas pulseras de cuero hechas a mano en el taller del módulo que posteriormente describiré, lo que vi fueron tres cabinas de teléfono al estilo de


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Londres, nos enseñaron donde comen, donde nos pudimos sentar escasamente un minuto, vimos lo que ocurriría si hacías algo mal, y el economato, donde compraban las cosas de higiene personal y ropa, ya que no le permitían a los familiares traerles ropa de fuera ya que tenían contratos con cadenas de ropa. Tuvimos que pasar una pista de fútbol, donde iba a jugar un partido de fútbol, llegamos a la biblioteca, en la cual había escasos libros, ya que los libros que había allí eran donaciones de reclusos que estuvieron anteriormente y los dejaron, pasamos a la habitación contigua que era el aula de informática, que no tenia internet, pero si Wikipedia, igual que la biblioteca era pequeña, pero esta tenía unas escaleras para subir al taller, donde había unos espejos, unos barcos de madera, hasta había una torre de Hércules a escala echa de palitos de helado. Bajamos para dirigirnos a las celdas donde nos pusieron por parejas, donde me tocó con Antón Lourido, pasamos dentro de la celda aproximadamente 10 minutos, en los cuales tenias que expresar los sentimientos que nos recorrían estando allí dentro, nosotros los tuvimos muy claros y terminamos rápidamente, y empezamos a observar con más detalle las cosas, claro que sin tocar nada, y en eso miré por la ventana y vi a los reclusos echando un partido de fútbol y a otros dos jugando al frontón. Y por último antes de volver ya para Pontedeume, o eso pensábamos, fue que nos dividieron en grupos, para ir a hablar con reclusos sobre porque estaban en la cárcel, de lo duro que era vivir allí, y como dije antes pensamos que esta era la última actividad, pero no aún tenían una sorpresa que era unas canciones, una vez terminadas las canciones, nos dirigimos a la salida del módulo 6 y hicimos el camino de principio a la inversa.


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Ya de vuelta, fui pensando sobre lo duro que tenía que ser vivir allí, ya que era un lugar que deprime hasta personas que viven en zonas con colores muy vivos, estando allí un par de horas, me imagine lo que tenía que ser vivir allí durante años, mucha gente de nosotros no seríamos capaces, cuando íbamos por el puente nos cruzamos con los buses, básicamente los perdimos. Pero, Glafira, te tengo que dar las gracias por subirme a Javi y a mí. BRUNO LÓPEZ


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VIAJE A LA CÁRCEL La noche antes de ir a visitar la cárcel apenas pude dormir, pensando en cómo sería, si me gustaría la experiencia…Del camino no voy a comentar mucho, ya que aproveché para dormir, lo que no dormí la noche anterior. Los colores del módulo son muy alegres y llamativos para sorpresa de muchos, las celdas completamente diferentes a las de las películas o series de televisión, ya que en ellas, sólo caben.las literas, el baño el cual me sorprendió mucho ya que era pequeño, el armario a conjunto con el escritorio y algunos poseían televisión en la celda. Los prisioneros, para nada parecían drogodependientes, ya que estaban bien vestidos y peinados aunque había excepciones. Lo que más me gustó de la experiencia fue el tiempo en el que hablamos con los presos. Es una experiencia que repetiría encantado y animaría a los que tengan la oportunidad de visitarla, ya que te hace reflexionar y ver de otra manera la vida.

MANU ALVARIÑO


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VIAJE A LA CÁRCEL Cuando llegamos a la cárcel sentía como unos escalofríos. Podía ser del frío ya que el lugar estaba al pie de una montaña o el hecho de no haber estado en una cárcel nunca. Nada más entrar la primera sensación que tuve fue de miedo, porque no sabía el tipo de gente que iba a haber allí. Había unas puertas que cuando las pasabas te sentías como los jugadores de fútbol, cuando están en el túnel de vestuarios, y van a salir al terreno de juego. Tuvimos que pasar por un detector de metales. Yo no pude parar de estar nervioso hasta que pasé y no hubo problemas. Mis compañeros también pasaron y se les notaba que también estaban nerviosos. Una vez pasado el detector de metales nos pasaron a explicar las partes de la prisión. La parte que más me gustó fue la biblioteca porque es el único lugar donde puedes despejar la mente y saber lo que pasa fuera de la cárcel. Acabado el trayecto hicimos unas actividades de lo más divertidas. En la primera nos metieron en una celda por parejas durante diez minutos (quizás un poco más). Nada más entrar empecé a mirar por la ventana para ver lo que los reclusos sentían. Me sentía muy triste porque solo se veían muros y no podías ver nada más, ni siquiera las montañas.


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En la segunda actividad nos pusimos en grupos de varias personas con cuatro reclusos en cada grupo. Hablábamos sobre lo malo que son las drogas y de las consecuencias que pueden causar su consumo. Una vez acabada la charla nos dieron un cuestionario que tuvimos que rellenar. Antes de marcharnos varios reclusos nos cantaron unas canciones que a mí me gustaron mucho. De camino al bus, fui pensando en lo que nos dijeron los reclusos, y con ganas de volver.

ELÍAS STYLIANOU


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VIAJE A LA CÁRCEL Estábamos en clase de sociales, a primera hora, como cualquier otro martes . Sin embargo, este día, a las 9 en punto, Susi la orientadora vino a avisarnos de que teníamos que ir al autobús para ir a ver la cárcel de Teixeiro. Dejamos las mochilas y el resto de pertenencias en la clase de plástica, porque los responsables de nuestra visita hicieron mucho hincapié en no llevar nada a excepción del DNI. Una vez listos, salimos andando del instituto y fuimos hasta la zona donde los autobuses escolares suelen dejar y coger estudiantes. Una vez allí, vimos un bus y montamos. Yo me senté en el asiento de atrás de todo a la derecha. Para nuestra sorpresa, no era el bus correcto. Bajamos de él y las profesoras que nos acompañaban aprovecharon para pasar lista. Estábamos todos. Llegó otro bus, esta vez sí el acertado, aunque mucho más pequeño que el anterior. Montamos y me situé en el mismo sitio. En el viaje, fui hablando con mis compañeros de los temas que tratamos siempre. También fui pensando en que nos encontraríamos al llegar al centro penitenciario y me dediqué a mirar por la ventanilla. Al principio, ere el mismo paisaje que tan harto estoy de ver en mis viajes a Coruña los sábados por la mañana. Pero poco a poco, fueron desapareciendo las casas y fueron dejando paso a campos que yo creo que están dedicados a la agricultura. Una vez allí, no me sorprendió que al bajar hiciera frío, ya que nos lo habían advertido. Si no fuera por el cartel que ponía: “centro penitenciario de Teixeiro” y las vallas con alambres y cuchillas en los altos ( que tan harto estaba de ver en la tele cuando hablan de los inmigrantes de Melilla ) podría


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decirse que no se notaba que era una cárcel. Nada parecido a lo que iba pensando por el camino. Entramos y nos recibió uno de los encargados de la visita que vino al centro el martes pasado. Nos pidió los DNIs y uno a uno fuimos pasando por un control de metales. Había más gente, sospecho que familias de presos, con el rostro triste. En cuanto a olores, se me parecía al de un aeropuerto. Tras el control, dejaron ir al baño a los alumnos y empezamos la visita. Pasamos por una larga pasarela cubierta que unía dos edificios, el del control y el de los empleados. Cabe destacar que los jardines eran bonitos, con estatuas y flores. También recuerdo que seguíamos a una familia de las que había visto a la entrada. Pasamos varios portalones que se abrían desde cabinas y llegamos a otros jardines que tenían dos desviaciones pero ambos unían la entrada a lo que es el recinto de la cárcel y el de los empleados. Miré a los lados y me fijé que no podía ver ningún horizonte, solo vallas y edificios. La familia que seguíamos se desvió a la zona de reunión con presos y nosotros fuimos por el otro camino. Pasamos por otros dos portalones, donde nos explicaron que ahí estaban los presos que iban a ingresar o abandonar la prisión. Por fin llegamos al recinto, donde pudimos ver un montón de edificios, todos iguales. Atravesamos un buen trozo pasando por la lavandería, el hospital y diversos módulos de presos. En uno de ellos había un montón de hombres fumando que se notaba que estaban allí por serios problemas de adicción. Llegamos al módulo 6, el único apto para visitas, donde los presos buscan la reinserción en la sociedad. Nos recibieron los mismos presos y vimos a los que nos visitaron el martes pasado. La planta baja me


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recordó mucho a mi colegio de primaria, incluido el patio, con grafitis y de suelo gris. En la planta baja estaba el comedor y diversos corchos con información. En cuanto a sensaciones, las paredes estaban frías y no había un olor característico, simplemente no olía. Atravesamos el patio y entramos en la otra parte del módulo, primero en la biblioteca. NO es ni una quinta parte de lo que es la nuestra. Los presos pueden coger libros, pero son escasos, así que también pueden pedir otros de la biblioteca central de todos los módulos. Pasamos al aula de informática, donde había un gran número de reclusos, la mayoría mirando la Wikipedia, porque al parecer sólo tienen eso y cuatro juegos. Subimos al aula de manualidades y tengo que decir que quedé maravillado. Algunas de las obras que había allí eran dignas de estar en un museo, como una Torre de Hércules que estaba hecha con palitos del café. Por último, vimos la escuela, una sala completamente normal y vacía. Se podía apreciar otra sala más pero no pusieron interés en enseñarla. En todas estas salas seguía esa sensación de frío y sí, había colores, pero no transmitían energía positiva, como si estuvieran apagados, o tal vez esto se debe a como me sentía yo. La verdad, no me importaba las salas anteriormente citadas, mi mente estaba ansiosa por ver las celdas. Por fin, mi deseo se hizo realidad y subimos a un largo pasillo con puertas amarillas a los lados. Nos propusieron un ejercicio de meternos por parejas en las celdas durante 10 minutos, pero escogidas por ellos porque los presos no tienen el derecho de escoger a quien quieran. Entré en la celda con Laura Durán. Una vez dentro, vimos que las celdas no eran más grandes que una cocina. Eran blancas y también tenían un azul apagado, había dos literas de colchones y


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almohadas my duras. También tenían tele, cosa que me sorprendió, aunque cuando me dijeron que tenían que pasar dentro dieciséis horas, me pareció que se quedaba corta. Debe ser un verdadero infierno. La verdad, me habría gustado que el ejercicio durara más tiempo, porque quería llegar a sentirme como ellos. Al mirar por la ventana, vi un par de árboles y el módulo de enfrente. Por supuesto, la ventana tenía rejas. También había un corcho con un calendario en el que los dos ocupantes iban marcando los días que pasaban de su condena. Por último, los baños. Al verlos, me sentí fatal. Ni una puerta tienen, el váter no tiene para sentarse no respaldo, y la ducha estaba llena de cubos que emplearían para su tarea de limpieza de los domingos. Desde luego, pasado un mes allí, la intimidad no te debe importar mucho. Se abrieron las puertas y fuimos a realizar la penúltima actividad, un coloquio con los presos. Fue muy interesante, los presos contaron sus historias y los alumnos lo que sabían sobre el tema. Al final, un grupo de presos compuestos por algunos miembros del coloquio, cantaron unas canciones. En el camino de vuelta poco debo decir, porque fue exactamente igual. Cogimos el bus y esta vez fui comparando el antes y el después, lo que imaginé y lo que no y viendo como reaparecían las casas hasta llegar al pueblo.

PABLO LAGOA


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CUENTOS DE EL CONDE LUCANOR De lo que aconteció a Juanito con su hermano Bertín El otro día hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero de esta manera: - Patronio, el otro día fui a una fiesta a Pontedeume a ver a la orquesta Panorama. Estando yo con mis amigos se me acercó una pareja de chicos mayores que yo y nos dijeron discretamente que si queríamos algo de lo que llevaban. A mí me apetecía pero dije que no ¿crees que hice bien? - Señor conde, para que actuéis correctamente os contaré la historia de Juanito y su amigo Bertín. Estaban los dos a punto de acabar la carrera de física teórica y se fueron a una fiesta para celebrarlo. Bertín bebió unas copas de más y cuando unos extraños se acercaron y les ofrecieron cristal, Juanito se negó pero Bertín dijo que sí. Al lunes siguiente Bertín no se presentó al examen que tenían porque la noche anterior le había dado una sobredosis y estaba en el hospital. Juanito y Bertín dejaron de hablar porque Bertín se había vuelto adicto. Unos años más tarde Juanito había ganado diversos premios y tenía éxito en su campo. Un día que iba andando por la calle se encontró a un hombre tirado en una cuneta desmayado; se acercó a él a darle limosna y descubrió que era Bertín que no había podido acabar la carrera y había echado su vida a perder. - Así que, señor conde- concluyó Patronio- tenga cuidado porque un pequeño acto puede arruinar toda su vida. Al conde le gustó lo que Patronio le dijo, siguió el consejo y le fue bien. Y como a Don Juan Manuel le agradó mucho el cuento de Patronio, hizo que lo copiaran en este libro y compuso estos versos que dicen: A las drogas di que no y tendrás una vida mejor. Icía Abraira, Noelia Vieites y Sergio López 3ºA


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De lo que aconteció al gato con el perro, su enemigo Otra vez hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, de esta guisa: -Patronio, el otro día estaba yo es una fiesta en Pontedeume, para ver la orquesta Panorama. Estaba con mis amigos, y se me acercó una pareja de hombres mayores que yo y nos dijeron si queríamos algo de lo que ellos tenían. Patronio, dime qué debería hacer la próxima vez ya que les dije que no, pero quedamos en la próxima fiesta. - Señor Conde, si quiere que le de un consejo, déjeme primero que le cuente la historia de un perro al que le caían muy mal los gatos. Un buen día,a la orilla de un río se encontró con un gato al que le ofreció enseñarle a nadar. El gato que era muy astuto y sabía lo que pretendía el perro, se negó. Al cabo de unas horas apareció otro gato que estaba persiguiendo a un ratón. El perro realizó su misma estrategia y esta vez, el gato, animado, le dijo que si. Se tiraron los dos al río y el gato se ahogó. Por lo tanto, no te dejes engañar y sé astuto. A Lucanor le gustó el consejo y así lo siguió. Don Juan resumió la moraleja en dos versos: No te dejes engañar, o muy mal acabarás. Elías Stylianou, Víctor Varela , Sofía Vilariño , Xoana Abraira 3ºA


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De lo que aconteció a Antonio en el botellón de Betanzos Otra vez hablaba el Conde Lucanor con su “consejero”, Patronio. Y díjole de esta manera: -Patronio, el otro día que estábamos en las fiestas de las Peras, iba con mis amigos y unos desconocidos me ofrecieron unos porros. Yo acepté, pese a que no estaba seguro de mi decisión. Yo no quería hacerlo pero mis amigos, como ya los habían probado, me presionaron y acabé cediendo. Ya que me dijeron que si los probaba lo pasaría mucho mejor. Y la noche fue curiosa, todo lo que decíamos era motivo de risas. -Señor Conde, para que hagáis lo que me parece más conveniente, querría contaros lo que sucedió a cierta persona de un lugar muy cercano a ti. Hubo una vez un hombre llamado Antonio que era muy susceptible a probar nuevas experiencias. Un día fue a una fiesta cercana a su casa en Betanzos. Cuando estaba en ella, se acercó al lugar donde era habitual que se situase el botellón. Cuando estaba allí, se le acercó un hombre más mayor que la mayoría de personas que allí se encontraban y le ofreció unos porros. Él los aceptó porque todos sus amigos, estaban fumando y si no lo hacía quedaría mal con ellos. También lo hacía para impresionar a las personas que no lo conocían. Al final de tanto fumar, perdió los papeles y acabó por meterse en una pelea de la que salió mal parado. La policía tuvo que intervenir, llevándolo a comisaría para declarar por los delitos cometidos. El primer día lo soltaron porque no tenía antecedentes pero al fin de semana siguiente, llamó al hombre que le había ofrecido los porros anteriormente y le dijo que le compraría más. Después de mucho fumar, a altas horas de la noche volvió a meterse en una pelea y la policía volvió a llevárselo a comisaría. Esta vez se quedó en el calabozo toda la noche y por la mañana fue trasladado a prisión por reincidir en sus delitos por peleas. -Así que, señor Conde -concluyó Patronio-, si deseáis no ser juzgado por sus malas decisiones, debéis dejar de fumar porque se arriesga a ser llevado a prisión por los efectos de esta droga que te hace perder la noción de la realidad y te hace perder los papeles ante situaciones que en un momento cualquiera no tendrían dificultad para resolverse. Al Conde le gustó lo que Patronio le dijo, y siguió el consejo y le fue bien.


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Y como a Don Juan Manuel le agradó mucho el cuento de Patronio, hizo que lo copiaran en este libro y compuso estos versos que dicen: Las drogas no debes probar Porque te puedes enganchar. Manuel Romeo, Adrián Dobarro, Antía López.3ºB


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De lo que aconteció a una chica con unas “pastillas de colores” Otro día hablaba el conde Lucanor con su consejero Patronio y díjole de esta manera: - El otro día, Patronio, estábamos en la fiesta de las Peras. Iba con mis amigos y unos desconocidos nos ofrecieron unos porros. Mi amigo Pancho, bajo su insistencia, los acabó aceptando. ¿Debería haberlo hecho yo también? - Señor conde- dijo Patronio -para que hagáis lo que me parece más conveniente, querría contaros lo que le sucedió a una joven adolescente que tenía un grupo de amigas mayores que ella. Estas la presionaban para que mantuviera relaciones íntimas con algún chico. Un día le presentaron a un chico al que ella no conocía de nada y que era muy guapo y atractivo. Se hicieron amigos pronto y durante una fiesta él le propuso sexo. Ella dudó al principio pero aceptó al recordar la insistencia de sus amigas y cómo se reían de ella cuando decía que no se atrevía. Como era su primera vez, estaba nerviosa y él lo notó rápidamente. Le ofreció unas pastillas asegurándole que le ayudarían a sentirse mejor, entonces confió en él y las cogió sin saber que serían perjudiciales para su vida. Quedaron varias veces antes de que volvieran a empezar las clases y cada vez que lo hacían, ella se tomaba unas pastillas y mantenía relaciones con él. El primer día de clase, no tardó en darse cuenta de que todo el mundo la miraba mal y se burlaban y reían de ella. Descubrió al final de la mañana que el chico con el que se había estado acostando, había compartido en varias redes sociales vídeos de ellos dos haciéndolo. Todo el mundo los tenía y los habían visto. Además de eso, el chico, la había vuelto adicta a aquellas pastillitas de colores que siempre le daba. Cada vez sentía más dependencia de ellas, y sumado al problema de los vídeos, que no se pudo arreglar con el paso de los meses, sus padres y ella no tuvieron más remedio que volver a empezar su vida en una nueva ciudad, alejada de aquella. -Así que, señor conde- concluyó Patronio -no porque alguien, incluso quien crees que es tu amigo, te insista en hacer algo, tú debes aceptarlo si no estás seguro de que es lo que quieres, ya que podría ser perjudicial para tu vida. El conde siguió el consejo que Patronio le había dado y le fue bien. Y, como a don Juan Manuel le agradó mucho el cuento de Patronio, hizo que lo copiaran en este libro y compuso estos versos que dicen: “ las drogas no debes probar porque a ellas te puedes enganchar “ Hao Chen, Miguel Pérez, Javier Pouso y Laura Fonseca; 3ºESO B


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De lo que aconteció a Josito el cuervo con Fulgencia la paloma Otra vez hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, de esta manera: - El otro día estaba yo en una fiesta en Pontedeume para ver a la orquesta Panorama. Estando con mis amigos, se me acercó una pareja de desconocidos mayores que yo y me dijeron discretamente si queríamos algo de lo que llevaban pero lo rechacé… ¿Hice bien? - Señor Conde, para que actuéis correctamente os voy a contar la historia de una paloma y Josito el cuervo. Josito controlaba un pequeño huerto lejos de la fuente donde se reunían todos los pájaros para criticar al cura de la parroquia Justino el Gallo. Allí cosechaba docenas de plantas de las que extraía una gran cantidad de polvo blanco muy adictivo. Josito había quedado con sus clientes esa misma tarde. Fulgencia, la paloma, siguió a los clientes de su novio para ver para qué servía ese polvo blanco que les había vendido. Tras ver los terribles efectos que el polvo le causaba a aquellos pájaros, Fulgencia abandonó a Josito. Este cayó en una profunda depresión y comenzó a ingerir grandes cantidades de lo que él mismo cosechaba. Días después encontraron su cuerpo sin vida en un olvidado callejón sin salida cubierto de basura por una sobredosis. -Así que, Señor Conde- concluyó Patronio- si no quiere acabar como el cuervo, olvidado por el mundo y lejos de sus seres queridos, no se involucre en ese mundo. Al Conde le agradó este consejo, lo siguió y le fue bien. A Don Juan Manuel le gustó este cuento y ordenó ponerlo en este libro con los siguientes versos. “A las drogas di que NO, y tendrás una vida mejor.”

Adrián Martínez , Valentina Araoz, Noemí Cabana y Guillermo Otero 3º A


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De lo que aconteció al conejo Luis en el huerto de Janfry Otra vez hablaba el Conde Lucanor con Patronio “su consejero” y díjole de esta manera: - Patronio, el otro día, estaba en las fiestas de las Peras e iba con mis amigos y me ofrecieron unos porros, los probé y me gustaron mucho. Patronio,¿ crees que debería seguir tomándolos de vez en cuando? - Te voy a dar mi opinión y mi consejo contándote una historia de un conejo. - Señor conde, hubo una vez un conejo llamado Luis, que debido a la pobreza de sus padres se tuvo que cambiar de madriguera y a su vez, de colegio. Al llegar al nuevo colegio se juntó con conejos unos años más mayores que él. Ellos muchas veces faltaban al colegio para ir a la huerta de Janfri a comer unas zanahorias aunque esto era muy peligroso ya que Janfry tenía toda la finca vallada y llena de trampas. Sus padres lo avisaron muchas veces de que no debía ir. Durante varias semanas lo invitaban en las horas libres pero siempre decía que no, hasta que un día accedió a ir, consiguieron llegar a las zanahorias y las probó, eran las mejores zanahorias que había probado nunca, los siguientes días siguió yendo y nunca le pasaba nada y fue creando una gran adicción a las zanahorias de Janfry. Otro día uno de sus amigos quedó atrapado en una de las trampas y no pudieron hacer nada para salvarlo, pero le gustaban tanto esas zanahorias que siguió yendo. Pasados unos días, Janfri dejó preparadas unas zanahorias envenenadas y todos los conejos murieron ya que no se fijaron en el estado de las zanahorias. -Así que, señor conde, no debéis seguir tomándolos ya que te hacen perder el control sobre tus actos y anulan tu voluntad. Al conde le gustó lo que Patronio le dijo, y siguió el consejo y le fue bien. Y, como a don Juan Manuel le agradó mucho el cuento de Patronio, hizo que lo copiaran en este libro y compuso estos versos que dicen: Si tu vida no quieres perder en las drogas no debes caer. Lucas Vilariño , Laura Durán , Bruno López y Adrián Castro . 3º B


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