Obras e historias de Recorridos

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“Por ahí tendría unos doce años, yo ni me acuerdo ya, se me olvidó. Después de que se murió mi mamá duré cuatro años en Cajicá, y me fuí, mis hermanos se quedaron allá. Pedro era el mayor, y Antonio era el menor de los tres. Yo no tenía a donde ir, ni casa ni familia ni nada a donde iba yo…pa´comprar el lotesito me tocó desde un centavito en adelante…me dieron una alcancia de hierro en la caja de ahorros y empecé por un centavito pa´ ahorrar, pa´ ahorrar. …me fui, y otro dolor de cabeza: ahora pa´donde me voy a dormir? y la alimentación? el arreglo de ropa? me tocó arreglármelas! la alimentación la tomaba allí en las asistencias…llegaba tarde, por ahí me darían sobrados, quien sabe que, y con hambre tenía que comer…eso mijita, uno de huérfano, hmm, eso ni hablar, es una bendición de Dios tener uno los papás, aun cuando sea que tenga uno esa representación, pa uno verlos y estar con ellos…mi papá se llamaba Antonio, mi mamá Dolores, y vivíamos con mamá abuelita también…Espíritu. Mis hermanos, no recuerdo, estaban pequeñones. La cosa fue que eso fue grave el asunto, que se le mueran a uno los papás, pero Dios no falta, Dios no falta. Dios me socorrió un trabajo, y trabajé, y mis hijos todos estudiaron, y los días de fiesta a ir a pasear en tren a Chiquinquirá… En la vida hay que venir a sufrir y querer a los papás…hay que dejarlos manejar, yo los atendí hasta donde pude… La vida es una lucha, y que sea uno pobre, eso si sufre uno, cambia de cuero, cambia uno de cuero.”

Guillermo Castro Nieto Mi abuelito 95 años Tomado el día Martes, 05 de agosto de 2008 Zipaquirá – Cundinamarca Colombia



“Este sitio me recuerda desde cuando era muy niña, más o menos de la edad de siete años, con mis padres, que éramos… fuimos diez hermanos, salíamos aquí a la estación del tren de Zipaquirá, para realizar un viaje o un paseo hasta Chiquinquirá. Nosotros estábamos dentro de la estación y cuando ya el tren iba llegando sonaba una campana afuera y cuando el tren se estacionaba frente a la estación entonces abrían las rejas y era cuando uno entraba, subía al tren. El día que volví a ver la campana, las mismas rejas y el sitio hoy en día, sentí una gran alegría y nostalgia del sitio donde nosotros veníamos…En esta pequeña ventana que vemos aquí era donde vendían los pasajes, ahí uno los compraba, luego seguía la reja, que permanecía cerrada hasta el momento que el tren hacía su parada frente. Luego, ya cuando se acercaba el tren era cuando la campana sonaba y el tren paraba y ahí abrían las rejas para que uno subiera al tren. Era un paseo delicioso, sabroso, qué lástima que hoy en día no hay ese servicio nuevamente para volver a recordar el recorrido que hacíamos en esos paseos que marcaron parte de nuestras vidas.”

Helena Castro Ahumada Mi mamita 55 años Tomado el día Miércoles, 13 de agosto de 2008 Zipaquirá - Cundinamarca



“ Mi papá si nació en esta vereda –El Rosal- ellos tenían con mi abuelita aquella casa que se ve allá donde hay un plátano, si ve? ...esa fue donde nosotros nos criamos, ahí nacimos, no somos sino dos hermanos: Alvaro y yo. Cuando nosotros nacimos mi papá ya había hecho esa casita de allá, no había sino una pieza… nunca conocimos los colchones, mi papá hacía unas camas de barro y compraban juncos, algo parecido a las esteras, ponían longitudinal los canutos esos y los amarraban, o sea los juncos, y esas eran las camas de nosotros, eso nos poníamos a jugar y claro! jugando eso se desbarataban esos juncos, y pues no quedaba donde dormir. … en ese tiempo no lo recibían a uno en la escuela si no había cumplido ocho años, si no había cambiado de dentadura, era norma, entonces uno permanecía hasta los ocho años felíz en la casa jugando y fregando, … no conocíamos una pelota ni un balón, nuestros juegos era lo que daban las cosas de la naturaleza…ahí hay una quebradita, y por esa quebrada habían matas que hechan pepas y cosas, hay unas que se llaman borrachero y entonces nosotros hacíamos vacas, hacíamos carros: eso nos ideábamos cosas de esas para jugar, había un período del año que vendían mararaias, eso son unas pepitas que las traen por allá de clima caliente, en cierta época traían y vendían, y uno era felíz, jugando con esas mararaias, jugaba a las casita, jugaba a echar bolas, con garlinches, y apostaba a perder unas pepitas esas, los trompos, las ruedas, los aros, era la diversión de ese entonces…uno con un palo impulsaba la rueda y la echaba por donde fuera, como fuera, y la hacía dar curvas por todo lado, nadie lograba hacer esas piruetas que uno hacía…uno llegaba a dominar esa rueda…” Jorge Cañadulce Padre de Gilma Cañadulce, amiga de la ECI 66 años Tomado el día Domingo, 14 de septiembre de 2008 Paipa – Boyacá Colombia



“ Cuando yo era niño solía ir en vacaciones a Ubaté, mi abuelo vivía en Ubaté, en una casa allá. Para mí el plan de vacaciones mas bacano era ir a donde mi abuelo, me llevaba a la finca… tenía un carro que me fascinaba, un carro antiguo, y me sacaba a pasear en el carro, para mí el plan de vacaciones era ir a Ubaté. Él iba siempre a un sitio: una cigarrería que se llama Los Tres Amigos, y ahí se reunía con todos sus compadres, sus amigos, y se ponían a hablar de las cosas que hablamos los hombres: política, mujeres, fútbol, carros -de esas cosas que son chéveres- y se reunían y echaban carreta, bien bueno en ese sitio, y yo iba ahí y mi me fascinaba el sitio por que en una cigarrería había muchos dulces, siempre mi abuelo me compraba sobretodo las uvas pasas cubiertas con chocolate marca italo que eso era lo mejor… Un día estando ahí le dije a mi abuelo –que se llamaba Cornelio, yo le decía “papá Cornelio”- “papá Cornelio haga como un perro” y me decía “no moleste, no moleste” y yo lo fregué, por ahí diez, quince minutos “papá Cornelio haga como un perro” hasta que por fin accedió e hizo como un perro, y cuando hizo como un perro yo le dije “chite perro hijuemichica”, yo tenía por ahí cinco–seis años, o siete años a lo sumo y todos los amigos que estaban ahí era que no podían de la risa. Y pues de ahí en adelante cada que yo voy a Ubaté y me encuentro a los señores que estaban presentes, sobretodo al dueño de la cigarrería, Don Efraín Páez, él no me saluda “quiubo Diego” sino lo primero que me dice cuando me ve es “papá Cornelio haga como un perro” y ya, así quedé. Para mi ir a Ubaté siempre me alegra, pues,me trae recuerdos. No es un pueblo bonito, pero quiero ese pueblo, quiero bastante ese pueblo…” Diego Rodríguez Un transeúnte de mi vida 35 años Tomado el día Viernes, 26 de septiembre de 2008 Ubaté - Cundinamarca Colombia



“Este parque ha cambiado bastante, desde que vivo aquí, ya no paso tanto por aquí, no hace parte de mi ruta diaria, pero es parte del barrio, el parque, donde venía a jugar cuando era niño. Está muy cerca del colegio donde estudié la primaria, y en ese tronco siempre nos subíamos, o nos sentábamos, está ahí desde que tengo uso de razón. En el parque corríamos, una vez me caí, me dí durísimo en la cabeza, por estar corriendo y brincando. Me trepaba en el árbol, y aunque nunca jugué básquet pues ahí estaba la cancha, creo que en todo recuerdo de la infancia siempre hay una cancha de básquet, con el aro, con las líneas desgastadas… Siempre he vivido aquí y es bonito recorrer el barrio viéndolo de otra manera, los grafitis por ejemplo hacen parte de la identidad del barrio, las paredes, las casas viejas, esa casa se demoraron en construirla, y yo jugaba entre las paredes a medio hacer, y por eso me caí, por estar trepado ahí. Los recuerdos de mi infancia son muy marcados aquí, Fontibón antes era un sitio lejísimos, ahora es un barrio común y corriente. Crece y crece, pero aún se mantienen las calles, y aunque han cambiado algunas cosas los sitios siguen teniendo para mí la esencia de mis juegos, del parque, de la infancia, del colegio…”

Carlos Eduardo Cubides Amigo de la Universidad Nacional 23 años Tomado el día Miércoles, 19 de noviembre de 2008 Fontibón - Bogotá D.C. Colombia



“ Mi último examen aquí fue como a los catorce años, … yo tenía que trasnochar toda la noche, el examen tenía que ser a primera hora y sin haber dormido, un encefalograma, subíamos al cuarto piso y allá era el exámen, y era toda la tarde, toda la mañana…los médicos lo definían como disrritmia cerebral, es una deficiencia del cerebro cuando los pelados nacen prematuramente, uno nace con el sistema inmunológico y con el sistema que define la sensibilidad de la persona muy sensible, entonces era una persona demasiado alegre y efusiva o demasiado triste, entonces yo sufría de depresiones a los dos años… tenían que raparme la cabeza, me colocaban muchas chupas en la cabeza, y me aplicaban una inyección con un líquido rojito que era para dormirme pero además ellos miraban mis movimientos de la cabeza, después seguía otro para el corazón y eran como pinzas de la ropa, muchas pinzas ahí colgadas, yo no podía dormir en toda la noche…yo tenía monopolio, dominó, yo jugaba solitario, leía mucho, no dormía toda la noche para que yo el otro día llegara aquí en blanco. Apenas me sentaba en esa camilla me dormía, pero ya era un sueño obligado, no un sueño que yo quería... después me mandaban a terapia con el sicólogo, era bacano por que los sicólogos de aca tienen un salón lleno de juguetes muy bacanos, para mi era super de lujo estar con ellos, y lo ponían a hablar a uno, hablar y hablar…mi sistema nervioso era demasiado sensible y yo no asimilaba lo que estaba pasando a mi alrededor. Me enteré que la disrritmia cerebral se había descartado como enfermedad, es una discapacidad con la que nacen los niños prematuros, pero que se corrige con el tiempo, simplemente ellos crecen y se desarrollan y ya, el lío conmigo simplemente era de cuidado, soy muy sensible…” Yassef Briceño amigo de la ECI 26 años Tomado el día Sábado, 22 de noviembre de 2008 Bogotá D.C. Colombia



“ … estas rejas que se ven negras en mis fotos, realmente son de colores… el patio es un lugar del colegio que me encanta, primero por que aquí era el recreo, y segundo por que a mis amigas y a mi nos encantaba jugar volleybal, a las monjas no les gustaba que nos quedáramos a jugar después de clases, y era muy divertido todo lo que hacíamos para escaparnos y que no nos pillaran cuando nos bajábamos al patio...Lo malo es que ahora el patio se ve chiquito, antes era inmenso, signo de que crecí…la capilla no está abierta, allí se hacían las misas de fin de año, con gaitas, allí fue mi primera comunión, con todas mis compañeras… Es imposible estar aquí y no emocionarse, estos pasillos tuvieron mi infancia, mis juegos y hasta algunos problemas de mi casa y todo se volvía aquí otra cosa…acá estaban mis amigas, mis profesores, las cosas que me gustaba hacer, este espacio esta abierto hoy de nuevo para mí, están las cosas como las recuerdo, tal cual, cuando estudié aquí hace muchos años…es increíble como los recuerdos se hacen vivos cuando está uno en el lugar donde los vivió, como las paredes contienen cada cosa, y este lugar siempre fue tan anhelado y tan querido para mi que me es imposible no ceder a esa felicidad pues…recuerdo tal cual como era el piso, de granito verde, jaspeado, y están todos los salones de clase, los pasillos, la entrada del colegio, todo permanece igual, o por lo menos en mi memoria es inmóvil, como si se hubiera congelado el tiempo. Es muy bello recordar como está en mí la historia que se guarda en mi memoria y que viene ahora por estos pasillos del colegio…Cada vez que vengo es como una cantidad de cosas bonitas que se vienen a mi memoria: los recuerdos de las amigas, de la infancia, del colegio…” Andrea Carolina Camargo Castro Mi propia historia 28 años Tomado el día Jueves, 16 de octubre de 2008 Caracas D.F. Venezuela



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