Revista

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El eje principal de la educación por competencias es el desempeño entendido como “la expresión concreta de los recursos que pone en juego el individuo cuando lleva a cabo una actividad, y que pone el énfasis en el uso o manejo que el sujeto debe hacer de lo que sabe, no del conocimiento aislado, en condiciones en las que el desempeño sea relevante” (Malpica, 1996). Desde esta perspectiva, lo importante no es la posesión de determinados conocimientos, sino el uso que se haga de ellos. Bajo esta óptica, para determinar si un individuo es competente o no lo es, deben tomarse en cuenta las condiciones reales en las que el desempeño tiene sentido, en lugar del cumplimiento formal de una serie de objetivos de aprendizaje que en ocasiones no tienen relación con el contexto. Este criterio obliga a las instituciones educativas a replantear lo que comúnmente han considerado como formación. De ahí el hecho que los modelos educativos basados en competencias profesionales implican la revisión de los procedimientos de diseño de los objetivos educativos, de las concepciones pedagógicas que orientan las prácticas centradas en la enseñanza (y con ello, la propia práctica educativa), así como de los criterios y procedimientos para la evaluación. Un programa educativo diseñado bajo el enfoque de competencias profesionales requiere de un modelo pedagógico en donde el aprendizaje se conciba como una modificación de los esquemas mentales de los estudiantes y que además de buscar el desarrollo pleno del individuo, otorgue un papel activo a los alumnos a efecto de favorecer su autonomía, propiciar autoaprendizajes y potenciar la capacidad de aprender a aprender; asimismo, debe estar orientado hacia la consecución de aprendizajes significativos y, también, debe tener la capacidad para crear los ambientes propicios a fin de que el alumno se involucre creativamente en el proceso de su propio aprendizaje. Este modelo no puede ser otro que el constructivismo. Así, pues, al tener como fundamento el paradigma constructivista, un programa educativo debe descansar sobre los postulados del “aprendizaje significativo”. El aprendizaje significativo requiere de diálogos y experiencias grupales en las cuales nuestros estudiantes tengan oportunidades para trabajar colaborativamente en la construcción de significados y en la búsqueda de soluciones a determinados problemas. La función de cada docente que adopte un currículo de carácter constructivista es estimular y brindar experiencias de aprendizaje y actividades de apoyo que involucren al estudiante en el pensamiento crítico, el aprendizaje constructivo-reflexivo, la acción social y la acción creadora. El currículo constructivista brinda espacios para la construcción crítica del conocimiento, en lugar de servir para su mera transmisión acrítica. Las tecnologías de la información han abierto posibilidades antes desconocidas en los procesos educativos, pues constituyen herramientas de apoyo a formas novedosas de enseñanza, aprendizaje, investigación, creación y evaluación. Su integración a los procesos de enseñanza hace necesario concebir el diseño de ambientes de aprendizaje que incluyan una diversidad de actividades y experiencias formativas virtuales. En este contexto, el portafolio electrónico (portafolio-e) ha probado ser una herramienta efectiva para promover la reflexión en forma sistemática del aprendizaje significativo y la acción transformadora. En el portafolio-e, los estudiantes -responsables de construir conocimientos y significados desde su propio aprendizaje- podrán contar con una herramienta para el aprendizaje reflexivo y la autoevaluación, así como, con espacios virtuales auténticos para el aprendizaje significativo y transformador. Estos espacios de reflexión le permitirán, a su vez, profundizar y valorar sus propios procesos de aprendizaje con miras a replantearlos, enriquecerlos y transformarlos. A esos fines, se propone el uso de un portafolio-e reflexivo-formativo como herramienta para facilitar la reflexión y la transformación de nuestros educandos.

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Revista Lápiz-Cero


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