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CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

DUDAS SALUDABLES Lo positivo de cuestionar

Influencias Cada elección nos va moldeando

La fe y las zonas de confort Aventurarse más allá


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Año 13, número 5

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A N U E S T RO S A M IG O S He observado que para mucha gente, tanto creyente como no creyente, el cristianismo no es otra cosa que una sarta de mandamientos y prohibiciones: «Guardando las leyes de Dios obtenemos Su bendición; rompiéndolas, caemos en desgracia de Él». Pero ¿es tan así el tema? ¿Está tan estrechamente definido? En su carta a los creyentes romanos, Pablo se metió de lleno en la controversia que por entonces absorbía la atención y energías de los primeros cristianos y amenazaba con dividirlos: ¿Pretendía Dios que los cristianos observaran la ley mosaica?1 Aquella encendida polémica era en realidad una prolongación de los debates y discusiones que desde hacía cientos de años tenían los judíos para dilucidar cuáles de los 613 mandamientos de la Ley eran los más importantes de observar y cómo se debía proceder en caso de conflicto. Si los defensores de una de las posturas tenían razón, los del otro bando obviamente estaban equivocados, ¿verdad? Falso, según Pablo. Si bien el apóstol tenía la plena certeza de que los cristianos estaban exentos de guardar la ley mosaica, también creía que había ciertas áreas grises. Vino a decir que nadie tenía el monopolio de lo que estaba bien. Además, Dios no se preocupa tanto por lo que son minucias. Él trasciende todo eso. Su amor es mucho más inclusivo y más amplio. El fondo de la cuestión y lo verdaderamente importante para Él es que cada uno de nosotros actúe motivado por el amor a Él y al prójimo, según sus propias convicciones y su forma de entender la Palabra de Dios. Las convicciones personales son —valga la redundancia— personales. O sea, no son uniformes, genéticas ni transferibles. Tampoco surgen de la nada. Son consecuencia de triunfos y tragedias personales. Se gestan a lo largo de meses y años de estudio y reflexión profundos. Tampoco son inamovibles; evolucionan y maduran a la par que nosotros. Se tornan una pizca más claras cada vez que meditamos en ellas y se van reafirmando cada vez que obramos en consecuencia con ellas o las sometemos a prueba. «Vengan ahora —dice Dios—, y razonemos»2. Gabriel En nombre de Conéctate

México, Centroamérica: Conéctate A.C. México E-mail: conectate@conectateac.com Tel: (01-800) 714 4790 (nº gratuito) +52 (81) 8123 0605 Chile: Casilla de Correos 14.702 Correo 21, Sucursal La Moneda Santiago Tel: (09) 469 7045 E-mail: conectateconosur@conectate.org Argentina, Paraguay, Uruguay, Perú, Bolivia: E-mail: conectateconosur@conectate.org Colombia, Venezuela, Ecuador, Antillas: Conéctate Colombia Apartado Aéreo # 85178 Bogotá Colombia Tel: (1) 7586200 E-mail: conectatecoven@conectate.org España: Conéctate Apdo.626 28080 Madrid (34) 658 64 09 48 Resto de Europa: Activated Bramingham Pk. Bus. Ctr. Enterprise Way Luton, Beds. LU3 4BU Inglaterra E-mail: activatedeurope@activated.org Tel: +44 (0) 845 838 1384 Estados Unidos: Activated Ministries PO Box 462805 Escondido, CA 92046–2805 E-mail: info@actmin.org Tel: 1-877-862-3228 (nº gratuito)

Director Gabriel Sarmiento Diseño Gentian Suçi Producción Samuel Keating © Aurora Production AG, 2012 www.auroraproduction.com Es propiedad. Impreso en Taiwán por Ji Yi Co., Ltd. A menos que se indique otra cosa, los versículos citados

1. V. Romanos, capítulo 14 2. Isaías 1:18 (NBLH) 2

provienen de la versión Reina-Valera, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.


Lily Neve

FE POR ELECCIÓN Tengo un amigo que ha estudiado exhaustivamente varias religiones.

Con frecuencia nos absorbemos en profundos análisis de diversos credos, que invariablemente derivan en diálogos sobre nuestras propias creencias. —Respeto a los que creen en Dios, pero yo no puedo hacerlo —me dijo una vez mi amigo—. No me nace. Además, tampoco entiendo todo el rollo espiritual y sobrenatural. Me identifiqué con él. Yo sí creo en Dios, pero a mí la fe tampoco me viene espontáneamente, ni comprendo lo sobrenatural, que para mucha gente es lo mismo que la fe. —A mí tampoco me nace —le dije—. Yo creo por opción personal. Tengo fe por elección. Desde entonces he reflexionado mucho sobre esa conversación y la respuesta que le di a mi amigo. Yo me crié en un entorno de fe, pero pasé por las etapas de cuestionamiento comunes a casi todos los jóvenes. Muchos de mis amigos, tanto

mentores míos como otros chicos y chicas de mi edad, me refirieron experiencias que tuvieron que consolidaron su fe. En bastantes casos se centraron en sucesos sobrenaturales —señales, sueños y hechos inexplicables— que ellos consideraron milagros. Yo personalmente no había tenido ninguna de esas experiencias y por ende a veces atribuía explicaciones lógicas a las vividas por ellos. Lo que sí advertía eran sutiles manifestaciones, en mi vida cotidiana, del amor y desvelo divino. Si bien era dable interpretar algunos de esos hechos como felices coincidencias o actos de bondad de otras personas, concordaban con lo que había leído o me habían enseñado acerca de la naturaleza y esencia de Dios. Hicieron que me sintiera amada y segura de que alguien velaba por mí. Opté por creer que era Dios el que estaba obrando en mi vida, a pesar de que no alcancé los éxtasis espirituales que otros alcanzan ni tuve ninguna vivencia extraordinaria. Lo mío ha sido más bien un fuego sosegado que, sin

embargo, me ha mantenido calentita durante años. Vivo una vida poco convencional, pero Dios siempre me ha cuidado. Tengo además la profunda certeza de que seguirá velando por mí. Mi vida está en Sus manos. No tiene nada que ver lo que sienta o no sienta. Creo porque elegí creer. Lily Neve está afiliada al movimiento cr istiano La Familia Inter nacional (LFI). ■

No renuncies a tu capacidad de análisis. Recuerda que Dios es un Ser racional, que nos hizo a Su imagen y semejanza. Él nos invita, es más, nos anima a bucear en Su doble revelación —en la naturaleza y en la Sagrada Escritura— con la inteligencia que nos ha dado; y nos insta a seguir desarrollando un pensamiento cristiano que aplique Su extraordinaria verdad revelada a todo aspecto del mundo moderno y postmoderno. John Stott 3


DUDAS SALUDABLES María Fontaine

Hay personas a las que no les resulta fácil aceptar sin discusión cuestiones doctrinales. Así como Dios

nos ha hecho muy distintos en cuanto a personalidad y constitución física, también dispuso que hubiera variantes en cuanto a la fe. Quizás eres una de esas personas que antes de afirmarse en una creencia necesita tiempo para estudiar, reflexionar y razonar; o a lo mejor eres de los que abrazan conceptos espirituales sin mayores cuestionamientos. En cualquiera caso, lo que importa es el objetivo: que tengas una fe viva. No es extraño pasar por crisis de fe y poner en tela de juicio aspectos doctrinales o hasta principios fundamentales del cristianismo. El Señor a menudo se vale de tales batallas mentales y espirituales para fortalecernos. Se puede servir de ese proceso para ayudarnos a volver a los rudimentos de nuestra fe y convencernos 1. Misionero norteamericano del siglo xix que laboró casi 40 años en Birmania y tradujo la Biblia al birmano. 2. Deuteronomio 29:29 3. Hebreos 11:6

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de nuestras creencias, de forma que no solo las entendamos mejor, sino que también tengamos más claro por qué las profesamos. Muchos cristianos han atravesado crisis de fe. Tres casos que cabe destacar son el de Martín Lutero, el de la madre Teresa y el de Adoniram Judson1. Las crisis de fe que tuvieron y las batallas que libraron hasta que lograron cimentar sus creencias y resolver sus inquietudes están bien documentadas. El fruto de sus cuestionamientos fue una fe más fuerte y una comprensión más profunda de Dios y de la relación íntima que Él aspira a establecer con cada uno de nosotros. Sus batallas y victorias han inspirado a muchos. Me aventuraría a decir

que sus luchas internas también les permitieron entender más a fondo las dificultades que tienen otras personas para afianzarse en su fe. En vez de ver las dudas como amenazas para nuestra fe, que hay que resistir y eliminar de nuestros pensamientos y nuestro corazón, debemos comprender que los cuestionamientos, las dudas e incluso el escepticismo pueden funcionar como peldaños que nos lleven a alcanzar a una fe más sólida y madura. En ciertas ocasiones puede que Dios nos haga lidiar con determinado asunto hasta llegar a un estado de paz y clarividencia. Por otra parte, es preciso que aceptemos que hay ciertos interrogantes que quizá nunca logremos aclarar en esta vida. «Las cosas secretas pertenecen al Señor nuestro Dios»2. Esa puede ser la mayor prueba de todas: encontrarnos con que no podemos hacer otra cosa que confiar en Dios y aferrarnos a la promesa de que Él premia a los que lo buscan diligentemente3. M ar ía Fontaine y su esposo, Peter A mster dam, dir igen La Familia Inter nacional (LFI). ■


FUN DAM E NTAR L A FE

Keith Phillips

Historia de dos ciudades

En el libro de los Hechos, capítulo 17, se narran las

primeras vivencias del apóstol Pablo en Tesalónica y Berea, dos ciudades situadas en lo que hoy es Grecia. Ambas contaban con una comunidad judía, sinagoga y, según se desprende del texto, un número importante de griegos convertidos al judaísmo. En Tesalónica, «como era su costumbre, Pablo entró en la sinagoga y tres sábados seguidos discutió con ellos. Basándose en las Escrituras, les explicaba y demostraba que era necesario que el Mesías padeciera y resucitara. Les decía: “Este Jesús que les anuncio es el Mesías”»1. Algunos al oírlo quedaron convencidos; otros no. Estos últimos incitaron a la gente y provocaron tal persecución que

Pablo y Silas tuvieron que huir a la vecina ciudad de Berea. Allí también Pablo enseñó en la sinagoga. «Estos eran de sentimientos más nobles que los de Tesalónica, de modo que recibieron el mensaje con toda avidez y todos los días examinaban las Escrituras para ver si era verdad lo que se les anunciaba»2. En ambas ciudades Pablo encontró gente que creía en el Dios verdadero pero admitía que había muchas cosas de Él que no sabía o entendía. Por eso muchos se reunían en la sinagoga a estudiar y discutir asuntos de fe. Los dos grupos de creyentes oyeron el mismo mensaje de Pablo, y ambos contaban con el mismo recurso para confirmar su validez: la Sagrada Escritura. Lo que distinguió a los bereanos fue que «todos los días examinaban las Escrituras para ver si era verdad lo que se les anunciaba».

Eso era precisamente lo que pretendía Pablo con sus discusiones, explicaciones y demostraciones. A otro grupo de creyentes de aquel tiempo les dijo: «Ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios»3. Es decir, no le interesaba que ellos lo creyeran simplemente porque él lo hubiera dicho; prefería que basaran su fe en la convicción personal que cada uno hubiera adquirido luego de estudiar las Escrituras y hallar en ellas, con la guía del Espíritu Santo, las respuestas que buscaban. ■

1. v. 2,3 (NVI) 2. v. 11 (NVI) 3. 1 Corintios 2:4,5 5


eN QUIÉN He CREÍDO Jessie Richards

1. 2 Timoteo 1:12 (NVI) 6

«Sé en quién he creído, y estoy seguro de que

tiene poder para guardar […] lo que he dejado a Su cuidado»1. Anoche me vinieron esas palabras y me estuvieron dando vueltas en la cabeza largo rato. No es del todo extraño que me venga un versículo a la memoria, pero en esa ocasión fue distinto. Las palabras parecían más sonoras, las oía más fuerte. Cada una hacía eco con fuerza. Repetí ambas frases una y otra vez. Las examiné desde todos los ángulos habidos y por haber y medité en lo que significan para mí en este momento. Pablo no escribió: «Sé qué he creído», ni: «Sé por qué he creído», sino: «Sé en quién he creído». Lo curioso es que Pablo no estuvo con Jesús ni lo oyó enseñar durante Su breve vida pública. Sin embargo, llegó a entender tan bien a Jesús y lo amó tanto que dedicó su vida a hablar de Él y establecer los fundamentos sobre los que millones de seguidores de siglos posteriores edificaron su fe. No fue un proceso fácil: sufrió muchísimo. No se empeñó en ello para que nos aprendiéramos al dedillo la doctrina justa y correcta. Lo hizo para que pudiéramos conocer al Ser maravilloso que él había tenido el privilegio de conocer. Anoche caí en la cuenta, con palmaria claridad, de que el eje de mi fe es ese Ser en quien he creído y mi relación con Él, mi conocimiento de Él y el amor que abrigo por Él. A veces es fácil —al menos para mí— trabarse un poco con los motivos y razonamientos de la fe. Por supuesto que es importante saber en qué creemos y por qué. De ninguna manera voy a dejar de estudiar la Biblia y de ahondar en otras fuentes que me ayudan a entender mejor el credo cristiano.


Sin embargo, la verdad es que, aunque esas otras cosas tienen su lugar e importancia, Él es el alma de todo. Lo demás queda en segundo plano al compararlo con aquel en quien he creído. Me encantaría saber más de muchas cosas. También me he propuesto conocer mejor a Jesús. Pero cuando me pongo a cavilar sobre qué es lo que yo conozco mejor o, digamos más bien, a quién conozco mejor, está claro que la respuesta es Él. He pasado buena parte de mis 35 años de vida a Su lado: hablando con Él, escuchándolo, procurando entenderlo y complacerlo. Todavía no lo comprendo tanto como quisiera y sé que en muchas ocasiones no he hecho lo que más le agrada. Pero lo que realmente importa es que con todo lo que hemos vivido juntos, el tiempo que hemos pasado el uno al lado del otro y toda la atención que me ha prestado, puedo decir de todo corazón que lo conozco. Sé que puedo depositar mi confianza en Él. En este momento lo que más me preocupa es mi futuro. Tanto el inmediato como a largo plazo. Me encuentro frente a un mar de decisiones. Tengo más opciones de las que jamás había tenido, y si bien esa diversidad de posibilidades me agrada, a veces me siento abrumada. Jesús me ha dado el albedrío para hacer lo que quiera con mi vida, y me gusta tener ese poder de decisión. No obstante, la verdad es que confío más en Él que en mí misma. Tendré arte y parte en el trazado de los planes para mi futuro, pero de ninguna manera intentaré labrar mi destino o tratar de alcanzarlo sin Su ayuda. Sé que necesito que Él resguarde mi futuro, y por lo tanto se lo he de encomendar. También pienso en mis familiares y amigos íntimos. Si bien no soy una persona muy emotiva o expresiva, ni de las que reparten abrazos a diestra y siniestra, me preocupo inmensamente de cada uno de ellos y los quiero un montón. Una de mis actividades favoritas cuando no

puedo conciliar el sueño es analizar la situación de otras personas. En ocasiones medito en su pasado y presente, pero generalmente pienso en su futuro. Me pregunto si sus planes se harán realidad, y a veces llego a conclusiones poco esperanzadoras. Pero entonces, cuando me asaltan las preocupaciones y el temor acerca de sus carreras, su solvencia económica, su salud, sus hijos o la suma de todo eso, no tardo en darme cuenta de que preocuparme por ellos no les hará ningún bien. Es más, dada mi situación y mis medios actuales, no hay nada que pueda hacer para ayudarlos. Así y todo, no desespero, porque Jesús «tiene poder para guardar lo que he dejado a Su cuidado», como por ejemplo todas las personas a las que amo. Anoche, como en tantas otras ocasiones, las caras de mis seres queridos desfilaron por mi conciencia como si fueran fotografías en formato JPG. Es cierto que cada uno tiene sus necesidades, sus problemas y sus dificultades que superar; algunos arrastran lastres de consideración. En todo caso tenemos el mismo Dios, un Dios capaz de todo y dispuesto a guardar todo lo que le confiemos. Le encomiendo, pues, a cada uno de mis seres queridos. Todos vamos a estar bien. Jessie R ichar ds es dir ector a del Departamento de Servicios par a la Misión de LFI, que produce Conéctate. Vive en EE .UU. ■ 7


Amar al

María Fontaine

Señor

con nuestra mente El Señor dijo que debíamos amar a Dios «con todo nuestro

corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente»1. Fíjate que no mencionó solo el corazón y el alma, sino también la mente. Dios dotó al ser humano de facultades mentales. Nos hizo seres inteligentes, con pensamiento crítico, capaces de desarrollarnos intelectualmente y de razonar. También nos dio conciencia para ayudarnos a tomar decisiones moralmente acertadas. El apóstol Pablo dijo: «Hay quienes dan más importancia a un día que a otro, y hay quienes creen que todos los días son iguales. Cada uno debe estar convencido de lo que cree»2. En esa misma disertación Pablo afirmó: «Si haces algo que crees que está mal, pecas»3. Lo que él quería enfatizar es que es importante 1. Mateo 22:37 2. Romanos 14:5 (DHH) 3. Romanos 14:23 (NTV) 8

examinar nuestras creencias para determinar cuál es nuestra postura ante diversos temas. Hablar de principios doctrinales, analizarlos y debatirlos puede ser saludable para nuestra fe, pues nos obliga a investigar, ahondar y desenterrar la base bíblica de las creencias que abrazamos. El empleo de nuestras facultades mentales, nuestro pensamiento crítico y nuestra capacidad de razonamiento no tiene por objeto minar nuestra fe, aunque puede tener ese efecto. Hay personas que de tanto analizar terminan por socavar su fe. En cambio, en otros casos el pensamiento crítico y racional tiene el efecto contrario y sirve para fortalecer la fe. Depende de cómo aborde la persona el proceso inquisitivo. Pablo, San Agustín, Martín Lutero, C. S. Lewis y otros grandes pensadores cristianos se sirvieron del razonamiento y de la lógica para robustecer su propia fe y la de sus

congéneres, mejorar sus conocimientos doctrinales y también contribuir a configurar la fe y los planteamientos intelectuales de la cristiandad. Podemos valernos de nuestras habilidades intelectuales para glorificar a Dios y consolidar nuestra fe, así como podemos valernos de cualquier otra habilidad y aptitud que Él nos haya dado. Es dable emplear nuestra mente para amar mejor a Dios, como nos exhortó Jesús. También podemos hacer uso de nuestras facultades intelectuales para determinar el lugar que Dios tiene para nosotros en el mundo, avanzar en nuestra educación y estudios, adquirir una mayor comprensión de nuestro entorno y mucho más. Como ocurre con todos los dones que nos otorga, Él nos pide que hagamos uso de las habilidades mentales que nos ha dado, que las invirtamos sabiamente y que permitamos que nos rindan beneficios a nosotros y a los demás. ■


Influencias Peter Amsterdam

Hoy en día, cuando surge el tema de los valores personales y sociales, suele ser

en el contexto de qué películas, música, lecturas, videojuegos y sitios de Internet son beneficiosos y aceptables y cuáles no. No son pocos los casos en que el tema genera bastantes desacuerdos entre personas de distintas generaciones y hasta de la misma generación. Y no es para menos, puesto que todas esas cosas son sumamente subjetivas. Algo que tiene un efecto patentemente negativo en cierta persona puede no tenerlo en otra. Algunos sostienen que una película no los afecta negativamente aunque esté plagada de violencia, escenas sangrientas y lenguaje soez. Les gustan esas películas, y no consideran que les hagan daño. En todo caso, aunque no se den cuenta o no quieran admitirlo, la participación frecuente en formas de entretenimiento que promueven o aprueban actitudes y comportamientos malsanos sí tiene un efecto nocivo en su espíritu, y a la larga eso se ve reflejado en sus actitudes y conducta. Sería preferible que en lugar de preguntarse si algo les resulta perjudicial, más bien se preguntaran si les resulta beneficioso.

Naturalmente, lo más inteligente que podemos hacer cuando no estamos seguros de si algo va a ser saludable o nocivo es buscar en la Palabra de Dios, la Biblia, y cotejar lo que está en duda con el patrón que en ella se presenta. La palabra que se usa en la mayoría de las versiones castellanas de la Biblia para referirse al beneficio del que hablo es edificar, que en su acepción moral significa «infundir sentimientos de piedad y virtud». La Biblia deja claro que debemos procurar aquello que es edificante y evitar lo que no lo es. En esta era de alta tecnología en la que los medios de difusión desempeñan un papel tan importante resulta imposible filtrar todo lo que pudiera tener un efecto nocivo en nosotros. No obstante, si concluimos que determinada influencia representa un peligro, intentaremos reducir los malos efectos exponiéndonos menos a ella. En última instancia es cuestión de convicción personal: ¿Hasta qué punto estás convencido de que algo es nocivo para tu espíritu y con cuánta seriedad te propones evitarlo? Peter A mster dam y su esposa, M ar ía Fontaine, dir igen La Fa milia Inter nacional (LFI). ■ 9


Marie Story

Hoy en día se oye hablar mucho de que debemos «salir de

nuestra zona de confort». Confieso que cada vez que oigo eso me siento incómoda, pues a mí me agrada estar dentro de mi zona de seguridad. No me gusta aventurarme a hacer cosas nuevas, sobre todo las que no entiendo o que me imagino que no me saldrán bien. Últimamente, sin embargo, me he visto obligada con bastante frecuencia a salir de mi zona de confort. Cuando pienso en la magnitud de un nuevo proyecto o empresa, me echo atrás mentalmente y me achico por dentro. Estaba conversando sobre uno de esos proyectos con un amigo, y él me comentó sus ideas. Es el tipo de persona que piensa a lo grande y a largo plazo. Está claro que no le asusta 1. V. Romanos 10:17 2. Proverbios 3:5,6 (NTV) 3. V. Mateo 14:22–32 4. 2 Corintios 3:5 5. 2 Corintios 12:9

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tener que trabajar duro o asumir riesgos. De hecho, para él, mientras más grande y disparatado sea un emprendimiento, mejor. A medida que me iba explicando su plan, fue aumentando mi desconcierto. Se me nublaron los ojos, y él lo notó. —¿Qué te pasa? —Es que… —respondí tartamudeando, aunque tratando de transmitirle mi apoyo—. Es un buen plan, pero lo veo muy ambicioso, y me resulta un poco abrumador. —¿Sabes? En este momento todo parece abrumarte. Tal vez lo que necesitas es un poco más de fe. Aunque era cierto lo que me decía, yo no quise admitirlo. Más tarde, cuando hablé del asunto con el Señor, Él me confirmó que yo era un poco cobarde en el tema de la fe. Así que me esbozó el siguiente plan para aumentar mi fe. Consta de tres fases: 1. Alimentar mi fe. Así como mi cuerpo no puede sobrevivir con un régimen de comida chatarra o con

apenas una que otra comida sana, mi fe no va a sobrevivir, y menos prosperar, si no consumo regularmente buenos alimentos espirituales1. Si tengo el corazón lleno de promesas de Dios, mi fe no temblará fácilmente. 2. Fortalecer mi fe. La fe no crece cuando todo marcha como de costumbre y sin sobresaltos, cuando todas mis necesidades están cubiertas, cuando puedo encargarme del trabajo por mi cuenta o cuando sé a qué atenerme. En esas circunstancias me va de lo lindo. En cambio, cuando las cosas se ponen difíciles, cuando no puedo llevar la carga a solas, cuando tengo que encomendar la situación a Dios y poner en Sus manos lo que no puedo hacer por mí misma, entonces mi fe se fortalece. «Confía en el Señor con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento. Busca Su voluntad en todo lo que hagas, y Él te mostrará cuál camino tomar»2. Siempre que


dependa de Dios y confíe en Sus promesas, mi fe se fortalecerá. 3. Estirar mi fe. Una vez que mi fe se ha fortalecido, es hora de lanzarme a hacer cosas que pueden resultarme abrumadoras; o lo que viene a ser lo mismo, salir de ese espacio en que me siento cómoda y segura. Una vez más, la fe no tiene ocasión de crecer cuando todo fluye como de costumbre. Aunque a veces las dificultades y exigencias vienen por sí solas, si realmente quiero que mi fe crezca, tengo que decidirme a probar cosas nuevas, buscar desafíos, actividades que me exijan. En la Biblia algunas personas se encontraron en situaciones difíciles que las obligaron a estirar su fe; pero otras tomaron la iniciativa, pues esperaban mayores respuestas de Dios; y Él no las defraudó. Algunas de las cosas más increíbles sucedieron cuando alguien actuó por fe e hizo algo que para todos los demás parecía una locura.

Por ejemplo, una vez los discípulos de Jesús estaban en una barca a varios kilómetros de la costa cuando Jesús se les acercó caminando sobre las aguas. Ese fue un gran milagro que reforzó la fe de los discípulos. Pedro, no obstante, fue más lejos: dio literalmente un paso de fe al salir de la barca, poner los pies sobre el agua y dirigirse hacia Jesús. No tenía por qué hacerlo; pero estoy segura de que caminar sobre el agua, aunque fuera solo por un momento, le inspiró muchísima fe3. En vista de todo eso, ¿qué sentido tiene fortalecer nuestra fe? Jesús enseñó que una fe del tamaño de un grano de mostaza puede hacer portentos. Cuando nuestra fe no llega a ser mayor que una diminuta semilla de mostaza, Él se sirve de lo poco que tenemos. Pero creo que Él no desea que nuestra fe permanezca tan pequeña. Creo que espera que crezca a medida que lo vemos obrar en favor nuestro una y otra vez.

Dios tiene grandes planes para cada uno de nosotros y nos pone en situaciones que nos preparan para esos planes. Sin embargo, nos hace falta fe para lanzarnos, para actuar y empezar a construir lo que Dios dispuso para nosotros. Si esperamos a que todo parezca seguro, es posible que desaprovechemos alguna oportunidad. Una de las definiciones de fe es «confianza en la capacidad ajena». Tener fe es hacer lo que Dios nos pide aunque sepamos que somos incapaces, porque confiamos en Su capacidad para obrar a través de nosotros. «No que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios»4. «[Jesús] me ha dicho: “Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad”»5. Marie Story es ilustradora y diseñadora autónoma. Vive en los EE.UU. y está afiliada a LFI. ■ 11


LOS GRANDES PENSADORES Scott MacGregor

A diferencia de muchos de sus homólogos modernos, pareciera que a lo largo de la

Historia la mayoría de los grandes pensadores tuvieron fe. ¿Cómo puede ser? ¿Acaso su excepcional capacidad de raciocinio no los llevó a la conclusión de que la fe era ilógica e ingenua? Por lo visto, no. Claro que ellos no tenían la ventaja de saber todo lo que la ciencia ha descubierto desde entonces; pero no creo que esté ahí la respuesta. La ciencia no puede probar ni refutar cuestiones de fe, tales como la existencia de Dios. ¿Decidieron entonces creer porque eso era lo normal y por tanto no hicieron otra cosa que ceder a las presiones de las autoridades y de sus pares? No lo creo. Los grandes pensadores rara vez son conformistas. A menudo son una piedra en el zapato para las instituciones y las autoridades. Sus mentes creativas e incisivas suelen dejar a las autoridades y a sus pares desconcertados, mientras ellos realizan ejercicios de gimnasia mental, proponen teorías innovadoras y resuelven problemas aparentemente insolubles. Y no me refiero solamente a los cristianos ni a los monoteístas. Tiempo atrás, en el antiguo Egipto, vivió un hombre llamado Imhotep, considerado el primer arquitecto, ingeniero —fue maestro de obras de las primeras pirámides— y médico de la Historia, además de poeta, filósofo y sumo sacerdote de la religión profesada en Egipto. No cabe duda de que era un hombre inteligente. De todo lo que escribió, lo que ha llegado a nuestras manos indica que no veía ninguna incompatibilidad entre sus conocimientos y su fe. Luego están todos esos cerebros griegos que nos legaron las matemáticas, el arte, la democracia, la filosofía, etc. Hoy en día podríamos pensar que eran unos tarados por creer en dioses y relatos mitológicos que poca resonancia tienen en el mundo moderno; sin embargo, no eran unos pobres tontos supersticiosos. Por el contrario, pensaban de ese modo porque llegaron a la conclusión de que existía una esfera divina más allá de lo que alcanzaban a comprender. Tomemos a los grandes pensadores judíos, como Maimónides y Spinoza, grandes filósofos, el uno más conservador, el otro eminentemente innovador. Ambos eran creyentes, si bien poco convencionales. De más está decir que ha habido y sigue habiendo grandes pensadores cristianos como Tomás de Aquino, Agustín de Hipona, León Tolstói, C. S. Lewis, G. K. Chesterton y otros, demasiado numerosos para enumerarlos aquí, ninguno de los cuales vio su fe como una contradicción o un impedimento para su elevado intelecto. Scott M acGr egor es novelista y comentar ista de temas espir ituales y escatológicos. Vive en la costa atlántica de Canadá. ■ 12


Lecturas enriquecedoras

en este Mund ¿De qué sirve LA

, FE?

Adaptación de una lista de María Fontaine

¿Qué beneficios prácticos tiene la fe? A continuación presento algunos. Esencialmente se trata de una breve lista de promesas de Dios. Nuevos comienzos Lo que ahora vivo […], lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí. Gálatas 2:20 Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. 2 ­Corintios 5:17 Paz interior Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios […]. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Filipenses 4:6,7 Superación del temor Busqué al Señor, y Él me oyó, y me libró de todos mis temores. Salmo 34:4 En el día que temo, yo en [Dios] confío. Salmo 56:3 Guía Señálame el camino que debo seguir, porque a Ti elevo mi alma. Salmo 143:8 (NVI) [Reconoce a Dios] en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas. Proverbios 3:6 Alivio del estrés El Señor es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma. Salmo 23:1–3

Fuerzas para afrontar la adversidad Hubiera yo desmayado si no creyese. Salmo 27:13 Para Dios todo es posible. Mateo 19:26 Seguridad Diré yo al Señor: «Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré». Salmo 91:2 Tranquilidad ante el futuro Yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. Jeremías 29:11 Encomienda al Señor tu camino, y confía en Él; y Él hará. Salmo 37:5 Comprensión Llegue mi clamor delante de Ti, oh Señor; dame entendimiento conforme a Tu palabra. Salmo 119:169 Paciencia La prueba de vuestra fe produce paciencia. ­Santiago 1:3 Curación ¿Está alguno enfermo entre vosotros? La oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará. ­Santiago 5:14,15 Para ustedes que temen Mi nombre, se levantará el sol de justicia trayendo en sus rayos salud. ­Malaquías 4:2 (NVI) Felicidad En Él se alegrará nuestro corazón, porque en Su santo nombre hemos confiado. Salmo 33:21 El gozo del Señor es vuestra fuerza. Nehemías 8:10 ■ 13


Reflexiones

Valores trascendentales No surge nada verdaderamente valioso de la ambición o del simple sentido del deber; nace más bien del amor y la devoción a la humanidad. ­A lbert Einstein Mahatma Gandhi catalogó así los siete pecados del mundo: riqueza sin trabajo, placer antepuesto a la conciencia, conocimiento sin nobleza de carácter, comercio sin moralidad, ciencia sin humanidad, culto sin sacrificio y política sin principios. Es preciso entender las verdades espirituales y aplicarlas a nuestra vida moderna. Debemos sacar fuerzas de aquellas virtudes casi olvidadas como la sencillez, la humildad, la contemplación y la oración. Ello exige una consagración que va más allá de la ciencia y de uno mismo, pero cuya remuneración es grande y además nuestra única esperanza. Charles Lindbergh La felicidad no consiste tanto en tener como en compartir. Con lo que obtenemos, nos ganamos la vida; con lo que damos, la forjamos. Norman MacEwan 14

No valores tu patrimonio según los bienes que posees, sino según aquellos haberes que no darías a cambio de dinero. Anónimo Un individuo no ha comenzado a vivir de verdad mientras no haya traspasado los estrechos confines de sus aspiraciones particulares para adentrarse en el vasto universo de los anhelos de toda la humanidad. Martin Luther King, Jr. La vida temporal carece de sentido si no lo encuentra en la eternidad. Nikolái Berdiáyev El fin más grande que se puede dar a una vida es emplearla en algo que perdure después que esta haya concluido. William James Dado que la vida es corta, nos conviene moderar nuestros proyectos y preocupaciones. No nos sobrecarguemos de provisiones para tan breve viaje. Anónimo Quien pretenda vivir a solas no alcanzará la plenitud como ser humano. Su corazón languidecerá si no

responde al de otra persona. Si su mente no escucha más que los ecos de sus propios pensamientos y no halla ninguna otra inspiración, acabará por encogerse. Pearl S. Buck Las cosas más bellas y valiosas del mundo no pueden verse ni palparse. Hay que sentirlas dentro del corazón. Helen Keller Cuando vivimos para servir a los demás la vida se nos hace más difícil, pero también se vuelve más plena y feliz. Albert Schweitzer Jesús dijo: «Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee» (Lucas 12:15). La vida, la verdadera vida, nada tiene que ver con las cosas materiales, pues estas no brindan contentamiento; podrán satisfacer temporalmente el cuerpo, pero jamás llenar el alma o el espíritu de los seres humanos, que buscan en Dios, su Padre, la dicha, la felicidad y la satisfacción eterna que solo Él ofrece. David Brandt Berg ■


Ejercicio espiritual Abi May

La semilla de la fe Cuando el apóstol Tomás dudó que Jesús hubiera resucitado y que los otros discípulos lo hubieran visto y hubieran hablado con Él1, para convencerlo fue necesario

que él mismo viera al Salvador y tocase los orificios que habían dejado los clavos en Sus manos y pies. Ahora bien, concesiones de ese tipo son escasas en la senda de la fe. Parece que con más frecuencia Dios quiere que creamos sin haber visto, a cambio de lo cual recibiremos grandes bendiciones2. Creer en lo que no vemos no es fácil. Sin embargo, en parte la evidencia está a nuestro alrededor. Las flores que aparecen en primavera, los árboles cargados de fruta y cada abundante cosecha de trigo, maíz o arroz tiene su origen en semillas

1. Juan 20:25 2. Juan 20:29 3. Romanos 10:17

relativamente pequeñas. Enterradas en la tierra, calentadas por el sol, regadas por la lluvia o el agricultor, las semillas se transforman y con el tiempo se convierten en plantas adultas. Que todas esas plantas, con toda su belleza y utilidad, procedan de pequeñas semillas es una ilustración de la fe. En Mateo 17:20 Jesús comparó la fe con una semilla de mostaza: «De cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: “Pásate de aquí allá”, y se pasará; y nada os será imposible». Para realizar este ejercicio sal a dar un paseo. Mira las flores y las plantas. La belleza y los misterios del mundo natural son un reflejo de las verdades espirituales. A menos que seas botánico, probablemente no estás al tanto de cada detalle del proceso por el que una semillita se transforma en una planta llena de flores. De la misma manera, aunque

a veces cuestiones asuntos de fe, es muy posible que tu fe siga viva y activa. Mientras paseas, detente a examinar de cerca algunas plantas. Observa sus intrincados diseños. Huele la fragancia de las flores. Palpa las variadas texturas de las hojas y tallos de distintas plantas, algunos lisos, otros más ásperos. Observa los matices de color y las diversas fases de crecimiento. A continuación, retírate un poco y quédate mirando la escena. Recuerda que todo eso procede de diminutas semillas. Seguidamente examina tu fe. Quizá no nació siendo un majestuoso árbol. No importa. Basta con que empiece como una semilla. Siémbrala, cuídala y aliméntala mediante la lectura de la Palabra de Dios3, y seguramente crecerá. A bi M ay es docente, escr itor a y r edactor a habitual de Conéctate. Vive en Gr an Br etaña. ■ 15


De Jesús, con cariño

Te amo por ser quien eres Quienes han aprendido a vivir en la esfera de Mi Espíritu son felices y se sienten realizados, por cuanto han adquirido un profundo conocimiento de Mi amor. No ponen en duda el amor que les tengo, pues lo han experimentado en toda su profundidad y amplitud. Gozan de gran paz y alegría. No malgastan tiempo y energías preocupándose de si son mejores o peores que los demás, pues se contentan sabiendo que Yo amo a cada uno por ser quien es. Entienden que cada uno me es muy preciado. Comprenden que morí por cada uno, que redimí a cada uno y que por eso abrigo un cariño singular por cada persona. Quiero que tú también te sientas así. ¡Eres muy especial para Mí! Te tengo un cariño incomparable. Nunca pienses que eres uno más del montón para Mí, que por el hecho de que hay tantos otros no tengo tiempo para ti o que Mi amor se agotará antes que te toque tu porción. Conozco tus más recónditos anhelos y temores, tu inseguridad. Aunque no ignoro tus faltas, te amo. Soy todo amor, misericordia, ternura, perdón y compasión. Cuando batallas, cuando tienes tentaciones, cuando ya no puedes más, cuando te sientes débil, Yo me conmuevo. Cuando sales triunfante, me regocijo contigo. Te amo y velo por ti. No estoy lejos: me tienes a tu lado. Déjame bañarte con Mi amor, envolverte en su calidez, arroparte con esa sensación de seguridad que infunde. Déjame llenarte de él hasta rebosar y demostrarte lo importante que eres para Mí.


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