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CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

EL ASCENSOR Cómo dominé el pánico

Cuando parece que Dios no contesta Averigua por qué con 7 preguntas

¿Qué gano con orar? 4 grandes beneficios


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Año 13, número 8

www.conectate.org www.audioconectate.org México, Centroamérica: Conéctate A.C. México E-mail: conectate@conectateac.com Tel: (01-800) 714 4790 (nº gratuito) +52 (81) 8123 0605

A N U E S T RO S A M IG O S A veces nos sorprendemos cuando Dios hace algo inexplicable en respuesta a una oración. Medio desconcertados decimos: «¡Qué raro!», o: «¡Increíble!», o alguna exclamación por el estilo. Pero no debiera ser así. Si confiamos en las promesas divinas tanto como en la promesa de un hombre o una mujer de palabra —de esos que dicen y hacen—, no debiera extrañarnos que Dios cumpla lo convenido y se muestre fiel a Su palabra. Sería mejor una actitud de expectación. Cuando surge una dificultad, o un obstáculo se nos cruza en el camino, deberíamos adoptar un talante de espera curiosa ante lo que va a hacer Dios para sacarnos del apuro o para ayudarnos a sortear el impedimento. Es decir, emocionarnos por el milagro que va a hacer para librarnos del atolladero. Como dice el adagio, orar es pedir que llueva; tener fe es llevar un paraguas. Sé que del dicho al hecho hay largo trecho, y que en una situación azarosa cuesta un montón emocionarse a la espera de la solución original e impensada que Dios se sacará de la manga para ayudarnos. Pero te recomiendo que lo pruebes. Puede darte más de una alegría. La próxima vez que te halles en un laberinto al que no le encuentres la salida, pon a prueba a Dios; a ver qué puerta te abre o cómo te libra del enredo. Si se supone que los creyentes vivimos por la fe1, ejercitemos esa fe. La fe no se sorprende de la respuesta divina: la daba por sentada. Emplacemos a Dios a atenerse a Su Palabra. Créase o no, a Él le gusta que lo pongamos en esa situación. Y si eres novato en el camino de la fe, bueno, no empieces por querer mover una montaña. Comienza moviendo un granito de arena y ve progresando a partir de ahí. ¿Qué te parece? ¿Te animas? ¿Nos hacemos el propósito de poner a prueba a Dios la próxima vez que nos sintamos impotentes ante algún problema? Gabriel En nombre de Conéctate

1. 2 Corintios 5:7; Hebreos 10:38 2

Chile: Casilla de Correos 14.702 Correo 21, Sucursal La Moneda Santiago Tel: (09) 469 7045 E-mail: conectateconosur@conectate.org Argentina, Paraguay, Uruguay, Perú, Bolivia: E-mail: conectateconosur@conectate.org Colombia, Venezuela, Ecuador, Antillas: Conéctate Colombia Apartado Aéreo # 85178 Bogotá Colombia Tel: (1) 7586200 E-mail: conectatecoven@conectate.org España: Conéctate Apdo.626 28080 Madrid (34) 658 64 09 48 Resto de Europa: Activated Bramingham Pk. Bus. Ctr. Enterprise Way Luton, Beds. LU3 4BU Inglaterra E-mail: activatedeurope@activated.org Tel: +44 (0) 845 838 1384 Estados Unidos: Activated Ministries PO Box 462805 Escondido, CA 92046–2805 E-mail: info@actmin.org Tel: 1-877-862-3228 (nº gratuito)

Director Gabriel Sarmiento Diseño Gentian Suçi Producción Samuel Keating © Aurora Production AG, 2012 www.auroraproduction.com Es propiedad. Impreso en Taiwán por Ji Yi Co., Ltd. A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión Reina-Valera, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.


EL ASCENSOR Iris Richard

—No hemos logrado ni la mitad de lo que teníamos planeado hacer esta mañana —mascullé nerviosa al

subirme al ascensor que debía llevarnos a mi marido y a mí al piso 20 de un céntrico edificio donde teníamos una cita. Instantes después, el ascensor se detuvo repentinamente, y un manto de tinieblas lo envolvió todo. —¡No, hoy no, otra vez no! —gruñí mirando mi reloj. —Verás que volverá a funcionar en un dos por tres, apenas se ponga en marcha el generador —dijo Franz, mi esposo, con su característico optimismo. Probablemente tenía razón. Los cortes de electricidad son moneda corriente aquí en Nairobi, pero no suelen durar mucho. Oímos a lo lejos, por el hueco del elevador, unos golpes y unas voces apenas perceptibles. Procuré relajarme y armarme de paciencia hasta que se restableciera el fluido eléctrico. No obstante, con el paso de los minutos noté que las tres personas que habían quedado atrapadas con nosotros mostraban signos de nerviosismo. Al principio hicimos algunas bromas y conversamos de temas triviales para matar el tiempo; pero al rato, el calor agobiante y la falta de aire nos empezaron a incomodar a todos. —Yo creo que el aire acondicionado dejó de funcionar —dijo una señora de mediana edad. Había dos señores asiáticos, muy elegantes. Uno de ellos propuso que, para conservar oxígeno, todos nos sentáramos en el piso del

ascensor. Él y su colega se quitaron luego la chaqueta y se aflojaron la corbata. Pasaron 30 minutos que nos parecieron una eternidad. Ya no oíamos ningún golpeteo ni voces. Me puse a pensar en cuál podía ser el peor panorama posible y sentí bajo la piel un cosquilleo de pánico. El ambiente dentro del ascensor se tornaba cada vez más tenso. —Oremos —propuso Franz. Esa sencilla sugerencia nos renovó de inmediato el ánimo. Todos inclinamos la cabeza y elevamos una plegaria. Sentimos que la presencia de Dios llenaba aquel espacio reducido y oscuro. Los pasajes de la Palabra de Dios que recitamos nos devolvieron la esperanza de un pronto rescate. Llevábamos ya una hora recluidos cuando por fin se oyó fuera un alboroto. Forzaron la puerta y salimos tambaleándonos, medio aturdidos, con los ojos tapados para que no nos cegara la luz, tomando bocanadas de aire puro y dando gracias a Dios. En pleno centro de Nairobi y al margen de su frenética actividad, el tiempo se había detenido para cinco personas de distintas culturas y trayectorias. Lo que evitó que yo terminara presa del pánico fue la confianza de que Dios nos había oído y estaba respondiendo nuestra oración. Ir is R ich a r d es consejer a en K eni a, pa ís en el que r ea liza la bor es de volu nta r i a do y ay uda a la colecti v ida d desde 1994. Está a fili a da a L a Fa mili a Inter naciona l. ■ 3


DETERMINACIÓN INCONMOVIBLE Virginia Brandt Berg

Durante años casi siempre cerraba mi programa de radio, Momentos de meditación, con

la frase: «Dios todavía está en el trono, y la oración surte efecto». Un oyente me escribió diciéndome: «No encuentro esas palabras en la Biblia». Si bien es cierto que no están en la Biblia, no cabe duda de que están en consonancia con las Escrituras y que expresan una verdad importante. Si orar no altera nada, ¿para qué hacerlo? Si, por el contrario, la oración surte efecto, deberíamos dedicarle más tiempo, habida cuenta de que a nuestro alrededor abundan situaciones que requieren remedio. Si la oración de veras produce cambios, pongámonos a orar en serio y a cambiar lo que haya que cambiar. ¡Imagínate lo que podría suceder si realmente creyéramos eso! Jesús dijo: «Al que cree, todo le es posible»1. Si has rezado y no se ha producido ningún cambio en la situación, estos consejos te van a venir al dedillo. Hace años era muy común entre los cristianos la expresión orar con insistencia. Significa no dejar de implorar 1. Marcos 9:23

6. Juan 14:14

2. Salmo 28:6,7

7. Juan 16:23

3. Salmo 6:8,9

8. Gálatas 6:9

4. Salmo 66:19

9. Véase Hebreos, capítulo 11

5. Salmo 116:1,2 4

hasta tener la certeza de que Dios ha escuchado la plegaria y decidido intervenir. Quizás en algún momento has tenido esa seguridad de que no hacía falta que siguieras orando, porque Dios había atendido tu súplica, el asunto estaba en Sus manos, y Él lo resolvería de la manera que creyera más conveniente. La Biblia abunda en relatos sobre personas que oraron con insistencia, sobre todo el rey David en el libro de los Salmos. Me estremezco cada vez que leo un pasaje en el que David termina de orar y proclama con valor y certeza: «El Señor ha oído mi oración». Al principio de un salmo, cuando David comienza a orar se encuentra al borde de la desesperación debido a una grave adversidad. Sin embargo, no pasa mucho tiempo antes que declare: «Bendito sea el Señor, que oyó la voz de mis ruegos. En Él confió mi corazón, y fui ayudado, por lo que se gozó mi corazón»2. En otra ocasión en que estaba desmoralizado y sumido en una gran angustia, se desahogó con el Señor y alcanzó ese sosiego, esa grata sensación de seguridad, que lo llevó a afirmar: «El Señor ha oído la voz de mi lloro; ha recibido el Señor mi oración»3. En otro caso, termina de orar diciendo: «Ciertamente me escuchó Dios; atendió a la voz de mi súplica»4. Esa certeza arraigó tanto en el corazón y la conciencia de David que dio inicio a uno de sus salmos con las


siguientes palabras: «Amo al Señor, pues ha oído mi voz y mis súplicas; porque ha inclinado a mí Su oído; por tanto, le invocaré en todos mis días»5. Sabía que Dios lo escucharía y le respondería. Hace muchos años sufrí un accidente terrible que me dejó inválida. Quedé paralizada de la cintura para abajo y mayormente postrada en cama durante cinco años. Además sufrí unas afecciones cardíacas y respiratorias que pusieron en riesgo mi vida. Encima, las sucesivas operaciones que me practicaron para tratar de restituirme el uso de las piernas me dejaron diversas secuelas y dolencias. Fue esa determinación inconmovible, ese orar con insistencia, lo que me infundió la plenitud de fe que a la postre condujo a mi milagrosa y completa sanación. Por medio de Jesucristo tú también puedes obtener una respuesta igual de maravillosa a tus oraciones. Aférrate a Sus promesas: «Si algo pidiereis en Mi nombre, Yo lo haré»6. «Todo cuanto pidiereis al Padre en Mi nombre, os lo dará»7. Cree con esa misma determinación inconmovible: «Aguantaré hasta obtener la respuesta». ¡No te des por vencido! ¿Cuántas ganas tienes de que Dios responda tu oración? ¿Estás dispuesto a cumplir con esa condición, vas a tener esa determinación inconmovible, o te dejarás abatir y vencer por las demoras? ¿Permitirás que los obstáculos te impidan alcanzar la victoria o que las dudas de terceros

deterioren tu fe? Si bien hay muchas formas de afrontar una crisis, una sola te garantiza el triunfo: orar hasta alcanzarlo. La Biblia dice: «No nos cansemos, pues, de hacer bien —en este caso, de orar—, porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos»8. ¡Ojalá se afiance tu fe pensando en el rey David y en otros personajes de la Biblia que gracias a esa determinación inconmovible derribaron los muros de Jericó, cruzaron el mar Rojo como por tierra seca y obraron muchos otros milagros9! Echa mano de las promesas de Dios y atraviesa toda dificultad con firme confianza, declarando como los santos de antaño: «Decididamente no permitiré que nada me prive de lo que Dios me ha prometido en Su Palabra». Dios tiene muchos motivos por los que no responde de inmediato o tal como esperamos. Pero eso no quita que a la larga responda a toda oración que se haga con plena fe. ¿Te empeñarás en orar hasta que Dios te dé la certeza de que te responderá? ¿Tantos deseos tienes de ver contestadas tus oraciones? En ese caso, no te llevarás una decepción, pues Dios todavía está en el trono, y la oración surte efecto. Virginia Br andt Berg (1886 –1968) fue una destacada evangelizador a. ■ 5


Nyx Martínez

Tenía ya mi reservación y faltaban poco menos de dos semanas para mi viaje a Uganda. Me senté en mi

habitación a contar el dinero que tenía en la billetera. Mi idea era trasladarme de Tailandia a África Oriental y proseguir allí mi labor misionera. Dios me había dicho que me daría el dinero, pero mi labor voluntaria no me proporcionaba suficientes ingresos para un pasaje intercontinental. Necesitaba 500 dólares para tres cosas: el resto del pasaje de avión, la visa para Uganda y una maleta. Me había pasado ya buena parte del día pensando de dónde sacaría el dinero para todo eso. «¿No será un disparate haber reservado un pasaje de avión sin tener dinero para comprarlo?», me pregunté. 1. Mateo 9:29 2. Isaías 65:24 3. Efesios 3:20 4. Andrew Murray (1828–1917), escritor, maestro y pastor sudafricano

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Mientras hacía una pausa para tomarme un cafecito, una amiga me entregó un ejemplar de Conéctate. —¿Quieres algo para leer? —Claro —dije entre dientes mientras tomaba la revista. Estudié la portada, y estas palabras me llamaron la atención: «Pon a prueba a Dios. Curiosamente, ¡a Él le gusta!» Intrigada hojeé la revista hasta que llegué al artículo Procede como si tuvieses lo que has solicitado, de Virginia Brandt Berg, y me puse a leerlo. El artículo relata el caso de una joven llamada Etta que actuó conforme a su fe y puso a prueba a Dios. Etta creía firmemente que Dios le daría el dinero que necesitaba para viajar; tanto es así que hizo la reserva y juntó sus cosas incluso antes de tener una maleta. Y Dios no le falló. En el último momento le entregaron una maleta y el dinero para el boleto, y se fue, a bordo de las promesas infalibles de Dios. Perfectamente aquel artículo podría haber sido escrito para mí. Ahí estaba la salida para el apuro en que me encontraba: «Procede como si tuvieses lo que has solicitado. Una vez que hayas pedido algo a Dios, actúa en consecuencia. Traduce la fe en hechos». Releí en voz alta aquella frase y me pregunté: «¿Cómo puedo traducir mi fe en hechos?» La respuesta directa que recibí de Dios fue: —Prepara tus cosas y ponme a prueba. Valía la pena intentarlo. Saqué mi diario y me puse a escribir: Señor, quiero proceder como si ya poseyera lo prometido. Quiero tener fe en que Tú proveerás; pero la fecha de partida está muy próxima, y todavía necesito unos cuantos milagros: 1. Lo que me falta para el pasaje de avión a Uganda. 2. Dinero para la visa. 3. Una maleta.


En tus oraciones ten cuidado, sobre todo, de no limitar a Dios, no solo con tu incredulidad, sino también imaginándote que sabes lo que Él puede hacer. Espera lo inesperado, más de lo que podríamos pedir o entender3. Andrew Murray4

En Tu Palabra prometes: «Conforme a vuestra fe os sea hecho»1. Creo, así que te ruego que me des los 500 dólares que me hacen falta para esos gastos. Gracias. Listo. Cerré el diario, satisfecha de que mi Padre en el Cielo lo había oído y me respondería. Fue tan simple como enviar una nota por correo electrónico. El resto del día me ocupé en los preparativos para el viaje y puse en un armario vacío lo que quería llevarme a África. «Ha sido un buen día», pensé cuando me senté a la mesa a cenar. Estaba a punto de ponerse aún mejor. —Hoy te llegó una carta —me dijo un amigo. La tomé y la abrí aprisa. Tragué saliva. —Te estoy mandando 500 dólares —decía. Por un momento me quedé alelada. Mis amigos me miraban intrigados. —¿Qué dice la carta? —preguntaron. —Dios me acaba de mandar… ¡500 dólares! ¡Esta mañana le pedí justo esa cantidad! Alguien que vive en otro país se enteró de que yo necesitaba fondos para ir a África y días antes me había escrito para informarme que me iba a dar 500 dólares. Yo estaba en la gloria. Aquella noche busqué en mi diario la oración que había escrito, asombrada de que Dios, por medio de mi benefactor, me hubiera provisto de lo que necesitaba. Tomé un bolígrafo y puse una señal junto a cada una de las peticiones: 1. Lo que me falta para el pasaje de avión a Uganda. ✓ 2. Dinero para la visa. ✓ 3. Una maleta. ✓

¿Fue una coincidencia que orara por esa cantidad exacta aquella misma mañana? ¿O fue uno de esos curiosos cumplimientos del versículo: «Antes que clamen, responderé Yo»?2 Estoy convencida de que días antes Dios lo puso todo en marcha porque sabía que yo lo iba a poner a prueba. Es más, tengo la certeza de que Él fue el artífice de todo: me hizo ansiar Su ayuda, me señaló Sus promesas infalibles por medio de aquel artículo de Conéctate, me motivó a proceder como si Él ya lo hubiese hecho y finalmente me dio lo que me hacía falta, ¡y en el momento preciso! Llegó el día de mi partida. Ya estaba en el avión con destino a Uganda. Tenía en la mano el ansiado pasaje, tan real como las promesas de Dios. Nix Martínez es cronista de viajes y presentadora del canal de televisión Living Asia Channel. Se pueden seguir sus viajes en www.nyxmartinez.com. ■ 7


CUANDO PARECE QUE DIOS NO CONTESTA Julie Vásquez

¿Por qué algunas oraciones son respondidas antes que otras y por qué da la impresión de que algunas se quedan sin respuesta?

1. V. Salmo 66:18; Santiago 4:3. 2. 1 Juan 3:21,22 3. Éxodo 32:13 (NVI) 4. Romanos 4:19–22 5. Eclesiastés 3:1 8

Es imposible saberlo a ciencia cierta, y probablemente varios factores inciden en ello. No cabe duda de que Dios siempre responde nuestras oraciones; pero no en todos los casos lo hace enseguida o tal como imaginábamos. A veces nos contesta que sí, otras que no, y otras más nos pide que esperemos.

Cuando tengas la impresión de que Dios no te está respondiendo, hazte las siguientes preguntas: ¿Estoy seguro de que lo que estoy pidiendo concuerda con lo que quiere Dios? Con frecuencia nuestras peticiones reflejan poca visión de futuro o estrechez de miras de nuestra parte. Dios, en cambio, tiene una visión universal. No responde algunas oraciones del modo que queremos o esperamos porque sabe que lo que le estamos pidiendo en realidad no nos conviene a nosotros o a otras personas. Es posible que también sepa que a la larga otro desenlace o solución serán más ventajosos para nosotros y para otras personas. ¿Son puras mis intenciones? Si nuestros móviles son egoístas o desacertados, no podemos contar con que Dios nos conceda lo que le pedimos1. ¿He cumplido con lo que a mí me corresponde? Si hacemos todo lo posible por nuestra parte, llevando una vida que agrade a Dios y actuando para propiciar el resultado que esperamos de nuestras oraciones, podemos tener la plena confianza de que Dios responderá, quizá no exactamente como deseábamos, pero sí como Él considere óptimo para nosotros y para el caso2.


¿Será que el Señor está poniendo a prueba mi fe? A veces Dios quiere ver con qué intensidad deseamos la respuesta. Le complace la fe que se niega a darse por vencida, que sigue adelante a pesar de los obstáculos. Valora la fe de quienes no dejan de creer que obtendrán respuesta, simplemente porque Él lo ha prometido. Una buena ilustración de ello es el caso del patriarca Abraham en el Antiguo Testamento. Cuando él contaba 75 años de edad y su esposa, Sara, 66, Dios le prometió que tendría descendientes «tan numerosos como las estrellas del cielo»3, a pesar de que en aquel momento todavía no tenían heredero. Abraham creyó en la promesa divina, y Dios no lo defraudó. Así Sara, a los 90 años —mucho después de haber pasado su edad fértil— concibió y dio a luz un hijo: Isaac. El apóstol Pablo describió en los siguientes términos la postura de fe asumida por Abraham: «No se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia»4.

La persona de fe afirma: «Invoqué la promesa de Dios y sigo adelante, aunque en este momento no vea adónde conduce el camino». Esa es la fe que complace a Dios y obtiene resultados. ¿No será que el Señor me quiere enseñar paciencia o algún otro principio espiritual? Dios suele aprovechar esos momentos en que estamos atentos a Él para enseñarnos principios que estrechen nuestra relación con Él y hagan de nosotros mejores personas. La paciencia es una de las virtudes que más frecuentemente quiere enseñarnos; pero también es posible que nos quiera enseñar a ser más amorosos, más humildes, más constantes en la oración o cualquier otra cualidad importante. En ese caso, una vez que hayamos aprendido lo que Él quiere enseñarnos, responderá nuestra oración. ¿Se ve afectada la respuesta por las decisiones o actos de terceros? El resultado de una oración depende de tres factores principales: la voluntad de Dios —lo que Él quiere—; nuestra voluntad —lo que nosotros deseamos— y las decisiones y acciones de los demás. Aun cuando concuerden nuestra voluntad y la de Dios, es posible que las cosas no salgan exactamente como deseábamos,

puesto que Él ha concedido a todos la soberana facultad de decisión. ¿Ha llegado el momento dispuesto por Dios? «Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del Cielo tiene su hora»5. No se le puede meter prisa a Dios. A veces orar es como plantar: para que una semilla germine, brote, madure y dé fruto se necesita tiempo. Además, algunas tardan más que otras. Hay flores que se abren de la noche a la mañana. En cambio, un árbol tarda años en dar fruto. Julie Vásquez es redactora independiente. Vive en Austin (EE.UU.). Este artículo está tomado del librito Oración eficaz, de la colección Actívate, con adaptaciones. ■

EN ALAS DE L A OR ACIÓN Vuelan las cargas en alas de la oración. Se alivia la angustia y la agitación. El acongojado sale del torbellino y es sanado por el bálsamo divino. Nuestras lágrimas el Padre celestial las enjuga, ¡pues comprende nuestro pesar, nuestros temores, nuestra desesperación, cuando se los presentamos en oración! Helen Steiner Rice ■ 9


dos listas Jessie Richards

Creo en la oración. Creo en

su efectividad. Estoy convencida de que influye positivamente en muchas situaciones. Y lo que es más, creo en el efecto que la oración tiene en mí, que hace de mí una mejor persona. Yo funciono con listas. Elaboro listas para todo tipo de cosas. Dos de ellas están relacionadas con la oración. Una es una lista de cosas por las que estoy orando actualmente. Algunas de esas peticiones las tengo tan presentes que ni siquiera tendría que apuntarlas, mientras que otras tienen que ver con necesidades de amigos míos o situaciones que han aparecido en las noticias y por las cuales he sentido el impulso de orar. Cuando algo parece merecer más que una oración pasajera, lo agrego a mi lista. La otra lista es mucho más larga. Es donde anoto las oraciones respondidas. Comencé esa lista hace unos cinco años, y ¡ojalá la hubiera

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empezado mucho antes! Así sería mucho más larga. Constituye un testimonio maravilloso e inspirador de la bondad de Dios. Cada vez que la repaso, mi fe se acrecienta. Otro beneficio de tener una lista de situaciones que requieren oración, aparte de ser un recordatorio para que ore, es la posibilidad de revisarla y ver todas las peticiones que han sido respondidas por Dios. Echemos un vistazo a algunos detalles de mis listas de oración. El primer ítem de la lista de situaciones que requieren oración es un amigo de Inglaterra que se enfermó repentinamente poco antes de la Navidad pasada. Lo internaron y lo dieron de alta repetidas veces durante meses, a lo que siguió un prolongado período de convalecencia. Estoy convencida de que fueron las oraciones de sus familiares y amigos las que lo ayudaron a superar esa prueba. Es un milagro que esté

vivo, y más aún que se encuentre tan bien como está ahora. Eso ya figura en mi lista de oraciones respondidas. Sin embargo, ahora rezo para que continúe fortaleciéndose y se recupere por completo. Además, ruego específicamente que goce de suficiente salud para pasar la Navidad en casa este año. El siguiente punto tiene que ver conmigo. Aunque es algo que no se me va a olvidar, quería dejar registrados algunos detalles. Actualmente estoy buscando un departamento, pues en menos de tres meses necesito dejar el que tengo en estos momentos. Huelga decir que encontrar una nueva vivienda va a requerir un poco de esfuerzo de mi parte, pero me gustaría dejar que el Señor haga parte del trabajo. Poner por escrito los detalles de lo que necesito y deseo es mi forma de encomendárselo a Dios y de demostrar que confío en que Él obrará a mi favor.


Pasemos ahora a la segunda lista, que guardo en el computador en un archivo titulado Mis oraciones respondidas. Me llama la atención que varios ítems de esta lista tienen que ver con mis compañeros de trabajo, con el trabajo en sí o con mis relaciones laborales. Cuando se aproxima una reunión importante, me gusta empezar a rezar un par de días antes, ya que creo que así Dios no solo me predispone para actuar y hablar con buen criterio, sino que además puede sugerir ideas y pensamientos a los demás participantes y prepararlos para que la reunión sea productiva. En mi lista figuran unos cuantos puntos sobre reuniones que resultaron más fáciles de lo que esperaba, o conversaciones en las que la otra persona resolvió un problema antes que el tema se complicara. Tengo otras anotaciones relacionadas con el trabajo: ocasiones en

las que buscábamos más personal para nuestro departamento, o en las que prácticamente nos hacía falta un milagro para cumplir un plazo, o en las que necesitábamos darle la vuelta a nuestra situación económica, y así sucesivamente. Hablando de circunstancias dramáticas, hubo un día hace tres años —cuando vivía en México— en que nuestro jardinero cayó de una escalera de dos pisos de altura. Lo vi por los ventanales de la sala de estar segundos después de producirse el accidente. Pensé que estaba muerto o gravemente herido. Había otras personas presentes, así que mientras una llamaba a una ambulancia, los demás oramos. Al final el hombre salió completamente ileso. No sufrió conmoción cerebral ni se rompió ningún hueso. Apenas si tuvo un rasguño. Otro caso fue el de dos misioneros en Nigeria de los que me enteré

por un amigo mutuo. Estuvieron secuestrados durante cuatro días a principios de 2010. Apunté en mi lista que en el último día de su cautiverio mi grupo de oración pidió específicamente que fueran puestos en libertad aquel mismo día, y así fue. (La impresionante experiencia que vivieron probablemente debería publicarse algún día en esta revista, así que no voy a relatarla ahora.) Más bien pondré punto final a este artículo, pues antes de comenzar mi trabajo de hoy quiero tomarme unos minutos para alabar a Dios por las muchas oraciones respondidas de las que he sido testigo, y también por las que aún no ha respondido, pero que estoy segura de que va a responder. Jessie R ichar ds es r edactor a de Conéctate. Vive en EE .UU., en la ciudad de Washington. ■

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¿QUÉ GANO CON ORAR? Olivia Bauer

Hace cerca de tres mil años, un sabio llamado Agur dijo:

«Tres cosas hay que causan asombro, y una cuarta que no alcanzo a comprender». «¿Cómo! ¿Solo cuatro?», pensaba yo antes. Aunque no niego que las cuatro que escogió son muy buenas1. Hace poco me puse a pensar en algunos de los beneficios que tiene 1. Tres cosas hay que me causan asombro, y una cuarta que no alcanzo a comprender: el rastro del águila en el cielo, el rastro de la serpiente en la roca, el rastro del barco en alta mar, y el rastro del hombre en la mujer (Proverbios 30:18,19, NVI). 2. Efesios 3:20 3. Salmos 91:1 4. Isaías 40:28 12

para mí la oración. Particularmente reflexioné sobre aspectos como la estabilidad y la lucidez —la serenidad interior y la gracia— que la oración me aporta. Siguiendo el estilo de Agur, a continuación describo los cuatro beneficios principales que obtengo de ella. Paz. A veces me enfrento a circunstancias que están fuera de mi control. Aunque no hay nada tangible que pueda hacer para solucionar el problema, me afano terriblemente por hacer algo. Una vez que encomiendo la situación a Dios en oración tengo la certeza de que he tomado la medida más eficaz posible. Eso me ayuda a centrarme no en mi incapacidad o en la complejidad de la situación, sino en Dios, que es capaz de obrar portentos que superen cualquier cosa que yo podría pedir o que se me hubiera podido ocurrir2. La certeza de que he dejado un asunto en manos de Dios, y de que Él se encargará de resolverlo con mucho amor y habilidad, me da paz. Libertad. Nadie me conoce mejor que Dios. De todos mis pensamientos, acciones y motivos, no hay nada que le sea oculto. Conoce lo mejor y lo peor de mí, y aun así derrama Su amor sobre mí en abundancia. Sobre todo cuando estoy sufriendo por algo, es liberador y a la vez curativo poder

desahogarme con Dios y expresarle lo bueno, lo malo, lo feo, mis preguntas, mi dolor, mi necesidad de perdón, mi deseo de enmendar mis errores. No tengo que refrenar mis emociones o medir mis palabras cuando hablo con Él. Ve mi corazón y ha prometido guiarme si lo busco con el corazón. Perspectiva. La oración me ayuda a considerar mis problemas con el poder de Dios como telón de fondo. Estoy «bajo la sombra del Omnipotente»3. Pido ayuda al «Dios eterno, creador de los confines de la tierra»4. Su poder y Su conocimiento son infinitos; mis desventuras y necesidades son minúsculas comparadas con Su grandeza. La oración también me lleva a reflexionar sobre las necesidades de otras personas que se enfrentan a dificultades mucho mayores que las mías, lo que me ayuda a repensar mi situación con respecto a Dios y los demás. Plenitud. Hay una especie de sentido holístico de bienestar que es consecuencia de responder a un problema con acciones tanto prácticas como espirituales. Apoyar a otra persona con oraciones puede ser una experiencia gratificante. Olivia Bauer es consultor a de comunicaciones en Winnipeg (Canadá). ■


LECTURAS ENRIQUECEDORAS

La oración modelo Samuel Keating

La Biblia menciona muchas ocasiones en que Jesús rezó. Algunas veces lo hizo toda

la noche1. Otras, se levantó antes del amanecer para orar a solas2. De vez en cuando oraba frente a Sus seguidores para darles ejemplo3. Oró por Sus discípulos y por todos los que llegaríamos a conocerlo a lo largo de los siglos4. Ofreció oraciones de alabanza y acción de gracias Su Padre5. También rezó en tiempos de angustia y dificultades personales6. Un día Sus discípulos le pidieron que les enseñara a orar. Les enseñó entonces esta sencilla oración7, que ha sido un modelo para innumerables cristianos desde entonces. Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea Tu nombre. Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. Danos hoy el pan nuestro de cada día.

Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, sino líbranos del mal. Porque Tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre. Amén. Sa muel K eating es coor dinador de producción de Conéctate. Vive en Milán (Italia). ■

REFLEXIONES

Ama a tu prójimo como a ti mismo también implica orar por los demás como por nosotros. Samuel Vila (1902–1992), escritor evangélico catalán

Aquellos ratos que estamos en la oración, sea cuan flojamente quisiereis, tiénelos Dios en mucho. Santa Teresa de Jesús (1515–1582), mística y escritora española

Nadie cree en el poder de la oración como el diablo; no porque la practique, sino porque sufre sus efectos. Guy King (1885–1956), clérigo y escritor inglés

Lo que puede lograr la oración

La oración —secreta, ferviente y llena de fe— es lo que posibilita que seamos y actuemos como Dios espera de nosotros. William Carey (1761–1834), misionero inglés

1. Lucas 6:12 2. Marcos 1:35 3. Juan 11:41,42 4. Juan 17:21,22 5. Lucas 10:21 6. Lucas 22:41–44 7. Mateo 6:9–13 (NBLH)

No deberíamos ver la oración como un deber que cumplir, sino más bien como un privilegio que podemos disfrutar, un deleite singular que siempre revela formas nuevas de belleza. E. M. Bounds (1835–1913), pastor y escritor estadounidense

Quiero vivir y morir en el ejército de los humildes, uniendo mis oraciones a las suyas, con la santa libertad del obediente. Miguel de Unamuno (1864–1936), escritor y filósofo español

Llega un momento en que no tengo nada más que decirle a Dios. Si siguiera rezando con palabras, tendría que repetir lo que ya he dicho. En esos momentos es espléndido afirmar: «¿Puedo morar en Tu presencia, Señor? No tengo nada más que decirte, pero me deleito en estar en Tu presencia». Ole Hallesby (1879–1961), teólogo noruego ■ 13


Parte de mi vida Lily Neve

Cuando me senté a escribir un artículo acerca de la oración para esta revista,

oí una vocecilla interior que me decía: «No estás en condiciones de hacer eso. ¡Tú oras poco!» Eso me desconcertó y me hizo reflexionar. Es cierto que no oro tanto como podría y probablemente debería. Así que en vez de ponerme a escribir, cerré el computador y me fui a la cocina a preparar la masa y cortar los ingredientes para una pizza. Mientras tanto, no lograba apartar de mí ese pensamiento. «¿Será verdad que rezo poco?» Mi vida —como me aventuraría a decir que es el caso de la mayoría de las personas actualmente— se ha vuelto cada vez más ajetreada, hasta el punto de que no tengo tiempo para muchas cosas que sé que debería hacer. ­— Señor, ¿Tú qué piensas? —le pregunté mientras amasaba. 1. Mateo 6:6 14

—¿Acaso no me estás hablando ahora? Esa es una modalidad de oración. Reconocí esa voz interior; era la de Jesús. Lo pensé un poco más. Es cierto que no encuentro mucho tiempo últimamente para dejarlo todo y «entrar en mi aposento para orar», como enseñó Jesús en cierta ocasión1. Por otro lado, también es cierto que procuro orar por cada cosa que hago, ya se trate de mi trabajo o de actividades de todos los días como hacer mandados, quehaceres domésticos o cocinar. Además, a veces hablo con Jesús de alguna situación con la que me he topado, o un libro que he leído, o una película que he visto, y le pido Su opinión. Nunca había considerado que todo eso fuera orar. Para mí era más bien como conversar con un amigo. Cuanto más lo pensaba más me di cuenta de que esa comunicación

es algo que se produce a diario. Tal vez a eso se refería el apóstol Pablo cuando dijo que debemos orar sin cesar. Puede que no sea orar en el sentido estricto de la palabra: simplemente hablo con Jesús y le comunico mis deseos, mi agradecimiento o lo que me viene a la cabeza en ese momento, y recibo Sus instrucciones. Todos esos son componentes de la oración. Como es natural, hay momentos en los que podemos y debemos concentrarnos exclusivamente en la oración. Sin embargo, creo que también es importante para Jesús que le permitamos formar parte de nuestra vida cotidiana. Él entiende esta era moderna y los horarios apretados que tenemos, y no creo que le moleste que a veces hagamos varias cosas al mismo tiempo. Lily Neve está afiliada a La Familia Inter nacional. Vive en el Sudeste Asiático. ■


¿ORACIONES BREVES O LARGAS? Ejercicio espiritual Abi May

Entre las oraciones de la Biblia hay desde largas rogativas

—como la oración consagratoria de 1.000 palabras de Salomón1 y la oración de 1.200 palabras del libro de Nehemías2 (la más larga de la Biblia)— hasta la breve oración de Pedro —«Señor, sálvame»— cuando estaba en riesgo de ahogarse3. Es evidente que la brevedad de la súplica de Pedro no fue un impedimento para que Jesús le respondiera, pues en efecto lo rescató. Muchas oraciones de la Biblia, aunque no tan cortas como la de Pedro, siguen siendo bastante breves. Incluso el padrenuestro tiene solo alrededor de 70 palabras, dependiendo de la traducción4. En la Biblia, así como por la experiencia de muchos cristianos a través de los siglos, se evidencia que el efecto de una oración no lo determina su extensión, sino la sinceridad 1. 1 Reyes 8:23–53 2. Nehemías 9:5–38 3. Mateo 14:30 4. Mateo 6:9–13 5. Mateo 6:7

y el fervor con que se haga. Jesús advirtió: «Orando, no uséis vanas repeticiones»5. Justo cuando estamos a punto de hundirnos en nuestros apuros y desventuras, como cuando Pedro estuvo a punto de ahogarse en el mar de Galilea, es cuando espontáneamente hacemos algunas de las oraciones más sentidas y fervientes. La tarea realmente difícil es mantener ese celo y fervor día tras día. Si sientes que tus oraciones se han vuelto mecánicas, el siguiente ejercicio espiritual puede resultarte útil. En los próximos días, en los ratos que normalmente dedicas a la oración, por ejemplo al comienzo del día o antes de dormirte por la noche, piensa en cómo sueles orar y procura hacerlo de otra manera. ¿Generalmente comienzas el día con una larga lista de peticiones de oración? Para variar, lee una oración de alabanza de los Salmos. ¿Sueles terminar el día con una oración en silencio? Esta noche enciende una vela y ora en voz alta. Recuerda, el estilo y la duración de nuestras oraciones no son tan importantes como el fervor con que

las hacemos. Una conversación con el Dios del universo no debería ser algo rutinario. A bi M ay es docente, escr itor a y r edactor a habitual de Conéctate. Vive en Gr an Br etaña. ■

[La oración] debe ser una comunión libre, espontánea y vital entre la criatura y su Creador, en la que una vida haga contacto con otra. Cuanto más libres de cortapisas estén nuestras oraciones, cuanto más lleguen a ser una expresión natural de los deseos de nuestro corazón, más reales serán. Ole Hallesby

UNO ES EL REMEDIO ¡Cómo rezongamos! ¡Cómo echamos chispas! ¡Cómo nos quejamos! ¡Ay, todo nos crispa! Nos invade el tedio. No entendemos nada. Uno es el remedio: la oración sagrada. Anónimo ■

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De Jesús, con cariño

Lo que a ti puede parecerte lógico en determinada situación no es necesariamente lo mejor, pues eres una persona falible. Además, puede que no se ajuste a Mi forma de ver la situación, pues «Mis pensamientos no son tus pensamientos, ni tus caminos Mis caminos. Como son más altos los cielos que la tierra, así son Mis caminos más altos que tus caminos, y Mis pensamientos más que tus pensamientos»1. Es posible que por tu cuenta logres resolver acertadamente algunas cosas; pero te irá mucho mejor si aprendes a preguntarme Mi parecer y a pedirme a Mí que te indique las soluciones. A veces te conduciré a la solución por medio de Mi Palabra. En otras ocasiones te la revelaré de repente. También puedo guiar tus pensamientos hasta llevarte a la conclusión acertada. Hasta puedo darte la solución por medio de otra persona. El caso es que llegarás mucho más lejos si me pides en oración que te oriente que si tratas de razonar las cosas por tu cuenta. Además de hacerte entender las situaciones y de indicarte soluciones, puedo concederte amor, fe, paz interior, felicidad y una sensación general de bienestar, los frutos intangibles de vivir en estrecha comunión conmigo. Acude, pues, a Mí con la fe de un niñito. Ven a Mí con el corazón y la mente abiertos, y dame oportunidad de entregarte todo lo que tengo para ti.

1. Isaías 55:8,9


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