Virginia Woolf fuera de contexto

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Virginia Woolf fuera de contexto Agustín Aguilar Tagle*

Y la recomendación en trino lleva la firma de Virginia Woolf. Apenas leí la cita, enarqué las cejas y pensé, parafraseando a Samuel Beckett: "Algo hay que falla ahí".

Citar fuera de contexto es o debería ser un delito tan grave como el plagio, porque su comisión obliga a una persona a decir cosas que no dijo o que no escribió, o que dijo precisamente con un sentido distinto o incluso absolutamente contrario. Y esta falta, prima hermana de la difamación, se agrava cuando el citado es finado y ya no tiene manera de desmentir lo que alguien dice que dijo. Por eso, los lectores nos vemos en la penosa necesidad de señalar la malversación literaria.

Es el caso de una cita que trina por ahí, fuera de contexto (como la mayoría de las citas en las llamadas redes sociales).

"No es necesario apresurarse. No es necesario brillar. No es necesario ser nadie más que uno mismo." No need to hurry. No need to sparkle. No need to be anybody but oneself.

Estoy citando a Beckett fuera de contexto, lo que hace de mi "cita" una paráfrasis, como lo advierto inmediatamente, hecho que libera al genial irlandés de cualquier responsabilidad: soy yo y sólo yo quien está hablando, aunque imite la voz del autor de Cómo es (Quelque chose là qui ne va pas), traducido por uno de nuestros más eminentes poetas: José Emilio Pacheco.

VOLVEMOS CON VIRGINIA

DIGRESIÓN

Como muchos grandes escritores, Virginia Woolf es víctima de sus nolectores, quienes difunden trozos de sus textos fuera de sus contextos y casi siempre los convierten en "pensamientos" "edificantes" que bien podrían salir de la pluma de cualquier gurú del emprendimiento (plaga que ha infestado el mundo y que, por descuido de todos, ha enturbiado el concepto de "inteligencia"). Y el problema es que desde 1941 Virginia, como otros escritores, perdió la capacidad de defenderse de los infundios disfrazados de encomios y homenajes. Siempre ha existido el gusto por citar sin tomarse la molestia de leer a los citados (recuérdase la sección Citas citables de la revista Selecciones del Reader's Digest, publicación gringa que le ahorraba a su lectores la molestia de leer y le regalaba la sensación de vivir dentro de la cultura universal y abrevar de su inteligencia); pero hoy este gusto se ha convertido en la deleznable práctica de endilgar a mentes brillantes ideas blandengues, sacando sus palabras de contexto o haciéndolas firmar frases que nunca dijeron y que nunca escribieron.

Si, es cierto, en el sexto párrafo del primer capítulo de Una habitación propia, Virginia Woolf escribe: No need to hurry. No need to sparkle, No need to be anybody but oneself. "No es necesario apresurarse, no es necesario brillar, no es necesario ser nadie más que uno mismo".

Woolf describe lo servido en el almuerzo (lenguado en crema, perdices en salsas y ensaladas, coles de Bruselas, vinos exquisitos) y el efecto de las viandas entre los comensales: un dulce relajamiento que hace de la indolencia intelectual el mayor gozo espiritual.

Pero la lectura de todo el párrafo nos permite entender claramente que la escritora recurre a la ironía para describir el ánimo de relajamiento que le tocó vivir durante cierto almuerzo en cierto comedor de cierta universidad, un bello día de octubre (in fine October weather).

¡Está describiendo el estado de ánimo que produce una comida burguesa y opípara, no un proyecto filosófico ni un ideal humano! Transcribo de la misma autora la explicación de sus palabras (líneas más adelante): "...en otras palabras, qué agradable le parecía a uno la vida, qué dulces sus recompensas, qué trivial este rencor o aquella queja, qué admirable la amistad y la compañía de la gente de su propia especie mientras encendía un buen cigarrillo y se hundía en los cojines de un sillón junto a la ventana."

Concluyo, aliviado, que Virginia Woolf NO propone para los seres humanos lo que Giovanni Pico della Mirandola atribuye a los vegetales y a los animales en su Discurso sobre la dignidad del hombre, donde el italiano afirma con luminosa contundencia que a nosotros "el Creador" nos otorgó la libertad de recrear nuestra propia vida y construir nuestro propio ser.

En las palabras devueltas a su contexto, la autora citada NO está sugiriendo un programa contra la angustia de ser (dejarse llevar por la naturaleza y acomodarse a la felicidad de quien evita el esfuerzo de construirse a sí mismo), sino que solamente describe un estado de ánimo en un momento determinado: un banquete en Oxbridge.

El "regalo divino" (la libertad de ser lo que se nos antoje) nos vuelve seres ansiosos, seres con urgencia de ser, individuos con el legítimo deseo de trascender e ir más allá de lo que la madre Naturaleza nos Ladicta.autora de Las olas siempre corrió hacia sus deseos, siempre quiso brillar, siempre buscó ir más allá de sí. Su obra literaria es la narración de sus ansias. Sospecho, además, que sus padecimientos, sus depresiones y su suicidio están íntimamente ligados al profundo deseo de escapar de las tragedias constantes (y recurrentes) de su vida.

Escuela Bancaria y Comercial

*Responsable del área

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En cuanto a vivir como alcachofa o como un árbol feliz de Bob Ross, diré que yo prefiero el progreso de mi propia existencia, aunque eso me exija un esfuerzo mayor. Sin embargo y en mi defensa, debo que dicha elección no me impide disfrutar de festines capaces de en un paramecio que languidece tras el ágape, satisfecho de ser... eso: un paramecio glotón. Gaudeamus igitur! de la

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