Los escribas 9

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Los escribas Literatura y Artes Visuales

Agosto - Septiembre NĂşmero Nueve 2016


Editorial Damos el primer paso en pos del segundo año, ahora con una propuesta temática que será de convocatoria abierta para incorporar a un mayor número de escritores, y una sección fija llamada “El cartapacio escriba” en donde se podrá seguir escribiendo de los más variados temas literarios con una plantilla fija de colaboradores. Revista Los escribas

Nuestra intensión es brindar una atractiva propuesta literaria a los lectores, por eso invitamos nuevamente a los colaboradores a que nos apoyen a difundir su obra y la de los demás escribas, con ello habremos cumplido la más preciada de nuestras metas que es ser leído por un mayor número de personas, no sólo en nuestro país, sino más allá de nuestras fronteras. La literatura no tiende muros, estrecha manos y entrega corazones, por eso agradeciendo como siempre a nuestros amigos escritores por haber respondido a nuestra convocatoria.

Director Alberto Calderón P. Subdirector 
 Maricarmen Delfín D. Consejo Editorial 
 Jorge Enrique Escalona del Moral Gloria Domínguez Castañeda

Con el tema de los árboles, encontraran poesía, ensayo, relato y cuento.

Gabriela Jiménez Vásquez

Desde este momento y hasta el último día de agosto estaremos recibiendo las propuestas que tengan como temática al fuego.

Juan Pérez Salazar

Un afectuoso saludo a nuestros lectores.

Lilia Cenobia Ramírez

Las fotografías que aparecen en este número pertenecen a sus autores, se presentan para el conocimiento de nuestros lectores, sin afán de lucro. Algunas de las pinturas son obra de la artista plástica Gwenn Aëlle Folange. El contenido de los textos, ortografía y sintaxis son responsabilidad de cada uno de los colaboradores.

Publicación bimestral de Editorial Manantial entre Arenas albertocalderon@losescribas.com


Índice

Anamaría Mayol

Árbol en algún bosque

4-5

Maricarmen Delfín Delgado

Sin Voz

6-8

Isidoro A. Gómez Montenegro

Árbol

Lilitt Tagle

Los árboles tejidos

10-11

Filemón Zacarías Gacía

De verdes elegías

12-13

Jorge Ita Gómez

Arbolito de mi calle

14

Lilia Magaña Morales

Las mil y un

15

Eduardo Cerecedo

Árbol de mango

16

Daniel Olivares Viniegra

De árboles

17

Alfonso Pedraza

Fuera abajo

18

Raúl Silva

Padre árbol. Madre árbol.

Anne Hannah Banasiak

Soy un árbol

21

Alberto Calderón P.

Xinicuil

22

Kory Hernández Hernández

Sauces

23

Evira Mora Mora

Ciclo

24-25

Laura Pini

Cenizas de terciopelo

26-28

Virginia Ramírez

Hoy quiero ser

Gloria Domínguez

Cherán y la lluvia

Diana Ríos

Inocencia

32

Gabriela Jiménez Vázquez

Sucede

33

Mario Millán Soto

Décimas

34

María Dolores Reyes Herrera

Llanto del sauce

35

Freundt Rodolfo Cruz Manrique

Algarrobo misterioso

36

Rocío D´Ledezma

Árbol

37

Cartapacio escriba

38

Jorge Enrique Escalona del Moral

Entre voces

39

Marie Jo

De aquí o de allá

40

Paisaje

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9

19-20

29 30-31

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ÁRBOL EN ALGÚN BOSQUE Tal vez antes de ser mujer fui árbol en algún bosque y mis ramas crecían hacia el cielo siempre intentando ver el horizonte y estuve allí por siglos enraizada aferrada a la tierra bebiendo el cielo habitada de pájaros y estrellas Tal vez antes de ser mujer diseminé retoños dejé semillas y el viento fue mi amante en los silencios mi piel era corteza mis colores símbolos del transcurso del tiempo en crecimiento A veces pienso en ello y el bosque no es un lugar extraño Tal vez antes de ser mujer fui árbol en algún bosque aún siento el latido de la tierra en mis venas y hay días que regresan los pájaros y anidan


AnamarĂ­a Mayol Argentina

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SIN VOZ Maricarmen Delfín Delgado Xalapa, Ver. México Siento un cosquilleo, un piquete desencadenante de comezón, algo se mueve palpitando, con pulsos quisquillosos y leves; me balanceo y procuro desenfadarme soltando los brazos en un vaivén rítmico, salpican notas como estrujo de celofán, suelto las hojas para dejarlas caer y tapizar el piso y los alrededores cual lentejuela que adorna un hermoso tapete. Pero no es sólo uno, son más, y en todo mi cuerpo se repite esa manifestación de vida, de muchas vidas acurrucadas en la fronda de mi copa; yo, como amoroso padre cobijo en mi regazo sus nidos arrullándolos cuando la tarde cae y el rocío nocturno envuelve con su capa cristalina mi robusto y agrietado cuerpo, proveedora de la frescura que mitiga nuestra sed. Soy carnaval donde las hormigas marchan, las ardillas nerviosas hacen sus acrobacias y las aves llevan la comparsa, arañas que tejen redes para amortiguar la caída de moscas trapecistas, serpentinas floridas que armoniosas forman las enredaderas, mientras las bromelias, inquilinas que llegaron sin invitación, fijan sus tallos en los míos, felices por la permanente algarabía. Mis pies ya enraizados, me sostienen, dan fortaleza al tronco, testigo y cómplice de los nombres en mí grabados, del corazón tatuado en mi corteza como símbolo del amor eterno. En mi piel habitan orugas, escarabajos, arañas y termitas en convivencia fraterna ya que están en el mejor condominio del bosque, hábitat límpido y seguro, santuario de mariposas, resguardo de la lluvia, sombra salvadora ante los rayos del sol.


Aunque lastime mis coyunturas, mi brazo sostiene la cuerda que mece en un rítmico vaivén al igual que las flores al viento, a infantes y enamorados columpiándose para recibir en su mejilla la caricia del aire que aprovechando el momento, travieso se introduce entre la cabellera despeinando para completar el chiqueo. En atribulados momentos esa misma cuerda fue pasaporte de un viaje sin regreso, mis ramas crujieron invadidas por la tristeza. Joven pródigo regalando los frutos y las flores, aromas y colores brotan con el brillo solar, destellos que surgen al alba siguiendo el ritmo del día hasta que las horas duerman y pinten de plata el follaje donde la luna se refleja cual espejo nocturno enmarcado por canto de lechuza, chispas de cocuyos, aleteo de quirópteros y concierto de mirlos. Cual caracol de jardín he sostenido la casa en mi espalda, refugio infantil, guarida secreta, templo de reflexión y hermandad que en incontables veranos se llenó de risas, cantos y a veces de llanto de impotencia. Hoy ya vacía, guarda la esencia de los primeros años donde se prueba a manera de juego el sabor de la independencia familiar que se ve lejana a tan corta edad. Testigo mudo pero con la sensibilidad que mi savia provee irrigando cada centímetro de mi naturaleza, con firmeza soporto el calor extenuante de verano y los fuertes vientos del otoño, ya sin ropaje mis ramas reciben resignadas el aliento gélido del invierno hasta que la primavera llegue iniciando otro ciclo más de vida y verdor. Con ella llegarán aromas y sabores dulces colgando de mis manos, frutos que deleitan pero no provocan como cuenta la leyenda que culpa a la manzana del algún pecado, sólo Adán y Eva son los responsables.


El bosque es la gran familia que formo con mis hermanos, unida logramos que el líquido cristalino corra bajo el suelo como venas que portadoras de vida, filtros oxigenadores son mis hojas; mi cuerpo es codiciado, en rebanadas me comercializan a veces sin medida, y otras tantas sin razón soy mutilado para el deleite citadino y ambicioso. La hoguera es el último lugar donde suspiro para que mis cenizas vuelen a formar parte nuevamente de la naturaleza. Inmóvil y vigilante he visto pasar decenios y sus historias, relatos de vida y de muerte que han quedado incrustados en cada pliegue de la corteza formando parte de mi propia historia; consejero fortuito de quienes se acomodan en mi regazo esperando que mi fresco abrazo inspire la solución buscada como los árboles binarios en la informática. Me reconoces desde cualquier lugar en el horizonte y soy punto de referencia en situaciones de la vida, así el árbol de levas es el eje rotatorio, árbol de decisión como modelo de predicción en la inteligencia artificial, de Navidad cargado de luces y esperanzas, árbol genealógico para dar identidad y conocer el origen igual que el árbol de la vida, símbolo del inicio y misticismo. Esto es lo que soy y lo que siento, esbozo de mi existencia para muchos desapercibida al menos que me rodeara la fama como al Árbol del Tule o el de la Noche Triste, pero soy callado como refieren que es un tronco, sin voz para expresar mi diégesis y unirla a la tuya, sin palabras sonoras, sólo con el susurro de mi enramada de la mano del viento. Si tuviera voz esto te contaría.


Árbol Isidoro A. Gómez Montenegro. Tampico, Tamaulipas.

Trepo la eterna corteza de tu savia con ira de tierra roja. Como beso levanto tus columnas campos, arterias. Nace en el celaje la flor que te alumbra. Inveterado temblor de entrañas. Galopo en latido de espesura, de musgo. Levanto polvo de muros de silencio. Oculto de puertas en altos hombros ramajes de mansedumbre liman mi furtivo llanto, abrazo tu cintura milenaria. Toco el inmóvil color de tus arterias sabias Se desbocan los caballos de mi llanto, en la corteza de tu cuerpo. Sol desflora el cielo… menguante nube de palabras. Dejo la voz, temblado a un costado, galopo frutos de la tierra ya acabados. Evito la luz del día. Sueños antiguos con las manos… buscan cause. Sol, ¡Sueña el Universo en voz alta! Canto… hasta que el canto eche raíces y en sus ramas cuelguen pájaros rumorosos. No seas soplo carcomido, oído fecundo, de ocaso. ¡Gira en tu orbita esfera de la vida!, rodean aves tristes tu azul cintura que pintó la mañana. Lloro en tus raíces. ¡Árbol de la concordia!


LOS ÁRBOLES TEJIDOS Lilitt Tagle (Orizaba, Ver. Mexico) Fue Don Juan José Cobo Ocampo, narrador de la ciudad, sentado en una mecedora del patio de la sede de Sotaventina A.C, en la Calle Morelos de Cosamaloapan, el personaje a quien conocí gracias a la amable invitación que Dora Luz Hernández de Sentíes, coordinadora de la Mesa Redonda Panamericana de aquella zona, y presidenta de esta asociación civil que agrupa lo más nutrido en materia de arte y literatura de esta cálida zona (en los sentidos afectivo y climático), tuvo a bien hacerme en noviembre de 2009 para presentar mi libro que había obtenido, en el mes de mayo del mismo año, la Mención Honorífica del certamen: PREMIO NACIONAL DE POESÍA TUXTEPEC “RÍO PAPALOAPAN”. Con su amena plática, Don Juan me hizo saber que el nombre de Ixmatlahuacan, correspondiente a uno de los 212 municipios veracruzanos y que limita, al noreste con Acula; al este con Amatitlán; al sur con Cosamaloapan; al oeste con Tierra Blanca y al norte con Ignacio de la Llave, significa “Lugar de árboles tejidos”, ya que en tiempos prehispánicos, el lugar se encontraba tupido de árboles de pochota o pochote, conocidos también como ceibas (Ceiba pentandra). Estos majestuosos árboles, que alcanzan a medir de 60 a 70 m de alto, se sostienen en las alturas gracias a su fornido tronco de hasta más de 3 m de diámetro. El tronco y muchas de sus ramas mayores, densamente poblados con espinas largas y robustas, dan la impresión de un intrincado tejido, y debido a que sus semillas se encuentran protegidas por finas fibras de lignina y celulosa que dan la apariencia de madejas de algodón, el nombre, que proviene del náhuatl Ich-matla-hua-can, según la página digital oficial de este sitio, quiere decir también: "Lugar de los que tienen redes de algodón". Rafael Acevedo Ituarte, originario de Orizaba y emigrado al puerto de Veracruz, me contó que estas fibras, en forma de esferas etéreas, se desprenden de forma natural de la semilla y ruedan por las calles céntricas del Veracruz viejo, colmando el paisaje urbano y el interior de casas y patios, de una blanca belleza que alegra el espíritu. Sin embargo, estas magníficas ceibas poco a poco se han ido muriendo con la contaminación y el descuido e ignorancia de ciudadanos y autoridades. 10


Mi bisabuelita, a quien me tocó conocer, tenía en gran estima una pequeña almohadita que ella llamaba de “guata”, pues efectivamente, estos filamentos que envuelven la semilla, son nombrados comúnmente así, aunque también se emplea la palabra kapok, estas fibras se emplean para rellenar almohadas, chalecos, y otros artículos, aunque actualmente han sido desplazadas por materiales sintéticos. Por eso es que las ceibas también se conocen como algodón de Java, kapok de Java o árbol de algodón de seda. Es una especie tropical de hojas caducas nativa de América del Sur, África Occidental, y las selvas tropicales del sudeste asiático: la península Malaya y el archipiélago de Indonesia. En la mitología maya, la ceiba fue considerada como el árbol de la vida, un símbolo sagrado. La copa se extiende a gran altura, de manera impresionante, como un enorme paraguas abierto. Muchas plantas y animales crecen y viven en sus ramas: las aves anidan en ella, como el maravilloso Quetzal, símbolo de Guatemala; los mamíferos utilizan las ramas grandes para correr sobre ellas como si fueran autopistas. Las ranas se reproducen en los charcos de agua que se acumulan en las bromelias que crecen entre sus ramas. Bajo su follaje, los nativos acostumbraban celebrar sus ritos. Este portentoso árbol aparece en varios grabados de la Cosmología Maya, como en el Mural encontrado en San Bartolo, sitio abandonado en el Preclásico Tardío (200 d.C.) localizado en Petén, Guatemala, al Nordeste de Uaxactún, cuya ocupación data desde el 600 a. C. También es nombrado en el texto sagrado de los maya-quiché, el Chilam Balam: “Cuando el mundo fue creado, se puso un pilar en el cielo. . . que era el árbol blanco de la abundancia, al norte, después, el árbol negro de la abundancia fue puesto al oeste. . . .Después, el árbol rojo de la abundancia fue puesto al este. . . Después el árbol amarillo de la abundancia fue puesto en el sur. . . Después el gran árbol verde (Ceiba) de la abundancia fue puesto en el centro. . .” La Ceiba pentandra fue declarada Árbol Nacional de Guatemala el 8 de Marzo de 1955. Fuentes consultadas: Cosmología Maya, http://www.mayasautenticos.com Diccionario de Botánica y paleobotánica, http://www.enchantedlearning.com


DE VERDES ELEGÍAS

Hoy quiero ser ósmosis y humus y embriagado de savia, de sol y recuerdos trepar a un árbol eterno al de los cuarenta y tres frutos sin tiempo al del tule de Oaxaca al nogal de la bodega de Tlatlaya y al árbol con espinas infinitas que mi gente de barro, idolatra desde el génesis del tiempo. Mis arbóreas venas circundan mi cuerpo y sus ramas valientes se olvidan de abismos son también pasajeras de utopías recurrentes que le cantan al chopo, y al laurel, y al encino y al eterno ahuehuete de la Noche Triste y al olmo y al verde sombrero y al árbol oxígeno y al genio dador de los frutos… y al mago de los ósculos acuíferos.

Filemón Zacarías García Tlapacoyan, Ver. México


Es tan clara mi voz cual manzano de Newton como mi árbol cama o el mensaje del libro. Es de roble mi canto, y mi lucha es de pájaro de arce la guitarra de este verso sin tiempo y de hormigo marimba la canción del olvido pues se escucha en el verso la esperanza de todos emulando a los árboles que sufren como el hombre la inagotable humanidad … de sus demonios.


ARBOLITO DE MI CALLE Los árboles, amigos míos, beben en sus copas el agua de los ríos. Responden a un nombre a una caricia con el amparo de su sombra leve, y sus raíces esparcidas bajo la madre tierra son infinitas como las estrellas que arden en la noche. Tienen arrugado todo el cuerpo como los ancianos o los niños recién nacidos; también tienen, para tristeza nuestra, lacrimales sensitivos y, con certeza, un tierno corazón en su corteza donde reverdece LA ESPERANZA en cada primavera.

Jorge Ita Gómez (Perú) Del poemario Reino de este mundo (Lima, 1990) 14


LAS

MIL

Y

UN

Tú has andado dentro de mí, por mí, en todas partes, como una enredadera, como el hueco y la sombra del bosque más oscuro, como la ternura amarrada al más abandonado árbol. . .

Puedo irme de aquí, si lo deseo, y llevo el amuleto azul que nos consume : Tú código de amante está en penumbra. . .

Si tú quisieras, poner el temblor en tu garganta, o quitar los nudos cobardes de mis pies, hallarías pisadas en tus hombros, y raíces en tu arruga más profunda. . .

Podrías oír, el caracol filtrado en tus instintos, y las mil y un caricias, desamarradas en tu piel.

Lilia Magaña Morales. Tuxpan De Rodríguez Cano, Veracruz-Llave, Mexico 15


ÁRBOL DE MANGO Eduardo Cerecedo Tecolutla, Ver. México

Árbol de mango, hiciste a tu antojo tu deseo, del cielo, espolvoreas la primavera con sus mariposas, del verano apretaste sus aguas en tus frutos, del otoño apaciguaste sus lluvias, del invierno, opacaste sus estrellas y su llovizna acumuló la escarcha que la navidad necesita para su brillo. Pero a mitad del tiempo, cuando las hojas maduran, visten la tierra, cuando tu sombra toca el mundo, Vino Gilberto con su aullido y te inclinaste para que las sierras y las hachas hicieran lo suyo. Allí al tocarte con su mano nerviosa la plebe formaron parte de tu reino y el temporal que llevabas dentro explotó en las trojes, en las cocinas, dando al fuego el fulgor que le faltaba. Allí tirado como un río fuera de su cauce, jadeabas y el mar supo de ti, pues si alguien quería saber del color del mar, tú le dabas la pauta en la diástole de tus ramas. Tú que mirabas por todos el tiempo, sabías del clima, de los ahorcados, de los abigeos, de la revolución, de la fiebre aftosa. De los triunfos de los tiburones rojos. Ahora en leña te llevan los desprotegidos a sus casas, donde la ausencia te hará una escultura que el viento fincará de una vez al silencio.


De árboles Daniel Olivares Viniegra (Ciudad de México)

GRACIAS MOZART

Tenerte y rodar sobre la hierba en pendiente alfombrada florida y sin grietas. Rodar igual que amar poéticamente en conjunción con cielo azul y aroma de soles (más tierra madre pródiga y serena). Al final siempre esperando hay un abismo pero también oh divina magia del quererse está nuestro tronco salvador árbol de la vida, de la muerte: De los frutos deglutidos sonrientes empapados en el néctar dulce y orgasmante de tu carne y de mi carne... Unidos, abrazados enraizados corazón a corazón desde luna de día y alma de noche angelados blancura y fuego que va desde tu boca hasta mi boca cayéndonos cual gotas de rocío matinal ... llenándome los ojos y las manos para siempre.


Alfonso Pedraza (Hidalgo, México)

¡Fuera... abajo! Esas dos palabras aunadas al ruido de la motosierra, fueron lo último que percibió antes de caer y rodar por la colina del antaño nemoroso paraje.

De su muñón anclado al suelo brotaron de inmediato lágrimas de sabia, buscando inútilmente llegar hasta sus hojas y, envuelta en un aroma arbóreo, emergió su alma.

Desde entonces lanza sus lamentos; no por el uso que de sus ramas hicieron los lugareños al curar su frío invernal, sino por el destino final de sus troncos, convertidos en unos finos y lustrosos libros de ecología.

©alfonsopedraza


Raúl Silva (Ciudad de México)

PADRE ÁRBOL. (A mi padre). Padre Árbol fuiste un tronco vigoroso tus ramas, unas llegaban al cielo, otras erguidas por cuatro destinos, todas con retoños de venturoso sino. No hubo muérdago en brotes nuevos. Tu sabiduría fue la savia en tus ramales, con tu consabido y noble ejemplo. Cuando llegó a ti el inexorable Otoño, dejaste en tu corteza un gran amor como herencia de tu propia exuberancia. Todos los ramales grandes y chicos, Padre Árbol, si estamos sedientos, bebemos ansiosos de tu rica savia para preservar y legar tu nobleza sabia.

MADRE ÁRBOL. Hiciste crecer tus ramas con amor y sacrificio en cada hoja plasmaste cariño y valores esenciales Se alzaron tus ramales hasta lo alto con tu celo diste agua a cada brote no fue en vano tu desvelo Madre Árbol, dame sombra, Cobijo, con tus amorosas hojas.


Raúl Silva

DOS ÁRBOLES. Viendo pasar las horas un abeto y un pirul reñían por tener más aves canoras. La calandria anidó en el abeto y le cantaba en las mañanas. Un jilguero anidó en el pirul, y le agradecía con sus trinos ambos árboles en dulce sinfonía oyeron cantar a los polluelos, entonces surgió la armonía, abeto y pirul olvidaron los celos.

( Haiku): ARBOL TORCIDO ENDEREZA TUS RAMAS YA NI LA FRIEGAS.

ÁRBOLES ENAMORADOS. Un sauce llorón estaba enamorado de una linda y cercana jacaranda el sauce se mostraba entusiasmado cuando ella lucía su tono lavanda. Al muy mustio bien que le gustaba cuando el viento era su aliado ella, sus ramas violetas juntaba él, por fin se sentía calmado y hasta lo llorón se le quitaba.


Anne Hannah Banasiak (Polonia)

Soy un árbol

Soy un árbol, nací como un árbol Todas mi ramas, ya están golpeadas … por el viento. Siempre he querido bailar en el desierto Donde la arena sería un polvo de flores Cuyos pétalos se explayan alrededor de mis raíces. A veces me duelen las ramas, Las que prolongan mi existencia, El dolor causado por el viento turbulento.


Xinicuil Vainas colgando del árbol de pie torcido, maduras tus frutos en temporada de lluvia, ofreciendo tus gotas envueltas en estuches suspendidos en tus ramas, buscando poner otro pie en la tierra. Das sombra, alegría, vida. Tus semillas suaves y verdes las cubres con piel algodonada de blanco, rico y dulce sabor. Tu opacidad cae sobre los cafetales en las tardes de verano en las fincas a las que íbamos en tu búsqueda. Hermafrodita altiva, nunca fue fácil darte alcance. Bajaba tus frutos con garrocha o trepando tus gruesos troncos ante la algarabía de los amigos, antes lo hicieron por todo el istmo los zapotecas y más abajo los mayas. Una a una caían las vainas que abríamos, gozando los dulces de la naturaleza. Tus semillas hervidas con sal eran manjar. Hermosas tardes de extensos terrenos que rodeaban la ciudad. Ahora pasa una gran avenida donde estaba el más alto cuaxinicuil. En la esquina en donde los campesinos estibaban las vainas de veinte centavos , un supermercado borró las huellas del pasado. Tiempos de veredas verdes, de sabor, alegría y de niñez. Alberto Calderón P. Libro El salto 2012 Xalapa, Ver. México

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Sauces

Llanto de cascada vertida sobre el jade de sus ramas, caída en sutil danza con notas de un adagio que silba el viento en su llana esplendidez, lloren majestuosos sauces, porque su belleza, ésa es.

Kory Hernández Hernández. Guadalajara, Jal. México


Ciclo Poseo grabado en el corazón tu nombre Baño de luna en el tallo Savia rebosando mi copa Rememoro al progenitor en anclaje de raíz sembrada en el patio Guardo el momento que fui rama menor casi semilla Tu candidez me vio crecer como amigo Te vi crecer como tu padre Mis noches recorrieron confesiones de muchacho Con la complicidad del viento batí mi ramaje Festejé tu paso de niño a hombre Caer de tiempo cala madera polvo hace los huesos Volvió al viejo nido de comejenes Por él mi cuerpo sufrió la tormenta de tus ojos No estás solo Otra mitad dibujó en mi tronco su inicial junto a la tuya Tus hijos corretean alrededor Juegan escondidillas a mis pies Maravilloso renacer de la sangre Infancia Juventud Generaciones Es ley cerrar ciclos

Elvira Mora Mora Tuxtepec, Oaxaca, México


Calmas mi sed Acaricias mi piel anciana Agradecido Todavía extiendo mi altura Doy cansados frutos Deseo los otros tengan mi suerte Logren el beso del buen principio con el excelente final Mis congéneres Oasis del planeta den vida a la vida sin recibir herida de hacha Anhelo el humano desaprenda Sea más humano menos destructivo Piense en verde como nosotros Y sepa que mi asfixia es su muerte Voy a marcharme Cercana la hora suplico escuchar concierto de pájaros Palpar cariño en las manos de tus vástagos De mi floema sentirlos descendientes Más tarde Arrullar el recuerdo colgado de mí Tu sueño meciéndose en hamaca En el umbral Calvo de hojas Yerta mi cáscara Disecados los brazos Ser casa de hormigas En tu chimenea leño ardiente Convertido ceniza dispersarme con las estrellas En lo más recóndito del cielo Volver a ser árbol para cubrirte con mi sombra


Cenizas de terciopelo

Laura Pini Guadalajara, Jal. México

Tremendo contraste entre el crepitar del fuego en su comienzo y la paz de la ceniza. José Luis Coll.

Cuenta la leyenda que el volcán reclama su tributo cada noche de eclipse solar. El aroma de los pinos y encinos abrasados se esparce, en abril, el día del lucero de la mañana. El fuego es inminente al alba. Las cenizas vertiginosas ocultan el cielo y eclipsan al sol. Las autoridades locales y federales, ignorantes, indiferentes, cómplices, permanecen dormidas mientras la sociedad civil se organiza y hace frente a la tragedia. El gobernador disfruta sus vacaciones familiares a la orilla del mar. Las llamas son controladas al atardecer. El domingo se presentan nuevos incendios. Por las redes sociales se difunde la noticia de que fueron provocados. Mientras el aire se hace irrespirable, la indignación crece. Fernando y Laura habían recibido capacitación después del voraz siniestro anterior. Aman el bosque desde que lo conocen. Caminando por ese suelo ancestral encontraron sus raíces y un lugar al cual pertenecer. El día del Señor, en medio de la obscuridad, arriban a La Primavera; permanecen allí hasta el fatídico día de la luna. Conforme se elevan, las espirales de humo blanco simulan llamaradas. Un instante después, lóbregos nubarrones ensombrecen el inmenso paraje forestal y la ciudad.


La batalla sin tregua no les impide observar la magnificencia de las figuras que se forman en el aire: nubes tejidas cual encaje hecho a mano con hilvanes exquisitos; encuentros de humaredas grises, negras y blancas, realzadas por líneas serpenteantes del astro luminoso en sintonía con el fuego en tierra; un sol engalanado ineludiblemente de rosa mexicano y rojo que parece luna de horizonte; dos imágenes del estado de Xalisco creadas con el níveo humo que el viento elevó a velocidad vertiginosa: una con bordes dorados, otra con irregulares pincelazos y, en medio de ellas, una franja de intenso azul por la que resplandecen victoriosas las irradiaciones áureas. El agua escasea, al igual que los alimentos. Brigadistas y voluntarios luchan sin descanso. Repentinos relámpagos noctívagos anuncian lluvia y traen esperanza. Las gotas desparecen sin tocar la calcinada tierra. La noche aumenta el calor y la sed. Un Colibrí metálico sobrevuela La Primavera y desciende sólo para acercar a los rescatistas a la línea de fuego. Un Halcón Negro permanece a gran distancia, férreo, inmóvil en el pavimento, sin que los respectivos mandos conozcan su función. Trabajan juntos hasta la mañana del tercer día. Fer la ve cansada, más por la desesperación ante los nuevos incendios que por las agotadoras jornadas. Tras tantas horas llenos de ceniza, respirando ceniza, comiendo el pan con ceniza, sienten que se están volviendo grises. Dos nuevas columnas de humo blanco son lanzadas al cielo y en un momento se tornan sombrías. Entonces se separan. Fer combate el incendio más grande que, por su delimitación, pronto es extinguido. Entonces busca a Laura, cuya cuadrilla se dispersó a lo largo de kilómetros.


A media noche, con su lámpara de minero apagada como inexpresivo testigo, llega hasta donde ella está. Sostiene la pala con mano firme. Cava la zanja guardafuego, concentrada, con ahínco, casi con furia. Se le están quemando los pies. Al borde del agotamiento, Fer la lleva al improvisado refugio ignífugo en la pendiente del volcán. Durante el breve momento que tardó en llegar y recostarla, evocó su hermoso cuerpo, al que había besado hasta quedarse sin aliento… Él combatió el fuego, ella encontró la paz entre la ceniza. Fernando colabora con generosidad en el rescate del bosque, para prevenir desastres más que reforestándolo. Sabe que la vida germina por regeneración natural. Desde distintos árboles cayeron las piñas, el calor de los incendios las abrió y los piñones fueron esparcidos por el viento. La lluvia y la luz les dieron vida. A mediados del invierno, entre agujas secas, pequeños pinos de renovado verde inician su ascenso al cielo. Al año siguiente, el Fuego Nuevo hace implacable su aparición.


Virginia Ramírez Xalapa,Ver. México

Hoy quiero ser de la tierra misma, generosa como ella, y así, abandonarme a la caricia del aire que el sol con su bondad incansable me cubra de oro por las mañanas, que la luna amorosa me bañe de plata, árbol quisiera ser, para que en un día lluvioso cada gota me besara por completo, y con los brazos extendidos yo esperaría a quien amor quisiera darme, mientras el viento sigue con su amenaza de enloquecerme con tanta caricia y alegría, pero de carne y hueso soy y no quisiera. 29


CHERÁN Y LA LLUVIA Para Teskatlipoca Tlahuiskalpantekutli

Cherán Voz de árbol Árbol sin sueño Árbol vigilante Troncos caídos en hilera Escándalo de máquina al andar.

De pie Con el sombrero puesto En el gesto la resolución Te mira el campesino.

Oscuridad y duende Le acompañan. Tras el hada y la bruma cuando danzan Al canto bucólico y al musgo De la vida en paz

Latido de bosque es la vigilia De su propio corazón.


Caída de bosque es su derrumbe La fiebre súbita del cielo La estrella amenazante, dolorosa Hundida para siempre Hasta la tierra seca que se asfixia.

Pero no. El sepulto de las sombras --Sombra árbol, sombra nube, Sombra cielo, sombra campesino-No habrá de existir.

No estás solo, compañero. ¡Crece tu voz de raíz! ¡Abraza al cielo todo lo que puedas!

Gloria Domínguez Martínez de la Torre, Ver. México


INOCENCIA Diana Ríos Tijuana, Mex.

Nadie es inocente. El viento trae moléculas de sangre. El sol arranca nuestra piel. El árbol da frutos expirados. Ni yo. Que pensé en un tiempo en el amor. Soy culpable, mil veces culpable de dejar tus ojos en el olvido, de no acariciar tu flor, colocar límites a los sueños, que se formaron caprichos y la esperanza se marchita por el exceso de ilusión. El viento está cansado de suspiros, el árbol de producir oxígeno, el hombre de respirar con la turbulencia gris. Y nadie hace nada con la intemperie perdida, al escuchar el eco de las ausencias y los temblores de la tierra

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Gabriela Jiménez Vázquez

SUCEDE

Sucede, Que extiende sus alas A nuevos horizontes Y entre las nubes Otra imagen pincela.

Sucede, Que degusta Nuevos acordes Y sus pupilas Distinta mirada reflejan.

Sucede, Que diferente Fragancia germina Y aspira miel En nueva flor.

Sucede que, No debe cantar Más su amor Al viejo sauce, El nido, ya lo perdió.


Maravillosa creación Donde supura la vida Que se bebe y se respira He de pedirte perdón Por mi hermano el felón Que te mutila alevoso Árbol noble, añoso De mi mesa proveedor Barca, cama y calor Cuna de último reposo Maternidad de los loros Cámara de los orfeos Que en sinfónicos gorjeos Te constituyen en coros Sus peajes nota de oros Que entregan agradecidos Entre follajes tupidos De su casa bienhechora Bien nacido, en buena hora Árbol lleno de nidos He de cremarme contigo De que vivas tengo fe Como tú morir de pie Fiel, padre amigo Gracias por estar conmigo Madre de folios bendito Amor de vientos tu rito Ser divino y profundo Por ser un sostén del mundo Mi oda a voces te grito Árbol retando al cantil Árbol que formas el soto Árbol de radical ignoto Árbol de sombra gentil Árbol de figuras mil Árbol filtro de mares Árbol de dátil, cantares Árbol de frutales varios Árbol manas centenarios Árbol, hermano y pesares.

Mario Millán Soto, El Nawal de Tetelilla Puebla, México


Llanto del sauce Cuando nací, era una esmeralda este lugar. A un siglo de mi exis6r, veo acercarse mi final. La cartera del hombre paladea el signo que represento para él, dice que soy madera fina. La nostalgia me invade, no porque vaya a morir, nooo, me aterra más, no ver el llanto del sauce, pues sus lágrimas aumentaban el cauce del río… que hoy se consume.

María Dolores Reyes Herrera Tlapacoyan, Veracruz. Méx.


ALGARROBITO MISTERIOSO

Cuando me siento en tu sombra Sueño tenerla en mis brazos Cuando la tarde se entrega Danza la luna en mis ojos Ataviada en grandes sedas Y el viento las estremece Salpicándola de estrellas. Algarrobo misterioso Entre tus ramas yo encuentro Melodías tan hermosas De las aves que aquí llegan Y sueño que nuestros cuerpos Fundidos en dulce entrega Somos tu tronco tan fuerte Como la pasión de esta entrega. Algarrobo misterioso Que hasta el río nos llevas En tus profundas raíces Que se ex6enden con fuerza Como el amor que le tengo A mi cholita montuna Que al igual que tus raíces Se profundiza en su 6erra.

Freundt Rodolfo Cruz Manrique Perú


Árbol Rocío D´Ledezma Veracruz, Ver. México

Imponente majestuoso, sin pedirnos nada, todo nos ofreces: sombra, cobijo ... aliento de vida ... para nuestro deleite la metamorfosis de tus verdes a veces colores de perfumadas flores. Al abrazo de su cuerpo, su energía nos comparte, recibe de nosotros la inmundicia de la materia. Cómo padre Dios de la naturaleza su sabía nos sana.


Secciรณn

Cartapacio Escriba


Entre voces (Una mirada a dichos y hechos de creadores e intérpretes artísticos) Jorge Enrique Escalona del Moral Ciudad de México Lo escribieron Guillermo Vega Zaragoza (Poeta, escritor y periodista. México, 1967): “Sólo un parpadeo/ y allí estabas;/ húmeda de palabras/ dispuesta a vaciarte/ para nacer al fin en el molde de un poema”. (Vega Zaragoza, 2004) Lo dijeron Darío Fo (Dramaturgo y actor. Italia, 1926) “En todos estos años que usted menciona he vivido el nacimiento y la muerte de diversas utopías, he luchado desde mi trinchera por algunas de ellas y he combatido la opresión del hombre por el hombre. En este andar he comprendido que en nombre de las ideas se prohíbe pensar y en nombre de la libertad se esclaviza a pueblos enteros. Frente a la estupidez de la historia queda la risa, el único poder que no corrompe”. (Ita, 1999) Lo vivieron Luis de Tavira (Dramaturgo y escritor. México,1948) “Mi compromiso como jesuita con el teatro era muy serio, y cuando se me dijo que debía recular yo era director del Centro Universitario de Teatro, el CUT. Mis superiores me pidieron que abandonara el teatro y me fuera a Roma a estudiar teología. Me negué, porque estaba convencido de encontrarme en el camino de mi compromiso con la comunidad teatral, el cual, repito, era y es tan serio que decidí romper con la iglesia como institución. A la distancia sigo pensando que ellos cambiaron, no yo. Hoy día sigo haciendo teatro ya sin los compromisos que exige estar en un cuerpo comunitario: como son la obediencia, la pobreza, la castidad; rompí esos votos, pero ni la fe, ni los conflictos y el discurso de la fe, ni el sentido de la liturgia y la religión desaparecieron de mi vida” (Ita, 1999) Fuentes: Ita, F. d. (1999). Telón de fondo. México: CONACULTA. Vega Zaragoza, G. (2004). Desde la patria del insomnio. México: Dionisíaca.


DE AQUÍ, O DE ALLÁ De allá tan lejos, Se marcharon Temblando. Derrumbo de sus casas, amenaza del cañón Huyendo, de la barbarie cercana. Adelantaron camino, Tropezando con fronteras humanas. Esperaban, Llegaron Algunos Esparcidos, sin fuerzas. Vacuidad del cielo, hospedaje en cajones Miradas de paredes frías, Desesperan, De donde nos asalta tanta incapacidad en auxiliar, tanto miedo, frente a sus andares inciertos Ellos, rozan nuestra indiferencia envuelta de papel de caridad Se extrañan. ¿Los dejaremos ahogarse? ¿De dónde saldrá el grito salvador? Ya que se esconde sin vergüenza Aquí tan cerca de nosotros.

Marie Jo París Francia




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