Conéctate, número de abril de 2014: Un mundo en crisis

Page 1

CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

MICROCOSMOS Por algo se empieza

El agua La influencia de un ni帽o

La Pascua: ayer, hoy y siempre El sentido de la resurrecci贸n


Año 15, número 4

A N U E S T RO S A M IG O S Super ar l as cr isis

¿Te preocupa lo que te pueda deparar el futuro? ¿Te asalta un sentimiento de zozobra cuando te imaginas lo que puede acontecer a los tuyos? ¿Has llegado incluso a pensar últimamente que tu mundo se venía abajo? ¿Te sientes impotente, indefenso, aislado, solo o deprimido? Pues no eres el único. Desgraciadamente, en todas partes cuecen habas. El Evangelio explica que, poco después de la muerte de Cristo, Sus discípulos sintieron esa misma incertidumbre y esas mismas aprensiones. A propósito, si alguna vez te has preguntado cómo habría sido estar en el pellejo de los discípulos en los días previos al Domingo de Resurrección, te resultará muy revelador el artículo de Peter Amsterdam La Pascua: ayer, hoy y siempre, en las páginas 10–12 de este número de Conéctate. Para ellos todo se resolvió cuando comprendieron que el Maestro seguía a su lado y que podían seguir contando con Él tal como lo habían hecho hasta entonces. Les tomó un tiempo hacerse cargo de ello; pero ver a Cristo resucitado puso todo en su justa dimensión y les confirmó que Él tenía poder de sobra para proporcionarles lo que les hiciera falta. Lo mismo se aplica a nosotros hoy en día. El Maestro no nos prometió que la vida entera sería miel sobre hojuelas ni que nunca tendríamos dificultades y oposición. Pero sí nos aseguró que no nos dejaría nunca1 y que nos amaría eternamente2. Puede que el camino no sea fácil3, pero no viajamos solos. Si no nos dejamos abatir por las pruebas y vicisitudes, y más bien las aprovechamos para afianzar nuestra conexión con Aquel que nos puede infundir esperanza, gozo y paz4, lograremos superar nuestras dificultades y saldremos fortalecidos de cada crisis, tal y como les sucedió a los discípulos de Cristo. Gabriel García V. Director

1. V. Mateo 28:20; Hebreos 13:5 2. V. Juan 14:21 3. V. Juan 16:33 4. V. Romanos 15:3 2

¿Buscas libros, compactos o videos que te comuniquen fuerzas, te motiven y te ofrezcan soluciones? Visita nuestro sitio web o ponte en contacto con cualquiera de los distribuidores que se indican a continuación. www.activated.org/es www.audioconectate.org México: Conéctate A.C. E-mail: conectate@conectateac.com Tel: (01-800) 714 4790 (nº gratuito) +52 (81) 8123 0605 Chile: Casilla de Correos 14.702 Correo 21, Sucursal La Moneda Santiago Tel: (09) 469 7045 E-mail: conectateconosur@conectate.org España: Conéctate Apdo.626 28080 Madrid (34) 658 64 09 48 Resto de Europa: Activated Bramingham Pk. Bus. Ctr. Enterprise Way Luton, Beds. LU3 4BU Inglaterra E-mail: activatedeurope@activated.org Tel: +44 (0) 845 838 1384 Estados Unidos: Activated Ministries PO Box 462805 Escondido, CA 92046–2805 E-mail: info@actmin.org Tel: 1-877-862-3228 (nº gratuito)

Director Gabriel García V. Diseño Gentian Suçi Producción Samuel Keating © Aurora Production AG, 2013 www.auroraproduction.com Es propiedad. Impreso en Taiwán por Ji Yi Co., Ltd. A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión RV, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.


MicrocosmOS Joyce Suttin

Recuerdo que aprendí el significado de la palabra

microcosmos cuando estaba en 5º de primaria. De tarea, la profesora nos entregó a cada uno un cordel de unos 90 cm y nos dijo que marcáramos con él un círculo en el suelo. Acto seguido debíamos observar todo lo que hubiera en ese espacio, estudiarlo y determinar qué seres vivían en ese diminuto universo. Desde entonces me han fascinado los mundos pequeños. Me pasaba horas sentada en la hierba creando ambientes para las hormigas y otros bichitos. Hacía sillas con hojas, y túnicas con pétalos. Construía caminos y casas con ramitas. Pero más que nada, observaba. Llevaba mi cordel a todas partes. De golpe comencé a ver el mundo con otros ojos. En los jardines, en

los senderos de ripio, en los salientes rocosos con alfombras de musgo, lo único que tenía que hacer era marcar un círculo y así crear un mundo nuevo. Quizá crear sea mucho decir, pero sí podía modificar los mundos existentes y tratar de mejorarlos. Hoy en día me entero de tragedias por las noticias y lloro al leer los titulares. Escucho debates políticos y me pregunto si la gente alguna vez se pondrá de acuerdo o si está tan enfrascada en sus discusiones que nunca se dará cuenta de lo que tiene en común. ¡Ojalá pudiera yo cambiar el mundo! ¡Ojalá pudiera hacer de él un lugar más limpio y más bello! ¡Ojalá pudiera terminar con las guerras y la violencia! ¡Ojalá el bien se extendiera por toda la Tierra! Estuve cavilando sobre eso durante mi paseo matutino. Entonces

me acordé de la niña de 5º de primaria y me di cuenta de que, si bien no puedo cambiar el mundo entero, puedo mejorar mi pequeño universo. No puedo transformar el corazón de todas las personas, pero sí puedo influir en aquellas que caminan a mi lado. Puedo crear un microcosmos sereno en un mundo de tempestades. Puedo hacer de mi hogar un remanso de paz en medio de las tormentas. Puedo hacer cosas para que mi entorno sea más bonito. Puede que Dios no me haya dado un mundo enorme que cambiar, pero puedo transformar mi pequeño mundo buscando formas de llenarlo del amor de Dios cada día. Joyce Suttin es maestr a y escr itor a. Vive en San A ntonio (Estados Unidos). ■ 3


VER A JESÚS Marie Story

Hace unos años se realizó una serie de experimentos

con unos perros a los que se les había enseñado a dar la mano. Los canes obedecían con gusto, así recibieran o no un premio. No obstante, los investigadores descubrieron que si los perros veían que se premiaba a uno de sus compañeros y a ellos no, a partir de ese momento vacilaban cuando se les daba la orden, y a la postre desistían de cooperar. Los animales se daban cuenta de que recibían un trato injusto y se 1. El lado oscuro de la devoción: su perro puede estar celoso (http://www. encontrandodulcinea.com/articulos/ Marzo/El-lado-oscuro-de-la-devocin--Su-perro-puede-estar-celoso. html) 2.

nvi

3. Fuente: http://www.wright-house. com/religions/christianity/motherteresa.html 4. V. Mateo 25:45 4

disgustaban1. Si hasta los perros se percatan cuando algo no es justo, ¡cuánto más las personas cuando no se las trata con imparcialidad! En Deuteronomio 25:13,14 se nos advierte: «No tendrás en tu bolsa dos pesas diferentes, una más pesada que la otra. Tampoco tendrás en tu casa dos medidas diferentes, una más grande que la otra»2. En términos muy simples, Dios nos insta a tratar a las personas con equidad y no hacer trampa. Por otra parte, pienso que ese mandato tiene una aplicación más amplia. ¿No llevamos a veces pesas diferentes en nuestra bolsa? ¿No es cierto que a veces tratamos con mucha amabilidad a quienes más estimamos y con muy poca a las personas con quienes no congeniamos o a quienes no conocemos tan bien? ¿Con cuánta frecuencia somos parciales con algunos e indiferentes con otros? Ofrecemos una sonrisa y unas palabras de aliento al amigo y

tratamos con desdén al compañero que nos fastidia. Estamos prestos a echar una mano a un compinche necesitado, pero siempre tenemos la agenda llena cuando nos solicita ayuda alguien que no goza de nuestras simpatías. Gustosamente prestamos o incluso regalamos dinero a un amigo que está en un apuro, pero hacemos la vista gorda con el indigente de la esquina. Si bien existen razones por las cuales no es posible prestar ayuda en toda situación o tratar siempre por igual a los demás, creo que muchas veces francamente pecamos de parcialidad. En lugar de decir: «¿Por qué habría yo de ayudar a esa persona o ser amable con ella?», debiéramos preguntarnos: «¿Por qué no?» Si bien es lógico suponer que Jesús tenía mayor intimidad con Sus discípulos, por ejemplo, que con otras personas, al examinar Su vida se nota que trataba a todos con


respeto y consideración, así fueran funcionarios del gobierno o parias leprosos, dirigentes religiosos o jornaleros. Todavía más admirables eran Su bondad e imparcialidad con quienes lo despreciaban, lo afrentaban o se ensañaban con Él, e incluso con los que lo mataron. Personalmente, se me hace difícil ser imparcial, porque para ello debo olvidarme de mí misma. Los seres humanos somos por naturaleza calculadores y dados a sopesar en los recovecos de nuestra mente qué utilidad tendrá para nosotros cada sacrificio que hacemos. Tendemos a favorecer a los que probablemente nos devolverán nuestros gestos de buena voluntad, favores y actos amables; pero es fácil soslayar el compromiso cuando son pocas las probabilidades de obtener algo a cambio. La madre Teresa fue una de esas personas que no hacía favores por interés. Se entregaba a los más

pobres de los pobres, seres que nada podían darle a cambio de todo lo que ella hacía por ellos. También se relacionó con celebridades y jefes de estado. Lo que más me impacta de su vida es que trató a todo el mundo con el mismo respeto y amor. No se guardaba su amabilidad y sus consideraciones para las personas importantes. Una vez le preguntó a un obispo que estaba de visita: —¿Le gustaría ver a Jesús? Acto seguido lo condujo ante un hombre que yacía en un camastro negro. Estaba enfermo y demacrado. Tenía el cuerpo cubierto de bichos. Anonadado, el obispo vio cómo la madre Teresa se arrodillaba y abrazaba al menesteroso. Lo estrechó contra ella y dijo al obispo: —Aquí lo tiene. ¿No dijo Jesús que lo hallaríamos en los más insignificantes de la Tierra?3 La madre Teresa consideraba que toda persona es digna de amor, sin

distingos, pues ella veía a Jesús en cada ser humano. Jesús dijo que todo lo que hacemos o dejamos de hacer por el «más pequeño» de los seres humanos se lo hacemos o dejamos de hacer a Él4. Solo en casos excepcionales se nos pide que manifestemos amor en condiciones físicas tan extremas como las que encontró la madre Teresa; las más de las veces nos toca lidiar con los desaires de los demás y con nuestros propios prejuicios e indiferencia. Independientemente de las difíciles situaciones que se nos presenten, nuestro objetivo debe ser amar sin condiciones, de forma que un día Jesús nos diga satisfecho: «Eso que hiciste por los demás, a Mí me lo hiciste». M ar ie Story vive en EE .UU., donde tr abaja como ilustr ador a independiente y diseñador a. Está afiliada a La Fa milia Inter nacional. ■ 5


2100 Chris Hunt

Dos mil cien. No es una fecha, sino una

cifra. Bono, vocalista de la banda de rock U2 conocido por sus campañas contra la pobreza, señala que ese es el número de veces que se menciona la pobreza en las Escrituras: «Eso es darle mucha publicidad»1. En la introducción de la Poverty and Justice Bible 2, la Sociedad Bíblica añade: «El interés por los pobres y el hincapié en una conducta equitativa y justa corre por toda la Biblia como un río. Sirve de base a las leyes del Antiguo Testamento y resuena en las palabras de los profetas; es parte medular de todo lo que dijo e hizo Jesús y ha determinado las actividades de quienes lo han seguido». Bienaventurado el que piensa en el pobre; en el día malo lo librará el Señor. Salmo 41:1 Pobres de muy diversas índoles se acercan a todos nosotros. Debemos asegurarnos de no darles nunca la espalda, dondequiera que los encontremos. Pues cuando les damos la espalda, le estamos dando la espalda a Jesucristo. Madre Teresa (1910–1997) 1. Bono, On the Move, 2006 2. V. http://www.povertyandjusticebible.org/ 3. V. Deuteronomio 24:14,15 4. V. Levítico 23:22 5. V. Lucas 14:12–14 6

Corazones y conciencias

Muchas de las situaciones de desigualdad y pobreza que padece el mundo actualmente tienen su origen en la pérdida de empatía. El escritor y psicólogo Daniel Goleman señaló: «Cuando centramos nuestra atención en nosotros mismos, nuestro mundo se contrae, y los problemas y preocupaciones se agigantan. En cambio, cuando pensamos en los demás, nuestro mundo se amplía. Nuestras dificultades se trasladan a la periferia de nuestra mente y parecen más pequeñas, y al mismo tiempo aumenta nuestra capacidad de hacer contacto con los demás, es decir, de actuar compasivamente». El justo está atento a la causa de los pobres; el malvado no entiende que eso es sabiduría. Proverbios 29:7 (rvr 95)

La relación con la justicia

Cuando la Biblia habla de los pobres no se refiere solamente a los desposeídos, sino también a los oprimidos, los marginados, los indefensos y los que carecen de representación. En sus páginas hay una clara correlación entre pobreza e injusticia, mientras que la justicia se asocia con la honradez y la equidad. La Biblia da ejemplos prácticos, tales como pagar un sueldo justo a los empleados3 y compartir parte de nuestros ingresos4. Jesús también nos instó a trabar amistad con quienes son menos afortunados que nosotros5.


La esperanza cristiana […] nos permite actuar con humildad y paciencia, abordando las injusticias patentes que nos rodean sin necesidad de tener la garantía de que nuestra habilidad y esfuerzo de algún modo librarán al mundo de toda injusticia. Al fin y al cabo, la esperanza cristiana no necesita ver lo que espera (Hebreos 11:1). […] Simplemente nos manda confiar en que aun los actos de bondad aparentemente más nimios —un vaso de agua entregado a un niño, la ínfima ofrenda de la viuda en el templo, un gesto de hospitalidad para con un forastero—, ninguno de los cuales tiene un alcance sociopolítico estratégico hasta donde podamos ver, contribuirán de manera importante a la conformación del reino de Dios por acción de la gracia creativa y soberana del Altísimo. Craig Gay

Abre generosamente tu mano al pobre, al hermano indigente que vive en tu tierra. Deuteronomio 15:11 (lpd) Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: Practicar la justicia, amar la misericordia. Miqueas 6:8 (nvi) El mejor indicador del carácter de una persona es cómo trata a quienes no tienen nada que ofrecerle. Abigail Van Buren (1918–2013)

¿Qué puedo hacer?

Aun con recursos limitados, siempre hay opciones para ejercer una influencia positiva. Podemos donar nuestro tiempo, podemos ser justos e íntegros en el trabajo, podemos alzar la voz en defensa de quienes no tienen voz. Pongan en libertad a los que están encarcelados injustamente; alivien la carga de los que trabajan para ustedes. Dejen en libertad a los oprimidos y suelten las cadenas que atan a la gente. Compartan su comida con los hambrientos y den refugio a los que no tienen hogar; denles ropa a quienes la necesiten y no se escondan de parientes que precisen su ayuda. […] Levanten el pesado yugo de la opresión; dejen de señalar con el dedo y

de esparcir rumores maliciosos. Alimenten a los hambrientos y ayuden a los que están en apuros. Entonces su luz resplandecerá. Isaías 58:6,7,9,10 (ntv) Señor, ayúdanos a seguir Tu ejemplo, preocupándonos de quienes todos los días se sienten marginados, los que carecen de esperanza, los que consideran que tienen poco que ofrecer, los que se ven superados por los apremios de la pobreza. Ayúdanos a ampliar nuestros horizontes, a hacer lugar para el desconocido, a velar por quienes se sienten invisibles, a prestar atención al excluido, a hablar con la persona que se enfrenta al silencio, a restaurar la justicia y la dignidad. Danos valor para acometer esta empresa, determinación para ver —juntamente con los demás— gracia en cada rostro humano y fe para aprovechar las oportunidades. Oración por la justicia, del Church Urban Fund (www.cuf.org.uk) Chr ist Hunt vive en el R eino Unido y es lector a de Conéctate desde que comenzó a publicarse en 1999. ■ 7


El agua Anónimo

Era la canícula, la temporada

más seca y calurosa. No había llovido en casi un mes. Los campos se agostaban. Las vacas habían dejado de dar leche. Hacía tiempo que no corría agua en los riachuelos. Aquella sequía iba a llevar a la ruina a más de un agricultor. Si no llovía pronto, lo perderíamos todo. Yo estaba en la cocina preparando el almuerzo cuando vi a mi hijo Guille, de seis años, caminar con cuidado y determinación hacia el bosque. Alcancé a verlo de espaldas nada más. Minutos después de desaparecer en el bosque, volvió corriendo a la casa. Seguí preparando sándwiches, pero advertí que una vez más el niño se dirigía hacia el bosque con paso lento y decidido. Varias veces hizo el mismo recorrido: caminaba con cuidado hasta el bosque y volvía 8

corriendo a la casa. Finalmente no pude resistir más. Salí con sigilo de la casa y lo seguí. Tuve mucho cuidado para que no me viera. A hurtadillas me adentré con él en el bosque. Aunque las ramas y las espinas le azotaban el rostro, no trataba de evitarlas. Entonces vi algo que me dejó lela. Aparecieron varios venados corpulentos delante de él, pero Guille se les acercó como si nada. Estuve a punto de gritarle que se alejara. Un enorme ciervo de abundante cornamenta estaba peligrosamente cerca. Pero el animal no lo amenazó. Ni se inmutó cuando Guille se arrodilló. Entonces descubrí un cervatillo echado en el suelo, obviamente deshidratado y agotado por el calor. Con gran esfuerzo, el animalito levantó la cabeza para beber a lengüetazos el agua que mi

hijo adorado llevaba en las manos ahuecadas. Cuando se le acabó el agua, Guille se incorporó de un brinco y salió corriendo hacia la casa. Yo me escondí detrás de un árbol. Luego lo seguí. Guille se dirigió a un grifo al que habíamos cortado el agua, lo abrió del todo y se arrodilló para atrapar las pocas gotas que caían. Me acordé de que la semana anterior se había puesto a jugar con la manguera y le habíamos echado un sermón sobre la importancia de no desperdiciar agua. Por eso no me había pedido que lo ayudara. Apenas si quedaba agua en las cañerías, por lo que su improvisado tazón tardaba mucho en llenarse. Cuando se puso de pie y se dio la vuelta, se encontró conmigo. Se le llenaron los ojos de lágrimas y dijo:


INVERTIR EN LA ETERNIDAD Michael French

—No la estoy desperdiciando. Con un nudo en la garganta, le entregué un vaso que yo había llenado hasta el tope en la cocina, y caminamos juntos hasta el borde del bosque. Dejé que atendiera al cervatillo y observé orgullosa cómo mi hijo se afanaba por salvar una vida. Las lágrimas me rodaban por las mejillas y comenzaron a caer al suelo, seguidas de otras gotas… más y más gotas. Alcé la vista al cielo y me di cuenta de que estaba encapotado y se oían truenos. Con las justas Guille y yo llegamos a la casa antes que se desatara el aguacero. Algunos dirán que fue una tremenda coincidencia, que tarde o temprano tenía que llover. No lo discuto. Lo que sí puedo afirmar es que la lluvia que cayó aquel día salvó nuestra finca, así como los actos de un chiquillo salvaron una vida. ■

Aunque renunciar a ciertas cosas que deseamos o disfrutamos puede parecer un sacrificio, cuando lleguemos al Cielo y lo veamos todo en su debida perspectiva nos sentiremos avergonzados de no haber hecho esos sacrificios de mejor gana. Todavía me remuerde la conciencia cuando recuerdo pequeñas tareas que traté de eludir, discusiones en las que me empeñé en tener la última palabra, ocasiones en las que me aseguré de quedarme con el trozo más grande de pastel. Ahora veo lo efímeras que eran esas cosas, y que importaron mucho más las veces en que renuncié a unos minutos libres para echarle una mano a alguien, o me mordí la lengua y no repliqué a un comentario feo, o hice quedar bien a un compañero, o le guardé a otra persona el trozo más grande de pastel. Cuando pienso que estoy invirtiendo en la eternidad, renunciar a esas cosas de poca monta ya no me parece un gran sacrificio.

Porque Tú, Dios, me has dado mucho, yo en deuda estoy. Porque conmigo has sido espléndido yo desde hoy compartiré lo que me has dado con todo aquel que esté a mi lado y vea yo necesitado. Porque me ha dado buen vivir Tu providencia, no negaré a ningún hermano mi asistencia. Le ofreceré mi pan, mi hogar, un sitio donde descansar, donde gozar de bienestar. Porque me han prodigado amor, que bien valoro, y no para que yo me guarde ese tesoro, aliviaré el sufrimiento con gestos de amor y aliento en profundo agradecimiento. Grace Noll Crowell (1877–1969) ■ 9


La pascua: ayer, hoy y siempre Adaptación de un artículo de Peter Amsterdam

¿Qué significó la resurrección de Jesús para Sus

primeros discípulos, todos aquellos que creyeron en Él durante Su vida en la Tierra? Y en la actualidad, ¿qué significa para nosotros? Para cuando Jesús participó en la Última Cena con Sus seguidores, horas antes de ser detenido, enjuiciado y ejecutado, estos habían llegado a comprender que Él era el Mesías —el Salvador— predicho por los profetas del Antiguo Testamento. Sin embargo, la concepción que tenían ellos del carácter mesiánico de Jesús era distinta de la que tenemos nosotros en la actualidad.

1. V. Marcos 10:35–38,41 2. V. Hechos 1:6 3. V. Juan 12:13 4. V. Juan 12:12–18; Mateo 21:6–11 5. V. Lucas 24:17–21 6. Juan 11:48 (ntv) 7. V. Mateo 26:63–66 8. V. Juan 19:12 9. Mateo 27:37 10

Los judíos de la Palestina del siglo i creían —y esperaban— que Dios iba a enviarles un Mesías; pero según su interpretación de las Escrituras, este sería un rey terrenal que liberaría a Israel de la opresión y el dominio de otra naciones, que sufría desde hacía siglos. Tal como ellos lo concebían, el reino venidero sería terrenal. Hasta el momento de la muerte de Jesús, la idea que tenían los discípulos de Su carácter mesiánico se basaba todavía en dicha interpretación. Esperaban que Jesús fuera el rey ungido del Israel terrenal. Eso debió de ser lo que animó a los hermanos Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, a pedirle que les permitiera sentarse a Su derecha y a Su izquierda una vez que Él ascendiera al poder1. En otras palabras, querían ostentar cargos destacados cuando Él gobernara Israel. Aun cuando Jesús se reunió con Sus discípulos después de Su resurrección, ellos le preguntaron cuándo iba a liberar a Israel y restablecer el reino físico2.

Lo ocurrido unos días antes de la Pascua contribuyó a alimentar esa expectativa. Los discípulos seguramente se llenaron de júbilo cuando una gran muchedumbre de peregrinos que había acudido a Jerusalén para la fiesta de la Pascua tomó ramas de palmera y salió a recibir a Jesús con gritos de «¡Viva el Rey de Israel!»3 Su llegada motivó preguntas de quienes no lo conocían o no sabían qué ocurría, y la gente que lo seguía respondía: «Es el profeta Jesús»4. En el curso de Su ministerio había sanado multitud de enfermos, dado de comer a miles de personas de manera milagrosa, anunciado la palabra de Dios con autoridad, y poco antes de aquella Pascua había resucitado de los muertos a Su amigo Lázaro. Su fama estaba, pues, por las nubes y eran muchos los que albergaban grandes expectativas de que fuera en efecto el Mesías. Sin embargo, poco después todo pareció malograrse. Al cabo


de unos días Jesús fue acusado sin motivo y ejecutado de manera salvaje y en extremo degradante. Se esperaba que el Mesías llevara a los paganos a la justicia, no que sufriera injustamente a manos de ellos. Ya te imaginarás el golpe tan devastador que debió de ser para los discípulos ese vuelco en los acontecimientos. El Rabí al que seguían, el Maestro amado, que indudablemente tenía que ser el Mesías, había muerto. Eso los sumió en la confusión y el desánimo, como se aprecia en los comentarios de dos de ellos que se dirigían a la aldea de Emaús el día de la resurrección. Jesús, habiéndose levantado de los muertos, se les acercó sin que lo reconocieran y se puso a caminar con ellos. Mientras conversaban sobre los sucesos de aquellos días, le dijeron: «Abrigábamos la esperanza de que fuera el Mesías que iba a redimir a Israel»5. ¡Pero la resurrección lo cambió todo! Dios levantó de los muertos al

supuesto Mesías fracasado. Entre los judíos no existía ninguna expectativa de que el Mesías fuera a levantarse de los muertos. De ahí que ni los discípulos ni el pueblo judío en general esperaran que Jesús fuera a cumplir ninguna promesa bíblica en ese sentido. Poco antes los principales sacerdotes habían determinado que debía morir. Dijeron: «Si lo dejamos seguir así, dentro de poco todos van a creer en Él. Entonces el ejército romano vendrá y destruirá tanto nuestro templo como nuestra nación»6. Durante el juicio de Jesús, el sumo sacerdote le preguntó si Él era el Cristo, el Mesías. Al oír Su respuesta afirmativa, que incluía citas del libro de Daniel acerca de que el Hijo del Hombre se sentaría a la diestra de Dios, el sumo sacerdote y su séquito lo acusaron de blasfemia, que según sus leyes se castigaba con la pena de muerte7. Poncio Pilato, el procurador romano, lo condenó a muerte por

estimar que se había proclamado rey. No parece que Pilato lo considerara una amenaza; pero debido a la insistencia de la muchedumbre y de las autoridades judías, decretó que fuese crucificado por sedición, a tenor de las leyes romanas8. La placa que Pilato mandó colgar de la cruz rezaba: «Este es Jesús, el rey de los judíos»9. Jesús fue ajusticiado porque los dirigentes judíos no lo aceptaron como Mesías, y porque los romanos resolvieron que no se podía dejar vivo a un rey ilegítimo. No obstante, Su inesperada y extraordinaria resurrección revocó los dictámenes de los tribunales judío y romano. Pese a que la ley romana prescribía la pena de muerte para quienes se autoproclamasen reyes y pese a que los dirigentes judíos creyeron que Él no era el Mesías, Dios mismo, al resucitarlo, anuló esas sentencias y lo confirmó como Rey y Mesías. Además, ese hecho extraordinario otorgó validez a todo lo que Jesús 11


había enseñado acerca de Su Padre, del reino de Dios y de la salvación. La resurrección —mediante la cual quedó demostrado que Jesús era realmente el Mesías—, en conjunción con la llegada del Espíritu Santo, sentó un nuevo concepto de Dios. La resurrección de Jesús ratificó que Él era en efecto quien había dicho que era, y por eso tuvo tal trascendencia en Su época. Antes de ella, los discípulos no entendían a cabalidad lo que Jesús les había dicho acerca de Su muerte y resurrección. Empero, en los cuarenta días que transcurrieron entre Su resurrección y Su ascensión al Cielo, Él les reveló las Escrituras, y finalmente lo entendieron10. Lo que motivó a los apóstoles a anunciar a Cristo resucitado —como consta en el libro de Hechos— fue el llegar a comprender que la salvación estaba al alcance de todos gracias a la encarnación, muerte y resurrección de 10. V. Hechos 1:3; Lucas 24:27,32 12

Jesús. Por esa razón los autores del Nuevo Testamento afirmaron que la resurrección había demostrado que Jesús era el Hijo de Dios. Después de la ascensión de Jesús, cuando se cumplieron cincuenta días desde la fecha en que se había levantado de los muertos, el Espíritu Santo también vino al mundo, pero de una forma distinta: habitando en los creyentes. Esos sucesos impulsaron a los discípulos y a la iglesia primitiva a divulgar la noticia por el mundo. Dieron a conocer que la humanidad podía reconciliarse con Dios por medio de Jesús y Su sacrificio en la cruz. Para los discípulos de entonces y para nosotros en la actualidad, la Pascua es el fundamento de la esperanza y la fe cristiana. Aunque al principio las expectativas de los primeros discípulos se vieron defraudadas, al poco tiempo entendieron que gracias a la resurrección había quedado comprobada la veracidad de lo que Él había hecho, dicho y prometido. Y eso sigue

siendo válido en nuestros días. Cristo dio prueba de Su divinidad y fiabilidad al morir por nuestros pecados y luego resucitar. Lo que hizo demostró que todo lo que había dicho era veraz, a saber: que tenemos salvación y vida eterna, que el Espíritu Santo habita en nuestro interior, que ha prometido contestar nuestras oraciones, que nos guiará siempre que se lo pidamos. Hemos dejado de estar separados de Dios. Somos Sus hijos y viviremos con Él para siempre. Gracias a la resurrección tenemos la certeza de la salvación, la capacidad de estar imbuidos de Cristo y el honor de vivir con Dios para siempre. Regocijémonos por la trascendencia de la Pascua de Resurrección, ayer, hoy y siempre. ¡Feliz Semana Santa! Peter A mster da m y su esposa, M ar ía Fontaine, dir igen el movimiento cr istiano La Fa milia Inter nacional. ■


LA BONDAD DE UNOS DESCONOCIDOS Katrin Prentice

Hace como un año me torcí el

tobillo saliendo del cine. El esguince fue bastante grave. Tuve que ir al hospital para hacerme una radiografía y para que me vendaran el tobillo. Afortunadamente no había ninguna fractura, aunque la inflamación me duró varios días, y pasó un tiempo antes que pudiera caminar con normalidad. Más tarde, reflexionando sobre aquel inesperado accidente, lo que más me llamó la atención de todo lo sucedido fue la bondad de unas personas desconocidas. Me explico: Nada más caerme por las escaleras, el dolor era insoportable. Además estaba asustada y conmocionada. Enseguida apareció un desconocido —en el lugar y momento justo— que ayudó a mi marido, Brian, a alzarme y llevarme al auto mientras me hablaba y me serenaba con su tranquilizadora voz.

Al llegar al auto se desvaneció tan rápido como había aparecido. Luego, mientras debatíamos la ruta más corta para llegar al hospital de urgencias, una pareja joven que nunca habíamos visto se acercó al vehículo y se ofreció a guiarnos hasta allá. Al llegar al hospital, se quedaron hasta que terminé de hacerme la radiografía por si necesitábamos su ayuda para cualquier cosa, dado que mi marido todavía no conocía bien el idioma. Conviene señalar que era pasada la medianoche y que eran desconocidos. Desde luego resultó reconfortante contar con su presencia y poder hablar con ellos mientras esperaba. Entonces otro pensamiento empezó a tomar forma en mi cabeza y vi como significativo el momento en que había sufrido mi caída. Es que se produjo en Viernes Santo.

Al pensar en la bondad de aquellos desconocidos, no pude menos que advertir la similitud entre sus gestos y lo que hizo Jesús por la humanidad ese mismo día muchos siglos antes. Solo que Él no se limitó a llevar a una persona herida al hospital ni a quedarse para verificar que estuviera bien, sino que se entregó totalmente y dio Su vida por personas que ni siquiera lo conocían. Fue entonces cuando lo reconocí en los fuertes brazos del hombre que ayudó a mi marido a cargarme y en las sonrisas reconfortantes de Martín y Anastasia, que se quedaron con nosotros hasta la madrugada para asegurarse de que estaba bien. Él vive y perdura en cada acto de bondad. K atr in Pr entice es coach senior acr editada y mentor a de coaching. Vive en Bulgar ia. ■ 13


a ’A n

a d a n o d r e p a d u De M

nt o Sa i r á

Sergio se hallaba en una grave situación económica. Había obtenido un

importante préstamo en moneda extranjera; pero a consecuencia de una brusca variación del tipo de cambio, su deuda en aquel momento ascendía al doble del valor de todo lo que poseía. Su principal acreedor era su suegro, un anciano muy acaudalado. Un día este llamó a Sergio y le dijo: —Sé que estás pasando por una época difícil y quiero ayudarte. No tienes que seguir pagándome las cuotas mensuales por el dinero que te presté. En realidad, me propongo perdonarte la totalidad de la deuda. Aquello le habría dado a Sergio suficiente margen para renegociar su deuda con el banco y mantener su empresa a flote. Sin embargo, rehusó la oferta. —No puedo aceptarlo. Es cuestión de principios. Debo devolverte todo lo que te debo. El anciano trató de razonar con su yerno. 14

—Lo que me estás pagando mensualmente ni siquiera cubre los intereses de lo que te presté. Además, estás casado con mi única hija. Cuando yo muera —y no falta mucho para eso—, todo lo que tengo será suyo y tuyo. No es cuestión de principios. Lo que te hace actuar así es tu orgullo tonto. Sin embargo, Sergio se atrincheró en su decisión y continuó con sus inútiles tentativas de devolverle a su suegro lo que le debía. A la postre se volvió insolvente y perdió su empresa y casi todo lo que tenía. Naturalmente, debemos hacer todo lo posible por saldar nuestras deudas. No obstante, al igual que Sergio, muchas personas rehúsan aceptar el perdón que Dios ofrece tan generosamente a la humanidad e insisten en devolver lo que deben. Por medio de sus buenas obras, sacrificios y abnegación procuran reparar una deuda que está muy por encima de sus posibilidades, cuando podrían fácilmente hacer borrón de lo viejo y empezar una nueva etapa

de su vida aceptando el pago que hizo Jesús para expiar sus faltas. Jesús ofrece un indulto a todo hombre, mujer y niño del planeta. Basta con que lo aceptemos. M ár io Sant'A na es dir ector de Contato, la edición en portugués de Conéctate. A demás es fundador y dir ector de la ONG Projeto R esgate, con sede en Br asil. ■

Acepta el perdón que Dios te ofrece invitando a Su Hijo Jesús a formar parte de tu vida: «Jesús, gracias por morir por mí y perdonarme. Te abro mi corazón y acepto Tu regalo». Pagar mi deuda era para mí imposible. Quería a alguien que borrara mis pecados. Cristo pagó una deuda que no era Suya, que yo jamás podría haber saldado. Ellis Crum


MOMENTOS DE SOSIEGO Abi May

Reflexión para la Semana Santa

Imagínate una dura semillita atrapada en la oscuridad. Cae la lluvia, pega el sol, y dentro de esa semilla las células se

multiplican. En poco tiempo aparece un brote verde de vida. Se está desarrollando una planta. Ahora imagínate un pichoncito atrapado en una cáscara dura e incómoda. A consecuencia de los picoteos y rasguños de la avecilla, se hace una rajadura en la cáscara, y sale un polluelo amarillo y peludito. Esas son apenas un par de manifestaciones de vida nueva de las que somos testigos temporada tras temporada, año tras año. Si bien esperamos que brote vida nueva, no esperamos que vuelva a la vida algo que está muerto. Un pájaro muerto no vuelve a volar. Sin embargo, la Biblia dice que hubo muchos testigos de la resurrección de Jesús: «Cristo murió por nuestros pecados, conforme a lo anunciado en las Escrituras; […] fue sepultado y […] resucitó al tercer día, conforme a esas mismas Escrituras; […] se apareció primero a Pedro y, más tarde, a los Doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos juntos»1. Al igual que aquellos primeros testigos, nos quedamos perplejos. ¿Cómo pudo un cuerpo desgarrado y exánime, que yacía en un frío sepulcro, volver a la vida? El milagro de la resurrección de Cristo desafía el orden natural y verdaderamente trasciende nuestra comprensión humana. Pero el milagro no termina ahí. Como escribió C. S. Lewis (1898–1963): «Jesús forzó la apertura de una puerta que había estado cerrada desde la muerte del primer hombre. Se enfrentó al Rey de la Muerte, luchó contra él y lo venció. Ese hecho lo transformó todo». A bi M ay es docente y escr itor a. Vive en el R eino Unido. ■ 1. 1 Corintios 15:3–6 (blph)

Bendito sea Dios […] , que, según Su gran misericordia y por la resurrección de Jesucristo de la muerte, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, a una herencia que no puede destruirse, ni mancharse, ni marchitarse, reservada para ustedes en el cielo. 1 Pedro 1:3,4 (bnp)

Yo soy el que vive. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre. Jesús en Apocalipsis 1:18 (blph) Las manos milagrosas, ahora traspasadas, volvían a ser las manos potentes y piadosas. Jesús se levantaba y los pies taladrados se echaban otra vez por los caminos, infatigablemente, buscando a los perdidos y olvidados… Desde entonces Él vive y porque vive la vida es nuestra herencia; la Cruz fue cual preludio tenebroso de un nuevo amanecer más luminoso… Francisco Estrello (1907–1959) ■ 15


De Jesús, con cariño

EL PRÍNCIPE DE PAZ En cierta ocasión en que cruzaba el mar de Galilea con Mis discípulos, se levantó una tormenta que amenazaba con hundir nuestra pequeña embarcación. Mis discípulos se asustaron, pero Yo ordené a la tempestad que amainara. Exclamé: «¡Cálmate! ¡Silencio!», y el viento y las olas me obedecieron1. Llegará el día en que ordenaré que cesen las tormentas de este mundo y enjugaré los ojos de los oprimidos y de quienes han sido cruelmente atormentados. Mientras tanto, si me aceptas como tu Salvador y acudes a Mí en los momentos de angustia, gozarás interiormente de auténtica y duradera paz, esa paz que puede sobrellevar cualquier cosa. «Aquí en el mundo tendrán muchas pruebas y tristezas; pero anímense, porque Yo he vencido al mundo»2. Siempre estaré a tu lado cuando me necesites. 1. V. Marcos 4:35–39 2. Juan 16:33 (ntv)


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.