Conéctate, noviembre 2022: Luz en la oscuridad

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LA LUCECITA MÍA Que brille ante todos La fórmula para llevar a cabo la obra de Dios El perfil del cristiano Mirarse al espejo Chicos seguros de sí mismos 5 pautas para su buen desarrollo CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA Año 23 • Número 11

A NUESTROS AMIGOS

la luz y las tinieblas

Según cierta alegoría que circula en internet, había una vez una oscura cueva en la tierra que jamás había visto la luz y ni se le pasaba por la imaginación como sería esta. Un día el sol envió una invitación a la cueva para que saliera a visitarlo. Al subir esta a la superficie, quedó anonadada, presa de gran alegría. Decidió entonces devolverle el favor al sol invitándolo a que bajara a visitarla algún día, ya que el sol jamás había presenciado la oscuridad. No obstante, cuando el sol llegó y entró en la cueva, intrigado por saber cómo era la oscuridad, quedó perplejo y dijo:

—No noto ninguna diferencia.

El mundo a veces nos presenta su cara más oscura: un ser querido aquejado de una enfermedad que da miedo, un niño que es objeto de matonismo en el colegio, un reportaje sobre alguna tragedia o alguna catástrofe natural. Las tinieblas también se nos cuelan en nuestras relaciones por efecto del rencor, por sentirnos incomprendidos o por su contraparte: no allanarnos a comprender. Se da también el caso de que tomamos decisiones erradas o cedemos ante nuestras debilidades, permitiendo así que la oscuridad cree fisuras o cause heridas que se resisten a sanar.

La moraleja de la fábula de la cueva es que la oscuridad sencillamente no puede existir en presencia de la luz. Aun las más opresivas tinieblas son impotentes ante la presencia de la luz. «Esta luz resplandece en las tinieblas y las tinieblas no han podido extinguirla.»1

Jesús dijo: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.2 Pero además manifestó: «Ustedes son la luz del mundo. […] Así alumbre la luz de ustedes delante de los hombres, de modo que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos.3

En estos pasajes comparados, Jesús, que representa la luz del mundo, llama a Su vez a Sus seguidores a ser también ellos la luz del mundo. Fabuloso llamamiento, pero a la vez menuda exigencia. Por muy oscuro que nos parezca a veces el mundo, es al mismo tiempo nuestro deber y privilegio reflejar Su luz para que alumbre los rincones más lúgubres del mundo y así la gente de todas partes tenga oportunidad de presenciarlo y conocerlo personalmente.

1. Juan 1:5 NVI

2. Juan 8:12

3. Mateo 5:14-16, la cursiva es nuestra

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Año 23, número 11 2

La Epístola a Diogneto se la escribió un cristiano anónimo a un pagano de encumbrada posición social, probable mente a fines del siglo II. De las obras de apologética cris tiana dirigidas a no creyentes es quizá la más antigua de las que se conservan hasta el día de hoy. Nos revela con sutil penetración la perspectiva del mundo que tenían los primeros cristianos y la función que desempeñaban en él. Los atributos que enumera el autor en el capítulo V dan bastante que pensar al lector moderno. Reproducimos enseguida algunos pasajes:

EL PERFIL DEL CRISTIANO

Los cristianos no se distinguen del resto de la humanidad ni por su país, ni por su habla, ni por sus costumbres. Porque ni habitan ciudades exclusivas suyas, ni usan una lengua extraña, ni llevan un género de vida singular [...], sino que habitando ciudades griegas o bárbaras, según lo que a cada uno le tocó en suerte, y siguiendo los usos de cada región en lo que se refiere al vestido, la comida y los demás aspectos de la vida, dan muestras de un tenor de conducta admirable y, por confesión de todos, extraordinario, acorde con su ciudadanía espiritual.

Residen en sus propios países, pero solo como transeúntes; participan en todo como los ciudadanos, y soportan todas las opresiones como los forasteros. Todo país extranjero les es patria, y toda patria les es extraña. [...] Viven en la carne, pero no según la carne. Residen en la tierra, pero su ciudadanía es la del Cielo. Se someten a las leyes establecidas, pero con su propia vida trascienden las leyes.

Aman a toda la gente. [...] Se les da muerte, y aun así se vivifican. [...] Tienen necesidad de todo y, sin embargo, en todo abundan. […] Se los deshonra y, pese a todo, se glorían en la misma deshonra. Se los calumnia y, aun así, son revindicados. Se los maldice, y ellos bendicen; se los injuria, y ellos muestran respeto. [...] Cuando se los castiga se alegran como si se les diera vida. [...] Los mismos que los odian no aciertan a explicar los motivos de su odio.

En síntesis, lo que el alma es al cuerpo, los cristianos son al mundo. Como el alma se esparce por todos los miembros del cuerpo, así también los cristianos por las diversas ciudades del mundo. El alma tiene su morada en el cuerpo, y, con todo, no es del cuerpo. Asimismo, los cristianos tienen su morada en el mundo y, aun así, no son del mundo. El alma habita en el cuerpo, pero no procede del cuerpo; asimismo los cristianos viven en el mundo, pero no son del mundo. El alma, que es invisible, está encerrada en la celda del cuerpo visible; de igual modo a los cristianos se los reconoce como parte del mundo y, sin embargo, su religión permanece invisible.

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JESÚS, SU VIDA Y MENSAJE: LUZ

Peter Amsterdam

Después que Jesús enseñara a Sus discípulos a orar, 1 habló de la luz en tres breves dichos. Empezó con una referencia a la luz física y luego habló de la luz que hay en nuestro interior.

Nadie pone en oculto la luz encendida, ni debajo de una vasija, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz.2

La lámpara de la que se habla podría haber sido una con un candelero en su interior, o una que consumía aceite como combustible; lo más probable es que se tratara de esta última. No tendría sentido encender una lámpara

1.

5:8 NTV

y luego encerrarla en un sitio donde la luz no cumpliera su propósito y no le sirviera a nadie.

En los Evangelios, Jesús y Su mensaje están asociados con la luz.

La Palabra dio vida a todo lo creado, y su vida trajo luz a todos.3

Otros pasajes del Nuevo Testamento mencionan la luz refiriéndose a los que creen en Jesús.

Pues antes ustedes estaban llenos de oscuridad, pero ahora tienen la luz que proviene del Señor. Por lo tanto, ¡vivan como gente de luz! 4

Jesús y Su mensaje —la Luz— no se deben esconder. Era menester que se proclamaran ampliamente por medio de la labor espiritual de Jesús en la Tierra, por medio de Sus discípulos y por medio de los creyentes a lo largo del tiempo. Si el mensaje es rechazado por algunos, no es

V. Lucas 11:1-4 2. Lucas 11:33 3. Juan 1:4 NTV 4. Efesios
4

porque sea una enseñanza oculta o secreta; sino porque después de oírlo, el que lo oyó optó por rechazarlo.

Jesús continuó con el segundo dicho:

Tu ojo es como una lámpara que da luz a tu cuerpo. Cuando tu ojo está sano, todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo está enfermo, tu cuerpo está lleno de oscuridad.5

Según los conocimientos médicos de la antigüedad, se decía que los ojos no permitían entrar la luz, sino más bien que la gente tenía luz en su interior y esa luz salía de sus ojos, y así podía ver. Lo que dijo Jesús refleja ese antiguo concepto. Los que escuchaban habrían interpretado que Jesús se refería a los ojos como la fuente de luz que provenía del cuerpo y que estos podrían estar sanos o enfermos. Si el ojo está sano, indica que la persona en su interior está llena de luz, que es lo que el ojo emite. Sin embargo, si el ojo no está sano y por lo tanto no emite luz, demuestra que la persona está poblada de oscuridad.

Jesús se refería al ser interior de una persona, a su condición espiritual. Si el ojo no estaba sano, entonces el ser interior de esa persona era oscuro, desprovisto de luz espiritual: moralmente no estaba sana. Se entiende por ojo sano el de alguien que se enfoca en lo bueno, a quien el Señor ha llenado de luz.

Tú, Señor, mantienes mi lámpara encendida; tú, Dios mío, iluminas mis tinieblas.6

Los que rechazaron el mensaje de Jesús fueron los que tenían los ojos —el ser interior— llenos de oscuridad. Entonces, Jesús advirtió:

Asegúrate de que la luz que crees tener no sea en realidad oscuridad. Si estás lleno de luz, sin rincones oscuros, entonces

toda tu vida será radiante, como si un reflector te llenara con su luz.7

Afirmó que las cosas que dirigen nuestros pensamientos, vida, toma de decisiones, etc., deben provenir de la luz; por lo tanto, es preciso que las personas se esfuercen al máximo y velen por que la luz en su interior sea verdadera luz, que estén sanas espiritualmente.

La luz en el interior de los creyentes resplandecerá cual lámpara encendida. Los que creen en Él y en Sus enseñanzas, sin dureza de corazón, en su interior están sanos espiritualmente, llenos de luz. Resplandecerán con la luz de Jesús de la misma manera que en una habitación oscura una persona destaca cuando una luz brilla sobre ella.

Se detecta una suerte de progresión en esos tres versículos. Jesús es la luz, colocada donde todos puedan ver. La salud espiritual de una persona se determina por su reacción a la luz. Los que aceptan la luz de Jesús son espiritualmente sanos, y como tales, resplandecen intensamente y emiten luz. Reflejan la luz de Cristo sobre otras personas por la manera en que viven y el amor que manifiestan. Eso contrasta con los que rechazan a Jesús, cuyo ojo es malo y por lo tanto, están llenos de tinieblas. El mensaje es abrazar la luz, creer en Jesús. Los que posean luz interior pueden ser dirigidos por Dios, tomar decisiones acertadas y ser Su luz para otras personas.

Peter Amsterdam dirige juntamente con su esposa, María Fontaine, el movimiento cristiano La Familia Internacional. Esta es una adaptación del artículo original.

■ 5. Lucas 11:34 6. Salmo 18:28 NVI 7. Lucas 11:35,36 NTV 5

UN RAYO DE LUZ EN LA CERRAZÓN

Iba camino a una importante reunión, que —desafortunadamente— se había programado durante la temida hora punta de la mañana. Por regla general evito conducir durante esas horas de mayor aglomeración.

Esperaba que el tráfico no estuviera tan pesado al salir de la casa, pero a poco andar quedé atrapada en un tumulto de autos que se movía a paso de tortuga. Para colmo de males, un decrépito camión de recolección de basura, con la tapa de atrás abierta, salió de un conjunto de apartamentos y se acomodó enfrente de mí.

La basura en Kenia es un lujo codiciado. Casi todos los artículos desechados en nuestra tierra tienen valor para alguien, y el reciclaje lo realizan en los gigantescos vertederos de la ciudad personas que viven ahí mismo en tugurios y casuchas de cartón.

La mayoría de los camiones que reúnen los residuos llevan décadas circulando y su exterior es tan espantoso como el contenido que transportan. El camión que circulaba enfrente de mí estaba tan destartalado que su chasis oxidado chirriaba, el tubo de escape vomitaba gases de diésel y envolvía en una nube de hedor pestiliente a todo el que estuviese en la periferia. Juguetes descartados, zapatos viejos y trozos de decoraciones navideñas colga ban a ambos lados en un tímido intento por mejorar su

aspecto. Arrugué la nariz y estuve a punto de maldecir mi mala suerte. No era solo el tráfico, sino el infortunio de estar atrapada detrás del vehículo más horrible que hubiera podido tocarme.

Pero entonces vi a los tres harapientos recolectores de basura sentados sobre la pila de residuos en la parte de atrás del camión. Uno de ellos tenía un libro grande en las manos que iba leyéndoles a los otros: una Biblia. Todos escuchaban atentamente con expresión serena y parecían totalmente ajenos a la porquería que los rodeaba.

Mientras observaba aquella escena disparatada, me puse a pensar en Dios. A pesar del atasco, alabanzas me afloraron a los labios y se me levantó el ánimo. Al rato mejoró el tráfico y el camión giró por una calle contigua. No obstante, el mudo testimonio de la presencia de Dios entre los residuos y la basura, y la participación de aquellos humildes obreros en una acción divina, se me quedaron grabados. Seguí conduciendo, feliz de haber dejado atrás el pesado tráfico, pero conmovida por lo que acababa de presenciar.

Iris Richard es consejera. Vive en Kenia, donde ha participado activamente en labores comunitarias y de voluntariado desde 1995. ■

Iris Richard
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LA LUCECITA

M Í A

Unos días atrás mi esposa y yo estuvimos contemplando el atardecer desde la terraza. Nos queda mos hasta que se empezaron a ver estrellas. Como suele suceder, la primera en aparecer fue el lucero de la tarde. Al cabo de una hora o más todavía era la más brillante en aquella noche sin Luna. No había otra que la igualara.

Se podría decir que el lucero de la tarde tiene una injusta ventaja sobre las demás estrellas, pues en realidad se trata del planeta Venus, que se hace pasar por estrella. Al igual que la Luna, no emite luz propia; se limita a reflejar la del sol.

Me vino de pronto que si Venus y la Luna —que tienen una superficie mate y carecen de luz propia— relucen con tanta intensidad, yo no tengo por qué preocuparme de mi propia capacidad para reflejar a Dios, es decir, de mi grado de bondad o de piedad según mi propia percepción o la de los demás. En realidad lo único que tengo que hacer es reflejar la luz de Dios cuando Él

me ilumine. Por supuesto que eso no me da licencia para ser un dejado espiritualmente hablando; pero es liberador entender que no tengo que tratar de ser algo que no soy.

REFLEJOS

DEL CREADOR

La luz en sí es invisible. Solo vemos cómo la reflejan distintos objetos. Así, hasta un granito de polvo, con lo pequeño que es, puede centellear como un diamante si le da la luz del sol. De no ser por el polvo, no se vería la luz; y de no ser por la luz, no se vería el polvo. Ambos son necesarios. Percibimos al Creador según lo reflejan Sus creaciones.2 «Así alumbre la luz de ustedes delante de los hombres, de modo que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos.»3

Luego de esa experiencia, un conocido versículo de la Biblia cobró para mí nuevo significado: «Ahora vemos por espejo, oscuramente».1 Siempre lo había aplicado a mi percepción de Dios y de las realidades espirituales; pero ahora me doy cuenta de que también se aplica a cómo los demás ven a Dios cuando yo lo reflejo. Por mucho que me esfuerce, no puedo cambiar mi forma de ser, así como un planeta o una luna es incapaz de transformarse en estrella. La transformación se produce cuando Dios me baña con Su luz. Tal vez mi superficie no sea de las más brillantes o reflectantes que hay; Su luz, sin embargo, posee suficiente intensidad para hacer de mí una estrella.

David Bolick es consultor de idio mas y traductor, además de lector de la Iglesia ortodoxa. Vive en Guadalajara, México. ■

David Bolick
1. 1 Corintios 13:12 2. V. Romanos 1:20 3. Mateo 5:16
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HÁGASE

Tuve ocasión de escuchar un emotivo testimo nio relatado por la evangelista holandesa Corrie ten Boom. Habló sobre una visita a una cárcel situada en algún lugar del bosque africano. El ambiente era sombrío y opresivo, y la mayoría de los reclusos ni siquiera contaban con un techo. Tenían que perma necer fuera la mayor parte del tiempo, apiñados en una masa humana de seres destrozados. Contenidos en un cerco de alambre de púas, los vigilaban guardias armados, nerviosos, que no se lo pensarían dos veces antes de apretar el gatillo.

Ahí, desesperados, en ese desgraciado hoyo, aque llos hombres debían pagar por sus delitos. A veces se sentaban desprotegidos bajo un sol abrasador; en otras ocasiones los azotaba una implacable tormenta que hacía tiritar de frío sus escuálidos y demacrados cuerpos.

Corrie era evangelista, y el día de su visita acababa de caer una tormenta. El sitio se había convertido en un gigantesco lodazal abarrotado de hombres afligidos, cuyos rostros denotaban una absoluta desdicha. En aquel lugar la palabra esperanza había perdido todo significado. Hablar a aquella gente de la bondad de Dios parecía una burla. ¿Cómo podía decirle a esa gente que Dios era bueno y que Su bondad es perenne?

Las potestades de las tinieblas son astutas y sumamente ingeniosas para cultivar el mal. Con el fin de convencer a las almas perdidas de que Dios es un embuste y de que lo único que les espera es el infierno en la tierra y en el más allá, las tinieblas tratan de sumir a la humanidad en una opresión tan

grande y en una tenebrosidad tan impenetrable que todo sentido del bien y del mal se vuelve absurdo. Lo único que queda es una lucha implacable por la autoprotección y supervivencia, en la que no se elude ningún acto de egoísmo.

Tal es el poder de la maldad en los momentos más sombrios.

Corrie misma había estado en prisión ya de adulta, internada en el campo de concentración de Ravensbrück, a raíz de la valiente decisión de su familia de proteger a los judíos de los nazis que ocu paban Holanda. Por ello recordó sus propios días de sufrimiento y su lucha contra la tentación de ceder a la mentira de que Dios la había abandonado.

Pero no, Él no la había abandonado.

El solo hecho de que ella se uniera a la lucha para iluminar el mundo con la luz del glorioso evangelio fue testimonio suficiente. La cuestión era cómo podía convencer de la gran fidelidad de Dios a esa gente abatida y desesperada que la miraba con ojos vacíos.

Lo que esta gente necesita es gozo.

En un destello de inspiración oyó esa frase. Ese lugar necesitaba gozo. La verdadera alegría, esa que brota de lo más profundo. Una alegría sobrenatural. No la alegría de este mundo temporal, sino la que construye puentes hacia la eternidad.

Así que oró. Hizo una oración sencilla, pero con convicción:

—Señor, lléname de tanta alegría que contagie a estos presos. Esta oscuridad es demasiado profunda para mí, pero Tú has vencido al mundo.

LA
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Les empezó a hablar.

Y de la nada, la alegría brotó de su corazón. Tal como lo había implorado, conmovió a los hombres que estaban sumidos en el barro. Primero uno, luego otro, hasta que al final esa dicha se propagó a todos. La esperanza llovió sobre aquella gente desolada que por primera vez entendió por qué Jesús había venido al mundo, y en poco tiempo todo aquel espantoso lugar se transformó. No por sabiduría humana ni por las palabras sagaces de un avezado orador. Nada de eso. El Espíritu Santo se hizo cargo y echó fuera las tinieblas.

Cuando terminó y era ya hora de irse, tanto los reos como los guardias cruzaron la valla de alambre de púas, saliendo de la prisión, movidos por el impulso de despedirse de ella en agradecimiento. No se disparó ni un solo tiro y no se escapó ningún preso.

—Vuelva, querida señora —gritaron todos—. Cuéntenos más sobre el Rey del Cielo.

Así es como combatimos la oscuridad. No con nuestras propias fuerzas ni analizándola o buscando fórmulas para evitarla o burlarla. Sino dejando entrar la luz y dando lugar a que Dios haga lo que Él sabe hacer mejor, que es azotar las tinieblas con la vara de Su amor. Al fin y al cabo, cuando Dios dijo: «Hágase la luz», lo dijo en serio, y se hizo la luz.

Koos Stenger es escritor independiente. Vive en los Países Bajos. ■

Puedes dejar entrar la luz de la alegría invitando a Jesús, el Hijo de Dios, a formar parte de tu vida:

Jesús, creo de veras que diste la vida por mí y que me amas. Sé que necesito Tu presencia en mi vida. Abro mi cora zón y te pido que entres. Perdona mis pecados. Te doy las gracias por el don gratuito de la vida eterna. Ayúdame a amarte y a transmitir Tu amor, luz y verdad a los demás. Amén.

LALUZ 9

La luz del amor

La Palabra de Dios nos dice que Dios es amor y que quiere que el mundo esté lleno de ese mismo amor: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.1

El amor de Dios se hace patente en los evangelios, en la forma en que Jesús vivió: sanando a los ciegos y resucitando a los muertos; preocupándose por los niños y lavando los pies de los viajeros; dando de comer a las multitudes e instruyendo a Sus seguidores, y finalmente, muriendo en la cruz por nuestros pecados y resucitando de entre los muertos para darnos la esperanza de que un día también nosotros resucitaremos.

Cuando oficié bodas en Japón, descubrí que la mejor manera de resumir cómo deben amarse los recién casados se encuentra en 1 Corintios 13, al que se suele referir como el capítulo del amor. Comienza señalándonos lo que no es amor —egoísmo, orgullo o grosería— y pasa luego a decirnos que el amor nunca se rinde y nunca se extingue.

Mucha gente tiende a ser escéptica sobre el amor hasta que ve alguna prueba o testimonio de él. En

1. Mateo 22:37-39

2. Stossel, Scott (mayo de 2013). What Makes Us Happy, Revisited: A new look at the famous Harvard study of what makes people thrive. The Atlantic. (Revisión de lo que nos hace felices: Una nueva mirada al famoso estudio de Harvard sobre lo que impulsa a la gente a desarrollarse. The Atlantic.) Recobrado el 25 de junio de 2017.

3. Jeffrey Long y Paul Perry

4. http://elixirmime.com

2009, George Vaillant, el investigador principal del Estudio Grant, que hizo un seguimiento de 268 estu diantes universitarios de Harvard durante un período de 80 años con el objeto de encontrar lo que nos hace felices, declaró que sus conclusiones podrían resumirse así: «La felicidad es el amor. Punto final».2

Paralelamente, un libro publicado en 2011 titulado God and the Afterlife (Dios y el más allá)3 nos aporta más pruebas de ello por medio de entrevistas a miles de personas que tuvieron experiencias cercanas a la muerte. Cuando se les preguntó: «Durante su experien cia, ¿encontró alguna indicación/conciencia especial con respecto al amor?» El 58,1% de dichos voluntarios dijo que sí. He aquí un muestreo de sus palabras textuales:

«El amor estaba en todas partes. Impregnaba el más allá. Era increíble».

«Se me amaba incondicionalmente a pesar de mis defectos y miedos».

«Ningún ser humano puede amar jamás con el amor que percibí en esa luz. Lo consume todo, lo perdona todo. Nada lo iguala. Es como el día en que miraste a los ojos de tu hijo por primera vez, multiplicado un millón de veces. Resulta indescriptible».

Estos relatos de primera mano nos dicen mucho sobre el amor que Dios nos profesa a cada uno y lo grande que es. Ojalá hagamos nuestra parte para compartir Su verdad y Su amor con los demás a fin de que puedan conocerlo y experimentarlo ellos mismos.

Curtis Peter van Gorder es guionista y mimo 4 en Alemania. ■

Curtis Peter van Gorder
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de las tinieblas a la Luz

G.L. Ellens

Nonón no pudo contener las lágrimas mientras me contaba la muerte de su hermana. Su bicicleta había impactado en un hoyo de la carretera y Rani había salido volando y aterrizado sobre su cabeza. Ese día no llevaba el casco. A pesar de estar en buena forma físicamente, bastó un momento de descuido.

De las dos hermanas, Rani era la alegre, la que ateso raba un corazón bondadoso. Nonón era más introvertida y recluida y se consideraba la oscura. Todo eso cambió de un momento a otro. Luego del accidente Rani yacía en coma en la UCI con Nonón a su lado día y noche, que tomándola de la mano intentaba animarla. Sin embargo, Rani nunca recobró la conciencia. Finalmente, la familia se dio cuenta de que tenía que dejarla partir...

Mientras me relataba el accidente y la espera en la UCI, pude ver que Nonón estaba reviviendo el dolor y la angustia. En su corazón y en su mente se planteaba la pregunta: ¿por qué?, pero no tenía a quién recurrir para encontrar respuesta. Aunque se educó como católica, Nonón lo era solo de nombre. Más adelante se convirtió al budismo para casarse con su marido. A esas alturas ya no estaba segura de cuál era la verdad.

No obstante, su pena y su dolor la impulsaban a buscar...

Lo percibí, pero dudé. Nunca había tenido una conversación profunda con ella. Ella sabía que yo creía en Jesús, pero siempre se burlaba con sarcasmo de cualquier cosa que yo dijera sobre la religión o la fe. Respiré profundamente.

—Nonón —le señalé—, hay un versículo de la Biblia que dice: «La gente buena se muere; muchas veces, los justos mueren antes de que llegue su hora. […] Parece que nadie entiende que Dios los está protegiendo del mal que vendrá. Pues los que andan por el camino de la justicia descansarán en paz cuando mueran».1

Al exponerle esas palabras, fue como si a Nonón se les encendiera una luz en el alma.

—¿Dónde está eso? —preguntó.

Abrí la aplicación de la Biblia en mi teléfono y se la mostré. Inmediatamente hizo un gesto a su madre para que se acercara:

—¡Mamá, mira esto!

Pronto se reunió un pequeño grupo de familiares. Les leí el pasaje en voz alta y les expliqué lo que significaba. Todos querían a Rani. Era alegre, chispeante, y siempre tenía algo amable o cariñoso que decir. Nonón la admiraba y la consideraba la hermana perfecta. Ese versículo explica que a veces Dios se lleva a alguien por compasión, para protegerlo y alejarlo del mal o la calamidad. Fue como si la paz y el sosiego se hubieran posado sobre todos los presentes. Por fin entendían por qué había muerto Rani y hallaron paz y consuelo en un versículo de la Palabra de Dios.

Desde entonces Nonón ha seguido en contacto. Todos los días le envío frases y fragmentos de la Palabra de Dios, y ella siempre responde con gratitud.

G.L. Ellens fue misionera y docente en el sureste asiático durante más de 25 años. Pese a que se jubiló, aún realiza labores voluntarias, además de dedicarse a escribir. ■

1. Isaías 57:1,2 NTV
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CHICOS SEGUROS DE SÍ MISMOS

Alex Peterson

Los padres que se preocupan de los progre sos que hacen sus hijos en cada etapa de su desarrollo —como es el caso de la mayoría— deben tomar concien cia de lo importante que es la imagen que estos tengan de sí mismos. En efecto, los que tienen una impresión favorable de sí mismos y que se creen capaces de triunfar tienen muchas más posibilidades de conseguirlo.

Es en el hogar donde una persona se forma su primer concepto de sí misma y de sus capacidades. Todos los días los padres tenemos ocasión de reforzar la confianza de nuestros hijos en sí mismos, lo que con el tiempo redundará en que lleguen a ser personas bien adaptadas y equilibradas.

Resolución de problemas

Los padres muchas veces se sorprenden de lo hábiles y recursivos que son sus hijos para resolver sus propias dificultades; basta con ofrecerles un poco de orientación. Todos los chicos se enfrentan a situaciones complicadas. Encarando esos retos adquieren experiencia en la resolu ción de problemas, un elemento esencial para tener éxito en la vida. Requiere tiempo y paciencia guiar a los niños para que aprendan a salir de aprietos por sus propios medios. Sin embargo, es una inversión muy acertada que reporta grandes dividendos cuando crecen y se ven en situaciones más complejas en las que hay mucho más en juego.

Los padres en todo caso somos muy proclives a intervenir para sacar a nuestros hijos rápidamente de los apuros o facilitarles las soluciones. Puede que eso sea satisfactorio en el momento, pero entorpece el proceso de aprendizaje. Viene a cuento el dicho: «Quien recibe un pez como limosna volverá a tener hambre, pero no quien aprenda a pescar».

De esa misma manera procede Dios con nosotros. Podría allanar todas nuestras dificultades con un chas quido de dedos; no obstante, generalmente espera que analicemos el asunto, sopesemos las distintas opciones y hagamos lo que podemos antes de intervenir Él y resolver lo que está fuera de nuestras posibilidades. Nos hace participar en la búsqueda de la solución y nos va conduciendo pasito a pasito, no para dificultarnos las cosas, sino para que maduremos por medio de la experiencia.

Inseguridad

Por mucho que amemos a nuestros hijos y nos esmeremos por satisfacer sus necesidades, siempre surgirán situaciones que los hagan sentirse inseguros. En muchos casos esa inseguridad deriva en problemas de conducta.

Aunque es preciso corregir la mala conducta, si los padres no entienden qué la indujo, el correctivo puede

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ser más perjudicial que otra cosa. La mala conducta no es más que un síntoma. Es preciso que los padres determi nen la raíz del asunto, la causa subyacente, y se aboquen a resolverla.

Hay que ayudar al chico a llegar a sus propias conclu siones, siempre teniendo en cuenta su edad y madurez y abordando el conflicto desde un ángulo positivo, es decir, concentrándose en las soluciones y no en los problemas. Al establecer una clara distinción entre el problema y el menor, y luego motivar a este a aprender de lo sucedido, es posible mejorar su valoración de sí mismo en lugar de socavarla.

No todos los niños se portan mal cuando se sienten inseguros; algunos se retraen o rinden por debajo de su capacidad. De todos modos, independientemente de cómo se manifieste la inseguridad, el primer paso para rectificar el problema es reconocerlo; y el segundo, buscar la causa del mismo con un enfoque positivo.

Cultivar el respeto mutuo

Cuando existe respeto entre padres e hijos, se fortalecen los lazos de amor y se acentúan la unidad, la obediencia y el aprecio.

En el seno de una familia, la consideración, la com prensión, la amabilidad, la voluntad de escuchar y la comunicación cordial son todas señales de respeto. Si quieres ganarte el respeto de tus hijos, muéstrate respetuoso con ellos.

Los chicos aprenden por observación e imitan lo que ven. Si hay falta de respeto, probablemente esta tiene su origen en los padres, en los amigos o en otras influencias, tales como la televisión, las películas o los videojuegos. La mitad de la batalla se gana reduciendo esas influencias negativas; la otra mitad, estableciendo pautas claras en cuanto a lo que se espera de los chicos y exigiéndoles que las cumplan.

He aquí algunos consejos para mostrar respeto a los hijos:

• Dar a cada uno un trato personalizado.

• Ser sensible a sus sentimientos; ponerse en su lugar.

• Pedirles o proponerles que hagan tal o cual cosa en lugar de darles órdenes.

• Prestar atención cuando hablan y escuchar bien lo que dicen, sin apresurarse a emitir una opinión.

• Considerar seriamente sus ideas; pensar en lo que puedes hacer para ayudarlos a materializarlas.

Evitar malentendidos

A veces parece que los chicos deciden portarse mal en los peores momentos. Ahora bien, en algunos casos ni siquiera es que se porten mal, sino que su comporta miento nos molesta. Cuando los padres están estresados, preocupados por cuestiones del trabajo o por otros asuntos, cuando no se sienten bien o simplemente no están de buen humor, es casi inevitable que su estado de ánimo afecte su interacción con sus hijos.

Esos malentendidos socavan la confianza que tienen en sí mismos, por lo que hay que evitarlos. En vez de explotar, procura explicarles por qué te molesta su comportamiento en ese momento. «Me encantaría oírte cantar esa canción otra vez, pero ahora mismo estoy conduciendo y tengo que concentrarme». «Me duele la cabeza. Te voy a pedir que no hagas eso ahora mismo». Y si no alcanzas a refrenarte a tiempo, una aclaración y pedirles disculpas después ayuda a aliviar la situación. Dar a los niños la oportunidad de contribuir a la solución puede cambiar el cariz de una situación potencialmente dañina.

Reafirmaciones positivas

El elogio es un motivador de primera. A los chicos les encanta que se los elogie. Muchas veces es más impor tante y beneficioso alabarlos por su buena conducta que regañarlos por su mal comportamiento.

Elogia a tus hijos con frecuencia, sinceridad y originali dad, pero siempre ateniéndote a la verdad. Por ejemplo, si emprenden algo nuevo y obtienen resultados desastrosos, elogia el esfuerzo, no el desenlace. O si pretendían darte una sorpresa, pero fallaron en el intento, agradéceles su gesto de cariño. Procura siempre resaltar el lado positivo de las cosas y convertir lo bueno en memorable.

Dirige a tus hijos por el camino correcto, y cuando sean mayores, no lo abandonarán. Proverbios 22:6 ntv ■

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ÁNIMO

Durante una evaluación de trabajo que se nos hizo hace poco me sorprendió recibir el comentario de que mis colegas no me consideran particularmente alen tadora. Eso me afectó mucho, porque siempre consideré que uno de mis fuertes era precisamente mi capacidad de animar a los demás. Eso me llevó a reflexionar profun damente sobre lo que significa en realidad dar aliento. Me di cuenta de que era buena para animar a la gente a hacer algo a mi manera, o a ver algo desde mi punto de vista, pero no para ofrecer elogios desvinculados de algún resultado conveniente para mis intereses.

Lo que aprendí gracias a esa reflexión es que es fácil confundir el estímulo con la manipulación. Aun sin malas intenciones, quizás a veces he dado la impresión de que la gente tiene que hacer algo para complacerme, en lugar de sentirse valorada por lo que es en ese momento, sin presión alguna para que mejore.

Una vez que reconocí ese rasgo en mí misma en un entorno profesional, pude ver sus efectos en todos los demás ámbitos, y en ninguno de forma más evidente que en mi labor de madre. Con demasiada frecuencia mis hijos oían frases del estilo de «¡estás mejorando en eso!» o «¡sé que puedes lograrlo!»

Si bien es cierto que esos comentarios no son desmo ralizadores, difieren mucho de frases como «¡tu trabajo de hoy ha sido increíble!», o «¡me encanta el entusiasmo que has aportado!» No hay ningún condicionante en

esas afirmaciones, y no implican que me gustaría «que lo hicieran todavía mejor».

Me gustaría poder afirmar que ahora soy una Dale Carnegie moderna, a la que todos los que me rodean conocen por ser increíblemente alentadora; pero la verdad es que todavía me queda mucho trecho por recorrer. Desprenderme de mis expectativas, ya sea respecto a mi familia, a mis compañeros de trabajo o a cualquier otra persona, no es fácil. A veces me cuesta reconocer que abrigo expectativas, y también me preocupa que si parece que no las tengo, se esfuercen menos.

En todo caso, la semana pasada, al cerrar la sesión de mensajería interna de mi trabajo, le dije a una de mis compañeras:

—Agradezco tu entusiasmo; ¡me motiva a dar lo mejor de mí!

Ella me respondió con múltiples caritas de felicidad.

Enseguida envié un mensaje a cada uno de mis hijos con algo que me había gustado de ellos ese mismo día, tal y como eran. Además, le envié un mensaje a mi marido. Se sorprendieron un poco, pero espero que se acostumbren.

Marie Alvero ha sido misionera en África y México. Lleva una vida plena y activa en compa ñía de su esposo y sus hijos en la región central de Texas, EE.UU. ■

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FÓRMULA

El tema de dejar que Dios obre a través de nosotros tiene un inmenso valor para mí, dado que me reconforta cuando Dios elige a personas impensadas para realizar Su obra y luego las ayuda, no solo a realizarla, sino a hacerlo de manera brillante.

Moisés se lamentaba de que no era un buen orador, y sin embargo Dios lo eligió para sacar al pueblo hebreo de Egipto. Para el común de las personas hablar en público es lo que les genera más aprensión; lo segundo es la muerte. Por eso Moisés debió tener una gran confianza en Dios para aceptar un trabajo tan de cara al público, que además entrañaba no pocos peligros. Y, efectivamente, Dios lo ayudó.

Por lo visto el apóstol Pedro a veces era bastante impulsivo. A menudo se metía en discusiones y se hizo notorio por negar que conocía a Jesús justo antes que este fuera crucificado. Pese a todo ello, apenas unas semanas después Dios se valió de él para predicar a miles de personas. Con frecuencia, Dios elige a las personas menos calificadas para obrar maravillas por intermedio de ellas, de tal manera que no quepa duda de que fue obra de Él.

Hace algunos años hice un viaje a Paidha, Uganda, para dar clases de la Biblia. De apoyo, llevé algunos libros y artículos cristianos. Un artículo que leí a los alumnos sobre este tema señalaba que «a veces nos esforzamos demasiado, trabajamos demasiado y tratamos de hacerlo todo nosotros mismos. Debemos empaparnos de Jesús y dejar que Él ilumine el camino, porque si tratamos de hacerlo nosotros mismos en poco tiempo acabaremos agotados».

Cuando me acuerdo de dedicar tiempo al Señor e incluirlo en mi vida cotidiana, todo funciona mejor, es más fluido y menos estresante.

Nina Kole se desempeña como misionera en África y es escritora independiente. Este artículo es una adaptación de un podcast publicado en Just1Thing, portal cristiano destinado a la formación de la juventud. ■

Al caminar con Jesús, reposando tu mente en Él, aprenderás a conocer Su Palabra, Su voluntad y Sus caminos. Querrás obedecerle, no por obligación, sino como consecuencia de una conexión profunda y sincera. Tu gozo abundará en la medida en que permanezcas en Su amor. Sue Detweiler 

Solía pedirle a Dios que me ayudara. Luego le pregunté si podía ayudarle a Él. Terminé pidiéndole que hiciera Su obra a través de mí. Hudson Taylor (1832-1905)

LA
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¿CON EL ALMA CANSADA?

Cuando te sientes consumido y abrumado, pensar en el trabajo o en los problemas a los que te enfrentas basta para desquiciarte. Tu cerebro necesita reposo.

Por eso es tan importante el tiempo que dedicas a leer Mi Palabra: Le inyecta energía a tu mente, y tu mente afecta tu actitud y tu perspectiva. Mi Palabra y otros escritos inspiradores te iluminan la mente. Eso te proporciona inspiración y optimismo, y te lleva a comprender que Mi gracia te ayuda a sobrellevar la carga, el trabajo, los problemas o lo que sea que Yo permita que se cruce en tu camino.

Veo tu corazón y sé que tu mayor deseo es realizar cosas buenas. Pero el verdadero bien solo se logra por medio de Mí y de Mi acción en ti. Para que Mi Espíritu actúe en ti y a través de ti, debes pasar tiempo conmigo.

A medida que acudes a Mí y obtienes tus respuestas de Mí, descubres que puedes disfrutar de la vida, del trabajo y de las tareas que te he encomendado. Al poner tu confianza en Mí, sabiendo que te amo y que quiero bendecirte, encontrarás descanso y paz para tu alma. Al buscarme a Mí primero, todas esas otras cosas se te añadirán y hallarás que tu alegría, amor y paz se renuevan en toda su extensión.

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