Älvaro pousa

Comenzaba el partido y mi sistema circulatorio no paraba de bombear sangre, al igual que mis glándulas sudoríparas que no cesaban de segregar sudor. Era hora de saltar al campo, mis piernas se flexionaban hacia abajo para tomar impulso hacia arriba y efectuar un salto recto. Pasaban los minutos y el contador seguía a cero, mis piernas corrían veloces como la carrera de un espermatozoide a su meta, “el ovulo”. Perseguía a mis oponentes para arrebatarle el esférico, cual leopardo tras una gacela en medio de la sabana africana con sus pequeños pulmones exhaustos. Minuto 89 : me deslizo con el balón por la banda del campo como si fuese una célula a través de mi organismo. Pero de repente un defensa impacta su pierna contra mi tibia provocándome un dolor momentáneo. El árbitro pita la alta a mi favor, yo tumbado en el suelo mientras mi mente descansa tranquila al saber que me encuentro bien. Me dispongo a tirar la falta, impulso hacia atrás todos los huesos mi pierna izquierda para poder disparar con la parte interna de mi pie, lanzo el esférico dibujando una parábola perfecta, que roza las huellas dactilares de la epidermis de las manos del arquero, para acabar impactando en el fondo de la red. El público de todo el estadio se alza con un único objetivo, el de entonar desde lo más hondo de sus cuerdas vocales la palabra GOOOOLLLLL. Álvaro Pousa 4º ESO B