Conéctate, número de mayo de 2014: Dios y yo

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CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

CAÍDA AL VACÍO Drama en la montaña

Momentos provechosos de silencio Una inyección para el espíritu

De alboroto en alboroto En la estela del Maestro


Año 15, número 5

A N U E S T RO S A M IG O S Conocer a Dios

Describir a Dios puede ser una tarea harto difícil. Su personalidad presenta múltiples facetas. Su carácter es insondable. Aparte de eso, todos nos hallamos en una etapa distinta de desarrollo, y nuestra relación con Dios evoluciona a través de los años. Por las representaciones artístico-religiosas que se han hecho de Él, muchos tienen el concepto infantil de que es un anciano de barbas que vive en un plano superior al nuestro, desde el cual nos observa, y que poco o nada interviene en nuestros asuntos. Un desacierto. En Navidad, por supuesto, se lo pinta como un niño en un pesebre, y es bueno que así sea, particularmente para que los pequeños se identifiquen con Él. «Dejen que los niños vengan a Mí —decía Jesús—. ¡No los detengan! Pues el reino del Cielo pertenece a los que son como estos niños»1. Sin embargo, si queremos ahondar en nuestro conocimiento de Dios no podemos quedarnos con esas imágenes pueriles. Dios mismo quiere que maduremos y lo descubramos en Sus numerosas vertientes y dimensiones, que conozcamos de primera mano Sus variados atributos, como son Su sabiduría 2, Su poder de sanación3, Su consuelo4, Su auxilio en tiempos de angustia5 y tantísimos más. Si bien ninguno —ni el santo más puro ni el teólogo más entendido— puede llegar a comprender cabalmente a Dios, Su Palabra nos da algunas pistas. Por sobre todo, nos enseña que Dios nos ama fervientemente pese a todas las embarradas que cometemos. Su amor es permanente, incondicional y perfecto. «Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro»6. Gabriel García V. Director 1. Mateo 19:14 (ntv)

4. V. Salmo 147:3

2. V. Santiago 1:5

5. V. Salmo 46:1

3. V. Santiago 5:16

6. Romanos 8:38,39

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Director Gabriel García V. Diseño Gentian Suçi Producción Samuel Keating © Aurora Production AG, 2013 www.auroraproduction.com Es propiedad. Impreso en Taiwán por Ji Yi Co., Ltd. A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión RV, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.


Cuanto más nos dejamos llevar por Dios, más nos convertimos en nosotros mismos, porque Él nos hizo. Él nos inventó. Inventó todos los tipos de personas que estábamos destinados a ser. Cuando me vuelvo hacia Cristo, cuando me entrego y adopto Su personalidad, por primera vez adquiero una verdadera personalidad propia. C. S. Lewis (1898–1963)

Las manos del Maestro Anónimo

Una madre llevó a su hijo,

que apenas se iniciaba en el arte de tocar el piano, a un concierto del afamado pianista Jan Paderewski. Una vez que el acomodador los hubo conducido a sus asientos, la señora vio a una amiga suya entre el público y fue por el pasillo a saludarla. El niñito aprovechó aquel descuido para explorar los secretos del teatro y terminó metiéndose por una puerta en la que decía: «PROHIBIDA LA ENTRADA». Cuando se apagaron las luces de la sala e iba a comenzar el concierto, la madre volvió a su butaca y descubrió que su hijo no estaba. De golpe se abrió el telón, y las luces iluminaron un impresionante piano emplazado en el escenario. Horrorizada, la madre vio a su hijo

sentado frente al teclado, tocando inocentemente Estrellita, ¿dónde estás? En ese momento hizo su aparición Paderewski, quien se acercó rápidamente al piano y le susurró al niño al oído: —No pares. Sigue tocando. Paderewski se inclinó entonces y con la mano izquierda añadió un bajo. Luego extendió el brazo derecho por el otro lado del niño y agregó una tercera parte. Juntos, el viejo maestro y el chiquillo novato transformaron una situación que pudo haber sido embarazosa en una experiencia increíblemente creativa. El público quedó cautivado. Lo mismo sucede con nuestro Padre celestial. Por nuestra cuenta no podemos lograr nada muy destacado. Aunque nos esforzamos,

no conseguimos producir música armoniosa. Sin embargo, cuando intervienen las manos del Maestro, la obra de nuestra vida puede tornarse francamente hermosa. La próxima vez que te propongas acometer algo grande, escucha atentamente. Oirás la voz del Maestro, que te susurrará: —No pares. Sigue tocando. Sentirás a tu lado Sus amorosos brazos y sabrás que, con Su acompañamiento, tus torpes tentativas darán lugar a obras maestras. Recuerda que Dios no llama a los dotados; más bien dota a los llamados. En tanto que te esmeres por hacer lo que Él sabe que es más apropiado, siempre estará a tu lado para amarte y conducirte a grandes cosas. ■ 3


La Roca Adaptación de un artículo de Peter Amsterdam

Hace poco mi esposa, María, y yo retornamos de un viaje a Suiza, donde

nos alojamos en casa de unos amigos que viven a orillas de un lago. Durante nuestra estancia allá, yo miraba a menudo por la ventana el hermoso paisaje lacustre cercado de montañas. Había una en particular que me llamaba mucho la atención. Sobresalía como una gigantesca mole de roca. Cada mañana, al abrir las cortinas, me quedaba contemplándola y me maravillaba de lo majestuosa que se alzaba por encima del lago. Cada vez que salía de la casa hacía una breve pausa para admirar la espléndida vista. Invariablemente, mis ojos acababan posándose en la montaña. Algunos días el cielo estaba azul 1. 2 Corintios 5:7 2. V. Hebreos 13:5 4

y despejado, y la montaña se veía tan cerca que casi me parecía que la podía tocar con la mano. Un día la cumbre amaneció cubierta de nubes. No se veían sino los árboles que llegaban hasta la mitad de la ladera; el resto permanecía oculto. Otra mañana, la neblina era tan densa que la montaña entera desapareció. La última mañana que pasamos en Suiza estuve pensando en varios amigos y en las diversas experiencias y pruebas que han atravesado. Uno de ellos de la noche a la mañana descubrió que padecía una enfermedad grave, potencialmente mortal, que requirió varios meses de hospitalización, con la consiguiente incertidumbre de si se recuperaría o no. Una pareja tenía bien armado un plan que les brindaría estabilidad económica; pero en el último momento este se frustró. Una amiga estaba

trasladando a su familia a otro país sin saber si contaría con los medios económicos para mantenerse una vez que llegara a su destino. En el caso de otra pareja, la labor misionera que venían realizando desde hacía muchos años había llegado a su fin, y no sabían cuál era el siguiente paso que Dios quería que dieran. Otro amigo se había quedado desempleado justo cuando él y su esposa tenían que lidiar con la enfermedad de un miembro de su familia, y hasta el momento él no había conseguido otro trabajo. Mientras pensaba en esos seres queridos y en tantas otras personas sumidas en la incertidumbre, me vino a la memoria lo que había observado en los días anteriores al mirar la montaña. Algunos días la peña se veía con total claridad y era obvio que estaba allí. Otros días se hallaba parcialmente oculta, y en el día de niebla densa desapareció


DIOS, LA ROCA ¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios? Salmo 18:31 El Señor es mi roca, mi fortaleza y mi salvador; mi Dios es mi roca, en quien encuentro protección. Él es mi escudo, el poder que me salva y mi lugar seguro. Salmo 18:2 (ntv) Solo Él es mi roca y mi salvación, mi fortaleza donde jamás seré sacudido. Salmo 62:2 (ntv) ■

complemente. Aun así, a despecho de las condiciones del tiempo, aunque no se viera, la montaña seguía estando allí. Por mucho que la neblina, las nubes o feroces tormentas dificultaran la visibilidad o cubrieran la montaña por completo, ella seguía ahí, firme, inamovible. Me impactó la valentía de esas personas y de muchas otras que encaran las incertidumbres con una fe profunda, aun cuando la presencia del Señor en su vida no sea evidente. Evoqué entonces el versículo de la Biblia que dice: «Por fe andamos, no por vista»1. El hecho es que, al igual que la montaña, Dios siempre está presente, en toda Su majestuosidad. El que lo veamos o percibamos, o no, es ajeno a la cuestión; el hecho es que está ahí. En medio de todas las tormentas de nuestra vida, en tiempos de incertidumbre, confusión o fe frágil, aun cuando nos asaltan temores,

cuestionamientos y dudas, o nos afecta alguna desgracia, Él sigue ahí. En la vida hay temporadas de sol radiante en las que las bendiciones de Dios son patentes. En otros momentos —como cuando la cima de la montaña estaba anubarrada— se nos hace un poco más difícil ver o sentir Su presencia. En medio de la espesa bruma de la incertidumbre uno puede llegar a cuestionar si, efectivamente, Dios sigue ahí. No obstante, Él es como esa peña: nada ha cambiado de Su parte. Está ahí, macizo, inmutable, siempre amoroso, siempre atento, siempre firme. La contemplación de esa montaña —esa roca gigantesca que descollaba sobre el lago— me recordó la estabilidad de Dios, la certeza de Su presencia y Su amparo, a pesar de las circunstancias. Puede que nos preocupemos

o temamos; tal vez dudemos o sintamos inseguridad. Las tormentas que ensombrecen nuestra vida en determinados momentos pueden producirnos la sensación de que Él está ausente, de que no nos escucha o no se interesa por nosotros. Pero la realidad de las cosas es que las tormentas, la neblina y los vientos de la vida no alteran en nada la presencia de Dios, así como esos elementos de la naturaleza tampoco alteran la montaña. Dios está presente, siempre presente. Jamás nos dejará ni nos desamparará 2. Puede que nuestra fe flaquee, pero Él no depende de nuestra fe, por cuanto Él es la Roca, la montaña, el Dios fiel en quien podemos apoyarnos. Siempre. Peter A mster da m y su esposa, M ar ía Fontaine, dir igen el movimiento cr istiano La Fa milia Inter nacional. ■ 5


Marcus Vernier

CAÍDA AL VACÍO Cuarenta años después, el episodio que voy a narrar, que tuvo lugar durante unas vacaciones en Escocia, sigue bien nítido en mi memoria. Aquella mañana mi amigo Adrián y yo salimos de un hostal de Fort William empeñados en subir al monte Ben Nevis, el más alto de Gran Bretaña (1.344 metros). Siendo un par de adolescentes aventureros, desestimamos las advertencias de los lugareños, que nos habían comentado que aquel no era un buen día para hacer el ascenso. Teníamos ropa de abrigo, botas fuertes, piolets y barritas de menta Kendal (populares entre los montañistas por su alto valor calórico). Emprendimos la marcha a pesar de que una espesa bruma ya estaba ocultando el pálido sol invernal. Habíamos decidido ascender por la ladera norte, la más difícil. Rodeados por un manto blanco de nieve y neblina, al poco rato perdimos toda visibilidad. 6

Seguimos subiendo, mayormente en silencio. Yo llevaba la brújula, el mapa y una guía ilustrada, aunque dadas las circunstancias de poco servían. En determinado momento me pareció reconocer un lugar, así que hice un alto para tratar de ubicarme. De golpe me di cuenta de que Adrián no estaba. Forcé la vista y salté para atrás asustado. La delgada línea gris que estaba apenas a unos centímetros de mis pies era el borde de un precipicio. Horrorizado, caí en la cuenta de que mi amigo debía de haberse despeñado. Mi reacción instintiva fue orar por él. Aunque no estaba muy habituado a hacerlo en aquella época, había aprendido a rezar en ocasionales visitas a la iglesia y en las clases de educación religiosa del colegio. En ese momento me acordé de un refugio de montaña que habíamos visto un poco más abajo y me dirigí hacia él para pedir auxilio. Al cabo de un rato me topé con Adrián,

que también estaba descendiendo. Resultó que había caído varias decenas de metros y había rebotado sobre los farallones cubiertos de nieve. Increíblemente, la única lesión que sufrió fue un rasguño en una muñeca. A todas luces, yo estaba más conmovido que él por lo sucedido. No sé exactamente qué pasó, pero estoy convencido de que mi rústica pero sincera oración contribuyó a que mi amigo se salvara aquel día. M arcus Ver nier vive en Taiwán. Está afiliado a LFI. A demás de r ealizar labor es misioner as, es escr itor y acuar elista. ■

¿Ha hecho Dios algo excepcional por ti? ¿Quieres contarnos de alguna vez en que respondió a una oración tuya? Escribe a Conéctate: activated@activated.org.


Las luces te guiarán a casa Beth Jordan

Era de noche. Me dirigía a casa con las ventanillas del auto

bajadas, y el viento me revolvía el cabello. Aunque sonaba la radio, mayormente me encontraba absorta en mis pensamientos, hasta que me llamaron la atención las primeras frases de la canción Fix You, de la banda Coldplay. Cuando lo intentas todo, pero no tienes éxito, cuando obtienes lo que quieres, pero no lo que necesitas, cuando te sientes muy cansado, pero no puedes dormir… Escuché el resto del tema y descubrí que era como si estuviera escuchando un relato, el de mi propia vida. Las luces te guiarán a casa… La canción terminó justo al llegar a casa. «Las luces te guiarán

1. Juan 8:12

a casa», repetí. ¡Qué pensamiento tan sencillo y, sin embargo, tan profundo! Me recliné y cerré los ojos. «Te agradezco que Tu luz siempre me haya conducido a casa», oré. Recordé muchos momentos en que me sentí sola, perdida, confundida… Y entonces la luz del amor y la bondad de Dios me condujo a casa, me llevó de nuevo a Sus tiernos brazos. Esa luz se me ha presentado de múltiples formas: una amiga que vino a verme justo en el momento oportuno; mis padres; un desconocido que influyó en mi vida y mi modo de pensar; y como es natural, el amor de mi vida, mi marido, cuya pasión por la vida ha sido en muchos momentos como el sol cuando se abre paso entre las nubes en un día tormentoso. Me di cuenta de que la luz del amor divino siempre ha brillado en mi corazón. Nunca se ha apagado, nunca se ha quedado sin energía, nunca ha mermado. Cada vez que me he detenido a mirar, ahí estaba, lista para conducirme a casa.

Jesús dijo a Sus discípulos: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida»1. Él es un faro de esperanza, una luz que nos guía y nos indica el camino que debemos tomar para llegar a nuestro destino, un resplandor que nos hace sentirnos amados en los momentos en que pensamos que no nos lo merecemos. Cuando alzamos la mirada y hacemos caso omiso de lo que nos rodea, percibimos el fulgor de Su luz. Cada vez que me he detenido y he levantado la mirada, la luz me ha conducido a casa. Y sé que así será siempre. Beth Jor dan vive en la India con su mar ido y sus dos hijos. Son los fundador es de Place for Change, que organiza progr a mas par a voluntar ios extr anjeros en la India, Nepal y Tailandia. ■ 7


MIENTRAS LLEGO A LUGARES APACIBLES Amanda White

Me encanta el Salmo 23.

1. Salmo 23:2,3 2. Salmo 23:1 3. Salmo 23:4 4. Tony Snow, «Cancer's Unexpected Blessings», Christianity Today, 20 de julio de 2007 5. 1 Corintios 2:9 (rvr 95) 8

Quizá se deba a que siento predilección por los versículos que hablan de sitios tranquilos, bellos y apacibles. «En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de Su nombre»1. Meditando en ese salmo me di cuenta de que en cierto modo es como un resumen de la vida. En apenas seis versículos se pinta un breve panorama de los ciclos de la vida: los altibajos, los buenos y los malos momentos, la tranquilidad y el caos. Sin embargo, en todo tiempo hay algo que perdura: la presencia de Dios. La verdad inmutable y permanente: «El Señor es mi pastor; nada me faltará»2. Soy un animal de costumbres, y me encanta la comodidad. Disfruto de las temporadas en que descanso en pastos verdes y bebo de esas refrescantes y calmadas aguas; de esos períodos en que todo va bien, en que distingo y palpo las bendiciones, en que todo marcha como una seda.

Soy más dada a sentir la presencia del Señor en las temporadas de paz y abundancia. No habiendo muchas necesidades, tengo más confianza en que Él está presente y me acompaña. En esas épocas casi no necesitamos que se nos recuerde que Dios está con nosotros, porque ya lo percibimos, recostados en los delicados pastos, junto a aguas de reposo. No obstante, cuando todo se desbarajusta y mis planes se van al traste —es decir, cuando paso por un valle tenebroso—, Su presencia se hace mucho más difusa. El rey David conocía bien lo que era pasar por esos trances. Será por eso que en el versículo cuatro evoca la presencia del Señor: «Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estarás conmigo; Tu vara y Tu cayado me infundirán aliento»3. Dios está con nosotros y nos reconforta, aunque no sintamos Su presencia con la misma intensidad. Puede que el cruce del valle de sombras sea un poco o incluso mucho


más largo de lo que esperábamos, pero Él siempre nos acompaña. Ahora mismo estoy pasando por uno de esos valles de sombras. Y desgraciadamente estoy impaciente. Quiero que la prueba termine de una vez por todas. Pretendo que el Señor me proporcione de inmediato lo que necesito. Quiero pasar del valle tenebroso a los delicados pastos con la mayor celeridad posible. Y cuando llegue allá querré que esa parte de mi vida se extienda lo más posible antes que se vea interrumpida por el cruce de otro valle de sombras. Esta mañana leí un texto que expresaba con claridad mi inclinación natural. Sin embargo, me recordó que el plan y el enfoque de Dios son mucho más amplios y mejores que los míos. Así pues, yo a menudo deseo que el Señor termine pronto los duros procesos, cuando la realidad es que le llevará un poco más de tiempo sincronizarlo todo para llevar a cabo Su plan. Esto fue lo que leí: «A Dios le encantan las sorpresas. Los seres humanos deseamos llevar una vida sencilla, fácil y predecible, que sea como una senda tranquila, plana, que se extienda hasta donde alcance la vista. A Dios, en cambio, le gusta salirse del camino. Nos pone en aprietos que parecen rebasar nuestro aguante y comprensión, pero que

en realidad no nos superan. Por Su amor y Su gracia, perseveramos. Los desafíos que nos producen un nudo en el estómago indefectiblemente fortalecen nuestra fe y nos comunican una sabiduría y una dicha que de otra forma no conoceríamos»4. Me encantaría que se me deshiciera ese nudo en el estómago y acabaran las tensiones; pero a la vez me inclino a pensar que a Dios le gusta este viaje. De una manera u otra, sé que Él hará que todo redunde en mi bien. Mientras tanto, espero aprender todo que Él quiere que aprenda antes que termine esta caminata y llegue otra vez a delicados pastos. No necesito sino un poco de paciencia, hasta el momento que Él determine. Otra promesa bíblica que está entre mis favoritas es: «Cosas que ojo no vio ni oído oyó ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que lo aman»5. Sé que ese versículo se refiere a lo que el Señor nos ha preparado en el Cielo, pero también lo invoco para lo que estoy segura que me ha preparado aquí en la Tierra. Puesto que lo amo, y Él me ama, sé que tiene previstas para mí cosas buenas. A manda White es administr ador a de oficina. Vive en Sídney (Austr alia). ■

Los que buscan al Señor no tendrán falta de ningún bien. Salmo 34:10 En Tu mano están mis tiempos. Salmo 31:15 Los buenos florecen como las palmas y crecen como los cedros del Líbano. Están plantados en el templo del Señor; florecen en los atrios de nuestro Dios. Anunciarán que el Señor, mi protector, es recto y no hay en Él injusticia. Salmo 92:12,13,15 (dhh) 9


PARA NO VOLVERNOS LOCOS Adaptación de un artículo de María Fontaine

Descansar en el Señor 1 signi-

fica dejar que Él lleve nuestras cargas y pasar ratos de íntima comunión con Él. Significa disfrutar de Su compañía para que pueda infundirnos fuerzas y abrirnos nuevos horizontes. Es tener una actitud de serenidad y fe y poner a Jesús primero en nuestros afectos. Descansar en el Señor es agradable, porque significa pensar en Él y estar con Él. En ese sentido no es difícil, no exige mucho, aunque sí hace falta algo de voluntad para aflojar la marcha y hacer un alto en nuestras otras actividades. Dada la vida tan atareada que muchos llevamos, nos hacen falta la calma, paz y fortaleza que se derivan de reposar en el Señor y meditar en Él. Todos necesitamos aprender el secreto de apoyarnos por entero en el Señor, encomendarle nuestro trabajo, descansar en Él y pedirle orientación2.

1. V. Salmo 37:7 2. V. Juan 15:5 y Zacarías 4:6 10

Muchas personas anhelan tener paz interior. Cuando reposamos en el Señor, nuestro espíritu y nuestros pensamientos se llenan más de Su Espíritu, y eso se transmite a los demás. Cuanta más serenidad tengamos, más fe manifestaremos, y más querrán tener los demás lo que nosotros tenemos. Si aminoramos la marcha y pasamos más ratos reposando en el Señor, meditando en Él y descubriendo Su sentir, Él nos puede indicar qué debemos priorizar, y tendremos más fe para actuar en consecuencia. Descansar en el Señor y meditar proporciona mucha paz y calma a nuestro espíritu, con lo que evitamos volvernos locos cuando la vida se pone muy agitada. M ar ía Fontaine y su esposo, Peter A mster da m, dir igen el movimiento cr istiano La Fa milia Inter nacional. ■

DESCANSAR EN EL SEÑOR Cuando sintamos agotamiento y fatiga espiritual, Dios nos proporcionará descanso. Solo pide que acudamos a Él, […] que pasemos un rato pensando en Él, meditando en Él, dialogando con Él, escuchando en silencio, ocupándonos en Él, total y absolutamente perdidos y escondidos en Su presencia. Chuck Swindoll (n. 1934) En otro tiempo supe lo que era descansar sobre la roca de las promesas de Dios, y fue sin duda un magnifico lugar de reposo. Pero ahora descanso en Su gracia. Me está enseñando que el seno de Su amor es un lecho de reposo mucho más agradable aún que la roca de Sus promesas. Hannah Whitall Smith (1832–1911) ■


Dina Ellens

MOMENTOS PROVECHOSOS DE SILENCIO

Estoy semijubilada, pero

todavía gozo de una vida plena y activa. Repasando el año pasado, veo lo provechoso que ha sido para mí disfrutar de unos momentos de silencio con Dios por la mañana, antes de iniciar la jornada. Estos son cinco principios que me han ayudado a revitalizar mi espíritu y proporcionarle un estímulo que luego me alcanza para todo el día. Te invito a probarlos.

Desconectarse: En la medida de lo posible, procuro apartarme de distracciones e interrupciones; por ejemplo, de dispositivos electrónicos que continuamente nos muestran recordatorios, avisos, e-mails, mensajes de texto y de voz. Me gusta sentarme en mi terraza con mi biblia, un cuaderno, un bolígrafo y nada más. Relajarse: Soy una persona muy orientada a tareas. Si me descuido, mis ratos de silencio pueden convertirse en una tarea más que tengo que despachar. Debo tomar la determinación de relajarme y 1. Salmo 100:4

disfrutar del tiempo que paso con Dios. Si Él no tiene prisas, ¿por qué habría de tenerlas yo?

Agradecer: Comienzo por anotar cinco cosas del día anterior por las que estoy agradecida. Eso por lo general me inyecta enseguida buen ánimo. Dice la Palabra de Dios: «Entrad por Sus puertas con acción de gracias, por Sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid Su nombre»1. Seguir un plan de lectura:

Si sé de antemano lo que voy a leer, puedo ir directamente al grano. De todos modos, antes de empezar consulto con el Señor por si acaso tiene un cambio de planes. (N. de la R.: En el sitio web de Conéctate encontrarás estudios bíblicos sobre una diversidad de temas: http:// www.activated.org/es/fundamentos/ la-palabra-de-dios/estudios-biblicos)

Concentrarse: Como normalmente me cuesta concentrarme en lo que leo, el método LOAR me ha resultado muy útil: ectura: Después de leer un pasaje bíblico, lo repaso

L

buscando un versículo que me llame la atención y lo anoto en mi cuaderno. bservación: Escribo un breve resumen del pasaje. plicación: Apunto el efecto que creo que tendrá en mí ese día lo que acabo de leer, las enseñanzas recogidas, las promesas que puedo invocar, los ejemplos a seguir, etc. ezo: Redacto una breve oración para mí misma basada en lo que he leído.

O A R

Puede que la primera hora de la mañana no sea el mejor momento para todos. Pero independientemente de cuándo se haga, de día o de noche, a todos nos viene bien un rato de recogimiento y cercanía con Dios. Si no lo tenemos, nos estresamos y nos desgastamos; en cambio, si lo tenemos estamos mejor preparados para afrontar toda dificultad u obstáculo que se presente. Dina Ellens es docente jubilada. Vive en Java Occidental (Indonesia) y r ealiza allí labor es voluntar ias. ■ 11


DE ALBOROTO EN Relato novelado de los acontecimientos que tuvieron su culminación en el capítulo 2 del libro de los Hechos Chris Hunt

Alboroto es lo primero que me viene a la cabeza cuando pienso en Él. No me

olvidaré nunca de la primera vez que lo vi. Había acudido a la sinagoga para el oficio del sábado. Judit era una viuda anciana que tenía la espalda completamente deformada. Se acercó a aquel maestro itinerante y le imploró ayuda. Enseguida fue capaz de enderezarse, por primera vez en años. ¿Cómo era eso posible?1 Lo vi otras veces, generalmente de lejos. Gozo de buena salud, y me va relativamente bien. No seguía Sus progresos porque yo tuviera necesidades acuciantes. Más que nada me encantaba oírlo hablar y me gustaba ver la expresión que se dibujaba en el rostro de las personas cuando Él aliviaba 1. V. Lucas 13:10–13 2. Hechos 2:38 (dhh) 3. V. Juan 3:16 12

su dolor, cuando las sanaba y les infundía esperanza. Todo en Él era extraordinario. Aunque yo no tenía ni el tiempo ni la inclinación para dejarlo todo, como habían hecho Sus seguidores más cercanos, disfrutaba viéndolo y escuchándolo cuando nuestros caminos se cruzaban. Cuando fui a Jerusalén para la Pascua, esperaba que Él estuviera, y no me defraudó. Al entrar Él en la ciudad montado en un asno, otro alboroto. Me contagié del espíritu festivo y me puse a agitar ramas de palmeras como toda la multitud. Tal vez fuera cierto que iba a cambiar el mundo. Desde luego era un muy buen hombre, y posiblemente más que un simple maestro. Había oído decir que algunos lo llamaban el Mesías, el salvador de nuestro pueblo. No obstante, unos días después me entristecí al oír la siguiente ola de rumores. Decían que lo habían detenido. Cuando supe que lo habían

llevado ante Pilatos, casi no daba crédito a mis oídos. ¿Condenado a muerte como un vulgar criminal? Aquello no podía ser cierto. ¿Qué había hecho para merecer ese trato? Yo ya sabía que los dirigentes del templo envidiaban Su influencia y la aprobación de que gozaba entre la gente; pero eso no podía ser motivo suficiente para entregarlo a los romanos. No tenía agallas para acercarme al lugar de la ejecución. ¡Qué tremenda injusticia! Cuanto más pensaba en el asunto, menos lograba entenderlo. Él había predicado un mensaje de amor a Dios y al prójimo; había recorrido la región ayudando a los desvalidos. Había renunciado a todo por el bien de los demás. ¿No habría podido Dios intervenir y obrar un milagro para salvarlo?


N ALBOROTO Quería conversar con algunos de Sus seguidores para expresarles mi confusión, pero no logré dar con ellos. Se especulaba que se habían ocultado. Así que retorné a mi aldea, todavía consternada. Sabía que Jesús no volvería más por nuestra región como en otras ocasiones, y lo echaba de menos. Aquel fascinante maestro —supongo que eso había sido, un maestro nada más— estaba muerto y enterrado. Siete semanas más tarde fui nuevamente a Jerusalén para Shavuot, la festividad que conmemora la entrega de la Ley a Moisés. Todavía estaba ansiosa de plantear mis inquietudes a Sus seguidores; pero como se habían esfumado luego de la ejecución de su maestro, no albergaba muchas esperanzas. A primera vista nada había cambiado en la ciudad. Tampoco dentro de mí. Desde la Pascua me

sentía deprimida, y la ciudad misma parecía estar bajo una sombra, como si se sintiera culpable de que tantos de sus ciudadanos hubieran apoyado la ejecución de un hombre inocente. Había multitudes de personas, entre ellas muchos extranjeros. Fue entonces cuando los volví a ver. Y como era de esperar, estaban protagonizando otro alboroto. Me alegré de ver sanos y salvos a los seguidores de Jesús, no solo por el bien de ellos, sino también por el mío, pues así podría plantearles mis inquietudes acerca de lo sucedido. Sin embargo, antes que tuviera ocasión de acercarme, uno de ellos comenzó a hablar en voz alta, con claridad. Casi no daba crédito a lo que oía. Sabía que habían matado a Jesús; pero según Pedro, había resucitado de los muertos. Escuché atónita mientras Pedro se refería a las Escrituras y las explicaba. No

escatimó críticas al hecho de que las multitudes hubieran permanecido pasivas cuando Jesús fue crucificado. Con todo, ofreció una vía para la reconciliación: «Transformen su vida. Vuélvanse a Dios y bautícese cada uno en el nombre de Jesucristo para que Dios les perdone sus pecados»2. Habló largo rato. Lo explicó todo y nos rogó que aceptáramos el obsequio que Dios nos hacía. No pude hablar personalmente con él ni con ninguno de los otros. Tampoco me hacía falta. Abrí mi corazón mediante una oración; me entregué a Dios. Fue la mejor decisión que he tomado en la vida. Ahora trabajo con otros creyentes para dar a conocer que Dios nos ama tanto que envió a Su Hijo a morir por nosotros para que pudiéramos salvarnos3. Así es. Hasta el día de hoy Jesús sigue causando alboroto. Chr is Hunt vive en el R eino Unido. Ha sido lector a de Conéctate desde que comenzó a publicarse en 1999. ■ 13


ENTREVISTA RELÁMPAGO MOMENTOS DE SOSIEGO Abi May

1. V. Deuteronomio 29:29

Dios no constituye un misterio total; en Su

Palabra nos ha revelado mucho sobre Sí mismo. Acerca una silla y escucha lo que ha dicho. Aunque no lo descubriremos todo1, hay bastante materia para empezar. «Yo proclamo firmes promesas en público; no susurro cosas oscuras en algún rincón escondido. No les habría dicho […] que me buscaran si no fuera posible encontrarme»2.

2. Isaías 45:19 (ntv) 3. Apocalipsis 1:8 (rvc) 4. Isaías 57:15 (nvi); Juan 14:23 (bnp) 5. Isaías 44:24 (nvi); Jeremías 9:24 (dhh) 6. Isaías 61:8 (nvi); Proverbios 12:22

¿Quién eres? Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el que es, el que era, y el que ha de venir3.

(ntv); Salmo 16:3 (ntv). 7. Proverbios 6:16–19 (ntv) 8. Jeremías 29:11,12 (rvc); Deuteronomio 30:9 (dhh); Apocalipsis 21:4,5 (ntv); Ezequiel 38:23 9. Jeremías 31:3; Isaías 54:10 (ntv); Juan 15:15 (ntv) 10. Zacarías 1:3; Isaías 41:13 (ntv) 11. Juan 5:24 14

¿Dónde vives? Yo habito […] con el contrito y humilde de espíritu, para reanimar el espíritu de los humildes y alentar el corazón de los quebrantados. Si alguien me ama cumplirá Mi palabra, Mi Padre lo amará, vendremos a él y habitaremos en él4.

Háblame un poco de Tu trabajo. ¿Lo disfrutas? Yo soy el […] que ha hecho todas las cosas. Actúo en la tierra con amor, justicia y rectitud, pues eso es lo que a Mí me agrada5. ¿Tienes algún gusto particular? Yo […] amo la justicia. Me deleito en los que dicen la verdad. ¡Los justos de la tierra son Mis verdaderos héroes! ¡Ellos son Mi deleite!6 ¿Hay cosas que te desagraden? Hay seis cosas […], no, son siete […]: los ojos arrogantes, la lengua mentirosa, las manos que matan al inocente, el corazón que trama el mal, los pies que corren a hacer lo malo, el testigo falso que respira mentiras, y el que siembra discordia en una familia7.

¿Cómo ves nuestro futuro juntos? Los planes que tengo para ustedes son planes para su bien, y no para su mal, para que tengan un futuro lleno de esperanza. […] Ustedes me


Jesús, por medio de Tu sacrificio en la cruz abriste la puerta para que pudiera cultivar una relación personal contigo y con el Padre, una conexión que perdurará para siempre en el mundo venidero. Te ruego que entres en mi corazón y me ayudes a llevar una vida que te agrade.

pedirán en oración que los ayude, y Yo atenderé sus peticiones. Los haré prosperar en todo lo que hagan. Les secaré toda lágrima de los ojos, y no habrá más muerte ni tristeza ni llanto ni dolor. Todas esas cosas ya no existirán más. […] ¡Miren, hago nuevas todas las cosas! Seré engrandecido y santificado, y seré conocido ante los ojos de muchas naciones8. ¿Qué piensas de mí? Con amor eterno te he amado. Las montañas podrán moverse y las colinas desaparecer, pero aun así Mi fiel amor por ti permanecerá. Eres Mi amigo, porque te he contado todo lo que el Padre me dijo9.

UNA REL ACIÓN MÁS ESTRECHA No necesitamos gritar nunca a través de los espacios a un Dios ausente. [Él] está más cerca que nuestra propia alma, más que nuestros pensamientos más secretos. A. W. Tozer (1897–1963) A Dios se lo conoce en el silencio. Él se manifiesta por medio de misterios. Robert Hugh Benson (1871–1914) Haber hallado a Dios no es un fin sino un comienzo. Franz Rosenzweig (1886–1929) Buscad leyendo y hallaréis meditando; llamad orando y se os abrirá contemplando. S. Juan de la Cruz (1542–1591) Cuando una persona me dice: «A mí lo que me pasa es que no amo al Señor con la devoción que debería», le respondo: «No. Lo que te pasa es que no sabes cuánto te ama Él». Selwyn Hughes (1928–2006)

¿Qué debo hacer para conocerte mejor? Vuélvete a Mí, […] y Yo me volveré a ti. No tengas miedo, aquí estoy para ayudarte10.

Llega un momento en que no tengo nada más que decirle a Dios. Si siguiera rezando con palabras, tendría que repetir lo que ya he dicho. En esos momentos es magnífico expresarle: «¿Puedo morar en Tu presencia, Señor? No tengo nada más que decirte, pero me deleito en estar en Tu presencia». Ole Hallesby (1879–1961)

¿Algo más que quieras añadir? El que oye Mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna11. ■

Dios da esperanzas a quienes sueñan. Concede milagros a quienes creen. Nunca defrauda a quienes confían y nunca abandona a quienes andan con Él. Nishan Panwar ■ 15


Me entristece que tantas personas se contenten con vegetar. Es posible que estén muy ocupadas manteniéndose a flote o esforzándose por salir adelante y que dediquen todos sus ratos libres a actividades relajantes. Pero ¿a qué conduce todo ese trajín? ¿En qué momento viven de verdad?

De Jesús, con cariño

SACARLE

JUGO

A LA VIDA

1. V. Juan 8:31 2. V. Salmo 119:105 3. V. Proverbios 8:17

El secreto para sacarle jugo a la existencia es vivir en estrecha relación conmigo y ser fiel a Mis enseñanzas1. Con eso no quiero decir que debas recluirte y consagrarte exclusivamente al estudio y la meditación; me refiero a que procures incluirme en tus actividades cotidianas y buscar orientación en Mi Palabra 2. Si aprendes a hacerlo, tu vida cobrará renovado sentido y profundidad. Además de ser más feliz y obtener mayor satisfacción, si reflejas la luz de Mi amor iluminarás a quienes te rodean. Empieza cultivando el hábito de tomarte unos momentos de quietud al comienzo del día para orar y estar conmigo3. Luego toma lo que Yo te haya enseñado en el aula y aplícalo a lo largo de la jornada. Ya sea que estés en el trabajo, haciendo diligencias o relajándote con tu familia y amigos, podré servirme más de ti para bendecir a los demás y encima bendecirte a ti también. Si acudes a Mí, tu vida se enriquecerá y cobrará más sentido.


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