Los escribas sep oct nº 4

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Los escribas

Divulgaci贸n literaria y Artes visuales

N潞 4 septiembre - octubre 2015


Editorial Llega octubre y con él la aparición del cuarto número de la revista de divulgación literaria Los escribas, nos complace saber que ha sido de su agrado trascendiendo más allá de nuestras fronteras, aumentado la cantidad de nuestros lectores. Iniciamos con dos nuevas secciones, una de ellas es “Entre voces”, una mirada a dichos y hechos de creadores e intérpretes artísticos; la segunda dedicada a “Reseñas de libros”. Ya contamos con un sitio directo en Internet: www.revistalosescribas.com al que pueden ingresar para leer, comentar y descargar las colaboraciones de la revista. Como siempre están presentes artículos, ensayos, cuentos y poesía; agradecemos la colaboración de los escritores nacionales y del extranjero. Los invitamos a que disfruten del contenido que hacemos especialmente para ustedes, reciban un afectuoso saludo.

Dirección

Gabriela Jiménez Vázquez.

Alberto Calderón P.

Koryna Hernández Hernández

Jefe de Redacción

Jorge Enrique Escalona del Moral

Maricarmen Delfín Delgado.

Rodolfo Cisneros Márquez

Consejo Editorial

Juan Pérez Salazar

Twitter: RevLos_escribas Facebook: los escribas Correo: rev.elescriba@gmail.com Página: www.revistalosescribas.com Issuu: Revista Los escribas La revista Los escribas es una publicación bimestral sin fines de lucro que se produce en la ciudad de Xalapa Enríquez, Veracruz, su distribución es gratuita. Si deseas colaborar con trabajo literario, suscribirte o apoyar económicamente para su sostenimiento envía tu solicitud a nuestra dirección de correo.


Índice Espejo roto Ma. Dolores Reyes Herrera 4

El baúl Alberto Calderón P. 32

Una noche especial Serpiente de baldosas para la soledad Laura Pini 5

GDC 36

Mi tristeza Pragmático

Lili Varela Farca 43

Koryna Hernández Hernández 7

La primera vez

El pan es nuestro cada día

Luis Grados Martínez 45

Maricarmen Delfín Delgado 9

Sin Código Postal Rodolfo Cisneros Márquez 46

50 años de Beber un cáliz José Miguel Naranjo Ramírez 14

La apropiación de la voz narrativa en los relatos etnográficos

Morirás a las seis…o un poco antes

Ángel Martín 48

Filemón Zacarías García 16

A contra olvido

Entre voces

Eduardo Cerecedo 50

Jorge Enrique Escalona del Moral 18

Miscelánea

Mar de cautivos y Beso marino Gabriela Jiménez Vázquez 20

Breve semblanza Gwenn-Aëlle Folange Téry 22

Concurso de anécdotas Lilitt Tagle 24

Compañero Oralia Méndez Pérez 30

Juan Preciado - Juan Rulfo: realidad y fantasía. Martha Cupa León 28

53

No somos copia de Dios José Anaya 54

Fale Ferga la Fida Gabriel Fuster 57

Polvo Moisés Valdivieso 58

Fragmento de poema “Pesadilla” Roberto Rosales 60

Décimas Mario Soto Millán 61


Espejo roto El espejo de la ciudad se ha roto,

las pirámides quedaron en ruinas,

se yerguen rascacielos en busca del sol.

Olvidan el suelo, aquella simiente que vive con hambre, olvidan el aroma de las yerbas que desterraron… donde ellos fueron levantados.

MA. DOLORES REYES HERRERA MÉXICO


Serpiente de baldosas para la soledad Laura Pini Con la promesa de una acuarela de flores, recibió la profecía de que tendría tres hijos

Tuvo más de tres hijos, muchos más. Sonrisa dulce de día, perversa de noche. Profesión: payasa. Antes de salir maquilla su rostro con la tradicional pintura blanca. Pone delineador negro en el párpado superior y una fina línea dorada en el inferior; la sombra es lila. Bajo el ojo derecho coloca un camino de diminutas lunas nuevas, púrpura, que simulan lágrimas y bajo el izquierdo otro de estrellas verde Brescia. En la punta de su nariz hay un corazón azul Copenhague. Una pequeña boca rosa mexicano con sonrisa falsa, oculta su perpetua expresión de tristeza. Pese a tanta pintura, sus ojos gris acero sobresalen. La peluca, de cabello lacio, es del color del jade. Su vestido, casi siempre blanco, tiene lunares de colores. Usa medias de rayas y enormes zapatos amarillos. Klauna recorre las plazas públicas, los amplios camellones y los parques de la ciudad presentando su espectáculo. Ha probado de todo: clavas, globos, burbujas, títeres, zancos. Aprendió a reírse de sí misma y a cautivar a los niños. Uno a uno los fue conociendo. Se dio a la tarea de sacar de la calle a cuantos pudo, pero solo se llevó a los que nadie echaría de menos. La casa estuvo llena en diciembre. Al principio la vida era rosa parisino sobre azul Danubio: niños contentos, limpios, bien alimentados, ropa nueva, educación en casa. La novedad era correr por el enorme jardín con los zapatones. Las carcajadas eran inevitables cuando alguien tropezaba o iba a dar al suelo. Las niñas que se veían más desvalidas se encariñaron con ella, pero el vínculo no permaneció. Hacia junio, todo fue caos. Unos quisieron regresar a las calles y a la mendicidad, otros retomaron el camino de las adicciones, algunos el de la violencia, aquellos solo parecían extrañar la mugre y unos más, su libertad. Pronto, lo que se llenó fue el jardín. La sombra de los árboles amparó a la mayoría.


Una serpiente de baldosas aguamarina y mora pálido se desliza lentamente alrededor del lugar. Tres grandes macetas rectangulares de cinc, en una de las esquinas, complementan la decoración. La casa está vacía de nuevo. Jamás recibió la acuarela; no la necesita y no entiende el porqué de la promesa. En octubre llegaron tres bebés; uno fue abandonado en la basura, otro en un terreno baldío y el último en plena calle. Klauna se siente sorprendida pensando que al fin, la profecía se cumplió. No sabe nada acerca de los padres de estos niños. Piensa quiénes y cómo serán: ¿La sola pobreza los habrá obligado a desampararlos? ¿Todas las madres se encontrarán solas y sin hogar? ¿Alguno de los progenitores estará en prisión? ¿Consumirán drogas? ¡No le importa! Cree que siendo recién nacidos la historia será diferente. Uno de los bebés llora la mayor parte del tiempo; otro parece no querer despertar nunca; el tercero no duerme. Una lluvia sepia empezó a empantanar su mundo: llantos que sus oídos detestan, comidas interminables, baños, cambios de pañales. Una cálida tarde de mayo los sacó al jardín. Observó con detenimiento los tres macetones color gris frío. La profecía debió haber dicho: tu destino es la soledad.


Pragmático Koryna Hernández Hernández

Silencios confinados en tu rincón más secreto, faro de luz en tu camino son tus realidades y preceptos.

Ojos tristes, estáticos como rocas en el mar de tu mirada profunda, soy el oasis que con ansia buscas para tu sed saciar, borras las huellas en el desierto de tu entendimiento intentando no regresar.

Eres el océano que me atrae a sus dominios con quimeras que anhelas creer, la sal de tu boca llena mis oídos, te acercas y conoces mis sensaciones, quedas atrapado en redes de conversaciones buscas liberarte, muestras tu pragmatismo reino arrogante difícil de sostener.


Mi vientre será tu abismo beberás cada gota de su delirio intentarás tu corazón salvar, crearé tormentas en tus mares olas que te inviten a quemar sin temor tus rendidas naves.

Al final del vendaval te entregas a tu suerte apasionado, me muerdes, me dibujas, naviero sin muelle no me sueltes, deja el pragmatismo y sueña conmigo.


EL PAN ES NUESTRO CADA DIA. Maricarmen Delfín Delgado

Antes de la llegada del invasor español ya éramos un pueblo con tradiciones y cultura singulares reconocidas hoy en día en todo el mundo, con valores éticos y morales basados en el Huehuehtlahtolli; con una gastronomía digna de reyes, que hasta nuestros días, complace a los paladares más exigentes dentro y fuera del país. Uno de los manjares de nuestro pueblo es el pan, rico alimento tradicional imprescindible en la mayoría de los hogares mexicanos, y que cumple varias funciones en la mesa pues al colocarlo al centro lo disfrutamos como aperitivo, como acompañante de sopas y platillos fuertes, o como el plato principal con algún relleno ya sea dulce o salado. Su consumo data desde la época prehispánica, era objeto principal en las ceremonias religiosas y en la “petición de mano”; para celebrar el fin de la cosecha se ofrecía un pan hecho con harina de amaranto y miel con la forma de sus dioses. También se preparaban tortitas de maíz llamadas cocolli, que quiere decir pan torcido, y otras piezas como empanadas de maíz crudo. Investigaciones indican que los chichimecas consumían el pan de mezquite. Cristóbal Colón mencionó en una carta al reinado ibérico que al llegar a la isla La Española los indios le convidaron un pan delicioso, eran unas galletas elaboradas con harina de casabe.

Los españoles introdujeron el pan de trigo al continente americano ya que era parte fundamental de su alimentación y poco a poco los nativos originales fueron aceptándolo pues eran sometidos y forzados a cultivar el trigo, a trabajar como panaderos y a comerlo pues lo recibían como paga a sus labores. El pan elaborado con la receta española tenía muy mal sabor, tanto que ni los indígenas relegados lo aceptaban, ya que al probarlo lo tiraban.


Los patrones enseñaron a sus sometidos su elaboración y éstos complementaron las recetas originales añadiendo semillas, frutos, pulque, piloncillo, anís, canela, chocolate, todo lo que le diera un sabor especial. Con el tiempo algunos se adaptaron a consumirlo y empezaron a comercializarlo con los españoles en los mercados en el año 1550. En la Nueva España los delincuentes encarcelados (ladrones, criminales, etcétera) eran obligados a trabajar como panaderos, era el castigo y pago de su pena durante muchos años en condiciones de esclavitud y golpes, originándose aquí la fama de estos personajes como galantes y albureros pues intercambiaban dichos de este tipo con las muchachas que iban a comprar el pan, ya que ponían nombres chuscos a las piezas como calzones, besos, suspiros, pellizcos y otros más del mismo estilo. En esta época el consumo del pan se suponía exclusivo de los españoles de la clase alta, hecho en conventos por las órdenes religiosas y también en cárceles en hornos populares, con una forma muy simple redonda o alargada; cada familia de panaderos o carceleros tenía un sello con el cual lo marcaban para su identificación. Al correr del tiempo los indígenas comenzaron a cultivar el trigo y producir su pan, que gracias al dominio de la alfarería podían decorar y darle formas más estilizadas, haciendo de la masa la materia perfecta para elaborar figuras como obras de arte con diseños de todo tipo como flores, frutas y hasta animales.

Para los religiosos el pan tuvo un papel preponderante en la vida dentro de los conventos, era parte de su diario sustento, lo daban como símbolo de caridad a los necesitados y enfermos, como obsequio en señal de agradecimiento y como mercancía para recaudar fondos. Este pan tenía formas pequeñas y algunos otros como barras. Sor Juana Inés de la Cruz al estar en el Convento de San Jerónimo realizó una recopilación de recetas clásicas de las religiosas, de las cuales más del 50% son sobre la elaboración de diferentes tipos de pan. Los catequizadores intentaron prohibir el consumo del maíz pues lo relacionaban con el culto religioso a los dioses indígenas pero esto solo hubiera ocasionado hambruna y mortandad entre esta parte de la población, y en su labor de evangelización lo único que pudieron implementar es el uso de la señal de la cruz en el pan, las tortillas y otros alimentos. También impusieron en algunos pueblos cercanos a la capital el pan como elemento en los altares lo que se fue combinando con los platillos mexicanos, así los tamales, el atole y las tortillas de maíz, fueron el símbolo del vínculo con los dioses indígenas. Estas costumbres, marcar la comida con la cruz y el altar mixto, siguen conservándose hasta nuestros días. Para los criollos y españoles era una condición denigrante comer maíz y resultaba ofensivo que sus vecinos pensaran que lo hicieran, pasaban lapsos largos en los pórticos de sus casas sacudiéndose de sus ropas las migas de pan que quedaban después de cada comida.


Las variedades de pan no escapaban al elitismo, se horneaba pan de harina blanca llamada “flor de harina” para para las clases altas y pan de harina morena o corriente llamado “pambazo” o pan bajo, para los pobres. El consumo y la elaboración del pan han sobrevivido hasta nuestros días pasando por momentos cruciales para la historia de México, en la época independentista jugó un papel importante en la alimentación de los caudillos y los soldados, José Ma. Morelos encargaba en Chilpancingo un pan de preparación especial, pues no debía descomponerse ni arranciarse con el paso de los días. A partir de 1800 empezaron a llegar al país panaderos de Italia, España y Francia principalmente para asentarse con sus familias y abrir sus negocios en diferentes poblaciones, entre ellos el

italiano Manuel Maza, posterior suegro de Benito Juárez. Las panaderías y pastelerías eran negocios exitosos para sus dueños pero para sus trabajadores eran un lugar de explotación y mal trato laboral, con condiciones insalubres y con jornadas extenuantes que sobrepasaban las diez horas. El “pan de caja” se introdujo a México con la invasión de Estados Unidos en 1847, por el teniente de las fuerzas armadas invasoras Ulises S. Grant quien elaboraba el pan para los oficiales y soldados estadounidenses, estableciendo una panadería en la ciudad de México donde horneaba en moldes cuadrados la pasta del pan blanco para los sándwiches, y para el pan tostado. Ulises S. Grant llegó a ser presidente de los Estados Unidos de Norteamérica en 1869.


Maximiliano de Habsburgo se interesaba por esta situación y visitaba las panaderías para verificar las condiciones en las que trabajaban los panaderos, procurando descubrir alguna anomalía y mejorar su situación en dichos lugares. Benito Juárez preocupado por el mismo asunto dictó una ley que exigía el buen trato para los trabajadores de las panaderías como un lugar limpio, ventilado y cómodo para descansar, jornadas menores a diez horas y negar préstamos que sobrepasaran los ocho días de salario para no endeudarlos. Con el gobierno de don Porfirio Díaz se pusieron de moda las cafeterías, las pastelerías y las panaderías francesas. Díaz modernizó la fabricación del pan introduciendo maquinaria extranjera como amasadoras con motor a base de gasolina que más adelante sería a base de electricidad. En su gobierno hubo un reglamento en el cual ordenaba que las tres comidas de los

presos fueran a base de pan: pan de atole, pan con arroz y carne, pan con frijoles. También a don Porfirio le tocó ser repudiado con pan, en 1888 un sector de la población inconforme con su reelección, se manifiesta lanzando pambazos contra los simpatizantes de Díaz con una pancarta que versaba: “Coman pan, pero no le hagan la barba”. Este hecho es conocido en la historia como “El motín de los pambazos”. Después vinieron las panaderías modernas que dejaban atrás a los expendios en donde el encargado despachaba de propia mano a sus clientes, ahora las charolas con el pan estaban afuera del mostrador a la disposición del comprador para darse gusto escogiendo a su antojo. La modernización también trajo la modalidad del pan prefabricado y empacado para su compra en tiendas y centros comerciales.


El consumo y elaboración del pan ha sido una constante en la historia de nuestro país, ha ido modernizándose su elaboración y su distribución pero siempre presente en el gusto y en la alimentación de los mexicanos. Además es un alimento muy práctico pues puede llevarse fácilmente con nosotros y degustarlo a cualquier hora y en casi todos los lugares. Ni duda cabe, el pan es nuestro cada día. Además de alimentar el cuerpo y el espíritu, el pan alimenta la imaginación del mexicano con frases

y refranes que se apoyan en este popular alimento: “Es tan bueno como el pan”, “Es un pan de Dios”, “Al pan pan y al vino vino”, “Esto es el pan de cada día”, “A pan y agua”, “A falta de pan,….”, “Las penas con pan son buenas”, “El pan ajeno hace al hijo bueno”, “A pan duro colmillo agudo”. Pues ya vamos pronto a merendar, porque si nos retrasamos y no llegamos pronto a casa nos puede pasar lo que a los “Maderos de san Juan que piden pan y no les dan”.

Fuentes: Castelló, Teresa. Pátzcuaro, cedazo de recuerdos. Morevallo Editores (2007, 2 ed.) Barros,Cristina;Del Villar, Mónica. El Santo olor de la panadería. México Ed. Fernández Cueto,1992. Universidad el Claustro de Sor Juana, Colegio de gastronomía. El Arte de la Panadería Mexicana (2009).


Reseña de libro 50 AÑOS DE BEBER UN CÁLIZ. “La Gracia reposa mientras la tristeza trabaja.” Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.

“Beber un cáliz” es el primer libro publicado por el escritor y periodista Ricardo Garibay (1923-1999). La obra fue publicada en el año 1965 por la editorial Joaquín Mortiz. Hoy a 50 años de su publicación, sigue siendo una de las obras más importantes que se escribieron en la segunda mitad del siglo XX en México.

obra, es que cuando estamos fuertes, sanos, con nuestras facultades físicas y mentales en plenitud, hacemos de todo, menos reflexionar para tratar de vivir mejor. Alguien podría preguntarme ¿Qué es mejor? ¿No te parece que es una arrogancia afirmar que es mejor o peor? ¿Quién puede atreverse a dar respuesta o consejos de cómo se puede vivir? Mi respuesta es que por supuesto que nadie puede decir cómo se debe vivir, pero es innegable que hay principios básicos que pueden hacer nuestras

Para algunos especialistas la obra: Beber un cáliz, no es una novela, sólo definen el libro como un testimonio. El escritor Henrique González Casanova, sobre esta obra escribió: “En una prosa recia, clara, hermosa; en uno de los mejores lenguajes literarios que haya producido la narrativa en lengua española.” El libro Beber un cáliz, es una crónica que realiza el escritor de la agonía y muerte de su padre Don Ricardo Garibay. El relato inicia el 28 de mayo de 1962, cuando cae en agonía Don Ricardo. Es un libro de dolor, de reflexión, de preguntas, dudas, afirmaciones, esperanza del más allá, pero mientras ese más allá no llega, Beber un cáliz es un libro que te mantiene como la propia vida, en tristeza, recuerdos, y sobre todo en la realidad inevitable de la vida que es morir. La interpretación de esta obra se puede realizar desde muy diversas perspectivas, compartiré las que el escribidor percibió al momento que la leyó. El primer mensaje que encontré en esta

vidas más vivibles y un ejemplo es el siguiente. En Beber un cáliz, Ricardo Garibay describe a su padre mientras estuvo sano, como un hombre bueno, honesto, trabajador, pero al mismo tiempo un hombre frío: “Estábamos en la casa solos, él y yo. Él era un hombre colosal que oscurecía cuanto tocaba. Sus pasos cuando llegaba del trabajo, a mediodía, eran como avanzar de penumbras. Decía:


“Que hay, buenas tardes”. Éste era todo el diálogo entre padre e hijo, en ocasiones el hombre estresado por el trabajo, preocupaciones, regañaba o pegaba a sus hijos, todo ello hizo de la figura paternal, un hombre respetable, pero también temible, todo era dureza, rigidez, prejuicios y juicios. Por lo antes narrado, la pregunta que surge es: ¿Valdrá la pena tanta seriedad para vivir la vida? No olvidemos la enseñanza del maestro Ortega y Gasset, que se trata de vivir y convivir. Por lo tanto, no dejemos las cosas que pensamos ordinarias y que naturalmente no lo son, para los momentos donde ya poco valen, o si bien valen igual, no dejemos pasar toda una vida para vivirlos, porque Ricardo Garibay sobre este punto manifiesta: “Hace tres días lo llevamos a que le tomaran radiografías urgentes. Cuando acabaron me quedé solo con él y se me derrumbó helado en los brazos; sosteniéndolo palpaba sus cabellos, fríos, su piel, tirante y exhausta; vi sus ojos, que se abrían sin ver, y tenté sus manos; lo besé en la cara- Lo besé en la cara: nunca lo había hecho: tengo treinta y nueve años de edad. Era, ¿nadie? Un anciano abrumado de cansancio, acostado por la muerte, en mis brazos. Esto era el padre terrible que siempre recordé con temor o con odio o con servilismo. Momentos después empezamos a vestirlo. Él no podía resistir más.” Esta magistral obra va narrando las vivencias del autor con su enfermo padre, con su familia, y sobre todo con su interior. Su padre padecía cáncer y gangrena, la larga agonía era de un enorme sufrimiento, es por ello que el

autor hacía las siguientes reflexiones: “Hemos estado varias veces frente a este dilema: ¿Se le aplica la inyección para reanimarlo?, ¿Lo dejamos morir sin tósigos médicos?, ¿Qué debe hacerse?, ¿No estamos ya hartos de verlo agonizar? ¿De quién es la vida?, si podemos hacer que sufra menos ¿No deberíamos aplicar cuanto antes la inyección? –Míralo como está. Ya dijo el médico que no tiene remedio, que ya nada es posible, ni siquiera conveniente intentarlo.” El padre del escritor de nombre homónimo, Don Ricardo Garibay, murió un sábado 9 de junio de 1962. Cuando la muerte llegó, esta obra apenas empezó a escribirse, porque además de todo lo vivido y sufrido previo a la muerte, nos narra todo lo padecido posterior a ella: “Parece ser que la tristeza ha venido acomodándose, haciéndose aquí una casa a la medida. La tristeza, sí. Porque la Gracia, que también anega este cuerpo y este espíritu, está quieta, esperando la hora de intervenir, de hacer ascender este cuerpo y este espíritu. La Gracia reposa mientras la tristeza trabaja. Hasta que aparezca la Gracia en su tarea, la tristeza gobernará el ilimitado espacio donde yerran las miradas de mi padre, el ilimitado espacio de su memora, de su entendimiento y de su voluntad: espacio ilimitado para la tristeza.” Finalmente, si el estado de gracia algún día se hará realidad, no lo se, pero por si las dudas, mi vida me gusta disfrutarla mucho aquí, y si bien la tristeza es inevitable, tampoco tiene porque ser permanente, apuesto más por la tranquilidad que por la felicidad, y para conseguirla no hay que beber, sino solo leer: Beber un cáliz.


MORIR A LAS SEIS...O UN POCO ANTES

Vino a mí, la muerte, desnuda y sin prisa se adueñó de mi tarde. No bastaron sus heraldos en la parodia del Gempo para borrar mis unicornios urgentes… Tan solo fui, por fin, mi propia imagen en el espejo. Hicieron muGs las seis menos cuarto y los ojos lindos del universo cerraron para mí sus párpados inclementes y vinieron estas putas ganas de hacerlo todo de nuevo de no escribir epitafios de exGrparle un tumor al horizonte lejano de contarle a ese úlGmo sol colgado del limonero sobre unos ojos hermosos sobre un país extraviado de contar una por una las auroras que me quedan y de charlar con el viento y de abrazar las ideas. ¡Y cantar!

Filemón Zacarías García


¡Y bailar ese tango de rubores postergados! Pero no, el vérGgo aplastó la Utopía Inerme ante la conciencia. Fue urgente ser uno más en este concierto de zombis un número rojo en el azul profundo de mis remolinos fantásGcos una sombra desvanecida en estas seis menos cuarto. Y sin embargo, generosa la muerte me despejó el horizonte y me ató al úlGmo resquicio que me queda este día esta pluma estos amigos y el temblor comunicante de mis dedos mensajeros reforzando la burbuja… hasta su nueva visita.


Entre voces (Una mirada a dichos y hechos de creadores e intérpretes artísticos) Jorge Enrique Escalona del Moral

Lo escribieron Arturo Arredondo (Escritor y poeta. Chiapas, México. 1938): Pero tú sabes, alma mía/que ni tú tendrás piedad de mi corazón/ni yo con el tuyo/ya que los amantes son depredadores por naturaleza. (Arredondo, 2014). Eduardo Galeano (Escritor. Montevideo, Uruguay, 1940-2015): “En un mundo que prefiere la seguridad a la justicia, hay cada vez más gente que aplaude el sacrificio de la justicia en los altares de la seguridad” (Galeano, 1999). José Saramago (Escritor. Azinhaga, Portugal. 1922-2010): “Se turbó María y preguntó, Eso qué quiere decir, y el mendigo respondió, Mujer, tienes un hijo en tu vientre y ése es el único destino de los hombres, empezar y acabar, acabar y empezar, Cómo has sabido que estoy embarazada. Aún no ha crecido el vientre y ya los hijos brillan en los ojos de las madres. Si es así, debería mi marido haber visto en mis ojos el hijo que en mí generó. Quizá el no te mira cuando tú lo miras. Y tú quien eres para no haber necesitado oírlo de mi boca. Soy un ángel, pero no se lo digas a nadie.” (Saramago, 2002). Lo dijeron Alí Chumacero (Escritor y poeta. Nayarit, México. 1918–2010): “Pero no se puede enseñar a ser escritor. Se enseña a redactar, a usar correctamente las palabras. Pero el escritor en general, y particularmente el poeta, trae en sí mismo un efluvio, una fuerza que se puede captar o guiar mediante reglas o normas, pero si esa fuerza no existe es inútil. El poeta, ya lo sabemos, nace y se hace. Pero si no nace, dificilmente se hace. Y si nace y no se hace, pues mejor no hubiera nacido.” (Argüelles, 2002). Roberto Bolaño (Escritor. Santiago, Chile. 1953–2003): “Lo bueno de robar libros (y no cajas fuertes) es que uno puede examinar con detenimento su contenido antes de perpretar el delito.” (Maristain, 2010). Enriqueta Ochoa (Poeta. Coahuila. 1928-2008): “Siento que escribir es una misión que debo realizar. Lo importante no es si yo llego a pasar a la posteridad, sino que lo que escriba haya valido la pena, aunque ignorara mi nombre quien me leyere en un futuro.” (Argüelles, 2002).


Lo vivieron Jose Luis Cuevas (artista plástico y escritor. México, D. F., 1931): “De adolescente yo vivía angustiado pensando que vivía en el pecado, vivía aterrado con las cosas sexuales. Empecé a tener experienciassexuales desde muy chiquito. Una señora que venía a visitar la casa aprovechaba que no había nadie para preguntarme: “¿Qué guardas en tu bolsita? ¿Me dejas chupar tu caramelito? Me abría los botones del pantalón y me chupaba. Cuando hice mi primera comunión se lo confesé al padre y el me eximió de la responsabilidad. Ya ni modo que le dijera: “Pero me gustó padre”. (Cherem S., 2000). María Luisa “La china” Mendoza (Escritora. Guanajuato, México 1930): “Fui una niña enfermiza, siempre estuve en cama, tuve todo el inventario de las enfermedades infantiles y ello provocó en mí la ávida lectora, lo mismo que debió provocar a la escritora. En mi infancia, mientras mi primos jugaban al sol y se metían al mar o al lago, yo leía, porque estaba encerrada, maniatada por alguna enfermedad que podía ser la tosferina, rubeola, anginas, tifoidea, eczema nervioso, reuma, en fin tantas enfermedades que hicieron nacer en mí la vocación de lectora y escritora.” (Argüelles, 2002).

Fuentes: Argüelles, José Domingo. (2002). Literatura hablada. Veinte escritores frente al lector. México: CasGll. Arredondo, Arturo. (2014). Flama total. Tuxtla Gutérrez, Chiapas. México: CONECULTA CHIAPAS. Cherem S., Silvia. (2000). Entre la historia y la memoria. México: CONACULTA. Galeano, Eduardo (1999). Patas arriba. La escuela del mundo al revés. México: Siglo XXI. Maristain, Mónica. (2010). La úl<ma entrevista a Roberto Bolaño y otras charlas con grandes escritores. México: Tinta Nueva. Saramago, José. (2002). El Evangelio según Jesucristo. México: Punto de lectura.


DEL MAR CAUTIVOS Gabriela Jiménez Vázquez

Hoy navegarás siete bahías, con ella de tu mano. La brisa acariciará tu rostro y muy despacio, murmurarás mi nombre.

El suave oleaje, humedecerá tus pies sobre la arena. Evocarás los momentos que con delicadeza y pasión nos entregamos.

Sigue inmerso en el océano, no detengas tu andar cautivo, del agua marina podría devenir la mirada enamorada, que hoy reposa en insalvable abismo.


BESO MARINO Gabriela Jiménez Vázquez

Cada vez que navegué tus labios de sal, dejé en ellos, el mejor de mis intentos. Al rodear tu cuello con mis brazos, para trémula mirada el mundo era tan pequeño. El susurro de tu respiración en mi oído, sinfonía de caricias marinas, en la espuma de mis olas. Ahora, me niegas tu brisa. Has de saber, en cada beso que te di, entregué mi alma.



Gwenn-Aëlle Folange Téry, Es quien ilustra con su obra el número cuatro de la revista Los escribas. Ella nace en México el 7 de agosto de 1964, de ascendencia bretona (Francia).Publicaciones: Revista “Le petit Briacin”, Francia. Revista “Letrina”, México, óleos y cuento, cinco publicaciones en total. “Días de sol, Les jours heureux”, novela por episodios en “Le petit Journal de Mexico” Libros: “Quand papa est mort, Cuando se murió mi papá”, publicado en Francia. “No-diario de una mujer aburrida, Pas-journal d’unefmme.s’ennuie”, Editorial Canapé, México. “Soles de medianoche” Antología “Raíces de luz” Ed. Sepia.


CONCURSO DE ANÉCDOTAS Lilitt Tagle

Era noviembre de 1988, tres años después del terremoto en México que tantas vidas había cobrado y un año antes de la caída del muro de Berlín. Durante esa década nuestro país había colapsado con el modelo de estado benefactor. El protectorado del estado hacia ciertas empresas locales había dado como producto una escasa competencia y variedad en el mercado. El crecimiento económico era muy pobre y el gasto burocrático, enorme. Mientras México se debatía con la cuestionable elección presidencial de Carlos Salinas de Gortari, nosotras saboreábamos un rico helado de turrón, el cual se derretía en su cono antes de entrar en nuestra boca, sentadas en una de las bancas que rodean la fuente principal de la plaza de la Puerta del Sol madrileña. Habíamos accedido ahí en el metro, descendiendo en la estación Sol. Yo cumplía cuarenta años y estrenaba una hermosa blusa blanca comprada en Michoacán que lucía en el frente la palabra: MÉXICO, así, con mayúsculas caladas en la tela, una falda de raso negra abierta hasta media pierna, botines de marcha y unos ojos que se sorprendían con todo lo que miraban en la madre patria. Por fin veía cumplido mi sueño. La estatua del Oso y el Madroño, reubicada un par de años antes al inicio de la Calle del Carmen, y que es una representación monumental de cuatro metros de altura de los principales símbolos heráldicos de la ciudad y de España, destellaba con el sol oblicuo de seis de la tarde, del otoño madrileño. Parloteábamos con agrado las tres primas con la matrona que nos acompañaba y que al mismo tiempo hacía el papel de anfitriona y guía, una mexicana residente quien nos había recibido en su casa, Doña Juana X. Por la noche asistiríamos a la reunión anual de la Asociación de Residentes Mexicanos en Madrid, en Sebastián de los Reyes, zona suburbana Norte, respondiendo a la invitación que había hecho a nuestra anfitriona un tipo que rubricaba la esquela como Conde de las Fuentes y que era el Presidente de la ARMM.


Doña Juana X nos avisó sobre el acontecimiento la noche misma que nos fue a recoger al aeropuerto de Barajas. Ella había estado preparando la casa para recibirnos a mis dos primas y a mí, para ello había hecho algunos ajustes en las habitaciones, como cambiar cortinas y adquirir una cama plegadiza. El encargado del Depto. de Blancos de El Corte Inglés, mexicano también, se enteró con ella que nosotras llegaríamos a pasar una temporada en Madrid, y como tenía amistad con doña Juana, le hizo saber de la reunión que se llevaría a cabo justamente uno de los fines de semana que permaneceríamos en su casa. Nos movimos nuevamente en metro, esta vez hasta la estación Baunatal, unos cuarenta minutos de recorrido desde Sol. Eran aproximadamente las 8 de la noche cuando arribamos a Sebastián de los Reyes. El sol comenzaba a declinar. No fue fácil encontrar el multifamiliar donde se llevaría a cabo la reunión. Todos parecían iguales desde la calle Clara Campoamor. Cuando dimos con el sitio, resultó ser un espacio al aire libre para la comunidad que habita los grandes edificios color ladrillo que se encuentran en esa zona. Habían colocado pequeñas mesas en donde ondeaban banderitas por pares: España y México echaban al aire sus lienzos en un abrazo fraterno. La misma fraternidad querían lograr entre la concurrencia por lo que acomodaban a los visitantes revueltos unos con otros. Yo me quedé con doña Juana X y mis primas se fueron a otra mesa que no alcanzaba a ubicar bien con la vista, aun no encendían las luminarias. Un hombre delgado y narigudo, de cabello negro ensortijado y ojos color miel, vestido de etiqueta, se acercó a nuestra mesa, nos sonrió y se sentó en seguida sin esperar a que le invitásemos. Alguien tomó el micrófono y empezó a dar la bienvenida a la media centena de mexicanos que ya nos encontrábamos ahí. Se trataba de que, quien lo deseara, pasase a platicar alguna anécdota sobre su estancia en Madrid . Yo, en realidad, no sentía ningún deseo de participar pues por más que me esforzaba, no encontraba nada digno de contar, mucho menos de manera oral. Mi fuerte es la escritura y eso toma su tiempo.


El hombre que nos acompañaba a la mesa, después de dar vueltas, había colmado la misma, de copas de vino y bocadillos de todo tipo: jabugo, tortilla de papa, pollo al vino blanco, ensaladilla, bacalao, chorizos, camarones. Las anécdotas que iban contando los residentes y turistas arrancaban los aplausos del público y la cola de los participantes parecía no disminuir. Comenzaba a aburrirme. El narigudo proveedor, quien resultó ser El Conde de las Fuentes, hizo un gesto solemne como reclamando atención, despejó un tramo de la mesa y sobre ella colocó una gran carpeta color sepia. La abrió con parsimonia y fue sacando fotografías en donde yo aparecía en cada una de las etapas de mi vida, desde niña hasta el presente. Era yo sin serlo, es decir, era mi cara, eran mis ojos, mi frente y mi boca pero ni los peinados ni las poses ni los atuendos los reconocía como míos. Era su esposa, condesa de las Fuentes. Fallecida en México, a la edad de 37 años, durante el terremoto del 85. Desde que llegamos a casa de Doña Juana X, él me había visto de lejos y se inundó de alegría pues dio por hecho que yo aceptaría su propuesta de matrimonio. México le había devuelto lo que le había robado.



Juan Preciado-Juan Rulfo: realidad y fantasía Por Martha Cupa León

"Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera." Así empieza la novela escrita por Juan Rulfo, un hombre que pasó su infancia en un orfanato. Juan Preciado-Juan Rulfo, dos hombres que no sólo coinciden en el nombre, sino también en su orfandad. Juan Preciado, el protagonista de Pedro Páramo, siempre ha vivido con su madre, y al quedar huérfano va a buscar a su padre a Comala (población donde ella nació, vivió y se casó con Pedro Páramo) para reclamarle el haberlos abandonado. Allí encuentra a una mujer que conocía a su madre y a él mismo cuando era pequeño. La mujer lo recibe en su casa y le asigna una habitación para dormir, pero durante la noche otra mujer entra al cuarto, le pide que la siga y le dice que la mujer con la que habló anteriormente murió hace mucho tiempo. De este modo, en su primera noche en el pueblo, el protagonista está siempre acompañado de algún fantasma que vaga por el pueblo sin saber el propio aparecido si es real o no lo es. Juan Preciado pierde a su padre antes que a su madre. Juan Rulfo queda huérfano de padre a los siete años y cuatro años después fallece su madre. En 1929 este último se traslada a San Gabriel, Jalisco, donde vive con su abuela y posteriormente en el orfanatorio Luis Silva –actualmente Instituto Luis Silva, en la ciudad de Guadalajara.

Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno nace en Apulco, Jalisco, el 16 de mayo de 1917 en un ambiente social muy conflictivo, pues en 1915 la Revolución Mexicana asolaba a Jalisco por las luchas entre Venustiano Carranza y Francisco Villa. En 1924, en medio de esos enfrentamientos, el padre de Juan Rulfo es asesinado. Por lo anterior, está de más decir que Rulfo tiene una infancia muy difícil:


i n f a n c i a d e l a u t o r, a s í c o m o l a degradación moral y física del

su familia se desintegra en un lugar donde hubo devastación humana y geográfica. Esto queda grabado en la memoria del autor, quien plasma sus recuerdos en su obra. Se dice que infancia es destino, y en el caso del escritor, sus crueles experiencias afectaron su carácter. “Rulfo nunca miraba de frente, era una mirada que se avergonzaba de mirar de frente. Al mismo tiempo estaba listo para darte una puñalada. Rulfo era un hombre malo. Como ser humano era un hombre muy acomplejado… De no tener nada, llegó a tenerlo todo…”, señaló Emanuel Carballo en una entrevista que le hizo Leopoldo Lezama (2006). Sin embargo, el entrevistado, uno de los críticos literarios más reconocidos de México, al referirse a la obra de su paisano expresó: “…se requiere estar ciego para no ver que Rulfo es un gran cuentista”. Publicada en 1955, Pedro Páramo refleja la infernal Comala de Juan Rulfo: la miseria y la soledad de la

campesinado mexicano de aquella época. Del mismo modo, los 17 cuentos que componen El llano en llamas (1953) recrean las relaciones hombreshombres y hombres-tierra. La creación de Juan Rulfo se limita a esos dos libros que, no obstante, han provocado más crítica que los de otros autores hispanoamericanos de nuestros días que han escrito más novelas, incluyendo a Carlos Fuentes y Octavio Paz. ¿Cuál fue el mérito, entonces, de Juan Rulfo? Que el escritor talentoso no escribía por encargo, ni para complacer a la crítica o a los periodistas especializados, tampoco para un perfil determinado de lector: escribía para él mismo, como una catarsis, para aclarar sus pensamientos, para eliminar remordimientos, pues él, como Juan Preciado, se encontraba en un estado de desasosiego continuo. Y así, andando Juan Preciado y Juan Rulfo por la borrosa frontera que separa lo real de lo fantástico, surge la gran novela del siglo XX que ha sido traducida a más de 20 idiomas. Sin embargo, a pesar de su gran éxito, Rulfo no vuelve a publicar (salvo El gallo de oro en 1980), pues como dice el escritor Leopoldo Lezama (2006): “En un par de obras lo dijo todo y supo callar a tiempo.”


COMPAÑERO

Oralia Méndez Pérez

Compañero. . . He llegado,
 mírame faGgada, con el ropaje pardo
 por el polvo de todos los caminos.
 He aprendido a conocer un poco de la vida,
 unos cuantos de los muchos misterios que ella encierra. Si he sido feliz. . . Eso ha quedado
 perdido en cualquier recodo, en cualquier siGo.
 Miro hacia adelante, adivino edénicos jardines
 en donde nada muere y todo permanece.
 compañero, no me siento derrotada,
 quizá sea el cansancio de todo cuanto he visto:
 las bocas que sonríen sin el menor moGvo,
 el odio que se asoma en muchos ojos,
 la aparente indiferencia de los laGgados
 por mis pequeños triunfos.
 ¡Miro más adelante, compañero!
 de G dependo ahora y lo que tú decidas
 será sólo un comienzo, un indicio
 para tratar de descifrar cualquier por qué.
 Llevo en mí el polvo de años de camino,
 traigo en las manos las esperanzas como flores-­‐estrellas, en mis pupilas faGgadas tengo el brillo de muchos soles, la oscuridad de muchas tardes lóbregas.
 ¡Decide compañero!, mi mano aún Gene fuerza
 para apretar la tuya. Llena pues mis alforjas de ideales
 e iniciemos unidos otra marcha por nuevos derroteros



El baúl

Alberto Calderón P.

Fueron empacadas como les dijeron, que nada en su interior se moviera, ―la mercancía debe ir justa, apretada―, los embutidos de chorizo envueltos en papel, uno con otro haciendo una pila dentro del saco; a un lado envueltas las piernas de serrano, los quesos aislados con tela y entablillados para que no se quiebren en el camino. También enviaron los caldos de aguardiente y vinagre en las barricas marcadas como López y Delgado, el sello de “marchamos” con los datos de pertenencia, mismos que le entregaron a sus dueños por escrito antes de verlos subir por el angosto tablado al barco perdiéndose entre otros comestibles embarcados a petición para saciar el gusto de los españoles, los criollos y gente de razón de la Nueva España. Los diestros marinos indicaban a los cargadores en que sitio deberían ir en los bajos del navío. En la gran finca de los siete hermanos dedicada por generaciones a la crianza de cerdos y la elaboración de embutidos, trabajaron incansables en la terminación de sus productos, que no era la primera vez que viajarían al otro lado del Atlántico, para complacer el paladar de sus coterráneos asentados en esas tierras. Por tal motivo los baúles viajeros realizaron esa larga travesía, llevaron la carga, primero desde Medina-Sidonia en carreta al astillero de la Carraca en Cádiz. Mirándose entre ellos y después al navío, se persignaron al dejar el producto de su trabajo “a riesgo de mar” en espera de una jugosa recompensa al regreso del embarque, deseando que no surgiera un contratiempo debido a las tempestades y los ataques corsarios que eran la pesadilla de cualquier marinero, pues eran sabedores por las pláticas

porteñas que durante casi dos siglos estos riesgos cobraron muchas naves y vidas, como dictan los registros. Mientras tanto los chorizos intentaban salir de su formación debido al bamboleo de las embarcaciones en altamar, sin lograrlo por fortuna, sólo se perdieron unas garrafas de licores tintos que iban mal acomodadas, esto arrojó el recuento al finalizar el viaje. Al llegar al “Mar de Yeguas” atravesando las islas Canarias contaban con doce noches en lo profundo del océano, en este punto la emotividad de los navegantes aún se encontraba viento en popa, de este sitio se adentraban poco a poco al “Mar de la Dama” adjetivo que calificaba la docilidad del mar para navegar, haciendo un recorrido extremadamente lento por el peso de la carga al encontrarse en el calmo elemento, la tripulación era presa de un profundo letargo, la somnolencia provocada por el tardo bamboleo que arrullaba hasta los pesados lingotes de hierro, contagiaba una parsimonia muy pesada. Empujados por los vientos alisios avanzaban inmersos en una monotonía solo rota por los matutinos oficios


religiosos también presentes al caer la noche, por el crujir de la embarcación y las largas charlas donde los marineros hacían gala de sus aventuras amorosas y sus valientes hazañas en altamar. Tenían prohibido el juego y la bebida; la comida era suficiente pero a medida que el océano se hacía interminable al igual que los días, bajaba la ración. El tedio aumentaba con el paso de las lunas, en ocasiones algún temporal iracundo despejaba su aburrimiento dando vida a los viajeros del mar. Los baúles de los chorizos y los serranos venían a la sombra, embodegados, con una timidez inamovible al lado de otros víveres, separados de los lienzos de telas y todo lo referente a los hilos. En otra zona del galeón descansaban las herramientas, esos fierros de diversas formas, los cinceles, escodas, gubias, martillos, escalfadores, picos y otros enseres como el hierro y el acero en grandes barras. Y por último una sección aparte con baratijas, peinetas, barajas, tijeras, abanicos, aceites aromáticos, aguas de color, libros y papel. Todas las mercancías juntas en el Santa Isabel se adormilaban al igual que los navegantes al mecerse el galeón como hamaca del trópico. Después de otro mes de viaje los catalejos les indicaban a los hombres su próximo arribo a las costas de la Nueva España.

El atraque de las flotas era saludado con grandes manifestaciones de júbilo, llegaban a bordo las autoridades locales y los funcionarios encargados del cobro de impuestos que revisaban todo y daban su aprobación para su pronta partida a Xalapa.

Se entregaba la valija procedente de la península ibérica y se daba la orden de partida a dos ligeros navíos de aviso que convenían regresar a España con la correspondencia urgente y la noticia del feliz arribo de la flota. La primara mañana posterior a la llegada daba inicio el desembarco, interminables caravanas de cargadores subían y bajaban con los fardos, cajas y baúles a sus espaldas, entre ellas las de López y Delgado. En el puerto todo era bullicio, había empezado un ambiente festivo. Los curiosos mirando a lo lejos las imponentes naves atracadas en las argollas de San Juan de Ulúa, no se cansaban de observar el arribo de los lanchones cargados de mercancías, en maniobras que duraban tanto como las toneladas de productos de ultramar que desembarcaban, era un espectáculo parecido al de un hormiguero presagiando un cambio de clima. Ya en tierra firme los baúles de embutidos salidos de la provincia de Medina-Sidonia, junto a otros víveres llegados a puerto desde diferentes altitudes y provincias empezaban a sudar con el calor del puerto veracruzano, Una vez que la recua quedó cargada con todo bien sujeto, daba inicio el peregrinar de la caravana con paso cansino por la abundante carga sobre el lomo de los equinos, tomando el rumbo de Las bajadas, Tejería y Paso San Juan, sitios donde hacían paradas necesarias cuando los caballares


estaban a punto de reventar por el cansancio. Por su parte los sudorosos milicianos vigilaban cabalgando con una extraña emoción entre fascinados por la tupida vegetación tropical, pisar tierras desconocidas y el temor a una emboscada. Después de un mes de travesía por intrincados y dificultosos caminos, la caravana hacía su arribo a “La Tranca”, la noticia de su arribo a ese sitio cercano a la villa ya era todo un acontecimiento, la curiosidad invadía a los habitantes del pueblo por la llegada de la feria de la flota a Xalapa. Un ir y venir de primicias, para los viajeros el clima de fiesta se sentía en el ambiente, atrás habían quedado los días calurosos ahora el fresco pasaba por sus cuerpos y el primer recibimiento de estas templadas tierras lo daba la neblina y el chipichipi o “salud del pueblo” como la llamaban. Los marineros cambiaban de atuendo tratando de dar una mejor presencia, lo mismo hacían los demás viajeros, enfilándose hacia la Plaza del Rey con el ánimo renovado, la interminable hilera de animales avanzaba, cargados de novedades del continente europeo, todos parecían más relajados sintiendo el término de su travesía. Entraron por la garita de Veracruz, de las chozas aisladas entre las veredas salían los primeros moradores asombrados al paso de la caravana en ese interminable desfile que rompía la tranquilidad del pueblo. A lo lejos los curiosos apostados en el atrio de la iglesia de San José vieron aparecer la avanzada de los mercaderes de España dando aviso al sacristán que de inmediato repiqueteó las campanas convirtiendo en una algarabía el lugar, el

sonido producido por el badajo al toque de los labios del metal fue incesante, la bulla de la gente se dejó sentir con emoción rompiendo su habitual tranquilidad; afloraron las sonrisas, a medida que la interminable recua avanzaba con los viajeros la gente empezó a aplaudir al paso de hombres barbudos de tez blanca con vestimenta extraña montados en briosos corceles, a los marineros con pañuelos amarrados a la cabeza y pantalón zancón, a

los arrieros, y a los negros al cuidado de la caravana arreando a los cuadrúpedos, pocas eran las mujeres que venían acompañando la procesión desde ultramar, ellas indiferentes ante las miradas de los curiosos ponían mayor atención a la iglesia y sus alrededores. Los nativos seguían tímidamente el paso de los equinos que se enfilaban al rumbo de la calle Real en donde se encontraba el Sanatorio de la Inmaculada Concepción.


Tomaron rumbo a la Plaza Real donde se instalaron con una lentitud digna de todo un largo viaje, algunos decidieron permanecer en el sitio con todo y sus mercancías, otros buscaron un albergue para ellos y sus

valores, se habilitaron caserones en los alrededores para el resguardo de bienes y el descanso de los viajeros. Tiempo después, al término de la feria unos cuantos chorizos de los baúles de López y Delgado pudieron

saborearse con calma degustándolos en recuerdo de los visitantes. Fragmento de Sendero del viento (inédito).


UNA NOCHE ESPECIAL Por GDC

—¿Estoy bien así? —Preguntó el Rey a su esposa, listo ya para la ceremonia de esa noche cuando por primera vez estaría frente al pueblo, asomado desde el balcón del Palacio. —Estás espléndido, cariño —Le contestó ella, arreglada pulcramente para la ocasión: un vestido de seda con colores patrios, peinado a tono con trenzas pequeñas formando una diadema cruzada en estilo medieval, y como siempre su sonrisa discreta, la palabra exacta. —¿En verdad me veo bien?, ¿el cabello, la corbata? ¿Cómo luce la banda? ¿No estoy un poco pálido? Anoche casi no pude dormir… —¡Te ves bien, amor! ¡Guapísimo, mi marido! ¡Galán! ¿Te apetece un beso? En cuanto escuchó el tono meloso, el hombre entendió que la máquina-humana no estaba programada para externar el sentimiento únicamente en el momento oportuno, ante las cámaras de televisión comercial y oficiales. Fijó en ella sus pupilas impacientes; por un instante dejaban su luz glacial para mostrar la chispa inevitable. Ella se había quedado con los brazos extendidos, pero pronto, tras el momento en que su mente dio un giro de mil voltios, reapareció la sonrisa. —Todo está listo, querido: la cena de gala con los embajadores invitados; el plato fuerte será chile en nogada, por supuesto, aunque… sólo probarán el picadillo, me temo, como ocurrió en Chapultepec, ¿te acuerdas?, ¡Oh, el pan de trigo es excelente, estará recién horneado para esta noche! , pero, ¿cómo explicarte? algunos tienen un toque, un relleno de… algo… Ah… lo olvidé… Y los vinos… Bueno, ¡me dijeron acerca de un champán único! La verdad yo sugerí una cava Gran Reserva, Brut Nature, desde luego. —Por favor, querida… me estás impacientando. Debo preparar mi discurso. —¿Pero es que acaso dirás un discurso…? —¡Como si lo dijera! Aunque es una proclama, mentalmente debo asumirlo como un discurso. Bien, termina de arreglarte. Necesito ensayar. Ambos miraron hacia la puerta, en la que apareció el bufón. Traía colgados de una estructura metálica una gran cantidad de espejos, de variada dimensión, pero grandes todos y ovalados. La reina hizo una inclinación graciosa ante su esposo, en ademán de despedida. Se marchó, en tanto que entró el bufón. A la vista de la preciosa carga el Rey suspiraba, al principio, luego, veía con inquietud. —¿Dónde los conseguiste esta vez? —preguntó a su hombre de confianza. —Ay, Su Majestad, si yo le contara… —habló un hombre delgado, de rostro enjuto, talante altivo, cabello relamido cuyo mechón de la frente se elevaba, engomado, como la cola de un pato. Dueño de una voz que parecía extraída de una caverna, adquirió un tono quejumbroso:


—Cada vez es más difícil conseguirlos. A Su Majestad no le gustan los espejos comunes, me dice que no le funcionan… pero éstos… sus propietarios son gente valiente… Tengo que descubrirlos, mandar a liquidarlos… y no hay tantos… Conforme pasa el tiempo se complica localizarlos… —No creo. Ahora con las recientes leyes que promulgué, saltarán muchos. Harán una gran manifestación. Ahí tendrás una gran cantidad de asalariados descontentos. Ponte de acuerdo con el regente de la capital de este Reyno, para que el cuerpo de seguridad identifique a los más fieros, los que no se espantan con nada. Que te los aparte, que les dé un tratamiento ad hoc, los haga confesar cualquier delito, cualquier crimen. Luego los consignará en la cárcel, les dará muchos años de condena, pero tú negocias: les perdonas algunos años a cambio de sus espejos. —Pero con todo respeto, S.M. Esa gente súbdita suya, ni a espejos llega. —¡No contradigas mi orden! –Dijo el Rey—. Le temblaba la barbilla y la quijada se contraía como cuando, siendo pequeño, cualquier persona se atrevía a espetarlo. —¿Y si probamos con otros espejos, S.M.? ¡Hay importados de muy buena imitación! ¿Por qué han de ser de jade, de oro, de obsidiana? —¡No entiendes nada, bufón! Sabes bien que sólo me sacian los que son de valientes. De jade, de oro, de obsidiana, son los espejos de este tipo de gente, aunque sabes bien que aparentan ser piedra, latón, cualquier metal de quinta. Por su apariencia, nadie da un peso por ellos… Pero son oro. ¡Necesito su fuerza, necesito la luz que proyecta su espejo! —Señor mío. No pierda más el tiempo. Lo dejo pues, para que escoja. La ceremonia empieza en sesenta y cinco minutos. Cuando el bufón salió al fin, el Rey miró la cantidad de espejos ovales. Recorrió unos cuantos, revisando con atención casi obsesiva. Se detuvo en uno: el marco de madera tallada, cubierto con hoja de oro, tenía las orillas finamente labradas; en cada remate ostentaba un relieve con abundante incrustación de pepitas en forma de planta de maíz, provenientes de la región llamada Huaxyacan. A simple vista saltaba el fulgor natural de metal tan exquisito, que la mirada más ignorante podría descubrir y jamás confundir con el oro italiano que tanto había invadido el Reyno, aparentando ser el legítimo de la Huaxyacan. Lo descolgó de la estructura para colocarlo en su bastidor. Se situó frente a él, con la postura erguida, el pecho salido, el rostro levantado, la barbilla denotando alarde, como siempre, tal cual había visto hacer a su padre —su verdadero progenitor—, cuando éste era ministro cercano al Rey ya fallecido. El monarca lo había nombrado su sucesor, de palabra y testamento, gracias a los buenos oficios del padre, eficiente en la administración y el atisbo de enemigos de su reyno. El joven tendría el cetro siempre y cuando siguiera todas sus leyes, sus alianzas políticas con otros reynos, la tradición de amagar la libertad del humilde pueblo, y la aceptación absoluta de las recomendaciones dadas por los consejeros honorarios. Tendría el cetro y un poco de poder, sólo un poco. El Rey miró cómo en su rostro funcionaban tan bien las cremas fabricadas en la Galia, recomendación de un amigo suyo, encargado ahora del departamento de leyes. Admiró



el tratamiento de ozono para las líneas de expresión, que aparecían cada vez más insistentes para denotar cierta desazón que no lo abandonaba. Sonrió complacido, acomodando un cabello rebelde. Pequeñito. Uno solo. Nada podría quitarlo de su embeleso, pero, mirando distraídamente hacia la estructura que sostenía al conjunto de espejos, se quedó paralizado: en lugar de lunas, colgaban reses abiertas en canal, chorreando sangre. Se bamboleaban, con la suavidad de las palmeras en el verano, golpeábanse unas a otras, como cuando, vivas, se acercan al matadero. El niño de su infancia, escondido ante la sombra gigante de los muebles proyectada en la oscuridad de la cámara, con perfiles de estatuas monstruosas y nadie cerca a quien llamar, se le impuso. Miró de reojo, sin moverse, pensando: —¡Vete, Vete, Visión! Tú no existes! ¡No existes! ¡Vete!. El sentimiento de opresión despareció. Suspiró, miró al espejo de nuevo. Una densa niebla quiso entrar en la amplia habitación, una bruma de muchos ayeres, pero se quedó en los resquicios. —Eres el Rey —se dijo a sí mismo—. Hoy es un día especial. Hablarás de libertad, es la metáfora en tu voz y la proclama. Debes mostrar seguridad, confianza. Sí. Que ellos crean que es cierto, que crean en ti. Ya colocaron una multitud de súbditos en la plaza a fin de que los veas muy bien. Su comportamiento será impecable, como ordené. Inamovibles como un maniquí. Bien, honorabilísimo Rey. ¿En qué tono hablarás?, bueno: convencido, ¡encendido amor al Reyno! Ah… vamos por partes. Te diriges al pueblo con respeto, altura sobre todo; son tres proclamas nada más: la primera, un recuerdo a los seis que dieron yndependencia al territorio nuestro, en aquellos lejanos tiempos cuando pertenecíamos a otros; la segunda, la declaración de independencia nacional; la tercera, las vivas a la patria. Luego tocas la campana intensamente; enseguida, agitas la bandera de nuestro reyno soberano, mientras la campana Dolora, todas las de Palacio y de la Yglesia nuestra Catedral, se alborozan; entonces, cantarás el himno junto con el pueblo, escucharás los vítores… y…Oh… El feliz monólogo se detuvo. Clap, clap, clap…. Desde el espejo frente a él, su Doble aplaudía…. Con ojos inyectados de odio y gesto en el que bailaba la sorna, se dibujaba la sonrisa. Clap, clap, clap… el aplauso disminuía hasta volverse un eco. Desde el espejo, su Doble ahora apartaba las reses furiosas que no lo dejaban llegar a la campana, a la que debía y quería grabar su nombre, junto a la impresión que en el metal se leía: “Esquilón de San Joseph”. Desapareció el rostro del espejo cuando el Rey se puso rígido, mientras sus dientes castañeaban en loco baile. Apareció en su lugar una campana, oscilante, sin sonido. Tras ella su Doble, admirando atentamente al Rey, como si lo descubriera por vez primera. La mente del monarca calibró una idea: —¡Luz! ¡Firmeza! La potencia de una verdad es lo que necesito! Quiero que todos comprendan que tengo razón, que amo tanto y me esfuerzo por su bien… Si alguien no lo comprende es que es tonto… Progreso. Progreso a costa de todos.


Debo hacer pactos que no convencen ahora: admitir el comercio de seda, la explotación extranjera de las minas… pero traerá riqueza al Reyno a la larga… ¡Sí! Procuraré la paz sobre todo. Paz… Guerra, Oh… si es necesario… Las guerras dan gloria al Rey, cuando sirven para conquistar territorios, siempre dan prez, aunque sean intestinas. ¿Es verdad? ¿Me equivoco? Mis consejeros no son suficientes. ¡Siempre los mismos! No… mano dura para quien no comprende… Así me educaron. ¿Habrá quien me fabrique una verdad convincente? ¡De verdad la requiero! Él seguía ahí, frente a su espejo, que en ese momento le devolvía únicamente su figura impecable. La luna se había comido el sudor, los terribles pensamientos, la inseguridad… Otra vez apareció el Doble, mirándole intrigado. Había repetido completo su monólogo en tono bajo, como rezo, estaba terminando de hablar. —¡Déjame en paz, Rey tonto! —Le dijo al otro—.En ese momento su Doble le dio la espalda; hablaba, discutía con el muerto, el propietario original del objeto oval. Dejaba ver su espalda el rey habitante del espejo, se notaba cómo llevaba en su brazo doblado, oprimido, la cabeza del muerto, quien se quejaba como en vida, con el rostro animado, febril. La cabeza viva dijo al Rey del espejo: —¡Quítate! ¡Siempre me molestas! ¡Cena! ¡Cena! ¿Qué comemos en mi pueblo hoy en la noche? ¿Cenamos saliva, Su Majestad? ¿Echamos cuete, Señor? ¿Le gusta Dios nunca muere, Señor? Con los ojos muy abiertos y brillantes mirando la escena, relamida la boca ante la imagen de la opresión, el Rey adquirió energía, tuvo valor: —¿Cómo me veo? —Preguntó. El Doble oprimió la cabeza que sujetaba. La cabeza súbitamente giró hasta quedar frente al espectador. Abrió la boca, pero ningún sonido salió. Del ojo esquizofrénico sólo una lágrima fue capaz de hablar, una lágrima larga, como el agua que recorre un calabozo cuando la lluvia arrecia y la oscuridad oprime, y duele en la mano el metal del grillete, y asusta la llegada del uniformado, dispuesto a terminar con su noche de soledad. —¿Cómo me veo? —Inquirió, impaciente, con voz de mando. Nadie respondió. Llovía en el espejo. Sólo se veía la silueta de un rey peinándose con obsesión, sentado en la silla imperial, aunque ahora su cabeza se notaba muy distinta: era la del hombre lloroso, común, pero con expresión indiferente. El Rey no se inmutó. —¿Cómo me veo? —dijo otra vez. Con la imagen clara en el cristal, ahora el Doble, como bufón generosamente proveído para hacer buenas escenas, empezó a aplaudir. —¡Viva! ¡Viva! ¡Que viva el Rey! ¡Que viva el Reyno! El monarca golpeó el espejo, por un impulso extraño. El cristal, hecho pedazos, le regresó su imagen en cada trozo: los ojos álgidos, la boca abierta, los dientes suspendidos a punto de ensartar la carne comestible, anhelada, invisible. Luego, la luna se volvió gris. Un espejo más al sótano.


Oía el badajo de la campana. La campana decimonónica. La gran campana. Toc, Toc, Toc. —¿Querido?, Ya es hora. —¿Ya es hora? —Sí… ¡Vamos a Palacio, al salón principal! ¡Te darán la bandera! —¿Cómo estoy? ¿Qué tal me veo? —¡Espléndido, como siempre! —Dijo la autómata y bella reina, programada para la dicha de su Rey. Él sonrió, como solía hacerlo cuando era feliz. Galante, le ofreció el brazo para que ella lo tomara. Juntos, hermosos, salieron de su cámara. El bufón, Monseñor, los ministros, las damas de honor, todos esperaban, emocionados. Antes de que atravesaran el umbral de la señorial puerta, él la miró largamente, admirando en la paz de la reina, su certera elección. Pensó en la eficiencia de su vida, del Reyno, callado como nunca, sin voz, como la cabeza destruida al otro lado del cristal, pensó que él tenía señalados todos los espejos, a todos podría capturarlos para su felicidad, todos se volverían grises. En el cielo ya se oía el estadillo de la gran cohetera. Las luces espectaculares alegrarían las almas, los rostros conmovidos de los súbditos, paralizados, como maniquíes, satisfechos sus estómagos por gracia de verbena, con música tan alegre y soporífera y la sensación de estar unidos frente a la gran campana de Nuestra Señora de los Dolores, en aquél campanario de leyenda. El rey exclamó, emocionado: —¡Ah, esta es una noche especial…!



MI TRISTEZA… Lily Varela Farca.

Mi tristeza es antigua, es vieja, demasiado vieja; mi tristeza no es de ahora, ya hace muchos, muchos años que la llevo a cuestas. Es una tristeza intensa, demasiado fría, demasiado concreta. Tiempo tras tiempo conserva su misma forma es azul y es… violeta tiempo tras tiempo se va adhiriendo más, se va haciendo más espesa, un día se posa en una flor, otro en la lluvia pero tantos más se queda en la garganta, en la piel, en las siluetas. Mi tristeza no es de ahora, no es nueva, es necesario callar, para comprenderla, y es necesario sentirse solo para entenderla, es necesario tener las manos abiertas, esperando caricias, sin tenerlas, y es necesario tener los sentidos despiertos deseando palabras, obteniendo silencios. Hacen falta tantas cosas para comprender mi tristeza, porque está en todas partes, en todas las cosas, sí está en mí, y en los miles de rostros indiferentes con que a cada día tropiezo. Pero esta tristeza mía, es tan mía, que yo no necesito callar para comprenderla, porque sé que está aquí, en los objetos, en las sombras, en la quietud, y en el silencio. No necesito callar para que me recuerde, que día tras día se va adhiriendo más, haciéndose más espesa, porque mi tristeza no es de ahora, es… demasiado vieja.



La primera vez. Rubén Grados Martínez

Como un racimo de uvas
 así fueron tus besos esa noche
 fueron tantos
 no los conté 
 mientras más cortaba
 el racimo de dulces frutos
 más crecía, era inagotable
 como lo era mi sed 
 y mi deseo por ellos. 
 Frutos maduros, tersos
 y llenos de dulce jugo
 que embelesa
 que hace ver la vida de otro color
 su aroma silvestre
 termina por trastornarme
 y deja flotando todos mis sentidos. 
 Son tus brazos
 como las ramas de aquella vid bajo la lluvia 
 que me cobijaron la noche entera
 así fue esa primera vez
 esa primera copa de vino
 esa primera noche contigo.


Rodolfo Cisneros Márquez

Reseña de libro

Escalona sale al ruedo literario como un toro excitado que salta las barreras, pero con la inteligencia de un diestro lidiador de la n a r r a t i v a contemporánea. Nos atrapa en todos sus textos con sus inicios y desenlaces i m p e c a b l e s volviéndonos cómplices de sus inauditas historias: llenas de dosis de escarnio y de gran fuerza que va del dolor moral intenso, a la gracia aguda cargada de un humor que se gesta dentro de las entrañas de sus propias tragedias como prueba de la e x i s t e n c i a humana…Aunque la creación nace de la soledad, el autor se caracteriza por ser un hombre que narra, relata, escribe y se apasiona disfrutando con optimismo la literatura. Siempre comprometido con su vocación explora una existencia profundamente pesimista sobre las experiencias emocionales de la condición humana de sus personajes, que en su mayoría son solitarios como seres aparentemente irrepetibles.



LA APROPIACIÓN DE LA VOZ NATIVA EN LOS RELATOS ETNOGRÁFICOS

Ángel Martín

Tras la lectura del “Diario de viajes” de Cristóbal Colón y la “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, de Fray Bartolomé de Las Casas, podemos dar cuenta de interesantes diferencias entre la mirada de un autor y otro en su apreciación del mundo nativo americano. En principio, podemos mencionar el rasgo más visible. En sus Diarios, Colón describe un paisaje colmado de flora y fauna exóticas, coloca nombres a las islas e informa sobre lugares donde fundar puertos y levantar fortalezas. Unos sesenta años después, Bartolomé de las Casas dará cuenta de un paisaje devastado por la conquista española, repasará las innumerables atrocidades cometidas por los españoles y pedirá intervención del Rey. Acerca de esta destrucción, Tzvetan Todorov (1998) menciona la premisa “Hacerse rico y dominar”, es decir, la idea de que el motor económico funciona para legitimar una inferioridad, en este caso la de los aborígenes, vistos por los españoles como a mitad de camino entre los hombres y los animales. Este proceder fue documentado por varios etnógrafos como Sepúlveda y Oviedo, contemporáneos de Bartolomé de las Casas, si bien podríamos considerar como un mejor ejemplo de esta actitud a las “Cartas de relación” de Hernán Cortés. Este conquistador español fue conocido en su época como un gran aventurero (la lectura de sus cartas son un dinámico relato de travesías) a la vez que, movido

por la búsqueda del oro, cometió crímenes terribles. Amparado justamente en ese i d e a l m e n c i o n a d o p o r To d o r o v anteriormente. Este oro que motivó a Corté fue también el interés de Cristóbal Colón, como bien queda asentado en su Diario, puntualmente en la fecha correspondiente al 1 de noviembre donde, tras partir de la isla Xió, rehúsa las ofrendas de otra tribu y les indica que su interés era el nucay, término utilizado por los aborígenes para referirse al oro. Podemos observar, entonces, que el interés por hacerse entender y ubicar las riquezas lleva al Almirante a habilitar el lenguaje nativo dentro de su relato etnográfico. Bartolomé de las Casas, sin embargo, entiende el oro como el motor de las iniquidades españolas y condena a los “malos cristianos” que por codicia cometieron toda clase de crímenes. Para denunciar estos males utilizará un recurso notable: dar voz a las víctimas. En sus crónicas constantemente se apela a esta voz que denuncia y siempre son nativos americanos. En su relación de la isla de Cuba, por ejemplo, un cacique de una tribu les advierte a los suyos sobre el peligro de los cristianos. Seguidamente, y tras una pregunta retórica, culpa de estos males a “un dios a quien ellos adoran e quieren mucho”. Luego, les muestra oro.


Esta escena referida por Bartolomé de las Casas no hace sino fortalecer el postulado cristiano de este autor, el cual era la evangelización de los pueblos aborígenes. Una idea muy similar fue la expuesta por Cristóbal Colón, quien encontró a los nativos como seres mansos y predispuestos a la fe europea. Bartolomé de las Casas retoma esta caracterización y en sus relaciones muchas veces alude a los nativos como “mansos corderos” o construcciones similares que denotan sentido similar (“ovejas mansas”, “unos

corderos muy mansos”, “ovejas”, como los llama al arribar a la Isla Española). David Solodkow (2009) nos dice que la escritura etnográfica fue un instrumento clave para la “invención” de América. En ese sentido podemos ver cómo a partir de la habilitación del lenguaje se da creación a un nativo americano víctima de injusticias en los textos de Bartolomé de las Casas y un nativo manso y amable, como en el caso de los primeros encuentros de Colón.


Reseña de libro A CONTRA OLVIDO Poemas para la evocación de los ausentes, de Alejandro Reyes Juárez por EDUARDO CERECEDO

En primer momento me da alegría saber que, personas que tienen un oficio distinto al de las letras, se interesen, se introduzcan a un mundo, sino diferente, si complicado, en el sentido de utilizar la palabra y ésta como un lenguaje que le dé presencia para nombrar el mundo que les es dado, al que pertenecen desde siempre. Así surge este libro colectivo, cuya animación principal es el de ser convocados para escribir poemas a los que ya no están, a los que se fueron, aunque en sentido figurado, presencia y ausencia configuran el tema de este volumen. Reunión de afinidades, de animar con su palabra a los lectores, sino ¿para qué se congregan en un proyecto de creación? Enhorabuena porque lo que se dice en estas páginas, por lo que el tiempo tenga preparado para ellos, ya que como se sabe, es el mejor sinodal para saber quien lo ha hecho con lo mejor que tiene de conocimiento, de espíritu, de talento, esta horda de escribientes lo hace con valentía, con sordera a veces, con tino


otras, para dar en la forma acertada que el poema requiere para elevarlo al carácter artístico, las figuras poéticas, los elementos poéticos, así como lo que sustenta al poema, ritmo, imagen, emotividad, metro y, sobre todo lo plural de interpretaciones, dado esto, quiénes caminan bajo el mismo sello editorial, se miran obligados a responder a las exigencias del lector. Alejandro Reyes Juárez asume esa responsabilidad de compilador, como se nota en este trabajo literario. Un libro bien cuidado, casi libre de erratas, es decir, bien hecho, en ese rubro nada que reclamar. Si vamos al contenido, es allí donde debemos detenernos, los trece firmantes, en su mayoría publican por primera vez , pero los que ya han publicado más de un libro personal, y más de un libro como ocurre con tres poetas, pues se ven obligados, escrituralmente a hacer mejor las cosas que en su primer libro. Eso es trabajo de los lectores. Porque los que ya firmaron sus poemas, ya hicieron lo suyo, ahora esa contraparte tiene que terminarla alguien, la obra abierta hace su presencia en A Contra olvido, lo que me ha asombrado es que todos son lectores asiduos, pese que tiene carreras, formaciones disímiles, el conjunto de poetas ha realizado actividades relacionadas con la promoción de la lectura, la cultura, las artes, los talleres, eso es una señal de que están enterados de lo que está ocurriendo en el mundo de las letras nacionales. Puedo indicar qué poetas tiene mejores logros, pero sería menospreciara los restantes, publicar en una antología es como correr en un maratón, todos se han preparado, pero no todos pueden ganar, todos llegan, unos babeando, a punto del desmayo, agotados, pero tiene objetivo ir mejorando. Así en la literatura, la prueba está en lo que pongan en el cuerpo linguístico que es el poema, los que ponen lo mejor de la fuerza de las palabras, sus sonidos, sus ritmos, sus silencios; para que las imágenes revoquen lo que se escribe. Los que así van en este volumen, pues ya llevan la delantera, llegar al gusto de los lectores. En términos generales Alejandro Reyes Juárez ha realizado una selección de autores y de poemas justo para lograr en la temática un ecuánime trabajo poético. A contraolvido, Poemas para la evocación de los ausentes está haciendo su arribo en el ámbito literario de una ciudad, donde la literatura tanta falta nos hace. Aquí mi voz que madura, como lo escribiera en otro tiempo Xavier Villaurrutia.

REYES JUÁREZ, Alejandro, A Contraolvido Poemas para la evocación de los ausentes, ALJA, Charleston, SC, USA. 2015 (131 pp.)



Miscelánea El domingo 11 de octubre se presenta La Revista de Divulgación Literaria Los Escribas dentro del 34º Festival Internacional de la Edición, la poesía y las Artes en Puebla.

El día viernes 16 de octubre se presenta en Xalapa, Ver., el libro Sin Código Postal en el Centro Recreativo Xalapeño a las 18:00 hrs.

El día 26 de octubre se presentará en la ciudad de Martínez de la Torre, Ver., una obra sobre la historia de la educación, por el cronista de la ciudad Melquiades Castro Aguilar

El 5 de octubre inicia la tercera etapa de las transmisiones de Manantial entre Arenas, síguenos por radio y televisión en línea en el canal de Youtube Manantial entre arenas y en el sitio: www.manantialentrearenas. com

Nuestras queridas amigas poetas participan en el 2º Encuentro Nacional Erotismo en Voces Femeninas ¡asistan! Este viernes 9 de octubre en el Centro Cultural España a las 19:00 hrs. ¡No se lo pierdan!

Entrevistas, comentarios, literatura, historia y más. Todos los lunes a las 10 am.

SEPIA Ediciones, presenta en la FIL del ZÓCALO, el poemario TRÓPICOS II, TU CUERPO COMO UN RÍO, el día 9 de Octubre a las 17:00 en el foro Red de Faros, del poeta veracruzano Eduardo Cerecedo, con los comentarios de Hilda Ereiva, Juan Manuel Dávila Tejeda y Sergio Alarcón Beltrán


NO SOMOS LA COPIA DE DIOS. José Anaya

No somos la copia de Dios, de ninguno de sus ángulos la gloria nos colorea, ni nos denota. No hay evidencia más que de lo absurdo de nuestra existencia: ni como seres pensantes y actuantes, ni como seres vivos.

Quizás Dios sea sólo nuestra visión detrás de la pecera; del olvido reciente o anterior a ello dan señales los cienjficos. Materiales del orgullo y la ponzoña, anhelos de trascendencia.

Hemos de librar batallas más gruesas que el simple mito de nuestra procedencia. Quizás en Marte se fraguó todo, y debemos asumir el color marrón como nuestro disGnGvo.

En la cara de Sidonia, en la meta-­‐arqueología. Pero esto es más un asunto teológico, donde los astros nos miran con desdén.


Las imágenes de Plutón y sus lunas dan pie a esto: algo que nace y se va cocinando en trastes viejos, en ollas y vasijas, en peldaños de piedra, musGa y sacra. ¿Quién dará cuenta de nuestro paso por la Galaxia?

Apenas ayer vislumbré como gira la Vía Láctea, y cómo todos los átomos se agluGnan en perfecto magneGsmo. Uno puede morir tranquilo en la conciencia y reconocimiento de que no somos inmutables, pero no evolucionamos, sólo cambiamos de piel como la víbora. Julio, 2015.



FALE FERGA LA FIDA Gabriel Fuster Las hijas desechables Es posible verlas en el antro dando el gatazo, pasando por supermodelos bien pagadas aunque vivan en casa de lámina y asbesto. Ellas lo saben: El glamour primero que nada. Y nunca perderlo, ni siquiera peda. Los contornos se realzan con bonito vestido “Versace” de tianguis, aunque se tenga cara de “Avón”. Por supuesto, igual las hay de maquillaje italiano, mechas californianas, bronceado brasileño, uñas francesas y cuerpo de jarrito de artesanía de Tlaquepaque, dejando de ser por una noche la madre, la esposa, la amante. Si me rindo a su amor, no hay regreso. Venus vuelve a bañarse con el agua socialmente aceptable de tu clepsidra.


Polvo Tu vida fue una serie de comienzos 
 partidos justo por su exacta mitad.
 Extendió la noche sus vanos lienzos
 sobre los vacuos rostros de la ciudad. Entonamos nuestros cantos divinos
 narrando todo aquello que ya se fue,
 arrastrado por demonios marinos
 que ahogaron entre sus fauces nuestra fe. La blanca osamenta de la memoria 
 ya no sostiene la piel del deseo
 y la triste alucinación mortuoria 
 fue solamente un joven parpadeo. Hubo una férrea noche de voz grave 
 gritando mi nombre a verdes montañas.
 Encerrando mi mente con la llave
 que extravié cuando cerré las pestañas. Polvo somos, tú al polvo regresas,
 tenue huella que se perdió en la orilla.
 En la maraña de rotas promesas 
 jamás volvió tu aliento a mi costilla. Tu alma salvaje siempre te hizo fuerte,
 y te rebelaste ante el amor mismo.
 ¿Ahora ves que salvaje es la muerte
 y nada puede escapar de su abismo? Un día me alcanzará mi pasado
 y de su mirada quedaré preso.
 Pues somos todo lo que hemos amado
 Tú eres polvo y yo al polvo regreso.

Moisés Valdivieso


Fui la espiga del sentimiento roto, 
 el perdido león de mudo rugir,
 el torbellino de un mundo remoto
 que cerró sus puertas ante el porvenir. Mis yertas manos volvieron a extender
 mi insomnio cual sagrado pergamino.
 Mas pueden las alas desaparecer 
 pero el ave volverá a su camino. Tu vida fue una serie de sonidos 
 cada uno de ellos más cruel que el anterior
 perpetrando los parajes dormidos
 y despertándolos desde el interior. El mar salvaje no imita tu calma,
 la sangre vieja se estanca en mi vicio,
 y la neblina abre su fría palma
 arrastrándome hacia su precipicio. Fui la espiga del sentimiento roto, 
 el perdido león de mudo rugir,
 el torbellino de un mundo remoto
 que cerró sus puertas ante el porvenir. Mis yertas manos volvieron a extender
 mi insomnio cual sagrado pergamino.
 Mas pueden las alas desaparecer 
 pero el ave volverá a su camino. Un día me alcanzará mi pasado
 y de su mirada quedaré preso.
 Pues somos todo lo que hemos amado
 Tú eres polvo y yo al polvo regreso.


Roberto Rosales

Fragmentos del poema “pesadillas”

3 En mi faz, gota y relámpago, ojo tuerto en caracola, y entre cejas. Un mapa que extravía. Arañas trepan a mi mano y escriben el duelo de un cuerpo que cae que cae y se pierde en trágicos augurios, en fauces que maduran.

4 Me faltan alas la certeza de caer tiene memoria. Lento insomnio de muerte. Un grito la anunciación, ojo abierto la espera, manos pegando plumas …el miedo


Mario Soto Mill谩n

Era septiembre y octubre

El cient铆fico describe

siete y ocho respectivo

escribe cartas la gente

pero arbitrario motivo

ser poeta; es ser un puente

a septe y octo, mala ubre

de lo prosaico inclusive

nueve y diez hoy cubre impuesto por el romano desordenando el insano las fechas de dataci贸n

eso que el lector recibe tiene lo bello de frente al momento trae lo ausente lo dice el rapsoda mago sabe que la vida es alago

contrarrestando esta acci贸n ser poeta; es ser un puente.

el calendario Juliano.



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